domingo, 13 de octubre de 2019

The lone driver


-¡Vier! ¡Vier, despierta!

El joven llamado Vier, se encontraba acostado sobre el césped artificial que había junto a uno de los parques de Yohei Gakko. De piel ligeramente morena y pelo corto del mismo color, no habría destacado mucho de no ser por su gran altura: unos dos metros aproximadamente.

Al escuchar la voz que le llamaba, abrió uno de sus ojos, casi cerrándolo de nuevo por el contraste de luz.
-¡Nos acaban de llamar para una misión! ¡Arriba, dormilón!

Una vez su visión se hubo ajustado al entorno, el rostro invertido de una chica se hizo visible. Tenía el pelo rubio, liso hasta los hombros, ojos verdes y rasgos finos. Su piel era considerablemente pálida. No a pocos les hubiese dado la impresión de que tenía alguna enfermedad.

En ese momento se encontraba haciendo pucheros con las mejillas, probablemente intentando mostrar su enfado, aunque el joven sabía que eso era algo difícil en ella.
-¿Una misión? ¿Ahora? –se quejó, levantando una ceja, sus manos se encontraba debajo de su cabeza y una de las piernas cruzada sobre la rodilla de la otra. Era la imagen de la pereza.
-Sí. Freude y Jeianne nos están esperando. ¡Así que vamos! –haciendo un gran esfuerzo, la chica intentó arrastrarle, pero no consiguió moverlo ni un centímetro-. ¿Se puede saber cuanto pesas?
-Hace tiempo que no lo miro, pero probablemente más de cien kilos. ¿Por qué?
-No... por nada... –respondió ella, decidiendo rendirse y apoyando su nuca sobre su hombro para recuperar un poco el aliento.
-¿Estás cómoda? –preguntó Vier.
-Sí...
-Sabes que así sólo vas a retrasarme más, ¿verdad?
-Deja que descanse un poco y ahora vamos.

Finalmente, se encaminaron hacia el centro de trabajo, donde se les asignaban las misiones a los miembros de Yohei Gakko.
-Mm... –Vier se desperezó mientras tanto, llevándose la mano a la boca para tapar un gran bostezo.
-Sé que no hace mucho de la última misión, pero no deberías tomarte las cosas con tanta calma.
-Me conviene estar lo más despierto posible para la acción. Al fin y al cabo, yo soy el que conduce, y no creo que queráis acabar estrellados contra una roca.
-Cuanto más duermas, más sueño tendrás.
-¿En serio? Yo creía que funcionaba al revés.
-Dormir mucho también es malo.
-Bah, no te preocupes tanto, Aqua.
-Claro que me preocupo. Llevamos dos años siendo compañeros de equipo, ¿cómo no me voy a preocupar?

Vier la miró en silencio y suspiró. Acto seguido puso una mano sobre su cabeza.
-Vale. Lo que tú digas.

Al cabo de un rato, llegaron al centro, donde sus otros dos compañeros les estaban esperando.

El chico se llamaba Freude, pelo rizado y castaño hasta el cuello, cejas ligeramente pobladas y ojos verde oscuro. Era de altura considerablemente menor que la de Vier, algo no muy difícil; de complexión media y musculatura ligeramente marcada. Solía ser el más sociable del grupo y el que mantenía arriba los ánimos.

En cuanto a la chica, Jeianne, era la líder del grupo. Normalmente serena, inteligente y carismática. Una de las mejores de su promoción. De cabello entre castaño y rubio, largo y recogido en una coleta, ojos pequeños e iris azul marino, delgada y, al igual que Freude, de musculatura ligeramente marcada. Al llegar Vier y Aqua, no dudó en mostrarse molesta por su tardanza.
-Llegáis a tardar un poco más y os hubiese puesto a hacer flexiones.
-Tampoco hubiese sido para tanto –contestó Vier, despreocupadamente.
-Puede que para ti no, pero seguro que no te hubiese gustado que Aqua pagase por ti.
-Repito: tampoco hubiese sido para tanto.
-¡Hey! –se quejó Aqua.
-Vamos, vamos, chicos. Tengamos la fiesta en paz. Lo importante es que ya estamos todos aquí. Venga, nos están esperando.

Así pues, se situaron frente a una mesa detrás de la que se encontraba una mujer tecleando algo en un monitor.
Al levantar la vista y darse cuenta de su existencia, cogió algo de uno de sus cajones, lo miró para asegurarse bien y lo dejó encima de la mesa.
-Se ha conseguido información sobre una organización que está negociando con el imperio para venderles Radiar. Vuestra misión será eliminar a dicha organización y traer el Radiar hasta aquí. En los documentos tenéis los detalles sobre lugares que suelen frecuentar, número de miembros, etc.
-Mm... –Jeianne observó rápidamente las hojas que les habían sido entregadas- Parecen muchos, ¿no sería mejor realizarla entre varios grupos?
-Por desgracia, actualmente no existen otros grupos disponibles. Y si esperamos demasiado, las negociaciones finalizarán. No os obligaremos a coger la misión, pero ya os imagináis cuales serán las consecuencias si se deja pasar.
-No importa. Lo haremos. Al fin y al cabo, no hay ningún usuario de Radiar entre ellos –concluyó la chica.
-De acuerdo. Una vez os hayáis preparado. Coged un vehículo y notificad vuestra salida.

-¿Y bien? ¿Qué crees que deberíamos llevar, Jeianne? –preguntó Vier.
-Pues habrá que ir a por provisiones, teniendo en cuenta que tardaremos casi una semana en llegar a su zona de acción. Por lo demás, preparad en vuestros teletransportadores las armas que vayáis a necesitar.
-Paso. Ese chisme me molesta. Prefiero ir a puño limpio –declaró Vier.
-Como quieras –continuó Jeianne-. Por desgracia, no todos somos unos brutos como tú. En fin, la idea es marcharnos lo antes posible. Será recomendable que también reservemos un vehículo.
-¿Para qué? Nos han dicho que no hay más equipos disponibles.
-Pero nada nos asegura que uno o varios de ellos vuelvan hoy y les encomienden otra misión. Y luego no quiero quejas del tipo “a este vehículo le falla el freno” o “¿quién es el idiota que le ha cambiado las ruedas?” –dijo la líder mientras miraba fijamente a Vier.
-¿Tenía razón o no? –se encogió de hombros el joven mientras a Freude y Aqua se les escapaba la risa.
-¡A callar! –tras un largo suspiro, Jeianne prosiguió- Freude y yo iremos a por las provisiones. Aqua y tú encargaos de reservar el vehículo. Así, si pasa algo, será cosa tuya.
-Sí, mamá.

-¿De qué te ríes? –preguntó Vier a su compañera mientras se dirigían al garaje: un área subterránea donde se encontraban y recibían mantenimiento todos los vehículos utilizados para las misiones. Puesto que había un gran número y no siempre se utilizaban, por lo general, no existía problema a la hora de hacerse con uno, sin embargo, los conductores más expertos siempre se llevaban los que mejor se adaptaban a su estilo. Algo con lo que Vier era bastante exigente.
-¡Has cambiado! –comentó Aqua, alegremente.
-¿Cambiado?
-Sí. Antes mantenías las distancias con nosotros. Apenas hablabas o discutías. Ahora no te cortas en decir lo que piensas.

El chico se mantuvo en silencio. Era cierto que cuando empezó a trabajar con ellos, apenas daba su opinión o participaba en sus conversaciones. Al fin y al cabo, no eran los primeros con los que formaba equipo. Había estado en más, pero no había logrado encajar en ninguno.

