lunes, 23 de octubre de 2017

Capítulo 38: El valor de una vida

Dicen que una de las secuelas que puede dejar la maldición de un demonio o un ángel es que pierdas los recuerdos sobre lo que te ha sucedido antes de morir. En el caso de Asari, ella había sido consciente de que algo le había ocurrido, tomando la creencia de que estaba muerta. Y, al cabo de un tiempo, todo lo acontecido hasta el momento de su “muerte” llegó a ella de repente, incluido el motivo por que el que había vagado en soledad durante tantos días: el abandono de sus padres, quienes, al no poder mantenerla la habían dejado a su suerte en un lugar apartado a fin de que no pudiese volver hasta ellos.
-Así que para ellos era como un perro. En cuanto vieron que no podían cuidarme me abandonaron... –fue lo que dijo poco después de recuperar la memoria.

Por suerte para ella, Baal se había convertido en el sustituto de sus padres, y no necesitaba a nadie más a su lado. Los años que llevaba con él habían sido los mejores de su vida, sin falta de comida, agua o cariño. Para nada le importaba el hecho de que, fuese un demonio o de que estuviese buscado por los humanos.
-¿Para qué te buscan?
-Para matarme –contestó Baal una vez Asari le preguntó.
-¿Es que has hecho algo malo?
-Supongo que, desde su punto de vista, sí. Digamos que ser un demonio es algo que ellos consideran malo.
-¿Por qué?
-La verdad es que no sabría contestarte a esa pregunta. En cualquier caso, es lo de menos, lo importante es que aquí estamos seguros y no tenemos que preocuparnos de ellos.
Aun así, ella no podía evitar sentirse preocupada cada vez que el demonio salía de casa, pensando que quizás le descubriesen pese a que siempre iba cubierto y utilizaba su poder para pasar desapercibido.

La joven nunca había llegado a saber que había debajo de la vestimenta que apenas dejaba ver su cuerpo. No podía evitar sentir cierta curiosidad pero había decidido no invadir su privacidad.

En cualquier caso, lo que probablemente más la perturbaba, eran sus propios sentimientos hacia Baal. Entrada en la adolescencia, había comenzado a verlo como algo más que un padre: como un salvador. Habiendo conocido únicamente el amor por algunos libros que le había traído el demonio, y que tocaban el tema de manera superficial, se sentía confusa, además de verse agravadas sus preocupaciones por la seguridad de su padre.

Un día, la joven se hallaba practicando con su rifle sobre dianas que ella misma había fabricado. Aunque Baal había intentado enseñarle teletransportación, aprovechando el poder adquirido al estar maldita, sólo había conseguido utilizarlo sobre sí misma, pudiendo desplazarse unos pocos metros. Esto habría deprimido a Asari de no ser porque también había conseguido hacer aparecer un rifle francotirador, en cuyo manejo había centrado su entrenamiento.

Ese día, su padre apareció por la puerta de la casa en la que vivían, atravesando el jardín y dirigiéndose hacia el lugar en el que entrenaba.
-He de irme a hacer unos recados.
-¿Cuándo vas a dejar que me encargue yo? –preguntó Asari, deteniéndose en sus quehaceres.
-Ya te dije que cuando cumplas los dieciocho. Falta poco para ello, así que se una buena chica y espera hasta entonces. Además, primero empezarás acompañándome a mí antes de que empieces tú sola.
-Pero... yo soy humana... hay menos posibilidades de que vayan a por mí, ¿no?
-Al estar maldita, tienes Setten corriendo por tu cuerpo. Si no sabes cómo ocultarlo, los humanos te encontrarán y te matarán independientemente de que seas humana o no.
-He estado entrenando para ocultar mi Setten. Estoy segura de que puedo pasar desapercibida.
-Hasta que yo no sea capaz de detectarte no te dejaré vagar sola fuera del bosque.
-Te preocupas demasiado...
-Por supuesto que lo hago –el demonio se acercó y la abrazó-. Eres mi hija, Izu.

Izu. Ni siquiera tenía recuerdos de sus verdaderos padres llamándola de esa manera. Cada vez que lo hacía se sentía reconfortada.
-No creas que te vas a salir con la tuya por llamarme así –respondió ella.
-Siempre me salgo con la mía –comentó él, separándose de Asari y disponiéndose a marcharse-. Volveré al mediodía.
-¡Más te vale! ¡O no habrá plato para ti en la mesa! –exclamó, justo antes de verle desaparecer.

Exhalando un largo suspiro, decidió continuar disparando a las dianas. Si bien era cierto que deseaba empezar a salir del bosque, no pretendía desobedecer las órdenes que se le habían dado. Al fin y al cabo, si durante los, aproximadamente, seis años que llevaba allí, no había pasado nada, lo mejor era no hacer algo que pudiese alterar la paz de la que disfrutaban.

Fue en ese momento cuando escuchó un sonido entre los árboles que la alteró, provocando que apuntase hacia el foco del sonido con el cañón de su rifle. A primera vista no divisó nada, pese a ello, recordó lo que le habían explicado en caso de que un desconocido llegase hasta la casa: correr a refugiarse y apuntar desde allí con su arma. Así pues, dirigiéndose hacia el estrecho camino del jardín, llegó hasta la puerta y la abrió, apostándose en la entrada de cuclillas mientras mantenía su punto de mira sobre los árboles.

Debió de pasar como un minuto entero, con la respiración agitada, hasta que observó otro movimiento detrás de uno de los troncos. Mostrándose el cuerpo de una niña que avanzó dos pasos hacia el claro antes de caer al suelo como un peso muerto, sin mostrar signos de volver a levantarse.

Sorprendida, Asari, apartó la vista de la mirilla de su rifle, expandiendo su campo de visión e intentando vislumbrar a algún otro ser vivo que pudiese estar acompañándola, no obstante, nada más hizo acto de presencia.

De esa forma, decidió levantarse y comenzar a andar muy despacio hacia la pequeña, siempre vigilando sus alrededores. Cuando llegó hasta allí, se dio cuenta de que debía de tener más o menos la misma edad que ella cuando la encontró Baal, puede que incluso menos. Su vestimenta, no obstante, estaba en mejor estado, consistiendo ésta en una camiseta de color rojo y una falda blanca machada por la tierra. Tenía el pelo de color negro, llegándole hasta los hombros y no alcanzaba a verle la cara ya que la mayor parte de ella se encontraba hundida en la hierba.

Con cuidado, se agachó para mirar si tenía pulso, comprobando que tan sólo estaba inconsciente. También pudo notar una delgadez considerable en sus brazos y piernas, así como en la parte visible de la cara.

La pregunta era: ¿cómo había conseguido llegar hasta allí? Toda la zona estaba llena de trampas y alarmas conectadas al Setten de Baal de forma que, si cualquier humano se acercaba demasiado a la casa, el demonio sabría de su existencia, teletransportándose enseguida, de ser necesario. Sin embargo, no se había dado el caso, ya que habían pasado varios minutos y seguía sin aparecer.

En ese instante, Asari, quien cacheaba a la niña para comprobar la existencia de cualquier anormalidad u objeto extraño, palpó un pequeño saliente en el centro de su cabeza. Al apartar el cabello, se dio cuenta de que se trataba de un cuerno. Aquella niña era una demonio.
-Por eso las trampas no la han detectado, ¿eh? Sólo se pusieron para humanos ya que ni siquiera pensó en la idea de que un demonio significase una amenaza. ¿Qué debería hacer? Parece deshidratada y mal nutrida... –se preguntó a sí misma levantando la mirada hacia el bosque y desplazándola de nuevo hacia la pequeña. Aunque no tenía claro si sería buena idea llevarla al interior de la casa sin el permiso de su padre, Asari no podía dejarla allí. Además, teniendo en cuenta que se trataba de una demonio, dudaba que existiese algún peligro, por no decir que era una niña.
-¡Agh! –profiriendo un grito de rabia por su propia indecisión, zanjó la situación cogiéndola con uno de sus brazos y encaminándose hacia su hogar.

