viernes, 13 de julio de 2018

Investigation II (+18)

-Aquí es –indicó Chris, mirando la hoja donde el joven Adam había escrito la dirección. El sitio parecía un edificio residencial de seis plantas, un poco desgastado, probablemente ideado para personas con bajos recursos económicos. De hecho, ambos ya habían estado allí por ciertos rumores sobre trapicheos con drogas.

La mujer desvió la mirada hacia su compañero, quien se encontraba pensativo. Con la mirada en la acera y su mano derecha sobre la barbilla.
-¿Sigues dándole vueltas a lo de esa chica? Leenah se suicidó después de matar a su familia y compañeros de clase. El hecho de que se llame igual que ella es mera coincidencia.
-Lo sé, pero, no sé, tuve una extraña sensación, ¿sabes? Como si ya la hubiese visto antes...
-No le des más vueltas y sigamos a lo nuestro.
-Sí, será lo mejor –asintiendo, el inspector reemprendió su camino, seguido de cerca por Chris.

El piso que buscaban era el nº 3 de la quinta planta. No había ascensor, por lo que tuvieron que subir por las escaleras.
-Que todavía existan edificios sin ascensor... ¿es que quieren matar a sus visitantes? –se quejó Harris.
-La gente que vive aquí no tiene mucho dinero. Supongo que prefieren ejercitar un poco las piernas en lugar de pagar más por un ascensor. Además, no creo que esto te venga mal. Últimamente estás engordando.
-¡Oh, venga! ¡¿Hablas en serio?!
-Desayunar bollería industrial no es lo más indicado para mantener la línea.
-¡No como tanta!
­-Díselo a tu barriga.
-¡Calla!

Finalmente, llegaron hasta el piso que buscaban. Frente a ellos, se encontraba una puerta de madera maciza con múltiples ralladuras y, justo encima, una placa de hierro oxidado que formaba el número tres.

Harris pegó la oreja a la entrada, acostumbrado como estaba a entrar en pisos cuyos inquilinos no le recibían agradablemente. Tras asegurarse de no escuchar nada extraño, dio un par de golpes con los nudillos.

Pasó como medio minuto sin que hubiese respuesta alguna.
-¿Crees que habrá salido? –preguntó su compañera, a lo que el hombre respondió golpeando la puerta de nuevo, esta vez, un poco más fuerte.

Posteriormente, se oyeron pasos rápidos acercándose, seguidos de un tenue chirrido metálico correspondiente al mecanismo de la mirilla. Pocos segundos después, alguien abrió, dejando una rendija de varios centímetros, debido a que el pestillo estaba echado.
-¿Qu-quien... es? –preguntó tímidamente una voz pausada y de tono bajo.
-Venimos de parte de Adam. Estamos interesados en saber más sobre los templos que había en esta ciudad durante el siglo XIX. Aquellos relacionados con la adoración a Kral. Él nos dijo que tú nos darías más información sobre dónde se ubicaban.

La persona al otro lado se mantuvo en silencio durante un rato. Luego cerró la puerta, quitó el pestillo y les abrió. Se trataba de un hombre de unos treinta o treinta y pocos, barba de varios días, pelo cano y hasta el cuello, desordenado, con expresión triste y poco cuidado en su higiene personal. Además, vestía una especie de bata de laboratorio y unas zapatillas de andar por casa. Sin embargo, eso no fue lo que sorprendió a Harris.
-¿Bryan? –dijo, de repente, provocando que su compañera frunciese el ceño, como si acabase de escuchar la mayor tontería de su vida-. ¿Cómo es posible? Tú... moriste...
-No... no sé... de lo que... me habla –se asustó el hombre, dando un paso hacia atrás que le hizo tropezarse y caer al suelo.
-Harris, ¿qué estás diciendo? –preguntó Chris, poniendo una mano sobre el hombro del inspector.
-Él... él es Bryan. Es mi hijo.
--¿De qué estás hablando? –Chris observó el rostro del susodicho, quien había gateado hasta refugiarse detrás de una mesa- Harris, mírale bien, él no es Bryan. Ni siquiera se le parece.
-No... es él. ¡Sé que es él! ¡¿Cómo es posible?! ¡Dime, ¿cómo es que sigues vivo?! –al mismo tiempo que le interrogaba, se acercó rápidamente a él, a lo que el hombre respondió emitiendo un grito de desesperación y desplazándose de nuevo, esta vez detrás de un sofá.
-¡Harris! ¡Cálmate! ¡Le estás asustando! ¡Y si queremos información, así no la vamos a conseguir!
-¡Pero...!
-¡Harris! ¡Por favor!
El hombre se quedó en silencio.
-Te prometo que también resolveremos esto –prosiguió Chris, con voz más relajada-, pero, por ahora, centrémonos en encontrar la ubicación del resto de templos.

