sábado, 28 de julio de 2012

The demigoddess and the necromancer: Capítulo 13



-¿Correr hasta allí? –preguntó Seph.
-¿Quieres decir con sus propias piernas? –se extrañó Drake.

Apenas escuchándoles, el nigromante observó tanto a la juez como al cadáver atravesado por su brazo, quien había resulta ser el hombre que le había pisado la cola a Miruru.

Ignorando miradas y comentarios, Marie apartó el brazo, dejando ver un agujero del diámetro de éste en el pecho de la víctima y dejándola caer al suelo.

Tras esto, intentó limpiar la sangre pero, por su expresión de desagrado, se dedujo que no había tenido mucho éxito.
-Mira que te avisé –dijo mientras volvía al área de combate, paseándose tranquilamente por un corrillo hecho por los que se apartaban a su paso.

Entonces, de nuevo en el centro, continuó con la presentación.
-¡Muy bien! ¡Antes de nada, os pido que no os preocupéis por el cadáver! ¡Se recogerá enseguida! ¡Palabra! ¡Así pues, procederé a nombrar a los primeros contrincantes!
-Esa juez... es realmente fuerte –comentó Seph.
-Lo que acaba de hacer le ha servido para hacerse respetar. A partir de ahora, ninguno se atreverá a armar escándalo. Puede que ese hombre ni siquiera haya incumplido las reglas y sólo haya sido usado como cabeza de turco –explicó Kai
-Pero eso es cruel –se quejó Miruru.
-Estamos en un mundo sin reglas. El que lo consideres cruel o no, no les importa.

Durante el primer enfrentamiento, Kai se dedicó a observar los movimientos de ambos luchadores.

Uno de ellos era el hombre ciego del que le había hablado Marie, quien se mostraba sereno en combate, manteniendo una expresión fría e imperturbable.

A simple vista, no llevaba ningún arma consigo. Todo lo contrario que su adversario, quien acababa de sacar una cimitarra y la empuñaba frente a él, amenazante.

Años atrás, habían existido diferencias entre el uso de armas blancas y armas de fuego, dado que las segundas daban una mayor ventaja en combate tanto en potencia como en distancia. Sin embargo, eso había cambiado.

En la actualidad, cualquier arma podía ser letal dependiendo de la mano que la empuñase.

Pese a no darse ninguna señal de comienzo, ambos adversarios comenzaron el combate. El uno frente al otro, sin moverse ni un centímetro, pero con tal tensión en el ambiente, que daba a entender que, en cualquier momento, uno de ellos podía acabar con el otro.

Finalmente, el joven de la cimitarra tomó la iniciativa, desplazándose por el lateral y, de forma sigilosa, con la guardia alzada y su arma preparada; intentando provocar a su adversario para que fuese el primero en atacar.

Por su parte, Kai frunció el entrecejo. El hombre de la cimitarra estaba siendo muy ingenuo. Cualquiera con dos dedos de frente podía predecir que buscaba el contraataque y, por lo que pudo ver, el hombre ciego no cayó en la trampa, pues permaneció inmóvil en la misma posición con la que había empezado.
-¿Huh? ¿Acaso no sabe que está pelando? –preguntó Miruru, quien había acabado de comer y se acariciaba el vientre, satisfecha. El reciente asesinato no parecía haberle quitado el apetito.
-Claro que lo sabe –contestó Drake-. Está concentrado. No va a caer en su truco y esperará a que sea su enemigo quien ataque. A eso le llamo yo unos nervios de acero.
-Así que los dos están buscando el contraataque. Esto puede hacerse muuy largo –bostezó Seph.

Mientras tanto, el de la cimitarra continuó con su provocación, utilizando el movimiento ágil de sus piernas y el ruido de su arma para atraer la atención de su contrincante, quien, si no fuese porque respiraba, habría sido dado por muerto, pese a estar en pie.

Fue entonces cuando ocurrió algo inesperado para algunos de los espectadores.

Tras dibujar una circunferencia en el aire con sus manos, el hombre ciego llevó una de ellas a su costado, situando, al mismo tiempo, una pierna delante y otra detrás, dejando caer sobre la primera la mayor parte de su peso y formando una L con ambas.

