miércoles, 29 de agosto de 2012

The demigoddess and the necromancer: Capítulo 16

Sin añadir nada más, Valer se introdujo por el boquete que acababa de abrir.

-¿Recordáis lo que dije antes sobre este tipo? Olvidadlo –dijo Drake.

 

Siguiendo al luchador ciego, llegaron hasta otra habitación completamente diferente a la que acababan de dejar. Era mucho más pequeña y poseía una ventana en una de sus paredes, junto a un escritorio y un par de sillas de madera al lado. En otro rincón, había una estantería del mismo material, vacía.

-¿Un despacho? –supuso Seph, por su aspecto.

-Por aquí se puede salir –indicó Kai abriendo una puerta situada en la pared opuesta a la ventana.

 

Al salir, frente a ellos apareció un alto y extenso pasadizo que giraba más adelante.

-¿Qué es este lugar? –preguntó Drake.

-Diría que no estamos muy lejos de donde nos secuestraron –señaló Runya.

-¿Y no habría sido más fácil matarnos?

-Probablemente tenían planeado hacerlo aquí para llamar menos la atención. Puede que incluso tras haber sido descalificados de la siguiente fase, ya que en caso de hacerlo antes, si el resto de líderes consiguen descubrirles, tendrás menos argumentos con los que defenderse –contestó Kai-. En cualquier caso, para ellos es más importante nuestra salida del torneo que nuestra muerte.

 

Así pues, continuaron avanzando por el único camino que había, dominado por el silencio, hasta que, de repente, Valer se detuvo.

-¡Cuidado! –exclamó.

 

Una placa de hierro apareció desde el suelo, justo debajo de ellos, obligándoles a saltar.

 

Una vez esquivado el obstáculo, fueron capaces de observar mejor la situación, descubriendo un gran muro ante ellos, ocupando el alto del pasillo.

-¡¿Qué ha sido eso?! –exclamó Drake.

-¡Miruru y la otra chica están al otro lado! –exclamó Kai.

-¡Eh, detrás! –exclamó Seph, haciendo que los otros tres se girasen.

 

En el punto señalado por ella, se encontraba un grupo de personas de aspecto poco amistoso.

-¡Son los que nos atacaron! –declaró Drake.

 

-¡Kai! ¡Kai! –gritó Miruru desde el otro lado, golpeando el muro que les separaba.

-Yo que tú estaría más atenta a otra cosa –dijo Runya quien, al igual que Seph, acababa de encontrarse con el enemigo- Supongo que no nos queda otra que luchar –añadió, poniéndose en guardia.

 

 

En ese momento, uno de los atacantes tomó la iniciativa, abalanzándose sobre ella. Entonces, mediante un gesto horizontal con el brazo, la joven provocó una fuerte ráfaga de viento que lo impulsó hacia arriba, haciendo que se golpease fuertemente la cabeza contra el techo.

-¡¿Control del viento?! –preguntó Miruru al ver la habilidad de Runya.

 

Aprovechando su distracción, dos más la atacaron. Por suerte, la semidiosa logró recuperar la concentración a tiempo y consiguió esquivarles, elevando ambos brazos acto seguido, de manera que parte del suelo fue levantado como una alfombra, enrollándose hacia ellos, atrapándolos e inmovilizándolos. Entonces, mediante otro gesto con la mano, hizo que el centro del muro que dividía el pasillo se aboyara, golpeando a varios de sus adversarios.

 

Una vez volvió la vista de nuevo hacia Runya, la descubrió alineando a varios de enemigos contra la pared. Ellos intentaban liberarse sin éxito de la fuerza invisible que los mantenía retenidos.

 

En ese instante, Runya se dispuso a darles fin.

-¡No! ¡Espera! –gritó Miruru, tratando de detenerla.

 

Sin embargo, con un simple movimiento, los cuerpos de aquellas personas fueron descuartizados, salpicando sangre sobre su asesina, en cuyo rostro se dibujó una maliciosa sonrisa.

 

Miruru no pudo más que quedarse petrificada ante aquella escena, creciendo en ella un profundo sentimiento de rabia.

 

Sin pensárselo dos veces, se lanzó contra ella, embistiéndola contra el suelo, agarrándola de los hombros y zarandeándola con fuerza.

-¡¿Por qué?! ¡¿Por qué tenías que matarlos?! ¡¿Acaso era necesario?! ¡Contesta! –exclamó la semidiosa, casi histérica.

 

Por otro lado, Runya había vuelto una expresión de indiferencia.

-Para mí todos son iguales –dijo con frialdad.

-¿Qué?

-Todos ellos son el enemigo. Irán a por mí con intención de matarme, así que lo único que hago es defenderme.

-¡Pero...! –intentó replicar Miruru, siendo interrumpida por Runya.

-Matar antes de que te maten es algo natural. Matar a quien ha asesinado a un ser querido, también. Supervivencia, venganza... ojo por ojo, diente por diente... si no vives de esa forma, no sobrevivirás en un mundo como éste. Seguro que a ti también te ha pasado algo parecido.

 

En ese momento, a Miruru le vinieron imágenes de cuando su mente se nubló por la ira hacia quienes mataron a su amigo lobo. Entonces, la soltó.

-Lo imaginaba –comentó Runya mientras se incorporaba.

 

-Hah... hah...

-¿Ya no hay más? –preguntó Seph, girando sobre sí misma con nerviosismo.

-Creo que no –respondió Kai.

-Y nosotros sin nuestras armas –señaló Drake.

-Parece que han sido lo suficientemente inteligentes de quitároslas mientras estabais inconscientes –añadió Kai.

-Bueno, quizás las encontremos en alguna habitación de este sitio –dijo Seph, esperanzada.

En ese momento, Valer se acercó a uno de los atacantes derrotados, aunque todavía consciente, y lo levantó en el aire.

-Necesitamos información –dijo el luchador ciego, con voz autoritaria.

-No pienso decirte nada –replicó el enemigo.

-Me lo esperaba –dijo mientras volvía a dejarle en el suelo y se crujía los huesos de las manos.

 

Al cabo de un rato, se reunió con Seph, Drake y Kai.

-¿Y bien? –preguntó el nigromante.

-He conseguido que me hable sobre este lugar y dónde están vuestras armas. También me ha dicho que nos encontramos en uno de los edificios adyacentes al subterráneo donde se desarrolla el torneo. Según parece, pertenece a uno de los líderes clandestinos, un tipo llamado Arks. Junto a él hay otros dos líderes involucrados.