Tras un tiempo, Harris asintió, respirando hondo y dejando que la mujer se encargase de hablar.
-Dime, ¿cómo te llamas?
Al principio, el interrogado escondió la cabeza detrás del mueble, pero, al percatarse de que no le estaban presionando, se atrevió a ponerse en pie. Pese a ello, era incapaz de mirar a Chris a los ojos.
-M-m-me lla-llamo... Bryan... p-pero... n-n-no t-t-tengo... p-pa-padres... yo...
-Tranquilo, Bryan. Mi compañero lo ha pasado mal durante estos últimos diez años. Perdona que te haya asustado.
-N-no... p-pa-pasa... –comenzó a decir, aceptando las disculpas, pero sin ser capaz de acabar la frase.
-Verás. Como hemos dicho antes, estamos buscando la ubicación de unos templos que fueron quemados hace muchos años. En ellos se adoraba a un demonio denominado Kral. Adam nos dijo que quizás tú pudieses ayudarnos.
Cabizbajo, el hombre jugueteó con los dedos de sus manos. De repente, respondió.
-S-sí-sígue-sígueme...
Acto seguido, se encaminó, a paso ligero, hacia una puerta situada en el lado contrario de aquella por la que habían accedido al piso.

Los tres llegaron a un dormitorio bastante desordenado, con montones de folios dispersos por el suelo y sobre un pequeño escritorio; una estantería llena de libros, algunos de ellos medio rotos o sin cubierta; y varios bolígrafos, lápices de colores y rotuladores esparcidos sin ningún tipo de control, algunos de ellos sin capucha, dejando pequeñas manchas sobre papeles y suelo.

No obstante, lo que más sorprendió a los oficiales no fue aquel desastre. Sobre una de las paredes de aquella habitación, con un trazo realizado con pintura negra, se hallaba dibujada una chica. Llevaba un vestido negro y una melena del mismo color, la cual cubría su rostro. La tonalidad de sus brazos era de un extraño color verdoso y tanto éstos como sus piernas se doblaban de forma anormal.

Ni Harris ni Chris dijeron nada al respecto, pese a que supusieron a qué hacía referencia aquel dibujo. Por su parte, Bryan inspeccionó los montones de folios que había en el suelo hasta dar con lo que parecía un mapa de la ciudad. En él se podían observar algunas marcas y anotaciones.

Tras cogerlo, se dirigió hacia el escritorio y llamó la atención de sus acompañantes. Entonces, señaló cuatro círculos, todos ellos rodeando un área concreta. Dichos círculos estaban conectados por una línea que, a su vez, también se conectaba con el templo que ya conocían, dibujándose así un polígono.
-¿Qué significa esto? –preguntó Chris.
-¿No lo recuerdas? Ya lo vimos una vez, hace diez años. Es el símbolo que llevaban tatuado los sectarios a los que capturamos.
-¿Y por qué está dibujado en este mapa? –volvió a preguntar la mujer.
-C-ca-cada... área... ha-ha-hay un t-t-tem-templo...
-¿Dices que en las zonas rodeadas por los círculos hay un templo?
-C-c-cre-creo. E-estas d-d-dos s-se sa-sa-sabían... –dijo, señalando los dos círculos más alejados del único templo activo.
-A ver si lo he entendido bien... Los templos se construyeron siguiendo el símbolo de la secta, y la ubicación de cada uno de ellos se cree que corresponde a los vértices del polígono. Por desgracia, no es seguro que así sea, por lo que los círculos definen el área en la que deben de estar. Las dos áreas que nos has señalado ya se conocían anteriormente, sin embargo, las otras dos restantes son suposiciones tuyas siguiendo el trazado del símbolo. ¿Voy bien encaminado? –explicó Harris.
Bryan asintió nerviosamente. Una sonrisa se dibujó en su rostro, como si acabase de obtener un gran logro.
-Ya veo, entonces nuestro objetivo está claro. Tenemos que ir a estos dos –el inspector señaló los dos vértices indicados anteriormente por Bryan-. El que se conociese antes la zona en la que están quizás signifique que se les ha dado mayor importancia.
-No pretenderás que vayamos solos –dijo Chris.
-No nos queda más remedio. Actualmente estamos suspendidos. Además, incluso si no lo estuviésemos, tendríamos que convencer a los de arriba de nuestras sospechas. Y eso nos va a llevar tiempo, si es que, para empezar, lo conseguimos.
-Dirás tus sospechas...
-Chris. Tú misma lo estás viendo. Es mucha coincidencia que se llame como mi hijo y esté relacionado con aquello por lo que el murió. Y ese color de pelo... esa chica, Leenah, y Adam... lo tienen del mismo color. Por no hablar de lo sucedido con Roger. Están pasando demasiadas cosas extrañas y quiero llegar de una vez al fondo de todo este asunto. De lo que está ocurriendo ahora y de lo que ocurrió hace diez años. Quién sabe lo que podría pasar si no lo hacemos...

