viernes, 29 de enero de 2016

The Legacy of Emil Greenard: Capítulo 3

-¡Ugh! –se quejó Sarah, tras levantarse rodeada de árboles de tronco alargado y fino, de cuya copa, hojas gruesas descendían hasta tocar suelo.

 

Desde su posición, no vio a nadie más, recordando haberse separado después de ser atacados por las bestias del oasis.

-Se me acumula el trabajo –murmuró, resoplando, mientras echaba un vistazo a su alrededor, con el fin de orientarse.

 

Entonces, notó una presencia cercana, lo que la hizo agarrar dos flechas y apuntar a su origen.

 

Sin embargo, no encontró nada. Y, en su lugar, sintió una caricia recorriendo su espina dorsal, provocándole un escalofrío por el que acabó sobresaltándose y disparando ambas flechas sin querer, las cuales se perdieron en la lejanía.

-¡Uaaaaah! –gritó ella.

-Qué reacción tan interesante –contestó la voz de un hombre que, al darse la vuelta, vio que se trataba de Quattuor, quien la observaba con una maliciosa sonrisa.

-¡¿A-a qué ha venido eso?! –se quejó la joven mientras golpeaba el hombro del descendiente, arrepintiéndose poco después, ya que era como golpear un pilar de hierro.

-Era una broma.

-¡Tú y tus bromas! –respondió mientras se acariciaba la mano-. ¿Estás tú solo?

-Me temo que sí. No hay señal del resto.

-Aaah... –suspiró la chica, mirándolo con decepción.

-¿Y esa mirada? –preguntó el hombre, levantando una ceja.

-Que tengas que ser tú a quien haya encontrado...

-¡Je! Admítelo, en el fondo te alegras de verme.

-Lo que tú digas –respondió Sarah, dándole la espalda y emprendiendo camino-. ¿Alguna idea de dónde ir?

-Con todos estos árboles, es difícil decidir. Por el momento, sigamos adelante, a ver qué nos encontramos.

 

-¡Es increíble! ¡La primera vez que nos vemos en mucho tiempo y tiene que ser de esta forma! –se quejó Ivel.

-Yo no tengo la culpa.

-¡No te la estoy echando!

-Cualquiera lo diría.

 

Ambos estaban de espaldas el uno al otro mientras ella, ya vestida, esperaba a que Kareth se cubriese, por lo menos, la parte de abajo.

-¡Más importante, ¿qué demonios era esa forma?! ¡¿Desde cuándo puedes transformarte en eso?! ¡¿Y a qué has venido aquí?!

-¡Vale! ¡Tranquila! ¡Ahora te explico! ¡Ten paciencia, por favor! –dijo el chico, apresurándose por acabar de taparse con un trozo grande de cuero marrón que le había dado Ivel- Ya puedes darte la vuelta, si quieres –indicó, de manera que ella, todavía con algo de timidez, se encaró a él- Tenemos mucho de qué hablar, así que, ¿por qué no nos sentamos?

 

Le llevó bastante tiempo, pero, finalmente, acabó de contarle todo lo relacionado con el proyecto Gaia así como su papel, y el de sus compañeros, en la alianza entre la unión y la facción.

 

Aunque no tuvo motivos para esconder nada, obvió algunos detalles para no alargarlo más, centrándose sólo en lo más relevante.

 

-¿Te encuentras bien? –preguntó el chico, al observar la expresión confusa de su amiga, quien trataba de procesa toda aquella información.

-No sé qué decir. Es todo tan increíble que parece sacado de una leyenda. Quiero decir... lo de Tribus... no es que no te crea, pero hasta que no lo vea con mis propios ojos...

-Lo entiendo. La conoces desde hace mucho, y siempre os ha estado ayudado a ti y a los tuyos. De hecho, aunque seamos enemigos, es extraño, pero no siento rencor hacia ella. Aun así, no puedo dejar que se salgan con la suya.

-En cuanto al proyecto Gaia, que una organización así haya logrado engañar al mundo entero... sin duda, debe de tener mucha influencia.

-Hasta que no los detuvimos, controlaban a los líderes de las tres potencias mundiales a su antojo. Y si hablamos de “Comhairle”, es más de lo mismo.

-Lo sé, pero me resulta extraño.

-¿A qué te refieres?

-Igual soy yo, pero, durante una guerra, todos los bandos suelen ser bastante precavidos.

-Ahora que lo dices, el gobernador de la unión tenía dudas sobre Quinque, sin embargo no parece que ocurriese lo mismo con la facción o “Comhairle”. En cuanto al emperador, todavía no conocemos cuánto sabe, aunque Quattuor avisó de que sería difícil tratar con él –respondió Kareth, cruzándose de brazos- Es posible que Darker fuese la clave de esa influencia. Aun así, no era el único con poder dentro de “Comhairle”... –continuó, hablando para sí mismo.

-¿Kareth?

-Ah, no es nada. Estaba pensando en voz alta. En cualquier caso, ¿por qué estás aquí?

-Explorando el oasis.

-¿Explorando el oasis? –repitió el chico, confuso.

-Al ser nómadas, nos movemos de un lado a otro casi continuamente. Así que no es raro que busquemos oasis para reabastecernos, viviendo en ellos mientras tanto.

-Entonces, ¿Argo te mandó a que explorases este sitio?

-No, fue idea mía. Al fin y al cabo, ahora soy yo la guía de los nómadas.

-Espera, ¡¿entonces tú eres la jefa?!

-¡No soy jefa de nadie! Los nómadas no tenemos jefe, sino un guía. Nadie está por encima de nadie.

-Es verdad. Lo recuerdo. Perdona.

-N-no pasa nada –respondió Ivel, sonrojándose al no haber previsto aquella disculpa.

-¿Y qué hizo que tu padre dejase el cargo?

-¿Recuerdas lo que sucedió en Genese? Aquello le llevó a tomar esa decisión. Si bien es cierto que lo hizo por mí y por el resto de nómadas, considera que no actuó de manera ejemplar, así que decidió que yo estaba más capacitada para guiarles.

-¿Qué opinaron los demás?

-Bueno, todos esperaban que algún día le sucediese, así que no hubo queja. De hecho, hasta celebramos algo así como una fiesta de “despedida” para mi padre y de “bienvenida” para mí.

-¡Ja ja! Me imaginaba algo así. Entonces, ¿ellos te están esperando fuera?

-Sí

-Genial, cuando termine aquí me gustaría ver a Jaryl, Will y los demás.

-Seguro que también estarán encantados de volver a verte –sonrió ella-. Por cierto, has dicho que buscabas una planta, ¿no?

-Sí. Si no recuerdo mal, el tallo mide medio metro y es de color negro. Produce una especie de cristal, que es lo que necesitamos.

