lunes, 30 de diciembre de 2013

Yohei Gakko




Título: Yohei Gakko

Género: Ciencia ficción, sobrenatural

Edad: Para mayores de 13 años

Estado: Terminada

Sinopsis: Una guerra por un elemento llamado Radiar dura 500 años hasta la actualidad, sumiendo a la humanidad y al planeta en el que habitan en el desastre. Una organización de carácter “diplomático” decide tomar cartas en el asunto creando 3 escuelas a las que llama “Yohei Gakko”, donde se entrenan guerreros que se infiltrarán en los ejércitos causantes de la batalla con el fin de resolver el problema de raíz

Volúmenes

Primer volumen: War College


Segundo volumen: The demigoddes and the necromancer

Tercer volumen: Gaia Project
Capítulo 16

Cuarto volumen: The three global powers
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17

Quinto Volumen: The Legacy of Emil Greenard
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14

Sexto Volumen: A New World
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Epilogo
Afterwords

Licencia de Creative Commons
Yohei Gakko by Abraham Gómez Guijosa is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License

martes, 20 de agosto de 2013

Gaia Project: Capítulo 16

Los Rebeldes. Un grupo cuyo principal objetivo era la liberación de las personas secuestradas por el imperio y utilizadas para la experimentación con Radiar.

 

Se asentaban en una villa situada entre los territorios la Unión Imber y la Facción Nix. Sobre un área que no pertenecía a ninguno de los dos. Lo suficientemente alejada para pasar desapercibida.

 

Además, utilizaban túneles de alcantarillado, estuviesen todavía funcionales o no, para moverse sin ser descubiertos.

-Ya hemos explorado los conductos que llevan al oeste, pero todavía hay problemas con los que llevan al norte –explicó su líder, Razer, al grupo de cuatro-. Es ahí donde entráis vosotros.

 

Al escucharle hablar, Kareth no pudo evitar sentirse confuso. Nada más entrar en la habitación, el líder de los Rebeldes les había explicado lo que hacían y, sin siquiera preguntar, había dado por hecho que le ayudarían.

-Por si te lo estás preguntando -dijo Quattuor al verle la expresión-. Digamos que para que nos dejasen permanecer aquí, prometimos echarles una mano. Yo habría optado por convencerles a la fuerza, pero la peliazul insistió en que me quedase quieto.

-¡Hazme el favor de no decirlo en ese tono! ¡Parece que me consideres una idiota! –se quejó Sarah.

-Jamás se me ocurriría algo así... –replicó el hombre, con notable sarcasmo, recibiendo una mirada asesina por parte de la joven mientras, por otro lado, Kareth agradecía, para sus adentros, que la chica hubiese intervenido en aquel trato.

-¿Qué problemas hay en el norte? –preguntó Kareth al líder de los Rebeldes, cuyo aspecto despreocupado llamaba su atención.

 

Aparentaba unos veinte años, pelo negro y de punta, rasgos y complexión bastante normales, aunque de brazos y piernas fuertes. Lo que más destacaba de él era la sensación optimismo que le rodeaba. Como si tuviese mucha confianza en sí mismo.

-Mis hombres temen ser descubiertos si se acercan demasiado –explicó Razer- El bajo mundo, como los “Spheres”, también utilizan esos conductos. Y nuestras fuentes nos han informado de que gente como ellos tiene buen trato con el gobierno de la unión, por lo que, si no llevamos cuidado, podría haber un conflicto con ellos e incluso acabar descubriendo nuestra posición.

-¿Y no temes que nos descubran a nosotros? –preguntó Kareth.

-Por supuesto, existe esa posibilidad, pero necesitamos encontrar una vía segura que nos lleve hasta allí. Para ello hace falta arriesgarse y, siéndoos franco, prefiero arriesgar vuestras vidas a las de mis hombres –respondió el líder de los Rebeldes, sin titubear- También hay una persona con la que me gustaría contactar. La última vez que escuché sobre él, me dijeron que estaba en el norte y, aunque la información es de hace tiempo, necesito asegurarme.

-Es decir, que además de despejaros el camino, también tendremos que buscar a esa persona.

-Correcto.

-Bueno, un trato es un trato.

-Luego os daré los detalles –indicó el joven-. Una cosa más.

-¿Qué?

-Me gustaría saber acerca de lo que hablabais antes.

 

Solo en la habitación, Kareth se puso algo de ropa, ya que la que llevaba antes había quedado destrozada después de transformarse. Los demás, incluida Nara, habían ido con Razer, para que les diese los detalles de la misión.

 

Al observar sus propias manos, se preguntó sobre el significado de aquella transformación y si estaba relacionada de alguna forma con la de Detz.

-Tienes muchas preguntas, ¿eh? –dijo una voz a su espalda, que resultó ser la de Quattuor.

-Ahora que sé un poco más sobre mi pasado, no puedo evitar la sensación de que aún hay muchas piezas fuera del puzzle –respondió Kareth, bajando la mirada.

-Me hago una idea. De hecho, con respecto a eso, hay algo que me gustaría decirte –comentó Quattuor, acercándose a él- Es posible que uno de los miembros del proyecto Gaia todavía siga con vida.

-¿Te refieres al usuario de Radiar de tu historia?

-Sí. Si lo encontramos, quizás te responda a esas preguntas.

-Tú, ¿sabes donde está?

-Ni idea. Si no, habría ido a buscarle. Yo también quiero entender mejor qué ocurrió ese día –dijo el hombre, sacando su colgante, igual que los de Sarah y Kareth, y acariciándolo con los dedos. Tras esto, lo volvió a guardar.

-Será mejor que te des prisa. No tardaremos en irnos.

 

Horas después, Razer los llevó hasta la entrada que conectaba con los conductos de alcantarillado. Mientras se dirigían allí, Kareth aprovechó para echar un vistazo a la villa.

 

Le recordaba un poco al campamento de los nómadas, a excepción de que sus habitantes vivían en casas en lugar de en tiendas de campaña.

 

Hombres, mujeres, niños e incluso pequeñas mascotas; vivían allí alegremente. O, al menos, esa era la sensación que transmitían.

-¡Son fenrirs! –indicó Nara, señalando a uno de ellos, mientras éste jugueteaba con algunos niños.

-Algunas personas han encontrado refugio aquí. Muchos fueron salvados del imperio, otros decidieron unirse a nuestra causa. Bajo nuestra protección, han sido capaces de empezar una nueva vida –explicó Razer.

 

Al desplazar la vista de un lado a otro de la villa, pudo observar a varios grupos de hombres armados. Hablaban animadamente entre ellos mientras vigilaban.

-Es aquí –dijo, finalmente, el líder de los Rebeldes, mientras entraba en lo que parecía un pequeño almacén. Allí, se situó delante de un agujero (anteriormente tapado por un bloque de cemento situado justo al lado) que llevaba a una zona subterránea- Puesto que esta villa era antiguamente una ciudad, conserva túneles de alcantarillado que conecta con otros territorios. Ese fue uno de los motivos por los que decidimos establecer nuestra base aquí. Por supuesto, también tenemos a otros grupos dispersos por distintas zonas del mundo.

 

Tras esto, uno de sus hombres se acercó a Razer y le dio un objeto que, poco después, ofreció a Kareth.

-Esto es para comunicarnos con vosotros. Si ocurre cualquier cosa, informadnos.

-Bien –aceptó el chico.

-Tened cuidado, y aseguraos de que no haya nadie antes de salir de los túneles.

-Gracias por los consejos, pero ¿no desconfías de nosotros? Quiero decir, podríamos aprovechar esta oportunidad para marcharnos sin cumplir nuestro acuerdo.