Una vez hubo vuelto Baal, sujetando una caja de cartón de mediano tamaño, con tapadera de color rosa y cuerpo cian, adornado con líneas del mismo color que ésta; abrió la puerta y se encontró a Asari en el pasillo, quien iba en dirección al dormitorio llevando un plato con comida.
-¿Huh? ¿Tienes planeado comer hoy en el dormitorio? –preguntó el demonio, extrañado.
Mirando el plato con cara de circunstancias, la chica bajó la cabeza.
-¿Me prometes que no te vas a enfadar? –preguntó tímidamente.

Así pues, lo llevó hasta la habitación, donde, sobre la cama, descansaba la niña. Cerca había dos recipientes de cerámica, uno más pequeño, utilizado para beber, y otro más grande, que servía para llenar el primero. La demonio tenía los ojos cerrados pese a que ya había recuperado la consciencia, no obstante, los abrió una vez se acercaron los otros dos inquilinos de la casa.

Su primera reacción al ver a Baal fue la de echarse hacia atrás asustada, pese a que la cabecera de la cama no se lo permitía.
-Tranquila –dijo Asari, con voz amable y mientras le presentaba el plato de comida-. Él es un demonio al igual que tú. No te hará daño.
Por su parte, Baal le echó un vistazo rápido, como queriendo confirmar las palabras de su hija.
-La vi salir de entre los árboles. Estaba deshidratada y tenía hambre, así que decidí ayudarla. Sé que es una desconocida pero... pensé que, siendo una demonio, no habría nada de malo... –explicó mientras intentaba analizar la reacción de Baal, guiándose por sus movimientos más que por otra cosa.
Entonces, él levantó una de sus manos y la posó sobre la cabeza de la chica.
-No... no pasa nada... aunque después me gustaría hablar contigo, Izu –dijo antes de marcharse de la habitación, dejando a Asari sin estar segura de si realmente se lo había tomado bien o mal.

Después de que la niña demonio terminase la comida y se quedase dormida, la adolescente se encaminó hacia la cocina con el plato vacío. Allí, la esperaba su padre.
-¿Qué querías decirme?
-Antes de nada, déjame decir que no estoy molesto o enfadado porque la hayas traído aquí. Es más, creo que hiciste lo que debías. Sin embargo, no creo que podamos mantenerla durante mucho tiempo.
-¿Por qué? Es sólo una niña.
-Lo sé, pero no sabemos de donde procede. Quizás haya tenido contacto con humanos y la hayan seguido hasta aquí.
-Lo mismo podrías haber pensado de mí cuando me recogiste, ¿verdad?
-Eso... es diferente...
-¿Por qué?
-...
-¿Es por qué tú no estabas ahí? ¿Porque no pudiste asegurarte de que no hubiese enemigos que la siguiesen? Baal, por favor, confía más en mí. Sé que todavía soy inexperta pero ya soy capaz de luchar y de defender este lugar.
-Tienes razón, Izu, pero no sabes de lo que son capaces los humanos.
-Incluso así... dejarla a su suerte... me parece demasiado cruel...
Ambos se quedaron en silencio durante unos segundos, sin tener claro hacia donde llevar la situación.
-De acuerdo –dijo Baal-. Hagamos una cosa. Te encargarás de cuidar de ella y vigilarla. Si al cabo de una semana eres capaz de asegurarme que no va a pasar nada, entonces podrá quedarse.
-¿Lo dices en serio?
-Por supuesto. Confío en ti, Izu.
-Gracias –contestó la joven, alegremente.
-Y recuerda lo que siempre te digo...
-“Conserva la vida que se te ha dado”. Lo sé. Si has dicho que confías en mí, demuéstralo un poco más –replicó
-Lo siento...

Al día siguiente, Asari se encontraba junto a la pequeña demonio, enseñándole el jardín. Puesto que estaba mejor, pensó que sería bueno que le diese el aire y ejercitase las piernas a fin de no perder movilidad. Algo tranquilo como un paseo por el claro funcionaría.

Baal había vuelto a salir ya que necesitaban más alimentos antes de que llegase el invierno, más si iban a tener otra boca que alimentar.

Por su parte, la niña no era muy habladora. De hecho, no decía nada pese a los esfuerzos de la chica por intentar entablar una conversación con ella.
-¿Te gustan las flores? –preguntó señalando las que había en el jardín, a lo que ella contestó observándolas con cierta indiferencia.
Asari pensó que quizás necesitase algo de tiempo para adaptarse tanto al entorno como a ellos. De todos modos, no tenía muy claro que hacer para facilitar el proceso.

De repente, se dio cuenta de que la pequeña miraba al bosque con curiosidad. No parecía haber nada en él, aun así, no apartaba la vista de los árboles.
-¿Te apetece que vayamos al bosque? Aunque tienes que saber que tengo prohibido salir de él. ¿Te parece bien?
La demonio asintió, dándole algo de tranquilidad al ver que, por lo menos, reaccionaba a lo que decía.

Así pues, las dos se adentraron en el bosque, y llegaron hasta el río.
-Aquí la corriente no es muy fuerte. Mm... ¿te apetece bañarte? –preguntó de manera casual, a lo que recibió un segundo asentimiento.
-¡Bien!
Acto seguido, la joven se desnudó, ayudando a la pequeña a hacer lo mismo. Al quitarle la camiseta observó que tenía varias cicatrices en el torso y una en el cuello.
-¿Cómo te hiciste esto? –preguntó, acariciándolas suavemente con expresión de preocupación.
Al sentir el contacto, ella apartó, rechazando a Asari y cubriéndose con ambos brazos.
-¡Ah! ¡Lo siento! Si es algo de lo que no quieres hablar no te obligaré a hacerlo.

Tras un incómodo silencio, la demonio volvió a permitir que continuase desvistiéndola. Una vez hecho, ambas se introdujeron en el agua poco a poco.
-¡Está fría! –exclamó Asari, quien levantó el pie por la sorpresa antes de volver a meterlo en el agua.
Al contrario que a ella, a su compañera no parecía importunarle la temperatura del río. De hecho, se la veía muy relajada, provocando que Asari se preguntase si ya estaba acostumbrada a ese tipo de cosas.
-Si es así, es posible que esto le ayude a ganar más confianza y decida hablar conmigo –murmuró, contenta.

Durante aproximadamente una hora, disfrutaron del baño al aire libre. Sin embargo, en cierto momento hubo algo que la desconcertó.
La niña se había detenido en un punto concreto del río, mirando las piedras y sedimentos bajos sus pies. Entonces se agachó y alargó la mano como si pretendiese coger algo, llegando a zambullirse para poder tocar el suelo. Posteriormente, volvió a su posición original y continuó nadando como si nada hubiese sucedido.
-¿Algún tipo de juego? –le preguntó Asari, a lo que ella contestó afirmativamente mediante gestos, señalando con el dedo a su espalda. Cuando se giró, la joven observó un movimiento entre los árboles que la hizo levantarse e invocar su rifle, apuntando al frente. Sin embargo, quien apareció no fue un enemigo, sino su padre.
-¡Ah! ¡Estabais aquí! ¡Os estaba buscando!
-¿Baal?
-Os estáis dando un baño, ¿eh?

En ese momento, se dio cuenta de que estaba completamente desnuda, respondiendo mediante una lluvia de disparos hacia el demonio mientras su cara se enrojecía por la vergüenza.
-¡Fuera de aquí!
-¡Pero, ¿qué pasa?!
-¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fueraaaaaa!

