domingo, 3 de mayo de 2015

The three global powers: Capítulo 12

-¡Ya vienen! –comunicó Zen a los demás.

-¡Preparaos para la retirada! ¡Nos separaremos para que sea más fácil despistarlos! –ordenó Sdren, abandonando el cañón que habían utilizado a modo de distracción y corriendo hacia los callejones de la ciudad.

 

A su vez, Zen, quien hasta ese momento había estado situado sobre una de las casas cercanas, para poder divisar al enemigo, saltó hacia otro tejado, moviéndose en dirección opuesta a los demás.

 

Habiéndose quedado rezagado con respecto a los demás por su posición como vigía, aquella era la mejor vía de escape por la que podía optar, permitiéndole divisar a los soldados acercándose al cañón y organizándose rápidamente para buscar a los fugitivos, incluido él mismo. A partir de ese instante, de cada uno dependía el no ser cogido.

 

En el interior del recinto de gobierno, otra distorsión obligó a Quattuor a saltar hacia atrás para que la mitad inferior de su cuerpo no desapareciese.

 

Por suerte, aquello no le impidió mantenerse como un obstáculo para que Quinque no fuese en busca de Kai y Nara.

-¡Cuatro contra dos! ¡No veo sentido en contar a esos chimpancés que tenéis por soldados! ¡No nos llegan ni a la suela de los zapatos! –se burló el hombre.

-Será mejor que os rindáis –añadió Razer, situándose al lado de su compañero, tras recuperarse de su empujón-. Por cierto, es la primera vez que veo de cerca a un inmortal regenerándose. Resulta bastante desagradable.

-Pues mejor que no veas una de cuerpo entero –comentó Kareth, al otro lado del recibidor, mientras golpeaba a un soldado y lo arrojaba contra el suelo.

-Parece que nos están subestimando, Sextus –dijo Quinque.

-La verdad es que no me importa. Quien ríe el último, ríe mejor –respondió su compañero.

-¡Entonces vamos a reírnos! –dijo Quinque mientras calentaba, dando un par de pequeños saltos en el sitio.

-¡Oye, Razer, no bajes la guardia! –exclamó Quattuor.

-¡¿Qué pasa?!

-¡Van en serio!

 

Nada más acabar la frase, Sextus levantó ambos brazos, haciendo aparecer dos distorsiones espaciales justo donde se encontraban el líder de los Rebeldes y Quattuor. Entonces, al apartarse de su rango de ataque, Quinque apareció, como salida de la nada, al lado de Quattuor golpeando su vientre de manera que su brazo izquierdo fuese forzado a entrar en la distorsión, desapareciendo en el acto.

 

Al mismo tiempo, Razer, quien había conseguido alejarse por completo del primer ataque enemigo, se vio metido en un segundo ataque cuyo rango ocupaba todo su cuerpo.

-¡Mierda! ¡¿Dos seguidas?! –gritó, sorprendido.

-Nunca dije que no pudiese hacerlo –comentó Sextus, que, pese a su expresión y tonalidad indiferentes, dejó escapar cierto aire burlón.

-¡Razer! –exclamó Sarah intentando correr hacia él para ayudarle, pero siendo retenido por un par de soldados que se pusieron en medio.

 

Para sorpresa de muchos, el joven rebelde se llevó una mano al tobillo, de donde sacó una pequeña pistola con la que disparó un gancho hacia el techo. Al recoger la cuerda a la que estaba atado, escapó de allí justo antes de ser alcanzado por la técnica de Sextus.

 

Por desgracia, debido a lo precipitado de su movimiento, el gancho se soltó antes de que pudiese tocar tierra, cayendo al suelo de mala manera y sufriendo algunos rasguños.

-¡Maldición! –se quejó Quattuor al observar aquel giro de los acontecimientos.

-¡¿Y bien, Quattuor?! ¿¡Vas a dejarme pasar ahora?! –preguntó Quinque, relamiéndose.

-Je... ¡JAJAJAJAJA! –rió él en respuesta, y ante la expresión extrañada de la chica-. ¡Ahora que nos estamos divirtiendo, ¿quieres dejarme sin pareja de baile?!

-¡En el fondo sólo eres un sádico! –replicó Quinque, justo cuando el brazo del hombre acababa de recuperar su forma original.

-¡Tú tampoco te quedas atrás!

 

Tras esto, Quattuor acometió contra ella y lanzó un puñetazo dirigido a su mejilla, el cual fue esquivado por la chica, quien contraatacó con una serie de patadas al costado.

 

Pese a que los golpes dieron en el objetivo, Quattuor se aprovechó de su musculatura para defenderse, tras lo que agarró la pierna de su adversaria justo antes de que ella se retirase.

