miércoles, 26 de agosto de 2015

Capítulo 22: Los dos hermanos



-Veamos...cebolletas, azúcar, salsa de soja...creo que lo tengo todo... –saliendo del supermercado con una bolsa en la mano, una chica de pelo rojizo revisaba la lista de la compra.

Colgado de su hombro y extendiéndose hasta el costado, había un bolso de color negro desde el cual se asomó un zorro con pequeños cuernos en la cabeza.
-¿Estás segura, Eri? No sería la primera vez que te despistas y tienes que volver atrás para comprar alguna cosa que se te ha pasado por alto.
-¡Eso sólo fue una vez! Además, estoy casi segura de que lo he revisado bien.
-Casi segura, ¿eh? –recalcó el zorro mientras sacaba las dos patas delanteras del interior del bolso-. Por cierto, hace un calor terrible.
-Estamos en verano, incluso si estás acostumbrado a las altas temperaturas es normal que te afecte.
-Bueno, estar encerrado en esta cosa tampoco ayuda mucho.
-¿Y qué quieres que haga? La gente vería raro a un zorro que habla caminar libremente por la ciudad. Ni qué decir si además tiene tres colas y cuernos.
-Puede, ¿pero era necesario que fuese de color negro? Por culpa de eso el interior parece una estufa.
-¡Es el único que tengo, ¿vale?! ¡Deja de quejarte!
-Vale, vale...

Habían pasado casi tres semanas desde que un hombre que se denominó a sí mismo apóstol decidió atacar la basílica del Vaticano con la intención de llevarse los “Daying Walkers” que allí se encontraban, siendo destruida en el proceso. Por entonces, también había aparecido una chica llamada Lilith, que resultaba ser la nieta de Satán y a la cual estaban buscando para asesinarla.

Así pues, Derain había decidido que mientras se preparaban para un posible ataque por parte de los apóstoles y esperaban a que los pecados se reuniesen en la ciudad, Lilith se quedaría en mi casa, según sus propias palabras: “Porque es la que más espacio tiene, al fin y al cabo, solamente vivís ese zorro y tú.”

Por su parte, ella apenas entendía algo de la profundidad de todo aquello, el hecho de que los apóstoles quisieran resucitar a Dios, o Chronos, o como se llamara, para iniciar otra guerra contra los demonios; el que Kaoru resultase ser un ángel; quiénes eran los pecados...había muchas cosas que no entendía, y lo único que había sacado en claro era que los pecados se encargarían de explicárselo todo.

Para colmo, pese a que estaban en vacaciones de verano, no había tenido mucho tiempo para disfrutarlas. No en el sentido de no haber podido salir con sus amigas, quienes ya estaban recuperadas tras su paso por el hospital, sino por estar más pendiente de que apareciese algún atacante que de pasarlo bien. Y eso que Derain le había dicho que no se preocupase, que en caso de que sucediese algo la avisaría.

Si lo pensaba bien, también estaban Akira y Asari. Y, por lo que había escuchado, Hioni-sensei también había vuelto de su expedición a Italia, aunque no había tenido tiempo de verle debido a que había tenido que ocuparse de otros asuntos.

En cualquier caso, técnicamente no había motivos para estar preocupada pero, aun así, no podía quitarse ese malestar del cuerpo.

Finalmente, llegaron a casa.
-Ya estoy de vuelta.
-Bienvenida
Una chica de pelo azul celeste los recibió amablemente en la entrada.
-¿Quieres que te eche una mano? Parece que pesa –se ofreció la joven.
-No, tranquila, puedo yo sola –respondió Eri mientras dejaba el bolso colgado en una percha cerca de la entrada y permitía salir a Agramón.
-Como quieras pero esta vez te ayudaré a hacer la cena, te guste o no.
-De acuerdo, de acuerdo.

Siguiéndola hasta la cocina, Eri recordó los inicios de su convivencia con Lilith, la cual comenzó con algunas dificultades ya que en un principio no se mostraba muy confiada con ella y Agramón. Así pues, era difícil que aceptara comida de buenas a primeras si era Eri quien la preparaba, cocinando sus propios alimentos y comiéndolos después en un lugar lo más apartado posible de donde lo hacía la chica de pelo rojo. Por entonces, la súcubo se había sentido bastante incómoda ya que ni ella ni Agramón sabían cómo romper el hielo, o al menos no sin que la conversación terminase a los pocos segundos con sequedad. No era como que los tratase mal o algo por el estilo, de hecho era bastante ordenada, tranquila e independiente, sino que por aquel entonces era bastante reservada.

Sin embargo, al cabo de dos semanas había conseguido coger confianza con ellos y, pese a que seguía teniendo sus cosas, se mostraba más cercana y participativa.
-No se te ha olvidado nada, ¿verdad? –preguntó Lilith mientras la ayudaba a colocar los productos en sus respectivos sitios.
-¡P-por supuesto! ¡Repito que sólo me pasó una vez! –se molestó Eri.
-¿Y las espinacas?
-¡No puede ser! –exclamó la súcubo dirigiéndose a la bolsa que estaba mirando Lilith para darse cuenta de que sí que se encontraban en el interior de ésta- ¡Lilith-chan!
La otra chica esbozó una media sonrisa a la vez que cogía el alimento y lo depositaba en el frigorífico.
-Eres muy fácil de engañar, Eri –indicó Agramón.
-¡Tú cállate!

De repente el timbre de la casa sonó.
-Voy yo –dijo la joven de pelo rojo mientras corría hacia la puerta.
Al abrirla apareció al otro lado un chico de pelo negro, alto y fuerte.
-¡Akira-kun! –exclamó Eri alegremente.
-Hola –respondió él con un simple saludo alzando su mano derecha.
-¿Cómo tú por aquí?
-Bueno, pasaba por esta zona y decidí haceros una visita –explicó el joven rascándose la cabeza.
-Por supuesto...una visita de lo más casual... –comentó Agramón apareciendo detrás de Eri.
-¡Tú cállate! –replicó el medio demonio.
-Y ya van dos...
-Entonces, ¿quieres cenar con nosotros? –preguntó la chica.
-Ah...n-no hace falta, si ahora mismo me voy... –respondió él alterándose un poco.
-¡Nada, nada! ¡Cuantos más, mejor! –declaró Eri cogiendo de la mano a Akira e introduciéndolo en la casa.

-¡Lilith-chan! ¡Tenemos visita! –gritó la anfitriona mientras entraba en la cocina.
-Esto...hola... –dijo su amigo apareciendo detrás de ella.
-Hola.
Tanto la súcubo como el medio demonio notaron una mayor frialdad en el saludo de la nieta de Satán, aunque era de esperar teniendo en cuenta que todavía no conocía muy bien al chico.

En parte había que decir que no era culpa suya. Debido a que apenas le permitían salir de casa de Eri, Lilith no había conocido a mucha más gente además de ella y Agramón. Pese a que era por su seguridad, a la súcubo no le gustaba mucho la idea, por no decir que si iba a algún sitio tenía que ser bajo la supervisión de alguien como Derain o Asari. Y eso que la demonio poseía la habilidad de ocultar su Setten, pero no sería suficiente para lidiar con el poder de los apóstoles.

