miércoles, 20 de diciembre de 2017

Capítulo 39: La prueba de Akira



Viendo que se encontraban en desventaja numérica, Thomas, aprovechando el apoyo de Philip aumentó el número de gigantes, a los que añadió una serie de autómatas con forma de tigre, sólo que ligeramente más grandes que los originales, de color gris y ojos completamente blancos, faltos de pupilas.

Debían de haber como unos quince gigantes y ocho tigres. Un ejército de veintitrés individuos a los que se sumó Andrew, quien estaba preparado para lanzar sus cuerdas en cuanto se le presentase la oportunidad.

No hacía falta hablar de cómo había quedado el área del combate, con las casas reducidas a escombros y cualquier otro elemento del paisaje, como árboles o jardines, destrozado. La mayor parte de la culpa la tenían los gigantes, que ocupaban una buena parte del espacio, pero también había que adjudicársela a Beelzebub, cuyo tamaño superaba al de éstos. Si no hubiese sido porque se encontraban en la realidad de Mammon, aquello se habría convertido en un desastre.

Así pues, fueron los gigantes los que tomaron a iniciativa, esta vez, ayudados de un aura azul que rodeaba todo su cuerpo. Los tres que estaban al frente cargaron contra Beelzebub, quien los contuvo lo mejor que pudo, notando una diferencia en su fuerza con respecto a la de antes.
-Así que para eso sirve el aura azul –dijo mientras retrocedía un par de pasos-. ¡No me subestiméis! -consiguiendo detenerlos, el pecado extendió sus patas hasta rodearles con ellas- ¡Veamos que tal se os da volar!
Dicho esto, alzó el vuelo, llevándoselos consigo lo más alto que pudo y, tras girar sobre sí mismo, los lanzó hacia el suelo, chocando contra otros dos. Acto seguido, se dejó caer encima de ellos, descendiendo como un misil, con sus extremidades posteriores por delante. De esta manera, terminó destruyendo el cuerpo de cuatro, quedando rodeado por los demás.

Mientras tanto, a una altura mas baja, los tigres se dividieron en dos grupos y acometieron contra los tres pecados restantes. Sin embargo, se detuvieron en el acto, encarándose unos con otros, dispuestos a pelearse.
-¡Oh, no! ¡Otra vez no! –exclamó Philip, volviendo a aplicar el aura de color rojo alrededor de ellos, liberándolos del control de Bel.
Al ver que su técnica no había tenido efecto, la demonio se puso en pie pese a seguir, aparentemente, durmiendo.
-¡Dejémosle esos animales a Bel-chan y encarguémonos de los demás gigantes y de Andrew! –le dijo Levi a As, quien asintió a la vez que observaba al apóstol acercarse.

Bel caminó hacia los tigres, los cuales la observaban con expresión fiera aunque manteniendo las distancias. Pasaron unos segundos hasta que uno saltó hacia ella, quien lo esquivó dejándose caer sobre el suelo.
Un segundo fue detrás, aterrizando en superficie, ya que su objetivo rodó por el suelo lo suficiente como para evadirlo, incorporándose sin siquiera utilizar las manos y devolviéndole el ataque por el costado, lo que provocó que el tigre saliese despedido por el aire hasta chocar contra los escombros de una de las casas.

Tras esto, se acercó a otro de ellos, dando giros sobre sí misma como un tiovivo y finalizando el último con una patada en la mandíbula del autómata, dejándolo K.O. Esto último provocó que sus enemigos se volviesen más precavidos, decidiendo rodearla entre cuatro y embestirla en diagonal uno tras otro, con el fin de no darle tiempo para contraatacar. Por desgracia para ellos, Bel resultó ser más rápida, ya que, tras saltar para evitar las fauces del primero, se deshizo del que vino después con una patada giratoria en el aire, aterrizando posteriormente con la planta de sus dos pies sobre la espalda del que le había atacado antes. Previendo el ataque de un tercero, arqueó su espalda para evadirlo. Entonces, aprovechando que el abdomen del autómata había quedado indefenso, dirigió un rodillazo al mismo, levantándolo en el aire al mismo tiempo que daba una voltereta hacia atrás para crear espacio y lo sentenciaba con una patada hacia delante, una vez situado a su altura.

Por otro lado, Levi puso varias barreras de agua para protegerse de la carga de otros cinco gigantes.
-¡As-chan! ¡Plan de inundación! ¡Necesito que les entretengas hasta entonces! –pidió la demonio.
-¡Espera! ¿¡Yo solo!?
-¡Bel-chan y Ze-chan están ocupados ahora mismo! ¡Eres al único al que puedo recurrir para que me cubra!
-¡Más vale que me lo pagues después!
-¿Estás seguro de que quieres hacer así las cosas? –preguntó ella cambiando el tono de voz.
-Vale, lo siento...

Deshaciendo las barreras de agua, se echó hacia atrás y comenzó a concentrar Setten en su cuerpo, tomando una postura en la que tenía ambas rodillas en el suelo.
Asmodeus se vio frente a frente contra los gigantes y contra Andrew, siendo éste el primero en avanzar y combatir contra el pecado, propinándole un fuerte puñetazo, el cual fue encajado de lleno por el demonio, pese a que no consiguió moverle de su sitio. Sin embargo, no se detuvo ahí sino que continuó acertando un golpe tras otro mientras su adversario no hacía más que utilizar sus brazos como única defensa.
-¡Tienes miedo de atacarme! ¡Eres un cobarde después de todo! –exclamó Andrew.

De lo que todavía no se había dado cuenta era de la transformación que estaba sufriendo su contrincante, cuyo cuerpo había tomado de nuevo el aspecto de una mujer. Fue entonces cuando notó que su fuerza había menguado.
-¡¿Qué?! –se sorprendió el hombre justo cuando As le agarraba de las muñecas.
-Puedo cambiar mi energía a voluntad, ¿recuerdas? Es de lógica el que pueda absorber tu Retten –explicó mientras le daba un cabezazo en la nariz y le golpeaba en el vientre con su puño derecho para, acto seguido enviarlo de vuelta con los gigantes de una patada.
Tras esto, volvió a cambiar su energía y aspecto físico y desplegó una onda expansiva de Setten que obligó a los gigantes a protegerse. Entonces, se lanzó contra uno de ellos y situó una mano sobre su cabeza, dejando salir una gran llamarada que la hizo estallar, no obstante, otros dos lograron golpearle, enviándole contra el suelo.
-Maldita sea... –se quejo éste mientras veía dos pies abalanzarse sobre él, apartándose en el último segundo.

Alternando de nuevo a la forma intermedia, apoyó sus manos sobre el suelo, dando lugar a que la tierra de debajo de los gigantes se hundiese, cayendo cuatro de ellos como consecuencia y quedando atrapados.
-¡Os voy a demostrar de lo que es capaz una técnica demoníaca combinada con una humana! –exclamó el pecado mientras el brazo situado en su lado masculino quedaba cubierto de fuego y el situado en su lado femenino era rodeado por una serpiente dorada con el símbolo de una manzana en su cabeza.
A continuación, levantó su brazo femenino a media altura y realizó un gesto dirigido a los gigantes, el cual consistió en hacer como que agarraba algo y lo atraía hacia sí. Esto provocó que el aura que les rodeaba desapareciese y se arrodillasen al igual que si estuviesen saludando a un ser superior.
Posteriormente, alzó su brazo derecho y lanzó un gigantesco tornado de fuego que barrió a los cuatro gigantes que habían quedado atrapados.

-¡As-chan, cinco segundo para la inundación! –exclamó Levi, quien había terminado de concentrar Setten.
-¡En ello! ¡Zebub! ¡Bel! ¡Evacuación! –gritó mientras se situaba detrás de su compañera.
Al mismo tiempo, Beelzebub consiguió apartar a uno de los gigantes y, cual rinoceronte en plena embestida, se dirigió, junto con Bel, quien se subió a su espalda al verlo pasar cerca de ella, al mismo lugar en el que se encontraban As y Levi.

En ese momento, Levi unió ambas manos dando una palmada que provocó que una ola de unos doscientos metros de alto y largo apareciese delante de ella, abalanzándose sobre los gigantes, tigres, apóstoles y las casas de la zona.
-¡Cuidado! –exclamó Philip poco antes de que la gran masa de agua impactase sobre ellos y destrozase todo lo que encontraba a su paso.

Lo que quedó después fue escombros cubiertos de líquido elemento junto a los cuerpos destrozados de los autómatas creados por Thomas. No se veía a los apóstoles por ninguna parte.
-No bajéis la guardia –aconsejó Levi, observando su alrededor.
-En cualquier caso, te has pasado, Levi –dijo Asmodeus-. Menos mal que estamos en la realidad de Mammon, de lo contrario habrías sido reconocida como desastre natural.
-¡As! –le avisó Beelzebub.
-¡Ups! –el pecado de la lujuria se llevó una mano a la boca, mirando de reojo a su compañera.
-No voy a molestarme por algo como eso, tranquilos –indicó la demonio-. Aunque me fastidia un poco que penséis de esa manera sobre mí.
-No es que pensemos de esa manera. Bueno, no exactamente. Al ser la mayor de todos, supongo que te consideramos algo así como la mayor autoridad aquí... –intentó explicar Zebub.
-Ya vienen –le interrumpió ella.

De repente, un individuo salió del agua. Éste presentaba una musculatura mucho más grande en brazos y torso, lo que contrastaba con el tamaño normal de su cabeza y mitad inferior. Además de eso, estaba rodeado por un aura blanca.
-Philip... –dijo Asmodeus con cara de asco-. Qué poco erótico...
-Yo tampoco me siento muy a gusto con esta forma. Por no decir el desgaste que supone para alguien de mi edad.
-Quizás morirte te pegaría más –sugirió el pecado de la lujuria.
-Lo tendré en cuenta. Pero antes, tendré que preparar mi comité de bienvenida –respondió el apóstol señalando a los pecados.

Poco después, se lanzó hacia ellos, interponiéndose Beelzebub en su camino. Sin embargo, éste fue repelido hacia un lado por un puñetazo de Philip, quien continuó avanzando como si nada hasta situarse frente a Levi.
-No me gustaría que volvieses a hacer algo como lo de antes. Así que será mejor eliminarte primero –declaró el anciano levantando su brazo derecho. Sin embargo, en lugar de a ella, se golpeó a sí mismo, seguido este ataque por una patada de Belphegor, que consiguió derribarlo.
-Puede que hayas aumentado tu poder. Pero nuestros lazos son más fuertes.
-¡¿Tu crees?! –exclamó una voz al mismo tiempo que dos sogas se agarraban a los brazos de Asmodeus- ¡Ahora te haré sentir el poder de vuestros ataques!