Cuando entró en ése, pensó que acabaría como los demás, así que dejó de esforzarse en intentar formar lazos. ¿De que iba a servir?
Pero, puede que Aqua tuviese razón y que con el tiempo hubiese bajado la guardia.
-Me pregunto por qué –dijo en voz alta.
-Eso es porque nos ves como tus amigos –indicó ella.
-Amigos... No. Ésa es una palabra con demasiado peso.
-Lo que pasa es que no quieres admitirlo.
-Ya. Lo que tú digas...

Finalmente llegaron al garaje. Allí, divisaron a un chico arreglando el motor de uno de los vehículos. Éste llevaba el pelo alborotado y tanto ropa como piel, sucios.

El sonido de los pasos de ellos dos le hizo darse cuenta de su presencia.
-¡Hola, Vier! –saludó animadamente-. ¡¿Te vas de viaje?!
-Hola, J.D. ¿Sabes si queda alguno de los buenos que pueda reservar para mañana?
-Buenos, lo que se dice buenos, diría que no quedan. La mayoría los cogieron hace un par de semanas. Sin embargo, hay un par decentes en el emplazamiento nº 2.
-Volvamos –sugirió Vier a Aqua, dando media vuelta. Las manos de la chica se agarraron a uno de sus brazos.
-¡Oh, vamos! ¡No seas así! –suplicó ella.
-Ya le has oído. No queda ninguno de los buenos. Si voy a tener que conformarme con uno mediocre, prefiero que vayamos a pata.
-¡A pie vamos a tardar mucho! ¡Por favor, Vier!
-Ah... De acuerdo, veremos que hay –accediendo, se encaminaron hacia el emplazamiento nº 2, uno de los tantos en los que se dividía aquel garaje y permitía moverse por él de manera más sencilla.

-Mm... Este motor es demasiado antiguo. ¿Y desde cuando hace que no le cambian las ruedas?
-¿En serio tienes que revisarlos tanto? –preguntó Aqua, quien no entendía la diferencia entre uno y otro. Para ella, todos eran iguales.
-El revisarlos tanto o no, puede marcar la diferencia entre que nos deje o no tirados en mitad de los yermos. Eso y que me permita acelerar a fondo.
-La segunda parte me la creo más que la primera –dijo ella con una sonrisa irónica.
-En fin, este valdrá –siguiendo con su tema, Vier eligió uno- Ve a hablar con J.D. y dile que queremos reservar el nº 22302.
-A la orden.

Una vez hubieron terminado, se reunieron de nuevo con sus otros dos compañeros, quienes traían las provisiones, las cuales fueron cargadas en el vehículo que habían reservado.
-Bueno, pues ya tenemos lo más importante –dijo Jeianne espolsándose las manos-. Como siempre, los objetos personales que os llevéis deben ser reducidos al mínimo y más necesarios. Nada de cargamento que pueda influir negativamente en la misión y retrasarnos de alguna forma. ¿Queda claro?
-Sí –respondieron los demás.
-Si es así, nos reuniremos mañana a las 6:00 en este mismo lugar para comenzar el viaje. Descansad bien hasta entonces.

Aquella noche un recuerdo vino a la mente de Vier mientras dormía. En él, se encontraba frente a sus compañeros actuales, justo en el momento en que se conocieron. Su forma de actuar era reservada. Más que nada por la fama que le había dado el escaso tiempo que había pasado con otros grupos. Incluido el primero en el que estuvo, y que fue formado con sus supuestos amigos de la escuela.

Si no conseguía adaptarse a alguno de ellos, le tocaría realizar misiones en solitario. Aunque, dado el número de fracasos que había tenido, francamente ya le daba igual.

Basándose en eso, esperaba que sus nuevos compañeros lo tratasen con frialdad. Por lo menos, le quedaba el consuelo de que no se trataba de un equipo cuyo miembro faltante hubiese muerto en combate. Lo que hubiese supuesto abandonarlo en menos de una semana, debido a la incomodidad que ello provocaría.

Cual fue su sorpresa cuando una de las chicas que tenía delante se acercó a él y le tendió la mano. Parecía débil y enfermiza. Le hacía preguntarse cómo alguien así podría haber llegado siquiera a graduarse. Sin embargo, la sonrisa que le mostró no era falsa, no intentaba fingir buena educación para acabar con aquella situación de inmediato. Daba la sensación de que en verdad quería trabajar con él.
De hecho, aquella iniciativa dio lugar a que los otros dos la siguiesen y se presentasen.

No. Los humanos no son así. Incluso si todo empieza bien, al final las relaciones acabarán por deteriorarse y se separará de ellos. Lo mejor es no estrechar lazos, no hacer amigos. No querer a nadie. Alguien como él había nacido para estar solo...

A la mañana siguiente, el equipo volvió a reunirse junto al vehículo reservado. Tras unas pequeñas comprobaciones, se montaron en él y Vier arrancó el motor, emprendiendo el viaje por un túnel del garaje subterráneo que desembocaba en una de las salidas de Yohei Gakko.
-No aceleres a lo loco –avisó Jeianne, en el asiento del copiloto. Freude y Aqua ocupaban los asientos traseros.
-Ya sabes como soy. Además, si queremos llegar antes, tendremos que ir rápido.
-Sí pero, a ser posible, me gustaría llegar viva.
-Somos guerreros armados. Podremos aguantar un par de golpes.
Aqua, Freude y Jeianne se miraron llenos de preocupación.

Entonces, el vehículo se detuvo frente una puerta, que se abrió automáticamente, mostrando un paisaje poco alentador.
Las nubes dominaban el cielo. No se divisaban árboles ni plantas, salvo algún que otro matojo. De vez en cuando, un rayo de luz alumbraba la tierra careciente de vida y montañas y rocas que luchaban contra el viento para no acabar erosionadas y convertidas en arena.
-Allá vamos –dijo Vier antes de pisar a fondo el acelerador.

El viaje duró más o menos lo que habían previsto, cosa que alegró bastante a Jeianne. Justo cuando se encontraban a un par de kilómetros de una de las zonas frecuentadas por su objetivo, la líder sacó un mapa y se lo enseñó a los demás.

Éste pese a estar hecho a mano, había sido bien dibujado, probablemente por algún otro miembro o equipo de Yohei Gakko. En él, se podían observar algunos pequeños pueblos y agrupamiento de casas que todavía no pertenecían al imperio, aunque la mitad de ellos figuraban como abandonados por sus habitantes, por lo que actualmente serían sólo ruinas sin nadie viviendo en ellas. Pese a ello, una de esas ruinas formaba parte de las zonas utilizadas por la organización como refugio. Otras de ellas era uno de los pueblos habitados.