-Es verdad –contestó Razer, sonriente-. Y también podrías informar de nuestra posición, ser espías del imperio o incluso chantajearnos desde un lugar seguro. Pero llevo bastante tiempo en esto, y sé cuando una persona miente o no. Estoy seguro de que volveréis. Y cuando lo hagáis, espero que podáis contarme el trasfondo de esta guerra.

 

-¿Le dijiste algo sobre el proyecto Gaia? –preguntó Kareth a Sarah mientras bajaban las escaleras que llevaban a los túneles de alcantarillado.

-No. Le dije que primero resolveríamos esto y, una vez terminásemos le contaríamos lo que sabemos. Lo consideré más conveniente.

-¿Crees que es de fiar?

-Bueno, si bien es cierto que lo acabamos de conocer, él ha decidido confiar en nosotros. Por no hablar de que se ha encargado de que tanto tú como Nara recibáis tratamiento. Creo que desea encontrar la forma de acabar con esta guerra tanto como nosotros. Incluso si su principal propósito es salvar a los prisioneros de guerra del imperio. No sé si podemos confiar en él al 100%, pero cuanta más ayuda tengamos, mejor.

-Tienes razón. Aunque no tenemos muy claro por dónde empezar.

-Puede que lo mejor sea intentar convencer a las tres potencias de que están siendo controladas por el proyecto Gaia –propuso Quattuor.

-¡¿Estás loco?! ¡Para ello, tendríamos que hablar con cada uno de los gobernadores! ¡Es imposible que lo consigamos! ¡No tenemos ninguna conexión con ellos! –replicó Sarah.

-Eso no es del todo cierto –contestó Quattuor.

-¿Qué quieres decir? –preguntó, esta vez, Nara.

-¿Recordáis que en un principio yo me encargaba de avivar la guerra influyendo en los gobiernos?

-No me digas que... –se sorprendió Sarah.

-Aunque, con el tiempo haya perdido la mayor parte de esa influencia, conozco formas de llegar hasta ellos.

-Eres más útil de lo que creía –se sinceró la chica de pelo azul.

-No me tenían encerrado por nada.

-¿Nunca supieron que eras un impostor?

-Me hacía pasar por soldado, consejero, guardaespaldas... Posiciones que me permitían desarrollar nuestros planes sin que sospechasen. Es lo mismo estarán haciendo ahora el resto de descendientes.

-Ya veo.

-¡Mirad esto! –les interrumpió Nara, frente a una puerta situada en una de las paredes de los túneles.

-¿Una puerta? ¿Adónde lleva? –preguntó Sarah.

-Comprobémoslo –dijo Kareth, abriéndola sin esfuerzo.

 

Así pues, se introdujeron en una habitación vieja con un colchón en el suelo. Parecía haber sido utilizada anteriormente, pero, fuese quien fuese, hacía tiempo que se había marchado.

-¿Qué es esta habitación? –preguntó Sarah.

-Probablemente perteneciese a algún trabajador que ayudó a construir estos túneles. Al menos al principio –especuló Quattuor.

-¿Piensas que otra persona la utilizó después como refugio?

-¿Quién sabe?

-Por cierto, ¿a quién nos han pedido buscar? –preguntó Kareth.

-Normand Hadder. Por lo que aparenta en la foto que me han dado, es un hombre de avanzada edad y aspecto descuidado. No me han dicho por qué lo buscan y lo cierto es que tampoco he querido indagar –respondió Sarah.

-Normand Hadder... –caviló Kareth.

-¿A ti también te suena? Tengo la sensación de haber escuchado ese nombre en alguna parte.

-Bueno, ahora eso no importa. Movámonos o no acabaremos nunca. Nara, tú deberías quedarte aquí.

-¿Eh? –se extrañó la chica.

-Conforme nos acerquemos a los territorios de la unión, mayor será el peligro. Al contrario que nosotros, no has sido entrenada para combatir. Además, no te has recuperado del todo y éste parece un lugar seguro.

-Lo de “no haberse recuperado del todo” también se aplica a ti.

-Pero tú y yo somos diferentes.

-Kar, no quiero quedarme atrás. También quiero ayudar, y estoy segura de que podré hacerlo. Sé que es lo dices por mi bien pero, si vuelvo a quedarme sola...

 

Al escuchar su petición, el chico miró a sus compañeros, quienes no dijeron nada, recayendo así la decisión sobre él.

-De acuerdo, pero no te alejes de mí –respondió finalmente, a lo que ella asintió.

 

Tras echar un último vistazo a aquella habitación, continuaron su camino.

 

-Debemos de estar cerca –dijo Kareth.

-Eso parece una salida –añadió Sarah.

 

Tras un buen rato andando, llegaron a unas escaleras de mano que daban al exterior.

-Razer, ¿me recibes? –encendiendo el comunicador que les habían dado antes de partir, Kareth intentó contactar con el líder de los Rebeldes.

-Aquí Razer, ¿qué ocurre?

-Hemos llegado.

-Bien, id con cuidado y asegurad la zona. Informadme de lo que veáis.

-Entendido.

 

Tras el ascenso, abrieron la tapa metálica que cubría la salida, entrando en un espacio situado entre dos edificios, uno de ellos con un boquete en la pared que permitía introducirse dentro.

-La salida se encuentra entre dos edificios. Uno de ellos parece abandonado. Por el momento, no vemos a nadie.

-¿Exploramos dentro? –preguntó Sarah.

-Sí, quizás nos sea útil –respondió Razer.

 

-¿Y bien? –preguntó el líder de los Rebeldes, minutos después de introducirse en ese edificio.

-Pese a su aspecto, es estable. No creo que se venga abajo. No vemos a nadie, pero hay escaleras que llevan a un piso superior, por lo que...

 

De repente, un disparo acertó en el comunicador, lanzándolo al suelo y rompiéndolo al instante.

 

Al dirigir la vista hacia el origen, descubrieron a dos hombres, con sendas armas de fuego en sus manos, apuntándoles desde arriba.

-¡¿Quiénes sois y qué hacéis aquí?! –inquirió uno de ellos.

-¡S-sólo estábamos de paso! –intentó explicarse Kareth, haciéndose el inocente.

-¡Vuestra identificación! –gritó uno de ellos, con tono autoritario, y acercándose poco a poco, sin bajar el arma.

-Guardas... –murmuró Quattuor- No tenemos forma de identificarnos. Lo mejor será acabar con ellos antes de que den la alarma.

-¡¿Qué estáis tramando?! –gritó el otro poco antes de disparar a Kareth, quien recibió la bala en su hombro, cayendo al suelo de rodillas debido al dolor.

 

Aprovechando que estaban distraídos, Sarah se situó con rapidez frente a ellos y, desenvainando la espada que llevaba a su espalda, inutilizó sus armas, reduciéndolas a pedazos.

 

Pese a que los hombres intentaron contraatacar, Quattuor se lanzó contra ellos y los redujo, chocando sus cabezas contra la pared del edificio y dejándolos inconscientes.

 

Tras esto, corrieron a comprobar el estado Kareth, con quien ya se encontraba Nara.

-¡Kar! ¡Kar! –exclamó la joven, viendo al chico acostado en el suelo y sujetándose el hombre, del que emanaba una gran cantidad de sangre.

-Ahora que ha perdido el núcleo, no puede regenerarse. Y que me temo que las balas que han usado son perforadoras, hechas para enfrentarse a usuarios de Radiar –explicó Quattuor.

-¡¿Y qué podemos hacer?! –peguntó Nara, al borde de la histeria mientras trataba de detener la hemorragia.

