sábado, 27 de abril de 2013

Gaia Project: Capítulo 7

Durante el camino de vuelta, Ivel tarareó alegremente. Todos los trueques habían salido bien, aunque el que más le había elevado los ánimos había sido el que se había hecho por las medicinas.

-Menos mal que iba a ser difícil –comentó Kareth, con ironía.

-Pues es la primera vez que conseguimos tanto –dijo Tribus-. Demos las gracias a que decidisteis conservar ese comillo.

-¿Ya tenía pensado usarlo para ese intercambio? –preguntó Sarah.

-No exactamente –contestó Ivel-. Es cierto que me lo llevé cuando derroté a esa bestia. Pensé que nos podría ser útil en un futuro, pero no para un intercambio. O, al menos, no para ése. La idea de hacerlo fue de Tribus.

 

Al escuchar su nombre, tanto Kareth como Sarah se giraron hacia ella.

-¡¿Qué?! ¡Ha sido buena idea! Además, ese tipo de mercaderes merecen que se les asuste de vez en cuando –se defendió la chica.

-En fin, ahora ya da igual. Lo importante es que hemos conseguido lo que queríamos. Ahora sólo queda volver al campamento y esperar al otro grupo –dijo Ivel

-Me pregunto que tal les habrá ido -comentó Sarah.

 

Estaba oscureciendo cuando Argo, Jaryl y Will, junto con otros nómadas, volvieron al campamento.

-¿Cómo ha ido? –preguntó Kareth, al ver a Jaryl dejándose caer a su lado, visiblemente cansado.

-Como siempre, nada fuera de lo normal. No hemos conseguido mucho, pero tampoco nos hemos ido con las manos vacías.

-Entonces bien.

-¿Y a vosotros?

-Será mejor que se lo preguntes a Ivel. Estoy seguro de que estará encantada de contártelo.

 

En ese momento, los gritos de alegría de Argo les interrumpieron.

-¡Eso es genial! ¡Con esto, tendremos medicinas para una buena temporada! ¡Estoy orgulloso de ti, Ivel! –exclamó el hombre mientras abrazaba a su hija. Ella, por su parte, le devolvió el gesto con una sonrisa en su cara.

-Gracias a ti también, Tribus. Me ha contado que la idea fue tuya –continuó Argo.

-No hay de qué. Haría lo que fuera por un amigo –contestó ella.

-Gracias –repitió el hombre.

 

Pese a lo intrigante que le resultaba Tribus, Kareth debía reconocer que era una buena persona y se preocupaba mucho por los nómadas.

 

Fue mientras meditaba sobre ello, cuando observó un comportamiento extraño en Ivel. Parecía feliz, pero al mismo tiempo notó un atisbo de incomodidad. Por otro lado, puede que fuesen imaginaciones suyas.

 

Aquella noche, por alguna razón, el guerrero no pudo conciliar el sueño. Puede que debido a todo el ajetreo de los trueques, o quizás por la ansiedad que le producía no saber qué les depararía el futuro ni a él y ni a Sarah.

 

De momento, habían concluido que, a lo largo del día siguiente, ayudaría con el puesto e intentarían conseguir algo más. A fin de cuentas, su parte del trabajo ya se había dado por terminada. Según Argo, era la primera vez que la búsqueda de medicinas y otros productos había terminado tan rápido.

 

Entonces, sintió cómo alguien le tocaba ligeramente el hombro.

-Kar... –le dijo una voz, al mismo tiempo que él levantaba la cabeza y se chocaba contra la su compañera.

-¡Ay! –se quejó Sarah, llevándose una mano a la frente- ¡¿A qué ha venido eso?!

-¡Ha sido un accidente! –declaró el chico, haciendo lo mismo.

-¡Chst! –le calló ella, de repente, al poner una mano en su boca mientras con la otra hacía una señal con el dedo para que guardase silencio.

-¿Qué ocurre? –preguntó él, desconcertado.

-He escuchado un ruido antes. No estoy segura, pero creo que nos están espiando. Por eso he venido a avisarte –explicó la chica.

-¿Qué raro? Estoy seguro de que me habría dado cuenta.

-Sean quienes sean, son buenos.

-¿Hay más de uno? –preguntó él, a lo que su compañera respondió asintiendo, aunque no muy convencida.

-No importa. Intentemos no despertar a los demás –sugirió Kareth.

 

Acto seguido, ambos caminaron sigilosamente, alejándose del campamento mientras se mantenían alerta por cualquier cosa que pudiese delatar la posición de los espías.

 

Esto les llevó hasta una zona apartada, sin casa alrededor, donde sus perseguidores decidieron dar la cara.

-Así que os habéis dado cuenta. Nada mal –dijo una voz, mientras la luz lunar iluminó sus figuras, delatándoles como dos “Geads”.

-Imaginábamos que era a nosotros a quienes buscabais –obvió Kareth.

-Imaginas bien –dijo uno de los “Geads”.

-¿Y cómo es que sabéis sobre nosotros? –preguntó Sarah.

-Alguien nos ha hablado de vosotros.

-¿Quién? –continuó la chica.

-No tenemos costumbre de revelar la identidad de quien nos da información –respondió el otro, encogiéndose de hombros- Se acabaron las preguntas. Si no os importa, nos gustaría que nos acompañaseis.

-Pues vais a tener que trabajároslo un poco más, porque no pensamos hacerlo –sentenció Kareth.

-Ya nos lo veíamos venir.

 

Al instante de acabar la frase, uno de los “Geads” desenfundó una pistola y disparó a Kareth, quien recibió el balazo en su estómago.

-¡Kar! –exclamó Sarah, dirigiéndose a ayudar a su compañero.

-¡Yo que tú no me distraería! –dijo el segundo “Gead” mientras la atacaba con un mazo que doblaba su tamaño.

 

Esquivando el golpe de milagro, la chica pudo observar el arma golpeando el suelo y rompiendo la roca que lo formaba, creándose, al mismo tiempo, un gran cráter.

-¿Qué clase de arma sigilosa es ésa? –se preguntó mientras lograba, finalmente, llegar hasta Kareth- ¿Estás bien?

-Sí. Ya sabes que me recupero rápido –indicó el joven, levantándose.

-¿Qué sugieres? –preguntó ella.

-Esta vez quédate atrás. Yo me ocupo.

-¿Vas a...?

-Ahora mismo sólo estamos tú y yo. Nadie se dará cuenta. Además, preferiría terminar con esto antes de que despierten a los nómadas.

-De acuerdo.

 

Sin más que añadir, Kareth se levantó y sacó una de las espadas atadas a su cinto, pues con una le bastaba. Por su parte, Sarah se alejó, procurando no interponerse en su camino.

-¿Qué hace? –preguntó uno de los “Geads”, mirando, extrañado, a su compañero.

