miércoles, 7 de septiembre de 2016

The Legacy of Emil Greenard: Capítulo 12

-Aaaah... aah... aah... –respirando a duras penas, Nara y Miruru llegaron a un pequeño recinto situado cerca de las afueras, donde se escondieron para recuperar el aliento.

-¡¿Crees que le hemos despistado?! –preguntó Nara.

-¡No estoy segura! –respondió Miruru, cerrando la puerta- ¡De momento, nos quedaremos aquí, aunque sea poco tiempo, para recuperar fuerzas!

 

Nara asintió, moviendo la cabeza hacia el niño que tenía entre sus brazos, el cual, agotado de tanto llorar, estaba más calmado. Pese a ello, todavía podía observarse una expresión de terror en su rostro.

-Tenemos que hacer algo. No estará a salvo con nosotras mientras Unum siga persiguiéndonos.

-Puede que la única solución sea enfrentarse a él.

-¡¿Estás loca?! ¡Ese hombre es... aterrador...!

 

En la mente de la chica aparecieron los recuerdos del cuerpo de su tío siendo atravesado por numerosos filos y el de Remi congelado y lanzado por la ventana. Toda aquella escena acompañada de una sonrisa que todavía le producía temblores en el cuerpo.

 

-¿Qué sugieres entonces? –preguntó la semidiosa, tras ver la reacción de su amiga, mientras ella miraba a su alrededor, descubriendo una sala repleta de estanterías ocupadas con cajas de contenido desconocido y herramientas de diversos usos.

-Parece un almacén –especuló Nara-. Puede que por aquí haya alguna compuerta que lleve a un sótano.

-No es raro en sitios así. Démonos prisa.

 

Así pues, ambas comenzaron la búsqueda por toda la habitación, moviendo mubles, si era necesario, con ayuda del poder de Miruru. Por desgracia, la escasez de luz y la acumulación de polvo no les ayudaron mucho en su tarea.

-¡¿Desde cuándo no limpian?! –se quejó Miruru, estornudando después de mover una de las estanterías y agacharse para palpar el suelo.

-Quizás lo usen como trastero –contestó Nara.

 

En ese momento, notó algo extraño en la madera del suelo, cerca de la pared, donde golpeó varias veces para asegurarse.

-Creo que está hueco –indicó la chica, con tono esperanzado.

-¿A ver? –preguntó la semidiosa, con curiosidad, acercándose al mismo lugar para comprobarlo ella misma, examinando si había alguna rendija que evidenciase la existencia de una compuerta.

-¡La encontré! –exclamó Miruru, introduciendo sus dedos por un fino hueco donde, al hacer fuerza, separó la madera del resto de la superficie, dejando a la vista un rectángulo oscuro que, poco después, dejó a la vista una habitación peor iluminada que el almacén.

-No se ve mucho, pero parece haber unas escaleras –comentó Nara mientras metía la mano dentro-. Sujétame, bajaré primero –continuó, siendo agarrada de las axilas por Miruru, y dejando caer las piernas hasta tocar uno de los escalones.

-Ten cuidado. No me extrañaría que hubiese alguno roto.

-Parece seguro –la tranquilizó Nara, a la vez que recibía de nuevo en sus brazos al pequeño.

 

En ese instante, se escuchó el ruido de la pared rompiéndose, seguido de un temblor que hizo que Nara perdiese el equilibrio y cayese de culo sobre el suelo del sótano.

 

Por acto reflejo, Miruru cerró la compuerta, girándose hacia el origen de aquel desastre.

-¡¿Hola?! ¡Creo que tienen este sitio lleno de ratas! –se burló Unum, entrando, con aire relajado, por agujero que había hecho- ¡He venido a hacer limpieza!

 

Actuando con rapidez, la chica levantó la mano hacia él, pero tuvo que rectificar y lanzarse al suelo al ver como un objeto, con la velocidad de una bala, volaba en dirección a su cabeza, rozándole el pelo.

 

Rodando para coger algo de distancia, se incorporó sólo para recibir de frente una serie de objetos como destornilladores y sierras, que consiguió desviar antes de que la alcanzaran, no así pudo hacer lo mismo con la patada que vino detrás, propiciada sacándola fuera del almacén.

