sábado, 22 de julio de 2023

Capítulo 53: Uriel vs Sariel

Al día siguiente, empezaron a correr rumores, entre los Pacificadores, sobre la desaparición de Claude. Principalmente entre los miembros de su equipo, quienes iniciaron una búsqueda por los sitios donde se le había visto por última vez.

 

Por desgracia, aun recibiendo ayuda de los demás grupos, sus investigaciones no les llevaron a nada.

 

El suceso también llegó a oídos de Hana y Thyra, quienes pidieron a Michael aplazar el combate entre Uriel y Sariel, hasta que se esclareciese lo ocurrido.

-Lo siento, pero no puedo hacerlo –respondió el arcángel.

-¡¿Qué?! –se sorprendió Thyra- ¡Michael, ha desaparecido un miembro de nuestra guardia! ¡Claramente, está pasando algo raro y puede que nos concierna a todos!

-Eso lo dirás tú. ¿Quién nos asegura que no ha decidido marcharse y dejaros tirados? Según tengo entendido, muchos de los miembros de esa guardia son mercenarios. Es posible que haya recibido una oferta mejor, o no le haya gustado el trabajo y haya optado por desertar.

-¡Ellos no son así! –intervino Hana.

-¿Acaso los conocéis? ¿Sabéis por todo lo que han pasado o lo que han tenido que hacer para sobrevivir?

 

Aquella pregunta las dejó en silencio, dándole el argumento definitivo a Michael para terminar la conversación.

-Ahí lo tenéis.

 

Furiosa, la arcángel desplazó la mirada hacia Remiel, quien, cabizbajo, negó con la cabeza, tratando de decirle que no podía intervenir en esa decisión.

 

Finalmente, ambas abandonaron la sala.

 

-¡Ese tío cada vez me cae peor! –exclamó Hana.

-¡Bienvenida a mi mundo! –respondió su amiga- ¿Se sabe algo más de su paradero? –continuó, refiriéndose a Claude.

-Nada. La última vez que se supo de él, se dirigía a un barrio residencial. Cerca de las afueras de la ciudad. Se ha interrogado a los ciudadanos de allí, pero ninguno recordaba siquiera haberle visto.

-¿Crees que le ocurrió algo antes de llegar?

-No lo sé, pero si de algo estoy segura es que no desapareció por voluntad propia.

 

-¡Maldita sea! –gritó Einar, golpeando la pared de una casa cercana.

-¡Einar, contrólate! –le reprochó Bera.

-¡Cómo quieres que lo haga cuando seguimos sin saber nada de Claude!

-¡Sé cómo te sientes! ¡Y no eres el único! ¡Pero que nos cabreemos no cambiará nada!

-Es muy extraño –interrumpió Reima, quien también estaba con ellos y otros miembros de los Pacificadores, reunidos todos en una pequeña placeta donde no solía haber mucha gente, para así hablar más tranquilamente- Después de dirigirse a ese barrio, es como si se le hubiese perdido la pista por completo.

-Reima tiene razón –añadió Alex-. Dudo mucho que nadie lo viese, y más teniendo en cuenta que él mismo estaba interrogando a los ciudadanos.

-Eso tampoco lo entiendo. ¿Por qué les estaba preguntando por un ángel? –preguntó Cain.

-Al parecer, hay un rumor de que fue un ángel quien filtró información sobre lo ocurrido en Nápoles –explicó Sarhin.

-¿Un ángel?

-Sí. Que sea verdad o no, es otra cosa.

-Pero, ¿y si el motivo de su desaparición fue porque se enteró de algo que no debía? ¿Y si algunos de los ciudadanos a los que hemos interrogado mienten? –propuso Julius.

-No podemos descartarlo, pero, en ese caso, debemos mantenernos alerta, ya que eso significaría que el enemigo se ha infiltrado en Roma –declaró Reima.

 

Los días se sucedieron sin que las investigaciones avanzasen. Si bien gracias al propio Claude, tenían una pista sobre la que guiarse, no encontraron ni rastro del supuesto ángel.

 

Thyra fue la encargada de preguntarle a sus compañeros, pero ninguno de ellos supo nada al respecto. Y aunque notó a Uriel un poco más callada de lo normal, ella le respondió que era por los nervios del combate.