-¿Dos más? –preguntó Drake.

-Seguramente, hayan llegado a un acuerdo para compartir el poder una vez ganen el torneo –explicó Kai.

-En cuanto dónde están vuestras armas. Ha dicho que más adelante el pasillo disminuye en altura y luego se bifurca. Si giramos a la izquierda, veremos una habitación vigilada donde las guardan –dijo Valer.

-Al final eras un buen tipo –dijo Drake con lágrimas en los ojos.

-Drake, me estás dando vergüenza ajena –se quejo Seph.

-¿Cómo lo has convencido para que te diese esa información? –preguntó Kai.

-Tengo mis métodos –contestó el ciego, secamente, por lo que Kai prefirió no indagar más.

-En cualquier caso, gracias.

-No hay de qué.

 

Así pues, continuaron por donde les había dicho el enemigo hasta llegar a la bifurcación.

 

Allí, apoyado sobre la pared, de manera que no fuese visto, Kai inspeccionó el terreno para evaluar la vigilancia de la habitación. Junto a la puerta, sólo llegó a divisar a dos personas, una a cada lado de ésta.

 

Tras hacer a sus compañeros una señal para que lo esperasen, camino sigilosamente, pegado a la pared sobre la que apoyaban sus espaldas los guardias.

 

Cuando se hubo situado lo más cerca posible de ellos, les atacó, noqueándolos en segundos. Tras esto, hizo otra señal para llamar a los demás.

 

Una vez atravesada la puerta, la cual tuvieron que romper, se encontraron con un pequeño almacén.

 

Pese a que no era muy grande, había un gran número de estanterías con armas de todo tipo guardadas sobre sus estantes.

-Genial –se quejó Drake- ¿Cómo vamos a encontrar las nuestras?

-Lo que yo me pregunto es cómo pueden haber tantas. –preguntó Seph mientras comenzaba la búsqueda.

-Diría que todas son para vender –dijo Kai.

-¡¿Planeaban vender nuestras armas?! –se escandalizó Drake.

-Algo así.

-¡No! ¡No! ¡Eso sí que no! ¡Mis explosivos no los toca nadie!

-Entonces sólo tenemos que encontrarlos y salir de aquí. Y cuanta más prisa nos demos, mejor –apremió Valer.

 

Por otro lado, Runya y Miruru avanzaron por otro de los múltiples pasillos de ese edificio, llegando al punto de considerarlo un laberinto.

 

Miruru caminaba unos pasos detrás de la otra chica, envuelta en sus pensamientos.

-No me importa. Pensase lo que pensase en el pasado, sigo sin estar de acuerdo contigo.”

 

Seguía dándole vueltas a la discusión que habían tenido, así como a lo último que le había respondido a Runya.

-Hay una puerta más adelante. Vamos –dijo Runya, sacándola de su ensimismamiento.

 

Tras cruzarla, llegaron a una habitación del mismo tamaño que la primera en la que habían estado. Frente a ellas, y ocupando el centro de la sala, había escaleras que llevaban a niveles superiores e inferiores. La principal diferencia entre unos y otros, es que los superiores podían ser vistos desde donde estaban, ya que el techo se encontraba a una altura superior.

 

Apiladas ordenadas en filas separadas, había numerosas cajas, ocupando casi todo el resto de la sala.

-Debe de ser algún tipo de mercancía –determinó Runya.

-¿Radiar? –sugirió Miruru.

-A saber.

-¡Espera! ¡Creo que he visto a alguien! –advirtió Miruru, lo que las llevó a buscar un sitio en el que esconderse.

 

Entre dos filas de cajas, había un grupo de hombres hablando. En concreto, uno de ellos, probablemente de rango superior, parecía estar dándoles una serie de órdenes. Éste tenía el pelo plateado, salvo por el flequillo, color negro; era de complexión delgada, aunque fuerte, y su expresión denotaba arrogancia.

-Je –dejó escapar Runya.

-¿Qué te hace tanta gracia? –preguntó Miruru.

-Le conozco –dijo señalando al hombre de pelo plateado- Es mercenario. Deben de haberlo contratado para secuestrarnos y evitar que escapemos. Los demás supongo que serán sus subordinados.

-¿Subordinados? Creía que los mercenarios trabajaban solos –se extrañó Miruru.

-A veces forman grupos. Como manadas. El más fuerte toma el papel de líder y así establecen un orden. Manteniendo ese orden y cooperando entre ellos, consiguen ciertas ventajas a la hora de trabajar. En cualquier caso, si él está aquí, puede que la salida esté bajando esas escaleras.

-¡¿Y qué hay de los demás?! ¡¿Los vas a dejar tirados?! –preguntó Miruru

-¿Insinúas que deberíamos volver a buscarlos? Creo que son lo bastante listos como para arreglárselas solos. Además, si volviésemos, nos estaríamos poniendo en peligro.

-Entonces iré yo.

 

Runya miró de reojo a Miruru, quien había dado la vuelta.

-¿Qué estás haciendo?

-Ellos también quieren salir de aquí. No puedo abandonarlos, y mucho menos a Kai. El me ha ayudado cuando lo necesitaba, ¿qué clase de compañera sería si no hiciese lo mismo por él?

 

Runya rió.

-Eres demasiado buena.

-¿Eh? –Miruru se sorprendió por aquel repentino cambio de actitud.

-No quieres matar pese a que intenten matarte, y quieres ayudar a los demás pese a las consecuencias. Además, tienes carácter y eres impulsiva. Pareces del tipo de persona que hará grandes cosas en el futuro, pero déjame decirte algo –Miruru permaneció en silencio- Nosotros, los semidioses, tenemos un poder increíble, pero este conlleva una gran carga. Asegúrate de no arrepentirte cuando lo uses.

-Parece que estáis teniendo una bonita charla, ¿os importa si me uno? –dijo una voz cerca de ellas.

 

Al girarse, se toparon con los mercenarios que habían visto antes, incluido el de pelo plateado, provocando que ambas levantasen las manos de forma amenazante.

-Vamos, vamos, señoritas. No hace falta ponerse así –dijo el hombre de pelo plateado, intentando calmarlas. Entonces, desvió la vista hacia Runya- Cuanto tiempo, Runya.

-¿Quién me iba a decir que nos encontraríamos aquí, Jake?

-El mundo es un pañuelo. Supongo que ya te habrás imaginado por qué estoy aquí.

-El trabajo es el trabajo, ¿no? –contestó la chica.

