domingo, 26 de febrero de 2017

By your side



-Háblame de la relación con tu padre –me preguntó la psicóloga.
-Mi madre se marchó de casa, dejándonos solos a mi padre y a mí. Fue entonces cuando él se dio a la bebida. Volvía a casa borracho, llorando y maldiciendo a mi madre. Por suerte, rara vez se ponía violento, y cuando lo hacía, no la tomaba conmigo, pero, a causa de ello, terminó perdiendo su empleo y convirtiéndose en un inútil que cada vez se hundía más en su propia miseria. Eso fue lo que llevó a que mi relación con él se complicase.
-Pero ahora eso ha cambiado, ¿no?
Asentí.
-Hace varios meses conocí a una chica. Su nombre es Alice. Es tímida pero muy cariñosa y amable. Nuestra relación comenzó con una conversación de lo más trivial, y poco a poco nos hicimos más cercanos hasta que, finalmente, decidimos salir juntos. Ella me ayudó a dar el paso para arreglar mi relación con mi padre, y, juntos, lo llevamos a alcohólicos anónimos, implicándonos mucho en su recuperación.
-¿Y cuál fue el resultado?
-Aunque todavía no se ha recuperado del todo, ha mejorado mucho.
-Ya veo –comentó mientras apuntaba algo en su libreta-. Dime entonces, Arthur, ¿por qué crees que estás aquí?
-Alice me lo recomendó. Me dijo que me ayudaría a acercarme más a mi padre y olvidar mi odio hacia mi madre.
-Parece una buena chica...
-La mejor que hay y habrá jamás. Por eso la quiero tanto.
-¿Qué tal si viene a la próxima sesión? Quizás pueda ayudarnos...
-Claro. Se lo diré. Siendo ella no creo que tenga ningún problema.
-De acuerdo. Por hoy hemos terminado.
-Vale, gracias. Hasta luego.

Levantándome de mi sitio, me encaminé hacia la puerta. Cuando salí, una chica de melena larga y negra me sonrió.
-¿Qué tal ha ido? –preguntó.
-Bien, creo que puede funcionar.
-Por supuesto que sí.
-¿Qué te parece si tomamos algo? Tengo que pedirte una cosa.
-No tengo mucha hambre pero te acompañaré de todos modos.

Dicho esto, fuimos a una cafetería cercana, sentándonos en la mesa uno frente al otro. Poco después, una de las camareras vino a atendernos.
-¿Qué vas a tomar? –me preguntó.
-Tomaré un café con leche y una ensaimada. ¿Tú vas a pedir algo, Alice?
La camarera giró la vista hacia ella y, acto seguido, de nuevo hacia mí. Parecía un poco nerviosa.
-No, no quiero nada –rechazó Alice con un gesto de la mano.
-De acuerdo. Entonces sólo eso.
Volviendo de nuevo la vista hacia Alice, la camarera se retiró a paso acelerado.
-Me pregunto que le ocurrirá –murmuré.
-¿Y bien? ¿Qué es lo que querías decirme?
-Ah, sí. La psicóloga me ha pedido que te lleve conmigo a la próxima sesión. ¿Qué te parece?
Ella me miró con cierta tristeza en sus ojos.
-Bien. Iré encantada.
-¿Te encuentras bien? –pregunté, preocupado.
-No, es sólo que...no importa...déjalo...
-...

Ella giró la cabeza para observar por la ventana que teníamos al lado. Aquel gesto hizo que me sintiese intranquilo. Si había algo que la molestase, lo mejor era que me lo dijese. Ella me había ayudado tanto a mí, ¿cómo no iba a querer corresponder todo lo que me había dado de la misma forma? Sin embargo, no quise forzarla. Si era algo de lo que quisiese hablarme, terminaría haciéndolo a su propio ritmo. Aunque, es posible que ya tuviese una idea de qué se trataba.
-Últimamente, mi padre pregunta mucho por cómo me van las cosas –dije, cambiando de tema-. Va mostrando signos de preocuparse más por mí. Además, hace tiempo que no pronuncia el nombre de mi madre y no llora por las noches.
-Eso es una noticia genial. Estoy segura que dentro de poco tu padre volverá a como era antes.
-Sí...yo también lo creo... –con una sonrisa en los labios, yo también observé el escenario que había al otro lado del cristal. Nada del otro mundo, una carretera perteneciente a la calle principal de la ciudad en la que vivía. Varias personas paseaban por la acera como si nada perturbase sus vidas, sin importarles demasiado los problemas de aquellos que pasaban cerca- Cómo pasa el tiempo, ¿verdad? –dije de repente- ¿Cuánto hace desde que nos conocimos? ¿Seis meses?
-Seis meses y cinco días.
-Lo recuerdas a la perfección –me impresioné.
-Por supuesto. Fue un momento muy importante para mí. Mi timidez no me permitía hacer muchos amigos, por lo que, cuando Carol me pidió que la acompañase a ella y a su novio en una cita doble con un chico que no conocía de nada, me asusté.
-Recuerdo esa historia. Al principio rechazaste venir –Carol era la mejor amiga de Alice, conociéndose desde pequeñas. En el colegio, la primera solía proteger a la segunda, e incluso las primeras semanas después de que empezase a salir con ella, me tuvo en su punto de mira, vigilando que no le hiciese nada malo. Lo pasé mal intentando no hacer ningún movimiento que pudiese malinterpretarse.
-Sí...pero Carol me insistió tanto que al final accedí. Y, la verdad, me alegro de que fuese así –volviendo la vista hacia mí, sonrió de nuevo.
-Yo también... –respondí mientras cogía su mano.

Después de que trajesen mi pedido, estuvimos hablando durante un buen rato sobre todo tipo de cosas, desde lugares a los que podríamos viajar, hasta cosas que podríamos comprar. El tiempo con ella siempre pasaba rápido y, cada vez que se acercaba el momento de irse cada uno por su lado, sentía una especie de miedo dentro de mí...miedo a que el tiempo que pasásemos separados fuese demasiado largo...

Cuando entré a mi casa, escuché dos voces en el salón. La primera pertenecía a mi padre, sin embargo, no esperaba a la segunda, que me hizo pararme en seco en mitad de la habitación, con expresión mezcla de sorpresa y enfado. Se trataba de mi madre.
-Arthur... –dijo ella, sin saber bien cómo continuar.
-¿Qué haces tú aquí? –pregunté, intentando mantener la compostura. La mujer que nos había dejados tirados ahora se atrevía a presentarse delante de mí como si nada hubiese sucedido. Es más, mi padre no parecía tener ningún inconveniente.
-Yo... –intentó explicarse, no obstante, mi padre la interrumpió.
-Tu madre está preocupada por ti, hijo.
-¡¿Preocupada?! ¡Todos mis problemas son por su culpa! ¡Ella fue quien te destrozó la vida y ha provocado que ahora tengan que estar tratándote! ¡Ni siquiera sé cómo puedes estar tan tranquilo en la misma habitación que ella!
-Arthur, no pido que ni tu padre ni tú me perdonéis. Yo, por entonces, no era feliz, y tomé la decisión más egoísta... Vine preparada para recibir palabras de odio por vuestra parte, sin embargo, tu padre decidió que lo mejor era hablar las cosas tranquilamente, por tu bien.
-¿Por mi bien? ¡Por mi bien, lo que tendrías que hacer es largarte de aquí y no volver jamás! –saliendo en estampida del salón, me dirigí hacia mi habitación, cerrando de un portazo.

Ninguno de los dos intentó hablar conmigo después de aquello. Supongo que pensaron que lo mejor sería esperar a que se me pasara, pero ni en sueños iba a volver a dirigirle la palabra a esa bruja.

A la mañana siguiente, me levanté y me preparé para ir al instituto, procurando no toparme con ninguno de mis padres. Por desgracia, justo cuando iba a salir mi padre me detuvo, llamándome desde atrás.
-Arthur.
Respirando hondo, me di la vuelta.
-¿Qué quieres?
-Sé que...no aceptas esta situación...pero yo estoy bien, de verdad. Ahora lo más importante eres tú. Para tu madre, no dejas de ser su único hijo...y aunque hizo lo que hizo...ella te quiere.
-...
-Sólo quería que lo supieses...
Mantuve la mirada sobre mi padre durante unos segundos más, antes de darle la espalda y marcharme sin decir nada.