-Bueno, pongámonos manos a la obra –dijo Eri mientras empezaba a sacar utensilios de cocina.
Acto seguido, Lilith cogió uno de los cuchillos y comenzó a cortar las cebolletas.
-¿Puedo ayudaros en algo? –preguntó Akira.
-No te preocupes, tú siéntate y espera con Agra-chan –contestó Eri.
-Si, eso, no sea que fastidies la cena –se burló el zorro.
-¿Sabes? Me está empezando a apetecer zorro a la parrilla –declaró Akira mientras hacía aparecer una llama en su mano. La vena de su frente parecía haberse hinchado peligrosamente.
-¡Inténtalo! ¡No te tengo miedo! –respondió Agramón haciéndose ligeramente hacia atrás, traicionando sus propias palabras.
El chico disipó la llama y resopló. Acto seguido volvió la vista hacia Eri.
-¿Cómo va el entrenamiento de Luka y Shiina?
-Luka ha tardado poco en aprender a controlar sus habilidades demoníacas, de hecho aprendió a concentrar el Setten antes que yo. Incluso ya utiliza habilidades propias de su raza. Como las que utilizó cuando nos enfrentamos a ella, sólo que sin descontrolarse en el proceso. Está superexcitada con eso de tener poderes, ya sabes a lo que me refiero. Estaba deseando salir del hospital para ponerse a experimentar.
-Suena a algo muy propio de ella.
-¿Verdad? Lástima que con Shiina las cosas no vayan tan bien...
-¿Ocurre algo?
-Creo que los efectos secundarios de la maldición la están bloqueando...
-Ya veo...

Después de que Eri maldijese a la chica para evitar su muerte, nadie notó nada fuera de lo normal. No obstante, unos días después de que saliese del hospital, mientras ambas caminaban hacia casa, ocurrió algo extraño cuando la súcubo tropezó y cayó al suelo, golpeándose la rodilla. No es que el golpe fuese muy fuerte, ya que era algo que podía pasarle a cualquier niño al no vigilar sus pasos durante una carrera. El problema fue que, cuando Eri levantó la cabeza, descubrió a su amiga acariciándose el mismo sitio que ella con una mueca de dolor en su rostro.

Cuando le preguntaron a Derain, éste les dijo lo que la chica de pelo rojo ya sospechaba, y es que, debido a los efectos secundarios producidos por la maldición, sus vidas estaban conectadas. No tenía por qué suceder siempre pero, en algunos momentos la una sentiría el dolor de la otra, probablemente sería más pronunciado en dolores agudos, y, además, existía una alta probabilidad de que la muerte de una de ellas significase el final para ambas.

Pese a que en un principio parecía que ambas se lo habían tomado con bastante serenidad, Eri tenía la sensación de que su amiga había estado actuando de manera un poco extraña, como si vigilase cada paso que diese para evitar sufrir algún accidente o tropiezo. Conociéndola, seguramente no quería que Eri lo pasase mal por su culpa.

-¿Has hablado con ella del tema?
-No lo admitirá. Dirá que está bien y que no pasa nada.
­-Incluso así, opino que deberías intentarlo –interrumpió Lilith sin apartar la vista de sus tareas-. Si no te impones no lograrás hacer que entre en razón.
-Lo sé...

Tras terminar de hacer la cena, los cuatro continuaron la conversación sentados en la mesa.
-¿Sabes algo de Tsuchie-kun, Gakusa-san y Mizuki-chan? No los he visto desde el campamento –preguntó Eri.
-Seguirán con su aprendizaje, aunque me pregunto si traerá algo bueno. Al que tampoco se le ve desde el campamento es a Kaoru. Creo que ha estado contactando con los pecados estos últimos días.
-Me pregunto cómo serán...
-¿Los pecados?
-Sí.
-Yo tampoco los conozco así que no puedo ayudarte...
-Yo sí que los conocí –dijo de repente Lilith.
-¿En serio?
-Fue cuando era pequeña, por lo que no recuerdo bien su aspecto pero trataban a mi madre con bastante respeto. No tenía miedo estando cerca de ellos aunque...
-¿Aunque...?
-Cómo decirlo...no es un grupo que te gustaría encontrarte por la calle...
-¿A qué te refieres?
-Por decirlo de alguna forma, no daban miedo pero sentía que estaban fuera de lugar.
-Qué conclusión más extraña... –comentó Agramón.
-Mm... –Eri se mostró pensativa.
-En cualquier caso será mejor no darle tantas vueltas. Ya nos encontraremos con ellos tarde o temprano –sentenció Akira.

Tiempo después de terminar de cenar, el chico se despidió de ellas y se marchó, quedándose solos ellas y el demonio con aspecto de zorro.
-¿Quieres tomarte un baño tú primero, Lilith-chan? –preguntó Eri.
-¿Eh? Ah, puedes ir tú delante si quieres. Yo me encargaré de fregar los platos.
-No seas así. Ya lo haré yo, venga.
-Pero...
-Ni peros ni nada.
Sin intención de discutir, la joven aceptó la proposición.

Mientras tanto, la súcubo se dirigió hacia la cocina para comenzar su tarea. Agramón se sentó en una silla cerca de ella.
-Parece que lo lleva mejor. Este estilo de vida, quiero decir.
-Sí, de alguna forma esa chica me recuerda un poco a mí, ¿sabes?
-¿Lo dices por lo de su madre?
La chica asintió a la vez que depositaba uno de los utensilios ya lavados.
-¿Qué motivos podría tener una madre para abandonar a su hija sin decir nada?
-En lo único en lo que quiero pensar es en que lo hizo para protegerla.
-Para protegerla, ¿eh?
Tras quedarse unos segundos en pausa, la chica elevó la mirada al techo.
-¿Has oído algo?
-Sí... –respondió el zorro levantando las orejas- ¿Es Lilith?
-No, no lo creo.
Aunque leves, se habían escuchado pequeños golpes en el tejado. Si se sumaba lo poco usual que resultaba eso con el estado de alerta constante que tenía la joven, no era de extrañar su reacción.
-Agra-chan, ve a avisar a Lilith. Voy a salir fuera un momento.
-Espero que estés segura de lo que haces –dijo el zorro mientras obedecía.
-Más quisiera...

Abriendo la puerta, observó cómo el cielo comenzaba a oscurecerse. Quizás se hubiese vuelto paranoica con todo lo que había ocurrido últimamente pero no podía evitar pensar que aquel momento era perfecto para un ataque.

Desechando ese pensamiento, y, puesto que no distinguió nada que le pareciese sospechoso, pensó que la mejor manera de comprobarlo sería llegar hasta allí.

Así pues, haciendo aparecer unas alas a su espalda, emprendió el vuelo.

Lo cierto es que era la primera vez que utilizaba aquellas alas para volar en una situación seria, por lo menos siendo consciente de ello, pero las anteriores veces que lo había intentado había sido durante entrenamientos.

Cuando aterrizó en las tejas echó un vistazo a su alrededor, por si encontraba algo sobre las casas del resto de vecinos, sin embargo su búsqueda seguía siendo vana.
-Ah... –resopló- Quizás sólo fuese algún pájaro o su imaginación le estuviese jugando malas pasadas.

Fue entonces cuando, al darse la vuelta, algo no identificado la acometió fuertemente, saliendo despedidos ambos hasta chocar contra el suelo de la calle.

Tras rodar un par de metros, Eri se levantó para encarar a su adversario, el cual se erigía frente a ella vestido con traje y dos halos rodeando sus muñecas.
-Un “Dying Walker”... –o eso le hubiese gustado a ella, ya que, mientras decía esto, tres más aparecieron junto al otro- Como mínimo, estoy segura de que podré lidiar con algo así –continuó diciendo, ya en pie.

Al momento, dos de ellos se lanzaron contra la chica con una de sus manos al frente, disparando un rayo de energía blanco liberado a partir de su halo. Ella se elevó en el aire para esquivarlos y, acto seguido, dibujando un símbolo en el aire, hizo aparecer una lanza cerca de su posición, la cual cogió y arrojó hacia uno de ellos, atravesándole el pecho y deteniendo su avance.