-Lo mismo para ti, ¿me equivoco? –añadió Jake, esbozando una sonrisa- Bien, siento aguaros las fiesta, pero me temo que no voy a poder dejaros escapar. Espero que lo entendáis.

 

Tras esto, aparecieron más mercenarios a espaldas de las dos semidiosas, cortándoles la retirada.

-Tenéis dos opciones: la primera es entregaros pacíficamente y volver a la habitación de la que escapasteis. La segunda es la de resistiros y tener que usar la fuerza para reduciros, pudiendo llegar a mataros en el intento.

-Jajaja –rió Runya- No puedo dejar de reír de lo estúpido que suenas.

 

Al oír esto, Jake suspiró profundamente.

-Entiendo pues que habéis escogido la segunda opción –declaró, se encogió de hombros-. Ya os arrepentiréis luego.

 

Sin necesidad de una señal por parte de Jake, los mercenarios se lanzaron contra las dos, quienes lograron zafarse de ellos introduciéndose por los estrechos huecos que había entre los montones de cajas.

-Será mejor que busquemos un espacio más abierto –sugirió Runya.

-Me parece bien –respondió Miruru, mientras veía a más mercenarios rodeándolas.

 

Entonces, sin dejar de correr, cruzó sus brazos horizontalmente, haciendo que varias cajas se abalanzasen sobre ellos, derribando así a algunos.

 

Por su parte, Runya se defendió haciendo que saliesen volando por un fuerte vendaval o acabasen con cortes en todo el cuerpo.

 

Así, finalmente alcanzaron una zona en la que pudieron cubrirse las espaldas y hacer frente a sus perseguidores.

 

Por otro lado, los mercenarios continuaron atacando sin descanso pese su escaso éxito, pues por más que lo intentaban no lograban reducirlas.

 

La defensa de ambas parecía inexpugnable. Ya fuese por el viento de Runya, que impedía avanzar a todo aquel que se acercase, o por el poder de Miruru quien los levantaba en el aire y los noqueaba golpeándoles en la barbilla.

-No está mal –la halagó Runya sin desviar la vista del enemigo.

-Lo mismo digo.

 

La semidiosa que controlaba el viento, fue elevada con la ayuda Miruru, quien hizo que el suelo se modificase hasta formar un pilar debajo de sus pies. De esa forma, con un mayor radio de acción gracias a la altura, Runya logró que sus adversarios fuesen retenidos boca abajo contra el suelo, debido a la presión ejercida por su poder.

-¡Sois unos inútiles! –se burló la semidiosa

 

Fue en ese momento cuando escuchó el grito de Miruru, quien acababa de ser golpeada por unos guantes de acero, propiedad de Jake.

-¡Cough! ¡Cough! –habiendo sido alcanzada en el esternón, durante unos instantes se le cortó la respiración, provocando que arquease su espalda y comenzase a toser con fuerza.

 

Posteriormente, el hombre la golpeó en la mejilla haciéndole un pequeño corte en el labio y consiguiendo que se arrodillase.

-¡No importa lo poderosas seáis! ¡Si no os doy tiempo a reaccionar no os servirá de nada! –exclamó Jake, quien parecía estar disfrutando de ese momento.

 

Mientras tanto, Runya intentó lanzar una ráfaga de viento contra Jake, pero, de forma repentina, una de sus piernas le falló, perdiendo el equilibrio.

-¡No! –gritó, golpeándose la espalda contra el suelo- ¡Agh!

-¡Oh! ¡Así que has llegado a tu límite! ¡Qué pena! –se burló Jake.

 

Miruru levantó la vista, sin entender bien lo que acababa de pasar.

-Te estás preguntando por qué digo esto, ¿verdad? –dijo el mercenario, al darse cuenta de su expresión- El uso de una habilidad generada por el Radiar provoca que éste fluya con mayor rapidez sobre el sistema nervioso, degradando e incluso destruyendo neuronas. A veces, incluso puede ir más allá. Un arma de doble filo que causa un daño irreversible –explicó.

-¿Qué quieres decir? –preguntó Miruru.

-En el pasado, esa chica salvó la vida de alguien utilizando una gran parte de su poder. Cómo consecuencia, recibió un gran daño en el sistema nervioso.

 

Asegúrate de no arrepentirte cuando lo uses”, recordó Miruru.

-Pero, en fin, son cosas que pasan. No creáis que disfruto con estas cosas –mintió descaradamente-, pero tampoco voy a desaprovechar la ocasión. El trabajo es el trabajo, ¿no es cierto, Runya?

 

Justo en ese instante, como surgida de la nada, apareció una gran mano esquelética.

-¡¿Qué es esto?! –exclamó Jake sin poder reaccionar ante el golpe que recibió de ésta, llevándole a chocarse contra varias cajas.

-Esa mano. ¡No puede ser! –dijo Miruru, alegremente.

 

Haciendo su entrada por otra de las puertas que llevaban a aquella sala, apareció Kai, seguido de Valer, Seph y Drake.

-¡Ni se te ocurra tocar a mi compañera! –gritó el chico.

sábado, 18 de agosto de 2012

The demigoddess and the necromancer: Capítulo 15

Al día siguiente, los combates se sucedieron sin que ocurriese nada relevante.

 

Los adversarios de Kai, Miruru y Seph no les presentaron problemas, hasta el punto en que el nigromante ni siquiera tuvo que hacer uso de Hel.

-Ya estoy aquí –dijo Miruru, sentándose junto al resto.

-Buen trabajo –le respondió su compañero.

-No es que haya dado mucha guerra. Lo único que hacía era hablar y provocarme. Como si pretendiese que yo atacase primero. Así que eso he hecho y, a la nada, ya estaba en el suelo –explicó mientras suspiraba y se encogía de hombros- Prefiero a ése que parecía un ninja. Al menos, molaba cómo vestía.

-En serio, déjalo estar –pidió Kai.

-Pero Miruru, tu poder es increíble –comentó Seph-. Ambos sois usuarios de Radiar, ¿verdad?

-Sí.

 

Al escuchar la respuesta de la semidiosa, Kai se fijó en la expresión melancólica que acababa de poner. Probablemente, todavía le seguía dando vueltas a la opinión que tenían los otros dos sobre el Radiar.

 

Entonces, se escucharon vítores entre la muchedumbre.

 

Acababa de finalizar otro combate en el que el luchador ciego había salido victorioso.

-Ese hombre también es bastante fuerte. Espero que no os topéis con él hasta la final –comentó Drake.

