viernes, 5 de enero de 2018

A New World: Capítulo 11

Tras la desaparición de First y May, el cilindro en el que se encontraba Nara empezó a brillar, sorprendiendo a Kai y Kareth.

-¡¿Qué pasa?! –preguntó el segundo, provocando una sonrisa en el rostro de Detz.

-¡Se acabó el tiempo! ¡Gaia ha despertado!

-¡No puede ser! –declaró Kai.

 

El cuerpo de la chica se convulsionó, abriendo sus ojos, exentos de pupilas, lo que le confirió un aspecto aterrador. Poco después, el brillo se intensificó, obligando a los demás a apartar la vista.

-¡No! ¡No permitiré que esto acabe aquí! –exclamó Kareth, corriendo hacia ella, dispuesto a sacarla de allí.

-¡¿Adónde crees que vas?! –replicó Detz, persiguiéndole.

 

Sin embargo, Kai lo detuvo mediante un corte horizontal con su espada, con el que infligió una profunda herida en su abdomen. De no haber sido por los reflejos del científico, éste habría acabado dividido en dos.

-¡No darás un paso más! –afirmó el nigromante, situándose frente a él.

-¡Ugh! –se quejó, mientras trataba de taponar con su mano la hemorragia, la cual tardaba más de lo normal en regenerarse- ¡Ja ja ja! ¡Puede que te hayas vuelto más fuerte, pero eso no te salvará! –indicó mientras Kareth alcanzaba el cilindro, momento en que su visión se oscureció y su mente pareció viajar a otra dimensión.

 

Cuando recuperó la vista, se halló sobre un escenario completamente blanco. No había suelo bajo sus pies ni cielo sobre su cabeza. Lo único que se extendía a su alrededor era un blanco puro.

-¿Dónde estoy? –preguntó, inquieto, apareciendo instantes después una masa líquida verde que se abalanzó sobre él como una ola, logrando evitarla a tiempo de que se lo llevase.

-Parece ser que el Radiar de tu interior ha conseguido conectarse conmigo. La unión de éste con tu cuerpo debe de ser muy fuerte.

 

Al girarse, se encontró de frente con una forma de vida antropomórfica de color verde. Su tono de voz era femenino, no obstante aparte de su figura y una especie de melena (si es que podía llamarse así, ya que no se diferenciaba de su cabeza) que descendía sobre sus hombros, carecía de cualquier otra característica humana. Además, llevaba una piedra color esmeralda incrustada en su frente.

 

-¿Quién er…? –se dispuso a preguntar, hasta que la reconoció- Gaia…

-Así es, descendiente. Soy la creadora del planeta y madre de todos sus seres vivos.

Quizás por ser quien era, al estar cerca de ella, no pudo evitar sentirse cohibido.

-¿A qué te refieres con que el Radiar de mi interior se ha conectado contigo?

-Si la unión entre un individuo y una parte de mí misma, como es el Radiar, es muy fuerte, es posible comunicarse conmigo directamente si se dan ciertas circunstancias, como mi invocación. La otra persona aparte de ti que lo ha conseguido ha sido Emil. Aunque no es la única forma de hacerlo, sí la es en el caso de mi verdadera forma.

 

Si lo que decía era cierto, podía asumir que no se trataba de un sueño o alucinación, sino que al haber tocado el cilindro que mantenía encerrada a Nara, había conseguido llegar hasta ella. En ese caso, aquella era la oportunidad perfecta para hacerle cambiar de idea.

-Sé lo que estás pensando, y yo que tú no me molestaría –sentenció, generando otra ola del mismo color que su cuerpo, que se precipitó de nuevo sobre el joven, quien esta vez corrió para tratar de evitar ser arrastrado por ella.

-¡¿Sabes quien soy?!

-Por supuesto. Fui yo quien depositó el núcleo de Jade en tu interior.

-¡¿Por qué a nosotros?! -preguntó, observando cómo detrás de la segunda, venían más.

-Azar. Con mi poder actual, no podía permitirme elegir. De lo contrario, lo habría hecho con personas más cercanas al proyecto Gaia.

 

Con sus habilidades físicas, potenciadas al haberse transformado en Eraser, se escabulló de nuevo de sus ataques, acercándose a ella todo lo posible.

-Me conformaré con esa respuesta. No me hubiese gustado algo como "Porque erais más fáciles de manipular".

