jueves, 16 de mayo de 2013

Gaia Project: Capítulo 8

-¿Qué haces tú aquí? –preguntó uno de los “Gead” al ver a Tribus.

-Nada. Sólo pasaba por aquí y me he encontrado con todo este jaleo. Entonces he visto a este chico y me he dicho “¡Vaya, si yo le conozco!”; y cuando he visto que estaba en problemas he pensado “¡Tengo que ayudarle!”. Ya sabes, la solidaridad y todo eso...

 

Mientras la chica relataba su improvisada historia, Kareth la observó con incredulidad.

 

Si Tribus quería ayudarla, ¿significaba es que no había sido ella quien los había vendido?

-Es una de los que iba con él –informó otro “Gead”.

-¡Mira! ¡No me importa qué hayas venido a hacer, pero será mejor que des media vuelta y te largues! ¡Sólo nos interesa el chico y su amiga!

-¡Qué buenos sois! Pero no es divertido quedarse mirando mientras golpean a alguien. Bueno, quizás si te van ese tipo de cosas. ¡Ya me entendéis! –dijo Tribus guiñándoles un ojo.

-¡¿Esta chica está mal de la cabeza o qué le pasa?! –exclamó el hombre que tenía un martillo de combate, perdiendo los estribos.

-¡Se está burlando de nosotros! –añadió otro.

-¡Para nada! ¡Si me caéis muy bien! –respondió ella.

-¡Estás empezando a cansarme!

-¡Venga! ¡Seguidme un poco el juego! ¡Sois unos aburridos! –se quejó Tribus, hinchando los mofletes como una niña pequeña.

-¡¿Ah, sí?! ¡Pues estos aburridos te van a enseñar lo que es divertirse de verdad! –respondieron, casi al unísono, los “Geads”, mientras enarbolaban sus armas.

-¡Tribus! –exclamó Kareth.

-No te preocupes –le tranquilizó la chica-. Terminaré rápido. Los juegos me gustan mucho más cuando humillas a tus rivales.

 

De repente, en el suelo, aparecieron agujeros negros, separados unos de otros por algunos centímetros. Entonces, de esos agujeros comenzaron a salir manos huesudas que pronto dieron paso a esqueletos humanos, dejando tanto a Kareth como a los “Geads” sorprendidos y asustados.

-¡Os presento a mis amigos! ¡Tened cuidado con ellos! ¡Rara vez atienden a razones!

 

Tras esto, los esqueletos caminaron hacia el grupo, que, por unos instantes, no supieron cómo reaccionar.

 

En ese momento, dos de ellos se adelantaron y, con sus respectivas armas, les atacaron, transformándolos en montañas de huesos. Sin embargo, como si de magia se tratase, los huesos flotaron y se movieron hasta situarse detrás de sus atacantes, donde tomaron la forma de un brazo y atravesaron sus espaldas por la zona del pecho, quedando cubiertos de sangre.

 

Acto seguido, se unieron al resto de huesos hasta volver a su forma original y agarraron las armas de los recién caídos, quienes fueron en busca de más víctimas.

-Yo que vosotros, huiría –aconsejó Tribus, felizmente.

 

Mientras tanto, Sarah, quien había sido inmovilizada de forma que no pudiese usar sus brazos, golpeó con uno de sus pies la espinilla de su agresor, quien, para desgracia de la joven, continuó agarrándola.

 

Optando entonces por el plan B, decidió aprovecharse del centro de gravedad de su contrincante para elevar la rodilla hacia atrás y golpearle en la cabeza, logrando que ambos cayesen al suelo.

 

Una vez libre, se dio cuenta, al levantarse, de que estaba rodeada de enemigos que le apuntaban con sus armas.

-Mierda –se quejó la joven.

-Será mejor que no te muevas –dijo la voz de otra persona, ligeramente más alejada de ella, y que llevaba una pistola de cañón largo-. Normalmente, preferimos no matar a nuestros objetivos, a no ser que sea necesario, ya que no se suele especificar cómo se quiere al objetivo. Si no te importa, no nos gustaría hacer una excepción contigo.

-¿Qué pensáis hacer cuando me capturéis? –preguntó Sarah.

-Os llevaremos a ti y a tu amigo con quienes os están buscando.

-Ja, ¿te piensas que será tan fácil encontrarlos?

-Creo que nos estás subestimando. Nuestra red de contactos es muy amplia. Si no fuese así, tendríamos muchos problemas con nuestro trabajo. Así, llegar hasta ellos no será un problema.