-¡Recuerda que yo fui el primero de vosotros! ¡No te lo tengas tan creído, niñata! –exclamó ante la sorpresa de Quinque, girando sobre sí mismo y lanzándola contra la pared como si fuese un disco, llegando a agrietarla por el impacto.

 

Mientras tanto, Sextus intentó apoyar a su compañera, extendiendo de nuevo sus brazos hacia Quattuor para crear otra distorsión, no obstante, tuvo que retractarse de su ataque, haciéndose a un lado para evitar el gancho que había sido disparado en su dirección, y que posteriormente fue seguido de Razer, quien inició una serie  de ataque hacia él.

-Tú debes de ser el líder de los Rebeldes –dijo Sextus, incorporándose rápidamente tras esquivar el primer golpe y defendiéndose de los demás.

-¡¿Nos hemos visto antes?!

-No, pero tu fama te precede. Sobre todo en el imperio.

-¡Me alegra oírlo! ¡Eso significa que nos están teniendo en cuenta!

-De hecho, no entiendo qué haces aquí. Pensaba que tu objetivo era el propio imperio.

-¡Si acabáis tan rápido con el imperio, ¿contra quién voy a desquitarme?! –bromeó el joven sin observar respuesta por parte de su contrincante-. ¡Eres un aburrido!

-Mis disculpas. No sabía que se tratase de una broma.

-¡Admito que no ha sido muy buena! ¡En cualquier caso, no me gusta que os toméis la justicia por vuestra mano! –continuó el líder de los Rebeldes, sin cesar su ataque.

-Llegados a este punto, no hay otra opción.

-¡Puede que tengas razón, pero la justicia no es algo tan simple como para que sea aplicada unilateralmente!

-No estoy de acuerdo. ¿Acaso no haces tú lo mismo con el imperio?

-¡Creo que hay una gran diferencia! ¡Para empezar, yo no quiero exterminar a quienes viven allí! ¡Tan sólo a quienes gobiernan!

-Entonces, según tú, somos demasiado radicales –dijo Sextus, a lo que Razer respondió esbozando una sonrisa. Entonces, recogió el gancho, que seguía sujeto a la pared y prosiguió su ataque.

-Aun así, llega un punto en el que un asesino mata tantas veces que ha de detenerse sin importar los medios que se utilicen. Nuestra causa es justa –alejó el joven de pelo extravagante, quien introdujo una de sus manos en el interior de su capa, sacando una espada de igual tamaño que el estoque de Razer, que utilizó para un ataque frontal contra su adversario. Éste, logrando protegerse, sintió un escalofrío recorriendo su espina dorsal, como una sensación de peligro.

 

En ese momento, observó cómo la extremidad libre de su enemigo se abalanzaba sobre él, forzándole a saltar hacia atrás, momento en que descubrió que, sobre la palma de dicha mano acababa de formarse otra distorsión.

 

“¡¿Acaba de crear uno de esos espacios en su propia mano?!”, pensó el chico, levantando la mirada hacia Sextus, “y yo que creía que el combate a corta distancia me daría ventaja.”

 

Tras recuperarse del lanzamiento, Quinque se lanzó de nuevo contra Quattuor en un intercambio de golpes durante el que cada uno utilizó sus puntos fuertes para impedir que el otro llevase la ventaja.

 

Finalmente, fue Quattuor quien consiguió acertar en unos de sus puñetazos, elevando a la joven en el aire. Ella, por su parte, consiguió apoyarse en una de las paredes de la sala para volver al combate, siendo recibida a mitad de camino por una de las barandillas del borde de la escalera, que había sido arrancada y arrojada por su oponente, y que consiguió sortear en el aire, para después propinarle una patada a su objetivo, quien logró defenderse con su brazo derecho, no sin recibir daño.

 

Al mismo tiempo, Sarah y Kareth acababan de noquear a los soldados que quedaban.

-¡Sarah! ¡Échale una mano a Quattuor! ¡Yo ayudaré a Razer! –gritó Kareth.

-¡No tan deprisa! –exclamó una voz, en el miso instante en que un objeto de gran tamaño aterrizaba justo entre ambos, levantando una gran polvareda.

 

Entonces, una figura de aspecto mecánico se erigió cerca de ellos, tratándose del gobernador de la facción.

-¡Así que vosotros sois los intrusos que han intentado colarse a cañonazos en mi territorio! –continuó, con un tono de voz que denotaba enfado. Tanto Sarah como Kareth quedaron impresionados ante el tamaño de la armadura, que no tenía nada que envidiar a Quattuor.