-¿Un cristal? Me suena haber visto algo así antes de descubrir este lago.

-¡¿En serio?! ¡¿Puedes llevarme hasta allí?! ¡Quizás también encontremos al resto del grupo!

-Claro.

-¡Muchas gracias, Ivel!

-N-no hay de qué –respondió ella, un poco abrumada por las palabras de agradecimiento- D-dicho esto –continuó mientras se incorporaba-, será mejor que nos demos prisa.

 

Nada más acabar la frase, se escuchó un extraño siseo, más fuerte que el de una serpiente común.

-¡Tenemos compañía! –indicó Ivel, echando mano de su lanza.

 

Al mismo tiempo, apareció una de las  criaturas que había atacado a Kareth y su grupo, aunque ésta era más grande que las anteriores.

-¡¿Es que crecen por segundo o qué?! –se quejó el chico.

 

Por su parte, Ivel se lanzó de frente contra ella, enarbolando su arma y atravesándola de parte a parte.

 

Se escuchó el fuerte chillido de la bestia que, lejos de caer, dirigió sus fauces hacia la joven, intentando devorarla mientra estaba ocupada sacando el arma, que se había quedado encajada en su cuerpo.

 

En ese momento apareció Kareth, golpeando su cabeza y dando el tiempo suficiente a la nómada para retirar su lanza y volver a una posición segura.

-Así que también puedes hacer eso –comentó Ivel, al observar el brazo transformado del chico- ¿No te duele? –preguntó, con expresión preocupada.

-No, aunque no acabo de acostumbrarme. Es como si el brazo no me perteneciese.

 

Mientras hablaban, más de esas serpientes formaron una línea frente a ellos.

-¡Maldita sea! –dijo Kareth, preparándose para enfrentarse a ellas.

 

-Éste parece un buen sitio –dijo Sarah, una vez llegaron a una zona donde las hojas de los árboles que había visto antes se extendían hasta formar una cúpula sobre dos colinas.

En medio de ellas, se podía observar una gran charca de agua aparentemente limpia.

 

Quattuor se acostó sobre la vegetación del suelo, con ambas manos en la nuca.

-Aaah... –suspiró, relajado.

-No estaría mal que me ayudases a buscar comida, ¿sabes? –le recriminó ella mientras se acercaba a él, lanzándole una mirada amonestadora.

-¿Por qué no te relajas tú también? Has dicho que vendría bien repensar nuestra estrategia de búsqueda, ¿no? Al fin y al cabo, no hemos hecho más que dar vuelas sin encontrar nada ni a nadie. Es la primera vez que damos con algo que no sean árboles y arbustos –se excusó, señalando la charca-. Incluso podrías darte un baño si quieres.

-¡Como si fuera a hacerlo estando tú cerca!

-Tú verás. Tan sólo te estoy aconsejando que te tomes tu tiempo. Un buen descanso también es importante. Si no, no serás capaz de apuntar como es debido. Además, no te preocupes tanto. Ellos estarán bien. No son unos debiluchos.

 

Molesta, Sarah desvió la mirada. Ese hombre siempre conseguía sacarla de sus casillas. Y aunque sabía que, en parte, tenía razón, el sólo hecho de tener que admitirlo la irritaba.

 

Así pues, decidida a ignorarlo, se llevó las manos al carcaj metálico, color blanco, que tenía a la espalda, lo desató y echó un vistazo al número de flechas que le quedaban, resoplando con preocupación.

-¿Has gastado demasiadas flechas? –preguntó Quattuor.

-Aun quedan bastantes, pero, al no haber podido recoger algunas, tendré problemas si hay un imprevisto.

-Deberías aprender a concentrar tu fuerza en cada disparo. Tus flechas serían más letales y gastarías menos.

-Me pregunto de quién me hizo gastar dos de ellas antes por querer gastarme una broma –comentó la chica, con sarcasmo.

-Prefiero no imaginarme qué hubiese pasado si hubiese sido un enemigo.

-¡Cállate! –replicó Sarah ante el contraataque de Quattuor, queriendo zanjar así el tema.

-Te enseñaré algo que ayudará a mejorar tu técnica –dijo el hombre mientras se levantaba.

-¿Eh?

-Coge tu arco y carcaj.

-No será otra broma para gastar más flechas, ¿verdad? –desconfió la chica, pese a hacer lo que le pedía.

-No. En lugar de eso, aprenderás cómo atacar a varios enemigos con una misma flecha.

 

Entonces, se colocó detrás de ella y esperó a que tomara posición. Una vez lo hubo hecho, le indicó con un gesto que apuntase a un tronco.

-La última vez, aprendiste a interaccionar con tu arma para incrementar su fuerza a través de la resonancia con el Radiar. De esa forma, pudiste hacer el Sword Target a través de ella.

-Sí. De hecho, pude utilizarlo contra el gobernador de la facción para destruir su Hydra.

-Bien. Visto entonces que ese principio lo manejas a la perfección, lo siguiente será interaccionar con puntos específicos del arma cuando vayas a disparar.

-¿Y eso es difícil de hacer?

-¿Por qué no lo pruebas?

 

Sin entender muy bien a qué se refería, la joven peliazul miró al frente y se concentró en su objetivo, manteniendo bien sujetos el arco y la flecha. Décimas de segundo después, disparó, provocando la caída del árbol al partirse el tronco en dos, no obstante, no consiguió que la flecha pasase de ahí, quedándose intacto el de detrás.

-¿Lo ves?

-¡Ugh! –dejó escapar ella, poniendo expresión de fastidio.

-Ahora deja que te ayude –se ofreció el hombre, quien situó una de sus manos sobre aquella con la que la joven sujetaba la cuerda del arco, y la otra, sobre la que sostenía la empuñadura. Esto provocó cierta incomodidad en Sarah, quien se esforzó por mantener las apariencias.

-Concéntrate en la cuerda y la punta de la flecha. Haz que el Radiar que recorre tu cuerpo interaccione con el de ellos.

 

Para concentrarse mejor, cerró los ojos e intentó aislarse de todo lo demás, incluido Quattuor. Pasaron varios segundos hasta que estuvo segura de cuándo disparar, momento en que los abrió de nuevo y dejó que la flecha se precipitase sobre el tronco de enfrente de manera que, en lugar de partirlo en dos, lo atravesó limpiamente por su centro, continuando un trayecto rectilíneo hasta el siguiente, y luego el siguiente, y así hasta que varios árboles fueron perforados en el mismo punto.

 

La chica no pudo evitar sonreír, girándose para ver la cara de orgullo de Quattuor.

