lunes, 27 de julio de 2015

The three global powers: Capítulo 15

Eirin estaba sentada en una silla de la cocina, en la pequeña casa en la que vivían ella y su padre. Nerviosa, tomó un sorbo de la taza entre sus manos, intentando no derramar el líquido de su interior.

 

En ese momento, la puerta de la entrada se abrió, sobresaltándola y haciendo que se levantase a ver quién había entrado.

-¡Padre! –gritó al ver a Garth, corriendo a abrazarlo- ¡¿Estás bien?! ¡¿Te han hecho algo?!

-Nada, hemos conseguido escapar ilesos. Aunque las cosas se pusieron difíciles y hubo un momento en que creí que me tenían, pero, por suerte, recibieron justo a tiempo el aviso de retirada.

-¡¿Y los demás?!

-Lo han conseguido, hija mía –respondió el hombre, sonriente-. La facción y la unión han decidido renunciar a la guerra.

 

Al poco de acabar la frase, Miruru entró en la casa, aunque con cierta timidez, pues era la primera vez que la visitaba.

-Miruru –susurró Eirin.

-¡Ah! –reaccionó la semidiosa- ¡Hola, Eirin! –contentas de verse de nuevo, ambas se abrazaron.

-¡Me alegro de que estéis todos bien! –exclamó Eirin, con lágrimas en los ojos.

-Sí. –dijo Miruru-. Yo también.

 

-¿Qué pasó después de que vencieseis a los malos? –preguntó Eirin, entregándole otra taza a Miruru-. Perdona por no poder ofrecerte nada más.

-No te preocupes, sé cómo está la situación. Sólo espero que a partir de ahora todo mejore. En cuanto a lo que ocurrió... tras renunciar a la guerra, los gobernadores decidieron que su siguiente movimiento sería informar al soberano del imperio sobre el proyecto Gaia, para lo que tendrán concertar una reunión con él –explicó la joven, riendo ligeramente al caer en la cuenta de que Eirin había llamado a los descendientes “los malos”-. También han decidido aliarse con los Rebeldes. Puesto que tienen el mismo objetivo, no ven motivo para que eso no les aporte beneficios. Y, por supuesto, si la facción deja las armas, se dedicarán menos recursos a ellas por lo que la situación de los ciudadanos debería mejorar gradualmente. De todas formas, Razer se ha encargado de hablar de ello con el gobernador, como parte del pacto.

-Espero que todo salga bien. Muchas personas lo necesitan –dijo Eirin mientras Miruru observaba su expresión de tristeza, recordando una conversación que mantuvo con Alder.

 

-¿Querías hablar conmigo? –preguntó Miruru, alejándose de los demás.

-Quería agradecerte que hayas intervenido en todo esto. Sin duda, todos habéis ayudado, pero si no llega a ser por ti, puede que mis dudas sobre Quinque nunca se hubiesen resuelto.

-Dicho así, parece que te haya comido el coco.

-Ja, al decir eso me recuerdas a una vieja amiga mía. Aunque a ella se le daba mejor convencer a los demás de lo que se te da a ti.

-¿Daba?

-Sí, murió hace un tiempo. Por lo que se dijo, fue asesinada por otros cabecillas del bajo mundo a raíz del problema que hubo con el último torneo para elegir líder. Ahora me doy cuenta de que, en realidad, fue Quinque quien lo hizo.

-¿No te referirás por un casual a una mujer llamada Anna?

-¿La conocías? –se sorprendió el hombre, generando la misma reacción en la semidiosa.

-Lo cierto es que Kai y yo participamos en su nombre en ese torneo, a cambio de cierta información sobre alguien a quien buscamos. Al principio no me fiaba mucho de ella, pero era una mujer de palabra.

-Sí, lo era. Hace tiempo me dijo que llegaría a ser la líder del bajo mundo, y que para entonces más me valía estar preparado.

-Parece que erais bastante cercanos.

-Sí, pero eso ya es otra historia.

-Siento no haber podido hacer nada por salvarla.

-No podías saberlo. Ni siquiera yo lo supe hasta hoy. Si hubiese sido un líder más capaz, habría podido evitar la muerte de muchos dirigentes del bajo mundo, incluida ella. Por desgracia, fui engañado por Quinque –dijo Alder, permaneciendo en silencio, arrepentido, durante unos segundos- En cualquier caso, no sabemos qué ocurrirá a partir de ahora. Procuraré no cometer el mismo error.

 

-Miruru. ¡Miruru!

La chica despertó de su ensimismamiento al escuchar la voz de Eirin.

-¿Estás bien?

-Sí, tranquila. Oye, Eirin...

-Dime.