-Señor, no se preocupe. Nosotros podemos encargarnos de ellos –dijo Sextus desde donde se encontraba.

-¡¿Qué clase de gobernador sería si no diese buen ejemplo a mis soldados?! –dijo, poco antes de sacar una gruesa vara de metal de la parte trasera de su armadura, activando un mecanismo sobre ella que hizo que se alargase hasta más de la mitad de la longitud de la propia armadura y haciendo aparecer dos filos curvos en cada extremo, formando sendas hachas de doble filo.

-¡El nombre de este arma es Hydra! ¡Preparaos para morir! –exclamó orgulloso.

 

-Bueno, es lógico que no te creyesen –dijo Kai, sentado sobre la cama donde habían encontrado a Miruru, tras escuchar su historia. Mientras tanto, Nara seguía con su tratamiento.

-¡No tienes por qué decirlo así! ¡Suena a que soy una estúpida!

-Según como se mire...

-¡Kai!

-¡Es broma! –respondió él, sonriendo maliciosamente mientra jugueteaba con su mejilla- Ahora ya no importa. Tienes que recuperarte lo antes posible para que podamos volver con los demás.

-¡Ah! ¡Es cierto! ¡¿Cómo están?!

-Deben de estar luchando ahora mismo contra Quinque y Sextus.

-Espero que no les haya pasado nada –contestó la chica, preocupada.

-Por eso debemos darnos prisa.

-¡A mí no me miréis! ¡Hago lo que puedo! –declaró Nara.

 

De repente, se escuchó un ruido procedente del pasillo, como el de un gran número de pasos corriendo.

-¡No me digas que...! –se asustó Kai, levantándose y dirigiéndose a la puerta para echar un vistazo fuera. Instantes después, dio un ligero paso atrás y volvió junto a ellas.

-¡Tenemos que largarnos de aquí!

-¡¿Qué pasa?! –preguntó Miruru.

-¡Vienen soldados! ¡Puede que ya hayan descubierto donde estamos!

-¡Pero Miruru aún no está recuperada! –se quejó Nara.

-¡Ya lo sé! ¡Por eso debemos irnos! ¡Con Miruru así no podremos hacerles frente! ¡Al menos no aquí! ¡Necesitamos encontrar un sitio más grande desde donde poder contraatacar! –sugirió el joven mientras se acercaba a la semidiosa y le ofrecía su espalda para que la utilizase como apoyo- ¡Rápido!

 

Tras asentir, la joven rodeó su cuello con los brazos, siendo ayudada por Nara para subirse a él.

-¡No te separes de nosotros, Nara! ¡Como te pase algo, Kareth me mata!

-Vale

 

Así pues, los tres salieron de la habitación y volvieron sobre sus pasos. Sin embargo, un grupo de soldados interrumpió su camino, poniendo miradas amenazantes.

-¡Maldita sea! –se quejó el chico, quien rechazó la idea de invocar a uno de los Infernos y decidió recurrir a los espíritus- ¡Segundo espíritu: Faith! –exclamó, haciendo que algunos de los soldados fuesen petrificados, y aprovechando la oportunidad para escapar en dirección contraria.

-¡¿A dónde vamos?! –preguntó Nara mientras giraban a la derecha en dirección a otro pasillo, ya que por el frente venían más de esos soldados.

-¡Ni idea! ¡No conozco este sitio, así que lo único que podemos hacer seguir probando hasta que lleguemos a un sitio amplio y rezar para no toparnos con un callejón sin salida!

-¡Me parece bien, pero ¿tienes alguna idea de que dirección seguir?! –continuó ella.

-¡Intentaremos ir hacia abajo! ¡Tengo una corazonada!

-¡Espero que sea buena!

 

Mientras tanto, Kareth conseguía evadir un nuevo ataque de Hydra.

“¡Ahí viene!”, pensó, al mismo tiempo que un golpe de aire por poco le hacía perder el equilibrio, alejándolo ligeramente de su adversario.

 

Por su parte, el gobernador de la facción volvió a levantar su arma, situándola sobre su hombro.

 

Tanto Kareth como Sarah conocían aquel efecto, pero nunca lo habían visto utilizado de esa forma ya que, según sus conocimientos, se había inventado para aumentar la fuerza del arma, incrementando su energía cinética. No obstante, el hacha que blandía su adversario era capaz de expulsar aire a presión a partir de agujeros situados en la base del extremo del mango, desde donde sobresalían los filos del arma.

 

De esa forma lograba un segundo ataque tras el del arma, evitando un contraataque a larga y media distancia debido a la proximidad del primer movimiento, y uno a corta distancia debido al segundo.