-A ver. Según los datos que tenemos, hay mayores probabilidades de que se encuentren en las ruinas deshabitadas. Al parecer, su estancia en el otro pueblo es para abastecerse de provisiones y otros recursos, ya que éste se encuentra cerca de un pequeño oasis –explicó Jeianne.
-¿Sabe el pueblo sobre ellos? –preguntó Freude.
-No han notado nada sospechoso al respecto, por lo que podemos asumir que ni les están prestando ayuda ni tampoco están siendo extorsionados –respondió la líder.
-Es decir, que han intentado pasar desapercibidos por todos los medios y pese a ellos les hemos cazado. O ellos no han sido muy competentes o los de Yohei Gakko lo son demasiado –comentó Vier.
-Quiero pensar que las dos cosas –añadió Jeianne.
-¿Entonces qué hacemos? –preguntó Aqua.
-Lo mejor será arriesgarnos e ir a por las ruinas. Dividirnos no sería muy sabio dado su gran número. Además dudo que si fuésemos al pueblo habitado encontrásemos a muchos de ellos. Seguramente sólo envíen a unos pocos para el abastecimiento. En base a esto, apostaremos por la opción con mayores probabilidades –dijo Jeianne-. Tenemos el lugar donde están instalados: una construcción que antes servía como ayuntamiento. Es de las que mejor conservada está. Lo malo es que no sabemos dónde esconden el Radiar. Ni siquiera si está ahí dentro o en otro sitio. Sugiero que capturemos a uno de ellos y le obliguemos a decirnos dónde lo tienen almacenado. Una vez aseguremos el Radiar, los mataremos. Habrá que actuar con sigilo.
-¿No sería mejor irrumpir ahí y cargárselos a todos? –aconsejó Vier.
-¡¿Estás loco?! Bueno, no sé de que me sorprendo –la líder del grupo dejó escapar un suspiro-. No sabemos de lo que son capaces de hacer estando acorralados. Es posible que utilicen el Radiar para atacarnos, lo que mandaría nuestro objetivo al garete.
-Pues los matamos igualmente. ¿Dónde está el inconveniente?
-En fin –prosiguió la chica, ignorando a su compañero-, que tanto para descubrir donde guardan el Radiar como para matarlos habrá que actuar sin que se den cuenta. ¿Queda claro?
-¡Sí! –contestaron todos al unísono.
-¿Queda claro? –volvió a preguntar, esta vez mirando directamente a Vier.
-Que sí, que sí. Ni siquiera tú me oirás venir.
-Muy bien. En marcha.

Tras la reunión estratégica, volvieron a montarse en el vehículo y se acercaron un poco más a las ruinas. Después, dejaron el coche a una distancia prudencial que les permitiese tenerlo cerca en caso de emergencia y al mismo tiempo no llamar demasiado la atención.

Una vez fuera del vehículo, Vier se dirigió a la parte de atrás del mismo y activó un mecanismo que dio lugar a la aparición de una plataforma plana y metálica, la cual se extendió desde la parte baja del parachoques trasero hasta alcanzar una forma rectangular de unos ocho metros de largo y cuatro de ancho. Cuando hubo alcanzado esa extensión, cuatro paredes, correspondientes a los cuatro lados del polígono, se alzaron hasta alcanzar otros cuatro metros de altura. Acto seguido, se acercó al maletero y sacó dos ruedas que encajó fácilmente en la parte de atrás de la base, dando así lugar a un remolque.
-¿Crees que cabrá aquí todo el cargamento? –preguntó Vier.
-Si no es así, habrá que esconder lo que sobre en un lugar seguro y grabar sus coordenadas en el teletransportador para hacerlo aparecer una vez estemos allí –dijo Jeianne.
-Ya os lo dije, un trasto inútil.
-¡No le pidas imposibles! ¡El teletransportador necesita analizar la materia para guardar su estructura antes de teletransportarla! ¡De lo contrario intentaría trasladar toda materia que se encuentre en las coordenadas en las que se encuentra el objeto, lo que produciría un error!
-Pues por lo menos podríais haber analizado las raciones y así no tendríamos que haberlas llevado como cargamento.
-Para teletransportar algo, la materia se descompone y vuelve a tomar forma en el espacio indicado por el usuario. Al volver a formarse, nunca presenta exactamente la misma composición, sino que presenta un deterioro, motivo por el que es recomendable no hacerlo con materia orgánica como la comida si no quieres que te sepa a rayos o incluso pierda su valor nutritivo.
-Ésa es la misma mecánica por la que no se puede realizar teletransportaciones en seres vivos. Los matarías –añadió Aqua.
-De acuerdo, no se hable más –sentenció Vier levantando las manos.

Ya dentro del pueblo, decidieron moverse por pequeñas calles, cubriéndose con el cemento que formaba las ya deterioradas casas.

Al igual que el ayuntamiento, había otras que se encontraban en buen estado, teniendo en cuenta la situación general que había causado su abandono.
-¿Desde cuando llevará este sitio así? –preguntó Aqua entre susurros. Por encima de una de las paredes casi derruidas, llegó a divisar lo que parecía un salón con una mesa de madera carcomida en el centro y un jarrón medio roto sobre ella; una coqueta enfrente de ésta, al lado de un espejo falto de cristal; y una estantería que en otra época había tenido más estantes que los dos que se observaban.
-Diría que desde hace bastante. Sus habitantes probablemente se marcharon para buscar hogar en alguna de las potencias. Al fin y al cabo, no es raro que estos pueblos terminen en mitad de algún conflicto sin comerlo ni beberlo –indicó Freude.
-Es horrible –expresó Aqua, tristemente.
-Es el día a día –contestó su compañero.

-Ya hemos llegado –indicó la líder del equipo.
Desde su posición, vislumbraron una construcción de cemento y ladrillo, con algunos vestigios de cerámica. Se erigía formando dos pisos, cubiertos por un techo que había sido destruido en un 25% aproximadamente, y lo suficientemente espacioso como para haber servido, en su tiempo, para reuniones entre sus habitantes.

-No hay nadie junto a la entrada –dijo Aqua.
-¿Creéis que nos han visto venir y se han escondido para tendernos una emboscada? –preguntó Freude.
-No. Me he asegurado de ello. No nos han visto entrar en el pueblo –aseguró Jeianne.
-¿Entonces? –cuestionó Vier.

-Es posible que no hayan dejado vigilancia en las afueras para evitar ser descubiertos –sugirió Jeianne.
-Entrar por la puerta principal sería muy arriesgado. ¿Viene alguna otra entrada en la información que nos dieron? –preguntó Freude.
-Nada –negó la líder-, por lo que la mejor idea que se me ocurre es probar por arriba.
-¿No crees que ellos ya habrán pensado en eso? –preguntó Vier.
-Sí, pero desde ahí al menos tendremos una visión de los que hay dentro. Y ante cualquier trampa, Freude se encargará de desarmarla.
-Contad conmigo –dijo Freude.

Finalizada la conversación, decidieron dar un rodeo al ayuntamiento, manteniendo la distancia mientras continuaban escondidos tras las casas cercanas.

Vigilando que no hubiese personas a su paso, salieron de su escondite y corrieron sigilosamente hasta situarse cerca de la pared trasera de la edificación, desde la que saltaron al techo. Sus habilidades como guerreros armados de Yohei Gakko, le permitieron alcanzar su objetivo sin problemas, aterrizando mediante una voltereta para intentar minimizar el ruido.

Desde su nueva posición, pudieron observar varias habitaciones. Algunas de ellas debían de haber sido utilizadas como despachos, dado los escritorios de madera roída y vieja y las estanterías llenas de polvo y hojas amarillentas. También había un aseo con váteres y lavabos medio rotos, y lo que, dedujeron, en su tiempo había sido una sala de reuniones, con algunas sillas escampadas por el suelo y un panel, en otra época, blanco, utilizado para proyecciones. Todas las habitaciones daban a un pasillo que formaba un cuadrado entorno a un hueco desde el que se podía ver el piso de abajo. Anteriormente, una barandilla había servido para evitar caerse a dicho piso, pero ésta había desaparecido. Por lo menos, hasta donde podían ver.

Había un par de hombres en la zona del pasillo que les era visible. Uno estaba sentado junto a la pared y bostezaba de vez en cuando. El otro, caminaba y se paraba a tiempos irregulares, manteniéndose vigilante. Ambos llevaban rifles de asalto en sus manos.
-Si alguno de ellos entra en una de las habitaciones, puedo noquearlo sin que se den cuentas –murmuró Aqua.
-Mm... Para eso necesitaríamos o que vaya por voluntad propia o atraerlo hasta allí –dijo Jeianne.
-¿Y si lanzamos algo que haga ruido en una de las habitaciones? –sugirió Freude.
-De esa forma atraeríamos a más de uno –dijo Vier-. Pero, se me ha ocurrido algo que podríamos intentar, dada la puntería de Aqua...