 

Por otro lado, Remiel le dijo que no había conseguido convencer a Michael. Además, según le había explicado, veía con muy malos ojos que hubiese recurrido a él para hacerlo, comentario que no hizo sino irritar más a la arcángel, a cuyo estrés se sumaba la mala evolución que habían tenidos los disturbios debido a las filtraciones.

 

Y es que, la situación había seguido empeorando con el tiempo, llegando a producirse una pelea que dejó a una pareja de humanos en estado grave y más demonios detenidos. Por si fuera poco, otro grupo decidió organizar una manifestación frente al castillo del emperador. Y si no llega a ser por Hana y algunos miembros de los Pacificadores, todo hubiese acabado con los soldados cargando contra los manifestantes.

 

-¡Como vuelva a ocurrir algo así, volveré a imponer la esclavitud en Roma! ¡Esas malditas cosas! –gritó el emperador Berengar golpeando la mesa de la sala en la que estaban reunidos él, Hana, Thyra y John.

 

Nunca había sido partidario de los demonios, y sólo accedió a la abolición de la esclavitud por John, y los buenos resultados que se fueron dando con el tiempo. Sin embargo, se hacía obvio cuál era su posicionamiento con problemas de este tipo.

-Majestad, creo que debería ser más respetuoso delante de Hana –dijo el papa.

-Tranquilo, John, no es la primera vez que recibo odio de los humanos, ni tampoco del propio emperador. Pero, si me permite, esto es un asunto que compete a ambas partes, por lo que sin ayuda de los humanos no habrá manera de arreglar la situación –declaró ella, mirando fijamente a Berengar, quien, tras recibir su crítica, se calló a regañadientes- En cualquier caso, está claro que se nos está yendo de las manos. La relación entre humanos y demonios se está debilitando, y temo que llegue a un punto en que ni siquiera yo pueda intervenir. Doy gracias a que siguen habiendo ciudadanos capaces de entrar en razón.

-¿Y qué podemos hacer? –preguntó John.

-No lo sé, y no creo que aumentar la vigilancia sobre los demonios nos ayude mucho. Quizás lo mejor sea centrarse en buscar al responsable de filtrarlo todo y revelar sus intenciones.

-Si tuviese mis poderes podría hacer algo más, pero ahora mismo me encuentro muy limitada. Y tampoco puedo recurrir a Uriel, ya que ella también ha perdido sus privilegios al ayudarme a escapar –dijo Thyra.

-En ese caso, todo se reduce al combate entre ella y Sariel. Si le derrota, puede que consigamos resolver todo esto de una vez.

-Genial. Más presión para ella... –se quejó la arcángel.

 

De esa forma, llegó por fin el día de la pelea. Está se desarrollaría en un campo de entrenamiento utilizado de vez en cuando para espectáculos en honor al emperador, y que había sido facilitado por éste con la condición de que se mantuviese en buen estado. Algo que, dadas las circunstancias del encuentro, costaba de imaginar.

 

Era considerablemente amplio, y consistía en una extensión elíptica de arena poco profunda, rodeada por un gran número de asientos de piedra para miembros de la nobleza y sus familiares, y otro con las mejores vistas para el emperador. Pese a ello, ese día, se mantendría el acto como privado, con la asistencia de los implicados así como de algunos de los Pacificadores.

 

-¿Cómo estás? –le preguntó Thyra a Uriel.

-Ugh... me duele la barriga – declaró ella mientras se sujetaba el vientre con la mano.

-Todo saldrá bien. Ya lo verás. Tan sólo tienes que seguir mis indicaciones.

-Ya... –respondió, desviando ligeramente la mirada.

-Oye, Uriel. ¿Hay algo más que quieras decirme? Llevas un tiempo rara y empiezo a dudar que sea sólo por el combate.

 

El ángel se mostró dubitativo, levantando la cabeza para mirarla a los ojos. Entonces, se percató de la presencia de Michael justo detrás, quien negó con la cabeza, como si le hubiese leído el pensamiento.

-¡No te preocupes! ¡Yo me encargaré de todo! –le respondió a Thyra, dejándola extrañada.

-Claro...

 

Mientras tanto, Reima, sentado en uno de los asientos de piedra junto con Hana y el resto de Pacificadores que habían asistido, estaba pensativo a la vez que observaba los movimientos de Michael y Remiel, quienes acababan de situarse en el extremo del campo de entrenamiento desde donde Sariel comenzaría el combate.