-Practícalo hasta que seas capaz de hacerlo por ti misma. Y recuerda: a veces no importa el tiempo que tardes en disparar, siempre y cuando sea lo suficientemente certero –dijo el hombre, quien dio media vuelta y se internó en el bosque.

-¿A dónde vas? –preguntó la guerrera, confusa.

-A buscar algo de comida.

-¿Eh? ¿No dijiste que querías relajarte primero?

-He cambiado de opinión.

 

Viéndole marchar, pensó en lo poco que le entendía, y cómo su irritación hacia él era fruto de aquella despreocupación que lo caracterizaba.

 

En ese momento, la joven posó sus ojos sobre la charca, donde decidió meterse, después de asegurarse de que se había quedado sola, dejando su ropa en la orilla.

 

El agua tibia, la ayudó a relajarse, pese a tener un ojo avizor y las armas a mano, por si alguna de esas serpientes apareciese.

 

Mirando su propio cuerpo, se dio cuenta de que, pese a que nunca le había importado estar desnuda frente a otras personas, con Quattuor, su reacción había sido diferente.

 

“¿Pero qué me pasa?”, se preguntó, echándose agua a la cara, “Preocupándome por ese idiota...”.

 

En ese momento, escuchó un chapoteo detrás de ella, dando media vuelta mientras agarraba la espada ligera que solía usar como arma secundaria. Al ver a quién tenía delante, ésta se le cayó de las manos, poniéndose nerviosa.

-Otra vez mal. Si hubiese sido el enemigo, estarías muerta –dijo Quattuor, también desnudo y señalando la espada, hundida en la charca.

-¡¿Qué estás haciendo?! ¡¿No habías ido a buscar comida?! –gritó ella mientras intentaba taparse con las manos.

-Ya lo he hecho. Había pensado en tomarme un baño después de tanto esfuerzo –respondió él, haciéndole darse cuenta del tiempo que había pasado mientras había estado inmersa en sus pensamientos.

-¡Eso da igual, ¿no has visto que estoy yo?!

-Sí, y recuerdo que también dijiste que no te bañarías estando yo cerca.

-¡No tergiverses las cosas! ¡Siempre haces lo que quieres! ¡Como si la cosa no fuese contigo o tuvieses la razón en todo!

-¿Eso crees? –preguntó él mientras se acercaba poco a poco.

-¡No te acerques! ¡Pienso clavarte la espada si das un sólo paso más! ¡Te lo advierto! –amenazó mientras, rápidamente, recogía el arma.

 

Haciendo caso omiso, el descendiente continuó hasta que ella no pudo más e intentó hundirle el filo en su estómago.

-Demasiado lenta –dijo él, que, sin mucho esfuerzo, lo esquivó y se lo quitó otra vez de las manos, rodeándola después con sus brazos.

-¡Suéltame! –exclamó la joven, forcejeando, en vano, por liberarse-. ¡Sabes que soy capaz de borrar esa estúpida arrogancia de tu cara!

-Lo sé. Y por eso, no puedo dejarte escapar –sonrió el hombre, quien, ante la sorpresa de ella, la besó.

 

Con los ojos muy abiertos y todavía intentando liberarse, se observó un pequeño rastro de sangre cayendo desde los labios de Sarah. Ello provocado por un pequeño mordisco a la lengua de Quattuor, debido a una reacción de lucha. Sin embargo, ya fuese por la poca importancia que éste le dio, o por la posterior relajación de la chica, segundos después, ninguno de ellos se movió.

 

Conmocionada, lágrimas cayeron sobre las mejillas de la joven al separarse, cabizbaja.

-¿Por qué tenías que ser tú? –preguntó, con voz temblorosa, levantando la mirada hacia él antes de abrazarle y corresponderle con otro beso.

 

Pasó un tiempo tras el que ambos acabaron acostados sobre la vegetación de aquellas colinas.

 

Sarah dormía plácidamente, con la cabeza sobre el hombro del descendiente mientras éste observaba el colgante que le fue entregado años atrás.

 

Al terminar de divagar, decidió dejarlo junto a sus ropas.

 

-Esto es... –dudó un momento Kai, cuando Miruru y él encontraron una pequeña choza en mitad del oasis-. Sí, aquí es donde vive mi maestro.

jueves, 14 de enero de 2016

The Legacy of Emil Greenard: Capítulo 2

-Nunca has hablado de tu maestro. Recuerdo cuando lo mencionaste pero, más allá de eso... –comentó Miruru, una vez Kai y ella entraron en su habitación.

-Tampoco es que se haya sacado el tema –se excusó Kai.

-Bueno, ahora es tu oportunidad.

-Pues no hay mucho que contar. Al principio, sólo sabía invocar a Hel. Una vez llegué a ese oasis, y tras superar a las criaturas que vivían allí, le conocí. Entonces le pedí que me enseñase a invocar espíritus al igual que May. Quería hacer lo mismo que ella, para proteger a otros, tal y como hizo conmigo. Quería mantener viva esa voluntad.

-¿Antes de eso no podías invocar a May?

-No. May, ahora mismo, es algo así como los espíritus, aunque con una ligera excepción, y es que tiene forma visible –explicó Kai, sentándose en la cama.

-Entiendo, -prosiguió Miruru- ¿tienes ganas de volver a verle?

-Claro. No recuerdo haber acabado a malas con él. Puede que fuese duro conmigo, o incluso a veces discutiésemos, pero me enseñó mucho sobre mis habilidades y cómo sobrevivir por mí mismo. Le debo mucho –dijo el chico, dibujándose una sonrisa nostálgica en su rostro- Todo sea dicho, ni siquiera sé si los rumores se refieren a él, o si sigue vivo.

 

Al ver la actitud negativa del joven, Miruru comenzó a sentirse irritada, frunciendo el ceño y, acto seguido, lanzándose contra él hasta tumbarlo sobre el colchón.

-¡Por supuesto que está vivo! ¡Y estoy segura de que quiere volver a verte! –exclamó la chica ante la sorpresa de Kai.

-¡Ja ja ja! –rió el nigromante- ¡Por supuesto! ¡Tienes toda la razón! ¡Ese hombre no puede morir tan fácilmente! –contestó, poniendo una mano sobre la mejilla de la chica.

-Eso me gusta más –declaró la semidiosa, apoyando su frente contra la de Kai mientras su cola se movía de un lado a otro.

-¿Pretendes pillarme con la guardia baja?

-No siempre te voy a pedir permiso –dijo, provocativa, momento que fue aprovechado por él para hacerle cosquillas en los costados.

-¡¿Qué?! ¡No! –se quejó Miruru, intentando zafarse.

En ese momento, Kai tomó la iniciativa y la besó.

Ella intentó apartarse instintivamente, pero no tardó en relajarse y corresponderle.