El otro, por su parte, emprendió también el vuelo, recorriendo la distancia que los separaba.
-¡No sabía que pudiesen volar! –exclamó la chica elevándose aún más para no ser alcanzada.

Segundos después tenía a los tres “Dying Walkers” que quedaban pisándole los talones.

Uno de ellos consiguió cogerle el tobillo, haciendo fuerza para lanzarla de nuevo a tierra, sin embargo, reaccionando rápido, la súcubo formó una bola de fuego en la palma de su mano derecha, la cual lanzó directamente a la cabeza de su perseguidor, quien recibió el golpe, cayendo al suelo desde una altura considerable.

De esta forma, habiéndose librado de su acosador más cercano, Eri pudo comenzar su contraataque contra los dos restantes, para lo cual concentró sendas bolas de fuego en las dos manos y las lanzó en su dirección, consiguiendo acertar con una de ellas pero no con la segunda, la cual fue evadida por el “Dying Walker”.
-¡Maldita sea! –exclamó Eri al observar cómo su enemigo apuntaba hacia ella.

Sin perder ni un segundo, hizo aparecer un escudo justo cuando el rayo de energía fue disparado, logrando desviarlo en el último momento. Tras esto, volvió a hacer aparecer otra lanza a su lado mediante un rápido movimiento de su extremidad anterior, agarrándola rápidamente y lanzándose de frente contra su adversario con ésta en una mano y el escudo en la otra, consiguiendo acertarle en el cuello.

Entonces, haciendo desaparecer las armas, bajó a tierra donde la esperaban Agramón y Lilith.
-¿Estás bien? –preguntó la demonio de pelo azul con expresión de preocupación.
-Sí, no han supuesto ningún peligro. Sin embargo debemos estar alerta, no sabemos si aparecerán más.
-No es de ellos de quien deberíais preocuparos... –una voz cercana provocó que los tres girasen la cabeza, topándose con el cuerpo de un hombre sentado sobre la pared que separaba el jardín de una de las casas y la calle. A su lado se encontraba un doberman.
-¡¿Quién eres tú?! –gritó Eri.
-Eso no importa. Me han pedido que venga a por vosotras dos y me gustaría cumplir con mi trabajo sin demasiadas complicaciones, así que, si gustáis... –dijo mientras hacía una señal para que se acercasen a él.
-... –ninguno de los tres se movió.
-Vaya...entonces no me quedará más remedio que utilizar otros métodos... –chasqueando los dedos, tres “Dying Walkers” hicieron acto de presencia justo delante de él, no obstante, éstos no eran como los anteriores. Para empezar eran ligeramente más altos que los normales, la parte de arriba de la ropa no existía, dejando ver un torso de color gris y con varios tornillos de unos cinco centímetros de diámetro distribuidos aleatoriamente por todo éste. Además, a su espalda presentaba una única ala de aspecto robótico y otro halo sobre su cabeza.
-¿Qué...es eso...?
-“Dying Walkers”, sólo que un poco modificados por uno de mis compañeros.
-Y que lo digas...

Sin darles más tiempo para sorprenderse, el del centro avanzó rápidamente hacia ellos realizando un ataque vertical con uno de sus brazos. Los tres esquivaron el golpe, dividiéndose en el proceso, de manera que Agramón y Eri quedaron situados en el lado derecho de la calle y Lilith en el izquierdo.
-¡Lilith-chan! –exclamó Eri.
-Recordad que los quiero vivos. De lo contrario no me servirán para nada... –indicó el hombre.

Al final, el escenario se había convertido en dos de los “Dying Walkers” modificados yendo a por Lilith, y el restante a por Eri y Agramón.
-¡Trágate esto! –reuniendo una bola de fuego de gran tamaño con ambas manos, la súcubo lo lanzó contra el que tenía enfrente, el cual recibió el golpe directamente pero no mostró indicios de verse afectado por ello.

Por su parte, Lilith dibujó un símbolo en el aire y situó ambas manos al frente, enviando un fuerte vendaval a sus enemigos, logrando frenar su avance. Acto seguido, junto sus manos, provocando que el viento se volviese afilado como cuchillas, cortándoles, pero, ignorando esto, los “Dying Walkers” levantaros sus brazos y lanzaron un rayo de energía en su dirección, el cual fue desviado a duras penas por el viento generado por la demonio, golpeando las paredes de las casas.

Mientras tanto, Agramón cambió su apariencia a la de un ser horrendo del tamaño de un león, recibiendo el apoyo de Eri para que tomase forma física y embistiendo a su contrincante. No obstante, este último respondió con un ataque procedente de su única ala, con la que aplastó al zorro.
-¡Aaaah! –Eri hizo aparecer un rifle con el que disparó al ser, el cual avanzó hacia ella sin inmutarse por las balas y la golpeó en el estómago, lanzándola a varios metros de distancia. No contento con ello, el “Dying Walker” levantó uno de sus brazos y apuntó a la chica, quien trataba de ponerse en pie. Fue en ese momento cuando un policía apareció en escena, atraído por el escándalo que se acababa de formar.
-¡¿Qué está pasando aquí?! –preguntó al ver a la joven en el suelo.
-¡Márchese de aquí! –exclamó Eri al observar cómo su enemigo cambiaba el objetivo de disparo- ¡Corra!
En el momento del disparo, la chica saltó para interponerse entre éste y el hombre, sin embargo el contacto no llegó a producirse, cayendo ambos al suelo sin un rasguño.

Cuando la súcubo levanto la cabeza se encontró con el rostro de una chica guapísima de pelo largo recogido en una coleta al final.
-¿Estás bien? –preguntó.
-Sí... –respondió Eri anonadada- ¡Espera! ¡¿Qué...?!
Recomponiéndose de la sorpresa, la demonio se levantó rauda para enfrentarse al “Dying Walker” pero lo que encontró fue a éste detenido en seco, con la mano todavía apuntando al aire.
-¿Qué es lo que...? –dijo Eri sin tener ni la más mínima idea de lo que acababa de pasar.
-No te preocupes, no volverá a atacarte –declaró la otra chica con una tierna sonrisa que hizo que la súcubo se pusiese colorada.
-¿Y Lilith-chan? –preguntó de nuevo más calmada.
-Está todo controlado.

Al otro lado de la calle, un joven pelirrojo con el pelo de punta y una pequeña coleta que le caía hasta la nuca apareció entre Lilith y los “Dying Walkers”, crujiéndose el cuello. En sus manos había ocho pistolas, cuatro de ellas en cada extremidad que estaban sujetadas a partir de un par de varas metálicas que unían los mangos en un punto central, dando un aspecto de cruz. El chico giraba entre sus dedos las varas metálicas haciendo dar vueltas los cañones de las armas, de aproximadamente unos treinta centímetros cada uno.

Sin esperar siquiera a que los “Dying Walkers” reaccionasen, el joven comenzó a disparar, haciendo llover balas sobre las biomáquinas mientras los cañones continuaban girando. Cuando cesó el fuego, sus enemigos habían quedado reducidos a un montón de agujeros.
-¿Qu-quién eres tú? –preguntó Lilith confusa.
-Mi nombre es Ahren -dijo el chico girándose hacia ella-, me encargo de defender a los demonios.
-¿Eh?
-¡Serah! ¿¡Has terminado por allí!?
-¡Sí, Onii-chan! ¡Ya está! –exclamó a la vez que el “Dying Walker” que se encontraba a su lado comenzaba a moverse de nuevo y lanzaba un ataque contra ella.
-¡Cuidado! –gritó Eri, sin embargo, el puñetazo fue desviado hacia el suelo, como si hubiese una barrera invisible a su alrededor- Ah...