-No busco manipular a nadie. Tan sólo les pido ayuda y les hago darse cuenta de por qué tengo razón. Mi objetivo es el bien de este planeta.

-¡Y aun así tienes dudas, ¿verdad?! –replicó Kareth, dejándola sin contestación- ¡Mi madre, Meriah, habló contigo! ¡Ella descubrió que seguías amando a los humanos!

-Así es. Pero esas dudas han desaparecido. Emil me hizo comprender que mi plan es el correcto, y la única solución posible.

-¡Ese hombre mató a mi padre y causó la muerte de mi madre!

-Ellos se revelaron contra nuestro objetivo. Eso fue lo que Emil me dijo.

-¡Eso es lo que quiere que creas! ¡Ese hombre te está ocultando algo! ¡Te está guiando hacia lo que él quiere, no a lo que tú realmente deseas!

-¡El tiempo se agota, descendiente! ¡A este paso el mundo se dirigirá a una destrucción aún mayor! ¡Toda vida se extinguirá! ¡Todos sufrirán! ¡No tienes ni idea de lo que es ver a tus hijos pelear entre sí durante quinientos años y corromper aquello que amas! ¡No podría soportar algo peor!

-¡Tienes razón! ¡Es cierto que no he pasado por lo mismo que tú! ¡Pero sí sé que existe otra solución!

-Es demasiado tarde. Emil ya lo intentó, pero no sirvió de nada.

-Puede que se rindiese demasiado pronto. ¡Gaia, escúchame, por favor! ¡Las personas pueden cambiar! ¡Lo único que necesitan es un guía, alguien que sea capaz de unirlos bajo un mismo orden!

-Imposible. Mientras siga existiendo el Radiar, eso no funcionará.

-¡Entonces sólo hay que destruirlo! ¡Y si no es posible, quitárselo a los humanos! ¡Aislarlo de forma que nunca más vuelva a ser utilizado! ¡No importa cuánto se tarde en el proceso!

-Incluso si consiguieses destruirlo, todavía hay personas que lo llevan dentro de ellos.

-Lo sé, pero la proporción de personas que tienen el Radiar es menor frente a las que no.

-¿Qué insinúas? –preguntó la deidad.

-Que si fuese necesario matarlos, entonces que así sea.

-Lo que sugieres no es muy diferente de nuestro plan. Además, ¿eso no te incluiría a ti y a tus seres queridos?

-¡Matar a unos pocos para salvar a muchos! ¡Creo que es mejor idea que la de extinguir a la raza humana! Aún así, puede que haya una solución mejor. Aunque eso depende de ti -aquella afirmación pareció llamar la atención de Gaia-. Lo cierto es que, como último recurso, ya había considerado intentar contactar contigo. Incluso, tras vencer a Detz, quería buscar la manera de hacerlo. Haber adoptado su misma forma, sólo puede significar que el Radiar me ha aceptado. Y teniendo en cuenta lo que has dicho antes, no era alocado pensar que tarde o temprano hablaríamos, como ya hiciste con él o con mi madre. De hecho, que esté aquí lo confirma.

-¿Adónde quieres ir a parar?

-Mientras estaba buscando la forma de superar los límites de mi transformación, llegué a una conclusión sobre qué hacer. Limitarme a salvar a la raza humana no era el camino correcto. Debía ir más allá. ¿Recuerdas que antes hemos hablado de que, al destruir el Radiar, podrían morir quienes lo tienen?

-Sí.

-¿Realmente es así? Es decir, ¿serías tú capaz de destruirlo sin que les afectase?

 

Sorprendida, Gaia dudó si responder o no. Algo de lo que Kareth entendería el porqué instantes después.

-Sí, podría. Pero eso significaría renunciar al renacer de este mundo. Ya que mi tiempo en la superficie es limitado, mi poder sólo serviría para una de las dos opciones.

-Entiendo. Con esto ya tengo una de las respuestas que quería. La otra vendría con la siguiente pregunta, ¿lo harías?

-Ya te lo he dicho. Es demasiado tarde para buscar otras soluciones. Incluso si el Radiar desaparece, la humanidad buscará otra excusa para destruirlo todo.

-No estoy tan seguro. Una vez fuimos una especie en armonía con el resto del mundo, hasta que algo nos cambió. Y ese algo fue, precisamente, el Radiar.

-No. El Radiar desencadenó algo que hubiese ocurrido tarde o temprano.