-Eso no vale –indicó ella una vez se separaron, algo molesta.

-Me llevas muchas ganadas. Deja que ésta la gane yo –respondió él, sonriendo de manera que ella, alegremente, decidiese acomodar su cabeza sobre su pecho mientras la acariciaba suavemente, olvidándose durante unas horas del mundo que les rodeaba.

 

-¿Y esto? –preguntó Kareth al ver un extraño vehículo de cuatro ruedas esperándolos a la salida de la villa.

Tenía cuatro asientos. Los de detrás a mayor altura que los de delante, igual que sucedía con las ruedas. No tenía techo ni puertas, y al lado del volante se observaban varios botones de distintos colores. En cuanto a la carrocería, ésta era de color plateado y en ella se reflejaba un brillo metálico.

-Una pequeña ayuda para el viaje –dijo Normand-. Hemos utilizado este vehículo para movernos por los yermos y pensé que os serviría para llegar antes al oasis.

-Es genial, pero ¿alguien sabe conducirlo?

-Yo sé conducir motos pero nunca he probado con uno de éstos –respondió Kai.

-Yo me encargo –intervino Quattuor-. Aunque será mejor que me digas todo lo que deba saber. No me gustaría que uno de esos botoncitos cause alguna desgracia.

-Claro. Verás, funciona con batería eléctrica que se recarga mediante energía cinética, así que no tendréis problemas en caso de que se os agote. También tiene una función para compactarse y hacerse más pequeño, de forma que resulte más fácil esconderlo. Para ello, simplemente tienes que pulsar el botón rojo que se encuentra al lado del volante.

-¿Y el resto de botones?

-Armamento de defensa. No recomiendo pulsarlos a la ligera. Encima de cada uno de ellos aparece un dibujo con su función correspondiente, así que supongo que sabréis cuándo usar cada uno, en caso de que lo necesitéis.

-Este pequeño nos ha ayudado mucho durante nuestro viaje. Cuidadlo bien –añadió Remi.

-Descuida.

-No has sonado muy convincente, Quattuor –bromeó Sarah.

-Ya tenemos conductor. Aunque todavía está el problema de que sólo haya cuatro asientos. Si sois cinco, habrá que...

-¡Yo me siento encima de Kai! –interrumpió Miruru, levantando la mano, y dejando con la boca abierta a Normand, quien miró al resto de acompañantes, que se encogieron de hombros.

-Solucionado el problema –sentenció el científico.

 

Poco a poco, el grupo se fue instalando en sus respectivos asientos.

-Ten cuidado –dijo Nara mientras abrazaba a Kareth.

-No te preocupes. No tardaré –contestó el chico, tras lo que se encaró a Remi, con quien chocó los nudillos de su puño- No seas muy malo con ella.

-No puedo prometer nada –respondió su amigo-. Suerte.

 

Por otro lado, Quattuor observó los dibujos de los que había hablado Normand ante la escéptica mirada de Sarah, sentada en el asiento de al lado.

-Cualquiera diría que no te fías de mí –indicó el hombre, continuando con los indicadores, situados detrás del volante.

-Das la sensación de ser el típico conductor que acelera hasta acabar de frente contra una roca.

-Para tu información, en ninguna de las veces que he conducido me he chocado contra nada.

-Así que no niegas lo de acelerar.

-Le instalé un sistema de frenado automático en caso de que exceda cierto límite de velocidad –comentó Normand.

-Mierda... –se quejó Quattuor, entre susurros.

-¡¿A qué ha venido eso?! ¡Pensabas acelerar, ¿verdad?! –le recriminó Sarah.

-Lástima que no pueda ir con vosotros. Parece que va a ser divertido –rió Razer.

-¡Para nada! –replicó la chica de pelo azul.

 

-¿De verdad estás cómoda así? –preguntó Kai, con Miruru sobre sus piernas.

-¡Por supuesto! ¡Este es el mejor asiento del mundo! –respondió ella, animadamente.

-Desde que estáis juntos, te has vuelto muy cariñosa, Miruru –indicó Seph.

-Estoy con la persona que quiero y soy feliz por ello, ¿por qué no lo iba expresar?

-Oh, dios –dijo Kai, sonrojándose.

-¡Aprovecha, Kai! –dijo Drake- ¡Con el tiempo cambiará y...!

-¡¿Insinúas algo?! –interrumpió Seph, con una mirada asesina que asustó a los otros tres.

-No. Nada.

-Tened cuidado, ¿vale? –continuó Seph, con un tono de voz más calmado, esta vez dirigiéndose a Miruru y Kai.

-E-eso. M-mucha suerte. –añadió Drake, con voz temblorosa.

 

Habiéndose despedido de todos, Quattuor arrancó el vehículo.

-¡Nos vamos! –gritó el hombre, en un tono de voz impropio de él, mientras aceleraba, dejando atrás una masa de humo y polvo.

-¡Sabía que pasaría esto! –gritó Sarah mientras se alejaban.

-T-todo irá bien, ¿verdad? –preguntó Nara.

-E-eso creo –respondieron los demás.

 

-¿Dónde aprendiste a conducir? –preguntó Kareth, una vez en los territorios yermos.

-Fue antes de que el núcleo me cambiase. Hacía misiones para Yohei Gakko junto con un grupo con el que trabajaba. Por entonces, yo era quien conducía. Aunque es la primera vez que piloto algo así.

-¡Espera, ¿tú estuviste en Yohei Gakko?!

-Claro. Incluso antes de que vosotros nacierais. De hecho, estuve en la misma que vosotros.

-¿Cómo te llamabas en aquel entonces?

-Je, me reservaré esa historia para otra ocasión. Ahora no me apetece mucho hablar de ello.

-¡Aguafiestas! –se quejó Kareth.

-Entonces, ¿aprendiste a conducir en Yohei Gakko? –confirmó Sarah.

-Así es. Y aunque ha pasado bastante desde la última vez, parece que todavía me acuerdo de cómo se hacía.

 

Y así, al cabo de unos días, llegaron finalmente a su destino: el gran oasis donde debían encontrar el material que Sarah necesitaba para su arco, así como al maestro de Kai.

 

A las afueras, Quattuor detuvo el vehículo. Entonces, una vez hubieron bajado, pulsó el botó rojo, haciendo que cada uno de los componentes cambiase de forma hasta quedar todos compactados en un cubo con ruedas en cuatro de sus caras.

-Esto sí es aprovechar el espacio –se impresionó el hombre, cargando con el objeto.

-¿Dónde lo dejaremos? –preguntó Sarah.

-Detrás de algún arbusto.

-¿Crees que ahí estará seguro?

-Cuando entremos ahí, ése será el menor de nuestros problemas –sentenció Quattuor.

