viernes, 29 de abril de 2016

The Legacy of Emil Greenard: Capítulo 8

-¿Cómo estás? –preguntó Remi, al entrar en la habitación de Nara, quien descansaba en la cama, con Seph sentada a su lado.

-Bien. Nada fuera de lo normal –respondió.

 

Acto seguido, su amigo le dejó una bandeja de comida encima de una pequeña mesita. Entonces, se mantuvo unos segundos en pie, mirando el vientre de la chica.

-Ya sabía yo que llegaría este día. Aunque no tan pronto, la verdad –confesó el joven.

-¿Qué quieres decir? –preguntó Nara, extrañada.

-Pues que estaba claro que Kareth y tú acabaríais en la cama y...

-¡Remi!

-Era broma –rió el joven-. Sabes de sobra que me alegro por vosotros.

 

Sin mostrarse muy convencida, la joven decidió cambiar de tema.

-Me pregunto si habrán encontrado lo que buscaban.

-Siempre podrían dar otro viaje, aunque dudo que a Razer le guste esa idea –bromeó, esta vez, Seph.

-Por cierto, ¿dónde está Drake? –preguntó Remi.

-Se ha quedado vigilando por si volvían. Me ha dicho que cuando lo hiciesen nos avisaría.

 

Justo en ese momento, la puerta se abrió, apareciendo Drake.

-¡Han vuelto! –exclamó, sobresaltando al resto.

-¡¿Quieres llamar al menos?! ¡He estado a punto de lanzarte la bandeja a la cara! –contestó Seph.

-¡Lo que quieras! ¡El caso es que no vienen solos! –continuó Drake.

-¡¿Enemigos?! –preguntó Remi, preparando su arma.

-¡Creo que no, pero será mejor que vayamos por si acaso!

 

Así pues, el grupo se desplazó hasta la entrada a la villa, llegando justo cuando Donell mantenía una conversación con Kareth.

-¿Crees entonces que Razer aceptará?

-No veo que haya ningún problema, pero se lo diré cuanto antes. De momento, diles que se instalen en las afueras. Les proporcionaremos algunos recursos de primera necesidad en lo que tardan en formalizarse las negociaciones.

-Gracias, Donell.

-No hay de qué –sentenció el hombre, asintiendo.

-¿Sabes dónde está Normand? –preguntó Sarah, apareciendo ella y Quattuor cargados con cajas.

-Está en su habitación ahora mismo. Creo que está revisando ese aparato al que está subido –respondió Donell, a quien le agradecieron la información, antes de marcharse.

 

-¡Kareth! –gritó Remi mientras corría hacia él.

-¡Hola, ¿cómo va todo por aquí?!

-¡Sin problemas! ¿Quiénes son? –preguntó, señalando a los nómadas.

-Son amigos míos. Nos encontramos con ellos en el oasis, aunque Sarah y yo ya los conocíamos de cuando escapamos de Yohei Gakko. No te preocupes, son de fiar –declaró el joven.

-¿Han venido para unirse a los Rebeldes? –preguntó Seph.

-No exactamente. Sus provisiones escasean y necesitan reabastecerse. Probaron en el oasis, pero resultó ser más peligroso de lo que esperaban, así que les propuse venir aquí e intentar negociar con Razer –explicó, desviando la mirada hacia Nara.

-Bienvenido –dijo la chica, sonriéndole de vuelta.

-¿Me has echado de menos?

-Claro que sí. Igual que tú a mí.

-Qué va. Sólo un poquito.

-No te hagas el duro, Kareth –intervino Remi, esbozando una malévola sonrisa.

-Kareth –en ese momento apareció Ivel, situándose al lado de chico- ¿Qué han dicho?

-Que por el momento os proporcionemos recursos de primera necesidad hasta que venga Razer a hablar con vosotros.

-Bien, se lo diré a los demás. Gracias por todo.

-No hay de qué.

-¡Oye, Kareth! ¡¿Quién es esta belleza que te acompaña?! –preguntó Drake, acercándose a Ivel y cogiendo su mano para besársela, a lo que ella respondió agarrándole del brazo y tumbándolo contra el suelo en el momento en que sintió el roce con su piel, inmovilizándolo.

-Como vuelvas a acercarte de esa forma, te corto tus partes –amenazó la joven.

-P-perdón –dijo Drake con un hilo de voz.

 

Al mismo tiempo, Ivel sintió cómo algo fino rodeaba su cuello. Al girarse, lentamente, se dio cuenta de que Seph se encontraba a su lado, fulminándola con la mirada.

-La única que tiene permitido castigar a este imbécil soy yo. Ni te atrevas a ponerle un sólo dedo encima.

-¡V-vamos a calmarnos todos, ¿eh?! –sugirió Kareth, separándolos- Permitidme que la presente. Ella es Ivel, la líder de los nómadas y, como podéis ver, una gran guerrera –continuó mientras los demás asentían, todavía sorprendidos por lo ocurrido.

-En cuanto a los demás, el chico que se te ha acercado se llama Drake. Puede que parezca un pervertido, pero en realidad es buena persona, así que no se lo tengas muy en cuenta.

-Ya veo. Puede que me haya pasado un poco. Lo siento.

-Yo también... –respondió Drake, todavía miedo en su rostro-. Mis partes... y parecía que iba en serio... –murmuró.

-La chica que te ha amenazado se llama Seph. Es pareja de Drake y también una persona de confianza.

-Te pido perdón a ti también –dijo Ivel, ofreciéndole su mano.

-Claro –contestó Seph, estrechándosela, aunque todavía un poco molesta.

-Él es Remi, amigo mío desde hace mucho. Puede ser un poco pesado con sus bromas, así que ten cuidado.

-¡Eh! ¡¿Se puede saber qué imagen quieres dar de mí?! –replicó Remi.

-La que te haces tú solito.

-Encantada –les interrumpió Ivel.

-Y para acabar, te presento a Nara, también amiga mía desde hace tiempo y alguien muy especial para mí.

-¿E-especial? –preguntó la líder nómada, con voz temblorosa.

-Quiere decir que son un par de tortolitos con muchas ganas de darse amor –sentenció Remi, entre risas, dándole un codazo a su amigo.

-¡No hace falta que lo digas así! –lo regañó Kareth, quien intentaba ser más formal.

-¿Ocurre algo, Ivel? –preguntó, de repente, Nara, al percatarse la expresión sombría de la joven, cuya boca se había quedado entreabierta y parecía ensimismada.

-Te has puesto pálida. ¿Estás bien? –se preocupó Remi.

 

Lentamente, la joven parpadeó varias veces, volviendo en sí. Entonces apretó con fuerza los labios y, después de unos instantes, forzó una sonrisa.

-Estoy bien, tranquilos.

-Si tú lo dices... –se extrañó Remi.

-Bueno, vamos dentro. ¿Vienes, Ivel? –propuso Kareth.

-No, mejor no. Tengo que contarle lo que me has dicho a los demás. Ya os veré luego.

 

Mientras Kareth y el resto se marchaban, Seph se quedó unos instantes mirado la espalda de Ivel al mismo tiempo que ella se giraba.

-¿No vienes, Seph? –preguntó Drake.

-Sí –respirando hondo, decidió seguir al resto del grupo.

 

-¿Y bien? ¿Crees que con eso bastará? –dijo Sarah, tras entregarle a Normand los cristales que habían recogido en el oasis.

-Sí, no hay problema –respondió él, después de examinarlos- De todas formas, tardaré un tiempo en terminarlo así que, de momento, tendrás que conformarte con el que tienes.

-Me lo imaginaba. Por cierto, hay otra cosa que queríamos darte –al momento, Quattuor le entregó la caja donde se encontraba el arma incompleta de Meriah, así como sus diseños.

-¿Una daga? Aunque parece más grande. ¿Por qué me la habéis traído?

-Es un arma fabricada por mi madre. Por lo que me han contado, la hizo para derrotar al líder del proyecto Gaia. Por desgracia, murió antes de terminarla, así que pensé que quizás tú, con la ayuda de los diseños, podrías completar lo que falta.

 

El científico miró con detenimiento algunos de los documentos que venían con el arma. Finalmente, levantó la mirada para dirigirla hacia Sarah.

-Creo que podré hacerlo, aunque no aseguro nada.

-Gracias.

-¿Y dices que esto lo fabricó tu madre?

-Sí.

-Debía de ser una gran científica.

-Lo era –añadió la chica, en un tono suave.

 

-¿Cuándo iremos a los territorios del imperio? –preguntó Sarah, una vez Quattuor y ella hubieron dejado a Normand a solas.

