martes, 29 de marzo de 2016

El mundo que volvía a empezar a las nueve



No sabíamos de qué se trataba. Solamente que siempre ocurría a la misma hora, todos los días. Y que, por alguna razón, nunca afectaba al subsuelo. Por eso mis padres solían decirnos: “Si veis que el viento empieza a soplar muy fuerte, abrid la trampilla que hay en nuestra casa y cerradla con fuerza. Allí estaréis a salvo. Nosotros iremos después”. Sin embargo, un día, no llegaron a tiempo, y fue entonces cuando no volvimos a verlos, desapareciendo con el resto de personas que tampoco lo habían logrado, hasta que hubo un momento en el que sólo quedamos mi hermano y yo. Los dos juntos en un mundo que volvía a empezar a las nueve de la noche.

-¿Estás bien, Roger? –le pregunté a mi hermano, quien se encontraba arrodillado a mi lado con aspecto pálido y cansado.
-Sí. Es sólo que llevo muchas horas sin comer.
-Ya falta poco, verás como esta noche podemos asarnos uno bien grande para la cena.
Él asintió a la vez que rodeaba mi cuello con su brazo izquierdo para que lo ayudara a levantarse.

Al contrario que yo, Roger nunca había sido una persona demasiado fuerte. Enfermizo, de complexión delgada y piel frágil, mis padres y yo siempre habíamos tenido que cuidar de él, y ahora que ellos no estaban, era el único que podía encargarse de esa tarea.

Tras atravesar un pequeño sendero que se abría paso entre montones de hierba de varios colores y formas, y árboles tan altos que apenas podía verse su copa, llegamos a un claro que se extendía formando una circunferencia irregular. En él podía observarse multitud de flores de color blanco que brillaban con la luz del cielo, haciendo que aquel lugar se convirtiese en un maravilloso reflejo del renacer del mundo. No obstante, eso no era lo que buscábamos. Nuestro objetivo eran los animales que vagaban despreocupadamente por aquel paraje y a lo cuales intentaríamos dar caza para poder alimentarnos aquella noche.

Así pues, saqué un arco atado a mi espalda que había sido heredado de mi padre, fabricado por él mismo con la madera de uno de los árboles del bosque y cáñamo. A continuación me dispuse a ajustar una de las improvisadas flechas que había hecho y situé la parte de atrás de la misma sobre la cuerda apuntando al primer animal que entró en mi punto de mira: un ciervo macho de aspecto pesado y fuerte que podría darnos alimento durante algunos días.

La posición era buena, al igual que el ángulo y, dada la quietud del mamífero, no me sería difícil acertar en el blanco. Sin embargo, cuando me disponía a disparar, una mano desvió el arco hacia un lado, fallando el objetivo por centímetros y dando lugar a que tanto ése como el resto de animales que se encontraban cerca escapasen.
-¿Por qué has hecho eso? –le pregunté a Roger, motivo por el cual había fallado.
Él se limitó a señalar a un par de pequeños cervatillos que seguían al macho mientras desaparecían entre los árboles.
-Así que no querías que lo matase delante de sus crías.
-Lo siento. No me sentía cómodo viendo algo así.
Tras echar otro vistazo al lugar por el que se habían marchado los animales, donde ya no se observaba ningún movimiento, me puse en pie.
-En fin, -dije- No le des más importancia. Recogeremos algunas frutas de camino a casa.

Tras varias horas, finalmente llegamos a lo que llamábamos casa: una trampilla de hierro en medio de la tierra.

En el pasado, sobre dicha entrada se habría podido ver una pequeña choza pero ya nos habíamos cansado de perder el tiempo que teníamos en construir algo que iba a ser devuelto a la nada.

Así pues y como cada día, abrimos la trampilla y cerramos fuertemente, entrando en un sótano con paredes de madera y asegurado con pilares y vigas del mismo material. Allí también había algunas cajas con comida almacenada que nos serviría durante un tiempo y donde decidí depositar los nuevos frutos que habíamos recolectado. Mientras tanto, aquel viento había comenzado a soplar de nuevo.
-Parece que ya viene. ¿Qué tal si cenamos? Incluso si te has comido alguno de los frutos por el camino estoy seguro de que todavía tienes hambre.
Roger asintió y se sentó sobre el suelo, haciendo yo lo mismo tras dejar una de las cajas junto a nosotros.

El ruido del viento se volvió más intenso. Miré hacia arriba, distraído, esperando a que todo terminase para volver a salir fuera. Quizás lo conveniente hubiese sido dormir un rato como estaba haciendo mi hermano en aquel momento, sin embargo, no tenía nada de sueño. Mi mente no dejaba de preguntarse que es lo que ocurriría exactamente ahí fuera para que, al día siguiente, cualquier cosa que hubiese sido hecha con anterioridad en el exterior volviese a restaurarse otra vez. Los frutos que habíamos cogido volverían a estar en el mismo sitio así como los animales a los que habíamos asustado y, en caso de que hubiésemos construido otra choza, los materiales que habríamos utilizado habrían desaparecido como si nada ni nadie los recordase.

Se pasó varias veces por mi mente la idea de viajar lejos de allí con intención de descubrir más cosas sobre aquella extraña situación y quizás llegar a alguna conclusión con respecto a lo que estaba ocurriendo, pero dada la salud de mi hermano y las pocas probabilidades de encontrar zonas subterráneas como ésta, lo veía difícil de llevar a cabo.
-Quedándonos aquí todo el tiempo tampoco conseguiremos nada... –comenté en voz baja- ¿Qué deberíamos hacer entonces?

A la mañana siguiente salimos de nuevo al exterior, no obstante, lo que nos encontramos fue muy diferente de lo que había estado sucediendo hasta ahora, ya que el escenario que se encontraba ante nosotros era un total y absoluto desierto.
-¿Qué ha pasado aquí? –pregunté incrédulo.
Mi hermano, por el contrario, no pareció sorprendido por este hecho sino que daba la impresión de que ya sabía que algo así iba a suceder en algún momento.
-¿Roger? –extrañado, intenté llamar su atención pero, sin hacerme caso, comenzó a caminar hacia la nada, pisando la arena que cubría el mundo.
-¡Roger! ¡¿Qué pasa?!
Decidido a detenerle, me situé justo delante de él y lo cogí por los hombros para evitar que diese un paso más.
-¡¿Dónde crees que vas?! –inquirí con seriedad y algo de enfado.
-Tenía un presentimiento.
-¿Un presentimiento?
-Sí. Esta noche he soñado que algo así ocurriría. Que de repente el mundo cambiaría y todo se marchitaría y se secaría, dejando las cosas en este estado.
-Aun así, ¿por qué te has puesto a caminar tan de repente?
-Porque, en mi sueño, al cabo del tiempo algo venía y nos llevaba a ambos. Entonces todo se volvía muy oscuro y no era capaz de verte ni de oírte por más que lo intentase. Como si todo hubiese desaparecido y no se restaurase nunca más.
-Incluidos nosotros...
-Sí.
Era demasiada coincidencia como para creer que lo que decía era una mentira. Entonces lo que él había intentando era visualizar a aquello que supuestamente vendría a por nosotros eliminándonos junto a este lugar.
-Será mejor que volvamos al subterráneo entonces. Allí estaremos más seguros.
-No servirá de nada.
-¿A qué te refieres?
-No hay escapatoria.
En ese momento oí un rugido detrás de mí. Tal y como se escuchaba, podría haber sido confundido con el de un león, un oso u otro animal de considerable tamaño, no obstante, lo que vi al girarme era muy diferente de todo ello.

Una masa amorfa de color negro, parecido a una nube de gas contaminante, daba la sensación de observarnos a varios metros de distancia a partir de pequeñas esferas de color rojo brillante situados en mitad de ella. Era un ser extraño pero no por ello dejaba de infundirnos miedo.

Reaccionando lo más rápido que me permitieron mis piernas. Cogí a mi hermano de la mano y corrí junto a él hasta la trampilla que llevaba a nuestro sótano, cerrándolo detrás de mí pese a lo que me había dicho Roger.
Rápidamente, cogí el arco y las flechas y apunté a la entrada del sótano, dispuesto a disparar a lo que fuese que intentase asomarse por allí.

En ese instante, el suelo del sótano comenzó a temblar, provocando que perdiese el equilibrio y cayese al suelo sobre mis dos rodillas. Abracé a Roger y poco después se produjo una explosión por la cual ambos saltamos por los aires, chocando de espaldas contra la arena.

Todavía con mi hermano en brazos, eché un vistazo a la nebulosa negra que nos perseguía, la cual se estaba acercando cada vez más a nuestra posición. Así pues, decidí ponerme en pie y comencé a disparar flechas en su dirección, tratando de hacer que retrocediese pero, pese a mis esfuerzos, éstas traspasaron su cuerpo por lo que opté por cargar con Roger a mi espalda y correr hacia el lado opuesto al que se encontraba el monstruo.

