lunes, 25 de agosto de 2014

The three global powers: Capítulo 5

-Así que has venido. Dime, ¿cómo has llegado hasta mí?

-Mediante una carta de recomendación –bromeó el chico, sentado en el suelo de piedra de un pequeño patio, frente a una armadura hueca con forma humana.

 

En el centro de aquel lugar había una pequeña fuente con una imagen holográfica perteneciente al planeta en el que vivía. Más allá de dicho patio, no había nada.

-¿Una carta de recomendación? –repitió la armadura con voz grave y reverberante-. ¿De quién? –preguntó tras haber captado la indirecta del joven.

 

Entonces, detrás del chico, aparecieron numerosos huesos que fueron uniéndose hasta formar un esqueleto abrazado a él.

-Entiendo –contestó la armadura, tranquilamente-. ¿Y qué es lo que quieres?

-Necesito tu ayuda. A partir de ahora tendré que luchar en batallas mucho más difíciles. Tu poder será imprescindible para lo que se avecina.

-¿Y por qué debería importarme lo que hagan los humanos? No merecen la pena.

-Creía que te gustaba luchar.

-No contra ellos. Son tan débiles...

-¿Y si te dijese que nuestro enemigo no es humano?

-¿Qué quieres decir?

-¿Y si fuese un ser capaz de haber creado el planeta que se encuentra sobre esa fuente?

-Gaia... –dijo la armadura, tras lo que se hizo el silencio. Acto seguido, se escuchó una risotada procedente de aquella armadura.

-¡Eso sí es interesante! ¡Puede que sea divertido! Haré un contrato contigo, pero debes prometerme que sólo me usarás cuando de verdad valga la pena. Si el combate me resulta aburrido, te mataré.

-Eso será si eres capaz –respondió el chico, desafiante, lo que provocó otra risotada por parte de la armadura.

-No está mal. Dime, ¿cuál será el nombre por el que me invocarás y con quién tengo que firmar el contrato?

-Tu nombre será End –dijo el joven, levantándose del suelo y mirando con decisión a la armadura-, y el mío es Kai.

-Como quieras, Kai. Con el nombre de End, yo, uno de los cuatro Infernos, me uniré a tu causa. Y de esta forma, sello mi contrato contigo.

 

Sobresaltado, Kai despertó. Se encontraba en mitad de los yermos, a las afueras de la villa de los Rebeldes. A su lado había dos chicas, una de ellas de aspecto fantasmal, y la otra con una cola que se movía nerviosa de un lado a otro. Al mismo tiempo, dos grandes manos huesudas rodeaban su cuerpo, protegiéndolo.

-¿Cómo ha ido? –preguntó Miruru, intrigada.

-He conseguido hacer un contrato, aunque con algunas condiciones. Por el momento, está de nuestro lado.

-¡Bien! –se alegró la chica, levantando los brazos en señal de victoria.

-Gracias, May y Hel –agradeció Kai, dirigiéndose a la chica fantasma y al Inferno. La primera asintió con una sonrisa y se desvaneció en el aire, mientras el segundo hizo desaparecer sus manos a través de sendos agujeros en el suelo.

-No termino de acostumbrarme del todo a May. Al contrario que otras invocaciones, ella es... tan humana... –dijo Miruru, con tristeza.

-Puede que muchos espíritus y seres del más allá lo fuesen. En este caso, los necesitaba a ambos como medio de huida por si las negociaciones iban mal. Nunca se es suficientemente precavido al tratar con el más allá –explicó Kai.

-¿Has tenido problemas antes?

-Sí. Por no hablar de mis pequeñas “discusiones” con Hel –comentó mientras se levantaba-. ¿Cómo les va a ellos?

-Creo que bien –respondió la semidiosa, sonriendo.

 

A no mucha distancia de allí, Sarah y Kareth se enfrentaban a Quattuor. Al hombre le estaba costando defenderse de ellos, pues su coordinación había mejorado mucho durante ese tiempo.