Tiempo más tarde, los tres se encontraban junto a la mesa de la cocina. Baal, con una sonrisa irónica en su rostro; Asari, molesta; y la niña, ausente, con la mente, aparentemente, puesta en otra cosa.
-Vamos, vamos, no ha sido para tanto. Cuando eras más pequeña no le dabas importancia a que te viese desnuda.
-¡Tú lo has dicho! ¡Cuando era pequeña! ¡Ahora es diferente!
-Ya veo. Debe de ser lo que llaman “la edad del pavo”...
-¡Que no es eso! –gritó la joven, alzándose de la silla y golpeando la mesa con las dos manos.
-¡Vale! ¡Vale! ¡Lo siento! ¡Culpa mía! –respondió el otro, levantando las manos en señal de rendición.

Después de que su hija volviese a sentarse, Baal exhaló un profundo suspiro, aliviado de que las cosas se hubiesen calmado un poco.
-Dime... Baal... ¿Qué... piensas de mí? –dijo Asari, desviando la mirada hacia un lado.
-¿Que qué pienso de ti? Bueno, pues que eres una chica obediente, trabajadora, responsable...
-No me refiero a eso...
-¿Entonces?
-Verás... –conforme avanzaba la conversación, se ponía más nerviosa- ¿Qué... opinas de mí... como... m-m...?
-¿M...?
-¡¿Qué opinas de mí como mujer?! –soltó de golpe, cerrando los ojos cono si pretendiese esconderse de su mirada.
-Ah... –confuso por no entender el porqué de la pregunta, aunque comprendiendo su significado, el demonio tamborileó con los dedos en la mesa- Yo... nunca me había planteado algo así... quiero decir, sólo te veo como a una hija así que...
-Ya veo... –dijo la joven, bajando los hombros-. Verás... es que...
Quería decirle que ella sí que sentía algo, pese a no estar segura de sus sentimientos, sabía que estos iban más allá del amor familiar. Si era así, sólo se le ocurría una respuesta pero no se atrevía a decírsela. Puede que porque sabía que no serviría para nada, o por no tener claro ni lo que ella misma quería. En cualquier caso, no podía expresarlo.
-Me voy al dormitorio.
-¿Izu?
Sin decir nada más al respecto, se marchó junto a la niña. Desde ese día, la relación entre ambos fue más distante de lo que jamás había sido durante sus años juntos.

A lo largo de la semana, Asari continuó dando pequeños paseos por el bosque con la pequeña demonio. Le daba la sensación de que, poco a poco, no sólo estaba consiguiendo animarla sino también que se abriese más a ella. Incluso si seguía sin mediar palabra, mostraba interés en que le hablase más sobre el lugar en el que vivía. No obstante, a veces creía ver en ella una tristeza que no alcanzaba a comprender.

Así pues, pasaron los días y llegó el cumpleaños de Asari. Al igual que otras veces, los tres se encontraban comiendo en la cocina, en silencio, sin siquiera hacer referencia a la importancia del día.
-Oye, Izu... –dijo Baal, dando el primer paso para cambiar aquella incómoda situación- ¿Estás enfadada conmigo?
-No...
Y era la verdad. No es que estuviese molesta con el demonio, sino que tenía miedo de que sus sentimientos fuesen a más y llegasen a ser descubiertos.
-Entonces, ¿por qué estás así?
-Eso es algo que no puedo decirte –levantándose de la mesa, Asari se dispuso a marcharse de la habitación-. No tengo más hambre –indicó dirigiéndose hacia el exterior de la casa, habiendo dejado parte de su comida encima de la mesa.
-¡Izu! –exclamó Baal. Sin moverse de su sitio, el demonio giró la vista hacia el lado. Descansando sobre el suelo, estaba la caja rosa y cian.

Asari, pateó la hierba, irritada. ¿Realmente era eso lo que quería hacer? Fue lo que se preguntó justo cuando varias figuras se adentraron en el claro, sorprendiéndola.
Al momento, hizo aparecer su rifle y apuntó a uno de ellos, no obstante, una especie de red se le echó encima, no sólo haciendo desaparecer su arma sino ajustándose a su cuerpo de manera que impidió cualquier movimiento por su parte, haciéndola caer a tierra.

Los individuos se acercaron entonces a ella. Debían de ser unos cinco o seis pero llevaban consigo artilugios que no había visto nunca. Por su aspecto, diría que se trataba de humanos.
-¡Comprobad la presa! –gritó uno de ellos, mientras otros dos la forzaban a levantarse y la miraban de arriba abajo como si fuese un monumento.
-Es la humana de la que nos habló.
-¡Mierda! Bueno, no hay mal que por bien no venga, quizás la podamos usar como rehén para atraer al demonio –tras esto, hizo una señal para que avanzasen hacia la casa, situándose enfrente, a una distancia prudente. Asari intentó por todos los medios volver a invocar su rifle, sin embargo no lo conseguía, como si hubiese perdido esa capacidad.
-Ni lo intentes, guapa. Esta red está hecha para evitar que pueda utilizar Setten, así que tus poderes demoniacos no sirven para nada –le explicó otro de ellos.
-¡Demonio! ¡Tenemos a la humana! ¡Sal de tu guarida y te prometo que no le haremos daño!