-Lo primero es sacarle la bala. Aunque puede que sea complicado si ha penetrado en el hueso –advirtió el hombre.

-¡Espera, Quattuor! –le detuvo Sarah, al darse cuenta de que, poco a poco, la sangre dejaba de fluir.

 

Sin saber bien qué estaba pasando, Nara apartó las manos, dejando ver un agujero en la vestimenta bajo el que la herida se había regenerado completamente.

-¿Qué es lo que has hecho? –preguntó Sarah, incrédula, mientras su amiga negaba con la cabeza, en señal de que ni ella misma conocía la respuesta.

 

Por otro lado, Quattuor se dirigió a uno de los guardias y lo trajo a rastras frente al resto, soltándolo con un movimiento brusco que asustó a Nara.

-Pon tus manos sobre su cabeza –pidió Quattuor.

-¿P-por qué? –preguntó Nara.

-Hazlo. Quiero asegurarme de algo.

 

Tímidamente, la chica obedeció, situando sus manos donde le habían pedido. Segundos después, el guardia recobró la consciencia y abrió los ojos.

-Mm... –gimió mientras, lentamente, levantaba la mitad superior de su cuerpo, percatándose, poco después, de las presencia de ellos cuatro.

-¡Vosotros...! –gritó, siendo interrumpido por Quattuor, quien lo cogió del cuello y lo levantó.

-¡Quiero que me contestes a una pregunta! –amenazó el hombre- ¡¿Por qué estáis aquí?!

-¡¿Qué?!

-¡No te hagas el tonto! ¡Guardias armados investigando un edificio abandonado! ¡¿Esperas que piense que sólo estáis patrullando?!

-¡No sé de que me hablas!

-¡A ver si así lo sabes!

 

De repente, Quattuor agarró la espada de Sarah y la hundió en el brazo del guarda, haciéndole gritar de dolor.

-¡Chica! –exclamó, dirigiéndose a Nara- ¡Cúraselo!

 

Insegura de qué hacer, ella se levantó y se situó a su lado.

-No creo que esto sea buena idea –dijo la joven.

-No te preocupes, acabaré rápido. –sentenció él.

 

Temblando ligeramente, puso sus manos sobre la herida del brazo e hizo que ésta desapareciese.

-Puedo hundir esta espada tantas veces como quiera. Mientras esta chica esté aquí para curarte, el dolor no hará que te desmayes. ¡¿Quieres que estemos así todo el día?! –amenazó Quattuor, observando que el guardia se mantenía en silencio- ¡Muy bien! ¡Como quieras! –dijo, mientras se disponía usar de nuevo el arma.

-¡Espera! –gritó el guardia- ¡Recibimos un chivatazo de que había fugitivos cerca de aquí! ¡Pensamos que podían tener algo que ver con los Rebeldes!

-¿Fugitivos? ¿Os dijeron que aspecto tenían?

-¡Esa información la tiene nuestro jefe de escuadrón! ¡Mi compañero y yo decidimos investigar este edificio por nuestra cuenta!

 

Antes de que siguiese hablando, Quattuor lo noqueó. Dejándolo otra vez en el suelo.

-¿Ves? Ya he terminado –tranquilizó a Nara, pese a que la mirada de ella no decía lo mismo- Tienes un poder interesante. En todos mis años, nunca había visto ni oído algo similar.

 

-¿Estás mejor? –preguntó Nara a Kareth, una vez éste pudo levantarse.

-Sí. Gracias.

-No hay de qué. No entiendo bien lo que ha pasado, pero parece que todo ha salido bien.

-Estaba preocupado de que te pudiera pasar algo, pero al final he sido yo a quien han herido. Francamente, me alegro de que hayas venido. Aunque ésta no es la primera vez que pasa, ¿verdad? –sonrió él.

 

-¿Era necesario? –preguntó Sarah a Quattuor, refiriéndose al interrogatorio.

-Cualquier información es poca, peliazul. Que hayan sido avisados de que en esta zona han aparecido fugitivos, significa que ya no es un lugar seguro. Encima está la posibilidad de que esos fugitivos pertenezcan a los Rebeldes.

-¿Qué quieres decir?

-El hombre al que buscamos. Que los Rebeldes quieran dar con él puede significar que pertenece o pertenecía a su grupo. O que, aunque no forme parte de ellos, colabore de alguna forma. Puede que esos guardias estén buscando a la misma persona –sentenció Quattuor, pensativo- Por cierto, ¿de dónde has sacado esa espada?

-¿Eh? ¡Ah! Me la dio Razer. Dijo que me sería útil. Es curioso, ya que es el tipo de armas que mejor manejo.

-Mm...

-¿Qué pasa?

-Nada. Ese tipo.... me da la sensación de que sabe leer bastante bien a los demás.

 

Tras esto, salieron del edificio.

-¿Qué hacemos ahora? –preguntó Kareth. Roto el comunicador, no podían informar a Razer de lo ocurrido.

-Deberíamos encontrar a esos fugitivos antes de que lo hagan los guardias –sugirió Quattuor.

 

- Queridos ciudadanos del mundo, ya viváis en los territorios de la unión, la facción o el imperio. Mi nombre es Rokudo...

-¡No puede ser! –exclamó Kareth al escuchar la voz de Unum a lo lejos, como si hablase desde un altavoz. Entonces, se asomó a la calle más cercana, desde donde observó su rostro en una gran pantalla- ¡Es él!

-... Así pues, yo, líder de las fuerzas militares, declaro la guerra a las grandes potencias de este planeta y, por tanto, “Comhairle”, así como Yohei Gakko, dejará la diplomacia atrás para establecerse como organización beligerante. Eso es todo.

-Ya ha empezado –dijo Quattuor-. El siguiente paso en el proyecto Gaia.

-Será mejor que nos demos prisa –apresuró Sarah, al ver moverse a un gran número de guardias.

-Movámonos a un sitio alto –sentenció Quattuor-. Desde allí, podremos ver mejor la ciudad y estaremos más seguros. ¿Creéis que podréis escalar este edificio? –preguntó, señalando arriba, a lo que tanto Sarah como Kareth asintieron.

 

Minutos después, los cuatro llegaron hasta la azotea (Nara con la ayuda de Kareth), ayudándose de las paredes de ambas construcciones.

 

-¿Ves algo raro? –preguntó Kareth a Sarah, quien se había acercado al borde.

-Sólo veo a los guardias –respondió Sarah- Están bloqueando la carretera.

-Querrán evitar que huyan por ahí. ¿Acaso llevan vehículo? –preguntó Quattuor.

-¡Ah! ¡Veo una moto y dos personas subidas en ella!

 

Los demás corrieron hasta situarse a su lado. Una vez allí, pudieron avistar un vehículo de dos ruedas yendo de frente contra el bloqueo, logrando atravesarlo y siendo perseguidos poco después.

-¿Qué propones, chico? –preguntó Quattuor.

-¡¿No está claro?! ¡Tenemos que ayudarles!

-¡Bien! ¡Es la hora del show!

 

Mientras tanto, después de su discurso, Unum se levantó de su asiento.

-Ha sido un gran discurso –dijo uno de los miembros de “Comhairle”, trabajando como su ayudante.

-Lo sé, pero éste es tan sólo el primer paso –respondió Unum

-¿Eh?

-Contacta con el gobernador del Imperio Salve.

-S-sí, claro. ¿Puedo preguntar para qué?

-Es obvio. Para formar una alianza.

martes, 13 de agosto de 2013

Gaia Project: Capítulo 15

-Aquí no hay nada –dijo el niño, sentándose sobre la única cama que había en la habitación.