 

Disparando una de sus flechas, la chica hizo que el suelo explotase cerca del descendiente, levantando una ola de arena y creando una pantalla de humo que fue aprovechada por Kareth para atacar, golpeando a Quattuor en el pecho con un brazo monstruosamente grande y de color blanco.

 

A continuación, transformó también su otro brazo y, uniendo ambas manos en el aire, las dejó caer como un martillo sobre el hombre, quien, pese a detener el golpe, debido a la fuerza del ataque, no pudo evitar quedar medio hundido en la arena.

 

Devolviendo sus extremidades a su forma original, el chico apoyó las manos sobre sus rodillas, dobladas por el cansancio.

 

Al mismo tiempo, se escucharon aplausos por parte de Razer, quien acababa de llegar.

-¡Buen golpe, Kareth! –le halagó el líder de los Rebeldes.

-Gracias –respondió el joven.

-¿Qué haces aquí? –preguntó Sarah, guardando su arco sobre su espalda.

-Tan sólo estaba viendo vuestro entrenamiento como otros días. Aunque es cierto que hoy traigo nuevas. Parece que ya se ha concretado el día en que se formará la alianza.

-¿Y bien? –preguntó de nuevo la chica, con interés.

-Según nuestros espías, aproximadamente dentro de una semana en los terrenos de la facción.

-Hemos tenido suerte –declaró Quattuor mientras se quitaba la arena de su ropa-. Una semana es bastante tiempo.

 

Habían pasado unas tres semanas desde que Kareth estuviese a punto de destruir la villa. Desde entonces, todos habían estado entrenando duramente, mejorando sus fortalezas y superando sus debilidades.

 

De vez en cuando, Razer había venido a ver los entrenamientos, aunque nunca había participado. Esto llevó a algunos a preguntarse si practicaba por su cuenta, pese a lo que había dicho Quattuor el primer día; lo que aumentó el misterio alrededor de las capacidades del joven.

 

Pese a no haberlas practicado en combate, Nara también se había acostumbrado al uso de sus nuevas habilidades, tratando a varios al mismo tiempo. No obstante, parecía que había cierto límite, ya que no había podido regenerar el brazo destrozado de Quattuor tras recibir el rayo de energía de Kareth. Asimismo, Kareth le había enseñado defensa personal para tener una base en caso de que lo necesitase.

 

Cuando llegaron a la sala de reuniones, todos se dejaron caer sobre las sillas, visiblemente agotados.

-Por fin podemos tomarnos un respiro –dijo Kareth.

-Han sido tres semanas de entrenamiento intensivo –añadió Sarah.

-Sois unos debiluchos –se quejó Quattuor, cruzándose de brazos.

-¡¿Y quién tiene la culpa de que estemos así?! –replicó la chica de pelo azul.

-Bah, lo que tú digas. Hoy os tomaréis un descanso. Podéis hacer lo que queráis. Mañana iremos al oeste usando los túneles de alcantarillado.

-¿Cuánto tardaremos en llegar? –preguntó Kai.

-Cuatro o cinco días deberían de ser suficientes. Si es posible, estaría bien llegar con algo de antelación. Así podríamos informarnos mejor sobre la situación allí y actuar en consecuencia.

-Iremos unas once personas –dijo Razer-. Vosotros seis, cuatro de mis espías y yo.

-Suficientes para una misión de infiltración. Estoy pensando en que nos dividamos en dos grupos –comentó Quattuor.

-¿Dos grupos? ¿Por qué?

-Los habitantes de allí ya han tenido algunos problemas con su gobernador por emplear grandes cantidades de recursos en el desarrollo militar. Si a eso le sumamos la repentina alianza con la unión, a la que llevan considerando su enemiga desde hace años, es lógico que surjan dudas y rencores entre ellos. Puede que incluso los más fieles al gobernador se sientan inseguros. En base a ello, creo que uno de nuestros grupos debería iniciar una revuelta. Así los soldados tendrán que intervenir y la confusión favorecerá nuestra infiltración.

-Pero si hacemos eso, los soldados pensarán que formamos parte de la revuelta.