-Es posible, pero esa vez carecíamos de alguien que nos guiase. Si esta vez lo tenemos, las cosas serán diferentes.

-¿Y planeas ser tú ese supuesto guía?

-No. Conozco a alguien más capacitado, y sé que accederá sin poner pegas. Al fin y al cabo, ha liderado a un grupo de personas que ha logrado revolucionar la guerra –explicó Kareth-. Sí, sin lugar a dudas, el líder de los Rebeldes es mejor decisión que yo para dirigir y unir a los humanos. Sin embargo, para ello necesitará dos cosas: convencer o derrocar a los líderes de cada potencia, y un símbolo o pilar que pueda utilizar para proceder a dicha unión.

-Ya veo… -respondió la deidad, previendo lo que estaba a punto de decir.

-Así es. Si evito la extinción de la raza humana, me convertiré en un héroe para la humanidad. Un salvador que Razer podrá usar para conseguir el apoyo de la gente.

-Algo como un dios y su profeta

-Sólo que basados en una historia real, sin exageraciones. Y hay algo más. Tanto yo como los líderes, así como nuestros sucesores, deberán dedicar toda su existencia a la misma causa: mantener la paz y devolver el mundo a lo que era. Al menos, hasta que la humanidad pueda volver a pensar como un solo ser, buscando el beneficio común.

 

Por un momento, Kareth tuvo la sensación de que la había convencido, pero ese pensamiento se esfumó al darse cuenta de que había sido rodeado por el líquido verde, que tomó una consistencia más dura y se dispuso a aplastarlo poco a poco.

-¡¿Gaia?! -se sorprendió el chico.

-Lo siento, pero lo que buscas es una utopía. Un sueño imposible. No permitiré que destruyas el proyecto Gaia por algo así.

 

Mientras tanto, Drake y Seph continuaban su combate contra Ceron, quien los tenía contra las cuerdas. La fuerza del gobernador era temible, y pese a ello, trataban de plantarle cara con sus mejores habilidades ya que, si le vencían, o mejor, si le convencían de cesar la lucha, ayudarían a detener la guerra.

-Ah… Ah… -jadearon ambos, incorporándose de nuevo para encararle.

-Habéis sido unos dignos oponentes. Por ello, y por respeto a los Rebeldes, os dejaré marchar con vida.

-Lo siento, pero no podemos aceptar tu oferta –contestó Drake.

-Debemos detenerte, cueste lo que cueste -le apoyó Seph.

-Es una pena.

 

Dicho esto, transformó su arma, dividiéndola en dos grandes garras con tres cuchillas cada una, las cuales debían de medir casi cincuenta centímetros de longitud.

 

Tras esto, se lanzó de frente hacia ellos pero acabó golpeando el suelo después de que Drake y Seph se desplazasen hacia sendos laterales del gobernador, desde donde iniciaron su contraataque: él, lanzando una serie de explosivos con intención de adherirse al torso de su oponente; y ella, tratando de rodear su cuello con sus hilos.

 

Por desgracia no salió bien, pues, prediciendo sus movimientos, Ceron llevó su arma hacia atrás, realizando un corte a cada lado que inutilizaron los explosivos e hirieron el pecho de la chica.

-¡Seph! -gritó Drake, disponiéndose a socorrerla pero siendo detenido por su adversario.

-¡Última oportunidad! ¡Ríndete o la mato! -amenazó el gobernador mientras la señalaba con una de las cuchillas.

-¡Espera! De acuerdo, tú ganas –se rindió Drake, dejando sus explosivos suavemente en el suelo- Al menos, me gustaría que me contestases a una pregunta.

-¿Qué? –se sorprendió- ¿Qué clase de pregunta? ¡Espera! ¡Si lo que pretendes es distraerme, ya te aviso que no dará resultado!

-Estoy desarmado. No puedo hacer nada –lo interrumpió, consiguiendo que le escuchase pese verle con la guardia alta y no del todo convencido.

-Lo que voy a decir es una suposición, pero... -continuó Drake, dudando un segundo de si debía formularla o no- ¿Es posible que el ataque del imperio a tus territorios no sea lo único por lo que quieras destruirlo?

-¿Eh? No te entiendo. ¿A qué otra cosa podría deberse si no?

-Puede que parezca una tontería, pero… quizás la muerte de Alder te haya afectado más de lo que crees.