A mitad de camino me encontré con Alice.
-Hola –me saludó.
-...
-¿Ocurre algo?
-Mi madre ha vuelto a casa.
-¡¿Tu madre?! ¡¿Por qué?!
-¡Y yo qué sé! –grité, irritado. Al darme cuenta de que la había asustado, decidí relajar mi tono de voz-. Lo siento. Es que no entiendo a qué viene todo esto. Se largó sin ni siquiera despedirse, dejando a mi padre en ese estado, y ahora vuelve como si nada y la única explicación que obtengo es que está preocupada por mí. ¡¿Preocupada de qué?! No se ha preocupado por mí en todo este tiempo y ahora, sin venir a cuento, quiere cuidar de mí. Como si la necesitase a estas alturas. ¡Puedo cuidar bien de mí mismo!
-¿Tú crees? –preguntó ella de repente, provocando una reacción de sorpresa por mi parte-. Yo...creo que deberías hablar con ella, Arthur. Es posible que lo que hiciese tu madre no estuviese bien pero quizás, si hablas con ella, entiendas lo que la llevó a hacerlo. A veces, nos encerramos en nosotros mismos y somos incapaces de ver más allá. Tienes que intentar abrirte a ella.
-Bah... –ignorando sus palabras, continuamos nuestro camino sin volver a dirigirnos la palabra.

Las clases pasaron sin pena ni gloria y, al final de éstas, Jules se acercó a mi mesa.
-Oye, Arthur, ¿puedo hablar contigo un momento? –parecía serio.
-Sí, claro... –respondí.

Jules era amigo mío desde hacía tiempo, además del novio de Carol. Ellos dos fueron quienes me invitaron a la cita doble en la que conocí a Alice. Desde entonces, habíamos salido algunas veces los cuatro juntos.

Sin embargo, por algún motivo que tenía que ver con Alice, Carol había dejado de venir a clase. Ella no me lo había contado pero probablemente se habían peleado, y debía de haber sido bastante fuerte como para que Carol estuviese faltando.

A Jules también se le veía muy afectado por el tema. No salía con Alice ni conmigo con la excusa de que tenía que ir a ver a Carol. Y cuando le decía de ir a visitarla, me contestaba que lo mejor era dejarlo estar, que sólo empeoraría las cosas. Incluso, una vez, le pregunté directamente si sabía algo sobre lo que había ocurrido entre ellas, y como resultado, salió corriendo, a punto de echarse a llorar. No había sido capaz de volver a hablar de ese tema con él.

Así pues, después de que los demás alumnos hubiesen salido, nos quedamos solos en clase.
-Seré breve. Sé que me han dicho que no te diga nada al respecto pero...deberías olvidarte de Alice.
-¡¿Qué?! ¡¿De qué me estás hablando?! ¡¿Es por lo de Carol?!
-¡N-no! ¡B-bueno, sí! ¡Tiene que ver pero...!
-¡Mira! ¡Sé que lo de su pelea te ha afectado! ¡Yo tampoco quiero que las cosas estén así! ¡Pero decirme que me olvide de ella sólo porque estás del lado de tu novia me parece meterte donde no te llaman!
-¡No es eso! ¡Es sólo que...esa chica no te conviene! ¡Te acabará destrozando!
-¡¿De qué vas?! –exclamé, levantándome de golpe- ¡Tú no eres quién para decidir con quién estoy o dejo de estar! ¡Me has decepcionado! –cogiendo mi mochila, me marché de allí a paso ligero.
-¡Espera! ¡Arthur!

Fuera del instituto, como tantas otras veces, me esperaba Alice.
-¡Vamos! –dije mientras cogía su mano.
-¿Huh? ¿Adónde vamos?
-¡A casa de Carol! ¡Terminemos con esto de una vez por todas!
-¡¿Qué?! ¡Espera!

Tirando de ella durante todo el camino, llegamos finalmente a su domicilio.
-Si no recuerdo mal, era aquí –decidido, toqué al timbre.
-¿Estás seguro de que esto es lo mejor? –preguntó Alice.
-Sólo así podré entender qué está pasando...

Tras un buen rato de espera, llegué a la conclusión de que nadie iba a contestar.
-¡Eh! ¡Carol! ¡Sé que estás en casa! ¡Deja de ignorarme!
Sin embargo, no se escuchó nada.
-¡¿Se puede saber qué os pasa a todos?! ¡Sal de una vez, joder! ¡Sólo quiero hablar!
Algunos transeúntes me miraban con preocupación. Otros incluso se detuvieron, preparándose para intervenir por si la cosa se ponía más tensa.
-Arthur...déjalo...

Cayendo de rodillas al suelo, me percaté de las miradas de los demás pero me daba igual. En lo único que pensaba era en que mi vida se estaba poniendo patas arriba a cada instante que pasaba y no parecía poder hacer nada para detenerlo.
-¿Acaso no quieres que las cosas se arreglen, Alice? –pregunté.
-Yo...no puedo hacer nada... –contestó con voz melancólica.

Una vez llegué a casa, cabizbajo y con la única idea de acostarme y aclararme las ideas, me encontré con mi madre.
-Hola... –dijo con timidez.
Yo me encaminé hacia mi habitación en silencio, mostrándole indiferencia.
-Arthur, por favor, hay algo que me gustaría contarte.
-¡No quiero que me cuentes nada! –estallé de repente. Después de lo que había ocurrido, de lo que menos tenía ganas era de escuchar sus tonterías- ¡Date cuenta de una vez! ¡Te odio! –grité mientras entraba en mi habitación corriendo y me lanzaba sobre la cama, golpeando fuertemente el colchón con el puño y hundiendo mi cabeza en la almohada.

Al cabo de un rato, escuché unos pasos acercarse a la puerta.
-Tranquilo, no voy a entrar. Sólo quería decirte que tu padre y yo nos vamos a divorciar. Supongo...que será una buena noticia para ti...
Ahora que lo pensaba, pese a lo ocurrido, mis padres seguían legalmente casados.
-Tu padre ha dicho que le gustaría que fuese un proceso tranquilo y he aceptado sus condiciones. Aunque la única condición que ha puesto ha sido que vivas aquí hasta que termines tus estudios. Dice que no hay problema en que venga a verte cuando quiera o que vengas a verme tú si lo deseas...aunque, por lo que has dicho, no creo que quieras –escuché como apoyaba la espalda sobre la puerta cerrada y se sentaba sobre el suelo del pasillo- Quisiera contarte la razón por la que me marché. Quizás no quieras escucharme pero creo que mereces saberlo.
No era feliz con mi trabajo. No era lo que quería hacer. Siempre había querido cantar y componer música, viajar por todo el mundo haciendo feliz a la gente con mis canciones. Pero tenía una familia a la que quería muchísimo, así que pensé que sería lo suficientemente fuerte como para soportar el renunciar a mis sueños. Sin embargo, no fue así.
Un día me reencontré con un viejo amigo y me hizo la propuesta de formar una pequeña banda. El problema era que ello suponía tener que viajar a otro país, así que al principio rechacé la oferta. No podía dejaros aquí.
No obstante, aquello encendió una llama que creía ya apagada, y con ella, la esperanza de poder cumplir mis sueños.
No sabía qué hacer, y tampoco tenía mucho tiempo, ya que mi amigo no tardaría en marcharse de nuevo al país del que había venido. Me encontraba entre la espada y la pared.
Tu padre dice que él tiene parte de culpa por no haberse dado cuenta de la situación entonces, pero no se lo echo en cara. Más después de lo que hice.
Como bien sabes, opté por la decisión más egoísta y me marché. Puede que pienses que podría haberme divorciado de tu padre en ese momento pero, eso era algo de lo que no era capaz. Además, creo que si lo hubieses hecho, las consecuencias habrían sido peores para ti. Quizás te hubieses visto responsable del divorcio...

No dije nada al respecto, limitándome únicamente a escuchar su monólogo.
-En ningún momento dejé de quereros a ti y a tu padre. Aun así, no te pido que me perdones. Fui una mala madre que antepuso sus sueños a su amor...dicho así, hasta suena contradictorio. Supongo que así son los sentimientos de las personas...

Tras esto, se mantuvo en silencio, probablemente con la esperanza de que le hablase. Viendo que no había respuesta por mi parte, se levantó.
-Lo siento, Arthur...

Poco después de que el sonido de sus pasos se esfumase, me dispuse a cavilar sobre sus palabras.

Nunca se me había pasado por la cabeza que mi madre hubiese tenido ese tipo de problemas. Había estado tanto tiempo encerrado en mis propios sentimientos que no había sido capaz de comprender los de los demás. Aquello hacía que me avergonzase de mí mismo.

No por ello tenía intención de perdonarla pero ahora la veía de manera un poco distinta.

“A veces, nos encerramos en nosotros mismos y somos incapaces de ver más allá”, recordé lo que me había dicho Alice.
-Supongo que tenías razón, después de todo...

De repente, sentí un pequeño deja vu, como si ya hubiese escuchado algo parecido a esa frase antes de que la dijese aquella mañana. Sin embargo, decidí no darle mucha importancia...