-Dentro de unos cuatro o cinco días como mucho.

-No sé si habrá terminado mi arco para entonces –dijo la joven, provocando un suspiro por parte del hombre, quien la miró con seriedad.

-Escucha, Sarah. Creo que será mejor que esta vez no vengas con nosotros.

-¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!

-Primero, porque lo de tu arco; y segundo, ¿recuerdas lo que te enseñé en el oasis?

-¿Lo de interaccionar con un punto específico del arma?

-Sí. Hasta que no lo sepas hacerlo sin ayuda, será mejor que te quedes aquí.

-¡¿Qué?! ¡¿Y cómo quieres que aprenda sin combatir?! ¡Además, soy de las pocas personas a las que no les afecta el Sonar!

-No es necesario pelear para aprenderlo. Además, Duobus está con el emperador, y ella no es como a los que nos hemos enfrentado hasta ahora. Aun siendo inmune al Sonar, no podrás hacer nada contra ella.

-¡¿Y qué hay de los demás?!

-Kareth puede transformarse, Kai tiene a los infernos y Miruru es una semidiosa, no hace falta que diga más. Pero tu caso es diferente. De lo único que dependes es de tu habilidad con las armas y tu fuerza en combate. Algo que ni siquiera has desarrollado a un nivel con el que puedas vencer a alguien como ella. Podrías ponernos en peligro a todos.

-Entonces estás diciendo que soy un estorbo –resumió, sorprendida a la par que decepcionada.

-Si es así como quieres verlo, sí.

 

Quedándose unos segundos de pie frente a él, en silencio, finalmente le dio la espalda y alejó.

-¡Sarah! –exclamó el hombre.

-¡Déjame en paz! ¡Lo he entendido! ¡Me quedaré aquí, ¿vale?! –gritó, continuando su camino y desapareciendo al girar la esquina que llevaba a otro pasillo.

-Ah... –suspiró él mientras se rascaba la cabeza. Entonces chasqueó la lengua, molesto, y se marchó en dirección contrario, hacia el exterior.

 

-Por fin en casa –celebró Miruru, cayendo rendida sobre la cama.

-Si te has pasado todo el camino de vuelta sentada –respondió Kai, con una sonrisa irónica.

-Pero también te cansas de estar sentada –replicó.

-Lo que tú digas... –sentenció el chic, sentándose a su lado, cabizbajo y pensativo.

-¿Sigues preocupado por lo que te dijo Eigar? ¿Lo de ese tal Jared?

-Sí. Intenté contactar con él, pero parece que ni End ni Hel me permiten verle todavía. Puede que piensen que aún no estoy preparado o que no soy lo suficientemente fuerte. No lo sé.

-¿Qué más da? No hay prisa, Kai –lo tranquilizó ella, arrastrándose hasta ponerse detrás de él y abrazándole por el cuello.

-Tienes razón.

-Claro que la tengo –afirmó, pegando su mejilla a la del chico.

-¿Qué vas a hacer con respecto a la reunión?

-La verdad es que no estoy segura, pero, si esta vez va Razer, quizás me quede junto a Nara. Aunque me sentiré triste al no estar contigo.

-No será por mucho tiempo.

-Da igual. Para mí es mucho.

-¿Qué te parece si hacemos una cosa?

-¿El qué?

-Casémonos.

-¡¿Eh?! –gritó Miruru, separándose rápidamente de él y mirándolo como si estuviese loco.

-No hablo de “ese tipo” de casamiento. Eso mejor cuando acabe todo. Es más bien algo simbólico. Una forma de asegurar que volveremos a vernos, pase lo que pase.

 

De repente se escuchó un sollozo.

-¿Miruru? –se extrañó el chico, girándose hacia ella y encontrándosela llorando- ¡Ah! ¡S-si no quieres no pasa nada! ¡Tan sólo es... una forma de hablar! ¡Eso! ¡Quiero decir...! Mierda, qué corte... –dijo él, intentando calmarla de forma poco coherente.

-Es una estupidez –dijo Miruru-. Es algo tan estúpido y aun así me siento muy feliz –continuó, consiguiendo secarse las lágrimas y dedicándole una bella sonrisa- No me importa cuando ni donde. Mientras sea contigo, aceptaré encantada.

 

A las afueras de la villa, Jaryl se reunió con Ivel y Argo en la tienda de campaña donde residían padre e hija.

-Ya hemos acabado de montar el campamento –informó el joven nómada- También he dado la noticia a los que faltaban.

 

Sentada junto a un pequeño mueble que hacía de escritorio, Ivel no respondió. Tenía la mirada perdida y su cabeza en otra parte.

-¿Ivel? –preguntó Argo, quien estaba de pie a su lado.

-¡¿Eh?! ¡Ah, sí! Buen trabajo... –dijo de repente, dirigiéndose a Jaryl.

-¿Pasa algo? –preguntó el chico.

-Sólo estoy un poco cansada.

-Vale –respondió, no muy convencido- Me marcho. Si me necesitáis, avisadme- añadió, antes de abandonar la tienda.

-¿Qué pasa, Ivel? –preguntó, esta vez, Argo.

-Ya he dicho que no es...

-Ivel. Soy tu padre. Podrás engañar a Jaryl, pero no a mí. ¿Tiene que ver con Kareth?

Al escuchar su nombre, la nómada se mordió el labio inferior, asintiendo lentamente.

-No quería aceptarlo, ¿sabes? Pensaba que si lo hacía me distraería de mis deber como guía. Al separarnos, pensé que me olvidaría de mis sentimientos hacia él, pero me equivoqué. Cuando volví a verle, se hicieron mucho más fuertes, y no tuve más remedio que enfrentarme a ellos –explicó, llevándose las manos a los ojos, de donde brotaban lágrimas- Sabía que no tenía ninguna posibilidad, y aún así no pude seguir mintiéndome.

 

Durantes unos instantes, la joven continuó llorando hasta que su padre se acercó a ella y acarició su pelo.

-¿Por qué duele tanto?

-Enamorarse de alguien es como un arma de doble filo. Una vez lo estás, puedes salir herido. Pero al igual que todas las heridas, tarde o temprano acaban sanando, y cuando lo haya hecho, te sentirás feliz de haber amado, pues ese tiempo nunca es en vano. Puede que ahora no lo entiendas, pero ese día llegará.

 

Y así, la joven siguió llorando, desahogando el dolor que había soportado durante todo ese tiempo, hasta que sus lágrimas se secaron y, por fin, pudo descansar.

martes, 26 de abril de 2016

Review: Binbougami ga! (Manga)

Bueno, pues desde hace algún tiempo que quería hacer críticas de anime y manga, así que he decidido empezar con éste que es uno de mis favoritos y además lo tengo bastante reciente. Antes de nada, decir que las críticas serán sin spoilers, ya que en principio las hago con el fin de recomendar obras que considero muy buenas y que me gustaría que otros le echasen un ojo, pero no digo que, si me da el venazo, haga críticas con spoiler (en cuyo caso avisaré) o poniendo a parir alguna obra que me haya tocado los huevos. Otra cosa que decir es que en mis críticas no voy a excederme con detalles muy específicos, probablemente siga alguna estructura pero, en general, voy escribir lo que se me venga a la cabeza sobre la obra, por qué la considero buena, qué es lo que le veo mal, etc., no voy a contar cosas que no considere necesarias. Y por último, no descarto el extenderme a otros medios con este tipo de críticas pero como no me sobra el tiempo y lo mismo termino haciendo otra dos semanas después que veinte años después, lo dejaré para más adelante, de nuevo, si me da el venazo. Y así pues, comienzo con ello.


Binbougami ga! trata sobre Sakura Ichiko, una chica de 16 años que tiene una vida plagada de buena suerte: tiene dinero, es buena en los estudios incluso sin esforzarse, no enferma, es guapa, tiene a todos lo chicos detrás de ella, etc. Todo esto es debido a que posee una inmensa cantidad de "hapiness energy" o energía de la felicidad, que está relacionada con las cosas positivas que le pasa a la gente. No obstante, su caso es considerado una anomalía, ya que no sólo causa un desequilibrio en la regla de que todos los seres vivos deben tener la misma cantidad de energía positiva y negativa, sino que además parece que dicha energía positiva se la roba a las personas que se encuentran a su alrededor, mucho más a aquellas que están cerca de ella a todas horas.

Viendo esta situación, los dioses deciden tomar cartas en el asunto enviando a una diosa de la mala suerte o "misfortune god" llamada Momiji, cuya misión será la de evitar que robe la energía positiva de otras personas así como quitarle la que tiene de sobra a fin de devolver las cosas al estado en el que se supone que deben estar. De esta forma, todo se terminará convirtiendo en una batalla campal entre ambas.