 

En ese momento, el que poseía una pistola reaccionó disparando su arma en la dirección en que se encontraba la chica, pero la bala nunca alcanzó su objetivo ya que el cuerpo de otra persona se interpuso en su trayectoria. Entonces, como si se tratase de un simple arañazo, dicha persona corrió hacia el tirador, sin importarle nada la integridad de su propio cuerpo.

 

Sorprendido, el “Gead” disparó de nuevo, impactando el tiro en el pecho de aquel individuo, que siguió avanzando de frente hacia su objetivo, como si no tuviese el más mínimo miedo a la muerte.

-¡Mierda! –exclamó el hombre, tratando de alejarse de él. Por desgracia, su acción llegó demasiado tarde, siendo atravesado por la hoja de su espada- ¡Agh! –gruñó, escupiendo sangre, poco antes de caer muerto.

 

Fue entonces cuando el “Gead” restante se situó al lado de la endiablada figura, enarbolando su mazo, con el que golpeó su cráneo, destrozándolo, así como el resto de su cuerpo, como si fuese una sandía.

 

Tras levantar el arma, no quedó rastro humano con el que identificarle.

-No sé qué ha sido eso, pero se acabó –dijo el “Gead” del mazo, dirigiendo su mirada hacia Sarah-. Me tendré que conformar sólo contigo.

 

De repente, se escuchó un ruido detrás de él que le hizo girarse. Allí, pudo ver el cuerpo que acababa de aplastar regenerándose y tomando forma de nuevo, hasta volver a su estado anterior.

-¿Qué es eso? –fueron las palabras que pronunció, antes de que su oponente le rebanase la cabeza, rodando ésta por el suelo segundos después.

 

Una vez hubo terminado todo, Sarah se acercó de nuevo a la figura de Kareth, cubierto de sangre, y recuperando la compostura a la vez que observaba los cadáveres.

-Me pregunto si ha sido lo mejor –dijo el chico.

-Ellos no habrían dudado en matarnos si lo hubiesen considerado necesario –replicó Sarah.

-Si alguien les ha hablado de nosotros, significa que sabe que somos fugitivos.

-¿Estás pensando...?

-Sí, podría ser alguno de los nómadas.

-¡No! ¡No puede ser! ¡Ninguno de ellos nos delataría! –le contrarió Sarah.

-Pero entonces, ¿quien más podría haberlo hecho?

-La única que se me ocurre además de los nómadas es...

-¿Tribus? –sugirió Kareth, mirando a su compañera a los ojos. Parecía ser que ambos habían llegado a la misma conclusión.

-De momento no tenemos pruebas así que no podemos estar seguros, pero será mejor que estemos alerta.

-¿Qué hacemos con ellos? –preguntó la chica señalando los cadáveres.

-Enterrémoslos –propuso el chico.

 

Así pues, entre los dos cargaron con los cuerpos hasta un lugar donde se aseguraron que no pudiesen ser vistos. Allí, cavaron un hoyo y los introdujeron en su interior, volviendo a taparlos, de manera que el olor no los delatase.

-Será mejor que te laves –le recomendó Sarah a su compañero-. Sería raro que te encontrasen con restos de sangre nada más levantarse.

-Tienes razón. Será mejor que vuelvas al campamento. Yo intentaré no tardar mucho en seguirte.

 

Al día siguiente, Argo reunió al mismo equipo de trabajo que el día anterior.

-Bien, como ayer conseguimos la mayor parte de lo que necesitamos, tan sólo nos queda darle salida a la mercancía de nuestro puesto. Así que lo que haremos esta vez será poner otro puesto. De esa forma, dividiremos la mercancía y ocuparemos más terreno.

-¿No romperemos las normas si lo hacemos? –preguntó Kareth.

-No te preocupes. Ya les hablé a los gobernantes la posibilidad de hacerlo, y no se opusieron siempre y cuando no se hiciese en un punto ya reservado por otro comerciante.

-Entiendo –respondió el chic, asintiendo.

-Jaryl y Will, esta vez iréis con Tribus. Yo iré con Ivel, Kareth y Sarah –dijo Argo.

 

Tras la formación de los grupos, el de Argo se dirigió a otra zona para montar el otro puesto.

-¿Has visto algo sospechoso en Tribus? –preguntó el joven inmortal a su compañera, procurando que no le escuchasen los demás.

-Nada fuera de lo normal. O es muy buena actriz, o los “Geads” no la mantienen bien informada. Aunque también es posible que nos estemos equivocando con ella.

-Lo sé, pero de momento es la más sospechosa. Más tarde, intentaré escabullirme e iré a vigilarla.

-De acuerdo.

-¿Estáis bien, chicos? –preguntó Argo, acercándose a ellos- Os veo un poco raros hoy.

-¡¿Eh?! –se sorprendió Sarah, pues no había escuchado sus pasos- ¡No, nada! Es sólo que no sabemos si nos apañaremos bien con esto.

-Je. No es tarea fácil, pero lo haréis bien, seguro –respondió el hombre, sonriente.

 

El día continuó sin percances hasta que Kareth encontró la escusa perfecta para escabullirse.

-Argo –dijo el chico.

-¿Sí?

-He pensado que, ya que éstas son mercancías que hemos obtenido de los intercambios –explicó mientras mostraba una caja cubierta con una tela-, debería llevarlas al campamento. Así podríamos ordenar un poco el puesto y evitar confundirlas.

-Mm... Sí, no creo que esté de más quitarnos un poco de peso, pero ten cuidado, son importantes –respondió el nómada.

-Claro.

 

De esa forma, tras depositar la carga en el campamento, Kareth fue en dirección al otro puesto, buscando un lugar cercano desde donde pudiese observar los movimientos de Tribus sin ser visto.

 

Así pues, decidió subir de un salto al tejado de una de las casas que había alrededor, pues eso le permitiría ampliar su campo de visión sobre el terreno.

 

Junto al puesto, encontró a Tribus, Jaryl y Will, a quienes se habían unido más nómadas. Sin embargo, no hubo nada que llamase su atención. La chica rubia no hacía ni un solo movimiento sospechoso. Únicamente se dedicaba a ayudar a los demás en tratar con clientes o explicarles a éstos las especificaciones de la mercancía a intercambiar.

 

“Puede que sea verdad que no tiene nada que ver”, pensó Kareth, “No, debo ser paciente. Observaré durante un poco más.”

 

En ese momento, se dio cuenta de que Tribus acababa de desviar la mirada hacia un punto en concreto. Un lugar en el que había reunidos varios “Geads”.

 

Pensando que podría ser un indicio de lo que estaba buscando, el chico fijó toda su atención en ello, sin darse cuenta de que un objeto venía hacia él, golpeándolo y haciéndolo caer desde el tejado, impactando sobre su espalda contra el suelo de un callejón.

-¡¿Qué ha sido eso?! –se quejó mientra se incorporaba, acariciándose la zona dolorida.