Lo que siguió a esto Eri no supo si considerarlo humillante o gracioso. La biomáquina comenzó a lanzar ataques a diestro y siniestro contra la chica mientras ésta observaba a su contrincante sin mover un solo músculo, no obstante, todos los ataque eran desviados mágicamente sin que acertasen a su objetivo.

Fue entonces cuando ella desplazó su mano abierta hacia arriba, provocando que el cuerpo del “Dying Walker se distorsionase y desapareciese en el aire sin dejar rastro.
-De ella es de quien menos hay que preocuparse... –dijo Ahren mientras plegaba las dos varas metálicas para situar las cuatro pistolas de cada arma en línea y así poder guardarlas.
-Así que los pequeños vienen a echar una mano a su padre –se burló el hombre, todavía sentado.
-Tú eres el siguiente –amenazó Ahren.
-Por favor, no quisiera enfrentarme contra los hermanitos. Seguro que en América habréis aprendido muchos trucos.
-...
-Volveremos a vernos. Y la próxima vez no vendré solo...
Dicho esto, el hombre se esfumó, así como el doberman.

Ahren suspiró y miró a Lilith.
-Tú debes de ser la nieta de Satán, ¿me equivoco?
-... –la chica se mantuvo en silencio, insegura y desconfiada.
-¡¿Quiénes sois vosotros?! –preguntó Eri, quien no había recibido presentación por parte de ninguno- ¡Ah!
De repente se acordó del policía y se giró rápidamente para comprobar su estado, encontrándoselo inconsciente en el suelo.
-Tranquila, está bien. Sólo ha sufrido un ligero shock y se ha desmayado –dijo la chica-. Mi nombre es Serah y el chico pelirrojo de allí es mi hermano, Ahren. Tú debes de ser Eri-chan, ¿me equivoco?
-¿Cómo sabes mi nombre?
-Derain nos lo dijo.
-¿Conocéis a Derain?
-Por supuesto. Y ahora que lo pienso, quizás haya que llamarle para borrarle la memoria a ese policía. Puede que a alguien más...
-Por el momento entremos en tu casa, ¿quieres? Si nos quedamos aquí entonces sí que le daremos trabajo a Derain –sentenció Ahren.

 Posteriormente, los cinco, incluido Agramón, entraron en la casa de Eri.
-¿Cómo sabíais que estábamos siendo atacados? –pregunto la súcubo mientras, sentados en los sofás del salón, Serah observaba sus heridas.
-Llegamos a esta ciudad hace algunos días y, tras buscar un sitio donde hospedarnos, contactamos con nuestro padre para reunirnos con él. Íbamos hacia allá cuando notamos algo extraño por esta zona, así que avisamos sobre ello y no dirigimos lo más rápido que pudimos hacia aquí. De hecho, es raro que nuestro padre no haya llegado ya.
-¿Y los detectasteis? Nosotros no supimos de ellos hasta que no los tuvimos encima.
-Tanto mi hermana como yo somos bastante sensibles al Retten y Setten. No quiere decir que podamos percibirlo todo pero somos hábiles en ese aspecto. Probablemente lo mismo pasa en su caso, incluso si habéis sido lo suficientemente cuidadosos de ocultar vuestro Setten no indica que no haya gente capaz de detectaros. Asimismo, se encargaría de ocultar su presencia de vosotros. –explicó el chico pelirrojo.
-Parece que no tenéis nada grave. Cerrad los ojos un momento –dijo Serah situándose frente a los tres.
Tras asentir, cerraron los ojos y sintieron una especie de aire refrescante que cubrió todo su cuerpo, encontrándose cada vez mejor.
-Ya podéis abrirlos
Tanto Eri como Lilith y Agramón observaron sus cuerpos como si los viesen por primera vez.
-¡Me siento genial! –exclamó Agramón.
-¿Qué es lo que has hecho? –preguntó Lilith.
-Mi Setten es un poco especial. Al transmitírselo a otros, como acabo de hacer, es capaz de hacer que recobren sus fuerzas.
-Guau...eso me recuerda, ¿qué fue lo que ocurrió cuando atacó el “Dying Walker”? –preguntó Eri con curiosidad.
-Ah, eso –Serah esbozó una sonrisa irónica.
-Podrías decir que mi hermana es intocable para aquellos que la ven de esa forma.
-¿Eh?
-Es parte de sus poderes de ángel.
-¡Espera! ¡¿Eres un ángel?!
De repente se escuchó el timbre.
-¡Ese debe de ser papá! –exclamó Serah mientras se dirigía corriendo a la puerta y se escuchaba cómo la abría sin ningún reparo- ¡Papá!

Al momento se oyó un golpe seco, como de alguien chocando contra una pared, cosa que provocó que la súcubo saliera a ver lo ocurrido, encontrándose a Serah abrazando a un hombre que presentaba una quemadura que recorría su mejilla izquierda y llegaba hasta la frente.
-¿Hioni-sensei...?
-Cuánto tiempo...

sábado, 8 de agosto de 2015

The three global powers: Capítulo 17

Quinque despertó en una habitación desconocida. El techo estaba a bastante altura comparado con el de otros dormitorios y, al mirar a su alrededor, comprobó la ostentosidad de su diseño.

 

Desconcertada, se levantó de la cama en la que había estado durmiendo, llegando poco a poco a la conclusión de dónde podría encontrarse.

 

Lo último que recordaba era haber sido noqueada por Miruru y Kai, justo después de apretar el botón para avisar a Duobus en caso de emergencia.

-¡Ugh! –se quejó la joven, visiblemente molesta- ¿Y esto? –se preguntó a sí misma al darse cuenta de que alguien la había cambiado de ropa-. Bueno, que más da –sentenció, dirigiéndose hacia la puerta de salida.

 

Nada más poner un pie fuera, se topó con una cara conocida.

-¿Duobus? ¿Qué haces aquí? –preguntó Quinque, ligeramente sorprendida.

-Te estaba esperando. Sígueme –respondió su compañera, sin cambiar de expresión.

-¿Esperando?

-Sí. Me han dicho que te haga de guía.

-Tan obediente como siempre –respondió la chica de pelo plateado, frunciendo el ceño.

 

Tras esto, ambas recorrieron los pasillos del que, supuso, debía de tratarse de la mansión del emperador.

 

Estaba claro que éste no escatimaba en gastos en cuanto a su bienestar se refería. Al fin y al cabo, se consideraba a sí mismo una especie de dios. Y es que la verdad era que la miseria que había en el imperio no se diferenciaba mucho de la facción, sólo que se centraba exclusivamente en una parte de la población, la cual, no es que fuese pobre, era paupérrima.

 

Dentro de la sociedad del imperio se distinguían aquellos con poder y recursos, y aquellos que no tenían nada. Algunos, ni siquiera con lo que vestirse. Los últimos a veces eran utilizados como sirvientes de los primeros. Algo de lo que podían considerarse afortunados, ya que, para evitar una revolución, el emperador utilizaba al resto como sujetos para la experimentación con el Radiar. A ellos, además, se unían los civiles capturados durante sus escaramuzas en otras villas o ciudades tanto de los alrededores como de dentro de sus territorios.

 

Hasta ese nivel se extendía la sombra del imperio. El principal objetivo que los Rebeldes querían eliminar.

 

Mientras meditaba sobre ello, fue llevada a la sala del trono del emperador, donde las esperaban el resto de miembros del proyecto Gaia, incluido el propio soberano.

-Por fin has llegado, Quinque –dijo Detz, situándose frente a ella una vez se hubo detenido la joven. A su lado estaba Sextus.

-¿Y esto? –preguntó ella a su compañero, entre susurros.

-¿No te lo imaginas? –respondió Sextus, con expresión seria.