Al ver ese movimiento, su adversario se preparó para esquivarle y devolverle el golpe, pero lo que no esperaban era que su ataque fuese dirigido al suelo, al que el hombre ciego golpeó con la palma de la mano que se había llevado al costado, de manera que, un segundo después, el hombre de la cimitarra despegó de la superficie, recibiendo un impacto invisible desde abajo.

Entonces, mientras el enemigo intentaba recuperarse en el aire, llevó la otra mano al costado y golpeó el espacio que le separaba de su contrincante, quien se vio empujado por una gran fuerza hasta salir despedido por encima de las cabezas del resto de participantes, chocando contra la pared de la sala y quedando inconsciente.

-Admito que no me lo esperaba –señaló Drake, viendo cómo el perdedor era sacado de allí.
-¿Qué ha sido eso? ¿Le ha golpeado con aire? –preguntó Miruru, confusa.
-Probablemente, ese hombre sea un usuario de Radiar que ha desarrollado su fuerza hasta ser capaz de crear ondas de choque con el movimiento de sus brazos –aclaró Kai.
-¿Significa eso que para lograrlo, ha tenido que sacrificar otras cualidades como la velocidad de sus piernas? –añadió Miruru.
-Al centrar el uso del poder del Radiar en una característica concreta, es posible que otras se hayan visto reducidas, aun así, si ha conseguido entrenarla hasta un nivel muy alto, podrá suplir esa falta.

Una vez terminado el combate y habiéndose declarado el ganador, Marie anunció el siguiente enfrentamiento.
-¡Y los siguientes en luchar son: Kai y Drake! ¡Que disfrutéis del combate!
-Vaya –dijo Kai, girando la cabeza hacia su adversario.
-Esto debe de ser el destino. Una oportunidad de vengarte por haber intentado robarte a la chica –dijo Drake.
-¡No somos pareja! –exclamaron ambos.
-¡¿Entonces en tu corazón todavía hay hueco para mí, rubita?! ¡No sabes lo feliz que me hace oír eso! ¡Una vez la victoria caiga en mis manos, los dos podremos sumirnos en un viaje lleno de amor y pasión!
-Este tío es un idiota, ¿no? –indicó Miruru.

De repente, un escalofrío recorrió el cuerpo de Drake, quien acababa de sentir la mirada asesina de Seph detrás de su nuca. Despacio, se dio la vuelta, dibujando una sonrisa en su rostro en la que se reflejaba el terror.
-¡E-era broma! ¡Te lo aseguro!
-¡Como no vayas hacia allí ahora mismo te mando yo de una patada! –exclamó la joven, señalando el área de combate.
-¡Sí, señora! –respondió Drake, corriendo como alma que lleva el diablo.
-Jajaja –rió Miruru, con una sonrisa irónica.
-¡De verdad que no sé qué hacer con él! –dijo Seph llevándose una mano a la frente.
-En fin, supongo que me toca –dijo, por su parte, Kai.
-Buena suerte –le deseó Miruru.
-¡Ah! ¡Una cosa! ¡Dile a ese idiota que ni se le ocurra perder! –le pidió Seph.
-T-tranquila, lo haré.

Una vez estuvieron el uno frente al otro, Drake se acercó a Kai y le tendió su mano.
-Espero que sea un gran combate.
-Lo mismo digo –respondió Kai, estrechándola.

Tras esto, se alejaron un poco y se prepararon para el inicio del combate, momento en el que Drake cogió dos esferas de color blanco de su cintura y las lanzó hacia Kai, estallando poco antes de llegar hasta él y generando una densa capa de humo.
-¡Cough! ¡Cough! ¡¿Bombas de humo?! –se quejó el nigromante, intentando escapar, cuando otras dos esferas, esta vez de un rojo intenso, aparecieron frente a él- ¡Primer espíritu: Kagami!

