domingo, 21 de diciembre de 2014

The three global powers: Capítulo 8

Multitud de personas se habían arremolinado alrededor de la calle principal, formando un pasillo.

 

En mitad de dicho pasillo, había un hombre de mediana estatura, pelo ligeramente canoso en la zona de las patillas y el resto de color negro, y que presentaba una cicatriz cruzando su ojo derecho. Tenía una expresión seria, para algunos, aterradora, y vestía una capa del mismo color que su pelo, impidiendo ver el resto del cuerpo.

 

“Así que ése es el gobernador de los territorios del norte”, pensó Kai mientras desplazaba lentamente la mirada para observar al resto de su séquito, centrando la mirada en otra persona, situada a la izquierda del soberano, que vestía de la misma forma, siendo la única diferencia que su capa le cubría la cabeza casi completamente, dificultándole el verle la cara desde el tejado en el que estaba.

 

A su derecha, había un hombre delgado, alto, pelirrojo y de aspecto afable y relajado. Vestía una camiseta de tirantes, poco ortodoxa en un evento de esa importancia, y unos pantalones largos. No obstante, lo más llamativo colgaba a su espalda. Algo que cualquiera hubiese juzgado a primera vista como un gran martillo de batalla y que, sin embargo, al fijarse en el otro extremo del arma, donde debiese estar el mango, hubiese descubierto otra cabeza de metal, exactamente igual a la del lado contrario. Aquello le hacía preguntarse cómo era capaz de cargar con todo ese peso.

 

El resto del séquito que iba tras el trío parecía gente más normal. Algunos tenían pinta de asesores políticos, otros de soldados... incluso los había que llevaban tambores con los que marcaban el ritmo al que caminaban, además de aquellos que llevaban banderas con el símbolo de la Unión Imber, el cual no solía verse a menudo. El propio Kai aseguraría que, durante el tiempo que estuvo con Miruru en los territorios del norte, no llegó a verlo en ninguna ocasión.

 

Éste consistía en un dibujo donde se podían observar gotas de agua, representando la lluvia, cayendo sobre tierras yermas y dos espadas cruzadas en diagonal.

 

Desde su perspectiva, si lo que pretendían con esa imagen era exaltar su lucha contra el estado de las tierras, se contradecían.

 

Pocos soldados para venir a territorio todavía enemigo. Pese a ello, Kai sabía bien cuál era una de las mayores fuentes de poder del norte. Algo que permanecía escondido en las sombras: el bajo mundo.

 

Ahí, mercenarios, asesinos, “Spheres”, ladrones, “Geads” ilegales que no compraban información, etc. eran los verdaderos enemigos a temer y quienes mantenían una estrecha relación con su gobierno.

 

Divagando sobre ello, pensó en Anna, preguntándose si habría llegado a coronarse como la líder. Si ese era el caso, no había que descartar que estuviese entre los asistentes, ocultando su estatus de alguna forma.

 

En cualquier caso, el chico no estaba allí sólo para observar, sino como partícipe del plan de los Rebeldes para infiltrarse en el recinto de gobierno, donde iba a tener lugar la reunión. Y, para ello, tendrían que provocar el caos mediante un grupo de revolucionarios.

 

Días antes, habían estado ayudando a su líder, Garth, a reunir más gente. Su intención era tomar como rehenes a ambos gobernadores para negociar una mejor situación para los habitantes de la facción. Pese a haber conseguido que un gran número de personas se uniese, puede que no fuesen suficientes para lograr el objetivo.

 

En ese momento, sus ojos se posaron sobre una de sus acompañantes, Miruru. La chica le devolvió la mirada, pero no tardó en apartarla, visiblemente molesta. En respuesta, Kai dejó escapar un suspiro mientras recordaba lo que ocurrido.

 

-¿Qué quieres decir con que es mejor que no lo hagamos? –preguntó Kai, confuso tras escuchar a su compañera.

 

Ella bajó la cabeza, algo nerviosa, mientras agarraba uno de sus brazos.

-Es peligroso. Esas personas podrían morir. ¿De verdad crees que está bien aprovecharse de ellos?

-Miruru, entiendo lo que quieres decir, pero es lo que ellos quieren. Nosotros no les estamos obligando a hacerlo. Simplemente, nos viene bien para nuestro objetivo.

-Puede que tengas razón, pero aun así Kai, esa chica sólo tiene a su padre. Si le pasase algo, se quedaría completamente sola. Tiene que haber otra manera de poder entrar sin arriesgar sus vidas.

-¿Qué sugieres?

-¿Y si nos encargamos nosotros de causar la revuelta? Con nuestro poder seguro que lo conseguiremos.

-¿Has pensado en qué pasará si fallamos? Es posible que tengamos más posibilidades de conseguirlo, pero, si fallamos, el resultado será irreparable. Piénsalo. El líder de los Rebeldes y los únicos que saben la verdad sobre el proyecto Gaia capturados, o pero, asesinados. No habría nadie capaz de detenerles. Habiendo descendientes cerca, tenemos que evitar que nos descubran y actuar en el momento oportuno.

-¡Entonces para asegurar que sobrevivamos es mejor utilizarles a ellos!

-¡No los estamos utilizando! ¡Ya te lo he dicho, lo hacen porque quieren!

-¡Entonces, ¿por qué no les hemos contado la verdad?! ¡¿Por qué no les hemos dicho que queremos aprovecharemos del caos para entrar allí y dejarlos a su suerte?!

-¡No les vamos a abandonar! ¡Parte de nuestro grupo se quedará a ayudarles!

-¡Tú sabes bien que eso no será suficiente! ¡Al final, les estamos abandonando!

-¡¿Y qué propones, entonces?! ¡¿Acaso puedes darme tú una solución para que consigamos secuestrar a los gobernadores y llegar a final feliz del que hablas?! ¡El futuro de la humanidad está en juego! ¡Debemos hacer sacrificios!

 

Antes aquella respuesta, Miruru se sorprendió. Por alguna razón, que fuese Kai quien lo dijese le dolió mucho más que si hubiese sido otra persona.

-Esto no me lo esperaba de ti. Creía que te preocupabas por los demás. Eso no es lo que ella habría hecho en tú lugar –contestó la chica, tras lo que volvió a la habitación, dejando al joven sin palabras.

 

Sabía bien a quién se refería con “ella”, y estaba seguro de que habría hecho lo que fuese, incluso si eso hubiese significado sacrificarse ella misma, para salvarlos a todos. De hecho, ¿acaso no hizo lo mismo con él?

-Dime, ¿qué debería hacer entonces, May?

 

Afligido por la situación, Kai intentó no pensar en ello y centrarse en su misión. Ya encontraría más tarde una forma de solucionarlo.

 

Por otro lado, los visitantes de la unión llegaron frente a la puerta hacia el recinto de gobierno, abierta de par en par, y donde había otro grupo esperándoles.

 

Éste estaba encabezado por el gobernador de la facción, vestido con su característica y gigantesca armadura de color negro. Desde los laterales casco, el cual impedía ver su rostro, sobresalían sendos cuernos, formando una especie de cáliz sobre su cabeza. La parte que cubría su cara consistía en una superficie convexa donde no se observaban agujeros para ver o respirar. Sus brazos, al igual que sus piernas, eran grandes y arqueados, con un pequeño pico sobresaliendo en la zona de los codos que se curvaba ligeramente hacia la mano. En cuanto al resto del cuerpo, ésta parecía ajustarse mejor a la anatomía de su usuario.

 

En cualquier caso, aquella armadura resultaba imponente a todo el que la mirase, pese al aspecto robótico que le daba al soberano.

 

A su lado se encontraba el chico de cabello extraño que había estado el otro día hablando con los soldados.

“Así que ese es Sextus”, pensó Kai al recordad las palabras de Quattuor.

 

-Ése debe de ser Sextus –respondió Quattuor tras contarle lo que habían visto él y Kareth- Tal y como lo describís, no puede tratarse de otro. Será mejor que tengáis cuidado. Es un semidios capaz de crear espacios en los que todo lo que entra desaparece.

 

Frunciendo el ceño, el joven continuó observando al resto de acompañantes: soldados al servicio del gobernador, a quien respetaban como líder y le eran sumamente fieles.

 

Desde allí, pudo ver la solemnidad de su postura y su excelsa coordinación. Uno de ellos enarbolaba la bandera con el símbolo de la facción, consistente en un cielo de noche con la luna llena en el centro. En la parte de abajo aparecía un risco en cuya cima se erigía la figura de un gran lobo.

 

Al darse cuenta de que la comitiva de norte se acercaba a la del oeste, Kai se giró hacia su otra acompañante, Sarah, quien le devolvió la mirada, asintiendo. Con este gesto, ambos entendieron cuál era el siguiente paso, siendo la chica quien dio media vuelta para avisar al resto del equipo.

