martes, 30 de julio de 2013

Gaia Project: Capítulo 13

Quattuor esquivó otro de los tentáculos de Sead, siguiéndole a éste un segundo de mayor tamaño que se abalanzó sobre su cabeza, obligándole a detenerlo con sus brazos. La fuerza del golpe fue tal, que el suelo bajo sus pies mostró signos de romperse.

-¡Te aplastaré! –declaró Tribus.

-¡Que te lo has creído! –respondió el hombre, haciendo un gran esfuerzo para quitarse de encima aquel tentáculo, sólo para encontrarse rodeado de un gran número de ellos, que se enroscaron alrededor de su cuerpo y lo estrujaron como serpientes- ¡¡¡Aaaah!!! –gritó con fuerza, llegando a provocar una onda expansiva con la que logró liberarse de sus ataduras.

-¡Deberías hacerte mirar esa monstruosa fuerza tuya! –se quejó Tribus.

-¡Mira quién fue a hablar! ¡Ni que tú fueses normal!

 

En ese momento, el hombre escuchó un ruido, descubriendo un torrente líquido precipitándose sobre dos siluetas de color blanco y, encima de una estructura cilíndrica, dos chicas, entre las que estaba Sarah.

-¿Pero qué acaba de pasar? –se preguntó.

 

Mientras tanto, Sarah comprobó el estado de su amiga, quien, pese a estar inconsciente, no parecía correr peligro.

 

Suspirando aliviada, la cargó sobre sus hombros lo mejor que pudo y, con la mayor rapidez posible, bajó las escaleras.

 

Fue en el primer piso, donde encontró a un par de esqueletos cerrándole el paso.

-¡¿Qué crees que estás haciendo?! –exclamó Tribus, igual de sorprendida que Quattuor ante lo que acababa de ocurrir, mientras sus invocaciones se disponían a golpear a Sarah.

 

Sin embargo, en lugar de eso, ambos fueron aplastados contra el suelo por Quattuor, quien había saltado sobre ellos para ayudar a la chica.

-¡La pelea es entre tú y yo! –exclamó el hombre.

-¡Imbécil! –replicó Tribus.

-¡¿Se puede saber que ha pasado?! –preguntó Quattuor, dirigiéndose a Sarah.

-Esta chica es amiga mía. Al parecer, la han utilizado en sus planes –explicó ella.

-Así que han encontrado un recipiente para Gaia –concluyó Quattuor.

-¡Yo que tú soltaría a esa chica! –exclamó Detz, quien acababa de incorporarse y ahora tenía a Kareth, inconsciente y en su forma humana, cogido por el cuello.

-¡Kareth! –gritó Sarah.

-¡Hagamos un trato! ¡Esa chica por su vida! –propuso Detz, señalando a Kareth.

-¡¿Has conseguido su núcleo?! –preguntó Quattuor.

-¡Así es! ¡Y tú serás el siguiente!

-¡Muy optimista por tu parte!

-¡En cualquier caso, si de verdad os importa la vida del chico, será mejor que dejéis en el suelo al contenedor de Gaia y os separéis de ella!

-Da igual lo que hagas, peliazul –murmuró Quattuor-. En cuanto la dejes, nos atacará.

-Aun así, no puedo dejarle morir. No puedo abandonar a ninguno de los dos –contestó Sarah, mordiéndose los labios debido a la impotencia producida por aquella situación.

-Creo que tengo un plan para escapar –dijo Quattuor tras meditar unos segundos.

-¡¿En serio?!

-Sí, pero tendrás que agarrarme fuerte –prosiguió, a lo que ella respondió asintiendo.

-¡Se os acaba el tiempo! –les apremió Detz.

 

En ese instante, Quattuor observó a sus dos contrincantes. Por un lado estaba Tribus, esperando pacientemente a cualquier movimiento para lanzar su ataque contra ellos. Y por el otro, Detz, cuya mano empezaba a apretar el cuello de Kareth, mostrando que iba en serio.

-Allá voy. ¡HAAAAAAAAH! –gritó Quattuor, levantando ambos brazos, y juntando sus manos, para después golpear fuertemente el suelo con ellas.

 

Entonces, se produjo un temblor, el cual fue en aumento, dando lugar a que la sala comenzase a venirse abajo. Paredes, suelo y techo se rompieron; y parte de la estructura cayó sobre ellos.

 

Aprovechando la distracción que había provocado, Quattuor agarró a Sarah con un brazo y se lanzó a por Detz, embistiéndolo con fuerza y rescatando a Kareth. Tras esto, realizó un potente salto hacia la salida y logró escapar antes de que los tentáculos de Sead lo alcanzasen.

 

-¡E-eso ha estado genial! –le halagó Sarah, sujetándose fuertemente al hombre. Una vez se hubieron alejado lo suficiente, éste la soltó.

-Bien. Hemos conseguido algo de tiempo, pero las invocaciones de Tribus pueden aparecer en cualquier área de este subterráneo, por lo que dudo que tarden en seguirnos. Hay una salida cerca. Huiremos por ahí –indicó Quattuor.

 

Justo al acabar la frase, pudieron escuchar el trotar de caballos a lo lejos.

-¡Maldita sea! ¡Es más rápida de lo que pensaba! ¡Deprisa, larguémonos de aquí!

 

Sin perder más tiempo, ambos continuaron recto por un pasillo hasta llegar a una bifurcación. Al girar la vista hacia atrás, Sarah pudo observar a unos seres incorpóreos, montados a caballo, que les recortaban distancia.

-¡¿Qué es eso?! –exclamó la joven.

-¡Además de a ese monstruo tentacular, Tribus puede invocar las almas de difuntos guerreros! ¡Los que nos persiguen debe de ser la caballería! –respondió Quattor.

 

Girando a la derecha, el grupo se introdujo en un extenso pasillo donde había varias puertas mecanizadas y grandes ventanales a su lado, en cuyo interior podían verse habitaciones con camillas en el centro y material de laboratorio. A Sarah, aquello le recordaba mucho a algo que ya había visto en el centro de control de Yohei Gakko. ¿Qué era exactamente ese sitio?

 

Finalmente, llegaron a un callejón sin salida.

-¡¿Estás seguro de que no te has equivocado de camino?! –preguntó Sarah, preocupada al ver a sus perseguidores cada vez más cerca.

