lunes, 22 de agosto de 2016

The Legacy of Emil Greenard: Capítulo 11

-¡Ahora! –exclamó Naithan, sonriente, poco antes de que alguien se precipitase sobre Quattuor, quien esquivó el ataque en el último segundo.

-¡Maldita sea! ¡Un poco más y te habría quitado el núcleo! –se quejó la persona que acababa de aterrizar en el suelo, que no era otra que Quinque, portando consigo una “Errantia”.

-Así que aquí estabas –comentó Quattuor.

-Me temo que tendremos que luchar –declaró Alder, emitiendo un silbido tras el cual hizo entrar a sus dos guardaespaldas. Éstos devolvieron sus armas, de las que se habían hecho cargo previamente, a Razer y Ceron, y fueron junto a su líder para protegerlo.

 

La situación al otro lado de la puerta no era mucho mejor. Los soldados del gobernador de la facción se esforzaban por mantener a raya a los del imperio, pero debido a que les superaban en número, no parecía que fuesen a aguantar mucho.

 

Iniciando el contraataque, Razer se lanzó a por Naithan enarbolando su estoque, pero fue detenido por Duobus, que manejaba una espada ancha a dos manos.

-¡Duobus! –exclamó el emperador, a lo que ella asintió, haciendo aparecer, a través de un portal, una lanza de gran longitud adornada con dos plumas rojas en la zona que unía el mango con el filo.

 

Tras cogerla, Naithan atacó a Razer mientras estaba ocupado con la descendiente, apareciendo Ceron desde detrás para detenerle con su Hydra, transformada en una espada.

 

Mientras tanto, Kareth se transformó en Eraser y embistió a Detz, empujándolo contra la barandilla.

-¡Tú y yo tenemos una cuenta pendiente! –indicó el chico.

-Estoy de acuerdo –respondió el científico, tomando la misma forma que durante su último enfrentamiento-. Y esta vez me ocuparé de matarte –entonces le propinó una patada en el pecho que lo lanzó varios metros atrás para luego tratar de rematarlo clavándole sus garras en el cuello, momento en que la armadura de End se interpuso en su camino.

-¡No te olvides de mí! –dijo Kai, apareciendo por su lado para golpearle en el costado, sin éxito, pues su adversario lo esquivó hacia un lado y, tras agarrarle de la pierna, giró sobre sí mismo hasta arrojarle contra la mesa.

 

Fue entonces cuando el otro chico, incorporándose de nuevo al combate, se lanzó a por él con ambas garras al frente, siendo detenido por las del científico, convirtiendo el combate en una prueba de fuerza para los dos.

 

-¡Pensé que después de haber fallado una vez, estarías muerta! –se burló Quattuor mientras se protegía de los ataques rápidos de Quinque.

-¡No me subestimes! –le respondió ella, intentando penetrar su estómago con la hoja de su arma pero perdiéndola en el proceso al recibir un golpe del dorso de la mano de su contrincante, quien se alejó de ella justo cuando una sonrisa se dibujaba en su rostro.

 

En ese instante, descubrió otra presencia a su espalda que le hizo girarse, deteniendo justo a tiempo la estocada de una segunda “Errantia”

-¡Sextus! –exclamó Quattuor, al ver al joven de pelo extravagante, al mismo tiempo que intentaba encontrar una posición que no le dejase en desventaja.

-Ahora que somos dos, quitarte el núcleo será más fácil –determinó Quinque.

-¿No estáis siendo un poco injustos?

-En la guerra todo vale.

 

Por otro lado, Ceron continuó atacando con su espada a Naithan, realizando una serie de estocadas con las que no conseguía acertar en su objetivo, pues la destreza de éste con la lanza se lo impedía.

 

Entonces, aprovechando que una de esas estocadas logró desestabilizarlo, realizó un corte vertical con intención de acabar con su vida. Por desgracia, un disparo la desvió del trayecto, y unos cuantos más llegaron incluso a romper parte de su armadura, obligándole a escudarse detrás de su arma.

-¡Razer, ¿qué estás haciendo?! ¡Si no la entretienes no podré vencerle! –se quejó Ceron refiriéndose a Duobus, autora de los disparos.

-¡Ya me gustaría a mí, pero no es tan fácil! –contestó el chico, quien trataba de atravesar la defensa de su adversaria, consiguiendo únicamente que ella le ganase terreno pese a que ahora tenía su otra mano ocupada por una pistola.