De esta forma corrí y corrí, atravesando aquellas interminables dunas de arena, con la nebulosa negra cada vez más cerca de nosotros.
-Hermano, déjame atrás...así podrás correr más rápido...
-¡¿Cómo quieres que haga algo así?! –exclamé como si estuviese loco.
-Pero, si seguimos así, nos atrapará.
-No lo hará. Hay que seguir intentándolo. No te rindas, Roger.
-Tú eres diferente a mí, hermano. Tú eres fuerte. Capaz de enfrentarte a la adversidad. Pero yo no puedo ser igual que tú. Quizás fue el destino lo que hizo que tuviese ese sueño. Para que pudiese evitar que te atrapase a ti.
-¿Roger?
De repente algo me empujó hacia delante, provocando que rodase cuesta abajo por una de las dunas.

Al girarme, me di cuenta de que él ya no estaba sobre mi espalda sino que me miraba desde arriba, donde justo detrás se encontraba el monstruo.
-Por fin podré ver a padre y madre.
-¡Deja de decir tonterías y vuelve aquí!
-Adiós, hermano. Huye de aquí.
La nebulosa lo envolvió hasta que perdí toda visibilidad sobre él para, más tarde, dirigirse hacia mí.

Fue entonces cuando, furioso, cogí el arco y disparé de nuevo al ser. Sabía que no serviría de nada pero me daba completamente igual. Lo único que deseaba en ese momento era acabar con todo y ver de nuevo a mi familia.

Cuando quise darme cuenta, yo también fui rodeado por la inmensa oscuridad hasta que, finalmente, todo se tiñó de negro.

Al despertarme, me encontré sobre la cama de una habitación. Sin embargo, esta era muy diferente a cualquiera en la que había estado hasta entonces. Los utensilios y muebles que me rodeaban era mucho más modernos y el material que cubría techo y paredes tenía diferente aspecto de la madera a la que estaba acostumbrado. A mi lado descansaba una mujer sentada sobre una silla. Pese a lo confuso que me encontraba no tardé en reconocerla.
-¿Mamá?
Ella se despertó de golpe. Y, al verme, comenzó a llorar como si hiciese años que sabía nada de mí para después salir por la puerta y gritar el nombre de otras personas, tras lo cual entraron mi hermano y mi padre seguidos de ella, lanzándome preguntas como si les reconocía o si sabía sus nombres.

Tras aquel suceso, mi madre me explicó que había sufrido un accidente por el cual comencé a perder la memoria poco a poco, siempre a la misma hora, todos los días, de manera que al principio eran pequeñas cosas, pero después empecé a olvidar a mis padres y a mi hermano pequeño.

Finalmente fui sometido a una operación tras la cual estuve en coma durante un par de semanas hasta que finalmente desperté en una de las habitaciones del hospital.

Al escuchar aquella historia, de alguna forma me sentí aliviado. Entonces todo había sido un sueño, aunque tan real que todavía tenía el miedo metido en el cuerpo.
-¿Quieres comer algo? –preguntó mi madre mientras me acariciaba la cabeza.
-Claro. ¿Qué hora es?
-Ahora mismo deben de ser las nueve.
De repente empecé a reírme.
-¿De qué te ríes?
-De nada. No es nada...

jueves, 24 de marzo de 2016

Capítulo 23: El juego de la avaricia



Hacía bastante tiempo que Eri no veía a Reima, por lo que, de por sí, encontrarse con él había supuesto una sorpresa. Sin embargo, lo que más la había desconcertado había sido otra cosa.
-¡¿Eres su padre?! –preguntó la chica señalando a Serah y Ahren, quienes se habían sentado al lado de Reima tras un cálido reencuentro en su casa.
-Así es –respondió el profesor sin inmutarse mientras sus dos hijos asentían satisfactoriamente.
-¡¿Cuándo?! ¡¿Por qué?! ¡¿Cómo?!
-Hace muchos años, porque quise y, con respecto al cómo, supongo que ya te han enseñado en qué consiste...
-¡Para! ¡Para! ¡Hasta ahí llego! –exclamó la súcubo, avergonzada, sabiendo a dónde quería llegar-. Es sólo que...no me cabe en la cabeza...
-Tengo más de mil años...supongo que no esperarías que durante todo ese tiempo no...
-¡Que lo he cogido! –volvió a detenerlo.
-Como sea, es una larga historia y ahora no es el momento para ello así que cambiemos de tema.

La joven no podía evitar tener curiosidad por aquel hecho. Reima siempre le había parecido alguien misterioso, y ese dato suponía un añadido a todo lo que le rodeaba. Además, si él era el padre, ¿quién era la madre de los dos?
-En cualquier caso, te veo bien, Eri. Me han contado que has tenido algunas problemillas por aquí pero veo que has sabido llevarlos bastante bien.
-Creo que aún me queda mucho por mejorar. Mis amigos se han visto envueltos en todo esto, algo que quería evitar, pero no he podido hacer nada. Tengo que esforzarme más para ser capaz de protegerlos.
-Ese es el espíritu. Hay ocasiones en las que no podemos impedir que algunas desgracias sucedan, Eri. No somos omnipotentes. Pero el hecho de mejorar y de apoyarnos en los demás nos hace evitar que vuelvan a ocurrir.
-Lo sé...
-En cualquier caso, ahora que estoy aquí, podré ejercer mi papel como profesor y defender a mis alumnos como es debido.
-Más te vale... –indicó Eri, medio sonriendo.

Después de esto, Reima fue informado de lo sucedido hasta su llegada.
-Otro de los apóstoles, sin ninguna duda... –comentó Reima- En cuanto a lo de los “Dying Walkers” modificados...es un problema. No sabemos hasta que punto pueden llegar ni cuantos de ellos tienen. Incluso si fracasaron en la basílica, probablemente la cantidad sea bastante grande. ¿No ha habido ninguna novedad en América por vuestra parte?
-Nada relacionado con los “Dying Walkers” ni con los apóstoles –declaró Ahren.
-Es por eso que hemos podido dejar la vigilancia en manos de otros y venir a Japón a petición de Derain. Nos dijo que las cosas se estaban poniendo complicadas y ya vemos que es cierto –explicó Serah-. Aunque no esperaba que tuviese que ver con los héroes que derrotaron a los demonios.
-Me temo que eso de héroes está por ver pero no sabremos toda la historia hasta que no lleguen los pecados –dijo Reima mientras miraba a Lilith-. Tú debes de ser la nieta de Satán.
La chica asintió.
-Bien, no te preocupes por nada, nos encargaremos de protegerte a ti también. Si recuerdas algún dato o información que pueda ayudarnos dínoslo.
-Sobre mi madre...
-Derain se ha encargado de pedir que se busque información sobre ella. Al fin y al cabo también es la hija de Satán, si nos enteramos de algo te lo diré.

En ese momento el suelo empezó a temblar.
-¡¿Huh?! ¡¿Qu-qué está pasando?! –preguntó Lilith asustada.
-¡¿Un terremoto?! –la siguió Agramón.
-Je, ya ha llegado –dijo Reima.

De repente todo se volvió oscuro para Eri, desapareciendo de su vista tanto sus acompañantes como su casa.
-¡¿Qué es esto?! ¡¿Qué ocurre?! ¡Hioni-sensei! ¡Lilith-chan! –asustada sintió cómo el tacto del supuesto sofá en el que se encontraba sentada desaparecía, cayendo al vacío- ¡Uaaah! –gritó, intentando sacar sus alas para evitar estamparse contra el suelo (si es que había alguno en aquella inmensa negror que la rodeaba), sin embargo no le dio tiempo a ello, ya que tomó contacto con él pocos metros más abajo, extrañamente, sin dolor ni impacto alguno.

Poco a poco, el mundo a su alrededor fue aclarándose hasta que tomó forma, apareciendo de nuevo ante sus ojos el salón de su casa.
-¿Dónde están los demás? –murmuró ella mientras observaba a su alrededor.
Todo estaba en silencio, y pese a que ahora podía ver algo, la iluminación no era muy buena precisamente.

Levantándose del suelo, se encaminó a la entrada del salón, pretendiendo dirigirse hacia el recibidor, sin embargo, a punto estuvo de caerse otra vez debido al shock que le produjo ver que el pasillo se había alargado considerablemente, siendo incapaz de distinguir nada al final de cada lado. Aquello se le estaba empezando a parecer a una película de terror.

“Si esto es un ataque enemigo ya podrían escoger un método más directo”, se quejó Eri para sus adentros mientras formaba una bola de fuego en sus manos y se disponía a buscar la salida de la casa.

Al cabo de un rato, el escenario todavía no había cambiado, divisando el mismo suelo y las mismas paredes conforme avanzaba. No obstante, finalmente encontró un ligero cambio cuando aparecieron dos puertas, una a cada lado del pasillo.

Pese a que al principio se mostró indecisa, la joven abrió la de la derecha y entró en la estancia poniendo por delante la mano de la que emanaba la llama.