Su compañera le observó si saber qué decir. Ella también sospechaba que algo raro estaba pasando, pero le estaba pidiendo meterse en la boca del lobo. Introducirse en un lugar desconocido donde podía haber más de esos asesinos sectarios escondidos.
-Si no me acompañas, lo entenderé. No voy a exponerte a este peligro –dijo Harris, leyendo sus pensamientos- No obstante, yo voy a hacerlo... es lo único que me queda...
-Tengo un mal presentimiento...
-Entonces, lo mejor es que te mantengas al margen –dijo el inspector al ver su expresión-. Me llevo esto, Bryan –acto seguido, y pese al nerviosismo de su dueño, cogió el mapa y se marcho de allí.

Así pues, siguiendo las indicaciones en el papel, Harris se plantó frente a un edificio abandonado de unos dos pisos aproximadamente. Se encontraba ligeramente apartado de los demás, rodeados, tanto éste como el descampado a su alrededor, por una valla metálica sobre la que podía observarse un cartel que indicaba la casi inminente realización de obras.

Desde el punto de vista del hombre, aquello decía “sospechoso” a gritos. No obstante, era de esperar, teniendo en cuenta que, si hubiese sido en un lugar habitado, habría resultado mucho más difícil esconderlo.

Tras mirar la fachada del edificio de arriba abajo, saltó la valla como mejor pudo y se adentró en él por la puerta principal, algo que resultó mucho más fácil, ya que carecía de puerta.

Llevaba una pistola encima. En la práctica, le habían quitado la que él utilizaba como policía, sin embargo, siempre guardaba una en su casa, la cual había llevado escondida durante todo el trayecto.

Ya dentro, buscó algo que le pudiese guiar hacia un sótano o zona subterránea. Ni se había molestado en plantearse la idea de que pudiese haber algo relacionado con el templo en el segundo piso. Las losas que cubrían el suelo estaban medio rotas, así como los azulejos de las paredes y los cristales de las ventanas. Tampoco había rastro de muebles, al menos en la primera sala a la que entró, quizás utilizada anteriormente para recibir a los visitantes.

Continuando con su investigación, pistola en mano, se adentró en un pasillo situado a la izquierda. Éste giraba a la derecha hacia otro más largo donde, a uno de los laterales, podían observarse varias habitaciones, tan vacías como la primera, y una puerta en el extremo, la única que había visto en lo que llevaba de recorrido.

Tomándoselo como una señal, avanzó hasta ella, vigilando a cada lado y a su espalda, pendiente de cualquier peligro. Entonces, posó su mano sobre el pomo y contó hasta tres, abriendo de golpe y apuntando con su arma al frente.

Por desgracia, sus expectativas se vieron reducidas cuando descubrió otra sala vacía. Lo único que la diferenciaba de las demás era su menor tamaño y su forma totalmente cuadrada. Pese a que la inspeccionó detenidamente, no encontró nada destacable. Por ello, se dispuso a dar media vuelta y buscar por otro lado.