-¿Qué esperabas? ¿Un parque de atracciones? No vengo mucho por aquí, así que ni me molesto en decorarla –respondió Quattuor.

-¿Has viajado fuera? –preguntó la niña, con interés.

-Claro. ¿De dónde crees que vengo si no? –obvió el hombre, visiblemente irritado, viendo cómo la pequeña se acercaba a él con ojos brillantes y expresión ilusionada- ¿Q-qué quieres?

-¿Podrías hablarnos del mundo exterior? Nunca hemos salido de aquí.

 

Cogido un poco por sorpresa, Quattuor desvió la mirada hacia el niño, quien también se mostró igual de interesado que ella.

-Oíd. El mundo exterior no es precisamente un lugar que los niños quisieran ver. Hacedme caso, cuanto menos sepáis, mejor.

-¿Por qué? ¿Es un lugar malo? –preguntó el niño.

-Sí, muy malo. Y hay un monstruo muy grande que lo controla todo.

-¡¿Un monstruo?! –gritaron a la vez.

-¡No lo decía literalmente!

-¡¿Qué aspecto tiene ese monstruo?! ¡¿Tiene garras afiladas?! –continuó el pequeño, acercándose cada vez más al hombre.

-¡¿Y colmillos?! –añadió, esta vez, la niña, logrando que el hombre dejase escapar un profundo suspiro y se llevase una mano a la cabeza.

-¡Agh! ¡Definitivamente, esto no es lo mío! –declaró Quattuor.

 

En ese instante, se escuchó el sonido de alguien llamando a la puerta.

-¿Eh? ¡¿Quién es?! –preguntó Quattuor, con esperanza de que esa mujer hubiese venido a llevárselos.

-¡Abre! –dijo la voz de Tribus, quien parecía haberse enterado ya de su llegada.

-¡Oye, ahora mismo estoy ocupado así que no tengo tiempo para...! ¡Eh! ¡Para! ¡¿Qué haces?! –gritó al ver que al niño abriendo la puerta. Cosa que no hizo falta, ya que nada más girar el pomo, Tribus la golpeó, haciendo que el pobre chico saliese despedido.

-¡Éste será el combate número veinte! ¡Prepárate a...! –exclamó la joven de pelo rubio, deteniéndose a mitad de frase, al observar a Quattuor en el suelo, con el niño en sus brazos, debido a haberle hecho de colchoneta.

-¡Ten más cuidado! ¡Ha faltado un pelo! –se quejó el hombre.

-¡Ah! –se sorprendió Tribus.

-¡¿Y a ti qué te pasa?! –preguntó Quattuor mientras dejaba al pequeño en el suelo.

 

De repente, la habitación se quedó en silencio hasta que éste fue roto por Tribus.

-¡¿Cuándo has tenido hijos?!

-¡¿Te crees que son míos?! –gritó el hombre, al borde de un ataque de histeria.

 

-¡¿En serio?! ¡¿Uno de ellos se convertirá en un descendiente?! –preguntó Tribus, una vez se hubo aclarado la situación. Mientras conversaban, vigilaban a los niños, quienes jugaban alegremente, utilizando la habitación como patio de recreo.

-Creía que ya lo sabrías. Eres la que pasa más tiempo aquí –dijo Quattuor.

-Para nada. Nunca los había visto.

-Qué raro. Puede que no hayáis coincidido.

-Puede ser. Cambiando de tema, ¡¿qué hay de nuestro próximo combate?! ¡Llevo tiempo preparándome para esto!

-En otras circunstancias, habría aceptado. Nunca me cansa darte una paliza –se burló el hombre mientras Tribus le dirigía una mirada asesina.

-Por desgracia, estoy bastante cansado. Y como puedes ver, ocupado. Así que habrá que posponerlo.

-¡Qué aburrido! ¡Esto no es propio de ti!

-Lo sé. Hasta yo mismo me sorprendo.

-En fin, no importa. De todas formas, ahora mismo no tengo nada que hacer, así que te echaré una mano.

-¿Tú? ¿Qué sabes tú de niños?

-Bueno, hace unos años conocí a una pequeña llamada Ivel. Es la hija del guía de los nómadas.

-Ah, sí, creo haberme topado con alguno. ¿Cómo es que tienes relación con ellos?

-Como vigilante, también me encargo de la entrada exterior y de relacionarme con los habitantes de Genese. Según me dijo Detz, nunca sabes cuando puedes necesitar algo de ellos.

-Entiendo.

-Volviendo al tema, lo que quiero decir es que ya he tenido contacto con otros niños, así que creo que sé un poco sobre cómo tratar con ellos.

-Entonces te dejo a ti el trabajo. Suerte –dijo Quattuor, poniendo una mano sobre el hombro de la chica.

-¡Eh! ¡Eh! ¡Eh! ¡He dicho que te ayudaré no que cargaré con el marrón!

-Pero me serías de gran ayuda si te lo hicieses.

-¡Me da igual! ¡Hay un límite para mis servicios! ¡Lo tomas o lo dejas!

-Desagradecida –murmuró Quattuor.

-¡Repite eso!

 

-Ah, por fin... –dijo Quattuor, acostado sobre su cama, habiéndose librado por fin de su tarea.

 

A lo largo de aquella tarde, se había dedicado a cumplir todas las peticiones de los niños: que si hacer de villano en uno de sus juegos, que si lanzarlos por los aires y luego cogerlos, que si subirlos a caballito o llevarlos sobre su espalda mientras él andaba a cuatro patas (hecho por el que Tribus, maquinadora de esa idea, había recibido un golpe en la cabeza), etc.

 

Finalmente y obligada por él, era Tribus quien se había encargado de llevarlos de vuelta con esa mujer.

 

“¿Por qué habré aceptado?”, se preguntó a sí mismo mientras intentaba acomodar su espalda en la cama.

 

Por alguna razón, se sentía como si estuviese en deuda con ella. ¿Era posible que fuese debido a cómo le había tratado hasta entonces? ¿O quizás porque confiaba en ella?

 

Fuere como fuere, ahora sólo quería descansar y olvidarse de todo. Por desgracia, no parecía que fuesen a dejarle, ya que alguien llamó de nuevo a la puerta.

 

“No pienso abrir”, pensó, haciendo caso omiso de los golpes y cerrando los ojos.

-¿Q-Quattuor? ¿Estás ahí? –preguntó la voz de una mujer, provocando que abriese los ojos de nuevo y girase la cabeza hacia la entrada. Era ella.

 

-Hablando del diablo. ¿Qué pasa? –preguntó el hombre, todavía desde la cama.

-Tan sólo quería agradecerte el haber cuidado de los niños y... bueno... también hay algo que me gustaría darte.

 

Confuso e irritado, caminó hacia la puerta y la abrió. Ella estaba allí de pie, frente a él, con los hombros encogidos y temblando de arriba abajo. La veía débil y esquiva, como si quisiese interponer una barrera entre ellos dos, como si estuviese escondiendo algo. En sus ojos podía distinguirse un tenue color rojo, producto de haber estado llorando. ¿Qué le había pasado?

-Toma, quiero que te quedes esto –dijo mientras extendía su mano y depositaba sobre la de él un colgante que llevaba un anillo con una pluma incrustada.

-¿Qué es? –preguntó Quattuor, observándolo.

-Un regalo. Quiero que te lo quedes. Como recuerdo.

-¿Recuerdo?

-Algo para que no olvides a quien te lo regaló.

-No creo que sea necesario –señaló secamente-, pero supongo que tampoco pasa nada por quedármelo.

-Gracias –respondió, mostrando una amarga sonrisa- Espero que volvamos a vernos, Quattuor.