La habitación que se mostró ante ella era enorme, propia de una mansión. Las paredes estaban decoradas con estrellas, y había grandes ventanas en ellas, enseñando el cielo nocturno.
-Mis padres nunca me hablaron de esta habitación –declaró Eri con tono irónico.
-¿Te gusta?
Una repentina luz iluminó el sitio, cegando a la súcubo, quien se cubrió los ojos hasta que éstos se hubieron acostumbrado, permitiéndole observar el resto del cuarto.

Junto a las paredes del lado contrario a la puerta, había varios osos de peluche de distintos tamaños y colores; pegadas a las de los lados, entre los espacios que separaban unas ventanas de otras, varios armarios de madera con forma de animal, haciéndole preguntarse a Eri cómo podría alguien guardar ropa en un mueble con ese diseño; y en centro de la habitación, una cama rodeada de numerosos juguetes de todo tipo. Sin embargo, lo que más le llamó la atención fue la niña que se encontraba de rodillas encima de dicha cama, abrazando uno de los osos de peluche.
-Esto, ¿perdona? –preguntó Eri, confusa por la presencia de aquella extraña en lo que antes era su casa.
-Te he preguntado si te gusta –repitió la pequeña cuyo largo pelo rubio caía por su espalda y se extendía unos centímetros por la superficie del lecho. Su cuerpo no sería mucho más alto que el de Mai, y sus ojos azul claro hacían resplandecer un rostro bello e impoluto que sólo se veía afectado por su expresión enfurruñada.
-Esto...s-sí, claro...
-Mm...yo creo que aún le faltan cosas por añadir pero supongo que por el momento está bien... –comentó la niña desplazando la vista por toda la sala hasta terminar posándola sobre la súcubo-. Tú debes de ser Eri.
-¿Có-cómo sabes mi nombre? –últimamente todo el mundo la conocía pese a que no había reciprocidad por su parte.
-¿Te apetece jugar conmigo?
-Esto...verás, estoy buscando a unos amigos y ando un poco mal de tiempo...
-No pasa nada. Reima y los demás están bien.
-Tú, ¿cómo es que...?
-Vamos, ven aquí, me gustaría conocerte mejor. Por eso te he separado del resto.
-C-claro... –sin saber exactamente qué hacer, Eri decidió que por el momento le seguiría el juego.

Así pues, se acercó a la cama y se sentó junto a la pequeña.
-¿A qué quieres jugar?
-Mm... –la niña caviló durante un tiempo- ¿Qué te parece a “Adivina el demonio”?
-¿”Adivina el demonio”? –no sólo nunca había escuchado hablar de ese juego sino que le sonaba a total y absoluta invención.

En ese momento, una baraja de cartas surgió de entre los juguetes y se movió por el aire hasta quedar suspendida frente a Eri.

Ante los ojos de la joven, las cartas comenzaron a barajarse, a veces dibujando curiosas figuras en el aire mientras se movían de un lado a otro, juntándose y volviéndose a separar hasta formar un mazo.
-El juego es sencillo. Cada carta contiene el dibujo de una raza de demonio. Yo te mostraré tres dibujos y te preguntaré cuál de ellos es tal raza, si aciertas el correcto de entre los tres, ganas, si no, pierdes. No hay segundas oportunidades.
-Entiendo. Y existe algún premio o alguna penalización en alguno de los dos casos.
-Veamos... –la niña volvió a reflexionar, de nuevo se lo estaba inventando sobre la marcha-. Si ganas, traeré a tus amigos a esta sala, si pierdes, te convertirás en mi nuevo peluche principal en lugar de Kumoni –dijo refiriéndose al oso que estaba abrazando.
“¿Acaba de llamar Kumoni a su oso?”, pensó Eri.
-Espera, ¿qué quieres con que me convertiré en tu nuevo peluche?
-¿Necesitas un dibujo también para esto? –preguntó la pequeña claramente irritada- Es muy simple, te transformaré en un adorable osito que pasará a formar parte de mi colección.

La joven no daba crédito a lo que acababa de oír.
-Oye, creo que lo mejor será dejarlo. No tengo intención de convertirme en un peluche así que ya encontraré a mis amigos por mi cuenta.
-Me temo que ya no hay vuelta atrás. Yo siempre consigo lo que quiero. Y si te he ofrecido jugar conmigo estás obligada a jugar conmigo.
-¿No destruye eso el concepto de oferta? –dijo Eri con expresión cansada.
-Como sea, ahora eres mi compañera de juego, y vas a jugar te guste o no.

Dicho esto, el cuerpo de Eri comenzó a moverse en contra de su voluntad.
-¡¿Qué me estás haciendo?! –gritó la chica mientras era obligada a sentarse de rodillas sobre la cama y a mirar a las cartas suspendidas en el aire frente a ella.
-Te realizaré tres preguntas. Y, por supuesto, tienes que acertarlas todas. Comencemos. –indicó la niña.

Acto seguido, tres cartas se separaron de la baraja y se mostraron frente a Eri.
-¿Cuál de ellos es un Dantalion?

La chica observó las cartas de izquierda a derecha.
En la primera aparecía una mujer desnuda con alas, cola, cuernos y orejas puntiagudas. Tenía una mirada seductora, con una de sus manos apoyada en la barbilla mientras la otra se posaba en su vientre.
En la segunda había un hombre sin cara a cuyos laterales flotaban dos rostros, uno con rasgos femeninos y otro con rasgos masculinos; además de esto, el hombre iba vestido con una túnica azul marino y llevaba consigo un libro.
Finalmente, en la tercera se representaba la imagen de una mujer con cabeza de león, extremidades inferiores de pájaro y alas.

Eri no sabía qué contestar. Desde que descubrió que ella misma era una súcubo, decidió leer más sobre otras razas pero no es como que hubiese profundizado mucho en ello.

Así pues, respiró hondo y se dispuso a indagar en los pocos conocimientos que tenía sobre el tema.
“Si no me equivoco la primera es una súcubo. ¿Es así como dibujan a mi raza?”, pensó mientras manifestaba cierta preocupación, “la verdadera duda está en las otras dos pero, si no recuerdo mal, los Dantalion están relacionados con la enseñanza, por lo que el hecho de que el del centro tenga un libro en sus manos...”.

No estaba segura pero tampoco tenía muchas opciones.
-Se te acaba el tiempo.
-¡¿Eh?! ¡No dijiste nada de que hubiese tiempo! ¡Por no decir que es muy poco!
-El juego me lo he inventado yo, así que puedo cambiar las normas cuando quiera.
-Así que reconoces que te lo has inventado... ¡Un momento! ¡¿No es eso injusto?!
-3...2...1...
-¡El del centro! ¡Dantalion es el del centro!
La sala se quedó en silencio durante unos instantes.
-Mm...has acertado... –dijo la niña, apenada e hinchando las mejillas.
Eri suspiró hondo, relajándose.
-Continuamos con la segunda pregunta.

Al instante, las tres cartas anteriores volvieron al mazo mientras otras tres las sustituían.
-¿Cuál de ellos es un Eligos? –preguntó la pequeña.

Eri repitió el mismo proceso de antes, mirando de izquierda a derecha las cartas.
En este caso, la primera tenía la ilustración de un hombre subido a caballo y manejando una lanza.
En la segunda se observaba a otro hombre subido a caballo, la diferencia se encontraba en el color negro del animal además de su aspecto imponente.
En cuanto a la tercera, en ésta se representaba a un soldado con una corona en su cabeza, vestido de rojo y que montaba un caballo también de color rojo.

“¡¿Cómo pretende que lo adivine siendo además tan parecidos?! ¡Incluso alguien que supiese sobre razas de demonios lo tendría difícil!”, se quejó mentalmente Eri.
-Recuerda que tienes poco tiempo.
La súcubo intentó hacer memoria pero ninguna de las descripciones que recordaba correspondía con las ilustraciones. Para colmo de males, el temor de terminar convertida en un juguete de peluche nublaba su mente todavía más.
-Se te acaba el tiempo.
“Tendré que arriesgarme de nuevo”, se dijo a sí misma, sabiendo que las posibilidades eran incluso menores que en la pregunta anterior, ya que no disponía de ninguna pista.
-3...2...1...
-¡La primera! –exclamó la chica en un impulso debido a la presión de su contrincante.

De nuevo, se hizo el silencio en la habitación. Eri mantenía los ojos cerrados, esperando escuchar algún tipo de encantamiento que redujese su cuerpo a un mero montón de esponjosidad achuchable. Sin embargo, no pasó nada, descubriendo, al levantar los párpados, a la niña abrazando con fuerza a su oso, casi aplastándolo, y visiblemente enfadada.
-Has...acertado... –dijo con voz temblorosa.

Eri respiró tranquila. Habiendo acertado dos, ya sólo le quedaba la última. Aunque, conociendo a la pequeña, cualquiera podía fiarse de lo que preguntase ahora.