Así pues, finalmente llegó el día en el que llevaría a Alice conmigo a ver a la psicóloga.

Justo cuando me disponía a salir por la puerta, vi a mi madre tomando el desayuno en el salón, con aspecto decaído.
-Mamá... –al oírme llamarla, por poco no se le cayó la taza que tenía entre sus manos-. Cuando vuelva...me gustaría hablar contigo...
-C-claro... –dijo con voz tenue, todavía sin creerse lo que estaba pasando.

Al salir, me encontré con Alice, quien tenía dibujada una sonrisa en su rostro.
-¿Por qué sonríes? –pregunté.
-Porque puedo saber cuándo estás de mejor humor.
-Eres de lo que no hay... –dije, devolviéndole el gesto.

-Adelante –nos invitó la psicóloga.
Los dos entramos en la sala y nos sentamos sobre un par de sillones que había preparados delante de ella.
-Bien, comencemos. Dime, Arthur, ¿has oído hablar de la técnica de la hipnosis?
-Sí...
-Pues, si te parece bien, me gustaría usarla contigo.

Desplacé la vista hacia Alice, frunciendo el ceño.
-¿Para qué?
-Me gustaría que recordases un momento de tu pasado.
-No lo entiendo. ¿Qué pinta Alice en todo esto?
-Ella es sumamente necesaria para esta operación, Arthur.
Al escuchar sus palabras, sentí un poco de miedo. Por su parte, Alice parecía tranquila.
-¿Y qué es lo que quieres que recuerde?
-Si te lo digo, entonces todo esto perderá el sentido...
-...
Me quedé meditando durante unos segundos. Por alguna razón, sentía que algo no iba bien pero, por otra parte, si de verdad aquello iba a mejorar la situación, debía intentarlo.
-D-de acuerdo...

Así pues, la psicóloga me pidió que me acomodase y le cogiese la mano a Alice. Acto seguido, también me pidió que no perdiese de vista su dedo índice.
-Cuando cuente hasta tres sentirás que tu cuerpo se vuelve más y más pesado y que tienes mucho sueño. Uno, dos y tres.
En ese momento me sentí mareado. Los músculos de mi cuerpo no me respondían y era incapaz de levantar los párpados. Pese a ello, seguía consciente.
-Te encuentras en un día como hoy. Hace dos semanas. Es de noche y paseas junto con Alice por la acera de la calle principal de la ciudad...

De repente, el negro que veían mis ojos se vio sustituido por una calle transitada por varias personas además de mí. Las luces iluminaban el escenario bajo una noche de escasas estrellas.

A mi lado, se encontraba Alice, entrelazada mi mano con la suya. Siempre la había visto rodeada de un aura especial pero, en ese momento, no podía apartar la mirada de ella, increíblemente maravillado por su sola presencia.

Fue entonces cuando observé cómo su expresión cambiaba, volviéndose más seria.
-Oye, Arthur.
-Dime.
-Creo que deberías...intentar hablar con tu madre...
-Ya te lo he dicho. No tengo ninguna intención de ir a visitarla. El que me haya enterado de su paradero no cambia lo que hizo.
-Pero, ¿y si luego ya no tienes esa posibilidad? Si no la aprovechas puede que termines arrepintiéndote. Y es posible que, al hablar con ella, entiendas mejor por qué hizo lo que hizo. A veces, nos encerramos en nosotros mismos y no somos capaces de ver más allá. Es escuchando a los demás cuando aprendemos a comprenderlos...
-¡Ya hemos hablado sobre esto! ¡Te he dicho que no quiero saber nada de ella! –enfadándome de golpe, solté su mano.
-Entiendo que estés enfadado con ella...
-¡Por supuesto que lo estoy! ¡Nos dejó tirados! ¡Mi padre quedó destrozado por su culpa!
-Es tu madre, Arthur...
-¡Bah! ¡Olvídalo! –irritado como me encontraba, no me fijé en que el semáforo de la carretera que íbamos a cruzar estaba en rojo, poniéndome en medio del trayecto de un camión, el cual no pudo frenar a tiempo. Sin embargo, justo cuando iba a atropellarme, sentí un fuerte empujón que me tiró al suelo, evitando que sucediese. Cuando pude girarme para saber qué había ocurrido, el camión ya había pasado, quedando únicamente un rastro de sangre sobre la carretera y los gritos de la gente.

En ese momento, fui despertado de la hipnosis. Lágrimas descendían sobre mis mejillas y una sensación de agonía en mi pecho dificultaba mi respiración.

La mano de Alice seguida cogida a la mía pero no podía sentirla. Al levantar la vista hacia ella, mi mente se aclaró, como si una llave hubiese abierto las puertas que la mantenían encerrada.
-Tú...moriste ese día...
La imagen, situada a mi lado, asintió.
-Al parecer, debido al trauma que te causó su muerte, creaste una imagen de ella en tu cabeza. Una que sólo tú podías ver... –explicó la psicóloga-. Probablemente, haciendo que reaccionase de maneras que tu esperarías incluso ante nuevas situaciones.
-Pero, ¿por qué...nadie me lo dijo...?
-Si se hubiese hecho de golpe, tu estado podría haber empeorado. Así que dejamos que continuases unos días en esa situación y decidimos contactar con tu madre. Sabiendo que la relación de tus padres era un tema que te conectaba mucho a Alice, pensamos que podía ayudar a prepararte para enfrentarte a la realidad.

Sorprendido, no podía apartar los ojos de la persona a la que más quería.
-Yo...lo siento...
-No te sientas culpable, Arthur. Las cosas...siempre ocurren por una razón...
-¿Una razón? ¿Qué razón podría tener tu muerte?
-Eso es algo que debes encontrar tú mismo.
-No...no quiero aceptar que te vayas...no quiero que me dejes...
-Es inevitable, Arthur...pero tranquilo, jamás te dejaré...porque sé que, aunque ninguno de los dos la conozcamos, mi razón de morir vivirá contigo. Por eso tienes que continuar. Por los dos.
-¿Acaso no estás siendo egoísta?
-Si mi egoísmo sirve para ayudar a otras personas...quizás no esté tan mal serlo, ¿no crees?
-Alice... –bajé la cabeza hasta tocar sus intangibles manos.
-Recuerda esto...siempre te he querido...y siempre lo haré...
-Lo sé...lo sé muy bien... –dije mientras su figura desaparecía por completo- Al fin y al cabo...formas parte de mí... –incapaz de seguir hablando, rompí en un ruidoso llanto, descargando todos los sentimientos que habían quedado encerrados tras su muerte, y el cual no terminó hasta que mis lágrimas se secaron...

Varias semanas pasaron desde aquel día. Por entonces, el divorcio de mis padres ya se había llevado a cabo. Una decisión acordada entre ambos, aunque mentiría al decir que una parte de ellos no dudó al hacerlo. Aun así, los tres pensamos que era lo mejor.

Por mi parte, había decidido empezar desde cero la relación con mi madre, todavía seguía yendo al psicólogo para superar por completo la muerte de Alice pero lo llevaba bastante bien, y creo que, el hecho de intentar arreglar las cosas con mi madre, era una muestra de ello.

No tardé tampoco en descubrir que todo el problema de Carol se debía a una depresión que cogió tras la muerte de su amiga. Tanto ella como Jules habían sido avisados de mi estado, de manera que ninguno me contase sobre ello hasta que no fuese el momento adecuado. Sin embargo, el estado de Carol hizo que Jules no pudiese aguantar más, y estuviese a punto de decírmelo aquel día...incluso así, sus dudas le jugaron una mala pasada.

Las cosas seguían adelante, y ellos dos también iban volviendo poco a poco a la normalidad, decidiendo acompañarme a ver la tumba de Alice cuando estuviese preparado.

Así pues, finalmente, los tres recorrimos las escaleras que llevaban al cementerio situado a las afueras de la ciudad y, tras una pequeña caminata, nos situamos frente a su lápida, lugar en el que deposité un ramo de flores.
-Siento no haber podido venir antes, Alice. Todavía no soy lo bastante fuerte como para llegar hasta la razón por la que moriste –dije mientras entrelazaba mis manos y cerraba los ojos-. Pero, creo que poco a poco empiezo entender...que una parte de mí no era feliz...y que, en ese momento, había una barrera que era incapaz de cruzar... –me mantuve unos segundos en silencio, respirando hondo y aunando fuerzas para poder mirar el nombre escrito en aquella losa de piedra- Gracias a ti, pude romper esa barrera, pude liberarme a mí mismo...quizás hasta entenderme mejor...por ello, me lleve a donde me lleve...gracias...por ser alguien tan especial...por todo...