-No me andaré con rodeos. Os he reunido aquí para que me expliquéis el porqué de vuestra derrota –dijo Detz.

-Fue culpa de ese grupo. Se han vuelto más fuertes desde la última vez. Además, Quattuor está con ellos. –se defendió Quinque.

-Con él en su equipo, todo se hizo más difícil –añadió Sextus.

 -Quizás también tuvo que ver que Alder os descubriese –continuó Detz.

-¡¿Se lo has contado?! –se quejó Quinque a su compañero.

-Aunque lo hubiese ocultado, lo habría descubierto de todas formas.

-¿Qué tienes que decir a eso, Quinque? –interrumpió el científico.

-No esperaba que sospechase de mí. Fue un error por mi parte.

-Así es. Y tampoco me vale que uséis a Quattuor como excusa. Si hubieseis sabido mantener la situación bajo control, ni siquiera hubiesen entrado al recinto.

-¡Pero, Detz, pudieron seguir peleando incluso después de utilizar el Sonar! ¡Eso significa que también tenían algo que les protegía!

 

Tras darles la espalda, Detz se mantuvo en silencio unos instantes antes de susurrar.

-Meriah... hasta después de muerta sigues dándome problemas –entonces se encaró de nuevo a los descendientes- En cualquier caso, vuestro error podría haber supuesto nuestra derrota. Por suerte, ya hemos puesto en marcha algunas contramedidas. Y una de ellas es el hecho de que no saben que el mismísimo emperador está de nuestra parte.

-Por supuesto. Ardo en deseos de una batalla digna de mí –declaró el soberano, con una sonrisa arrogante.

-En cuanto a vosotros, no está en mi mano castigaros, ya que no es a mí a quien servís. Pero hay algo que sí puedo hacer –dijo Detz.

 

De repente, los cuerpos de Quinque y Sextus fueron atravesados por sendas espadas empuñadas por Tribus y Unum, situados justo detrás de ellos.

 

Sorprendidos, notaron algo saliendo de sus cuerpos, produciéndose una luz que cegó a todos los presentes.

 

Instantes después, las hojas de ambas espadas fueron extraídas de su interior, adheridas a sus extremos sendas esferas de color verde.

-Por si os lo estáis preguntando, estas espadas se llaman “Errantia”. De hecho, creo que ya os hablé de ellas. Transmiten ondas de energía que generan un efecto de resonancia en los fragmentos del Núcleo de Jade de vuestro organismo, reuniéndolos en la esfera que veis y permitiendo su extracción –explicó Detz mientras llevaba dos recipientes de vidrio sobre los que Unum y Tribus depositaron los núcleos-. Esta vez habéis tenido suerte, pero dudo que, a estas alturas, desconozcan medios para mataros. La destrucción de los núcleos es algo que no puedo permitir. Por tanto, creo que estarán más seguros en mis manos.

 

De rodillas sobre el suelo, Quinque y Sextus vieron como el científico se llevaba sus núcleos, habiendo dejado como único rastro de su extracción un corte en su ropa.

-Ya podéis retiraros –indicó Detz-. Cuando la tenga, os daré una “Errantia” a cada uno. Necesitamos tomar todas las medidas posibles para quitarle el núcleo a Quattuor.

-Entendido –contestaron ambos, tras unos instantes de duda, y levantándose con un ligero tambaleo.

 

En ese momento, se escuchó un mensaje emitido a partir del sistema de comunicación telefónica de la mansión.

-¡Excelencia! ¡Un grupo perteneciente a los Rebeldes ha iniciado un ataque contra una de nuestras bases en la “Distrito α”! ¡Nos están acorralando!  ¡¿Cuáles son sus órdenes?!

-Así que en la “Distrito α”. Eso está cerca de aquí, por lo que probablemente quieran mi cabeza. No deben de ser muy listos –respondió el emperador, con una sonrisita burlona.

-Duobus, encárgate tú –ordenó Detz.

-Sí. –respondió la chica, desapareciendo por uno de sus portales.

-¿Vas a dejar que se encargue ella sola? –preguntó el soberano.

-Así será más rápido. Dentro de los descendientes hay tres que han aprendido a manejar sus habilidades mejor que los demás. Dentro de los semidioses se encuentra Unum; en el grupo de los guerreros armados, Quattuor; y dentro de los nigromantes... Creo que será mejor que ella te lo demuestre.

 

Mientras tanto, los Rebeldes, divididos en varios grupos, se defendían de los soldados del imperio, abriéndose paso por terreno abierto hacia su base.

 

Los soldados, habiéndose visto sorprendidos por el ataque, veían mermadas sus filas, aguantando como podían hasta la llegada de refuerzos.

-¡Recordad! ¡Nuestra misión es la de llegar al almacén en la planta baja, en el área derecha! –explicó el líder de la operación a los capitanes de cada grupo una vez hubieron encontrado una zona segura en el interior de la base- ¡Mi equipo se dirigirá allí, quiero que los demás nos cubráis y bloqueéis los puntos de entrada, ¿entendido?!

-¡Entendido! –confirmaron los demás.

-¡La operación deberá hacerse antes de que lleguen refuerzos! ¡Moveos, deprisa!

 

Tras esto, el grupo capitaneado por el líder de la operación continuó su avance por los anchos pasillos de la planta baja. Éste estaba constituido por cinco soldados, incluyendo al líder: dos de ellos al frente, uno con un fusil de corto a medio alcance y el otro con uno de largo alcance; otra pareja en medio con el mismo armamento; y un último en la retaguardia, cubriendo al resto con un rifle de largo alcance.

 

Así pues, fueron reduciendo el número de soldados enemigos en su camino, acertando en sus puntos vitales con gran precisión y siguiendo un patrón de ataque similar: los que llevaban armas de largo alcance comenzaban la acometida, con aquellos que poseían armas de corto a medio alcance cubriendo a su pareja o distrayendo al enemigo, puesto que también disponían de mayor equipo de protección.

 

De esa forma, llegaron a la puerta del almacén, donde el líder puso una carga explosiva.

-¡Alejaos! –ordenó mientras todos corrían a cubrirse, activándola poco después.

 

Una vez se hubo asegurado de que la entrada había sido abierta, hizo una señal a sus hombres para indicar que lo siguiesen.

-¡Tened cuidado, no sabemos qué puede haber dentro! –dijo, dando el primer paso al interior del almacén.

 

Cuando se hubo disipado el humo de la explosión, observaron un gran número de cajas ocupando a lo largo y ancho de la sala.

-¡Deben de ser cargamentos de Radiar! ¡Pondremos explosivos por toda la cámara y la echaremos abajo! –indicó mientras sacaba su comunicador para informar al resto de equipos-. ¡Hemos llegado al almacén! ¡¿Cómo va todo en vuestra posición?!

-¡Agh! –se escuchó al otro lado.

-¡Socorro! –gritó otra voz- ¡No quiero morir! ¡Ugh!

-¡¿Chicos?! ¡¿Qué sucede?! –preguntó el líder de la operación.

 

Justo a su lado se escuchó otro grito, cayendo al suelo uno de su propio grupo, con un agujero, aparentemente de bala, entre ceja y ceja.

-¡¿Qué...?! –sin tiempo siquiera para sorprenderse, los demás sufrieron el mismo destino, cayendo al suelo, fulminados y sin dejar rastros de sangre.

 

Al mirar al origen de aquella masacre, el hombre descubrió la figura de una mujer observándolo con expresión de total y absoluta indiferencia. Flotando a su lado había dos rifles.

-¿Quién eres?

-Me llamo Duobus –contestó ella, eliminándolo en el acto.