Fue al girarse cuando escuchó un extraño sonido procedente de una de las habitaciones que había visto antes. Con la pistola al frente, camino a rápido pero silencioso hacia la más cercana. Entonces, irrumpió en ella, encontrándosela tan vacía como la primera vez.
Al volver atrás, se dio de bruces contra un encapuchado, quien le noqueó, dando lugar a la oscuridad absoluta.

“¿Qué ha pasado?”, pensó Harris mientras seguía sin ver nada pese a haber recuperado la consciencia. “Estaba en aquella habitación y entonces... Maldita sea. He sido descuidado.”
-Puedes quitarle la venda –dijo una voz que ya había escuchado antes.

Al recuperar la vista, lo primero que se encontró fue una sala, en apariencia bastante grande, similar a la que había en la planta baja del templo de las afueras, incluido el altar de mármol blanco, sólo que en este caso no existía segundo piso.
Sus manos y sus pies estaban atados, y a pocos metros frente a él, situado a un lado del altar, se encontraba Adam, el chico que les había dado la ubicación de Bryan.

Éste no estaba sólo, dos encapuchados, quienes le sacaban un par de cabezas al chico, también participaban. Uno de ellos también se encontraba junto al altar, mientras que el otro se mantenía cerca del inspector, vigilando que no hiciese ningún movimiento extraño pese a sus dificultades para ello. Además, también había una chica acostada encima del mármol blanco, durmiendo plácidamente. Se trataba de Leenah.
-Bienvenido, señor Shepherd, aunque sé bien que ése no es su verdadero apellido, inspector. ¿No ha venido su secuaz con usted?
-Le he dado el día libre.
-¿En serio? Pues ha tenido suerte...
-¡¿Qué es lo que pretendes?!
-Cumplir con sus deseos, inspector.
-¡¿Sus deseos?! ¡¿Te refieres al Kral?!
-Mejor... Permítame que le ilustre.

En ese momento, Harris empezó a sentirse mareado, el mundo a su alrededor se volvió borroso y, cuando quiso darse cuenta, se encontraba en la misma sala, rodeado de gente encapuchada, dispuesta en varias filas y arrodillada frente al altar, junto al que se encontraban una mujer y una joven, la primera con los brazos alzados, hablándole al resto.
-¡Hoy es un gran día, hermanos! ¡Pues mi querida hija, Janeth, ha cumplido la edad necesaria para emprender “el proceso de unión”!
-¡Oh! –aclamaron todos, algunos abrazándose a sí mismos y llorando.
-¡Los preparativos están casi terminados! ¡Mañana, la boca de mi pequeña será cosida, y su cuerpo atado y encerrado en este altar hasta que su alma sea una sola con Kral, dando lugar al nacimiento del ser que traerá la destrucción a este mundo!
-¡Alabado sea! –gritaron todos.
-¡Todos los sacrificios que hemos realizado! ¡Todo por lo que hemos luchado! ¡Por fin se cumplirá! ¡Ahora, volved a casa, descansad, y bañaos en sangre! ¡Pues sólo aquellos que lo hagan podrán presenciar el proceso!

Mi madre perdió a mi padre durante la guerra”. Harris escuchó una voz en su cabeza. Parecía la de una chica joven.

Después de aquello, su rencor y sus ansias de venganza la llevaron a unirse a la secta. No le importaba nada ni nadie más. Ni siquiera su propia hija. Lo único que hacía era aferrarse a la idea de que el demonio se lo llevaría todo por delante.

La fe que demostró fue admirable, y llegó a ganarse el respeto de los sectarios, ascendiendo posiciones. Finalmente, llegó a ofrecerme a mí para unir mi alma con la del demonio.

Yo sabía que lo que hacíamos estaba mal, pero quería hacerla feliz.

Mientras le contaba aquella historia, ante él aparecieron la mujer y su hija en una habitación, a solas.
-¡Bien hecho, hija mía! ¡Con esto, por fin se cumplirá nuestro deseo y todos pagarán por lo que le hicieron a tu padre! –exclamó a la vez que la abrazaba. Su expresión era eufórica, dejando entrever matices de locura.
-Sí, mamá... –Janeth le devolvió el abrazo, sin embargo su expresión era todo lo contrario. Como si guardara en su interior una pesada carga que estaba a punto de alcanzar su límite.

