jueves, 28 de julio de 2016

The Legacy of Emil Greenard: Capítulo 9

Finalmente, llegó el momento de dirigirse a los territorios del imperio. De parte de los Rebeldes iban Razer, Kareth, Quattuor y Kai; de la facción, el gobernador, seguido de un pequeño grupo de sus soldados; y de la unión, Alder y dos de sus guardaespaldas.

 

Por lo que Kareth tenía entendido, los acompañantes de Alder también eran bastante fuertes, aunque no se comparaban con Yorus, quien, como mano derecha del gobernante, se quedaría en el norte, sustituyendo al gobernador en su ausencia.

-¿Estarás bien sin mí? –preguntó Yorus, preocupado, habiéndole acompañado hasta llegar al punto desde el que partirían.

-Claro. Zein y Loan están conmigo. Además, yo también sé defenderme –respondió, tranquilamente.

-Tu jefe está en buenas manos –declaró el gobernador de la facción, golpeándose el pecho con el puño.

-No acabo de fiarme de ti –murmuró Yorus, sin que le escuchase- Por cierto, si estás aquí, ¿quién está llevando la administración en el oeste? –preguntó.

-El resto de mis soldados, junto con los representantes de los ciudadanos.

-Oh, así que has decidido incluir a sus representantes.

-Es parte del trato para la alianza. Además, ahora que hemos abandonado la lucha, los recursos deberán destinarse a otros objetivos.

-Es raro verte pensar en algo que no sea luchar –comentó Alder.

-¡¿Qué has dicho?! –se enfadó el líder de la facción.

-Nada –respondió, encogiéndose de hombros.

 

Al escuchar aquella conversación, Kareth esbozó una sonrisa irónica. Acto seguido, miró a los demás. Algunos de los soldados de la facción se mantenían firmes al lado de los vehículos en los que habían venido. Otros, seguían dentro, esperando órdenes.

 

“Si que se lo toman en serio...”, pensó mientras se preguntaba si el asalto al recinto de su gobernador les habría puesto en guardia sobre sus propias capacidades como soldados.

 

Por otro lado, Quattuor y Kai esperaban junto al que sería su medio de transporte, un automóvil de cuatro ruedas, parecido al que les había prestado Normand, más pequeño y sin esos extraños botones, y que había sido prestado por Alder.

 

El joven se fijó en el anillo que llevaba Kai en uno de sus dedos. Antes de marcharse, él y Miruru habían hecho una especie de pacto (pues no sabía de qué otra forma llamarlo) en su presencia y la del resto de rebeldes. Había sido oficiado por Donell, y los anillos, nada ostentosos, se habían elaborado mediante trenzados de hojas de algunas de las plantas que crecían cerca de la villa, y que habían sido recogidas por los niños. Un simple detalle que, pensaban, les traerían suerte en lo que estaba por llegar.

 

En ese momento, se acordó de la despedida que tuvieron antes de venir.

 

-Tened mucho cuidado –dijo Nara a Kareth mientras lo abrazaba.

-No te preocupes, estamos bien acompañados –respondió, poniendo una mano sobre el vientre de ella-. Prometo que haré de este un mundo uno en el que podamos verlo crecer felizmente –continuó, a lo que ella asintió- Miruru, la dejo a tu cargo.

-¡Por supuesto! –contestó ella, guiñándole un ojo- ¡Nadie, en su sano juicio, se atreverá a ponerle un dedo encima! ¡Te lo aseguro!

Poco después, empezó a hacerle cosquillas a su amiga, rozando su mejilla contra la de ella.

-¡M-Miruru! –se quejó Nara, intentando quitársela de encima.

 

Al mismo tiempo, una mano golpeó ligeramente la nuca de la chica de pelo rubio.

-No tiene caso que digas eso si tú misma haces lo contrario  –la riñó Kai.

-¡Ay! ¡Sólo quería demostrarle todo mi cariño y apoyo! –replicó mientras sentía la mano de él posarse sobre su cabeza.

-No hagas que me preocupe –sonrió el joven, devolviéndole ella el gesto, a la vez que le enseñaba el anillo, orgullosa.

-Cuando vuelvas, lo haremos a lo grande. Invitaremos a todo el mundo. Incluso a tu maestro, aunque tengamos que sacarlo del oasis.