 

Tras haberse eliminado a los Rebeldes, llegó una comunicación por parte de los soldados imperiales, confirmando su asesinato en un tiempo estimado de unos diez segundos. Todos con un agujero de bala en el mismo sitio.

-Es increíble –halagó el emperador-. Cada día me gusta más esa chica.

 

En otro lugar del mundo, concretamente en el interior de una choza situada en mitad de un extenso oasis, un hombre con apenas capacidad para moverse por sí mismo se encontraba mirando el cielo por la ventana de su habitación.

-Se avecina una tormenta –murmuró para sí mismo.

martes, 4 de agosto de 2015

The three global powers: Capítulo 16

-¿Cómo es que sigues vivo? –preguntó Kareth a su amigo, algo más calmados tras su reencuentro, sentados a su lado, tan pegados que parecía imposible volver a separarlos.

 

El aspecto del Remi era distinto de cómo lo recordaban. Debajo de su gabardina beis, podían observarse algunas partes de su cuerpo (concretamente su brazo izquierdo, hombro derecho, ojo izquierdo y ambas piernas) sustituidas por piezas mecánicas, revestidas de una tonalidad grisácea y negra debido al conjunto de placas y cables que las componían.

Aunque no eran tan visibles, también habían sido modificados algunos de sus órganos internos y huesos, devolviéndoles su funcionalidad, pérdidas tras el incidente. Incluso sus cuerdas vocales, motivo por el que su voz sonaba diferente.

-Normand fabricó robots para ayudarle a recoger materiales e información en diversas partes del mundo. Tuve suerte de que uno de ellos se hubiese infiltrado en Yohei Gakko, evitando que chocase contra el suelo en el último momento. Me dijo que probablemente lo hiciese creyendo que era un tipo de material de interés para él.

-¿Un robot capaz de infiltrarse en Yohei Gakko sin ser visto? –preguntó Nara.

-Ese hombre tiene más recursos de lo que parece. Modificar el sistema de control de entrada y salida e incluso engañar al personal de guardia no es una tarea difícil para él. –aclaró Remi.

-Pero, ¿qué pasó para que acabases así? –continuó la chica.

-La congelación destruyó una buena parte de las células de mi cuerpo. Por ello, tuvo que sustituir las partes dañadas por otras mecánicas. Por suerte, y en parte, gracias al Radiar, el sistema nervioso quedó intacto, y el resto de órganos vitales mantuvieron cierta funcionalidad. La suficiente para no morir instantáneamente.

-Aun así, es impresionante que lograse revivirte.

-Lo sé. Ni yo mismo conozco los detalles, pero incluso tuvo que sustituir parte del corazón para poder seguir bombeando sangre.

-Supongo que le tendremos que preguntar a él directamente sobre el tema, y darle las gracias por haberte traído de vuelta con nosotros –dijo Kareth.

-Cuando desperté, estaba muy confuso y mareado. No sabía donde estaba, ni siquiera quién era. Con el tiempo, empecé a recordaros a vosotros, a Yohei Gakko y, finalmente, con lo que ocurrió antes de mi “muerte”. Llegué a la conclusión de que tenía que encontraros, saber que es lo que os había pasado. Gracias a la ayuda de Normand, Drake y Seph, conseguí la información necesaria para llegar hasta aquí, aunque, siendo sincero, no es donde esperaba encontraros.

-Lo sé. Nosotros también hemos pasado por muchas cosas –explicó Kareth.

-Eso parece, según lo que ha contado Razer. Aunque no estaría mal saber los detalles.

-Claro. Tenemos muchas cosas de las que hablar.

 

Tras unas horas relatándole los acontecimientos desde que escaparon de Yohei Gakko hasta entonces, ahorrándose partes que ya había contado Razer, Remi continuó.

-Así que resulta que tú eres descendiente de Gaia y puedes transformarte en una especie de monstruo blanco –resumió el chico, señalando a Kareth-. Y tú eres el contenedor de una deidad que al mismo tiempo es el núcleo de este planeta y, además, puedes curar heridas, ¿es eso? –dijo, esta vez, señalando a Nara. A lo que ambos asintieron- Es desaparecer yo y no hacéis más que meteros en líos –bromeó.

-¡No es como que hayamos pedido esto! –replicó Nara.

-Lo sé. Fuera bromas, no me puedo creer que te hiciesen eso –contestó Remi, visiblemente molesto, refiriéndose a lo que llevaba la chica en la cabeza-. Ni tampoco que os metiesen en todo esto en contra de vuestra voluntad. Contad con mi ayuda para lo que necesitéis, ya sabéis de lo que soy capaz. Es más, diría que hasta he mejorado.

-¿En serio? Me gustaría verlo –sonrió Kareth.

-¡Cuando quieras!

-¡Aquí no es un buen lugar, pero sé de un sitio donde podemos pelear!

-¡Esperad! ¡¿Vais a luchar después de tanto tiempo sin veros?! –preguntó Nara.

-¡Por supuesto! –respondieron ambos a la vez- ¡Es nuestra forma de saludarnos!

 

Así pues, y pese a las quejas de Nara, los tres se dirigieron a una zona apartada de la villa, donde Kareth y los demás habían sido entrenados por Quattuor.

-¿Qué te parece? –preguntó el chico.

-Me parece bien. Aquí podremos hacerlo sin causar daños.

-¡Excepto a vosotros mismos, pedazo de idiotas! –replicó Nara, sentada sobre una roca apartada y con una mano apoyada sobre la barbilla.

-¿Por qué no empiezas tú dando el primer golpe? –propuso Kareth.

-¿Estás seguro?

-Tómatelo como un regalo de bienvenida.

-Como quieras.

 

Entonces, Remi se quitó la gabardina, dejando al descubierto las partes mecánicas de su cuerpo. Instantes después, levantó el brazo izquierdo en dirección a su amigo, cambiando éste de forma rápidamente, transformándose en el cañón de un arma de fuego.

-¡¿Pero qué...?! –se sorprendió Kareth.

-Olvidé decirte que Normand puso algunas sorpresitas en mi cuerpo –dijo Remi, quien disparó un cañonazo a su oponente, produciendo una explosión a varios metros por detrás de éste, quien había conseguido esquivarlo por poco.

-¡¿Estás loco?! ¡Eso podría haberme matado! –exclamó Kareth.

-¡Oh, vamos! ¡Sabía que podrías esquivarlo!

 

Al volver la vista hacia su contrincante, Kareth se dio cuenta de que Remi estaba a escasos centímetros de él, golpeándole en la mejilla con su brazo mecánico y lanzándolo contra el suelo por la fuerza del golpe.

-¡Has perdido facultades! –rió el tirador.

 

Poco después, Kareth se puso en pie y se transformó sus brazos y piernas en los del Eraser, arremetiendo de frente contra su adversario y cayendo ambos al suelo, quedando el primero encima del segundo, con sus brazos presionando sus hombros para evitar que se levantase.

 

Sin embargo, esto no desanimó al cíborg, quien encogió las piernas y lo empujó lejos de él, de manera que pudiese levantarse. Tras esto, activó un mecanismo con el que se abrió sendas pequeñas escotillas justo en la zona por debajo de sus rodillas, permitiendo la eyección de dos pistolas que recogió y con las que apuntó y disparó a Kareth, quien se desplazó hacia su derecha, utilizando su brazo izquierdo como escudo.

 

Entonces, en un momento de respiro, introdujo el derecho bajo el suelo y levantó una gran ola de arena con la que cegó al tirador, saltando posteriormente hacia él con ambas manos unidas y golpeándole como si tuviese un martillo.

 

Por suerte para Remi, su ataque no acertó, ya que consiguió elevarse justo antes de que le diese, utilizando unos pequeños propulsores que guardaba en la zona de los tobillos.