-No si nos hacemos pasar por ellos –dijo Kai-. Uno de mis espíritus tiene la capacidad de crear ilusiones. Su poder sólo actúa hasta cierta distancia, pero si estamos juntos, no habrá problema.

-Qué conveniente –dijo Quattuor.

-Siempre y cuando apliquen las condiciones de su contrato en ese momento –aclaró el chico, esbozando una sonrisa irónica al recordar su combate contra Drake.

-De acuerdo. Organizaremos los equipos cuando nos reunamos con mis compañeros –sentenció Razer.

 

-¿Eh? ¿Qué es esto? –dijo Nara, de camino a su dormitorio, al percatarse de una sala donde había amontonadas muchas cajas.

-Ah, contienen objetos que todavía no se han llevado al almacén –explicó Razer-. Tenemos equipos de personas distribuidos por varias zonas del mundo, y no es raro que, de vez en cuando, envíen cosas que encuentran y para las que no le ven un uso inmediato.

 

La chica se acercó a una de ellas y observó su interior. De repente, sus ojos brillaron con ilusión.

-¿N-Nara? –se extrañó Kareth, sintiendo un escalofrío recorriendo su espalda. Tenía un mal presentimiento- Oye, Razer, ¿sabes por casualidad qué hay dentro exactamente? –preguntó el chico, ante la sorpresa del resto.

-No estoy seguro. Creo que en algunas había ropa y otras tel... ¡¿Kareth?! –se sobresaltó el líder de los Rebeldes al observar la palidez del rostro del joven. Instantes después, una mano se posó sobre su hombro.

-Kar, mira lo que he encontrado –dijo Nara.

 

Al girar la cabeza lentamente, la observó sujetando un traje de gala. En su expresión, se reflejaba una sonrisa siniestra.

-Sabes lo que va a pasar ahora, ¿verdad? –continuó ella, con una voz alegre que a oídos de Kareth llegó distorsionada.

-¿Probársela? –preguntó él, asustado.

-¡Ven aquí!

 

Lo siguiente que se escuchó fue el grito estremecedor de Kareth, el cual llegó a ser escuchado hasta por Donell, quien todavía estaba en la sala de reuniones.

-¡¿Qué pasa?! –se exaltó Sarah al verle en el suelo, forcejeando inútilmente contra su amiga.

-¡Tú también! –exclamó Nara, agarrándola del brazo e introduciéndola en la sala en contra de su voluntad. Pese a todo intento de oponer resistencia, instante después ya tenía una gran cantidad de prendas encima para probarse.

-¡Oh! ¡Vamos, Kai! ¡Parece divertido! –exclamó Miruru empujando dentro a su compañero.

-¡No! ¡Espera! ¡Yo no! ¡Socorro! –gritó Kai, intentando pedir ayuda.

 

Los únicos que se quedaron fuera, viendo el espectáculo, fueron Quattuor y Razer, quienes se miraron encogiéndose de hombros.

-Y yo que pensaba que lo había visto todo. –comentó el descendiente.

-Por lo menos hay alguien que se está divirtiendo. –respondió Razer.

 

De repente, Nara salió de la habitación, situándose a escasos centímetros enfrente de ellos. Reaccionando instintivamente, ambos dieron un paso atrás.

-¡¿Dónde hay probador?! –preguntó, emocionada, a lo que Razer respondió señalando hacia su derecha, donde había una habitación vacía.

-¡Gracias! –agradeció la chica, volviendo a la sala y cerrando la puerta detrás de sí.

-Será mejor que nos vayamos antes de que decida vestirnos a nosotros –propuso Razer.

-No podría estar más de acuerdo –contestó Quattuor.

 

-¡¿Alguien me puede explicar de qué va esto?! –preguntó Sarah mientras veía a su amiga amontonar ropa.

-Será mejor que le sigas el juego -explicó Kareth, quien ya llevaba puesto el traje de gala-. Desde que la conozco, Nara siempre ha sido muy aficionada a la moda. Si a eso le suma la cantidad de tiempo que lleva sin poder probarse ropa, ahí tienes el resultado.