-¿Qué? –sin entender aquellas últimas palabras, la vio marchar. Tras esto, le echó un último vistazo al anillo antes de volver a su habitación.

 

Aquella misma madrugada, sonó la alarma, lo que le despertó de golpe.

-¡Joder! ¡Justo ahora que había conseguido dormirme! –se quejó Quattuor, saliendo de la habitación y corriendo a la sala de cámaras, donde encontró a Detz y a Tribus.

-¡¿Qué pasa?! –preguntó.

-Alguien ha saboteado el sistema de seguridad –dijo Tribus, quien había encontrado el error y había dado la alarma- Mira –habiendo restablecido el funcionamiento de las cámaras, señaló en los monitores a un pequeño grupo de personas, más concretamente, dos niños, dos hombres y una mujer.

-¡Quieren llevárselos! ¡Tribus, retenlos todo lo que puedas! ¡Mientras tanto, nosotros iremos hacia allí! ¡Es posible que también se hayan llevado información del proyecto! –exclamó Detz.

-¡De acuerdo! –obedeció la chica.

-¡Pero, ¿por qué harían algo así?! –preguntó Quattuor. No podía creer que esa mujer y el resto de miembros traicionasen a Detz. No sin una  razón.

-¡Creo que no se fían de mí!

-¡¿Qué quieres decir?!

-¡No hay tiempo para preguntas, Quattuor! ¡Ve delante! ¡Yo iré a por Sextus y te alcanzaré después!

-¡D-de acuerdo!

 

Sin perder más tiempo, corrió adonde se dirigían: la salida que llevaba al conducto de alcantarillado. Si tomaba un atajo, era probable que llegase antes que ellos, sobre todo, si aprovechaba el entretenimiento que daría Tribus con sus invocaciones.

 

Así pues, llegó hasta una pared, que rompió con facilidad, y consiguió alcanzarles.

-¡Quattuor! –gritó la mujer al verlo, asustada

 

El hombre los observó detenidamente, dándose cuenta de que faltaba uno de los hombres. El otro era quien llevaba a ambos niños dormidos entre brazos, probablemente drogados.

-¡¿Por qué haces esto?! –gritó Quattuor, a lo que ella no respondió inmediatamente-¡¿Por qué huís?!

-Quattuor, lo que intenta hacer Detz no es lo correcto. Y hay más, está escondiendo algo.

-¡¿Que salvar el mundo no es lo correcto?! ¡¿Hablas en serio?! ¡¿Qué te ha pasado?! ¡Hasta hace poco pensabas como él, ¿no es así?! –por alguna razón, saber de su traición le hacía sentirse muy decepcionado.

-Puede que ahora no lo entiendas, Quattuor, pero algún día lo harás. Este proyecto no debe seguir adelante –explicó ella- Por favor, déjanos pasar.

 

No podía confiar en ella, pero tampoco era capaz de hacerle daño.

-¡No lo hagas, Quattuor! ¡Es una traidora! –dijo la voz de Detz, haciendo que todos se girase él. A su lado estaba Sextus, quien, pese a la situación, mantenía la misma expresión que al llegar- ¡¿Cómo has podido caer tan bajo?! ¡¿Qué planeas hacer con la información que has robado?!

-¡¿Caer bajo?! ¡Incluso te atreves a decir algo así después de lo que hiciste! –respondió la mujer, visiblemente enfadada.

-¡Él también quería traicionarnos! ¡No tuve más remedio!

-¡Mentiroso! ¡Él descubrió tus mentiras y por eso lo mataste! –gritó ella, entre lágrimas.

-¡¿Y no sería que en realidad el mentiroso era él?! –dijo Detz, mostrando una sonrisa maliciosa antes de ponerse serio- ¡Quattuor! ¡Sextus! ¡Acabad con ellos y traedme a los niños!

 

Obedeciendo, Sextus levantó su brazo, mano abierta y apuntando a los fugitivos. Tras esto, el espacio cerca de ellos se distorsionó, formando una esfera.

-¡Cuidado! –gritó la mujer, quien empujó a su compañero para alejarlo de la zona distorsionada, justo cuando ésta se extendía y, posteriormente, volvía a reducirse hasta desaparecer. Todo lo que hizo contacto con ella desapareció sin dejar rastro, dejando amplios huecos en suelo y paredes.

-¿Qué ha sido eso? –preguntó el hombre que llevaba a los niños.

-Ha generado una zona de vacío dentro del espacio de distorsión –dijo la mujer, sorprendida.

-¡Mátalos! –ordenó Detz, de manera que el chico se dispuso a repetir el mismo movimiento.

 

-¡Trigésimo octavo espíritu: Amirthus! –gritó una voz, de repente, logrando que Sextus cayese al suelo, preso de una extraña presión sobre su cuerpo.

-¡Maldita sea! –se quejó Detz, girándose para ver cómo otro hombre corría hacia ellos.

-¡No te dejaré que les hagas daño! –exclamó el recién llegado, disponiéndose a golpear al científico. Entonces, éste levantó el brazo, el cual aumentó de tamaño y se volvió de color blanco, atacando con él a su contrincante, que fue arrojado contra la pared.

 

Desapareciendo así la presión sobre Sextus, éste intentó, por segunda vez, crear otra distorsión, pero fue esta vez la mujer quien lo impidió, sacando un pequeño artilugio, que Quattuor no alcanzó a ver, y pulsando un botón situado sobre el mismo, provocando que todos excepto ella, y el hombre que sujetaba a los dos pequeños, se echasen las manos a la cabeza, afligidos por un fuerte dolor y un intenso mareo.

-¡Corre, Darker! –exclamó ella, mientras el miembro de “Comhairle” pasaba al lado de Quattuor y continuaba por el pasillo.

 

Ella intentó lo mismo, pero, para su desgracia, Sextus consiguió reunir la voluntad suficiente para crear otro espacio de distorsión cerca de la mano que sujetaba el artilugio. Sin poder esquivarlo, tanto el brazo de la mujer como el objeto se esfumaron, surtiendo a raíz de su hombro una gran cantidad de sangre.

-¡AAAAAAAH! –gritó ella, tratando de sujetarse la herida.

-¡Tras él, Quattuor! –exclamó Detz, ocupado en retener al otro hombre.

-¡Pero...! –intentó replicar Quattuor, quien, debido al mareo y a la situación de la mujer, no sabía qué hacer.

-¡Rápido o acabará con todo por lo que hemos trabajado! –presionó el científico.

 

Al mirarla a los ojos, vio cómo, en silencio, le pedía que no lo hiciese. Ojos de súplica cuyo brillo se iba apagando conforme la pérdida de sangre la debilitaba. Pese a todo, sentada en el suelo, trataba de no desmayarse, forzándose por mantenerse despierta.

 

Si poder soportar más aquella escena, el hombre decidió ir detrás de Darker.

 

Pese al dolor de cabeza, no tardó en alcanzarles, ya que, debido a que el miembro de “Comhairle” cargaba con los niños, no había podido ganar tanta distancia como le hubiese gustado.

 

Así pues, cogiéndole del hombro, le golpeó en la mejilla, arrojándolo al suelo.

-¡Dámelos! –ordenó Quattuor.

-¡Nunca! –respondió Darker, apretándolos más contra sí mismo.

-¡Es por el bien del mundo!

-¡¿Eso crees?! ¡¿Que no hay otra solución?! ¡¿Que él te lo está contando todo?!

-¡Él...! ¡Él...! –exclamó Quattuor, sin saber cómo seguir.

-¡Ella confía en ti! –dijo Darker mientras, poco a poco y no sin esfuerzo, se incorporaba- ¡Sabe que tú puedes marcar la diferencia!