-¡¿Quién te crees que soy?! –le gritó Naithan al gobernador, aparentemente molesto porque éste había insinuado poder ganarle en combate, tras lo cual le acertó en el pecho, haciéndole retroceder. En ese mismo momento, Duobus contraatacó a Razer, lanzándolo contra el suelo de una patada en la cara.

-¡Kareth! ¡¿Podrás encargarte tú solo de Detz?! –preguntó Kai, al observar la situación de los otros dos.

-¡Sí, tranquilo!

-¡Bien! ¡Voy a intentar algo! ¡Es arriesgado, así que espero que salga bien! –dijo, cerrando los ojos unos instantes- ¡Hel-End!

 

De repente, ambos Infernos aparecieron encima de él, uno de ellos rodeándole con una armadura de fuego y electricidad, y la otra, como dos brazos esqueléticos empuñando las espadas de End.

-¡Vamos allá!

 

Moviendo su mano derecha al frente, el joven envió uno de los brazos de Hel a por Duobus, quien, viéndose sorprendida, no pudo evitar ser lanzada contra una de las paredes de aquel balcón.

 

Tras levantarse y ver que Kai se había situado justo delante de ella, invocó dos pistolas, ambas manteniéndose flotando sobre sus hombros, y sustituyó sus anteriores armas por una espada y un escudo negro azabache.

 

“No es muy expresiva”, pensó el nigromante, al comprobar su falta de reacción ante su inminente pelea.

-Hay algo que me gustaría preguntarte –dijo, a lo que ella continuó en silencio, sin moverse, como si le diese tiempo a explicase- Me lo tomaré como un “te escucho”... –continuó, sintiéndose ignorado- ¿Sabes dónde Unum ahora?

 

Después de unos segundos de silencio,  que se hicieron eternos para él, ya que ni siquiera gesticulaba, decidió responder.

-Supongo que no pasa nada por decírtelo. Unum está atacando la villa de los Rebeldes, junto con los Erasers.

-¡¿Qué?! –se sorprendió Kai, cuya expresión se volvió una de preocupación-. Miruru...

 

-Necesito que vengas conmigo –dijo Unum acercándose poco a poco a la chica, quien, con piernas temblorosas, dio algunos pasos atrás.

 

En ese momento intervino Miruru, poniéndose al lado de Nara y levantando su brazo derecho hacia él que, pillado por sorpresa, fue lanzado lejos de allí por una fuerza invisible.

-¡Corre! –dijo la semidiosa, cogiendo a su amiga de la muñeca y marchándose de allí.

-Así que queréis jugar, ¿eh? Muy bien ¡Juguemos! –dijo Unum, una vez hubo recuperado el equilibrio en el aire.

 

-¡Déjame! ¡Si vienes conmigo también irá a por ti! –exclamó Nara.

-¡Prometí que te protegería y eso es lo que voy a hacer!

-¡Pero si vamos ahora al refugio, pondremos a los demás en peligro!

-¡Daremos un rodeo! ¡Puede que así lo despistemos y ganemos algo de tiempo! ¡Además tenemos que dejar al niño en un lugar seguro! –contestó Miruru, quien señaló con la cabeza al pequeño en brazos de Nara, todavía sollozando.

-Gracias, Miruru –dijo la chica, esbozando una sonrisa.

-¡Ya te lo he dicho! ¡Soy tu amiga del alma, ¿no?!

 

En otra parte de la villa, Ivel conseguía atravesar con su lanza la piel de uno de los Erasers, sin embargo la herida era demasiado superficial como para ser letal, incapaz de detener su avance.

-¡Son más resistentes que las criaturas de los yermos! ¡Rodeadles y atacad sus extremidades! ¡Lo desestabilizaremos y golpearemos sus partes más blandas!

-¡Entendido! –respondieron el resto de nómadas que la acompañaban, dividiéndose en dos grupos de tres individuos que corrieron por ambos lados del Eraser, atacando sus espinillas. De esa forma, lograron reducir sus movimientos, lo que Ivel aprovechó para subirse encima de su cabeza y clavarle el filo de su lanza con su tercer brazo.

-¡Aaaah! –gritó tras penetrar la parte más alta de su cráneo hasta cuatro veces, sin pese a ello conseguir profundizar en él.

 

En ese momento, el Eraser se irguió sobre sus patas traseras y, rugiendo con furia, realizó con una de sus delanteras barrido horizontal con el que alcanzó a dos nómadas, lanzando a uno contra la pared de una casa y al otro contra la ventana.