 

Buscando un buen sitio donde ocultar el vehículo, descubrieron un lugar donde la vegetación era más frondosa.

-Aquí servirá –dijo Quattuor mientras los demás comenzaban a explorar los alrededores.

 

En aquella zona, la flora era muy diversa, e incluso llegaba a impedirles ver el cielo.

-Creo que no me equivoco al decir que aquí era donde solía entrenar con mi maestro. Puede que hayan pasado los años, pero viví el suficiente tiempo en este oasis como para reconocerla –declaró Kai.

-Qué silencio –comentó Miruru.

-Que no te engañe. Cuanto más nos adentremos más ruido habrá.

-Sarah, ¿cómo es la planta que tenemos que buscar? –preguntó Kareth.

-Un momento –respondió la chica, sacando un papel con un dibujo, bastante detallado, de lo que tenían que buscar, incluyendo su nombre y una pequeña descripción.

-¡Oh, qué bien hecho! –se asombró Miruru.

-Se llama azraniela. Según dice aquí, cada noche escupe una especie de cristal transparente formado a partir de minerales y otros nutrientes que absorbe del suelo, y que le sirve para atraer animales y otras plantas para alimentarse. Su tallo mide medio metro aproximadamente y es de color negro.

-No parece difícil de encontrar –dijo Kareth.

-¡Y más teniendo en cuenta este dibujo! ¡En serio, deberíais verlo! –insistió la semidiosa.

 

En ese instante, se escuchó un ruido que alertó a todos, haciéndoles girarse hacia el origen. Por suerte, tan sólo se trataba de Quattuor.

-Ya he terminado de esconderlo.

-¿Qué ha sido ese ruido? –preguntó Sarah.

-He decidido dejar una señal para que sepamos donde está aparcado. Mira –dijo el hombre, señalando la marca de un puñetazo hecha sobre el tronco del árbol más cercano al cubo.

-Qué sutil –indicó Sarah mientras se llevaba una mano a la frente.

-¿Verdad?

-Me impresiona más que no haya echado abajo el árbol –apuntó Kareth.

-En fin, continuemos. Cuanto antes encontremos lo que hemos venido a buscar, antes nos iremos –sentenció Sarah.

 

Después de un buen rato moviéndose entre la extensa vegetación, llegaron a un claro donde el terreno dio un cambio, pasando de nuevo a arena y tierra infértil.

-Qué extraño –dijo Kareth.

-Y pese a ello, todavía no nos hemos topado con ninguna bestia –añadió Sarah.

-Llegados a este punto ya deberíamos haber sido atacados por una de esas criaturas –dijo Kai.

-Suenas como si quisieras que sucediese –replicó la chica de pelo azul.

-Quizá no nos consideren una amenaza –sugirió Miruru.

-¿Tú a éste no lo considerarías una amenaza? –bromeó Sarah, refiriéndose a Quattuor.

-Ahora que lo dices...

-Lo que pasa es que me tienen miedo –se burló el hombre, a lo que ellas contestaron mirándose con una sonrisa irónica en sus caras.

 

Poco después, se escuchó el sonido de algo moverse entre los arbustos.

-¡Ahí viene! –advirtió Kai, de manera que Sarah sacó su arco y apuntó a la vegetación, dispuesta a disparar.

 

Sin embargo, lo que apareció fue un pequeño animalito, parecido a un osezno, cubierto de un pelo suave y sedoso que sólo dejaba a la vista sus ojos y un hocico ligeramente achatado, con una nariz como la de los cerdos. Caminaba a cuatro patas y era de color marrón claro.

En cualquier caso, era todo menos intimidante.

-¡Qué mono! –dijo Miruru, acercándose a él

-¡Espera, Miruru! –exclamó Kai, justo cuando detrás del animalito aparecía una gran serpiente que, engulléndolo de un bocado, habría hecho lo mismo con la joven de no ser porque, de un movimiento de su mano derecha, consiguió quitársela de encima a tiempo.

 

A su vez, más de esas serpientes rodearon al equipo desde múltiples direcciones, saliendo una detrás de otra de entre la vegetación.

-¡¿Una emboscada?! –preguntó Quattuor.

-¡Si es así, son más inteligentes de lo que creía! –replicó Kareth.

-¡Ha faltado poco! –indicó Miruru, aliviada, mientras se unía al resto.

-¡Vigilad vuestras espaldas y mantened formación en círculo! ¡No os separéis! –ordenó Quattuor.

-¡Hechos! –confirmaron los demás.

 

En ese momento, uno de los reptiles se lanzó a por Sarah, quien, cogiendo dos flechas, disparó a sus ojos, introduciendo una tercera por su garganta justo cuando éste se encontraba gritando de dolor.

 

Al mismo tiempo, dos más se dispusieron a embestirla, siendo detenidas por sendos brazos de Quattuor, quien las golpeó contra el suelo.

 

Por otro lado, Miruru se enfrentaba una tras otra a cada una de las bestias que le atacaban, moviendo sus manos en la misma dirección donde las lanzaba, acabando asesinadas por las espadas eléctricas de End.

 

Cuando una de ellas logró evitar los movimientos de la semidiosa y abrió su boca para comérsela, se encontró con la armadura metálica del Inferno.

-¡Ni te atrevas! –dijo Kai, haciendo que una corriente eléctrica la chamuscase.

 

Finalmente, y cerrando la formación, Kareth se las veía con otras tres, agarrando la cabeza de dos de ellas con sus brazos transformados y clavando sus garras en ellas, tras lo cual fueron arrojadas hacia la restante. Pese a que esta última consiguió esquivarlas, se encontró con un puñetazo dirigido a su mandíbula, saliendo despedida hacia atrás hasta chocar con un árbol.

 

Pese a todos sus esfuerzos, no parecía haber fin. En cuanto se deshacían de una, surgían otras diez.

-¡¿Por qué no se acaban?! –se quejó Miruru.

-¡Mantened el ritmo! ¡Intentaré abrirnos paso! –exclamó Quattuor, quien, dando un salto, golpeó de una patada el suelo, levantando una ola de tierra que se abalanzó sobre las serpientes- ¡Ahora, Kareth! –ordenó, permitiendo que el joven, quien se transformó de cuerpo entero, sirviese de vehículo a los demás, quienes se agarraron a él mientras avanzaba, imparable, para sacarlos de allí.

 

Minutos después, Quattuor les siguió, quitándose de encima a toda serpiente que había sobrevivido a su ataque.

 

Fue así como lograron escapar de la emboscada. Aunque, por desgracia, no significó el fin de sus problemas, pues las serpientes les pisaban los talones.

-¡No sabías que ya podías controlar la transformación completa, Kar! – se sorprendió Sarah.