 

Sin esperar a que Marie anunciase el ganador, aquel hombre se marchó del área de combate, dejando paso al siguiente encuentro.

 

Siguiéndole con la mirada, a Kai le pareció ver cómo alguien iba detrás de él.

-¿Ocurre algo? –preguntó Miruru al notar la inquietud del chico.

-No, no es nada...

 

Así pues, la siguiente fase del torneo terminó y tanto Kai como Miruru se despidieron de Drake y Seph, tras lo que subieron las escaleras que llevaban al exterior.

-¿Estás bien? Te he notado un poco raro antes –dijo Miruru.

 

En ese instante, el chico puso un dedo sobre los labios de ella, haciendo que se detuviese.

-Parece que han empezado a moverse –indicó Kai.

-¿De qué hablas? –preguntó ella, confusa.

 

Sin decir nada más, Kai agarró su mano y echó a correr, escuchándose poco después pasos a sus espaldas.

 

“Vienen desde varios sitios. Así no puedo saber bien dónde están”, se quejó internamente el joven.

 

-Nos esconderemos en ese callejón –susurró el nigromante.

 

Girando por una esquina, llegaron a un estrecho pasadizo situado entre dos edificios, en cuyas paredes se apoyaron mientras vigilaban la calle por la que habían venido.

-Entonces lo que decía esa mujer era cierto –comentó Miruru, refiriéndose a las palabras de Anna del día anterior.

-Me temo que sí, y no creo que seamos los únicos a los que persiguen –respondió Kai, recordando a la persona que había visto seguir al luchador ciego.

 

De repente, una sombra aterrizó, apareciendo desde arriba, justo a su lado, lo que sorprendió a ambos, apenas dándoles tiempo a reaccionar, consiguiendo evitar su ataque por poco.

 

En respuesta, Kai intentó contraatacar, pero dicho intentó fue evadido fácilmente.

-¡Kai! –exclamó Miruru, quien esta vez tomó la iniciativa de agarrar la mano de su compañero y escapar de allí. Por poco tiempo, pues no tardaron en verse rodeados por cinco más.

-Dos contra cinco, ¿eh? ¿No os parece injusto? –preguntó la chica.

-Tenéis que venir con nosotros. Si no es por las buenas, será por las malas –dijo uno de ellos.

-No tienes que repetírmelo dos veces –contestó Kai, zanjando así la conversación.

 

Tras esto, analizó la situación en la que se encontraban. Debido a la oscuridad que había en ese momento, el sentido de la vista estaba bastante limitado, lo que podía ser un inconveniente, sobre todo para Miruru. Pese a ello, la soledad de las calles adyacentes les permitiría luchar sin tener en cuenta la seguridad de los demás.

 

Cortando su línea de pensamiento, dos de sus atacantes corrieron hacia él.

-¡Segundo espíritu: Faith! –exclamó, poco antes de que ambos quedasen petrificados, lo que aprovechó para golpearles fuertemente en la cabeza y dejarles sin conocimiento.

-¿Qué ha sido eso? –preguntó Miruru, mientras lograba esquivar, a duras penas, el ataque de otro.

-Faith petrifica a todo aquel que toca durante un tiempo. En combate, puede ser una gran ventaja –explicó rápidamente Kai.

-¡Qué guay!

-¡No te distraigas!

 

Justo en ese momento, fue atacada por la espalda. Sin embargo, el golpe fue desviado  utilizando la llave que le había enseñada Kai, noqueando a su oponente una vez en el suelo.

-¡Lo he hecho Kai! –exclamó, contenta.

 

Mientras tanto, Kai, falto de tiempo para poder elogiarla, se defendía como podía de las acometidas de los que quedaban.

 

Uno de ellos consiguió alcanzarlo, empujándolo unos pocos pasos hacia atrás y dejándolo a merced de otro, que lo sujetó de los hombros para inmovilizarlo.

-¡Mierda! ¡Si al menos pudiese ver claramente! –se quejó Kai, mientras recibía un par de golpes en el estómago.

 

Fue entonces cuando algo golpeó a los tres, dándole la oportunidad de liberarse.

-¡Lo siento, Kai! –exclamó Miruru.

 

El chico se levantó como mejor pudo, dirigiéndose hacia uno de los otros dos que también habían sido derribados y noqueándolo de una patada

-¡No importa! ¡Gracias por ayudarme! –respondió a la disculpa de su compañera.

 

Tras esto, tan sólo quedaba uno, encaró a él sin que ninguno de los dos se atreviese a mover un solo músculo. Segundos después, fue su oponente quien tomó la iniciativa, acometiendo de frente contra el nigromante y golpeándole fuertemente en la mejilla, de manera que éste cayó inconsciente.

-¡Kai! –se asustó Miruru, echando una mirada de ira a su enemigo- ¡Maldito! ¡Voy a enseñarte lo que pasa cuando me enfado!

 

Justo cuando se disponía a atacar, Kai apareció por la espalda, arremetiendo contra él y logrando que se golpease de frente contra el suelo.

-¡Cuarto espíritu: Lein! –dijo, mientras su cuerpo inconsciente desaparecía, desvelándose así como una de las ilusiones del espíritu.

 

Sorprendida, la semidiosa respiró aliviada.

-Me has asustado, ¿sabes? –se quejó.

-Lo siento –se disculpó él.

 

Entonces, sin tan siquiera dar muestras de mareo, Miruru se desplomó.

-¡Eh! ¡¿Qué es lo que...?! –intentó decir Kai, sintiendo al instante un fuerte dolor en el cuello, seguido de debilidad corporal e inconsciencia, quedándose todo oscuro a su alrededor.

 

-Kai. Kai, despierta.

 

Lo primero que notó fue una mano, o al menos eso parecía, dándole pequeños golpecitos en su hombro. Poco a poco, y con gran esfuerzo, abrió los ojos hasta distinguir el rostro de Seph.

-¿Seph? ¿Qué haces aquí? –preguntó con voz débil y algo más grave de lo normal.

-Pues diría que lo mismo que tú. Creo que hemos sido secuestrados o algo así –explicó la joven.

 

Levantando la mitad de su cuerpo con ayuda de ella, observó dónde estaba.

 

Ante él se encontraba una habitación vacía y de paredes totalmente blancas. No se apreciaban ventanas y la única vía de entrada o salida era un gran portón de hierro.

 

Una vez disipado el mareo, pudo ver que él y Seph no eran los únicos allí.