-Yo...

-¡¿Qué vas a hacer?! ¡¿Cambiarás o seguirás cumpliendo órdenes?!

 

En su cabeza, se repetían las mismas palabras: “sigue con el objetivo”. Una y otra vez, ellas guiaban sus actos. Definían quién era, en qué se había convertido. Sin embargo, puede que fuese por los efectos de ese artilugio o por algo totalmente diferente, pero durante unos segundos, esas palabras cambiaron: “protégelos”.

 

Entonces, se giró hacia la compuerta que llevaba al túnel de alcantarillado y la abrió.

-¡Márchate! ¡Rápido! –ordenó.

-Gracias –respondió Darker, bajando las escaleras a paso lento pero seguro, y escapando fuera de los límites del control de Tribus.

 

Una vez cerrada la compuerta, Quattuor volvió sobre sus pasos. Al llegar de nuevo a la escena donde se había desarrollado el combate, se dio cuenta de que la mujer había muerto.

 

Su cadáver, desprovisto de una extremidad, era lo único que quedaba de ella. Una muerte horrible para quien no la merecía.

 

Al contarle a Detz lo sucedido, por supuesto, mintiendo sobre él mismo ayudándoles a escapar.

 

En ese momento, pudo ver cómo el científico golpeaba repetidamente las paredes del pasillo, dejando salir toda su rabia y haciendo retumbar sus tímpanos. A ello había que sumarle que el otro hombre, el usuario de Radiar, también había huido.

 

Cansado, se acercó al cuerpo de la mujer, en cuyos ojos todavía podía ver lágrimas.

 

Había muerto sin haber visto cumplido su objetivo. Con la imagen de él mismo corriendo detrás de su esperanza.

 

Entonces, se acordó del objeto que le había regalado horas antes. El colgante que tenía el anillo con una pluma incrustada. Por alguna razón, lo había cogido al levantarse de la cama.

-Así que un recuerdo. –murmuró mientras sacaba el objeto y lo apretaba fuertemente a la vez, su visión ligeramente borrosa, a la vez que lágrimas caían sobre su puño- Si voy a sentirme así, prefiero no recordarte.

 

Al terminar la historia, todo quedó en silencio. Debido a la tensión que se había generado, ninguno se atrevía a decir nada.

 

Finalmente, Quattuor prosiguió.

-Tras aquello, continué a las órdenes del proyecto Gaia. Incluso después de lo que había hecho, mi mente seguía dominada por el mismo objetivo, la misma identidad. Sin embargo, poco a poco, sentí como si fuese desapareciendo. Dejé de escuchar esas palabras y pude tomar otras decisiones. Y me di cuenta de que Detz no era de fiar. Por desgracia, ellos también se dieron cuenta de mi cambio y acabé siendo apresado tras rebelarme contra ellos.

-Entonces, nosotros éramos esos niños –dijo Sarah, atónita-. Por eso me reconociste en los calabozos.

-Sí.

-Detz dijo que hubo otras personas que fueron contra su forma de pensar y que eso le dio muchos problemas. Ahora entiendo a qué se refería –dijo Kareth- Debemos evitar el proyecto Gaia. Ahora lo tengo más claro. Estoy seguro de que el mundo puede cambiar sin la erradicación del ser humano. Aún queda esperanza para que todos podamos vivir en el mundo que Gaia creó.

-Estoy de acuerdo –declaró Sarah.

-Y yo –corroboró Nara.

Pese a que Quattuor no dijo nada, todos lo tomaron como una respuesta afirmativa.

-Bien, decidido pues: destruiremos el proyecto Gaia y encontraremos la forma de acabar con la guerra.

-¡Oh! Que chicos más ambiciosos. Eso me gusta –irrumpiendo en la habitación, apareció la silueta de un joven.

-¿Qu-quien eres tú? –preguntó tímidamente Nara.

-Me llamo Razer, y soy el líder de los Rebeldes.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Gaia Project: Capítulo 14

Cuando Kareth despertó, se encontró bajo techo desconocido.

-Ugh... –se quejó al intentar moverse, pues sintió su cuerpo muy pesado. No recordaba lo que había sucedido, sólo el momento en que una voz le habló. A partir de ese instante, su mente se nubló.

 

Tras varios intentos, por fin pudo incorporar la mitad superior de su cuerpo y ver dónde estaba. El sitio no parecía en muy buen estado aunque, quitando los boquetes y grietas en las paredes, estaba bastante limpio, literalmente, ya que, aparte de la cama donde dormía, y otra igual a su lado, no había más muebles.

 

Lo que más le llamó la atención fue la persona que dormía en la otra cama, aunque, debido a que seguía atontado, tardó en reaccionar

 

Se trataba de Nara, quien descansaba plácidamente con una tela cubriéndola hasta el pecho, protegiéndola del frío.

 

Aquello le dejó sorprendido e hizo que, casi de manera inconsciente, levantase su mano para comprobar si no se trataba de una ilusión. Pero, cuando su piel entró en contacto con la de ella, no pudo evitar sonreír. No sólo estaba viva, estaba junto a él.

 

Ella pareció sentir su tacto ya que, tras arrugar levemente la cara, abrió sus ojos y le miró. Al igual que él, no reconoció de manera inmediata, sin embargo, una vez le hubo reconocido, sus ojos se abrieron de par en par, hasta casi salirse de sus órbitas.

-¿Có-cómo...? –preguntó, con un hilo de voz, mientras derramaba lágrimas de felicidad, sobre el cojín donde reposaba su cabeza.

-Quiero pensar que se nos ha dado una segunda oportunidad –respondió él, con ojos igual de llorosos.

 

Entonces, como si un repentino impulso les hubiese obligado a hacerlo, ambos se abrazaron con fuerza, sin importar lo doloridos y cansados que estuviesen, deseando que ese instante no acabase nunca.

 

-¿Te encuentras mejor? –preguntó Kareth, una vez más calmados.

-Sí –a su lado, Nara secaba sus lágrimas con las muñecas. Sus ojos, completamente rojos. Tras la alegría inicial, Kareth comenzó a sentirse consternado al pensar en lo que le habrían hecho y, sin pretenderlo, desplazó la mirada hacia la esmeralda en su frente, cosa de lo que ella se dio cuenta, girando la cabeza hacia el lado contrario e intentando ocultarla, avergonzada, con uno se sus brazos.

-¿Te duele? –preguntó Kareth.

 

Ella no contestó inmediatamente, y durante unos segundos se mantuvo cabizbaja, incapaz de hacerle frente.

-No –dijo, secamente, mientras movía la cabeza de un lado a otro-. Aunque no puedo decir lo mismo de cuando me la pusieron. Entonces, creía que la cabeza me iba a estallar. Como si me hubiesen taladrado el cráneo. Y sin embargo, ahora ni siquiera la siento.

 

Al escucharla, Kareth se quedó en silencio. La imagen de ella, gritando por el dolor, le produjo una sensación de ira que tuvo que reprimir con fuerza, para no acabar golpeando la pared.

-No parezco normal, ¿no crees? –dijo Nara, haciéndole ver lo acomplejada que le hacía sentir aquella joya.

 

Había pasado de ser una chica completamente normal a ser utilizada como experimento. Y como consecuencia, su pelo era más corto y su cuerpo más delgado, consumido y pálido de lo que recordaba. No hacía falta pensar mucho para darse cuenta de lo débil que la había dejado todo ese proceso.

-No me importa. Para mí, sigues siendo la misma –respondió Kareth, con seriedad.

-¿Eh?