-¡No he estado entrenando durante todo este tiempo en vano! –contestó el chico.

-¡¿Adónde vamos?! –preguntó Miruru.

-¡No veo a Quattuor! ¡Creo que le hemos perdido! –señaló Kai.

 

De repente, por uno de los lados, apreció una manada de seres con forma de toros, pero más grandes y de cuernos más largos, los cuales embistieron a Kareth, que perdió el equilibrio e hizo que sus compañeros saliesen despedidos.

-¡Uaaah! –gritó el joven mientras era arrastrado por las criaturas.

-¡Kareth! –exclamó Sarah, perdiéndolo de vista.

-¡Soltadme! –se quejó el chico, enganchado a los cuernos de uno de los toros, levantando el brazo para golpearle en las cervicales, logrando soltarse debido al violento movimiento que hizo la bestia antes de desplomarse.

 

Aterrizando en superficie, rodó algunos metros hasta quedarse acostado boca arriba sobre un claro, todavía transformado en Eraser. Poco después, se incorporó, observando su alrededor una vez se hubo sentido más despejado.

 

Había ido a parar a una zona donde el verde de árboles y plantas era más oscuro. Esto debía de ser por el pequeño lago en el centro del claro, que se encargaba de nutrirlos.

-Genial... Ya nos hemos separado. Y encima me he perdido. Sólo espero que, por lo menos, estén bien –dijo para sí mismo.

 

En ese instante, divisó una figura humana en mitad del agua de cuya espalda sobresalía un bulto que no terminó de definir qué era. Aparentemente, se estaba lavando.

-¿Quién es? –se preguntó mientras trataba de acercarse para ver mejor.

 

Bastó el mínimo sonido para que aquella figura se girara y, en décimas de segundo, corriese hacia la orilla, donde cogió un objeto que lanzó contra él, pasándole cerca la mejilla.

 

“¿Un cuchillo?”, pensó en el poco tiempo que tuvo hasta que una chica desnuda y que manejaba una lanza con un tercer brazo a su espalda, se acercase a él dispuesta a atravesarle el pecho

-¡Espera! ¡Espera! –gritó el chico, a la desesperada.

Atónita, la joven pelirroja se detuvo, frunciendo el ceño.

-¡¿Puedes hablar?! –preguntó.

-¡Por supuesto que puedo! ¡Yo...! –replicó Kareth, sin entender la pregunta, hasta que se dio cuenta de que seguía transformado- ¡Un momento! – pidió, volviendo poco a poco a su forma humana, dejando aún más sorprendida a la joven, quien lo reconoció.

-¿K-Kareth? –dijo ella.

-Me alegro de volver a verte, Ivel.

-¡Eres tú de verdad! –se alegró la joven, abrazándolo.

 

Pasaron unos segundos hasta que ambos se dieron cuenta de que ninguno llevaba ropa, separándose el uno del otro, algo incómodos.

-S-será mejor que busque algo con lo que taparme –dijo Kareth, quien, pese a lo raro de aquel reencuentro, también se alegraba de volver a ver a su amiga.

viernes, 1 de enero de 2016

The Legacy of Emil Greenard: Capítulo 1

-¡Hah! -gritó Kareth mientras se lanzaba contra una de las bestias que los perseguían, haciendo chocar su arma contra sus colmillos y saliendo despedido hacia atrás en el proceso, acabado por los suelos, cubierto de tierra y vegetación.

-¡Ugh! –se quejó, incorporándose-. Si las armas no les hacen efecto, tendré que utilizar otros... ¡Uah!

Sin dejarle terminar la frase, otra de aquellas bestias le atacó por el costado, obligándole a saltar a fin de evadir sus enormes fauces.

 

Entonces, el reflejo de un filo se observó justo sobre la cabeza del monstruo, aterrizando en su centro una lanza.

-¡Gracias, Ivel! –agradeció Kareth, con una sonrisa, a la joven chica pelirroja y con un tercer brazo a su espalda, quien lo miró de reojo. Su expresión parecía la de una profesora regañando a su alumno.

-¡Deja los agradecimientos para luego y larguémonos de aquí! –sugirió ella, echando a correr ante la inminente llegada de más bestias.

 

Asintiendo, el joven la siguió, introduciéndose más y más en aquel gran oasis.

 

Días antes

 

Se escuchó el sonido de varios disparos en el área de entrenamiento. Allí, Remi intentaba dar caza a Kareth, quien, con sus piernas transformadas, esquivaba cada uno de sus tiros.

 

A una distancia prudente, Quattuor y Sarah les observaban mientras ella movía sus labios de vez en cundo, como pronunciando las palabras mágicas de un hechizo.

 

En ese momento, uno de los disparos consiguió alcanzar a Kareth, que acabó rodando por el suelo, llenándose la ropa de arena.

-¿Cuántos, Sarah? –preguntó Quattuor sin dejar de observar a los dos combatientes.

-Cincuenta y dos disparos evadidos. Alcanzado en el cincuenta y tres –contestó la chica.

-Mejor marca que la de ayer, pero sigues sin ser lo suficientemente rápido como para enfrentarse a Detz.

-¡¿Lo intentamos de nuevo?! –preguntó Kareth, espolsándose la arena que llevaba encima.

-No. Dejémoslo estar por hoy –contestó el hombre, disponiéndose a volver a la villa cuando, de repente, se quedó unos instantes pensativo, con la mirada puesta en el chico- Me pregunto si esa transformación... -murmuró

-¿Eh? ¿Has dicho algo? –preguntó Sarah.

-No. No es nada...

 

Mientras tanto, Remi ayudó a su amigo a levantarse.

-¿Qué opinas, Remi?

-¿Dices sobre tu habilidad en combate? –contestó el chico, devolviéndole la pregunta. A lo que Kareth asintió.

-Creo que has mejorado mucho durante este mes. Aun así, no sé, tengo la sensación de que no has desarrollado todo tu potencial.

-Ya veo. Yo pienso lo mismo –se lamentó el joven.

 

Hacía aproximadamente un mes desde que volviesen de los territorios de la facción. Durante ese tiempo, las relaciones entre ésta y la unión habían mejorado pese existir todavía algunas diferencias entre ellas.

 

La intervención de Alder había ayudado a incrementar los recursos de la facción que, al haber dejado las armas, podía centrarse en cumplir las necesidades de los ciudadanos, pactadas gracias en parte a Razer, y mejorar así sus condiciones de vida.

 

Por otro lado, los gobernadores de ambas regiones habían contactado con el emperador para comunicarle su renuncia a la guerra y determinar un día para pactar las condiciones de su final. O lo que era lo mismo, contarle sobre la aparición de un enemigo común.