Tras una pequeña despedida por parte de Carol y Jules, los tres nos dispusimos a marcharnos de allí. En ese momento, tuve la sensación de que alguien me estaba observando, y una voz resonó en mi cabeza como suave eco:
“Mi razón de morir vivirá contigo”

Giré la vista hacia atrás pero lo único que divisé fue la tumba de Alice.
-¿Vienes, Arthur? –preguntó Jules.
-Sí –respondí mientras una sonrisa se dibujaba en mi rostro-. Por supuesto que sí...

domingo, 12 de febrero de 2017

A New World: Capítulo 3

-¿Estás bien? –preguntó Kareth a su hermana.

 

Ambos estaban en la azotea de una de las casas. Habían pasado varias horas desde que la chica entrase en cólera frente a Razer, logrando que reaccionase.

 

Tras haberse marchado y haberse calmado la situación, Kareth decidió hablar con ella.

-¿Vas a echarme la bronca? –preguntó.

-En realidad, no. Puede que hayas exagerado un poco, pero, dadas las circunstancias, era necesario.

-Ya veo –respondió con simpleza, exhalando un profundo suspiro antes de perder el equilibrio.

-¡Sarah! –exclamó su hermano, sujetándola antes de que cayese al suelo.

-Perdona. Me he mareado un poco.

-Llevas días que ni comes ni duermes como es debido. Lo raro es que no te haya pasado antes.

-He estado pensando todo este tiempo. En ellos y en lo que hicieron –dijo la joven, aferrándose fuertemente con su mano a los dos colgantes que rodeaban su cuello.

 

El chico sabía bien lo que Quattuor había significado para ella. También que ese sentimiento había sido recíproco.

 

“Cuida de tu hermana”. Ese había sido su último mensaje, transmitido por Kai junto a la entrega de su colgante.

-No quiero que queden en el olvido, Kareth.

-Y no lo harán –declaró el chico mientras acariciaba su pelo, sentándose en el suelo y dejando que la joven apoyara la cabeza sobre sus piernas- Pase lo que pase, no los olvidaremos.

-No pienso rendirme... –sentenció la chica con lágrimas en los ojos, quedándose por fin dormida.

 

En ese momento, Ivel apareció por la puerta de entrada.

-Kareth, Razer quería veros para hablar de... –se detuvo a mitad de conversación, al darse cuenta de que su amigo se llevaba un dedo a los labios- ¿Interrumpo algo? –susurró.

-Deja que antes la lleve a una habitación donde pueda descansar –respondió-. Me reuniré con vosotros después.

Asintiendo, la líder de los nómadas se marchó, cerrando la puerta detrás de sí.

 

Tras dejar a Sarah, se dirigió al punto de encuentro con los demás. Allí lo esperaban Ivel, Remi, Donell, Normand y el propio Razer quien, tras haberse duchado y afeitado, tenía un aspecto mucho más presentable.

-Bienvenido, Kareth.

-Te veo mejor, Razer –sonrió el joven, al observar su renovado aspecto.

-Sí, yo también lo creo. De hecho, ahora que estáis aquí, quería pediros perdón a todos. No sé cómo puedo seguir considerándome un líder después de que esta situación haya podido conmigo. De verdad, lo siento –dijo, agachando la cabeza.

-Lo importante es que ahora estás bien –contestó Ivel.

-Ella tiene razón. De nada sirve darle vueltas –añadió Remi.

-Gracias. Sobre todo a ti, Donell, que me has cuidado durante todo este tiempo.

-Tenía esperanzas de que volverías.

-Y así ha sido –respondió mientras dirigía su mirada hacia Kareth-. También quiero disculparme con Sarah. Aunque primero, deberé darle las gracias por haberme hecho entrar en razón.

-Estoy seguro de que las recibirá de buena gana –afirmó el chico-. Aunque ahora hay cosas más importantes en las que centrarse.

-Así es. Donell me ha hecho un resumen de la situación. Por lo que tengo entendido, la batalla entre las tres potencias es casi inminente. Según nuestros cálculos, queda poco más de una semana para que ocurra, aunque depende de cuánto tarde cada ejército en prepararse y de la decisión del gobierno de la unión.

-Yorus debe de estar pasándolo mal ahora mismo –declaró Kareth.

-Sí, pero es posible que gracias a él consigamos más tiempo –indicó Razer.

-¿Y bien? ¿Qué es lo que propones? –preguntó Remi.

-Primero tengo que confirmar algunas cosas. Por ejemplo, ¿se sabe donde hará su último movimiento el proyecto Gaia?

-No estoy seguro, pero el único sitio que se me ocurre es Genese. Al fin y al cabo, en el subsuelo de la ciudad es donde se encuentra su base, así como donde se llevaron a cabo los experimentos que dieron lugar al primer contacto con ella.

-¿Crees que será posible acceder a la base de alguna forma?

-Si no recuerdo mal, Tribus protegía una casa donde había una trampilla que llevaba al subterráneo. ¿Por qué lo preguntas?

-Intentar detener la guerra, tal y como están las cosas, me parece casi imposible. Sin embargo, un ataque directo contra ellos resultaría más eficiente. Eso sí, tendremos que hacerlo antes de que se produzca la batalla.

-De ahí la ayuda que nos pueda aportar Yorus, supongo –aclaró Remi.

-Aun así, el grupo que se infiltre deberá ser reducido. Y tampoco estamos seguros de si usarán su base como cebo mientras lo llevan a cabo en otro sitio –replicó Kareth.

-En incluso siendo allí, estará protegido –añadió Ivel.

-Lo sé. Lo único que podemos hacer al respecto es mandar un segundo grupo a otro lugar donde creamos que también puede producirse el advenimiento de Gaia –propuso Razer.

-¿Y qué lugar sería ése? –preguntó Kareth.

-Los territorios del imperio.

-Cierto. Teniendo en cuenta su relación con el emperador, y el hecho de que Detz estuviese allí, sería una posibilidad bastante segura –explicó Kareth.

-Pero, los territorios del imperio son muy extensos. ¿Cómo sabremos el sitio exacto donde lo harán? –preguntó Ivel.

-Apuesto por el “Distrito β”. Donde vive el emperador. Sin duda, será el más protegido aun después del envío de tropas a la batalla de las tres potencias. Además, no me extrañaría que, pese a los daños que causó Quattuor en su vivienda, todavía haya una zona escondida bajo tierra donde poder llevar a cabo su plan.

-Resumiendo –continuó Remi-, nos dividiremos en dos grupos: uno que se infiltre en la base subterránea que hay en Genese, y otro que lo haga en los territorios del imperio.

-Así es. No obstante, no creo que Yorus nos consiga tiempo suficiente, por lo que habrá que recurrir a una tercera operación –dijo Razer, con una mueca de disgusto.

-¿A qué te refieres? –preguntó Kareth, extrañado.

-No me gusta la idea, pero lo único que se me ocurre es enviar al resto de nuestros efectivos a la guerra.

-¡¿Qué?! –exclamaron a la vez Ivel, Remi y Kareth.

-¡Es un suicidio! –se quejó Ivel.

-¡Además, ¿no les ayudará eso a conseguir lo que quieren?! –añadió Remi.

-Por lo que dijo Naithan, los Rebeldes no entran dentro de esos cálculos. Lo que quiere decir que tanto si participásemos como si no, daría lo mismo. Sé que es un suicidio, y más teniendo en cuenta que tendremos que dividir a nuestros soldados para que retengan todo lo que puedan a cada bando antes de que se encuentren, pero no hay más remedio. De ello depende que los grupos de infiltración lo consigan. No os preocupéis, yo mismo les acompañaré y lucharé junto a ellas. Es mi responsabilidad como líder.

-Razer... –murmuró Kareth.

-El futuro de la humanidad está en juego.

 

Pese a no estar de acuerdo con él, a ninguno se le ocurrió otra estrategia. Por otro lado, todo el peso de aquélla residía sobre los grupos de infiltración.

-Ahora que lo pienso, has dicho que el “Distrito β” será el más protegido. ¿No será peligroso entonces infiltrarse en él? –preguntó Remi.

-A mi manera de ver –respondió Donell en su lugar-, teniendo en cuenta que estarán más centrados en la batalla que está por llegar, y que el grupo que enviemos será reducido, no se fijarán mucho en nosotros.

-Así es –continuó Razer-. Además, dada la naturaleza de Naithan y su deseo por que se produzca una carnicería, deduzco que mandará a casi todo su ejército. Así que, incluso si pienso que será el distrito más protegida, dudo que disponga de tanta protección como para que suponga un gran riesgo.

-Visto así...

-De hecho, lo más recomendable será que el grupo que se infiltre en Genese disponga que los soldados más fuertes.