Se estaba hartando. Mientras él vigilaba que nadie entrase, su compañero cabeceaba junto a la pared. ¿Qué pensaba hacer si alguien atacaba a la organización en ese momento?
-¡Oye, ¿es que vas a pasarte ahí todo el día?! –le preguntó.
-Tranquilízate, tío. No va a venir nadie. E incluso si viniesen, somos muchos aquí. Podríamos con ellos.
-¡Deja de confiarte tanto!
-Ah, eres un pesado.

Molesto, se incorporó, levantando las manos para calmar a su compañero, en señal de que iba a volver al trabajo, y se espolsó la chaqueta que llevaba, llena del polvo.

Negando con la cabeza, el primero de los dos continuó con su quehacer cuando, de repente, un pequeño objeto golpeó su cuello por la parte trasera.

Llevándose la mano a la zona afectada, dio media vuelta. La sensación había sido como la de una piedrecita, algo minúsculo pero lanzada con la suficiente fuerza como para escocerle.
-¡Eh! ¡¿Me has tirado algo?! –preguntó, dirigiéndose a su vago compañero.
-¡¿De qué hablas?! ¡Oye, mira, ya estoy de pie! ¡No te inventes cosas para echarme marrones encima!
Aunque no muy convencido, decidió dejarlo estar, sin embargo, al girarse de nuevo, notó otro golpe de igual envergadura.

-¡En serio...! –cuando se disponía a regañar a su compañero, se dio cuenta de que éste se encontraba en un ángulo que hacía imposible que le hubiese acertado justo detrás del cuello. De hecho, puede que estuviese loco, pero tenía la sensación de que la piedra se la habían lanzado desde uno de los despachos.

Así pues, levantando su arma, se dirigió a la habitación. Despacio y con desconfianza. Espero unos segundos antes de entrar e irrumpió de golpe, apuntando a su alrededor.

Nada. No veía nada que le llamase la atención. ¿Se lo había imaginado? Si era así, odiaría tener que disculparse. Menos mal que no había dicho nada. De lo contrario, habría quedado en ridículo.

Volvió a acariciarse la zona afectada y, encogiéndose de hombros, se dispuso a salir de allí cuando algo oscureció su visión y le inmovilizó. Intentó gritar, pero una mano le tapó la boca. Instantes después, sus pies había dejado de tocar el suelo. Al parecer, su secuestrador lo llevaba a otro lugar saltando de un sitio a otro.

-¡Bueno, ya está! –dijo Jeianne, quitándole la bolsa con la que le habían cubierto la cabeza, no sin antes atarlo de pies y manos.
-¡Socorro! ¡Ayudadme! –fue lo primero que gritó el soldado cuando le hubieron liberado la boca.
-Lo siento. Nos hemos asegurado de estar lo suficientemente lejos como para que nadie te escuche –declaró Vier- Por cierto, buen trabajo, Jeianne y Aqua.
Ambas asintieron con sonrisas orgullosas, la segunda sonrojándose ligeramente. Tras esto, la primera se dirigió al hombre secuestrado.
-Bueno, vayamos al grano. Sabemos que tenéis un cargamento de Radiar. Queremos que nos digas donde está. Te prometemos que, si lo haces, te dejaremos vivir.
-¡¿Quiénes sois?! ¡¿Sois del imperio?! ¡Malditos traidores, queréis quitarnos el material y no pagar por él! ¡Es eso, ¿verdad?! –exclamó el hombre.
-Parece que no confiáis mucho en vuestros propios clientes –bromeó Freude.
-Dejémonos de rollos de identidades. Responde a su pregunta o empiezo a romper huesos –amenazó Vier.
-¡No tienes pelotas!
-¡Oh! ¡¿Quieres apostar?! –desafió Vier, quien se situó detrás de él y, sin miramientos, fracturo uno de sus dedos.
-¡Aaaaah! –gritó de dolor el hombre, tratando de mover sus piernas, sin éxito.
-¡¿Quieres que siga?! ¡¿Eh?! ¡Dinos donde está el Radiar! –exclamó Vier, obteniendo el silencio como respuesta.

Otro crujido se escuchó poco después, seguido del grito de dolor del soldado, quien acababa de perder otro de sus dedos.
-¡Recuerda que tienes 18 dedos más si contamos los de los pies! ¡Desde ahí, continuaremos hacia arriba, si sabes a lo que me refiero...!
-¡Vale! ¡Vale! ¡Os lo diré! ¡Pero no sigas, por favor! –suplicó el hombre.
-Te escucho –dijo Jeianne.
-El Radiar se encuentra en un almacén debajo del primer piso del ayuntamiento.
-Eso es muy vago. Necesitamos más información –ordenó la líder.
-¡Pero...! –en el momento en que intentó replicar, sintió cómo Vier cogía otro de sus dedos- ¡Vale! ¡De acuerdo! El acceso al sótano está en el segundo despacho a la izquierda, nada más entrar por la puerta principal. Justo debajo de un sillón con el respaldo roto.

Después de revelar la posición, miró a los dos secuestradores que tenía delante: Freude y Jeianne; comprobando sus expresiones para cerciorarse de si estaban satisfechos con su respuesta. Aunque, sin duda alguna, quién más miedo le generaba era el chico situado detrás de él, esperando cualquier paso en falso para dejarle sin dedos.
-Bien, ya tenemos el lugar, pero seguimos con el problema de cómo entrar pasando desapercibidos –comentó Jeianne-. Lo único que se me ocurre es que creemos un pequeño túnel para llegar por debajo.
-¿Y cómo sugieres que...? –empezó a decir Vier, pero se vio interrumpido cuando los ojos de la chica se posaron en él- ¡No, no, no! –negó con rotundidad.
-Eres el único con la fuerza bruta suficiente como para hacer algo así en poco tiempo. E incluso sin herramientas.
-¡Estoy harto de ser la mano de obra!
-Es eso o entrar y matarlos a todos.
-Pues lo de matarlos no estaría mal.
-Sabes que lo he dicho por decir
-¡Pues ahórratelo entonces!
-¡Vamos, chicos! ¡Calmaos! –Freude intentó apaciguar un poco la discusión entre Jeianne y Vier.
-Vamos, Vier, sabes que los planes de Jeianne suelen salir bien. Haz lo que dice, por favor –pidió Aqua.
Tras un largo suspiro, Vier aceptó.
-¡Pero no pienso ser quine cargue con éste! –replicó, señalando al secuestrado.
-¡Espera! ¡¿No vais a soltarme?! –se sorprendió el aludido.
-¿Eres idiota? –preguntó Jeianne- No sabemos si nos has mentido. Además, quizás tengas algún uso como rehén. Aunque, por lo que he visto antes, no parece que os llevéis muy bien entre vosotros.
-¡No! ¡Soltad...! –sus gritos fueron interrumpidos por Vier, quien introdujo algo en su boca, para después volver a introducir su cabeza en la bolsa.

Tiempo más tarde, el grupo de cinco se encontraba cerca de la pared izquierda del ayuntamiento.
-Si empezamos más o menos por aquí, y seguimos en línea recta, deberíamos llegar hasta el sótano. Siempre y cuando no nos haya mentido –explicó Jeianne.
-Ugh, qué pereza... –se quejó Vier, acercándose a la zona señalada por la chica.
-Menos quejarse y más trabajar –respondió ella.
-¡Si, señor! –se burló el chico, realizando un saludo militar con el que hizo reír a Aqua.

Así pues, clavando los dedos en tierra como si se tratase de plastilina, empezó a apartar bloque de tierra tras bloque de tierra hasta que, a los pocos minutos, ya había cavado un hoyo lo suficientemente grande como para que cupiesen los cinco.