-¡Muy bien! ¡Ya está todo dividido! ¡Las chicas irán a la habitación de al lado! ¡Vosotros dos os quedaréis aquí! ¡No pienso dejaros salir hasta que no os lo hayáis probado todo! ¡¿Lo habéis entendido?! –dijo Nara.

-Sí... –contestaron los demás al unísono.

-¡Vamos!

-¡Aaah! –gritó Sarah al verse arrastrada por su amiga.

-¡Yo os sigo! –dijo Miruru, alegremente. Era la única aparte de Nara que se lo estaba pasando bien.

 

Una vez hubo pasado el peligro, Kareth se dejó caer en el suelo, dejando escapar un largo suspiro.

-Hacía tiempo que no la veía así –murmuró-. Aunque, después de lo que ha tenido que pasar, estoy contento de que sea así –añadió, sonriendo, mientras miraba a su alrededor.

 

En todo aquel desorden causando por Nara, pudo observar otros instrumentos además de ropa. Ninguno de ellos era armas

-Supongo que, siendo lo más necesario, era de esperar que no se enviase allí.

 

Fue entonces cuando se dio cuenta de algo. Hasta ese momento, no había sido el único hombre en aquella sala. ¿Dónde estaba Kai?

 

Levantándose sobresaltado, buscó por toda la habitación, incluyendo debajo de las cajas, hasta que se fijó en un gran montón de ropa situado en uno de los rincones. Al escarbar en él, encontró al chico, con dificultades para respirar y a punto de desmayarse.

-¿Estás bien? –preguntó Kareth.

-Si te dijese que esto es de lo peor que me ha pasado, ¿me creerías? –dijo el nigromante, con un hilo de voz, mientras Kareth, sonriente, le ayudaba a levantarse.

 

-¿Por qué tenemos que probarnos tanta ropa? –preguntó Sarah mientras depositaban en sus manos un vestido azul- Además, esto no es lo mío.

-Vamos, seguro que te sienta genial –replicó Nara.

-Esto es lo más humillante que me han obligado a hacer en toda mi vida.

-Y esto para después –ignorándola, su amiga le puso otro vestido encima.

-Lo retiro. Aún puede ir a peor...

-Vamos, tampoco es para tanto –dijo Miruru, vistiendo un jersey de lana que llegaba hasta debajo de la cintura y unos pantalones vaqueros cortos. Intentando verse, daba vueltas sobre sí misma-. ¿Qué tal me queda?

-¡Increíble! –la halagó Nara, encantada- ¡Dan ganas de achucharte!

-Ahora entiendo por qué los que enviaron esto lo consideraba innecesario –dijo Sarah.

-¡Eh! –exclamó Nara, quien se situó enfrente de ella, señalándola con el dedo índice- ¡La ropa nunca es innecesaria! ¡Es una de las cosas más importantes para el ser humano! ¡Una de las características que nos definen! ¡Sin ella, estaríamos desprotegidos! ¡No tendríamos vida! ¡Así que nunca menosprecies lo que una prenda puede hacer por ti!

-¡Sí! –la siguió Miruru, quien levantó la mano como si estuviese en algún tipo de reivindicación.

 

Por su parte, Sarah no pudo evitar fijarse en que la joya incrustada en la frente de su amiga estaba brillando, como haciendo énfasis en sus palabras. Entonces, suspiró.

-Lo que tú digas. Cuanto antes acabemos, antes me iré de aquí.

-Seguro que estás pensando en cómo impresionar a Quattuor la próxima vez que lo veas –dijo Nara con una sonrisa maliciosa.

-¡¿QUÉ?! –se sorprendió la joven de pelo azul, ya no sólo por lo que había dicho, sino también porque fuese Nara quien lo hubiese insinuado. ¡¿Cuánto era capaz la ropa de cambiar a esa chica?!- ¡N-N-NO DIGAS TONTERÍAS! ¡¿C-C-CÓMO IBA A GUSTARME ESE IDIOTA?!

-Yo no he dicho nada de gustar.

-¡CÁLLATE!

-¿De verdad crees que así podría impresionar a un chico? –preguntó Miruru, inocentemente.