-¡Ja ja ja! ¡¿Es una broma?! ¡¿Esa es la mayor estupidez que he oído en toda mi vida?! ¡¿Crees que enviaría a mis soldados a luchar por algo así?!

-No, por supuesto que no. Quiero decir, sé que ese no ha sido el principal motivo pero… tengo la sensación de que, si siguiese vivo, no habrías enviado a los tuyos a una muerte segura.

-¡Él no tiene nada que ver, ¿te queda claro?! ¡Atacaron mis territorios! ¡Lo justo es que busque venganza! ¡¿Y qué es eso de una muerte segura?! ¡Ganaremos y detendremos a ese científico loco y sus delirios de mesías!

 

Drake negó con la cabeza.

-Si la raza humana se extingue, tu venganza no servirá de nada. Y créeme, dado el poco tiempo que nos queda, dudo que seas capaz de detener al proyecto Gaia. Está claro que Alder te habría hecho pensar mejor las cosas.

-¡Se acabó! ¡Olvida lo de tu última oportunidad! ¡Voy a matarte, a ti y a tus mentiras!

-¡¿Mentiras?! ¡Si lo que digo fuese mentira, no habrías bajado la guardia!

 

En ese momento, Seph realizó un rápido movimiento con sus manos, elevando en el aire todos los explosivos que Drake había dejado en el suelo, atándolos al cuerpo del gobernador. La explosión fue tal que incluso ellos salieron despedidos hacia atrás pese a haber tomado medidas para alejarse de la explosión. Incluso el arma de Ceron acabó clavada en la superficie yerma, a varios metros de allí.

 

Tras unos minutos, lo único que quedó fue un humo gris oscuro, casi negro.

 

Tosiendo fuertemente, Drake incorporó su torso, buscando con un ojo abierto a Seph, quien se hallaba cerca de él.

 

Caminando a gatas, se acercó a la chica, descubriéndola tendida en el suelo. No respiraba.

-¡No! ¡No puede ser! –visiblemente alterado, lo primero que se le ocurrió fue tomarle el pulso, asustándose al no encontrárselo- ¡No! ¡Por favor! ¡No!

 

Sin pensárselo dos veces, le practicó la maniobra de reanimación cardiopulmonar. La herida hecha por el gobernador había sido superficial, pero, aparte del propio gobernador, era la que más cerca había estado de la explosión, por lo que la onda expansiva debía de haberla golpeado con más fuerza que a él.

 

Tras insuflar aire por su boca, el joven continuó reanimándola, cada vez más desesperado al ver que no despertaba.

-¡Vuelve conmigo! ¡Por favor, vuelve conmigo! ¡Te lo suplico!

 

Finalmente, y para gran alivio del joven, se levantó, inspirando una gran bocanada de aire y tosiendo con fuerza. Jadeando, volvió a tenderse sobre el suelo, manteniendo los ojos entreabiertos y desplazando las pupilas ligeramente hasta dar con la cara de Drake, quien se acariciaba la barbilla debido al golpe que acababa de darle al incorporarse.

-Drake… -murmuró- ¿Estás bien?

Con lágrimas en los ojos, él la abrazó.

-¿Estás llorando?

-¡No vuelvas a hacerme esto, ¿me oyes?! ¡Jamás!

 

Cuando parecía que todo había acabado, Ceron apareció frente a ellos, saliendo de entre el humo, que ya comenzaba a disiparse.

 

Sin embargo, caminaba con lentitud y apenas podía mantenerse en pie, cayendo de rodillas a pocos centímetros de la pareja. Pese a que había sido capaz de soportar la explosión, su invencible armadura había quedado muy agrietada y casi inservible.

-Tenías razón, chico… -dijo, al mismo tiempo que Drake acercaba el cuerpo de Seph hacia sí, protegiéndolo- Me afectó más de lo que nunca hubiese imaginado. Supongo que, después de todo, le respetaba. Su muerte no hizo más que echar sal a la herida que provocó el ataque a mis territorios.

-No fuiste el único. El golpe de estado que se produjo en la unión tampoco habría ocurrido de haber estado él. El proyecto Gaia supo aprovecharse de ello.

-He perdido. Informaré a mis tropas de que se retiren antes de que esto vaya a más. Aunque no estoy seguro de que lo logre a tiempo. El imperio avanza sin descanso, y encima tienen a esos monstruos.

-No te preocupes. Sé que mis amigos cumplirán con su misión.

