viernes, 2 de mayo de 2014

The three global powers: Capítulo 2

-¡Excelencia!

Un hombre con una espada sujeta a su cintura, irrumpió en la sala principal, donde se encontraba el líder del imperio.

-Espero que sea importante –dijo éste, cono tono altivo, sentado sobre su trono como si de un rey se tratase. Se trataba de un hombre de unos cuarenta, complexión fuerte, pelo corto y color rojo sangre. Sus patillas se extendían hasta formar una perilla, y vestía un traje negro cubierto con una capa hecha de piel de alguna bestia de los yermos.

 

Desde su posición, observó con condescendencia a su súbdito. A su lado, una joven de pelo rubio y corto, ojos claros y expresión fría, que vestía un abrigo más grande que ella, de cuyo cuello colgaba una serie plumas, de considerable longitud, formando un círculo a su alrededor, y puestas de forma que se mantuviesen erguidas.

-Discúlpeme, su majestad –respondió el súbdito, arrodillándose-. Vengo a anunciarle que su visita ha llegado.

-¡Ya era hora! ¡Que pase! –respondió el hombre.

 

Entonces, el sirviente asintió e hizo una señal a otros dos, apostados junto a la puerta, para que la abriesen. Instantes después, un chico vestido con chaqueta de cuero y gafas de sol entró en la estancia.

-Buen séquito el tuyo –admiró el recién llegado, con sonrisa maliciosa, haciendo referencia a sus súbditos.

-¡Bienvenido! ¡Te estaba esperando! ¡Duobus me ha hablado de ti!

-Nada bueno, supongo –dijo Unum, deteniéndose frente al emperador.

-Qué curioso. No esperaba que vinieses solo.

-Confían en que sabré arreglármelas sin ayuda. Imagino que te haces una idea de por qué he venido.

-Sí. Pero antes, ¿por qué no comemos algo? Una vez llenemos el estómago,  formalizaremos nuestra alianza.

-Me parece bien. Estoy hambriento –contestó Unum.

 

-Así que, en resumen, lo mejor sería ir primero a los territorios de la facción –propuso Razer, discutiendo con Kareth y Sarah la estrategia a seguir.

-Es aquella para la que disponéis de las rutas más seguras, ¿verdad? –preguntó Sarah.

-Sí.

-¿Y no sería mejor dividirnos e intentarlo en los dos sitios? –preguntó, esta vez, Kareth.

-Imposible. No podríamos llevar a Quattuor en ambos equipos.

-Pero, si lo hacemos de la otra forma, tardaremos demasiado. También tenemos que estar seguros de cuántos iremos –continuó Kareth.

-Si no queremos llamar la atención, no podemos ser muchos, pero habrá que asegurar un buen potencial de combate en caso de que las cosas salgan mal –comentó Razer.

-En ese caso, más que en el número, será mejor tener en cuenta quiénes vayan –sugirió Sarah.

-Calidad por encima de cantidad. Mayor discreción, pero lo suficientemente fuertes para defendernos –dijo el líder de los Rebeldes, pensativo- Entonces será mejor prepararnos bien aunque tengamos que aplazar el día de la incursión. Es mejor asegurar el bienestar de la operación a intentar hacerla en el menor tiempo posible.

-Lo sé, pero no sabemos cuánto tiempo tenemos hasta que actúen Detz y los suyos –replicó Kareth.

-Estoy de acuerdo con Razer. Además, ya contamos con la probabilidad de que haya descendientes junto a cada uno de los gobernantes. Si no nos preparamos bien, será un caos –añadió Sarah.

-Supongo que no queda más remedio que arriesgarse –dijo Kareth.

 

-Hay algo que no entiendo.

Mientras tanto, Kai conversaba con Quattuor. Ambos transportaban un nuevo cargamento de alimentos a la casa utilizada como almacén.

 

Viendo a su compañero, el chico no pudo evitar una sonrisa irónica, pues, al contrario que él, transportaba sin problemas un número de cajas que quintuplicaba el suyo.

-Dices que estuviste avivando la guerra hasta que te derivaron a otras tareas. ¿Durante ese tiempo, estuviste con la unión, con la facción o con el imperio?

-Con los tres.

-¡¿Los tres?! ¡¿Pero, cómo lo hiciste para estar en tres sitios al mismo tiempo?!