-...lo cierto es que no sólo había venido a ver cómo estabas, sino también a despedirme. En cuanto Razer termine de aclarar los trámites para pactar la alianza, volveremos a la villa de los Rebeldes y nos prepararemos para la fecha en la que tenga lugar la reunión con el emperador. Así que sólo quería desearte lo mejor y, bueno, esperar a que algún día puedas volver a ver a tu hermana.

-¡Je! –sonrió Eirin-. Al menos sé que sigue viva –dijo, provocando que Miruru frunciese el ceño, confusa.

-No importa. Es sólo una corazonada. En cualquier caso, quería darte las gracias por lo que has hecho por nosotros. Por salvarme cuando me desmayé en la calle, luchar por mi gente y conseguir darnos esperanza. ¡Muchas gracias! –sentenció animadamente.

-No hay de qué.

 

-¿Volveremos a vernos? –preguntó Eirin, viendo a la semidiosa salir por la puerta.

-Por supuesto. Quiero escuchar más de tus historias con tu hermana y el resto de tu familia. A cambio, yo también te contaré mis aventuras.

-Lo espero con ansias. ¡Ah, y buena suerte con Kai! –le deseó la chica, dejándola petrificada en la entrada, visiblemente avergonzada. Aun sabiendo que Eirin conocía al nigromante, se preguntaba de dónde había sacado esa conclusión. Pese a todo, asintió y se marchó.

 

Tiempo después, todos se reunieron en el lugar acordado, incluidos Zen, Sen, Len y Sdren, quienes también habían conseguido escapar de los soldados.

 

Allí también vieron a Garth y a su amigo, quienes se despidieron de Razer.

-He terminado de hablar con el gobernado y ha accedido a vuestra petición. Puesto que su principal objetivo era ganar la guerra, ahora que eso ha cambiado, se dedicarán más recursos a los habitantes –explicó el líder de los Rebeldes.

-Gracias por todo, amigo. Sin ti no lo habríamos conseguido –le agradeció Garth.

-Todavía queda mucho por hacer. Además, esto no ha sido cosa de una persona –continuó Razer, dirigiendo la mirada a sus compañeros-, sino de la unión de muchas.

-Espero que detengáis esta guerra.

-Lo haremos. Estoy seguro.

-Siento interrumpiros –dijo Sdren, apareciendo, de repente, al lado de Razer-, pero Donell me acaba de informar de que un grupo de personas acaba de llegar a la villa. Dicen que quieren unirse a nosotros.

-¿Eh? No debería haber problema en que se encargase él mismo de decidirlo.

-En realidad, uno de ellos quiere hablar contigo en persona. Y parecía importante.

-De acuerdo... –respondió Razer, aunque no muy convencido- Si es así, será mejor que volvamos cuanto antes.

-Si algún día volvéis por aquí, no dudéis en visitarnos. Os ayudaremos en lo que necesitéis –declaró Garth, viendo que ya se marchaban.

-Gracias, no lo olvidaremos.

 

Para el camino de vuelta, utilizaron el mismo conducto de alcantarillado. Durante el viaje, Kareth se mantuvo pensativo mientras observaba su colgante.

-¿Ocurre algo? –le preguntó Sarah.

-Me estaba acordando de cuando Quinque utilizó el Sonar. Este colgante impidió que nos afectase, ¿verdad? –contestó el joven, haciendo que ella también sacase el suyo.

-Un artefacto que afecta al Radiar de nuestro cuerpo y otro que evita que lo haga. ¿Te sugiere algo?

-Puede que sólo sea una hipótesis, pero ¿y si por eso Quattuor y yo no acabamos como el resto de descendientes?

-¿Quieres decir que, gracias a este colgante, no te volviste parte del proyecto Gaia?

-Si es capaz de actuar sobre el Radiar, igual que lo hace el Sonar, no sería descabellado pensar que al llevarlo desde pequeño haya interferido de alguna manera en ese proceso. Y que tanto nosotros dos como Quattuor tengamos uno...

-Entonces, desde el principio, esa mujer quería protegernos.

-La mujer de la que habló Quattuor, ¿no?

-Me pregunto que fue lo que descubriría.

 

Al cabo de varios días, finalmente, llegaron a la villa, donde sus habitantes los recibieron entre vítores. Sobre todo, hubo muchos que saludaron a Sdren y los tres hermanos, quienes llevaban tiempo fuera debido a su condición de espías.

-Hacía tiempo que no me sentía tan emocionado –declaró Sdren mientras abrazaba a otro hombre al que conocía.

 

Por su parte, Razer les sonrió mientras intentaba abrirse paso con suavidad. Incluso Kareth y los demás lo tuvieron difícil para moverse pese a ser los que menos tiempo llevaban entre ellos.

 

Al llegar donde les esperaba Donell, éste les hizo un gesto para que lo siguiesen, llevándoles hasta una sala en la que se encontraba el supuesto grupo que quería unirse a ellos.

 

Al abrir la puerta, descubrieron un total de cuatro personas, de las cuales dos reconocieron al instante a Miruru y a Kai.

