jueves, 26 de enero de 2012

War College: Capítulo 14

-Oye, Kar, ¿has pensado lo que haremos una vez salgamos de aquí? –preguntó Remi, mientras continuaban su camino hacia la siguiente sala.
-¿A qué te refieres exactamente?
-Ya sabes, una vez abandonemos Yohei Gakko, no habrá forma de volver.
-¡Eso es ridículo! ¡Seguro que algún día volveremos!
-¡¿Qué dices?! ¡Nos perseguirán y nos cortarán la cabeza!
-Bueno…
-No me digas que no habías contemplado esa posibilidad.
-P-por supuesto –tartamudeó, notándose claramente su engaño-, pero no pienso rendirme sólo porque tenga que huir de aquí. Es decir, todo esto demuestra que algo raro está pasando en Yohei Gakko. Asesinatos, ese tal Rokudo... Tengo que descubrir que es lo que está pasando. Además, que ya no vaya a vivir aquí no significa que no quiera seguir luchando contra la guerra.
-Es decir, que piensas seguir trabajando cuando salgas de aquí.
-Por supuesto.
-Tan soñador como siempre.
-¿Qué más te da?
-Cuenta conmigo.
-¿Qué?
-Que cuentes conmigo. Somos amigos, ¿cierto? Hagas lo que hagas, yo haré lo mismo. Y donde vayas, te ayudaré. Al fin y al cabo, compartimos el mismo objetivo.
-Gracias, Remi –dijo Kareth, con una extraña sensación de alivio en su interior- ¡No habrá nada que nos detenga! ¡Conseguiremos cambiar este mundo!
-¡Así se habla! –contestó Remi chocando manos con su amigo.
-Hey, no os olvidéis de nosotros –dijo Seigari, ofendido por quedarse al margen.
-¿Todavía quieres ayudarnos incluso después de salir de aquí? –preguntó Kareth.
-Por supuesto. La duda ofende.
-No te sobreesfuerces, tío. Te va a subir la tensión. –comentó Nara, a lo que los demás rieron.

Por s parte, Sarah permaneció pensativa. Tenía un mal presentimiento. Aunque más que por el hecho de dónde se dirigían, era por Rokudo.

Cuando era discípulo de Yami, emitía un aura misteriosa, como un libro cerrado y sellado, sin permitirla leer sus movimientos ni prever sus actos.

Además, esa no era su única preocupación. Desde hacía un rato le estaba dando vueltas a lo ocurrido la noche anterior en relación a su anillo y el de Kareth.

Quizás fuese su imaginación y no significase nada, pero las probabilidades de algo así se reducían conforme más pensaba en ello.
-¿Ocurre algo, Sarah?
-¡Ah!
Al ver el rostro de Kareth tan cerca, se asustó, ruborizándose ligeramente.
-No, simplemente estaba distraída.
-Mm, creía que ya estaba todo hablado en cuanto a culpables y...
-¡No es eso! Es que... no estoy muy segura de que esto vaya a salir bien –dijo, bajando la cabeza-. Tengo un mal presentimiento y…

De repente, Kareth golpeó la frente de la joven con uno de sus dedos.
-¡¿Ah?! ¡¿A qué ha venido eso?! –se quejó ella.
-Considéralo una forma de despejarte. No merece la pena darle más vueltas. Hemos llegado hasta aquí y ya no hay forma de volver atrás. Lo único que podemos hacer es seguir adelante y no pensar en que no lo conseguiremos.
-Pero…
-No hay peros que valgan. Lucharemos hasta el final y saldremos de aquí. Por eso estamos aquí. Cuando escapemos, llegaremos a la verdad de todo esto y haremos que te absuelvan. Todo irá bien, te lo aseguro.
-Tienes mucha confianza.
-Debe ser que tanta adrenalina me ha vuelto un poco loco.
-Idiota –dijo Sarah, sonriendo.
-¡O-oye!
-Gracias por estos golpes de atención. No sé cómo lo hacéis, pero encontráis la manera de animarme.
-Para que veas. Nara no es la única que sabe dar consejo –respondió él, orgulloso.
-Supongo que sí.
-En fin, ya habrá tiempo de más consejos cuando tengamos tiempo –sentenció el joven ante el asentimiento de ella.

