lunes, 26 de septiembre de 2016

The Legacy of Emil Greenard: Capítulo 13

Donde deberían haber estado su pelvis y sus piernas, ahora yacía un charco de sangre que brotaba de la mitad superior de su cuerpo. No había rastro de del resto, pues había desaparecido en el vacío creado por Sextus.

-¡Alder! –gritó Ceron.

-¡Señor Alder! –le siguieron sus dos guardaespaldas.

-¡Ahora! –aprovechando que acababan de bajar la guardia, Naithan hizo una señal a sus súbditos para que se lanzasen sobre ellos, abrazándose fuertemente. El único que consiguió evitarlo a tiempo Razer, penetrando con su estoque el corazón del que había saltado en su dirección- ¡Espero que disfrutéis de los fuegos artificiales! –exclamó el emperador mientras pulsaba otro botón que, esta vez, hizo estallar a sus súbditos, levantando una nube de fuego y generando tal onda expansiva que, al impactar contra el líder de los Rebeldes, éste salió despedido hasta chocar de espaldas contra la pared.

 

La escena que se vio después parecía sacada de una pesadilla, con los cuerpos de Zein y Loan calcinados y sin vida, y Ceron inconsciente en el suelo, habiendo sobrevivido gracias a su armadura, ahora destrozada casi por completo.

-¿Cómo has sido capaz de hacer algo así? –preguntó Razer, dolorido e inmóvil, refiriéndose al sacrificio de sus súbditos.

-Tan sólo eran peones.  Sentir lástima por ellos sólo demuestra lo ingenuo que eres.

-Eres escoria...

-Qué irónico que digas eso en tu estado –se burló el emperador.

 

-¡Alder! ¡Alder! –exclamó Kai, acercándose a lo que quedaba de él e incorporándolo con una mano mientras con la otra, inútilmente, intentaba detener la hemorragia.

-Me he precipitado...

-¡Maldita sea!

-Cambia el mundo... –consiguió decir con un hilo de voz. Ya era un milagro que todavía le quedasen fuerzas para hablar-. Anna... siento no haber cumplido nuestra promesa...

 

Finalmente, su cuerpo dejó de funcionar, abandonando aquel mundo para no regresar.

-¡No! ¡Mierda! ¡Mierda! –gritó Kai, impotente.

-Yo que tú no perdería el tiempo –declaró Sextus, acercándose a él tras ayudar a Duobus, quien sujetaba fuertemente su núcleo a cierta distancia de los dos, a levantarse- Tú serás el siguiente.

-¡Aaaaaaaah! –exclamó una voz, de repente, al mismo tiempo que algo golpeaba el costado de Sextus, lanzándolo contra suelo.

-¡Esto de mantenerse en pie con una pierna es incomodísimo! –se quejó Quattuor, en el suelo tras el esfuerzo del golpe.

-¡Quattuor! –se sorprendió Kai al verle ponerse en pie únicamente con el apoyo de sus brazos y la pierna que le quedaba.

-Es la segunda vez que matas a alguien delante de mí, cabeza cebra. Ya va siendo hora de que barra el suelo contigo.

-Quattuor... siempre tan oportuno. –apuntó Sextus.

-Es una de mis muchas cualidades –se burló el hombre.

 

Por otro lado, Kareth seguía enfrentándose a Detz, y pese a que estaba en desventaja, lograba mantenerlo a raya, aunque el científico no parecía nervioso.

-Mírate. Estás cansado y lleno de magulladuras, pero aun así, sigues luchando. Admito que te has ganado mi respeto –le halagó, aunque por su tono de voz podía entreverse que no lo decía en serio.

 

Sin embargo, Kareth no le dio importancia, pues su principal objetivo era tenerlo ocupado para que no interfiriese en el resto de combates.

-Ugh... –se quejó Quinque, recuperándose tras el golpe del chico- No te lo creas tanto por haberme cogido desprevenida.

-Deja de quejarte y ayuda a Sextus –le ordenó Detz, mirándola de reojo-. Si matamos a Quattuor, habremos sentenciado esto.

 

En el rostro de ella se dibujó una mueca de desagrado al poner su mirada en Quattuor.

-Sin problemas –respondió.

-¡No te dejaré! –exclamó Kareth, corriendo hacia ella.

-¡Eh! ¡Eh! ¡Tu sitio está aquí conmigo! –señaló el científico, interponiéndose en su camino.

 

Mientras tanto, Naithan se encaminó hacia Razer, enarbolando su lanza y girándola entre sus manos antes de apuntar a su pecho. Sin embargo, el líder de los Rebeldes no se había dado por vencido, y disparó el gancho de su pistola, clavándolo en su pierna de apoyo y haciendo que cayese al suelo al tirar de éste.

 

Instantes después, intentó penetrar con su arma el cuello del emperador, pero el ataque fue desviado por éste, quien rodó por el suelo para alejarse de él y consiguió ponerse en pie, a tiempo de plantarle cara

-No pienses que esto ha terminado –declaró Razer.

 

En la villa, Remi, quien luchaba contra Unum, fue lanzado contra el suelo, con una de sus piernas y el brazo izquierdo destrozados.

-¿Qué clase de poder es ése? –murmuró el chico, apretando los dientes.

 

Un líquido de color gris giraba alrededor del descendiente, fluyendo como una corriente de agua. Apenas había pasado tiempo desde el comienzo del combate, y no importaba las veces que disparase, ni siquiera que utilizase munición explosiva, siempre conseguía protegerse con placas hechas de ese fluido.

 

Por lo que había observado, lo generaba a partir de los mecheros que llevaba consigo. Como si fuese capaz de fundir a voluntad el material del que estaban hechos.

-Por tu expresión, diría que te estás preguntando en qué consiste mi poder –comentó Unum, con seriedad pero tono arrogante-. No es complicado. Tengo la capacidad de controlar los átomos de hierro, nitrógeno y oxígeno, así como alterar estado físico. El límite está en que no pueden haber interactuado con materia orgánica, por lo que, aunque puedo utilizar el oxígeno para producir una explosión, no puedo hacer que alguien deje de respirar. Asimismo, puedo utilizar el hierro para crear armas o balas, pero no puedo manipular el que hay en tu sangre ni el que compone las piezas metálicas incrustadas en tu organismo.

 

Remi no supo qué responder. Eso explicaba que la última vez hubiese utilizado nitrógeno líquido para congelarle, o que hubiese matado a Seigari valiéndose del hierro que componía la superficie del centro de control e investigación. Aun con esa limitación, era un poder temible. El porcentaje de nitrógeno y oxígeno en la atmósfera era muy grande pese a la contaminación, y gracias a esos mecheros, tenía una importante fuente de hierro, por no hablar del que podía encontrarse en la arena de los yermos.

-Parece que ya lo vas entendiendo –dijo Unum-. Acabemos de una vez –entonces levantó el brazo, disponiéndose a proseguir su ataque.

 

-¡Seph! ¡Ahora!

En otra parte de la villa, continuaba la lucha contra los Erasers, siendo Seph la que, mediante sus hilos, hizo caer a uno de ellos, momento aprovechado por el resto de soldados para dispararle desde varios puntos, logrando ser Sarah quien le dio muerte finalmente, a partir de una flecha disparada directamente al interior de sus fauces.