Fue entonces cuando vislumbró una sonrisa maliciosa en la boca de su adversaria. Las cartas fueron introducidas de nuevo en el mazo pero esta vez no hubo nuevas que las sustituyesen.
-¡¿Otro cambio de reglas?! –exclamó Eri.
-¿Quién soy yo?
Ignorando sus quejas, la niña formuló aquella pregunta, asegurándose de que la respuesta era imposible incluso dejándosela a la suerte. Por el contrario, apenas unos segundos después, Eri ya tenía la contestación.
-Mammon.

Por tercera vez, el silencio se apoderó de ambas. La reacción de sorpresa de la pequeña fue tal que el oso se le escapó de las manos, quedándose en una posición horizontal sobre la superficie de la cama.
-Ah... –un gritito casi inaudible escapó de ella, levantando su mano temblorosa en dirección a Eri- ¿Cómo...lo...?
-¿Cómo lo he sabido? –dijo la súcubo, finalizando la pregunta- Eres la viva imagen de una niña caprichosa, rodeada de los juguetes que quieres, con una habitación enorme con todos los muebles que desees tener y los peluches que necesites. Pero lo que más me llamó la atención fue lo que dijiste antes: que siempre consigues lo que quieres y que a la habitación aún le faltan cosas. Básicamente, avaricia.
-... –la niña no salía de su asombro ante las suposiciones de Eri, quien, con total seguridad, había adivinado su nombre.
-Entonces, tú, ¿eres uno de los pecados? –preguntó la chica de pelo rojizo, desconcertada.

De la nada, aparecieron Reima y los demás en el interior de la habitación. Volviendo a recoger a su oso de peluche y todavía con una mirada incrédula, Mammon había cumplido su promesa en caso de perder en el juego, deshaciendo también su control sobre Eri.
-¿Ya te has divertido bastante, Mammon? –dijo Reima acercándose a la niña.
-N-no esperaba esto...
-Sé que te gustan los juegos pero no entiendo por qué precisamente ella. Es como si quisieras probarla –apuntó Reima.
-Ugh... –Mammon hundió la cara en el peluche.
-¿Qué está pasando? –preguntó Eri cada vez más confusa.
Reima se acercó y señaló a la pequeña.
-Eri, te presento oficialmente a Mammon, el pecado de la avaricia...

viernes, 18 de marzo de 2016

The Legacy of Emil Greenard: Capítulo 6

Kai volvió a la habitación tras haber salido un momento a coger algo de agua para su maestro. Esa pequeña pausa también sirvió para que los demás asimilasen toda la información.

-Así que todos los que estuvimos en Yohei Gakko hemos sido manipulados desde el principio –indicó Quattuor.

-Y los que están ahora también. Pero, ¿cómo lo hizo? –preguntó Miruru.

 

Tras un largo sorbo de agua, pues tanto hablar le había dejado con la boca seca, Eigar suspiró y continuó la historia.

-Lo cierto es que no fue muy difícil. Bajo el nombre de Sarve, y procurando no mostrar su cara, convenció con sus ideas a aquellos con opiniones similares, estableciéndose después como predicadores que ofrecían la salvación y el final de la guerra. Así, se aprovecharon de la desesperación de la gente, utilizando para ello los conocimientos que había reunido durante casi cuatrocientos años de observación.

 

>>Con el tiempo, “Comhairle” cogió forma, llegando a ser reconocida por las tres potencias como una organización diplomática que únicamente buscaba la paz. Pero el único que conocía su verdadero objetivo era el propio Detz.

 

>>Esa situación privilegiada como mediador, le permitió conocer más a fondo el funcionamiento de cada gobierno, así como la situación de otros pueblos y ciudades. Además, le dio libertad para conseguir recursos con los que, tiempo después, construyó las tres Yohei Gakko, lo más apartadas posible de los territorios de las tres potencias para que no fuesen descubiertas.

-¿Ninguno de sus aliados sospechó algo? –preguntó Quattuor.

-¿Por qué iban a hacerlo? Se necesitaban más que palabras para cumplir los objetivos de “Comhairle”, de lo contrario no iban a llegar a nada, además, recuerda que los que crearon la organización con él tenían ideas parecidas a las suyas, compartiendo incluso esa decisión.

 

>>Por otro lado, los estudiantes de Yohei Gakko se infiltraban en territorios de las tres potencias y eliminaban cargos importantes o robaban cargamentos de Radiar, que luego Detz utilizaba para obtener más estudiantes además de otras... cosas...

-¿Qué otras cosas? –preguntó Kareth mientras Eigar se acomodaba en su cama.

-Había un problema en concreto con el que Detz debía tener cuidado. Y era el que él no envejeciese. Imaginaos. Vuestros compañeros no saben nada de vuestra inmortalidad, pero se dan cuenta de que, conforme pasa el tiempo, seguís teniendo el mismo aspecto. Obviamente, empezarían a hacerse preguntas. Por suerte, había una manera eficaz de hacerles olvidar eso.

-El Radiar –sentenció Sarah.

-Detz reconstruyó las instalaciones en el subsuelo de Genese, de las que únicamente dio constancia a los cofundadores de “Comhairle”, a quienes dijo que sólo utilizaría para investigar el Radiar. Entonces, les borró la memoria a todos excepto a un hombre llamado Almir, un discípulo de otro de los fundadores, que idolatraba a Detz hasta el punto de ser capaz de morir por él. En resumidas cuentas, alguien a quien utilizar.

-¿Y nadie investigó por qué de repente el resto de fundadores habían perdido la memoria o por qué “Comhairle” había reconstruido las instalaciones de Genese? Quiero decir, alguien más se daría cuenta de que pasaba algo raro –dijo Kai.

-Como he dicho antes, Detz tenía años de experiencia en observar a los demás. Sabía ganarse su confianza, chantajearles si era necesario, o incluso hacerles olvidar sus sospechas. Los gobernadores de las tres potencias lo consideraban alguien a tener en cuenta como aliado. Que sabía convencer a las masas. Lo que podría serles útil en el futuro. Pero, al mismo tiempo, eso también permitía a Detz tenerlos en la palma de su mano, de manera que no sólo no le investigaron, sino que, si lo hacían, eran engañados fácilmente.

-Quería aparentar que no era así, pero prácticamente tenía a todo el mundo a sus pies –declaró Quattuor.

-Siempre y cuando no hiciese ningún movimiento que se saliese de los límites, sí. El caso es que, tras dejar a Almir al mando, volvió a cambiarse de nombre, poniéndose esta vez el de Detz, y se centró en el proyecto Gaia, coincidiendo ese momento con una ligera recuperación en el estado de la deidad, con quien seguía en contacto. De esa forma, Sarve murió discretamente y respaldado por su subordinado.

-Eso explica el que no haya datos suyos en los registros de Yohei Gakko –indicó Quattuor.

-De hecho, hizo que Almir los eliminase.

 

Tras un corto silencio, durante el cual Eigar esperó alguna pregunta más por parte del grupo, continuó.

-Los primeros en formar parte del proyecto Gaia fueron vuestros padres –dijo mientras miraba a Sarah y a Kareth- Ambos eran científicos brillantes que se unieron a “Comhairle” para continuar con sus investigaciones. No tardaron en llamar la atención de Detz. Sobre todo vuestra madre y sus teorías sobre la resonancia, así como la creación del Sonar.

-¿Sonar? Quinque comentó algo sobre eso. Dijo que producía alteraciones en el Radiar –comentó Miruru, recordando el momento en que lo utilizó contra ella.

-El Sonar emite vibraciones sonoras a distintas frecuencias, resonando con el Radiar y provocando cambios en él. Bien usado, puede incluso controlar a usuarios de Radiar.

-También lo utilizó contra nosotros, pero recuerdo que el único que se vio afectado fue Kai –dijo Kareth.

-¡Je! –rió el hombre-. Imagino por qué. Tenéis un colgante con un anillo que lleva una pluma incrustada, ¿verdad? –dijo, momento en que Quattuor, Sarah y Kareth se lo enseñaron.

-Ese colgante también fue fabricado por Meriah para revertir el proceso de conversión a descendiente de Gaia –señaló Eigar-. Emite una frecuencia continua que afecta mínimamente tanto al Radiar como al Núcleo de Jade que hay dentro del cuerpo con el que está en contacto. Dicha frecuencia, parece que también interfiere con la del Sonar.

-Entonces no nos equivocábamos –comentó Kareth-. Ese colgante impidió que Quattuor y yo formásemos parte del proyecto Gaia.

-Así es. Sarah recibió otro, ya que no se sabía quién de los dos sería el siguiente. Además, vuestra madre trataba de protegeros.

-Meriah... –murmuró Sarah, con expresión melancólica, a la vez que apretaba fuertemente su colgante. De repente, la chica se dio cuenta de algo- Entonces, la vez que asesiné a Yami... –dijo la chica peliazul, poniéndose nerviosa y apoyándose ligeramente en Quattuor para evitar perder la compostura.