Finalmente, llegaron hasta su objetivo. Tras abrir una puerta, allí se encontraba el lugar del que había hablado Lethos. Una sala grande, aparentemente hecha para entrenar y actualmente vacía.

Tras echar un vistazo a su alrededor, los cinco entraron en ella, cerrándose la puerta detrás de ellos sin hacer apenas ruido. Fue entonces cuando repararon en otra puerta igual que la anterior situada justo enfrente de ellos.
-Me parece que hemos tenido suerte –dijo Kareth.
-¡Espera! ¡Mira! –exclamó Sarah.

Al grito de la chica, la puerta situada delante se abrió, dando paso a dos personas ya conocidas por Kareth y Remi, sólo que, esta vez, las circunstancias que les llevaban a estar allí eran completamente distintas.
-¡Weird! ¡Tara! –se sorprendió Remi, mostrando signos de sorpresa al verles.
-Oh, así que tú también estabas metido en esto, Remi –indicó Weird-. Mejor, así podré tener mi revancha contra ti.
-¡¿Qué estáis haciendo aquí?! –preguntó Kareth, mostrándose tenso.
-¿Qué qué estamos haciendo nosotros aquí? No creo que ésa sea la pregunta adecuada. ¿Qué hacéis vosotros aquí? Sería más acorde. ¿Cómo es posible que hayáis caído tan bajo como para ayudar a una asesina? –preguntó Tara.
-¡No sabéis nada! ¡Ella no lo hizo! –contestó Kareth.
-Lo siento, pero es difícil creeros habiendo testigos de cuando mató a su víctima. Incluso ella misma admitió haber utilizado esa espada.
-Sé que es difícil de creer, pero es cierto. De hecho, os mostraría pruebas si pudiese pero…
-Pero no las tienes, ¿verdad? Qué conveniente –dijo Tara, con sonrisa arrogante.
-Digo la verdad. Ella no es la asesina.
-Basta de tonterías. Me sorprende que alguien que fue capaz de vencerme haya traicionado a Yohei Gakko y a Comhairle. Sinceramente, esperaba más de ti –la expresión de la chica fue cambiando hasta convertirse en una de ira.
-¿Qué hacen ellos dos aquí? –dijo Weird mientras señalaba tanto a Seigari y a Nara.
“Mierda”, pensó Kareth. Tanto Tara como Weird conocían a Seigari y Nara y sabían de su relación con ellos. Aquello podía ser un problema si querían que no los tomasen por cómplices.
-Yo les obligué a venir –intervino Sarah dando un paso adelante-. Nos los encontramos mientras huíamos y los secuestré como rehenes.
-Sarah… -murmuró Nara, con tristeza, por la mentira que había dicho para encubrirles.
“Ya soy una asesina a sus ojos. Que me desprecien un poco más no cambiará nada. Y si así consigo protegerles, estaré más que orgullosa de hacerlo”, pensó Sarah, pese al dolor que sentía en el pecho por la sensación de soledad que le provocaba.

-Además de asesina, cobarde. Me das asco –declaró Tara, sin tapujos, mientras su adversaria se mantenía firme, aguantando sus insultos.
-¡Estamos con ellos! –exclamó la voz de Nara.
-¡¿Qué?! –se le escapó a Sarah, girando la cabeza hacia la chica.
-¡Nosotros les hemos ayudado a escapar! –reiterando su parte de culpa, Nara no mostró ningún miedo ante Weird y Tara. Sabía de sobra que acababa de hacer una locura, ya que, después de aquella declaración, ninguno de los dos podría vivir en Yohei Gakko. No obstante, no podía permitir que Sarah cargase con todo. No la dejaría sola en un momento así.
-¡No le hagáis caso! ¡Fui yo quien les obligó! –insistió Sarah, en un intento desesperado por cambiar la situación.
-¡Basta! ¡No me importan las consecuencias, no permitiré que te degrades de esa manera por defendernos! ¡¿No crees que ya has sufrido bastante?!
Lágrimas cayeron por las mejillas de Nara, quien apretó los puños por la frustración.
-Nara… -intentó decir Kareth.
-¡No pienso echarme atrás! ¡Dije que os ayudaría y eso pienso hacer incluso si significa convertirme en una fugitiva! –declaró, gritando con todas sus fuerzas.