-No fue necesario –explicó el hombre-. Tener que estar con sólo un gobernador todo el tiempo fue decidido más tarde, cuando aparecieron más descendientes. Actuar esporádicamente ya bastaba para sembrar confusión y duda. De hecho, recuerdo que, en el caso de la unión, era difícil acercarse al gobernador, ya que se coordinaba con el bajo mundo, y éste es demasiado extenso como para ser la única persona que tenga o quiera tener contacto con él. Aun así, incluso allí conseguí conocer cómo funcionaba su gobierno.

-Entonces, ¿qué es lo que tienes pensado para guiarnos hasta el líder de la facción?

-El líder de la facción es, de los tres, a quien más logré acercarme. Es muy respetado por sus soldados, aunque, en el caso de los civiles, hay diferencias de opinión.

-¿Qué quieres decir?

-La facción tiene un gran poder militar y tecnológico, pero eso lo han conseguido gracias a un considerable gasto de recursos. Y pese a que se han diseñado nuevas formas de conseguir recursos, gracias al sistema L-Drill y la clonación, éstos todavía son relativamente recientes, por no hablar de que no siempre se obtienen buenos resultados. No todos los civiles están conformes con ese sistema y acusan al gobierno del gasto desmesurado a lo largo del tiempo.

-Vaya. Me he movido alguna que otra vez por allí, pero es la primera vez que escucho sobre esa situación.

-Por suerte, no ha llegado a un extremo en que la mayoría de sus habitantes no puedan desenvolverse. Además, como he dicho antes, los súbditos del gobernador son muy fieles, por lo que siempre ponen orden si alguien alza la voz contra él.

-Suena a opresión.

-Si es necesaria, sí, la utilizan. En cualquier caso, sabiendo esto, es de esperar que el líder de la facción esté bastante protegido, por no hablar de que no es alguien que no sepa defenderse. De hecho, si no llevas cuidado con él, puedes acabar mal. Probablemente, lo mejor sea aprovecharse de la opinión pública para encontrar una forma de entrar. Ya concretaré la estrategia cuando estemos todos. No quisiera repetirme.

-D-de acuerdo. ¿Qué hay de las otras dos potencias?

-El emperador es tratado como una especie de dios. Es un arrogante, y no me extrañaría que se hubiese sometido a la inyección de Radiar. En cuanto al gobernador de la unión, no puedo darte mucha información. Es un tipo bastante discreto, y puede que, precisamente por eso, sea el más peligroso a nivel individual.

-Entiendo.

 

Tras depositar los últimos cargamentos, cerraron la puerta del almacén.

-Gracias –les agradeció uno de los Rebeldes, pues, con su ayuda (sobre todo la de Quattuor), habían terminado en poco tiempo.

-Tranquilo, ya me devolveréis el favor –le respondió Quattuor- Yo no trabajo gratis.

 

Dejándole sin palabras, Quattuor se marchó de allí.

-Intenta no tenérselo muy en cuenta. No se le da bien tratar con los demás –se disculpó Kai.

-C-claro... –logró contestar el hombre.

 

Desde la distancia, Kai observó cómo el descendiente de Gaia se alejaba. En ese momento, recordó lo que le dijo unos días atrás:

 

-Quiero pedirte perdón –dijo Kai, situándose enfrente de Quattuor.

-¿Disculparte? ¿Por qué? –preguntó el hombre, frunciendo el ceño.

-Por lo que te dije durante la reunión.

-Ah, eso. Olvídalo. No tiene importancia –contestó Quattuor, continuando su camino.

-¡Espera! Hay algo más. Es sobre Unum –dijo Kai, logrando detenerle- ¿Hay alguna forma de hacer que vuelva a ser el de antes?

Tras unos segundos de meditación, el hombre contestó.

-Es posible. Al fin y al cabo, tanto Kareth como yo hemos conservado nuestra identidad. Pero, si me preguntas cómo, no tengo ni la menor idea.

 

Aun así, para Kai era suficiente. Si existía una forma de hacer que First volviese a ser el que era, la encontraría.

 

A la mañana siguiente, Kareth los reunió a todos para contarles la conversación que Razer, Sarah y él habían mantenido.

-Hemos decidido que todos recibamos entrenamiento antes de la misión. Así, podremos adaptarnos mejor a cualquier situación –concluyó el chico.

-¿Entrenamiento? –preguntó Quattuor, tras lo que dejó escapar un suspiro.

-Por mucho que conozcamos la teoría. Tenemos que mejorar la práctica. Debemos estar preparados para enfrentarnos a gente del nivel de Quattuor o Unum.