 

Era el momento de prepararse. Una vez los gobernadores estuviesen enfrente el uno del otro, los revolucionarios, liderados por Garth y apoyados por Quattuor y Kareth, irían directamente a por ellos. Entonces, Sarah y Miruru los cubrirían desde la distancia mientras Razer y los demás incitaban a más gente a unirse a la revuelta, abriéndose hueco entre los demás para llegar hasta los gobernadores, haciéndose pasar por soldados ilusorios con la ayuda de Kai.

 

Todos estaban en posición, y los gobernadores cada vez más cerca.

 

En ese momento, ocurrió lo inesperado.

Haciendo uso de su poder para impulsarse, elevando el tejado bajo sus pies, Miruru saltó hasta situarse en mitad de ambos soberanos, como si pretendiese intermediar en su relación.

 

La sorpresa fue tan grande que ninguna de las tres partes supo reaccionar al instante, siendo Sarah y Kai los únicos en optar esconderse para evitar que se les relacionase con aquella situación.

 

“¡¿Qué está haciendo?!”, se preguntó el nigromante. Segundos después, todos los soldados y guardaespaldas de los gobernadores levantaron sus armas contra la recién llegada, quien levantó los brazos sin oponer resistencia. El encapuchado que se encontraba junto al líder de la unión avanzó hacia Miruru, siendo detenido por el dirigente con un gesto de su mano. Los demás, fuesen civiles o no, se mantuvieron expectantes.

-Eres valiente para presentarte así en un evento como éste. Dime, ¿quién eres? –preguntó el líder de la unión.

-Me llamo Miruru, y lo he hecho porque hay algo que tengo que deciros a los dos.

-¿Ah, sí? ¿De qué se trata?

-Es sobre esta guerra y sobre el hecho de que estáis siendo engañados.

-Qué interesante –dijo el hombre, arqueando las cejas por la sorpresa- ¿Y cómo sé que no te ha enviado el imperio?

-Si el imperio hubiese ido de frente, hubiese enviado a un ejército –respondió ella, con contundencia, haciendo sonreír al gobernador.

-No creo que debamos fiarnos de ella. Será que la  matemos –dijo el encapuchado.

-Espera –dijo con calma el soberano-. Eres una chica interesante pero, ¿qué te hace pensar que te creeremos?

-Nada. Matadme si no confiáis en mí, no me resistiré, pero tendréis que enfrentaros a las consecuencias de no escucharme.

 

Examinándola de arriba abajo, como si estuviese buscando un arma escondida entre sus ropas, el gobernador de la Facción Nix se mantuvo en silencio, de brazos cruzados. Mientras tanto, sus súbditos seguían apuntando a la joven con sus rifles, esperando la orden de su líder.

 

Entonces, el soberano del norte asintió. Su mirada denotaba interés y, al mismo tiempo, cierto orgullo por la postura de la joven.

-Me gusta cómo hablas. Ya que has venido, no me importaría darte una oportunidad –declaró.

-¿Estás seguro? –preguntó, está vez, el hombre pelirrojo que estaba a su lado.

-Sí. Además, hace ya un tiempo que tengo algunas dudas. Quizás esta chica pueda ayudarme. Y si no me satisface su historia, ya sabes lo que hacer –continuó, a lo que su subordinado se limitó a asentir- En cualquier caso, esta decisión no sólo depende de mí –indicó mientras señalaba al gobernante de la facción- Éste es su territorio, y por respeto a nuestro acuerdo, no recae en mí la totalidad de esta decisión.

 

Tras esto, la chica se giró para mirar al otro grupo, sorprendiéndose al encontrarse de cara con aquella armadura.

-No me importa, pero será mejor que sigamos hablando dentro –respondió el hombre en su interior, realizando un gesto con la cabeza mediante el cual dos soldados se acercaron a ella y la cogieron de los brazos, amordazando sus manos y situándolas a su espalda.

-¡Ah! –exclamó ella, sobresaltándose.

-Supongo que entiendes que no puedo dejar que te muevas libremente. El que lo permita no significa que confíe en ti –sentenció, dando media vuelta y dirigiéndose a los edificios que tenía detrás. Los demás siguieron sus pasos hasta que los últimos de ellos cerraron las puertas, dejando a los civiles entre expresiones y murmullos de incredulidad.

 

-¡¿En qué estaba pensando esa chica?! –exclamó Quattuor una vez el equipo se hubo reunido de nuevo.

-¡No lo sé! ¡El otro día me dijo que no estaba de acuerdo con el plan, pero no pensé que llegaría tan lejos! –replicó Kai.

-¡Tendrías que habérnoslo dicho!

-¡¿Y qué habríais hecho?! ¡¿Amordazarla?!

-¡No habría estado mal!

-¡Te habría dado una paliza antes de hacerlo!

-¡¿Quieres ver quién le da una paliza a quién?!

Justo cuando parecía que ambos iban a enzarzarse en una pelea, fueron detenidos por Sarah, quien se interpuso entre ambos.

-¡Ya está bien! ¡Quattuor, la única responsable de sí misma es Miruru y nadie más! ¡Y aun así, sólo ha hecho lo que ha considerado mejor para todos!

-¡¿Lo mejor todos?! ¡Por su culpa el plan ya no sirve! ¡Ahora tendremos que empezar de cero y eso contando con que encontremos una estrategia que nos sirva!

-De todas formas, no creo que enfadarse sirva de nada –intervino Kareth-. Si la única opción que tenemos ahora es empezar de nuevo, debemos mantener la cabeza fría.

-Aah... –suspiró Quattuor tras unos segundos de reflexión, dejando escapar una mueca de desagrado. Tras esto, se alejó unos metros y apoyó su espalda sobre la pared de una casa cercana al recinto de gobierno.

-Lo que más debería preocuparnos ahora mismo es el estado de Miruru. No sabemos si la escucharán o incluso, aunque lo hagan, la dejarán vivir después de hacerlo –comentó Razer-. Les cuente lo que les cuente, no hay ninguna garantía de que la crean. De hecho, hay más probabilidades en su contra.

-Tienes razón, aunque hay algo que no acabo de entender –consideró Kai.

-¿El qué? –preguntó Kareth.

-Me refiero al gobernador de la unión. Después de escucharla, aceptó poner muchas pegas.

-Puede que simplemente le pareciese divertido. –señaló Razer.

-No. Parecía estar interesado de verdad, pero no tengo claro por qué.

-Bueno, ya lo averiguaremos luego. Tanto por el bien de nuestro objetivo como por el de Miruru, será mejor que nos demos prisa y pensemos otra manera de entrar –sentenció Kareth mientras observaba la verja que había delante de ellos.

 

-Quédate aquí hasta que te avisemos –dijo uno de los soldados mientras cerraba la puerta metálica que daba entrada a aquella habitación y se marchaba por donde había venido.

Miruru se quedó allí sola, en una pequeña cámara de aspecto cuidado y limpio. Las paredes tenían adornos dorados y eran de color rojo, había una cama junto a uno de los extremos y, al lado de ésta, un escritorio de madera.

Frente a ella, pudo ver un gran ventanal con una verja metálica antepuesta al cristal, dispuesta allí con el mismo objetivo que la puerta, mantenerla presa.

-Es un lugar bastante acogedor pese a tratarse de una prisión –murmuró. Aunque, desde su punto de vista, no sería muy difícil escapar de allí si utilizaba sus habilidades.

-Yo que tú me pensaría lo de escapar –dijo una voz detrás de ella, haciendo que se diese la vuelta. Allí estaba el encapuchado, detrás de los barrotes que constituían la puerta de metal. Ahora que escuchaba más de cerca su voz, tenía la sensación de que le sonaba de algo.

-No creas que no sé a qué has venido. Y si no te he matado antes es porque me traería problemas con el gobernador. Más te vale estarle agradecida. Pero una vez me asegure de que no cumplas lo que te propones, te mataré, Miruru.

-¿Qu-quién eres tú? –preguntó la joven, cuya sensación de haber conocido antes a esa persona iba aumentando, lo que no hacía más que ponerla en tensión.

 

Inconscientemente, apretó los puños mientras mantenía la mirada fija en el encapuchado, vigilando cualquier movimiento.

-¿No me reconoces? Ya veo. Quizás sí te acuerdes de lo que ocurrió en  Yohei Gakko, o del secuestro durante el torneo –dijo el encapuchado, levantándose la tela que cubría su cabeza para dejar ver un cabello plateado y largo hasta la nuca.

 

En ese momento, Miruru se dio cuenta de por qué le sonaba aquella voz. Sus ojos quedaron abiertos por la sorpresa mientras un mal presentimiento recorría cada rincón de su cuerpo. Ya había visto una vez a la mujer que tenía delante. Tiempo atrás, durante el torneo clandestino, como juez del mismo.

-¿Marie? –preguntó, incrédula.