 

Al ver caer el cuerpo inerte de Will, Yorus y Razer se dejaron llevar por un sólo pensamiento: no permitir que su muerte fuese en vano. Así pues, el primero lanzó su martillo a la cabeza de Naithan, quien, dolorido, retrocedió. Este hecho fue aprovechado por el segundo para coger su pistola, cuyo garfio seguía enganchado al cuello del emperador, y penetrar el hueco del gatillo con el filo de su estoque para, a su vez, incrustarlo en un espacio que había entre uno de los asientos y las ruedas traseras del vehículo, asegurándolo bien.

 

Posteriormente, se sentó en el lado del conductor y, mientras la bestia trataba de recuperarse del ataque, aceleró a fondo, arrastrándola hacia delante y obligándola a agarrarse al suelo con las patas delanteras. Entonces, Yorus recogió su martillo y se subió a su cabeza, golpeando fuertemente y en repetidas ocasiones el centro de la misma hasta conseguir que tocase tierra.

-¡Ahora, Yorus! ¡Ábrele la boca! -ordenó el líder de los Rebeldes, a lo que su compañero asintió, aprovechándose de la debilidad del monstruo para cumplir con su tarea haciendo uso únicamente de sus manos.

 

Acto seguido, Razer aceleró en dirección contraria, directo al interior de las fauces de Naithan. Sin embargo, justo antes de llegar, saltó del vehículo, al mismo tiempo que Yorus le soltaba la mandíbula y hacía que el objeto quedase encajado entre sus dientes. Tras esto, el líder de los Rebeldes se acercó tranquilamente a uno de sus compañeros caídos y cogió su fusil.

-Lo siento –le dijo al cadáver.

-¡Grr...! -intentó rugir Naithan.

-Apenas hay usuarios de Radiar dentro de los Rebeldes, por lo que la mayoría de nuestros transportes necesitan combustible. Eso significa que una chispa en el lugar y momento adecuados, puede provocar un gran "¡Boom!" –gesticuló, poco antes de apuntar al motor- Se acabó, Naithan. Ya nadie más tendrá que pagar por tu locura. Esto va por todos a los que has matado.

-¡Grrrr!

-¡Espero que se te atragante!

 

Sin más que añadir, apretó el gatillo, dando lugar a una explosión que incineró el interior del emperador, acabando instantáneamente con él. Lo único que quedó fue una carcasa escamosa con olor a quemado.

 

Finalmente, el joven suspiró hondo, bajó su arma y observó el cuerpo sin vida de su enemigo, como si no acabase de creerlo. Puede que en el fondo, sintiese algo de pena. A fin de cuentas, la mente trastornada de Naithan no era más que otro resultado de la guerra. Aun así, esa idea no tardó en desaparecer.

 

Su mirada se desvió hacia Will, a quien se acercó y cogió en brazos cuidadosamente. Su sangre, aún caliente, caía sobre sus brazos.

-¿Estás bien? -preguntó Yorus a su lado.

-Más o menos.

-¿Y ahora cuál es el plan?

-De momento, dejar su cuerpo al cuidado de otras personas. Dime, ¿todavía te queda fuerza para mover el cadáver de Naithan?

-Puede que necesite algo de ayuda –respondió Yorus, mirándolo-, pero no habrá problema. ¿Por qué lo preguntas?

-Te lo explicaré por el camino…

 

-¡Gaia! ¡Por favor! ¡Razona! -gritó Kareth, a quien le quedaba poco tiempo para acabar hecho puré.

-¿Qué te hace pensar que debo confiar en ti?

-¡Tú misma lo dijiste! ¡La unión entre el Radiar y yo ha sido lo suficientemente fuerte como para contactar contigo!

-¿Y qué? Lo mismo pasa con Emil.

-¡Sí, pero antes de eso, era incapaz adoptar la misma forma que él!

-De nuevo, ¿y qué?

-¡Que por fin lo entendí! ¡Entendí que estaba siendo egoísta! ¡No veía que, por mucho que evitase nuestra extinción, no salvaría el mundo! ¡Lo que debía hacer era corregir a los humanos! ¡Establecer una nueva sociedad! ¡Una pacífica y en armonía con el planeta! ¡Y que debía dedicar toda mi vida a ello!

-Sigo sin entender ad...