Al principio la obra se nos presenta como una buena comedia. Esta obra en concreto me ha hecho reír bastante. Las batallas entre las dos son de lo más alocadas gracias al uso de diferentes aparatos por parte de Momiji, al más puro estilo Doraemon, y que pueden traer resultados provechosos a la vez que todo lo contrario. Los gags surgen de manera natural y hay numerosas parodias a otras obras de ficción como One Piece, Death Note o Naruto; la mayoría llevadas de la mano, de nuevo, por Momiji, quien se dedica a hacer cosplay de sus personajes.

Ambas protagonistas me gustan mucho. Ichiko comienza siendo una persona narcisista y egocéntrica, alguien a quien te gustaría cantarle las cuarenta porque prefiere tener la suerte que tiene pese a que eso pueda significar que otras personas que no lo merecen sufran una vida de infortunios. Sin embargo, más tarde te vas dando cuenta de que bajo esa máscara de felicidad y orgullo esconde traumas y problemas, y que, conforme avanza la trama, su personalidad va evolucionando de forma positiva, dándose cuenta de que, en el fondo, no es tan feliz, y de que existen cosas realmente importantes que no tiene.
Es un personaje que se me termina haciendo bastante expresivo y sentimental, con una personalidad fuerte pero que también muestra muchas debilidades, y al que se le coge cariño.


Por otra parte, Momiji es probablemente uno de los personajes más cómicos de la serie. Aunque se define como alguien que una vez empieza algo lo termina, tiene una personalidad desganada y es una vaga de cuidado. Comparada con Ichiko, no es tan buena expresándose sentimentalmente, por lo que puede resultar un poco ambigüa en este sentido, pero es alguien maduro y de buen corazón. Otro de los detalles curiosos sobre ella es su complejo de pecho pequeño, algo que contrasta con Ichiko, quien se burla de ella por la diferencia de tamaño, y que supone otro de los gags de la serie.
En resumidas cuentas, Momiji supone el personaje de apoyo para que la protagonista evolucione, enseñándole aquellas cosas importantes en la vida como amar y ser amado. Este hecho, además, supone la forja de una fuerte relación de amistad entre ambas.


También destacamos otros personajes:

- Suwano Kikunoshin, mayordomo de la protagonista desde que ésta era una cría y única persona a la que tiene apego, por lo menos al principio de la serie.

- Inugami Momou, un dios perro perteneciente al mundo de los dioses y que lo mismo puedes verlo transformado en perro que en humano dependiendo del grado de excitación al que llegue cuando le golpees, ya que resulta ser un masoquista.

- Bobby, un monje que forma el dúo pervertido junto con Momou y que tiene un gusto exacervado por las mujeres de pechos grandes.

- Rindou Ranmaru, una chica karateka de fuerza considerable, actitud directa y apariencia poco femenina aunque considerada un bellezón cuando se "transforma".

- Adenokouji Nadeshiko, una loli ricachona con aptitudes ninja y stalker (acosadora) del que se considera el tío guay de la serie.

- Tsuwabuki Keita, el tío guay de la serie y un trabajador nato que se esfuerza día a día por traer dinero a su pobre familia constituida por él mismo y sus cuatro hermanos pequeños (dos chicas y dos chicos).

Estos, además de otro gran número de ellos, ya sean del mundo humano o del mundo de los dioses, contribuyen al desarrollo tanto del factor cómico como dramático de la serie.


Y es que Binbougami ga! no es todo risas. Como ya he dejado caer antes con la relación entre Momiji e Ichiko, los lazos entre los personajes así como el drama personal de algunos de ellos es un punto a favor para la obra, haciendo que empatices más con ellos y desarrollándolos en el proceso. Además, encontramos la existencia de un trasfondo relacionado con la energía positiva que posee la protagonista, dando lugar a una trama más profunda y a una acción y combates que, aunque no son tan épicos o destacables como en otros mangas que siguen esa temática, están bien llevados, sabiendo cuando introducir golpes y cuando romper el momento para dar lugar a aquello que más caracteriza a la obra.


Destacar también el dibujo de su autor, Sukeno Yoshiaki, del que también estoy leyendo otra obra llamada Sousei no Onmyouji, y que en principio también recomiendo aunque todavía no está acabada. El arte de este hombre es mono y mejora conforme avanza la obra. De hecho, yo por lo menos, consideraba que, en los primeros capítulos, las barbillas de los personajes las veía más puntiagudas de los normal xD, sin embargo esto va cambiando con el tiempo, haciéndoseme mucho más natural. Además, el autor da toques de fanservice a la obra, siendo de buen ver y sin hacerse pesado, limitándose, por lo general, a capítulos específicos o escenas en las que se pretende hacer reír o incluso el acercamiento entre personajes.


En resumidas cuentas, considero esta obra como una de las mejores que he leído. Podría decir que tiene de todo: romance, drama, comedia, acción, tragedia...multitud de elementos para 16 tomos que la componen. Los personajes son carismáticos y el dibujo bonito y eficiente; además, la trama está bien llevada de principio a fin sin que haya capítulos de relleno, puede que haya alguna excepeción, pero la gran mayoría ayuda al avance de la historia y de sus protagonistas. Así que, si alguien está interesado en las comedias románticas sobrenaturales, esta es una de las mejores opciones que recomiendo. Y si queréis comprarla, en España se encuentra disponible xD. Un saludo.

jueves, 21 de abril de 2016

Capítulo 24: Realidad alternativa



-Si no sabes por qué, es evidente que tampoco sabes quién es ella en realidad –le respondió Mammon a Reima con tono lloroso mientras seguía con la cara hundida en Kumoni.
-Quién soy en realidad... –se sorprendió Eri al escuchar sus palabras.
-Ya lo entenderás cuando vengan el resto de pecados –dijo el pecado de la avaricia.
-Ah, sí, claro... –Eri dejó escapar un resoplido, ¿hasta cuando tendría que esperar para que le contasen qué estaba pasando?- En cualquier caso, ¿no podrías al menos volver mi casa a la normalidad?
-Me temo que eso no va a ser posible –quien contestó esta vez fue Reima-. La habilidad de Mammon se basa en la transformación y la telequinesia. Y, en concreto, sus poderes de transformación están basados en un cambio de la realidad a otra alternativa.
-¿Qué quieres decir? –la chica se mostró confusa.
-Que ahora mismo toda la ciudad ha sido modificada para ser un espacio en el que sólo pueden permanecer aquéllos que tienen un Setten o Retten elevado.
-¿La ciudad? –Mammon levantó la cabeza de su oso y miró con enfado a Reima- Eso es un insulto bastante grave. La realidad se ha modificado en todo el país.
-¿En todo el país? –el profesor frunció el ceño- ¿No crees que te has pasado un poco?
-Toda precaución es poca, “Darkblade”.
-Pero entonces, ¿qué ha ocurrido con el resto de humanos? –preguntó la súcubo.
-Nada. Siguen viviendo sus vidas como si nada hubiese pasado. La realidad ha sido únicamente modificada para aquellos con un poder fuera de lo común. De esta forma, las personas normales, así como los edificios, están protegidos de cualquier daño que pudiesen sufrir durante nuestra batalla. Sin embargo como precio a pagar, no podré luchar a vuestro lado. Necesito concentrarme en mantener la transformación hasta que acabe todo.
-E-entiendo... –dijo Eri.
-Otra cosa, mientras estéis dentro de esta casa no tendréis que preocuparos de vuestra propia seguridad. He usado gran parte de mi poder para hacer de este lugar uno al que no puedan acceder los apóstoles. Necesitarán de un poder más grande que el mío si quieren entrar.
-Entonces los que están fuera... –empezó a decir Eri con preocupación.
-Si te refieres a tus amigos, no te preocupes por ellos. Los demás pecados estarán al caer. No permitirán que le pase nada a cualquiera que esté en nuestro bando o no tenga nada que ver en esta batalla.