-¡¿Es que ahora puedes volar?! –se sorprendió Kareth.

-¡Tan sólo unos segundos!

-¡Aun así es impresionante!

-¡Lo es! ¡Y me viene que ni pintado para disparar! –dijo mientras le apuntaba desde arriba.

-¡Je! ¡Eso no te va a servir contra mí! –respondió Kareth, flexionando las piernas y realizando un nuevo salto, a la vez que giraba sobre sí mismo, situando los brazos por delante, y consiguiendo un efecto parecido al de una taladradora.

 

Pese a los intentos de disparo de Remi, debido a la velocidad del giro y la dureza de la piel de sus brazos, las balas fueron desviadas, logrando así situarse a la misma altura, desde donde detuvo el giro y le propinó un fuerte puñetazo.

-¡¿Qué te ha parecido eso?! –preguntó Kareth al tocar suelo de nuevo y pese a ver que Remi se levantaba con apenas unos rasguños en su cuerpo.

-¡Sigo diciendo que has perdido facultades!

-¡Entonces el siguiente puñetazo será más fuerte!

 

Tras prepararse (Remi, cuyas armas habían quedado enterradas bajo la arena, decidió continuar cuerpo a cuerpo), avanzaron el uno hacia el otro.

-¡Yo te enseñaré lo que es un puñetazo de verdad! –exclamó Remi, propulsándose ligeramente hacia el frente con el mecanismo de sus tobillos mientras su amigo hacía lo mismo mediante la musculatura de sus piernas.

-¡Aaaah! –gritaron, justo antes de que dos manos apareciesen de la nada y les golpeasen, deteniendo el combate.

 

Recuperándose de la sorpresa, pero con sus espaldas todavía sobre tierra, los chicos descubrieron la figura de una chica de pelo azul, quien los observaba con expresión seria.

-Hola, Sarah –dijo Remi, con un tono de voz mezcla de confusión y miedo- Cuanto tiempo.

-Remi, así que eras tú –contestó ella, inmutable-. Nosotros pensando que el ruido de explosiones y disparos podían ser de un ataque enemigo y resulta que erais vosotros.

-Tranquila, peliazul. No hay nada de malo en quitarse un poco de estrés –declaró Quattuor, apareciendo a su lado.

-¡Entonces deberían haber avisado! ¡Además, casi parecía que fuesen a matarse!

 

A ellos dos le siguieron el resto, algunos preguntándole a Nara por lo ocurrido, quien, sin mediar palabra, señaló a sus dos amigos como si fuese suficiente explicación. Si bien era cierto, la mayoría llegaba a la misma conclusión tras el gesto.

-¡Deberíais tener más cuidado! –les riñó Sarah.

-Me parece que ya podemos dar el combate por terminado. –murmuró Kareth.

-Da gracias. Si no te habría vencido. –contestó Remi.

-¡¿Estás loco?! ¡Yo sí que te habría vencido!

-¡Ja! ¡No sabes lo que dices!

 

En ese instante, los dos se miraron y empezaron a reír.

-¡¿Se puede saber qué os hace tanta gracia?! –exclamó Sarah.

-No imaginaba a Remi haciendo algo así. –comentó Seph, a lo que Nara sonrió con expresión nostálgica.

-Son un par de idiotas –dijo la chica.

 

Tiempo después, Razer anunció una fiesta en la villa para celebrar sus últimos logros.

 

Así pues, los habitantes hicieron los preparativos, ayudados también por los recién llegados, incluido el grupo de Normand.

 

Durante ellos, no fueron pocos los gestos de sorpresa al ver cómo algunos robots, creados por el científico, cargaban cajas de un sitio a otro con mayor rapidez que los propios habitantes de allí. Algunos niños los perseguían, queriendo tocarlos, pues era la primera vez que los veían, pero los robots, que parecían estar acostumbrados a esquivar obstáculos, se lo ponían difícil, dando lugar a una especie de juego de persecución.

-Así que fue uno de éstos lo que te salvó –comentó Kareth mientras Remi y él pasaban a su lado.

-Sí.

-¿Cuántos tiene?

-Ni idea. Cuando crees que los has visto todos, fabrica uno nuevo. Algunos sólo sirven para transportar peso o ayudarle en sus investigaciones. Otros le ayudan a defenderse o incluso atacan bajo sus órdenes.

-Vaya –respondió el chico, impresionado.

 

Así pues, y gracias en gran parte a la ayuda de aquellas máquinas, en poco tiempo tuvieron listos los preparativos para la fiesta, llenándose la villa de hogueras, alrededor de las que se reunieron sus habitantes para comer, beber y cantar bajo el cielo nocturno.

 

Junto a una de ellas se encontraban todos a excepción de Razer y a Donell.

-Así que vosotros sois a los que Remi andaba buscando. Kareth y Nara. Me alegro de que os hayáis reencontrado –dijo Normand-. Remi nos ha contado mucho sobre vosotros.

-Nada bueno, supongo –respondió Kareth, con una sonrisa irónica.

-Bueno, es cierto que algunas cosas eran quejas, pero, en general, todo bueno –aclaró el hombre, aunque ello no evitó que los dos mirase a Remi con enfado.

-No pongáis esa cara. Ha dicho que normalmente era cosas buenas. Además, de lo que más me quejaba era que, pese a lo que sentíais el uno por el otro, ninguno daba el primer paso.

-¡Eso no es verdad! Al menos ahora... –murmuró Nara, avergonzada.

-¡Y no sabéis cuánto me alegro! –exclamó Remi, levantando su vaso y brindado.

-Normand. –susurró Kareth.

-¿Sí?

-Hay algo que quería preguntarte sobre el estado de Remi.

-¿Qué quieres saber?

-Él no nos ha contado los detalles sobre la operación. Así que esperaba que tú pudieses decirnos algo más.

 

Tras escuchar su petición, el hombre se mantuvo pensativo unos instantes hasta encontrar las palabras exactas para contestar.

-Como supongo que os habrá contado, gran parte de las células de su cuerpo quedaron dañadas por la congelación. Incluso con el Radiar recorriendo su organismo, fue imposible recuperar todos sus tejidos y órganos, por lo que fueron sustituidos.

-Sí, eso lo sé.

-El mayor problema fue su corazón.

-Nos dijo que parte del corazón es artificial.

-Así es, pero por desgracia no es algo tan simple. No sólo tuve que fabricar un sistema que se adaptase a la anatomía del órgano, sino que también tuve que recurrir a un fuerte impulso eléctrico inicial y a un marcapasos especial que me permitiese reestablecer su ritmo cardiaco según las especificaciones de su nuevo cuerpo. Su vida depende de que ese aparato siga funcionando. Incluso hizo falta una transfusión sanguínea, a la vez que se drenaba parte de la sangre que ya había en su cuerpo con el fin de sustituir las células sanguíneas dañadas por otras en buen estado y que fuesen compatibles. Aun con el cerebro y otros órganos intactos, si todo esto no se hubiese hecho rápidamente, no habría sobrevivido.

 

Al terminar la explicación, Kareth recordó cuando su amigo fue congelado por Unum.

-Tengo otra pregunta.

-Adelante.

-¿Cuánto dirías que le queda?

Normand no pudo esconder la sorpresa ante su pregunta, como si hubiese descubierto algo que había preferido mantener en secreto.

-Quién sabe. Meses. Años quizás. Mantener las partes externas es sencillo, pero no puedo decir lo mismo de los órganos internos. Además, como ya he dicho, su vida depende de ese marcapasos, por lo que la durabilidad del mismo también decidirá su esperanza de vida.

 

Cabizbajo, el chico no supo cómo continuar la conversación, lo que llevó a Normand a darle algo de esperanza.