 

Sarah se mantuvo en silencio, observándoles detenidamente. Debían de ser unos cinco, sin contar al que hablaba con ella. Tres llevaban armas blancas y estaban a pocos pasos de distancia. Había otros dos detrás de ellos.

-Tu amiguito debe de estar ahora mismo siendo capturado por nuestros compañeros –dijo el “Gead”, a lo que ella sonrió- ¿Qué te hace tanta gracia?

-Si supieseis lo que le pasó a los que mandasteis la primera vez, no diríais eso. Ese chico sabe apañárselas bastante bien. Y no es el único.

 

Justo al terminar la frase, golpeó con los dedos de sus manos a dos de los “Geads”, quienes llevados por una acción involuntaria, se interpusieron entre los disparos de aquellos más alejados y Sarah.

 

Aprovechando el caos, la joven sacó sus dos espadas. Con una de ellas se defendió del atacante más cercano mientras alargaba la hoja de la otra hasta alcanzar el cuello de otro. Posteriormente, utilizó a otro como escudo humano hasta situarse frente al “Gead” que había hablado así como otro restante, amenazando sus cuellos con los filos de sus espadas.

-¿Qué acabas de hacer? –preguntó el “Gead”, entre asustado e impresionado.

-Te lo diré a cambio de que me cuentes quien nos ha delatado.

-No podemos dar esa información.

-Yo tampoco puedo revelar mis técnicas a cualquiera –dijo ella, sonriendo poco antes de saltar hacia el tejado de una de las casas, llevándose como rehén al “Gead” que había utilizado de escudo humano.

 

Una vez fuera de peligro, lo dejó inconsciente y empezó a correr, dejando atrás a los demás, quienes le dispararon desde el suelo sin éxito en el blanco.

 

Desde la marcha de Sarah, Ivel estaba intranquila. De hecho, sus preocupaciones venían de antes, cuando la noche anterior escuchó ruidos extraños y se levantó para ver de qué se trataba. Fue entonces cuando vio a Kareth, volviendo a su tienda.

 

En ese momento, no le quiso dar mucha importancia, pero, desde esa misma mañana, tanto él como Sarah actuaban de forma extraña.

-Sarah también está tardando demasiado. Quizás debería ayudarla después de todo –sugirió Ivel.

-No es necesario. Estarán bien –respondió Argo- Preferiría que te quedases aquí. Voy a necesitarte hasta que terminemos.

-Pero apenas queda mercancía, y no parece que vaya a venir nadie más. En serio, no creo que haya problemas hasta que...

-¡Soy tu padre y si te ordeno que te quedes, te quedas!

 

Aquella reacción, por parte de su padre, sorprendió a la joven, quien no pudo evitar tener un mal presentimiento.

-¿Ocurre algo? ¿He dicho algo que no debería? –preguntó la nómada, confusa, a lo que su padre reaccionó con un largo suspiro.

-No, no has hecho nada malo. Es sólo que... –comenzó a decir, interrumpiéndose a mitad de frase.

-¿Padre?

-Hay algo que debo contarte. En realidad, ellos no van a volver.

-¿D-de qué estás hablando? –preguntó, asustada- ¿Qué quieres decir con que no van a volver?

-Los “Geads” los están persiguiendo.

-¡¿Los “Geads”?! ¡Si es así, tenemos que ayudarlos! –exclamó mientras se giraba para ir en su búsqueda, justo cuando una mano la agarró por la muñeca- ¡¿Qué estás haciendo?! –se sorprendió, al ver que su padre, quien tenía una expresión muy seria, era quien la había detenido.

-He sido yo quien les ha vendido, Ivel –confesó el hombre.

-¡¿Qué?! ¡Pero, ¿por qué?!

-Necesitamos la recompensa.

-¡¿Recompensa?! ¡¿De qué hablas?! ¡No la necesitamos!

-¡¿Y que hay de las medicinas, eh?! ¡¿Acaso quieres que les pase a los demás lo mismo que a tu madre?! –gritó Argo, sintiendo cómo su hija dejaba de intentar zafarse- Si entonces hubiésemos tenido suficientes, ella todavía...

-¡Pero ahora sí tenemos! –replicó Ivel.

-Pero no durarán eternamente, Ivel. Y no siempre tendremos tanta suerte. Debemos pensar en el futuro, por todos nosotros.