Pese a las palabras de la niña, Eri, quien había vivido en primera persona el poder de la modificación que habían recibido los “Dying Walkers”, y no quería ni imaginarse cómo de fuertes serían los apóstoles, no pudo evitar desplazar su mirada hacia las ventanas de la habitación, preguntándose por el estado de los demás.
-¿Sabes cuántos apóstoles hay en esta ciudad, Mammon? –preguntó Reima.
-Cuando he activado la transformación he detectado tres presencias que coinciden con ellos pero, segundos después, han desaparecido. Supongo que han tomado medidas para camuflarse en mi realidad.
-Así que tres, ¿eh? Bien, saldré para ayudar a refugiar a los que hayan quedado dentro de esta realidad. Serah, tú me acompañarás. Ahren, quédate como guardaespaldas.
Ambos asintieron a las órdenes de su padre.
-¡Yo también quiero ir! –exclamó Eri.
-Lo siento, pero eso es algo que no puedo permitir –declaró Mammon-. Vosotras dos sois demasiado importantes como para poneros en peligro –continuó, refiriéndose a Lilith y a la propia Eri.
-¡¿Por qué sigues diciendo que soy alguien importante?! ¡¿A qué te refieres?! –gritó Eri, empezando a perder la paciencia con tanto secretismo.
-Ya te he dicho que lo sabrás cuando vengan el resto de pecados.
-¡Creo que ya he esperado bastante! ¡¿Por qué no puedes decírmelo ahora?!
-Porque si sacase los recuerdos de tu interior a la superficie sería incapaz de controlar yo sola que pudiese suceder.
Aquella contestación dejó a Eri sin saber qué decir. ¿Sus recuerdos? ¿Acaso había algo dentro de ella que desconocía completamente?
Impotente, la chica apretó los dientes y bajó la cabeza. Por su parte, Lilith observó a su amiga con expresión triste, sintiéndose igual de inútil ante la nueva situación.

En otro lugar más apartado, Akira caminaba por los pasillos de su casa, buscando a sus padres adoptivos, quienes habían desaparecido de la casa sin dejar rastro.

Notando algo extraño en el ambiente, el chico había salido de su habitación, encontrándose con que la casa estaba ligeramente cambiada, presentando mayor tamaño que antes e incluso aspectos decorativos que no tenía. Para colmo, sus familiares no estaban en ninguna de las habitaciones o pasillos de la casa, como si se hubiesen esfumado.

Visto esto, el medio demonio decidió dirigirse de nuevo a su habitación y cogió el móvil que se encontraba encima de la mesa. Tras esto, buscó el número de Kaoru y pulsó la pantalla para dar lugar a la marcación automática, situando el aparato en su oreja.

La llamada fue descolgada al primer tono, sonando la voz de su amigo al otro lado.
-¿Akira?
-Supongo que sabes algo de lo que está pasando, ¿no? Mis padres han desaparecido y a no ser que hayan hecho reformas mientras estaba en mi habitación, la casa ha sufrido algunos cambios la mar de extraños.
-Ha sido obra de Mammon-san.
-¿Mammon? ¿Te refieres al pecado de la avaricia?
-¿Acaso conoces a otro que se llame por ese nombre?
-Ahórrate los sarcasmos. Entonces, ¿qué les ha pasado a mis padres?
-Tranquilo. Están bien. Simplemente han sido aislados de la batalla contra los apóstoles.
-Los apóstoles... ¡Espera! ¡¿Y Eri?! ¡¿Está bien?!
-Preguntado por tu novia, ¿eh?
-¡¿D-de qué está hablando?! ¡E-es amiga mía, así que es normal que me preocupe por ella, ¿no crees?!
-Bien que no has preguntado por otros primero...
-¡C-cállate y contesta!
-De ella es de quien probablemente menos te tengas que preocupar ahora mismo. Estoy seguro de que Mammon-san está con ella.
-Y-ya veo... –suspiró aliviado el medio demonio.
-Amiga, ¿eh? –se burló Kaoru.
-¡Que te calles!
-Como sea. Será mejor que salgas cuanto antes de allí y te dirijas a su casa. Yo tengo que ocuparme de otros asuntos por el momento. ¿Crees que podrás ir solo?
-¡¿Qué te piensas que soy?! ¡¿Un crío?!
-No lo digo por eso. Dudo mucho que los apóstoles vayan a quedarse quietos sin mover un dedo...

Justo en ese instante la pared de la habitación de Akira se rompió, dando paso a un ser de aspecto parecido al de los “Dying Walkers” pero más altos, con tornillos en su torso y con una especie de ala mecánica a la espalda.
-Luego te llamo –dijo Akira mientras colgaba.

El “Dying Walker” se acercó a él, mostrándose amenazante, y extendió su brazo, concentrando energía en su mano y lanzándola poco después en dirección a Akira, quien lo esquivó saltando hacia un lado.
-Oh, así que ésas tenemos, ¿eh? –dijo el chico-. Si es así, yo tampoco me andaré con chiquitas.

Tras esto, el chico tomó forma demoníaca, volviéndose un ser de gran tamaño y piel roja que apoyaba unos fuertes y largos brazos en el suelo. Acto seguido, se lanzó hacia el “Dying Walker”, placándolo y saliendo fuera de la casa junto con él.

Aterrizando en la calle, justo encima de su enemigo, el joven le agarró de la cabeza y lo lanzó hacia su derecha, provocando que rodase varios metros hasta detenerse.

Después de levantarse, el “Dying Walker” se encaró de nuevo con él y concentró energía utilizando ambas manos, disparando un rayo de mayor envergadura.
-Es momento de usar lo aprendido durante todo este tiempo –indicó el chico mientras se erguía sobre sus dos extremidades traseras y situaba las delanteras a modo de cuña, rodeando el espacio hacia el que se dirigía la energía.

De esa forma, cuando el ataque de la biomáquina se encontraba a aproximadamente medio metro de su pecho, el medio demonio hizo presión hacia el centro con ambas manos, como si quisiese aplastar algo entre éstas, comprimiendo así la energía, la cual desapareció en el aire una vez unidas ambas extremidades.
-¡Charge! –dijo el chico mientras su cuerpo era rodeado por energía eléctrica a partir de la que le había robado a su adversario-. ¡Ahora es mi turno!

Realizando un movimiento hacia delante con su brazo derecho, el chico lanzó una descarga hacia el “Dying Walker”, que lo recibió de lleno en el estómago, saliendo despedido hasta quedar tumbado sobre el duro hormigón. En ese momento, Akira saltó hacia él juntando ambas manos, en las que concentró electricidad, y aplastándolo contra el suelo, dando lugar a una pequeña explosión.

Cuando levantó sus dos brazos, el cuerpo del “Dying Walker” estaba completamente destruido.

Sin embargo, la batalla no terminó en ese punto. Otros cinco más le rodearon al instante, dispuestos a acabar con él.

Así pues, concentrando electricidad en sus piernas, el joven aceleró a velocidad vertiginosa y se lanzó contra uno de sus atacantes, atravesándolo por el pecho y destruyéndolo al instante.

Los demás reaccionaron lentamente, lanzando rayos de energía justo cuando Akira se desplazaba hacia otro de ellos y lo golpeaba en la cabeza, estampándolo contra el suelo. Momentos después, y antes de que los restantes volviesen a fijar su objetivo, el medio demonio lanzó varias descargas a los demás “Dying Walkers”, dejándolos inmóviles.

Finalmente, la energía que absorbida se disipó, desapareciendo al mismo tiempo la electricidad que rodeaba su cuerpo. No obstante, mientras tomaba un pequeño respiro tras el combate, una fuerza lo golpeó, arrastrándolo hacia atrás. Por suerte, logró cubrirse del impacto, interponiendo ambos brazos entre el ataque y él.

Dirigiendo la atención hacia su atacante, descubrió a un gran tigre de color negro cuyos colmillos sobresalían de su hocico. El animal lo observaba calmado y atento a sus acciones.
-¿Y éste de donde ha salido? –pregunto Akira, confuso antes lo que aparentaba ser un nuevo enemigo.

Sin darle más tiempo para reaccionar, el tigre se lanzó sobre él, intentando golpearle con las patas delanteras. Akira consiguió esquivar el primer ataque moviéndose hacia atrás pero, nada más aterrizar, el animal se impulsó de nuevo hacia él, hincándole los dos colmillos en el brazo izquierdo.
-¡Aaah! –se quejó el chico, recibiendo un intenso dolor por la mordedura e intentando sin éxito quitarse al tigre de encima, que había hecho presa sobre su miembro y no tenía intención de soltarse.

Finalmente, el felino realizó un movimiento de giro con su cuerpo, desgarrando la piel del medio demonio gracias a la fuerza centrífuga y saliendo éste disparado hasta chocar contra una de las paredes que separaban la calle de las viviendas.

-Maldita sea... –dijo el joven, agarrándose la herida con su extremidad sana a la vez que veía al animal acercarse a él con intención de rematarle.

Haciendo gala de una gran fuerza de voluntad, intentó atacar a su adversario con el brazo bueno pero el golpe no tuvo ningún efecto en él, que posó sus patas delanteras sobre los hombros de Akira, disponiéndose a clavar los dientes en su cuello.