-Cuando te vi a través de ese cristal, sin importar cuánto tiempo había pasado, o que tuvieses esa esmeralda en tu frente. Supe que eras tú. Para mí, sólo importa quién eres, no cómo eres. Y cambies lo que cambies, no dejarás de ser la persona de la que me enamoré –continuó el chico, consiguiendo que ella levantase la cabeza y le mirase a los ojos- Me alegro tanto de que estés bien. Tenía miedo de que también te hubiese perdido a ti. Como pasó con Remi y... –en ese instante, se detuvo, recordando al que había sido el tío de ella.

-No pasa nada, Kar. Puedes decirlo. Ya me he hecho a la idea –dijo ella, con un tono de voz melancólico- Yo también me alegro de que estés bien y de estar a tu lado –continuó mientras lo abrazaba de nuevo.

-¿Estáis despiertos? –dijo la voz de Sarah, asomando la cabeza por la única puerta de entrada.

-¡S-Sarah! –gritó Nara, levantándose rápidamente de la cama y corriendo hacia su amiga para, a mitad de camino, resbalar y caerse al suelo, golpeándose la cabeza ante la atónita mirada de la peliazul- ¡Ugh!

 

Aquel gesto, que ambos recordaban de ella, les hizo suspirar aliviados. Definitivamente, la chica estaba de vuelta con ellos.

 

-Aquí –dijo Sarah mientras ayudaba a su amiga a sentarse de nuevo- Mira que correr así. Ya tienes una edad, ¿sabes?

-L-lo siento –respondió Nara, acariciándose la frente, haciendo sonreír a la otra joven, quien la abrazó tiernamente.

-Me alegra tenerte de vuelta –dijo Sarah.

-Y yo de estarlo –respondió Nara, devolviéndole el gesto.

-Dime, Sarah, ¿qué ocurrió después de que perdiese el conocimiento? –interrumpió Kareth.

-Creo que todos tenemos muchas preguntas. Y, para ello, he traído a una persona que puede ayudarnos. ¡Quattuor! –llamó la chica de pelo azul, tras lo que un hombre, cruzado de brazos, entró en el cuarto y, sin decir nada, fue hacia un lado de la habitación y apoyó su espalda sobre una de las paredes.

 

Kareth lo recordaba de haberlo visto junto a Sarah cuando irrumpieron en aquella gran sala.

-Nos gustaría que contases lo que sepas sobre el proyecto Gaia –pidió Sarah.

-Esto nos llevará un buen rato, pero, ya que prometí hacerlo si me sacabas de aquella celda, haré lo que pueda –respondió el hombre mientras la peliazul hacía sitio entre sus dos amigos para sentarse.

 

-Imagino que, a estas alturas, ya sabréis quién es Gaia y su relación con todo esto. A ti te lo he contado yo –explicó refiriéndose a Sarah-, y supongo que, en tu caso, ha sido Detz –añadió, refiriéndose a Kareth.

-Yo también escuché sobre ello durante el tiempo que estuve prisionera. Algo sobre una deidad que creó este mundo –dijo Nara.

-Algo así. Aunque más concretamente, el núcleo del mismo. Un ser vivo con el poder de un dios –aclaró Quattuor, callándose durante unos segundos, antes de proseguir- En fin, lo que os voy a contar se remonta a cuando entré en el proyecto Gaia. Por entonces, acababa de despertar como Descendiente de Gaia, convirtiéndome así en el primero en hacerlo. Me sentía confuso y perdido. Una voz desconocida me estaba pidiendo ayuda y, poco a poco, iba convenciéndome de ello. Recuerdo que sentí miedo de perderme a mí mismo, pero era como si esa voz me estuviese lavando el cerebro para dedicarme a su causa. Y, cuando quise darme cuenta, sólo podía pensar en ella.

 

>>Poco después de despertar, alguien vino a buscarme. Una mujer. Ella me guió hasta ese subterráneo. Su base de operaciones.

-¿Quién era esa mujer? –preguntó Sarah.

-Lo cierto es que nunca le pregunté su nombre, ni tampoco profundicé en su vida. Sé que cuando Detz empezó todo, convenció a otras personas para unirse al proyecto Gaia. Esas personas no eran descendientes, lo ayudaban por propia voluntad, aunque puede que no compartiesen el mismo objetivo –comentó Quattuor, creando confusión en los demás- El caso es que, entre ellos, estaba aquella mujer y otros tres hombres, además de Detz. La mayor parte del tiempo, yo hacía de chico de los recados para todos ellos. Pasaba mucho tiempo fuera, llevando a cabo todo tipo de misiones. Por ello, nunca llegué a conocerles en profundidad, ni siquiera a Detz. Lo poco que puedo decir de ellos es que uno era usuario de Radiar, otro un miembro importante de “Comhairle”, y en cuanto al otro hombre restante y esa mujer, eran una pareja de científicos.

 

>>Durante el poco tiempo que pasaba en la base, esa mujer era la que más conversaba conmigo. Me preguntaba cómo estaba, cómo me había ido en las misiones... Actuaba como una madre que, por alguna razón, se preocupaba por mí. Y, pese a que al principio me resultaba extraño, En ese momento pensaba “¿Por qué hace eso?” pero al final me terminé acostumbrando.

-¿Qué clase de misiones te pedían? –preguntó, esta vez, Kareth.

-Básicamente, alimentar la guerra.

-¿Alimentar la guerra?

-Sí. Como ya sabréis, uno de los tres factores requeridos por Gaia es el choque de fuerzas entre usuarios del Radiar. Durante estos quinientos años de guerra ha habido tres treguas, y si, por algún motivo, se consiguiese la paz, ese factor sería imposible de cumplir.

-Entonces lo que buscan es influenciar a que las tres potencias hagan una batalla a gran escala para desplegar toda la energía posible a partir del Radiar.

-Exacto.

-Pero, ¿por qué no se hizo antes?

-Primero porque no era el único factor necesario para conseguirlo, y segundo, porque el poder de las tres potencias no era suficiente para ese objetivo. Necesitaban una cuarta fuerza que reuniese el poder del Radiar y también participase en la guerra. Ahí es donde entró en juego Yohei Gakko.

-¡¿Yohei Gakko?! –exclamaron los tres jóvenes al unísono.

-Pensadlo. Tienen a un miembro importante de “Comhairle” entre ellos, por lo que también tienen influencia sobre las tres escuelas.

-Pero “Comhairle” no permitiría algo así. Ellos quieren acabar con la guerra, por eso enviaban a los alumnos a infiltrarse y acabar con los planes de las tres potencias. De esa forma, evitaban meterse en una guerra abierta –replicó Kareth.

-Eso no quiere decir que no puedan ser manipulados para cambiar sus objetivos. E incluso así, cada una de las potencias podría pensar en los miembros de Yohei Gakko como espías de las demás.

-Pero... –intentó contradecir el chico, por segunda vez.

-Además, la última vez que tuve acceso a algo de información sobre el proyecto Gaia, Unum se había infiltrado en “Comhairle”. Si ha conseguido llegar al poder, ten claro que habrá cumplido su objetivo.

-Ese tipo, Detz, me dijo que Yami también formó parte del proyecto Gaia. ¡No puede ser! ¡Él era ese miembro de “Comhairle”! ¡Se rebeló contra Detz y por eso Unum lo mató y tomó su lugar! –dijo Sarah.

-Todo encaja –añadió Kareth.

-Pero hay una cosa que no entiendo –continuó Sarah- Recuerdo que Detz dijo que mi ejecución les habría dado la respuesta de si tenía el núcleo dentro de mí. Supongo que se refería al Núcleo de Jade. Sin embargo, dijo que Kareth había superado sus expectativas, y no parecía muy disgustado por ello.

