sábado, 28 de abril de 2012

The demigoddess and the necromancer: Capítulo 9

Kai se encontraba en su habitación cuando tocaron a la puerta. Se trataba de May.
-Hola –saludó la chica.
-Pasa, pasa. ¿Quieres algo? –ofreció el chico, alcanzando un par de botellas.
-Claro.

Sentados sobre la cama, los dos amigos estuvieron hablando animadamente.
-Ya ha pasado mes y medio desde que vino First –dijo Kai
-¡Es verdad! ¡Dios mío, creía que había sido menos!
-Eso es porque se te ha hecho corto –bromeó Kai- En fin, ¿qué querías?
-Verás. Hay algo que me gustaría contarte.
-¿De qué se trata?
-First me ha dicho que tiene que volver a su escuela.
-¡¿Qué?! –se sorprendió Kai, pese a que ya sabía que ese momento llegaría algún día.
-Ya sabes que sólo estaba aquí por trabajo –le recordó May.
-Sí, pero aun así... –no consiguió terminar la frase. Era doloroso tener que separarse de alguien que había cobrado tanto significado para ambos en tan poco tiempo.
-Por tu cara, deduzco que no es lo único que has venido a decirme –dijo Kai. La conocía desde hacía mucho, por lo que le resultaba fácil saber cuándo escondía algo.
-Verás... -empezó a decir, poniéndose algo nerviosa- Me ha propuesto irme con él.

Tras aquella revelación, ambos se mantuvieron en silencio hasta que el chico fue capaz de continuar la conversación.
-Y, ¿qué le has contestado?
-Nada, de momento. Le he dicho que tenía que pensármelo. Yo... me resultaría muy duro tener que abandonar este sitio. Aquí he vivido muy buenos momentos contigo, desde que éramos pequeños. Fue también aquí donde me enamoré de él y, donde pensé, o quise pensar, que viviríamos juntos.

De repente, Kai se levantó de la cama y le dio la espalda por unos instantes, cavilando sobre algo mientras golpeaba nerviosamente el suelo con su pie.
-Deberías ir –dijo, decidido, dándose la vuelta y encarándose a ella.
-¡¿Qué?! ¡Pero, no puedo dejarte aquí sólo! Además, todavía no he terminado los estudios aquí y...
-May, si no lo hicieses te arrepentirías el resto de tu vida. Y si es por tus estudios, seguro que habrá alguna forma. Podrías solicitar un intercambio entre escuelas o pedir terminar antes de tiempo. Con tus calificaciones no creo que haya problema. Incluso podría servir como una estancia de prácticas o algo así. Lo que quiero decir es que no hay ninguna norma que lo prohíba.
-Pero, ¿qué hay de ti?
-Ahora soy más fuerte que antes. Ya no hace falta que te preocupes por mí. Además, me sentiría fatal si tuvieses que quedarte por mí.
-Kai... –intentó decir ella, a punto de romper a llorar.
-Tu felicidad está con él. Por eso, deberías ir. Además esto no tiene por qué ser un adiós. Estoy seguro de que volveremos a vernos.
-Gracias, Kai –dijo ella, abrazándolo- Eres como un hermano para mí.
-¡Para! ¡May, me estás haciendo daño! –se quejó el joven, pese a la sonrisa que se dibujaba en su rostro.
-L-lo siento –respondió May, apartándose de él y secándose las lágrimas con las mangas de su propia camiseta- ¡Ya sé! –exclamó, de repente, mientras buscaba algo en sus bolsillos.
-¿Qué?
-Toma, quiero que te lo quedes. Como recuerdo.
-Esto es...

Lo que la joven le acababa de dar era una pequeña pelota con la que solían jugar cuando eran pequeños.
- La cuidaré como un tesoro –dijo Kai, apretándola contra sí mismo- Vamos, vete. No hagas esperar a First.

Tras ver cómo se marchaba, guardó la pelota en una pequeña cajita.

Aquella misma noche, cuando se disponía a acostarse, escuchó una llamada en su aparato comunicador, lo que le pareció extraño, por las horas que eran.

Al descolgar, escuchó la voz de May
-K-a-i, ayú-dame, por favor.