 

Rodeándole, había varios hombres vestidos con ropajes oscuros.

-Vosotros sois... –dijo el joven inmortal.

-¡Cállate! –le interrumpió uno de aquellos hombres, dándole una patada en el pecho que le hizo volver a quedarse tumbado.

-¡Ayer, dos de mis compañeros no consiguieron volver! ¡¿Me pregunto por qué?! -continuó el hombre, con lo que estaba claro que era una pregunta retórica- ¡Os hemos subestimado, pero no volverá a pasar! –añadió, disponiéndose a golpearle por tercera vez.

 

Entonces, haciendo acopio de todas sus fuerzas, Kareth consiguió hacerle la zancadilla, ganando el suficiente tiempo para levantarse y huir de allí.

 

No tardó en ser perseguido por los “Geads”, quienes le pisaban los talones. Para colmo de males, le dolía la cabeza y se sentía mareado, ya que, pese a su inmortalidad, un golpe contundente como el que había recibido al caerse del tejado, iba a tardar más en pasársele.

 

De vez en cuando miraba hacia atrás para comprobar si seguían ahí y, al darse cuenta de que faltaban algunos de ellos, supuso que intentarían acorralarlo adelantándole por los tejados.

 

El callejón se le estaba haciendo muy largo. Podía aprovecharse de su inmortalidad y lanzarse en un ataque descontrolado contra ellos, pero tenía miedo de que, siendo de día, alguien se viese involucrado.

 

Con esto en mente, finalmente llegó a un punto muerto, pues el grupo del tejado había conseguido su objetivo, cortándole la retirada.

-¡Se acabó! –exclamó el hombre al que le había hecho la zancadilla, acercándose a él con lo que parecía ser un martillo de combate. Probablemente, aquello que le había golpeado la primera vez y había dado lugar a su dolor de cabeza.

-¡Yo seré quien decida eso! –gritó una voz que sorprendió tanto a Kareth como a los “Geads”, quienes miraron a su alrededor en busca del origen.

 

Como por arte de magia, una chica rubia y bajita, de aspecto alegre y despreocupado, hizo acto de presencia cayendo desde arriba.

-No pienso permitir que os lo llevéis –continuó Tribus.

 

-Ya está todo –dijo Sarah mientras entregaba la mercancía a uno de los clientes.

-Qué extraño, ¿no está tardando mucho Kareth? –preguntó Argo.

-Puede que se haya perdido. No sería la primera vez que le pasa, jejeje –mintió Sarah, poniendo una sonrisa falsa.

-Bueno, en cualquier caso, necesito que lleves esto al campamento. Ya que estás, echa un ojo a ver si le encuentras.

-Claro –contestó ella, cargando con lo que le acababa de dar el hombre.

-¡Ah, espera! –exclamó Ivel, antes de que la joven se marchase.

-¿Qué?

-¿Seguro que no os pasa nada a Kareth y a ti? –preguntó la nómada. Por su expresión, parecía preocupada.

-Claro que no, ¿qué te hace pensar lo contrario?

-Es que... No sé. No parecéis los de siempre –respondió ella acariciándose el brazo.

-Todo va bien, tranquila –dijo Sarah-. Si no te importa, tengo un poco de prisa por llevar esto. Pesa lo suyo.

-Si quieres, puedo echarte una mano –propuso Ivel.

-No hace falta. Además, seguro que tu padre necesita más ayuda que yo –rechazó Sarah, lo que no dejó muy convencida a la joven pelirroja- Volveré enseguida.

 

Mientras se dirigía al campamento, Sarah estuvo cavilando sobre cómo le estaría yendo a Kareth.

 

De repente, sintió un escalofrío. Un mal presentimiento. Entonces, algo la agarró por la espalda y la llevó fuera de la multitud, haciéndola tropezar y caer al suelo, al igual que lo que llevaba en sus manos.

 

Cuando quiso darse cuenta, estaba rodeada de varios “Geads”, uno de ellos tapando su boca y rodeando sus brazos para impedir que se moviese.

-¡Ya te tenemos! –exclamó uno de ellos.

lunes, 15 de abril de 2013

Gaia Project: Capítulo 6

-¿Tribus? -repitió Kareth, al escuchar el nombre de la chica.

-¿Te parece un nombre raro? –preguntó ella, despreocupadamente.

-¡N-no! ¡Es que...! –intentó defenderse el joven.

-¡Eh! ¡Oye! ¡No pasa nada! ¡No tienes de qué avergonzarte! –le interrumpió Tribus, dejándolo sin palabras.

-¡Ja ja ja! –rió Argo ante la escena-. En fin, por si no lo sabíais, ella es quien nos va ayudar en el intercambio y compra de mercancía –aclaró.

-¡Oh! –se sorprendió Sarah.

-Esperabas a alguien más mayor, ¿verdad? –dijo Argo, todavía sonriente.

-Bueno... eh... supongo que sí –admitió Sarah.

-Es lógico, mucha gente antes que vosotros ha tenido el mismo problema –comentó el nómada.

-¡Me alegra ver que sigues como siempre, Tribus! –dijo Ivel, mostrando una sonrisa como la de su padre.

-¡Ivel! ¡Cuánto tiempo! Dime, ¿has encontrado ya novio? –preguntó Tribus, descaradamente.

-¡¿A qué viene eso?! –replicó la chica, sonrojándose y dando un paso atrás, poniéndose a la defensiva.

-¡Eso es que sí! –bromeó Tribus.

-¡Ni loca! –se quejó Ivel, desviando la mirada por la vergüenza.

-Siempre le hago la misma pregunta cada vez que la veo. Me encanta hacerla enfadar. Aunque esta vez parece más avergonzada. Me pregunto por qué será –añadió Tribus, mirando fijamente a la nómada, quien la ignoró.

-Cambiando de tema, mañana iremos al edificio gubernamental. ¿Por qué no hacemos una gran cena a modo de bienvenida? Ya que estamos, podría ser en honor a Kareth y Sarah –propuso Argo.

-¡Me apunto! –señaló Tribus.

-No se hable más. Preparaos bien, porque esta noche lo vais a pasar en grande –sentenció el hombre.

 

Aquella noche, el fuego de las hogueras y los gritos de los nómadas, y no tan nómadas, llenaron el campamento.

 

Al son de pequeños instrumentos de percusión, tejidos con pieles de animales y fibras de plantas, jóvenes y adultos aprovecharon aquella ocasión para disfrutar como nunca del calor y la diversión del evento.

 

Al mismo tiempo, Kareth y Sarah recibieron agradecimientos y homenajes por parte de los presentes. Pese a que no iban a marcharse hasta después de unos días, los nómadas querían despedirse con la mejor de las celebraciones.