-Los hay que me conocen por ese nombre, pero en el proyecto Gaia se me conoce como Quinque.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Capítulo 21: La rueda empieza a girar



Eri caminaba por los pasillos del hospital buscando una habitación en concreto. Tenía consigo un par de ramos de flores de varios colores, los cuales tenían atados sendos trozos de papel en los que había un mensaje escrito en conjunto por todos sus compañeros de clase, incluida ella.

Situándose frente a una puerta de madera blanca con un número situado en la parte de arriba, respiró hondo a la vez que cerraba los ojos durante unos instantes. Probablemente tendría que enfrentarse a alguna que otra situación complicada en ese momento pero estaba preparada. De hecho, ella misma había decidido tomar la iniciativa y plantar cara al problema.

Así pues, alargó la mano dispuesta a entrar cuando de repente la puerta se abrió, dejando ver la figura de una enfermera.
-Ah...lo siento... –dijo disculpándose para luego permanecer observándose la una a la otra- ¡Espera! ¡Eres la chica que vino el otro día a visitar a Shiina-chan!
La demonio se dio cuenta de que se trataba de la enfermera contra la que chocó la primera vez que vino a visitar a su amiga.
-Ho-hola –saludó con voz entrecortada. De alguna forma, aquel encuentro había conseguido apartar la tensión que tenía.
-Pasa, pasa. Acabo de... –a mitad de frase profirió un largo bostezo- ...ha-hacerle un pequeño chequeo. Dentro de nada podrá irse.
-Eso es genial –sonrió la joven.
-¡Shiina-chan! ¡Tienes visita!
-Gracias, Bel-san.
-No hay de...qué –dijo mientras se llevaba la mano hacia su boca al tener lugar un nuevo bostezo-. Nos vemos más tarde.

Dicho esto pasó por el lado de Eri y se marchó, dejando a la chica algo sorprendida por su manera de actuar. Tras esto, entró en la habitación, cerrando la puerta detrás de sí.
-¿Cómo te encuentras? –preguntó cogiendo una silla y sentándose al lado de su amiga.
-Deseando marcharme de aquí. No me gusta estar quieta y sin hacer nada. Además seguro que se me ha acumulado trabajo. Tengo que ponerme a ello cuanto antes –respondió con decisión.
-Ah, toma –la chica le extendió el ramo- Es de parte de todos los de clase. Sé que quizás ha llegado un poco tarde. Los preparativos para el campamento nos mantuvieron un tanto ocupados a todos.
-No importa. Gracias –dicho esto cogió el ramo y lo mantuvo en su regazo con la mirada puesta en él. Poco después levantó la mirada y la dirigió de nuevo hacia la demonio- ¿Qué tal está Luka?
-Está bien...

Después de lo ocurrido en el campamento, Luka fue llevada al hospital, seguido de todos aquellos que habían estado implicados excepto Asari, quien se quedó junto al resto de alumnos para explicarles la situación. Los dolores que había tenido antes de venir al campamento sirvieron como excusa para informarles tanto a sus padres como a sus compañeros de clase que había sido afectada por un fuerte catarro y que la fiebre le había provocado un desmayo. Desde entonces había permanecido en revisión en el centro, pero no se le había descubierto nada grave y sólo necesitaría un tiempo de recuperación. Al contrario que Shiina, al menos ella no había muerto una vez...

Eri suspiró, hundida en sus pensamientos.
-¿Estás bien, Eri?
-¿Eh? Sí, lo siento... –la joven desvió la mirada unos momentos antes de continuar-. Esto...Der...Hioni-sensei me dijo que es posible que a estas alturas tuvieses algunas preguntas que hacerme y...bueno...
-¿Te refieres a lo que de que eres una demonio?
Aquellas palabras golpearon a la súcubo como mazazos en la madera, provocando que se mordiese el labio inferior. Incluso si Derain le había avisado de que los recuerdos de su amiga ya habría vuelto a día de hoy, seguía sin perdonarse del todo el haberla metido en aquella situación.
-No creo que fuese culpa tuya, Eri –dijo Shiina-. Fui yo quien decidió ir pese a que quisiste alejarme de allí.
-...
-Además, si te hubiese pasado algo a ti yo tampoco me lo habría perdonado.
-Eres demasiado blanda... –susurró Eri.
-No creo que sea la única.
El ambiente se quedó en silencio durante unos instantes hasta que fue roto por un tono más animado por parte de Shiina.
-¡En cualquier caso, voy a requerir una explicación por tu parte! Si de verdad quieres compensarme, ¿por qué no empezar por ahí?
-Sí, por supuesto... –sonrió la demonio.

-A ver si lo he entendido bien... –Shiina empezó a hacer memoria de todo lo que le había contado su amiga hasta el momento-. Hioni-sensei, es una especie de héroe reconocido con más de mil años que fue maldecido y ahora se encarga de mantener la paz entre demonios y humanos, pero ahora mismo está en Italia y es un tal Derain, el cual se trata de un imp, quien se está haciendo pasar por él para sustituirle como profesor. Por otra parte, Asari-sensei resulta que también ha sido maldecida por demonios y que Akira-kun es un medio demonio. Todos trabajando junto con Hioni-sensei.
-Vas bien.
-Además, tú también eres una demonio y me has maldecido para poder volver a la vida. Y resulta que Luka también es una demonio pero de padres humanos... ¿me falta algo?
-Bueno, que estoy a cargo de un zorro-demonio llamada Agramón. Ya te lo presentaré cuando tenga ocasión...
Shiina se llevó una mano a la frente.
-Es mucha información...
-Tranquila, con el tiempo te acostumbrarás a ello –indicó Eri sintiéndose identificada.
-Biomáquinas manejadas por la religión cristiana, alguien que parece estar detrás de su repentino ataque hacia demonios como tú...parece sacado de una obra fantástica.
-Jajaja...en cualquier caso así es como son las cosas. Le diré a Derain y a Luka que os pongan bajo protección y así podréis estar seguras.
-Espera, espera...si tú estás metida en esto no esperes que yo me quede al margen...
La chica ya se había visto venir esto. Siendo tan severa y cabezota, su amiga no se quedaría atrás al verla en una situación peligrosa. Al fin y al cabo eso es lo que la había llevado a estar maldita.
-Bueno, bueno. Ya lo hablaremos con Derain y los otros y veremos que es lo que ocurre. Por el momento he de hablar también con Luka de todo esto. Probablemente también se sienta muy confusa...
-En ese caso iré contigo –dijo Shiina mientras se disponía a levantarse.
-Pero...
-No hay peros que valgan. Ya estoy recuperada. Además si vamos las dos le será más fácil aceptar la situación, ¿no crees?
-Supongo que tienes razón...

Poco después se dirigieron hacia la habitación en la que se encontraba la otra joven, entrando sin problemas ya que ésta estaba abierta. Su amiga se encontraba durmiendo con las persianas bajadas, y Shiina no tardó en acercarse a ellas y dar paso a algo de luz.
-Uaaah... –molesta, Luka se cubrió los ojos al mismo tiempo que se giraba hacia el lado contrario a la ventana.
-Despierta de una vez, dormilona –dijo la delegada, forcejeando con ella para que apartase los brazos.
-Soy una enfermita en plena recuperación, ¿no podrías tener un poco de piedad?
-Si estás casi mejor que yo y eso que llevas menos tiempo aquí. Seguro que aparentas estar peor de lo que estás sólo para pasar más tiempo en cama y escaquearte de las clases.
-Bueno, puede que un poquito...
-Ya podrías intentar disimularlo al menos...
Eri esbozó una sonrisa irónica en su rostro, acercándose para darle el ramo a la descendiente de Sorath.
-De parte de toda la clase.
-¡Oh, es genial, Eri! ¿Se comen? –preguntó, dejando estupefactas a las otras dos- Era broma, era broma.
“Está como siempre”, pensó Eri dejando escapar un suspiro.

-¿Cómo estás?
-Bien, me han dicho que en unos pocos días estaré fuera. Aunque... –empezó a decir, bajando la cabeza.
-¿?
-No entiendo muy bien lo que ocurrió. Es como si hubiese un gran cúmulo de recuerdos dentro de mi cabeza pero todos parecen tan imposibles que no puedo comprenderlos.
Shiina y Eri se miraron.
-Luka...creo que te debo una explicación sobre eso...
-¿Eh?
-Lo que voy a contarte quizás te parezca increíble y probablemente no me creas pero te aseguro que es la verdad.
-... –la joven se mostró confusa ante aquellas palabras, sin embargo no replicó, sino que se mantuvo en silencio, esperando a que continuase con lo que fuese que tuviese que decir...