Al instante, una corriente de agua las recorrió a partir del extremo sujeto a Andrew, impactando contra el demonio sin que este pudiese defenderse y finalizando con una onda de choque que lo envió contra los escombros, quedando inconsciente.
-¡As-chan! –exclamó Levi.
-Buen trabajo, Andrew. ¿Qué ha sido de Thomas?
-¡Lo utilicé como escudo para defenderme de ese tsunami! ¡Murió como un hombre! –contestó el apóstol.
-Que seáis capaces de matar a un compañero en vuestro provecho. Sólo demuestra lo envenenadas que están vuestras mentes –se quejó el pecado de la envidia.
-Mientras nuestro señor siga vivo, volverán. No hay de que preocuparse –comentó Philip.
-¡Aaaaaah! –gritando, Beelzebub, cuyo tamaño había aumentado aún más, le embistió, arrastrándolo varios metros.
-¡Bel-chan, cuida de As-chan! –ordenó Levi- Yo me encargaré de éste –señaló a Andrew.

-¡Akira-kun! –exclamó Eri al ver al medio demonio, quien, tras dejar a Shiina en un lugar seguro, se encaró a Matthew junto con Reima y Luci.
El apóstol tardó poco en incorporarse tras recibir el ataque de Reima. Mientras tanto, los escombros que habían sido elevados por el agujero negro, volvían a la superficie.
-¡Oh! ¡Pequeño discípulo! ¡Parece que has conseguido superar mi gran prueba! –dijo el pecado del orgullo, refiriéndose a Akira.
-¿Su gran prueba? –los demás se quedaron extrañados al escucharle.
-Ah, así que por eso se había ido con Luci.
-Eso creo –respondió Akira a la pregunta de Luci-. Ahora podré demostrar si realmente ha servido de algo.

 -¿Un favor? –preguntó Luci.
-Sí –dijo Akira, con mirada decidida-. Me gustaría que me hicieses más fuerte.
-¿Por qué?
-Quiero ser alguien en quien ella pueda buscar apoyo siempre que lo necesite.
-Ella, ¿eh? Supongo que te refieres a Eri.
-¡¿Qué?! ¡Y-yo no he dicho nada!
-¡Oh, yo lo sé todo! ¡Soy el mejor! Es por eso por lo que me lo estás pidiendo a mí, ¿verdad?
-B-bueno, en realidad es porque... al ver vuestros recuerdos, me di cuenta de lo débil que eras entonces y cómo, pese a ello, llegaste a convertirte en uno de los pecados que luchó contra Chronos.
-Déjame darte un consejo, Akira. La mayor fuerza reside en la seguridad en uno mismo. Si eres capaz de ello, todos confiarán en ti.
El medio demonio asintió en silencio, pese a que no había recibido una respuesta positiva a su petición.
-Por ahora, acompáñame, después de hablar con Levi te llevaré a otro sitio donde existe un método rápido para conseguir poder. Eso sí, no será nada fácil.
-De acuerdo.

Después de haber completado su recado y de que los demás se dirigiesen hacia el cuarto creado por Mammon. Luci y Akira fueron a una habitación más pequeña donde había una armadura en el centro, dispuesta encima de una silla. Ésta era de color azul oscuro y sólo cubría la parte de arriba del cuerpo. En el centro del pecho había sido insertado un cristal redondo de un color azul más claro que el de la indumentaria.
-¿Voy a tener que ponérmela? –preguntó el joven al verla.
-Exactamente. Esta pequeña es de las pocas cosas que se han conseguido rescatar de la guerra contra Chronos. La última armadura que Mephisto creó antes de morir: Chrysalis.
-¿Mephisto? ¿El mismo que fabricó la tuya?
-Así es. Aunque no es tan buena como la mía. Tampoco se pegará a tu cuerpo de por vida por lo que, en ese aspecto, puedes estar tranquilo. Eso sí, como no consigas superar la prueba a la que te someterá, morirás aplastado.
-¿Aplastado?
-Ya te dije que no sería fácil. Si quieres conseguir poder en poco tiempo, necesitas poner tu propia vida en juego. Todavía estás a tiempo de retirarte.
El chico observó el objeto con expresión seria y tragó saliva.
-No voy a rendirme. Me pondré la pondré.
-¡Bien dicho!

Tras apartar la armadura para que Akira pudiese sentarse, el pecado del orgullo se ocupó de ajustarla a su cuerpo.
-Dices que te somete a una prueba pero, ¿por qué la hicieron de esa forma?
-Digamos que Mephisto no la diseñó para que fuese llevada sino para potenciar las habilidades individuales de cada uno. Por eso es perfecta para este caso.
-¿Y a qué clase de prueba me tendré que someter?
-No llegué a preguntárselo al único que se la puso pero, al terminar de fabricarla, Mephisto dijo que uno debía enfrentarse a sí mismo si quería sacarle todo su potencial a la armadura. El resto supongo que lo tendrás que descubrir por ti mismo –sentenció Luci, haciendo los últimos ajustes y situándose frente al chico- ¡Que tengas suerte!

De repente, la imagen del pecado desapareció, volviéndose todo oscuro hasta que el escenario se transformó en su propio instituto, sorprendiéndole.
-¿Qué hago aquí? –preguntó a la vez que se daba cuenta de que ya no se encontraba sentado ni llevaba puesta la armadura. Es más, ni siquiera vestía la misma ropa, sino que ésta había sido sustituida por su uniforme.

Otro detalle era el hecho de que no había nadie en los pasillos y, si intentaba mirar por la ventana, un escenario completamente blanco se mostraba ante él, como si no existiese nada más.

Intrigado y con la guardia alta por lo que pudiese suceder, caminó hacia delante hasta llegar a una de las aulas, abriendo la puerta y encontrándose con que tampoco había nadie dentro de ésta.
-¿Qué significa esto? –se preguntó girando la vista a su alrededor, siguiendo las filas de mesas y sillas así como dirigiéndola a la pizarra que se encontraba en uno de los extremos. Ningún hecho más que le pareciese fuera de lo normal.

Fue entonces cuando escuchó unos pasos a su espalda y alguien entró por la puerta. Al volverse, descubrió a Eri.
-¿Eri? ¿Qué haces aquí? –preguntó extrañado.
-¿A qué te refieres? ¿No habíamos quedado aquí?
-¿Eh? ¿P-para qué?
-¿No te acuerdas? El otro día me llamaste para que tuviésemos una cita al salir de clase.
-Ah... –aquella información le resultó difícil de procesar, quedándose con la boca entreabierta y completamente inmóvil.
-¿Akira-kun?
-E-espera un momento... –dijo, dándole la espalda e intentando organizar su mente. ¿Qué quería decir con tener una cita? ¿Como pareja? ¿Qué tenía que ver esto con enfrentarse a uno mismo?

Tras uno segundos de deliberación, consiguió entablar conversación.
-Con cita, ¿te refieres a una cita de verdad?
-¿De verdad? ¿Existen de otro tipo?
-Quiero decir... ¿somos p-pareja...? –preguntó tímidamente.
-Estás un poco raro. Por supuesto que lo somos. ¿Acaso tampoco te acuerdas de cuando me pediste salir?
-C-claro... –respondió por acto reflejo. Aquello parecía más un sueño que una prueba. Y un sueño de los buenos.
-Vamos, que se nos hace tarde –dijo ella, cogiéndole de la mano y tirando de él.
Entonces, el escenario cambió cuando atravesaron de nuevo la entrada de la clase, apareciendo sentados en un restaurante con comida enfrente de cada uno. Eri hablaba animadamente, contando anécdotas cotidianas.
-...esas dos siempre están discutiendo. Le he dicho a Shiina que no sea tan dura con Luka pero dice que no aprenderá de otra forma. ¿Qué opinas, Akira-kun?
-Eh... lo siento... estaba distraído...
-Eso no es propio de ti, ¿ha ocurrido algo hoy? Sabes que puedes contármelo –sugirió ella, sonriendo.

Una ola de felicidad inundó el corazón del joven. Sabía que aquello no era real pero no podía evitarlo. Aquella situación, que parecía tan normal, era probablemente lo que más había desead. Tener el valor y la oportunidad de estar con ella. Incluso si era una mentira, no había nada de malo en disfrutarla, ¿verdad?
-¿Estás seguro de que serías capaz? -una voz surgió de la nada y, poco después, una cuchilla atravesó el pecho de Eri, salpicando de sangre tanto la comida de ambos como a Akira- Si no puedes ayudarla, ¿cómo planeas que algo así suceda?
-Ah... ah... –la voz del medio demonio tembló al ver el cuerpo inerte y ensangrentado de la súcubo devolverle la mirada con ojos vacíos.
-No eres lo suficientemente bueno. Por eso no puedes superar tus límites...

Antes de que pudiese reaccionar, volvió a aparecer en el instituto, en el mismo sitio donde había empezado aquella visión. Ya no había salpicaduras de sangre y Eri tampoco estaba.
-Esto es... no puede ser... –teniendo un mal presentimiento, Akira corrió hacia la misma aula, encontrándosela otra vez vacía. Poco después, Eri hizo acto de presencia.
En ese momento, sin mediar palabra, el chico la cogió de la mano y continuó su carrera por los pasillos.
-¡¿Akira-kun?! ¡¿Qué ocurre?! –exclamó ella mientras intentaba seguir su ritmo.
-¡Te lo contaré cuando estemos en un lugar seguro!
Instantes después estaban en el restaurante, sentados uno frente al otro. La única diferencia con respecto a la vez anterior era la confusión dibujada en la expresión de Eri.
-¿Estás bien, Akira-kun?
Apretando los dientes y haciendo caso omiso de su pregunta, el medio demonio cogió su mano de nuevo y se dirigió a la salida.
Una vez fuera, se dio cuenta de que, a igual que en su instituto, no había nadie en la calle. De hecho, no había tenido tiempo de fijarse, pero probablemente también había sido así en el restaurante.

Sin detenerse a pensar mucho en ello, continuó calle abajo hasta que llegó a un cruce. Justo cuando se disponía a tomar una decisión, Eri le soltó la mano, haciendo un movimiento brusco.
-¡¿Me puedes decir ya qué está pasando?!
-¡Alguien quiere matarte! ¡Por eso tenemos que irnos! ¡No hay tiempo que perder!
-¡¿Matarme?! ¡Pero, ¿por qué?!
-¡P-porque...!
¿Qué podía decirle exactamente? ¿Porque era una prueba que tenía que superar? ¿Mentirle diciéndole que un apóstol quería matarla?
-Las dudas son parte del débil –dos cuchillas atravesaron el vientre y el pecho de Eri, mientras la desconocida voz hablaba-. Así sólo conseguirás que muera.
-¡Ah! ¡Aaah! ¡Aaaaaaaah! –gritó Akira, cayendo de rodillas sobre el suelo del instituto.

Otra vez el mismo escenario. Otra vez la misma historia. Quizás, si se quedaba en ese pasillo y no iba al aula, algo cambiaría. Es posible que sólo ocurriese si estaba junto a ella.
-¿Akira-kun? No habíamos quedado en el aula.
Por supuesto que no. No iba a ser tan fácil. Pues ella seguiría encontrándole independientemente de las acciones que tomase.

Fue entonces cuando decidió echar a correr. Alejarse de ella en un intento desesperado por separarla de su maldición.
-Qué estupidez... –declaró la voz, provocando que el chico volviese la vista justo para ver a Eri siendo cortada por la mitad.

Con lágrimas en los ojos y desesperación en la mirada, Akira volvió una vez más al punto de partida.