-Esto es para ti –dijo Hina, quien, con manos temblorosas, le entregó a Sarah un pequeño colgante del que pendían varias figuras talladas a mano. Si bien eran un poco deformes, se podía advertir el gran esfuerzo con el que se había hecho.

-Los niños llevan haciéndolo desde antes de llegar. Querían que fuese una sorpresa –explicó la madre de la pequeña.

-Muchas gracias –respondió Sarah mientras, sonriente, los abrazaba. A su lado, Kareth compartió el mismo sentimiento.

-Amigo, quiero que te quedes esto –dijo, de repente, Jaryl, quien le entregó a Kareth un cuchillo mediano con empuñadura forrada en piel.

-¡Vaya! ¡Es genial! ¡Gracias! –agradeció mientras le daba vueltas para observarlo mejor.

-Llevaba este cuchillo cuando Will y yo os rescatamos –explicó mientras su compañero, a su lado, asentía, corroborando sus palabras-. Creemos que os traerá buena suerte en vuestro viaje.

-Es un detalle por tu parte. Lo tendré siempre cerca –dijo Kareth.

-¡Brindemos por Kareth y Sarah! –exclamó Argo, levantando su jarra, poco antes de que el resto, incluida Tribus, hiciese lo mismo.

 

La fiesta duró hasta la madrugada, cuando Argo la dio por finalizada, alegando que, al día siguiente, él y Tribus tenían trabajo que hacer.

 

Mientras se encontraba recogiendo, Kareth escuchó la voz de Ivel, llamándolo para que la acompañase. Tras esto, ambos caminaron hacia una zona alejada del campamento, donde se sentaron. Desde allí, podían ver al resto de nómadas acabando de limpiar y yéndose a dormir.

-Ha sido muy divertido –declaró Kareth.

-Sí –corroboró la chica.

-¿Sabes? Cuando desperté en el campamento, después de que Jaryl y Will nos encontrasen, me sentía confuso. Acostumbrado a vivir en Yohei Gakko, todo esto era nuevo para mí. Pero, al pasar tiempo con vosotros, me di cuenta de que sois como una gran familia. Os ayudáis entre vosotros, cada uno cumpliendo su función. Sin quejas. Sin reglas. Libres. Viviendo como queréis, cuidando unos de otros. Hemos vivido poco tiempo aquí, y ha pasado tan deprisa que quizás me esté precipitando al decir esto, pero me alegro de habernos encontrado.

-Je –rió Ivel.

-¿Qué te hace tanta gracia?

-Pareces un viejo, recordando los buenos tiempos.

-¡Eh! Estoy hablando en serio.

-Lo sé. Te agradezco que pienses así de nosotros, y también que nos hayáis ayudado tanto defendiendo a mi gente.

-¡Oh, vamos! Nos salvasteis la vida y nos disteis un hogar. Es lo menos que podíamos hacer. Si alguien tiene que daros las gracias somos nosotros. Sobre todo a tu padre. Él fue quien nos dio una oportunidad, sin juzgarnos por lo que pasó en Yohei Gakko.

-Es alguien muy especial –relató la nómada-. Hace tiempo me contó que mi madre murió al darme a luz. Al parecer, el parto se complicó y hubo que elegir entre la vida de mi madre y la mía. Me dijo que era una mujer fuerte, y que jamás se rindió ante nada, ni siquiera ante la muerte, resistiendo hasta ver que naciese sana y salva. A partir de entonces fue mi padre quien se ocupó de todo. Cuidó de nosotros y me crió lo mejor que supo, esforzándose día a día. A día de hoy, entiendo por qué dijo que mi madre se fue en paz. Porque sabía que podía confiar en él. No hay nadie mejor que él para guiar a nuestro pueblo.

-Debes de querer mucho a tu padre –dijo Kareth.

-Por supuesto.

-Es curioso. Aunque es la segunda vez que hablamos a solas, parece que te has sincerado más –sonrió el chico.

-B-bueno... –tartamudeó, carraspeando poco después-. Ahora nos conocemos un poco más, así que no hay nada de malo en ello, ¿no?

-Para nada. De hecho es al contrario. Me alegra que confíes en nosotros.

-Que tengáis suerte en vuestro viaje, Kareth –dijo Ivel, cabizbaja.

-Igualmente.

 

A la mañana siguiente, cuando despertaron, Argo y Tribus ya se habían marchado. Así que comenzaron a cargar la mercancía que utilizarían durante los trueques.

-¿Qué soléis adquirir? –preguntó Kareth, con curiosidad, mientras llevaba un par de cajas llenas de pieles.

-Telas, armas, etc. Pero, sobre todo, medicinas. Es raro que caigamos enfermos, pero vienen muy bien para tratar heridas durante la caza –explicó Ivel- Por desgracia, son difíciles de obtener.

-¿Eh? ¿Por qué?

-Porque son bastante caras. Los mercaderes que las venden saben lo necesarias que son, por lo que regatear con ellos lleva su tiempo. Y no siempre las conseguimos al precio que nos gustaría. De hecho, si mi madre... –la chica se detuvo a mitad de frase.

-¿Qué? –preguntó Kareth.

-Nada, olvídalo –respondió, poco antes de cargar con otra caja y marcharse.

 

Mientras meditaba las palabras de Ivel, Sarah apareció a su lado. Llevaba el colgante hecho por los niños, un añadido más al que siempre guardaba y que era igual que el de Kareth.

-¿Qué te hace tanta gracia? –preguntó la joven al darse cuenta de que su compañero acababa de sonreír.

-No sé. Supongo que me resulta un poco tierno verte llevándolo –contestó él, señalando el colgante.

-No podía hacer otra cosa. Cuando me lo dieron, me sentí como contigo y los demás en Yohei Gakko, o como cuando estaba con Yami –dijo a la vez que acariciaba el objeto- Empiezo a tener miedo de que pueda pasarles algo como les pasó a ellos. Con esto, me siento algo más tranquila.

-Lo comprendo –se sincero el chico-. Si estuviese en tu lugar, haría lo mismo. Por cierto, te queda bien.

-¡Ja ja ja! Gracias.

 

Tiempo después, Argo y Tribus volvieron y se reunieron con el resto. Tras esto, decidieron dividirse en dos grupos, uno se encargaría de llevar el puesto y el otro de buscar a aquellos de los que requiriesen productos para comprárselos.

 

De lo que más tenían para intercambiar era comida, pero también había otras cosas a las que podían sacarle partido. Así pues, Kareth, Sarah e Ivel, acompañados también de Tribus, fueron los encargados de inspeccionar cada uno de los puestos, en busca de lo que pudiesen necesitar, mientras, por otro lado, Jaryl y Will se quedaban con Argo en el que habían montado ellos.

 

Dentro del grupo, Kareth guiaba a uno de los indras, el cual cargaba con parte de la mercancía. Con el tiempo, se había acostumbrado a tratar con aquellos animales, o más bien, se había visto obligado a ello para poder desempeñar bien su papel como cazador. Y lo cierto es que no se le daba mal, aunque todavía no había llegado a montarse en uno.