-¡No me lo puedo creer! –exclamaron ambos en una mezcla de sorpresa y alegría.

-¡Seph! ¡Drake! –contestó Miruru al reconocer a sus dos amigos, a quienes habían conocido durante el torneo: la chica de piel blanca, pelo rojo y largo recogido en una coleta; y el chico de piel más morena, cabello corto y castaño.

 

Emocionada, Miruru se lanzó a abrazar a su amiga mientras el otro joven acarició su cabeza cariñosamente.

-¡Me alegro de verte, Miruru! –dijo Seph, a quien por poco se le saltaban las lágrimas.

-¡Cuánto tiempo, mi pequeña rubita!

-¡Así que al final habéis encontrado a los Rebeldes! –intervino Kai, chocando manos con Drake- ¿Cómo disteis con este lugar?

-Buscando información, encontramos con un grupo de Rebeldes en una zona a pocos kilómetros de aquí. Después de comprobar que nuestra intención de unirnos era sincera, no tuvieron reparos en guiarnos hasta aquí. Lo que más me sorprende es haberos encontrado a vosotros –explicó Drake.

-Es una larga historia –indicó Miruru tras separarse de Seph-. ¡Es genial que nos hayamos reunido!

-¡Y que lo digas! ¡No sabes las ganas que tenía de volver a verte, mi rubita querida!

-Drake...

-Y-ya lo dejo...

-¿Los conocéis? –preguntó Razer.

-Son amigos nuestros. Los conocimos en los territorios del norte, y los cuatro pasamos por una situación bastante complicada.

-Ni lo menciones. Cuanto antes me olvide de aquello, mejor –añadió Seph.

-Entiendo. Bueno, si sois amigos de Kai y Miruru, no veo motivo para impedir que os unáis a nosotros.

-¿Permitir? Espera, ¡¿tú eres Razer, el líder de los Rebeldes?!

-¿Tanto os sorprende? –preguntó él, ante la expresión de sorpresa de la pareja.

-¡Ah, lo siento! Supongo que no esperábamos a alguien tan joven.

-Tranquilos. Suele pasar –rió Razer- Aun así, es raro que me conozcáis por mi nombre.

-¡Por supuesto que lo conocemos! –exclamaron los dos al unísono- ¡Cualquiera que quiera unirse a los Rebeldes lo conoce!

-Me halagáis. En cualquier caso, bienvenidos seáis.

-¡Gracias! –agradecieron.

-¡Me alegro de que lo hayáis conseguido, chicos! –dijo uno de sus acompañantes. Se trataba de un hombre mayor, de pelo cano y escaso y barba descuidada. Su estatura era baja y presentaba algunas arrugas en las mejillas. Sin embargo, su característica más visible era que estaba sentado sobre una máquina con varias patas metálicas, parecidas en forma y número a las de una araña, y que le permitía moverse.

 

Los presentes lo reconocieron al instante pese a lo desapercibido que había pasado en un principio.

-¡¡Normand Hadder!! –gritaron todos.

-¡¿A qué viene tanto jaleo?! –se quejó el hombre, con un tono de voz agudo- ¡Ni que hubieseis visto a una celebridad! –añadió.

-¡P-pero, ¿qué hace usted aquí?! –preguntó Razer.

-¡Oye! ¡No me trates de usted! ¡Me hace sentir viejo! Hace tiempo que acompaño a estos chicos en su viaje para encontraros a ti y a tu grupo, y poco a poco yo también me interesé en lo que hacíais. Aunque no es mi intención unirme.

-Normand nos ha mucho –explicó Seph-. Si no fuese por él, no habríamos llegado tan lejos.

-¡Tonterías! –se quejó Normand.

-Hacía tiempo que no se sabía nada de ust... quiero decir, de ti. Hay mucha gente buscándote e incluso se rumorea que has estado reuniendo datos para crear un arma de destrucción masiva –explicó el líder de los Rebeldes.

-Así que un arma de destrucción masiva... Lo cierto es que hubo un tiempo en que tuve esa idea, pero no es algo fácil de hacer y acabé cansándome. Así que decidí darle otra oportunidad a la humanidad.

-¿Este hombre está bien? –murmuró Miruru, dirigiéndose a Drake.

-Tiene sus “pequeños delirios”, pero, tranquila, no es algo de lo que debas preocuparte.

-Cuando lo dices así, me preocupo.

-Pues, si lo que buscas es esperanza, tengo buenas noticias. ¿Por qué no os sentáis y os cuento todo? –ofreció Razer.

-¿Acabo de llegar y ya tienes algo que puede interesarme? Esto promete –respondió Normand.

-Cuanta más gente lo sepa, mejor.

 

Durante horas, el líder de los Rebeldes les estuvo contando todo lo relacionado con el proyecto Gaia, así como las decisiones que habían tomado la unión y la facción.