Fue entonces cuando, sintiendo una extraña presencia, el tigre se apartó del joven, justo en el momento en que algo aterrizaba donde se había situado décimas de segundo antes.

Cuando se hubo disipado la polvareda, levantada por el repentino ataque, el joven pudo distinguir la figura de alguien vestido con una armadura de pies a cabeza, de colores gris y negro, y en cuyo casco se podían observar dos cuernos cuya base se encontraba en la parte de arriba del cráneo y que, conforme se elevaba hacia arriba, tomaban una dirección diagonal hacia el centro y luego se dirigían de nuevo hacia arriba, finalizando en punta, y formando así una especie de arco.

-¿Estas bien? –preguntó el individuo de la armadura con voz grave.
-A medias... –contestó honestamente Akira, con expresión sorprendida.
-Tranquilo, ahora mismo me ocupo de... –girándose para enfrentarse al tigre, el extraño personaje se topó con que éste ya se había marchado-. ¡Noooooooo! –exclamó a continuación-. ¡Esto es un completo deshonor! ¡He de afrontar las consecuencias! –acto seguido desenfundó una espada que llevaba atada a su cintura y se la clavó en su propio abdomen ante la absorta mirada del medio demonio, quien no entendía nada de lo que estaba pasando.
-Véngame... –le pidió de repente a Akira, mientras caía de rodillas al suelo para después quedar acostado sobre el mismo.
-Esto... –el joven no sabía si salir corriendo pese a la sangre que emanaba de su herida o si quedarse allí hasta que alguien más cuerdo lo ayudase.
-Ah, cierto, lo primero será llevarte a un lugar donde puedan curar tus heridas –indicó el individuo de la armadura levantándose como si nada.
-¡Uaah! –asustado, el medio demonio se alejó de él lo máximo que le permitió la pared a su espalda.
-¿Qué pasa? Ni que hubieses visto a un muerto –bromeó el individuo de la armadura.
-¡Es que es precisamente eso! –exclamó Akira.
-Como sea. Larguémonos –cogiendo al chico como si fuese un saco de patatas, los dos se marcharon de allí pese a los gritos y quejas del herido.

-¡Corre, Shiina! –exclamó Luka cogiendo de la mano a su amiga.

Perseguidas por varios “Dying Walkers” no modificados, las chicas corrían por las calles de la ciudad intentando despistarlos.
-¡¿Quiénes son esos tíos?! ¡¿Por qué nos atacan?! ¡¿Y por qué ha desaparecido todo el mundo?! –preguntó Luka.
-¡Deben de ser aquellos de los que nos habló Eri! –intentó aclarar Shiina- ¡Creo que lo mejor será escondernos por ahora e ir a su casa cuando haya pasado el peligro!
-¡Es muy fácil decirlo! ¡Parece que tengamos un GPS con el que nos localicen! –se quejó Luka girando en una esquina e introduciéndose en un largo y estrecho callejón.

Al salir de éste, se toparon con más de ellos, quedando rodeadas.
-¡¿No es injusto?! ¡Nosotras sólo somos dos! ¡Al menos podría igualarnos en número!
-No creo que eso les importe mucho, Luka.
Uno de los “Dying Walkers” se lanzó al ataque, disponiéndose a embestir a Luka, quien estaba más avanzada. No obstante, consiguiendo predecir su movimiento, la chica lo evadió y, acto seguido, generó una bola de fuego con la que incineró a su adversario.
-¡Uah! ¡¿Has visto eso?! ¡El primer enemigo al que mato!
-Me sorprende que lo hayas hecho sin dudar un solo momento.
-Ahora que lo dices...
-En cualquier caso, me temo que seguimos estando en problemas –declaró Shiina al ver cómo el resto de las biomáquinas se acercaba a ellas.
-¡Por aquí!
Consiguiendo ver un hueco por el que escapar, Luka lideró a su amiga hasta él, continuándose la persecución.

Sin embargo, perdiendo la dirección hacia la que corrían, llegaron a un callejón sin salida.
-¡¿En serio?! ¡¿Hemos caído en algo tan cliché?!
Al darse la vuelta, las dos se dieron de bruces contra sus enemigos.
-No nos va a quedar más remedio que pelear –indicó Shiina.
-¡Estoy lista! –gritó su amiga con una sonrisa en el rostro al mismo tiempo que el número 666 aparecía en su frente.

Tras esto, Luka, con su brazo rodeado por fuego, atacó a uno de los “Dying Walkers”, atravesándole el pecho y quemándolo después, sin embargo, otro de ellos contraatacó, golpeándola por el costado y lanzándola contra la pared.
-¡Luka! –gritó Shiina.

Algunos de aquellos seres comenzaron a avanzar hacia Shiina, quien dio un paso atrás y desplazó la vista de nuevo hacia su amiga, que acababa de ser cogida del cuello por uno de sus adversarios.

“Tengo que hacer algo”, pensó la chica. Pero por más que quería, sus piernas no le hacían caso. Tenía miedo, pero no miedo a enfrentarse a aquellos seres sino a que, por su culpa, Eri sufriese las consecuencias. No podía atacar dejándose llevar como Luka.

-¡Gah! –Luka fue levantada en el aire, asfixiándose por la fuerza con la que la biomáquina comprimía su tráquea al mismo tiempo que concentraba energía en la mano que tenía libre.
-¡Luka! –volvió a gritar Shiina.
“¡Muévete! ¡Haz algo!”, se dijo a sí misma en décimas de segundo que se hicieron eternas.

Fue entonces cuando una flecha alcanzó la cabeza del “Dying Walker”, desintegrándose en el acto.
-¿Qué ha...? –intentó decir Shiina.

Una lluvia de flechas cayó sobre el resto de biomáquinas, que fueron rodeadas por una extraña luz blanca que provocó la desaparición de sus cuerpos.

Sorprendida por lo ocurrido, Shiina reaccionó al ver a su amiga en el suelo tosiendo, por lo que corrió a socorrerla.
-¿Te encuentras bien?
-Un...poco...mareada...pero se me pasará...
-No tenemos mucho tiempo. Debemos dirigirnos cuanto antes a casa de Eri –sugirió una voz situada al lado de ellas.

Al girarse hacia la persona de la que procedía dicha voz, las dos observaron a un chico de pelo castaño y alborotado, con expresión apenas alterable.
-¿Fujita-kun? –se sorprendieron las dos.

En otro lugar de la ciudad, Derain se encontraba frente a un hombre de piel morena, musculoso, con semblante serio y peinado militar. Pese a su aspecto, vestía una túnica blanca que distaba de cubrir por completo su gran cuerpo.
-Es una suerte que me haya encontrado yo con uno de vosotros.
-¡Mi nombre es Andrew, uno de los doce apóstoles! ¡Derain “Dreambuster”, he venido a matarte! –exclamó el apóstol como si fuese un soldado.
-Aaah... –suspiró el imp mientras encendía uno de sus puros-. Espero que al menos me entretengas...

domingo, 17 de abril de 2016

Herencia de un pequeño héroe



Querido lector:

Te hablo a ti. A ti que estás leyendo este texto y que, al contrario que los demás, quieres cambiar las cosas y hacer de éste un mundo diferente. Probablemente conozcas bien mi nombre, pues soy considerado uno de los peores villanos de la historia de este planeta. Quizás no te importe lo que quiero contarte, o prefieras no saber nada de mí, pero me gustaría que al menos leyeses el porqué de mis acciones. Por qué me convertí en alguien al que nadie quiere recordar...

Puede que por el mismo motivo que tú, un día acabé harto de ver tantas injusticias esparcidas por el mundo. Acabé harto de guerras, violaciones, homicidios, fratricidios, genocidios, pandemias, suicidios, corrupciones...de masacres sin sentido. Por ese motivo, decidí que tenía que cambiar las cosas. ¿Cómo? Si pretendía ser honesto, honrado, buena persona, alguien con conciencia...sin duda sería desechado. Así pues, sólo me quedaba una cosa: convertirme en lo mismo que ellos. En lo mismo que aquellos que dominaban este mundo.

¿Cómo lo conseguí? No fue fácil. Lo primero que decidí hacer fue estudiar derecho. Creía que si tenía que empezar por un punto, sería por ganarme la confianza de los más poderosos. No era precisamente la carrera que me hubiese gustado estudiar pero era algo que debía hacer para dar el primero de muchos pasos. Aunque, no podía ser cualquier abogado, tenía que ser el más destacado de todos. El mejor.