 

La maniobra había requerido que la peliazul hiciese de cebo hasta llegar a un sitio donde Seph había dispuesto hilos a modo de trampa. Oculta, sólo le bastó un tirón para que se estrechasen sobre las patas del monstruo.

Asimismo, algunos soldados se habían posicionado cerca para emboscarla.

-Poco a poco, vamos reduciendo su número –indicó Seph.

-Si, pero algunos se han adentrado demasiado. Espero que haya otro grupo en la retaguardia. De lo contrario, puede que los más rezagados no lleguen al refugio –contestó Sarah.

-Y encima están los de las afueras.

-¡Es imposible detenerlos a todos!

“Si Quattuor estuviese aquí...”, pensó Sarah, “...no, no debemos depender de él. Tenemos que solucionar esto nosotros”.

 

Agarró fuertemente el colgante que le había dado el hombre, comenzó a correr en busca de más enemigos, seguida de cerca por Seph y el resto de soldados.

 

Poco después, encontraron a uno de ellos persiguiendo un pequeño grupo de civiles formado por dos hombres, una mujer y una niña. Uno de los hombres parecía haberse lesionado una pierna, motivo por el que habían quedado atrás.

 

Sin perder un sólo segundo, Sarah sacó una de sus flechas y disparó a una de las patas del monstruo, llamando su atención.

-¡Rápido! ¡Que tres de vosotros lo rodeen y vayan con los civiles! ¡Necesito que os los llevéis de aquí! ¡Los demás atacad por ambos lados! ¡Yo me ocuparé del frente! ¡Seph, tú cúbrenos!

-¡Oído! –asintió la chica.

 

Así pues, la joven continuó disparando. Esta vez, dirigiendo su tiro a la cabeza. Pero el Eraser no se lo iba a poner fácil, pues consiguió protegerse haciendo uso de una de sus patas delanteras.

-Mis tiros siguen siendo demasiado débiles. –murmuró Sarah, recordando las clases de Quattuor en el oasis-. ¡Cuidado! –exclamó entonces, viendo cómo la bestia se disponía a aplastar a los soldados que habían ido a socorrer a los civiles.

 

Justo en ese momento, los hilos de Seph se encargaron de detenerlo.

-¡Salid de ahí! ¡Deprisa! –ordenó poco antes de que, con un movimiento brusco, fuese elevada por los aires  y acabara golpeándose de frente contra el suelo.

 

Puesto que había tenido que actuar con rapidez, no le había dado tiempo a asegurar el agarre, lo que la había dejado a merced del enemigo. Por suerte, había aguantado el tiempo suficiente para que los soldados se marchasen de allí.

-¡No! –exclamó Sarah, corriendo hacia ella a todo velocidad mientras volvía a disparar sin mayor efecto que el de molestar.

 

Enfadado, el Eraser hizo un barrido hacia atrás con una de sus garras, alcanzando a Sarah y varios de los rebeldes.

-¡Agh! –gritó ella, cayendo de costado contra el suelo. Cuando volvió a abrir los ojos, cerrados durante el impacto, observó cómo el monstruo se dirigía hacia su amiga, incapacitada para escapar.

 

-Tengo que hacer algo –se dijo a sí misma mientras hacía un gran esfuerzo por reincorporarse.

Después de recoger su arco, apuntó de nuevo a la cabeza, pese a que el dolor de la caída interfería al sostener la cuerda y su visión era ligeramente borrosa.

 

No podía permitirse fallar. Y no sólo eso. Tenía que hacer que ese disparo fuese más potente que los anteriores.

 

“Concéntrate”, pensó, sintiendo que su brazo empezaba a debilitarse, manteniendo su arma en las manos a base de fuerza de voluntad de manera que el objetivo no escapase de su punto de mira.

 

“Concéntrate”, repitió, rememorando la vez que consiguió atravesar varios árboles en fila con una sola flecha. Procurando que se produjese la resonancia en la punta de la que ahora sujetaba. Intentando aislarse de la presión que atentaba con distraerla, sumándose a la dificultad del propio disparo.

 

“Tengo que salvarla”.

 

En ese momento, como si toda duda se hubiese esfumado, y justo cuando el Eraser se abalanzaba sobre Seph, dejó que la flecha volase, cortando el aire con un ligero silbido hasta introducirse en su cráneo.

 

Aunque logró penetrar más profundamente, no alcanzó la fuerza suficiente para matarlo. Aun así, el dolor provocado fue tan grande, que el aullido de la bestia resonó por toda la villa, dando tiempo a que el resto de soldados acabasen con su vida y rescatasen a Seph en el proceso.

 

-Ah... –suspiró la joven peliazul, aliviada, dejándose caer sobre el suelo. Un momento de relajación que duraría poco tiempo, ya que otro Eraser apareció delante de ella, observándola con ojos fieros.

-Je, ¿y qué más? –dijo, con una sonrisa irónica en la cara e incapaz de mover un sólo músculo. Para colmo de males, ya no le quedaba munición- Al menos le he salvado la vida a alguien antes de morir –se dijo mientras la imagen de Quattuor aparecía en su cabeza-. Es increíble que en lo último que piense seas tú...

 

Justo cuando la garra de la bestia se disponía a aplastarla, se produjo un temblor de tierra que hizo que todos se detuviesen.

-¿Eh? –se extrañó Sarah, al ver que el Eraser miraba a su alrededor, confuso- ¿Qué ha sido eso?

 

Minutos atrás, Ivel y su grupo se hallaban enfrentándose a dos Erasers junto con el equipo de su padre, con quien habían logrado reunirse.

 

La situación era complicada, pues pese a que los mantenían más o menos a raya, ninguno bajaba la guardia lo suficiente como para permitirles un golpe mortal.

-¡Menos mal que habéis venido! ¡Si no fuese por vosotros, esto se habría puesto peor! –declaró Argo, esquivando a tiempo una de las garras.

-¡Si hubiese un hueco por donde darles! –comentó Ivel, manteniendo una distancia segura.

 

De repente, el filo de una espada se introdujo en uno de los ojos de la criatura que tenía enfrente. Era alargado, por lo que lo relacionó con las armas que utilizaban en su tribu.

-¡¿Necesitáis ayuda?! –preguntó Jaryl, apareciendo junto con algunos miembros de su equipo.

-¿¡Jaryl!? ¡¿Qué ha pasado con los demás?! –preguntó Ivel.

-¡Algunos están ayudando a evacuar! ¡Tan sólo quedan unos pocos rezagados, así que he decidido echaros una mano! ¡Parece que no me he equivocado al elegir! –respondió mientras recogía su arma.

-¡Ya te daré las gracias luego! –exclamó, aprovechando el momento para lanzarse sobre la cabeza de la bestia y penetrar su ojo sano con su lanza hasta caer al suelo fulminada.

 

El que quedaba, viéndose en desventaja tras perder a su compañero, optó por una táctica mucho más agresiva, atacando a diestro y siniestro sin apenas preocuparse por las consecuencias.

 

Algunos nómadas sufrieron sus golpes, pero aquello también le dio a Argo la oportunidad de encajarle un fuerte golpe en la barbilla, haciéndole retroceder unos pasos, de manera que pudo alargar el filo de su espada hasta realizarle un corte en el paladar.