Una vez abajo, continuó excavando en línea recta, dibujando un camino recto, corto e irregular, hasta que chocó contra un material algo más duró que la tierra.
-Parece que es aquí –les dijo a los demás.
-Muy bien. ¿Freude?
-¡Enseguida!

Siguiendo las órdenes de Jeianne, el chico hizo aparecer, mediante el teletransportador, un aparato con el que pretendía abrir un hueco en la pared del sótano. Éste utilizaba un láser de plasma. Lo suficientemente fuerte como para cortar limpiamente el hormigón y dejar un espacio por el que pudiese pasar una persona.

De esta forma, el grupo fue entrando uno tras otro al interior de habitación, ahora más iluminada por la luz del día que atravesaba el reciente agujero, no sin que antes Freude comprobase la existencia de alguna trampa, pues su especialidad se basaba en la inutilización y puesta de éstas.

A primera vista, pudieron vislumbrar una serie de cajas cerradas, acumuladas en los laterales del sótano. Después de que Aqua alumbrase más la cámara gracias a una linterna que acababa de teletransportar, el número de éstas que fueron capaces de ver se incrementó, ocupando como dos tercios de aquel almacén.
-Tienes que estar bromeando, Vamos a tardar un buen rato en llevar todo esto hasta el vehículo –se quejó Vier.
-Por el momento, las esconderemos dentro de una de las casas más cercanas. Después de acabar con todos, ya veremos cómo nos lo montamos –indicó Jeianne.

En base a ello, los cuatro comenzaron a trabajar. Las cajas no es que fuesen muy pesadas. Y el hecho de tener en el equipo a alguien como Vier ayudaba bastante a agilizar el proceso. Por supuesto, el miembro al que habían secuestrado fue dejado previamente en un rincón de la habitación, donde poco podía hacer además de sus vanos intentos por desatarse.

Pese a todo, les iba a llevar bastante tiempo sacar el Radiar, y existía la posibilidad de que el resto de la organización apareciese durante el proceso. De hecho, precisamente, fue esto último lo que ocurrió.

Justo cuando apenas quedaban un par de cajas por esconder, llevadas por Vier. La puerta de la entrada se movió ligeramente.

Por supuesto, habían sido lo suficientemente cuidadosos como para bloquear la puerta, pero eso no iba a evitar que se diesen cuenta de que algo no iba bien.
-¡Corre, Vier! –exclamó Aqua.
-¡Voy!

Vier se dirigió hacia el hueco, donde ya le esperaban el resto de sus compañeros. Una vez fuera, Jeianne le dio una orden a Freude.
-¡Ahora! ¡Hazlo!

Apretando el botón de un mecanismo que tenía en la mano, el chico provocó una explosión en el sótano justo cuando los otros miembros consiguieron forzar la puerta. La onda expansiva y el fuego se propagaron lo suficiente como destruir el techo y llegar hasta las zonas del primer y segundo piso que se encontraban justo arriba.

El motivo de ello había sido que, mientras recogían el Radiar, Freude había dispuesto explosivos en varias partes de la habitación. Ello no causaría una explosión muy grande, pero teniendo en cuenta  lo viejo que estaba el edificio, los daños serían mayores.

Debido a esto, los miembros de la organización más alejados del foco, se vieron obligados a salir fuera. Sin embargo, allí les esperaba Aqua, quien, a una distancia prudencial, y con su rifle en posición, comenzó a disparar conforme asomaron sus cabezas, dándoles muerte. Y es que si algo caracterizaba a la chica, era su increíble precisión. De hecho, era eso lo que había permitido que una simple piedra rebotase en ángulos difícilmente imaginables, logrando hacerle pensar al hombre que habían capturado que alguien se la había lanzado desde el despacho.

Hubieron algunos que lograron escapar de los disparos utilizando a sus propios camaradas como escudos, no obstante, fueron fácilmente eliminados por las dos espadas de Jeianne, cuya velocidad, además de haber conseguido retirar al hombre secuestrado sin que nadie se diese cuenta, le permitió escabullirse entre sus adversarios, quienes murieron sin conocer a su asesina.

La batalla no duró mucho. Cada miembro de la organización fue derrotado con apenas dificultades, dejando una montaña de cadáveres que Aqua miró con tristeza mientras bajaba su arma.
-Esta es la parte que menos me gusta. No termino de acostumbrarme –se sinceró la joven, al tiempo que una mano se posaba sobre su hombro.
-Piensa que, si no fuese por nosotros, muchas más personas morirían –dijo la voz de Vier, a su lado-. Puede que algún día, nadie tenga que volver a matar.
-Eso espero –contestó Aqua.
-Venga, chicos, hora de llevar las cajas al vehículo y volver a casa –dijo Jeianne, dando unas palmadas.
-Estoy deseando descansar, por fin –dijo Vier.
-¡Si tú apenas has luchado! –se quejó la líder del grupo.
-¡¿Se te olvida quien ha hecho el agujero y ha cargado con la mayoría de las cajas?!
Y con esta animada discusión, los cuatro se encaminaron hacia las afueras del pueblo llevando parte del cargamento.

Fue cuando llegaron al lugar donde debía de estar el vehículo que se dieron cuenta de que había desaparecido.

La situación hizo sonar todas sus alarmas internas, reuniéndose espalda con espalda mientras vigilaban su alrededor. En el suelo habían quedado las cajas de Radiar, cuya prioridad había pasado a un segundo plano.

No hubo mucho tiempo para reagruparse, pues una bala apareció desde detrás de una de las rocas cercanas, dirigiéndose a Jeianne. Ella no pudo verlo ya que se encontraba en su punto ciego, pero, por suerte, Freude sí, abalanzándose sobre la chica justo en el último segundo para evitar el impacto. A su vez, Vier reaccionó golpeando el suelo, provocando que un muro de tierra se levantase frente a los dos caídos, tratando así de proporcionarles cobertura.

Por otro lado, numerosos hombres hicieron acto de presencia desde varios puntos cercanos, formando un círculo con el equipo en el centro. Algunos llevaban armas blancas, y otros, armas de fuego. Aqua comenzó a dispararles, pero sus balas no consiguieron dar en el blanco. Que sus enemigos tuviesen los suficientes reflejos como para esquivar sus ataques sólo podía significar una cosa.
-¡Son usuarios de Radiar! –advirtió Aqua.
-¡¿Qué?! ¡¿No se suponía que no había ningún usuario de Radiar entre ellos?! –se sorprendió Vier mientras intentaba cubrirse de los disparos. Al mismo tiempo, Jeianne y Freude se levantaban y atacaban a los más avanzados.
-¡No lo entiendo! ¡En la información que nos dieron ponía eso! –exclamó la líder del grupo, consiguiendo deshacerse de uno de ellos y chocando armas contra otro.
-¡¿De verdad creíais que no teníamos ningún as en la manga?! –una voz respondió a sus preguntas. Se trataba de un hombre de treinta y pocos, pelo moreno y alborotado, bastante corpulento y con ropajes sucios y algo rotos. Por la sensación que transmitía, debía de tener un puesto alto dentro de la organización-. ¡Malditas ratas! ¡Os coláis en nuestro territorio! ¡Destruís nuestro asentamiento! ¡Nos robáis! ¡Y encima pretenderéis que no haya consecuencias!

Sus compañeros corroboraron sus palabras con gritos de ira.
-¡Lo primero será capturarlos vivos! ¡Luego recogeremos todo el Radiar que nos han robado, y por último, los torturaremos hasta la muerte! –gritó el hombre.

Mientras tanto, Vier golpeó a uno de ellos, estampando su cabeza contra el suelo. Acto seguido esquivo el disparo de otro e introdujo su mano derecha en el suelo, levantando un trozo de tierra, del tamaño de una cabeza humana, con el que golpeó su estómago.