Poco después, Baal abrió la puerta. Llevaba en sus manos la caja y a su lado se situaba la pequeña demonio.
-Así me gusta. Que seas rápido.
-¿Cómo habéis conseguido entrar? –preguntó Baal.
-Pregunta que como hemos conseguido entrar –dijo el que estaba manteniendo la conversación con él, mientras se giraba hacia sus compañeros, quienes rieron socarronamente-. ¡Esa niña que está a tu lado sabrá contestarte, ¿verdad?!
Asari fijó su mirada en ella, quien, con expresión triste, habló por primera vez desde que la conocía.
-Yo fui quien les reveló vuestra posición y quien desactivó las trampas que impedían el paso a los humanos.
-¿Quien desactivó las trampas? –murmuró Asari, mientras recordaba el momento en que la vio agacharse en el río- Así que por eso querías ir al bosque...
-¿Por qué lo hiciste? –preguntó Baal.
-Ellos... tienen presa a mi familia... amenazaron con vender sus órganos si no les conseguía algo mejor. Después de vagar sin rumbo fijo conseguí llegar a este claro y os encontré. Les avisé entonces de que estabais aquí pero no podían adentrarse en el bosque debido a tus trampas...
-Así que las desactivaste para ellos. Sí, me hago una idea. Ya que son trampas para humanos, sólo otro demonio sería capaz de hacerlo. Aun así, tienes que ser muy hábil para conseguirlo.
-Lo siento.
-No te culpo. ¡De acuerdo! ¡Vosotros soltáis a la chica y yo me voy con vosotros! ¡Si eso es lo que queréis, no tendré problemas en cumplirlo!
-¡¿De qué estás hablando, Baal?! ¡¿Crees que voy a dejarte hacer algo así?! –gritó Asari.
-¡No tenemos otra opción! ¡¿O acaso puedes hacer algo al respecto, Izu?!
Tenía razón. En la posición en que se encontraba, sólo conseguiría empeorar las cosas si intentaba hacer algo sospechoso. Pero no podía dejar que se lo llevasen.
-Antes de nada, necesitamos saber en qué consisten tus habilidades. Al fin y al cabo, el trato era que le devolveríamos a su familia si resultabas ser de mayor utilidad que ellos. Esa cría, por ejemplo, la dejamos vivir porque podía absorber el Setten de otros demonios. Eso fue lo que le permitió desactivar tus trampas. ¿Qué puedes ofrecernos tú?
-Mis habilidades se basan en la teletransportación, tanto mía como de otros seres u objetos. Asimismo, y como ya habéis podido ver, soy capaz de dejar mi Setten en un punto concreto y utilizarlo para establecer una trampa cuya duración se corresponde con mi propia vida.
-¡Oh! ¡Eso es interesante! Demuéstranos lo del teletransporte ¡Ya sé! Teletransporta a esa cría hasta ahí -dijo señalando un punto más alejado.
-¿Estás conforme con ello? –le preguntó Baal a la demonio.
-Sí. Adelante.
Instantes después, Baal hizo que la pequeña desapareciese, volviendo a aparecer en el lugar que había señalado el humano.
-¡Genial! ¡Esto sí que es interesante!
-Entonces, ¿liberaréis a mi familia? –preguntó la demonio, esperanzada.
-No –conforme decía esto, la niña explotó, convirtiéndose en una bola de fuego y humo que hizo que los presentes se cubriesen instintivamente con los brazos.
-¿Q-qué... diablos ha pasado...? –consiguió preguntar Asari. Donde había estado la demonio, ahora sólo quedaban partes de su cuerpo quemadas y esparcidas por zonas cercanas..
-¡Uf! ¡No esperaba que tuviese tanta potencia! Deberíamos haberle implantado más bombas, habría sido divertido verla desintegrarse –soltó uno de ellos entre risotadas, acompañado por los demás.
-¿Le... implantasteis una bomba...? –la joven recordó las cicatrices que tenía cuando la desnudó.
-No sólo eso. También le implantamos un microchip para saber donde estaba a todas horas. Así supimos su posición una vez nos avisó sobre vosotros.
-Es horrible... –dijo Asari con lágrimas en sus ojos- ¡Maldita escoria! ¡Deberíais morir todos!
-Tranquila, gatita. Ya no nos servía. No necesitaremos desactivar trampas si tenemos a tu amiguito para teletransportarnos a un sitio donde no las haya, ¿no crees?
-Entiendo. Así que no planeabais dejar en paz a Izu si me iba con vosotros, ¿verdad? –dijo Baal.
-La vamos a necesitar para mantenerte bajo control. Además, teniendo en cuenta sus poderes, hasta podría sernos útil de alguna forma. De todos modos, tampoco nos importa mucho si te niegas y la acabamos matando. Aunque sea una pena, ya conseguiremos otro demonio que podamos vender o utilizar.
-¿Ves de lo que hablaba, Izu? Cuando te dije que no sabías de lo que eran capaces los humanos, me refería a esto. Lo único bueno que puedo decir al respecto, es que ellos tampoco saben de lo que somos capaces nosotros.

De repente, los dos que tenían cogido a Asari desaparecieron, dejando desconcertados a los demás.
-¡Disparad! –ordenó el portavoz mientras apuntaban a la adolescente con extrañas varas. No obstante, nada más salir una especie de bola eléctrica de sus extremos, ésta desapareció, apareciendo seguidamente a su espalda e impactando contra ésta, logrando lanzarlos contra el suelo.
-Ese traje no os protegerá de todo... –dijo Baal.
Entonces, se teletransportó detrás de uno de ellos, cogiéndole de la cabeza y rompiéndole el cuello. Tras esto, apareció frente a otro que se estaba levantando, golpeándole con la rodilla en la nariz y dibujando con la mano un símbolo sobre su cabeza. Volviendo a teletransportarse detrás de otro que ya había conseguido levantarse, lo empujó contra el anterior, momento en el que el símbolo en su cabeza brilló con intensidad y ambos se vieron envueltos en una columna de fuego que los incineró.

Quedando sólo uno en pie, éste apuntó con su vara al demonio, pero justo cuando estaba a punto de disparar, los dos que habían desaparecido, cayeron desde el cielo justo encima de él, estampándose contra el suelo con un sonoro crujido de huesos.

Finalmente, Baal se acercó a Asari y la liberó de la red. Ella le abrazó, en una mezcla de alegría, miedo y tristeza.
-Gracias –dijo entre sollozos.
-¿Estás bien? –preguntó el demonio.
-No mucho pero me alegra ver que por lo menos tú sí lo estás.
Ambos miraron el lugar en el que antes había estado la niña.
-Será mejor que me deshaga de los cuerpos. Tú entra en casa.
-¡No! Te ayudaré...
-¿Estás segura? –preguntó Baal sin estar convencido del estado mental de ella.
-Sí, lo estoy.
Asintiendo, el demonio se encaminó hacia uno de los cuerpos cuando vio en el suelo la caja que había llevado consigo. Cogiéndola, la observó dubitativo. Fue entonces cuando, sin previo aviso, uno de los humanos le disparó por la espalda, atravesándole el lado izquierdo del pecho.
-¡Baal! –exclamó Asari, haciendo aparecer su rifle y disparando a la cabeza del atacante, eliminándolo en el acto. Posteriormente, se acercó a su padre, sujetando su cuerpo con las manos.
-Bill, ¿habéis terminado ya con el trabajo? ¡Os estamos esperando!
Exaltada por el repentino sonido, se giró hacia otro de los humanos.
-¡No puede ser! ¡¿Un comunicador?! –dijo ella.
-¡Bill! ¡Contesta!
Sin saber qué hacer, la joven cogió a Baal y se lo echó a la espalda como mejor pudo.
-Vamos a salir de ésta. Ya lo verás –dijo, echando a andar hacia el bosque.
-¡Bill! ¡Parece que le ha pasado algo! ¡Vamos a entrar! –fue lo último que se escuchó.

Pese a su intentó por moverse rápido, le costaba mucho hacerlo con un peso extra. Incluso si conocía mejor el bosque que ellos, no tardarían en ganarle terreno si continuaba a ese ritmo.
-¡Vamos! ¡Vamos! –se oyó a lo lejos.
-Si al menos supiese cómo teletransportarme a mayor distancia, podríamos salir de aquí enseguida. ¡Uah! –tropezando, cayó al suelo en una bajada, rodando tanto ella como Baal hasta chocarse contra el tronco de un árbol.

Quejándose por el dolor, la chica se levantó como mejor pudo, buscando a su padre con la mirada. Tras divisarlo a pocos metros de distancia corrió hacia él, agachándose para levantarlo.
-Baal, dime que sigues conmigo, por favor –dijo la chica, alterada.
-Izu...
-Menos mal. Venga, sólo tienes que aguantar un poco más. Una vez salgamos de aquí, encontraré una manera de curarte.
-Izu...
-Necesito una manera de detener la hemorragia. ¡Maldita sea! ¡¿Por qué no se me ha ocurrido antes?! ¡Ya sé! ¡Utilizaré mi camiseta! ¡Sé que no servirá de mucho pero, al menos, hasta que...!
-Izu, por favor... déjalo...
Deteniéndose, observó la mano de Baal que se posaba sobre su brazo.
-¿Qué... quieres decir...?
-No voy a salir de ésta...
-¿Qué estás diciendo? Va-vamos, seguro que si lo intentamos...
-No... lo mejor es que me dejes aquí y te salves tú...
-¡No puedes pedirme eso! ¡¿Cómo quieres que me marche y te deje morir aquí?! –la desesperación empezaba a notársele en el tono de voz. Le temblaban las manos.
-Entonces no te lo pediré... déjame aquí y vete... es una orden.
-¡¿Qué te da derecho a darme órdenes?!
-Ser tu padre...
-¡Eso no es justo!
-Nada tiene por qué serlo... no estaríamos así si la justicia existiese... pero no nos queda otro remedio que aceptarlo y seguir adelante. ¿Puedes acercarme la caja? Creo que se me ha caído.