-¡Por supuesto! –afirmó Nara, logrando que la semidiosa dejase volar su imaginación, llegando incluso a ruborizarse- ¿Y bien? –preguntó, esta vez, dirigiéndose a Sarah.

-¡NI BIEN NI NADA! –estalló la chica.

 

Ya era de noche cuando Kai volvía de haberse probado la última prenda. Tras recibir la aprobación de Nara, tanto él como Kareth se marcharon de allí rápidamente, dejando a la pobre Sarah a merced de las otras dos.

 

Se encontraba cansado, pero debía admitir que, a su manera, había sido divertido.

-¡Kai! –exclamó una voz detrás de él, sorprendiéndole una Miruru vestida con uno de los conjuntos que se habían encontrado en aquella habitación.

-¿Y eso? –preguntó, refiriéndose a cómo iba vestida.

-¿Te gusta? –preguntó ella mientras se lo enseñaba.

-La verdad es que no puedo decir que no... –respondió él, sintiéndose algo incómodo.

-¿Podrías ser más específico? –continuó ella, frunciendo el ceño.

-¡Vale! ¡Vale! Sí, me gusta. Te queda muy bien –contestó el chico, desviando la mirada, algo avergonzado.

-¡Gracias! –contestó ella, contenta.

-Por lo que parece, te lo has pasado bien.

-La verdad es que sí. Son muy divertidas. Sarah tiene bastante carácter y Nara es muy amable. ¿Tú también te has divertido?

-Sí, supongo que sí. Estaba pensando en dar una vuelta para relajarme, ¿me acompañas?

-Claro.

 

Mientras tanto, Kareth observaba a unos niños jugar con su pelota. Su mente recordó aquellos días en los que jugaba a Onerariam en Yohei Gakko.

-Parece que fue ayer cuando todavía vivíamos allí.

-Nara... –respondió el chico al verla a su lado, vestida con una blusa negra y una falda- ¿Ya te has decidido? –continuó, esbozando una sonrisa.

-En realidad, me he quedado con más de uno. Le he preguntado a Razer si no había problema y me ha dicho que cogiese los que quisiese así que... jejejeje...

Llevándose una mano a la frente, Kareth se sentó en una caja de madera situada junto a las paredes de una de las casas.

-He acertado lo que estabas pensando, ¿a que sí? –dijo ella sentándose a su lado.

-Me conoces demasiado.

-Por supuesto. ¿Echas de menos Yohei Gakko?

-Más bien los buenos recuerdos que tengo de entonces, pero prefiero no quedarme estancado en el pasado.

-El pasado también tiene sus cosas buenas –señaló Nara, cogiéndole de la mano y poniendo su cabeza sobre su hombro.

-De eso estoy seguro.

De repente, la pelota fue a parar a los pies del joven, quien decidió agarrarla.

-¿Qué te parece si nos unimos? –preguntó. A lo que Nara respondió asintiendo se ponía en pie, tropezando consigo misma y yendo de frente contra Kareth, lo que acabó en un beso accidental.

 

Pese a lo sucedido, ninguno de ellos se apartó, cerrando los ojos y aislándose, aunque fuese por unos segundos, del mundo exterior.

 

Al separarse, se miraron fijamente, como si hubiesen recordado algo hacía tiempo olvidado. Entonces se sonrieron, al tiempo que notaron una multitud de miradas sobre ellos. Cuando quisieron darse cuenta, había un gran número de niños observándoles con expectación.

-S-será mejor que vayamos –propuso Kareth.

-S-sí...-respondió Nara, tímidamente.

-¿Qué os parece si nos unimos también al juego? –continuó él, preguntándole a los pequeños, quienes se miraron y asintieron, corriendo a recuperar sus posiciones.

-¡Vamos! –dijo Kareth, cogiéndola de la mano y yendo detrás de ellos.

 

Por otro lado, Quattuor estaba de nuevo en la terraza, degustando un líquido oscuro en una pequeña taza.

-No está mal –dijo mientras daba otro sorbo.