-¡Ugh! ¡Por qué poco! –se quejó el hombre, retirándose antes de que contraatacase- ¡Ivel! ¡Yo me ocupo de llamar su atención! ¡Os haré una señal para que ataquéis!

-¡¿Estás seguro?!

-¡No te preocupes! ¡Saldrá bien! –contestó a la vez que se alejaba de ellos, situándose a cierta distancia de su objetivo y esperando a que éste le siguiese.

 

Justo cuando se disponía a embestirle, rodó por el suelo para esquivarlo en el último segundo.

-¡Eh! ¡Que estoy aquí! –gritó mientras su oponente repetía la misma acción, siendo esquivado de nuevo, pero, esta vez, provocándole una herida superficial en el brazo izquierdo con una de sus garras.

-Un poco más... –se dijo a sí mismo, preparándose para una tercera embestida que, para su sorpresa, fue sustituida por un ataque con las patas delanteras, abalanzándose sobre él como un felino en plena caza.

-¡Ahora! –avisó, saltando hacia atrás al mismo tiempo que hundía su espada en una de sus extremidades, inmovilizándola contra el suelo. A su señal, el resto de nómadas se lanzó hacia el Eraser, que pese a tratar de defenderse, se vio incapacitado por el movimiento de Argo, quedándose a merced de todas las espadas que atravesaron su cuerpo. Aun así, tuvo la voluntad suficiente para atacar a Argo con la garra que le quedaba libre, penetrando su abdomen y arrojándolo contra el suelo.

-¡Padre! –exclamó Ivel, corriendo a socorrerle-. ¡Oh, no! ¡No!

El cuerpo del hombre yacía sobre tierra teñida de rojo. Le costaba enormemente respirar y no dejaba de toser sangre, casi atragantándose cada vez que lo hacía.

 

Ivel se arrodilló a su lado y observó aterrorizada aquella escena. Sus manos y su boca temblaban.

-¡Rápido! ¡Tenemos que detener la hemorragia! –ordenó, con tono de desesperación.

-Déjalo, Ivel... –contestó Argo, cogiéndola de la mano- No hay nada que hacer...

-¡No! ¡No! ¡Tiene que haber algo! ¡Lo que sea!

Hasta ella misma sabía que era imposible hacer algo en su estado. Probablemente, aquel ataque se había llevado varios órganos por delante, y no había nadie entre los nómadas que pudiese tratar algo así. Y menos en aquella situación.

-Cuida bien de todos. Sé que serás capaz. Lo has hecho siempre... ¡Ugh! –una nueva tos lo interrumpió, manchando de sangre su pecho y haciendo que Ivel se estremeciera- Al fin y al cabo, eres nuestra hija...

-¡Padre! ¡Padre! –respondió ella, rompiendo a llorar y acercando su otra mano a la de él.

-Cuando la vea, le hablaré sobre ti. Sobre tu fuerza, tu amabilidad... Sobre lo orgulloso que estoy de ti.

 

En ese momento, Jaryl, situado detrás de ella, se tapó los ojos con una mano mientras apretaba los dientes.

-Apóyala en todo lo que puedas, Jaryl –dijo, con una media sonrisa para, poco después, levantar la vista al cielo- Espero haber sido un buen guía para vosotros...

-El mejor que ha habido –declaró Ivel entre sollozos.

-Me alegro...

 

Tras su muerte, Ivel agachó la cabeza, dejando que su frente tocase el dorso de su mano.

-Gracias por todo, padre.

Justo entonces, el suelo tembló.

-¿Un terremoto? –preguntó otro de los nómadas.

sábado, 17 de septiembre de 2016

Review: Boku Dake ga Inai Machi (Manga)


La historia se centra en Fujinuma Satoru, un hombre de casi 30 años cuyo sueño es el de llegar a ser mangaka pero que no tiene mucho éxito en el proceso, teniendo que trabajar en una pizzería a tiempo parcial para ganarse unos dinerillos y así sobrevivir de manera medianamente decente. Así pues, el protagonista cuenta con una habilidad especial mediante la que, en momentos dados, vuelve unos minutos atrás en el tiempo, algo que no sucede por voluntad propia y que, aparentemente, se repite hasta que cambia algo que permite que el tiempo siga su flujo normal. El caso es que, debido a cierto incidente, Satoru viaja en el tiempo hasta cuando era un niño, momento en el que cambió su vida debido a unos sucesos que ocurrieron en su pueblo, y que están relacionados con un asesino en serie.

Ya para empezar, el protagonista se nos presenta como alguien con un gran vacío dentro de él. Una persona que una vez soñó con ser un héroe y que el no haber podido evitar lo que ocurrió en el pasado ha conseguido que esa parte de él mismo se desvancezca. Y esta palabra es probablemente la que para mí defina la serie: "héroe"; una persona que toma la decisión de no rendirse, de empezar desde lo más bajo y enfrentarse a las adversidades, cueste lo que cueste, con sacrificio y fuerza de voluntad.


Quizás lo que más destaque de esta obra sea lo bien que está llevada la trama. En ningún momento hay elementos que te parezcan fuera de lugar o cosas que queden sin explicar. El desarrollo es claro, permitiendo atar cabos conforme se avanza y manteniendo buenos momentos de tensión, comedia y drama. Además, en mi opinión, es una obra bien sentenciada, que termina como tiene que terminar, sin alargarse innecesariamente ni dar lugar a escenas que no llevan a nada.

Los personajes te parecen bastante coherentes. No actúan fuera de las limitaciones que les impone la historia o sus propias capacidades. Incluso las acciones del malo de turno te parecen propias de una persona con su manera de pensar. Además, están aquellos que apoyan al protagonista de diversa forma, pues no lucha solo contra la adversidad:

  • Katagiri Airi - compañera de trabajo del protagonista en la pizzería y estudiante de instituto, me gusta su carácter animado, divertido y con voluntad fuerte. Uno de los grandes apoyos del protagonista a la hora de darle valor y por quien éste desarrolla fuertes sentimientos.
  • Fujinuma Sachiko - la madre del protagonista y, sencillamente, una mujer genial xD. Perspicaz y valiente. El apoyo, amor y dedicación por su hijo son tales que no pude evitar sentir ternura y satisfacción al ver su relación. Madre ejemplar.
  • Hinazuki Kayo - callada y poco sociable (aunque, evidentemente, tiene su propia subtrama en la que se explica el porqué de su aislamiento), una niña que fue víctima de los asesinatos que ocurrieron en el pasado y uno de los principales motivos por el que el protagonista decide cambiar las cosas.
  • Kobayashi Kenya - uno de los amigos del protagonista en el pasado, bastante maduro e inteligente para su edad, y alguien que ve en el protagonista el potencial para salvar a los demás.


También hay otros personajes como Shiratori Jun (joven que conoció el protagonista cuando era un niño y que le ayudó a hacer amigos), Sugita Hiromi (amigo cercano del protagonista y otro de los que fue víctima de los asesinatos) o Yashiro Gaku (maestro de la clase en la que estudiaba el protagonista y del que aprende parte de su filosofía) que merecen una mención por su importancia de cara a su relación con el protagonista, pero en los que, por diversos motivos, no me voy a centrar. Asimismo, también existen otros personajes pertenecientes al "grupillo" del protagonista cuando era pequeño y que también aportarán sus granitos de arena en la evolución de Satoru así como la resolución de la trama.