-¡¿Y por eso has tenido que venderlos?!

-Ivel, nuestra gente es más importante.

-¡Durante este tiempo, ellos han sido parte de nuestra familia, padre! ¡Nos han ayudado a defendernos y a buscar alimentos! ¡Nos han dado su confianza! ¡¿Y a la primera de cambio les hacemos esto?! ¡No me lo puedo creer! –se desahogó la joven mientras lágrimas descendía por sus mejillas.

-No voy a permitir que vuelva a pasar, hija. Aunque eso me lleve a hacer cosas de las que no me sienta orgulloso.

-¡Voy a ayudarles! –declaró Ivel.

-Lo siento, pero no puedo dejar que lo hagas –sentenció Argo.

 

Una vez hubo acabado todo, Kareth se acercó a Tribus, quien seguía acompañada de aquellos esqueletos, ahora en pie y quietos, como si aquella masacre no tuviese nada que ver con ellos. Conforme andaba, observó los cadáveres de los “Geads”.

-¿Quién eres? –preguntó Kareth.

-Al igual que tú, también poseo el poder del Radiar –respondió ella, sin cambiar su expresión, alegre y despreocupada.

-Pero este poder, es como el de los nigromantes –dijo el chico.

-Algo así –Tribus se encogió de hombros- En fin, será mejor que nos vayamos. Ahora mismo, Sarah también debe de estar lidiando con ellos.

 

-¿Tú sabes quien nos has delatado? –preguntó el chico mientras corrían, en busca de su compañera.

-Me hago una idea. Aunque mejor será que las imágenes hablen por sí solas.

 

En ese momento, observaron a la joven corriendo sobre los tejados de las casas, defendiéndose como podía de sus atacantes, quienes, siendo ahora más que al principio, la acosaban desde varios puntos.

-¡Allí está! –exclamó Kareth, señalándola.

-¡Aquí llamaremos demasiado la atención! ¡Sígueme! –dijo Tribus.

 

En un instante en que la joven saltó de un tejado a otro, algo la agarró y la llevó hacia abajo, escondiéndola de sus perseguidores.

-¡Ah! –gritó Sarah, que, cuando quiso darse cuenta, se encontraba encima de un montón de cajas.

 

No recordaba haber sido tan descuidada como para no fijarse por donde iba, además de que claramente había sentido una mano sobre su tobillo.

 

Entonces, se dio cuenta de que a su izquierda estaba el rostro de un esqueleto, haciéndola palidecer, y que un sudor frío recorriese su cuerpo.

-¡Sarah!

-¡Ah! –gritó, asustada, al escuchar una voz gritar su nombre, golpeando a ciegas el lugar de donde procedía y estampando la cabeza de Kareth contra una de las paredes de la casa.

-¡Ugh! –se quejó el chico, antes de caer al suelo, casi inconsciente.

-¡¿K-Kar?!

-Buen golpe –dijo Tribus, asintiendo con admiración- Lo has dejado para el arrastre.

-¡¿Qué significa esto?! –preguntó Sarah, desconcertada.

-Ella m-me ha ayudado con los “Geads” que me p-perseguían –intentó explicarse Kareth mientras se apoyaba en la pared para levantarse.

-Lo siento.

-No pasa n-nada.

-¡De todas formas, ¿qué es esto?! –preguntó la joven, señalando al esqueleto, sin atreverse a mirarlo de nuevo- ¡Casi me da algo al verlo!

-¡Oye, con lo mono que es! ¡¿Es que no te gusta mi amigo?! –se quejó Tribus.

-Será tu amigo, pero yo no tengo tan claro que piense lo mismo de mí.

-¡Tranquila, está a mis órdenes! Es una larga historia. Ya te la contaré tomando algo.

-¿Eh? –la chica de pelo azul se mostró incrédula ante las palabras de Tribus.

-Cambiando de tema. Ahora mismo estamos rodeados. ¿Alguna idea? –preguntó la chica de pelo rubio.

-Puede que, si encontramos al que les vendió la información y le decimos que se retracte, se solucione –propuso Sarah.

-Podemos intentarlo. Tú decías que tenías una idea de quien podía ser, ¿no, Tribus?

-Así es, mi querido amigo. Pero tendremos que tener cuidado. Los “Geads” vigilan toda la ciudad, si no escondéis como es debido, los tendréis pegados a vuestros talones en menos de lo que tarda una bala.