 

Al lado de la chica también estaban Drake y Miruru, y, más alejados, el luchador ciego y aquella chica que solía matar a sus oponentes al finalizar los combates.

 

Como detalle, cayó en la cuenta de que todos tenían las manos esposadas.

-¿A vosotros también os atacaron? –preguntó Kai.

-Sí. Aunque, al parecer, tan sólo me buscaban a mí –explicó Seph- Drake me protegió y entre los dos logramos vencerles, pero algo nos golpeó por la espalda y nos dejó inconscientes.

-Probablemente, el primer grupo era sólo una distracción. Sabían a lo que venían y que nos defenderíamos bien. Curiosamente, aquí sólo nos encontramos cinco de los dieciséis que quedábamos en el torneo, además de Drake, a quien buscaban secuestrar pero a quien prefirieron mantener encerrado por si las moscas –especuló Kai.

-Entonces...

-¿Recuerdas los rumores de los que nos hablaste? Nuestra contratante nos avisó de que tuviésemos cuidado, pero no esperaba que enviaran un primer grupo de distracción. He sido descuidado –continuó Kai- Es curioso que ella también dijese que los de su mismo estatus eran más fiables que los civiles normales.

-Lo creas o no, esa mujer tiene razón.

 

Al escuchar aquella voz, todos giraron la cabeza hacia el foco, cayendo en la cuenta de que se trataba de la otra chica, sentada al lado del luchador ciego.

-Gente como nosotros actúa por su cuenta, pero tenemos nuestro propio honor.

-¿Y tú eres? –preguntó Miruru.

-Runya. Eses es mi nombre.

-¿Quieres decir que esto es obra de alguien ajeno al torneo?

-No me refiero a eso, pero no negaría la posibilidad de que hubiesen sido “convencidos”.

-En cualquier caso, sea quien sea el que nos haya traído hasta aquí, deberíamos buscar alguna forma de escapar –propuso Kai.

-En eso coincido contigo. Comenzaremos por quitarnos estas ridículas esposas -dijo Runya mientras realizaba un ligero movimiento con sus dedos y rompía el objeto metálico.

-Mucho mejor. –continuó, crujiéndose las muñecas-. Por cierto, antes de nada, me gustaría saber vuestros nombres completos, no considero justo que haya dado el mío y todavía no os conozca.

-¿Nombre completo? –preguntó Seph, extrañada.

-Entiendo, así que vienes de Yohei Gakko –dijo Kai.

-Eso forma parte del pasado –contestó Runya, quien hizo un gesto con las manos en señal de que procedieran a decirle sus nombres.

-Yo me llamo Kai y ella es Miruru –señaló el nigromante-. Esos son nuestros nombres.

-¿Y vosotros dos? –preguntó Runya, refiriéndose a Seph y Drake.

-Mi nombre es Sephiria Cromwell y el es...

-Drake Edan, para servirla señorita –el chico se acercó y besó su mano-. Ahora que la veo de cerca me doy cuenta de que es una preciosidad, estoy seguro de que...

 

Un pie acabó en la cara de Drake provocando que su cabeza se golpease contra el suelo.

-¡Huh! –enfadada, Seph desvió la mirada hacia el lado opuesto.

 

En respuesta, la única reacción que mostró Runya fue absoluta indiferencia.

-Sólo quedas tú –continuó, girándose hacia el luchador ciego, quien no había movido ni un solo músculo desde que estaban ahí, y que siguió en silencio ante la pregunta de la chica.

-No eres muy hablador, ¿eh?

-Valer –contestó secamente.

-Bien. Ahora que todos nos hemos presentado... –mientras hablaba, Runya se levantó, dejando caer al suelo lo que quedaba e las esposas.

 

Al observarlas más detenidamente, Miruru se dio cuenta de que habían sido cortadas limpiamente, lo que le extrañó.

-¿Tú también eres una semidiosa? –preguntó.

-¿Y qué si lo soy? Eso no me convierte en amiga tuya –respondió Runya, de forma desagradable, tras lo que se dirigió al portón de hierro y comenzó a examinarlo

-Tienes razón –susurró Miruru-. Yo no sería capaz de matar como lo haces tú.

 

Mientras tanto, Kai observó a ambas, acariciando sus muñecas para disipar el escozor dejado por las esposas, y dejando escapar un suspiro.

 

-¿Qué es todo eso de Yohei Gakko? –preguntó Seph, confusa.

-Es una larga historia, pero para hacerte un ligero resumen, podrías considerarla una gran fuente de poder dependiente del Radiar –dijo Kai, lo que no ayudó mucho a resolver sus dudas- Por cierto, ¿está bien? –preguntó, señalando a Drake, quien seguía en el suelo.

-¿Esto? Sí, no merece la pena que te preocupes por él –respondió Seph con una sonrisa irónica, por lo que Kai decidió no tocar más el tema.

 

Por otro lado, se acercó a su compañera, que parecía decaída desde su pequeña conversación con Runya.

-¿Qué ocurre? –preguntó.

-Hacía tiempo que no veía a alguien como yo y... me siento decepcionada por ser alguien como ella.

-Entiendo lo que quieres decir, pero, como ya te dije antes, cada persona es como es. No es algo fácil de cambiar. Además, ahora nuestro principal problema es saber cómo salir de aquí.

 

Levantándose también de su sitio, el nigromante fue donde se encontraba Runya.

-Llevas varios minutos mirando el portón, ¿necesitas ayuda?

-Kai, ¿verdad? Tan sólo estaba intentando entender su estructura.

-Ajá. ¿Y? ¿Algo interesante?

-Pues, por lo que he podido ver, no será tan fácil romperlo como las esposas. Probablemente sea más sencillo romper la pared. Puede que haya alguna zona más frágil.

-Ya veo.

 

Habiendo escuchado su propuesta, el joven informó sobre ella al resto, dividiéndose y buscando algún indicio que les permitiese saber que parte era la más adecuada para romper. El único que no se unió a la búsqueda fue Valer, quien permaneció sentado en el mismo sitio.

-¿Qué le pasa a ese tipo? Podría echar una mano –se quejó Drake, quien todavía tenía la marca del calzado de Seph en la cara.

-Olvídalo, Drake. Nosotros a lo nuestro –le ordenó su pareja, todavía con un tono de voz que mostraba enfado hacia él.

 

Tras un buen rato buscando., el grupo desistió.

-Es inútil, no existe ninguna zona con aspecto de que vaya a ceder –dijo Seph.

