lunes, 25 de agosto de 2014

Capítulo 16: El despertar



-Así que, después de todo, lo que decía Kazuma era cierto... –declaró Akira mientras entregaba una cuerda a Eri para que atase las maderas de la parte trasera de la balsa.
-Eso parece...sin embargo espero que lo de investigar no fuese en serio. Podría ser peligroso.
-Si lo encontramos antes no habrá problema.
-Derain ya está en ello pero dice que pese a que es capaz de percibir el Setten del demonio no consigue encontrar la fuente. El único contacto que tuvo con él fue anoche y consiguió despistarle.
-¿Y Asari-sensei?
-Lo mismo, tampoco consigue saber de donde viene.
-Para esconderse tan bien y librarse de Derain. Debe de ser un demonio poderoso.
-No tendremos más remedio que vigilar esta noche para ver si vuelve a aparecer –dijo Eri terminando de hacer el último nudo.

-¿Seguro que es aquí? –un hombre de aspecto musculoso y un tatuaje en el centro de su rapada cabeza ponía sus pies en el valle.
Iba seguido de otros tres hombres, mucho menos corpulentos pero armados con algunos rifles y cargando bolsas a sus espaldas.
-Sí. El Setten que he rastreado procede de aquí –contestó otro componente del enigmático grupo el cual iba tapado con una especie de túnica color negro que no dejaba ver más que la parte de debajo de su rostro.
-Bien. Es hora de la caza... –sentenció el primero haciendo una señal a sus compañeros para que se internasen más entre la vegetación.

Habiendo terminado los preparativos de la balsa, los alumnos las llevaron hasta la orilla del lago y las introdujeron en el agua. En la parte trasera de todas ellas sobresalía una de las cuerdas que habían usado para atar las maderas que las conformaban. Esto sería utilizado para impedir que se alejase demasiado.
-Muy bien chicos. Antes de partir habrá que comprobar que no existe ningún problema al subirse en ella –dijo Asari.
-¿Qué os parece si se sube Akira-kun? Es el más pesado de nosotros –propuso Eri.
-No estoy seguro de cómo interpretar eso...
-No importa cómo lo interpretes. Tiene razón –declaró Kaoru haciendo que su amigo bajase la cabeza.
-Vale...

Acercándose a la embarcación, el chico puso un pie primero para tantear el terreno. El resto de componentes del grupo mantenía sujeta la cuerda, evitando el desequilibrio a la hora de subirse encima.

Atreviéndose a poner la segunda extremidad sobre la balsa, en un principio se mantuvo agachado temiendo el caerse de ésta. Poco después, y tras haber observado que no había peligro, fue levantándose poco a poco hasta ponerse completamente en pie.

Al ver que no había ningún problema, Akira dio su aprobación al resto, quienes siguieron a su amigo y subieron encima.
-Menos mal. Habría sido un latazo tener que repetir el trabajo –se tranquilizó Luka.

Para desplazarse harían uso de un par de piezas alargadas de madera atadas entre sí con una cuerda. Una de ellas presentaba una zona más ancha en el extremo que no se encontraba atado, el cual sería introducido en el agua. Cada grupo había fabricado dos para mantener recta la dirección.

-¡De acuerdo chicos! ¡Si ya estamos todos, hora de partir!
Dicho esto, y siguiendo un orden para no chocarse entre ellas, zarparon por el lago a golpe de los improvisados remos.

El agua reflejaba la luz del sol, dejando transparentar lo que se encontraba en la profundidad del lago. Peces, rocas y plantas acuáticas podían ser vistas por los alumnos durante su trayecto.
-¡Ese grupo de peces nos está siguiendo!
-¡Luka! ¡No metas la mano en el agua! ¡Los vas a asustar!
-Yo creo que ya los hemos asustado con los remos de todas maneras...
Eri observó como poco a poco las orillas iban adquiriendo cada vez más árboles conforme se iban alejando de la zona de acampada. Fue en ese momento cuando algo llamó su atención. No podía verse muy bien debido a la distancia a la que se encontraba pero algo de mediano tamaño y color marrón claro parecía esconderse entre la arboleda y los arbustos.

De alguna manera tenía un mal presentimiento con ello. Esperaba que no fuese lo que estaba imaginando.
-Oye, Akira-kun...
-Dime –respondió el chico mientras continuaba con su tarea de remar.
-¿Dijo algo sensei sobre depredadores en este lugar?
-Creo que de lo único que habló fue de algunas especies de peces en el lago. Pero que sólo se alimentaban de otros peces más pequeños y demás. ¿Por qué lo preguntas?
-Cuando bajemos de aquí hay algo que me gustaría investigar. ¿Podrías acompañarme?
-C-como quieras.
Cuando intentó echar otro vistazo, la balsa ya se había alejado...

Al cabo de un tiempo volvieron de nuevo al campamento para la hora de comer.
-¿Qué tal ha ido? –preguntó Eri a Agramón asegurándose de que nadie más los escuchase.
-Hemos encontrado algo relacionado con el demonio –respondió el zorro, el cual se había quedado en tierra junto a Derain para continuar con la búsqueda del demonio. Gracias a la ayuda de Asari, el imp había conseguido deshacerse de sus responsabilidades incluso si a ella le había tocado el dirigir a dos clases debido a ello.
-¿Qué es lo que habéis visto?
-Es mejor que lo mires por ti misma...
-¡Chicos! ¡A partir de ahora dejaremos tiempo libre para vosotros! ¡Procurad no aventuraros solos y no os alejéis demasiado! –avisó Asari a los alumnos.
-Iré a llamar a Akira-kun...

Tras avisar al chico y alegar al resto del grupo la excusa de que había algo que Reima les quería decir únicamente a ellos, siguieron al zorro hasta donde se encontraba Derain.
-No parece que les hayamos convencido mucho...
-Lo sé...menos mal que Fujita-kun ha desviado el tema. Sobre todo en lo que a Luka respecta...
-Ya estamos llegando –declaró Agramón mientras pasaban a través de una serie de árboles de suficiente tamaño como para impedir ser vistos.

Conforme se iban acercando, el mal presentimiento que había tenido antes se agudizaba cada vez más. Fue entonces cuando vieron algo que los dejó sin habla.

Varios cadáveres de ciervos se distribuían por distintas partes de la superficie, algunos apilados en pares. La piel de su cuello se estaba desgarrada al igual que la musculatura del mismo, como si algún depredador les hubiese dado caza, y, sin embargo, no se hubiese alimentado de su carne.
Eri se llevó las manos a la boca.
-Así que no eran imaginaciones mías...
-¿Era esto lo que querías investigar?
-Ni siquiera yo estoy seguro de a lo que nos enfrentamos –ambos miraron al centro de la escena, donde se encontraba Reima/Derain observando el terreno-. Además, si de verdad es alguien del campamento sabe esconderse muy bien, de lo contrario la sangre de estos animales lo delataría.
-Pero, parece que no se los ha comido... –indicó Akira.
-Quizás simplemente haya perdido el control sobre sí mismo y esté matando instintivamente. Como si considerase que cualquiera puede ser su enemigo.
-Y pese a ello conserva la capacidad de ocultar las pruebas de su ataque...
-Hubo suerte de que fuese el primero en darse cuenta de que rondaba por el campamento, de lo contrario podría haberse convertido en una masacre como ésta. La próxima vez debemos estar preparados para lo que venga. No podemos permitir que escape de nuevo.
Eri y Akira asintieron.