Tras más de media hora explicándole lo que sabía, la expresión de la hospitalizada había cambiado a una entre confusa y horrorizada.
-¡¿Una demonio?! –sin poder creer las palabras de su amiga, se llevó ambas manos a la cabeza dando lugar a una reacción bastante exagerada.
-¡Chssst! ¡No lo digas tan alto! –exclamó Shiina.
-¡P-pero...!
-Sé que parece increíble pero es la verdad.
La súcubo se levantó de su sitio y se dirigió a la puerta de la habitación, la abrió, echó un vistazo a uno y otro lado del pasillo y volvió a cerrarla.
-Te lo demostraré

Dicho esto, levantó una de sus extremidades anteriores a media altura, poniendo la palma de su mano en dirección al techo. Acto seguido, una bola de fuego se formó unos pocos centímetros sobre ésta, danzando y formando una especie de remolino.

Con la boca abierta y sin poder dejar de mirar aquella pequeña masa de fuego, Luka se quedó sin palabras hasta que Eri hizo que desapareciese, volviendo de nuevo a su sitio.
-¿Y...dices que yo...? –intentó preguntar todavía sin poder hablar adecuadamente.
-Sí, tú también eres una demonio...

La chica posó las manos sobre su regazo, con la mirada perdida. La tensión se mascaba en el ambiente, provocando caras de preocupación en las otras dos.
-¿L-Luka?
-Es genial... –murmuró.
-¿Disculpa?
-¡Es genial!
De nuevo, aquella reacción fue una que las pilló por sorpresa.
-¡¿Yo también seré capaz de hacer algo como eso?! –se podía divisar un brillo en sus ojos.
-Sí...supongo que sí...
-Jajaja... entonces, cuando salga de aquí, tienes que enseñarme a hacerlo.
-Claro.
-Te lo has tomado demasiado bien, diría yo –comentó la delegada cruzándose de brazos.
-Bueno...admito que es increíble pero...no sé como decirlo...creo que porque sois vosotras las que me lo habéis contado que siento como si fuese algo más...normal. De alguna forma...me siento segura...y eso hace que me parezca algo que puedo afrontar fácilmente...
Eri la observó durante unos instantes antes de estallar en carcajadas, dejando a las otras dos estupefactas.
-¡Eres de lo que no hay! –exclamó enjugándose las lágrimas que salían de sus ojos- Tenía miedo de que esto os hubiese cambiado a las dos. Que ya no fueseis a verme de la misma manera...pero después de todo seguís siendo las mismas. Y doy gracias a ello, de verdad. Muchas gracias.
Shiina y Luka se miraron para más tarde girarse hacia Eri. Las dos sonrieron al ver como su amiga soltaba todo el estrés que había acumulado con lo sucedido, pudiendo reír tan despreocupadamente como en ese momento...

Al salir del hospital, Eri se encontró con Akira, quien la esperaba junto con Agramón. Ambos la habían dejado entrar sola a petición de ella, quien había querido hacerse responsable de contárselo todo.
-¿Y bien? ¿Qué tal ha ido? –preguntó el chico quien, habiendo permanecido sentado sobre los escalones junto a la entrada del edificio, se incorporó para recibirla.
-Genial. Sin duda son las mejores amigas que podré tener...
-Me alegra escuchar eso. Entonces, ¿han accedido a estar bajo protección?
-Sobre eso...digamos que están más que dispuestas a “luchar contra los malos” o algo así...
-¡¿Qué?! ¡Eri...!
-¡Lo sé! ¡Lo sé! No es como que esté de acuerdo pero...bueno, ellas ya no son chicas normales, ¿sabes? Y ambas son tan cabezotas cuando se ponen que serán incapaces de dejarme sola en esto...
Akira resopló.
-Vale, te ayudaré a hablarlo con Derain.
-Gracias.
-N-no hay de qué... –contestó el chico desviando la mirada.

- Tienes que decirle lo otro –comentó de repente Agramón.
-¿Qué otro? –la chica ladeó la cabeza sin entender a qué se refería el zorro.
El medio demonio carraspeó antes de comenzar a hablar.
-Derain nos ha avisado de que va a interrogar a la chica contra la que se enfrentó Kaoru el otro día. Ha pensado que quizás queramos estar presentes.
-¿Interrogarla? ¿Sobre qué exactamente?
-Origen, si tiene relaciones con alguna otra organización cazadora de demonios...ya sabes, nunca está de más ser precavidos.
-¿Y no va simplemente a entrar en su mente para sonsacarle la información?
-Supongo que querrá darle una oportunidad de decirlo por ella misma antes de recurrir a eso.
-Ya veo. De acuerdo, iré. Si quiero saber a lo que me puedo enfrentar es mejor que lo aprenda todo.
-Hay algo más...
-¿Qué?
Agramón y Akira se miraron con seriedad.
-Han atacado la basílica del papa. Ha quedado totalmente destruida.
-¡¿Qué?! –gritó Eri- ¡¿Qué es lo que ha ocurrido?!
-Dice que nos contará los detalles tras el interrogatorio.
-...
-Vamos, Derain nos está esperando.

La sala de interrogatorios de “Cerberos” era poco acogedora. Revestida con paredes y techo de piedra de color gris oscuro y superficie rugosa, se sentía de todo menos cómoda. Eso es lo que pensaba la demonio antes de que apareciese Derain por la puerta principal junto con otra acompañante.
-Bueno, aquí estamos. Creo que ya la conoces de vista pero permíteme que te la presente. Ella es Kasaiga Eri, una súcubo novata –dijo mientras señalaba a una de los dos que había intentado capturar junto con aquellos “cazatesoros”.
La aludida frunció el ceño al escuchar eso. De alguna forma no le gustaba cómo lo había dicho.
-Apestas con las presentaciones, Derain –se quejó.
-Háblalo con mi abogado –respondió el imp con ironía.

Tras esto se sentó en la silla que había frente a la joven, hallándose como única separación entre ambos una mesa metálica de color verde donde depositó un pequeño teléfono móvil.
-Bien. Podría acabar esto rápido pero te voy a dar la oportunidad de conservar algunas privacidades, así que cuanto antes hables más tardarás en acabar con mi paciencia –el imp encendió uno de sus puros y le dio la primera calada-. Ah, mucho mejor. Dime, ¿cuál es tu nombre?
-... –cabizbaja, la chica de cabello celeste se mantuvo en silencio.
-No empezamos con buen pie por lo que veo. Te haré otra pregunta: ¿por qué estabas con esos hombres?
-...te-tenía un trato con ellos...si les ayudaba, me darían información sobre una persona a la que estoy buscando.
-¿Quién?
La joven levantó la mirada hacia el imp, la visión de aquel ser podía resultar cómica o extravagante para algunos, pero la mirada que fijaba en ella hacía que fuese precavida a la hora de contestar.
-A...a... –le costaba que las palabras saliesen de su boca-...a mi madre...
-¿A tu madre?
-Sí...desapareció hace tiempo sin decirme nada, tan sólo me dejo un mensaje pero nunca hacia donde iba o el porqué de su partida...
El corazón de Eri dio un pequeño vuelco. Lo que decía era muy parecido a lo que le ocurrió a ella...
-Entiendo. Entonces debo suponer que tu única relación con ellos era meros negocios.
-Así es, no tengo relación alguna con organizaciones cazadoras de demonios...es sólo que...no tuve más remedio...
El imp le dio otra calada a su puro antes de proseguir.
-Déjame decirte que probablemente te habrían capturado a ti también.
-¡¿Qué?! –la chica no daba crédito a lo que oía.
-Esos tipos son unos maleantes. Unos bribones. Si eres demonio harán lo que sea con tal de capturarte y venderte. No iban a cumplir con su palabra así que en cierto modo has tenido suerte.
-Ah... –aquello golpeó de lleno a la chica, quien no pudo más que apretar los dientes al darse cuenta de su error.
-En cualquier caso hay algo que todavía no entiendo, y es el porqué de no querer decirnos tu nombre.
-...mi madre me dijo que si se descubría quien era vendrían a por mí.
-¿Quiénes? –preguntó Derain bajando las cejas.
-No lo sé. Creo que los llamó los siervos de Chronos.
-¿Chronos?
-Los “Dying Walkers” también lo mencionaron cuando intentaron matarme en el instituto. Dijeron: “Eso es lo que quiere Chronos” o algo así –recordó Eri.
-No conozco a nadie llamado así...aunque puede que sí haya más de uno que lo conozca. Sin embargo, sigo sin entenderlo, ¿por qué iban a perseguirte alguien sólo por el mero hecho de saber tu nombre? ¿Qué es lo que representa como para que tengas que ocultarlo de esa forma?
-... –la demonio se mantuvo en silencio unos segundos durante los cuales posó su mirada en Eri para luego desplazarla hacia el imp- ¿Puedo confiar en vosotros?
-Estamos aquí para mantener la paz no para dar lugar al conflicto. Es lo único que te puedo garantizar –declaró Derain.
-De acuerdo... –respiró hondo antes de continuar- ...mi nombre...es...