-Tenemos que seguir buscando, no podemos rendirnos ahora –les animó Kai.

-¿No podríamos usar nuestro poder? –preguntó Miruru dirigiendo la mirada hacia Runya-. Estoy segura de que podrías destruir esa puerta con un poco de esfuerzo.

-Si quieres hacerlo adelante, considero mejor buscar el camino fácil.

-¡¿Fácil?! ¡¿Llamas fácil a pasarse horas buscando algo que no existe?!

-¡Entonces, ¿por qué no intentas tú misma destruir la puerta?! ¡A ver si de verdad es tan fácil!

-¡Por supuesto que lo haré! ¡Porque me preocupa la vida de los demás! ¡No soy tan egoísta y cómoda como para hacerlo todo de otra manera sólo porque requiere un poco de esfuerzo! ¡Además, no me fío de ti!

-Ja ja –Runya rió con sarcasmo- ¡Así que ése es el verdadero problema, ¿verdad?! ¡No te gusta mi forma de vida y por eso desconfías de mí, ¿no?!

-¡¿Quién podría confiar en una asesina?! –gritó con fuerza Miruru.

-Eh, Miruru –intentó calmarla Kai.

 

Sin embargo, el sonido de la pared destruyéndose acabó con la discusión, haciendo que todos se girasen y alzasen la guardia.

-Si habéis terminado de discutir, podemos salir de aquí –dijo Valer, quien se encontraba delante de un gran boquete que acababa de hacer.

sábado, 4 de agosto de 2012

The demigoddess and the necromancer: Capítulo 14

-Ay. Ay. ¡Ay! –se quejó Kai mientras Miruru trataba sus heridas.

-¡Estate quieto! –replicó ella.

-¡Es fácil decirlo pero...! ¡Ay!

-Ya he acabado –dijo la semidiosa, suspirando.

-Gracias –respondió el nigromante, tras lo que volvió a ponerse la chaqueta y se crujió los huesos del cuello- Ah. Mucho mejor.

-Gracias por prestárnosla –agradeció esta vez Miruru, devolviéndole a Seph una pequeña caja de metal en cuyo interior había algunos utensilios de primeros auxilios como vendajes y antisépticos.

-No hay de qué –contestó ella.

 

Sobre su regazo, descansaba Drake, durmiendo profundamente. Ella observó su rostro y suspiró. Tras esto, sonrió con ternura y acarició suavemente el pelo del joven.

-Buen trabajo –susurró.

-Ha sido un buen combate –comentó Kai.

-Aun así, no creo que se levante muy contento. Puede que no lo aparente, pero Drake se exige mucho a sí mismo, y ha entrenado muy duro para llegar hasta aquí.

-Seph –dijo Miruru, llamando la atención de la joven, quien seguía con la mirada fija en su pareja- Antes dijiste que odiáis el Radiar, ¿verdad?

-Sí. Cuando éramos pequeños, tanto él como yo fuimos capturados por el Imperio. Nuestras familias murieron durante la guerra, y a nosotros nos llevaron para utilizarnos como cobayas –se detuvo durante unos segundos para recordar lo sucedido, tragando saliva en el proceso- Aquello era la viva imagen del horror. Personas convulsionando por las grandes cantidades de Radiar que recibían; algunos llegando a transformarse, entre gritos de dolor, en engendros deformes. A los que lograban superar la inyección, se les sometía a todo tipo de pruebas, torturándoles hasta mostrar habilidades especiales o morir en el proceso. A veces, incluso recibían más inyecciones de Radiar.

Los más afortunados morían o se unían al ejército del Imperio. Por supuesto, no sin que antes le manipulasen la mente.

Éramos peor que el ganado. Nos dividían en sucias celdas de barrotes oxidados, expuestos a todo tipo de enfermedades, y nos encadenaban a la pared mediante una anilla enganchada a uno de nuestros tobillos.

-Es horrible –indicó Miruru.

-Al principio, tuvimos suerte. Hubo personas que se prestaron voluntarias para que experimentasen con ellos antes que con nosotros. Nos dijeron que lo preferían antes que ver a niños siendo torturados, pues, para ellos, no había distinción entre hombres, mujeres o niños.

Recuerdo que no poder parar de llorar ni temblar cada vez que escuchaba los gritos de dolor y súplica.

Drake se mantenía a mi lado, tranquilizándome y diciendo que todo saldría bien, que lograríamos escapar de allí y seríamos libres. Intentaba hacerme reír para que no prestara atención a los gritos, pese a que sabía los esfuerzos que él mismo hacía para no perder la razón.

Conforme pasó el tiempo, la ética dejó de importar. Daba igual que fuésemos unos niños, incluso señalaban nuestra celda, suplicando que nos cogiesen a nosotros primero para sobrevivir otro día más. La situación no podía ser más desesperante.

Un día, los guardias entraron en nuestra celda, abrieron la anilla que me mantenía presa y me agarraron del brazo. Pretendían llevarme a la sala de experimentación.

Por más que grité y pataleé, no se detuvieron, arrastrándome por el suelo e ignorando cualquier súplica.

Entonces, pegando un fuerte golpe en los barrotes con el que casi se fractura la mano, Drake consiguió llamar su atención.

Les dijo que si necesitaban llevarse a alguien, se ofrecía voluntario en mi lugar.

Puesto que les daba lo mismo quien fuese el primero, aceptaron, devolviéndome a la celda mientras gritaba su nombre, aferrándome a los barrotes como si esperara que fuese a servir de algo.

-¿Y cómo conseguisteis salir de allí? –preguntó Miruru, atenta a la historia de Seph.

-Hubo una explosión. No sabía de donde procedía, pero le sucedieron más, y una de ellas destruyó parte de la entrada.

A través del humo, apareció una persona. No pude distinguir bien cómo era, tan sólo sé que llevaba una máscara de gas.

Entonces, empezó a abrir una celda tras otra y a dar indicaciones para que nos marchásemos.

Yo salí corriendo a buscar a Drake, pero aquello se había convertido en un caos. Los presos huían hacia todas partes, estando a punto de aplastarme varias veces. Mientras tanto, los guardias luchaban contra otro grupo que llevaba la misma máscara e gas.

Quería llegar hasta él lo más rápido posible, sin importarme lo que costase, así que me armé de valor y atravesé el campo de batalla lo mejor que pude.

Al final, conseguí dar con la sala de experimentación y allí lo encontré. Inconsciente en el suelo, junto a uno de los guardias que se lo había llevado.