 

Dolorida y humillada, volvió a levantarse para encararse al descendiente, quien había salido detrás de ella y la observaba con arrogancia.

-Sólo me interesa tu amiguita. Así que si eres tan amable de decirme dónde está, te daré una muerte rápida.

-¡Prueba en otra vida, porque no pienso decirte nada! –respondió Miruru.

 

Conforme terminó la frase, una figura se acercó a Unum desde detrás, intentando golpearle con una palanca de metal, cosa de la que él se dio cuenta, girándose y quitándosela de las manos.

-¡Nara! –se sorprendió Miruru, al verla cara a cara contra Unum.

-¡Es a mí a quien quieres, ¿no?! ¡Déjala en paz!

-¡No seas tonta! ¡Si te secuestran se acabó! –gritó la semidiosa.

-¡Oh, vamos, ¿de verdad te crees que soy tan bueno como para perdonarle la vida?! ¡Prefiero que veas cómo la hago sufrir! –rió el descendiente mientras se disponía a llevarse a Nara, instante en el que un haz de luz impactó sobre él, quemándole el brazo- ¡Ah! ¡¿Pero qué...?!

 

Siguiendo al primer disparo, hubo un segundo y un tercero que dieron igualmente en la diana, dibujando un par de agujeros en su abdomen, que no tardaron en empezar a regenerarse.

-¡¿Quién está disparando?! –volvió a preguntar Unum, sacando una serie de mecheros de aspecto metálico que fueron moldeados instantáneamente en el aire hasta formar placas circulares que le protegieron contra los continuos haces de luz que le seguían acechando.

 

Aprovechándose de aquella distracción, Miruru utilizó su poder para empujar a Unum lejos ellos, abriendo otro boquete en el almacén. Posteriormente, cogió de la muñeca a Nara y corrió junto con ella hacia las afueras de la villa.

 

Tras unos minutos, Unum consiguió salir de allí. Su expresión era poco amistosa, pues no le había gustado nada aquel giro de los acontecimientos.

-¡Cómo deseaba borrar esa sonrisa de tu cara! –exclamó, orgulloso, la voz de un joven-. ¡Me alegra haber sido tan oportuno!

-¿Y tú quién eres? –preguntó Unum.

-Mi nombre es Remi. ¿Qué? ¿Ya te has olvidado lo que me hiciste? –preguntó Remi, apareciendo delante de él y señalando las áreas visibles que habían sido sustituidas por cables y partes de metal.

-Como si me acordase de todos los insectos a los que he matado –declaró el descendiente.

-Entonces tranquilo, ¡me aseguraré de que jamás te olvides de mí! –replicó Remi, preparándose para disparar.

 

-¡Ugh! –se quejó Quattuor, perdiendo el equilibrio y cayendo al suelo de costado.

-Bien hecho, Quinque –celebró Detz mientras cogía el núcleo de Quattuor-. Remátalo.

-¡Jamás! –exclamó Kareth, levantándose rápidamente y sorprendiendo a la chica con una embestida, logrando que chocase de espaldas contra la barandilla de piedra. Acto seguido, aprovechó para atacar al científico e intentar arrebatarle el núcleo, sin embargo, éste consiguió esquivarle sin problemas, guardándoselo en el bolsillo de sus pantalones.

-Qué conveniente es que mi transformación no modifique el tamaño de mi cuerpo, ¿verdad, Kareth? –señaló el hombre, haciendo gala de lo que les diferenciaba.

-¡Cállate! –enfadado, corrió hacia él, lanzándose con sus garras por delante, en una consecución de ataques que fueron detenidos con facilidad.

-Ni te molestes –dijo Detz, con un golpe hacia su mejilla izquierda, siguiéndole otro con la rodilla, dirigido a la barbilla, obligándole a dar varios pasos atrás, dolorido y cansado, aunque todavía en pie.

 

Por otro lado, Naithan seguía en tablas contra Ceron, sin que ninguno de los dos cediese ante el otro.

 

En ese momento, Razer, ya recuperado del ataque de Duobus, se unió de nuevo al combate, poniendo en un compromiso la defensa del emperador.