En ese instante, se hizo el silencio en toda la sala. No duro mucho, pues Seigari comenzó a reírse fuertemente, apoyando una de sus manos sobre su vientre, como si este le doliese. Aquello no hizo más que confundir al resto.
-¡Ésa es mi sobrina! ¡Es como ella dice! ¡Hemos decidido unirnos a ellos! ¡Si tenéis algún problema con estos chicos también lo tendréis con nosotros! –dijo el hombre, cargando su revólver.

Por su parte, Tara suspiró. Sin entender cómo alguien sería capaz de perder la cabeza de aquella manera.
-Sin duda esto es más sorprendente que Kareth se haya aliado con la asesina. En fin, si lo que queréis es morir, no dudaré en haceros pagar a todos por vuestros crímenes.
-A mí hay algo que me sorprende aún más –interrumpió Remi.
-¿Eh? –se extrañó Tara.
-Hablo de vosotros. No me puedo creer que hayáis sido manipulados sin haberos molestado en conocer bien la situación. Vosotros sí que me decepcionáis. Creía que vuestra fuerza serviría para algo más.
-Tsk… -Tara chasqueó la lengua con desagrado- ¿Estás diciendo que somos los malos? Qué valor. Mereces que te despedace aquí mismo.
-¿Y por qué no lo intentas? –dijo Remi, sonriendo a la vez que levantaba sus armas.
-Je, ¡Prepárate!

Con un chasquido de sus dedos, la chica dio la señal para que numerosos miembros de Karma, que habían estado escondidos detrás de la puerta, entrasen.
-El señor Rokudo nos ha ordenado deteneros. Expresamente a nosotros. Y eso que no somos miembros de Karma. Es un gran honor. Y por supuesto, cumpliremos con sus expectativas.
-Son muchos –confirmó Sarah-. Y luego soy yo la cobarde...
-¡Cállate!

Tras ese grito, Tara se lanzó contra la chica blandiendo la misma lanza que había utilizado durante la prueba, siendo detenida por dos espadas encadenadas.
-Yo seré tu adversario –dijo Kareth, desviando el arma y golpeando a la chica en el costado, empujándola hacia uno de los laterales de la sala.
-¡Nara! ¡Seigari! ¡Sarah! ¡Seguid vosotros! ¡Remi y yo nos encargaremos de Weird y Tara!
-¡Como si fuese a permitirlo! –exclamó Weird, disponiéndose a impedirles el paso. Sin embargo, una bala de luz se interpuso en su camino, haciéndole retroceder.
-Kar ha dicho que me encargue de ti –dijo Remi.
-En realidad, no ha sido exactamente así, pero más o menos –añadió Kareth mientras intentaba mantener a raya a su contrincante. Por otro lado, los miembros de Karma habían comenzado a rodearles.
-¡Que comience el espectáculo! –sentenció Remi.

Por su parte, Sarah se encargaba de proteger como podía a Nara y Seigari. Situada a escasa distancia de ellos dos, realizó un corte horizontal al enemigo que tenía frente a ella, consiguiendo librarse de él y aprovechando la inercia del ataque para hacer retroceder a un pequeño grupo que se acercaba desde varios ángulos.
-¡Rápido! ¡Tenemos que llegar hasta esa puerta! ¡Desde allí, tendremos algo de ventaja!
-¡Déjamelo a mí! –exclamó Seigari.