Probablemente, habían sido alcanzados por la onda expansiva de una de las explosiones,  ya que parte de la habitación estaba completamente destruida.

Me acerqué a él y comprobé que seguía vivo. No os podéis imaginar lo aliviada que me sentí al ver que seguía respirando. Lo cargué lo mejor que pude sobre mi espalda e intenté salir de allí.

Lo último que recuerdo de ese lugar es encontrarme con otro enmascarado que se encargó de cubrirnos y de llevarnos a un pasadizo por el que, según él, saldríamos al exterior.

Finalmente, cuando atravesé la última puerta que llevaba fuera, la luz me cegó. Llevaba tanto tiempo en malas condiciones que mis ojos habían olvidado la luz natural, por poca que fuese. Aunque eso era lo de menos. Para mí, lo más importante es que por fin éramos libres.

 

Kai los observó a ambos. Ella llevaba una larga melena pelirroja, recogida en una coleta, y pese a que, a primera vista, su piel parecía de lo más limpia y pura, si se fijaba en sus manos podía notar un gran desgaste, como si no correspondiesen a su edad.

 

Por otro lado, el tenía el pelo castaño y su piel era algo más morena, visiblemente más dañada que la de ella. Aunque, probablemente, era por lo que había comentado Seph: “ese chico es muy exigente consigo mismo”.

Estaba claro que ambos habían tenido que superar muchas cosas para llegar hasta allí, pero habían sido capaces de hacerlo juntos. ¿Acaso no era obvio el porqué?

 

De repente, la imagen de First y May se le vino a la cabeza.

 

Tiempo después, Drake despertó.

-¿Uh? ¿Qué ha pasado? –peguntó, algo desorientado.

-Parece que has recuperado la consciencia.

-Seph –una vez hubo recordado cómo había ido a parar allí, el chico desvió la mirada, avergonzado-. He perdido. Lo siento.

Ella negó con la cabeza.

-Idiota. Siempre te disculpas cuando no hace falta.

-¿Dónde está Kai?

-Se han ido hace un momento. Dijeron que no tardarían en volver.

-Ya veo. Todavía estoy un poco mareado –dijo el chico, apoyando de nuevo su cabeza sobre ella.

-Descansa un poco más.

 

Cuando salieron del edificio la niña dejó al chico con cuidado en el suelo.

-¡¿Cómo has podido ser tan idiota?! –se quejó ella, llorando.

 

Él abrió los ojos lentamente e intentó incorporarse, apoyándose en la chica.

-¿Qué ha ocurrido? –preguntó, confuso.

-¡Hu-hubo muchas explosiones y todos comenzaron a correr! ¡Me liberaron y corrí hasta ti! ¡La gente luchaba y luchaba! ¡Era una locura!

-Siento que hayas tenido que cargar conmigo.

-¡Idiota! ¡Siempre te disculpas cuando no hace falta!

 

Sin rumbo concreto, los dos comenzaron a andar. El joven todavía necesitaba apoyarse en ella.

-Oye, Drake.

-Dime

-Prométeme que no volverás a apartarte de mi lado –pidió ella, con un tono entre enfado y tristeza.

-Te lo prometo –declaró él, con una leve sonrisa

 

-¿Por qué nos hemos ido? –preguntó Miruru, mirando hacia atrás, donde se encontraba la pareja.

-He considerado mejor dejarlos a solas –respondió Kai, moviéndose entre el resto de participantes, quienes observaban el siguiente combate.

-Mm... –de repente, Miruru se detuvo- Oye, Kai, ¿crees que en el fondo nos odian?

-¿Por qué lo preguntas?

-Ya sabes. Por el Radiar.

-La verdad es que no les culparía si así fuese, pero creo que no es el caso. De hecho, diría que quienes los salvaron eran de Yohei Gakko.

-Aún así... –continuó ella, con algo de melancolía en su voz.

-No le des más vueltas –dijo él, acariciando su cabeza- Sea cual sea su opinión, no parecen personas que guarden rencor.

-Lo sé, es sólo que... no puedo evitar sentirme responsable sólo por poseer el Radiar.

-El Radiar es el Radiar y tú eres tú. Es posible que el ser humano empezase la guerra por él, pero eso no significa que todos queramos esto –antes su respuesta, ella permaneció en silencio- Será mejor que volvamos. Dentro de poco empezará el siguiente combate.

 

-¡A continuación, que se presenten los siguientes participantes! ¡Miruru y Nightwalker!

-¿Nightwalker? Que nombre más inquietante –dijo Miruru, levantando una ceja-. En fin, será mejor que me vaya.

-¡Miruru! –exclamó Kai, haciendo que la joven, en pleno camino hacia el área de combate, se girase- ¡Enséñales lo que vales!

 

Ya en el escenario, frente a la semidiosa, estaba Nightwalker, cuyo traje cubría parte de su rostro, ocultando nariz y boca. Sobre la cabeza, llevaba un sombrero negro con forma cónica, de base muy ancha y baja altura; sujeto a su barbilla mediante un cordel negro.

 

El resto del traje, del mismo color, se extendía hasta la planta de los pies, cubriendo prácticamente todo su cuerpo.

-¡¿Qu-qué clase de loco me ha tocado?! –se preguntó Miruru mientras su cola se movía nerviosamente de un lado para otro-. ¡Qué guay! –exclamó seguidamente.

-No entiendo los gustos de esta chica –comentó Kai, echándose una mano a la cabeza.

 

Por su parte, Nightwalker sacó dos cuchillos y cruzó ambos brazos delante de sí, poniéndose en guardia. Mientras tanto, la semidiosa seguía emocionada por lo que pudiese hacer su adversario.

-La muerte es el único camino que puedo darte –dijo Nightwalker con tono serio.

-¡Oh! ¡Me encanta esa frase! ¡Pero no pienso perder!

 

Poco después de que acabase su frase, Nightwalker corrió hacia ella apuntándola con sus armas.

 

Viéndose venir un ataque frontal, Miruru dibujó en el aire una línea vertical, provocando una abolladura en el techo que se agrandó hasta golpear la cabeza de su atacante, dejándolo inconsciente.

-¿Eh? –se sorprendió la chica.

 

La muchedumbre se quedó en silencio, sin embargo sus ojos no les mentían: Nightwalker había sido derrotado en apenas unos pocos segundos.

-¡La combatiente Miruru ha ganado el combate! –exclamó alegremente Marie

-¡¿Quéee?! –tanto Kai como Seph y Drake, quien había despertado justo para ver el combate, se sentían igual de desconcertados que el resto.