Cerca de allí se encontraba el objeto rosa y cian, el cual cogió y situó cerca de su padre.
-¿Has cargado con esto durante todo el camino? –preguntó ella.
-Ábrela...

Al hacerlo, observó una pequeña placa dorada en la que había algo escrito: “Permiso para misiones de reconocimiento fuera del bosque. Asari Izumi, mi pequeña Izu”.

No pudo evitar sonreír y llorar al mismo tiempo.
-¿Qué... te parece...?
-Es muy cursi... –dijo intentando limpiarse las lágrimas con la manga de la camiseta.
-Lo sabía... debería haber puesto otra cosa...
-No. Es perfecta.
-Eso... me alegra... –el demonio acercó su mano a la mejilla de la chica-. Feliz cumpleaños.
-No es muy feliz, por desgracia...
-Sí... y lo siento... ahora, márchate, por favor. Cumple el último deseo de este viejo demonio.
-Yo... no puedo... Baal... no puedo...
-Izu... por favor...
La chica le miró. Todavía llevaba la capucha puesta pero sabía de sobra que él también lo estaba haciendo.

Agarrando la placa fuertemente, se dispuso a marcharse.
-Recuerda... Izu... Conserva la vida que se te ha dado...
Apretando los dientes, le dio la espalda a su padre.
-Te quiero, papá –dijo antes de empezar a correr.
Finalmente, su cuerpo se esfumó entre los troncos, y no mucho después un grupo de humanos rodearon a Baal.
-¡Vaya! ¡Pero mira lo que tenemos aquí! ¡Tú debes de ser el demonio! ¡¿Qué has hecho con los demás?!
-Les he regalado un ticket al infierno...
-¡Los tienes bien puestos, engendro! ¡No te preocupes! ¡Incluso si mueres haremos buen uso de tus órganos! –mientras decía esto se acercó a él y le quitó la capucha. Debajo de ella se pudo observar la cara del demonio. Pelo castaño y corto, orejas puntiagudas, ojos verdes y un rostro muy parecido al de un humano. En su frente un dibujo en el que se podía observar a un demonio atravesándole el pecho a un hombre.
-Esa marca... eres un asesino de humanos... –se sorprendió
-Los humanos sois crueles... estúpidos... y matáis indiscriminadamente... Por venganza, uno es capaz de convertirse en un monstruo...
-Ja, ya veo. No eres mejor que nosotros entonces. Me pregunto a cuántos hombres, mujeres y niños inocentes habrás asesinado. Cogedlo, chicos. Nos divertiremos diseccionando viva a esta escoria.
De repente, Baal chasqueó los dedos, de manera que el dibujo empezó a brillar.
-Soy experto en trampas... ¿quién te dijo que no las usaría en mí mismo?
-¡Maldita sea! ¡Al suelo!
-Esta marca... era lo único que no podía permitirte ver... Izu... –tras esto, se produjo una gran explosión a partir de su cuerpo, llevándose por delante al grupo de humanos.

Días después, Asari caminaba por las calles de una ciudad. Con la mirada perdida y sin saber dónde dirigirse, había sobrevivido durante ese tiempo con la única motivación de seguir viva.

Así pues, llegó hasta un callejón y se sentó junto a un montón de basura, pretendiendo descansar. Sus manos todavía se aferraban a la placa que le regaló Baal.
-Vaya, vaya. Mira qué tenemos aquí.
Un par de jóvenes, con más ego que edad, se acercaron a la chica.
-¿Te gustaría venir con nosotros?  -preguntó uno de ellos.
-¿Vas en serio, tío? ¡Huele fatal!
-No te preocupes. Que se duche en mi casa. Estoy seguro que, después de eso, nos lo pasaremos muy bien, ¿eh? ¿Qué te parece?
Asari ni siquiera se movió. No merecía la pena perder el tiempo con los humanos. Todos eran iguales. Todos eran lo peor.
-Chicos, si no os importa, ¿podríais dejarla en paz? –pidió una voz perteneciente a otro hombre.
-¿Eh? ¿De qué vas? ¡Nos lo estamos pasando bien! ¡No nos cortes el rollo!
-Creo que los únicos que os lo estáis pasando bien sois vosotros.
-¡Mira, si no te marchas de aquí, vas a acabar mal, amigo! ¡Ugh! –uno de los jóvenes fue lanzado al suelo.
-No creo que sea buena idea amenazarme –se escuchó el sonido de una espada siendo desenvainada.
-¡Tío, que tiene un arma! ¡Corre!
Levantándose del suelo, el joven corrió detrás de su amigo, quien ya le llevaba la delantera.
-¿Estás bien?
Cuando Asari levantó la vista, vio a otro chico joven, con un ojo de cada color y que presentaba una cicatriz que recorría su mejilla izquierda hasta llegar a la frente. Éste le tendía la mano amigablemente.
-¿Quién eres? –preguntó ella, con desconfianza.
-Me llamo Hioni Reima. Eres una maldita, ¿verdad?
-¿Huh? ¿Cómo...?
-Yo también lo estoy –indicó, señalándose con el pulgar y, aparentemente, orgulloso de hacerlo.
-Ah... bien por ti... -respondió ella, con desinterés.
-No creo que éste sea un buen lugar para acomodarse. ¿Por qué no vienes conmigo? Sé de un buen sitio donde podrás dormir en caliente y comer algo.
-No confío en humanos.
-Comprendo.... Bueno, no voy a obligarte. Aquí tienes una dirección, por si cambias de opinión. Una vez llegues sólo tienes que decir las palabras adecuadas y alguien vendrá a por ti. Mi grupo y yo nos encargamos de ayudar a los demonios pero otros en necesidad también son bienvenidos –explicó dejando una tarjeta sobre la joven- Ahí también está escrito lo que tienes que decir. ¡Ah! Una cosa más. No eches tu vida a perder. No creo que quien te maldijese, quisiese algo así.
-¡¿Qué...?! –cuando se dispuso a contestarle, el chico ya había desaparecido. Volviendo la vista hacia la tarjeta, la cogió y observó lo que había escrito en ella-. Hioni Reima...

La lanza de Simon se clavó en el suelo, levantando una gran polvareda. Sin embargo, cuando ésta se hubo disipado, el cuerpo de Asari no fue encontrado debajo del arma. A su lado, un rifle le apuntó a la cabeza.

-No pienso morir. Todavía no...

domingo, 8 de octubre de 2017

A New World: Capítulo 9

Ocurrió en pocos segundos. Kareth fue a por uno de los Erasers, saltó a su cabeza y le propinó una patada que lo hizo salir despedido hasta chocar contra la pared.

 

Conforme aterrizaba, la otra bestia acometió contra él cual rinoceronte enfurecido, a lo que respondió haciéndose a un lado y saltando por encima de ella hasta situarse sobre su nuca, asestándole tal puñetazo en el centro de ésta que cayó al suelo fulminado.

 

Pasmado con la actuación de su amigo, Kai decidió seguir inspeccionando el área en busca de una salida. Finalmente, al hacer que Hel golpease cerca de una de las esquinas, observó cómo ahí, al contrario que en otros sitios, se producía una grieta.

-¡Aquí es! –exclamó, combinando a ambos Infernos en un potente ataque que acabó destruyéndola. Al otro lado había un pasillo que continuaba recto hasta perderse en la oscuridad-. ¡Kareth!

 

Al escuchar la llamada de su amigo, el chico dejó atrás a los Erasers y cruzó el boquete junto con él, escapando por fin de allí. Por supuesto, los monstruos estaban demasiado ocupados intentando recuperarse de sus golpes como para perseguirlos.