Poco después de terminar su invocación, ambos objetos explotaron, logrando que el joven saliese despedido hasta aterrizar en el lado contrario. Por suerte, no había recibido ningún daño.
-¡Eres bueno! –exclamó Drake, a la vez que el humo desaparecía poco a poco.
-¡¿Qu-qué llevas puesto?! –preguntó Kai, levantándose del suelo.
-¡Ah, esto! Me permiten ver mejor a través del humo –respondió su adversario, señalando unas gafas especiales que descansaban sobre su nariz.

“Suerte que tenía a Kagami, si no, el combate habría acabado”, pensó Kai. Justo entonces, al chico se le ocurrió una idea.
-Je, ya sé cómo vencerte –dijo con una sonrisa frente a la expresión de desconcierto de su contrincante- ¡Tercer espíritu: Etheria!

Sin embargo, su confianza se esfumó cuando se dio cuenta de que su invocación no había tenido efecto, lo que dio lugar a una situación tensa en la que ambos adversarios permanecieron quietos y en silencio, mirándose el uno al otro, hasta que Kai lo rompió.
-No puede ser.
-¿Te importa si continuamos con el combate? –preguntó Drake, cogiendo varias bolas rojas y lanzándoselas.
-¡Maldita sea! –se quejó Kai, esquivándolas mientras explotaban una detrás de otra.

-¿Mmm? ¿Qué le ocurre a Kai? –preguntó Miruru, quien, junto a Seph, observaba el combate desde el área de descanso.
-¿Por qué lo dices? –se extrañó Seph.
-Normalmente ya habría contraatacado, pero lo único que hace es huir.

“¡¿Por qué ahora?!”. Debido a que el contrato con las invocaciones era un acuerdo entre dos partes, éstas podían disponer condiciones, pudiendo negarse a ser invocadas en ciertas situaciones, ya fuese por estar en desacuerdo con las decisiones del invocador o simplemente por querer descansar. Normalmente, el invocador era conocedor de esas condiciones, pero debido a todo el ajetreo de los últimos días, Kai había olvidado revisarlas.

Así pues, continuó no tuvo más remedio que seguir corriendo para evitar los explosivos, sin darse cuenta de que a sus pies habían otros.

La detonación le hizo volar por los aires, logrando aterrizar con las manos en el suelo, no sin recibir heridas por todo el cuerpo.
-¡¿Qué ha sido eso?! –preguntó, confuso, mientras se agarraba el hombro con la otra mano, debido al dolor.
-Antes, aproveché la cortina de humo para esconder algunos explosivos bajo la superficie. Las otras bombas sólo eran una distracción. Lo que realmente quería era atraerte hasta allí.
-¡Agh! –se quejó el nigromante.

Al observar más detenidamente el terreno, se dio cuenta de que el propio Drake estaba rodeado por numerosos explosivos en tierra, formando una defensa a su alrededor.

-¡Guau! ¡Eso ha sido increíble! –exclamó Miruru, emocionada.
-Cuando se trata de explosivos Drake es el mejor. Lleva un arsenal enorme, y suele ser un buen estratega.
-¿A vosotros...? –empezó a decir Miruru, desviando la vista al no saber si continuar o no, lo que extrañó a Seph- Quiero decir, ¿os inyectasteis el Radiar?
-¿Eh? Ah... –la expresión de la otra chica se volvió triste al escuchar su pregunta.
-¡Ah! ¡Lo siento! Sabía que podía ser un tema delicado.
-No, tranquila. Verás, es que tanto Drake como yo, no tenemos buenos recuerdos con el Radiar.

“Tengo que comprobar si sólo es Etheria o los demás también se niegan a ser invocados”, pensó Kai mientras cerraba los ojos unos instantes.

Cuando volvió a abrirlos, su expresión no fue muy esperanzadora.
“Sólo dos o tres”, suspiró, “Menudo momento han elegido.”
-¡No te distraigas! –exclamó Drake, lanzando otra serie de explosivos sobre él.
-¡Octavo espíritu: Sázam! –invocó Kai, aumentando su velocidad a la hora de esquivarlos.
-¡Mierda! ¡¿De dónde ha sacado esa velocidad?!