Más de una vez pensé en quitarme la vida. Pero no pude hacerlo. Sentía que si lo hacía, estaría huyendo. Por desgracia, tampoco tenía el valor para detenerla.

De nuevo, volvió a encontrarse rodeado de gente. Esta vez, dos personas ayudaban a la madre de Janeth a atar a su hija mediante alambres de pinchos. Uno alrededor de ambas muñecas, otro alrededor de ambos tobillos, y un tercero que giraba en torno a todo su cuerpo, siguiendo una espiral. Además, llevaba la boca cosida, mostrando una expresión de desesperación y dejando escapar lágrimas de dolor. Tanto a partir de sus labios como de sus extremidades caían gotas de sangre.

Entre los dos sectarios la cogieron mientras su madre destapaba el altar, dejando ver un hueco en su interior. Allí la depositaron y volvió a poner la tapa.

En ese momento, sentí odio hacia ellos, hacia mi madre, por haberme hecho algo así. Sin embargo, sabía que en parte era culpa mía.

-¡Hermanos! ¡Pronto se cumplirá nuestro objetivo! ¡Pronto llegará el final! ¡Dejemos que la unión se produzca!
El inspector se fijo en que había numerosas velas dispuestas por toda la sala, además de un barreño lleno de sangre situado cerca del altar.
-¡Verted la sangre! –exclamó la mujer mientras los dos ayudante dejaban caer el líquido sobre el mármol blanco, tiñéndolo de color carmesí.

Me dejaron ahí sola durante días. Sin comida. Sin bebida. Mientras perdía sangre poco a poco y era expuesta a infecciones a través de mis heridas.

Durante ese tiempo, escuché una voz. Era grave y maliciosa, pero, por algún motivo, calmó mi desesperación. Fue entonces cuando lo vi, delante de mí y, a la vez, sólo en mi imaginación. Era el demonio.

Me dio las gracias. Había conseguido saciar su hambre y ahora quería cumplir con su parte del trato. Cumplir con mi deseo.
-¿Tu deseo? –preguntó Harris, sin tener claro si ella podía escucharle a él- ¿Y cual era tu deseo?
No lo sé. Pues una parte de mí quería hacer feliz a mi madre, pero otra quería acabar con todo.
-Entonces, ¿tenías dos deseos?
Así es.
-¿Y cuál se cumplió?
Escuché una voz fuera del altar. Pensé que era parte de mi locura, o, simplemente, sonidos del más allá, en el que creía encontrarme. No obstante, seguía viva. Aunque, quizás  no fuese la palabra adecuada.

Esta vez, vio cómo un grupo de personas con antorchas en las manos avanzó por el templo de forma apresurada.
-Debemos quemar este sitio antes de que sigan cometiendo atrocidades. Dios santo, mirad, está todo lleno de sangre.
-Parece que es de hace varios días.
-No os entretengáis y esparcid el fuego de una vez.
Entonces, algo golpeó la tapa del altar, provocando que ésta saliese volando hasta romperse en pedazos contra el suelo. Esto alteró a los presentes, quienes se giraron, poniendo la antorcha por delante.

Acto seguido, del interior del altar aparecieron brazos cuya piel se hallaba descompuesta, seguidos por una cabeza de larga melena negra que conjuntaba con un vestido del mismo color, el cual había vestido Janeth antes de ser depositada dentro. Un grito de horror se produjo en el grupo cuando el resto del cuerpo hizo acto de presencia, pues el ente que tenían ante ellos se movía a cuatro patas, con las articulaciones dobladas de forma anormal y la cadera girada 180º con respecto al torso. Asimismo, las manos estaban vueltas hacia la cabeza y apoyaba en el suelo la parte de atrás de las rodillas.

Antes de que pudiesen pedir ayuda, el monstruo aceleró el paso y fue cortando sus cabezas una por una, desgarrando la musculatura de sus cuellos mientra las sangre brotaba de sus arterias como una fuente de agua.

En poco tiempo, ya no quedaba nadie vivo. Tan sólo ese ser, engendrado por la unión de la chica con el demonio. Al mismo tiempo, las antorchas cayeron a tierra y prendieron la madera que constituía buena parte del templo. Entre el fuego y el calor, Janeth agarró una de las antorchas.