Cuando volvieron y los demás observaron sus rostros se mostraron preocupados al respecto.
-¿Qué ha pasado?
-¿Eh? ¡N-nada! Sólo quería recordarnos que tengamos cuidado mientras estemos en este valle. Ya sabes, para evitar que vuelva a ocurrir cosas como lo de la tienda.
-¿Y por qué no nos ha llamado también a nosotras? Al fin y al cabo somos igual de responsables que tú. Además, Akira-kun no tuvo nada que ver en ello –inquirió Luka mientras los miraba sospechosamente.
-Eh, bueno...
-¿Me estás ocultando algo, Eri? –sugirió mostrándose más seria que de costumbre, sin embargo, algo la hizo cambiar.

De repente, sujetándose el vientre con ambas manos, la chica cayó al suelo quejándose de un terrible dolor.
-¡Luka! –alterados, sus compañeros se acercaron a ella.
Al momento, Kaoru corrió a llamar a Asari para avisarla.
-¡Ugh! ¡Aaah!
-¡Luka! ¡¿Qué te ocurre?!
Incapaz de poder aguantarlo más, la chica se desmayó por el dolor.
-¡LUKA! –exclamó Eri desesperada.

Un rato más tarde, la joven había sido llevada a su respectiva tienda de acampada. Todavía inconsciente, Mizuki y Eri cuidaban de ella. Junto a las tres se encontraba Asari.
-¿Dices que ya se había quejado antes de molestias en la barriga?
-Sí...pero decía que no era nada grave. No lo tuvo en consideración para venir al campamento.
-Me lo tendríais que haber dicho antes.
-Ella pensaría que la habrías mandado a casa.
-Vuestra salud es más importante. Avisaré a sus padres y mañana la llevaremos de vuelta a casa.
Sus amigas asintieron algo avergonzadas mientras Asari se marchaba de la tienda.
-Tendría que haberla obligado a quedarse –se apenó la demonio.
-No te eches toda la culpa, Eri-chan. Yo también tengo parte de ella...
-No...siempre estoy con ella pero supongo que en el fondo sólo estaba pensando en mí misma...
-Pero, ¿acaso no fue porque querías estar con ella en este campamento?
-...
-No creo que eso sea algo malo, Eri-chan.
La entrada de la tienda se abrió para dejar paso a los rostros de Akira y Kaoru.
-¿Cómo está? –preguntó el primero de ellos.
-Dormida... –respondió Eri mientras acariciaba el pelo de su amiga- Por lo menos parece que ya no le duele...
-Me alegro –sonrió el chico-. Esto...Eri, ¿puedes salir un momento fuera? Tengo que hablar contigo.
-¿Eh? Pero...
-No te preocupes. Yo me quedaré con ella en tu lugar –propuso Kaoru.
-De acuerdo...gracias, Fujita-kun.

-¿De qué quieres hablar?
-He pensado que tal y como están las cosas es mejor que esta noche te quedes con Luka. Nosotros nos encargaremos del demonio.
-Pero...
-Eri. Vas a estar distraída si nos ayudas. Creo que es lo mejor para todos.
-...
-No te preocupes por nosotros. Nos las apañaremos bien.
-Vale...muchas gracias, Akira-kun –dijo provocando que el chico se ruborizase un poco.

Separándose del joven, la chica observó a Kazuma salir del lugar donde habían visto la escena de los ciervos, llevando la camiseta y la cara bastante sucias.
Pese a aquello le extrañó bastante decidió no darle demasiada importancia.

Era de noche cuando Akira, Derain y Agramón vagaban por la zona vigilando el posible ataque del demonio, siendo los únicos que todavía estaban despiertos.

Agramón y Akira patrullaban juntos por la misma área mientras Derain se ocupaba de otra. Aburridos después de no haber visto nada durante horas, los dos se sentaron a descansar un rato.
-Es bueno que no aparezca nada pero así tampoco llegaremos a ninguna conclusión.
-Oye, Akira.
-Dime.
-A ti te gusta Eri, ¿verdad?
-¡¿A qué viene eso?! –exclamó el chico tras golpearse contra el suelo.
-Chst...vas a despertar a los demás...
-¡Como si eso me importara después de lo que has...!

Algo captó la atención del chico, silenciándolo. Alguien salió de su tienda desplazándose de manera sigilosa y moviendo la cabeza de un lado a otro, vigilando que nadie lo viese.

Acercándose disimuladamente, el medio demonio, seguido de Agramón, se escondieron en un lugar desde el cual pudiesen actuar rápidamente. Cuando vieron que el individuo se disponía a macharse del campamento se abalanzaron sobre él, limitando sus movimientos.
-¡No creas que te vas a escapar!
-¡Ya te tenemos!
-¡¿P-p-pero que es lo que pasa?!
-¿Huh? Esto no suena como un demonio descontrolado –comentó Akira mientras dejaba de forcejear con el susodicho y miraba más de cerca a la presa de su ataque.

El rostro de Kazuma tomó forma frente a él, perplejo por la emboscada.
-¿Kazuma? ¿Qué diablos haces aquí?

Un ruido sordo dio lugar a que Akira se sujetase con ambas manos la cabeza. Una sartén había ido a parar a ésta procedente de las manos de alguien cercano a los dos jóvenes y al zorro. Esta persona no era otra que Nanako.
-¡¿Se puede saber por qué me has golpeado?! –se quejó Akira.
-¡Aquí las preguntas las tendría que hacer yo! ¡¿Por qué diablos te has abalanzado sobre mí?! ¡¿Y qué hace el zorro contigo?!
-¡Vas a despertar a los demás!
-¡Lo mismo digo!
Acto seguido, ambos fueron golpeados por la sartén de Nanako, consiguiendo que bajasen la voz.

-Queríamos investigar sobre el depredador de la zona –empezó a contar Kazuma-. Esta tarde he ido a investigar y he encontrado el cadáver de un ciervo. Claramente se corresponde con lo que te había dicho, ¿ves como no me equivocaba? –dijo con voz de autosuficiencia. A su lado, su amiga se mantenía callada, inexpresiva, pero escuchando con atención la conversación.
“Son totalmente diferentes”, pensó Akira esbozando una sonrisa irónica. En cualquier caso le resultaba extraño que hubiese encontrado alguno de los cadáveres ya que Derain se había encargado de ocultarlos todos. Quizás lo había desenterrado de su sitio. Por otra parte era ya de esperar sus motivos para salir fuera en plena noche.
-¿Y tú que haces aquí? –preguntó Kazuma interesado.

Obviamente no le podía decir nada acerca de la búsqueda del demonio así que tenía que pensar en una excusa lo suficientemente convincente.
-Pues...
-Estabas buscando también al depredador, ¿verdad? Ya sabía yo que no podrías resistirte a competir conmigo. Eres de lo que no hay, Akira.
-S-sí...jaja...
“¿Este tío es un egocéntrico o me lo parece a mí...?”, pasó por su mente mientras volvía a mostrar la misma sonrisa que antes, “...en cualquier caso, será mejor que lo noquee cuanto antes y lo devuelva a su tienda. De lo contrario, será un problema si vuelve a aparecer el demonio...”