 

Mientras escuchaba, Normand se mostró preocupado y serio, con la mirada fijada en Razer mientras se mantenía de brazos cruzados. Cuando este último terminó de contar su historia, Normand decidió romper su silencio.

-Llevo muchos años diseñando armas para cada una de las tres potencias, y durante ese tiempo he tenido la oportunidad de observar muchos puntos de vista de muchas personas diferentes. Ambición, avaricia, honor, sufrimiento, superación, altruismo, egoísmo, miedo y un largo etcétera que requeriría tiempo recordar. Todo ello terminó por cambiarme y hacerme ver que mis acciones no eran correctas. Perdí la fe en el ser humano y tan sólo quedó un gran arrepentimiento. Por eso, incluso si me decís que la facción y la unión han optado por la paz, no puedo evitar preguntarme cuánto tiempo durará esa decisión.

 

>>Pese a todo, desde que dejé mi trabajo he viajado por muchos sitios, y puedo decir que sois las primeras personas en mucho tiempo que me habláis de algo tan soñado hoy en día como es la paz. Si vuestro camino es el correcto, entonces os ayudaré.

-Gracias –declaró Razer.

-Proyecto Gaia... descendientes... es difícil creer que algo así se esté cociendo en las sombras –admitió Drake, tras asimilar la historia de Razer.

-Así que vosotros también estabais metidos en esto –dijo Seph, dirigiéndose a Miruru y Kai.

-Tuvimos algunos problemas tras el torneo, cuando se enteraron de que habíamos entrado en la unión haciéndonos pasar por miembros de “Comhairle” –explicó Kai.

-Sí, pero si sólo hubiese sido eso estoy segura de que hubiésemos tenido más tiempo. Tardaron muy poco en ir a por nosotros y eso sólo pudo ser porque Quinque nos delató. –aclaró la semidiosa.

-Pero, ¿por qué sólo a nosotros? Si nos tenían rencor por haber desbaratado sus planes, ¿no sería lógico que hubiesen ido también a por Drake y Seph? –preguntó Kai.

-Se me ocurren varias razones: la primera, que fuésemos los únicos que habían mentido con respecto a sus identidades; la segunda, Quinque fue quien destruyó la Yohei Gakko del manejo del medio, ya que consideraban a los semidioses demasiado peligrosos para el plan y porque, al parecer, había quienes sabían demasiado sobre el proyecto; y la tercera, aunque es una suposición, Alder y Anna eran amigos, por lo que, si Quinque lo sabía, puede que intentase eliminarnos para evitar consecuencias en el futuro.

-En cualquier caso, tal y como ha contado Razer, eso ya no importa. Lo realmente importante es que consiguieseis escapar y ahora estéis aquí con nosotros –indicó Seph.

-Sí. Se lo debemos a Quattuor, Sarah, Kareth y Nara. Por cierto, ¿dónde están Kareth y Nara? –preguntó Miruru.

-Es verdad, no están aquí, ¿cuándo se han marchado? –añadió Kai.

 

Mientras tanto, en una habitación separada de la anterior, Nara y Kareth habían sido convocados por el miembro restante que acompañaba a Seph, Drake y Normand.

 

Era un individuo cubierto casi por completo por una gabardina color beis, lo que impedía ver su rostro e incluso saber si se trataba de un hombre o de una mujer.

 

Pese a que su aspecto les resultaba sospechoso, ambos accedieron a ir con él.

-¿Y bien? ¿De qué querías hablar? –preguntó Kareth.

-Necesitaba veros de cerca para asegurarme de que erais vosotros –respondió el individuo, con una voz, algo distorsionada, que penetró en los oídos de Kareth y Nara, provocándoles un fuerte sentimiento de nostalgia.

-Más os vale que a estas alturas ya seáis pareja. Me disteis muchos problemas por vuestras indecisiones.

-No puede ser. Esto no puede ser verdad. –dijo Nara, echándose las manos a la boca y moviendo la cabeza de un lado a otro mientras lágrimas brotaban de sus ojos.

 

Al mismo tiempo, Kareth estuvo a punto de caerse debido a la sorpresa, manteniendo el equilibrio en el último momento.

-¿Cómo? Tú... –intentó preguntar el chico, con la voz quebrada.

-Si os soy sincero, ni yo mismo sé los detalles. –explicó aquel individuo mientras apartaba la capucha que cubría la cabeza, dejando ver un rostro diferente al que Nara y Kareth recordaban, pero que seguía perteneciendo a una persona muy especial para ellos- Aquí estoy de nuevo, con vosotros, después de haberos buscado desde que volví a la vida.

-¡Remi! –exclamó Nara entre sollozos, lanzándose a abrazarlo.

domingo, 19 de julio de 2015

The three global powers: Capítulo 14

Tras chocar sus armas, Razer pudo permitirse un pequeño descanso de las continuas cargas de su adversario, logrando coger distancia entre ellos.