Mi cuerpo se movió solo. No quería dejar que esa gente quemase el templo al que mi madre se había aferrado. E, irónicamente, fue por mi culpa que acabase devorado por las llamas. Supongo que eso también formaba parte de mi otro deseo.

Su madre entró en el templo y observó horrorizada cómo el fuego se extendía por toda la construcción. Acto seguido, sus ojos se posaron sobre su hija, pero no se mostró para nada asustada, sino más bien al contrario. Su expresión rebosaba júbilo.
-¡Alabado sea! ¡La unión se ha completado! ¡Kral está con nosotros! ¡No! ¡Ahora ése no es tu nombre, ¿verdad?! ¡Ahora eres KoRrAL! ¡El nacimiento a partir del pecado y la carne!

El monstruo se acercó lentamente a ella. A pocos pasos de la mujer, alargó la mano que no sostenía la antorcha y acarició sus mejillas suavemente mientras lágrimas caían desde sus ojos.
-Ahora, por favor, deja que se haga tu voluntad –continuó la mujer-. Acaba con este mundo cruel.

Sin embargo, contrariando sus expectativas, el ser se acercó la antorcha a sí mismo y ardió casi instantáneamente. No hubo gritos de dolor.
-¡No! ¡¿Qué estás haciendo?! –exclamó la madre, buscando algo con lo que sofocar las llamas.
Fue entonces cuando KoRrAL la acogió entre sus brazos. Un tierno abrazo a la vez que mortal, pues el fuego también envolvió a la mujer.

No intentó huir y, pese al sufrimiento por las quemaduras, una extraña y pacífica sonrisa se dibujó en su rostro.

Finalmente el templo fue consumido, al igual que, poco después, le ocurriría a los demás.
Creo que mi deseo de acabar con toda aquella locura fue más fuerte, pero, por desgracia, no significó el fin.

Mi intención de destruir el mundo continuó en manos del demonio, quien no dudó en aprovecharse de los restos de la secta para realizarlo. Por suerte, la primera vez conseguisteis detenerle.
-¿Detenerle? ¿Cómo?
Para traer al demonio se necesitaron sacrificios y una persona con la que unir su alma. Para traer a la unión entre mi alma y la suya, KoRrAL, se requiere un proceso similar, sólo que la persona que contenga a dicha entidad debe ser alguien que haya muerto con la mayor cantidad de sentimientos negativos posibles dentro de su mente. Es decir, alguien que se haya suicidado. Una vez haya ocurrido esto, dicha persona volverá a la vida para ser el último sacrificio ofrecido en uno de los altares del templo.
-Eso significa que mi hijo...
Él iba a ser utilizado como último sacrificio, sin embargo, detuvisteis el proceso antes de que se hiciesen los suficientes. Ahora, se ha completado. Tan sólo queda matar a Leenah encima del altar.
-¿Por qué me cuentas todo esto? ¿No se supone que formas parte de él?
No quiero que cumpla ese deseo. Tengo parte de culpa en su nacimiento, y quiero enmendar mi error. Por desgracia, ahora mismo es él quien domina. Necesito más tiempo para cambiar las tornas y hacer que desaparezcamos por completo. No debes dejar que la secta consiga su objetivo...
La voz de la joven fue atenuándose cada vez más hasta que desapareció por completo, dejando al hombre un poco desconcertado. Sin embargo, no tardó en saber a qué se debía, ya que, tras una breve oscuridad, volvió a tener delante de él a Adam y la imagen del templo.