-¿Y si le pedimos ayuda a Jaryl y Will? Todavía tienen que estar por aquí. Es posible que tengan algo con lo que podamos pasar desapercibidos. Al fin y al cabo, los nómadas están acostumbrados a eso –sugirió Sarah.

-De acuerdo. Vamos –dijo Kareth.

 

Por otro lado, en la zona donde estaban Ivel y su padre, la primera acababa de levantarse del suelo para esquivar otro golpe de su padre.

 

No era la primera vez que se enfrentaba él, ya que era quien la había entrenado, sin embargo sí que era la primera que lo hacía como su enemiga. Aunque tenía la sensación de que no se la tomaba en serio.

-¡No quiero hacerte daño, Ivel! ¡Por favor, recapacita! –exclamó Argo. En su expresión se podía observar el dolor que le causaba haber recurrido a eso.

-¡No soy yo quien necesita recapacitar, padre! –respondió ella. Por más que lo intentaba, no encontraba hueco por donde atacar, y tampoco quería utilizar su lanza contra él. Aun así, sabía que si seguía igual, tenía las de perder.

 

-Buff... –se quejó Jaryl, agotado. Llevaba todo el día junto a aquel puesto, yendo de un lado a otro, atendiendo a los clientes. Para colmo de males, Tribus se había ido sin dar apenas explicaciones:

“Acabo de acordarme que tengo algo que hacer. Te dejo al mando. Bye.” Con esas palabras los había dejado a él y a Will solos con todo el trabajo.

-¡Jaryl!

-¡Ah! ¡¿Qué es lo que quieren...?! ¿¡Kareth!? –se sorprendió el nómada al ver al chico, así como a Tribus y a Sarah, escondidos tras la mercancía- ¡¿Se puede saber qué hacéis?!

-¡Escúchame bien! –comenzó Kareth-. ¡Ahora mismo, nos están persiguiendo los “Geads”!

-¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!

-¡Alguien les ha dicho que somos fugitivos! ¡Necesitamos algo para pasar desapercibidos y buscar al que lo ha hecho! ¡Quizás así consigamos solucionar esto!

-Mm... No sé si tendré algo que pueda ayudaros. La mayor parte de lo que podría serviros se ha vendido. Tendría que pasarme por el campamento.

-¡Oye, chaval! –dijo una voz que hizo que el nómada se diese la vuelta, topándose de frente con un grupo de “Geads”.

-¡S-sí! Decidme –contestó mientras, de reojo, observaba el lugar donde se habían escondido sus compañeros-, ¿en qué puedo ayudarles?

-Estamos buscando a un chico más o menos de esta estatura –indicó uno de ellos mientras gesticulaba con sus brazos- y pelo negro, y a otra chica de pelo azul. ¿Les has visto?

-No que yo recuerde –contestó el nómada ante la atenta mirada del hombre, quien parecía estar comprobando si decía la verdad, pese a que el cazador llevaba la cara tapada.

-Luego volveremos a mirar por aquí –le dijo el “Gead” a uno de sus compañeros poco antes de marcharse.

-Ha faltado poco –suspiró Jaryl, aliviado.

-¿Lo ves? Están por todas partes. Y, por desgracia, en esta ciudad no podemos movernos tan bien como nos gustaría –dijo Kareth, dejando al nómada pensativo.

-Lo cierto es que sólo se me ocurre una forma de solucionar vuestro problema sin tener que volver al campamento, pero únicamente servirá para dos de vosotros. ¡Will, ven un momento!

 

Tras llamarlo, su amigo se acercó sin inmutarse por la presencia de los otros tres. Entonces, Jaryl le dijo algo al oído, a lo que asintió y, segundos después, ambos se quitaron las ropas que los ocultaban, dejando ver cada uno sus mutaciones. En el caso de Jaryl, sus alas; mientras que en el de Will, dos pares de cuernos, como los de un carnero, adheridos a sus sienes.

-¿Qué estáis haciendo? –preguntó Sarah.

-Daros nuestras ropas para que las utilicéis –explicó Jaryl.

-Pero... –intentó replicar Sarah.

-No os preocupéis, estaremos bien.

-¿Para quiénes serán? –preguntó Will.

-Yo no necesito esconderme así que... –contestó Tribus, encogiéndose de hombros.

-¡¿Y por qué no lo has dicho desde el principio?! –se quejó Kareth.

-Tampoco me habéis preguntado. Además, tendríais que veros las caras –rió la chica de pelo rubio, mientras el joven inmortal y su compañera se llevaban una mano a la frente.