-¡Jajaja! ¡Claro!

 

-¿Es que no confías en mí? –preguntó Remi por otro lado, indignado ante las palabras de Kareth a Miruru.

-Y yo que iba a dejarte descansar  –contestó él- A todo esto, ¿dónde están Ivel y Normand?

-Normand ha empezado a trabajar en el arma que trajisteis. En cuanto a Ivel, no tengo ni la menor idea –dijo Seph, encogiéndose de hombros.

-Vaya, qué pena. Me hubiese gustado despedirme de los nómadas. Sobre todo de ella. Al fin y al cabo, puede que ya se hayan ido cuando volvamos.

 

-¿Vas a estar así incluso ahora? –le preguntó Quattuor a Sarah mientras metía algunas cosas en el vehículo.

 

La peliazul se limitó a cruzarse de brazos, desviando la mirada hacia otro lado.

-Ya veo –continuó, suspirando, tras lo que se acercó a ella y, sacando un objeto de su bolsillo, cogió su mano y se lo entregó.

-¿Qué es est...? –se dispuso a preguntar justo antes de ver que era el colgante de su madre- ¡¿Eres idiota?! ¡Si te quitas esto estarás desprotegido contra el Sonar!

-Lo sé.

-¡¿Entonces por qué me lo das?!

-Este fue un regalo de una de las personas más importantes que ha habido en mi vida. Y ahora, se lo doy a alguien todavía más importante –respondió seriamente, dejándola con la intención de decir algo, pero quedándose a mitad. Mientras tanto, Quattuor volvió al automóvil.

-¡Eh! ¡Espera! –exclamó Sarah, haciendo que se girase justo para coger otro objeto en el aire, el cual era el colgante de ella- ¡Si tú me das el tuyo, lo justo es que yo te dé el mío! ¡Más te vale volver y devolvérmelo o habrá consecuencias! – sentenció, antes de marcharse, dejando a un Quattuor sorprendido que, después de mirar el colgante, sonrió y se lo puso alrededor del cuello.

 

-Ocúpate de todo mientras no estoy, Donell –dijo Razer, ultimando sus preparativos.

-Sin problemas.

-Es posible que después de todas las peleas y las muertes de tantos compañeros, consigamos ponerle fin a esto.

-No deberías culparte de eso, Razer.

-Como líder, es una carga que llevaré siempre. Todos ellos confiaron en mí, esperando que algún día el imperio cayese y la guerra terminase. Sin ellos, nunca hubiésemos llegado hasta aquí. Parece que sigo siendo un líder con suerte.

-La suerte también es una habilidad, ¿no es cierto?

-¡Jajaja! ¡Eso mismo, mi querido amigo!

-Yo creo que eres un buen líder.

-Gracias por tus ánimos –dijo Razer mientras se alejaba-. ¡Kai! ¡Kareth! ¡Quattuor! ¡Nos vamos!

 

-Por cierto, Normand me dio esto para ti –dijo el líder de los Rebeldes sacando un objeto de gran tamaño, cubierto por una manta, y entregándoselo al gobernador de la facción.

-¡Es mi Hydra! –exclamó, entre alegre y sorprendido, tras destaparla cuidadosamente.

-Supongo que pensó que te vendría bien tenerla a punto para la reunión.

-¡Je! ¡Le daré buen uso!

 

Finalmente, los tres líderes volvieron con sus respectivos acompañantes y comenzaron su camino hacia el imperio.

 

Situados a la cola de la comitiva, el vehículo en el que iban los Rebeldes, estaba conducido por Quattuor. De copiloto iba Razer, mientras que en la parte de atrás se encontraban Kai y Kareth.

 

A la cabeza iba el gobernador de la facción y su séquito. Y justo en medio de los dos, el gobernador de la unión.

 

-A todo esto, me doy cuenta de que todavía no sé el nombre del gobernador de la facción –comentó Kareth.

-Yo creo que ése va a ser el menor de nuestros problemas –replicó Quattuor.