-Veo que ya has vuelto de tu viaje, ¿qué te ha parecido? –preguntó el joven de pelo cano con una sonrisa de superioridad.
-Bastante... revelador... –contestó el inspector, todavía un poco mareado por la experiencia-. Pero, ¿cómo...?
-¿...he hecho eso? –Adam se metió la mano en el bolsillo y sacó un pequeño frasco de plástico. Dentro había un líquido transparente- Es un tipo de droga. Tarda un poco en hacer efecto pero causa un estado de trance a aquellos a los que se les inyecta. Ella me dijo que quería hablar contigo, así que te lo administramos antes de que despertases.
-¿Ella te lo dijo?
-Tengo la “habilidad” de hablar con KoRrAL. Es lo que me ha permitido ascender a lo más alto en los restos de la secta. Gracias a ello he comprendido su gracia y su poder, siguiendo sus órdenes como su humilde siervo, sin hacer preguntas. Y ahora, me dispongo a realizar su última tarea –dijo mientras el sectario que tenía más cerca le entregaba un puñal-. Mataré a Leenah y haré lo que mis antecesores no pudieron.
-¡No! –exclamó Harris mientras el joven agarraba con ambas manos la empuñadura y se disponía a hundirla en el pecho de la chica.
-¡Alto! –gritó otra voz situada detrás de él. Se trataba de Chris, quien apuntaba con una pistola a la espalda de Adam, haciendo que girase la cabeza lentamente.
-¡¿Chris?! –preguntó el inspector, sorprendido-. ¡¿Qué haces aquí?!
-¡¿Tú qué crees?! ¡Salvarte el culo, imbécil!
-¡Pero, ¿cómo has encontrado este sitio?!
-Le pedí a Bryan que me llevase hasta aquí. Te sorprendería lo participativo que puede ser si lo tratas amablemente.
-Tsk, ese imbécil –murmuró Adam-. No pensé que tuviese el valor de salir de su “cueva”. Mucho menos para guiarla a esa mujer.
-¡Deja de cuchichear y suelta el arma!
-Jaja... Lo siento, pero ahora que estoy a un paso de conseguir mi objetivo. ¡No voy a permitir que me lo impidas! –dicho esto, hizo descender su arma, no obstante, el disparo de Chris fue más rápido y certero, penetrando en su hombro derecho, de manera que soltase el puñal y acabase en el suelo.

Entonces, el sectario situado al lado de Harris sacó otra pistola, aquella que había pertenecido al inspector, y apuntó a la mujer.
-¡Cuidado! –gritó el hombre, rodando por el suelo hasta chocar contra una de las piernas del sectario, logrando que este perdiese el equilibrio y cayese al suelo.

Mientras tanto, su compañero agarró el puñal e intentó penetrar el corazón de Leenah, recibiendo, por parte de Chris, un disparo cercano a su posición, lo que le obligó a refugiarse detrás del altar.
Al mismo tiempo, la mujer avanzó hacia el que estaba junto a Harris, propinándole una patada en la cabeza y desatando a su compañero.
-¡No sé cuántas te debo ya! –agradeció el inspector mientras corría hacia el sectario en posesión del puñal, lanzándose sobre él y logrando que éste acabase otra vez en el suelo.

Por su parte, el sectario de la pistola incorporó la parte superior de su cuerpo y levantó el arma hacia Chris, quien le disparó a la cabeza sin andarse con rodeos. Por desgracia, antes de eso, recibió un balazo en el vientre, dejándola incapacitada.

Mientras Harris forcejeaba con su adversario, Adam recogió el arma blanca y se levantó, utilizando el altar como apoyo.
-Se... acabó, inspector.
-¡Mierda!
Sacando fuerzas de donde pudo, Harris empujó a un lado al sectario y se lanzó a por Leenah apartándola en el último momento y recibiendo él una puñalada en la espalda.
-¡Agh! –gritó de dolor a la vez que Adam, preso de la ira, se disponía a apuñalarle por segunda vez.

Lo único que recordó haber escuchado en ese momento fue el sonido de un disparo, pues su mirada se volvió borrosa y su cuerpo empezó a debilitarse. Cuando quiso darse cuenta, quedó inconsciente.

Al despertar, lo primero que observó fue una habitación de paredes blancas y una cama, con sábanas del mismo color, sobre la que se hallaba acostado. Tenía una mascarilla de oxígeno puesta y estaba conectado a varias máquinas y vías.
Una enfermera, al verle, salió de la habitación. Acto seguido, Harris volvió a cerrar los ojos.

-Has tenido suerte –dijo su superior después de volver en sí por segunda vez-. Tanto tú como Christina habéis recibido heridas graves, pero sobreviviréis –declaró.
-¿Qué... ha... sido de... la chica? –preguntó el inspector. Le costaba bastante hablar.
-Si te refieres a Leenah, está bien. Christina llamó a la policía antes de entrar a rescatarte, mintió sobre los sucesos para hacer la situación más creíble, aunque ello os costase el puesto.