 

El resto de miembros de los Pacificadores consistía en los líderes de cada uno de los grupos y uno de los compañeros de dicho grupo, salvo el de Claude, ya que seguían investigando su desaparición. A parte de ellos, el resto se estaba encargando de vigilar que no se produjesen más disturbios.

 

Así pues, los presentes eran: Alex y Reima; Tathya y Julius; y Enam y Diara.

-¿Pasa algo? –preguntó Hana.

-Puede que me esté volviendo paranoico, pero ¿y si Remiel, Michael o Sariel fuesen los causantes de todo esto?

-¡¿Te refieres a los rumores y la desaparición de Claude?! –preguntó, sorprendida.

-Sí.

-¡Imposible! ¡Los arcángeles siempre han estado de nuestro lado! ¡Y puesto que Sariel lo han elegido ellos seguro que es de fiar! Además, los rumores comenzaron antes de que llegasen, ¿recuerdas?

-Ya, pero es todo tan extraño. Que Thyra pierda sus poderes, este combate, y que Claude desaparezca justo tras oír el rumor de un ángel. No sé, me da la sensación de que todo lo que ha pasado tiene relación con ellos. Como si fuese parte de un plan. –contestó el chico. De repente, una bombilla se le iluminó- ¡Me voy con Thyra!

-¡¿Qué?!

-¡Tengo un mal presentimiento! –apresuró Reima, disponiéndose a marcharse.

-¡¿Adónde vas?! –preguntó Alex.

-¡Tengo que decirle algo a Thyra! ¡Vosotros quedaos aquí con Hana!

-¡Espera! ¡Voy contigo! –dijo el líder del segundo grupo mientras hacía un gesto a los demás para que permaneciesen en sus puestos.

 

Al mismo tiempo, los contendientes del enfrentamiento bajaron a la arena, situándose el uno frente del otro, a una distancia prudencial.

 

El rostro de Sariel era imperturbable, todo lo contrario que el de Uriel, cuya concentración y preocupación la hicieron poner una expresión casi imposible de describir. Tuvo que respirar hondo para relajarse, tras lo que se giró hacia Thyra, quien la animó con una sonrisa.

 

En ese momento, Reima llegó hasta la arcángel.

-¡Thyra!

-¡¿Qué haces aquí?! ¡¿No deberías estar con Hana?!

-¡Ahora mismo eres casi como una humana! ¡Tú también deberías tener protección!

-No te preocupes me las apañaré.

-¡Escucha! ¡Esto es serio! ¡Creo que deberías irte de aquí!

-¡¿Qué?! –gritó ella, mirándolo como si hubiese perdido el juicio- ¡El combate está a punto de empezar! ¡¿Se puede saber qué bicho te ha picado?!

-¡Creo que alguien está planeando haceros daño! ¡Alguien de los que estamos aquí!

-¡¿Alguien?! ¡¿Quién?!

-¡No lo sé! ¡Pero piénsalo bien! ¡Te quitan tus habilidades y privilegios como arcángel, se extienden rumores a partir de un ángel, y pese a la desaparición de Claude por algo que precisamente puede estar relacionado con esos rumores, deciden mantener el día del combate!

-¡¿Insinúas que uno de los arcángeles puede estar detrás de esto?!

-¡No! ¡Bueno, no lo sé! ¡Por eso es mejor prevenir que...!

-¡Eso es una acusación muy grave, Reima! ¡Y no puedo basarme en supuestos y en “no lo sé” para irme en mitad de un evento tan importante! ¡Lo siento, pero me quedaré aquí! ¡No puedo dejar sola a Uriel!

-Thyra...

-Discúlpelo, señorita. Está un poco afectado por la desaparición de Claude y no sabe bien lo que dice –intervino Alex, agarrando a Reima del brazo-. Aun así, estoy de acuerdo con Reima en lo de que necesita protección. Si se produjesen más disturbios en Roma, nos tranquilizaría estar cerca por si pasase cualquier cosa –sentenció, a lo que la arcángel respondió mirándolo con seriedad, para luego enfocarse en la arena.

-¡Haced lo que queráis, pero no pienso irme de aquí!

-Como usted mande –dijo el líder del grupo dos, llevándose al espadachín japonés de allí.

-¡¿Qué haces?! –le preguntó Reima, una vez alejados- ¡Puede estar en peligro!