-Mm... –meditó Kareth durante unos segundos, tras lo que tomó una decisión- Yo iré en el grupo de Genese.

-¿Estás seguro? –preguntó Razer.

-Las probabilidades de que el proyecto Gaia actúe allí son mayores, ¿verdad? Si es así, debo estar presente para enfrentarme a Detz.

-Yo iré con él –se ofreció Ivel-. Después de que esos monstruos atacasen esta villa y de que varios de los nuestros muriesen defendiéndola, decidimos participar en esta guerra Es nuestra forma de honrar a los difuntos, aunque no el único motivo. Como ha dicho Razer, el futuro de la humanidad está en juego, y sean quienes sean nuestros enemigos, lucharemos para sobrevivir. Como hemos hecho siempre.

-Sois una tribu formidable la halagó Razer- Será un placer contar con vosotros.

-En cualquier caso, ya nos lo imaginábamos. Si no, no estaríais aquí –bromeó Remi.

-¡Cállate! –replicó la joven, golpeándole en la espinilla.

-¿A ti te parece bien, Kareth? –preguntó el líder de los Rebeldes.

-¡Por supuesto! ¡Me sentiré más seguro teniéndola a ella en mi equipo!

-Entonces, decidido. Kareth e Ivel se dirigirán a Genese. Más tarde decidiremos qué harán el resto, pero, por ahora, creo que Normand tiene algo que darte.

 

Asintiendo, el hombre se acercó a él, sacando, del interior de la máquina en la que siempre iba subido, una daga que el chico reconoció como la que fabricó su madre.

-Me ha costado un poco, pero lo he conseguido –dijo, entregándosela.

 

Con cuidado, el joven la observó, percatándose de que el hueco que antes tenía había sido sustituido por un material idéntico al de su filo, dándole una apariencia mucho más similar a la de una daga normal.

-¿Se utiliza igual que una convencional? –preguntó.

-En parte sí y en parte no. Verás, lo que le faltaba era un mecanismo de vibración.

-¿Mecanismo de vibración? –le vino a la mente la imagen del Sonar.

-Exacto. Al apretar por primera vez el botón que tiene en la empuñadura, se produce una fuerte vibración mecánica en el filo que, a su vez, genera resonancia con una pequeña cantidad de Radiar previamente guardada en su interior. Al apretar el botón una segunda vez, ese Radiar es expulsado al exterior de golpe, de manera que, dada su alta inestabilidad, explota al tomar contacto con el del objetivo.

-Ese tipo de técnica es como la que nos enseñó Quattuor para luchar contra los descendientes. Sólo que parece mucho más potente.

-Además, le he añadido un motor K para que, cuando se pulse el segundo botón, el filo pueda hundirse más profundamente –aclaró Normand.

-Perfecto. Con esto quizás logremos derrotar a Detz. Gracias –dijo Kareth mientras seguía mirando el objeto-. Me pregunto por qué mi madre se decidiría por una daga. ¿No hubiese sido más fácil una pistola u otra arma de fuego?

-Tengo mi teoría –declaró el científico-. Esta arma es de un sólo uso, y lo más probable es que deba alcanzar un punto vital para conseguir su objetivo. Puede que tu madre la hiciese pensando que sería más fácil acertar con un arma blanca en lugar de un arma de fuego.

-Un sólo uso, ¿eh? Como si la presión que tengo no fuese suficiente –se quejó el chico, esbozando una sonrisa irónica, a la vez que guardaba la daga.

-También tengo casi acabado el arco de Sarah, así que, cuando despierte, dile que venga a verme.

-Lo haré.

 

Mientras tanto, en otro lugar, Tribus observaba el cuerpo de Nara, quien dormía profundamente en el interior de un cilindro similar a aquel del que fue rescatada.

 

De repente, escuchó un ruido metálico detrás de ella, cuyo origen era Unum, quien, con expresión de dolor, y sujetándose uno de sus brazos, había lanzado contra el suelo material de investigación dispuesto sobre una bandeja.

-¡Joder! ¡Ya he acabado de regenerarme! ¡¿Por qué me sigue doliendo?!

-El poder liberado de un semidiós te golpeó casi de lleno. Es normal que tengas secuelas aun habiéndote recuperado –explicó ella.

-¡Tiene suerte de estar muerta! ¡De lo contrario, juro que la retorcería entre mis brazos como si fuese un sucio trapo!

-La culpa es tuya por confiarte –declaró, burlona-. Pero en fin, supongo que un problema menos.

-¿Ha dicho algo Detz? –preguntó Unum mientras se sentaba en una silla, acariciándose la parte afectada.

-Dice que las tropas de Yohei Gakko ya se han reunido con las del imperio. Supongo que en un par de días habrán acabado las preparaciones.

-Y él vendrá hacia aquí.

-Tanto él como Duobus.

-¿Ella también?

-Claro. Tenemos que proteger el contenedor cueste lo que cueste. Es lógico que los que quedamos nos encarguemos de ello.

-Ya. Bueno, da igual, siempre y cuando no me robe a mis presas.

-Tranquilo, tendrás tu diversión.

 

Durante unos instantes, se mantuvieron en silencio, inmersos en sus propios pensamientos, como si ignorasen la presencia del otro.

-Por cierto, Tribus...

-¿Sí?

-Lo que te pidió Detz que le injertases...

-No lo sé. Y aunque lo supiese no te lo diría.

-Je. Lo suponía –dijo, levantándose y se disponiéndose a marcharse-. Es curioso. Últimamente, la imagen de esa chica ha vuelto a aparecerse en mi cabeza. Me pregunto por qué, no siento nada al recordarla, pero, aun así, se mantiene viva en mis recuerdos. Incluso su nombre: May. Parece que, después de todo lo que hemos cambiado, nuestro pasado nos perseguirá hasta la muerte, ¿no crees, Tribus? –sentenció, riéndose de sus propias palabras.

-Tienes razón, Unum. No importa lo que cambiemos, nuestro pasado siempre seguirá presente. Pese a ello, nunca volverá a ser nuestro –murmuró ella, una vez sola, adoptando una expresión melancólica-. En ese sentido, todavía te tengo envidia. Porque pudiste pensar por ti mismo, ¿no es así, Quattuor?

jueves, 2 de febrero de 2017

Capítulo 33: El nacimiento de los pecados



-¡¿Qué está pasando aquí?! –exclamó Levi, llegando al lugar en el que Zebub estaba causando el caos- ¡¿Zebub?! ¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!

En ese momento, el demonio se dispuso a aplastar a un semejante y su hijo, quienes poco podían hacer además de abrazarse y esperar su inminente final. Sin embargo, una barrera de agua detuvo el ataque, sorprendiendo tanto al ejecutor como a las víctimas.
-¡Corred! ¡Rápido! –indicó Levi, haciéndoles gestos para que se marchasen.

Otro ataque de la bestia fue dirigido, esta vez, directamente hacia ella, quien intentó protegerse en el último momento pero no fue suficiente para evitar salir despedida contra una de las casas.

Tras esto, el gigantesco monstruo continuó destruyendo su alrededor. Cuando conseguía atrapar a alguno de los demonios, ya fuese intentando huir por su vida o defendiéndose de su ataque, éste terminaba siendo devorado entre gritos de dolor y miedo.

Levi, habiendo conseguido ponerse en pie, alzó ambos brazos al frente, provocando que una gran corriente de agua apareciese desde sus manos y golpease fuertemente la cabeza de su amigo, desequilibrándolo y logrando que cayese al suelo. Aprovechando la ocasión, utilizó su poder para crear un muro de agua justo a su espalda el cual fue extendiéndose hasta formar una cúpula dentro de la que sólo se encontraban ellos dos.
-Espero que aguante lo suficiente... –murmuró la joven, avanzando hacia Zebub, quien ya se estaba incorporando- ¡Zebub! ¡No sé qué es lo que ha ocurrido pero, por favor, vuelve en ti!

Haciendo caso omiso de sus palabras, la bestia le plantó cara, preparándose para otra acometida.
-¡Por favor, Zebub! ¡Despierta! ¡Si sigues así vas a destruirlo todo!

El demonio se lanzó de cabeza contra ella, quien hizo aparecer otro muro de agua justo enfrente que logró evitar el golpe pero fue destruido en el proceso.

Distanciándose de él saltando hacia atrás, Levi volvió a lanzar otra corriente de agua hacia el mismo punto, seguida de una segunda y una tercera. Sin embargo, pese a que las tres impactaron sobre su adversario, éste no cedió. Había aprendido la lección desde la primera vez, hundiendo bien sus patas en tierra para evitar ser empujado por la fuerza del agua. Acto seguido, su boca se ensanchó considerablemente y, desde dentro, surgió una gran llamarada, de la cual Levi tuvo que defenderse creando otro muro, generándose vapor de agua.
-¡No puedo ver nada! –gritó la demonio.