Fue en ese momento, cuando una especie de fantasma apareció ante él. Era casi transparente, distinguiéndose únicamente la tenue silueta de una persona sin rostro.

Aunque no le atacó, su presencia provocó que alzase la guardia contra él, lo que fue aprovechado por otros miembros de la organización para atacarle desde otras localizaciones, pillándole desprevenido y recibiendo varios cortes en sus extremidades.
-¡Maldita sea! –se quejó Vier, retrocediendo, a la vez que contraatacaba y se reunía con Jeianne.
-¡Deben de haber venido del otro pueblo! ¡El que está habitado! ¡Pero no encuentro explicación a cómo nos han descubierto! –exclamó la joven mientras se deshacía de otro de ellos.
-¡Creo que lo acabo de descubrir! ¡Uno de ellos es un nigromante! ¡Debió de invocar algún espíritu que vigilase la zona y éste le informó de lo que estaba pasando! –explicó Vier, levantando de nuevo otro muro de tierra, ligeramente más pequeño que el anterior, para protegerse.
-¡Son demasiados! ¡Tenemos que escapar! –exclamó Aqua.
-¡¿Y qué hacemos con el Radiar?! –preguntó Vier.
-¡No nos queda más remedio que abandonarlo! ¡Una vez fuera de su alcance ya pensaremos en alguna estrategia para recuperarlo, pero por ahora, lo mejor será huir! –respondió Jeianne.

Pese a no estar de acuerdo, Vier no tuvo más remedio que hacerles caso.
-¡Yo me encargo de la retirada! –dijo Freude mientras hacía aparecer dos bombas de humo y las lanzaba a cada lado del grupo.

Un manto de un color gris intenso se extendió rápidamente por el campo de batalla. Evidentemente, esto no sólo afectaba a la visión del enemigo sino también a la suya propia. Por suerte, Freude estaba acostumbrado a ello y sabía perfectamente que camino tomar para que los cuatro escaparan sin problemas. O así habría sido normalmente.

-¡Por aquí! –guió el chico a sus compañeros, llegando hasta una zona más despejada. Fue entonces cuando se encontró de frente con el hombre de pelo alborotado de antes, quien sujetaba una pistola con la que apuntaba a la frente de Freude.
-¡¿De verdad pensabais que podríais despistarme?! –dijo justo antes de apretar el gatillo, de manera que la bala atravesó el cráneo del joven.

El momento fue vivido a cámara lenta por el resto del equipo. El cuerpo sin vida de Freude cayendo de espaldas a tierra. Todavía podía observarse su expresión de sorpresa ante la inesperada aparición.

El shock se apoderó de ellos durante unos instantes, tras los que hubo diversas reacciones. En el caso de Aqua, su arma se le escapó de las manos, temblorosas al igual que todo su cuerpo. Jeianne, por su parte, se lanzó de rodilla al suelo, junto al cadáver, gritando su nombre como si esperase alguna respuesta.
-¡¡Freude!!

Vier dirigió la vista hacia el asesino, logrando vislumbrar la figura fantasmal de antes situada justo a su lado.

Así era como habían sabido por donde iban a intentar escapar. Esa cosa debía de haberles informado de ello.

Reaccionando con una ira creciente que no esperaba de sí mismo, se abalanzó sobre el hombre de pelo alborotado, quien desplazó su arma hasta él, realizando un segundo disparo. Sin embargo, Vier apenas sintió el dolor de la bala al penetrar su abdomen, continuando con su avance y asestando un puñetazo en la mejilla izquierda de su adversario, noqueándolo instantáneamente.
-¡Salgamos de aquí! ¡Rápido! –girándose hacia sus compañeras, descubrió que ninguna de ellas tenía la menor intención de huir, pues seguían en la misma posición, sin siquiera escucharle.

Al oír los pasos y gritos del resto de la organización, y sabiendo que la pantalla de humo no duraría mucho más, Vier las rodeó con sendos brazos y escapó de allí.

No pasó mucho tiempo hasta que llegaron a un escondite formado por un pequeño hundimiento del terreno. Una suerte cráter de paredes escarpadas y lisas que presentaba un saliente en uno de sus bordes, el cual utilizó para ocultarse de quien intentase buscarles desde arriba.

Allí, dejó en el suelo a las dos, apoyándose después en la pared de piedra y levantando la cabeza para mirar si le habían seguido. Por el momento, estaban a salvo.

Por desgracia, no podía decir que su situación fuese buena. Sus compañeras seguían sin reaccionar, sentadas en el suelo en silencio, todavía sin aceptar la muerte de Freude. La escena sólo provocó una mayor ira en Vier.
-¡¿Es que no os dais cuenta del lío en el que estamos?! ¡Reaccionad de una vez! –les regañó Vier- ¡Somos guerreros! ¡Cada vez que hacemos una misión nos exponemos a morir! ¡Si nos rendimos ahora, todo lo que hemos conseguido! ¡Todo lo que hemos vivido con él! ¡¿De qué servirá?!

Tras coger algo de aire, esperó ver algún cambio en ellas, pero continuaron sin articular palabra.

¿Y si era él quien no estaba actuando como debía? Fue lo que pensó.

Amigos. Esa era la palabra que había utilizado Aqua para definir cómo les consideraba. Una palabra que simbolizaba unos lazos que, para Vier, resultaban demasiado estrechos. Puede que, después de todo, el motivo por el que había sabido mantener la compostura fuese precisamente que no lograba verlos como tal.
-Tienes razón –la voz de Jeianne interrumpió sus cavilaciones, levantándose posteriormente del suelo ante la atenta mirada de los otros dos-. Desde el principio hemos sabido a lo que nos enfrentábamos. En cada misión. Si nos rendimos ahora, la muerte de Freude no habrá significado nada –tras esto le tendió la mano a Aqua, quien la aceptó, al principio con cierta incertidumbre, pero que luego, ya en pie, apretó fuertemente, cambiando su expresión a una más decidida- ¡Volvamos a casa!
-Pero, ¿cómo vamos a hacerlo? No tenemos vehículo –replicó Vier.

En ese momento, se escuchó el ruido de las ruedas sobre tierra, junto con los gritos de varios hombres. Cuando el chico levantó de nuevo el cuello para observar lo que ocurría, divisó a varios vehículos acercarse al cráter y detenerse cerca de él.
-¿Nos han seguido? –preguntó Aqua.
-Por sus movimientos diría que no saben que estamos aquí, pero es cuestión de tiempo que nos encuentren –indicó Vier.
-Entonces lo mejor será salir del cráter –propuso Jeianne.
-Pero nosotros nos movemos a pie. Nos alcanzarán enseguida –discutió Aqua.
-No si le robamos uno –continuó Jeianne-. Escuchadme bien. Mientras yo les distraigo haciendo de cebo, quiero que vosotros robéis uno de sus vehículos.
-¡¿Qué?! ¡No! ¡Ni en broma! ¡Te matarán! –se quejó Aqua.
-Yo seré quien lo haga –propuso Vier.
-¡No! –le interrumpió la líder- Con mi velocidad, soy quien tiene más posibilidades de entretenerlos el suficiente tiempo como para que lo logréis.
-¡¿Y qué pasará contigo?! –preguntó Aqua.
-Ese será tu trabajo –dijo mientras golpeaba con el puño el hombro de Vier-. Cuando consigas ese vehículo ven a por mí. Os estaré esperando.

El chico la miró fijamente a los ojos, comprendiendo al instante lo que su mirada le quería decir. Intentó hablar, pero no pudo. Simplemente, asintió.
-Pongámonos en marcha. Yo saldré primero e iré por la derecha. Una vez se hayan centrado en mí, dad un rodeo por el borde del cráter e id por la izquierda. Una vez os hayáis hecho con el vehículo, reuniros conmigo cerca del saliente, entonces, escaparemos los tres –explicó Jeianne.
-De acuerdo –contestaron los demás.