-No, es por aquí, pero necesitaremos una contraseña para poder pasar.

-¡¿Hablas en serio?!

-Sí, pero tranquila, no es muy difícil –señaló Quattuor mientras golpeaba la pared de enfrente y abría un boquete sobre ella.

-¿Lo ves? No era difícil.

-Recuérdame que no te contrate de cerrajero –comentó ella.

 

En ese momento, los guerreros invocados por Tribus, montados sobres sus oscuros caballos, les alcanzaron.

-¡Vamos! –apremió Quattuor, a la vez que ambos se introducían en el boquete, que daba a otro pasillo más estrecho que el anterior, si bien, aparentaba ser más moderno, constituido por paredes metálicas de color blanco. Probablemente, habían sido construidas hacía relativamente poco en comparación con el calabozo donde había sido encerrada.

 

Finalmente, llegaron frente a una compuerta circular.

-¡Si la atravesamos, estaremos fuera de su territorio! –indicó Quattuor.

-¡Oh, dios! –exclamó Sarah, quien, al girarse, había visto a sus perseguidores a apenas un metro de distancia de su espalda.

-¡Rápido!

-¡No voy a conseguirlo! –advirtió la chica, a lo que el hombre reaccionó cogiéndole la mano y lanzándose contra la compuerta para derribarla, poco antes de que uno de los guerreros la agarrase de la ropa. Tras esto, todo se volvió oscuro.

 

-Lo siento, Detz. Han escapado –se disculpó Tribus.

Tanto ella como el científico estaban en una habitación llena de monitores desde los que podían ver otras habitaciones. Ambos habían salido ilesos del caos provocado por Quattuor.

-No importa. –dijo el científico-. Al menos hemos conseguido el núcleo de Kareth. Informa a los demás de que necesito que me traigan de vuelta a esa chica y el núcleo de Quattuor. Ahora que está perfeccionada, puedo hacer varias copias de la “Errantia”.

-De acuerdo –contestó Tribus, marchándose de la sala.

-Habéis ganado esta batalla, pero no ganaréis la guerra –murmuró Detz.

 

Cuando Sarah abrió los ojos no fue capaz de ver nada. Al tantear con su mano tras de sí, tocó el frío metal de lo que parecía una escalera.

-¿Qu-Quattuor? –preguntó tímidamente.

-Estoy aquí –dijo una voz a su lado.

-¡Ah! –exclamó asustada, golpeando al hombre por acto reflejo, pese a que éste ni se inmutó- ¿Dónde estamos?

-En un conducto de alcantarillado. A más profundidad que en el subterráneo.

Eso explicaba las escaleras, aunque ellos no las hubiesen utilizado para bajar.

-¡¿Y los demás?! –preguntó de nuevo, refiriéndose a Kareth y Nara.

-Tranquila. He comprobado su estado. No han sufrido daños al caer. El único que se ha llevado un buen golpeado he sido yo, así que no hay problema.

-Me sorprende que digas algo así con esa tranquilidad.

-¿Mm? ¿Has dicho algo?

-Nada. Olvídalo.

-Está bastante oscuro. La única luz que tenemos viene de la entrada. Por lo demás, tendremos que arreglárnoslas

-Una vez me acostumbre, ése será el menor de nuestros problemas –contestó la chica, notándose, de repente, un peso sobre sus hombros- ¿Eh?

-Encárgate de llevar a uno de ellos. Yo llevaré al otro –dijo Quattuor.

-¡Eh! ¡Ten más de cuidado!

-Ya. Lo que tú digas. En marcha.

 

Al principio, sus pasos fueron más lentos, pero una vez se hubieron acostumbrado a la oscuridad, pudieron moverse con más seguridad.

-¿Sabes adonde lleva esto? –preguntó Sarah.

-No. Pero quizás conecte con algún pueblo o alguna ciudad en los territorios de las tres potencias.

-¡Ugh! –se quejó la joven tras tropezar y caer al suelo-. Lo siento. Creo que todavía no me he recuperado de lo de antes.

-Sigamos un poco más. Si no encontramos nada, no habrá más remedio que parar a descansar aquí mismo. Aunque lo tendremos difícil sin agua ni agua.

 

Así pues, continuaron recto por el conducto durante un buen rato. Aquello era interminable. Por más metros que recorriesen el mismo escenario se repetía una y otra vez.

 

Finalmente, llegaron a una zona algo más iluminada gracias a un agujero en el techo, situado al final de otro conducto, a unos treinta o cuarenta metros sobre sus cabezas. El área era cuadrada y de ella partían varios pasillos en distintas direcciones, incluyendo por donde habían venido.

-Al menos es algo diferente –se alegró Quattuor.

-Coincido.

-El problema será decidir el camino correcto.

-Hay tres opciones: derecha, izquierda o seguir al frente.

-¿Tú cuál sugieres?

-¿Me preguntas a mí? Tú eres quien nos ha traído hasta aquí. Qué mínimo elegir por donde seguir, ¿no?

-Ya te he dicho que no tengo ni idea de adonde lleva esto. Sirvo para lo mismo que tú –contestó el hombre, sonsacándole un suspiro a la chica.

-Lo que está claro es que no vamos a llegar a ningún lado discutiendo. En fin, si hay que elegir, seguiremos por el camino de enfrente.

-Mm... No me convence. Mejor el de la derecha.

-¡¿Acaso alguna vez escuchas a los demás?! –se quejó Sarah.

-No se me da bien ir en grupo.

-¡Entonces no sé ni para qué te molestas en preguntarme! –le gritó.

 

Tras continuar por el pasillo de la derecha, Quattuor se detuvo.

-¿Qué pasa? –preguntó Sarah.

-Silencio. Me ha parecido escuchar voces –respondió calmadamente.

 

La joven agudizó el oído. A lo lejos podía oírse a un grupo de personas conversando.

-Quizás puedan ayudarnos –concluyó la chica.

-O también puede que nos ataquen.

-Teniendo en cuenta que necesitamos agua y comida, y un lugar donde tratar a Nara y a Kareth; creo que merece la pena intentar hablar con ellos –propuso Sarah.

-No me convence.

-Bien, quédate aquí. Iré yo.

-¡¿Estás loca?!