 

Con gran esfuerzo por mantenerse sujeta al monstruo, Ivel avanzó unos metros hasta situarse cerca de sus ojos, hundiendo su arma esta vez en uno de ellos y haciendo que chocase contra una construcción.

 

Después, aprovechando que se había detenido, volvió a atacar el mismo punto, ahondando todo lo posible hasta asegurarse de que estaba muerto. Aliviada, suspiró y se bajó del cadáver, reuniéndose con sus compañeros.

-¡Comprueba el estado de los heridos! –ordenó a uno de ellos-. ¡Los demás venid conmigo! ¡No reuniremos con el equipo de mi padre para ir a por el siguiente! –sentenció a la par que los demás asentían.

 

-¡Rápido! ¡A las patas!

No muy lejos de allí, Sarah daba órdenes a los soldados mientras ella misma disparaba una de sus flechas a la misma zona.

-¡Me han dicho que acaban de colarse otros dos! –informó Seph, apareciendo a su lado.

-¡Es imposible mantenerlos a raya! –se quejó la peliazul, viendo cómo su objetivo mandaba a volar a varios rebeldes.

-¡Y aún hay más! ¡Algunos de ellos se han quedado en las afueras formando una línea!

-¡¿Una línea?! ¡¿Para qué?!

-¡No lo sé, pero tengo un mal presentimiento!

 

En ese momento, Drake, que se encontraba varios metros alejado de ellas, fue alcanzado por las garras de un Eraser, siendo arrojado por los aires y cayendo a tierra con un ruido seco, quedándose inmóvil.

-¡¡DRAKE!! –gritó Seph, corriendo hacia él, observándolo, al llegar, con los ojos cerrados y un desgarramiento en el abdomen. Por suerte, superficial.

-Su pulso es débil –indicó Sarah, agachándose para poner una mano sobre su cuello-. ¡Lleváoslo de aquí! ¡Deprisa! –ordenó a un par de soldados cercanos.

-¡¡Drake!! ¡¡Drake!! –Seph, llorando sobre él, se agarró a la ropa del chico cuando intentaban llevárselo.

-¡Seph! ¡Cálmate! –ordenó Sarah, abrazándola para evitar que se interpusiese en el trabajo de los soldados.

-¡Drake! –dijo por última vez, disminuyendo la fuerza con la que trataba de deshacerse de su agarre, hasta haberse calmado un poco. Era la primera vez que la peliazul la veía así, pero no podía culparla por ello.

-Estará bien. No te preocupes. Ahora debemos encargarnos del resto de monstruos. Si no, más gente acabará como él o incluso peor, ¿de acuerdo?

 

Unos segundos de silencio bastaron para que su amiga, con las mejillas todavía húmedas y los ojos rojos, asintiese y se levantase, no sin ayuda, para continuar con la batalla.

 

En ese instante, Sarah observó cómo otro de los Erasers aplastaba contra tierra a varios soldados, dejando sus cuerpos casi despedazados. Entonces, una rabia incontrolable se apoderó de ella, empujándola de nuevo a la batalla.

 

Mientras tanto, en la residencia del emperador, Quattuor seguía su lucha contra Quinque y Sextus, en la que sólo se le permitía defenderse ya que ninguno le daba espacio para contraatacar.

 

El combate se le dificultó aún más cuando Sextus produjo una distorsión en el espacio donde se encontraba.

-¡Mierda! –se quejó, consiguiendo que su cuerpo, a excepción del brazo, quedasen fuera de rango, lo que fue aprovechado por Quinque para atacar con su “Errantia”, siendo esquivada por poco. Finalmente, la chica le acabó propinando una patada con la que le hizo chocarse contra la barandilla de piedra.

 

Durante un tiempo, permaneció inmóvil, con la espalda pegada a los anchos barrotes, dejando que su brazo se regenerase.

-¡Sois un grano en el culo! –declaró.

-Entonces hacemos bien nuestro trabajo. En cuanto te saquemos el núcleo, podré soltar esta espada y atacarte con todo –contestó Quinque.

 

De repente, un cuchillo atravesó el pecho de Sextus, quien se revolvió para quitarse de encima al propietario del arma pero recibió en respuesta una patada con la que acabó en el suelo. Al mismo tiempo, Quattuor, cogiendo desprevenida a Quinque tras el ataque a su compañero, le propinó un puñetazo con el que acabó enviándola al mismo sitio que él.