 

En ese instante, divisó a lo lejos a varios “Geads”. Parecían caminar en dirección contraria a la que iban ellos, sólo que en la parte de fuera del área del mercado. En el espacio que había entre una fila de puestos y otra.

 

Por si llamaba demasiado la atención, decidió evitar mirarlos fijamente.

-¿Tenéis problemas con la ley? –preguntó una voz cerca de él, sorprendiéndolo y haciendo que se girase al origen de ella, descubriendo a Tribus a su lado- No te preocupes, no soy quién para juzgaros, pero quizás suponga un problema para los trueques, así que tened cuidado. No me gustaría que algo saliese mal. Les tengo mucho cariño a los nómadas. –le advirtió la chica.

 

Debido a su tono de voz, no supo si tomárselo como un consejo o una amenaza, pero sus palabras lo confundieron. De todas formas, no había ni que repetírselo, ya que él mismo sabía bien el cuidado que debía tener.

-¿Desde cuando les has estado ayudando? –preguntó Kareth, cambiando de tema.

-Mm... veamos... –dijo ella, llevándose una mano a la barbilla- Nos conocimos, aproximadamente, poco después de que naciese Ivel. Si ella tiene unos quince años, pues ese tiempo.

-Quince años... –murmuró el chico, pensativo.

-No los aparenta, ¿eh? ¿Qué pasa? ¿Estás interesado en ella? Si quieres puedo echarte una mano –se ofreció Tribus, esbozando una maliciosa sonrisa.

-No lo decía por eso. –replicó Kareth, frunciendo el ceño.

-Cuando los conocí, eran unos principiantes a la hora de comerciar. Les ofrecí mi ayuda y, aunque Argo desconfió al principio, finalmente la aceptó. Desde entonces, cada vez que han venido, les he apoyado.

-¿Argo no quiso tu ayuda al principio?

-Tanto su hija como él son orgullosos.

-Sí, lo sé. Aun así no son personas que rechacen ayuda si creen que es lo mejor para los nómadas.

-Por entonces, todavía no había superado la muerte de su mujer, así que supongo que no pensaba con claridad –explicó Tribus con voz melancólica.

“Y pese a todo, se había ocupado de criar a su hija así como de proteger y guiar a sus semejantes”, fue lo que al chico se le pasó por la cabeza.

 

Justo entonces, recordó algo que quería preguntarle a Tribus.

-Hay algo que me gustaría saber.

-¿El qué? –preguntó ella con curiosidad.

-Esa casa...

-¿Te refieres a mi casa? –le interrumpió Tribus

-Sí –respondió, mostrándose un poco incómodo- Puede que parezca raro, pero, cuando la vi, tuve la sensación de que me llamaba. Como si me atrajese. No entiendo por qué.

-Y querías saber si podría conocer la respuesta –sentenció Tribus-. Dime, ¿te gustaría verla? Por dentro, me refiero.

-¿Eh? –se sorprendió Kareth ante su repentina proposición.

-No me importaría que le hicieses una visita antes de irte. Puede que te haga sentir menos confuso.

-B-bueno. Supongo que si no te importa...

-¡Para nada! ¡Los amigos de mis amigos son mis amigos! ¡Puedes venir cuando te apetezca! –contestó ella, alegremente.

-G-gracias –agradeció el chico, esbozando una sonrisa irónica.

 

Finalmente, se detuvieron frente a un puesto regentado por un hombre rechoncho de bigote negro y una boina en lo alto de su redondeado cráneo.

 

Expuestos sobre un mostrador, había varios frascos de cristal y plástico, además de vendas y otro tipo de utensilios de primeros auxilios. Allí estaba lo que necesitaban.

-Vaya, que clientes tan guapos –dijo el dueño, al verlos acercarse. Kareth pudo notar la prepotencia en su voz.

-Ahórrate la charla innecesaria –respondió Ivel con seriedad-. Vamos a necesitar parte de tu mercancía.

-Me alegra oírte, pero ya sabéis que si no tenéis algo interesante que podáis darme a cambio, no haré ningún trato –indicó el hombre, conociendo la ventaja de la que disponía.

 

Ignorándole, Ivel cogió parte de su propia mercancía y las dejó sobre una mesa de madera dispuesta allí por Sarah.

 

Tras levantar la tela que la cubría, dejó a la vista una gran cantidad de alimentos.

-Aquí puedes ver todo tipo de carne, frutas y hortalizas. Esto, por ejemplo –explicó mientras lo señalaba-, procede de una de las bestias de los yermos, uno de los más grandes lobos que rondan la zona. Si lo vendes a las clases más altas, podrás vivir cómodamente durante al menos dos meses.

-¿Eso es verdad? –susurró Kareth a Tribus.

-Bueno, es cierto que es una buena pieza, pero sí, está exagerando un poco.

-¿Un poco?

-Si comparamos lo que ha dicho ella con la realidad, probablemente lo que obtenga vendiéndoselo a las clases altas le dure un mes o así. De todas formas, lo que ha dicho para intentar convencerlo ha sido bastante ambiguo. Se basa en la confianza que le tenga el hombre, pero también puede hacer que los beneficios parezcan más grandes de lo que podrían ser.

-Es decir, que según como lo interprete podría incluso exagerarse aún más.

-Algo así.

-¿Qué es lo que pides a cambio? –preguntó el mercader, ajeno a la pequeña conversación entre Kareth y Tribus.

-Cinco frascos de antibióticos, cinco de hierbas medicinales, cinco de desinfectantes y antisépticos y vendas –solicitó Ivel.

-¡Ja! Para ello tendrás que darme más de la mitad de lo llevas ahí –replicó el hombre, señalando la mercancía que llevaban- Así que, ¿por qué no me muestras más?

-¿Acaso ha pedido demasiado? –volvió a preguntarle Kareth a Tribus.

-Incluso para estos mercaderes, las medicinas no son fáciles de obtener. Además, se aprovechan de su alta demanda para inflar los beneficios.

 

Mientras tanto, Ivel puso otra parte de sus productos sobre la misma mesa. En ella había madera, pieles de animales, algunas telas y armamento.

-No puedo darte tanto por las medicinas, pero, si lo deseas, puedo ofrecerte parte de nuestro cargamento de carne y de fruta, además de telas y armas. A cambio, quiero que aumentes el número de hierbas medicinales.

-¡Ni loco! Como mucho, puedo ofrecerte dos frascos de cada cosa que me has pedido. Y olvídate de las vendas.

-Cuatro frascos y las vendas.

-No hay trato. Además, puedo conseguir lo que me has enseñado en otros sitios, a precios mucho más baratos y sin tener que regatear siquiera. Mi última oferta es dos frascos de cada por todo lo que me has ofrecido. Si quieres más, también tendrás que ofrecerme más –declaró el comerciante, cruzándose de brazos y dibujando una malvada sonrisa con sus labios.