 

En ese momento, escuchó pasos detrás de él, lo que le hizo girarse para ver quién era, acabando por atragantarse y escupir la bebida al suelo.

-¡¿Pero qué...?! –exclamó el hombre  entre ataques de tos.

 

Delante de él, con un vestido color azul celeste, estaba Sarah, quien caminó avergonzada hasta ponerse a su lado.

-¡M-me han obligado a ir así, ¿vale?! –respondió ella de mal humor.

-¡No te pega nada! –rió él, sujetándose el vientre con una mano e intentando por todos los medios que no se le cayese la taza.

-Mm... –sintiéndose ofendida, la joven se cruzó de brazos y giró la cabeza hacia un lado.

-¡Ay, qué bien me ha sentado esto! –declaró Quattuor.

-¡Eres un imbécil!

-Oh, vamos. Yo no tengo la culpa de que te hayas dejado engatusar.

-¡Que te den!

 

En mitad de la conversación, ella se fijó en la quemadura que había en el brazo del hombre, quedándose en silencio y poniendo una expresión triste.

-¿Qué pasa? ¿Ya te has cansado de insultarme? –preguntó Quattuor, con tono burlón.

-¿Cómo está? –lo ignoró la joven, quien agarró suavemente la extremidad y la acarició.

-Mejor que antes. Nada de lo que debas preocuparte –la tranquilizó-. He tenido momentos peores.

-Lo siento.

-¿Por qué te disculpas?

-En ese momento, no pude hacer nada para ayudarte.

-Eh, lo hecho, hecho está. Además, era una situación bastante complicada

-Lo sé, pero no puedo evitar pensar que no soy lo suficientemente buena.

-En ese caso, tampoco somos tan diferentes. Toda esta fuerza y no fui capaz de salvar a esa mujer.

-¿Quattuor?

-Mira, peliazul. Eres una gran guerrera. Y como tal, seguirás sin ser lo suficientemente buena, porque quien ya es lo suficientemente bueno, no tiene nada por lo que superarse. Deja de preocuparte tanto por eso. Mañana iremos al oeste y más nos vale estar bien despiertos.

-Sí –respondió la chica, con decisión.

Cuando se disponía a marcharse, Quattuor se giró hacia ella.

-Por cierto –dijo mientras sonreía maliciosamente-, he dicho que el vestido no te pega, pero no que te quede mal –entonces desapareció cruzando la entrada.

-En serio, eres un imbécil... –murmuró ella, con una actitud más animada.

 

-¿Qué es lo que querías enseñarme? –preguntó Unum mientras era llevado por el emperador y Duobus a un subterráneo, situado bajo los aposentos del primero.

-Se trata de un pequeño favor que me pidió Duobus. Una pequeña muestra de lo que está por llegar –respondió el soberano, bajando el último escalón, tras lo cual llegaron frente a una gran puerta de acero.

-Ya tengo ganas de saber de qué se trata –dijo Unum, frotándose las manos.

-Paciencia, amigo. Pronto lo entenderás.

Una vez abierta, gracias al esfuerzo de los soldados apostados junto a ella, apareció ante ellos una inmensa habitación llena de jaulas fortificadas con materiales de extrema dureza. En su interior, podían observarse bestias de gran tamaño, color negro, garras afiladas y hocico alargado. Monstruos creados por el Radiar.

-Impresionante –se sorprendió Unum.

-Lo es. Un ejército de estas bestias podría destruir varias ciudades enteras en cosa de dos o tres días. E incluso puede que me quede corto. Todavía estamos buscando la forma de controlarlos, pero tal y como van las investigaciones, no creo que nos lleve mucho tiempo. Con esto, no será difícil someter a quienes se nos opongan –explicó el emperador.

Mientras tanto, Unum observaba cómo uno de ellos intentaba liberarse, sin éxito, de su encierro.

-Dime, ¿tienen un nombre? –preguntó.

-¿Te refieres al nombre que tenían cuando eran humanos? –se burló el soberano.

-No, su nombre de verdad.

-Oh, claro que lo tienen. Yo los llamo Erasers.

No hay comentarios:

Publicar un comentario