“Kagami, May y Sázam. Protección, purificación y velocidad. May no va a serme de ayuda en este momento por lo que sólo me servirán Sázam y Kagami. No me gustaría tener que usar a Hel en el primer combate”, continuó cavilando mientras echaba un vistazo al terreno, “A su alrededor está todo cubierto de explosivos. Aunque intente pasar con Kagami a través de ellas, la protección y el tiempo puede que no sean suficientes, además, la onda expansiva evitaría moverme como quisiera y él aprovecharía para contraatacar. Por otro lado, aun con la velocidad de Sázam, sería imposible no pisar alguna de ellas, y nada me asegura que no las detone antes de tiempo.
¿Entonces qué? ¿Las salto? No, si lo intentara estaría desprotegido y podría atacarme fácilmente. Además, ¿sería capaz de saltarlas todas?”

Mientras tanto, más explosivos volaron hacia él. Pese a que consiguió esquivarlas con apenas dificultad, éstas no explotaron sino que comenzaron a rodar en su dirección.
-¡Oh, no! ¡¿Pero cuántos tipos de explosivos tiene este tío?!

Ante la nueva amenaza, lo único a lo que pudo recurrir fue correr, perseguido.
-Una vez fijan un objetivo, ruedan tras él hasta que lo alcanzan, y entonces, ¡boom! –explicó Drake.

Utilizando su velocidad, consiguió alejarse de ellas, pero, de nuevo, volvieron a acorralarle contra las que habían sido enterradas.
“¡¿Y ahora qué?!”, pensó mientras veía cómo las esferas rodantes se acercaban cada vez más y más.
“¡Piensa! ¡Piensa! ¡Piensa!”

Entonces, se dio cuenta de algo, lanzándose de repente contra los explosivos que le perseguían, que explotaron nada más contactar con él.
-¡¿Pero qué hace?! –gritó Drake, quien, debido a la sorpresa y al punto ciego generado por la detonación, no logró detectar a tiempo la presencia de una figura volando en su dirección.

En ese momento, Kai había atravesado su escudo de explosivos, golpeándole en la mejilla al aterrizar y cayendo ambos al suelo.
-Ah... ah... –jadeó Kai, debido al cansancio.
-¿Cómo lo has hecho? –preguntó Drake.
-Imaginaba que no te esperarías lanzarme contra esas cosas, así que aproveché la onda expansiva de la explosión para atravesar a mayor velocidad tu escudo y evitar que reaccionases.
-¿Aprovechaste la onda expansiva?
-Si lo hubiese hecho estando quieto no hubiese servido de nada, pero al ir de frente hacia los explosivos, a toda la velocidad que me fuese posible, la fuerza contraria haría que saliese disparado en tu dirección. Arriesgado, pero ha salido bien.
-¿Y cómo has conseguido salir ileso?
-Digamos que, justo antes de salir volando, utilicé cierto truco para protegerme de cualquier daño.
-Eso suena bastante conveniente –replicó Drake, poniéndose en pie a la vez que Kai.
-Es posible.
-No ha estado mal. Sabía que podías intentar venir por arriba, pero no esperaba que de esa manera. La sorpresa ha jugado en mi contra.
-A esta distancia ni sueñes en utilizar una de esas bombas.
-Tranquilo, a esta distancia, un paso en falso y yo también estallaría.
-¿Y bien? ¿Qué se te ocurre?
-¿Una pelea a puñetazos? –propuso Drake, devolviéndole el golpe, seguido de un rodillazo dirigido al estómago.

En respuesta, el nigromante, quien logró reponerse rápidamente, desvió un tercer golpe, contraatacando con un puñetazo al pecho y una patada al tobillo, con lo que logró derribar a su adversario.

Dispuesto a terminar el combate, lanzó un derechazo hacia Drake, pero éste consiguió librarse empujándole con las dos piernas.
-¡No te pienses que soy malo peleando cuerpo a cuerpo! –le desafió Drake, tras ponerse en pie.
-¡Octavo espíritu: Sázam!