-Parece que no ha ido bien –comentó Kareth.

-En realidad, ha ido mejor que nunca –indicó Tribus, alegremente.

-No lo entiendo. Si accede a lo que pide, perderemos una buena parte de lo que tenemos para intercambiar.

-Ha hecho que se confíe y se bañe en su propia arrogancia, pero en momentos de desesperación, eso le puede traer consecuencias ¿Y cuál es la mejor manera crear desesperación? Mediante el miedo.

-¿Qué? –preguntó el joven inmortal, sin entender una palabra de lo que decía.

-Si esa es tu última oferta, no me queda más remedio que probar suerte en otro puesto –declaró Ivel, empezando a guardar las cajas con los productos dentro.

-Tú misma, pero no sé donde vas a encontrar a alguien que te haga una oferta tan generosa como la mía –se jactó el comerciante.

-¿Quién sabe? Puede que ese alguien valore más su vida de la que lo valoras tú –murmuró la chica, en un tono que llegase a oídos de él.

-¿Qué?

-Ya sabes, fuera de Genese hay muchas bestias y animales peligrosos. Cuando uno viaja, debe tener mucho cuidado.

-¿Acaso crees que viajo solo? Pago a mercenarios para que me escolten.

-Oye Ivel, no sé donde dejar esto –dijo Tribus, sorprendiendo, Kareth, quien acababa de darse cuenta de que ya no estaba a su lado, sino que ahora estaba junto al cargamento que había a lomos del indra, con uno de los colmillos de la serpiente a la que derrotó Ivel, cuando la conoció, en sus manos.

-¿Qué es eso? ¿Un hueso? –preguntó el mercader, burlándose.

-Un colmillo –dijo Ivel como si nada.

 

Entonces, la expresión del hombre cambió. Ahora ya no había rastro de su sonrisa arrogante y un sudor frió descendió por sus mejillas.

-Cuando luchamos contra aquella bestia, esto fue lo único que obtuvimos a cambio de la vida de mis compañeros. Tuvimos que huir, dejando parte de nuestro cargamento. Es por eso, que no podía venderte toda la mercancía. Es una suerte que sigamos vivos –le contó Ivel, ante la atónita mirada de Sarah, Kareth y el propio dueño del puesto- Al menos descubrimos que nuestra carne puede entretenerle durante un tiempo y darnos la oportunidad de huir, pero en fin, supongo que no la quieres. No te preocupes por eso, Tribus, ya lo llevaré yo.

-¡Espera! –exclamó el mercader. Haciendo que la nómada se girase- T-te lo cambio por cuatro frascos de cada y las vendas.

-Me has dicho que pagas a mercenarios para que te protejan. Seguro que te irá bien –declaró, animadamente, la joven pelirroja mientras hacía además de marcharse.

-¡No! ¡Espera! ¡Cinco! ¡Cinco frascos de cada y las vendas!

-No se preocupe. Seguro que puede esperar a que se la venda otro. Y más barata –continuó Ivel.

-¡Siete! ¡Siete de cada y las vendas!

-Mm... Eso me gusta más. De acuerdo, hay trato.

 

Sarah y Kareth se miraron sin saber bien que decir. Lo único que pudieron concluir de todo ello fue que Ivel y Tribus eran un par de de demonios.

viernes, 5 de abril de 2013

Gaia Project: Capítulo 5

Sobre aquellas tierras yermas, se podía observar a numerosos indras arrastrando carros comida, telas y otras pertenencias de los nómadas. Tras haber dejado el campamento, se dirigían a su siguiente parada: Genese.

 

Mientras algunos llevaban a las monturas, otros caminaban a los lados de la caravana, defendiéndola. En ese momento, la tierra empezó a temblar.

-¡Cuidado! ¡Nos atacan! –gritó uno de los cazadores.

 

Nada más recibir el aviso, el resto de nómadas aceleró el paso mientras animales muy similares a la bestia derrotada por Ivel días atrás, sólo que de menor tamaño, salían a la superficie, buscando tenderles una emboscada.

-¡Rápido! –apremiaron algunos nómadas a los más rezagados, poco antes de que se escuchase un disparo y se formase un agujero en el cuerpo de uno de aquellos monstruos, matándolo en el acto.

-¡Seguid disparando! –gritó una voz femenina.

 

Tras aquella señal, multitud de balas surcaron el aire en dirección al resto de criaturas, exterminando a la mayoría de ellas, a excepción de dos que, tratando de escabullirse hacia los carros, acabaron seccionados en dos por sendos cazadores.

-Buen trabajo –dijo Ivel, aterrizando de un salto junto a dichos cazadores.

-Es nuestro deber –respondió Kareth con tono jocoso y esbozando una sonrisa.

-Suerte que hemos llegado a tiempo. Un poco más y se hacen con nuestras provisiones –comentó Jaryl.

-¡Cuidado! –chilló otra voz.

 

Detrás de ellos, otra bestia hizo su aparición en la superficie, justo al lado de uno de los carros.

-¡Mierda! ¡Se había escondido mientras los demás hacían de cebo! –se quejó Kareth, alterado.

Entonces justo cuando la criatura se disponía a devorar el vehículo, así como los nómadas más cercanos a éste, fue fulminada mediante un tiro en la cabeza.

-Buff... –suspiró Kareth, visiblemente aliviado, pues, a cierta distancia del monstruo, se encontraba Sarah con un rifle de los cazadores en mano.

-¡Bien hecho, Sarah! ¡Los demás, investigad la zona! ¡Hay que evitar más ataques como éste! ¡Deprisa! –ordenó Ivel.

-¡Sí! –contestaron los demás, poniéndose en movimiento.

 

-¡Qué oportuna! –dijo alegremente Kareth al reunirse con su compañera.

-Me lo tomaré como un cumplido. Gracias –respondió Sarah con una media sonrisa.

-Por cierto, quería decirte que he hablado antes con Argo. Dice que debe de quedar un par de días hasta Genese. Al menos si seguimos a este ritmo –explicó el chico.

-Vale –la expresión de Sarah se volvió algo melancólica.

-No pareces muy contenta.

-No es eso. Es que, teniendo en cuenta el tiempo que llevamos con ellos... No sé. Supongo que no me hago a la idea de acabar separados.

-Te has encariñado de ellos, ¿eh?

Mostrando algo de timidez, la chica asintió.

-Es normal, yo me siento de la misma forma –dijo Kareth- Se han portado muy bien con nosotros y son como una gran familia.

-¡Sarah!

Viéndose interrumpidos, se giraron para ver a tres niños corriendo hacia ellos y abalanzarse sobre la joven, quien tuvo que agacharse para ponerse a su altura y cogerlos.