Mientras tanto, Akira y Agramón se encontraban junto a Kaoru esperando en la puerta de entrada a la sala de interrogatorio. Al ver aparecer a su amigo en “Cerberos”, esperando noticias sobre el interrogatorio decidió quedarse fuera para hablar con él.
-Dijiste que responderías a mis dudas, ¿verdad? –preguntó Akira.
-Por supuesto, y mantengo mi palabra.
-Entonces, ¿por qué no me lo dijiste?
-¿Es esa tu primera pregunta? –se extrañó el ángel.
El otro lo miró seriamente.
-Necesitaba esconder mi identidad. Los pecados me ordenaron vigilar el instituto ante un posible ataque...
-¿Un posible ataque? ¿De quien?

-Derain, ¿estás bien? –preguntó Eri al observar cómo el puro que llevaba en una de sus manos caía al suelo.
-¿Es eso...cierto? –el imp se había quedado de piedra al escuchar el nombre de la chica de pelo azul celeste.
-Sí... –por su parte, ella se mostró algo confusa ante aquel cambio tan repentino.
-Eri, tengo que hablar contigo
Los dos se marcharon de la sala pero por otra puerta existente además de la de salida. Ésta llevaba a una cámara contigua insonorizada.
Una vez allí, la súcubo tomó la palabra.
-Derain, no entiendo nada.
-Lilith...
-¿Cómo?
-Ahora entiendo por qué la persiguen.
-Será mejor que te expliques si quieres que pueda seguirte...

-Para evitar un posible ataque los apóstoles. O mejor dicho, de los “Dying Walkers” manejados por los apóstoles. Por eso fui enviado.
-¿Los apóstoles?
-Los héroes que defendieron a la humanidad de los demonios. O eso es lo que se cuenta...
-¿Acaso no es así?
-¿Nunca te has preguntado si de verdad fueron los demonios los que atacaron a los humanos?
-Pero es lo que viene en todos los datos históricos.
-Los cuales fueron escritos por humanos y que posteriormente harían olvidar la verdad.
-¿Y cual es la verdad?
-Eso será mejor que te lo expliquen ellos...los pecados se reunirán de nuevo, Akira.
-¿Los mismos que te crearon?
-Así es. Eso hora de enfrentarse a la guerra que se avecina y que llegará con la resurrección de Chronos.

-¿La...nieta...de Satán...? –preguntó Eri.
-Lilith, la nieta de Satán que muchos creían que estaba muerta. Ella es la única que sería capaz de hacer que los demonios se levanten de nuevo. Es por eso por lo que pueden venir a por ella. Pero, ¿quién es Chronos? ¿Nunca he escuchado sobre él? A no ser que...

-¡¿Dios?! ¡¿Estás diciendo que Chronos es Dios?! –exclamó Akira.
Kaoru asintió.
-Pero, ¿por qué ese nombre?

-No lo sé –contestó Derain a la pregunta de Eri- No sé porque lo ha llamado Chronos. Pero el hecho de que Chronos y Dios sean lo mismo hace que encajen muchas cosas.
-¿Te refieres a lo que le ha ocurrido a la basílica?
-Sí. Por lo que me dijo Reima, fue atacada por un apóstol que pretendía hacerse con el control del ejército de “Dying Walkers” que guardaba la Inquisición en las grutas de la basílica, por lo que tuvo que destruir el edificio entero para evitarlo. A cambio, probablemente la Inquisición sea inservible para ayudar a evitar la guerra que ellos quieren provocar.
-¿Los apóstoles quieren provocar una guerra?
-Contra los demonios. Con el fin de eliminarlos completamente.

-A ver si lo he entendido bien –resumió esta vez Agramón, quien había estado escuchando la conversación entre ambos chicos- ¿Los apóstoles están intentando resucitar a Dios, o Chronos, o como quiera que se llame para que lidere una guerra contra los demonios y extinguirlos en su totalidad?
Kaoru asintió
-Y para ello necesitan el poder de los “Dying Walkers”, el cual fallaron en obtener, por lo menos en su totalidad, al fracasar durante el ataque de la basílica. No obstante, dudo que es les pare los pies. Sólo los retrasará un poco. Por eso necesitamos reunir a todos los que podamos para hacerles frente e impedir que cumplan su objetivo...

De repente, mientras el imp y la súcubo continuaban con su discusión. La puerta se abrió para dejar paso al rostro de Lilith.
-Esto...siento interrumpir...pero hay una llamada de un tal Reima...o algo así me ha dicho...
Al escuchar esto, Derain volvió a la cámara de interrogatorio y cogió el móvil.
-¿Sí? ¿Qué es lo que ocurre? ... ¿Los pecados? ¿Van a reunirse en esta ciudad? Ya veo...Ahren y Serah deben de estar por llegar también...será mejor que tú también vuelvas cuanto antes...la próxima vez que aparezcan, no sé si seremos capaces de reducirlos...

Una enfermera de pelo negro y ojos rojos dormitaba sobre uno de los sofás situado en mitad de los pasillos del hospital. El Sol de la tarde reflejaba su sombra sobre las blancas paredes del edificio.
Fue entonces cuando dicha sombra comenzó a tomar otra forma diferente a la figura de ella, volviéndose la de otro ser de gran tamaño y aspecto grotesco, parecido al de un insecto, con alas de murciélago y cola.
-Sigues teniendo una curiosa manera de aparecer, Zebub... –murmuró la enfermera con los ojos todavía cerrados.
-Tú tampoco has cambiado desde la última vez que te vi, Bel –una voz ronca y sombría le respondió.
-Por...supuesto que he cambiado...ahora soy enfermera...
-No muy trabajadora si lo que haces es dormirte como un tronco...
-Es mi hora de descanso... –la chica se acomodó sobre el sofá, acostándose.
-Supongo que sabes para qué he venido. Tienes que encargarte de proteger la Biblia hasta que lleguemos los demás.
-Por supuesto. No te preocupes, está a buen recaudo...bien protegida...
-Eso espero. Si cae en sus manos y él resucita...
-Lo sé...lo sé...
-¡¿Quieres ponerte seria y dejar de dormir?!
-...
-¡Despierta!
-Aaaaaah, qué pesado. No voy a permitir que nadie la toque. Y sabes bien que no soy de las que incumplen sus promesas.
-... –se escuchó un breve suspiro-. En fin, nos veremos pronto, Bel. Ten cuidado.
-Por supuesto.
La sombra volvió a tomar la forma de la enfermera, desapareciendo aquella misteriosa presencia...

-Onii-chan...date prisa... –junto a las escaleras frente a la salida de un aeropuerto, una chica de pelo considerablemente largo y recogido en una coleta al final, murmuraba para sí misma mientras esperaba a alguien que todavía no había aparecido.
Iba ataviada con una camisa blanca y una chaqueta azul oscuro por encima, además de una falda a cuadros que llegaba hasta unos centímetros por encima de las rodillas. Su expresión era afable y atraía la mirada tanto de hombres como mujeres, quienes se quedaban pasmados ante su belleza y el aura pura y angelical que parecía desprender. Incluso al sonreírle a un niño que pasaba cerca de ella, éste no pudo evitar sonrojarse mientras su madre lo llevaba casi a rastras hacia el edificio principal.
Al cabo de un rato, un chico salió por la puerta automática, y se situó a su lado. Al contrario que la joven, la mirada de él era más agresiva. Vistiendo una camisa blanca y chaqueta y pantalones a juego con los de la chica, tenía aspecto de delincuente, ayudado por su cabello pelirrojo y de punta del que emanaba una pequeña coleta que caía sobre su nuca.
Nada más ver al joven, las personas que se habían quedado prendadas de la chica no tardaron en desviar la mirada y continuar con sus quehaceres.
-Eres muy lento.
-¿Y qué querías que hiciese? No me dejaban coger el equipaje. Tuve que explicarles y presentarles la documentación de que las armas eran sólo objetos de exposición en el museo de la capital.
En ese momento, la chica bajo la vista, fijándola en el equipaje que llevaba.
-Ah, es verdad. Había olvidado mis cosas.
-Ah...si no llego a cogerlas yo las habrían metido en objetos perdidos. Otra media hora para buscarlas. ¿Cómo quieres que no tarde si lo tengo que hacer yo todo? En cuanto has podido te has ido delante sin preocuparte por nada. Eres demasiado descuidada para estas cosas...
-Jeje...gracias, Onii-chan.
-No era ningún cumplido, ¿sabes? En fin, será mejor que nos movamos. Pediremos un taxi.
-Sí. Tengo ganas de ver a papá.
El chico sonrió al escuchar las palabras de su hermana.
-Sí, lo cierto es que yo también...