-¿Sarah? –preguntó Kareth al ver la reacción de la chica.

-Ahora lo entiendo. Fue por el Sonar. En ese momento, me descontrolé por culpa del Sonar. No llevaba el colgante conmigo. Lo había dejado con Yami.

-¡Unum! ¡Ese bastardo utilizó el Sonar para controlarte y matarle! –terminó su hermano.

-¡Esperad! ¡¿Darker está muerto?! –preguntó Eigar, sorprendido, a lo que Sarah asintió, apretando los dientes al recordarle. Cabizbaja, pudieron verse pequeñas lágrimas cayendo al suelo.

 

En ese momento, sintió una mano sobre su cabeza. Era la de Quattuor, quien acarició suavemente su pelo.

-Ya no hay vuela atrás, peliazul. Tenemos que mirar hacia delante –le dijo. Entonces ella respiró hondo y asintió, enjugándose las lágrimas.

-Yo, como su guardaespaldas, solía dormir en la misma habitación. Recuerdo que en ese momento me fui a la ducha y dejé el colgante sobre una de las mesas. Cuando volví, vi que lo tenía en sus manos. Lo miraba como nostálgico, con una sonrisa en la cara. Entonces me dijo que quería hablar conmigo. Parecía tener algo importante que decirme, pero lo único que me preguntó fue qué tal me había ido el día –contó la joven, con mirada nostálgica-. El mundo a mi alrededor se volvió loco. Todo empezó a dar vueltas y sentí cómo si mi cuerpo no me perteneciese. Después de atravesarle con mi espada, alcancé a coger el colgante poco antes de que me atrapasen, sin oponer resistencia.

 

Al escuchar su historia, Eigar se mostró apenado.

-Darker estuvo luchando contra Detz desde que os sacó de Genese. Hizo mucho más que alguien como yo, que se ha mantenido escondido en este oasis. Si no hubiese sido por él, no estaríais aquí.

-Pero, ¿quién era Darker? –preguntó Kareth.

-Fue uno de los discípulos de Almir, y uno de los sucesores al liderazgo de “Comhairle”. Detz quedó bastante impresionado por sus habilidades como diplomático, y decidió que pasara a formar parte del proyecto Gaia, convirtiéndose así en uno de los líderes oficiales de la organización en lugar de Almir, quien fue “relevado” de su cargo.

-¿Entonces que Detz le contó a Darker sobre el proyecto Gaia?

-Claro. Todos los que formábamos parte lo sabíamos. Y creíamos en sus ideales. Por entonces, lo considerábamos la única solución para salvar el planeta.

-Pero algo os hizo cambiar de opinión –indicó Quattuor.

-Todo ocurrió poco antes de que tú volvieses con Sextus –dijo el hombre, dirigiéndose a Quattuor-. Meriah estaba haciendo pruebas con la tecnología del Sonar para desarrollar mejoras cuando, gracias a la resonancia que produjo el aparato, consiguió algo que hasta entonces sólo había hecho Detz: contactar con Gaia.

-¡¿Contactó con Gaia?! –se sorprendieron todos.

-Por entonces, algo así hubiese sido imposible para un humano normal. Debido al escaso poder de Gaia, el único con el que había podido contactar hasta entonces, había sido Detz. Y un día, gracias al Sonar, Meriah se convirtió en la primera humana, por así decirlo, en lograrlo. Por otro lado, hay que decir que la única manera de entenderla era mediante el Radiar, por lo que fue vuestro padre, Irving, quien desarrolló un aparato que permitiese interpretar las frecuencias con las que resonaba el elemento, y así saber qué quería decir.

-¿Y qué pasó? –preguntó Miruru, intrigada.

-Lo que os voy a contar ahora, fue lo que hizo que nuestra visión sobre Detz cambiase.

 

-Ya estamos los cuatro –dijo el hombre, llamado Irving, a sus otros tres compañeros, entre los cuales estaba su mujer.

 

Era una persona de complexión media, treinta y pocos, con gafas y pelo canoso pese a su edad. Aunque, a primera vista, aparentaba ser reservado, era bastante sociable y activo.

-¿Qué ha pasado? –preguntó Eigar, confuso-. Parece importante.

-Digamos que es algo que no nos esperábamos. Y creo que es mejor que lo sepamos todos. Meriah -continuó Irving, cediendo la palabra.

 

Al mirarla, tato Darker como Eigar se dieron cuenta del traqueteo inconsciente de sus dedos sobre sus brazos cruzados, deduciendo su nerviosismo. Esto no hizo sino incrementar su tensión.

-Como ya sabéis –comenzó ella-, hace un tiempo, realizando una serie de pruebas con el Sonar, conseguí contactar con Gaia –contó, echando un vistazo hacia atrás, donde, encima de una larga mesa de laboratorio, había un cilindro de cristal reforzado, con sendas placas metálicas a cada extremo, que contenía un líquido de color verde brillante. Estaba conectado a un aparato de donde surgían una serie de cables que, a su vez, estaban unidos a un ordenador. En su pantalla, se podía observar una gráfica donde se registraban las diferentes frecuencias de las vibraciones que se producían en el líquido- El caso es que, tras varias conversaciones con ella, Irving y yo hemos descubierto que tiene dudas.

-¿Dudas? –preguntó Darker, frunciendo el ceño- ¿Qué quieres decir?

-Quiero decir que no está segura de llevar a cabo el proyecto Gaia. No puede perdonar a los humanos pero, al mismo tiempo, tampoco puede dejar de amarlos. Si es así, hay algo que no encaja. Detz sigue diciendo que la decisión de Gaia es la misma que al principio.

-Pues sí que era inesperado –comentó Eigar.

-Es posible que Detz no lo sepa. Será mejor que lo hablemos con él cuanto antes y decidamos qué hacer –sugirió Darker.

-De hecho, ya teníamos pensado hacerlo, pero antes queríamos saber vuestra opinión –declaró Irving-. Iré yo mismo. Ya os contaré cómo ha ido.

 

-¿Quieres decir que existe la posibilidad de que Gaia cambie de opinión? –preguntó Quattuor- Qué extraño. Ninguno de los descendientes sabíamos nada.

-Puede que, de haberlo sabido, hubiese afectado negativamente a vuestro núcleo, transformando vuestra personalidad, aunque es sólo una teoría. En cualquier caso, aquel descubrimiento no fue lo que desencadenó nuestra salida del proyecto Gaia, sino algo mucho peor.

 

Meriah caminaba de un lado a otro. Hacía rato que Irving había ido a hablar con Detz y todavía no había vuelto, por lo que, impaciente, decidió ir ella misma.

 

Al llegar  frente a la puerta del laboratorio de Detz, escuchó los gritos de Irving.

-¡Eres un traidor!

-No, lo que yo busco es la mejor para la humanidad. Y será mejor que no hables sobre ello con nadie o acabarás mal

-¡¿Me estás amenazando?! ¡Jamás permitiré que te salgas con la tuya!

-No digas que no te avisé.

 

De repente, se escuchó un disparo, haciendo que Meriah se echase las manos a la boca.

 

Al otro lado de la puerta, Detz suspiró.

-Mierda... ¡Mierda! ¡Mierda! ¡¿Por qué me has tenido que obligar a esto?! ¡Maldita sea! –dijo el científico. Justo después, se escuchó un objeto siendo arrojado contra el suelo- Tendré que pensar en algo que decirles a los demás.

 

Tras aquello, Meriah se marchó corriendo de allí. Al llegar a su laboratorio, sus piernas cedieron ante el miedo, cayendo de rodillas al suelo mientras una mezcla de ira, sorpresa y dolor inundaban su mente, estallando en lágrimas y gritos de rabia e impotencia.

 

-Más tarde, Meriah nos contó lo sucedido. Jamás la había visto así. Y aunque nos costaba creerlo, no teníamos motivos para dudar de ella. Mucho menos en ese estado. Además, el hecho de que Detz desviase el tema o nos diese una excusa poco creíble, ayudaron a reforzar sus argumentos. Diría que hasta el propio Detz sabía que sospechábamos de él, pero, en ese momento, ni a él le convenía matarnos, ni a nosotros enfrentarnos a él. No, al menos, sin un plan.

 

>>Así fue como Meriah comenzó a fabricar un arma que anulase la regeneración de Detz y lo destruyese. Sabía que tenía poco tiempo antes de que él la descubriese, pero, con la poca ayuda que pudimos prestarle, trabajó día y noche para ello, así como para hacer los colgantes que os dio.

-¿Y no intentó advertir a Gaia? Dijiste que consiguió comunicarse con ella –preguntó Miruru.

-No sirvió de nada. Gaia confía demasiado en Detz. Además, a pesar de que sabía que él tramaba algo, al no escuchar nada de su conversación con Irving, no logró descifrar qué.

-¿Qué pasó con el arma? –preguntó Kai.