Fue entonces cuando, a su izquierda, apareció una de las patas de Zebub, golpeándola de lleno y lanzándola por los aires.

Acabando de nuevo en el suelo, Levi apenas podía moverse, observando cómo Beelzebub se ensañaba con la cúpula que les separaba del resto de los demonios, intentando echarla abajo.

Mientras tanto, la lucha entre Luci y Chaos continuaba.

Por el momento, ninguno de los dos parecía tener ventaja. Aquello se había convertido en un mero intercambio de puñetazos y patadas.
-¡Sigues subestimándome, ¿verdad?! –exclamó Luci mientras lanzaba una patada al costado de su adversario, que era detenida por el antebrazo de éste.
-¡Déjalo ya, Luci! ¡No te confié esa armadura para que la usases contra mí! –contestó Chaos encadenando una serie de puños hacia el pecho y el abdomen de Luci.
-¡Lo único que estoy haciendo es demostrarte que soy digno de llevarla! –el demonio esquivó los golpes sin demasiada dificultad.
-¡Si no te hubiese considerado digno, no te la habría confiado! –golpeándose mutuamente en la mejilla, se distanciaron unos metros.
-¡Entonces, ¿por qué no crees en que pueda controlar mi fuerza?! ¡¿Por qué no crees en mi justicia?!
-Luci... cuando se tiene un gran poder, siempre se corre el riesgo de que éste te supere. Incluso Chronos y yo necesitamos la ayuda de Biblia para poder controlar los nuestros. De lo contrario, quién sabe de lo que habríamos sido capaces. Quizás, en un descuido, os podríamos haber matado a todos.
Nadie es perfecto, Luci, tenemos debilidades, por pequeñas que parezca. Y cuando tienes seres queridos a los que proteger... más fuerte y, a la vez, más débil te haces. Es por eso que el camino que quieres seguir no es el correcto. Porque desatar tu fuerza y utilizarla llevado por la ira y la venganza no significa ser más fuerte, y mucho menos tener control sobre uno mismo. Yo te considero fuerte pero no así.

Aquellas palabras hicieron dudar al joven. Una parte de sí mismo se preguntaba por qué estaba luchando. Chaos tenía razón, aquello carecía de sentido. Luchando contra él no demostraría que era lo suficientemente fuerte como para controlar su propia fuerza. Todo lo contrario, estaba enrabietado como un niño al que no le han dado el juguete que quería. Estaba actuando como alguien débil, alguien que terminaría haciendo daño a los demás en lugar de protegerlos...

Sin embargo, hubo un sentimiento más fuerte que se impuso a ese pensamiento: orgullo. El orgullo de salir victorioso en aquel combate, de demostrar que él tenía la razón y que su justicia era la correcta y, por tanto, no podía permitirse perder. Ese sentimiento era lo suficientemente fuerte como para apoderarse de alguien tan débil como él.

-Lo siento, Chaos.

Desplazándose a gran velocidad, Luci se acercó de frente a su oponente, lanzando una patada a su estómago.

Chaos, viéndose sorprendido, recibió el ataque directamente, saliendo despedido hacia atrás y rodando varias veces por el suelo.

Saltando sobre su adversario y reteniéndolo contra el suelo, el demonio comenzó a golpear las mejillas de éste al igual que hizo con uno de los abusones.
-¡Ellos se estaban metiendo conmigo! ¡Lo justo es que yo haga lo mismo con ellos! ¡Soy más fuerte que ellos! ¡¿Por qué no pagarles con la misma moneda si es así?!

Recibiendo todos los golpes, su contrincante se mantuvo en silencio, sin mover ni un músculo, y así continuó hasta que Luci redujo el ritmo de sus puñetazos.
-¡¿Por qué no te defiendes?! ¡¿Por qué no utilizas todo tu poder contra mí?! –preguntó desesperado.
Entonces, Chaos sonrió.
-Porque soy fuerte...

Al escucharle, el joven demonio se detuvo. El sentimiento de orgullo que había guardado durante todo ese tiempo, el mismo que le había hecho actuar de manera irracional y que le había hecho pensar que era el más fuerte, se esfumó como un ave siendo liberada de su jaula.

De repente, Luci se sintió vacío, desmotivado. Durante esos días, había puesto tanto empeño en defender su justicia que, una vez desaparecida, le costaba creer en algo más.

Fue en ese instante cuando una fuerza de procedencia desconocida lo empujó hacia atrás, dejándolo inmovilizándolo en el suelo.

Confuso, y todavía conmocionado por el reciente suceso, observó que Chaos parecía estar teniendo el mismo problema, pues era incapaz de levantarse pese a sus esfuerzos por ello.
-No puede ser... este poder... –dijo el creador de ángeles y demonios.

El sonido de aplausos se escuchó por encima de su voz, apareciendo en escena Chronos, quien sonreía felizmente.
-Buen trabajo, Luci. Si te soy sincero, no estaba seguro de si serías capaz de hacer que mi hermano bajase la guardia pero el resultado ha sido fascinante.
-Chronos...
-Por tu expresión diría que no estás tan sorprendido como cabría esperar, hermano. Sabía que tarde o temprano sospecharías de mí, así que supuse que aprovecharme de este pobre imbécil sería lo más conveniente –explicó Chronos mientras señalaba a Luci.
-¿Qu-qué? –reaccionó el joven demonio, con voz temblorosa.
-¿De verdad creías que te iba a empujar a hacer eso sin segundas intenciones? Menos mal que eres idiota. De lo contrario, no habría ido tan bien.
-Yo... yo sólo... quería... –la mente de Luci, incapaz de asimilar bien los acontecimientos, comenzó a llenarse poco a poco de arrepentimiento. Aquella parte de sí mismo que, durante la lucha contra Chaos, había intentado detenerle, penetraba como una aguja en el corazón, provocando que se sintiese la peor escoria del mundo- Qué... yo... ¿qué he...?
-Bla, bla, bla... tonterías... –se burló Chronos, sonriendo con malicia.
-¡¡Chronos!! ¡¡Bastardo!! ¡¡Cómo te atreves a utilizarle de esa forma!! –gritó Chaos, con ira en su voz.
-Tranquilo, hermano. Él no es el único al que he utilizado. ¡Traedlas!

Dicho esto, de entre los árboles apareció un encapuchado acompañado de una mujer y una niña, quienes también se encontraban inmovilizadas por el poder de Chronos.
-¡Mammon! ¡Biblia! –exclamó Chaos.
-¡Chaos! ¡Ah! –contestó Biblia a la vez que ella y la niña eran empujadas contra el suelo.
-¡¿Qué hacen aquí, Chronos?! ¡¿Qué es lo que pretendes?!
-Con respecto a la primera pregunta, necesitaba capturarla en un lugar apartado y sin que sospechase, así que convencimos a la pequeña para que la trajese a este bosque. Fue de lo más simple, sólo hubo que prometer darle lo que pidiese y ni siquiera se cuestionó el porqué...
La expresión de Mammon mostraba su vergüenza y su odio por haber sido engañada.
-En cuanto a la segunda pregunta, ¿acaso no es obvio, hermano? ¡Lo que pretendo es eliminarte, hermano! ¡A ti y a todas y cada una de tus creaciones!
-¿Por qué? ¡No tiene sentido!
-¡¿Por qué?! ¡Porque estoy harto de ti! ¡Siempre tan perfecto! ¡Siempre mejor que yo! ¡Tenía que aguantar el sentirme inferior por haber creado una especie más débil y manipulable que las tuyas! ¡Una que evoluciona lentamente y que necesitan ser controlados constantemente!
-¡Quizás si les permitieses salir de su territorio serían capaces de aprender más...!
-¡Jamás permitiré que se relacionen con tus sucias criaturas!
-¡Entonces el único culpable de sus errores, eres tú!
-¡Cállate! ¡No quiero escuchar hablar de errores a un traidor como tú!
-¡¿Traidor?!
-¡Si no hubieses ido más allá, quizás lo hubiese tolerado! ¡Pero no! ¡También tenías que llevarte a la mujer que amaba!
-No puede ser... ¿te refieres a Biblia? ¡¿Estás diciendo que todo esto es por un estúpido ataque de celos?!
-¡Tú no lo entiendes, Chaos! ¡No sabes lo que es estar por debajo de alguien! ¡Ser incapaz de superarlo y ver cómo se lleva todo lo que deseas! ¡Por eso voy a eliminarte de una vez por todas, y así yo seré el único líder que reine sobre este mundo!
-¡Esto es absurdo, Chronos!