 

Kareth identificó a una de ellos como la niña que vio tras despertarse por primera vez en el campamento.

-¡Hina! ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar junto a tus padres? Y vosotros también –les regañó Sarah.

-¡Mamá ha dicho que no pasaba nada mientras estuviésemos contigo! ¡Ha dicho que así se siente más segura!

 

Al escucharles, el chico sonrió. Pese a que ambos se habían integrado bastante bien en aquella pequeña sociedad, quizás su compañera fuese quien más aceptación había tenido. Sin duda, sería genial permanecer junto a ellos, pero precisamente por su seguridad, no podían quedarse mucho más tiempo.

-Ahora mismo estoy trabajando, y dentro de poco acamparemos y tendremos que asegurar la zona libre de monstruos malos –explicó la joven, viendo como los pequeños bajaban la cabeza, desanimados- Está bien, hagamos una cosa –continuó tras meditarlo unos segundos-. Una vez haya terminado, iré a jugar con vosotros, ¿qué os parece?

-¡¿De verdad?! –preguntaron, un ligero brillo en sus ojos por la emoción.

-Claro –respondió ella, asintiendo con la cabeza.

-¿Tú también vendrás, Kar? –preguntó Hina.

-¡Por supuesto! ¡No me lo perdería por nada del mundo! –contestó el guerrero, levantando el pulgar. Pese a que no pudo ver sus expresiones, escondidas bajo sus capuchas, supo que aquello les había hecho muy felices, lo que a él mismo le lleno de orgullo.

 

Así pues, contentos y sin rechistar, volvieron con sus padres.

-Me alegro de haber viajado junto a ellos, Kareth –dijo Sarah mientras los veía alejarse.

-Yo también –comentó él- Vamos, tenemos trabajo que hacer.

-Sí.

 

Cuando terminaron de acampar, ya se había hecho de noche. Sentado alrededor de una hoguera, junto a otros cazadores, Kareth observó a Sarah jugar con los pequeños.

-Parecen estar pasándoselo bien –dijo Jaryl.

-Muy divertido –repitió Will.

-Después de lo que ocurrió en Yohei Gakko, se merecía algo así –declaró Kareth.

-¿De verdad vais a marcharos en cuanto lleguemos a Genese? –preguntó Jaryl.

-Sabes que no tenemos otra opción. Somos fugitivos y no sabemos que podría pasar si nos relacionasen con vosotros.

-Lo sé pero... –Jaryl se quedó a mitad de frase, pues no pudo recurrir a ningún argumento que le pareciese razonable.

-En cualquier caso, ese fue el trato que hicimos con Argo. Ya sabes que la decisión no depende sólo de nosotros.

-Estaréis bien, ¿verdad? –preguntó Jaryl.

-Por supuesto, ya sabes lo fuertes que somos.

 

Alejada de los demás y sentada con un vaso metálico en las manos, del que bebía de vez en cuando, Ivel cavilaba con la mirada en el suelo.

-¿Te ocurre algo?

-Padre.

 

Al levantar la cabeza, observó la figura del hombre, de pie frente a ella.

-No, no es nada –respondió, desplazando la vista una vez más hacia abajo.

-Vamos Ivel, te conozco demasiado bien como para creerme algo así. Tengo mis años, pero todavía conservo la cabeza –rió Argo, a lo que su hija contestó manteniéndose en silencio.

-Es sobre Kareth y Sarah, ¿verdad?

-¡¿Qu-qué?! ¡N-no! ¡No es eso! –nerviosa, la chica se alegró de que la oscuridad ocultara el rubor en sus mejillas.

-Deberías ser más honesta contigo misma –le reprochó su padre, tras lo que dejó escapar un suspiro- Ya sabes lo peligroso que es que se queden con nosotros. A mí tampoco me gusta mucho la idea. Son buenos chicos, y han sido de gran ayuda, pero debemos pensar en nuestra seguridad.

-Son buenos cazadores, padre. ¿No crees que perderlos sería peor para nuestras defensas?

-Si juzgamos los pros y los contras, incluso si se marchan, los nómadas te seguirán teniendo a ti y al resto de cazadores, pero, si se quedan, podríamos ganar más enemigos de los que ya tenemos. Es un riesgo que no debemos correr, ¿lo entiendes?

 

Aunque asintiendo a los argumentos de su padre, y sabiendo que éste tenía razón, un sentimiento dentro de ella le llevaba a pensar que no era lo correcto.

-Será mejor que te acostumbre a estas decisiones, hija mía. Con el tiempo, deberás ser tú quien las tome –indicó Argo.

-Lo sé.

 

Así pues, sin nada más que decir, y tras una leve caricia en la cabeza de la joven, el hombre se marchó de allí. Sin embargo, en la oscuridad de la noche, mientras nadie podía verle, echó un último vistazo con su ojo sano a Kareth y Sarah, antes de desaparecer en el interior de su tienda.

 

A la mañana siguiente, el viaje continuó como siempre hasta que, finalmente, llegaron a Genese.

 

Al ser una ciudad situada en mitad de los yermos, Kareth y Sarah habían esperado un lugar abandonado o prácticamente inhabitado, sin embargo no era una exageración por qué la consideraban un centro de comercio.

 

El bullicio y la gran cantidad de puestos de venta ambulante y vehículos repletos de mercancía, se extendían a cada lado de sus calles, dificultando el paso. Grandes casas y una amplia vegetación que dejaba atrás la escasez del desierto les transmitió una sensación de esplendor y abundancia has entonces, quizás, sólo vista en Yohei Gakko.

-¡Bienvenidos a Genese! –dijo Jaryl, levantando sus brazos.

-¡Es genial! –se sorprendió Kareth, mirando a todas partes y descubriendo todo tipo de productos, desde alimentación hasta tecnología, cuyos vendedores presentaba a su clientela mientras regateaban sus precios.

-De momento, buscaremos un lugar donde dormir. Una vez asentados, iremos al mercado y buscaremos lo que podamos necesitar.

 

Tras asentir, los dos compañeros siguieron a la caravana, que les llevó hasta un área, cercana a las afueras, con la extensión suficiente para acampar. Justo al lado, había una gran casa que llamó la atención de Kareth.

-Éste es nuestro sitio –declaró Argo, bajándose de su montura y dirigiéndose a Ivel-. Te dejo al mando –dijo poco antes de marcharse.

-De acuerdo –contestó ella para, acto seguido, acercarse a Sarah y Kareth- Antes de que se me olvide. Una vez terminemos con el asentamiento, os enseñaré la ciudad.

-Claro pero, ¿adónde ha ido Argo? –preguntó Sarah, con curiosidad.

-Tiene que hablar con la dueña de la casa –explicó la chica, señalándola.