 

-¡Eh! ¡Kai! ¡Kai! ¡¿Has visto eso?! ¡De un solo golpe! –exclamó Miruru mientras ensanchaba el bíceps, orgullosa de sí misma.

-Buen trabajo –la elogió él-. Aunque la verdad es que ha sido algo...

-¿Decepcionante? –terminó la frase Seph.

-Sí, eso mismo. Parecía que el tal Nightwalker iba a dar más de sí.

-¡Ja! ¡Como si le fuese a dar tiempo! –respondió Miruru, con ambas manos en la cintura y una sonrisa de oreja a oreja.

-Jajaja...

 

Poco después, Marie salió al escenario para indicar quienes iban a ser los siguientes.

 

En ese momento, Kai se dio cuenta de que una de ellos era la chica con la que la juez le había aconsejado tener cuidado.

 

El combate fue corto. Cuando su contrincante se dispuso a atacar, fue cortado por la mitad en un instante. Un movimiento limpio y sin utilizar ningún arma.

-Esa chica... –empezó a decir Kai.

-¿Te fijaste en su rostro cuando lo cortó? Era la viva imagen del sadismo –señaló Drake.

-No tendría por qué haberle matado –comentó Miruru, poniendo una expresión seria.

-Por desgracia, no todos son tan indulgentes –sentenció el nigromante.

 

En el siguiente combate, le llegó el turno a Sephiria.

-Espero que le vaya bien –dijo Miruru.

-No te preocupes –dijo Drake-. Ganará.

 

Delante de Seph, había una mujer con escasa ropa, de colores oscuros, y que manejaba dos pistolas.

 

En sus antebrazos había sendos brazaletes de hierro, así como tobilleras del mismo material, y su rostro reflejaba decisión.

 

Por su lado, Seph realizó un pequeño movimiento con sus manos con el que las acercó a su cintura.

 

Así pues, el enfrentamiento dio comienzo, siendo la otra chica la primera en disparar. Un tiro que fue evadido por Seph, quien movió sus brazos de una forma un tanto inusual mientras corría, como iniciando una especie de danza.

 

Haciendo caso omiso de ello, la otra chica continuó disparando sin llegar a acertar de lleno a su oponente, aunque sí rozando su mejilla y su pierna derecha, provocando así que la goma con la que sujetaba su cabello se soltase y dejando caer su largo cabello pelirrojo.

-Eres buena, pero no podrás esquivar las balas durante mucho más tiempo. No sé que pretendes con ese movimiento de manos –se burló la tiradora, hablando por primera vez.

-Yo que tú, en lugar de tanto hablar, miraría por donde piso –respondió Seph.

-¡¿Qué?!

 

Desplazando una de sus manos hacia atrás, Seph logró que la otra chica se golpease contra el suelo, para, posteriormente, acabar levantada en el aire, quedando colgada por algún tipo de fuerza invisible.

-¡¿Qué está pasando?! –exclamó asustada.

 

Entonces, al fijarse más detenidamente, se dio cuenta de que había una multitud de algo brillante a su alrededor.

 

Se trataba de hilos, estratégicamente colocados de manera que habían formado una jaula alrededor en la que se había visto atrapada.

-¡Ugh! ¡Maldita seas!

-No es bueno tomarte a la ligera a tu oponente –dijo Seph, sonriendo.

-¡Esto aún no ha terminado! –contestó la pistolera, quien disparó al hilo que inmovilizaba sus piernas, deshaciéndose de él.

 

Tras esto, inició un nuevo ataque contra Seph, no obstante, sus pistolas fueron enganchadas con más hilos desviándose la trayectoria de sus disparos.

-¡Lo siento, pero te equivocas!

 

Con otro movimiento de manos, consiguió enganchar de la cintura a su contrincante, tras lo que giró sobre sí misma y la lanzó por los aires hasta terminar impactando con su espalda contra el suelo, quedando inconsciente.

-¡Y Sephiria se lleva la victoria! –anunció Marie.

 

-¡Eso ha estado genial! –se alegró Miruru, quien corrió a abrazar a Seph.

-Buff, estaba un poco preocupada por esas pistolas. Si una de las balas me hubiese alcanzado puede que no estuviese aquí contándolo.

-Bueno, lo importante es que has ganado –sentenció Drake.

-Supongo que sí.

 

Tras esto, los combates continuaron hasta que la juez dio por finalizado el día.

-Mañana continuaremos con el torneo, donde se enfrentarán los ganadores de hoy. Mucha suerte a todos.

 

-En fin, será mejor que volvamos, Miruru –dijo Kai, viendo como tanto vencedores como aquellos vencidos que habían sobrevivido, iban abandonado el lugar del evento.

-De acuerdo –contestó su compañera, girándose hacia Drake y Seph, quienes también se disponían a marcharse- Espero veros mañana, también.

-Por supuesto. Al contrario que éste yo sigo en el torneo.

-¡Oye, Seph! –dijo Drake, poniendo un tono de voz cómico parecido al de un niño pequeño- ¡No seas tan cruel conmigo!

-¡Te lo mereces! ¡Por haber perdido!

-¡Pero si dijiste que no pasaba nada! ¡Jo!

 

Entre risas, las dos parejas se separaron. Por su parte, Kai y Miruru se encontrar con Anna a la salida.

-Habéis hecho un buen trabajo. Os felicito.

-Admito que no me lo esperaba. Que vinieses a decirnos eso, me refiero –dijo Kai, levantando una ceja.

-En realidad en venido por algo más.

-¿Qué? –se extrañaron los dos.

-He de avisaros de que tengáis cuidado. Es posible que ya os hayan dicho algo, pero han estado corriendo rumores de que en este torneo se están llevando a cabo ciertos asuntos algo turbios.

-¿Más que el propio torneo en sí? –preguntó Kai.

-Ahórrate las bromas. El caso es que puede que esos rumores ser más ciertos de lo que parecen, y no sería la primera vez que ocurre algo así. En cualquier caso, no sería extraño que intentasen ir a por alguno de los ganadores de hoy.

-No soy de los que se deja pillar tan fácilmente –respondió el nigromante.

-Me hago una idea, pero ellos tampoco os lo pondrán fácil –sentenció Anna, mientras pasaba por delante de ellos a fin de marcharse de allí- En fin, nos vemos mañana. Buena suerte.

 

Sin añadir nada más, desapareció de su vista.