El autor de este manga es Sanbe Kei, autor del que ya he visto otras obras como Kamiyadori (recomendada también pese a que no he encontrado traducción de su segunda parte) o Mouryou no Yurikago (obra que no llegué a terminarme pero que me gustaría hacerlo). Su dibujo no me resulta especialmente destacable en el manga de Boku Dake, probablemente por cómo dibuja los ojos en algunos de los personajes y porque las expresiones de éstos pueden resultar, en algunos casos, extrañas. Por lo demás, me parece bien proporcionado y con un toque oscuro, muy dado para el seinen. De hecho, aunque ya he dicho que algunas expresiones que dibuja pueden resultar extrañas, aquellas centradas en personajes malvados, locos o que han perdido la razón, hacen destacar mucho esa parte de ellos.

Pero como ya he dicho, su factor más importante es su guión, la manera de contar sus historias. En un par de ocasiones he llegado llegado a ver escenas relatadas de una manera tan ambigua que conseguía hacer que pareciera una cosa y que al mismo tiempo pudiese interpretarse de otra.


En resumidas cuentas, si buscáis un thriller de misterio, secuestros y asesinatos, mezclado con habilidades especiales, la fuerza de las relaciones personales, y el camino de un héroe que busca salvar a las personas que quiere (todo bien expuesto y relatado), aquí tenéis una historia de corta duración (8 tomos) que también se pueden encontrar en España y que seguro que os gustará.

Añado tamibén que hay un spin-off de la serie donde se relatan ciertos sucesos desde el punto de vista de otros personajes. Algo que debe leerse después de haberse visto la obra original.

martes, 13 de septiembre de 2016

Capítulo 29: Diferencias



La escena que se vio a continuación se centraba en un joven acostado en una cama. El chico tenía una manta por encima y observaba lo que acontecía fuera de su habitación a través de una ventana que tenía al lado. La luz de ésta iluminaba su cuerpo, el cual, desde el punto de vista de Eri, tenía un aspecto extraño: la cabeza tenía forma humana, sin embargo, un par de alas de diferente forma surgían de su espalda, una como la de un murciélago y la otra parecida a la de un insecto; además, sus extremidades superiores tenían una longitud considerable dado el tamaño de su cuerpo, siendo peludas, de color negro y tomando un aspecto puntiagudo.

De repente, a la habitación entraron tres personas. Dos de ellas eran Chaos y Biblia, mientras que la tercera era una niña con una especie de muñeco en sus brazos. Se trataba de Mammon.
-¿Cómo te encuentras, Zebub? –preguntó Chaos.
El demonio se giró hacia él, esbozando una débil sonrisa.
-Por el momento, bien. Aunque sigo sin poder adoptar una forma más...visible...
-Lo importante es que te recuperes. ¿Has comido algo?
-No mucho...
-¡Eres un debilucho! –se quejó la niña.
-Él no tiene la culpa de ser de constitución débil, Mammon.
-Je, es irónico, hay otros demonios que me tienen miedo por mi verdadera forma, sin embargo, soy enfermizo y frágil... –Beelzebub agachó la cabeza- Dime, Chaos, ¿por qué me hiciste de esta manera?

El creador de los demonios dio un largo suspiro y cogió una silla cercana para situarse al lado del joven.
-Verás, Zebub, tanto los demonios como los ángeles son imperfectos, pero es cuando eres de esa forma cuando puedes superar tus propios límites. La perfección, por el contrario, es una imagen que nos hacemos donde dichos límites ya están alcanzados. No puedes dar lo mejor de ti mismo siendo alguien perfecto.
-¿Quieres decir que sólo aquellos que lo han pasado mal pueden superarse a sí mismos?
-No tienen por qué haberlo pasado mal –respondió Chaos con una sonrisa irónica-. Alguien que no tiene la imagen de ser lo suficientemente bueno, puede ser mejor.
-No estoy seguro de entenderlo.
-Lo entenderás. Y ahora, voy a prepararte tu medicina –dijo mientras se levantaba de la silla y se disponía a salir de la habitación- Quédate con ellos, Biblia.
-Claro –respondió ella ocupando su sitio junto a la cama de Zebub-. ¿Quieres ir a ayudarle, Mammon, o prefieres quedarte aquí y animar a Zebub?
-¡¿Qu-quién querría hacer algo así?! ¡Yo sólo he venido porque estaba aburrida!
-Pues antes de entrar parecías bastante preocupada por él... –comentó Biblia llevándose una mano a la boca para ocultar su sonrisa.
-¡E-eso no es verdad! ¡Jamás me preocuparía por un debilucho como él!
-Ah...tan repelente como siempre...no me extraña que los demás se alejen de ti... –se quejó Zebub.
-¡Como si me importaran! ¡Algún día todos ellos serán mis sirvientes, y me construirán la casa más grande de todas, y me darán todo lo que les pida, y terminaré siendo la reina del mundo que lo tendrá todo! ¡Todo!
-No estoy segura de que Chaos tenga buena opinión sobre ello... –dijo Biblia.
-¡E-eso no importa! ¡Él también será mi sirviente!
-¿Sirviente de quién? –preguntó el creador de los demonios, apareciendo con un bol en su mano derecha, lleno de un extraño brebaje, mientras con la izquierda cargaba otra silla.
-¡De nadie! ¡Nadie ha dicho sirviente! ¡¿A que nadie lo ha dicho?! –exclamó Mammon, alterada.
Biblia y Zebub se miraron.
-No...nadie lo ha dicho... –coincidieron con voz monótona.
-E-entiendo... –dijo Chaos, frunciendo el ceño al no saber qué pensar sobre aquella situación.
-No has tardado mucho... –comentó Mammon.
-Se hace en poco tiempo –aclaró el creador de los demonios mientras se sentaba.
-¿Y no sería más sencillo utilizar tu poder?
-Ya digo que prefiero no intervenir en vuestra evolución. Dicho así, parece que lo esté incumpliendo al preparar esta medicina pero, dependiendo de las circunstancias, opto por el mejor camino que requiera la mínima intervención por mi parte.
-Ya...no me he enterado de nada... –concluyó la niña.

-Por cierto, hay algo que me he estado preguntando durante un tiempo –comenzó Mammon mientras Chaos ayudaba a Zebub a que se bebiese la medicina-. ¿Biblia y tú estáis saliendo?
Cogido por sorpresa, el creador de los demonios le estampó el bol en la cara a Zebub, manteniéndolo sobre éste.
-¡Ugh! –se quejó el joven mientras intentaba quitárselo de encima para poder respirar.
-¡¿A qué viene esa pregunta?! –exclamó Chaos.
-Bueno, es que como siempre os veo tan juntos y os lleváis tan bien, pensé que erais pareja.
-... –Chaos se mantuvo en silencio, sin saber que contestar.
-Por el momento creo que deberías quitarle el bol de encima a Zebub. Se está ahogando –comentó Biblia al tiempo que el aludido perdía fuerzas.
-¡Uah! ¡Lo siento!

Al verse liberado del objeto, Beelzebub cayó de espaldas sobre la cama, respirando hondo y con un líquido espeso por toda la cara.
-Casi...me...matas...
-¡Ha sido culpa de Mammon! ¡Que me hace preguntas extrañas!
-Pues a mí también me gustaría escuchar la respuesta –dijo Biblia, dibujándose una sonrisa en su rostro a la vez que se acercaba a Chaos.
-¡¿Qué es esto?! ¡¿Una encerrona?!