-¡Oye, eso ha sido genial! ¡Con el nivel que tienes ahora, estarás a la par con Detz! –lo elogió Kai.

-No estoy tan seguro. Él tiene mucha más experiencia que yo. Si bajo la guardia aunque sea un segundo, lo aprovechará para matarme.

-En ese caso, sólo tenemos que impedir que lo haga. ¡Démonos prisa!

 

Una vez frente a Unum y Detz, Kareth observó el cilindro de cristal reforzado en el que dormía Nara, conectada a cables y zambullida en líquido, igual que la última vez que la rescataron.

 

Sin embargo, había una diferencia. A su alrededor había siete plataformas sobre las que descansaban siete esferas de color verde, correspondientes a los Núcleos de Jade. Al parecer, todas estaban unidas a una maquinaria que, a su vez, estaba conectada a la chica.

-A esta hora debe de estar produciéndose la batalla final. Pueden que os queden unos veinte minutos antes de que Gaia despierte. Lo que tarde en acumularse la energía residual del Radiar en los núcleos, y en transmitirse al contenedor –aclaró Detz, a cuyo lado, Unum sonreía maliciosamente.

-First... –dejo escapar Kai. Era la primera vez que lo veía en mucho tiempo, y una parte de sí mismo detestaba hacerlo por ser el asesino de Miruru. Pese a ello, otra no podía evitar dejarse llevar por sus recuerdos junto con él y May, por los que todavía quería encontrarle una salvación.

-¡Oh! ¡Ahora te reconozco! ¡Cuánto tiempo, Kai! Dime una cosa, ¿sigues guardándome rencor por haber matado a esa chica? –preguntó Unum, sin cambiar su expresión-. ¿Aún recuerdas sus gritos?

-Sí, y jamás los olvidaré. Tampoco la muerte de Miruru.

-¿Miruru? ¿Te refieres a esa semidiosa de pelo rubio? –esta vez hizo una mueca de desagrado- ¡Esa arpía! ¡Tuvo suerte de que no pudiese entretenerme con ella, de lo contrario la habría hecho sufrir!

 

Ante esa respuesta, el chico se mantuvo en silencio, apretando los puños para evitar correr hacia él y partirle la cara. Eso, al fin y al cabo, era lo que probablemente quería. Si atacaba sin pensar, estaría en sus manos.

-El plan es el siguiente –murmuró Kareth, de manera que sólo lo escuchase su compañero-. Tú te encargarás de Unum y yo de Detz. En cuanto encontremos la ocasión, rescataremos a Nara y destruiremos los Núcleos de Jade. Una vez la tengamos a ella, el siguiente paso será matarlos a ambos.

-No lo entiendo, ¿por qué ese orden?

-Nuestra principal prioridad no es acabar con ellos, sino evitar el advenimiento de Gaia. E incluso si no lo conseguimos, todavía hay algo que puedo probar. En cualquier caso, no podemos entretenernos demasiado con esos dos. De hecho, ese debe de ser su plan.

-Entendido.

-Una cosa más. Para matar a Detz, tan sólo tendremos una oportunidad.

-¿Qué quieres decir?

-¿Recuerdas el arma que crearon mis padres? Es de un sólo uso.

-Joder. Sin presiones, ¿eh? Muy bien. Lo tendré en cuenta.

-¿Algo que añadir?

-Por mi parte, tan sólo que, si conseguís eliminar a Duobus y a Tribus, quizás consiga poner el combate a nuestro favor.

-¡¿Qué?! ¡¿Cómo?!

-Ya lo entenderás. Por ahora, centrémonos en lo que tenemos delante.

 

Dubitativo, Kareth asintió, poco antes de mirar a Detz y a Unum y lanzarse al ataque.

 

En los territorios del imperio, Jaryl, Sdren, Zen, Sen y Len, acababan de llegar donde se encontraba la residencia de Naithan.

 

Pese a estar vigilada por soldados, eran pocos, sobre todo si se les comparaba con el ejército que habían enviado a la batalla.

 

Gracias a ello, les había sido más fácil infiltrarse en el “Distrito β”, donde habían tenido que noquear a algunos guardias apostados sobre las terrazas y tejados por los que se habían desplazado.

 

Así pues, situados enfrente de su lugar de destino, discutían por dónde entrar, ya que, como era de esperar, la puerta principal quedaba descartada.

-¿Alguna sugerencia? –preguntó Jaryl.

-Podríamos usar las alcantarillas de la ciudad –propuso Sdren-. Con suerte, daremos con algún sótano por el que sea más fácil pasar desapercibidos.

-No es mala idea, pero ¿sabréis qué camino seguir una vez abajo?

-Por desgracia, ninguno de nosotros ha podido llegar tan lejos, pero tenemos algunas nociones de cuál es su estructura. El problema seguramente sea que la conexión entre las alcantarillas y la residencia del emperador esté tapiada o sea de difícil acceso –advirtió Zen.

-Y no sabemos si nuestras armas y explosivos serán suficientes para abrirnos paso –indicó Len.

-¿Se os ocurre algo mejor? –preguntó Jaryl.

-Mm... puede que sí –comentó Sdren-. La distancia que hay entre la parte trasera del muro que protege la mansión y ésta no es muy grande. Quizás podamos llegar con una cuerda a una de las ventanas.

-Las que tenemos no son tan largas –replicó Sen.

-Además, somos un grupo demasiado grande. Podrían vernos. –añadió Jaryl.

-Lo sé. Por eso ataremos varias. Será suficiente con que alcancemos la cornisa de una que esté en el piso más bajo. Iremos un grupo reducido de seis o siete personas. Los demás utilizarán los túneles de alcantarillado –contestó Sdren.

-Aun así queda el problema de cómo vamos a hacer llegar la cuerda hasta esa cornisa –objetó Zen.

-Jaryl, tú puedes volar, ¿verdad? –dijo Sdren.

-Durante poco tiempo, pero sí.

-¿Crees que podrías encargarte?

-Tendré que calcular la distancia desde más cerca para estar seguro, pero creo que podré.

-Bien. Entonces lo haremos así. Nos dividiremos en dos grupos. El primero, y más numeroso, utilizará las alcantarillas para entrar desde abajo. Utilizad todas las armas y explosivos que consideréis necesarios para destruir la entrada. En caso de que no lo consigáis, al menos servirá de distracción.

 

>>El segundo grupo trepará por la cuerda que Jaryl se encargará de enganchar a la cornisa. Será él quien también se abra paso para permitir que entren los demás. El otro extremo de la cuerda lo ataremos a la parte de arriba del muro. ¿Estáis de acuerdo? –resumió Sdren, a lo que los demás asintieron.

-¿Qué pasará si no encontramos al proyecto Gaia? –preguntó Zen.

-Incluso si no los encontramos. Hacernos con la residencia del emperador supondrá una ventaja de negociación para cuando el proyecto Gaia sea eliminado –aclaró Jaryl.

-Ya veo.

-¡Movámonos! –ordenó Sdren.

 

Mientras tanto, Razer y sus compañeros seguía enfrentándose a Naithan y sus subordinados. El líder de los Rebeldes mantenía a raya al emperador e incluso empezaba a ganarle terreno.

-¡¿Qué te pasa, Naithan?! ¡¿Dónde ha quedado esa arrogancia tuya?! –se burló Razer mientras blandía su estoque, haciéndole retroceder.

-¡Maldita sea! –se quejó Naithan, logrando finalmente crear algo de distancia entre ellos.

 

En ese momento, uno de los soldados recibió un mensaje a través de su comunicador, transmitiéndoselo a su líder.

-¡Alteza! ¡Los semidioses han sido derrotados y los ejércitos han reanudado la batalla!

 

Esa noticia hizo que la expresión de Naithan se iluminase.