Siguiendo el plan, Aqua y Vier esperaron hasta que la líder hubiese llamado la atención del enemigo. Algo que pudieron saber gracias sus gritos de alerta.

Entonces, salieron de su escondite y se dirigieron al vehículo más cercano, cuyos integrantes eran cinco en total.

Dos de ellos fueron eliminados rápidamente por los disparos de Aqua, pero los tres restantes contraatacaron, obligándoles a ponerse a cubierto. Desde su posición, Vier, les lanzó una roca que, aunque no dio en el blanco, supuso una distracción, permitiéndole desplazase hasta ellos y placar a dos, echándolos fuera del vehículo. El que quedó, golpeó fuertemente al joven en la mejilla, haciéndole retroceder ligeramente. Al parecer, también era un usuario especializado en la fuerza bruta, por lo que supo plantarle cara a Vier, transformándose aquello en un intercambio de puñetazos.

Mientras tanto, Aqua intentó dispararle. A esa distancia, incluso con el movimiento, sería capaz de acertar, sobre todo teniendo en cuenta que lo ocupado que estaba en ese momento. El problema, fue que los dos que habían sido sacados fuera del vehículo, volvieron a levantarse, por lo que tuvo que cambiar de objetivo para cubrirle las espaldas a su compañero.

Finalmente, Vier logró asestar un rodillazo en el abdomen de su adversario, quien arqueó la columna hacia delante, momento que aprovechó para cargarlo sobre su hombro, como un saco, y lanzarlo contra sus dos compañeros, quienes cayeron bajo su peso.
-¡Deprisa! ¡Vamos! –apremió Vier, haciéndole señales a Aqua, que corrió hasta situarse en el asiento del copiloto.

Una vez dentro del vehículo, el chico lo arrancó, atrayendo la atención de más enemigos, sin embargo eso no le impidió conducir hasta donde se encontraba su otra compañera, situada en mitad de una muchedumbre de personas enfurecidas que alzaban su arma contra ella. Ni siquiera le habían permitido llegar hasta el punto de reunión.

Realizando un derrape, logró llevarse por delante a algunos de ellos, de manera que Jeianne tuviese camino para llegar hasta ellos. Entonces, y gracias en gran parte a que Aqua ayudó a eliminar a los que intentaron cerrarle el paso, la líder del equipo alcanzó la mano de su amiga.
-¡Arranca! –exclamó Aqua, momento en el que Vier pisó el acelerador, alejándose de allí entre los disparos y gritos de los demás, quienes se dirigieron a sus vehículos dispuestos a perseguirles.

A la velocidad a la que iban, no tardaron mucho en perderlos de vista.
-¡Lo hemos conseguido! –celebró Aqua, levantando los brazos en señal de victoria. Vier se mantuvo en silencio- ¡Se han complicado un poco las cosas, pero al final ha salido bien, ¿eh, Jeianne?!

No se escuchó ninguna respuesta.

-¿Jeianne? –la voz de Aqua fue disminuyendo- ¿Jeianne? ¡Jeianne! ¡¡Jeianne!! –exclamó mientras sus palabras se quebraban- ¡Despierta! ¡¡Jeianne, despierta, por favor!! ¡Dime algo!

Vier recordó la expresión de la líder antes de separarse. Era la de alguien que conocía sus bajas probabilidades de supervivencia. Aun así, no se permitió dejarla atrás. Pese a verla entre los muchos enemigos que cargaban contra ella, tuvo esperanza, pero esa esperanza no fue suficiente.

Mientras escuchaba los sollozos de Aqua, golpeó el volante, llevado de su propio sentimiento de impotencia. Fue entonces cuando algo le hizo girar bruscamente, provocando que volcasen y saliesen despedidos contra el terreno árido.

Con algo de dificultad y sintiendo dolor en varias partes de su cuerpo, se levantó hasta poner a cuatro patas. Después, miró al frente y vislumbró lo que había provocado su volcamiento.

Delante de ellos se encontraba otro vehículo, igual que el que habían robado.
-No es posible. No pueden habernos alcanzado –murmuró Vier.
Su sorpresa fue aún mayor cuando de él sólo bajó una persona. O quizás eso no fuese del todo acertado. Ya que a su lado aparecieron varios fantasmas como los que había visto antes.

Se trataba de un joven de edad cercana a la suya, rapado al cero, con una cicatriz en su mejilla derecha y expresión propia de un loco.
-Os he estado observando todo este tiempo. Sabía que vendríais por aquí. Por eso decidí separarme del resto y esperaros –dijo mientras se lamía los labios, como si saborease una comida a punto de ser degustada. Eso, en combinación con su voz aguda y trastornada, asqueó a Vier.

Poniéndose en pie, observó a su alrededor, esperando ver a Aqua, pero lo único que había era el vehículo volcado. ¿Acaso había quedado atrapada debajo de éste? Si era así, debía darse prisa en ir a ayudarla.

-Te veo preocupado –dijo su oponente, masajeándose las manos-. No deberías. Tu amiguita irá después. Prefiero disfrutar las presas de una en una.
-Estás como una cabra –respondió Vier.
-¿Lo estoy? Sí, es posible. Cualquiera lo estaría pasándose toda su vida solo, con la única compañía de fantasmas –indicó mientras señalaba a sus laterales con nerviosismo-. Lo peor de todo es que son muy silenciosos, ¿sabes? Estar con ellos es incluso peor que la soledad. ¡Jajajajaja! –de repente rió con fuerza, casi desencajándosele la mandíbula- Dime, ¿tú también conoces la soledad?

El joven no respondió, limitándose a buscar una oportunidad para atacarle. No obstante, no estaba seguro de lo que eran capaces esos fantasmas, por lo que no quería arriesgarse. Por otro lado, cuanto más tiempo esperaba, más se impacientaba por el estado de Aqua.
-¿No contestas? ¿Cómo era el dicho? Mm... –se mantuvo pensativo durante un tiempo- ¡Ah, sí! Quien calla otorga.
-Cierra el pico. Si hubiese estado solo habría acabado como tú. Como un demente.
-¡Oh! Puede que todavía no te haya llegado el momento, pero la sigues experimentando, ¿verdad? Esa sensación de que no encajas. De que eres diferente a los demás. De que nunca tendrás amigos.
-¡Cállate! –Vier apretó los dientes y se lanzó a por él, golpeándole en la mejilla mediante un puñetazo. O eso creía, ya que en el momento en que sus nudillos tomaron contacto con su piel, éste desapareció. Igual que un fantasma.

De repente, el mundo a su alrededor se volvió borroso y las figuras de Freude y Jeianne aparecieron a cada lado, acercándose a él con expresiones aterradoras, llorando sangre y hablando con voz distorsionada.
-¡Nunca nos consideraste tus amigos, ¿verdad, Vier?! –gritó Freude.
-¡Ni siquiera te importó que muriésemos! –continuó Jeianne.
-¡Dejadme en paz!
Como había hecho con ese loco, les atacó, sin embargo ellos también se esfumaron, apareciendo de nuevo en otro lugar y continuando con su acoso.
-¡Eres un egocéntrico!
-¡Estarás solo el resto de tu vida!
-¡Nadie te quiere!
-¡Escoria!
-¡¡Callaos!!

Cuando se disponía a realizar otro ataque, sintió cómo alguien le abrazaba desde detrás y cómo poco después se escuchaba el sonido de un arma blanca incrustándose en la carne. Entonces, el mundo se aclaró.
-Me asusté cuando me levanté y no te vi. Pensé que te había perdido a ti también.
Era la voz de Aqua.