-No te preocupes. Él ya sabe lo difícil es su situación. Y, por mi parte, he encontrado algunos métodos que podrían ayudar a alargar su vida, aunque las probabilidades de que funcionen no sean altas. Lo importante de todo esto es que eligió vivir para poder reencontrarse con vosotros y ayudaros.

-Lo sé. Nunca ha sido capaz de quedarse atrás. Sea cual sea el problema.

-Te prometo que, al menos mientras viva, me encargaré personalmente de mantenerle con vida.

-Gracias.

 

Mientras tanto, el propio Remi se encontraba haciendo presentaciones.

-Drake. Seph. Ellas son Nara y Sarah –dijo el chico.

-Encantada. –saludó Seph, educadamente.

-Lo mismo digo. –respondieron las otras dos chicas.

-¡Esto es genial! ¡Qué gran cantidad de chicas guapas! ¡¿No estás emocionada, Seph?!

-Si, lo estoy, pero no de la manera que tú piensas. –indicó mientras la vena de su frente empezaba a marcársele peligrosamente.

-G-gracias por cuidar de Remi todo este tiempo. Espero que no haya sido mucha molestia –dijo Nara.

-¡Oye! –se quejó Remi.

-¡Oh! ¡Pero qué chica tan mona! –exclamó Seph, de repente, abrazando a Nara.

-¡Eh! ¡¿Por qué si lo hago yo está mal y si lo haces tú no?! –se quejó Drake.

-Porque tus intenciones no son las mismas –replicó Seph.

-Cierto.

-Que lo admitas con tanta facilidad hace que me preocupe –añadió la chica, frunciendo el ceño, a la vez que liberaba a Nara-. En cuanto a Remi, no te preocupes, se ha portado bastante bien con nosotros.

-¡¿Ni que fuese un crío?!

-Je... –rió, por lo bajo, Nara.

-¡Te he visto!

-Fuera bromas –continuó Seph-. Nos sorprendió bastante cuando el robot de Normand trajo a un chico totalmente congelado, aunque puede que más cuando lo hizo sin destrozarlo por el camino.

-En serio, esos robots son geniales –indicó su pareja.

-Aunque al principio costó un poco que nos adaptásemos, ahora es un miembro más del equipo y un buen amigo.

-Me alegro –declaró Nara.

-Por cierto, creo que vuestro en grupo también hay gente que no conozco –intervino Remi, refiriéndose a Quattuor-. A Miruru y Kai los conozco por Seph y Drake. De hecho os vi después de lo ocurrido durante el torneo.

-Entonces tú eras “el otro compañero” –señaló Kai.

-¿S-supongo? –contestó Remi, confuso.

-El mundo es un pañuelo. –añadió Miruru.

-¿Tú no vas a presentarte? –le preguntó Sarah a Quattuor, quien, sin hacerle caso, continuó bebiendo, lo que irritó a la chica.

-No parece muy amigable –dijo Remi.

-Siempre es así de irritante. Ya lo irás conociendo.

-No describas a los demás como te describirían a ti, peliazul.

-¿Ves a lo que me refiero? –señaló la chica, molesta.

-Pues yo creo que os lleváis bien –declaró Remi.

-¡Ni en un millón de años! –estalló Sarah.

 

-¡Pues Nara y yo también nos hemos hecho muy amigas, Seph! –dijo Miruru mientras abrazaba a la chica-. Si quieres algo con ella antes tendrás que vencerme a mí primero –continuó, desafiante y mostrando una sonrisa de superioridad.

-¡Ah! ¡Eso no se vale! ¡Aprende a compartir! –replicó la otra chica mientras agarraba a Nara del brazo y tiraba de ella.

-De repente me siento muy agobiada... –dijo Nara, quien no sabía qué hacer ante esa situación.

-Miruru, ¿puedo hablar contigo un momento? –interrumpió Kai, levantándose de su sitio.

-¡¿Eh?! C-claro. –respondió ella, poniéndose nerviosa, y siguiéndole poco después. Cuando pasó al lado de Nara, ésta le deseó suerte, a lo que Miruru contestó mandándola callar.

 

Mientras se alejaban del resto, ninguno de los dos dijo nada. Desde que se le declaró apenas habían hablado. La tensión entre ellos era palpable y la chica no podía evitar sentirse ansiosa, preguntándose si debería habérselo callado.

 

Mirando al joven, varias ideas se formaron en su cabeza. Puede que quisiese decirle que lo mejor para ambos era distanciarse por un tiempo. O puede que le correspondiese. Pero, ¿y si le decía que no? ¿Volvería su relación a ser la de siempre? ¿Conversarían de la misma forma? No. Puede que lo mejor hubiese sido callarse.

 

Mientras su mente se llenaba de pensamientos negativos, empezó a sentir malestar en su pecho, llegando a detenerse a mitad de camino.

-¿Miruru? –preguntó Kai, al darse cuenta de que no le seguía, escuchándola, poco después, sollozar.

-¡Oye, ¿qué ocurre?! –se preocupó el chico, acercándose a ella.

-¡Yo! ¡No lo sé! ¡Nunca me había sentido así! ¡S-sólo de pensar en que todo acabe! ¡Yo...!

-Espera. No lo dirás por...

-¡No debí haber dicho nada! ¡Hubiese sido mejor callármelo! –continuó, con voz sonaba entrecortada.

-Oye, Miruru.

-Lo siento. Será mejor que me vaya –interrumpió ella, girándose para volver con los demás.

Entonces, él la cogió de la mano, haciendo que se detuviese.

-En todo caso, si alguien tuviese que disculparse, ese sería yo. Cuando me dijiste lo que sentías, estaba tan confuso que no supe qué responder. Me daba la sensación de que si hablaba, sólo diría tonterías y terminaría fastidiándolo todo. Por eso, tenía ordenarme las ideas. Supongo que, como mínimo, tendría que haberte dicho que necesitaba algo de tiempo para pensar. He sido un idiota y te lo he hecho pasar mal. Lo siento.

-¿Y b-bien? ¿T-te has decidido entonces? –preguntó ella, hundiendo su frente en el pecho de Kai, evitando mirarle a la cara.

Él pudo notar su respiración, ligeramente ruidosa por haber estado llorando instantes atrás. Algo que le hizo sonreír aunque sabía que no era el momento.

-Sí. Verás, cuando te capturaron me sentí desesperado. Estaba tan preocupado que incluso el plan había dejado de importarme. Y cuando vi lo que ese desgraciado pensaba hacerte. En fin, habría bastado poco más para descuartizarlo ahí en medio. Francamente, me cuesta imaginar que no estés, Miruru. Y eso es porque yo siento lo mismo que tú.

 

Durante un momento, ambos estuvieron en silencio, pero éste fue roto cuando la chica empezó a llorar de nuevo.

-¡Ah! ¡Lo siento! ¡Yo, ¿he dicho algo que no debía?! –preguntó Kai, preocupado por la reacción de ella, quien negó con la cabeza mientras hundía la cara cada vez más.

-¡Son lágrimas de felicidad! ¡Imbécil! –aunque apenas se la escuchó pudo entenderla.

-Es un alivio saberlo –respondió él, acercando su rostro al centro de su cabeza y besándola.

 

Algo alejados de allí, Nara y Kareth los observaron.

-¿Crees que les irá bien? –preguntó Nara.

-¿Quién sabe? Por ahora, será mejor dejarles disfrutar de este momento.

-Sí –dijo ella mientras le cogía de la mano-. Disfrutemos de él nosotros también.

Kareth asintió y, juntos, se marcharon, deseando que aquella noche se hiciese eterna, y así pudiesen disfrutar de la paz y la libertad que se les había brindado.