 

Por suerte, el emperador no se había opuesto a dicha reunión.

-Hay un par de cosas que no me da buenas vibraciones –declaró Quattuor mientras volvían a la villa.

-¿A qué te refieres? –preguntó Sarah.

-Primero están los miembros del proyecto Gaia, a quienes seguro encontraremos en el imperio, o por lo menos a algunos de ellos. Y segundo, el emperador. Dada su personalidad, no sé si lograrán convencerle.

-Si no podemos convencerle con palabras, no nos quedará más remedio que usar la fuerza –respondió Kareth, haciendo que los demás le mirasen.

-Te has vuelto más agresivo, chico. Aunque no me parece mal –respondió Quattuor, sonriendo-. Pero sí. Debemos estar preparados para todo. Y es precisamente por eso que dudo. Porque es imposible estarlo.

 

En ese momento, divisaron la figura de alguien corriendo hacia ellos. Se trataba de Drake, quien se detuvo frente al grupo, arqueando su espalda y poniendo las manos sobre sus rodillas, intentando recuperar el aliento.

-¡Kareth! –consiguió decir después de unos segundos.

-¡¿Qué pasa, Drake?! –preguntó el chico, preocupado.

-Es Nara.

-¡¿Le ha pasado algo?!

-No. Ella se encuentra bien, pero será mejor que vengas.

 

Mirándose los unos a los otros, los cuatro corrieron en la dirección de la que había venido Drake, quien, agotado, se quedó rezagado.

-¡Esperadme! –gritó con el poco aliento que le quedaba- ¿¡No podríamos usar un sistema de comunicación más moderno o algo!?

 

Cuando llegaron, se encontraron a Kai frente a una puerta cerrada, apoyada su espalda contra la pared de enfrente, y de brazos cruzados.

-¡Kai! –exclamó Kareth al verlo, haciendo que el nigromante se incorporase.

-Por fin habéis venido.

-¡En cuanto Drake nos ha avisado! ¡¿Qué ha pasado?!

-No lo sabemos todavía. Estaba tan tranquila cuando, de repente, le han entrado nauseas y ha tenido que marcharse corriendo. Ahora mismo Seph y Miruru están con ella –explicó Kai, señalando la puerta.

-¡Voy a entrar! –dijo Kareth, con decisión, y dispuesto a abrirla.

-¡Eh! ¡Eh! ¡Eh! ¡Espera! –exclamó el nigromante, deteniéndolo- Entiendo que estés preocupado, pero deja algo de tiempo hasta que se calme la situación.

-¡¿Cómo quieres que espere?! ¡¿Y si está así por lo que le hizo Detz?!

-Mira, sé cómo te sientes, pero ya te he dicho que Seph y Miruru están con ella. Si algo grave pasa, seguramente ellas...

 

En ese instante, la puerta se abrió de golpe, interrumpiendo al joven y a punto de golpear a ambos.

-¡Queréis callaros de una vez! –gritó Miruru, enfadada. Tras esto, echó un vistazo a todos los que estaban fuera de la habitación- Entrad todos. Sobre todo tú –dijo, señalando a Kareth, quien se mostró confuso y asustado.

 

Una vez dentro, vieron a Seph sentada al lado de Nara, quien parecía conmocionada pero, al mismo tiempo, con mejor aspecto del que habían dado a entender las circunstancias.

 

Al instante de verla, el guerrero se acercó a ella y la cogió de las manos.

-¡¿Cómo estás?! –preguntó.

-Bien. Aunque todavía no me lo termino de creer –contestó ella, provocando que el joven frunciese el ceño. Por otro lado, la expresión de Seph, quien sonreía de oreja a oreja, no ayudaba a aclarar la situación.

-Será mejor que se lo digas –indicó Miruru, agarrándose al brazo de Kai, inquieta, mientras Nara asentía y miraba a Kareth a los ojos, tragando aire antes de hablar.

-Estoy embarazada –dijo con seriedad, dejando a todos en silencio durante unos segundos.

-¡¿Qué?! –fue la reacción del grupo, salvo Seph y Miruru, quienes ya lo sabían; y Quattuor, a quien no pareció importarle.

 

Justo entonces apareció Drake, apoyándose en la puerta para evitar caerse del agotamiento.

-¿Me he perdido algo? –preguntó.

 

-Pero, ¡eso es genial! –exclamó Sarah, abrazando a su amiga-. ¡Enhorabuena!

-Gracias.

-¿Estás bien, Kareth? –preguntó Seph, quien agitaba su mano enfrente del joven.

-Se ha quedado de piedra –comentó Kai.

-Espera, ¡¿que Nara está embarazada?! –se sorprendió Drake.

-Descansa, Drake. Ahora te cuento –le dijo Seph, viendo lo retrasado que iba en aquella serie de acontecimientos.

 

Finalmente, le llegó el turno a Kareth, quien, lentamente, se señaló a sí mismo.

-¿Y yo soy el padre?

-¡¿Y quién si no pedazo de imbécil?! –replicó Miruru, golpeándole en la nuca.

-Voy a ser padre. Voy a ser padre -repitió el chico, todavía ensimismado.

-¿Kar? –preguntó Nara, quien empezaba a asustarse.

-¡Voy a ser padre! –exclamó, cogiendo en brazos a la chica y girando sobre sí mismo, eufórico- ¡Voy a ser padre! –continuó durante un tiempo hasta detenerse a observar la expresión de ella, quien le devolvió una bella sonrisa.

-Bueno, será mejor que les dejemos solos. Seguro que tendrán mucho de qué hablar –interrumpió Quattuor, saliendo de la habitación, seguido por el resto.

-¡¿Cuándo vamos a tener uno nosotros?! –preguntó Miruru, subiéndose a la espalda de Kai.

-¿Te gustaría intentarlo? –preguntó el chico, acomodándola, mientras sonreía maliciosamente.

-¡Por supuesto!

-Así que Nara va a tener un hijo –se quejó Drake mientras era arrastrado por Seph.

-¿Y eso qué tiene que ver contigo? –dijo Seph.

-Ya no podré ligar con ella.

-¡Ni ahora ni antes, imbécil! –exclamó la chica, golpeándole en las partes bajas y dejándole tirado en el suelo.

La última en salir fue Sarah, quien guiñó un ojo a la pareja antes de cerrar la puerta.

 

-¿Quién nos iba a decir que acabaríamos siendo padres? –dijo Nara, sentada sobre la cama, con la cabeza apoyada en el hombro de Kareth y una mano sobre su propio vientre.

-¿Y sabes cuando fue que...? –preguntó el chico, haciendo un gesto con la cabeza que ella entendió.

-No estoy segura, pero probablemente cuando regresamos a la villa, hace como un mes o así.