Al darse la vuelta, descubrió a la chica rodeando su toso con sus brazos. Había un cuchillo clavado en su espalda, donde se encontraba su corazón, y cogiendo éste, se encontraba el chico trastornado.
-¡Maldita seas! ¡No me gusta que me interrumpan! –gritó el loco mientras profundizaba la herida mediante un corte hacia abajo y provocaba chillidos de dolor por parte de la joven.

Reaccionando lo más rápido que le permitió su estado emocional, Vier se giró sobre sí mismo, logrando que a su adversario se le escapase el cuchillo de las manos y que tuviese que retroceder para evitar cualquier posible contraataque.

Tras esto, cogió en brazos a Aqua, quien todavía tenía los ojos rojos por haber llorado la muerte de Jeianne.
-¿Por qué lo has hecho? –preguntó Vier.
-Cuando desperté... No estabas... Me asusté mucho... Entonces te vi... Estabas solo... Gritabas... Parecías... Angustiado... –notó cómo le costaba respirar. Probablemente, con el movimiento del cuchillo, también había perforado un pulmón. Incluso con la capacidad regenerativa que proporcionaba el Radiar, las perspectivas no eran buenas- No encontraba... Mi arma... Así que fui... Directamente... a ayudarte...
-Eso no es lo que te he preguntado. Te he preguntado que por qué me ayudaste.
La chica se sorprendió un poco al principio, pero luego sonrió.
-¿No es... obvio...? Porque eres... mi amigo... –contestó mientras levantaba una mano y la posaba sobre su mejilla. Vier la agarró y apretó fuertemente.

“Eso es porque nos ves como tus amigos”, fueron las palabras que recordó de ella.
-Sí. Tenías razón –dijo mientras notaba cómo la chica dejaba de respirar y su cuerpo se volvía inerte.
-¡Agh! ¡Quería reservármela para el final! ¡Por su culpa no he podido disfrutar su muerte como hubiese querido!
-No te preocupes –dijo Vier mientras depositaba el cuerpo de su amiga con sumo cuidado en el suelo-. No vas a disfrutar de ninguna más.
-¡Oh! ¡Jajajaja!
-Tus fantasmas no tienen ningún poder ofensivo. Lo único que haces es provocar y desorientar a tus enemigos para matarlos por la espalda. Una técnica muy cobarde.
 -¿Y qué? Cuando estás solo tienes que sobrevivir como puedas. En este mundo de mierda. O matas o te matan.
-Tienes razón. Este mundo es una mierda. Pero me da igual que mates para sobrevivir o porque te apetece. El caso, es que has matado a mi amiga.

Nada más terminar la frase, Vier se lanzó en un ataque frontal hacia su enemigo, quien desapareció de nuevo, volviendo a aparecer aquel mundo borroso, y creándose una nueva visión en la que se mostraron los cadáveres andantes de Freude, Jeianne y Aqua.
-¡Nos abandonaste! –exclamó Freude.
-¡Por tu culpa estoy muerta! –continuó Jeianne.
-¡Estás solo! –gritó Aqua, a lo que el chico sonrió.
-Sí. Ahora si lo estoy –murmuró.

De repente, se dio la vuelta y agarró algo donde parecía no haber nada. El mundo a su alrededor recuperó su forma, haciendo acto de presencia, frente a él, la figura del loco.
-Una vez conoces el truco. Es muy predecible.

Quitándole el cuchillo de un manotazo, lo envió al suelo de un solo puñetazo. Acto seguido, se puso de rodillas encima de él y comenzó a golpearle una vez detrás de otra. Sin darle espacio para hablar ni para suplicar.

Las salpicaduras de sangre se extendieron por toda la superficie cercana, mientras la cara de su enemigo cada vez se parecía menos a la de un ser humano, de lo desfigurada que estaba. Incluso después de que muriese, Vier siguió golpeándole hasta cansarse.

Una vez hubo terminado, se sentó. Sus manos rojas por la sangre. Mirando hacia la nada y sin nada en particular en mente.

Después de un buen rato así, se dirigió hacia el cuerpo de Aqua y lo levantó con el mismo cuidado con el que lo había dejado. Posteriormente, se dirigió hacia el vehículo, pero entonces vio que a éste se le habían pinchado dos de sus ruedas, y que no había ningún recambio.

Así pues, comenzó a caminar. Sin rumbo. Sin saber lo que iba a hacer con el cadáver, pero anduvo y anduvo durante horas.

Llegado a ese punto, no sentía nada. Ni dolor. Ni desesperación. Ni tristeza. Tan solo caminaba. Quizás con la esperanza de que la muerte le llegase a él también.

Entonces, ocurrió algo inesperado. Comenzó a sentirse extraño. Como si estuviese dejando de ser él mismo. Una voz le habló en el interior de su cabeza.
-¡Ayúdame! ¡Tienes que salvar este planeta! ¡Tenemos que salvarlo! ¡Juntos!
-¿Quién eres? –preguntó, pero se trataba de una conversación unilateral. Aunque le hablaban a él. Nadie le escuchaba.
-¡Juntos extinguiremos a la humanidad!

Sentía que esa voz era especial. Que tenía que ayudarla. Sacrificarlo todo por la mujer que habitaba en su cabeza. Aunque dejase de importarle todo lo demás.

-¡No! ¡No quiero que dejen de importarme! –exclamó mientras los recuerdos de sus amigos pasaron por su cabeza- ¡No quiero que dejen de tener significado para mí!

Pero sus palabras de poco servían, pues lo que ella le pedía era más importante. Porque en el fondo sabía que quería ayudarla, y esos sentimientos fueron a más hasta que finalmente ocuparon toda su mente. En ese momento, dejó de ser él mismo para ser otra versión de sí mismo.

Observando el cadáver entre sus brazos, lo volvió a dejar en el suelo y, sin mirar atrás, se marchó.

Se encontraba algo confuso, pues no sabía exactamente qué tenía que hacer o por donde debía empezar. Fue entonces cuando vio a una mujer acercándose a él. Iba sola y abrigada. Lo único que alcanzó a vislumbrar fue su expresión. Sonriente.

Una vez frente a él comenzó a hablarle.
-Hola. Eh... No estoy muy segura de por dónde empezar. Es la primera vez que hablo con uno de vosotros. De hecho, eres el primero así que... Jejeje...
El joven frunció el ceño. Al ver su reacción, la mujer carraspeó.
-Verás, formo parte del proyecto Gaia, y mi objetivo es el mismo que el tuyo. Yo también quiero salvar el planeta. Para ello, necesitamos que nos ayudes. Tu fuerza es importantísima para lograr nuestro objetivo. ¿Te parece bien?

La mujer mantuvo su sonrisa y extendió su mano, esperando a que se la estrechase. Él la observó extrañado, pero no parecía que estuviese mintiendo, así que, si su objetivo era el mismo, no tenía motivos para no acompañarla.
-Sin problemas –contestó él de manera seca, mientras estrechaba su mano.
-¡Uf! ¡Qué alivio! ¡Sé que Detz me dijo que todo iría bien, pero tenía miedo de que me rechazases! ¡Entonces, vamos!

Los dos caminaron hacia un vehículo donde ya los estaba esperando el conductor. Ella subió en el asiento del copiloto y él detrás.
-¡Ah! ¡Por cierto! ¿Cómo te llamas? Tendré que dirigirme a ti de alguna forma que no sea “tú” o “el de ahí” –bromeó la mujer.
El chico miró al volante del vehículo mientras recordaba el que había sido su nombre hasta entonces. Aquel por el que le habían llamado todos los de su grupo cuando formaba parte de éste. Pero ya no era esa persona. Ni lo sería nunca más. Ahora, su nombre era otro.
-Me llamo Quattuor.