 

Por suerte para ellos, los ataque del gobernador no eran muy rápidos, pero su forma de combatir les había llevado a un punto muerto.

 

Mientras tanto, Razer estaba teniendo problemas para mantener a raya a su contrincante.

 

Como éste era inmortal, podía ignorar sus ataques sin recibir consecuencias, proporcionándole más oportunidades para acertar a su rival.

 

Pese a que el líder de los Rebeldes había conseguido evitar aquellas distorsiones, no había tenido tanta suerte con el arma de su oponente, presentando cortes por todo el cuerpo.

 

Aun así, siguió plantándole cara, esperando la oportunidad perfecta para noquearlo, pues esa sería la única formar de librarse de él.

 

Al mismo tiempo, Quattuor y Quinque seguían igualados.

 

El primero permanecía inamovible, cortándole el paso a la chica, quien asestaba un golpe tras otro desde distintos ángulos y a velocidad casi imperceptible. De seguir así, el combate no habría ido a ninguna parte, pero, poco después, ocurriría algo que cambiaría su transcurso.

 

Por otro lado, Sarah y Kareth continuaban peleando contra el gobernador de la facción, quien lanzó un ataque directo a la joven, que lo esquivó y se preparó para su siguiente movimiento.

 

Kareth, unos metros más alejado de ellos dos, había decidido esperar a que acabase el segundo golpe para impulsarse directamente hacia él en un ataque frontal a toda velocidad, sin embargo, ése era el momento que su enemigo había estado esperando. Así pues, tras finalizar el primer ataque, en lugar de producirse la expulsión de aire a presión, procedente del arma, ésta cambió de forma, desapareciendo los filos del hacha y siendo sustituidos por uno solo que se extendió hasta penetrar el hombro de Sarah.

 

Este hecho la pilló por sorpresa, dejando escapar un grito de dolor al verse empalada.

-¡Sarah! –exclamó su compañero, quien hizo uso de sus piernas, recién transformadas, al igual que sus brazos, para impulsarse hacia ellos y golpear el arma de su contrincante, partiendo el filo en dos.

 

Por desgracia, aquello no pareció importarle mucho al gobernador, aunque decidió retirarse por el momento y crear algo de distancia entre ellos.

-¡¿Estás bien?! –continuó Kareth, a lo que su amiga asintió, sujetándose la herida con la mano contraria.

 

Por su parte, Quattuor desvió la atención hacia Sarah al escuchar su grito, bajando la guardia.

-¡Te tengo! –exclamó Quinque, aprovechándose de ese momento para encajar una patada sobre su cabeza, logrando que chocase contra el suelo del piso de abajo.

-¡No! –dijo el líder de los Rebeldes, intentando detener a la descendiente pero dándose de cara con los constantes ataques de Sextus mientras la joven se despedía de ellos con un gesto de su mano, a modo de burla.

-¡No escaparás!

Levantándose lo más rápido que pudo, Quattuor subió de un salto al siguiente piso dispuesto a perseguirla, pero, de repente, un objeto volador se interpuso en su camino, obligándole a cubriese con los brazos.

 

El objeto hizo un efecto boomerang volviendo a la persona que lo había lanzado. En ese instante apareció Yorus, armado con su peculiar doble martillo.

-¡Apártate! –ordenó Quattuor al guardaespaldas del líder de la unión- ¡No tengo tiempo para ti!

-Me temo que no va a poder ser. Ahora yo soy tu adversario. Tendrás que vencerme para llegar hasta ella.

 

En ese momento, Kareth se arrancó un trozo de su camiseta, aunque no quedase mucha tela que coger, y lo utilizó para detener la hemorragia de su compañera. Incluso si los guerreros armados tenían una regeneración mayor de lo normal, una herida de ese nivel tardaría en recuperarse.

-¿Puedes moverte? –preguntó el chico.

-Sí, gracias.

-Un buen arma, ¿eh? –interrumpió el gobernador mientras enseñaba su Hydra, ahora transformada en una gran espada, cuyo filo había vuelto a la normalidad pese a haber sido roto por Kareth-. Tiene la capacidad de transformarse en 7 armas diferentes, posee un motor de propulsión Z y, además de eso, también puede regenerar su filo.

-Su nombre le va que ni pintado –indicó Kareth.

-Una pequeña muestra de la tecnología de la facción –respondió la armadura, apuntándoles con Hydra.

-La situación se ha puesto difícil, Sarah –susurró el chico.

-Ya lo veo. Mientras tenga esa arma, el combate estará a su favor.

-¿Alguna sugerencia?

-Una apuesta, más bien.