-Bien, chicos, repasemos lo que debemos hacer una vez lleguemos allí: primero nos reuniremos con el emperador, que seguramente esté acompañado por Duobus y puede que otros descendientes de Gaia, motivo por el que tendremos que estar alerta por lo que pueda pasar. Nuestro objetivo será hacerle comprender al emperador que, si continuamos con esta guerra, sólo conseguiremos la extinción de la raza humana. Sin embargo, es bien sabido que el emperador es muy compresivo con los demás, por lo que, si no lo conseguimos por las buenas, habrá que hacerlo por las malas –explicó Razer.

-¿Y no hubiese sido mejor llevar un buen ejército por si acaso? –preguntó Kareth-. Quiero decir, estamos en su territorio. Si algo sale mal, llevamos las de perder.

-Lo sé. Pero piensa que si llevásemos más soldados de los que tenemos, sospecharían de nosotros. Tendremos que arriesgarnos y contar con que el séquito del gobernador de la facción será capaz de retener a sus soldados el tiempo suficiente para capturar al emperador. Una vez lo consigamos, tendremos control sobre el imperio.

-¿Cuánto calculas que podrán darnos? –preguntó Quattuor.

-Según el gobernador de la facción: una media hora aproximadamente. Espero que no esté siendo demasiado optimista.

 

Tras días de viaje, llegaron finalmente a las afueras de los territorios del imperio, o por lo menos, de una parte de estos.

-La mansión del emperador está en la zona este, distribuida en distritos que siguen un orden según un alfabeto de tiempos muy anteriores a la guerra. En el sur, por el contrario, siguen un orden numérico –explicó Razer.

-¿Y a cuál tenemos que ir? –preguntó Kai.

-Al “Distrito β”... –respondió Razer, apenado y cabizbajo.

-¿Ocurre algo?

-Hace semanas, me enteré de que un escuadrón de rebeldes había atacado una de las bases del “Distrito α”. Todos fueron aniquilados. Si bien la alianza ya se había formado, no había tenido tiempo de comunicárselo a todas las divisiones y grupos, y ellos formaban parte de esa excepción. No tuve más remedio que declararlos como grupo independiente para que el emperador accediese a la reunión. Es un deshonor para mis hombres. Como si sus actos no hubiesen tenido valor para nuestra causa pese a que su objetivo formaba parte de nuestros ideales –respondió Razer, provocando unos segundos de silencio entre los demás.

-Si nos están viendo ahora, Razer, sé que sabrán que hiciste lo correcto –indicó Quattuor-. Cuando terminemos con esto podrás darles el honor que se merecen.

-Todos los difuntos van al más allá. Te escucharán. Lo sé –sentenció Kai.

 

Después de una pequeña parada en la base que daba paso al “Distrito β” y certificarse su invitación, la alianza continuó su camino.

 

Desde el punto de vista de Kareth, las calles y casas de allí tenían un aspecto bastante lujoso. Al parecer, la presencia del emperador había generado una gran diferencia entre los distritos más cercanos a su mansión y los más alejados.

 

Así pues, podía observarse el aspecto pomposo y arrogante de los que apoyaban su mandato, (probablemente exsoldados, parientes o personas que le ayudaban a conseguir lo que quería a cambio de favores) quienes le ayudaban a mantener bajo control posibles rebeliones de las clases más pobres.

 

Aparcaron sus vehículos en un espacio que había frente a la mansión, donde les estaban esperando.

 

El tamaño de aquella edificación era tal, que un castillo se quedaba pequeño a su lado.

-Diría que es dos o tres veces más grande que el recinto del gobernador de la facción –declaró Kai.

-El imperio tiene más recursos que ellos, así que no me extraña –contestó Razer.

 

Poco después, aparecieron varios hombres y mujeres con aspecto de criados que, tras saludarles de manera cortés, les invitaron a acompañarles dentro.

 

Allí, el grupo observó con asombro sus anchos y largos pasillos, innumerables habitaciones de diseños más modernos de lo que esperaban, y grandes ventanales que daban a patios casi infinitos.

 

Fueron llevados hasta un par de elevadores con forma cuadrada, donde debían de caber al menos unas veinte personas, y, después de subir al piso más alto, continuaron por otra serie de pasillos, esta vez de aspecto más arcaico, techos curvados y alfombras que cubrían el suelo; hasta detenerse, finalmente, frente a un gran portón, que, tras ser abierto por los criados, dio paso a un gigantesco balcón con una barandilla de piedra en los bordes, desde el que podía verse todo el distrito.