Entonces, en un visto y no visto, un golpe en el cuello dejó inconsciente a Drake, dando por finalizado el combate.
-Lo siento. Puede que tú no puedas utilizar tus explosivos, pero eso no significa que yo no pueda invocar a mis espíritus. O al menos a algunos de ellos –declaró Kai.

miércoles, 18 de julio de 2012

The demigoddess and the necromancer: Capítulo 12

-¡Ooooh! ¡Cuánta gente! –exclamó Miruru, sorprendida al ver a todos los que se habían reunido para el evento.
-Si que eres fácil de impresionar –comentó Kai, situado a su lado.

Como era de esperar, se encontraban en un subterráneo, escondidos de las autoridades a fin de que todo se desarrollase sin problemas.

La iluminación le recordaba un poco al Stargazer, discreta, aunque les permitía distinguir a participantes y contratantes. Una gran diversidad de rostros que a saber si llegarían a conocer.
-Mires donde mires, sólo ves asesinos y mercenarios dispuestos a matar a quien sea con tal de cobrar –dijo Kai.
-¿Es ahí donde pelearemos? –preguntó Miruru, señalando una extensa área circular alrededor de la que se amontonaban los participantes.
-Supongo. Da la sensación de que, para ser algo tan importante, lo han preparado todo a última hora. Aunque tampoco me extraña. Pese a que hay unos principios y una jerarquía, cuando hablamos de reglas, es distinto.
-Estáis aquí –dijo la voz de Anna, apareciendo justo detrás de ellos- ¿Preparados?
-¡Por supuesto! –exclamó Miruru, chocando sus puños animadamente.
-¿Cómo decidirán el orden de los combates? –preguntó Kai.
-Normalmente, se selecciona a alguien como juez, y esa persona elige los contrincantes al azar para que se enfrenten.
-¿Un juez? Creía que no había reglas.
-Y no las hay, pero ya has visto a los participantes. Si ese juez no estuviese, esto se convertiría en un absoluto caos –dijo la mujer, encogiéndose de hombros.
-Me hago una idea –respondió el chico, suspirando.

Probablemente, ese juez fuese una persona bastante fuerte. Capaz de mantener la cordura en aquel coliseo de locos.
-En fin, me marcho. Sólo venía a desearos suerte.
-No la necesitamos. Ganaremos –dijo el nigromante, a lo que ella respondió con una sonrisa, desapareciendo poco después entre la muchedumbre.
-Sigo sin fiarme de ella –indicó Miruru.
-Sé cómo te sientes, pero es la única pista que tenemos por ahora –contestó Kai, quien, tras perder de vista a la informante, volvió la cabeza hacia el área de combate- Será mejor que estemos atentos, no creo que tarde mucho en empezar. Recuerdas el entrenamiento, ¿no? –preguntó.

Miruru asintió y levantó el pulgar, sintiendo de repente un fuerte dolor en su cola.
-¡Aaaay! –chilló, empujando al suelo a un hombre de mediana estatura que se encontraba a su espalda.

Entonces, agarró su propia cola, acariciándola con lágrimas en los ojos. Por lo que la situación dio a entender, el hombre la había pisado.

Tras levantarse, éste agarró el hombro de la joven y la obligó a girarse para encararla.
-¡¿Qué te crees que haces?! –exclamó, lleno de rabia.
-¡Eso debería decirlo yo! ¿¡No ves que me has pisado, pedazo de imbécil!? –respondió ella, apartándole la mano.
-¡¿De qué hablas?! ¡Si ni siquiera te he tocado!
-¡¿Cómo que no?! –replicó Miruru enseñándole su cola– ¡Deberías pedirme disculpas!
-¡¿Qué?! –habiendo colmado el límite de su paciencia, el hombre sacó un cuchillo y lo blandió amenazante- ¡Yo sólo conozco una forma de disculparme, niñata! ¡Y te aseguro que no te va a gustar!
-¡Inténtalo! ¡Te partiré el cráneo!

Viendo que la situación se estaba descontrolando, Kai decidió intervenir.
-¡Tranquilo! ¡Calma! Ha sido un accidente. Ella no pretendía empujarte, y seguro que tú tampoco pisar su cola. Así que, por esta vez, dejémoslo estar.
-¡Apártate de mi vista! –exclamó el hombre, disponiéndose a golpearle cuando, apareciendo desde arriba, algo le interrumpió, levantando polvareda y cegándolos.