-Y estoy seguro de que me pediréis que os ayude –declaró Quattuor, de brazos cruzados y con expresión de cansancio.

-Pues sí. Fue Sarah la que nos dijo que tú serías la mejor elección.

 

Al oír esto, el hombre desvió la mirada hacia la joven, quien le devolvió el gesto con una sonrisa malvada dibujada en su cara.

“Sé que sabes lo que estoy pensando, peliazul. Me la vas a pagar”, pensó Quattuor.

“Seguro de que serás un gran profesor. Considéralo un regalo de mi parte, por cargarme el otro día como si fuese un saco”, respondió mentalmente ella, imaginándose lo que se le pasaba por la cabeza al hombre.

Todos se mantuvieron en silencio al observar aquel intercambio de miradas hasta que Nara se atrevió a interrumpirlo.

-Parece que os lleváis bastante bien –comentó, poniendo una sonrisa irónica y atrayendo la atención de ambos. Al sentirse intimidada, la joven se escondió detrás de Kareth.

-En fin. Aceptaré aunque no me haga ni pizca de gracia. De todas formas, si lo que queréis es enfrentaros a los descendientes, es la única solución. Eso sí, antes de nada, me gustaría ver de lo que sois capaces cada uno. Así podré hacerme una idea de vuestro potencial.

-Me temo que yo no podré unirme a vuestro entrenamiento –señaló Razer, levantando la mano-. Tengo cosas que hacer. Aunque puede que de vez en cuando venga a ver cómo estáis.

-¿Estás seguro? –preguntó Kareth.

-Claro. No te preocupes, cuando llegue el momento, sabré arreglármelas.

-Como quieras.

-Nos vemos más tarde –despidiéndose con un gesto de su mano, el líder de los Rebeldes dio media vuelta y se marchó.

-¿Seguro que le irá bien? –preguntó Miruru, intrigada.

-Tranquilos. Él ya sabe todo lo que tiene que saber –respondió Quattuor con tono serio. Tras esto, crujió sus nudillos- Bien, comencemos.

 

A las afueras de la villa, rodeados por tierras yermas, uno por uno se turnaron para enfrentarse a Quattuor.

 

En la distancia, podían observarse a algunos niños viendo los combates, expectantes.

 

El primero en probar fue Kareth, quien había tomado prestadas un par de espadas del almacén rebelde.

-Creo que te será más fácil si te transformas en esa bestia blanca –se burló Quattuor.

-¡No me subestimes! –replicó Kareth, abalanzándose, con decisión, contra su contrincante, iniciando su ataque con sendas estocadas utilizando las dos armas. En contra del resultado esperado, Quattuor deshizo su acometida con una sola mano, golpeando el área no afilada de una de las espadas, de manera que éstas chocaron entre sí, desviando logrando que el joven perdiese el equilibrio.

-No quisiera cargarme tus armas. Pueden sernos útiles. Así que procura conservarlas –dijo Quattuor.

 

Nada más levantarse del suelo, Kareth lo intentó de nuevo, esta vez mediante un corte lateral, empleando una de sus espadas, que fue esquivado sin problemas por Quattuor, quien agarró la hoja del arma, sin preocuparse mucho por la integridad de su mano, y se la quitó, dejándole sólo con una. Aun así, el joven volvió al ataque con corte en vertical que fue detenido por los dedos índice y corazón de su adversario.

-Este combate va a acabar pronto –dijo Quattuor, golpeando a Kareth en el estómago, de manera que éste salió despedido hacia atrás, levantando tierra al tomar contacto con el suelo, terminando por rodar sobre éste.

 

Con la espada todavía entre sus dedos, el hombre la lanzó al suelo.

-Por lo menos no ha hecho falta romperlas. Aunque eso signifique que aún te falte mucho para llegar a mi nivel –dijo Quattuor.

-¡Maldita sea! –se quejó el joven, sintiéndose avergonzado, e incorporándose con gran esfuerzo.

-¿La siguiente vas a ser tú, peliazul? –preguntó Quattuor al ver a Sarah frente a él, aunque, al contrario que su compañero, ella se había decantado por sólo una espada.

-Vas a ver de lo que soy capaz.

-Interesante. Haz que me ponga serio.

 

Entonces, la joven se lanzó contra él, con una primera estocada que fue evadida sin dificultad. Pese a ello, ella no tardó en continuar su ataque con una serie de golpes que complicaron el movimiento de su rival, que tuvo que saltar hacia atrás para crear distancia entre ellos.