Situados en una de las aulas del instituto, vacío en ese momento, Asari estaba delante de tres de sus alumnos. Estos no eran otros que Mizuki, Kazuma y Nanako.
-Sabéis por qué estamos aquí, ¿verdad? –preguntó la profesora.
Mizuki levantó la mano como si estuviese en una clase, a lo que la mujer asintió, dándole la palabra.
-Para que nos enseñe a defendernos de gente peligrosa. ¿Algo así?
-Básicamente, si queréis ser útiles y ayudar a los demás, tenéis que estar a la mayor altura posible de ellos. No estoy muy de acuerdo con esto, pero parece que el discurso de Nanako fue bastante convincente.
La aludida exhibió una pequeña sonrisa de victoria que no fue vista por los demás.
-Será mejor que estéis preparados pues va a ser duro.
Los tres alumnos se miraron los unos a los otros y asintieron con decisión.
-Aunque puedas pensarlo así, esto no es algo que hayamos decidido al azar, sensei –esta vez quien habló fue Kazuma-. Queremos ser de ayuda tanto como se nos permita.
-Bien, si es así, pongámonos a ello...

En otra parte, más alejada de allí, tres hombres caminaban tranquilamente por la calle. Uno de ellos llevaba un perro de raza doberman a su lado y miraba de vez en cuando una foto con aire tranquilo y alegre. Guardando en su memoria la imagen que venía en esa foto, la tiró a una papelera cercana mientras continuaba andando. En el interior de la foto estaba la cara de Eri...

domingo, 16 de noviembre de 2014

Capítulo 20: Ataque a la basílica



-¡Reima! ¡Por aquí!
Tras atravesar a uno de los “Dying Walkers” con la hoja de su espada, el chico corrió hacia la puerta y cerró antes de que más de ellos lo alcanzasen.

Más tranquilos y seguros, Reima golpeó en la nuca al hombre que tenía al lado.
-¡Ay! Oye, eso no era necesario...
-¡Si me hubieses dejado usar todo mi poder esto se habría acabado en cuestión de segundos!
-Sí, y entonces la basílica también se destruiría en cuestión de segundos. ¿Tú sabes la conmoción mediática que causaría?
-Tonterías.
Vestido con una túnica blanca, el hombre que lo acompañaba resopló mientras negaba con la cabeza.
-Como sea, ¿cómo hemos podido llegar a esto...?

Hacía varios días que Reima había llegado a Italia con la intención de saber qué relación tenía la Inquisición con la aparición de los “Dying Walkers” en Japón, sin embargo, una vez hubo llegado a la plaza que rodeaba la basílica se encontró con un cúmulo de personas en ella observando el emplazamiento y cuchicheando entre ellos.
-¿Qué ocurre? –preguntó amablemente.
-¿No lo sabes, joven? –le contestó una anciana de pelo canoso y mirada algo opaca- Hace unos días que el nuevo papa entró en la basílica pero todavía no se ha sabido nada de él. Algunos piensan que quizás le haya ocurrido algo pero hay obispos apostados en la puerta que no dejan entrar ni siquiera a la policía...estoy preocupada por el estado de ese chico...

El papa al que se referían, Reima lo conocía bien. Había sido elegido joven y desde entonces había desarrollado bien su cargo, tomando una actitud carismática y cercana a los demás. Por otra parte había que señalar que de puertas para dentro era uno de las personas más vagas que había conocido, por lo que no pudo evitar esbozar una sonrisa irónica al pensar que todo aquel barullo podría haberse formado por simple pereza de ver a sus seguidores. Aunque, también era cierto que, si así fuese, no habría entrado en la basílica y hubiese preferido quedarse en sus aposentos.

El profesor movió la cabeza de un lado a otro intentando olvidarse de ello y, después de dar las gracias a la anciana, se dirigió a la puerta donde policías y obispos estaban discutiendo.
-No creo que los mandase mantener a raya a los civiles y a la policía sólo para poder echarse una siesta, ¿no? Algo serio debe de estar pasando... –murmuró para sí mismo a la vez que se acercaba a uno de los obispos más alejados de la situación- ¡Oye! –llamando su atención, éste lo reconoció y se acercó a él.
-¿Qué haces aquí?
-Tenía que hacer una investigación relacionada con los “Dying Walkers” pero cuando intenté hablar con Ettore para avisarle de lo ocurrido no me contestó...
-Probablemente por entonces ya había ocurrido...
-¿A qué te refieres?
-Un grupo de “Dying Walkers”, por influencia de alguien que desconocemos, han perdido el control y han comenzado a atacarnos. El papa y el resto de obispos están intentando controlar la situación para que no salgan de la basílica. No podemos dejar que nadie se vea envuelto.
-Ya veo...bien, entonces déjame pasar, veré si puedo ayudarle.
-B-bien...acompáñame, te llevaré dentro.
-No pensará mal la policía de esto.
-Creo que nos vendrá bien. El que no entre ni salga nadie del recinto es lo que les lleva a pensar que algo malo puede estar ocurriendo. Quizás de esta manera les ayudemos a pensar que simplemente se trata de algún evento realizado por el propio papa.

Tras entrar, los dos se dirigieron hacia el centro de la construcción, donde se encontraba la tumba de uno de los héroes que lucharon contra los demonios: Saint Peter.

Sin pensárselo dos veces, el obispo se acercó a la tumba y la empujó levemente hacia delante hasta que sonó el “clic” de un mecanismo entrando en funcionamiento y, posterior a esto, el giro de varios ejes hasta dar lugar a que el sepulcro se inclinase hacia el lado contrario, dejando ver una entrada con escaleras que bajaban.
-Mira que no es la primera vez que vengo pero no recuerdo haber visto nunca esta entrada.
-Procuramos mantenerla lo más en secreto posible de manera que sólo lo conozcan aquellos que pertenecen o han pertenecido a este lugar.
-...
Observando el fondo negro al que llevaban las escaleras, Reima comenzó a internarse en el subterráneo.
-Suerte.
-Claro...gracias... –comentó escuchando cómo los ejes volvían a girar hasta que la tumba regresó a su lugar de origen, envolviendo todo en oscuridad.

Tras un buen rato bajando escaleras, el chico por fin llegó a un punto en el que la luz volvía a iluminar el ambiente. Habiéndose acostumbrado de nuevo la vista, divisó un largo pasillo con paredes, techo y suelo de piedra que continuaba hacia delante hasta llegar a una puerta de bronce de mediano tamaño.

Siguiendo las luces que llevaban hasta dicha puerta, la abrió, topándose con una sala de considerable altura y forma circular que presentaba cuatro pilares a los extremos de la misma, los cuales sujetaban el techo, todo de color perla.

Otros tres pasillos se extendían a derecha, izquierda y justo enfrente de él.
-Supongo que he de elegir uno...es en estos momentos cuando preferiría que él estuviese aquí...como haya que luchar voy a tener problemas...espero que no falte mucho para que anochezca.
Dicho esto decidió ir por el corredor que tenía delante, avanzando cuidadosamente.

Por el momento no había visto ni escuchado ni un alma desde que había entrado en la basílica, si exceptuaba a aquel obispo, claro. Esto le hacía permanecer alerta ante cualquier cosa.
-Éstas deben de ser las grutas de la basílica. Me pregunto si es en este lugar donde tienen a los “Dying Walkers” –se dijo mientras recorría los pedregosos suelos de la estructura. En las paredes se podían observar algunos trabajos artísticos, posiblemente pertenecientes a internos de la Inquisición. Quizás regalos para el papa u ofrendas para el dios que veneraban.
De esta forma, podía divisar cuadros, monumentos...incluso la arquitectura dejaba entrever el arte de épocas pasadas.

Le llamaban la atención especialmente aquellos retratos en los que se reflejaba la guerra entre demonios y humanos. Fue entonces cuando su mirada se posó en uno en el que aparecían tres personas situadas frente a una multitud. Dos de ellas parecían estar firmando una especie de pergamino mientras la otra observaba apaciblemente dicha acción. Sus párpados se abrieron al ver aquella escena y, sin darse cuenta, comenzó a andar hacia ese cuadro mientras alzaba inconscientemente su mano. Su mirada parecía anhelar algo que  estaba en ese retrato.

El sonido de algo rompiéndose lo despertó de su ensimismamiento, haciéndole girar la cabeza hacia el fondo del corredor. Echándole un último vistazo al trabajo comenzó a correr hasta llegar a otra puerta. Al abrirla se encontró con una batalla campal.

Varios “Dying Walkers” se enfrentaban a un grupo de obispos, quienes, pese a hacerles frente lo mejor que podían eran reducidos poco a poco y obligados a replegarse.

A Reima no le resultaba extraño todo aquello. Habiendo confiado en la fuerza de los “Dying Walkers” durante tanto tiempo, existían pocas personas en la Inquisición que fuesen capaces de hacer frente a sus propias creaciones. ¿Por qué no harían un mecanismo de emergencia por si se daban este tipo de situaciones? Al fin y al cabo eran biomáquinas, ¿no? Si los vivos podían llegar a volverse locos nada les aseguraba que los robots no hiciesen lo mismo. O quizás era la parte viva de los “Dying Walkers” lo que impedía esto.