Durante mis años de carrera me convertí en el número uno en todo lo posible. Pasaba la mayor parte de las horas estudiando, dejando atrás amigos, relaciones sentimentales e incluso familia. Recuerdo que intentaron llevarme a un psicólogo ya que me aislaba del resto, rechazando casi cualquier contacto humano que no considerase de utilidad para mi objetivo, pues, pese a que ellos no lo sabían, sí que me codeaba con aquellos alumnos de familias más destacadas y que tenían contacto con políticos y empresarios de mi país.

Con el tiempo, me gradué siendo el mejor alumno de mi promoción, y no tardé en ser contratado para mi primer caso: la defensa del presidente de una mediana empresa que había sido acusado por desviación de fondos.
Ni qué decir que acabé ganando, usando a mi favor los huecos existentes en aquella legislación hecha por estafadores para timadores. Y, por supuesto, ese hecho no tardó en llamar la atención de altas esferas, quienes decidieron contratarme para salir airosos de sus respectivos “problemas”.

Pasaron unos años hasta que, gracias a algunas de las familias con las que había mantenido el contacto durante mis años universitarios, así como a mis alabanzas, propias de una persona trepa y rastrera, hacia aquellos que no merecían perdón; me llevaron a ser invitado a unirme a uno de los partidos políticos que, por aquel entonces, optaba al gobierno de mi país.

Sólo tenía que darles lo que se esperaba de mí. Hacerles los favores que necesitaban, fuesen cuales fuesen, y ganarme aún más su confianza. Y entonces fue cuando logré llegar junto a ellos a la presidencia, ganando las elecciones bajo promesas vacías al pueblo y regalos a los ricos, mentiras a los desfavorecidos y complicidad con nuestros “amigos”. Pero debía aguantar, tenía que hacerlo si quería llegar todavía más alto.

Aprovechando esta época, decidí documentarme sobre la administración y dirección de empresas. Aunque tenía sólidos conocimientos sobre el movimiento de la economía mi nivel no era el suficiente y tenía la certeza que no duraríamos mucho tiempo en el gobierno, pues la gente no tardaría en descubrir nuestras mentiras y en dar sus votos a otro farsante que lo hiciese mejor.

Unos “amigos” me echaron una mano. Me enseñaron todo lo que debía saber para actuar como directivo de una gran compañía. También, el hecho de que ni siquiera hacia falta una carrera para llevar tal cometido. Aunque esto no me sorprendió.

Y de esta forma, llegó lo que por todos era bien sabido. Perdimos las siguientes elecciones y fuimos destituidos como gobernantes. El pueblo llevaba meses pidiéndolo bajo manifestaciones e incluso actos vandálicos, siendo algunas veces comenzados por gente contratada por nuestro partido, o eso escuché decir. Al fin y al cabo, nunca estaba de más seguir engañando a ciudadanos más ignorantes para reservarnos algo de su apoyo, haciéndoles ver que otras personas estaban recurriendo a la violencia para conseguir sus propósitos.

Por la tele podía ver carteles pidiendo nuestra dimisión e incluso, los más radicales, nuestra muerte. No pude evitar sentir pesar ante aquellos que me querían fuera, algunos de ellos, seres queridos de mi infancia. Ese era el camino que había elegido.

Por supuesto, todos teníamos la espalda bien cubierta, de manera que, tras un deficiente mandato, seguiríamos ejerciendo una posición favorable para nuestra economía. Incluso yo mismo estaba bien situado junto a la directiva de una gran empresa con contactos internacionales.

Más tarde, llegaría una investigación por parte de la fiscalía del estado. Siempre me pregunté por qué no se hizo cuando estábamos en el gobierno, por qué esperaron a investigarnos cuando un nuevo gobierno estaría aprovechándose de nuevo de los ciudadanos. En cualquier caso, me preparé para hacer frente a lo que estaba por llegar.

Gracias a mis conocimientos, logré evitar gran parte de las turbiedades de las que se me acusaba, no obstante, fui condenado a cárcel por algunos delitos menores. Algo que me hizo observar más de cerca el mal funcionamiento de la ley.

De dos años que fui condenado, sólo hizo falta un mes para ser absuelto. Es más, ni siquiera tenía la sensación de que alguien que hubiese pasado más años allí, hubiese tenido el más mínimo arrepentimiento. Pero, ¿cómo iban a arrepentirse si en aquel lugar trataban a la gente como a reyes? ¿En una cárcel? No. ¿En aquella cárcel? Sí. Porque la cárcel a la que fui yo estaba hecha para gente con dinero, gente que se había ganado el respeto de “los que importaban”. Un lugar muy diferente de aquel en el que tenían que sobrevivir personas que, en ocasiones, sólo habían sido acusadas de robar algo para poder llevárselo a la boca.

Cuando volví, mi puesto de trabajo me recibió como si nada hubiese sucedido. Debido a que sólo había sido acusado de “minucias”, mi vida no se había visto prácticamente afectada. Sin embargo, fuera de allí, querido lector, sabía que la gente me estaría insultando y abucheando, porque tenían razón, y ese derecho.

Más tarde decidí casarme. Si te soy sincero ni siquiera la quería. No porque ella no fuese guapa, de hecho su belleza era envidiable incluso entre las mujeres de su edad; no por el hecho de que no fuese joven, ya que a su lado sólo era un vejestorio jugando a ser de nuevo un universitario; no porque no me tratase bien, ya que cuidaba de mí como si fuese un frágil jarrón que tuviese que ser limpiado a cada minuto. Querido lector, si no la quería era porque no podía amar a alguien que sabía que no me amaba a mí tampoco.

Si por algo me quería mi mujer era por mi estatus y mi dinero, por lo que era capaz de gastarme para complacerla pese a que ni siquiera podía sentir la alegría que puede sentir cualquier marido cuando le da a su mujer aquello que la hace feliz. Mi matrimonio era una farsa, pero ella quería lo que tenía, y yo, lo que me aportaba: mejorar mi apariencia de cara a los demás.

Poco a poco mi empresa subió escalafones tanto nacional como internacionalmente. Hizo falta el aplastar a otras más pequeñas y medianas para lograrlo, dejar a muchos en la calle y sumirlos en la más absoluta pobreza, sin embargo, sabía que me faltaba algo más, debía obtener una mayor influencia en los diversos países del mundo, y para ello sólo había dos formas que me ayudasen a llegar a tal fin.

La primera de ellas ya la llevaba poniendo en práctica desde hacía tiempo mediante la especulación en bolsa, comprando las acciones de otras empresas y vendiéndolas a un coste mayor pese a que dichas empresas se fuesen a pique; y la segunda fue la de absorber aquellas compañías que se dedicasen a la fabricación y venta de armas, ya que éste era un producto que, en un mundo lleno de guerras y homicidios, sería capaz de hacer dependientes a los demás.

El tiempo pasó. Muchos años se necesitaron para que la fase final de mi plan se cumpliese, e incluso si se compraban aquellas compañías, todavía se requería más tiempo para que los países depositasen toda su confianza en nosotros.

Te escribo, querido lector, desde mi cama, donde es lo único que puedo hacer. A día de hoy he conseguido que la mitad de este mundo dependa de mí para el uso de esas armas que tanto adora. Todavía queda camino por delante pero yo ya estoy demasiado cansado y por ello he de dejarle este papel a otra persona que, al igual que yo, no tenga miedo a quedarse solo en este mundo y ser el único que pretenda poner razón donde ya ha dejado de haberla.

Todavía guardo algunas fotos del pasado. De mi familia, de mis amigos, de ella, a la que siempre quise y con la que me hubiese gustado compartir el resto de mi vida. Fotos de recuerdos de aquellas cosas que tanto me hubiese gustado conservar para poder vivir una vida normal como la de cualquier otra persona, en lugar de que muchos deseen mi cabeza y más de una organización quiera desmantelar lo que he conseguido. Quizás, incluso tú seas parte de ellos.

A ti, querido lector, te hago herencia de todo lo que tengo, y para lo que espero estés dispuesto a sacrificar tu felicidad de forma que, un día, controles la decadencia y puedas cambiar el mundo.

No te aseguro que todo acabará cuando te conviertas en un adulto, o cuando llegues a viejo, o incluso cuando mueras. Puede que tengas que legar todo esto a alguien después de ti que continúe con la maldición hasta que algún día se cumpla nuestro deseo.

Querido lector, no tienes por qué creerme, pero al menos cree en ti mismo y en aquello de lo que eres capaz. Mi misión termina con la esperanza de que alguien la siga llevando a cabo.
Me alegra que, por lo menos en esta carta, y por una vez en muchísimo tiempo, pueda ser yo mismo y dejar de fingir.
Gracias por este momento. Por permitirme mi última voluntad. Gracias por leer mi carta hasta el final, querido lector.