Desde fuera de aquella visión, Luci observaba cómo la armadura apretaba cada vez más fuerte el cuerpo del medio demonio.
-Esto no me gusta. Si sigue así, morirá.
-¡Luci! ¡Tenemos problemas!
-¡¿Mammon?! –se sorprendió el pecado al ver a su compañera aparecer en una pantalla flotante recién salida de la nada.
-¡Los apóstoles han creado una conexión entre mi realidad y la verdadera! ¡Los demás ya han ido a enfrentarse a ellos pero puede suceder cualquier cosa!
-Me encuentro en una situación un poco complicada ahora mismo –intentó explicar.
-¡Esto sí es complicado! ¡Mueve ese culo si no quieres quedarte sin él! –contestó ella, desapareciendo la pantalla.
-Buff... –el pecado del orgullo se cruzó de brazos, exhalando un largo suspiro- Me temo que no voy a poder seguir vigilándote durante mucho más tiempo, amigo...

Había perdido la cuenta de las veces que ella había muerto delante de sus ojos. Y, lo peor de todo, es que nunca conseguía acostumbrarse a algo así. Conforme transcurrían las mismas escenas, su ánimo disminuía, así como su capacidad de pensar y actuar. Era un verdadero infierno.
Además, estaba aquella voz que no dejaba de recordarle sus debilidades.

Quizás, hubiese sido mejor arrancarse los sentidos o morir allí mismo.
-Sigues siendo débil. Intentaste entrenar y hacerte más fuerte para protegerla, para apoyarla, pero fue sólo una excusa para esconder tu miedo a no ser capaz de conseguirlo. Como tampoco pudiste evitar que tu padre fuese un criminal y acabase muriendo. Sí, todo porque eres demasiad débil.
Estaba en lo cierto. Era demasiado débil. Incluso si había mejorado, al final tuvo que ser salvado por Luci. Ni en broma sería capaz de estar a la par con un apóstol. No servía para nada.
-La mayor fuerza reside en la seguridad en uno mismo... –susurró, acurrucado en la pared de uno de los pasillos.
Ése era el consejo que le había dado Luci. Si uno tenía fe en sus habilidades, conseguiría ser más fuerte.
Al fin y al cabo, él lo sabía mejor que nadie. Había sido considerado un demonio débil y sin ninguna habilidad, entrenando para hacerse más fuerte. E incluso después de perder a Chaos, su propio padre y creador, continuó luchando para hacer frente a Chronos.
-Confianza en mí mismo, ¿eh?
-¿Akira-kun? ¿Qué haces aquí? ¿No habíamos quedado en el aula?

Al levantar la cabeza volvió a verla, con esa aura brillante que la rodeaba y que tanto le había atraído, con su amabilidad y capacidad de sacrificio por sus seres queridos, por todos aquellos sentimientos que, desde que la conocía (sobre todo, después de empezar a luchar a su lado), se habían profundizado aún más.

En ese instante encontró su resolución, levantándose y cogiéndola de la mano.
-Pase lo que pase, estaré a tu lado.
-¿Eh? –se sorprendió la súcubo.
-¡Oye! ¡Voz de las narices! ¡No sé quién eres y no me importa! ¡Pero si quieres venir a por nosotros, da la cara y lucha! ¡Te haremos frente con lo que haga falta!
-Oh, parece que has dejado tus dudas atrás, ¿eh?
Sintiendo una presencia cerca de ellos, el chico se transformó y apartó a Eri hacia un lado, recibiendo el corte en su lugar. Por suerte, su grueso brazo sirvió de escudo contra el arma, que quedó clavada en éste.

El usuario de la cuchilla era una sombra oscura cuya silueta representaba a alguien muy conocido: él mismo.
-Así que a esto es a lo que se refería con enfrentarse a uno mismo, ¿eh?
Contrayendo la musculatura, rompió la cuchilla, golpeando a su adversario con el otro brazo. Éste, sacó otro par de cuchillas, una en cada mano, y se lanzó de nuevo contra Akira, realizando un corte detrás de otro. El medio demonio, sin inmutarse por los ataques recibidos, destruyó sus armas con un par de golpes. Entonces, la sombra optó por pasar a su lado y dirigirse hacia Eri, sin embargo, se topó con él, quien lo cogió con su brazo derecho y lo lanzo contra la pared, agarrándolo del cuello poco después.
-Jaja, ¿crees que serás capaz? –preguntó.
-¡Lo seré!
-Eres débil...
-¡Ya no! ¡No volveré a dudar de mí mismo! ¡Soy mejor que tú y seré mejor todavía! ¡No te necesito!
Apretando su cuello con todas sus fuerzas, despertó en la habitación a la que había entrado con Luci, quien ya no estaba allí. La armadura se separó de su cuerpo, cayendo al suelo, mientras que él arqueó la espalda hacia delante, intentando recuperar el aliento.

Había superado la prueba y había sobrevivido. Se sentía aliviado y orgulloso de sí mismo.
-¿Dónde está Luci? –preguntó una vez estuvo lo suficientemente despejado como para darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor-. Quizás haya pasado algo...
De repente se escuchó el ruido de una pared destruyéndose a lo lejos. Levantándose de la silla, miró una vez más a la armadura y cruzó la puerta de la cámara

-¡Reima! ¡Lánzame un ataque de fuego! –pidió Akira.
-¡¿Estás seguro de esto?!
-¡No lo he estado más en toda mi vida! –declaró sonriente mientras se erguía sobre sus piernas y situaba los brazos formando una cuña.
Entonces, su compañero le lanzó una llamarada, la cual comprimió entre sus dos manos.
-¡Charge! –gritó, a la vez que su cuerpo quedaba cubierto de electricidad- ¡Gracias! ¡Eri! ¡Hay una cosa que quiero que sepas! –sorprendiendo a la joven, trasladó dicha energía a uno de sus brazos- ¡Estoy enamorado de ti!

Lanzando una fuerte descarga eléctrica hacia Matthew, el apóstol fue enviado contra la pared que había detrás de él, sufriendo una colisión.

martes, 7 de noviembre de 2017

A New World: Capítulo 10

De una patada a su pecho, Kareth consiguió hacer retroceder a Detz, quien se transformó y agarró de la pierna al chico, lanzándolo contra una de las paredes de la sala.

 

En otras circunstancias, eso habría sido un duro golpe, pero su último entrenamiento le hizo mantener el equilibrio en mitad del aire, logrando así apoyar los pies en la superficie vertical e impulsarse hacia el líder del proyecto Gaia, asestándole un puñetazo que fue fácilmente detenido por éste.

 

Su contraataque no se hizo esperar y, con su mano libre, arremetió contra el joven, quien se agachó para esquivarlo y dirigió su talón hacia el mentón del hombre, elevándolo en el aire. Entonces, saltó tras él y continuó con una serie de puñetazos a su abdomen que sentenció con otro talonazo en el centro de su cráneo, arrojándolo de nuevo contra el suelo y levantando con ello una gran cantidad de polvo y escombros.

 

Ahora tenía vía libre. Pensó mientras corría hacia Nara. Pero, para su desgracia, un rayo de energía rojiza se cruzó en su camino y le hizo detenerse. Aunque éste era más pequeño que otros que había visto antes, supo que, de haberle alcanzado en un punto vital, hubiese significado su muerte.

 

No contento con ello, su adversario disparó más proyectiles, obligándolo a desplazarse en dirección contraria para así evadirlos.

-¡No creerías que te lo iba a poner tan fácil! –exclamó Detz, apareciendo a su lado, casi como salido de la nada, y acometiendo contra Kareth por uno de sus costados, haciéndole rodar por tierra hasta que pudo ponerse en pie de nuevo, con una mueca de dolor en su rostro.

 

Mientras tanto, Unum y Kai seguían con su particular combate, con el primero protegiéndose de los ataques del segundo, gracias a una plataforma de hierro que había creado a partir de varios de sus mecheros.

 

Los ataques eléctricos se sucedían uno tras otro mientras se combinaban con los poderes de Hel, sin pretender dar tregua al descendiente. Y fue al término de uno de ellos cuando finalmente consiguió que bajase la guardia, aprovechando el electromagnetismo de End para atraer la plataforma hacia sí durante unos instantes que utilizó para atacar con varios cortes llameantes, los cuales impactaron contra una gran llamarada producida por Unum y otro de sus encendedores.

-¡Vas a tener que trabajártelo más para vencerme con fuego! –declaró, mientras dividía las llamas en diferentes corrientes que se precipitaron sobre el chico desde todos lados, habiendo de cubrirse con la armadura de su invocación- ¡Aún no he acabado! –continuó, mientras le arrojaba otra plataforma de hierro, transformada esta vez en una lanza,  candente por la alta temperatura a la que había sido expuesta, que fue penetrando poco a poco su defensa.

-¡Maldita sea! –se quejó el nigromante, quien, en un intento desesperado por librarse del objeto, desvió su trayectoria al magnetizarlo contra el suelo.

 

Pese a ello, había quedado desprotegido contra las llamas, por lo que ordenó rápidamente que las espadas, ayudadas por el poder de Hel, realizasen un potente corte con el que logró acabar con la técnica de Unum, salvándose por los pelos.

-¡Oh! ¡Nada mal! –se sorprendió el descendiente, aunque en él pudo notar un gesto de desdén- ¡Me pregunto si serás capaz de repetirlo!

 

Momentos después, se hallaba en mitad del aire, condensando una pequeña cantidad de líquido en una masa redonda que emitía vapor. De ella, surgieron multitud de gotas, formando una lluvia que se precipitó sobre Kai, quien corrió hacia un lado para evitar ser congelado.

-¡Primer espíritu: Kagami! –exclamó, desviando algunas de ellas- ¡Octavo espíritu: Sázam! –esta vez aumentó la velocidad de su cuerpo, situándose detrás de Unum para inmovilizarlo, aunque sin éxito, ya que éste interpuso una plataforma de hierro entre los dos- ¡Tercer espíritu: Etheria! –continuó Kai, tocando dicho objeto y devolviéndole la forma de varios mecheros, tras lo que dirigió una patada a la mandíbula de su adversario, seguida de una coz a su abdomen, con la que lo lanzó de espaldas a tierra.

 

Unum no tardó en recuperarse, arrojando lo que quedaba del líquido sobre el nigromante, que, tras incorporarse de la patada, apenas tuvo tiempo para esquivarlo, salpicándole algunas gotas en uno de sus tobillos y provocándole graves quemaduras.

-¡Ugh! –se quejó el chico, arrodillándose en el suelo con expresión de dolor y cojeando poco después, al levantarse.

-¡Así jamás conseguirás vengar a nadie! –se burló Unum.

-Dime, First, ¿de verdad no queda nada dentro de ti que te recuerde tus sentimientos por May?

-¿Recuerdos? Claro que los tengo. Eso no significa que me importen.

-Entonces, ella ya no significa nada para ti...

Ante aquella afirmación, Unum se quedó callado. Por su aspecto, dio la sensación de que dudaba en su respuesta.

-¡¿Esa chica?! ¡Antes preferiría a una rata de cloaca! –sentenció.

-Supongo que ya no queda nada de quien una vez fuiste. Si es así, me encargaré de liberarte para que, una vez muerto, vuelvas a ser él mismo.

-¡Cállate! –gritó el descendiente, descargando una lluvia de lanzas sobre él.