-Eres rápida, pero sé que puedes hacerlo mejor –dijo Quattuor, golpeando el suelo y levantando una gran polvareda. Ella, impotente, cubrió sus ojos, protegiéndolo de aquella gran masa de arena, lo que fue aprovechado por su contrincante para atacarla de frente e inmovilizarla contra el suelo.

-No está mal –declaró el hombre-. Pese a que apenas podías ver, has conseguido defenderte e impedir que el golpe te diese de lleno.

 

Una vez aclarado el terreno, los demás pudieron observar cómo la espada de Sarah había sido quebrada, convertida su hoja en trozos de metal esparcidos por el suelo. Había conseguido evitar el ataque, pero a costa de su arma.

-¿Todavía quieres seguir, peliazul? –preguntó Quattuor, a lo que ella asintió, levantándose y alzando la guardia- Esta vez seré yo quien tome la iniciativa.

 

Al poco de acabar la frase, golpeó el suelo con el pie y se impulsó como un misil hasta llegar frente a la joven, propinándole un rodillazo en el estómago que la dejó casi sin respiración.

-Este combate está sentenciado –dijo Quattuor, poco antes de que ella, haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, golpease su brazo con dos dedos.

-¡Sword Target: Human! –exclamó ella, provocando que, de repente, la extremidad con la que el hombre iba a finalizar el combate se detuviese, confundiéndole.

-¡¿Qu-qué es lo que has hecho?!

-Golpear los nervios de tu cuerpo y paralizarlo. Espero que no te importe –bromeó ella, a la vez que sonreía y, girando sobre sí misma, golpeaba su vientre con el codo, de manera el hombre dio un paso atrás, con una mueca de dolor en su rostro.

-Nada mal, peliazul.

 

Mientras Quattuor acariciaba su vientre, los demás observaron impresionados la técnica de Sarah. Sin embargo, en ese momento, la chica levantó las manos.

-Gracias, pero creo que voy a retirarme –dijo, cayendo de rodillas al suelo. Aunque había sido capaz de evitar el golpe de gracia, el último ataque de Quattuor la había dejado sin fuerzas.

-Así que esta es la técnica que usaste cuando intentaste escapar de los calabozos –la admiró el hombre. Ella asintió con expresión de cansancio- Quizás pueda aprovecharse.

 

Después de Kareth y Sarah llegó el turno de Kai.

-¿No vas a coger ningún arma? –preguntó Quattuor

-La verdad es que no suelo usarlas. Además, tampoco me gustaría que acabasen quebrándose como la espada de antes.

-Como quieras.

 

Alzando la guardia, el joven observó detenidamente a su adversario. Dando aires de arrogancia, aparentaba desinterés en el combate, sin embargo, tenía la sensación de que si se acercaba a él, no tardaría en contraatacar.

 

Así fue como, durante un tiempo, ambos se mantuvieron en silencio, sin mover un sólo músculo, generándose tensión en el ambiente.

-¡Octavo espíritu: Sázam! –gritó, finalmente, Kai, quien se desplazó a gran velocidad hasta situarse al lado de Quattuor, lanzando un puñetazo al costado.

 

De forma que ya había previsto el chico, Quattuor detuvo el golpe e inició un contraataque dirigido a su mejilla pero errando en éste que, debido al poder del espíritu, logró escapar a tiempo.

 

El combate se convirtió en un intercambio de ataques con los que ninguno consiguió alcanzar al otro. Finalmente, fue el descendiente quien, harto de aquello, golpeó fuertemente el suelo con el pie y provocó que su adversario crease distancia entre ellos, a fin de que no ocurriese lo mismo que con Sarah.

 

Tras esto, como surgido de la nada, el hombre se situó al lado de Kai, lanzando un puñetazo al costado.

-¡Primer espíritu: Kagami! –exclamó el joven, mientras una fuerza invisible lograba que el ataque de Quattuor fuese desviado, dejando su torso desprotegido para un contraataque enemigo que Kai no dudó en aprovechar. Para su desgracia, cuando sus nudillos tomaron contacto con el estómago de su adversario, sintió un intenso dolor recorriéndolos.

 

En este hecho vio Quattuor su oportunidad, dirigiendo una patada hacia la cabeza del chico, quien fue golpeado contra el suelo.

-¿Qué es lo que has hecho? –preguntó Kai, levantándose rápidamente y alejándose unos pasos de él.