-¡¿Lo has oído, mosquito?! ¡Tu intento de detenernos no ha servido de nada!

-¡Ja! ¡Ni que fuese tan optimista como para pensar que les detendríamos! –contestó Razer- ¡Mientras Kareth y los demás consigan su objetivo, nuestra lucha habrá valido la pena!

-¡¿Y dices que no eres optimista?! ¡Tus amiguitos morirán antes de tocarle un pelo al proyecto Gaia!

-¡Yo que tú me preocuparía del tuyo propio! ¡Porque voy a arrancártelo junto con tu cabeza aunque sea lo último que haga!

-¡Ja ja ja! ¡Eso ya lo veremos! –exclamó el emperador, sacando una jeringuilla metálica que guardaba entre sus ropas e inyectándose su contenido en el brazo ante la confusa mirada de Razer.

-¡No me digas que...! –gritó éste.

-¡Sí! ¡Radiar! ¡Aaah! –respondió mientras se retorcía de dolor.

-¡¿Estás loco?!

-¡Ahora que he cumplido mi misión, pienso disfrutar al máximo de esto! –la voz del emperador empezó a distorsionarse, a la vez que su cuerpo cambiaba de forma.

 

Viendo aquella situación, Razer avanzó hacia él, decidido a acabar con su vida antes de que se transformase. Pero su adversario interpuso su brazo, que ya había adquirido la dureza propia de los Erasers, en el camino del arma, siendo incapaz de penetrar más allá.

 

De un manotazo, Naithan se lo quitó de encima, haciéndole rodar por el suelo hasta que logró volver a ponerse en pie. Para entonces, su cuerpo ya se había transformado por completo, aunque sus proporciones eran más grandes que las de uno normal.

-¡Vas... a... morir! –exclamó la bestia aplastándolo con fuerza contra la superficie de las tierras yermas, de manera que perdió su arma en el proceso.

 

Will, quien se encontraba algo más distanciado de ellos, peleando contra dos soldados del imperio; al ver lo ocurrido, decidió ayudarle. Así pues, se deshizo de sus enemigos asestándoles un corte horizontal en el cuello y corrió hacia él, lanzándose a la cabeza del monstruo con sus dos espadas en mano, algo que no molestó mucho a éste, que se lo quitó de encima con una de sus extremidades delanteras.

-¡¿Estás bien, Will?! –preguntó el líder rebelde.

-Sí... –indicó- ¿Cómo se ha hecho tan grande? Los otros que he visto no eran así.

-Puede que, durante la experimentación para crear Erasers, descubriesen una manera de mejorar la transformación.

-¡Estoy... por... encima... de todos vosotros! –gritó Naithan mientras se acercaba a ellos lentamente, como disfrutando del momento.

 

En ese instante, una figura apareció de la nada y, como un rayo, lo golpeó, consiguiendo tumbarlo. Entonces, sin detener su ataque, le atizó de nuevo con su doble martillo, apuntando esta vez al pecho y obligando al emperador a interponer sus garras para defenderse, hecho que apenas le sirvió debido a la fuerza de su contrincante.

 

Viéndose acorralado, no tuvo más remedio que usar sus dientes en una acometida por sorpresa, de forma que consiguió hacerle retroceder y que se reuniese con los otros dos.

-¡¿Yorus?! –preguntó Razer, recordando al guardaespaldas y ayudante de Alder.

-Un placer volver a verte. Parece que he llegado justo a tiempo.

-¡¿Qué haces aquí?!

-Bueno, como ya sabes, la situación se complicó bastante en los territorios de la unión, hasta el punto de acorralarnos a mis soldados y a mí. Ellos decidieron sacrificarse para que pudiese escapar y así tomar el control una vez se calmaran las cosas, pero no podía esperar sin más. Así que decidí luchar, sobre todo si hacerlo implicaba acabar con el emperador.

-Entiendo. Siento lo de tus solados.

-Tranquilo. He dicho que se sacrificaron, pero quizás me haya precipitado. Son más duros de lo que aparentan, así que seguro que estarán bien.

 

Mientras hablaban, Naithan corrió hacia los tres, realizando un placaje con sus garras delanteras y consiguiendo así separarlos. De esta forma, Will quedó situado en el lado derecho de la bestia, y Yorus y Razer en el izquierdo.

-¿Se te ocurre algún plan? –preguntó Yorus.

-Por el momento, recuperar mi arma –indicó Razer, señalando el estoque, el cual se encontraba justo debajo de Naithan- Una vez la tenga de vuelta quizás podamos intentar algo. Aunque, para ello, vamos a necesitar de tu fuerza. Al fin y al cabo, no creo que Will o yo seamos capaces de mucho más contra ese monstruo.

-¡Cuenta conmigo!

 

-¡Avanzad! –ordenó Ceron mientras se enfrentaba cara a cara a uno de los Erasers.

 

La fuerza de esos seres había acabado con buena parte de su ejército tras el choque inicial, dejando numerosos cadáveres esparcidos por el yermo, por lo que a cada golpe que les daba, mejor se sentía. Sin embargo, aun estando a la par con ella, el golpe final nunca llegaba.

 

De repente, el Eraser se quedó inmóvil, como si lo hubiesen atado. Su cabeza había sido levantada de forma antinatural, su boca obligada a abrirse y sus patas delanteras a entrecruzarse. Instantes después, objetos redondos del tamaño de pelotas de tenis, fueron lanzadas al interior de su tracto digestivo, explotando poco después y provocándole la muerte instantánea.

 

Extrañado, Ceron miró a su alrededor, descubriendo la presencia de dos jóvenes, un chico y una chica, que avanzaron decididamente hacia él.

-¡Tienes que acabar con esto, Ceron!

-¡¿Quiénes sois vosotros, que os creéis con derecho a darme órdenes?!

-¡Mi nombre es Sephiria, y él es Drake! ¡Pertenecemos a los Rebeldes y hemos venido a impedir que sigas con esta batalla! ¡¿Acaso has olvidado lo que pasará si continuas luchando?!

-¡¿Creéis que a estas alturas me importa?! ¡Lo único que quiero es acabar con el imperio y conseguir la cabeza de Naithan!

-¡Muchos queremos su cabeza, te lo aseguro! –declaró Drake-. ¡Pero, en tu caso, eso podría suponer el fin de la raza humana!

-¡¿Y qué quieres que haga?! ¡¿Dejar que humille y destruya mis territorios y a mi gente?!

-¡No! ¡Sólo queremos que confíes en los Rebeldes! ¡Nosotros venceremos al proyecto Gaia y acabemos con esta guerra! –afirmó Seph.

-¡Ja ja ja! ¡Vuestro mensaje es muy noble, pero necesitaréis algo más que eso para convencerme! –respondió el gobernador, transformando su arma en una gran hacha y atacando con ella a la pareja, que la esquivó saltando hacia atrás.

-¡No nos quedará más remedio que hacérselo comprender a la fuerza, Seph! –comentó Drake.

-¡Esto es una pérdida de tiempo! –se quejó la chica, visiblemente molesta, justo cuando un segundo ataque les llegaba por su lado izquierdo, describiendo un gran arco que a punto estuvo de cortarlos por la mitad.

 

Sin embargo, tras agacharse para evadirlo, Seph movió sus hilos hasta engancharlos al arma, consiguiendo desequilibrar a Ceron, lo que fue aprovechado por Drake para lanzarle varios explosivos que impactaron de lleno en su pecho.

 

Retorciéndose de dolor, aunque sin daños en su armadura, el hombre aterrizó en el suelo de rodillas. La joven intentó inmovilizarle también sus piernas, pero antes de que lo lograse transformó su arma en lanza, liberándola de los hilos que la tenían presa y evadiendo a tiempo aquellos dirigidos hacia él.