Kai intentó desviarlas todas con Kagami, pero, pese a lograrlo al principio, su contrincante retomó el control de algunas, desplazándolas hasta su espalda y clavándoselas en un costado, pierna y una última en el hombro izquierdo, volviendo a hacer que se arrodillase.

-¡Se acabó! –sonrió el descendiente mientras se preparaba para quemarlo vivo.

 

Casi al mismo tiempo, Kareth continuaba esquivando los rayos de Detz, buscando hueco para contraatacar. Sin embargo, no era una tarea sencilla. Cada vez que creía tener una oportunidad, su instinto le avisaba de que se trataba de una trampa, debiendo reconsiderarlo.

 

Si seguía así, se le acabaría el tiempo y Gaia acabaría poseyendo el cuerpo de Nara. Entonces, la humanidad desaparecería por completo.

 

Justo en ese instante, observó la situación en la que se encontraba su amigo, quien estaba a pocos segundos ser calcinado bajo el poder de Unum. Ahí fue cuando se le ocurrió una idea. Sería complicada de llevar a cabo, pero, si concentraba todo su poder en sus piernas, quizás lo consiguiese.

 

Con ello en mente, esprintó hacia un área cercana al combate entre los otros dos, situándolos en el campo de visión de Detz. Acto seguido, esperó al momento en que le lanzase otro rayo y saltó al frente, esquivándolo a tiempo, de forma que continuase su trayectoria hasta llegar a Unum, que, sorprendido, logró evitarlo, pero se distrajo lo suficiente  como para que Kai invocase de nuevo a los Infernos en un fuerte ataque que hizo salir despedido a su adversario.

-¡Gracias, Kar! –agradeció.

 

Sin pararse a responder, Kareth se lanzó contra Detz, brevemente ensimismado con su propio error, y le propinó un golpe que a duras penas pudo detener, haciéndole retroceder. Posteriormente, encadenó una combinación de puñetazos y patadas que acabaron fatigándole y aprovechó para correr de nuevo hacia el cilindro donde estaba Nara.

 

No obstante, su empeñó quedó frustrado por el líder del proyecto Gaia, interponiéndose con rapidez en su camino y embistiéndole de tal forma que acabó en el mismo lugar que Kai.

-¡¿Estás bien?! –preguntó el nigromante al verlo.

-Creo que sí... –contestó éste, apretando los dientes- Pero a este ritmo no la alcanzaremos.

 

De repente, la expresión de Kai cambió. Era como si se hubiese dado cuenta de algo.

-Kar, ¿podrías entretenerlos durante un minuto? Sólo necesito ese tiempo –dijo mientras se sentaba, cruzado de piernas- ¡Décimo espíritu: May! –exclamó, haciendo aparecer a aquella chica de cabello largo y ondulado, quien cerró los ojos mientras se situaba junto a él. Al mismo tiempo, las manos de Hel hicieron desaparecer ambas espadas, abrazando la armadura de End, la cual se encargaba de protegerlos.

-¡¿Un minuto?!

-Confío en ti –declaró el nigromante antes de entrar en una especie de trance.

-¡Oye! ¡Tienes que estar de broma! –se quejó Kareth, girándose hasta tener enfrente a Unum y Detz.

-Esa chica... –murmuró el primero al ver el espíritu de May, lo que provocó que le hirviese la sangre- ¡Desaparece de mi vista! –gritó, sacando varios de sus mecheros, que fueron dispersados rápidamente de una patada por Kareth, prosiguiendo su ataque con un puñetazo a la mejilla al descendiente. Tras esto, esquivó otro disparo de Detz, pasando éste a escasos centímetros de su nariz.

-¡Más te vale darte prisa! –pidió Kareth.

 

En los territorios del imperio, Jaryl, tras ser el primero en introducirse en la residencia del emperador, ató la soga a la cornisa de una de las ventanas de los pisos bajos.

 

Acto seguido, hizo una señal a sus compañeros, quienes se agarraron con ambas manos a la cuerda y se desplazaron hasta reunirse con el nómada.

-Bien, la idea es buscar una forma de llegar al subterráneo –comentó Sdren, que iba en el grupo de Jaryl.

-¿No sería mejor esperar a que el grupo de las alcantarillas detone los explosivos? Seguramente, la mayoría de los soldados vaya a ver lo ocurrido. Entonces, sólo tendremos que seguirles –propuso Jaryl.

-E incluso podríamos emboscarles  –añadió otro de los Rebeldes.

-No es mala idea. Aun así, ahora mismo estamos en mitad del pasillo. Si no queremos que nos descubran, debemos encontrar un sitio donde escondernos y esperar hasta entonces.

-De acuerdo.

 

Dicho esto, se pusieron manos a la obra, vigilando cada rincón desde donde pudiesen sorprenderles los soldados del imperio.

-¿Cómo estás, Jaryl? –murmuró Sdren.

-¿Cómo estás? ¿A qué te refieres?

-Lo de que tu compañero haya ido a la batalla. No te lo tomaste demasiado bien, ¿cierto?

-Will ha sido mi amigo desde que tengo memoria. Juntos hemos hecho tantas cosas, que ni puedo contarlas. No puedo evitar tener miedo, incluso si intento no pensar mucho en ello.

-Lo comprendo. He perdido a muchos compañeros desde que estoy con los Rebeldes.

-¿Cómo consigues soportarlo?

-Pensando que sus muertes no serán en vano y esforzándome al máximo por cumplirlo. Quizás no sea la mejor excusa, pero te ayuda a seguir adelante.

 

Justo en ese instante, se escuchó el ruido de una explosión debajo de ellos.

-Ya ha empezado –dijo Sdren.

-¡He encontrado una habitación! –exclamó otro de los Rebeldes, golpeando la puerta para abrirla y descubriendo a tres soldados imperiales dentro, asustados y sorprendidos tanto por la explosión como por los intrusos.

-¡Matadlos! ¡Rápido! –ordenó Sdren, apartando a su compañero, a la vez que sacaba su arma y la clavaba en el cuello de uno de los soldados.

 

Reaccionando a la situación, los otros dos se dispusieron a contraatacar, sin embargo Jaryl fue más rápido, acabando con sus vidas antes de poder hacer nada.

-¡Cerrad la puerta!

Apenas medio minuto después, escucharon pasos procedentes del pasillo donde acababan de estar.

-Creo que van en dirección opuesta adonde íbamos nosotros –susurró Jaryl.

 

Así pues, una vez consideraron que se habían alejado lo suficiente, salieron de allí y los persiguieron.

 

-¡Vamos, perrito! ¡Ven, perrito! –en mitad de la batalla entre las tres potencias, Yorus llamó la atención de Naithan. Por desgracia, aunque éste cayese en sus provocaciones, en el momento en que Razer intentaba recoger su estoque, la atención volvía a él, impidiéndoselo.

-¡¿Quieres estarte quieto?! –se quejó el líder de los Rebeldes.

-¡Aaah! –gritó Yorus, lanzándose contra él con intención de golpearle con su doble martillo. Sin embargo, habiendo aprendido de lo que era capaz la fuerza del hombre, el Eraser utilizó sus garras para levantar tierra y así cegarlo, ganando tiempo para reunir energía en su boca y lanzarla contra él.

 

Pese a no recibir él mismo el impacto, no pudo evitar que su arma fuese casi desintegrada, escapando de entre sus dedos la mitad de ésta y cayendo a tierra con un golpe seco. Tras esto, Naithan le propinó un manotazo que le hizo salir despedido por los aires.

 

En ese momento, Will volvió con uno de los vehículos rebeldes. Sus dueños, probablemente, ya caídos en combate.

-Lo he traído –dijo el nómada.

-¡Bien! ¡Ahora sólo falta que ese idiota me deje recoger de una vez mi estoque! –contestó enfadado Razer.

-Yo me encargo –declaró Will mientras arrancaba el motor y rodeaba al Eraser, sujetando una de sus espadas con una mano mientras conducía con la otra.

 

Así pues, logró infligió pequeños cortes en las extremidades. Muy superficiales, pero lo suficientemente efectivos como para que Naithan lo considerase una molestia.

 

Siendo distraído por aquella improvisada jugarreta, el emperador no vio venir un martillo volando hacia su clavícula, golpeándole con tal fuerza que cayó de espaldas, despejando el camino hacia el estoque.

-¡Will! –gritó Razer mientras recuperaba por fin su arma, a lo que el nómada respondió asintiendo con la cabeza y conduciendo el coche hasta situarse junto a él.

 

Mientras el Eraser trataba de incorporarse, el líder de los Rebeldes disparó a su cuello el gancho de su pistola, recogiéndolo lo suficiente como para iniciar un ligero balaceo, que fue incrementándose con el movimiento de la bestia al intentar quitárselo. De esa manera, logró dar la vuelta a su alrededor, haciendo que la cuerda formase un lazo que sólo faltaba asegurar. No obstante, nada más tocar tierra, un movimiento brusco de Naithan lo tumbó, dejándole a disposición del monstruo y obligándole a soltar el arma.

 

Entonces, el monstruo levantó su pata, dispuesto a acabar con su vida.

-¡No llegaré a tiempo! –exclamó Yorus, intentando recoger el martillo para volver a lanzárselo.

 

Instintivamente, Razer alzó su mano para protegerse, pero alguien se puso en medio y recibió el golpe en su lugar.

 

Se trataba de Will, quien había saltado del coche, anticipándose a los movimientos del Eraser, y cuyo pecho fue atravesado por una de sus enormes garras, dejando perplejos tanto al líder de los Rebeldes como a Yorus.

-Dile a Jaryl... que lo siento... –fueron sus últimas palabras, antes de que la bestia se deshiciese de su cuerpo, arrojándolo a un lado.

 

Cuando Kai abrió los ojos, se vio de nuevo en el más allá. Frente a la fuente donde estaba el holograma de su planeta.

 

No estaba solo, ya que a cada lado del monumento se encontraban los Infernos con los que todavía no había formado contrato. Un golem de tierra de aproximadamente tres metros y un par de cuernos sobre su cabeza, y una serie de grandes y largos tentáculos cuya cantidad no dejaban ver el núcleo del que se originaban.

-Así que has venido para hacer un contrato con nosotros –dijo el que, bajo el mando de Tribus, había sido Sead.

-Así es. Y tengo poco tiempo, así que agradecería que fuese rápido –explicó Kai.

-¿Qué te hace pensar que aceptaremos? Nosotros sólo luchamos por quienes merecen la pena.

-Si lucháis a mi lado os mostraré un poder que salvará el mundo.

-¿Un poder que salvará el mundo?

-El poder de Jared.

-Comprendo. Entonces estás preparado para usarlo. Si es así, estamos en tus manos. Dinos tu nombre y el nombre por el que nos invocarás.

-Mi nombre es Kai. En cuanto a vuestros nombres... me gustaría que conservarais los últimos que tuvisteis.

-Que extraño. Es la primera vez que alguien nos pide eso.

-Considéralo una forma de recordar a vuestras anteriores dueñas.

-¿Y por qué querrías recordarlas?

-Porque, aunque fueron mis enemigas, no tenerlas en cuenta sería lo mismo que dejar de lado a quien una vez fue mi amigo.