Algo más alejadas de allí, Eri dormía junto a Luka y Mizuki. Las dos manos de la chica sujetando la de su amiga.

Fue en ese momento cuando notó un ligero movimiento por parte de ésta, provocando que abriese levemente los ojos.
-¿L-Lu-ka? –preguntó medio dormida.
La mitad del cuerpo de su amiga estaba levantada, mirando fijamente a la entrada de la tienda de acampada.
-¿Ocurre algo, Luka? –Eri hizo lo mismo que su amiga, quien únicamente le mostraba el perfil, como si ignorase sus palabras.
En ese momento, Luka giró la cabeza hacia la demonio, pero lo que vio en su rostro no fue lo que siempre había conocido de ella, ni mucho menos.

Abriendo los ojos de par en par y despertándose de golpe, Eri se movió ligeramente hacia atrás. El rostro de su amiga le mostraba unos fieros colmillos, ojos rojos y el número 666 tatuado en la frente.
-¿Quién diablos eres tú?

The three global powers: Capítulo 5

-Así que has venido. Dime, ¿cómo has llegado hasta mí?

-Mediante una carta de recomendación –bromeó el chico, sentado en el suelo de piedra de un pequeño patio, frente a una armadura hueca con forma humana.

 

En el centro de aquel lugar había una pequeña fuente con una imagen holográfica perteneciente al planeta en el que vivía. Más allá de dicho patio, no había nada.

-¿Una carta de recomendación? –repitió la armadura con voz grave y reverberante-. ¿De quién? –preguntó tras haber captado la indirecta del joven.

 

Entonces, detrás del chico, aparecieron numerosos huesos que fueron uniéndose hasta formar un esqueleto abrazado a él.

-Entiendo –contestó la armadura, tranquilamente-. ¿Y qué es lo que quieres?

-Necesito tu ayuda. A partir de ahora tendré que luchar en batallas mucho más difíciles. Tu poder será imprescindible para lo que se avecina.

-¿Y por qué debería importarme lo que hagan los humanos? No merecen la pena.

-Creía que te gustaba luchar.

-No contra ellos. Son tan débiles...

-¿Y si te dijese que nuestro enemigo no es humano?

-¿Qué quieres decir?

-¿Y si fuese un ser capaz de haber creado el planeta que se encuentra sobre esa fuente?

-Gaia... –dijo la armadura, tras lo que se hizo el silencio. Acto seguido, se escuchó una risotada procedente de aquella armadura.

-¡Eso sí es interesante! ¡Puede que sea divertido! Haré un contrato contigo, pero debes prometerme que sólo me usarás cuando de verdad valga la pena. Si el combate me resulta aburrido, te mataré.

-Eso será si eres capaz –respondió el chico, desafiante, lo que provocó otra risotada por parte de la armadura.

-No está mal. Dime, ¿cuál será el nombre por el que me invocarás y con quién tengo que firmar el contrato?

-Tu nombre será End –dijo el joven, levantándose del suelo y mirando con decisión a la armadura-, y el mío es Kai.

-Como quieras, Kai. Con el nombre de End, yo, uno de los cuatro Infernos, me uniré a tu causa. Y de esta forma, sello mi contrato contigo.

 

Sobresaltado, Kai despertó. Se encontraba en mitad de los yermos, a las afueras de la villa de los Rebeldes. A su lado había dos chicas, una de ellas de aspecto fantasmal, y la otra con una cola que se movía nerviosa de un lado a otro. Al mismo tiempo, dos grandes manos huesudas rodeaban su cuerpo, protegiéndolo.

-¿Cómo ha ido? –preguntó Miruru, intrigada.

-He conseguido hacer un contrato, aunque con algunas condiciones. Por el momento, está de nuestro lado.

-¡Bien! –se alegró la chica, levantando los brazos en señal de victoria.

-Gracias, May y Hel –agradeció Kai, dirigiéndose a la chica fantasma y al Inferno. La primera asintió con una sonrisa y se desvaneció en el aire, mientras el segundo hizo desaparecer sus manos a través de sendos agujeros en el suelo.

-No termino de acostumbrarme del todo a May. Al contrario que otras invocaciones, ella es... tan humana... –dijo Miruru, con tristeza.

-Puede que muchos espíritus y seres del más allá lo fuesen. En este caso, los necesitaba a ambos como medio de huida por si las negociaciones iban mal. Nunca se es suficientemente precavido al tratar con el más allá –explicó Kai.

-¿Has tenido problemas antes?

-Sí. Por no hablar de mis pequeñas “discusiones” con Hel –comentó mientras se levantaba-. ¿Cómo les va a ellos?

-Creo que bien –respondió la semidiosa, sonriendo.

 

A no mucha distancia de allí, Sarah y Kareth se enfrentaban a Quattuor. Al hombre le estaba costando defenderse de ellos, pues su coordinación había mejorado mucho durante ese tiempo.

 

Disparando una de sus flechas, la chica hizo que el suelo explotase cerca del descendiente, levantando una ola de arena y creando una pantalla de humo que fue aprovechada por Kareth para atacar, golpeando a Quattuor en el pecho con un brazo monstruosamente grande y de color blanco.

 

A continuación, transformó también su otro brazo y, uniendo ambas manos en el aire, las dejó caer como un martillo sobre el hombre, quien, pese a detener el golpe, debido a la fuerza del ataque, no pudo evitar quedar medio hundido en la arena.

 

Devolviendo sus extremidades a su forma original, el chico apoyó las manos sobre sus rodillas, dobladas por el cansancio.

 

Al mismo tiempo, se escucharon aplausos por parte de Razer, quien acababa de llegar.

-¡Buen golpe, Kareth! –le halagó el líder de los Rebeldes.

-Gracias –respondió el joven.

-¿Qué haces aquí? –preguntó Sarah, guardando su arco sobre su espalda.

-Tan sólo estaba viendo vuestro entrenamiento como otros días. Aunque es cierto que hoy traigo nuevas. Parece que ya se ha concretado el día en que se formará la alianza.

-¿Y bien? –preguntó de nuevo la chica, con interés.

-Según nuestros espías, aproximadamente dentro de una semana en los terrenos de la facción.

-Hemos tenido suerte –declaró Quattuor mientras se quitaba la arena de su ropa-. Una semana es bastante tiempo.

 

Habían pasado unas tres semanas desde que Kareth estuviese a punto de destruir la villa. Desde entonces, todos habían estado entrenando duramente, mejorando sus fortalezas y superando sus debilidades.

 

De vez en cuando, Razer había venido a ver los entrenamientos, aunque nunca había participado. Esto llevó a algunos a preguntarse si practicaba por su cuenta, pese a lo que había dicho Quattuor el primer día; lo que aumentó el misterio alrededor de las capacidades del joven.

 

Pese a no haberlas practicado en combate, Nara también se había acostumbrado al uso de sus nuevas habilidades, tratando a varios al mismo tiempo. No obstante, parecía que había cierto límite, ya que no había podido regenerar el brazo destrozado de Quattuor tras recibir el rayo de energía de Kareth. Asimismo, Kareth le había enseñado defensa personal para tener una base en caso de que lo necesitase.

 

Cuando llegaron a la sala de reuniones, todos se dejaron caer sobre las sillas, visiblemente agotados.