-Lo sé, te he oído. Y cálmate, alterarte no te ayudará en nada. Si tienes dudas, lo mejor será que observemos por el momento. Permaneceremos cerca de ella y si vemos algo raro, actuaremos. Los demás también están preparados para hacer los mismo con Hana –dijo refiriéndose a sus compañeros- ¿Lo has entendido?

-Sí... –se convenció Reima, aun todavía con dudas.

 

Una vez hechas las preparaciones para el combate, Michael se encargó de explicar cómo se llevaría a cabo.

-Las reglas son las siguientes: ambos contrincantes pelearán hasta que uno de los dos se rinda o se juzgue incapaz de seguir luchando. Estará prohibido utilizar estrategias que pongan en peligro la vida del rival o de cualquier otro de los presentes, así como de la estructura. Y se permitirá volar siempre que sea dentro del rango que ocupe el campo de entrenamiento. ¿Alguna objeción?

 

Nadie se mostró en desacuerdo, asintiendo tanto Uriel como Sariel, a lo que el propio arcángel contestó de la misma forma.

-Así pues, ¡que dé comienzo el combate! –exclamó.

 

En ese momento, Sariel se lanzó de frente contra su adversaria. Blandía una especie de sable de luz con el que pretendía apuñalarla, sin embargo, ella desapareció ante sus ojos, cogiéndolo desprevenido.

 

Durante unos instantes todos los espectadores desplazaron la mirada, buscándola por todas partes. Entonces, un rayo de luz se precipitó sobre el ángel, quien tuvo que volar hacia atrás para esquivarlo. Al mirar hacia arriba, allí encontró a Uriel, cuya personalidad parecía haber cambiado para adaptarse a la situación.

-¡¿Cuando ha volado hasta allí?! –preguntó Reima.

 

Lejos de desanimarse, Sariel contraatacó con la misma moneda y lanzó también un rayo de luz que el ángel femenino detuvo con el suyo propio. A esto le siguió una ráfaga por parte del primero, quien los utilizó como distracción para atacar de nuevo con su sable, dándose de frente contra la nada.

 

Y así, se hizo el silencio.

-Creo que ya lo entiendo. Se está haciendo invisible –indicó Alex.

-¡¿Invisible?! ¡¿Cómo?! –preguntó Reima.

-El Setten de Uriel es débil en el ataque –describió Thyra, quien les había estado escuchando-, pero es la que mejor sabe moldearlo. De ahí que pueda hacer que la luz pase a través de ella para volverse invisible o... –mientras hablaba Uriel volvió a aparecer para lanzar varios rayos dirigidos hacia su contrincante, preparado para cubrirse de ellos. No obstante, en mitad de su recorrido, estos cambiaron de trayectoria, dibujando líneas irregulares que acabaron por confundir al ángel e impactar en su estómago, lanzándolo contra el suelo- ...cambiar la dirección de sus ataques.

 

Todos los espectadores, salvo los arcángeles, quedaron impresionados ante su despliegue de habilidad, pero aquello no pareció importar mucho a su rival, quien, tras levantarse, respiró hondo y cerró los ojos, poniéndola sobre aviso.

 

Así pues, decidió ser previsora y continuar atacando desde lejos, esperando la respuesta del adversario, que no sólo no se movió de su sitio sino que no tenía intención de esquivar sus ataques.

-¡¿Qué pretende?! –preguntó Diara.

 

La respuesta llegó cuando éstos fueron absorbidos por el cuerpo del ángel masculino, el cual se vio rodeado por un aura de oscuridad.

-¡¿Qué?! ¡No sabía que Sariel hubiese aprendido una técnica así! –comentó Thyra.

 

Protegido por aquella barrera, volvió a abalanzarse sobre Uriel, enarbolando su sable. Ella intentó hacerse invisible, pero la habilidad de su rival formó rápidamente una esfera a su alrededor, absorbiendo la luz y revelando así su posición. Posteriormente, le asestó un tajo con su arma de la que no pudo defenderse, consiguiendo empujarla contra la arena y cambiando las tornas del combate.

-Nunca había visto a un ángel utilizar algo así. Es como si lo hubiese aprendido para usarlo contra los suyos –dijo Thyra.

-¿Podría ser él? –se preguntó Reima.

 

Durante unos minutos, la pelea se convirtió en una persecución, con Sariel llevando la ventaja y Uriel, desconcertada, tratando de buscar una manera de contrarrestar aquella oscuridad que le impedía atacar con cualquier técnica de luz.