-Los humanos sois extraños... pero como desees...

Dicho esto, Kai desvió la vista hacia Gem.

-¿Él no está de acuerdo? No ha dicho nada –comentó.

-No te preocupes por él. Nunca habla.

-Ah...

Confuso, se despidió de los Infernos, quienes desaparecieron dejando que Jared ocupase su lugar.

-Me alegro de que hayas logrado formar contrato con todos.

-Ya he cumplido con lo que me pediste. Ahora, préstame tu fuerza.

-Siento que tengas que hacer esto, Kai.

-Ya me pediste perdón la última vez. Recuerda que también es algo que quiero hacer yo. Limítate a cumplir con tu parte del trato.

-Lo haré.

-Volveremos a vernos....

 

Habiendo inutilizado a Unum durante unos segundos, Kareth embistió a Detz poco después de esquivar su ataque. Incluso si Kai estaba protegido por dos Infernos y un espíritu, no había certeza de que no sufriese daños en caso de que un rayo de energía lo alcanzase.

 

Su enemigo ni se inmutó al recibir el placaje, agarrándolo de uno de sus brazos con la intención de estamparlo contra el suelo. Por suerte, el chico ya había reunido toda su fuerza en las piernas, manteniendo el centro de gravedad y evitando ser levantado. Desde ahí, utilizó el peso de su adversario en su contra y lo obligó a hacerse hacia delante para después, con su espalda como apoyo, traccionar de la extremidad hacia abajo y aplicarle una llave de forma que su adversario terminase en el suelo y boca arriba.

 

Acto seguido y sin soltarle el brazo, se dispuso a golpearle en la nariz con su otro puño, pero éste fue detenido por la mano libre de su contrincante, que levantó ambas piernas, situando una a cada lado de su cabeza, en tenaza, y realizando un movimiento en parábola inversa, hasta hacer que ésta chocase contra tierra.

 

Mientras se reincorporaban, Unum volvió al combate, provocando que Kareth se pusiese sobre aviso, decidiendo destruir de un puñetazo parte del suelo para así alejar a Detz, y después, mediante un giro de 180º hacia su izquierda, recoger con su mano pequeños escombros y arrojarlos contra el descendiente, quien se defendió con una de sus plataformas.

 

Tras esquivar el contraataque de Unum por medio de una acrobacia, el joven se dirigió de frente hacia él, distanciándose del líder del proyecto Gaia. Sin embargo, viéndose venir su ataque, forjó un gran puño metálico con el que lo acometió, obligándole a desplazarse a un lado, donde recibió una gran llamarada.

-¡Aaaaaagh! –gritó de dolor el chico, rodando por el suelo, con quemaduras por todo el cuerpo.

-¡Jajajaja! ¡Has caído en mi trampa! –se rió Unum, aplaudiendo su propio chiste.

-He de reconocerlo, Kareth. Has mejorado mucho. Pero, al final, la justicia siempre gana –afirmó Detz.

-¡¿Justicia?! ¡Ja! ¡Sólo consideráis justo lo que se adapta vuestra forma de pensar! ¡¿Acaso los demás no merecen también justicia?!

-Es demasiado tarde. El daño que han causado es irreparable.

-No. Todavía se puede arreglar... –declaró el joven, convencido, a lo que el hombre respondió negando con la cabeza.

-¿Hasta cuando piensas seguir soñando? Deja atrás las utopías. Ésta es la realidad.

-¡Que tú no lo consiguieses, no significa que los demás tengamos que darnos por vencidos!

-Entiendo –suspiró el científico-. Te demostraré lo equivocado que estás –continuó, apuntando con su mano a Kai y disparando de nuevo.

-¡No lo permitiré! –exclamó Kareth, interponiéndose en la trayectoria del proyectil, que penetró en su abdomen y formó un pequeño agujero por el que comenzó a brotar sangre. Pese a ello, aún tuvo la fuerza de voluntad para correr hacia ellos, ignorando un segundo disparo que atravesó su costado derecho, cerca de las costillas, y atacando a la desesperada a Detz, que no tuvo más remedio que protegerse de sus golpes.

-Yo me encargó del otro –indicó Unum mientras hacía que varias lanzas apuntasen al nigromante, encontrándose cara a cara con el espíritu de May, que se había situado en medio, con los brazos extendidos.

-¿Qué haces? ¿Protegerle? Eres un espíritu. Las lanzas pasarán a través de ti como si fueses aire –se rió el descendiente, cuyas palabras cayeron en oídos sordos, ya que la chica se mantuvo quieta, mirándole fijamente. Aquello consiguió irritarle.

-¡Deja de mirarme así! –gritó mientras daba la orden para que sus armas se precipitasen sobre su objetivo.

 

Entonces ocurrió lo inesperado. Durante unos segundos, Unum dudó. Ni siquiera él mismo se dio cuenta, pero la velocidad de su ataque se redujo poco antes de atravesar a May.

En otras circunstancias, aquello no habría significado nada, pero, ese tiempo fue el necesario para que Kai acabase de establecer su contrato con Jared.

 

Así pues, todos pudieron ver cómo un aura de color negro rodeaba al nigromante, reflejando las lanzas, que cayeron al suelo, inmóviles. La intensidad de su poder era tal, que lo único que pudo hacer el resto de los presentes fue cubrirse los ojos.

 

Finalmente, dicha aura se disipó, dejando como resultado a un joven ataviado con una gabardina y capucha oscuras que tan sólo dejaban ver la mitad inferior del rostro.

 

Su brazo izquierdo se había transformado en una garra del mismo color que su ropa, rodeado por el aura que antes había cubierto su cuerpo. Por otro lado, su mano derecha, de aspecto humano, asía una espada, también del mismo color.

-¡¿Qué es eso?! –alcanzó a decir Unum, antes de que la espada atravesase instantáneamente su corazón.

 

Cayendo al suelo de rodillas, la expresión del descendiente era de incredulidad; y así se mantuvo hasta que todo su cuerpo se desplomó.

 

Poco después, Kai se agachó junto a él y situó su mano izquierda sobre el cadáver, apareciendo de pie sobre éste un espíritu con su misma forma, sólo que su expresión era afable y sonreía agradecido.

-Veo que te has vuelto más fuerte, Kai –dijo el espíritu de First.

-Ha sido gracias a ti.

-¡Ja! ¡Mentiroso! ¡No he hecho más que causarte problemas! –replicó- Y pese a todo, me has hecho volver a quien una vez fui. Aunque haya sido en mi muerte. Gracias. Muchas gracias –continuó, derramando lágrimas de alegría.

 

El espíritu de May se acercó a él, situando sus manos sobre sus mejillas.

-¡May! ¡Lo siento! ¡Lo siento mucho! ¡Por mi culpa tuviste que morir! ¡Fui débil! ¡Incapaz de contradecir aquellas voces en mi cabeza, acabé convirtiéndome en otra persona! No te pediré que me perdones. Sólo espero que la muerte me dé el castigo que merezco, y a ti, el descanso que llevas esperando tanto tiempo –dijo First, tratando de apartarla de él. Sin embargo, la chica se negó a hacerlo y, acercándose lentamente a él, lo besó.

-“Por mucho que cambies, siempre serás tú. Siempre te amaré”. Eso es lo que dice –expresó Kai.

-¡Que puedas querer a alguien como yo...! No lo merezco... –indicó el espíritu, compungido.

 

Tras esto, May se giró hacia Kai.

-Supongo que esto es una despedida –dijo el chico-. Gracias por haber cuidado siempre de mí, May. Has sido como una hermana para mí. Y siempre lo serás. Ahora, espero que puedas descansar en paz. Y tranquila. Lo que me queda... sabré recorrerlo solo -sonriéndole, ella asintió- Hasta siempre, May, First. Os quiero.

-Hasta siempre, Kai.

Instintivamente, el chico alargó su mano hacia ellos, quienes desaparecieron poco a poco entre haces de luz.

 

De esa forma, emprendieron su camino hacia al más allá.

lunes, 23 de octubre de 2017

Capítulo 38: El valor de una vida

Dicen que una de las secuelas que puede dejar la maldición de un demonio o un ángel es que pierdas los recuerdos sobre lo que te ha sucedido antes de morir. En el caso de Asari, ella había sido consciente de que algo le había ocurrido, tomando la creencia de que estaba muerta. Y, al cabo de un tiempo, todo lo acontecido hasta el momento de su “muerte” llegó a ella de repente, incluido el motivo por que el que había vagado en soledad durante tantos días: el abandono de sus padres, quienes, al no poder mantenerla la habían dejado a su suerte en un lugar apartado a fin de que no pudiese volver hasta ellos.
-Así que para ellos era como un perro. En cuanto vieron que no podían cuidarme me abandonaron... –fue lo que dijo poco después de recuperar la memoria.

Por suerte para ella, Baal se había convertido en el sustituto de sus padres, y no necesitaba a nadie más a su lado. Los años que llevaba con él habían sido los mejores de su vida, sin falta de comida, agua o cariño. Para nada le importaba el hecho de que, fuese un demonio o de que estuviese buscado por los humanos.
-¿Para qué te buscan?
-Para matarme –contestó Baal una vez Asari le preguntó.
-¿Es que has hecho algo malo?
-Supongo que, desde su punto de vista, sí. Digamos que ser un demonio es algo que ellos consideran malo.
-¿Por qué?
-La verdad es que no sabría contestarte a esa pregunta. En cualquier caso, es lo de menos, lo importante es que aquí estamos seguros y no tenemos que preocuparnos de ellos.
Aun así, ella no podía evitar sentirse preocupada cada vez que el demonio salía de casa, pensando que quizás le descubriesen pese a que siempre iba cubierto y utilizaba su poder para pasar desapercibido.

La joven nunca había llegado a saber que había debajo de la vestimenta que apenas dejaba ver su cuerpo. No podía evitar sentir cierta curiosidad pero había decidido no invadir su privacidad.

En cualquier caso, lo que probablemente más la perturbaba, eran sus propios sentimientos hacia Baal. Entrada en la adolescencia, había comenzado a verlo como algo más que un padre: como un salvador. Habiendo conocido únicamente el amor por algunos libros que le había traído el demonio, y que tocaban el tema de manera superficial, se sentía confusa, además de verse agravadas sus preocupaciones por la seguridad de su padre.

Un día, la joven se hallaba practicando con su rifle sobre dianas que ella misma había fabricado. Aunque Baal había intentado enseñarle teletransportación, aprovechando el poder adquirido al estar maldita, sólo había conseguido utilizarlo sobre sí misma, pudiendo desplazarse unos pocos metros. Esto habría deprimido a Asari de no ser porque también había conseguido hacer aparecer un rifle francotirador, en cuyo manejo había centrado su entrenamiento.