 

Flexionando ligeramente sus rodillas, le costaba mantenerse en pie, incapaz de encontrar la forma de cambiarle las tornas al combate

 

Necesitaba un plan para poder acertarle, ¿pero qué le podía dar resultado en esa situación?

 

En ese momento, un objeto llamó su atención, haciéndole esbozar una pequeña sonrisa. Entonces, volvió a erguirse y se encaró a Sextus, quien levantó su espada, señalando al líder de los Rebeldes.

-¿Qué te hace tanta gracia? –preguntó el descendiente, en un tono desinteresado.

-Acabo de pensar en lo interesante que es el azar.

 

Aquella respuesta hizo que su contrincante levantase una ceja, confuso. Mostrando así una reacción en su, por lo general, inexpresivo rostro.

-¿Qué quieres decir?

-Me gustaría hacerte una pregunta –continuó Razer-. ¿Cómo crees que me convertí en el líder de los Rebeldes?

-No me importa.

-Lo cierto es que pasaron varias cosas que me llevaron a ello...

-Acabas de ignorarme.

-...Algunos incluso puede que te los cuente en otra ocasión. Pero el que más ha provocado carcajadas y discusiones al respecto ha sido mi buena suerte.

 

Una vez el chico hubo terminado su pequeño discurso, Sextus se quedó en silencio. Quieto como una estatua. Aunque al líder de los Rebeldes le pareció observar un ligero temblor en sus manos. Finalmente, exhaló un profundo suspiro.

-¿Es una broma? –contestó- ¿Quieres decir que tus seguidores confían en ti basándose en supersticiones?

-¡Eh! ¡Eh! ¡No tan rápido! Ya te he dicho que no es el único motivo.

-Aun así, me parece ridículo.

-Puede ser. Muchos no lo creen cuando se lo cuentan. Piensan como tú. Que algo así no tiene sentido. Y, de repente, acabo convenciéndoles con palabras que les muestran la verdad –explicó Razer, deteniendo la conversación por un momento, mientras intentaba hacer memoria-. “La suerte depende en parte de las circunstancias, pero, sobre todo, depende de uno mismo”. En resumidas cuentas, la suerte también es una habilidad.

-Sigue sin tener sentido. La suerte es un cúmulo de casualidades y hechos que producen un resultado. No pueden ser controlados por nadie.

-Y yo te demostraré lo equivocado que estás. Pongamos que ahora mismo estoy en desventaja. Tengo todas las de perder. Y las posibilidades de que aparezca algo que pueda servirme para darle la vuelta al combate son prácticamente nulas. Aún así, te aseguro que todo saldrá como yo quiero. ¿Aceptas la apuesta?

-¿Qué...?

 

De repente, aprovechando que Sextus había bajado la guardia, Razer disparó el gancho de su pistola hacia la barandilla que había sido lanzada por Quattuor durante su combate contra Quinque. Acto seguido, situó su pie derecho con la punta mirando hacia delante y el talón separado varios centímetros del izquierdo, que permaneció en posición perpendicular a éste, formando así una L invertida.

 

Al mismo tiempo, llevó su mano derecha, con la que sostenía su estoque, hacia delante, y situó su izquierda, donde llevaba la pistola, cerca de la cadera.

-¿...estás haciendo? –acabó su pregunta Sextus.

 

Razer respiró hondo y, tras esto, inició un ataque frontal

 

El golpe de su arma fue detenido sin dificultad por Sextus, momento en que éste contraatacó, apuntando a su cabeza. Sin embargo, él tampoco acertó en su objetivo, quien giró sobre sí mismo al mismo tiempo que se desplazaba a la derecha.

 

Continuando con su ataque, el descendiente realizó un corte horizontal a su izquierda, pero, de nuevo, fue esquivado por el líder de los Rebeldes, arqueando su espalda en una pirueta que le permitió seguir moviéndose en dirección contraria a las agujas del reloj.

 

Los siguientes ataques de Sextus obtuvieron el mismo resultado, como si Razer predijese todos sus movimientos, esquivándolos en el último momento mientras seguía girando a su alrededor.

 

Finalmente, el descendiente cayó al suelo al sentir que algo lo había inmovilizado. Entonces se dio cuenta de que la cuerda del gancho rodeaba su cuerpo casi por completo, manteniéndolo atado.

-Ya veo. Así que ese era tú plan desde el principio –dijo mientras el líder de los Rebeldes pasaba el filo del estoque por el hueco del gatillo de su pistola y lo clavaba en el suelo-. Si crees que con inmovilizarme te bastará para vencerme, estás muy equivocado. Has perdido tu absurda apuesta.