Mientras cavilaba, el espadachín observó cómo más de aquellos trajeados de pelo blanco aparecían por un gran arco situado a la izquierda de la cámara, el cual daba a otro pasillo.
-Tal y como estoy ahora no puedo hacer nada... –maldiciéndose, escuchó el sonido de algo rompiendo el aire. En ese momento apareció volando la figura de un hombre, la cual chocó contra una de las paredes de las grutas para posteriormente caer al suelo entre polvo y escombros.

Anonadado, el profesor esperó a que se disipara la polvareda para ver de quién se trataba. Instantes después apareció el rostro de Ettore, quien se acariciaba la cabeza por el dolor del golpe.
-¡Hah! –al apodado “Darkblade” se le escapó un pequeño grito.
-¡Oh, Reima! –exclamó el papa al percatarse de su presencia- Cuánto tiempo.
-¡¿Cómo que cuánto tiempo?!
-Esto...ahora mismo estoy un poco ocupado. Hablamos luego.
Ignorándolo, el máximo mandatario de la Inquisición se lanzó a por algunos “Dying Walkers” que se disponían a atacar a otros obispos, golpeándoles con sus puños, o quizás sería más correcto decir con sus guantes de metal.

Con un peso mayor del que se podría esperar en un principio, aquellos guantes, denominados Assamone, eran el arma principal de Ettore, los cuales, utilizados por las manos adecuadas, eran capaces de reducir fácilmente a un demonio.

Así pues, no tardó en acabar con otro par de adversarios propinándoles sendos puñetazos en el estómago, provocando que salieran despedidos y chocasen contra el resto como si de bolos se tratasen.
-Parece que lo llevas bien... –dijo Reima.
-El problema más grande no son estos tipos sino...
De repente, dos águilas de mediano tamaño entraron en la sala a partir del pasillo desde el que había aparecido el papa, sobrevolando la sala para acto seguido caer en picado y lanzar por los aires a los obispos.
-...ése....
-¿De dónde diablos han salido esos bichos?
-A mí también me gustaría saberlo.
Aprovechando la oportunidad, el líder de la Inquisición se lanzó contra uno de los animales, agarrándose a sus patas. Como respuesta, éste emitió un gruñido y aumentó la velocidad de vuelo con el fin de quitárselo de encima.

Por su parte, Reima dejó abierta la puerta por la que había accedido a ese lugar y comenzó a refugiar heridos y rezagados, intentando alejarlos de los “Dying Walkers” y aquellas misteriosas águilas.

En ese momento comenzó a sentir un dolor intenso por todo el cuerpo. Su semblante cambió y se dibujó una pequeña sonrisa. Aquello no era la primera vez que le ocurría. De hecho hacía años que estaba acostumbrado. Y el hecho de que aquello estuviese pasando era una muy buena señal, sobre todo dada la situación. Era la señal de que su otra mitad aparecería.

Una quemadura surgió en la mejilla izquierda, extendiéndose hasta su frente, y una espada brotó justo delante de él, la cual cogió y utilizó para cortar por la mitad a uno de aquellos individuos trajeados.
-¡Ahora es mi turno!
Dicho esto, perforó el suelo con la hoja del arma y numerosos remolinos de fuego salieron del suelo, quemando selectivamente a los “Dying Walkers”.

Mientras tanto, Ettore consiguió golpear el tórax del águila cayendo y chocándose ambos contra el suelo. Al levantarse, animal y hombre se encararon el uno al otro, y, unos instantes después, el primero tomaba la iniciativa volando con las garras al frente, ataque que fue evadido por el otro, quien, mediante un salto, consiguió acercarse a su adversario y asestarle un nuevo golpe en el mismo sitio que antes.

Las patas del águila se doblaron, siendo afectada por el fuerte impacto producido por el papa, sin embargo no se dio por vencida, utilizando sus alas para revolverse y evitar un segundo ataque de su contrincante, quien tuvo que cubrirse con los brazos. Este momento fue aprovechado por la aparición del segundo águila, embistiéndole y lanzándolo de nuevo, no obstante, la continuación del ataque fue detenido por otro remolino de fuego esporádico que impidió su paso, dando lugar a la llegada de Reima.

-Ya estás aquí.
-Sí...a veces odio lo que tarda en hacerse oscuro ahí fuera, en serio...
-Bueno... –comentó Ettore mientras se levantaba- Lo importante no es lo que se tarde, sino que se llegue a tiempo.
Por su parte, los obispos restantes habían aprovechado la reducción en número de las biomáquinas para refugiarse detrás de la puerta y tratar con urgencia a los miembros en peor estado.
-Esto pinta bastante mal. Os han ganado mucho terreno.
-Esas águilas no son normales, y no me refiero sólo a su tamaño.
-¡Oh, venga! ¡No te quejes tanto! Lo que pasa es que eres un debilucho. O eso, o te produce demasiada pereza pelear en serio.
-O lo dos...
-¿Hablas en serio?
-Era broma, pero no te confíes, Reima. Me huelo algo mucho peor que estos bichos.
-¡Y haces bien en tener ese presentimiento!
Una voz resonó por toda la sala. Acto seguido, las águilas se alejaron de ellos y volaron hasta situarse cerca del gran arco, por donde apareció la figura de un hombre de aspecto joven y rasgos femeninos, de pelo negro y largo hasta la cintura, y llevando un libro consigo.
-¿Quién diablos eres tú, maldito andrógino? –preguntó el profesor con voz molesta.
-Vaya humos... –rió el chico-. A estas alturas no creo que haga falta ocultar mi nombre. Soy John.
-...
-...
El ambiente se quedó totalmente enmudecido.
-¿Tú conoces a alguien que se llame así?
-Ni idea. ¿Alguien con quien salí de copas?
-Oye...eso no debería decirlo un papa... –comentó Reima al escuchar la respuesta de Ettore.
-Entonces, ¿alguien con quien saliste tú?
-No me tomes por los de tu especie, pedazo de inútil. Yo estoy mucho más evolucionado.
-Ejem... –llamando la atención de los dos, John carraspeó a la vez que parecía estar conteniendo una creciente ira-. Quizás no me he expresado con la claridad que debía. Soy John, uno de los héroes que luchó contra los demonios en el pasado.
-...
-...
-A mí me sigue sin sonar –declaró Ettore mirando a Reima.
-Maldita sea, ahora es cuando desearía que se hiciese de día. Seguro que el otro sabría dar la respuesta adecuada.
-Eso me recuerda, ¿cómo llevas lo del cambio de personalidad?
-Difícil pero ya sabes, son muchos años.
-Tiene que ser complicado tener otra identidad además de la tuya.
-En realidad la mía se perdió hace mucho tiempo, ahora sólo tengo estas dos...
-¡Queréis dejar de ignorarme, malditos imbéciles! ¡Voy a mataros y a reducir vuestro esqueleto a meras cenizas que luego serán devoradas por mis águilas, engendros del averno!
Respirando como si acabase de correr la maratón de su vida, John tardó unos segundos en recuperar la compostura, entretanto, los otros dos parecían sorprendidos por la pérdida de calma que acababa de tener.
-Ejem...lo siento, ha sido un lapsus.
-Como sea, Jason –dijo Ettore.
-¡Es John!
-Eso... ¿qué haces aquí y para qué quieres robar a los “Dying Walkers”?
-Je... ¿robarlos? Estos pequeños siempre han sido nuestros. No los estamos robando simplemente queremos que vuelvan a su función original y que obedezcan las órdenes de su amo original. Tú, líder de la Inquisición, que te has rebajado a continuar la paz con esos seres llamados demonios, ya no mereces la posición de mandar sobre estas creaciones. Tú y tus súbditos también seréis aniquilados. Una nueva guerra...comenzará...
-¿Una guerra? ¿Provocada por quién?
-Por aquel que reinará en el mundo humano y sobre ellos. La exterminación de los demonios y todo aquel que se alíe con ellos ha de cumplirse...
-Ooh...ahora sí te has expresado con claridad. Lástima que no me guste cómo lo haces...
-Puede que tenga que usar otros métodos que sean más de tú agrado...

Detrás de él comenzó a salir otro gran número de biomáquinas trajeadas, las cuales se lanzaron a atacar a los dos compañeros.
-¡Tú por la derecha y yo por la izquierda! –exclamó Reima mientras cortaba a un par de sus adversarios por la mitad.
-Menudo desperdicio de maquinaria y recursos –se quejó el papa a la vez que destruía a otro par.
Pese a que los “Dying Walkers” seguían saliendo, a ninguno de los dos parecía suponerle un problema encargarse de ellos. Los problemas empezaron cuando las águilas volvieron a iniciar su ataque.
-Maldita sea...

Fue entonces cuando fueron alcanzadas por una lluvia de flechas y disparos. Al mirar hacia atrás, descubrieron a los seguidores de Ettore, quienes cargados con armas de todo tipo y habiendo aprovechado el tiempo dado por ellos dos, se lanzaron a la batalla para cubrirlos.
-Tienes buenos súbditos.
-Lo sé.