-Es mejor que nada.

-De acuerdo, entonces sígueme la corriente.

-¿Qué estáis cuchicheando? –preguntó el líder de la facción, quien empezaba a irritarse.

-Nada. Tan sólo... estoy impresionada por la potencia de tu arma. No he podido ver venir ese golpe y he sido derrotada.

-Vaya, no me lo esperaba. Qué honesto por tu parte reconocer tu inferioridad ante mí.

-No. No. Creo que no me has entendido.

-¿Eh?

-He dicho que me ha impresionado tú arma. De quien la porta no puedo decir lo mismo. Dicen que un arma no es nada sin aquel que la maneja, pero algo me dice éste no es el caso -continuó ella mientras fingía estar meditando sus palabras.

-¡¿Qué quieres decir?!

Pese a que no podía ver su expresión, Kareth pensó que debía de ser de lo más estúpida ahora mismo.

-Ahora que lo dices, tienes razón Sarah –dijo el chico, siguiéndole el juego a su amiga- Esos soldados no eran para nada fuertes. Si este tipo es quién los ha entrenado, no hay de qué preocuparse.

-Es cierto. Con una espada normal no sería capaz de hacer nada.

-¡Esto es humillante! ¡Que hayáis sido capaces de caer tan bajo! –justo en ese momento, el gobernador pareció darse cuenta de algo-. Je. Ya veo por dónde vais. ¿Acaso creéis que voy a caer en vuestra trampa? Queréis que deje de lado a Hydra y vaya desarmado, ¿verdad?

 

Los dos amigos se miraron durante unos segundos, tras lo que rieron descaradamente.

-¡¿Has oído lo que ha dicho?! –preguntó Kareth.

-¡Sí! ¡Sólo un idiota pensaría algo así!

-¡Lo que pasa es que es incapaz de aceptar la verdad!

-¡Me duele la herida de tanto reírme!

-¡Insolentes! –gritó la armadura, levantando su espada para un ataque en vertical.

-¡Ahora! –exclamó Kareth, quien, impulsándose con una de sus piernas, cogió en brazos a Sarah y corrió hacia uno de los pasillos a los que daba el recibidor.

-¡No escaparéis! –les siguió el gobernador, a paso más lento que el de ellos.

 

-Creo que ya no nos siguen.

Mientras tanto, Kai y las otras dos chicas acababan de llegar a otra sala donde habían decidido esconderse de sus perseguidores.

-¿Dónde estamos? –preguntó Miruru, situada entre él y Nara, quien todavía estaba tratando de recuperar el aliento.

-A saber. Hemos dado muchas vueltas. De un pasillo para otro y sin descanso. Siempre hacia abajo... –contestó su amiga entre jadeos.

 

Habían ido a parar a una amplia habitación donde había varias máquinas dispuestas en extensas filas horizontales que iban de un extremo al otro. Éstas tenían grandes ventiladores que giraban a gran velocidad y tubos que las conectaban con cables. Aunque el ruido que hacían era molesto, por lo menos no les impedía escucharse hablar.

-¿Y esas cosas? –preguntó Miruru.

-Creo que son generadores eléctricos. Diría que este sitio es el que mantiene la corriente eléctrica del edificio –respondió Kai.

-¡Oh! Entonces puede que eso nos dé ventaja. Ya sabes, si controlamos su fuente de energía, tendremos el poder.

-Tal y como lo veo yo. Si le pasa algo a alguno de estos generadores es posible que saltemos por los aires. En cualquier caso, nos escondernos aquí hasta recuperarte por completo. Iré a asegurar la zona. No os mováis de aquí.

-De acuerdo. Seguiré con el tratamiento –declaró Nara.

-Tened cuidado.

 

Dicho esto, el chico caminó a través de los espacios que había entre cada fila de generadores, sin dejar de observar a su alrededor.

 

Se le pasó por la cabeza buscar una manera de apagarlos, pues quizás les diese ventaja a la hora de escapar, e incluso puede que ayudase a sus compañeros, sin embargo no tenía ni idea de cómo funcionaban ni la suficiente seguridad de realmente serviría de algo.

-No hay nadie –se dijo a sí mismo tras un rato explorando-. Le echaré un vistazo también a la entrada.

-Te encontré –le susurró una voz de repente, a escasos centímetros de su oreja, recibiendo poco después un golpe en la mejilla que lo hizo chocar de espaldas contra una de aquellas máquinas.

-¡Ugh! –se quejó, levantando la cabeza para encararse a su adversario que no era otra que Quinque, quien lo observaba de pie, con una amplia sonrisa en su rostro.

-Esta vez no te me vas a escapar.