-¡Eh! ¡Dos contra uno no es justo! –se quejó Naithan.

-¡Cállate! –respondió Ceron- ¡¿Por qué no te inyectas Radiar?! ¡Así lo tendrás más fácil!

-¡¿Y perder mis recuerdos?! ¡Lo siento, pero no me interesa! ¡Tengo otras formas de darle la vuelta a la situación! –sonrió mientras acercaba una de sus manos a la cintura y pulsaba algo, haciendo que varios individuos apareciesen desde arriba, aterrizando directamente sobre ambos, que no tuvieron más remedio que escudarse bajo sus armas para evitar acabar muertos.

 

Desde su posición, Razer contó a unos cinco individuos, cubiertos de arriba abajo con vendajes negros y dejando solamente visibles nariz y boca, haciéndole cuestionarse cómo eran capaces de ver.

-¡¿No eras tú quien decía que dos contra uno era injusto?! –preguntó Razer, observando a los cinco ponerse delante del emperador.

-¡No me digáis que os lo habéis creído! –rió él, a la par que ordenaba a sus súbditos el ataque.

 

-¡Zein! ¡Loan! ¡Ayudadles! –exclamó Alder, cerca de allí, tras el regreso del guardaespaldas que había asistido a Quattuor.

-¡Pero, si hacemos eso, le dejaremos desprotegido! –replicó Loan.

-¡No os preocupéis por mí! ¡Sabré apañármelas! ¡Además, tengo otros asuntos de los que ocuparme! –indicó mientras cogía la “Errantia” que había ido a parar cerca de él.

 

Pese a no mostrarse muy convencidos, obedecieron sus órdenes y se lanzaron a por el enemigo.

-Ahora, sólo tengo que buscar el momento adecuado –murmuró Alder a la par que observaba el combate entre Duobus y Kai.

Había visto desde la distancia cómo funcionaba la “Errantia” y, por sus conversaciones con Razer, también conocía los núcleos que daban la inmortalidad a los descendientes. Fue así como pensó que, si conseguía coger desprevenida a Duobus y clavarle esa espada, quizás consiguiese darle la ventaja a Kai.

 

Aun así, la tarea no era nada fácil. Él no estaba hecho para el combate y mucho menos contra gente como ellos. Por eso, dudaba de si sabría aprovechar la oportunidad.

 

Entonces, en su mente, resonaron palabras de hace muchos años: “Cambiaremos el mundo.”

-Eso fue lo que prometí, ¿verdad? –dijo para sí mismo.

 

Mientras tanto, en el combate de Kai contra Duobus, esta última había hecho aparecer cuatro pistolas flotantes a su alrededor que disparaban continuamente al nigromante. Éste estaba protegido gracias a la armadura de End, pero apenas podía contraatacar como quisiera, solamente alcanzando a hacer que Hel golpease con movimientos lentos fácilmente esquivables por ella.

De repente, abrió un portal y desapareció.

-Ahí viene –murmuró Kai al mismo tiempo que se preparaba para recibirla por otro portal que se abrió a su derecha- ¡Ah! –gritó, intentando desplazar a Hel en esa dirección, sin éxito en su hazaña ya que, para entonces, su adversaria había vuelto a desaparecer.

 

Esto ocurrió varias veces más, durante las cuales estuvo recibiendo ráfagas de disparos desde distintas partes de la sala hasta que decidió volver a su posición inicial.

 

Era la segunda vez que veía aquella estrategia. Por lo que había podido observar, el espacio de tiempo entre teletransporte y teletransporte apenas llegaba al segundo, sin embargo sólo podía hacerlo un número limitado de veces seguidas. Aun así, no tenía ni idea de dónde iba a aparecer y, si no fuese por la armadura de End, estaría muerto.

 

Tenía que encontrar algún error en su forma de pelear. Algo que le permitiese cogerla con la guardia baja. De lo contrario, aquello acabaría convirtiéndose en una prueba de resistencia y, visto lo visto, tenía todas las de perder.