Ese día, su padre apareció por la puerta de la casa en la que vivían, atravesando el jardín y dirigiéndose hacia el lugar en el que entrenaba.
-He de irme a hacer unos recados.
-¿Cuándo vas a dejar que me encargue yo? –preguntó Asari, deteniéndose en sus quehaceres.
-Ya te dije que cuando cumplas los dieciocho. Falta poco para ello, así que se una buena chica y espera hasta entonces. Además, primero empezarás acompañándome a mí antes de que empieces tú sola.
-Pero... yo soy humana... hay menos posibilidades de que vayan a por mí, ¿no?
-Al estar maldita, tienes Setten corriendo por tu cuerpo. Si no sabes cómo ocultarlo, los humanos te encontrarán y te matarán independientemente de que seas humana o no.
-He estado entrenando para ocultar mi Setten. Estoy segura de que puedo pasar desapercibida.
-Hasta que yo no sea capaz de detectarte no te dejaré vagar sola fuera del bosque.
-Te preocupas demasiado...
-Por supuesto que lo hago –el demonio se acercó y la abrazó-. Eres mi hija, Izu.

Izu. Ni siquiera tenía recuerdos de sus verdaderos padres llamándola de esa manera. Cada vez que lo hacía se sentía reconfortada.
-No creas que te vas a salir con la tuya por llamarme así –respondió ella.
-Siempre me salgo con la mía –comentó él, separándose de Asari y disponiéndose a marcharse-. Volveré al mediodía.
-¡Más te vale! ¡O no habrá plato para ti en la mesa! –exclamó, justo antes de verle desaparecer.

Exhalando un largo suspiro, decidió continuar disparando a las dianas. Si bien era cierto que deseaba empezar a salir del bosque, no pretendía desobedecer las órdenes que se le habían dado. Al fin y al cabo, si durante los, aproximadamente, seis años que llevaba allí, no había pasado nada, lo mejor era no hacer algo que pudiese alterar la paz de la que disfrutaban.

Fue en ese momento cuando escuchó un sonido entre los árboles que la alteró, provocando que apuntase hacia el foco del sonido con el cañón de su rifle. A primera vista no divisó nada, pese a ello, recordó lo que le habían explicado en caso de que un desconocido llegase hasta la casa: correr a refugiarse y apuntar desde allí con su arma. Así pues, dirigiéndose hacia el estrecho camino del jardín, llegó hasta la puerta y la abrió, apostándose en la entrada de cuclillas mientras mantenía su punto de mira sobre los árboles.

Debió de pasar como un minuto entero, con la respiración agitada, hasta que observó otro movimiento detrás de uno de los troncos. Mostrándose el cuerpo de una niña que avanzó dos pasos hacia el claro antes de caer al suelo como un peso muerto, sin mostrar signos de volver a levantarse.

Sorprendida, Asari, apartó la vista de la mirilla de su rifle, expandiendo su campo de visión e intentando vislumbrar a algún otro ser vivo que pudiese estar acompañándola, no obstante, nada más hizo acto de presencia.

De esa forma, decidió levantarse y comenzar a andar muy despacio hacia la pequeña, siempre vigilando sus alrededores. Cuando llegó hasta allí, se dio cuenta de que debía de tener más o menos la misma edad que ella cuando la encontró Baal, puede que incluso menos. Su vestimenta, no obstante, estaba en mejor estado, consistiendo ésta en una camiseta de color rojo y una falda blanca machada por la tierra. Tenía el pelo de color negro, llegándole hasta los hombros y no alcanzaba a verle la cara ya que la mayor parte de ella se encontraba hundida en la hierba.

Con cuidado, se agachó para mirar si tenía pulso, comprobando que tan sólo estaba inconsciente. También pudo notar una delgadez considerable en sus brazos y piernas, así como en la parte visible de la cara.

La pregunta era: ¿cómo había conseguido llegar hasta allí? Toda la zona estaba llena de trampas y alarmas conectadas al Setten de Baal de forma que, si cualquier humano se acercaba demasiado a la casa, el demonio sabría de su existencia, teletransportándose enseguida, de ser necesario. Sin embargo, no se había dado el caso, ya que habían pasado varios minutos y seguía sin aparecer.

En ese instante, Asari, quien cacheaba a la niña para comprobar la existencia de cualquier anormalidad u objeto extraño, palpó un pequeño saliente en el centro de su cabeza. Al apartar el cabello, se dio cuenta de que se trataba de un cuerno. Aquella niña era una demonio.
-Por eso las trampas no la han detectado, ¿eh? Sólo se pusieron para humanos ya que ni siquiera pensó en la idea de que un demonio significase una amenaza. ¿Qué debería hacer? Parece deshidratada y mal nutrida... –se preguntó a sí misma levantando la mirada hacia el bosque y desplazándola de nuevo hacia la pequeña. Aunque no tenía claro si sería buena idea llevarla al interior de la casa sin el permiso de su padre, Asari no podía dejarla allí. Además, teniendo en cuenta que se trataba de una demonio, dudaba que existiese algún peligro, por no decir que era una niña.
-¡Agh! –profiriendo un grito de rabia por su propia indecisión, zanjó la situación cogiéndola con uno de sus brazos y encaminándose hacia su hogar.

Una vez hubo vuelto Baal, sujetando una caja de cartón de mediano tamaño, con tapadera de color rosa y cuerpo cian, adornado con líneas del mismo color que ésta; abrió la puerta y se encontró a Asari en el pasillo, quien iba en dirección al dormitorio llevando un plato con comida.
-¿Huh? ¿Tienes planeado comer hoy en el dormitorio? –preguntó el demonio, extrañado.
Mirando el plato con cara de circunstancias, la chica bajó la cabeza.
-¿Me prometes que no te vas a enfadar? –preguntó tímidamente.

Así pues, lo llevó hasta la habitación, donde, sobre la cama, descansaba la niña. Cerca había dos recipientes de cerámica, uno más pequeño, utilizado para beber, y otro más grande, que servía para llenar el primero. La demonio tenía los ojos cerrados pese a que ya había recuperado la consciencia, no obstante, los abrió una vez se acercaron los otros dos inquilinos de la casa.

Su primera reacción al ver a Baal fue la de echarse hacia atrás asustada, pese a que la cabecera de la cama no se lo permitía.
-Tranquila –dijo Asari, con voz amable y mientras le presentaba el plato de comida-. Él es un demonio al igual que tú. No te hará daño.
Por su parte, Baal le echó un vistazo rápido, como queriendo confirmar las palabras de su hija.
-La vi salir de entre los árboles. Estaba deshidratada y tenía hambre, así que decidí ayudarla. Sé que es una desconocida pero... pensé que, siendo una demonio, no habría nada de malo... –explicó mientras intentaba analizar la reacción de Baal, guiándose por sus movimientos más que por otra cosa.
Entonces, él levantó una de sus manos y la posó sobre la cabeza de la chica.
-No... no pasa nada... aunque después me gustaría hablar contigo, Izu –dijo antes de marcharse de la habitación, dejando a Asari sin estar segura de si realmente se lo había tomado bien o mal.

Después de que la niña demonio terminase la comida y se quedase dormida, la adolescente se encaminó hacia la cocina con el plato vacío. Allí, la esperaba su padre.
-¿Qué querías decirme?
-Antes de nada, déjame decir que no estoy molesto o enfadado porque la hayas traído aquí. Es más, creo que hiciste lo que debías. Sin embargo, no creo que podamos mantenerla durante mucho tiempo.
-¿Por qué? Es sólo una niña.
-Lo sé, pero no sabemos de donde procede. Quizás haya tenido contacto con humanos y la hayan seguido hasta aquí.
-Lo mismo podrías haber pensado de mí cuando me recogiste, ¿verdad?
-Eso... es diferente...
-¿Por qué?
-...
-¿Es por qué tú no estabas ahí? ¿Porque no pudiste asegurarte de que no hubiese enemigos que la siguiesen? Baal, por favor, confía más en mí. Sé que todavía soy inexperta pero ya soy capaz de luchar y de defender este lugar.
-Tienes razón, Izu, pero no sabes de lo que son capaces los humanos.
-Incluso así... dejarla a su suerte... me parece demasiado cruel...
Ambos se quedaron en silencio durante unos segundos, sin tener claro hacia donde llevar la situación.
-De acuerdo –dijo Baal-. Hagamos una cosa. Te encargarás de cuidar de ella y vigilarla. Si al cabo de una semana eres capaz de asegurarme que no va a pasar nada, entonces podrá quedarse.
-¿Lo dices en serio?
-Por supuesto. Confío en ti, Izu.
-Gracias –contestó la joven, alegremente.
-Y recuerda lo que siempre te digo...
-“Conserva la vida que se te ha dado”. Lo sé. Si has dicho que confías en mí, demuéstralo un poco más –replicó
-Lo siento...

Al día siguiente, Asari se encontraba junto a la pequeña demonio, enseñándole el jardín. Puesto que estaba mejor, pensó que sería bueno que le diese el aire y ejercitase las piernas a fin de no perder movilidad. Algo tranquilo como un paseo por el claro funcionaría.

Baal había vuelto a salir ya que necesitaban más alimentos antes de que llegase el invierno, más si iban a tener otra boca que alimentar.

Por su parte, la niña no era muy habladora. De hecho, no decía nada pese a los esfuerzos de la chica por intentar entablar una conversación con ella.
-¿Te gustan las flores? –preguntó señalando las que había en el jardín, a lo que ella contestó observándolas con cierta indiferencia.
Asari pensó que quizás necesitase algo de tiempo para adaptarse tanto al entorno como a ellos. De todos modos, no tenía muy claro que hacer para facilitar el proceso.

De repente, se dio cuenta de que la pequeña miraba al bosque con curiosidad. No parecía haber nada en él, aun así, no apartaba la vista de los árboles.
-¿Te apetece que vayamos al bosque? Aunque tienes que saber que tengo prohibido salir de él. ¿Te parece bien?
La demonio asintió, dándole algo de tranquilidad al ver que, por lo menos, reaccionaba a lo que decía.

Así pues, las dos se adentraron en el bosque, y llegaron hasta el río.
-Aquí la corriente no es muy fuerte. Mm... ¿te apetece bañarte? –preguntó de manera casual, a lo que recibió un segundo asentimiento.
-¡Bien!
Acto seguido, la joven se desnudó, ayudando a la pequeña a hacer lo mismo. Al quitarle la camiseta observó que tenía varias cicatrices en el torso y una en el cuello.
-¿Cómo te hiciste esto? –preguntó, acariciándolas suavemente con expresión de preocupación.
Al sentir el contacto, ella apartó, rechazando a Asari y cubriéndose con ambos brazos.
-¡Ah! ¡Lo siento! Si es algo de lo que no quieres hablar no te obligaré a hacerlo.

Tras un incómodo silencio, la demonio volvió a permitir que continuase desvistiéndola. Una vez hecho, ambas se introdujeron en el agua poco a poco.
-¡Está fría! –exclamó Asari, quien levantó el pie por la sorpresa antes de volver a meterlo en el agua.
Al contrario que a ella, a su compañera no parecía importunarle la temperatura del río. De hecho, se la veía muy relajada, provocando que Asari se preguntase si ya estaba acostumbrada a ese tipo de cosas.
-Si es así, es posible que esto le ayude a ganar más confianza y decida hablar conmigo –murmuró, contenta.