Aquellas palabras le dejaron de piedra, a punto de dejar caer el aparato. Sin embargo, logró mantener la compostura.
-¡¿May?! ¡May! ¡¿Qué pasa?! –preguntó, nervioso. Por lo que escuchaba, apenas podía hablar.
-K-a-i, rá-pido, ant-es de qu-e ven-ga.

En ese instante, se cortó la transmisión.
“¿Qué ha sido eso? Tiene que ser una broma, ¿no? ¡¿Qué está pasando?!”, pensó mientras intentaba tomar una decisión sobre qué hacer.

-¡Mierda! –maldijo. No entendía nada, pero no podía arriesgarse a dejar las cosas como estaban. Debía buscar ayuda.

Así pues, lo primero que se le pasó por la cabeza fue avisar a First. Si alguien sabría qué hacer, ése era él.

Lo más rápido que pudo, se dirigió hacia donde se hospedaba su amigo. Recorrió las calles de Yohei Gakko, sin detenerse ante las miradas curiosas de la gente y alguna que otra queja por tener que apartarse para abrirle paso.

Finalmente, se situó ante la puerta de su apartamento. En un bloque situado cerca del centro de la zona de ocio. Nada lujoso, pero bastante bien equipado.
-¡First! ¡First! –gritó el chico, disponiéndose a golpear la puerta- ¡Algo le ha ocurrido a May! ¡Rápido, tenemos que...!

Nada más tomar contacto con la puerta, ésta  se abrió de golpe, sonando un fuerte ruido al chocarse el pomo contra la pared.
-¿Por qué está abierta? –se preguntó en voz alta mientras una sensación de miedo y angustia le subían por la garganta, intensificándose cunado descubrió que el suelo estaba lleno de sangre.
-¡First! –sin pensárselo dos veces, irrumpió en el apartamento, corriendo por los pasillos mientras gritaba su nombre.

Entonces, al abrir la puerta de la habitación situada al final, se topó con una intensa oscuridad, impidiéndole ver lo que había al fondo.
-K-a-i... –la voz de May se escuchó a varios metros frente a él.
-¡May! ¡¿Dónde estás?! ¡¿Qué está pasando?!

Después de un par de pasos temerosos, tanteó la pared situada a su derecha hasta dar con el interruptor que iluminase la sala. Sin embargo, prefirió no haberlo hecho.

Delante de él estaba su amiga, cubierta de sangre, numerosos cortes y cardenales por todo su cuerpo e, incrustado en su vientre, lo que parecía una joya color esmeralda.
-May... –murmuró Kai, con piernas temblorosas que no lograron mantener el equilibrio, cayendo de rodillas al suelo.
-Oh, qué alegría. Si tenemos un invitado –dijo otra voz que le hizo desviar la mirada hacia un lateral de la habitación.
-¡¿Quién eres?! –preguntó el chico, levantándose y poniéndose en guardia.
-Dímelo tú –respondió la otra persona, dejándose ver.
-¿First? –sorprendido, no hizo ningún movimiento mientras su amigo caminaba cerca de él hasta situarse al lado de May.
-First. Qué nombre tan curioso, ¿no te parece? –dijo con aire divertido.
-¿Qué ha ocurrido? ¿Quién le ha hecho eso?
-Esta chica es inservible. No era la que buscábamos.
-¿De qué estás hablando?

Ignorando la pregunta de Kai, First acarició la barbilla de May de una forma que por poco vomita ahí mismo.
-No entiendo nada –continuó el chico, tratando de recuperar la compostura-. Lo único que sé es que hay que llevar a May para que la traten y...

De repente, First levantó una mano hacia Kai, pidiéndole que no se acercase.
-Veo que no te das cuenta. O no quieres darte cuenta. Quien le ha hecho esto soy yo.

Desde que le había visto aparecer, aquella posibilidad se le había pasado por la cabeza, pero una parte de él había sido incapaz de aceptarlo. Porque, para él, ese escenario no tenía sentido.
-Tú no eres First, ¿verdad?
-¿Quién sabe? ¿Lo soy? –se burló First.
-Tú no puedes ser él. Él no le habría hecho daño May ¡¡Sería incapaz de hacerle daño a alguien!!
-¡Jajaja! –continuando con su juego, aquel individuo rió de forma desagradable, consiguiendo aumentar la ira e impotencia que sentía el chico- En fin, lo que pienses ya no importa. Me has visto, y eso es algo que no puedo permitir. Así que no tendré más remedio que matarte.