La imagen volvió a oscurecerse, dando paso a la siguiente. Eri se sentía como si estuviese viendo una película.

Así pues, la siguiente escena tenía lugar en las pedregosas calles que separaban el conjunto de casas que Eri había visto sobre la llanura. En dicha escena, Biblia, Chaos y Mammon llegaban hasta un pequeño jardín junto a la plaza central.

Tomando una forma rectangular, los bordes del jardín estaban decorados con flores de diversos colores y formas y, en la parte central, se observaban varias hileras de árboles: limoneros, manzanos, cerezos, nogales, etc.

Al ver todo aquello, la Eri se preguntó cómo era posible que creciesen tantas plantas tan diferentes en un mismo lugar. Fue en ese momento cuando se fijó en una figura apoyada sobre uno de los árboles, durmiendo pacíficamente.
-¡Ah! ¡Ahí está! –exclamó Mammon, dirigiéndose con expresión de enfado hacia la figura: una joven demonio con cuernos formando una caracola a ambos lados de su cabeza y con una cola de león saliendo desde la parte más baja de su espalda que descansaba sobre la verde hierba que cubría el suelo.

Una vez frente a ella, la niña la señaló con el dedo de manera autoritaria.
-¡¿Se puede saber dónde estabas, Bel?! ¡Creía que ibas a venir con nosotros a ver a Zebub! ¡Y resulta que estabas vagueando en el Jardín del Edén!

La aludida abrió levemente los ojos y la miró para volver a cerrarlos tras unos segundos.
-¡¿Me estás ignorando?! –se enfadó Mammon, levantando la mano para darle un capón. Sin embargo, fue detenida por Chaos.
-Vamos, vamos. Tampoco es para tanto –dijo mientras se acercaba a Bel-. Oye, Bel, despierta.

Recibiendo unos golpecitos en el hombro, la joven demonio volvió a abrir los ojos.
-Oh, Chaos, eres tú. Buenos días –acto seguido, desplazó la vista hacia Mammon- ¿Te...conozco...? –preguntó, inclinando la cabeza hacia un lado, confusa.
-Esto me molesta muchísimo... –dijo la niña, quien estaba a punto de estallar de la rabia.
-¿Qu-qué estás haciendo aquí? Se suponía que habíamos quedado para ir a visitar a Zebub –preguntó Chaos.
-Me levanté temprano para ir... –empezó a explicar, pausando un instante para bostezar- ...pero, puesto que tenía tiempo de sobra, decidí acostarme aquí un rato...y me quedé dormida...
-Por qué será que no me sorprende... –murmuró Mammon.
-No, en serio, me suenas mucho...
-¡La mato! ¡Juro que la mato! –gritó la niña, siendo detenida esta vez por Biblia.
-Ah, Biblia. Buenos días.
-Buenos días, Bel. La verdad es que tienes razón, hoy hace un día estupendo para acostarse sobre la hierba, y más si hablamos de este jardín, donde Chaos y Chronos dieron vidas a sus creaciones. Está tan lleno de energía que no es de extrañar que cualquier planta sea capaz de crecer aquí. Se siente genial.
-Pero no la excuses... –habiendo perdido la fuerza de voluntad tras aquella última réplica, Mammon se dejó caer sobre los brazos de Biblia.
-No te lo tomes tan en serio, Mammon. ¿Qué te parece si nos quedamos aquí un rato? He traído algo para almorzar y este lugar es perfecto para ello –propuso la mujer.
-De acuerdo...

-Dejando las bromas a un lado, es cierto que no deberías haberte quedado dormida. Por culpa de eso no he podido enseñarte cómo preparar la medicina de Zebub –dijo Chaos al tiempo que se llevaba una hogaza de pan con miel a la boca.
-Lo he estado pensando. Después de todo, quizás la medicina no sea lo mío –declaró Bel.
-¿Huh? Si estabas deseando que te enseñara.
-¡Siempre abandona todo lo que empieza! –intervino Mammon-. Hace un par de semanas decía que quería aprender a cocinar. Tras un par de intentos la encontré dormida junto al río diciendo que quería aprender medicina.
-Es mi defecto. No tengo voluntad para continuar con lo que empiezo. Hay quien diría que soy una inútil por ello...
-Lo eres. ¡Ay! –se quejó Mammon al ser golpeada por Biblia.
-No eres una inútil. Seguramente todavía no has encontrado aquello con lo que te encuentras más cómoda... ¡Ah! ¡Ya sé! ¡¿Qué te parece si estudiamos juntas?! ¡De esa manera, ambas nos ayudaremos mutuamente para seguir adelante!
-Um...no es mala idea...pero no sé si resultará.
-¡Seguro que sí! ¡Intentémoslo!

En ese momento se empezaron a escuchar murmullos procedentes de la plaza, atrayendo la mirada de los cuatro. Un joven de pelo rubio y de aspecto andrógino, de cuya cabeza sobresalían dos cuernos que formaban un tirabuzón y acababan con la punta hacia abajo, era la fuente del inusual acontecimiento, y no por él mismo, sino por quien traía consigo: una humana.
-¿Ese es As? –preguntó Mammon, frunciendo el ceño-. ¿Qué hace aquí con una humana?
-No lo sé pero nunca había visto a una humana en territorio de los demonios –comentó Chaos-. Voy a ir a ver.
-Voy contigo –declaró Biblia.

Asmodeus, por su parte, caminaba despreocupadamente, rodeando con su brazo a la chica y susurrándole algo al oído de vez en cuando. Ella sonreía levemente, sin embargo, podía observarse la tensión en su cuerpo, quizás por encontrarse en territorio desconocido.
-Hola, As –dijo Chaos situándose frente al joven demonio.
-¡Chaos! ¡Biblia! ¿¡Cómo vosotros por aquí!?
-A mi modo de ver, lo raro no es que nosotros estemos aquí, sino que lo esté una humana.
-Oh, ¿te refieres a ella? Se llama Aalis. ¿No es preciosa? Fui a territorio humano y la encontré lavando prendas en un río. Hablé con ella y decidí traerla de visita a nuestro territorio.
-¿Has ido a territorio humano?
-Claro. Que yo sepa no hay ninguna prohibición sobre ello.
-Cierto, pero su sociedad es distinta a la nuestra. Inmiscuirse puede traer problemas, As.
-¡Oh, vamos! ¡Deja que nos divirtamos un poco! Hay muchas cosas que Aalis no conoce, parece que única tarea que tenga en su territorio sea la de lavar y lavar. Además, ¿acaso los ángeles no mantienen una buena relación con ellos?
Chaos se mantuvo en silencio, mirando fijamente al chico.
-Como sea –continuó Asmodeus-. Voy a seguir con lo mío, te guste o no te guste. Que os vaya bien, parejita –dijo mientras pasaba por su lado y se alejaba por una de las calles.
-¿Estás conforme con esto? –preguntó, tímidamente, Biblia.
-Ah... –suspiró Chaos- Puede que As sea un incauto y tenga una actitud rebelde pero no le falta razón. No hay nada que prohíba que los demonios se relacionen con los humanos. Sin embargo, estoy seguro de que mi hermano no lo verá con buenos ojos, ya que incluso varias veces se ha mostrado en contra de que se relacionen con los ángeles. Los mantiene en una sociedad muy estricta, siguiendo los patrones que él mismo dicta. No le interesa que intervengan extranjeros que puedan cambiar su conducta. Así pues, para los demonios, se ha convertido en una especie de regla no escrita el no entrar en territorio humano.
-No te preocupes, si discute contigo, te apoyaré.
-Lo que me preocupa no es discutir con él, Biblia. Eso es algo normal entre hermanos. Pero tengo la sensación de que, desde que creamos a las tres especies, hay algo que le ha estado molestando. Y creo que la base de eso soy yo.
-Seguro que sólo te lo estás imaginando –intentó tranquilizarle ella.
-Eso espero... –sentenció él mientras volvían con las otras dos demonios.