-¡¿Inmovilizarte?! ¡No! La verdadera apuesta empieza ahora –respondió Razer, divertido, recogiendo el gancho de manera que, en lugar de ser la pistola la que se dirigió hacia éste, fue al contrario, llevando consigo el trozo de barandilla.

 

Esperando el mejor momento, el líder de los Rebeldes se lanzó al suelo, apartándose del trayecto de la estructura que, sin dar tiempo a que Sextus reaccionase, golpeó la mitad superior de su cuerpo, lanzándolo por los aires y aplastándolo contra la pared.

 

Finalmente, el estoque no aguantó más la presión y salió despedido, formándose un pequeño caos que acabó con el joven de pelo extravagante inconsciente y empalado.

 

Dando por terminado el combate, Razer se levantó del suelo y se acercó a su adversario, dejando escapar un silbido de admiración.

-¿Quién hubiese pensado que pasaría esto? Me va a costar recuperar mi arma –dijo mientras observaba el rostro de Sextus-. Adaptarte a las circunstancias. Esa capacidad define la mayor parte de tu suerte. Es algo que depende de uno mismo.

-Para los que no me conozcáis, mi nombre es Alder, gobernador de la Unión Imber –le interrumpió una voz.

-¿El gobernador de la unión? –preguntó Razer, sorprendido.

 

Por otro lado, tras haber derrotado al líder de la facción, Kareth y Sarah se reunieron de nuevo.

-Buen trabajo –la halagó el chico, recogiendo uno de los pedazos de Hydra.

-Siento que hayas tenido que hacer de cebo –se disculpó ella.

-¡¿Bromeas?! ¡Gracias a tu idea, le hemos vencido! Además, confiaba en que acertarías a la primera –declaró Kareth, chocándole la mano

-¡Aaaaaaah! –gritó el gobernador de la facción, con voz grave, a la vez que se levantaba. Los dos jóvenes se sorprendieron, preparándose para pelear.

-¡¿De verdad creíais que me venceríais sólo por destruir mi arma?! ¡Malditos críos! ¡Os enseñaré de lo que soy capaz!

-¡Sarah! –exclamó Kareth.

-¡Lista! –respondió la chica dispuesta a lanzar otra flecha.

En ese momento, la voz de Alder les interrumpió, confundiendo a los tres.

 

-Has perdido –declaró Kai una vez Alder hubo terminado de hablar.

-Ya no tienes influencia sobre la unión y, por consiguiente, tu amiguito tampoco –se burló Miruru.

-¡Todo esto es por vuestra culpa!

-¡Y orgullosos de ello! –continuó la semidiosa, sacándole la lengua.

-¡Os mataré! –exclamó Quinque, mientras volvía a flexionar su pierna derecha.

-¡No te dejaré! –respondió Miruru, haciendo que el suelo volviese a tomar la forma de tentáculos, que agarraron a la descendiente por brazos y piernas y la inmovilizaron- ¡Ahora, Kai!

Justo entonces, el joven, que acababa de invocar a Hel, guió al Inferno para que éste la golpease son su huesudo y gigantesco puño, saliendo despedida hacia atrás hasta chocar contra uno de los generadores.

 

Por desgracia, antes de quedar inconsciente, consiguió sacar un comunicador y pulsó uno de sus botones.

-¡Eh! –se quejó Miruru al verlo, destruyendo el aparato- ¿Qué era eso?

-Ahora ya no importa –dijo Kai-. Por fin se ha acabado.

-Sí, supongo que sí –contestó Miruru, observando el cuerpo inmóvil de su enemiga.

 

-Así que tú también estabas metido en esto –dijo Quattuor, dirigiéndose a Yorus.

Al igual que el resto, después del discurso de Alder, su combate también se había detenido.

-Un buen sirviente actúa conforme a las órdenes de su señor.

Quattuor sonrió.

-En cualquier caso, no tengo nada más que hacer aquí –continuó Yorus mientras se echaba su arma al hombro y se disponía a marcharse-. Será mejor que informemos cuanto antes a los soldados. Estoy seguro de que el gobernador de la facción y sus hombres también querrán una explicación.

-Eres un tipo interesante. Hasta ahora nadie había conseguido igualarme en fuerza bruta –le halagó Quattuor.

-¡Ja! ¡Seguro! Ni siquiera has luchado con todas tus fuerzas. No puedo contarlo como un combate de igual a igual –sentenció Yorus, desapareciendo por uno de los pasillos.

-Me pregunto si no eras tú quien se estaba conteniendo –murmuró Quattuor.

 

-¿Qué hacemos con ella? –preguntó Miruru señalando a Quinque.

-Lo mejor será inmovilizarla. Y, a ser posible, sin escatimar en seguridad. Con ellos, toda precaución es poca.

 

En ese instante, una especie de portal apareció cerca de la descendiente, sobresaltando a Kai y Miruru. De él surgió, como si nada, una mujer de pelo rubio y corto, permaneciendo en pie, sin moverse, al lado de la chica inconsciente.