-¿Cuándo volvimos de los territorios del oeste?

-Sí –respondió ella, sonrojándose ligeramente.

-Vaya. Todo esto es tan extraño. Quiero decir que nunca me había planteado tener hijos, pero, cuando me lo has dicho, ha sido como si lo llevase esperando décadas.

-¡Ja ja! A mí me pasa lo mismo –dijo la joven alegremente, aunque, poco después, su expresión se ensombreció.

-¿Ocurre algo?

-Tengo miedo. Este mundo no está hecho para un bebé. Y nosotros tampoco somos padres normales –se sinceró mientras acariciaba la joya de su frente-. No puedo evitar angustiarme por cómo será el futuro.

-Entonces debemos cambiar este mundo. No, lo haremos. Acabaremos con esta guerra y crearemos un lugar donde nuestro bebé pueda vivir feliz y libre. Como sus padres, también lucharemos por él.

-Sí.

 

-Sarah.

La joven se giró al escuchar una voz diciendo su nombre. Frente a ella encontró a un hombre de avanzada edad subido a una máquina que utilizaba para desplazarse.

-¡Normand! Creía que estabas ayudando a Razer con el plan de reunión con el emperador.

-Y así era, pero parece que mi papel ha terminado. Al menos, de momento. Además, ese chico sabrá encargarse solo de los temas políticos. Quería hablar contigo sobre el arco que me pediste.

 

Al darse cuenta de que Sarah se había quedado atrás, el resto del grupo volvió sobre sus pasos y se unieron a ella en su conversación con el hombre, curiosos por lo que éste le estaba contando.

-He hecho inventario de los materiales que necesito y hay uno en concreto que, por desgracia, no es fácil de conseguir, ya que se obtiene a partir de una planta que crece en un gran oasis, a varios kilómetros al nordeste de aquí.

-¿Te refieres al que vimos durante nuestro viaje hacia aquí? –preguntó Seph.

-Ése mismo.

-Entonces sólo hay que ir, buscar esa planta, conseguir ese material y volver –declaró Miruru, contando cada punto con los dedos de sus manos.

-No es tan sencillo. En ese oasis viven criaturas con las que hay que llevar mucho cuidado. Además, la planta que debéis encontrar es difícil de diferenciar de otras que habitan allí, y existe un rumor bastante preocupante sobre esa zona.

-¿Un rumor? –preguntó la semidiosa.

-Sí. Gente que afirma que, en lo más profundo del oasis, hay un ermitaño que es capaz de controlar a esas criaturas y que, pese a su gran sabiduría y poder, no le gustan mucho los humanos, por lo que, quien intente llegar hasta él, sufrirá una muerte horrible.

-Qué mal rollo –declaró Miruru.

-Como he dicho antes, sólo es un rumor. Aunque es cierto que se hacer raro que haya tantas bestias vigilando el oasis.

-Mm...

-¿Qué ocurre, Kai? –preguntó Drake.

-Es que, según lo que has contado, tengo el presentimiento de que haber estado allí antes.

-¡¿En serio?! –se sorprendió Miruru.

-Sí, aunque tendría que comprobarlo en persona. Si se cumple mi presentimiento, creo que sé quién es la persona a la que se refieren los rumores.

-¿Y quién crees que es?

-Mi maestro.

-¡¿Tu maestro?! –exclamaron todos.

-Ya dije que fue un hombre que vivía en un oasis quien me enseñó a controlar a los espíritus.

-Espíritus... –intervino, esta vez, Quattuor.

-¿Ocurre algo, Quattuor?

-Hace un tiempo, te comenté que me sonaba haber visto ese poder tuyo, pero, cuando mencionaste lo de tu maestro, no caí. No existen muchas personas que sepan invocar los espíritus que tú utilizas. Tribus y Duobus, por ejemplo, invocan espíritus de guerreros y armas respectivamente, pero no son de la misma categoría.

-Así es –afirmó Kai-, los espíritus que yo invoco, los que también invocaba May, son de una categoría especial. Se diferencian por ser invisibles al ojo humano y servir como apoyo más que para el combate. Incluso pueden ser utilizados para el día a día, al contrario que los Infernos o los que has nombrado antes.

-Ahí quería llegar. Tan sólo recuerdo a tres personas que hayan hecho contrato con ese tipo de espíritus: una eres tú; otra es esa chica, May; y la tercera fue un hombre que participó en el proyecto Gaia junto a Detz, Darker y la pareja de científicos.

-¿Dices que mi maestro podría ser ese hombre?

-Es una hipótesis, pero, si estoy en lo cierto, ir a ese oasis podría servir para más que encontrar ese material.

 

Ante aquella revelación, el grupo se quedó en silencio, en parte confusos, pero también emocionados por aquel giro de acontecimientos.

-¡Entonces, decidido! –dijo Miruru- ¡Iremos allí, buscaremos esa planta, conseguiremos el material, buscaremos a ese hombre, conseguiremos información y volveremos!

-Algo me dice que no eres muy buena planeando estrategias, Miruru –señaló Seph.

-Antes de nada, tendremos que informar a Razer, Nara y Kareth. Luego decidiremos quiénes vamos –comentó Sarah.

 

Tras reunirse todos, incluido Razer, quien había logrado sacar algo de tiempo para ellos, hablaron sobre el oasis y el rumor del hombre que vivía allí.

-La fecha para reunirse con el emperador se ha fijado para dentro de tres semanas. Será mejor que el grupo que parta hacia el oasis no sea muy numeroso. Eso agilizará el viaje –propuso Razer.

-Tú deberías quedarte, Nara –sugirió Kareth, a lo que la chica quiso responder quejándose, pero fue interrumpida por Sarah

-Esta vez, estoy de acuerdo con Kareth. En tu estado, no puedes arriesgarte a un viaje así.

-¿En su estado? –preguntó Razer.

-¡Va a tener un bebé! –informó Miruru, felizmente, ante el desconcierto del líder de los Rebeldes.

-Lo que hay que oír. Desaparezco unos días y mira lo que me pierdo. Enhorabuena –celebró, sonriente.

-Gracias.

-Aunque, después de esto, he de ponerme del lado de Sarah y Kareth. Por mi parte, tengo que quedarme aquí, así que puedes ir tranquilo. Me encargaré de que reciba los mejores cuidados.

-No quiero que se me dé un trato especial –indicó Nara.

-Toda persona que viva en esta villa lo tendrá, sin excepciones –sentenció Razer.

-Nosotros también nos quedaremos –confirmó Remi, señalando también a Seph y Drake.

-Entonces decidido, irán Kareth, Kai, Miruru, Quattuor y Sarah. Buena suerte y tened cuidado.