-Deberías controlar a tus súbditos, hermano –dijo Chronos.
La escena había cambiado de nuevo al interior de la casa que Eri había visto en la primera escena.

Fuera de la casa, Levi observaba la situación escondida cerca de una de las ventanas. Su mirada mostraba preocupación.

Por otro lado, Biblia se encontraba sentada al lado de Chaos.
-Ya te he dicho que no voy a intervenir en el camino que eligen.
-No puedes dejarles hacer lo que les plazca. Si algún día les da por matar a sus semejantes o incluso a otras especies, ¿quieres decir que te quedarías mirando sin hacer nada?
-Los demonios han desarrollado sus propias leyes dentro de la sociedad en la que viven, hermano. No me ha hecho falta imponerles mis ideas para que ellos mismo se den cuenta de que matar a sus semejante, o a otras especies, es algo perjudicial.
-¿Y puedes asegurar que en algún momento no incumplirán esas normas? Al fin y al cabo el motivo de esta discusión es que uno de los tuyos lo ha hecho.
-Para empezar, no había ninguna ley que impidiese el que uno de los míos se relacionase con los tuyos. Y, en caso de que se pasasen de la raya, entonces sí intervendría. Lo que no quiero es limitarles. Ellos tienen derecho a equivocarse y aprender de sus errores con el fin de seguir evolucionando. Si les impongo mis ideales y pensamientos, como estás haciendo tú, no les ayudaré a pensar por ellos mismos. ¿Crees que podrán mejorar de esa forma?
-Por supuesto. Yo les transmitiré la información que necesiten para llegar a lo más alto, no necesitan nada más.
-¿Y qué pasa si llega el día en el que no estás para cuidar de ellos?
-Entonces formaré un grupo de personas que prediquen mis conocimientos generación tras generación.
-Al final esos conocimientos quedarán obsoletos. Los humanos quedarán atascados en su evolución.
-Prefiero eso a que su falta de vigilancia les pueda llevar a la destrucción del resto del planeta.
-Hay algo que no entiendo –interrumpió Biblia-. ¿Por qué no te parece mal que algunos de los ángeles se relacionen con los humanos pero sí que lo hagan los demonios?
-Los ángeles que se relacionan con los humanos tienen un pensamiento parecido al mío, por lo que sólo se encargan de aportar la información justa y necesaria para no destruir la sociedad que he creado.
-Ya veo...
-En cualquier caso –dijo Chronos volviendo al tema y dirigiéndose de nuevo a su hermano-, ahora tendré que pensar que hacer con la humana que habéis llevado a vuestro territorio. Si habla sobre lo que ha visto con los demás, el orden de los humanos podría peligrar.
-Si hay que hacer algo con ella, preferiría que se quedase con nosotros. No quiero que tenga que morir o recibir un castigo por la intervención de uno de los míos.
-Lo pensaré. Al fin y al cabo, es cosa mía –sentenció Chronos marchándose de la casa.

Chaos realizó un largo suspiro una vez su hermano hubo abandonado el lugar.
-¿Estás bien? –preguntó Biblia.
-Más o menos...me gustaría que pudiésemos compartir el mismo punto de vista, pero supongo que él también tiene su parte de razón.
-Personalmente, pienso que tus ideales son los correctos.
-¿De verdad?
-Sí. Los humanos que he visto siguen sus vidas como si tuviesen un destino del que no pueden escapar. Cuando ríen, se enfadan, e incluso lloran, te da la sensación de que no lo hacen porque ellos quieran, sino porque tienen que actuar de esa manera. Es...triste...Sin embargo, puedes ver que los sentimientos de los demonios son genuinos. Se expresan como desean, aman, luchan por lo que quieren...te dan la sensación de que son verdaderamente felices.
Chaos cerró los ojos y sonrió.
-Gracias, Biblia

Sus rostros estaban muy cerca el uno del otro, tanto que ninguno podía apartar la mirada. E, inevitablemente, sus labios se fueron acercando poco a poco hasta tomar contacto en un tierno beso.

Eri vio cómo en ese momento, Levi, quien seguía observando desde la ventana, se llevaba una mano hacia el pecho, mordiéndose el labio inferior.
-¿Qué estás haciendo, Levi? –preguntó de repente Chronos, apareciendo detrás de la chica.
-¿Qu-qué...? –se sorprendió ella restregándose el brazo rápidamente por los ojos y girándose hacia el creador de los humanos. No obstante, la expresión que vio en él, hizo que quisiese salir corriendo. Una mirada asesina, de puro odio, puesta en la pareja que seguía en el interior del hogar.
-Ya veo...así que así son las cosas... –dijo Chronos, tras lo cual dio media vuelta y camino hacia la oscuridad de la noche, dejando a la pobre Levi con una creciente sensación de miedo en el cuerpo...

miércoles, 7 de septiembre de 2016

The Legacy of Emil Greenard: Capítulo 12

-Aaaah... aah... aah... –respirando a duras penas, Nara y Miruru llegaron a un pequeño recinto situado cerca de las afueras, donde se escondieron para recuperar el aliento.

-¡¿Crees que le hemos despistado?! –preguntó Nara.

-¡No estoy segura! –respondió Miruru, cerrando la puerta- ¡De momento, nos quedaremos aquí, aunque sea poco tiempo, para recuperar fuerzas!

 

Nara asintió, moviendo la cabeza hacia el niño que tenía entre sus brazos, el cual, agotado de tanto llorar, estaba más calmado. Pese a ello, todavía podía observarse una expresión de terror en su rostro.

-Tenemos que hacer algo. No estará a salvo con nosotras mientras Unum siga persiguiéndonos.

-Puede que la única solución sea enfrentarse a él.

-¡¿Estás loca?! ¡Ese hombre es... aterrador...!

 

En la mente de la chica aparecieron los recuerdos del cuerpo de su tío siendo atravesado por numerosos filos y el de Remi congelado y lanzado por la ventana. Toda aquella escena acompañada de una sonrisa que todavía le producía temblores en el cuerpo.

 

-¿Qué sugieres entonces? –preguntó la semidiosa, tras ver la reacción de su amiga, mientras ella miraba a su alrededor, descubriendo una sala repleta de estanterías ocupadas con cajas de contenido desconocido y herramientas de diversos usos.

-Parece un almacén –especuló Nara-. Puede que por aquí haya alguna compuerta que lleve a un sótano.

-No es raro en sitios así. Démonos prisa.