-Quedó incompleta. Cuando se enteró de que Quattuor había traído a Sextus consigo, decidió acelerar el plan, pensando que la mejor opción era escapar junto con vosotros, lo que alteraría los planes de Detz durante el tiempo suficiente como para terminar el arma.

-Pero no sobrevivió –intervino Quattuor.

-Así es. Yo... no llegué a tiempo para salvarla. Me envió a recoger el arma, así como los diseños de su fabricación, y me dijo que me reuniese con ellos fuera de las instalaciones. Puesto que era el único con habilidades especiales, huir por mi cuenta no sería un problema. Aun así, un mal presentimiento me hizo ir hasta ellos. Luché, pero fracasé. Y al final, acabé huyendo con el rabo entre las piernas.

-Hiciste lo que pudiste –le animó Kareth.

-Me uní al proyecto Gaia porque me consideraban un prodigio en Yohei Gakko. Uno con habilidades por encima del resto. Mi misión era proteger a los miembros del proyecto. Y cuando llegó el momento en que más lo necesitaban, no pude hacerlo.

-No fuiste el único –dijo Quattuor-. Yo también pude haber cambiado las cosas, pero no fui capaz. Aun así, al igual que le he dicho a la peliazul, por mucho que nos lamentemos, debemos seguir adelante. Quizás, ésa sea nuestra manera de redimirnos.

-¡Je! Has cambiado, Quattuor. Aunque me pregunto si ha sido sólo cosa del colgante.

-¿Qué pasó después? –preguntó Kareth.

-Tiempo después, ataqué de nuevo las instalaciones e intenté eliminar a Detz junto con ellas, pero no sirvió para nada. Al final, fui perseguido hasta que logré refugiarme en este oasis, donde me he ocultado todo este tiempo.

-¿Y Yami? –preguntó Sarah.

-La última vez que hablé con él, me dijo que había conseguido poneros a salvo, pero que la situación era muy complicada, ya que, dentro de “Comhairle”, había miembros que seguían creyendo en la palabra de Detz. Y esos mismos miembros fueron los que intentaron secuestraros y llevaros de nuevo con el proyecto Gaia. Por suerte, Darker tuvo cierta ventaja, al haber formado parte de éste, además, contó con aliados de confianza, gracias a los que logró recuperar a uno de vosotros.

-¿Uno de nosotros? –se extrañaron Kareth y Sarah, mirándose entre ellos.

-Parece que ambos conseguisteis escapar de vuestros secuestradores, sin embargo, en ese mismo proceso, os separasteis. Al final encontraron a Sarah, pero no consiguieron dar contigo. Fue más tarde cuando descubrieron tu paradero.

-La Yohei Gakko del manejo de armas –sentenció Kareth, a lo que Eigar asintió.

-Varios miembros allí te acogieron. Para cuando Darker te hubo encontrado, ya habías perdido la memoria. Entendiendo lo difícil que sería que volvieses a lidiar con tu pasado, y que eso podría ponerte en peligro, decidió dejarte allí, por el momento, donde pensó que estarías más seguro.

-Pero eso no explica por qué yo también perdí la memoria –declaró Sarah.

-A tu corta edad, entendías lo suficiente como para saber que tus padres habían sido asesinados y que tu hermano se había administrado Radiar. Así que, sin que Darker se enterase, te lo inyectaste tú misma para poder luchar junto a tu hermano. Si Darker no te dijo nada fue porque, al igual que Kareth, no te consideró preparada para enfrentarte a ello.

 

Una vez terminada la historia, todo se quedó en silencio, por lo que Eigar consideró que no había mucho más que decir.

-Todavía me cuesta creer que Darker haya muerto –dijo-. Siempre estaba alerta ante el proyecto Gaia.

-No conocía a Unum, quien consiguió infiltrarse en “Comhairle” sin que se diese cuenta. Aun así, sospechaba que alguien iba tras él. Quizás, por eso fue a la Yohei Gakko donde estaba Kareth e intentó contároslo todo –explicó Quattuor.

-Dime una cosa Eigar, ¿qué le ocurrió al arma que no llegó a terminar nuestra madre? –preguntó Kareth.

-Todavía la tengo. Está enterrada cerca de aquí. Podéis llevárosla si queréis, estoy seguro de que sabréis qué hacer con ella –dijo Eigar, cogiendo de la mano a Kareth y Sarah-. Siento que hayáis tenido que llegar a esto. Fue por nuestra culpa, por creer en Detz, que hemos puesto el futuro de este planeta en peligro. Pero puede que aún exista una forma de detenerle, así que, aunque siento tener que pediros esto, no dejéis que el proyecto Gaia se lleve a cabo.

-Lo haremos –dijeron a la vez los hermanos.

 

Más tarde, siguiendo las indicaciones de Eigar, todos excepto Kai fueron a desenterrar el arma de Meriah.

-Ha sido una conversación bastante larga –dijo Kai.

-No estoy acostumbrado a tener visitas. Tampoco a hablar durante tanto tiempo. Vuelvo a tener la garganta seca –declaró Eigar.

-Oye, maestro. Hay algo que quiero preguntarte. Aquella vez, cuando dijiste que el destino me deparaba un papel importante. Que mi poder iba más allá de las reglas. Recuerdo que, en ese momento, no supiste decirme por qué.

-Ah, lo recuerdo, sí.

-¿Sabrías decírmelo ahora? –preguntó el chico, dejando al hombre pensativo.

-Dime, Kai, ¿conoces a Jared?

-¿Jared? Me suena de algo.

-Es el ser que domina el mundo de los espíritus y las almas con las que nosotros hacemos contratos.

-¿Has llegado a verle alguna vez?

-No. Para llegar hasta él, necesitas haber hecho contrato con al menos dos de los cuatro Infernos y, por supuesto, recibir sus recomendaciones.

-Entiendo.

-Si hablas con él, Kai, es posible que consigas tu respuesta.

-Gracias, maestro.

-Aah, ya no me queda mucho, chico. Dentro de poco dejaré de moverme. Al menos entonces podré a unirme a Meriah, Irving y Darker. Me alegra haberos visto una última vez antes de morir –dijo, con tono nostálgico- Una cosa más. Quisiera que llamases a Kareth y a Sarah. Hay algo que me gustaría decirles antes de que se marchen.

domingo, 6 de marzo de 2016

The Legacy of Emil Greenard: Capítulo 5

-¡¿Hermanos?! –se sorprendió Miruru.

 

Al mismo tiempo, Kai e Ivel se giraron hacia ellos, intentando buscar una explicación. Por su parte y la de Quattuor, no hubo apenas reacción.

-No parecéis muy sorprendidos –resaltó Eigar.

-Lo cierto es que ya habíamos barajado esa posibilidad desde que Quattuor nos contase cómo escapamos del proyecto Gaia –comenzó Kareth.

-Que no estuviesen seguros de quién de los dos iba a ser el próximo descendiente también nos dio algunas pistas. La teoría de que tuviésemos algún parentesco parecía la más lógica –añadió Sarah, asintiendo.

-En efecto, la predicción que recibió Detz de Gaia decía que el bebé que tuviese vuestra madre sería el próximo descendiente. Ninguna información más al respecto. Por tanto, cuando nacieron mellizos, se complicaron un poco las cosas –explicó el hombre.

-Mellizos... todavía no me lo termino de creer... –intervino Miruru, sintiéndose perdida.

-¿No estás exagerando un poco? –comentó Kai, con una sonrisa irónica.

-En cualquier caso, ¿cómo terminamos separados si escapamos de allí los dos juntos? –preguntó Sarah.

-Sí, ella estaba con Darker, mientras que yo vivía en Yohei Gakko. Además, ¿qué pasó para que ambos nos sometiésemos a la inyección de Radiar? –continuó Kareth.

-¡Alto! Una cosa detrás de otra. Si queréis conocer todas las respuestas, tendré que empezar desde el origen de todo. Y con ello me refiero a hace 500 años.

-¿500 años? –se extrañó Kai- Eso queda en los inicios de la guerra, ¿no es así?

-De hecho, antes incluso –corrigió el hombre, confundiéndoles- Ésta es una historia que me contó Detz cuando yo todavía formaba parte del proyecto Gaia. Una historia sobre él mismo y lo que dio lugar a la Guerra Eterna. Y es que el verdadero nombre de Detz no es otro que Emil Greenard.

 

Se hicieron unos segundos de silencio durante los cuales nadie reaccionó. Pasado ese tiempo, hasta Quattuor parpadeó incrédulo, decidiendo prestar más atención a lo que Eigar tenía que decir.

-¡¿Eh?! –exclamó Miruru, quien fue la primera en hablar tras aquella revelación- ¡¿Te refieres al descubridor del Radiar?!

-¡¿El mismo científico que mostró al mundo su existencia y sus propiedades?! –añadió Kareth.

-¡¿No murió durante la explosión en Genese?! –les siguió Sarah.

-Eso fue lo que pensó el resto del mundo, pero lo cierto es que aquella explosión provocó que se transformase en un ser inmortal.