Entonces, se abalanzó contra Kai, golpeándole en el estómago de un puñetazo y lanzándolo por los aires hasta chocarse de espaldas contra la pared de la habitación, llegando a agrietarla de la dureza del impacto.
-Eres débil –se burló First.
-D-é-j-a-l-o –susurró May, con un hilo de voz, apenas perceptible.
-Lo siento, querida, pero no puedo oírte –señaló el que una vez fue su enamorado, quien, en décimas de segundo, se acercó a Kai y le cogió del cuello.
-Siendo tan débil no podrás protegerla –le espetó, lanzándolo, esta vez, hacia el lado contrario, y colocándose en su trayectoria, instantáneamente, mientras su víctima seguía en el aire, golpeándole entonces con el codo en la espina dorsal y rompiéndole algunas costilla, lo que provocó que el chico terminase en el suelo, escupiendo sangre- Ya he tenido bastante –dijo mientras lo levantaba-. No eres nada divertido.

Entonces, cuando se disponía a darle el golpe de gracia, otro individuo entró en la sala, abriendo un boquete en la pared
-¿Eh? –se sorprendió First, dirigiendo la vista hacia el recién llegado- ¿Y tú quién eres?
-Debes venir conmigo. Son órdenes –respondió, sin andarse con rodeos.
-Oh, tú debes de ser... –empezó a decir First, mientras observaba, primero a Kai y luego el otro hombre- Entiendo.

Sin entender nada, el joven nigromante fue liberado, cayendo al suelo. Desde ahí, pudo observar a su agresor seguir caminar detrás de, aparentemente, su nuevo compañero. Éste último desapareció por donde había venido. Sin embargo, antes de que First hiciese lo mismo se giró hacia él.
-Como ya dije, no quiero dejar testigos. Así que espero que disfrutéis de una “calurosa” muerte –se despidió mientras sacaba un pequeño mechero de su bolsillo- Adiós, amigos.

Como por arte de magia, una llamarada se extendió por el apartamento, llenando todas y cada una de las habitaciones.

-May... tengo que salvar a May... –dijo Kai, arrastrándose entre el poco espacio dejado por el fuego, mientras éste lo iba devorando todo a su paso.
-K-a-i.
-No te preocupes. Yo te salvaré.
-K-a-i...

Era imposible superar la velocidad a la que el fuego se propagaba. Sólo la imagen de la chica frente a él, todavía en la misma posición que al entrar en la sala, le impedía rendirse.

Entonces, May cerró los ojos.
-Prim-er es-píritu: K-aga-mi.

Las llamas que se dirigían hacia Kai se dispersaron.
-No... espera... por favor –suplicó el chico, viéndose venir sus intenciones.

Al levantar la cabeza, pudo ver su rostro. Al mismo tiempo, el fuego empezaba a consumirla a ella.
-Yo te pr-o-teg-eré –alcanzó a decir antes de que los sentidos de él se apagasen por completo.
-May... –llegó a decir con su último aliento.

Al día siguiente, Kai despertó en una cama. Había sido salvado de entre las llamas por Karma y traído al centro de control, donde le habían atendido.
-De alguna forma, consiguió sobrevivir al incendio. Había alguien más allí, pero apenas quedó algo. Ni siquiera sabemos si era hombre o mujer. Que muerte tan horrible...
-¡Ah! ¡Mira! ¡Ha despertado!
-¡Hola, ¿me ves bien?! -preguntó un hombre con gafas, quien, seguramente, era uno de los científicos de Yohei Gakko.

Éstos podían actuar también como médicos para los alumnos.

Respondiendo a su pregunta, el chico asintió.
-Ha sido un milagro que hayas sobrevivido a ese incendio. Será mejor que reposes durante unos días. Entonces te haremos otro chequeo y decidiremos si darte el alta o no.