Durante aproximadamente una hora, disfrutaron del baño al aire libre. Sin embargo, en cierto momento hubo algo que la desconcertó.
La niña se había detenido en un punto concreto del río, mirando las piedras y sedimentos bajos sus pies. Entonces se agachó y alargó la mano como si pretendiese coger algo, llegando a zambullirse para poder tocar el suelo. Posteriormente, volvió a su posición original y continuó nadando como si nada hubiese sucedido.
-¿Algún tipo de juego? –le preguntó Asari, a lo que ella contestó afirmativamente mediante gestos, señalando con el dedo a su espalda. Cuando se giró, la joven observó un movimiento entre los árboles que la hizo levantarse e invocar su rifle, apuntando al frente. Sin embargo, quien apareció no fue un enemigo, sino su padre.
-¡Ah! ¡Estabais aquí! ¡Os estaba buscando!
-¿Baal?
-Os estáis dando un baño, ¿eh?

En ese momento, se dio cuenta de que estaba completamente desnuda, respondiendo mediante una lluvia de disparos hacia el demonio mientras su cara se enrojecía por la vergüenza.
-¡Fuera de aquí!
-¡Pero, ¿qué pasa?!
-¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fueraaaaaa!

Tiempo más tarde, los tres se encontraban junto a la mesa de la cocina. Baal, con una sonrisa irónica en su rostro; Asari, molesta; y la niña, ausente, con la mente, aparentemente, puesta en otra cosa.
-Vamos, vamos, no ha sido para tanto. Cuando eras más pequeña no le dabas importancia a que te viese desnuda.
-¡Tú lo has dicho! ¡Cuando era pequeña! ¡Ahora es diferente!
-Ya veo. Debe de ser lo que llaman “la edad del pavo”...
-¡Que no es eso! –gritó la joven, alzándose de la silla y golpeando la mesa con las dos manos.
-¡Vale! ¡Vale! ¡Lo siento! ¡Culpa mía! –respondió el otro, levantando las manos en señal de rendición.

Después de que su hija volviese a sentarse, Baal exhaló un profundo suspiro, aliviado de que las cosas se hubiesen calmado un poco.
-Dime... Baal... ¿Qué... piensas de mí? –dijo Asari, desviando la mirada hacia un lado.
-¿Que qué pienso de ti? Bueno, pues que eres una chica obediente, trabajadora, responsable...
-No me refiero a eso...
-¿Entonces?
-Verás... –conforme avanzaba la conversación, se ponía más nerviosa- ¿Qué... opinas de mí... como... m-m...?
-¿M...?
-¡¿Qué opinas de mí como mujer?! –soltó de golpe, cerrando los ojos cono si pretendiese esconderse de su mirada.
-Ah... –confuso por no entender el porqué de la pregunta, aunque comprendiendo su significado, el demonio tamborileó con los dedos en la mesa- Yo... nunca me había planteado algo así... quiero decir, sólo te veo como a una hija así que...
-Ya veo... –dijo la joven, bajando los hombros-. Verás... es que...
Quería decirle que ella sí que sentía algo, pese a no estar segura de sus sentimientos, sabía que estos iban más allá del amor familiar. Si era así, sólo se le ocurría una respuesta pero no se atrevía a decírsela. Puede que porque sabía que no serviría para nada, o por no tener claro ni lo que ella misma quería. En cualquier caso, no podía expresarlo.
-Me voy al dormitorio.
-¿Izu?
Sin decir nada más al respecto, se marchó junto a la niña. Desde ese día, la relación entre ambos fue más distante de lo que jamás había sido durante sus años juntos.

A lo largo de la semana, Asari continuó dando pequeños paseos por el bosque con la pequeña demonio. Le daba la sensación de que, poco a poco, no sólo estaba consiguiendo animarla sino también que se abriese más a ella. Incluso si seguía sin mediar palabra, mostraba interés en que le hablase más sobre el lugar en el que vivía. No obstante, a veces creía ver en ella una tristeza que no alcanzaba a comprender.

Así pues, pasaron los días y llegó el cumpleaños de Asari. Al igual que otras veces, los tres se encontraban comiendo en la cocina, en silencio, sin siquiera hacer referencia a la importancia del día.
-Oye, Izu... –dijo Baal, dando el primer paso para cambiar aquella incómoda situación- ¿Estás enfadada conmigo?
-No...
Y era la verdad. No es que estuviese molesta con el demonio, sino que tenía miedo de que sus sentimientos fuesen a más y llegasen a ser descubiertos.
-Entonces, ¿por qué estás así?
-Eso es algo que no puedo decirte –levantándose de la mesa, Asari se dispuso a marcharse de la habitación-. No tengo más hambre –indicó dirigiéndose hacia el exterior de la casa, habiendo dejado parte de su comida encima de la mesa.
-¡Izu! –exclamó Baal. Sin moverse de su sitio, el demonio giró la vista hacia el lado. Descansando sobre el suelo, estaba la caja rosa y cian.

Asari, pateó la hierba, irritada. ¿Realmente era eso lo que quería hacer? Fue lo que se preguntó justo cuando varias figuras se adentraron en el claro, sorprendiéndola.
Al momento, hizo aparecer su rifle y apuntó a uno de ellos, no obstante, una especie de red se le echó encima, no sólo haciendo desaparecer su arma sino ajustándose a su cuerpo de manera que impidió cualquier movimiento por su parte, haciéndola caer a tierra.

Los individuos se acercaron entonces a ella. Debían de ser unos cinco o seis pero llevaban consigo artilugios que no había visto nunca. Por su aspecto, diría que se trataba de humanos.
-¡Comprobad la presa! –gritó uno de ellos, mientras otros dos la forzaban a levantarse y la miraban de arriba abajo como si fuese un monumento.
-Es la humana de la que nos habló.
-¡Mierda! Bueno, no hay mal que por bien no venga, quizás la podamos usar como rehén para atraer al demonio –tras esto, hizo una señal para que avanzasen hacia la casa, situándose enfrente, a una distancia prudente. Asari intentó por todos los medios volver a invocar su rifle, sin embargo no lo conseguía, como si hubiese perdido esa capacidad.
-Ni lo intentes, guapa. Esta red está hecha para evitar que pueda utilizar Setten, así que tus poderes demoniacos no sirven para nada –le explicó otro de ellos.
-¡Demonio! ¡Tenemos a la humana! ¡Sal de tu guarida y te prometo que no le haremos daño!

Poco después, Baal abrió la puerta. Llevaba en sus manos la caja y a su lado se situaba la pequeña demonio.
-Así me gusta. Que seas rápido.
-¿Cómo habéis conseguido entrar? –preguntó Baal.
-Pregunta que como hemos conseguido entrar –dijo el que estaba manteniendo la conversación con él, mientras se giraba hacia sus compañeros, quienes rieron socarronamente-. ¡Esa niña que está a tu lado sabrá contestarte, ¿verdad?!
Asari fijó su mirada en ella, quien, con expresión triste, habló por primera vez desde que la conocía.
-Yo fui quien les reveló vuestra posición y quien desactivó las trampas que impedían el paso a los humanos.
-¿Quien desactivó las trampas? –murmuró Asari, mientras recordaba el momento en que la vio agacharse en el río- Así que por eso querías ir al bosque...
-¿Por qué lo hiciste? –preguntó Baal.
-Ellos... tienen presa a mi familia... amenazaron con vender sus órganos si no les conseguía algo mejor. Después de vagar sin rumbo fijo conseguí llegar a este claro y os encontré. Les avisé entonces de que estabais aquí pero no podían adentrarse en el bosque debido a tus trampas...
-Así que las desactivaste para ellos. Sí, me hago una idea. Ya que son trampas para humanos, sólo otro demonio sería capaz de hacerlo. Aun así, tienes que ser muy hábil para conseguirlo.
-Lo siento.
-No te culpo. ¡De acuerdo! ¡Vosotros soltáis a la chica y yo me voy con vosotros! ¡Si eso es lo que queréis, no tendré problemas en cumplirlo!
-¡¿De qué estás hablando, Baal?! ¡¿Crees que voy a dejarte hacer algo así?! –gritó Asari.
-¡No tenemos otra opción! ¡¿O acaso puedes hacer algo al respecto, Izu?!
Tenía razón. En la posición en que se encontraba, sólo conseguiría empeorar las cosas si intentaba hacer algo sospechoso. Pero no podía dejar que se lo llevasen.
-Antes de nada, necesitamos saber en qué consisten tus habilidades. Al fin y al cabo, el trato era que le devolveríamos a su familia si resultabas ser de mayor utilidad que ellos. Esa cría, por ejemplo, la dejamos vivir porque podía absorber el Setten de otros demonios. Eso fue lo que le permitió desactivar tus trampas. ¿Qué puedes ofrecernos tú?
-Mis habilidades se basan en la teletransportación, tanto mía como de otros seres u objetos. Asimismo, y como ya habéis podido ver, soy capaz de dejar mi Setten en un punto concreto y utilizarlo para establecer una trampa cuya duración se corresponde con mi propia vida.
-¡Oh! ¡Eso es interesante! Demuéstranos lo del teletransporte ¡Ya sé! Teletransporta a esa cría hasta ahí -dijo señalando un punto más alejado.
-¿Estás conforme con ello? –le preguntó Baal a la demonio.
-Sí. Adelante.
Instantes después, Baal hizo que la pequeña desapareciese, volviendo a aparecer en el lugar que había señalado el humano.
-¡Genial! ¡Esto sí que es interesante!
-Entonces, ¿liberaréis a mi familia? –preguntó la demonio, esperanzada.
-No –conforme decía esto, la niña explotó, convirtiéndose en una bola de fuego y humo que hizo que los presentes se cubriesen instintivamente con los brazos.
-¿Q-qué... diablos ha pasado...? –consiguió preguntar Asari. Donde había estado la demonio, ahora sólo quedaban partes de su cuerpo quemadas y esparcidas por zonas cercanas..
-¡Uf! ¡No esperaba que tuviese tanta potencia! Deberíamos haberle implantado más bombas, habría sido divertido verla desintegrarse –soltó uno de ellos entre risotadas, acompañado por los demás.
-¿Le... implantasteis una bomba...? –la joven recordó las cicatrices que tenía cuando la desnudó.
-No sólo eso. También le implantamos un microchip para saber donde estaba a todas horas. Así supimos su posición una vez nos avisó sobre vosotros.
-Es horrible... –dijo Asari con lágrimas en sus ojos- ¡Maldita escoria! ¡Deberíais morir todos!
-Tranquila, gatita. Ya no nos servía. No necesitaremos desactivar trampas si tenemos a tu amiguito para teletransportarnos a un sitio donde no las haya, ¿no crees?
-Entiendo. Así que no planeabais dejar en paz a Izu si me iba con vosotros, ¿verdad? –dijo Baal.
-La vamos a necesitar para mantenerte bajo control. Además, teniendo en cuenta sus poderes, hasta podría sernos útil de alguna forma. De todos modos, tampoco nos importa mucho si te niegas y la acabamos matando. Aunque sea una pena, ya conseguiremos otro demonio que podamos vender o utilizar.
-¿Ves de lo que hablaba, Izu? Cuando te dije que no sabías de lo que eran capaces los humanos, me refería a esto. Lo único bueno que puedo decir al respecto, es que ellos tampoco saben de lo que somos capaces nosotros.