Una vez recuperaron la vista, vislumbraron una figura humana con una de sus rodillas apoyada sobre el suelo.
-Preferiría que no peleaseis todavía. No me gustaría que esto terminase antes de empezar.

Levantándose del suelo, la figura se encaró al hombre del cuchillo.
-Guarda tu arma. Ya tendrás tiempo de ajustar cuentas. No querrás cabrear al juez, ¿verdad?

Sin saber qué decir, el hombre chasqueó la lengua con desagrado y guardó el cuchillo, marchándose de allí.
-Gracias –dijo Kai, todavía algo sorprendido.
-Lo que he dicho también va por vosotros. La próxima vez controla a tu amiguita.
-¡Eh! ¡No ha sido cul...! –intentó decir Miruru, antes de que su boca quedase tapada por la mano de Kai.
-No te preocupes. No volverá a pasar.
-Eso espero.

Tras esto, se fijó más detenidamente en quien tenía delante. Se trataba de una chica atlética, vestida con ropa ligera para mayor movilidad. Su cabello era color plateado y le llegaba hasta la nuca.
-Por un casual, ¿tú no serás...? –se dispuso a preguntar Kai.
-¿Mmm? -ella le miró fijamente a los ojos, haciéndole retroceder ligeramente por el repentino movimiento. Además, al chico le llamó la atención el que sus ojos fuesen de distinto color.
-Quiero decir... –vaciló al sentirse algo presionado- No creo ninguno de los participantes sea del tipo que interviene en peleas.

En respuesta a aquella afirmación, ella sonrió.
-Me llamo Marie. Soy la juez del torneo.

-De acuerdo, no lo volveré a hacer. Lo prometo –dijo Miruru, de brazos cruzados y con la cabeza agachada, demostrando que, pese a admitir parte de la culpa, seguía pensando que tenía toda la razón.
-Eso espero, nos podías haber metido en un lío –contestó Kai. En ese momento, se encontraban en una zona algo más alejada de la muchedumbre, a fin de evitar un suceso como el anterior.
-Sois una extraña pareja. ¿Es la primera vez que venís? –preguntó Marie.
Los dos asintieron.
-Por vuestro aspecto, diría que no sois novatos en esto de pelear, pero deberíais tener cuidado.
-¿Has sido juez en otros torneos? –preguntó Kai.
- No, en eso es la primera vez, pero luché en un par de ellos. Créeme, sé de lo que hablo.
-Ya veo, entonces debes de conocer a más gente que, como tú, haya participado antes.
-Por supuesto. ¿Ves a ése de ahí?

Siguiendo con la mirada donde le señalaba la juez, divisó a un hombre musculoso y grande que iba acompañado de otras dos personas. Presentaba una cicatriz que cubría ambos ojos.
-¿Es ciego?
-Sí, pero no pienses que es una desventaja. Llegó a ser finalista en uno de los torneos en los que participé.
-Interesante –comentó el nigromante, pensando lo conveniente que sería verle combatir antes de que les tocase contra él.
-¿Ves a esa chica? –continuó Marie, señalando el lado contrario de donde se estaba el hombre ciego. Allí, había una chica que debía de tener la misma edad que Miruru, charlando alegremente con otro joven-. Que no te engañe esa sonrisa. Fue de los participantes que más asesinatos cometió durante el último torneo.

Mientras escuchaba a Marie, el interés de Kai por el torneo fue aumentando, pero sabía bien que no debía dejarse llevar. Ser precavido era vital si quería hacerse con la victoria.
-En fin, tengo que irme. Debo seguir vigilando a los participantes para que no se peleen antes de que empiece el torneo.
-El trabajo es el trabajo. Ha sido corto pero, un placer conocerte, Marie.
-Lo mismo digo. Os deseo suerte -tras esto, desapareció entre la multitud.

-Bueno, ya sólo queda esperar, ¿no? –dijo Kai, volviendo la cabeza a su izquierda para darse cuenta de que su compañera había desaparecido- ¿¡Miruru?! ¡¿Dónde se ha metido?!