-Quédate aquí con ellos –repitió Sarah mientras le entregaba el cuerpo de Nara, con quien había estado cargando todo el camino hasta allí.

-Como te maten no me hago responsable –le advirtió Quattuor.

-Lo que tú digas.

 

Una vez dada por sentenciada la conversación, la chica se acercó al origen de la conversación. A pocos metros, divisó luces de linternas.

-Ya hemos revisado la zona. Este conducto puede llevarnos a los territorios del norte –escuchó decir a una voz masculina.

-¿Estás seguro? –dijo una segunda voz.

-Bueno, es verdad que no he llegado tan lejos, pero...

-Es importante tenerlo claro. No conviene dar información a medias.

-Lo sé, pero no es fácil llegar hasta allí. Si nos cogen, podrían considerarnos espías o algo peor, y acabar muertos.

-Oye, no nos unimos a los Rebeldes para huir a la primera de cambio.

-¡Entonces, ¿por qué no vas tú?!

-¡¿Yo?!

-¡Sí, estoy hablando contigo!

-Yo... Bueno...

-¡Lo sabía, tú tampoco te atreves!

-¡Sois un par de cobardes! –intervino una tercera voz, que al parecer se había mantenido en silencio durante todo el intercambio.

-¡Y vas a decirme que tú no! –le recriminó la primera voz.

-¡Por supuesto! ¡Yo sería capaz de ir sin problemas!

-¡Entonces ve ahora mismo y demuéstranoslo! –le desafió la segunda.

-¡¿Hoy?! Eh... Me duele un poco la cabeza.

 

“Rebeldes. Escuché sobre ellos antes de acompañar a Yami a Yohei Gakko”, pensó Sarah. En ese momento, sin darse cuenta, pisó un pequeño trozo de metal, lo que hizo saltar una alarma cerca de donde estaban los Rebeldes.

-¡La alarma se ha activado! –exclamó la primera voz

“¡Mierda! ¡Qué descuido!”, se maldijo Sarah para sus adentros.

-¡¿Quién anda ahí?! –preguntó la segunda voz.

 

Momentos después, la joven era apuntada por tres rifles, sin dejarle otra opción que levantar los brazos. Al tenerlos enfrente, pudo ver que todo ellos tenían cubiertas sus cabezas con cascos, probablemente para proteger su identidad.

-¡No busco problemas! ¡Sólo quiero hablar! –intentó explicarse.

-¡Identifícate! –le ordenó la tercera voz.

-Me llamo Sarah. Viajo junto a otro compañero y dos personas que ahora mismo están inconscientes. Por favor, necesito vuestra ayuda.

-¡No te fíes de ella! ¡Quizás sea una espía del imperio! –dijo la segunda voz.

-¡No soy una espía! ¡De verdad, no quiero haceros daño!

-¡Dispara! –ordenó la segunda voz.

 

Segundos después, una bala impactaba en el torso de Quattuor, quien se había interpuesto en su trayectoria.

-Te dije que era peligroso –señaló Quattuor girándose hacia la chica, quien se mantuvo en silencio en pleno ademán de esquivar el disparo- Todavía no estás recuperada, y la próxima vez puede que no esté ahí para salvarte el trasero.

-¡¿Qué es ese tío?! ¡¿Acaba de recibir un balazo y ni se ha inmutado?! –exclamó uno de los Rebeldes, a lo que Quattuor respondió con una sonrisa.

-¿Que quién soy? Vuestra peor pesadilla.

 

Nada más acabar la frase, los tres dispararon al unísono, vaciando el cargador mientras el hombre se acercaba a ellos calmadamente, sus heridas regenerándose con rapidez.

-Así que sois de gatillo fácil –dijo Quattuor, sin detener su avance.

-¡No! ¡Para! –gritó uno ante la inutilidad de sus balas.

-Se acabó –sentenció el hombre, levantando el puño para golpearles.

-¡Espera! –le detuvo Sarah, abrazándolo por delante. Entonces, se dio la vuelta y encaró a los tres Rebeldes- Por favor, tan sólo queremos ayudar a nuestro amigos. Por favor. –suplicó la chica.

 

Tragando saliva, los tres se miraron. Sus piernas, temblando por el miedo. Por otro lado, Quattuor bajó el brazo.

-No queremos haceros daño. Estamos en una situación muy complicada. Por favor, se que es difícil creernos, pero ahora mismo necesitamos vuestra ayuda –repitió la chica.

-D-de acuerdo. V-venid con nosotros –respondió uno de ellos, tras un breve suspiro.

martes, 23 de julio de 2013

Gaia Project: Capítulo 12

En el momento en que la espada se introdujo en su abdomen, empezó a emitir ondas eléctricas que finalizaron con una luz cegadora, obligando a los demás a taparse los ojos.

 

Una vez disipada aquella luz, se pudo observar, imantada al extremo del filo de la espada, una esfera de color verde.

-Es precioso, ¿no crees, Tribus? –dijo Detz, a lo que la chica se limitó a asentir.

 

Tras esto, el hombre revisó el estado del abdomen de Kareth, que no presentaba ningún corte en la piel, tan sólo en su camiseta.

-Perfecto. No ha dejado ninguna marca en el sujeto. No habrá problema al usarla con vosotros –indicó, orgulloso- Preparemos a Quattuor. Él será el siguiente.

-¿Qué hay de la chica? –preguntó Tribus.

-Pensaba que podría tener parte del núcleo. Por eso la mantuve viva. Pero, a la vista de que está entero, ya no la necesitaremos. Tampoco le necesitaremos a él –aclaró, refiriéndose a Kareth.

-De acuerdo. Entonces también me encargaré de eliminarlos.

-Bien. Después, manda a tus amiguitos a la zona de los calabozos.

 

Nada más acabar la frase, el hombre se dirigió de nuevo a las escaleras que llevaban al segundo piso. Mientras tanto, Tribus se detuvo a escasos centímetros de Kareth, quien levantó ligeramente la cabeza al darse cuenta de su presencia.

-Así que eso es todo, ¿no? Una vez ha conseguido lo que quería, soy desechable. Dime una cosa, ¿no te importa que pueda hacer lo mismo contigo? –preguntó el joven.

-Para nada. Y no espero que entiendas nuestra manera de pensar, Kareth. Al contrario que tú, hace tiempo que perdí mi propia conciencia. Si hubieses sido afectado por el núcleo, te habría pasado lo mismo, y tu nombre habría pasado a ser Septem. Pero en lugar de eso, sigues siendo quien eres.

-¿No recuerdas nada de quien eras antes?

-Claro que sí. Lo recuerdo todo. Los recuerdos anteriores a que el núcleo me cambiase se mantuvieron, pero ya no tienen el significado que tenían. Ahora sólo lucho por el objetivo para el que he sido destinada. Independientemente de cómo me sienta, es mi único propósito.

-Es triste –declaró Kareth.

-Es posible –sonrió Tribus-. En fin, fue divertido mientras duró. Me hubiese gustado jugar contigo un poco más, pero las cosas no siempre son como nos gustaría.

-No sé como tomármelo –replicó el joven.

-Tómatelo como una última broma de mi parte –respondió ella, poco antes de que uno de los tentáculos de Sead asomase por encima su hombro, apuntando directamente al corazón del joven- Adiós, Kareth. Quizás no tardemos mucho en volver a vernos.

 

De repente, la puerta de entrada a la sala salió volando por los aires, levantando una gran polvareda y llamando la atención de todos.

 

Una vez se hubo aclarado el ambiente, se hizo ver la silueta de un hombre alto sujetando a otra persona sobre su espalda.

-¡No! ¡No es posible! –se sorprendió Tribus.

-¡Te veo bien, Tribus! –exclamó Quattuor, sonriendo maliciosamente- ¡¿Me echabas de menos?!

-¡¿Cómo te has escapado?! ¡Yo misma me encargué de hacer esa celda indestructible! –se quejó Tribus, señalándole con el índice de su mano derecha.

-¡No es sido yo! ¡Esta chica me ha echado un cable! –respondió, girándose para que todos pudieran ver bien a Sarah.

-¡Sarah! –gritó Kareth.

-¡¿Qué?!¡¿Ella ha destruido la celda?! –preguntó, incrédula, Tribus.

-¡Oye! ¡Oye! ¡Si yo no he podido cargármela, ¿cómo esperas que lo haga ella?! Lo que hizo fue abrirla utilizando el mecanismo. De alguna forma, parece que se las arregló para esquivar a tus pequeños.

-¡Maldita sea! ¡Con lo que costó encerrarte ahí dentro! –se quejó Tribus llevándose las manos a la cabeza, en un gesto cómico.

-¡Tranquila! ¡Otra vez será! ¡Hiciste lo que pudiste, pero hasta en la suerte es difícil vencerme! –se burló Quattuor.

-¡No es justo! ¡Siempre ganas a todos los juegos! ¿¡Y ahora encima también te las has apañado para salir de ésta!? –continuó Tribus.

-¡Ya sabes lo genial que soy! ¡No tengo la culpa de ser mejor que tú!

-¡¿Mejor que yo?! ¡Estoy segura de que hiciste trampa en el combate que hicimos antes de que cambiases!

-¡No me vengas ahora con esas! ¡Fue una lucha justa, como todas las anteriores! ¡Además, sigo siendo el mismo, sólo he cambiado mi punto de vista!

-¡Es cambiar igualmente, imbécil!

-¡Me da igual! ¡El caso es que he ganado y punto!

 

Mientras, Kareth observaba a ambos con ojos muy abiertos. ¿Qué clase de relación tenían esos dos? De hecho, ¿quién era ese hombre?

-Tribus –interrumpió Detz con expresión seria-. Déjate de tonterías y encárgate de él.

Entonces, la chica respiró hondo y se calmó.

-Bien. Tú lo has querido. Ya lo logré una vez, puedo volver a encerrarte. Quien ríe el último ríe mejor, Quattuor –le desafió.

-Eso lo veremos –respondió el hombre, girándose hacia Sarah-. ¿Puedes moverte, peliazul? Necesito aligerar peso.

-Sí –contestó ella, permitiendo que la dejase en el suelo.

-¡Bien! ¡Empecemos! –gritó Quattuor.

-¡No te pongas tan contento! –replicó Tribus, haciendo que se abalanzasen sobre él cuatro tentáculos a la vez.

-¡Cuidado! –exclamó Kareth.

-¡Pulpos a mí! –contestó el hombre, con sonrisa arrogante, mientras echaba una pierna atrás y se preparaba para golpear con el puño derecho.

 

Entonces, justo cuando los tentáculos estaban a punto de alcanzarle, atacó, con el reverso de su mano, el lateral de uno de ellos, provocando que chocase contra los demás, y desviándolos de su trayectoria, de forma que quedaron encajados en la pared.

-¡Haah! –gritó Quattuor, levantado su brazo y dejándolo caer con fuerza sobre dos de ellos, cortándolos sin ninguna resistencia.

-¡Ah! ¡¿Cómo te atreves?! –se quejó Tribus

-¡Cosas que pasan! –se burló el hombre, encogiéndose de hombros.

 

Tras esto, dio un pisotón con el que agrietó y rompió el suelo, e hizo que pequeños trozos de hormigón quedasen suspendidos en el aire, los cuales golpeó con las palmas de su mano, enviándolos como balas en dirección a Tribus.

 

Viendo esto, la chica ordenó que dos tentáculos apareciesen delante de ella, aumentando de tamaño y haciendo de escudo. Acto seguido, un tercero la agarró de la cintura y la lanzó hacia arriba, desde donde hizo un gesto con sus dedos hacia Quattuor, lo que provocó que otro tentáculo se precipitase desde el techo hasta él, cayendo en picado como un misil.

 

Para su desgracia, el hombre logró esquivarlo haciéndose a un lado, viéndose obligado a correr para evadir el resto de ataques que le sucedieron, quitándose el último tentáculo de encima al golpearle con un puñetazo.

 

“¡Son monstruos!”, pensó Kareth mientras observaba el combate, justo cuando Quattuor acababa de introducir sus dedos en el suelo y había levantado parte del mismo, dejando un boquete en su lugar, para lanzarlo contra Tribus.

 

La chica, que acababa de hacer su aterrizaje, ayudado de Sead; realizó otro movimiento con su brazo, surgiendo del suelo un esqueleto de entre tres y cuatro metros de altura, vestido con yelmo y armadura, que interpuso su gran escudo en la trayectoria del trozo de concreto, deteniendo el ataque, pese a no poder evitar ser arrastrado por la fuerza del choque.

 

Tras hacer desaparecer su propia invocación, la chica se topó con su adversario, quien había aprovechado el punto ciego generado por el esqueleto para abalanzarse sobre ella.

 

La lucha continuó con Tribus esquivando el primer golpe e invocando a otro tentáculo delante de ella, justo donde estaba Quattuor, quien tuvo que dar un paso atrás para poder esquivarlo.

 

Por otro lado, Sarah aprovechó que Tribus estaba distraída para acercarse a Kareth, todavía inmovilizado por Sead.

-Me alegra que estés bien –dijo el chico al verla.

-He tenido días mejores, pero tengo suficiente con seguir viva. Te sacaré de aquí –contestó mientras se disponía a liberarle.

-Necesito pedirte algo más importante –dijo Kareth.

-¿Más importante? –se sorprendió ella.

-Sí. ¿Ves aquel cilindro de ahí? –le señaló el joven, haciendo que Sarah se girase y por poco cayese sobre sus rodillas del shock, al ver quien estaba dentro.

-¿C-cómo es posible?

-Quieren utilizarla. Tenemos que sacarla de ahí.

-Es horrible.

-Lo sé. Por eso es más importante que la salves a ella primero. Ya me las arreglaré para escapar.

-Pero Kareth...

-Por favor...

 

Indecisa durante unos segundos, finalmente decidió hacer caso al chico y corrió hacia la estructura. No obstante, a mitad de camino, un disparo la hizo retroceder. Detz estaba delante de ella, apuntándole con una pistola, tras haber dejado la “Errantia” en un lugar seguro.

-Si lo que quieres es llegar hasta ella, antes tendrás que derrotarme –la desafió el hombre.

 

Sarah chasqueó la lengua en señal de desagrado. Pese a que en otras circunstancias no habría tenido problemas con ese tipo de arma, el combate contra los esqueletos la había dejado más débil de lo que le gustaría.

 

“Tengo que llegar como sea”, pensó, antes de lanzarse a por Detz, quien esquivó su ataque y la inmovilizó sin apenas esfuerzo, apuntándole a la nuca.

-Eso ha sido muy imprudente, Sarah. Pensaba que Darker te había enseñado mejor –dijo Detz.

-¡¿Yami?! ¡¿De qué le conoces?! ¡¿Quién eres?! –se sorprendió la chica, forcejeando por escapar.

-Era una buena persona. Una lástima que se rebelase contra mí.

-¿Qué quieres decir?

-Darker llevaba una gran carga a sus espaldas. Haber permitido, junto con sus compañeros, que el proyecto Gaia se llevase a cabo.

-¿El proyecto Gaia?

-Puede que, después de todo, le hicieses un favor al matarlo.

-¡Yo no lo maté!

-¿Acaso no fue tu propia espada la que le atravesó?

-¡Cállate!

-Tu ejecución nos habría dado la respuesta a si el núcleo se encontraba dentro de ti, pero Kareth consiguió evitarla, pese a que eso también entrase en nuestros planes. Aun así, he de reconocer que me sorprendió. No sólo logró salvarte, sino que superó el resto de pruebas que se le pusieron, incluso enfrentarse a aquello que puede destruir a un descendiente con núcleo: el Radiar.

-No lo entiendo.

-Tranquila. Ahora ya no importa –respondió Detz, disponiéndose a apretar el gatillo.

 

Desde la distancia, Kareth observó cómo Sarah era inmovilizada.

-¡Maldita sea! ¡Necesito salir de aquí! –se dijo a sí mismo, tratando de forcejear, en vano, contra los tentáculos.

 

“¡¿Por qué no puedo hacer nada?! ¡Quiero salvarlos a todos! ¡Tengo que salvarlos a todos!”, pensó, desesperado.

¿Quieres salvarlos?”, le contestó una voz dentro de su cabeza.

“¡¿Quién eres?! ¡¿Quién habla?!”

Tú eres diferente a los demás

“¡¿Qué?!”

Quizás merezcas dar el siguiente paso. Toma nuestra fuerza y protege aquello que amas

 

De repente, su cuerpo se convulsiono, sintiéndolo como si ya no fuese suyo.

-¡Agh! –gritó mientras, poco a poco, todo su cuerpo adquiría un color blanco puro y su musculatura se ensanchaba y endurecía, creciendo en tamaño. Al mismo tiempo, surgieron garras afiladas a partir de sus uñas y su rostro se alargó, formándose un hocico con dientes afilados.

 

Los tentáculos que lo tenían preso no pudieron soportar la presión sobre su cuerpo transformado y cedieron, liberándolo.

 

Nada más soltarse, la bestia que hace un momento había sido Kareth, se abalanzó contra Detz, embistiéndolo y alejándolo de su compañera, quien, tras incorporarse, se detuvo unos segundos a intentar entender lo que acababa de ocurrir.

 

Por otro lado, el científico fue arrastrado por el suelo hasta lograr levantarse, sólo para encontrarse de frente con otro ataque de Kareth, el cual consiguió evitar a duras penas.

-Increíble, que hayas adquirido esa forma significa que has sido aceptado –se sorprendió Detz, pese a que su voz no dio signos de ello, mientras se situaba enfrente de Kareth y se quitaba las gafas- Sin embargo, siento decirte que no eres el único –continuó, a la vez que las tiraba al suelo y su cuerpo sufría también una transformación, sólo que, al contrario que la del joven, ésta adquiría la misma altura que la de un humano corriente, pese mantener el hocico, las garras en los extremos de sus manos y el color blanco puro de su piel.

 

En ese momento, Kareth, sin aparente muestra de racionalidad, atacó de nuevo al hombre, quien detuvo el golpe con facilidad y contraatacó con una patada a la cabeza, que lo envió de vuelta contra la pared.

-Ya entiendo. Así que no has sido aceptado del todo –murmuró Detz

 

-¡Kareth! –exclamó Sarah, concluyendo que aquella bestia era su amigo, pero insegura de si ir a ayudarle o continuar su camino hacia Nara. Finalmente, se decantó por la segunda, ya que, estando distraídos tanto Detz como Tribus, aquella era la oportunidad perfecta para liberarla.

 

Con ello en mente, subió las escaleras y llegó frente la maquinaria que controlaba la estructura en forma de tubo.

-¿Cómo se maneja esto? –dijo mientras observaba el centro de mandos- No sé cómo me las arreglo para siempre encontrarme con cosas como ésta.

En ese instante, una idea le vino a la cabeza...

 

En el piso de abajo, Detz había conseguido reducir a Kareth. Pese a la fuerza que había mostrado tras su repentina transformación, el chico no había sido rival para el científico.

-Admito que ha sido algo inesperado. Lástima que no te haya servido de nada –declaró el hombre.

-¡Eh! ¡Tú!

-¡¿Qué?! –se sorprendió Detz, girándose hacia Sarah, quien tenía en sus manos la pistola que anteriormente había pertenecido al científico, y que se le había caído tras la transformación; apuntando con ella directamente a los controles.

-¡No! –exclamó Detz.

-¡Predice también esto! –se burló mientras disparaba a la máquina, provocando un malfuncionamiento en la corriente eléctrica que mantenía cerrado el cristal de la estructura, lo que hizo que se abriese y todo el líquido de dentro saliese al exterior como una cascada, llevándose por delante tanto a Kareth como a Detz.

 

Tras esto, Sarah se acercó al cuerpo de su amiga y desconectó los cables que la sujetaban.

-¡Te tengo! –dijo sonriente mientras la abrazaba.

domingo, 21 de julio de 2013

Gaia Project: Capítulo 11

Sarah corrió por el pasillo en la dirección que le había indicado Quattuor. El camino se le estaba haciendo más largo de lo que esperaba.

-¡¿Cuánto tengo que corre hasta llegar a esa dichosa bifurcación?! –se quejó.

 

Finalmente, dio con lo que buscaba, extendiéndose ante ella otros dos pasillos, uno hacia la derecha y otro que continuaba al frente.

 

Continuando por el de la derecha, no tardó en detenerse y correr a esconderse detrás de un pilar pegado a la pared.

-¡¿”Más adelante”?! ¡Un poco más y me descubren! –murmuró, enfadada con Quattuor, pues a pocos metros de coger el camino de la derecha, había encontrado a dos esqueletos a cada lado de un acceso, cuyo tamaño superaba la puerta de salida- Me pregunto si quien construyó esto tenía un fetiche con las grandes estructuras.

 

Al observar el resto del pasillo, cayó en la cuenta de que éste se ensanchaba justo antes de llegar al acceso, dando lugar a un área en forma triangular. Distribuidas aleatoriamente por dicho espacio, había numerosas cajas cuyo contenido no alcanzó a ver, y que le hizo preguntarse si se trataría de comida para los presos.

-¿Se supone que tengo que evitar que me vean? El terreno no me lo está poniendo fácil.

 

La mejor forma de pasar desapercibida era yendo por el techo, ya que dudaba de poder usar una distracción desde donde estaba. Por otro lado, pese a que no había tenido la oportunidad de comprobar la fuerza de esos esqueletos, tampoco le parecía buena idea hacerlo ahora.

 

Por suerte, se percató de unos pequeños salientes que recorrían los laterales del techo, unos centímetros por debajo de éste, y que llegaban hasta la zona situada justo encima de su objetivo. Si se agarraba a ellos, puede que lograse entrar sin que se diesen cuenta.

 

Así pues, primero calculó la altura a la que estaba, a fin de cerciorarse de que podría llegar de un salto. Tras esto, se hizo ligeramente hacia atrás para coger impulso, dio unos pasos hacia la pared, flexionó las piernas y saltó. Entonces, una vez en el aire, apoyó los pies sobre el muro para elevarse aún más alto, hasta finalmente quedar colgada del saliente.

-Ahora sólo queda moverse –se dijo a sí misma.

 

Sujetándose al borde con ambas manos, se introdujo en el espacio triangular, apoyando los pies sobre la pared para facilitar el desplazamiento. Debía ir con mucho cuidado, pues cualquier paso en falso podía suponer ser descubierta.

 

Minutos después, había logrado recorrer la mitad del camino, pudiendo observar mejor tanto la entrada como las cajas.

 

De esta forma, confirmó que sólo había dos esqueletos protegiendo la sala a la que llevaba el acceso, y que éste no disponía de puerta. Además, las cajas estaban apiladas unas encimas de otras, lo que suponía un escondite perfecto.

 

Dejándose caer, sin hacer ruido, detrás de uno de esos montones, vigiló a los esqueletos antes de echar un vistazo en el interior de una de las cajas, utilizando sus propios dedos, a modo de palanca, para abrirla. En un principio le costó un poco, pero finalmente logró romper la parte de arriba, lo suficiente como para que su mano cupiese dentro.

-¿Mm? Hay algo afilado –susurró, tanteándolo un poco más hasta que se decantó por cogerlo.

-¿Un cuchillo? Parece haber más de uno. ¿Por qué guardan armas aquí?

 

Aprovechándose del cuchillo, abrió otra de las cajas, sacando de ella algo que la dejó sorprendida.

-¿Un teletransportador?

 

Efectivamente, delante de ella se encontraba el aparato utilizado por estudiantes y guerreros de Yohei Gakko para teletransportar sus armas. ¿Qué hacían allí todos esos objetos?

 

De repente, algo golpeó las cajas desde su punto ciego, haciendo que ésta se precipitase sobre ella.

 

Logrando esquivarlas, haciendo uso de sus buenos reflejos, dirigió la vista hacia lo que había provocado incidente, topándose con uno de los esqueletos.

-¡Mierda! ¡Me han pillado! –gritó, poco antes de que el humanoide se lanzó a por ella, quien ayudándose de la pared volvió a subir hacia el saliente.

 

Por desgracia, el esqueleto no se detuvo ahí, y la mitad de su cuerpo salió despedida, cual misil, en su dirección.

-¡¿Es una broma?! –se quejó Sarah, apoyando el pie sobre el muro y dándose impulso para evadir el ataque, el cual dejó un pequeño boquete en la pared.

 

Al poco de aterrizar, intentó ganar distancia, pero el segundo esqueleto ya la había rodeado, golpeándola fuertemente en el estómago y enviándola rodando por el suelo varios metros.

-¡Agh! –gritó, magullada y dolorida, mientras hacía uso de fuerza de voluntad para levantarse.

 

Delante de ella, ambos esqueletos caminaban, lentamente, en su dirección. Detrás estaba la entrada, pero si intentaba correr hacia ella, no tardarían en impedirle el paso. Necesitaba pensar en algo.

-Veamos si les gusta jugar al escondite –dijo, poco antes de echar a correr hasta ponerse detrás de otro montón de cajas. Entonces las golpeó fuertemente y las arrojó contra ellos, los cuales no parecían tener problemas en esquivarla o romperlas según llegaban, esparciendo su contenido por el suelo.

 

Al llegar hasta Sarah, golpearon la barricada tras la que se había cubierto, sin embargo, ella ya había aprovechado esos segundos de distracción para esconderse tras otro montón.

 

“Creo que ya sé cómo librarme de ellos”, pensó mientras, protegida tras su nueva barricada, repitió la misma táctica que antes.

 

En ese momento, los esqueletos decidieron cambiar de estratagema y, al divisar parte de su ropa detrás de lo que parecía ser el último montón, se dividieron para atacar por ambos lados, a fin de emboscarla. No obstante, descubrieron que tan sólo se trataba de su camiseta sujeta mediante un cuchillo; y que ella había aprovechado la distracción, así como el desastre de objetos esparcidos por el suelo, para zafarse hasta la sala.

 

-Tengo que encontrar rápido la forma de abrir esa celda –murmuró mientras echaba un vistazo a su alrededor.

 

Junto a la esquina inferior izquierda de aquella cámara, pegada a la pared situada frente a ella, había un entramado de engranajes formando a un sistema de polea, mediante el que, o al menos eso pensaba, se elevaban los barrotes de las celdas. Al lado del mecanismo, se encontraba un centro de mandos con varios interruptores, y números dispuestos encima de ellos.

 

Sin pensárselo dos veces, corrió hacia allí y buscó el interruptor que correspondía a la celda de Quattuor. Sin embargo, se dio cuenta de que no sabía a cuál correspondía cada uno, así que optó por lo más sencillo: apretarlos todos.

 

En ese instante, uno de los esqueletos la alcanzó y la golpeó en el costado, haciendo que, del impulso, chocase contra la pared más cercana.

 

Una sensación de falta de aire recorrió sus pulmones, provocándole una repentina tos, sin embargo, no podía detenerse ahí, por lo que trató de incorporarse. Por desgracia, el otro esqueleto, que acababa de llegar, la agarró del cuello y la estampó contra la pared.

 

Forcejeó para liberarse, pero no sirvió de nada. Mientras tanto, su compañero empezó a golpearla en estómago y mejillas, haciéndola escupir sangre.

-¡Agh! –se quejaba Sarah cada vez que uno de sus puñetazos alcanzaba una parte de su cuerpo. Era como si quisiesen dejarla inconsciente- ¡Así que me mantendréis con vida! ¡Ja! ¡No va a ser tan fácil! –logró gritarles antes de que

Es esqueleto que la tenía sujeta la arrojasen contra el suelo, dejándola, entre gritos de dolor, casi sin respiración.

-¿Eso... es todo? –preguntó, todavía con una sonrisa en su rostro, pese a que se sentía mareada y luchaba con todas sus fuerzas para que sus ojos no se cerrasen.

 

Pese a mostrarse dispuestos a continuar con aquella tortura, los esqueletos se detuvieron al escuchar el sonido de pisadas sobre el contenido de las cajas.

 

De repente, un hombre de unos dos metros de altura se asomó por la entrada, crujiéndose los huesos de las manos y masajeándose el cuello para liberar tensiones.

-Buff, hacía tiempo que no me sentía tan bien. Has hecho un gran trabajo, peliazul.

-Así que has venido –respondió la joven, con una voz más débil que la que solía usar.

-Un trato es un trato. Además, dejarte sola contra esos engendros no entra dentro de mis principios.

-¿Acaso los tienes? –rió ella.

 

Por su parte, los esqueletos giraron sus cabezas hacia el centro de mandos, donde los interruptores habían sido pulsados a tiempo, justo antes de que la detuviesen.

-Bien –continuó Quattuor, acercándose a ellos- ¡Es la hora del show!

 

Como si de una señal se tratase, tras el grito del hombre, uno de los humanoides se lanzó contra él e intentó atravesarle el pecho con su mano, no obstante, sus dedos no fueron capaces de atravesar su piel.

-¿De verdad creías que eso iba a funcionar conmigo? –se burló Quattuor, levantando su brazo derecho y dejándolo caer, como un martillo, sobre el cráneo de su adversario, aplastándolo contra el suelo y reduciéndolo a pequeños trozos.

-¡Uno menos!

 

En ese momento, el segundo esqueleto le atacó con la mano abierta en dirección a su cuello, con intención de cortárselo, pero la reacción del hombre no se hizo esperar y, tras detener el ataque sin mucho esfuerzo, agarró su brazo y lo lanzó contra la pared. El impacto provocó que el cuerpo del ser quedase dividido en huesos.

-¡Y otro fuera! –rió Quattuor, quien parecía estar disfrutando como un niño pequeño.

 

“¿Qué clase de fuerza tiene?”, se preguntó Sarah, sin todavía poder moverse.

 

Ella no había podido hacer frente al poder de esos monstruos y, por el contrario, ese hombre se había desecho de ellos como simples insectos.

-Estos engendros no morirán tan fácilmente. Acabarán regenerándose tarde o temprano. Pero tal y como los he dejado, para cuando lo hayan hecho nosotros ya nos habremos ido –indicó Quattuor.

-Así que también eres un usuario de Radiar –dijo Sarah.

-Nadie construiría una celda así para alguien normal, ¿no crees? Por cierto, tienes un aspecto penoso.

-¿Podrías ser más amable de callarte y echarme una mano? –le ignoró la chica, quien no llevaba ni un minuto hablando con él y ya tenía ganas de golpearle.

-Mm... No. No me apetece. En cualquier caso, será mejor que nos movamos. Y deberías ponerte algo encima, no sé qué haces con el torso medio desnudo. Vas a coger frío.

-¡Tuve que hacerlo para sacarte de ahí! ¡Ay! –se quejó Sarah, quien apenas podía moverse por todos los golpes que había recibido, y que cada vez que lo hacía sentía pinchazos por todo el cuerpo.