-Por fin podemos tomarnos un respiro –dijo Kareth.

-Han sido tres semanas de entrenamiento intensivo –añadió Sarah.

-Sois unos debiluchos –se quejó Quattuor, cruzándose de brazos.

-¡¿Y quién tiene la culpa de que estemos así?! –replicó la chica de pelo azul.

-Bah, lo que tú digas. Hoy os tomaréis un descanso. Podéis hacer lo que queráis. Mañana iremos al oeste usando los túneles de alcantarillado.

-¿Cuánto tardaremos en llegar? –preguntó Kai.

-Cuatro o cinco días deberían de ser suficientes. Si es posible, estaría bien llegar con algo de antelación. Así podríamos informarnos mejor sobre la situación allí y actuar en consecuencia.

-Iremos unas once personas –dijo Razer-. Vosotros seis, cuatro de mis espías y yo.

-Suficientes para una misión de infiltración. Estoy pensando en que nos dividamos en dos grupos –comentó Quattuor.

-¿Dos grupos? ¿Por qué?

-Los habitantes de allí ya han tenido algunos problemas con su gobernador por emplear grandes cantidades de recursos en el desarrollo militar. Si a eso le sumamos la repentina alianza con la unión, a la que llevan considerando su enemiga desde hace años, es lógico que surjan dudas y rencores entre ellos. Puede que incluso los más fieles al gobernador se sientan inseguros. En base a ello, creo que uno de nuestros grupos debería iniciar una revuelta. Así los soldados tendrán que intervenir y la confusión favorecerá nuestra infiltración.

-Pero si hacemos eso, los soldados pensarán que formamos parte de la revuelta.

-No si nos hacemos pasar por ellos –dijo Kai-. Uno de mis espíritus tiene la capacidad de crear ilusiones. Su poder sólo actúa hasta cierta distancia, pero si estamos juntos, no habrá problema.

-Qué conveniente –dijo Quattuor.

-Siempre y cuando apliquen las condiciones de su contrato en ese momento –aclaró el chico, esbozando una sonrisa irónica al recordar su combate contra Drake.

-De acuerdo. Organizaremos los equipos cuando nos reunamos con mis compañeros –sentenció Razer.

 

-¿Eh? ¿Qué es esto? –dijo Nara, de camino a su dormitorio, al percatarse de una sala donde había amontonadas muchas cajas.

-Ah, contienen objetos que todavía no se han llevado al almacén –explicó Razer-. Tenemos equipos de personas distribuidos por varias zonas del mundo, y no es raro que, de vez en cuando, envíen cosas que encuentran y para las que no le ven un uso inmediato.

 

La chica se acercó a una de ellas y observó su interior. De repente, sus ojos brillaron con ilusión.

-¿N-Nara? –se extrañó Kareth, sintiendo un escalofrío recorriendo su espalda. Tenía un mal presentimiento- Oye, Razer, ¿sabes por casualidad qué hay dentro exactamente? –preguntó el chico, ante la sorpresa del resto.

-No estoy seguro. Creo que en algunas había ropa y otras tel... ¡¿Kareth?! –se sobresaltó el líder de los Rebeldes al observar la palidez del rostro del joven. Instantes después, una mano se posó sobre su hombro.

-Kar, mira lo que he encontrado –dijo Nara.

 

Al girar la cabeza lentamente, la observó sujetando un traje de gala. En su expresión, se reflejaba una sonrisa siniestra.

-Sabes lo que va a pasar ahora, ¿verdad? –continuó ella, con una voz alegre que a oídos de Kareth llegó distorsionada.

-¿Probársela? –preguntó él, asustado.

-¡Ven aquí!

 

Lo siguiente que se escuchó fue el grito estremecedor de Kareth, el cual llegó a ser escuchado hasta por Donell, quien todavía estaba en la sala de reuniones.

-¡¿Qué pasa?! –se exaltó Sarah al verle en el suelo, forcejeando inútilmente contra su amiga.

-¡Tú también! –exclamó Nara, agarrándola del brazo e introduciéndola en la sala en contra de su voluntad. Pese a todo intento de oponer resistencia, instante después ya tenía una gran cantidad de prendas encima para probarse.

-¡Oh! ¡Vamos, Kai! ¡Parece divertido! –exclamó Miruru empujando dentro a su compañero.

-¡No! ¡Espera! ¡Yo no! ¡Socorro! –gritó Kai, intentando pedir ayuda.

 

Los únicos que se quedaron fuera, viendo el espectáculo, fueron Quattuor y Razer, quienes se miraron encogiéndose de hombros.

-Y yo que pensaba que lo había visto todo. –comentó el descendiente.

-Por lo menos hay alguien que se está divirtiendo. –respondió Razer.

 

De repente, Nara salió de la habitación, situándose a escasos centímetros enfrente de ellos. Reaccionando instintivamente, ambos dieron un paso atrás.

-¡¿Dónde hay probador?! –preguntó, emocionada, a lo que Razer respondió señalando hacia su derecha, donde había una habitación vacía.

-¡Gracias! –agradeció la chica, volviendo a la sala y cerrando la puerta detrás de sí.

-Será mejor que nos vayamos antes de que decida vestirnos a nosotros –propuso Razer.

-No podría estar más de acuerdo –contestó Quattuor.

 

-¡¿Alguien me puede explicar de qué va esto?! –preguntó Sarah mientras veía a su amiga amontonar ropa.

-Será mejor que le sigas el juego -explicó Kareth, quien ya llevaba puesto el traje de gala-. Desde que la conozco, Nara siempre ha sido muy aficionada a la moda. Si a eso le suma la cantidad de tiempo que lleva sin poder probarse ropa, ahí tienes el resultado.

-¡Muy bien! ¡Ya está todo dividido! ¡Las chicas irán a la habitación de al lado! ¡Vosotros dos os quedaréis aquí! ¡No pienso dejaros salir hasta que no os lo hayáis probado todo! ¡¿Lo habéis entendido?! –dijo Nara.

-Sí... –contestaron los demás al unísono.

-¡Vamos!

-¡Aaah! –gritó Sarah al verse arrastrada por su amiga.

-¡Yo os sigo! –dijo Miruru, alegremente. Era la única aparte de Nara que se lo estaba pasando bien.

 

Una vez hubo pasado el peligro, Kareth se dejó caer en el suelo, dejando escapar un largo suspiro.

-Hacía tiempo que no la veía así –murmuró-. Aunque, después de lo que ha tenido que pasar, estoy contento de que sea así –añadió, sonriendo, mientras miraba a su alrededor.

 

En todo aquel desorden causando por Nara, pudo observar otros instrumentos además de ropa. Ninguno de ellos era armas

-Supongo que, siendo lo más necesario, era de esperar que no se enviase allí.

 

Fue entonces cuando se dio cuenta de algo. Hasta ese momento, no había sido el único hombre en aquella sala. ¿Dónde estaba Kai?

 

Levantándose sobresaltado, buscó por toda la habitación, incluyendo debajo de las cajas, hasta que se fijó en un gran montón de ropa situado en uno de los rincones. Al escarbar en él, encontró al chico, con dificultades para respirar y a punto de desmayarse.

-¿Estás bien? –preguntó Kareth.

-Si te dijese que esto es de lo peor que me ha pasado, ¿me creerías? –dijo el nigromante, con un hilo de voz, mientras Kareth, sonriente, le ayudaba a levantarse.