De repente, los dos que tenían cogido a Asari desaparecieron, dejando desconcertados a los demás.
-¡Disparad! –ordenó el portavoz mientras apuntaban a la adolescente con extrañas varas. No obstante, nada más salir una especie de bola eléctrica de sus extremos, ésta desapareció, apareciendo seguidamente a su espalda e impactando contra ésta, logrando lanzarlos contra el suelo.
-Ese traje no os protegerá de todo... –dijo Baal.
Entonces, se teletransportó detrás de uno de ellos, cogiéndole de la cabeza y rompiéndole el cuello. Tras esto, apareció frente a otro que se estaba levantando, golpeándole con la rodilla en la nariz y dibujando con la mano un símbolo sobre su cabeza. Volviendo a teletransportarse detrás de otro que ya había conseguido levantarse, lo empujó contra el anterior, momento en el que el símbolo en su cabeza brilló con intensidad y ambos se vieron envueltos en una columna de fuego que los incineró.

Quedando sólo uno en pie, éste apuntó con su vara al demonio, pero justo cuando estaba a punto de disparar, los dos que habían desaparecido, cayeron desde el cielo justo encima de él, estampándose contra el suelo con un sonoro crujido de huesos.

Finalmente, Baal se acercó a Asari y la liberó de la red. Ella le abrazó, en una mezcla de alegría, miedo y tristeza.
-Gracias –dijo entre sollozos.
-¿Estás bien? –preguntó el demonio.
-No mucho pero me alegra ver que por lo menos tú sí lo estás.
Ambos miraron el lugar en el que antes había estado la niña.
-Será mejor que me deshaga de los cuerpos. Tú entra en casa.
-¡No! Te ayudaré...
-¿Estás segura? –preguntó Baal sin estar convencido del estado mental de ella.
-Sí, lo estoy.
Asintiendo, el demonio se encaminó hacia uno de los cuerpos cuando vio en el suelo la caja que había llevado consigo. Cogiéndola, la observó dubitativo. Fue entonces cuando, sin previo aviso, uno de los humanos le disparó por la espalda, atravesándole el lado izquierdo del pecho.
-¡Baal! –exclamó Asari, haciendo aparecer su rifle y disparando a la cabeza del atacante, eliminándolo en el acto. Posteriormente, se acercó a su padre, sujetando su cuerpo con las manos.
-Bill, ¿habéis terminado ya con el trabajo? ¡Os estamos esperando!
Exaltada por el repentino sonido, se giró hacia otro de los humanos.
-¡No puede ser! ¡¿Un comunicador?! –dijo ella.
-¡Bill! ¡Contesta!
Sin saber qué hacer, la joven cogió a Baal y se lo echó a la espalda como mejor pudo.
-Vamos a salir de ésta. Ya lo verás –dijo, echando a andar hacia el bosque.
-¡Bill! ¡Parece que le ha pasado algo! ¡Vamos a entrar! –fue lo último que se escuchó.

Pese a su intentó por moverse rápido, le costaba mucho hacerlo con un peso extra. Incluso si conocía mejor el bosque que ellos, no tardarían en ganarle terreno si continuaba a ese ritmo.
-¡Vamos! ¡Vamos! –se oyó a lo lejos.
-Si al menos supiese cómo teletransportarme a mayor distancia, podríamos salir de aquí enseguida. ¡Uah! –tropezando, cayó al suelo en una bajada, rodando tanto ella como Baal hasta chocarse contra el tronco de un árbol.

Quejándose por el dolor, la chica se levantó como mejor pudo, buscando a su padre con la mirada. Tras divisarlo a pocos metros de distancia corrió hacia él, agachándose para levantarlo.
-Baal, dime que sigues conmigo, por favor –dijo la chica, alterada.
-Izu...
-Menos mal. Venga, sólo tienes que aguantar un poco más. Una vez salgamos de aquí, encontraré una manera de curarte.
-Izu...
-Necesito una manera de detener la hemorragia. ¡Maldita sea! ¡¿Por qué no se me ha ocurrido antes?! ¡Ya sé! ¡Utilizaré mi camiseta! ¡Sé que no servirá de mucho pero, al menos, hasta que...!
-Izu, por favor... déjalo...
Deteniéndose, observó la mano de Baal que se posaba sobre su brazo.
-¿Qué... quieres decir...?
-No voy a salir de ésta...
-¿Qué estás diciendo? Va-vamos, seguro que si lo intentamos...
-No... lo mejor es que me dejes aquí y te salves tú...
-¡No puedes pedirme eso! ¡¿Cómo quieres que me marche y te deje morir aquí?! –la desesperación empezaba a notársele en el tono de voz. Le temblaban las manos.
-Entonces no te lo pediré... déjame aquí y vete... es una orden.
-¡¿Qué te da derecho a darme órdenes?!
-Ser tu padre...
-¡Eso no es justo!
-Nada tiene por qué serlo... no estaríamos así si la justicia existiese... pero no nos queda otro remedio que aceptarlo y seguir adelante. ¿Puedes acercarme la caja? Creo que se me ha caído.

Cerca de allí se encontraba el objeto rosa y cian, el cual cogió y situó cerca de su padre.
-¿Has cargado con esto durante todo el camino? –preguntó ella.
-Ábrela...

Al hacerlo, observó una pequeña placa dorada en la que había algo escrito: “Permiso para misiones de reconocimiento fuera del bosque. Asari Izumi, mi pequeña Izu”.

No pudo evitar sonreír y llorar al mismo tiempo.
-¿Qué... te parece...?
-Es muy cursi... –dijo intentando limpiarse las lágrimas con la manga de la camiseta.
-Lo sabía... debería haber puesto otra cosa...
-No. Es perfecta.
-Eso... me alegra... –el demonio acercó su mano a la mejilla de la chica-. Feliz cumpleaños.
-No es muy feliz, por desgracia...
-Sí... y lo siento... ahora, márchate, por favor. Cumple el último deseo de este viejo demonio.
-Yo... no puedo... Baal... no puedo...
-Izu... por favor...
La chica le miró. Todavía llevaba la capucha puesta pero sabía de sobra que él también lo estaba haciendo.

Agarrando la placa fuertemente, se dispuso a marcharse.
-Recuerda... Izu... Conserva la vida que se te ha dado...
Apretando los dientes, le dio la espalda a su padre.
-Te quiero, papá –dijo antes de empezar a correr.
Finalmente, su cuerpo se esfumó entre los troncos, y no mucho después un grupo de humanos rodearon a Baal.
-¡Vaya! ¡Pero mira lo que tenemos aquí! ¡Tú debes de ser el demonio! ¡¿Qué has hecho con los demás?!
-Les he regalado un ticket al infierno...
-¡Los tienes bien puestos, engendro! ¡No te preocupes! ¡Incluso si mueres haremos buen uso de tus órganos! –mientras decía esto se acercó a él y le quitó la capucha. Debajo de ella se pudo observar la cara del demonio. Pelo castaño y corto, orejas puntiagudas, ojos verdes y un rostro muy parecido al de un humano. En su frente un dibujo en el que se podía observar a un demonio atravesándole el pecho a un hombre.
-Esa marca... eres un asesino de humanos... –se sorprendió
-Los humanos sois crueles... estúpidos... y matáis indiscriminadamente... Por venganza, uno es capaz de convertirse en un monstruo...
-Ja, ya veo. No eres mejor que nosotros entonces. Me pregunto a cuántos hombres, mujeres y niños inocentes habrás asesinado. Cogedlo, chicos. Nos divertiremos diseccionando viva a esta escoria.
De repente, Baal chasqueó los dedos, de manera que el dibujo empezó a brillar.
-Soy experto en trampas... ¿quién te dijo que no las usaría en mí mismo?
-¡Maldita sea! ¡Al suelo!
-Esta marca... era lo único que no podía permitirte ver... Izu... –tras esto, se produjo una gran explosión a partir de su cuerpo, llevándose por delante al grupo de humanos.

Días después, Asari caminaba por las calles de una ciudad. Con la mirada perdida y sin saber dónde dirigirse, había sobrevivido durante ese tiempo con la única motivación de seguir viva.

Así pues, llegó hasta un callejón y se sentó junto a un montón de basura, pretendiendo descansar. Sus manos todavía se aferraban a la placa que le regaló Baal.
-Vaya, vaya. Mira qué tenemos aquí.
Un par de jóvenes, con más ego que edad, se acercaron a la chica.
-¿Te gustaría venir con nosotros?  -preguntó uno de ellos.
-¿Vas en serio, tío? ¡Huele fatal!
-No te preocupes. Que se duche en mi casa. Estoy seguro que, después de eso, nos lo pasaremos muy bien, ¿eh? ¿Qué te parece?
Asari ni siquiera se movió. No merecía la pena perder el tiempo con los humanos. Todos eran iguales. Todos eran lo peor.
-Chicos, si no os importa, ¿podríais dejarla en paz? –pidió una voz perteneciente a otro hombre.
-¿Eh? ¿De qué vas? ¡Nos lo estamos pasando bien! ¡No nos cortes el rollo!
-Creo que los únicos que os lo estáis pasando bien sois vosotros.
-¡Mira, si no te marchas de aquí, vas a acabar mal, amigo! ¡Ugh! –uno de los jóvenes fue lanzado al suelo.
-No creo que sea buena idea amenazarme –se escuchó el sonido de una espada siendo desenvainada.
-¡Tío, que tiene un arma! ¡Corre!
Levantándose del suelo, el joven corrió detrás de su amigo, quien ya le llevaba la delantera.
-¿Estás bien?
Cuando Asari levantó la vista, vio a otro chico joven, con un ojo de cada color y que presentaba una cicatriz que recorría su mejilla izquierda hasta llegar a la frente. Éste le tendía la mano amigablemente.
-¿Quién eres? –preguntó ella, con desconfianza.
-Me llamo Hioni Reima. Eres una maldita, ¿verdad?
-¿Huh? ¿Cómo...?
-Yo también lo estoy –indicó, señalándose con el pulgar y, aparentemente, orgulloso de hacerlo.
-Ah... bien por ti... -respondió ella, con desinterés.
-No creo que éste sea un buen lugar para acomodarse. ¿Por qué no vienes conmigo? Sé de un buen sitio donde podrás dormir en caliente y comer algo.
-No confío en humanos.
-Comprendo.... Bueno, no voy a obligarte. Aquí tienes una dirección, por si cambias de opinión. Una vez llegues sólo tienes que decir las palabras adecuadas y alguien vendrá a por ti. Mi grupo y yo nos encargamos de ayudar a los demonios pero otros en necesidad también son bienvenidos –explicó dejando una tarjeta sobre la joven- Ahí también está escrito lo que tienes que decir. ¡Ah! Una cosa más. No eches tu vida a perder. No creo que quien te maldijese, quisiese algo así.
-¡¿Qué...?! –cuando se dispuso a contestarle, el chico ya había desaparecido. Volviendo la vista hacia la tarjeta, la cogió y observó lo que había escrito en ella-. Hioni Reima...

La lanza de Simon se clavó en el suelo, levantando una gran polvareda. Sin embargo, cuando ésta se hubo disipado, el cuerpo de Asari no fue encontrado debajo del arma. A su lado, un rifle le apuntó a la cabeza.

-No pienso morir. Todavía no...