 

Mientras tanto, Ivel conseguía esquivar un puñetazo de su padre para, instantes después, lanzar una patada hacia su cuello. No obstante, su pierna fue agarrada por el hombre, quien la arrojó a una de las paredes de aquellas casas.

 

Posteriormente, la chica fue cogida por el cuello y elevada varios centímetros por encima del suelo.

-Te dejaré inconsciente para que no actúes por tu cuenta –dijo Argo.

-¡Has perdido el juicio! –respondió su hija mientras sus lágrimas continuaban fluyendo- ¡¿Hasta qué punto te ha afectado la muerte de madre?!

-Durante muchos años he tenido que soportar el dolor de perderla. Por el bien de todos vosotros. Lo siento, pero haré lo que sea para no perder nada más.

-¡¿Y crees que ella querría esto?!

 

De repente, Argo la soltó, de manera que Ivel cayó de rodillas al suelo y comenzó a toser mientras se acariciaba el cuello.

-¡¿Crees que querría que vendieses a alguien de nuestra familia por culpa de su recuerdo?! –repitió la joven, su respiración algo más calmada.

-No.

-¡Te quiero, padre, pero quiero a ese hombre incapaz de traicionar sus principios y siempre superándose a sí mismo! ¡Aquel que protege sin hacer daño a otros! ¡El hombre al que madre quería y respetaba! ¡Por favor, detente! ¡Corrige tu propio error y acaba con esto!

 

Al escuchar las palabras de su hija, el nómada se llevó las manos a la cabeza, como si estuviese luchando contra algo en su interior.

-¡Padre!

-¡No te acerques a mí!

-¡Pa...!

-¡Que no te acerques a mí! –gritó Argo a la vez que sacaba un pequeño cuchillo envainado en su cinto y se disponía a usarlo contra ella. Ivel cerró los ojos, esperando a que el filo la atravesara, pero, en su lugar, escuchó un fuerte golpe. Al abrirlos de nuevo, distinguió la figura de un encapuchado delante de ella y a Argo en el suelo intentando ponerse de pie.

-Así que fuiste tú quien lo hizo –dijo la figura, descubriéndose.

-¿Kareth? –se sorprendió la nómada- ¡Espera, Kareth! ¡No luches contra él! ¡Por favor!

-Tranquila. No tengo interés en hacerlo, pero tal y como están las cosas, dudo que sea tan fácil –indicó el chico, girándose hacia ella- Deja al menos que te ayude.

 

La mirada de Ivel se iluminó durante unos instantes para luego tomar una expresión decidida. Entonces se levantó del suelo y se situó al lado del joven.

-De acuerdo.

 

Anteriormente a esto, Tribus les había revelado a Kareth y Sarah quién les había vendido.

 

-¡¿Qué?! ¡¿Argo?! –gritaron los dos al unísono, sin poder creer lo que acababan de oír- Nos ha estado engañando –continuó Kareth.

-No seáis tan duros con él. Entiendo que estéis enfadados, pero creedme cuando os digo que su enemigo no sois vosotros, sino él mismo.

-¿Qué quieres decir? –preguntó Sarah.

-Su mujer murió porque los medicamentos que tenían no fueron suficientes. Lleva sintiéndose responsable desde entonces y terminado por obsesionarse. Mucho más si se trata de proteger a su hija. Personalmente, quisiera hacerle entrar en razón y que sepa que no fue culpa suya, y que es momento de que retire y descanse.

 

Escuchando la proposición de la chica, los dos guerreros se mantuvieron en silencio durante unos segundos, durante los cuales intercambiaron miradas llenas de duda.

-¿Y bien? ¿Qué decís? –preguntó Tribus.

-¿Sabes? Yo también me he sentido así. Responsable por la muerte de personas importantes para mí –contó Kareth-. Bueno, no únicamente yo –añadió, desviando la mirada hacia Sarah, quien tembló ligeramente ante las palabras del chico- Lo que quiero decir es que quizás entienda un poco como se siente y, cómo no ser capaz de hablarlo con alguien, y aceptarte a ti mismo, termina destruyéndote poco a poco. No sé si me siento tan capaz de ayudarle después de lo que ha hecho, pero –hizo una pausa, reuniendo fuerza para lo que estaba a punto de decir- quiero ayudarlo.

-Ya veo –respondió Tribus, esbozando una sonrisa- Gracias.