Harris miró por la única ventana que había en la habitación. A esas alturas, no le importaban las consecuencias. Si eso significaba haber acabado con lo que empezó hacía más de un siglo y vengar la muerte de su hijo, estaba conforme.
-Un... momento... –comenzó a decir Harris, al darse cuenta de algo-. ¿Dónde... está... ese... chico... Bryan...?
-¿Bryan? –su superior levantó levemente la cabeza, haciendo memoria-. ¡Ah, sí! De momento lo tenemos bajo arresto provisional, queremos que testifique para el caso. Lo mismo va para ti y Christina. Los dos testificaréis una vez os hayáis recuperado.
-... –no había nada más que decir. Al final, todo se había solucionado y el caso se había reabierto. Con el tiempo, investigarían los templos y buscarían a los sectarios restantes. Si es que quedaban más. Todo había salido bien.
-Ahora descanse, Harris –dijo el superior, marchándose de allí.
-Eso... haré...
Tras diez largos años, por fin podría descansar...

Después de la recuperación y la testificación en el caso, Nathan Harris recibió una prejubilación forzada. Era una manera de despedirle, pero manteniendo su imagen, ya que, al fin y al cabo, había contribuido en la resolución del caso.

Por otro lado, Christina Campbell, gracias a las declaraciones de Harris a su favor, sólo recibió una prolongación de su suspensión.

Leenah y Bryan, recibieron atención psiquiátrica, viviendo ambos en un centro especializado. Ambos habían estado al cuidado de la secta, por lo que vivir por sí mismos dentro de la sociedad, dado su estado, era algo que iba a requerir tiempo.
Harris iba a visitarlos todos los días, ahora que tenía tiempo. Hablaba con Bryan, intentando que le recordase. Tanto a él como a su mujer. A sus padres. Sin embargo, como le dijo Janeth, Bryan murió, o al menos, el Bryan que él conocía.

Tanto Adam como los sectarios, perecieron aquel día en el templo. Se realizaron investigaciones y se encontraron los templos que quedaban, encarcelando a otros sectarios refugiados en ellos. Más tarde, se realizó un informe para decidir qué hacer posteriormente con esos lugares pero, mientras se tomaba una decisión, se mantendrían bajo vigilancia y cerrados al público.

-Gracias por todo –dijo Harris antes de salir del centro psiquiátrico y encaminarse hacia su casa. Todavía se movía con cierta dificultad, por lo que llevaba un bastón que le ayudaba en el proceso.

El hombre no se había rendido con su hijo. Sabía que, probablemente, nunca le recordase, pero, aun así, quería empezar una nueva relación. Empezar desde el principio. Para él, verle vivo y mejorando poco a poco, era lo más importante. Se preguntaba si su exmujer le creería o si simplemente pensaría que estaba loco, pero quería pensar que algún día, las cosas se estabilizarían. De alguna manera, todo volvería a la normalidad.

Perdido en sus pensamientos, cuando quiso darse cuenta, se encontraba en mitad de una calle vacía. Era totalmente recta, sin bifurcaciones ni curvas. Los edificios, cuya fachada era de color gris oscuro, parecían abandonados, y no se observaba ningún negocio abierto. Las farolas que la iluminaban tenían la bombilla rota y la luz se encendía y apagaba con frecuencia, y pese a que todo estaba en silencio, a veces podía escucharse el susurro del viento, seguido del movimiento de papeles o bolsas de plástico.
-¿Dónde estoy? –preguntó el hombre.

Fue entonces cuando sintió sobre sus hombros un par de manos, agarrándole con suavidad. Al mismo tiempo, una cabeza apareció por su lado derecho, dando lugar a que girase el cuello lentamente, temblando y respirando con agitación.

En ese instante, la vio. A escasos centímetros de su cara. Un monstruo con la boca cosida y las cuencas de sus ojos vacías. Su piel era escasa y putrefacta, y su melena, larga y negra, caía sobre ambas mejillas.
-¿Janeth...? –logró preguntar el inspector, pese a que el horror y la sorpresa se reflejaban en su rostro.
-Esto no ha acabado... –respondió el ente, con voz grave, poco antes de que su boca se abriese ante los gritos del hombre.

Al día siguiente, se anunció la desaparición de Nathan Harris...