 

-¿Por qué tenemos que probarnos tanta ropa? –preguntó Sarah mientras depositaban en sus manos un vestido azul- Además, esto no es lo mío.

-Vamos, seguro que te sienta genial –replicó Nara.

-Esto es lo más humillante que me han obligado a hacer en toda mi vida.

-Y esto para después –ignorándola, su amiga le puso otro vestido encima.

-Lo retiro. Aún puede ir a peor...

-Vamos, tampoco es para tanto –dijo Miruru, vistiendo un jersey de lana que llegaba hasta debajo de la cintura y unos pantalones vaqueros cortos. Intentando verse, daba vueltas sobre sí misma-. ¿Qué tal me queda?

-¡Increíble! –la halagó Nara, encantada- ¡Dan ganas de achucharte!

-Ahora entiendo por qué los que enviaron esto lo consideraba innecesario –dijo Sarah.

-¡Eh! –exclamó Nara, quien se situó enfrente de ella, señalándola con el dedo índice- ¡La ropa nunca es innecesaria! ¡Es una de las cosas más importantes para el ser humano! ¡Una de las características que nos definen! ¡Sin ella, estaríamos desprotegidos! ¡No tendríamos vida! ¡Así que nunca menosprecies lo que una prenda puede hacer por ti!

-¡Sí! –la siguió Miruru, quien levantó la mano como si estuviese en algún tipo de reivindicación.

 

Por su parte, Sarah no pudo evitar fijarse en que la joya incrustada en la frente de su amiga estaba brillando, como haciendo énfasis en sus palabras. Entonces, suspiró.

-Lo que tú digas. Cuanto antes acabemos, antes me iré de aquí.

-Seguro que estás pensando en cómo impresionar a Quattuor la próxima vez que lo veas –dijo Nara con una sonrisa maliciosa.

-¡¿QUÉ?! –se sorprendió la joven de pelo azul, ya no sólo por lo que había dicho, sino también porque fuese Nara quien lo hubiese insinuado. ¡¿Cuánto era capaz la ropa de cambiar a esa chica?!- ¡N-N-NO DIGAS TONTERÍAS! ¡¿C-C-CÓMO IBA A GUSTARME ESE IDIOTA?!

-Yo no he dicho nada de gustar.

-¡CÁLLATE!

-¿De verdad crees que así podría impresionar a un chico? –preguntó Miruru, inocentemente.

-¡Por supuesto! –afirmó Nara, logrando que la semidiosa dejase volar su imaginación, llegando incluso a ruborizarse- ¿Y bien? –preguntó, esta vez, dirigiéndose a Sarah.

-¡NI BIEN NI NADA! –estalló la chica.

 

Ya era de noche cuando Kai volvía de haberse probado la última prenda. Tras recibir la aprobación de Nara, tanto él como Kareth se marcharon de allí rápidamente, dejando a la pobre Sarah a merced de las otras dos.

 

Se encontraba cansado, pero debía admitir que, a su manera, había sido divertido.

-¡Kai! –exclamó una voz detrás de él, sorprendiéndole una Miruru vestida con uno de los conjuntos que se habían encontrado en aquella habitación.

-¿Y eso? –preguntó, refiriéndose a cómo iba vestida.

-¿Te gusta? –preguntó ella mientras se lo enseñaba.

-La verdad es que no puedo decir que no... –respondió él, sintiéndose algo incómodo.

-¿Podrías ser más específico? –continuó ella, frunciendo el ceño.

-¡Vale! ¡Vale! Sí, me gusta. Te queda muy bien –contestó el chico, desviando la mirada, algo avergonzado.

-¡Gracias! –contestó ella, contenta.

-Por lo que parece, te lo has pasado bien.

-La verdad es que sí. Son muy divertidas. Sarah tiene bastante carácter y Nara es muy amable. ¿Tú también te has divertido?

-Sí, supongo que sí. Estaba pensando en dar una vuelta para relajarme, ¿me acompañas?

-Claro.

 

Mientras tanto, Kareth observaba a unos niños jugar con su pelota. Su mente recordó aquellos días en los que jugaba a Onerariam en Yohei Gakko.

-Parece que fue ayer cuando todavía vivíamos allí.

-Nara... –respondió el chico al verla a su lado, vestida con una blusa negra y una falda- ¿Ya te has decidido? –continuó, esbozando una sonrisa.

-En realidad, me he quedado con más de uno. Le he preguntado a Razer si no había problema y me ha dicho que cogiese los que quisiese así que... jejejeje...

Llevándose una mano a la frente, Kareth se sentó en una caja de madera situada junto a las paredes de una de las casas.

-He acertado lo que estabas pensando, ¿a que sí? –dijo ella sentándose a su lado.

-Me conoces demasiado.

-Por supuesto. ¿Echas de menos Yohei Gakko?

-Más bien los buenos recuerdos que tengo de entonces, pero prefiero no quedarme estancado en el pasado.

-El pasado también tiene sus cosas buenas –señaló Nara, cogiéndole de la mano y poniendo su cabeza sobre su hombro.

-De eso estoy seguro.

De repente, la pelota fue a parar a los pies del joven, quien decidió agarrarla.

-¿Qué te parece si nos unimos? –preguntó. A lo que Nara respondió asintiendo se ponía en pie, tropezando consigo misma y yendo de frente contra Kareth, lo que acabó en un beso accidental.

 

Pese a lo sucedido, ninguno de ellos se apartó, cerrando los ojos y aislándose, aunque fuese por unos segundos, del mundo exterior.

 

Al separarse, se miraron fijamente, como si hubiesen recordado algo hacía tiempo olvidado. Entonces se sonrieron, al tiempo que notaron una multitud de miradas sobre ellos. Cuando quisieron darse cuenta, había un gran número de niños observándoles con expectación.

-S-será mejor que vayamos –propuso Kareth.

-S-sí...-respondió Nara, tímidamente.

-¿Qué os parece si nos unimos también al juego? –continuó él, preguntándole a los pequeños, quienes se miraron y asintieron, corriendo a recuperar sus posiciones.

-¡Vamos! –dijo Kareth, cogiéndola de la mano y yendo detrás de ellos.

 

Por otro lado, Quattuor estaba de nuevo en la terraza, degustando un líquido oscuro en una pequeña taza.

-No está mal –dijo mientras daba otro sorbo.

 

En ese momento, escuchó pasos detrás de él, lo que le hizo girarse para ver quién era, acabando por atragantarse y escupir la bebida al suelo.

-¡¿Pero qué...?! –exclamó el hombre  entre ataques de tos.

 

Delante de él, con un vestido color azul celeste, estaba Sarah, quien caminó avergonzada hasta ponerse a su lado.

-¡M-me han obligado a ir así, ¿vale?! –respondió ella de mal humor.

-¡No te pega nada! –rió él, sujetándose el vientre con una mano e intentando por todos los medios que no se le cayese la taza.

-Mm... –sintiéndose ofendida, la joven se cruzó de brazos y giró la cabeza hacia un lado.

-¡Ay, qué bien me ha sentado esto! –declaró Quattuor.

-¡Eres un imbécil!

-Oh, vamos. Yo no tengo la culpa de que te hayas dejado engatusar.

-¡Que te den!