Atentamente, un pequeño héroe.

viernes, 8 de abril de 2016

The Legacy of Emil Greenard: Capítulo 7

Al salir de la choza, Kai les indicó a Kareth y Sarah que entrasen de nuevo. Mientras tanto, en su cabeza, permanecía grabado el nombre de Jared, pese a no entender bien por qué verle le ayudaría a saber más sobre sí mismo.

 

Tras volver con los demás, descubrió que habían desenterrado una caja metálica de color gris y diseño plano.

-¿Ahí dentro se encuentra el arma? –preguntó, a lo que Quattuor respondió abriéndola y enseñando una daga de empuñadura dorada situada sobre un trozo de tela bien doblado. Su hoja era más larga que el de una corriente, por lo que también podría tratarse de una espada pequeña, y en el interior del metal podía observarse un diminuto espacio, recorriéndolo de arriba abajo, por cuyo centro pasaba un fino hilo hecho de un material desconocido.

-¿Creéis que por “incompleto” se refería a que este hueco tendría que estar tapado? –preguntó Ivel.

-O eso, o relleno de algo –sugirió Miruru.

-En cualquier caso, si no está acabada, ¿qué podemos hacer con ella? –preguntó, esta vez, Kai.

-Podríamos dársela a Normand. Quizás él sepa qué hacer –propuso Quattuor.

-Aun siendo él, sin los diseños, no sé yo si será capaz.

-A primera vista, no parece que estén aquí –comentó Miruru- ¿Podrían estar debajo de la tela?

 

Cuando Quattuor levantó el trozo de tejido, encontraron una serie de documentos con dibujos e indicaciones grabados, relacionados con el objeto. Pese a lo arrugados que estaban, eran perfectamente legibles.

-¡Bingo! –se alegró Kai.

 

Dentro de la choza, Kareth y Sarah abandonaron la habitación donde descansaba Eigar. Ambos tenían expresiones tristes aunque, al mismo tiempo, se sentían contentos por lo que el hombre les acababa de revelar.

-Oye, Eigar –dijo el chico, girándose para mirarle-, ¿por qué no vienes con nosotros? Podríamos cargar contigo. No es ningún problema.

-No hace falta, chico. Yo ya he hecho lo que tenía que hacer, y me alegro de haber tenido la oportunidad de hacerlo. Si hay un sitio en el que quiero descansar, es éste. Idos y no miréis atrás. Vosotros sois quienes crearéis un nuevo futuro –respondió el hombre, con una sonrisa en los labios, tras lo que cerró sus ojos y se limitó a descansar. Al mismo tiempo, los dos hermanos se despidieron de él con un gesto de cabeza y se marcharon.

 

Una vez reunidos todos y después de un último vistazo al hogar de Eigar, el grupo, guiados por Ivel, se dirigió a la salida del oasis. Quattuor era el encargado de transportar los cristales que habían recolectado, mientras que Kai había sido el elegido para llevar la caja que contenía la daga y los documentos con sus diseños.

-¿Sigues teniendo el silbato que te dio tu maestro? –preguntó Miruru al nigromante.

-No. No podía llevármelo y dejar a mi maestro indefenso, pero no te preocupes, ahora que estamos todos juntos y tenemos a Ivel, el camino de vuelta será más fácil.

-Eso espero.

-Pareces preocupada, Ivel –señaló Kareth, caminando a su lado.

-¿Eh? ¡Ah! Lo siento. Es que, después de toda esa historia que ha contado... No sé, me siento fuera de lugar.

-Te entiendo. Pero créeme, es mejor así. Como líder de los nómadas, creo que tienes cosas más importantes para ti en las que pensar. Déjanos ese trabajo a nosotros.

-Supongo que tienes razón, aunque, teniendo en cuenta que Tribus también está metida en eso, no creo que esté tan desvinculada como pueda parecer.

-Con más motivo entonces. No creo que quieras acabar enfrentándote a ella.

Ante aquella respuesta, la nómada se quedó mirándolo fijamente. Si alguien la hubiese observado detenidamente, habría notado un leve brillo en sus ojos.

-Ése no es el único motivo que me vincula a eso, ¿sabes? –susurró para que el chico no le oyese.

 

El camino de vuelta acabó siendo más seguro que el de ida y, pese a que no se libraron de luchar contra algunas bestias, lograron mantenerse todos juntos.

 

Finalmente, salieron del oasis y llegaron a los yermos, donde encontraron una multitud de tiendas de campaña y personas a su alrededor. También divisaron seres con dos colas y cabeza de lobo, organizados en grupos, y que se mantenían cerca del campamento mientras devoraban trozos de carne cruda.

-¿Ese es...? –dijo Kareth, al ver un individuo con dos pares de alas a su espalda- ¡Jaryl! –exclamó, llamando la atención del chico, quien se giró hacia él y se sorprendió de  encontrárselo.

-¡¿Kareth?! ¡Qué sorpresa! –contestó Jaryl, corriendo hacia el grupo y abrazando a su amigo- ¡Me alegra verte de vuelta a ti también, Ivel! ¡Pero, ¿por qué vienen contigo?! ¡¿Y quiénes son los demás?!

-Cálmate, Jaryl. Los encontré en el oasis. Y, después de algunos sucesos, he acabado guiándoles hasta aquí.

-Ya veo. ¡Pues esto hay que celebrarlo! ¡Tenéis que ponerme al día de todo lo que habéis estado haciendo! –exclamó el chico desplazando la mirada de un hermano a otro.

-Todo a su tiempo –lo detuvo Ivel-. De momento, reúne al resto, tengo que informarles de lo que he visto en el oasis.

-De acuerdo, jefa.

-Y no me llames así.

Finalmente, y tras esbozar una sonrisa burlona, el nómada se marchó a llamar al resto de sus congéneres.

 

Tiempo después, estaban todos reunidos alrededor de Ivel, quien les contó lo que había visto, omitiendo la parte relacionada con la choza de Eigar.

-...creo lo mejor será que busquemos otro sitio donde reabastecernos –sugirió la joven pelirroja.

-Pero quedan pocos recursos y puede que tardemos en encontrar otro oasis donde conseguirlos –comentó uno de los nómadas, provocando el murmullo del resto.

-Tienes razón, pero es demasiado peligroso. No sólo hay bestias, sino también plantas carnívoras. Si pudiésemos permanecer todo el tiempo a las afueras no habría problema, pero, por desgracia, el agua está en las zonas más profundas del oasis, y no quiero ponernos en peligro –explicó la chica ante la admiración de Kareth, que la consideraba una gran líder de quien tenía mucho que aprender- Lo que propongo es racionar nuestros recursos y seguir hacia el oeste. Normalmente, cerca de un oasis suele haber uno o dos más en un radio de 200 kilómetros. Con suerte, encontraremos alguno. Y, en caso de que no, iremos a uno de los pueblos situado a las afueras de los territorios de la facción. Si negociamos con ellos, quizás logremos reabastecernos.

-No estoy de acuerdo. Es arriesgado con los recursos que tenemos. Además, la situación de los pueblos no siempre es buena. Tendríamos suerte si encontrásemos uno lo suficientemente abastecido como para poder negociar –objetó otro de los nómadas

-Creo que es mucho más arriesgado entrar en ese oasis. Hasta mis amigos y yo lo hemos tenido difícil ahí dentro. No es para tomárselo a la ligera.

 

Pese a los argumentos de cada uno, la discusión continuó durante un buen rato sin que se llegase a un acuerdo.

-Visto que hay quienes están a favor y quienes están en contra, lo mejor será hacer una votación.

-¡Perdón! –intervino Kareth, levantando la mano y sorprendiendo al resto- Puede que me meta donde no me llaman, pero, ¿podría proponer yo algo?

-¿Kareth? –se extraño Ivel.

-¿Por qué no venís con nosotros? Formamos parte de los Rebeldes y nos asentamos en una villa a pocos días de aquí. Tenemos recursos suficientes para compartir, sobre todo desde que nos aliamos con la facción y la unión. Estoy seguro de que a su líder no le importará negociar con vosotros.

 

Sin saber qué responder, la guía de los nómadas se mantuvo en silencio unos segundos, desplazando la vista entre su gente y el chico.

-¿Estás seguro de que el líder de los Rebeldes aceptará? –preguntó.

-Os doy mi palabra –aseguró Kareth, la mirada fija en la joven pelirroja, quien asintió y volvió a dirigirse a los suyos.

-¡Votos a favor de la propuesta de Kareth!