 

Fue entonces cuando se le vino una idea a la cabeza. Si bien el tiempo entre teletransportes era muy pequeño, se había fijado en que, después de usarlo, había un momento en que quedaba casi incapacitada, como si sus sentidos no funcionasen todo lo bien que debiesen. Era poco tiempo, demasiado poco para alcanzarla con Hel, pero todavía había algo que podía probar.

-Intentémoslo.

 

Así pues, esperó hasta que volviese a utilizar el teletransporte y deshizo la invocación de Hel, quedándose únicamente con la armadura de End cubriendo su cuerpo. Previendo entonces cuando iba a ser el último teletransporte, deshizo también la de End.

-¡Cuarto espíritu: Lein! –exclamó, poco antes de que Duobus disparase, recibiendo su ataque y cayendo al suelo, fulminado.

Tras esto, ella se acercó a comprobar si estaba muerto, momento en que el cadáver se desapareció.

-¡Sexto espíritu: Zakrik! –volvió a decir Kai, surgiendo desde su punto ciego y propinándole un derechazo en el estómago, con lo que la arrojó contra la pared, llegando a escupir sangre debido al impacto.

-Lein tiene la capacidad de crear ilusiones y Zakrik genera una resonancia en el Radiar que aumenta el poder de mis golpes, aunque sin llegan al nivel de los de Quattuor. El problema de Zakrik es que cuando lo usas en ataques físicos, si no aciertas a tu objetivo con el golpe, rompe el contrato y desaparece, por lo que hay que tener cuidado al llamarle –explicó el nigromante mientras se acercaba a ella, inmóvil y sentada junto al muro de piedra-. Puede que seas inmortal, pero eso no significa que seas invencible. Con el próximo golpe, pienso dejarte inconsciente –declaró.

-Gem... –susurró Duobus, invocando una gigantesca cabeza humanoide con dos cuernos, hecha del mismo material que la pared, y que, emergiendo de la misma justo enfrente del sorprendido nigromante, abrió su boca y se lo tragó sin que pudiese hacer nada por esquivarlo. Una vez lo hubo engullido, se deshizo en escombros.

 

Poco después, Kai apareció de entre las piedras, volviendo a incorporarse sin saber bien qué acababa de pasar.

Por otro lado, Duobus había hecho lo mismo ayudándose de la pared de detrás, apuntándole con una de sus pistolas mientras se apoyaba con la otra mano.

-¡Hel! –exclamó Kai, llamando al Inferno, y descubriendo extrañado cómo éste, al poco de ser invocado, se esfumaba tal y como había venido.

 

Por alguna razón que sólo Duobus entendía, parecía haber perdido su poder.

-¡¿Qué has hecho?! –preguntó, intentándolo otra vez y obteniendo el mismo resultado.

-Es curioso –dijo Duobus, quien, pese a su habitual indiferencia, levantó las cejas con interés y cierta sorpresa- El poder de este Inferno consiste en absorber el Radiar de aquello que devora. Tu invocación no debería siquiera aparecer. Más que haberte quedado sin poderes, es como si sólo te hubieses debilitado. Dime, ¿quién eres?

 

Era la primera vez que la oía hablar tanto, pero ni él mismo estaba seguro de la respuesta a esa pregunta.

-Una pena –continuó ella, ante su silencio-. Llegó tu hora.

 

Justo cuando se disponía a disparar, una espada atravesó su costado, haciendo salir su núcleo y consiguiendo que perdiese el equilibrio al separarla de la pared.

-¡Rápido! ¡Cógelo! –le dijo Alder a Kai, que, reaccionando a destiempo, se lanzó a por el objeto.

 

De repente, los espacios situados enfrente de Kai y bajo la cadera de Alder se distorsionaros. Sin embargo, mientras el primero consiguió evitarlo, el segundo vio cómo sus piernas y pelvis desaparecían.

-¡¡Agh!! –gritó el gobernador, cuyo torso cayó al suelo, sobre un charco de sangre.

-Alder... –consiguió decir Kai, en shock por lo que acababa de pasar, tras lo cual dirigió la mirada hacia el autor de los hechos, Sextus, quien pese a que seguir afectado por el ataque de Quattuor, sonreía orgulloso de su hazaña- ¡Alder!

No hay comentarios:

Publicar un comentario