Mientras la buscaba, llegó hasta un área de descanso en la que había dispuestas mesas y sillas, la mayoría desocupadas. Un poco más adelante había unos escalones que, probablemente, llevaban a los palcos desde donde los contratistas observaban el espectáculo.

Fue en aquella área de descanso donde encontró a la semidiosa, quien estaba sentada, con expresión angustiada, y buscando ayuda a su alrededor, frente a otra persona.
-¡¿Se puede saber qué haces aquí?! –preguntó Kai, irrumpiendo en la situación sin ningún reparo-. ¡Me giro un segundo y...!
-¡Kai! ¡Menos mal que has venido! –exclamó ella de repente, escondiéndose detrás de él.

-¡¿Qué...?! –se sorprendió el chico.
-No seas tímida, pequeña rubita –dijo la otra persona.
-¿Pequeña rub...?

Un chico apuesto, de pelo corto y castaño, con aires narcisistas y extrañas esferas de distintos colores atadas a su cintura, se levantó de su silla y se acercó a ellos.

Sin decir nada más, cogió la mano de la joven y se arrodilló ante su atónita mirada y la de Kai.
-Desde que te vi, supe que estabas destinada a ser mía. Un ángel en mitad del infierno. La esperanza que alumbra este mundo corrompido. La luz que me ilumina, la...

Sin previo aviso, un objeto aterrizo sobre la cabeza del galán, cuyo cuerpo quedó tendido en el suelo, casi inconsciente.

Poco después, apareció una joven y lo levantó del cuello.
-¡¿Cuántas veces tengo que decirte que no intentes ligar con toda chica que se te cruce?! ¡Estoy harta de siempre lo mismo! ¡La próxima vez te corto...!
-Miruru, ¿me puedes explicar qué está pasando? –preguntó Kai entre susurros.
-N-no tengo ni idea... estaba contigo cuando ese chico me cogió del brazo y me trajo hasta aquí. Entonces empezó a decirme cosas extrañas.
-Entiendo

Fue entonces cuando la recién llegada, quien hasta ese momento había seguido zarandeando al otro, se percató de su presencia.
-¡Ah! –con un grito de sorpresa, dejó caer al chico y se acercó a ellos, carraspeando ligeramente antes de hablar.
-Siento que hayáis tenido que toparos con este imbécil –se disculpó, con un tono totalmente diferente al de antes, mostrándose como una chica simpática y agradable- Tiende a hacer estas cosas cada vez que me despisto. Una no puede perderlo de vista.
-Yo sólo... –intentó explicarse el chico, recibiendo un pisotón como respuestas- ¡Ugh!
-En su nombre, te pido disculpas. Si puedo hacer algo para compensarte el mal rato.
-N-no, si no pasa nada –contestó Miruru, mirándolo con algo de pena.
-Insisto. Aunque sólo sea invitarte a tomar algo. Al fin y al cabo, ésta es un área de descanso.
-No hace falta. De hecho, ya nos íbamos –intentó explicar Kai, antes de ser interrumpido por su compañera, quien tenía un brillo en su mirada y movía la cola con excitación.
-¿Invitarme? Eso sí que me interesa –declaró, pese a los vanos intentos del nigromante por evitarlo.

-Mi nombre es Sephiria, aunque podéis llamarme Seph. Este engendro de la naturaleza es Drake –dijo la joven, señalando con desdén al otro chico.
-E-encantado –respondió él, cabizbajo.
-Aunque no lo parezca, somos pareja. Aunque no niego que quizás, algún día, lo abandone en mitad de los yermos –comentó alegremente.

Tanto Miruru como Kai imaginaron que se trataba de una broma. Aun así, ambos sintieron un pequeño escalofrío.
-Y-ya veo. ¿Va-vais a participar en el torneo? –preguntó Kai.
-Claro, para eso hemos venido. Estamos de viaje y necesitamos provisiones, pero la condición que nos han puesto para conseguirlas es participar. Ha venido con nosotros otro chico, pero acaba de recuperarse de una operación, así que ha decidido reunirse con nosotros cuando acabemos –explicó Seph.
-¿Vosotros también participáis? –preguntó Drake, tras comprobar que Seph se había calmado un poco.
-Sí, sólo que nosotros lo hacemos por información.
-No pretendo ser cotilla, así que no preguntaré sobre el tema –aseguró Seph.
-Te lo agradezco.