-Esto no va a gustarle nada a Detz, Quinque. Vuestro fracaso complicará las cosas –dijo la mujer.

-¡¿Y tú quién eres?! –gritó Miruru.

-Mi nombre es Duobus –respondió ella mientras cogía a Quinque y la cargaba sobre su hombro, emprendiendo el camino de vuelta hacia el portal.

-¡Eh! ¡Espera! –ordenó la semidiosa, adelantándose para impedirlo.

-¡Cuidado! –le advirtió Kai, quien se lanzó contra ella para evitar que un objeto, disparado a gran velocidad, atravesase su cabeza.

-Volveremos a vernos –sentenció Duobus, desapareciendo ante la mirada atónita de los tres amigos.

-¿Duobus? –preguntó Miruru.

-Otra descendiente de Gaia, no hay duda. Probablemente ese comunicador era para avisarla. Un plan de escape. ¡Maldita sea, se nos ha escapado! –se quejó Kai-. Espero que los demás hayan podido capturar a Sextus.

-Por cierto, Kai...

-¿Qué?

-Me haces daño –indicó Miruru, justo debajo de él.

-¡Ah, perdona! –se disculpó, poniéndose en pie, de manera que le permitiese hacer lo mismo-. En fin, ya no importa. Reunámonos con el resto.

 

Miruru asintió pero no se movió de su sitio, clavando su mirada sobre el rostro de su amigo.

-¿Pasa algo? –preguntó él, algo ansioso al darse cuenta de que no le quitaba ojo. Durante unos instantes, ella pareció dudar, desviando la vista hacia otro lado, pero, poco después, se mostró decidida.

-Oye, Kai.

-Dime.

-Hay algo que quiero decirte. Puede que no sea el mejor momento, pero si no lo hago ahora no sé si después tendré el valor suficiente –empezó a decir mientras acariciaba una de sus muñecas, nerviosa.

-¿De qué estás...? –intentó preguntar el chic, siendo interrumpido por ella, quien dio un paso adelante.

-Estoy enamorada de ti –confesó, contundentemente-. Cuando te vi en aquella habitación, lo supe. Tu amabilidad y preocupación por los demás. Tu don de la oportunidad, tu valentía y tu capacidad de esfuerzo. Reconocer tus errores cuando estás equivocado e intentar superarte a ti mismo para no volver a cometerlos. Incluso si buscas a First por lo que le hizo a May, nunca has querido vengarte, sino salvarlo.

Siempre buscando el mejor camino. Durante este tiempo he podido darme cuenta de todo eso y más, y poco a poco sentía que quería estar más cerca de ti. Que quería ser más importante para ti. Mi corazón quería sacar fuera todos esos sentimientos y es por ello que no podía seguir engañándome a mi misma. No sé si tú sientes lo mismo por mí, pero quiero que lo sepas. Te quiero –finalizó la chica, cogiéndolo suavemente de las mejillas y acercando su rostro para besarle en los labios.

 

La expresión de Kai habló por sí sola, perdiendo su capacidad de reacción y dejando que la joven dictase sus movimientos.

 

Una vez separados, se produjo el silencio. El chico, debido al shock, no pudo articular palabra, mientras ella parecía ensimismada, con la mirada y la mente centradas únicamente en él.

-Ha sido precioso –declaró una voz, rompiendo con el extraño ambiente que se había formado, y provocando que ambos se girasen hacia la joven de ojos brillantes y rostro emocionado que los observaba.

-¿Nara? –preguntó Miruru, con voz tenue y distraída.

-¿Sí? –respondió su amiga, con una inocente sonrisa.

 

En ese momento, la semidiosa despertó de su trance, dándose cuenta de lo que acababa de pasar.

-¿Qué...? –empezó a decir, volviendo la vista hacia Kai para, tras esto, sentir como la vergüenza ocupaba cada ápice de su ser, enrojeciéndose como un tomate y deseando que le tragase la tierra- ¡Aaaaaaah! –chilló con todas sus fuerzas, encogiéndose de rodillas y agarrando su cabeza.

 

Más tarde, fue el propio Alder quien se encargó de dar el aviso a los soldados para que cesase su ataque. Asimismo, se encargó de explicarle mejor la situación al líder de la facción, usando grabaciones de su conversación con Quinque.

 

Este hecho, como era de esperar, causó el enfado del gobernador, cuya primera idea que fue la de dirigir un ejército los miembros del proyecto y aniquilarlos.

-Con eso no conseguiremos nada –lo calmó Alder, armándose de paciencia para tratar con él- Ni siquiera conocemos su ubicación, tampoco cuántos son en total, las armas que tienen o todos los aliados de los que disponen.

-¡¿Qué sugieres entonces?! –preguntó la armadura viviente, golpeando la mesa de la sala de reuniones con su puño.