 

Entonces, acometió contra Drake, quien, incapaz de utilizar sus explosivos a una distancia tan corta, salió despedido por el aire hasta acabar de espaldas contra el suelo.

-¡Drake! –exclamó su pareja, al ver cómo su contrincante intentaba clavar el filo de su arma en el corazón del chico, arrojando una vez más sus hilos y deteniendo, en el último momento, el movimiento de sus brazos.

 

Previendo una situación así, Ceron soltó a Hydra y corrió esta vez hacia Seph, a quien propinó un golpe en la mejilla. Drake, mientras tanto, se levantó lo más rápido que pudo e intentó coger la lanza con la expectativa de usarla contra su dueño, pero, por desgracia, se dio cuenta de que apenas era capaz de levantarla, siendo detenido fácilmente por su adversario, que la recuperó de entre sus manos y le asestó un puñetazo en el mismo lugar que a la chica, acabando ambos en tierra.

-¡Débiles! ¡Enclenques! ¡¿Y pretendéis que confíe en vosotros?! –exclamó el gobernador.

 

En la base subterránea de Genese, Duobus observó con atención su alrededor, percatándose de un ligero rastro de sangre que llevaba hasta el segundo pilar de la derecha. Por un segundo pensó que podría tratarse de una trampa, pero le pareció poco probable que hubiese sido capaz de algo así en tan poco tiempo. En ese caso, su victoria estaba asegurada.

 

Sarah, escondida, esperaba pacientemente a que la descendiente diese el primer paso. Cuando eso ocurriese, tendría la oportunidad perfecta para contraatacar y cogerla desprevenida.

 

Sin embargo, conforme pasaba el tiempo, una sensación de malestar la inundó. Un mal presentimiento.

 

Fue entonces cuando se le ocurrió bajar la mirada hacia su propio tobillo y se dio cuenta de la sangre que manchaba tanto éste como su calzado.

 

-Gem... –escuchó decir a Duobus, apareciendo justo debajo de ella una gran cabeza con cuernos, dispuesta a engullirla.

 

Instintivamente, saltó para esquivarla, pero el Inferno le llevaba ventaja. No lo lograría a tiempo.

 

Así pues, en un intento desesperado por escapar, preparó rápidamente dos flechas y disparó.

-¡Sword Target: Destroy! –exclamó, clavándose ambas en lo que correspondía a los labios superior e inferior de aquella cara, desfigurándola lo suficiente como para generar un lugar de apoyo seguro sobre su rostro, logrando así evitar el ataque.

 

Por desgracia, ahí no acabaron sus problemas, ya que una maza, apareciendo de la nada justo a su lado, la golpeó fuertemente en uno de los costados.

 

Finalmente, acabó chocando contra una de las paredes de la sala, donde quedó apoyada de espaldas y sentada en el suelo. Para rematar la faena, unos cuchillos aparecieron encima de ella y se clavaron en sus manos, inmovilizándola.

-Se acabó. –indicó Duobus, situándose delante de ella y apuntándola con un cañón de mayor tamaño que el que había invocado al principio. Por si fuera poco, entre éste y la descendiente se erigía un escudo que la protegía frente a cualquier ataque que viniese de frente. Estaba claro que su intención era utilizar su última carta para borrarla del mapa.

 

Se sentía mareada. Mirada borrosa. De manera que tan sólo distinguía el destello azulado procedente de la boca del arma. Su cuerpo pesaba. Demasiado como para poder levantarse. Y apenas tenía sensibilidad en las manos.

 

Una parte de ella le pidió moverse y huir, pero tal y como estaba, le iba a ser imposible.

“Voy a morir”, pensó mientras sus ojos cerraban, poco a poco.

-¡¿Qué crees que haces, peliazul?! –le preguntó una voz en su cabeza, aunque era como si la tuviese al lado- ¡¿Vas a dejar que te maten?! ¡¿Así sin más?!

-No puedo más...

-¡Si eso es todo lo que puedes hacer, me decepcionas!

-Lo siento. Siento no ser como esperabas. Siento no haber podido vengarte...

-¡¿A quién le importa la venganza?! ¡Y más por alguien como yo! No. No quiero que la derrotes por mí, sino por ti. Para que sigas viviendo.

-¿Seguir viviendo? ¿Incluso si lo único que puedo hacer es recordarte?

-Así es.

-Eres un egoísta.

-¡Siempre he hecho lo que me ha dado la gana, ¿recuerdas?! Pero, aun así, no quiero que mi recuerdo te haga sufrir. Eres fuerte, Sarah. Lo suficiente para seguir avanzando en un mundo como éste.

-No, no lo soy...

-¡Sí lo eres! ¡Créeme, no me fijaría en una mujer que no lo fuese!

-¿Tenías que decirlo así?

-Sarah. Puedes ganar... no, vas a ganar... Lo sé, porque has hecho que alguien como yo crea en ti.

-Eres un idiota...

-Lo sé. Al fin y al cabo, morí dejándote igual que me dejaron a mí. Es por ello que debes romper con el pasado, ganar y vivir como desees.

-Je... supongo que puedo darle otra oportunidad. Gracias, Quattuor. Y sé que llega tarde, pero quería decírtelo aunque fuese en mi imaginación: te quiero.

 

Cuando abrió los ojos de nuevo, Duobus seguía ahí. Lo que en su mente parecían haber sido horas, no habían sido sino un par de segundos en la realidad.

 

Debía actuar.

 

Todavía con la visión borrosa, aunó toda su fuerza de voluntad para mover los dedos de sus manos.

-Sword Target: Destroy... –dijo.

Un pequeño golpe en el suelo sirvió para destruir la parte donde estaban clavados los cuchillos, liberándola. Seguidamente, tanteó su alrededor hasta dar con su arco y otro par de flechas que habían caído del carcaj. Sólo le quedaba tiempo para realizar un disparo, así que los cogió y apuntó al frente.

 

No estaba segura de si lo conseguiría. Sus manos temblaban y perdía sangre a través de sus heridas.

 

Lo único que ocupaba su mente era una frase: a veces no importa el tiempo que tardes en disparar, siempre y cuando sea lo suficientemente certero.

 

Eso era lo que necesitaba, el disparo más certero de todos, aquel que pudiese atravesar el escudo de Duobus y acabar con ella.

 

Era todo o nada. Matar o morir. Puede que su estado no fuese el mejor, pero tendría que concentrarse como nunca lo había hecho. Sentir el momento en que logró aquel primer y único disparo. Sentir la fuerza de aquéllos que creían y creyeron en ella. Demostrar que sus enseñanzas no habían sido en vano.

-Le prometí que ganaría y sería la más fuerte. Y así será.

 

Tras susurrar aquellas palabras, la flecha salió despedida, como un haz de luz, a una velocidad y potencia que ni ella misma habría creído capaces. Ésta atravesó el escudo justo cuando el rayo de energía comenzaba a salir del cañón, penetró en la frente de Duobus, que ni siquiera tuvo tiempo de preguntarse qué acababa de pasar; y continuó su trayecto hasta clavarse en la pared del fondo.

 

El ataque de la descendiente se detuvo al mismo tiempo que cayó al suelo, fulminada. Los cuchillos que habían atravesado las manos de Sarah no tardaron en desaparecer, al igual que el cañón y el resto de armas desperdigadas por la sala.

 

Agotadas todas sus fuerzas, la joven se desplomó, inconsciente. No obstante, una sonrisa se dibujó en su rostro. Un gesto de victoria que demostraba el tipo de guerrera en que se había convertido. Una capaz de vencer cualquier adversidad. Siempre hacia delante.