-¡Por fin! –dijo una voz, llena de aburrimiento- ¡Estaba cansado de tanto esperar!

 

Delante de los recién llegados había dos grandes mesas, también de piedra, ocupando el centro. Y levantándose de uno de los múltiples sillones de terciopelo que había a su alrededor, un hombre pelirrojo de traje negro y sonrisa arrogante, alzó sus brazos, considerándola su manera de dar la bienvenida.

-¡Bienvenidos a mi pequeño rincón! Bellas vistas, ¿eh?

-Ahórrate las tonterías, Naithan –señaló, sin tapujos, Alder.

-Hacía tiempo que no me llamabas así. Desde la última vez que nos vimos. Aunque parece que, en esta ocasión, tienes más acompañantes –respondió él, sonriente-. Si tanto queréis ir al grano, sentaos, por favor. Quien quiera tomar algo, mis criados se lo traerán enseguida. Si es que os fiáis de mí, claro –finalizó, carcajeándose.

 

Obedeciendo al emperador, el grupo ocupó gran parte de los asientos mientras soldados y guardaespaldas aguardaban fuera de la sala.

-Espero que no intenten nada extraño. Tengo soldados dispuestos por toda la mansión, y estarán vigilándoles en todo momento.

“Eso ya nos lo imaginábamos”, pensó Kareth ante su comentario.

 

Con gesto educado, todos rechazaron el ofrecimiento de los criados, tras lo que se marcharon, cerrando el portón tras de sí.

-Antes que nada, dejad que os presente a mi consejera –dijo Naithan, abriéndose una puerta en la pared lateral derecha del balcón y dando paso a una joven vistiendo un abrigo cuyo cuello estaba rodeado de plumas erguidas-. Su nombre es Duobus –indicó mientras se sentaba.

-Un placer –dijo ella, inclinando la cabeza a modo de saludo.

 

No hubiesen hecho falta las presentaciones, algo que, por supuesto, ella también sabía. La duda estaba en si el emperador conocía de quién se trataba realmente.

-Es encantadora –declaró Naithan, orgulloso.

-No cabe duda de ello –contestó Alder, con tono calmado-. Para nosotros también es un placer, señorita Duobus –continuó, devolviendo el gesto.

-A mí también me gustaría conocer a los demás. Vosotros dos sé quienes sois, pero no puedo decir lo mismo con los otros cuatro. Supongo que vienen de parte de los Rebeldes.

-Así es. Yo soy Razer, líder de los Rebeldes, y ellos son mis consejeros: Kareth, Kai y Quattuor.

-¡Tres consejeros! ¡¿Qué te parece?! –exclamó Naithan, con fingida sorpresa, mientras apoyaba los codos sobre la mesa.

-No se dijo nada sobre el número al formalizar las condiciones de la reunión –aclaró Razer.

-Cierto. No se dijo nada. Tampoco tengo nada en contra de ello –se disculpó el emperador.

-En cuanto a que no me conozcas. Puede que simplemente no te acuerdes de mí –declaró Razer, forzando una sonrisa.

 

Desde sus asientos, los demás pudieron notar la tensión y rabia contenida que había por parte de Razer.

 

-¡Ejem! –carraspeó Alder, llamando la atención de todos y calmando ligeramente los nervios.

-Qué curiosa alianza la que habéis hecho. Supongo que me daréis más detalles del porqué –comentó Naithan, volviendo al tema.

-De hecho, ése es el punto principal de esta reunión. Y, si no os importa, me gustaría proceder a ello ahora mismo –continuó Alder.

-Adelante –dijo el emperador, haciendo una señal con la mano para cederle la palabra.

-Como ya es sabido, al mismo tiempo de formarse la alianza entre el imperio y “Comhairle”, se descubrió la existencia de las Yohei Gakko. Tanto Ceron como yo decidimos que lo mejor era unir nuestras fuerzas para enfrentarnos a  la nueva amenaza...

“Así que su nombre es Ceron”, pensó Kareth, tras descubrir el nombre del líder de la facción.

-...Sin embargo, esa unión fue interrumpida por los Rebeldes, quienes, gracias a la nueva información que nos aportaron, nos hicieron darnos cuenta de que estábamos siendo manipulados para continuar con esta guerra.

-¿Manipulados? ¿Por quién? –preguntó el emperador.