Mientras tanto, Miruru comía y bebía con avidez aquello a lo que había sido invitada.
-Si tenías tanta hambre deberías habérmelo dicho. No hacía falta que ellos nos invitasen.
-¡Ah! ¡No te preocupes! ¡Es su ración! –dijo Seph señalando a su pareja.
-¡¿Qué?! –se sorprendió Drake.
-Fuera bromas, ¿os habéis enterado de los rumores que hay sobre este torneo?
-¿Qué rumores? –pregunto el nigromante, con curiosidad.
-Se dice que algunos contratantes tienen a más de tres a su servicio, e incluso que el juez ha sido comprado.

En ese momento, la imagen de Marie se vino a la mente de Kai.
-Por supuesto, es un rumor, pero sería conveniente no bajar la guardia. Por si acaso.
-Gracias por el aviso. De todas formas, siempre suelo estar atento. No confíes en nadie, sólo en ti mismo. Es algo que aprendí hace mucho.
-¡Ah! Parece que va a empezar –informó Drake, señalando con la cabeza al área de combate.

Allí, se encontraba la figura del juez, quien llevaba consigo una especie de micrófono, enganchado a su oreja izquierda, con el fin de hacerse oír entre la multitud.
-¡Sed bienvenidos al torneo clandestino del bajo mundo! ¡En este evento, como muchos sabéis, se decidirá quien será el líder durante los próximos dos años! ¡Imagino que todos conocéis las reglas, pero las repetiré por si acaso! ¡Sólo tres participantes por contratante, quienes se enfrentarán uno contra uno hasta que quede un vencedor! ¡N hay más reglas! ¡Podéis tratar a vuestro adversario como queráis, siempre y cuando sea dentro del propio combate! ¡Así pues, que dé comienzo el torneo!

Tras terminar, se escucharon los gritos de los participantes.
-¡Ah, por cierto, casi lo olvido! –interrumpió Marie- ¡Me he enterado de que se ha superado el límite de participantes! ¡Es más, la persona que ha superado ese límite lo ha hecho sin estar bajo contrato por uno de los candidatos a líder, lo que hace que incumpla dos reglas! ¡No obstante, puesto que soy una buena juez, si esa persona se marcha de la sala, prometo que no habrá ninguna represalia!

Al bramido de antes, le siguió un silencio sepulcral.

“¿Un participante ilegal?”, pensó Kai, mirando a su alrededor.
-¡Vamos! ¡De verdad que no pasará nada! ¡Pero las reglas son las reglas, y no se permite superar el límite de participantes, mucho menos si no se ha sido contratado!

Pese a las insistencias de Marie, el silencio continuó, lo que provocó que la juez tomase una postura más serio.
-¡Si esa persona no obedece al juez, tendrá que atenerse a las consecuencias! ¡Y puedo asegurarle que sé quien es!

Después de aquella declaración, se escuchó el murmullo de los luchadores. Muchos, haciéndose preguntas entre ellos sobre quién podría ser. Sin embargo, nadie hizo señal de dirigirse a la salida.
-¡Como quieras! ¡Que no se diga que no lo advertí! –sentenció Marie.

Centésimas de segundo después, el brazo de la juez se encontraba atravesando el pecho de un hombre situado a unos cincuenta metros de donde había estado ella hacía unos instantes, provocando que varios luchadores cercanos se apartasen asustados al percatarse de lo que acababa de pasar.
-¿Có-cómo? ¿S-se ha teletransportado? –preguntó Seph, a quien le temblaba la voz.
-No, no ha sido eso...

Seph, Drake y Miruru, giraron su cabeza hacia Kai, quien acababa de hablar.
-Lo que acaba de hacer no ha sido teletransportarse, sino correr hasta allí.