 

Así pues, ambas comenzaron la búsqueda por toda la habitación, moviendo mubles, si era necesario, con ayuda del poder de Miruru. Por desgracia, la escasez de luz y la acumulación de polvo no les ayudaron mucho en su tarea.

-¡¿Desde cuándo no limpian?! –se quejó Miruru, estornudando después de mover una de las estanterías y agacharse para palpar el suelo.

-Quizás lo usen como trastero –contestó Nara.

 

En ese momento, notó algo extraño en la madera del suelo, cerca de la pared, donde golpeó varias veces para asegurarse.

-Creo que está hueco –indicó la chica, con tono esperanzado.

-¿A ver? –preguntó la semidiosa, con curiosidad, acercándose al mismo lugar para comprobarlo ella misma, examinando si había alguna rendija que evidenciase la existencia de una compuerta.

-¡La encontré! –exclamó Miruru, introduciendo sus dedos por un fino hueco donde, al hacer fuerza, separó la madera del resto de la superficie, dejando a la vista un rectángulo oscuro que, poco después, dejó a la vista una habitación peor iluminada que el almacén.

-No se ve mucho, pero parece haber unas escaleras –comentó Nara mientras metía la mano dentro-. Sujétame, bajaré primero –continuó, siendo agarrada de las axilas por Miruru, y dejando caer las piernas hasta tocar uno de los escalones.

-Ten cuidado. No me extrañaría que hubiese alguno roto.

-Parece seguro –la tranquilizó Nara, a la vez que recibía de nuevo en sus brazos al pequeño.

 

En ese instante, se escuchó el ruido de la pared rompiéndose, seguido de un temblor que hizo que Nara perdiese el equilibrio y cayese de culo sobre el suelo del sótano.

 

Por acto reflejo, Miruru cerró la compuerta, girándose hacia el origen de aquel desastre.

-¡¿Hola?! ¡Creo que tienen este sitio lleno de ratas! –se burló Unum, entrando, con aire relajado, por agujero que había hecho- ¡He venido a hacer limpieza!

 

Actuando con rapidez, la chica levantó la mano hacia él, pero tuvo que rectificar y lanzarse al suelo al ver como un objeto, con la velocidad de una bala, volaba en dirección a su cabeza, rozándole el pelo.

 

Rodando para coger algo de distancia, se incorporó sólo para recibir de frente una serie de objetos como destornilladores y sierras, que consiguió desviar antes de que la alcanzaran, no así pudo hacer lo mismo con la patada que vino detrás, propiciada sacándola fuera del almacén.

 

Dolorida y humillada, volvió a levantarse para encararse al descendiente, quien había salido detrás de ella y la observaba con arrogancia.

-Sólo me interesa tu amiguita. Así que si eres tan amable de decirme dónde está, te daré una muerte rápida.

-¡Prueba en otra vida, porque no pienso decirte nada! –respondió Miruru.

 

Conforme terminó la frase, una figura se acercó a Unum desde detrás, intentando golpearle con una palanca de metal, cosa de la que él se dio cuenta, girándose y quitándosela de las manos.

-¡Nara! –se sorprendió Miruru, al verla cara a cara contra Unum.

-¡Es a mí a quien quieres, ¿no?! ¡Déjala en paz!

-¡No seas tonta! ¡Si te secuestran se acabó! –gritó la semidiosa.

-¡Oh, vamos, ¿de verdad te crees que soy tan bueno como para perdonarle la vida?! ¡Prefiero que veas cómo la hago sufrir! –rió el descendiente mientras se disponía a llevarse a Nara, instante en el que un haz de luz impactó sobre él, quemándole el brazo- ¡Ah! ¡¿Pero qué...?!

 

Siguiendo al primer disparo, hubo un segundo y un tercero que dieron igualmente en la diana, dibujando un par de agujeros en su abdomen, que no tardaron en empezar a regenerarse.

-¡¿Quién está disparando?! –volvió a preguntar Unum, sacando una serie de mecheros de aspecto metálico que fueron moldeados instantáneamente en el aire hasta formar placas circulares que le protegieron contra los continuos haces de luz que le seguían acechando.

 

Aprovechándose de aquella distracción, Miruru utilizó su poder para empujar a Unum lejos ellos, abriendo otro boquete en el almacén. Posteriormente, cogió de la muñeca a Nara y corrió junto con ella hacia las afueras de la villa.

 

Tras unos minutos, Unum consiguió salir de allí. Su expresión era poco amistosa, pues no le había gustado nada aquel giro de los acontecimientos.

-¡Cómo deseaba borrar esa sonrisa de tu cara! –exclamó, orgulloso, la voz de un joven-. ¡Me alegra haber sido tan oportuno!

-¿Y tú quién eres? –preguntó Unum.

-Mi nombre es Remi. ¿Qué? ¿Ya te has olvidado lo que me hiciste? –preguntó Remi, apareciendo delante de él y señalando las áreas visibles que habían sido sustituidas por cables y partes de metal.

-Como si me acordase de todos los insectos a los que he matado –declaró el descendiente.

-Entonces tranquilo, ¡me aseguraré de que jamás te olvides de mí! –replicó Remi, preparándose para disparar.

 

-¡Ugh! –se quejó Quattuor, perdiendo el equilibrio y cayendo al suelo de costado.

-Bien hecho, Quinque –celebró Detz mientras cogía el núcleo de Quattuor-. Remátalo.

-¡Jamás! –exclamó Kareth, levantándose rápidamente y sorprendiendo a la chica con una embestida, logrando que chocase de espaldas contra la barandilla de piedra. Acto seguido, aprovechó para atacar al científico e intentar arrebatarle el núcleo, sin embargo, éste consiguió esquivarle sin problemas, guardándoselo en el bolsillo de sus pantalones.

-Qué conveniente es que mi transformación no modifique el tamaño de mi cuerpo, ¿verdad, Kareth? –señaló el hombre, haciendo gala de lo que les diferenciaba.

-¡Cállate! –enfadado, corrió hacia él, lanzándose con sus garras por delante, en una consecución de ataques que fueron detenidos con facilidad.

-Ni te molestes –dijo Detz, con un golpe hacia su mejilla izquierda, siguiéndole otro con la rodilla, dirigido a la barbilla, obligándole a dar varios pasos atrás, dolorido y cansado, aunque todavía en pie.

 

Por otro lado, Naithan seguía en tablas contra Ceron, sin que ninguno de los dos cediese ante el otro.

 

En ese momento, Razer, ya recuperado del ataque de Duobus, se unió de nuevo al combate, poniendo en un compromiso la defensa del emperador.

-¡Eh! ¡Dos contra uno no es justo! –se quejó Naithan.

-¡Cállate! –respondió Ceron- ¡¿Por qué no te inyectas Radiar?! ¡Así lo tendrás más fácil!

-¡¿Y perder mis recuerdos?! ¡Lo siento, pero no me interesa! ¡Tengo otras formas de darle la vuelta a la situación! –sonrió mientras acercaba una de sus manos a la cintura y pulsaba algo, haciendo que varios individuos apareciesen desde arriba, aterrizando directamente sobre ambos, que no tuvieron más remedio que escudarse bajo sus armas para evitar acabar muertos.

 

Desde su posición, Razer contó a unos cinco individuos, cubiertos de arriba abajo con vendajes negros y dejando solamente visibles nariz y boca, haciéndole cuestionarse cómo eran capaces de ver.