 

En mitad de la conversación, ella se fijó en la quemadura que había en el brazo del hombre, quedándose en silencio y poniendo una expresión triste.

-¿Qué pasa? ¿Ya te has cansado de insultarme? –preguntó Quattuor, con tono burlón.

-¿Cómo está? –lo ignoró la joven, quien agarró suavemente la extremidad y la acarició.

-Mejor que antes. Nada de lo que debas preocuparte –la tranquilizó-. He tenido momentos peores.

-Lo siento.

-¿Por qué te disculpas?

-En ese momento, no pude hacer nada para ayudarte.

-Eh, lo hecho, hecho está. Además, era una situación bastante complicada

-Lo sé, pero no puedo evitar pensar que no soy lo suficientemente buena.

-En ese caso, tampoco somos tan diferentes. Toda esta fuerza y no fui capaz de salvar a esa mujer.

-¿Quattuor?

-Mira, peliazul. Eres una gran guerrera. Y como tal, seguirás sin ser lo suficientemente buena, porque quien ya es lo suficientemente bueno, no tiene nada por lo que superarse. Deja de preocuparte tanto por eso. Mañana iremos al oeste y más nos vale estar bien despiertos.

-Sí –respondió la chica, con decisión.

Cuando se disponía a marcharse, Quattuor se giró hacia ella.

-Por cierto –dijo mientras sonreía maliciosamente-, he dicho que el vestido no te pega, pero no que te quede mal –entonces desapareció cruzando la entrada.

-En serio, eres un imbécil... –murmuró ella, con una actitud más animada.

 

-¿Qué es lo que querías enseñarme? –preguntó Unum mientras era llevado por el emperador y Duobus a un subterráneo, situado bajo los aposentos del primero.

-Se trata de un pequeño favor que me pidió Duobus. Una pequeña muestra de lo que está por llegar –respondió el soberano, bajando el último escalón, tras lo cual llegaron frente a una gran puerta de acero.

-Ya tengo ganas de saber de qué se trata –dijo Unum, frotándose las manos.

-Paciencia, amigo. Pronto lo entenderás.

Una vez abierta, gracias al esfuerzo de los soldados apostados junto a ella, apareció ante ellos una inmensa habitación llena de jaulas fortificadas con materiales de extrema dureza. En su interior, podían observarse bestias de gran tamaño, color negro, garras afiladas y hocico alargado. Monstruos creados por el Radiar.

-Impresionante –se sorprendió Unum.

-Lo es. Un ejército de estas bestias podría destruir varias ciudades enteras en cosa de dos o tres días. E incluso puede que me quede corto. Todavía estamos buscando la forma de controlarlos, pero tal y como van las investigaciones, no creo que nos lleve mucho tiempo. Con esto, no será difícil someter a quienes se nos opongan –explicó el emperador.

Mientras tanto, Unum observaba cómo uno de ellos intentaba liberarse, sin éxito, de su encierro.

-Dime, ¿tienen un nombre? –preguntó.

-¿Te refieres al nombre que tenían cuando eran humanos? –se burló el soberano.

-No, su nombre de verdad.

-Oh, claro que lo tienen. Yo los llamo Erasers.

lunes, 11 de agosto de 2014

The three global powers: Capítulo 4

Mientras los otros cuatro se preparaban para entrenar, Kai y Miruru comenzaron con el suyo.

-¿Qué sugieres? –preguntó Miruru.

-Lo más lógico sería que uno tomase un papel defensivo y el otro uno ofensivo. En ese caso, tenemos dos opciones: que yo sea el atacante y tú la defensora, o al contrario; que tú seas la atacante y yo el defensor.

-¿Y cuál crees que es la mejor?

-Las dos.

-¿Eh? –se sorprendió la chica.

-Siguiendo esa estrategia, el atacante se enfrentaría directamente al enemigo, despreocupándose por su seguridad, ya que ése sería el trabajo del defensor. No obstante, eso daría lugar a que sólo luchase uno de nosotros. Además, en caso de que el adversario llegase hasta el defensor, puesto que éste se habría centrado en proteger a su compañero, le resultaría difícil evitar su ataque.

-Ya veo.

-Así pues, si alternamos nuestras posiciones...

-...siempre habrá un defensor y un atacante.

-Exacto. En mi caso, el uso de espíritus podría tener un rol más defensivo mientras que el de Hel sería más ofensivo. Tu poder es mucho más versátil que el mío, por lo que deberías tener menos problemas en cambiar de un rol a otro.

-Es posible, pero aún sigo teniendo problemas en el cuerpo a cuerpo. Puede que lo que me enseñaste me valga para mercenarios o soldados normales, pero no sé si sería capaz de hacer lo mismo contra usuarios de Radiar.

-Entonces también tendremos que encontrar una solución para eso. Aunque, en caso de que yo sea el defensor, siempre puedo invocar a Kagami.

-Es una buena opción. Creo que también podría usar mi poder para poner obstáculos a modo de defensa. En cuanto al ataque...

-Creo que ya eres bastante destructiva en ese rol –sentenció Kai con una sonrisa, gesto que le devolvió la chica.

-El trabajo en equipo puede resultar más difícil que en solitario –señaló ella.

-En parte puede que tengas razón, pero siempre depende de la coordinación que haya entre las personas que lo formen. Si es buena, puede ser más letal que cualquiera por sí mismo. De momento, repasemos la autodefensa. Será muy útil para emergencias.

 

Tras asentir a la proposición de su compañero, Miruru alzó los puños, imitándole. En ese momento, una silueta pasó volando justo a su lado, chocando contra la arena.

 

Al girar la cabeza hacia el origen del que procedía, descubrieron a un monstruo de gran tamaño, color blanco, hocico alargado y garras afiladas.

-¡Eso es...! ¡Es igual que aquello en lo que se transformó Jake! –exclamó Miruru.

-¡No, es diferente! ¡¿Por qué es de color blanco?! ¡¿Y de dónde ha salido?! –preguntó Kai.

-Ese es Kareth –explicó Quattuor, apareció detrás de ellos y revelándose como la persona que acababa de ser arrojada contra el suelo.

-¡¿Kareth?! ¡¿Qué le ha pasado?! –se sorprendió Kai

-Digamos que le he hecho enfadar un poquito.

 

Mientras tanto, Sarah se acercó al cuerpo de Nara, alargando el brazo hasta tocar el rostro de su amiga, todavía incapaz creerse lo sucedido.

-Nara –murmuró, apretando los dientes y permitiendo que sus lágrimas cayesen sobre su pecho.

 

En ese instante, su amiga abrió los ojos e incorporó la mitad superior de su cuerpo, asustando a Sarah, quien dio un salto hacia atrás y la apuntó con el arco. Su respiración estaba agitada.

-T-tranquila –dijo Nara, levantando las manos para que se detuviese-. Estoy bien.

-¿Qué? ¡¿C-cómo es posible?! ¡Kareth y yo vimos cómo Quattuor te atravesaba! ¡Espera! ¡¿Dónde está tu herida?! –preguntó la joven de pelo azul, quien no daba para disgustos, buscando el agujero que debería estar en el estómago de su amiga.

-Creo que lo que buscas es esto –aclaró Nara, señalando una pequeña herida en el costado, donde situó su mano para curarla.

-¡¿Qu-qué significa esto?!