 

Aquello la llevó a fijarse en un pequeño detalle del ángel masculino. Y es que debía deshacer momentáneamente su aura de oscuridad para poder utilizar el sable, debido a las propiedades del mismo. El tiempo que había entre una situación y otra era muy corto como para contraatacar, pero si conseguía idear una estrategia para alargarlo lo suficiente, podría hacerlo.

 

Mientras volaba, miró a Thyra, quien le devolvió el gesto y asintió. Durante su entrenamiento habían desarrollado una técnica de defensa no letal que también podía ser utilizada como ataque y distracción. Una suerte de as en la manga en caso de que las cosas se pusiesen feas.

 

El único problema era que requería un despliegue de Setten más grande de lo normal y un control del mismo que evitase dañar al resto de los presentes. Algo sólo al alcance de alguien como Uriel, y quizás de los arcángeles.

 

Con ello en mente, decidió alejarse lo máximo que pudo para encararse a Sariel y volverse otra vez invisible de forma que él utilizase su aura para contrarrestarla.

 

Justo cuando su rival deshacía su técnica y desplegaba su arma para realizar un corte sobre ella, concentró rápidamente su Setten en la parte frontal de su cuerpo y produjo una explosión lumínica a partir de éste que lo cegó completamente, e incluso llegó a quemarle ligeramente las manos, haciendo desaparecer su sable. Entonces, generó en su mano una lanza de luz con la que atravesó el vientre del ángel masculino y se lanzó con él contra tierra.

-Increíble. Ha conseguido centrar el origen del destello únicamente en la parte frontal para evitar dañar al resto de espectadores, reduciendo al mismo tiempo su potencia para no quemar por completo a Sariel –explicó Hana.

-¡Esa es mi Uriel! –se alegró Thyra.

 

Habiendo conseguido inmovilizar al ángel masculino contra la arena del campo de entrenamiento. La ventaja parecía haber vuelto a las manos de Uriel.

 

En ese instante, ocurrió algo que sorprendió incluso a Michael y Remiel.

 

El aura de oscuridad de Sariel comenzó a intensificarse hasta el punto, ya no sólo de rodear al ángel femenino, sino de extenderse hacia el resto de espectadores.

-¡¿Qué está pasando?! –se alteró Hana, levantándose de su sitio.

-¡Aaaaaagh! –gritó Sariel, cuya expresión, normalmente inalterable, se llenó de ira, dirigiéndola descontroladamente hacia Uriel, quien tuvo que retirarse a toda velocidad para evitar ser engullida por aquella ola sombría.

 

Para su desgracia, su adversario no tenía intención de dejarla escapar, transformando su sable de luz en uno del mismo color negro que rodeaba su cuerpo, y cuyo filo se alargó varios metros hasta ocupar la mitad del campo de entrenamiento.

-¡Sariel! ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Si sigues así lo destruirá todo! –exclamó Uriel.

-¡Aggggh! –fue su contestación.

-¡Ha perdido el juicio! –exclamó Thyra.

-¡Rápido! ¡Tenemos que sacarlas de aquí! –intervino Alex, haciendo señales a los demás Pacificadores para que actuasen, a lo que Reima respondió agarrando de la mano a Thyra y tirando de ella para escapar.

-¡No! ¡Espera! ¡¿Qué pasa con Uriel?! –replicó la arcángel, viendo como el ángel femenino no se movía de su sitio- ¡¿Por qué no reacciona?! -entonces se dio cuenta que el ataque no iba dirigido hacia su amiga, sino que se estaba abalanzando de manera lenta pero segura hacia ella misma- ¡¿Qué... significa esto?!

-¡Thyra! –gritó Reima, forzándola a seguir.

-¡¿Era esta la prueba que necesitabas?! –exclamó, de repente, Uriel- ¡Pues aquí la tienes!

 

En ese momento, y ante la presencia de todos, el gigantesco sable desapareció, dejando en su lugar a un Sariel, aparentemente confuso, que miraba sus manos como si no fuesen suyas.

 

Unos metros detrás de él, en el extremo donde se situaban Michael y Remiel, el segundo de ellos se quejaba de dolor tras haber sido atravesado por un puñal de luz generado por el primero.

-Sí, Uriel. Esta era la prueba que necesitaba.