-Imagino que era porque me consideraban adecuado para formar parte del proyecto. Al fin y al cabo, recuerda que Unum dijo que me había estado poniendo a prueba –aclaró Kareth.

-Pero, ¿a qué se refería cuando dijo eso de mí? –preguntó Sarah.

-No estoy seguro de si lo que voy a contar ahora contestará a tu pregunta, pero creo que tiene que ver con ello –explicó Quattuor-. Al cabo de un tiempo haciendo misiones, encontraron a la siguiente descendiente: Duobus. Ella es una chica fría, calculadora, apática y sigue las órdenes estrictamente. Una experta cumplidora con su deber, y muy peligrosa en combate. Actualmente, debe de estar asesorando al líder del imperio, y comiéndole la cabeza para continuar con la guerra.

 

>>En cualquier caso, a partir de entonces decidieron cambiar mi papel. Yo pasé a ocuparme de buscar al resto de descendientes y Duobus me sustituyó en mi trabajo anterior. Por otro lado, los demás miembros del proyecto Gaia siguieron con sus respectivos quehaceres. La última vez que hablé con esa mujer, antes de marcharme a mi misión, me dijo que estaba construyendo un aparato junto a su pareja. Algo muy especial que sería útil en el futuro.

 

>>Desde ese día, apenas tuve contacto con ella. Mi búsqueda me hizo estar fuera más tiempo que mi anterior trabajo, y el poco tiempo que pasaba en la base, no la veía por ningún lado.

 

>>De esa forma, encontré a Tribus, probablemente con la que más me relacioné, a Quinque y a Sextus.

 

>>Fue entonces cuando ocurrió lo que cambiaría el curso del proyecto Gaia...

 

Quattuor acababa de llegar de uno de sus viajes. Junto a él se encontraba un chico más joven que él, con parte del pelo de punta y la otra parte cubriéndole el ojo; complexión delgada, apariencia enclenque, estatura media y expresión entre indiferente y aburrida.

-Aquí es –indicó Quattuor-. Te llevaré ante Detz.

 

Asintiendo, el chico lo siguió hasta un laboratorio.

-Oh, Quattuor. Has vuelto.

Allí los recibió un hombre vestido con bata blanca y gafas, quien se encontraba revisando una serie de documentos mientras, de vez en cuando, observaba en un microscopio muestras de tejido de cerebros humanos.

-He traído a otro, Detz –respondió Quattuor, secamente.

-¿Es él? –preguntó Detz, refiriéndose al joven que le acompañaba, y que observaba su alrededor con desinterés.

-Sí.

-Bien. Acompáñalo a su cuarto. Mañana le explicaré cuál será su tarea a partir de ahora.

 

Así pues, ambos se marcharon del laboratorio, separándose poco después, tras quedarse el chico en su habitación.

 

Había sido un largo viaje para Quattuor, y en ese momento lo único que le apetecía era dormir y olvidarse de sus tareas aunque fuese por unas horas. Por lo menos, hasta que Detz le dijese dónde despertaría el siguiente descendiente, pues, aunque no se sabía cómo, el científico tenía la capacidad de predecirlo.

 

Cerca de su habitación, escuchó el sonido de pequeños pasos correteando. Curiosamente, éste se detenía cuando dejaba de caminar y se reiniciaba al volver a hacerlo.

-¡¿Quién anda ahí?! –preguntó, mirando a su alrededor, sin recibir contestación- ¡Si eres tú, Tribus, hoy no estoy para juegos! ¡Esto cansado y no me apetece!

 

Pese a ser respondido de nuevo con el silencio, consiguió discernir una pequeña mano sujeta al borde de la esquina por la que había que girar para llegar a su cuarto. Un mal intento de escondite.

-Oye, ¿de verdad crees que no nos descubrirá? –preguntó la voz de una niña.

-¡Soy experto en el escondite! ¡Seguro de que no nos encuentra! –respondió, esta vez, la voz de un niño.

-¡Os encontré! -exclamó Quattuor, asomando la cabeza, y encontrando delante de él, un niño y una niña de la misma edad, que se quedaron petrificados al verle.

-¡¿Qué hacen unos niños aquí?! –preguntó el hombre, levantando una ceja.

-E-e-es que... n-nos dijeron que podíamos jugar fuera un rato –se excusó tímidamente el niño.

-Eso no contesta a mi pregunta –indicó Quattuor mientras observaba cómo la niña, cuyo pelo era de color azul, se escondía detrás del pequeño.

-¡Quattuor! –gritó una voz, varios metros delante de él, haciéndole levantar la vista para encontrarse con una mujer corriendo hacia ellos.

 

Una vez les hubo alcanzado, la vio apoyarse en la pared para recuperar el aliento.

-¡Lo siento si te han molestado! ¡Les dije que jugaran fuera un rato! ¡Hasta que terminase de trabajar! –le explicó ella, con una mano en el pecho y respiración agitada.

-Así que esto es cosa tuya. No te preocupes. No es que me hayan molestado. De todas formas, ¿qué hacen aquí? ¿Un experimento de los vuestros? –preguntó Quattuor.

-¡¿Qué?! ¡No! ¡Por supuesto que no! –replicó la mujer mientras ponían los brazos formando X, a modo de negativa. Gesto que dejó perplejo al hombre- Según otra de las predicciones de Detz, uno de estos niños será otro de los Descendientes de Gaia. El problema es que no sabemos cuando ocurrirá ni quien de los dos será. Es la primera vez que ocurre algo así en sus predicciones.

 

Sin entender de qué hablaban, los pequeños desplazar la mirada de uno a otro.

-En fin, si son cosas vuestras, todo aclarado –respondió Quattuor, mostrando desinterés.

-Si es así, ¿podrían quedar un rato contigo? –solicitó ella, juntando las manos como si estuviese rezando.

-¡¿Qué?! ¡Será una broma!

-¡Por favor, ahora mismo estoy trabajando y no puedo encargarme de ellos!

-¡Oye, no he hecho de niñera en mi vida! ¡¿Qué te hace pensar que haré un buen trabajo?!

-¡Confío en ti!

-¡¿Qué?!

-¡Por favor!

 

Ante sus súplicas, el hombre adoptó una postura tensa, lo que fue agravándose conforme su rostro se acercó al de él.

-¡De acuerdo! ¡Vale! ¡Pero sólo por esta vez! –cedió, finalmente.

-¡Gracias! –exclamó, abrazándolo.

-¡Qu-quita! –la apartó él.

-¡Bien, niños, por el momento os quedaréis con el tío Quattuor! ¡Haced caso a lo que os diga, ¿vale?!

 

Pese a que ambos asintieron, no se mostraron muy convencidos de ello.

 

“¿El tío Quattuor?”, pensó el hombre, tras lo que dejó escapar un profundo suspiro, diciendo adiós a sus horas de descanso.

-Por cierto, Quattuor, ¿puedo pedirte otro favor? –añadió la mujer.

-¡Eh! ¡He dicho que sólo me los quedaré por esta vez...!

-Si algo me pasase... –lo interrumpió ella, esta vez, poniendo un tono de voz serio- Si, por cualquier cosa, yo no pudiese cuidar de ellos, quiero que les protejas.

-¿De qué hablas? –se extrañó el hombre, percatándose de que ella acababa de desviar la mirada.

-Nada. Olvídalo. Tengo que irme. Será poco tiempo, te lo aseguro –sentenció, marchándose por donde había venido.

 

Sin saber qué decir, Quattuor optó por desentenderse y centrarse en el problema que tenía en ese momento”.