 

Ambos se fijaron en que todas las viviendas en Genese tenían una estructura muy parecida. Las fachadas, de paredes blancas, daban la sensación de ser antiguas, sin embargo, su estructura parecía sólida. Asimismo, los tejados estaban formados por tejas de cerámica roja, y una pequeña cúpula se alzaba en el centro, dándole un toque exótico.

 

Aquella casa, en concreto, parecía especial. Al verla, Kareth notó cierta atracción por ella, como si lo estuviese llamando.

-Ella nos echa una mano durante los truques –continuó Ivel-. Además, esta zona le pertenece, así que no tenemos más remedio que avisarla siempre que acampamos.

-Entiendo –asintió Sarah-. ¿Y nunca os ha dado problemas?

-Es una buena amiga, así que no tienes por qué preocuparte. Simplemente charlarán durante un buen rato.

 

Una vez terminado el trabajo, los tres, acompañados también de Jaryl y Will, visitaron la ciudad.

-Como habéis visto, hay muchos puestos. Durante sus viajes, mucha gente viene aquí a abastecerse de provisiones, aunque también los hay que buscan productos que les es imposible obtener en otros sitios. Para montar tu propio puesto, primero se necesita el permiso de los gobernantes de Genese. De eso, por ejemplo, se encarga la dueña de la casa –explicó Ivel.

-Así que es ciudad con un gobierno independiente –dijo Kareth.

-Según se dispone en el “Tratado Ánima”, escrito durante la segunda tregua de la Guerra Eterna, Genese se estableció como ciudad independiente de las tres potencias. Se pensó que, de esa manera, no habría problemas para el desarrollo del comercio. Aun con la reanudación de la guerra, esa independencia ha continuado hasta hoy –contó Sarah.

-¿Cómo sabes eso? –preguntó Kareth.

-Me lo enseñó Yami.

-Es tal y como dices. Otra de las cosas que también debemos hacer es informar del material que va a ser vendido o intercambiado –añadió la nómada.

-Lo que me parece más impresionante es que este sitio conserve tanta vegetación –se sorprendió Kareth.

-Se ha convertido en un lugar bastante próspero, lo que le ha dado influencia y poder para crecer. Imagino que antes de que todo esto, estaba hecha un desastre. Al fin y al cabo, fue donde empezó todo –comentó Ivel.

 

Al pasar al lado de uno de los puestos, la mirada de Kareth se detuvo en la ropa que allí se vendía. Sintiéndose nostálgico, no pudo evitar esbozar una sonrisa melancólica.

-¿Pasa algo? –preguntó su compañera.

-No, nada –dijo antes de continuar.

 

Finalmente, llegaron a un edificio que sobresalía frente a los demás, debido a su tamaño, ya que en su apariencia no distaba mucho del resto.

-Aquí es donde trabajan los que gobiernan Genese, y donde vendremos mañana para dar parte de de nuestras actividades –comentó Ivel.

 

En ese momento, Kareth se fijó en un grupo de personas, de aspecto siniestro, saliendo del edificio. Nada más abandonarlo, fueron a una zona un poco más apartada y se mantuvieron quietos allí mismo, como esperando a que alguien viniese a hablar con ellos. Vestían ropajes oscuros y discretos y llevaban armas atadas a su cintura.

-Ivel, ¿sabes quiénes son? –preguntó el chico, señalando con la cabeza para disimular.

-Será mejor que no te acerques a ellos –respondió la nómada-. Los llaman “Geads”. Son algo así como cazarrecompensas. Van detrás de fugitivos y compran información sobre ellos. Por supuesto, siempre por un precio menor que sus presas.

-¿Y eso está permitido aquí? –preguntó Sarah.

-No hacen nada en contra de la ley, así que no se consideran fuera de ella. Eso sí, al igual que los mercaderes, también necesitan identificación para ellos y permiso para lo que hacen. Teniendo en cuenta vuestra situación, no os conviene tener contacto con ellos.

 

Justo antes de marcharse, el joven inmortal les echó un último vistazo, tratando de grabar bien en su cabeza la forma de sus figuras.

 

Tiempo después, un individuo, vestido de forma que permaneciese oculto ante la multitud, se acercó a los “Geads”, quienes, tras una pequeña charla, le acompañaron hasta un lugar más recóndito.

-Aquí nadie nos verá –dijo el individuo.

-Dinos, ¿qué es lo que quieres? –preguntó uno de los “Geads”.

-Tengo información que ofreceros sobre unos fugitivos por los que quizás podáis ganar una buena recompensa.

-¿Quizás? Eso no me suena muy bien –replicó el “Gead”- Si la recompensa no está asegurada, no nos interesa.

-Es cierto que no sabría deciros la cantidad que os pueden dar por ellos, pero sí que uno de ellos es una asesina.

-¿Una asesina? –se sorprendió uno del grupo, murmurando, instantes después, algo con sus compañeros- Continúa –dijo otro, una vez terminaron.

-Os diré quienes son y donde están. A cambio, quiero un buen pago por la información.

-Lo último que has dicho ya nos suena más interesante, pero, al no tener clara la recompensa, no podemos pagarte por adelantado –aclaró el “Gead” que había hablado al principio- Sin embargo, te propongo un trato. ¿Qué te parecería darte un porcentaje de lo que obtengamos por ellos?

-Mm... –el informante se mantuvo pensativo durante unos segundos- Me parece justo, aunque me gustaría tener algún tipo de fianza. Supongo que lo entenderéis.

-No te preocupes. La tendrás.

-Si es así, trato hecho.

 

Tras haber visitado la ciudad, el grupo de jóvenes volvió al campamento, donde les esperaba Argo junto a una niña de pelo rubio, expresión alegre, complexión delgada y baja estatura.

-¡Ya habéis vuelto! ¡¿Dónde te habías metido, Ivel?! –la regañó Argo.

-Estaba enseñándoles la ciudad. Pensé que podría servirles para cuando se separen de nosotros –explicó Ivel.

-¡Ah! ¡Me parece una gran idea! –sonrió el hombre, para luego dirigirse a su acompañante-. Estos son los nuevos integrantes de los que te he hablado. Están con nosotros temporalmente, así que, en cuanto terminemos aquí, tomaremos caminos diferentes.

 

Al desviar la vista hacia ella, Kareth no pudo evitar extrañarse por el trato que le daba Argo, como si no correspondiese a la edad que aparentaba.

-La chica es Sarah y él se llama Kareth –continuó el nómada tuerto.

-Mucho gusto –dijeron a la vez los dos, poniéndose nerviosos de repente.

-Ja ja, parece que has reclutado a unas personas muy educadas, Argo –declaró la niña-. Lo mismo digo, chicos. Y os agradezco que no me tratéis como a una niña. Por mi aspecto, más de uno lo ha hecho.

 

Quizás fuese por su expresividad, pero sus palabras infundieron optimismo tanto a Kareth como a Sarah, algo que les hizo sentirse más relajados.

-Me llamo Tribus –continuó la chica.