-Por una organización bajo el nombre de proyecto Gaia, cuyo plan consiste en hacer que el núcleo de este planeta, su creadora, salga a la superficie y provoque su renacimiento, sólo que esta vez, impidiendo la evolución del ser humano.

-Oh. Entonces asumo que alguien de esa organización está aquí y me está manipulando, ¿no?

-Así es. Los miembros del proyecto Gaia se han hecho pasar por nuestros consejeros. Qué casualidad que aquí tengamos a alguien cuya posición es precisamente esa, ¿no es verdad, señorita Duobus? –preguntó Alder, mirándola fijamente pese a ser ignorado por ella, quien se mantuvo en silencio con expresión de indiferencia.

-Ya veo. Así que, según dices, Duobus me ha estado manipulando todo este tiempo para acabar con la raza humana –resumió Naithan.

-Firma la paz con nosotros, Naithan. Puede que nos lleve tiempo, pero estoy seguro de que podremos llegar a un acuerdo. De lo contrario, cavaremos nuestra propia tumba.

 

Al terminar el discurso de Alder, el emperador se quedó observando uno por uno a todos los presentes. Su expresión era una mezcla de seriedad y mofa, como si pensase que se trataba de algún tipo de broma pero intentase disimularlo malamente.

 

Llegado a un punto, parece que no pudo aguantarlo más y empezó a reírse descontroladamente, golpeando la mesa varias veces e incluso llorando de la intensidad.

 

En respuesta, Ceron hizo ademán de levantarse, enfurecido por su actitud. No obstante, fue detenido por Alder, quien se mantuvo impasible hasta que Naithan se hubo calmado.

-¡Un trato dices! ¡Qué irónico que ahora tengáis miedo de nuestra extinción cuando vuestros antecesores podrían haberla evitado! ¡Hipócritas! –dijo el emperador, mostrando una sonrisa de superioridad.

-No eres mejor que nosotros, Naithan –declaró Alder.

-Por supuesto que lo soy. La muerte es una liberación, querido Alder, y llevarla a cabo, mi entretenimiento. El ser humano lleva condenado desde hace mucho. Y si no termina con nosotros el proyecto Gaia, lo hará la guerra. Su objetivo permitirá acelerar el proceso y devolverá este planeta a lo que era.

-Si acabamos con esta guerra nosotros mismos, podemos conseguir ambas cosas: la conservación del planeta y la salvación del ser humano.

-¡Eres demasiado idealista, Alder! ¡Lo que buscas es una utopía! ¡El ser humano nunca cambiará, y acabar con esta guerra, sólo dará lugar a una aún peor! ¡Es nuestro destino! ¡Nuestra naturaleza!

-Entonces, ¿estás de su lado?

-En realidad, me es indiferente. Pues, para mí, el futuro de la humanidad ya ha sido decidido ¡Y si vamos a extinguirnos de todas formas, ¿por qué no divertirme destruyendo todo lo que pueda?! ¡Antes de morir, quiero sentirme vivo de verdad! ¡Emocionarme con una batalla a muerte! ¡Arrebatarles la vida a mis semejantes! ¡Sí, eso es mucho mejor que tu sinsentido de acabar con nuestra naturaleza! ¡Con lo que nos hace humanos! ¡Tendrías que haber estado cuando el proyecto Gaia me ofreció esta oportunidad! ¡Una última batalla apoteósica! ¡La oportunidad perfecta para llegar al clímax, a la liberación!

-¡Estás completamente loco! –exclamó Ceron.

-¡¿Y me lo dice alguien dentro de una armadura hecha para el combate?! ¡No me hagas reír! ¡Todos lo estamos, Ceron!

-Déjalo. Ya contábamos con que las cosas saliesen así –intervino Razer-. Si no vamos a convencerte por las buenas, lo haremos por las malas.

-No tan deprisa. Todavía os han reservado una pequeña sorpresita. Sinceramente, me entristece no ser yo quien os la dé.

 

Los demás se miraron entre ellos, confusos. Por otro lado, la misma puerta por la que había entrado Duobus volvió a abrirse, dando paso esta vez a un hombre al que algunos ya conocían bien.

-Volvemos a vernos.

-¡Detz!  -exclamaron Kareth y Quattuor al unísono.