-¡El Radiar aceptó mi idea! ¡Fui capaz de conseguir esta forma porque una parte de ti quiere seguir mi plan! ¡Al igual que hiciese con Detz! ¡Significa que mi plan es tan válido como el del proyecto Gaia, ¿lo entiendes ahora?!

 

En ese momento, el guerrero fue liberado de su prisión.

-Quieres decir que, al no aceptar tu plan, ¿me estoy contradiciendo?

-Ambos planes buscan una solución para restaurar el planeta. Los dos son válidos. La diferencia es que yo pretendo darles una segunda oportunidad a los humanos. Y creo que con tu ayuda podré conseguirlo. Por favor, Gaia… -suplicó el chico, levantándose, no sin dificultad, y extendiendo una mano hacia el ser.

-Quiero creer en los humanos. Pero, aun si tienes razón, yo… no sé qué hacer…

-Gaia, no eres la única que tiene algo que proteger. Todos los seres vivos que creaste piensan igual. No somos una excepción. Ahora mismo nos sentimos perdidos y necesitamos un escarmiento, pero todavía podemos aprender. Puede que no siempre ocurra, pero hasta los villanos merecen redimirse.

-Prométeme que cumplirás con tu palabra. Que jamás te echarás atrás y que dedicarás toda tu vida a devolver el orden a este planeta.

-Lo haré. Quiero hacerlo.

-De acuerdo. Confiaré en ti, descendiente. En ti, en el Radiar y en mí misma. Haz que no me arrepienta.

Sintiendo cómo estrechaba su mano, todo volvió a oscurecerse alrededor de Kareth, e instantes después, se encontraba otra vez en el subterráneo con Nara en sus brazos, quien seguía conservando la personalidad de Gaia.

Ella fue depositada suavemente en el suelo, dirigiéndose poco después a Detz, que, junto con Kai, la observó extrañado.

-Emil. He escuchado su plan y deberíamos apoyarle. Creo que es posible conseguir un mundo mejor sin necesidad de destruir a los humanos.

-¡¿Gaia?! ¡¿Qué estás diciendo?! -preguntó.

-Sé que es arriesgado, pero la parte de mí que quiere confiar en ellos, es más fuerte. Por favor, quiero que me ayudes a hacerlo realidad. Sé que deseas lo mejor para el mundo y me gustaría poder dejar atrás nuestro odio hacia los humanos. Empezar de nuevo, juntos. Sé que no será camino fácil para ninguno de los dos, pero, con el tiempo, lo conseguiremos. Quiero creer, Emil.

 

Durante el tiempo en que estuvo hablando, él se mantuvo en silencio, boquiabierto. Sin embargo, poco a poco fue destensándose, adoptando una postura pensativa, casi cabizbaja.

-Ya veo.

-Emil... -dijo Gaia, esbozando una sonrisa.

-Sabía que al final te dejarías convencer.

-¿Qué...?

 

Cogiéndolos desprevenidos, el hombre se situó detrás de ella, y la agarró del cuello, usándola como rehén.

-¡Ni se os ocurra moveros o su cabeza acabará rodando por el suelo!

-¡Mierda! -se quejó Kai, arrepentido de haber bajado la guardia.

-¡Sabía que no podía confiar en ti, Gaia! ¡Que acabarías sucumbiendo a tu fe y te echarías atrás! ¡Pero puedes estar tranquila! ¡Porque mientras yo esté aquí, todo irá bien!

-¡Emil! ¡Por favor! -exclamó Gaia.

-¡¿Qué pretendes?! -preguntó Kareth.

-¡Hace un tiempo, instalé dentro de mí un aparato para atraer el Radiar hacia un mismo punto! ¡Utiliza la misma tecnología que el Sonar, pero con una frecuencia distinta! ¡Puesto que el Radiar forma parte de Gaia, con este aparato podré absorber todo su poder, convertirme en un dios y cambiar el mundo! ¡Eliminaré a la humanidad de una vez por todas!

-¡Eso es! ¡Eso fue lo que descubrieron mis padres! ¡Lo tenías todo planeado desde entonces!

-¡Sabía que Gaia era demasiado débil! ¡Quería pensar que quizás me equivocaba, pero al final has sido de lo más previsible!

-Emil…

-¡Lo siento, Gaia! ¡Este es tu fin!

Dicho esto, mordió el cuello de Nara, escuchándose el extraño ruido de un motor, procedente del artilugio en el interior de Detz.