La escena volvió a situarse en la batalla contra Beelzebub, donde éste seguía golpeando la cúpula de agua, que cada vez se hacía más y más delgada.
-No aguanto más... –dijo Levi, tras lo cual la barrera fue destruida, cayendo el agua, en forma de lluvia, sobre casas y escombros.

De esa forma, su amigo siguió avanzando en la misma dirección que habían tomado el resto de demonios al huir. No obstante, un nuevo obstáculo se interpuso en su camino, golpeándole en el abdomen y empujándole unos pocos metros hacia atrás.
-¡¿Estás bien, Levi?! –preguntó Asmodeus desde la distancia.
-¡As! –exclamó la chica, feliz por la presencia del demonio.

Encarando a Zebub, quien ya se había recuperado del golpe, As evadió su ataque realizando un gran salto hacia arriba hasta situarse a una altura lo más cercana posible de la cara. Posteriormente, giró 360 grados, finalizando dicho giro con una patada lateral en el aire que dio lugar a una oda expansiva, golpeando el pecho de su rival a media distancia. Esto logró que cayese de espaldas contra el suelo, aplastando las pocas construcciones que quedaban en pie.

Poco después de aterrizar, se acercó a su amiga.
-¿Puedes levantarte?
-A duras penas –respondió ella apoyándose en su hombro para incorporarse.
-¿Qué es lo que le ha pasado?
-No lo sé. Acababa de llegar a la villa observé a varios demonios huyendo a las afueras. No tardé en enterarme de qué lo había provocado.
-No, desde luego no es difícil de ver.
-Tenemos que hacer algo, As. Si sigue así...
-Creo que tengo una idea pero es arriesgada...
-Llegados a este punto, no hay más remedio que probarla. ¿De qué se trata?
-Bueno... –As dudó unos instantes antes de continuar- Necesito que me coma.
-¡¿Qué?!
-¡No me grites al oído!
-¡¿Estás loco?! ¡Si te come se acabó!
-No si tú me proteges. Mira, me introduzco dentro de él gracias a una de tus corrientes de agua. Una vez dentro, me liberas, y entonces sólo tengo que transformarme y descargar todo mi Retten en su estómago.
-¡¿Y qué pretendes con eso?!
-Provocarle una intoxicación.
-¡¿Es que piensas matarle?!
-¡Oh, vamos, seré lo más suave que pueda!
-Esto no me gusta.
-A mí tampoco, créeme, pero si no podemos vencerle desde fuera lo mejor es hacerlo desde dentro. Ya sabes que el estómago es el órgano más especializado que tiene Zebub, si cambiamos la energía en su interior lograremos debilitarle en gran medida.
-¿Y qué pasa contigo?
-Pues... con suerte... vomitará...

Levi le lanzó una mirada asesina a su amigo, quien esbozó una sonrisa irónica, como pretendiendo disculparse.
-Ah, en fin... –desistió la demonio-. Lo haremos. Eso sí, ni se te ocurra morir o te mato.
-Un poco ilógica tu frase, ¿no?
-¡Cállate!
-Si, señora.

La charla fue interrumpida por el sonido de Zebub al levantarse. Éste, cansado de que le impidiesen el paso una y otra vez, decidió tomarles como objetivo.
-¡Prepárate, Levi! –dijo Asmodeus mientras dejaba a la joven apoyada sobre la pared de una casa cercana- ¡A mi señal!

Corriendo de frente contra la bestia, As esperó a que atacase, cosa que no tardó en hacer usando una de sus patas.

Así pues, evadiendo de nuevo el golpe con un salto, el demonio se dirigió directamente hacia la cabeza, provocando que su adversario abriese instintivamente la boca.
-¡Ahora!

Una corriente de agua surgió de las manos de Levi, formando un remolino y curvándose anormalmente hasta atrapar a Asmodeus e introducirse con fuerza en la boca de Zebub.

De esa manera, el demonio fue llevado a gran velocidad hasta el estómago, donde el remolino estalló en pequeñas gotas, liberándolo.

Tras esto, pudo ver lo que había a su alrededor: una gigantesca cueva de paredes blandas, rosadas y pegajosas de las que no tardaron en brotar extrañas vellosidades que le agarraron por sus extremidades.
-¡Esto es asqueroso! –gritó a la vez que se transformaba en mujer- ¡No es nada personal, Zebub, pero espero que la comida te siente fatal!

Así pues, desató una gran cantidad de Retten que se extendió por toda la cámara, chocando contra la mucosa del estómago y haciendo vibrar las vellosidades.

Desde el exterior, Levi pudo ver cómo el monstruo gritaba de dolor y se movía de un lado a otro, golpeándose la cabeza contra el suelo hasta que, finalmente, vomitó, haciendo salir por su boca una gran cantidad de agua de coloración amarillenta y verdosa. Finalmente, acabó boca abajo en el suelo, dejando de moverse.

Acercándose muy lentamente a su inconsciente amigo, el cual estaba empezando a volver a su tamaño anterior, Levi buscó con la mirada a Asmodeus entre los restos de vómito que se extendían por casi toda el área.

De repente, una figura cubierta de amarillo y verde surtió de entre la viscosa mezcla, caminando extrañamente hacia ellos.
-¡Nuca más! ¡Ya puede ser muy peligrosa la situación para que yo me vuelva a meter ahí dentro!

Levi suspiró aliviada.
-Me alegro de que haya salido bien.
-Sí, sí, yo también... –contestó As mientras intentaba limpiarse sin éxito-. Aun así, hay algo que me parece más raro que la transformación de Zebub.
-¿El qué?
-¿Por qué sólo hemos venido tú y yo? ¿Y los demás?
Dándose cuenta de lo que decía As, Levi desplazó su mirada hacia el horizonte.
-Tengo un mal presentimiento...

Mientras tanto, en el bosque, el encapuchado le susurraba algo al oído de Chronos.
-Ya veo. Bien, acabemos cuanto antes –dijo mientras creaba una espada de la nada.
-¡Chronos! ¡Si vas hacerlo, libera a los demás!
-Me temo que eso no va a ser posible, Chaos. Cuanto más tarden los demonios y ángeles en darse cuenta de la procedencia de sus atacantes, más indefensos estarán –contestó, acercándose a Biblia y extendiendo uno de sus brazos hacia ella. Entonces, apareció una serie de símbolos a partir de su cuerpo que se proyectaron en el aire hasta alcanzar la mano de Chronos-. En nombre de Chronos, uno de tus creadores, impongo mi derecho a relegar a mi hermano, Chaos, de su ocupación e impedirle el uso de sus poderes hasta que se le haya dado muerte. El cargo por el que se le acusa es el de alta traición. Que así sea.
-¡No! ¡Chronos! –exclamó Biblia, con lágrimas en los ojos.

Ignorándola, Chronos, continuó con el rito, utilizando la espada para hacerse una herida en su mano libre y dejar caer su sangre sobre los símbolos, los cuales brillaron con luces blancas antes de volver al cuerpo de Biblia.

Poco después, era el cuerpo de Chaos el que brillaba, al tiempo que este convulsionaba, preso de un terrible dolor.

Una vez las convulsiones se hubieron detenido, Chronos se acercó a su hermano, situándose a escasos centímetros de él.
-¡Chronos! ¡Por favor! ¡Haré lo que me pidas! ¡Por favor, no lo hagas! –gritó Biblia.

Tanto Mammon como Luci sollozaban mientras su creciente arrepentimiento se mezclaban con una sensación de impotencia y odio, impidiéndoles articular palabra.
-¿Tu última voluntad, hermano?

Chaos extendió el brazo hacia Biblia tanto como le permitió su estado y pronunció unas palabras que Eri reconoció: “Te quiero”

Fue entonces cuando la espada de Chronos penetró su corazón, acabando con su vida.
-¡Nooooo! ¡No, no, por favor! –Biblia rompió a llorar con expresión desencajada.
-No te preocupes. Eres la siguiente –indicó el asesino, mientras sacaba la espada del interior de su hermano y caminaba hacia Biblia-. Es una pena, Biblia. Me hubiese gustado hacerte mía. Seguramente hubieses sido más feliz que con mi hermano.
-No sabes lo equivocado que estás.
-Jajaja, te mantendrás aferrado a él hasta el final, ¿eh? Bueno, ya me lo figuraba, por eso decidí matarte a ti también. Por eso y porque de esa forma, no habrá nadie que pueda destruirme.
-No vencerás, Chronos. Algún día regresaré para que pagues por tu maldad.
-Uh, qué miedo me das. Avísame cuando llegue ese día –Chronos levantó su espada.
-¡Mammon! ¡Lucifer! –gritó Biblia- No es culpa vuestra.
Y así, el arma se llevó también la vida de la mujer...