-Y, por ello, ser capaz de vivir hasta el día de hoy. –sentenció Kai.

-Exacto. La intención que tenía Emil por aquel entonces era probar la existencia de Gaia, algo que, incluso a día de hoy, sigue siendo una leyenda. Con ese fin, se establecieron instalaciones de investigación debajo de lo que posteriormente sería Genese.

-Ahí es donde se encuentra el centro de mando del proyecto Gaia, ¿cierto? –indicó Quattuor.

-Antes de crear el proyecto Gaia, Emil... quiero decir, Detz... ¡Bueno, qué más da! El caso es que reconstruyó esas instalaciones para usarlas en sus propios fines.

-¿Él solo? –preguntó Miruru, a lo que Eigar respondió negativamente con la cabeza.

-Para entonces ya contaba con ayuda, pero eso es algo que os contaré después. Antes de la guerra, allí se realizaban diversos experimentos para intentar contactar con Gaia. De entre ellos, sin embargo, destacaban dos: el primero, el desencadenamiento de ondas sísmicas artificiales y controladas; y el segundo, crear un espacio natural lleno de flora y fauna. Ambos con el fin de estimular y atraer el núcleo del planeta a la superficie.

 

>>Por desgracia para ellos, no obtuvieron ningún resultado. Lo que llevó a que el futuro de la investigación se viese amenazado pese a la insistencia, por parte de Emil, en que aquello supondría un gran paso en la evolución humana.

 

>>Entonces, cuando todo parecía perdido, ocurrió un milagro –continuó Eigar mientras contaba aquella historia tal y como lo hizo Detz.

 

-¡Sr. Greenard! ¡Se han registrado ondas sísmicas en la habitación número treinta! –exclamó uno de los ayudantes del científico tras observar una gráfica en uno de los ordenadores- ¡Ahora mismo, ningún miembro del equipo está en esa habitación!

-¡¿Una respuesta?! ¡¿Será posible que por fin haya decidido comunicarse con nosotros?! –exclamó Emil, emocionado- ¡Iré yo! ¡Quiero comprobarlo con mis propios ojos! ¡Me mantendré en contacto con vosotros! ¡Mientras tanto, vigilad que los registros no excedan los límites y, en caso de que sea así, iniciad la evacuación inmediata!

-¡Entendido!

 

Rápidamente, el hombre recorrió el pasillo hasta llegar a dicha habitación. Se trataba de la única donde se había experimentado con un espacio natural apenas separado de las explosiones utilizadas para generar ondas sísmicas. Pese a los riesgos que esa opción suponía, era una de las últimas bazas que les quedaban para llamar la atención de Gaia.

 

Así pues, cuando entró, encontró una parte del suelo cubierta por tierra blanda pero infértil, y, al lado, otra donde crecían múltiples plantas mediante luz artificial y correteaban pequeños animales adaptados al terreno. El espacio era bastante amplio, por lo que, al principio, no percibió ningún cambio que llamase su atención.

 

Con curiosidad, se introdujo en aquel sitio, observando atentamente su alrededor, en busca de algún indicio relacionado con los registros que acababa de ver, pero, conforme más se adentraba, más se desilusionaba, al comprobar que todo seguía igual.

 

En ese momento, se dio cuenta de que varios de los animales lo miraban atentamente. Organizados en grupos, algunos roedores lo habían estado siguiendo sin que se diese cuenta, escondidos entre la vegetación. Entonces, llegado el momento, habían decidido salir a su encuentro, lo que provocó que diese un paso atrás, sorprendido por aquel extraño comportamiento.

-¿Eres un humano? –dijo, de repente, uno de los animales. Su voz sonaba como la de una mujer.

-Sí –afirmó él, confuso y ligeramente asustado.

-Así que eres un humano. –repitió aquella voz mientras aquel grupo de animales seguía acercándose a él.

 

Al mismo tiempo, la arenisca de la superficie se levantó con el viento producido por la ventilación mecánica, dando lugar a que formase una especie de cara.

-Sois... extraños... y a la vez tan... interesantes. Habéis conseguido crear una sociedad y unas reglas para mantener el orden... habéis fabricado tecnología para superar vuestras debilidades... vuestros sentimientos os llevan a proteger aquello que queréis... y sabéis aprovechar recursos siendo consecuentes con ellos. Nunca pensé que llegaríais tan lejos.

-¿Eres Gaia? –preguntó Emil.

-Así me llamo... así me llamáis... aunque a lo largo del tiempo es posible que haya tenido otros nombres...

-Increíble. Me honra que te hayas atrevido a contactar con nosotros. Sin duda, esto es un hecho histórico. Un cambio que dará lugar a una nueva evolución para la raza humana. Pero, hay algo que me gustaría preguntarte ¿por qué has decidido venir?

-Desde que empezasteis a evolucionar, me he sentido atraída por vosotros. He querido conoceros más y entender vuestra forma de vida... ver hasta dónde sois capaces de llegar por conseguir que el planeta que he creado llegue a su máximo esplendor y se convierta en la mayor fuente de existencia... por ello, he decidido daros un pequeño regalo... como ayuda en vuestro camino.

-¿Un regalo? ¿Qué clase de regalo?

-Al unir vuestros cuerpos con él, seréis capaces de ir más allá...

 

De repente, justo debajo de Emil, el suelo comenzó a temblar, haciéndole perder el equilibrio y caer al suelo mientras observaba cómo se producía una grieta en la superficie.

 

A partir de esa grieta, una gran roca ascendió hasta lo más alto de la sala, deteniéndose en unos veinte metros, según calculó.

 

Desde la cima, vio caer un líquido color verde brillante, formando pequeñas piedras del mismo color conforme descendía, desapareciendo en el interior de la fisura.

-¿Este es nuestro regalo? –preguntó el científico, maravillado por lo que acababa de pasar.

 

-Así fue como creó el Radiar, ¿eh? –comentó Kareth.

-Sí. Tras aquel encuentro, Emil experimentó e investigó con aquel líquido. Puesto que la aparición de Gaia había supuesto un gran avance para su proyecto, la financiación ya no suponía ningún problema, lo que le permitió hacer mayores descubrimientos como, por ejemplo, que aquel líquido no tenía relación con ninguno de los otros elementos químicos ya existentes, sino que se trataba de uno nuevo.

 

>>Además, podía permanecer tanto en estado sólido como líquido, desconociéndose si también tenía estado gaseoso, ya que no había forma, conocida por el hombre, de hacerlo cambiar a dicho estado.

 

>>También realizó experimentos en animales e incluso en plantas, observando su desarrollo y descubriendo cómo adquirían una inteligencia superior y capacidades físicas inusuales.

-E imagino que, después de eso, se harían experimentos en humanos –dijo Kai.

-Viendo los resultados obtenidos en otros seres vivos, no fueron pocos los que se presentaron como voluntarios. Ni qué decir que el interés de los que financiaban el proyecto, así como de otros, había aumentado considerablemente.

 

>>Por otro lado, Emil siguió en contacto con Gaia. Pasando a comunicarse con ella a través de la roca en la habitación número treinta, y que, al parecer, formaba parte de ella al igual que el Radiar.

 

Por lo que me contó, el nombre del elemento lo decidieron entre los dos, con motivo del brillo que emitía y del futuro que ambos esperaban con su uso.

-Una pregunta, ¿cómo es que el Radiar llegó a extenderse tanto pese a sólo apareció en esa habitación? –preguntó Sarah.

-El Radiar se extendió rápidamente por toda la corteza terrestre a partir del que emanaba de aquella roca. Para cuando ésta hubo desaparecido, ya había una gran cantidad en el subsuelo –respondió Eigar.

-¿Dices que la roca desapareció? –se extrañó la chica.

-Así es –dijo el hombre, antes de continuar-. Los humanos con los que se experimentó comenzaron a mostrar capacidades extraordinarias: control de elementos, fuerza sobrehumana y un largo etcétera de habilidades. Sin embargo, se dieron cuenta de que perdían sus recuerdos anteriores a la administración. Además, aquellos que usaban con muchísima frecuencia sus habilidades acababan teniendo algunos problemas de descoordinación, como, por ejemplo, querer mover un brazo y tardar tiempo en hacerlo o quedarse paralizados durante pequeños periodos de tiempo.

 

>>Emil habló de ello con Gaia, quien no supo el porqué de aquellos efectos secundarios. El ser humano debería haber sido tan afín al Radiar como lo habían sido los animales y las plantas, no debería haberse producido ningún problema.

-¿Quieres decir que todos los defectos que produce el Radiar fueron un imprevisto?

-Exacto. Así que, al no encontrar motivo, Emil investigó sobre ello, pero la única conclusión a la que llegó fue que hubiese una inestabilidad en el potencial de acción provocado por el Radiar.

-¿Potencial de acción? –preguntó Miruru.