-Al contraer mis músculos puedo endurecerlos –dijo Quattuor, incorporándose y adoptando la misma postura desinteresada de antes- Es como si golpeases el diamante.

 

Chasqueando la lengua en señal de réplica, Kai se dio cuenta de que si las cosas seguían así, no serviría de nada recurrir a ataques físicos. La única manera de luchar contra él era sacar la artillería pesada.

 

Con esto en mente, cerró los ojos y respiró profundamente. Poco después, dos agujeros de color negro aparecieron a ambos lados y, de ellos, surgieron dos grandes manos esqueléticas.

-¡Tu turno, Hel!

-Un Inferno. Ya me he enfrentado a uno antes. Esto se pone interesante –dijo Quattuor, sonriendo.

 

En ese momento, una de las manos de Hel concentró fuego en la palma, formando una bola que lanzó contra el hombre, quien, pese a que consiguió esquivarla, encontró en su camino la otra extremidad del Inferno, siendo golpeado por ésta desde arriba.

 

Pese a que Quattuor logró detener el ataque con ambos brazos, y así mantenerlo a raya, esto consiguió darle a Kai la libertad de atacar, golpeando al hombre mediante una patada que le hizo volar por los aires hasta acabar por los suelos.

-Has bajado la guardia –le criticó Kai, acercándose a él.

-No esperaba tantos ataques y tan bien coordinados –respondió el descendiente.

-Me lo tomaré como un cumplido.

-En fin, tendré que ponerme serio –dijo Quattuor, quien, tras levantarse, se impulsó hacia arriba de un salto.

-¡¿Qué?! –se sorprendió el chico, confuso ante aquel repentino movimiento- ¡Espera, no me digas que...!

-¡A ver si eres capaz de detener esto!

-¡Si lo haces, la onda expansiva llegará hasta la villa! –exclamó Kai, previendo sus intenciones.

-¡Entonces tendrás que detenerme! –rió Quattuor.

 

-¡¿Qué pretende ese imbécil?! –exclamó Sarah, desde donde observaba el combate.

-¡¿Qué pasa?! –preguntó Nara, sin comprender del todo la situación.

-¡Pretende sumar la fuerza de la caída con la suya propia para atacar! ¡Si Kai lo esquiva, el impacto contra el suelo será devastador, pero si lo recibe, no quedará nada de él! –contestó Kareth.

 

-¡Vamos! –gritó el hombre, bajando a tierra con los dos pies por delante.

-¡Mierda! ¡Hel! –ordenó Kai, haciendo que los brazos del Inferno se extendiesen hasta mostrarse más allá de los codos, de manera que sus huesudas manos se entrelazasen, formando una red en el punto de aterrizaje del descendiente, a fin de detener el impacto, pese a no saber si aquello sería suficiente.

 

Justo cuando el golpe parecía inminente, el cuerpo de Quattuor se detuvo en mitad del aire, como flotando.

-Nunca pedí que intervinieses, rubia –dijo el hombre, girando la cabeza hacia un lado.

-Prefiero no arriesgarme a ver cómo acaba –contestó Miruru, llamando la atención del resto. Con el brazo alzado, la chica había utilizado su poder para detenerle, dejándole momentos después, y con suavidad, sobre tierra.

-¡¿Se puede saber qué pretendías?! –se quejó Sarah- ¡Podrías haber causado una catástrofe!

El hombre suspiró, moviendo la cabeza de un lado a otro en señal de negación.

-¿De verdad creías que no iba a controlarme? Tengo que ver de lo que sois capaces. Al contrario que yo, el resto de descendientes no van a ser tan buenos. Les importan un bledo las consecuencias, y más si jugamos en su terreno. Debéis estar preparados para todo. Incluido algo así –contestó Quattuor, dejando a los demás en silencio- En cualquier caso, he de admitir que eres bastante bueno peleando –continuó dirigiéndose a Kai- Está claro que fuiste bien entrenado. Aunque me suena tu forma de luchar. Lo de usar espíritus y todo eso. ¿Dónde lo aprendiste?

-Me enseñó alguien que vivía solo en un oasis. Al principio parecía un poco huraño, pero resultó ser una buena persona.

-¡Oíd! –interrumpió una voz a su espalda, haciendo que todos se girasen. Ante ellos apareció la figura de Razer, cuya expresión les preocupó.

-¿Qué ocurre? –preguntó Kareth.

-Tengo que deciros algo importante. Uno de nuestros informantes acaba de decir que “Comhairle” y el imperio han formado una alianza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario