domingo, 29 de enero de 2017

A New World: Capítulo 2

Kai aparcó su vehículo, bajó del mismo y se adentró en una ciudad en ruinas.

 

Hacía tiempo desde la última vez que estuviese allí, el lugar donde conoció a Miruru, a quien, por aquel entonces, había descubierto atrapada bajo unos escombros. Una forma extraña de encontrar a alguien y que ahora le hacía sentirse nostálgico. Al fin y al cabo, ni se imaginaba lo que la chica significaría para él.

 

Caminó lentamente por las pedregosas calles de la antaño próspera ciudad. Nada había cambiado. Incluso el lugar en que una vez pasó la noche mantenía el mismo aspecto.

 

Finalmente, sus pasos le llevaron frente a una pequeña porción de tierra removida, sobre la que descansaba una pequeña pelota y uno de los tantísimos restos de hormigón que inundaban aquella área, y que, en este caso, hacía el papel de lápida.

-No esperaba que esto siguiese aquí –murmuró mientras se agachaba y cogía el objeto, que en su día le hubo pertenecido a May, y que había dejado allí como muestra de respeto a los difuntos.

 

Tras observarlo detenidamente unos instantes, lo colocó de nuevo en su sitio, se sentó en el suelo y se cruzó de piernas.

-Hola... –comenzó, sin saber muy bien si era la mejor manera de hacerlo- Yo... quiero pedirte disculpas. Cuando me fui, Miruru decidió acompañarme. En ese momento, le dije que no quería dejarla sola, pero fui incapaz de ayudarla cuando más lo necesitaba –continuó, bajando la cabeza-. Ella era especial. Tendrías que haberla visto. La clase de persona en la que llegó a convertirse. Hasta el punto de sacrificar su vida para proteger a los demás. Hasta el punto de hacer que un inútil como yo se enamorase perdidamente de ella –Kai suspiró profundamente- Y precisamente por eso, te prometo que su muerte no será en vano, y que acabaré con esto de una vez por todas. Pase lo que pase –sentenció, mirando fijamente la tumba del lobo que en su día fue un buen amigo de la chica- ¡Hel-End!

 

De repente, el mundo a su alrededor se transformó, convirtiéndose en un pequeño patio en cuyo centro había una fuente con el holograma de un planeta.

 

A su lado estaban los Infernos a los que había llamado.

-Necesito ver a Jared. Y esta vez, no aceptaré un no por respuesta –indicó con determinación.

-No seas tan arrogante, Kai. Sabes bien lo poco que me obedecer órdenes –explicó la voz de End-. Pero parece que esta vez no va a hacer falta que te detengamos. Ahora mismo, cumples con las condiciones necesarias para poder verle.

-¿A qué condiciones te refieres?

-Eso será mejor que se lo preguntes a él.

 

Nada más acabar la frase, tanto End como Hel desaparecieron. Poco después, de la nada surgió una mesa redonda de madera (o eso parecía) junto a la fuente, y dos sillas del mismo material a cada lado.

 

Extrañado, el nigromante se levantó y se acercó al mueble, tocando una de las sillas, como para comprobar si realmente estaban ahí.

-Puedes sentarte, si quieres -sorprendido, se giró hacia la otra silla, donde un extraño invitado había hecho acto de presencia- ¿O puede que prefieres hablar en otro sitio?

 

El joven negó con la cabeza y aceptó su ofrecimiento, inspeccionando poco después a aquel ser, que había tomado la forma de una especie de sombra amorfa rodeada de una oscuridad que se balanceaba en todas direcciones, como si fuesen corrientes de aire.

-¿Tú eres Jared? –preguntó Kai.

-Sí. ¿Acaso esperabas otra cosa?

-Si te soy sincero, no sabía qué esperar.

-No me extraña. Mi nombre no es tan conocido como el de Gaia. De hecho, puede que sólo lo conozcan aquellos que han sido capaces de cruzar a esta dimensión.

-¿Conoces a Gaia?

-Por supuesto que la conozco. Los dos nacimos aquí.

 

Aquella revelación provocó que el joven quedase atónito y sin saber qué decir.

-Por tu expresión diría que es la primera vez que escuchas esto, pero no te preocupes. Ya lo irás entendiendo. Tanto eso, como quién eres en realidad, Kai.

-¿Quién soy?

-¿No es ese el principal motivo por el que estás aquí?

-Uno de ellos, se podría decir.

-En ese caso, empecemos desde el principio. Hace mucho tiempo, Gaia y yo nacimos en esta dimensión. Un universo vacío y totalmente deshabitado. Poco sabíamos sobre nosotros salvo el hecho de ser autoconscientes y poseer un inmenso poder, aunque eran tan diferentes como el día y la noche.

 

>>La capacidad de ella le permitía controlar la vida, mientra la mía me permitía controlar la muerte. Esto terminó afectando negativamente a Gaia. Al fin y al cabo, en un universo donde no existen los elementos necesarios para crear vida, su poder resultaba inservible y, por tanto, también su razón de ser. Fue entonces cuando decidió viajar a una dimensión distinta.

-Y es ahí donde creó el planeta del que vengo –sentenció Kai.

-Exacto. En aquel momento una parte de mí quiso detenerla, pero, incluso ahora, sé que era lo que ella debía hacer.

-¿Por qué pensaste en detenerla?

-Salir de esta dimensión suponía abandonar la seguridad que nos proporcionaba. Además de que, una vez fuera, quizás no pudiese volver.

-¿Es por eso que no quisiste acompañarla?

-No. El motivo para eso fue otro. Como ya he dicho, mi poder es el de controlar la muerte. Tiempo después de que naciésemos, las almas de los difuntos de otros universos empezaron a llegar.

-Je, un universo donde no hay nada y al que van a parar aquéllos que han muerto. La clara representación de que no hay nada más allá de la muerte –interrumpió Kai.

-En cualquier caso, el control de este universo fue puesto en mis manos. Si salir de él podía suponer no regresar, me arriesgaba a que se desatase el caos al no haber nadie al mando.

-Entiendo pero, ¿cómo es que, gracias al poder de gente como yo, los muertos pueden ir y venir desde esta dimensión a la otra?

-Eso es porque la situación es diferente. Los contratos que hacéis con los habitantes de este universo actúan como seguro. Una especie de ticket de ida y vuelta. De hecho, sin esos contratos, vosotros tampoco seríais capaces de venir a esta dimensión. Sin ir más lejos, tú mismo has necesitado la compañía y permiso de dos Infernos.

-Entonces, ¿esta reunión se podría considerar como la firma de contrato entre tú y yo?

-Eso depende de ti –indicó Jared-. Continuando con el tema, y pese a lo que he dicho antes, parece que entre los vuestros también los hay que pueden atravesar esta dimensión sin necesidad de establecer un contrato. Aunque sólo sea de manera fugaz.

-¿Te refieres a Duobus?

-¿Es así como se llama?

-Si estás preocupado por eso, tranquilo. Habiendo perdido su inmortalidad probablemente no sea de volver a hacerlo.

-No estoy preocupado. Aunque es cierto que los seres vivos están fuera de mi jurisdicción, que no tengo control sobre ellos, no hay ningún ser vivo que pueda hacerle daño a los muertos. Incluidos los que permanezcan más tiempo de lo normal debido a sus contratos.

-Entiendo. Pero, aunque agradezco la explicación, sigo sin saber qué tiene que ver todo esto conmigo. Mi maestro me dijo que mi poder iba más allá de las reglas, que el destino tenía un papel importante para mí y que es a ti a quien debía recurrir si quería respuestas.

-Y no se equivocaba.

-¿Equivocaba?

-Soy el ser que domina esta dimensión. Cuando alguien la cruza, sobre todo si pasa a pertenecer a ella, siempre me doy cuenta.

-Eigar... –comprendiendo a lo que se refería, el nigromante apretó los dientes y cerró los ojos. Una vez se hubo tranquilizado, volvió a abrirlos y respiró hondo-. Espero que, al menos, muriese en paz.

-Llegará el día en que tú mismo puedas preguntárselo. En cuanto a lo que él te dijo, aclárame algo, ¿nunca has notado nada raro en que siempre hayas estado acompañado de un Inferno?

-¿Eh? –se sorprendió el joven- Pues... supongo que sí. Quiero decir... los problemas que tuve para contactar con Hel me hicieron preguntarme por qué era tan diferente de los demás.

-Verás, cuando Gaia y yo nacimos, establecimos una fuerte conexión entre nosotros. Debido a ello, incluso estando en diferentes dimensiones seguíamos siendo capaces de comunicarnos. Por desgracia esa comunicación acabó cortándose años después de que se debilitase a causa de los humanos. Justo el suficiente tiempo como para que llegase a enterarme de su plan. Así que esa vez sí decidí actuar.

-Pero, ¿por qué? Quiero decir, no es como que el resultado os cause problemas a ti o a Gaia, ¿no?

-En mi caso, puede que tengas razón. Incluso si los humanos desaparecen, la muerte prevalecerá. Sin embargo, no es lo mismo en el de Gaia. Sé que ella acabará arrepintiéndose.

 

>>Ella ama la vida. Es su razón de ser. Negar su existencia, aun si es por el bien de otros, es contradictorio. Pero ahora mismo está cegada por la ambición de los humanos, y estoy seguro de que eso la hace dudar de su perdón.

-Si a ello le añades la influencia que Detz está haciendo sobre ella...

-Exacto.

-¿Y qué decidiste hacer?

-La situación era complicada. No podía abandonar este lugar ni tampoco intervenir en las acciones de los vivos, incluidos sus contratos con los espíritus. Sin embargo, al igual que Gaia hizo con el Radiar, yo también podía dividirme y hacer que una parte de mi ser viajase entre dimensiones. De esa forma, conseguí que naciese un humano con dicha parte en su interior. Así fue como naciste tú, Kai.

-¡Espera! ¡¿Qué?! –exclamó Kai mientras levantaba las manos para pedirle que se detuviera- ¡¿Quieres decir que yo soy una extensión de ti mismo?! ¡No lo entiendo! ¡Para empezar, ¿cómo es que tengo forma humana!?

-Naciste en el vientre de una mujer y te criaste como un humano. No obstante, no lo eres. Tu destino ha sido guiado para luchar con el propósito de detener a Gaia.

-¡¿Entonces mi vida siempre ha estado controlada por ti?! ¡En ese caso, no soy diferente de los descendientes de Gaia!

-En eso te equivocas. Hay una gran diferencia entre tú y ellos, y es que ni tu personalidad ni tu forma de pensar han cambiado, y tampoco te has sentido obligado a ayudarme u obedecerme. Has sido tú mismo quien ha tomado las decisiones que te han llevado en esa dirección.

-¡Eso da igual! ¡Por mucha libertad que aparentase tener, he estado siguiendo tu voluntad! ¡Ahora entiendo por qué no me afectó el poder de Gem! ¡Porque mi poder no procede del Radiar! ¡¿Y el hecho de que Hel estuviese conmigo desde el principio?!

-Para tu protección.

 

Como preso de un repentino mareo, Kai se dejó caer sobre el respaldo de la silla. Se sentía como si toda su vida hubiese sido una mentira. Incluso si era verdad que sus decisiones las había tomado él mismo, en el fondo había seguido el camino que Jared le había preparado: luchar contra el proyecto Gaia.

-¿Por qué me cuentas esto ahora? –preguntó Kai.

-Porque esto también forma parte de tu destino. Sin embargo, necesito que la última decisión sea totalmente tuya.

-¿La última decisión?

-El motivo por el que te envié fue para que un día te convirtieses en mi invocador, pero para ello tienes que formalizar un contrato con los cuatro Infernos y haber reunido la voluntad suficiente para hacer lo mismo conmigo. Por eso, depende de ti.

-No lo entiendo. Hace tiempo que reuní la voluntad para hablar contigo, pero Hel y End no me dejaron.

-Porque temías las consecuencias. Creías tenerla, pero había algo en tu subconsciente que te impedía hacerlo. Algo que ha desaparecido y te ha hecho cambiar de opinión.

-No puede ser... –dijo Kai- ¡No puedes estar hablando en serio! –gritó, levantándose y golpeando la mesa con todas sus fuerzas.

-Así es. La muerte de Miruru te hizo dejar atrás tu miedo a perderla. El único motivo que te impedía llegar hasta aquí.

-¡Dime que su muerte no era parte de tu plan! –replicó, lleno de ira, y a punto de abalanzarse sobre él.

-No. Puede que con el tiempo hubieses encontrado otra forma. Como he dicho, aunque tu objetivo haya sido decidido, cómo llegar hasta él siempre ha dependido de ti y de lo que te rodea.

 

Llevándose una mano a la frente, tuvo que volver a sentarse para asimilar toda aquella información. Con mucho esfuerzo, intentó tranquilizarse.

-Lo siento, Kai. Siento no haber podido hacer nada para que las cosas fuesen de otra manera. Y también siento ser tan egoísta como para pedirte que, por favor, aceptes formalizar un contrato conmigo. Eres el único medio que tengo para hacer frente al proyecto Gaia, pero no puedo forzarte a ello. Aunque seas parte de mí, no dejas de estar vivo.

-¡¿Sabes?! ¡Ahora mismo no me caes precisamente bien! ¡Todo este tiempo he seguido tu juego sin siquiera saberlo! ¡Lo he pasado bastante mal! ¿¡Y aun así tienes la cara de pedirme favores!? ¡Debería cortarte en trocitos y tirarlos por el váter! ¡Debería mandarlo todo a la mierda, dejar que la humanidad se extinga y hacer que Gaia se arrepienta de su propia decisión! Pero por mucho que me duela, odiaría mucho más que la gente que me importa desapareciese y que el sacrificio de Miruru sea en vano.

 

>>Por muy mal que me caigas, también vine aquí para conseguir poder para resolver esto de una vez por todas.

-Gracias, Kai –respondió Jared.

-Esto no te va a salir gratis. Hay un par de cosas que quiero pedirte a cambio.

-Por supuesto, pídeme lo que quieras. De hecho, hay algo que todavía no te he dicho...

-No hace falta. Ya sé lo que es, y he aceptado a sabiendas de ello, así que puedes ahorrártelo.

-Entiendo. Lo siento de nuevo.

 

Minutos después de haber terminado la conversación, Kai seguía sentado en la misma silla. Jared ya se había marchado, dejándole solo en aquel silencioso patio en medio de la nada, donde esperaba a que alguien apareciese.

 

En ese momento, una chica de pelo rubio se situó a su espalda.

-Jared, me lo ha contado todo. Me han entrado ganas de darle tal paliza que no lo reconocerían ni en su casa, pero, por desgracia, no puedo –dijo ella.

-Eso es muy propio de ti  –sonrió el chico.

-¡¿Eh?! ¡¿Así es como me veías?! ¡¿Cómo una chica que repartía golpes en cuanto algo no le gustaba?!

-Como una chica que no tenía miramientos en expresar lo que sentía. Al final, acabó siendo una parte de ti que me encantaba.

-Así que cuando me conociste no era así, ¿eh?

-Dame un respiro, ¿quieres? –se quejó Kai, provocando la risa en ambos.

-No lo hagas, Kai –le pidió Miruru, rodeando su cuello desde detrás, y apretando su cabeza fuertemente contra ella-. No quiero que lo hagas por mí.

-Sabía que no estarías de acuerdo, pero no hay vuelta atrás. Llegados a este punto, es mi deber enfrentarme al proyecto Gaia. Y, sobre todo, es mi deber enfrentarme a Unum.

-¿Buscas venganza?

-No. Simplemente, soy el único que puede hacerlo.

-Kai...

 

Tras levantarse de nuevo, se giró hacia ella y puso sus manos sobre sus mejillas.

-Lo siento, Miruru. Por no haber estado contigo ni haber impedido que murieses. Al final, he sido un completo inútil. Por... por... –incapaz de controlar sus emociones, dejó que las lágrimas brotasen de sus ojos.

-Jamás pensaría eso de ti, ya fuese en vida o en la muerte –respondió ella, esbozando una sonrisa y tocando la frente del chico con la suya-. Lo que ocurrió no fue culpa tuya. En una guerra, la gente muere. Fue mi decisión luchar por lo que amaba, y las circunstancias que se dieron después, llevaron a mi muerte. Así que, por favor, no te culpes más. Siempre voy a quererte, pase lo que pase.

-Gracias –susurró él, abrazándola con fuerza.

-¿De verdad no puedo hacerte cambiar de opinión? –preguntó la chica.

-Sabes que no...

-Sí, lo sé muy bien...

 

Separándose el uno del otro, Miruru levantó el puño.

-¡A por ellos!

 

Tras esto, el mundo alrededor de él se transformó de nuevo, apareciendo en la dimensión de los vivos, justo delante de la tumba del lobo. Después de aquel suceso, era incapaz de saber cuánto tiempo había pasado.

-En fin, lo primero será establecer un contrato con los dos Infernos que quedan –se dijo.

-Vaya, vaya. No esperaba encontrarte aquí.

 

Sorprendido, el joven realizó un salto hacia atrás, preparándose para contraatacar, pero no fue necesario, ya que reconoció a las dos personas que tenía delante.

-Tú eres...