-Para llevar la información desde el cerebro hasta el resto del organismo y viceversa se produce la entrada y salida de iones (átomos con carga eléctrica positiva o negativa) sodio y potasio en las membranas de las neuronas, dando lugar a cambios de carga negativa a positiva y de positiva a negativa, formándose, como consecuencia, una onda de descarga eléctrica que se transmite a lo largo de la neurona y se dirige a la siguiente neurona por medio de lo que se denomina como neurotransmisores, continuándose el mismo proceso. Estos cambios de carga en la membrana celular se denominan potencial de acción.

 

>>Debido a que el Radiar actúa como otro elemento químico, participa como un ión que permite el acceso de otros iones y neurotransmisores a todo el cerebro, superando sus límites y permitiendo el desarrollo de habilidades, pero, asimismo, Emil llegó a la conclusión de que, al entrar el Radiar en la membrana celular junto a los iones sodio y potasio, desestabilizaba las cargas positivas y negativas, dando lugar a que el voltaje eléctrico fuese más alto o más bajo de lo normal, causando una degeneración neuronal que conlleva a su destrucción.

 

Esto no tenía sentido, ya que en animales no había ocurrido.

-¿Entonces? –preguntó Miruru, extrañada.

-Esto no lo descubriría Emil hasta mucho después del incidente de Genese. Y es que el Radiar actúa como un ser vivo independiente de Gaia, pese a ser parte de ella. Por tanto, al mismo tiempo que se adentra en cada rincón del cerebro, interpreta las emociones que hay en éste.

-¿Y eso qué tiene que ver con que provoque efectos secundarios? –preguntó, esta vez, Kai.

-Pues que el propio Radiar considera al ser humano peligroso para utilizarlo, secretando, en consecuencia, una especie de toxina o sustancia que daña la neurona y la destruye poco a poco.

-Es decir, que al conocer al ser humano en profundidad, lo consideró emocionalmente inestable, e indigno de evolucionar, ¿no es así? –explicó Kareth.

-Y no se equivocó. Es como si hubiese intentado advertir a Gaia –apuntó Sarah.

-Ahora que lo pienso –comentó Kareth, deteniéndose a meditar durante unos instantes-. Justo antes de transformarme por primera vez, escuché una voz en mi interior. Aquella voz se refería a sí misma en plural. Me dijo que yo era diferente a los demás. ¿Es posible que fuese el Radiar?

-Estoy casi seguro –respondió Eigar.

-¿Eso significa que el Radiar me considera digno?

-Y no eres el único. También Detz.

-¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! –se sorprendió el chico.

-El Radiar es independiente de Gaia, pero no deja de formar parte de ella. Y puesto que ella lo tiene en alta estima, el Radiar también. En cualquier caso, ¿a qué te referías con lo de “transformación”? –preguntó el hombre, a lo que el chico respondió cambiando de forma su brazo y mostrándoselo a Eigar- Entiendo. La transformación es diferente, pero sí que me recuerda a la de Detz.

-Pero la de Detz, tiene una forma más... humana –destacó Kareth.

-Eso puede ser debido a que es más evolucionada que la tuya.

-Volviendo al tema, ¿qué ocurrió después de que aparecieses los efectos secundarios? –interrumpió Kai.

-Las autoridades de los distintos gobiernos empezaron a presionar a Emil para tener acceso al elemento, pero él se mantuvo firme en que, mientras provocase esos efectos adversos, nadie más debía usarlo.

-Y, por supuesto, no le hicieron caso –comentó Quattuor.

-Una noche, un grupo de soldados armados, enviado por uno de dichos gobiernos, se infiltró en las instalaciones, destruyendo la seguridad y matando a cualquiera que los descubriese. Tenían como objetivo la roca donde se originaba el Radiar, decididos a hacerse con ella por la fuerza –continuó mientras rememoraba la historia.

 

Cuando el grupo armado llegó a la habitación número treinta, se encontró con que el científico ya los estaba esperando junto a un grupo de voluntarios sometidos al Radiar.

-No esperaba que nos descubrieses, Emil –dijo el líder del equipo-. Haznos el favor de estarte quietecito mientras nos llevamos esa roca y te prometo que nadie saldrá herido.

-¡Ja! ¡A saber a cuántos habéis matado ya para llegar hasta aquí! ¡No puedo fiarme de vosotros, y del gobierno! ¡Ya les he advertido de los efectos negativos del Radiar y, aun así, prefieren el poder a la seguridad de sus gentes! ¡Son una decepción para Gaia y para la raza humana!

-El poder permitirá lograr un mayor orden mundial –replicó el soldado.

-O de acabar con él por completo –contraatacó Emil.

-¡Lo que tú digas, pero quitaos de en medio u os quitaremos por la fuerza!

-¡Que así sea!

 

Haciendo cumplir sus amenazas, los soldados fueron los primeros en atacar, aunque sus balas no llegaron a tocar al científico y su grupo, gracias a que uno de ellos situó enfrente una barrera de viento. Sin embargo, esto no amedrentó a los soldados, quienes lanzaron una granada cegadora que hizo cesar la barrera y les permitió reiniciar su acometida.

 

La batalla estaba igualada, ya que, pese a que los soldados eran menos fuertes que el otro grupo, eran más numerosos.

 

Mientras tanto, Emil se mantuvo junto a la roca con una mano sobre ella, hablando con la Gaia.

-Lo siento. Parece que no somos como esperabas.

-¿Por qué? ¿Por qué os peleáis?

-Por poder. Creíamos estar por encima de la corrupción del poder, pero tan sólo era una ilusión.

-Pero tú eres diferente.

-Es posible que los haya como yo, pero ni siquiera en ellos se debe confiar, ya que nunca sabes cuando cambiarán de opinión.

 

En ese momento, una granada fue lanzada cerca de ellos, explotando en el acto y lanzando a Emil al suelo.

 

Cuando abrió los ojos, la mitad de abajo de su cuerpo había quedado prácticamente destrozada, sus oídos le pitaban y parte de la roca había quedado hecha pedazos.

-G-Gaia... –dijo Emil, con un hilo de voz.

 

Entonces, se produjo una distorsión a partir de la fisura, emitiéndose un brillo color verde que se expandió a su alrededor como una onda, desintegrando todo a su paso, a excepción de Emil, quien había alcanzado a tocar la superficie de la roca justo antes.

 

-Tras aquello –continuó Eigar-, Emil se despertó debajo de un montón de escombros. Al salir, sólo había arena, ceniza y trozos de cemento y metal. Acababa de ocurrir el incidente de Genese.

 

>>Cuando el resto de gobernantes se enteraron de que otro había intentando adelantárseles, estallaron todas las tensiones entre ellos, comenzándose así una guerra por el monopolio del Radiar bajo tierra. La Guerra Eterna.

 

>>Por otro lado, Emil se dio cuenta de que la mitad inferior de su cuerpo de su cuerpo se había recuperado de sus heridas, descubriendo más tarde que poseía una regeneración fuera de lo normal. Además de que, por más que pasaban los años, no envejecía.

 

>>Condenado a vagar por aquel mundo, vivió los horrores de la guerra. Humanos destruyendo el planeta en su día creado por Gaia.

 

>>De esa forma, acabó desarrollando un gran odio por su propia especie. De hecho, una vez aprendió cómo usar su transformación, pensó en atacar por su cuenta a cada uno de los bandos, pero consideró que aquello sólo conseguiría empeorarlo todo. Y tampoco creyó que un solo hombre pudiese contra el mundo por mucho poder que hubiese conseguido.

 

>>Habiendo perdido toda esperanza, y sin saber cómo contactar con Gaia, pensó incluso en quitarse la vida, pero incluso eso le pareció imposible debido a su capacidad regenerativa.

 

>>Finalmente, Gaia contactó con él. Habiendo perdido gran parte de su poder por culpa de la destrucción de aquella roca, y habiendo sufrido tanto o más que él por no poder detener la destrucción del planeta, por fin pudo hablar con Emil, a quien explicó que, después del incidente de Genese, se había convertido en una pequeña parte de ella.

 

>>Entonces, puesto que todavía confiaba en él, le pidió ayuda para desarrollar su plan. Un plan que haría renacer el mundo, evitando el nacimiento del ser humano. Pero, para ello, necesitaba encontrar la forma de volver a la superficie.

 

>>Por supuesto, Emil aceptó de inmediato, viéndose de nuevo con un objetivo en la vida: eliminar a la especie humana y salvar el planeta.

-Y así fue como nació el proyecto Gaia –dijo Kareth.

-En realidad, hay algo más que se creó antes de eso.

-¿El qué? –preguntó Sarah.

-Gaia necesitaba, entre otras cosas, una gran fuente de energía producida por el choque de fuerzas entre usuarios de Radiar, algo así como la “chispa” para traerla de vuelta. Así que debía reunir la mayor cantidad posible de ellos.

 

-No me digas que... –dijo Quattuor, entendiendo a qué se refería.

-Exacto. Emil fue quien creó “Comhairle”.