-¡¿No eras tú quien decía que dos contra uno era injusto?! –preguntó Razer, observando a los cinco ponerse delante del emperador.

-¡No me digáis que os lo habéis creído! –rió él, a la par que ordenaba a sus súbditos el ataque.

 

-¡Zein! ¡Loan! ¡Ayudadles! –exclamó Alder, cerca de allí, tras el regreso del guardaespaldas que había asistido a Quattuor.

-¡Pero, si hacemos eso, le dejaremos desprotegido! –replicó Loan.

-¡No os preocupéis por mí! ¡Sabré apañármelas! ¡Además, tengo otros asuntos de los que ocuparme! –indicó mientras cogía la “Errantia” que había ido a parar cerca de él.

 

Pese a no mostrarse muy convencidos, obedecieron sus órdenes y se lanzaron a por el enemigo.

-Ahora, sólo tengo que buscar el momento adecuado –murmuró Alder a la par que observaba el combate entre Duobus y Kai.

Había visto desde la distancia cómo funcionaba la “Errantia” y, por sus conversaciones con Razer, también conocía los núcleos que daban la inmortalidad a los descendientes. Fue así como pensó que, si conseguía coger desprevenida a Duobus y clavarle esa espada, quizás consiguiese darle la ventaja a Kai.

 

Aun así, la tarea no era nada fácil. Él no estaba hecho para el combate y mucho menos contra gente como ellos. Por eso, dudaba de si sabría aprovechar la oportunidad.

 

Entonces, en su mente, resonaron palabras de hace muchos años: “Cambiaremos el mundo.”

-Eso fue lo que prometí, ¿verdad? –dijo para sí mismo.

 

Mientras tanto, en el combate de Kai contra Duobus, esta última había hecho aparecer cuatro pistolas flotantes a su alrededor que disparaban continuamente al nigromante. Éste estaba protegido gracias a la armadura de End, pero apenas podía contraatacar como quisiera, solamente alcanzando a hacer que Hel golpease con movimientos lentos fácilmente esquivables por ella.

De repente, abrió un portal y desapareció.

-Ahí viene –murmuró Kai al mismo tiempo que se preparaba para recibirla por otro portal que se abrió a su derecha- ¡Ah! –gritó, intentando desplazar a Hel en esa dirección, sin éxito en su hazaña ya que, para entonces, su adversaria había vuelto a desaparecer.

 

Esto ocurrió varias veces más, durante las cuales estuvo recibiendo ráfagas de disparos desde distintas partes de la sala hasta que decidió volver a su posición inicial.

 

Era la segunda vez que veía aquella estrategia. Por lo que había podido observar, el espacio de tiempo entre teletransporte y teletransporte apenas llegaba al segundo, sin embargo sólo podía hacerlo un número limitado de veces seguidas. Aun así, no tenía ni idea de dónde iba a aparecer y, si no fuese por la armadura de End, estaría muerto.

 

Tenía que encontrar algún error en su forma de pelear. Algo que le permitiese cogerla con la guardia baja. De lo contrario, aquello acabaría convirtiéndose en una prueba de resistencia y, visto lo visto, tenía todas las de perder.

 

Fue entonces cuando se le vino una idea a la cabeza. Si bien el tiempo entre teletransportes era muy pequeño, se había fijado en que, después de usarlo, había un momento en que quedaba casi incapacitada, como si sus sentidos no funcionasen todo lo bien que debiesen. Era poco tiempo, demasiado poco para alcanzarla con Hel, pero todavía había algo que podía probar.

-Intentémoslo.

 

Así pues, esperó hasta que volviese a utilizar el teletransporte y deshizo la invocación de Hel, quedándose únicamente con la armadura de End cubriendo su cuerpo. Previendo entonces cuando iba a ser el último teletransporte, deshizo también la de End.

-¡Cuarto espíritu: Lein! –exclamó, poco antes de que Duobus disparase, recibiendo su ataque y cayendo al suelo, fulminado.

Tras esto, ella se acercó a comprobar si estaba muerto, momento en que el cadáver se desapareció.

-¡Sexto espíritu: Zakrik! –volvió a decir Kai, surgiendo desde su punto ciego y propinándole un derechazo en el estómago, con lo que la arrojó contra la pared, llegando a escupir sangre debido al impacto.

-Lein tiene la capacidad de crear ilusiones y Zakrik genera una resonancia en el Radiar que aumenta el poder de mis golpes, aunque sin llegan al nivel de los de Quattuor. El problema de Zakrik es que cuando lo usas en ataques físicos, si no aciertas a tu objetivo con el golpe, rompe el contrato y desaparece, por lo que hay que tener cuidado al llamarle –explicó el nigromante mientras se acercaba a ella, inmóvil y sentada junto al muro de piedra-. Puede que seas inmortal, pero eso no significa que seas invencible. Con el próximo golpe, pienso dejarte inconsciente –declaró.

-Gem... –susurró Duobus, invocando una gigantesca cabeza humanoide con dos cuernos, hecha del mismo material que la pared, y que, emergiendo de la misma justo enfrente del sorprendido nigromante, abrió su boca y se lo tragó sin que pudiese hacer nada por esquivarlo. Una vez lo hubo engullido, se deshizo en escombros.

 

Poco después, Kai apareció de entre las piedras, volviendo a incorporarse sin saber bien qué acababa de pasar.

Por otro lado, Duobus había hecho lo mismo ayudándose de la pared de detrás, apuntándole con una de sus pistolas mientras se apoyaba con la otra mano.

-¡Hel! –exclamó Kai, llamando al Inferno, y descubriendo extrañado cómo éste, al poco de ser invocado, se esfumaba tal y como había venido.

 

Por alguna razón que sólo Duobus entendía, parecía haber perdido su poder.

-¡¿Qué has hecho?! –preguntó, intentándolo otra vez y obteniendo el mismo resultado.

-Es curioso –dijo Duobus, quien, pese a su habitual indiferencia, levantó las cejas con interés y cierta sorpresa- El poder de este Inferno consiste en absorber el Radiar de aquello que devora. Tu invocación no debería siquiera aparecer. Más que haberte quedado sin poderes, es como si sólo te hubieses debilitado. Dime, ¿quién eres?

 

Era la primera vez que la oía hablar tanto, pero ni él mismo estaba seguro de la respuesta a esa pregunta.

-Una pena –continuó ella, ante su silencio-. Llegó tu hora.

 

Justo cuando se disponía a disparar, una espada atravesó su costado, haciendo salir su núcleo y consiguiendo que perdiese el equilibrio al separarla de la pared.

-¡Rápido! ¡Cógelo! –le dijo Alder a Kai, que, reaccionando a destiempo, se lanzó a por el objeto.

 

De repente, los espacios situados enfrente de Kai y bajo la cadera de Alder se distorsionaros. Sin embargo, mientras el primero consiguió evitarlo, el segundo vio cómo sus piernas y pelvis desaparecían.

-¡¡Agh!! –gritó el gobernador, cuyo torso cayó al suelo, sobre un charco de sangre.

-Alder... –consiguió decir Kai, en shock por lo que acababa de pasar, tras lo cual dirigió la mirada hacia el autor de los hechos, Sextus, quien pese a que seguir afectado por el ataque de Quattuor, sonreía orgulloso de su hazaña- ¡Alder!