-Creo que lo mejor será hablar con los Rebeldes. Quizás podamos obtener más información de ellos.

 

Así pues, se reunieron con Razer y los demás, quienes le contaron los detalles sobre el proyecto Gaia así como la necesidad de acabar con la guerra para evitar el desastre.

 

Tras una larga conversación, ambos líderes pidieron a los Rebeldes que esperasen fuera mientras deliberaban. Fue así como, después de todo lo sucedido, volvieron a estar todos juntos, sentaron en el suelo del pasillo, mientras hacían tiempo.

-Lo hemos conseguido –dijo Razer, descansando su espalda sobre una pared.

-Ya lo has oído. En realidad, Alder dudaba de ellos. Tenemos que agradecerle a Miruru que lo encaminase hasta aquí. Por cierto, ¿qué le pasa? –preguntó Kareth, al ver a la chica encogida sobre sí misma.

-Eh, bueno... ¿Problemas en el amor? –contestó Nara, quien estaba a su lado, intentando tranquilizarla.

-¡Así no ayudas! –se quejó la semidiosa.

-Lo siento. –respondió Nara con una sonrisa irónica.

-¡Cof, cof! –tosió Kai al mismo tiempo.

-Kai también está bastante raro –murmuró Kareth.

-El mayor problema ahora es que se nos hayan escapado tanto Quinque como Sextus –indicó Quattuor, cambiando de tema.

-Sí. Eso nos habría dado una gran ventaja sobre ellos –continuó Razer mientras recordaba lo ocurrido.

 

Un rato después de haberse escuchado el discurso de Alder, Razer sonrió para sí mismo, sabiéndose ganador. Entonces, se acercó a recoger su estoque todavía incrustado en el cuerpo de Sextus.

-Puede que sea conveniente inmovilizarlo antes –murmuró para sí mismo-. Luego le preguntaré a Quattuor si conoce algún método para evitar que use sus poderes una vez despierte.

 

En ese momento, tuvo un mal presentimiento, lo que le llevó a agacharse justo cuando un proyectil volaba sobre su cabeza.

-¡¿Qué?! –exclamó.

 

Siguiéndole a éste, otro par más le obligaron a saltar hacia atrás para evitar acabar agujereado. Al mismo tiempo, un cuarto disparo rompió el trozo de barandilla, logrando que su estoque saliese despedido fuera de su alcance.

 

Al mirar en la dirección del origen de todo ello, Razer descubrió a una mujer de pelo rubio y corto, que vestía un gran abrigo con una serie de plumas dispuestas hacia arriba y rodeando su cuello.

-¿Quién eres? –preguntó Razer

-¡Duobus! –intervino Quattuor, lanzándose contra ella pero siendo detenido por un fuerte golpe que lo envió en dirección contraria.

 

Al alzar la vista, Razer observó una gran maza de unos cuatro o cinco metros de longitud, que desapareció poco después, atravesando un portal situado en mitad del aire.

-Encantada de volver a verte, Quattuor –respondió ella, secamente, mientras agarraba a Sextus y se lo llevaba a través de otro de esos portales-. Volveremos a vernos.

 

Acto seguido se esfumó, dejando al líder de los Rebeldes con más preguntas que respuestas.

 

-¿Qué era esa maza gigante? –preguntó Razer.

-Duobus tiene la capacidad de invocar espíritus encerrados en armas –respondió Quattuor.

-¿Espíritus encerrados en armas? –se sorprendió Sarah.

-Escuché sobre ello cuando estaba en Yohei Gakko –explicó Kai-. Creo que es tan raro como la invocación de espíritus que uso yo.

-Además, parece que puede utilizar los portales para teletransportarse a otros sitios.

-¡¿Qué?! ¡Pero eso es imposible! –exclamó Kai.

-¿¿Por qué lo dices? –preguntó Nara.

-Esos portales desde los que aparecen las armas llevan al más allá. Otra dimensión donde el ambiente es completamente diferente al de aquí y es mortal para cualquier ser vivo. Una persona humana no sobreviviría ni una décima de segundo ahí dentro. La única manera de entrar sin que te pase nada es siendo un espíritu o contactando mentalmente con ese lugar, como cuando se hace un contrato de invocación.

-Te olvidas de algo, Kai. Y es que esa mujer es inmortal, al igual que Quinque y Sextus.

-¿Hasta ese punto llega vuestra inmortalidad? –se sorprendió el nigromante.

-Hemos sido seleccionados por un ser cuyo poder es equivalente al de un dios. Creo que eso contesta a tu pregunta.

-Sea como sea, ya no hay nada que podamos hacer –sentenció Sarah.

 

Poco después, la puerta de la sala de reuniones volvió a abrirse para dejar paso a Alder.

-Ya hemos tomado una decisión –dijo antes la expectativa de los demás.