 

La primera mano en levantarse fue la de Jaryl, en cuyo rostro podía verse reflejado el orgullo por su amigo. Poco después, y a su lado, otra mano, la cual pertenecía a Will, hizo lo mismo. Y así, poco a poco, más se unieron a ellos dos, incluyendo a la propia Ivel, dándole así la victoria.

-Muy bien. Partiremos mañana –sentenció Ivel, extendiendo su mano hacia Kareth- Esta vez serás tú quien nos guíe.

-Por supuesto –respondió él, estrechándola.

 

De noche, los recién llegados fueron invitados a una pequeña celebración en su honor. Sentados cerca de una hoguera, algunos del grupo de Kareth conversaban alegremente con los nómadas.

-Puede que te hayas precipitado –comentó Kai.

-Tienes razón, pero quería ayudarles –contestó Kareth.

-Lo sé. En fin, yo tampoco creo que Razer se lo tome mal. Además, he oído que son muy fuertes.

-¡Y que lo digas! ¡Sobre todo Ivel! ¡En lo que a fuerza y agilidad respecta, no tiene rival!

-Vaya, la tienes en un pedestal. ¿Debería contárselo a Nara? –bromeó Miruru, con una sonrisa maliciosa.

-¡Sólo es admiración! ¡No pienses mal! ¡Para mí no hay nadie mejor que Nara!

-Quizás tú lo tengas claro, pero ¿sabes lo que piensa Ivel? Puede que ella sienta algo por ti.

-¡¿Qué?! ¡Para nada! –replicó Kareth, negando con la cabeza.

-Ya, ya. Pues a mí, mi intuición me dice otra cosa.

-Déjalo tranquilo, Miruru –intervino Kai, intentando echarle una mano a su amigo.

-Jo, mira que sois aburridos...

 

Mientras tanto, cerca de allí, Sarah charlaba con Hina, quien, junto con otros niños, la llevaba de la mano.

-Esto es un golpe de aire fresco para todos –comentó Kareth, bebiendo de un vaso metálico-. Después de lo que nos contó Eigar, aquí sentados, es como si estuviésemos en otro mundo.

-Por cierto, ¿dónde está Quattuor? –preguntó Miruru.

-Ha ido al oasis junto con algunos nómadas. Quería recuperar el vehículo de Normand –explicó Kai- Como lo dejó en las afueras, no creo que les cueste mucho llegar hasta él.

-Siendo Quattuor, aunque lo hubiese dejado en lo más profundo del bosque, no pasaría nada –señaló Kareth, con una sonrisa irónica.

 

Tiempo después, en otra zona del campamento, Ivel se encontraba pensativa, observando a sus congéneres mientras bebía.

-Eh –la llamó Kareth, tocando su hombro poco antes de sentarse a su lado-, pareces distraída.

-Estoy pensando en qué haremos a partir de mañana –contestó ella.

-¡¿En serio?! Qué disciplinada. Deberías relajarte un poco. Al menos esta noche.

-Creía que eras tú quien decía que sólo tenía que preocuparme por los míos. Y aun así, vas y te entrometes en nuestras decisiones –le soltó ella.

-Supongo que, en parte, tienes razón.

-De todas formas, gracias. Nos has hecho un gran favor.

-¡¿Estás de broma?! ¡Soy yo quien debería daros las gracias! ¡Nos salvasteis a Sarah y a mí! ¡Por no hablar de lo que ha pasado en ese oasis! ¡Si no fuese por vosotros, no estaríamos aquí!

-Te olvidas de cuando mi padre os vendió a los “Geads”.

-¡Bah, cosas del pasado! –replicó el chico, haciéndola reír.

-¿Sabes? Me cuesta mucho confiar en los demás.

-Dímelo a mí. Recuerdo cuando me vigilabas como a un preso.

-Sí, pero al final decidí a confiar en ti. Y me alegro de haberlo hecho –confesó la nómada, levantando la mirada y acercándose a él con timidez.

-Oye, Kareth, yo... –comenzó a decir.

 

Justo entonces, se escucharon pisadas cerca de ellos, lo que les hizo alzar la guardia, sorprendidos.

-¡Hola, Kareth! –exclamó Argo, quien apareció con algo de comida y bebida en sus manos.

 

Desde su punto de vista, al nómada se le veía más deteriorado, como si la vejez le hubiese llegado antes de tiempo.

-¡Hacía tiempo que no nos veíamos, Argo!

-Han pasado algunas cosas desde entonces. Como puedes ver, he dejado de ser quien era –comentó mientras miraba a su hija-. Ahora hay alguien de mayor confianza en el cargo.

-Y que lo digas –rieron ambos, haciendo que Ivel se sonrojase.

-Oye, quería disculparme de nuevo por lo que pasó. Sé que por más que lo haga, no cambiará nada, pero aun así, tenía que decirlo.

-Como le he dicho antes a Ivel: son cosas del pasado. Estamos todos vivos, y eso es lo que cuenta –contestó el joven, con una sonrisa- ¡Ah, cierto! Ivel ¿qué ibas a decirme? –preguntó, recordando su conversación con ella antes de que les interrumpiesen.

-¡¿Eh?! ¡Ah! ¡Nada! ¡No era nada! –dijo la nómada, poniéndose nerviosa.

-¡¿Eh?! ¡Vamos, dímelo! ¡Ahora tengo curiosidad!

-¡Olvídalo! ¡No era nada, de verdad!

-Pues parecía importante...

-¡C-cállate!

-¡Kareth! –dijo, de repente, la voz de Jaryl, saliendo de la nada para coger al chico del brazo.

-¡Uah! ¡¿Qué ocurre?!

-¡Todavía no nos has contado nada de lo que has estado haciendo hasta hoy! –se quejó- ¡Vamos! ¡Ven! ¡Will también está esperando!

-¡Vale, pero no estires! –replicó Kareth, quien se vio forzado a marcharse con él.

 

Al verle irse, Ivel suspiró aliviada, poniendo una mano sobre su pecho para intentar calmarse.

-He venido en mal momento, ¿eh? –indicó Argo, entregándole a su hija la bebida y comida que había traído.

-¡¿Qué insinúas?! –preguntó ella.

-¡Ivel! –la llamó Jaryl, desde la distancia, haciéndole un gesto para que viniese con ellos.

 

Después de mirar a su padre, quien asintió, permitiéndola marcharse, corrió con los demás. El hombre, por su parte, se quedó observándola, sintiendo como si poco a poco se fuese alejando de él. Y aunque una parte de él se lamentó por ello, otra se sintió orgullosa.

 

-Ya he terminado –declaró Tribus mientras dejaba un bisturí sobre una bandeja metálica-. Menos mal que le hemos administrado Radiar. De lo contrario, habría sido imposible cortar tus tejidos –continuó, volviendo la vista hacia quien se encontraba acostado sobre la mesa de quirófano.

-Con esto, ya he completado el siguiente paso –dijo Detz, levantándose de allí y vistiéndose el torso para tapar así la multitud de vendas que lo rodeaban.

-Ten cuidado. Incluso con tu regeneración, te llevará unos minutos volver a la normalidad. Por cierto, ¿puedo preguntar para qué es lo que es eso? –preguntó ella, a lo que el hombre respondió con una sonrisa, alargando sus manos para acariciar sus mejillas.

-¿Confías en mí? –le dijo, con voz seductora, logrando que ella ladease tímidamente la cabeza y asintiese.

-Entonces no necesitas saber más –contestó Detz- Por cierto, necesito que vuelvas a Genese. Hay que ultimar los preparativos para el advenimiento de Gaia.

-¿Aunque no tengamos todo lo necesario?

-No te preocupes. Una vez se produzca la reunión entre las tres potencias, lo habremos conseguido todo.

 

Dicho aquello, Detz abandonó la sala, encontrándose con Unum, apostado en una pared cercana.

-¿Cómo va todo? –preguntó Detz.

 -Listo –contestó el chico.

-Estupendo. Ya os avisaré cuando llegue la hora –dijo, tras lo cual también desapareció de su vista.

 

Momentos después, Tribus también salió del quirófano.

-Hay que ver. Hace contigo lo que quiere, ¿eh? –se burló Unum, esbozando una sonrisa.

-Cállate –contestó Tribus, haciendo pucheros-. No hay nada que pueda hacer.

-¡Ugh! Estas cosas me dan ganas de vomitar. Mejor me voy, antes de que me lo pegues.

-Eso sería imposible. Tú no tienes corazón.

-Lo sé. Por eso esta misión está hecha para mí –afirmó Unum, cuya expresión se volvió diabólica-. Me encargaré de que Kareth y sus estúpidos amiguitos conozcan la desesperación.