-Bueno, quitemos de en medio a estos dos y dirijámonos a la siguiente villa. Los “Dying Walkers” ya estarán de camino para eliminar a los demonios que han conseguido huir –declaró Chronos, disponiéndose a matar a Luci y Mammon.

De repente, un objeto salió disparado de entre los árboles y penetró en el cuerpo del asesino, provocando que éste cayese de rodillas al suelo.

Poniendo una mano en su costado, se dio cuenta de la presencia de sangre. Acto seguido apareció Gabriel, lanzando un par de flechas en su dirección, clavándose una en su hombro y consiguiendo desviar la segunda con su espada.
-¡Chst! ¡Maldita sea! ¡Judas! ¡Sácame de aquí!
El encapuchado agarró del hombro al creador de los humanos y ambos desaparecieron en el aire sin dejar rastro.

Cuando Gabriel se dio cuenta de lo que había ocurrido, dejó caer la ballesta y fue a socorrer a Chaos pero, al darse cuenta de que estaba muerto, comenzó a golpear el suelo hasta que sus nudillos se desgastaron.
-¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! –gritó, adoptando un comportamiento impropio de él.

Con la mirada perdida en el cielo azul, que poco coincidía con su estado de ánimo, Luci era capaz de moverse de nuevo. No obstante, no tenía deseos de levantarse, porque sabía que no le iba a despertar de su pesadilla...

La siguiente escena tuvo lugar en la casa de Chaos. En ella se encontraban los seis: Zebub, acostado sobre un sofá y todavía mareado pese a que ya había pasado un tiempo desde lo ocurrido; Levi, sentada sobre una silla con la mirada perdida y las mejillas húmedas de haber estado llorando; Bel, abrazada a Eve de manera que era imposible ver su rostro; As, quien estaba sentado en el suelo, con la espalda apoyada sobre la pared y una de sus manos sobre la frente; Mammon, con la cabeza apoyada sobre las piernas de Luci, agotada por el cansancio que le habían provocado sus propios gritos y sollozos; y el propio Luci, cuya armadura impedía ver su expresión pero que se mantenía inmóvil sobre su asiento, acariciando suavemente el pelo de su amiga.

La escena era, sin duda, deprimente. Ninguno podía quitarse de la cabeza las muertes de quienes habían cuidado de ellos pese a sus rarezas y les habían dado un lugar donde poder ser ellos mismos. Aquella casa nunca volvería a ser la misma.

En ese momento entró Gabriel, quien, al darse cuenta del malestar que reinaba en el ambiente, exhaló un largo suspiro.
-Por lo que sé, el territorio de los demonios está siendo atacado por unos seres que portan halos blancos rodeando sus muñecas. No estoy seguro pero es posible que la desaparición de los ángeles haya tenido que ver con su aparición. He informado a los ángeles sobre los actos de Chronos pero, mientras algunos se han mostrado a favor de luchar contra él, otros han aprovechado el momento para dejarse llevar por su odio a los demonios, alegando que son ellos los culpables de la desaparición de los ángeles y que Chronos intentaba defenderles al matar al perpetrador del plan: Chaos.
Luci cerró uno de sus puños al escucharle, sin embargo, continuó en silencio.
-Para colmo de males, debido a lo que ocurrió con Beelzebub, los demonios no confían en vosotros como sucesores de la voluntad de Chaos. Básicamente, os repudian.

Gabriel desplazó la vista hacia cada uno de ellos. Su estado era tan lamentable que no pudo evitar irritarse.
-¡Ya está bien! ¡Todos hemos perdido a nuestro líder! ¡Yo también me siento inútil por no haber sido capaz de llegar a tiempo para salvarles! ¡Pero ahora mismo estamos en guerra! ¡Si no os recuperáis y lucháis contra Chronos van a exterminar a todos los de vuestra especie!
-Tú mismo lo has dicho antes... –dijo Luci con voz monótona-...que ellos nos repudian. No tenemos nada por lo que luchar...
La expresión de Gabriel pasó de la irritación a la ira.
-¡Sois patéticos! –exclamó, cerrando de un portazo al marcharse.

Aquella charla no había cambiado nada. El ambiente seguía siendo igual de deprimente que antes de que entrara Gabriel. La única que no se daba cuenta de nada era Eve, quien había comenzado a juguetear con las mejillas de Bel. Ésta, notando las pequeñas manos del bebé, separó lentamente su cara de éste.
-Si sólo... hubiese ido a entregarle la medicina a Zebub... podría haber evitado que se transformase... –dijo Bel.
-No es culpa tuya, Bel. Yo no avisé en ningún momento de lo que vi en territorio humano. Y cuando tuve la ocasión de detener a Luci, tampoco lo hice... –indicó As.
-Aquí el único culpable soy yo... –declaró Luci- Fui yo quien se dejó engañar por Chronos y se enfrentó a Chaos. Si hay alguien que merece ser repudiado... ése soy yo...

Levi reaccionó a los lamentos de los demás, volviendo ligeramente en sí. De todos, ella era la que más tiempo había permanecido junto a Chaos y Biblia. Habían sido como unos padres para la demonio, e incluso había llegado a albergar sentimientos de los que, actualmente, se arrepentía.

Paseando la vista por la casa, su mente se llenaba de recuerdos, en los que escuchaba sus historias, les ayudaba con sus deberes o dormía plácidamente bajo su cuidado. Recuerdos tiernos y felices que nunca volverían.

Finalmente, su mirada se posó sobre Eve. El único recuerdo vivo que quedaba de ellos dos. Tan inocente y con toda una vida por delante.
Fue entonces cuando, como si una pequeña llama se hubiese prendido en su interior, la joven recordó las palabras de Chaos: “Tú también eres importante en esto, Leviathan. Juntos seréis grandes guías pero tú eres la mejor para guiarles a ellos”
-Creo... que todos somos culpables –dijo, atrayendo la mirada de los demás-. Todos cometimos errores, ya fuese dejarnos llevar por nuestro orgullo, ignorar nuestros deberes, dejarnos llevar por el ocio y la lujuria, o por la avaricia, devorar a nuestros semejantes o envidiar a otros por conseguir lo que nosotros deseábamos. Todos cargamos con nuestro propio pecado pero eso no significa que nuestra causa haya terminado. Has dicho que no teníamos nada por lo que luchar, Luci. Dime, ¿eres capaz de mirarle a la cara y decirle algo así?

El aludido observó a Eve que, felizmente, movía sus diminutas manos, intentando alcanzar las mejillas de Bel. Los demás hicieron lo mismo, incluso Zebub y Mammon, quien nuca había llegado dormirse del todo.
-Ella no nos repudia. No nos teme. Porque es sangre de aquellos que cuidaron de nosotros y confiaron en que algún día nos convertiríamos en los guías de nuestra especie. Por ella... lucharé cargando lo que sea...

Dicho esto, hubo unos segundos de silencio. Los otros cinco parecían indecisos. Una parte de ellos no se consideraba digna de esa responsabilidad. Pese a ello, As se levantó de su sitio y se situó al lado de Levi.
-Yo también lucharé –declaró con un tono lo más firme que pudo-. Sé que no soy merecedor de protegerla pero es la única manera que veo para poder redimirme.
-Tienes razón –dijo Bel-. Ellos creyeron en mí y yo no hice nada para cambiar las cosas. No quiero que esta niña sufra esa decepción.
-Yo también –añadió Zebub-. Incluso si no fui consciente de ello, asesiné a los de mi especie y extendí el miedo hacia nosotros. Necesito hacer que los demonios depositen en nosotros la fe que tenían sobre Chaos.
-Mi forma de ser siempre me ha traído problemas pero nunca pensé que mis seres queridos morirían por ello.
-Mammon... –intentó consolarla Levi.
-Dije que algún día convertiría a los demás en mis sirvientes, y juro por mi vida que haré que ese bastardo me bese los pies.
Aunque era la declaración más agresiva de las cinco, ninguno mostró sentimientos en contra. Tan sólo quedaba Luci.
-Nunca estuve orgulloso de mí mismo, sin embargo Chaos confiaba en mí y me hizo pensar que yo también podía llegar a ser fuerte. ¿Y qué fue lo que hice? Traicionarle al dejarme llevar por esa estúpida fuerza. Quiero morir... quiero pagar por lo que he hecho... pero si tengo que morir... prefiero que sea por una causa.
Levi extendió su mano hacia el frente y, poco a poco, los demás hicieron lo mismo.
-Nos haremos más fuertes. No será fácil, ni rápido, pero algún día venceremos a Chronos y ese día, lo haremos juntos...