-C-cálmate, Sarah. Esto es algo que decidimos ayer. Deja que te lo explique...

 

Nara entró en la habitación que compartían Kareth y ella. Allí, se dejó caer sobre la cama.

-Ese Quattuor... Hay algo que no me gusta de él. Parece buena persona, pero siempre hace lo que le da la gana –se quejó la chica.

-Sí. Creo que alguien debería decirle cuatro cosas –contestó una voz cerca de ella.

-¿Verdad? Quiero decir. Le agradezco todo lo que ha hecho por nosotros, pero ésa no es manera de tratar a la gente. Y luego está aquella vez que me pidió curar a ese hombre para torturarlo. ¿Realmente era necesario?

-Eso, eso, debería haberlo matado y ya está.

-No quería decir eso. Con asustarlo un poco bastaba.

-¿Y cómo debería haberlo hecho?

-No sé. Cuando trabajaba con mi tío, no dar de comer a alguien así solía servir para llamarles la atención.

 

De repente, la joven se dio cuenta de que estaba manteniendo una conversación con alguien cuando debería estar ella sola. Al ver de quién se trataba, descubrió a Quattuor a su lado, con los brazos cruzados.

-¡Aaaaah! –gritó, asustada, mientras gateaba hacia atrás hasta golpearse la cabeza contra la pared y acabando por sujetarse la zona dolorida- ¡¿Es que no sabes llamar?!

-Primero, la puerta estaba abierta. Y segundo, me impresiona lo que has tardado en darte cuenta –respondió el hombre.

-¡Aun así, hay que llamar antes! ¡¿S-sabes el susto que me has dado?!

-Bah, lo que tú digas. He venido porque necesito tu ayuda.

-¿Eh? –confusa, y todavía con lágrimas en los ojos por el dolor del golpe, alzó la mirada- ¿P-para qué?

 

Tras cerrar la puerta, el hombre se acercó aún más y se sentó en la cama, provocando que la chica se alejase todo lo posible.

-No voy a morderte –dijo Quattuor.

-Dime ya lo que quieres- replicó ella, logrando que el hombre profiriese un suspiro.

-Supongo que antes me has escuchado hablar sobre la transformación de Kareth.

-Sí. ¿Qué quieres decir con eso?

-Tú no llegaste a verla porque estabas inconsciente, pero estoy seguro de que tiene que ver con el Radiar.

-¿El Radiar puede transformarte?

-Si lo piensas, no es descabellado. A lo largo del tiempo, ha habido muchos efectos secundarios, y no todos son conocidos.

-¿Y qué tiene que ver esa transformación conmigo? –preguntó la chica, preocupada.

-Sólo es una hipótesis, pero creo que lo que provocó aquella transformación fue la necesidad de hacerse más fuerte para protegeros. Es por eso que quiero que se repita la misma situación y vuelva a transformarse.

-¿Repetir la misma situación? ¡Espera! ¡¿Entonces quieres atacarnos?!

-Con fingirlo, bastará.

-¡¿Qué?! ¡No, no, no, no, no! ¡Ni muerta pienso engañarle! ¡Mucho menos para algo así!

-Aunque te pueda parecer extraño, entiendo cómo te sientes.

-¿En serio? –dijo Nara, sorprendió.

-Sí. Pero necesitamos hacerlo. De lo contrario, no podremos hacer frente al proyecto Gaia.

-Me estás pidiendo que engañe y haga daño a la persona que amo para que se transforme en algo que ni siquiera he visto. No puedo aceptarlo –respondió ella, decidida.

-Si Kareth no se transforma, no podrá proteger a nadie, y entonces puedo asegurarte que sufrirá de verdad. Créeme, para mí, esto tampoco es un juego. Es una medida drástica, lo sé, pero no tenemos opción.

 

Ambos se mantuvieron en silencio con la mirada fija el uno en el otro. Como si ninguno de ellos quisiese echarse atrás en su postura.

 

Durante ese tiempo, el ambiente se volvió tenso, hasta que, finalmente, ella dejó escapar un profundo suspiro.

-Sigo sin estar de acuerdo, y probablemente no me perdone por esto, pero lo haré. Sin embargo, tengo dos condiciones.

-Dime.

-La primera es que no vuelvas a pedirme algo así nunca más.

-¿Y la segunda?

-Quiero que protejas a Kareth, pase lo que pase.

-¿Para eso sí confías en mí?

-Si accedo, sí, te confiaré su vida –contestó ella, dejando impresionado al hombre.

-Pensaba que eras una niña debilucha, pero supongo que me equivocaba.

-¡Eh! ¡Si tienes que insultarme, al menos hazlo cuando no esté delante!

-¿Y a su espalda sí? –dijo Quattuor mientras esbozaba una maliciosa sonrisa.

-Ugh... –se quejó la chica, dándose por aludida.

-Por cierto, antes necesito comprobar algo.

-¿Qué vas a hacer?

 

De repente, el hombre sacó una pequeña daga que llevaba escondida cerca del tobillo y extendió su mano para que ella le tendiese la suya.

-Sólo voy a hacerte una pequeña herida. Apenas te dolerá –explicó él.

-Creo que ya me estoy arrepintiendo de esto –respondió Nara mientras levantaba tímidamente su mano. Entonces, Quattuor acercó el filo del arma a su piel e hizo un pequeño corte.

-Bien, ahora utiliza tu poder para regenerarla.

 

Obedeciendo, la joven acercó su mano a la herida y la curó.

-Tal y como pensaba, también funciona contigo misma.

-¿Y por qué necesitabas saberlo exactamente? –preguntó la joven, poniéndose algo nerviosa.

-Aunque finjamos, tendremos que hacer que sea lo más realista posible, por lo que no tendré más remedio que herirte. Cuando lo haga, tendrás que morder esto –respondió Quattuor, entregándole una pequeña bolsita rellena de un líquido rojizo- Ponlo debajo de la lengua, y cuando te ataque, muérdelo.

-¿Qué pasa si no funciona?

-Pues que se descubrirá el pastel. Pero no te preocupes. Funcionará.

 

-¡¿Así que todo ha sido idea de ese imbécil?! –exclamó Sarah, enfadada.

-S-sí. Aunque también ha sido culpa mía.

-¡Para nada! ¡Es culpa suya! ¡¿Pero qué le pasa?! ¡¿Sabéis el susto que me habéis dado?! ¡¿Y qué planea ahora para detener a Kareth?! ¡¿Qué piensa hacer?!

-S-Sarah. Me estás asustando.

-Aaah... –suspiró la joven de pelo azul, dejándose caer sobre la arena- Maldita sea...

-Así que esa es su transformación. –dijo Nara, observando al monstruo contra el que se estaba enfrentando Quattuor.

-Por desgracia, sí –le respondió Sarah, incorporándose y mirando al mismo sitio.

-Me pregunto si está sufriendo. –dijo Nara, llevándose una mano al pecho y apretándola fuertemente contra sí.

 

Mientras tanto, la lucha entre Kareth y Quattuor continuaba, con una de las garras del primero precipitándose sobre el segundo, quien logró esquivarla en el último momento.

-¡No está nada mal, pero vas a necesitar ser más rápido! –se burló el hombre, abalanzándose sobre su contrincante y golpeándole en el hocico, sin éxito, pues éste ni se inmutó. Al contrario, lo único que consiguió fue que le devolviese el ataque, enviándolo de un zarpazo al suelo.