Por el contrario, esto no molestó a John, quien alzó uno de sus brazos mientras el otro seguía agarrando su libro.
-Toda esperanza es vana. Los “Dying Walkers” vendrán conmigo, y vosotros pereceréis.
Un cáliz de un par de metros de longitud se erigió en mitad del aire, surgiendo como un fantasma.
-Las almas más débiles serán las primeras en caer.

De repente los obispos comenzaron a caer al suelo mientras sus espíritus salían del interior de sus cuerpos y se reunían en el interior de aquel cáliz. Una por una, sus vidas iban apagándose de manera casi instantánea.
-¿Qué diablos es eso?
-Se está llevando su vida. Dándoselas en sacrificio a Dios.
-Mierda. Como si lo fuese a permitir.
Encendiendo una llama en su espada, ésta comenzó a hacerse más y más grande.
-¡No, Reima! ¡Detente! –gritó Ettore–. Si haces eso destruirás la basílica entera y moriremos todos.
-¡¿Y qué sugieres?!
-Retirémonos por el momento.
-No puedes estar hablando en serio.
-Esa técnica sólo está afectando a los más débiles y sólo a los que se encuentran dentro de esta sala. Llevemos a los que quedan fuera de aquí antes de que sea aún peor.
-Chst...
Molesto, el espadachín decidió hacerle caso, ayudando a los obispos a escapar...

-Llevamos un buen rato en que lo único que hemos hecho ha sido huir.
-Mira cómo están, Reima –dijo el papa señalando a sus seguidores, de los cuales no quedaban muchos-. Casi no pueden luchar, y ese tipo, John...es muy poderoso...probablemente esté a tu nivel.
-¿Sabes quien es? Parecías conocer muy bien la técnica del cáliz...
-Fue al ver eso cuando llegué a la conclusión. Uno de los héroes que luchó contra los demonios: los Doce Apóstoles. Mi mente no quería creerlo porque supuestamente murieron hace mucho tiempo pero...
-No lo entiendo. Se supone que en aquella época los humanos lucharon contra los demonios para defenderse de su ataque. Quiero decir...porque ahora ser ellos quienes empiecen una guerra...
-No lo sé. Probablemente hay algo que se nos escapa...
-En cualquier caso, ¿cómo funciona ese cáliz?
-No estoy seguro pero, creo que en él puede entrar lo que desee.
-Pero si es así, ¿por qué no nos ha introducido a nosotros directamente? De esa forma ya habría ganado.
-Es posible que haya una serie de reglas. Ya sabes, como el poder de tus maldiciones...
-Ya veo...me temo que entonces sólo nos queda hacer una cosa.
Ettore sabía bien a lo que se refería Reima, y era algo en lo que no podía estar de acuerdo. Sin embargo, si quería salvar a los súbditos que quedaban y desbaratar los planes de John sólo podía recurrir a esa solución.
-Bien, hazlo...yo le entretendré...
-De acuerdo, sólo necesitaré un par de minutos...

Saliendo de su escondite, se encontraron con más biomáquinas. A estas alturas probablemente ocupaban gran parte del subterráneo ya que se había hecho con todos aquellos que la Inquisición había guardado.

Avanzando hacia el frente, se iban deshaciendo de los que se aparecían ante ellos, sin siquiera darles tiempo a reaccionar. La espada de Reima danzaba una y otra vez cortando en pedazos a los trajeados a la vez que el papa destruía sus cuerpos. Por detrás, los obispos los cubrían como mejor sabían utilizando una serie de armas que el profesor todavía se preguntaba de dónde diablos las habrían sacado.

Finalmente se detuvieron cerca de la sala en la que se encontraba la puerta que llevaba a la superficie. Allí les esperaba el apóstol junto con otro gran grupo de su recién controlado ejército.
-Cuando haga la señal corred hacia la salida y escapad –dijo el espadachín a los obispos- Ahora todo queda en tus manos –esta vez se dirigió a Ettore, quien asintió antes de encaminarse hacia su oponente.

-Así que has venido solo –indicó John al observar al papa frente a él.
-Es a mí a quien querías, ¿verdad? Si es así me gustaría defender mi vida en un combate justo.
-¿Un combate justo? ¿Acaso crees que tienes alguna posibilidad de ganar? Qué interesante...
El hombre se acercó hasta situarse a pocos metros del líder de la Inquisición, mirándolo con sonrisa triunfal.
-Sin embargo, ¿cómo sé que esto no se trata de alguna jugarreta para engañarme?
-Soy el líder de la Inquisición, no puedo permitirme poner en peligro la vida de mis súbditos intentando tenderte una trampa.
-Ooh, esa es una de las cosas que precisamente te han llevado a la decadencia. Compadecerte de la vida de aquellos que no son útiles.
-Ni tú ni yo somos quienes decidimos quien o qué merece vivir. Lo mismo ocurre con los demonios.
-Que palabras tan bellas, pero no olvides que hablamos de seres que van en contra de la humanidad y el dios que la representa.
-Es posible que a veces los humanos y hasta nuestro dios tengan que aprender algunas cosas.
-¡Blasfemia! ¡¿Cómo te atreves?!
De repente comenzó a escucharse un sonido parecido al del metal cuando es golpeado, resonando con el eco en todo el subterráneo.
-¿Qué es eso? –preguntó John mirando hacia todas partes.

En ese momento los obispos hicieron su entrada en la sala, dirigiéndose a la mayor velocidad que le permitían sus piernas en dirección a la puerta que llevaba a las escaleras hacia la superficie.
-¡¿Qué es lo que estáis haciendo?! ¡Cogedlos!
Gritando a su ejército, el apóstol cayó en la cuenta de que todos se habían detenido.
-¿Por qué no se mueven? –intentando desplazarse él en lugar de las biomáquinas, notó una presión en su cuerpo que lo mantuvo en el sitio. Ettore lo tenía agarrado y no parecía dispuesto a dejarle ir.

Al volver la vista al frente divisó la figura de Reima, un poco más alejada de lo que había estado la del papa. Tenía una postura erguida y mantenía su espada a medio envainar. El eco seguía resonando en el ambiente.
-Creía que no ibas a poner la vida de tus súbditos en peligro –declaró el apóstol intentando escabullirse sin éxito ante el fortísimo agarre de su oponente.
-Sí, pero también es cierto que tú me dijiste que no servía para liderar la Inquisición. Supongo que ahora los obispos estarán cabreados conmigo...
-¡Bastardo!
-Sé acabó para ti...
Ettore hundió los pies en la piedra aumentando aún más la fuerza de su agarre. Al mismo tiempo, Reima envainó su espada, terminando con el ruido metálico.

Instantes después las paredes de las grutas comenzaron a presentar una fina línea de la que empezaron a surgir grietas. De forma parecida, el cuerpo de los “Dying Walkers” fue separándose poco a poco por la mitad.
-No puede ser... –se sorprendió John.
Reima corrió hacia la puerta de salida y escapó de allí mientras Ettore seguía impidiendo el movimiento de su adversario. La estructura de la construcción estaba destruyéndose poco a poco.
-Sólo él sería capaz de cortar un edificio entero como si nada –sonrió Ettore.
-¡Pero si continúas así, tú también morirás!
-Es un pequeño precio a pagar por llevarte conmigo a la tumba.
-¡Maldito seas!
Quejándose y forcejeando en vano, el hombre no pudo más que ver cómo techo y paredes se agrietaban y hundían...

Fuera de la basílica, los seguidores, la policía y los obispos de la superficie corrían para tratar de evitar que la construcción les cayese encima. A su vez, Reima y el resto de obispos conseguían ponerse a salvo por los pelos.

Al cabo de un rato, el hundimiento de la zona subterránea había dado lugar a múltiples escombros que antes había sido uno de los edificios más simbólicos del mundo. Sin duda, aquello daría de qué hablar en las noticias.

El espadachín miró a su alrededor. Se mostraba algo nervioso, esperando ver algo o a alguien que todavía no había aparecido. Instantes después una mano tocó su hombro. Se trataba de Ettore.
-Creía que no salía de ésta. No me puedo creer que haya tenido que usar la bendición para algo así. Como no haya servido para nada, te mataré.

La bendición. Se trataba de un amuleto pasado de un papa a otro y que se decía que contenía el mismísimo poder de Dios. Pudiendo ser usado una única vez en cada herencia, podía salvar la vida de aquella persona que lo tuviese fuese la situación que fuese.
-Me alegro de verte en forma.
-Ahórrate los sarcasmos, ¿quieres? –se quejó Ettore-. No eres tú a quien le tocará encarar a la prensa...
-No. Mi misión es otra ahora mismo.
-¿Qué piensas hacer?
-He de llamar a los pecados capitales. Esto cada vez se está poniendo peor y probablemente ellos sepan de qué se trata –dicho esto sacó el móvil y empezó a marcar un número- Hemos de evitar una nueva guerra...