De esta manera, disparó una de las cargas de su revólver, logrando una explosión que hizo saltar por los aires a algunos de sus enemigos, despejando un poco el camino.
-¡Maldita sea! ¡Sólo me queda una carga! –se quejó el hombre.
-¡No te preocupes, con eso será suficiente! –respondió Sarah.

Cargando hacia delante, con el filo de su espada apuntando hacia el frente, la chica peliazul se deshizo de otro atacante, golpeó de una patada la cabeza de un segundo y saltó sobre otros tres, cortándolos en línea con un movimiento limpio de su espada. Así, aumentó el espacio creado por Seigari, penetrando los tres por él en dirección a su objetivo.

-Aquí estamos de nuevo, Kar –dijo Tara, frente a frente con el chico. Caminando de lado a lado con su lanza en mano mientras vigilaba cada uno de sus movimientos.
-Eso parece… -respondió él, quien no sólo tenía que preocuparse de ella, sino también de los otros que había a su alrededor.
-¿Quién iba a decir que íbamos a pasar tan rápido de la práctica a la realidad?
-En realidad, yo lo sospechaba.
Su respuesta la silenció.
-Dada tu rivalidad hacia mí, estaba claro que algún día nos veríamos las caras de esta forma –dijo el joven.
-Ja. Pensaba que, pese a nuestras diferencias, compartíamos los mismos ideales. Que tú querías acabar con la guerra. Te juzgué mal.
-Es gracioso.
-¿El qué?
-Que digas que me juzgaste mal, cuando eso es precisamente lo que estás haciendo ahora.
-Y sigues con lo mismo.
-Mi manera de ver las cosas nunca ha cambiado, Tara. El día del asesinato, esa chica perdió a su familia. Tendrías que haber visto sus lágrimas. Puedo asegurarte que jamás lo habría hecho por propia voluntad. Algo, o alguien, tuvo que obligarla.

La chica miró de reojo a Sarah, quien continuaba manteniendo a raya al enemigo.
-Demuéstramelo entonces –respondió de repente, sorprendiendo al chico.
-¿Qué?
-Si de verdad es inocente, demuéstramelo en combate.
-¿Cómo voy a demostrártelo así?
-Sí ella es como dices. Si confías plenamente en esa chica. Muéstrame tu determinación derrotándome en un combate
-¿No hay otra solución?
-Así es como hacemos las cosas entre nosotros.
Kareth sonrió.
-De acuerdo, pero más te vale que cumplas con tu promesa.

-La situación se está poniendo difícil para esos tres. Esa chica no aguantará mucho más contra tantos –comentó Weird.
-Entonces sólo tendré que pasar por encima de ti y ayudarles –contestó Remi.
-No sé como puedes seguir a alguien como Kareth. Debes de estar loco.
-Es posible –dijo Remi, encogiéndose de hombros-. En realidad, al principio no creía en ella, ¿sabes? Le dije a Kareth que era mejor no meterse en líos. Dejarlo estar. Pero ese chico... es demasiado persistente. Se preocupó por ella hasta el punto de que si no hacía algo, jamás se lo perdonaría.
-¿Y por qué le seguiste, sabiendo donde se metía?
-Esa es una pregunta realmente estúpida. Confío en él. Es una persona impulsiva, sí. Quizás haya momentos en los que no piense las cosas con claridad, tampoco es que yo sea la persona más sensata –mientras hablaba, Remi se rascó la nuca-. Pero le conozco desde hace tiempo, y sé de sobra que cuando decide luchar por algo, es por una buena razón –tras esto, se mantuvo en silencio durante unos segundos, durante los cuales, dirigió una mirada hacia su amigo-. Es complicado. No puedo decir siquiera que sea racional, pero confío en él y lo seguiré donde vaya.
-Sin duda formáis un gran equipo –dijo Weird-. No me extraña que nos ganaseis durante la prueba.
-Gracias por el halago.
-Aun así, no puedo dejarte pasar.
-No puedo decir que lo entienda, pero es tu trabajo, ¿no?
-Sí, y puedo asegurarte que voy a hacerlo bien.
-Por supuesto. Yo también.

No hay comentarios:

Publicar un comentario