-¡Veo que también te has vuelto más resistente! –dijo al levantarse, recibiendo un segundo ataque de frente con los dos brazos que detuvo a duras penas.

 

La fuerza que ejercía la bestia sobre él era tan fuerte que sus pies empezaban a hundirse en la arena. Por suerte, en ese momento, un brazo esquelético la golpeó por el costado, consiguiendo derribarla.

-Gracias, chico –agradeció Quattuor, aprovechando aquel pequeño lapso de tiempo para recuperar el aliento.

-Agradécemelo más tarde –dijo Kai, poniéndose a su lado. Tras él estaban los brazos de Hel, mientras a su lado se incorporaba Miruru, quien mantenía la mirada fija en Kareth, sin bajar la guardia.

-¿Qué estás intentando hacer? –preguntó el joven.

-Inmovilizarlo –contestó Quattuor.

-¡¿Inmovilizarlo?! ¡La última vez que vi una bestia como esa se necesitaron como cuatro personas para hacerlo!

-Bueno, estáis vosotros dos y yo, que valgo como dos.

-¡Contad también conmigo! -añadió Sarah apareciendo detrás de ellos, arco en mano- Cinco deberían de ser suficiente.

-¡Cuidado! ¡Ahí viene! –advirtió Miruru.

 

Moviéndose a más velocidad de la que esperaban, sobre todo, teniendo en cuenta su tamaño, el monstruo se acercó y se lanzó hacia ellos de un salto, obligándoles a dispersarse para evitar ser aplastados.

-¡¿Y qué vas a hacer cuando lo inmovilices?! –preguntó Kai.

-¡¿No es obvio?! ¡Hacerle entrar en razón! –contestó Quattuor.

-¡Pues no sé cómo vas a conseguirlo!

-¡Ya se me ocurrirá algo!

 

Al haber demasiada gente contra la que enfrentarse, al principio, la bestia no supo cómo actuar, mostrándose ligeramente confusa. En ese momento, una fuerza invisible la elevó, intentando, posteriormente, lanzarlo contra el suelo boca abajo.

-¡Bien hecho, Miruru! –exclamó Kai, animando a su compañera. Pese a ello, tanto el peso como la fuerza de la bestia le impidieron lograrlo.

 

Entonces, Sarah, aprovechando que estaba ocupada con la semidiosa, le disparó una de sus flechas dirigida a su abdomen. Por desgracia, fue reflejada por la dureza de su piel.

-Todavía no consigo acostumbrarme a transmitir el Radiar –se quejó la joven de pelo azul a la vez que Kareth levantaba una gran cantidad de arena, cegándolas a ambas, y recuperando así el equilibrio.

 

Libre del yugo de Miruru, fue ella la primera a la que atacó, cogiéndola medio recuperando la visibilidad, pero, por suerte, consiguiendo protegerse al levantar un montículo de tierra delante de ella. Aunque no pudo evitar recibir la onda expansiva que provocó el golpe, de manera que acabó en el suelo.

 

Casi al mismo tiempo, las manos de Hel agarraron la cabeza del monstruo y la golpeó contra el suelo, apareciendo Quattuor desde arriba atacándole por su espalda hasta dejarle con el vientre apoyado en la superficie.

-¿Lo hemos conseguido? –preguntó Kai, viendo que Kareth no se movía. Pero, lejos de rendirse, se levantó con fiereza, deshaciéndose del agarre de Hel y de Quattuor.

 

Libre por segunda vez, saltó hacia atrás, y empezó a concentrar una luz de color rojo en su boca.

-¡¿Qué está haciendo?! –preguntó Kai mientras la energía concentrada se hacía cada vez más grande.

-¡Cuidado! –exclamó Miruru.

Una especie de láser fue disparado hacia Kai, quien, sorprendido, no tuvo tiempo de esquivarlo. Fue Miruru quien, mediante su poder, logró desviar su trayectoria, salvándole la vida. Sin embargo, al hacerlo, éste se dirigió a la villa.

-¡No! –exclamó Kai.

 

Fue entonces cuando Quattuor, de un salto, se situó justo enfrente del rayo de energía y, tensando la musculatura de su brazo, lo golpeó fuertemente desviándolo, esta vez, hacia el suelo, causando una explosión de arena.

-¡Quattuor! –gritó Sarah, corriendo hacia él mientras el resto todavía se preguntaba qué había sido esa energía.

-Podría haber destruido la villa... –dijo Miruru.

 

Entre la polvareda, la chica peliazul encontró a Quattuor, quien seguía en pie pese a sujetarse el brazo con expresión de dolor. Pese a su primera reacción de alivio, la joven no pudo evitarse llevarse una mano a la boca al ver el lamentable estado que presentaba la extremidad, ensangrentada y visiblemente fracturada por varios sitios.

-Quattuor... –dijo Sarah, conmocionada.

-Esa cosa... –respondió él, ensimismado.

 

La pesadilla no había acabado. Sin intención de detener su ataque y sintiendo su debilidad, la bestia concentró energía de nuevo para un segundo ataque.

-No puede ser. No podemos desviar otro ataque como ése –dijo Miruru, pues parecía que el próximo haz de luz iba a ser incluso más potente que el anterior.

-¡Miruru! –exclamó Kai, abrazando a la chica para cubrirla con su cuerpo a la vez que invocaba a Kagami, pese a no saber si funcionaría.

 

Justo en ese momento, algo impidió que Kareth disparase.

 

Delante de la bestia, con los brazos abiertos y expresión de terror, estaba Nara.

-¡Kareth! ¡Ya basta, por favor! ¡Para! –gritó la chica, con lágrimas en los ojos.

 

Pese a que el monstruo no daba señales de entenderla, poco a poco dejó de concentrar energía.

-¡Sé que estás sufriendo, pero tienes que ser fuerte! ¡No debes dejar que te controle! –continuó, acercándose cada vez más a él- ¡Soy yo! ¡Estoy bien, no pasa nada! ¡Todo saldrá bien, estoy contigo! ¡Puedes conseguirlo!

 

Finalmente, llegó hasta ella, acariciando suavemente su dura piel, lo que provocó que emitiese un pequeño gruñido y que su cuerpo empezase a reducirse hasta recuperar su forma humana.

 

Una vez la bestia hubo desaparecido, tan sólo quedó el cuerpo inconsciente de Kareth, que se dejó caer sobre los brazos de Nara.

-Bien hecho. Ya pasó todo –dijo la chica.

 

Suspirando aliviado, Kai deshizo su invocación.

-Menos mal. ¿Estás bien, Miruru? –preguntó mientras volvía la vista hacia ella, a quien seguía sujetando con fuerza- ¡Ah, lo siento! –se disculpó, separándose de ella suavemente, quien sin apartar la mirada del suelo, negó con la cabeza.

-Muchas gracias, Kai –respondió Miruru, mostrándole una bella sonrisa que hizo que su pulso se acelerase.

-N-no, gracias a ti.

 

Por otro lado, Sarah y Quattuor observaron desde la distancia la escena entre Nara y Kareth. El segundo apoyado sobre el hombro de la primera.

-Sin duda, esa chica es más interesante de lo que pensaba –dijo Quattuor.