-Me llamo Zein y soy uno de los guardaespaldas del señor Alder –se presentó el recién llegado- Estoy aquí para ayudarle.

-Sinceramente no me importa tu nombre, pero te debo una, así que te voy a dar un consejo: procura no acercarte a mí –respondió Quattuor, cuyo brazo se había recuperado por completo-. No quería llegar a esto, ya que puede que me descontrole un poco, pero, visto lo visto, tendré que ponerse serio.

 

Nada más acabar la frase, la musculatura de sus brazos y piernas empezó a contraerse, creciendo en tamaño y dándole una apariencia más imponente de la que solía tener.

-¡Vosotros dos! ¡Más os vale estar preparados! –dijo, chocando ambos puños.

-¡Ugh! –se quejó tanto Quinque como Sextus, incorporándose y encarándose a su compañero, tras lo que el segundo de los dos alzó su mano e hizo aparecer cuatro distorsiones más sobre las extremidades de Quattuor.

Pese a ello, el  no se amedrentó, y cargó hacia delante a una velocidad mucho mayor de la que había mostrado hasta entonces, evadiendo los espacios distorsionados y dirigiéndose hacia Sextus, quien, previendo sus movimientos, hizo aparecer una gran bola metálica y la dejó caer encima de él.

-¡¿Pero qué?! –se sorprendió Quattuor, antes de que impactase sobre él, generándose un fuerte levantamiento de polvo.

-Durante el tiempo en que no nos hemos visto, yo también he mejorado, y resulta que mi habilidad no se limita a eliminar materia, sino también a crearla de la nada.

-¡Buen trabajo, Sextus! –lo halagó Quinque.

 

Por desgracia, su alegría no duró mucho, pues la bola acabó por agrietarse y, tras pocos segundos, quedó reducida a gravilla.

-¡¿En serio pensabas que ibas a detenerme con eso?! –preguntó Quattuor, embistiendo a Sextus contra la pared y haciéndola a soltar la “Errantia”, que voló hasta acabar a los pies de Alder. Asimismo, la onda expansiva del golpe consiguió desequilibrar a las personas más cercanas, incluida Quinque, lo que permitió al descendiente desplazarse hasta ella y golpearla en el costado, dejándola en el suelo, retorciéndose de dolor.

-Increíble –se impresionó Zein.

 

En otra parte de la sala, la batalla entre Detz y Kareth se había puesto a favor del primero, cuya fuerza era superior a la del joven.

-Mientras no hayas sido aceptado del todo, serás incapaz de vencerme –señaló Detz, quien lanzó una serie de puñetazos sobre su cuerpo, sentenciándolo con una patada que lo dejó de rodillas-. Si te hubieses unido a nosotros, no habrías tenido que pasar por esto.

-¡¿Y haber dejado que Nara fuese vuestro juguete?! ¡Ni lo sueñes!

-El final es el mismo. Unum capturará a esa chica y la traerá de nuevo ante nosotros. La diferencia es que tú ya estarás muerto.

-¡Lo único que marcará la diferencia será tu muerte!

-Lástima que no se vaya a cumplir –respondió Detz, que, situado a cierta distancia, concentró energía de color rojizo en su mano, igual que la del rayo que lanzase Kareth cuando todavía no controlaba su transformación y que estuvo a punto de destruir la villa de los Rebeldes-. Éste es el significado de la perfección. Adiós, dile a tus padres que les envío un regalo.

-¡Kareth! –exclamó Quattuor.

 

Entonces, liberó la energía de su mano, arrojando un rayo que, aunque menor que el del chico, era igual de letal.

 

Por suerte para Kareth, éste no llegó a impactar contra él, ya que fue desviado hacia arriba por la pierna de Quattuor, provocando que el cielo se volviese momentáneamente de color rojo, deshaciendo las nubes a su paso.

 

Una vez hubo acabado todo, el joven observó con expresión aterrada lo ocurrido.

-¿Qué pasa, chico? Ni que hubieses visto un fantasma –contestó Quattuor, con la voz quebrada por el dolor.

-Tu pierna... –dejó escapar al ver que ésta había desaparecido completamente.

-Una pierna no es nada, si a cambio... –sin llegar a acabar la frase, una espada atravesó su pecho, sacando el Núcleo de Jade de su interior.

-Se acabó –dijo Quinque, sujetando el arma.

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