Haciendo caso omiso a sus advertencias, Kai intentó levantarse.
-Oye, ¿me has escuchado? –preguntó el científico, con ademán de intentar detenerlo.
-May. ¿Dónde está May?
-¿May? –el hombre miró a su compañera, quien se encogió de hombros.
-¡Había una chica en ese apartamento, ¿verdad?! ¡Está muy grave! ¡Tenéis que ayudarla!
-N-no había nadie más además de ti. Al menos, no con vida –afirmó el científico, lo que supuso un jarro de agua fría para Kai.
-Pero... –intentó decir el joven.
-Lo siento pero, salvo tú, todo el apartamento fue consumido por las llamas. No encontraron a nadie más.

Al escuchar aquella noticia, Kai se quedó en silencio “¿Por qué?” Fue la única pregunta que envolvió su mente por completo.

Tras unos días, por fin se le permitió salir del hospital, pero nada era como antes.

Se sentía como si el mundo hubiese perdido el sentido, continuando con su rutina, cual marioneta.

Iba a clase, volvía de clase, comía y, en los ratos libres, se sentaba, ausente, sobre una silla en su habitación, mirando la nada, hasta que llegaba la hora de cenar e irse a la cama.

Seguía con su vida, como un robot, sin nada que esperar de ella, con total y absoluto indiferencia. En su cabeza, la imagen de ella, sacrificándose por él, recordada constantemente por su asiento vacío en clase.

Un día uno de los maestros se acercó a él.
-Kai... –comenzó, interrumpiéndose a sí mismo ante la falta de reacción por parte del chico, quien ni siquiera le dirigió la mirada- Me han dado la llave de su habitación. Pensé que, ya que tú eras el más cercano a ella, podrías encargarte de llevarte sus cosas. Al fin y al cabo, alguien tendrá que ocuparla.

No contestó, por lo que el profesor dejó la llave encima de su mesa y se marchó.

Tras un ligero vistazo a la llave, y varios minutos de apatía, decidió cogerla.

Así pues, abrió la puerta de aquel cuarto, donde le inundaron sentimientos de abandono y soledad.

Sin pensárselo mucho, entró y encendió la luz.

Estaba lleno de recuerdos de ella. Hecho que le producía gran pesar y una punzada en su corazón a cada paso que daba.

Entonces, algo llamó su atención.

Encima de una mesa había una foto en la que se podía observar a tres personas posando con caras sonrientes.

Al cogerla y mirarla con más detenimiento, descubrió algo escrito justo detrás:
“Que estos días nunca terminen”

Al leerlo, su vista se volvió borrosa, mientras lágrimas brotaban de sus ojos y humedecía el papel.
-Maldita sea... maldita... sea...

Tras secarse con la manga de su camiseta, se fijó en que había otra foto al lado de la primera. En ella, sólo salía First.

Odio. Fue lo primero que sintió con aquella imagen. Odio y confusión.

No entendía lo que le había llevado a asesinarla.
-Proteger a los demás –murmuró.

Y en ese momento, tomó una decisión.

Se guardó la foto y recogió las pertenencias de May, vaciando el cuarto. Posteriormente, cerró la puerta y devolvió las llaves al profesor.

Horas más tarde, las llevó a un lugar apartado, donde no pudiese ser visto, y las quemó. Quemó todas sus cosas. Todas excepto aquellas dos fotos y la pelota que le regaló.
-Me iré de aquí y lo buscaré. Día tras día. Sin descanso. Cuando lo encuentre, le preguntaré por qué lo hizo, y según su respuesta, decidiré si vive o muere. Hasta entonces, espero que sigas protegiéndome, May.

Con aquellas palabras, el nigromante le dio la espalda a las llamas y se marchó.

Al terminar su historia, descubrió que Miruru estaba llorando.
-Es muy triste... –dijo ella, intentando secarse las lágrimas.
-Será mejor que durmamos. Mañana nos encontraremos mejor –dijo el chico, intentando quitarle importancia.

Durante la noche, no pudo dormir, dedicándose a observar el techo, perdido en sus pensamientos. A su lado, sentado, se hallaba el fantasma de una joven.
-Éste es mi castigo por no haberte protegido, May. Todo lo que puedo hacer es seguir avanzando.

En silencio, el fantasma lo abrazó. Un abrazo que jamás podría volver a sentir.

Yo te pr-o-teg-eré

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