 

Tras un hondo suspiró, el hombre se quitó la camiseta y se la puso por encima. Entonces, la cogió en brazos y la llevó sobre su espalda.

-¡O-oye! –replicó la joven, sintiéndose incómoda en esa posición.

-¿Prefieres que te deje aquí? –preguntó Quattuor.

-No –dijo ella, visiblemente molesta.

-Me lo imaginaba. Salgamos de aquí.

 

-¡¿Cómo habéis podido hacerle esto?! –preguntó Kareth, furioso. Por un lado, saber que Nara seguía viva le emocionaba hasta el punto de querer llorar, pero verla de esa manera suprimió cualquier sentimiento que no fuese rabia y dolor.

 

La chica estaba conectada a cables en espalda y costados. Respiraba por medio de una mascarilla y había una joya color esmeralda incrustada en su frente.

-Estuvimos discutiendo sobre si sólo usarla para negociar contigo, pero al final decidimos experimentar con ella para convertirla en contenedor de Gaia. Y fíjate cómo son las cosas. El resultado fue impresionante. Un 100% de sincronización con ella. Quien iba a decirnos que conseguiríamos semejante porcentaje.

-¡Soltadla ahora mismo! –le ignoró Kareth.

-Me temo que no va a ser posible. Aunque podríamos llegar a un acuerdo. Si encuentras a alguien que tenga el mismo porcentaje de sincronización que ella, te la devolveré.

-¡¿Qué dices?!

-Sólo tienes que encontrar a otra mujer que corra el mismo destino que los anteriores experimentos. A simple vista, es sencillo, ¿no?

-¡Estás loco!

-¿Tú crees? ¿Loco por intentar detener una guerra? ¿Por intentar darle un futuro al planeta? Te diré una cosa, Kareth, ¿sabes quiénes son los locos aquí? Aquellos que mientras hablamos, luchan y luchan dejándose llevar por sus ansias de poder. Juntos podríamos acabar con ellos y salvar el mundo. Todavía estás a tiempo de reconsiderar mi oferta.

 

Durante unos instantes, el chico fijó la mirada en Detz para luego desplazarla hacia Nara.

-No quiero repetirme, Detz –sentenció Kareth.

-Entiendo –respondió el hombre, aparentemente decepcionado- En fin, no importa, así tendré la oportunidad de probar mi nueva creación.

 

Tras apretar algunos botones del panel de mandos que tenía delante, desde el suelo, se elevó una plataforma con un hueco en el centro, en el que había una pequeña espada y una extraña empuñadura, casi más larga que el propio filo, y que presentaba dos cables conectados al mismo.

-¿Qué es eso?

-La llamo “Errantia” –contestó Detz- Y me permitirá sacar el núcleo de tu interior. Una verdadera pena tener que hacerlo por la fuerza, pero el proyecto Gaia debe seguir adelante. Contigo o sin ti.

-¿Crees que te lo voy a poner fácil? –le desafió Kareth.

-Ni siquiera me va a hacer falta tocarte –se burló el hombre.

 

En ese instante, Kareth recibió un fuerte golpe en la mejilla, seguido de otro en el costado que lo lanzó rodando por el suelo.

 

Al incorporarse, dolorido, alzó la vista, encontrando delante de él a Tribus.

-Lo siento –se disculpó ella.

 

Levantando los puños, pues carecía de armas, el joven encaró a la chica.

-Te noto nervioso. Así que ya no te fías de mí, ¿eh?

-Sé que tienes las habilidades de un nigromante. Podrías usar alguno de tus trucos para inmovilizarme, así que no puedo permitirme dar un paso en falso.

-Una actitud inteligente, pero no te servirá de nada –dijo ella, sonriendo.

-Si no lo intento, no lo sabré.

-Entonces, te haré entender que todo intento es inútil.

 

Al poco de acabar la frase, Tribus cerró los ojos y movió los labios, pronunciando una serie de palabras que no llegó a captar. Temiéndose lo peor, el chico avanzó con rapidez hacia ella, con intención de detenerla. Sin embargo, cuando creía que iba a alcanzarla, dejó de sentir el suelo bajo sus pies, pues acababa de ser arrojado por los aires como una pelota, aterrizando de espaldas contra el suelo.

 

Levantando la mitad superior de su cuerpo, no sin dificultades, observó aquello que lo había lanzado hasta allí, encontrándose con cuatro grandes tentáculos de un color rojo intenso que surgían del suelo a partir de agujeros negros y que se tambaleaban mientras ascendían hasta casi tocar el techo.

-¡¿Qué es eso?! –preguntó Kareth, sorprendido.

-Te presento a Sead. Uno de los Infernos, y cuya particularidad es su capacidad de modificar del tamaño y número de partes de su cuerpo –explicó Tribus a la vez que Sead hacía aparecer cuatro tentáculos más- Ya te lo he dicho. Por mucho que lo intentes, no te servirá de nada –continuó, al ver la expresión del joven.

 

Segundos después, dos de esos tentáculos se abalanzaron contra Kareth, quien, pese a su gran tamaño, logró esquivarlos. Por desgracia, otro de ellos lo alcanzó en el aire, haciendo que el joven saliese despedido hasta chocar contra una pared, provocando que parte de ésta quedase casi totalmente destruida.

 

Tras quedar ligeramente incrustado en el hormigón, su cuerpo se dejó llevar por la gravedad, deslizándose hacia abajo. Entonces, quedó sujeto de nuevo al muro mediante otros dos tentáculos, que aparecieron a cada lado de la pared, situándolo a la altura del suelo.

-¡Ugh! –se quejó Kareth, inmovilizado.

-Se acabó –dijo Detz, caminando lentamente hacia él-. Con tu núcleo en mis manos, estaremos un paso más cerca de crear un nuevo comienzo. Un mundo donde vivirán todas las especies salvo la humana.

 

En ese momento, Kareth no pudo evitar preguntarse qué habría sido de Sarah, así como tampoco pudo dejar de pensar en el destino de la chica que dormía, conectada a múltiples cables, en el interior de aquella estructura cilíndrica.

-Enorgullécete de ser el primero en probar los resultados de mi creación –indicó Detz, ya frente a él, con aquella extraña espada en sus manos-. No es nada personal –sentenció mientras hundía el filo en el estómago del joven.