viernes, 27 de abril de 2018

Capítulo 42: Los Pacificadores


-¡Esto es un ultraje! –gritó el sagrado emperador Berengar, recorriendo de un lado a otro la extensa sala elegida para la reunión, al enterarse del ataque de los demonios durante el viaje de vuelta- ¡Si llega a oídos de la gente, perderán la confianza en nosotros!
-Cálmese, su majestad –dijo un hombre de aspecto tranquilo y maduro, sentado sobre una de las sillas de madera blanca, decorada con bordes dorados, que se encontraba junto a una gran mesa ovalada del mismo color.

Cerca de ambos,  había una demonio y un ángel femenino. También sentadas, una de ellas observaba divertida al emperador mientras la segunda se disponía a continuar con la conversación.
-Los atacantes ya han sido detenidos y enjaulados a la espera de juicio y sentencia. Se ha evitado la filtración de información y ésta ha quedado oculta al pueblo. Podemos estar tranquilos.
-Me alegra escucharlo –contestó el más tranquilo de los hombres, tratándose éste del papa John X-. Sin embargo, deberíamos tener más cuidado de ahora en adelante. Dudo mucho que sea la última vez que se intente algo así.
-Bueno, en parte, para ello se ha formado una guardia humana –declaró la demonio, quien comenzó a reírse.
-¿Qué ocurre, Hana? –preguntó el ángel femenino.
-Nada, acabo de acordarme de alguien interesante.
-¡Creo que no le estáis dando al asunto la seriedad que merece! –las interrumpió el emperador- ¡Ya tenía mis dudas sobre todo esto! ¡Pero, con el ataque, no han hecho más que aumentar!
-Su majestad. La situación entra dentro de lo previsto. Nada más hacer pública la idea de relaciones amistosas entre humanos y demonios, así como la integración de unos en la sociedad de los otros, grupos de ambos bandos se lanzaron en protesta a las calles. Algo que los soldados tuvieron que controlar, pues faltó poco para que se enfrentasen allí mismo. No es de extrañar que, pese a que conseguimos convencer a una gran mayoría de las ventajas que supondría dicha relación, se hayan formado grupos terroristas y rebeldes que quieran ponerla en peligro.
No obstante, no debemos echarnos atrás. Dicha paz supondrá un gran avance para todas las especies: ángeles, demonios y humanos. Los primeros por la separación que esto ha desencadenado en su sociedad, dividiéndola entre aquellos que están de lado de los humanos, los que están de lado de los demonios y los que se mantienen neutrales. Además, la paz también ayudaría a incrementar su población, la cual es menor incluso que la de los demonios, ¿no es así, Thyra? –preguntó el papa, dirigiéndose al ángel.
-Sí. Los ángeles no sufrimos la discriminación que sufren los demonios, pero las consecuencias de la antigua guerra y la división social no sólo han conseguido que el número de individuos de nuestra especie se haya visto reducido sino, también, que la reproducción se encuentre estancada, de manera que hace décadas que no nace un ángel en este mundo.
-En lo que respecta a los demonios –continuó el papa-, la paz daría lugar al fin de la discriminación, lo que les permitiría mayor libertad y, al igual que los ángeles, un incremento en la población.
-Incluso si la caza de demonios ha disminuido en las últimas décadas, existen lugares donde mi gente sigue sufriendo esclavitud. En otros en los que no ocurre, simplemente son aislados, insultados y/o humillados –aclaró Hana.
-En cuanto a los humanos, incluso si son la especie dominante en estos momentos, los conflictos con las otras especies han causado muchas muertes innecesarias, la mayoría civiles o gente inocente. Además, el nulo o escaso intercambio de información entre las tres especies ha lentificado sus respectivos desarrollos, algo que ha afectado sobre todo a los humanos, quienes manejan peor su poder.
La guardia humana, así como la presencia de demonios en la Inquisición, es un gran paso adelante en todo esto. Si funciona, la confianza de la población en nosotros aumentará, lo que facilitará mucho las cosas. Por el contrario, si cancelamos el proceso de paz en este momento, es posible que cause el efecto contrario y los conflictos empeoren.
-¡Tsk! –el emperador hizo una mueca de disgusto al escuchar las palabras del papa, pero decidió desistir en sus quejas.
-Cambiando de tema –dijo Thyra-. Será mejor hablar cuanto antes con los mercenarios y soldados humanos. La mayoría estarán confusos al no saber nada sobre los demonios y los ángeles, por no hablar de la magnitud de su misión.
-Tienes razón. Si su majestad no tiene nada más que añadir.
-No. Es suficiente, podéis retiraros...
Asintiendo, los otros tres se levantaron y salieron de la sala.

-Ah, qué pesado es ese tío... –se quejó Hana.
-¡No deberías decir algo así delante del papa, Hana! –la regañó Thyra.
-No te preocupes, Thyra. Incluso a mí me resulta molesto a veces –declaró John.
-Uh... –el ángel no supo qué contestar.
-Me preocupa que su especismo llegue demasiado lejos. ¿No supondrá un problema? –preguntó Hana.
-Ese hombre confía en mí. Así que, por el momento, dejará que todo siga su curso siempre y cuando yo esté de acuerdo –aclaró el pontífice.
-Me alegra oír eso.
-Menos mal que no se ha enterado de que el líder del grupo de demonios es un conocido tuyo –comentó Thyra.
-¡Ah, no me lo recuerdes! ¡Ese imbécil! –se enfadó Hana.
-¡Oh! Entonces sabes quién es... –curioseó el papa.
-Se llama Behemoth. Trabajó para mí durante un tiempo. Es serio y eficaz, pero tremendamente devoto hasta el punto de agobiarme. Incluso después de dejar el trabajo sigue autoproclamándose mi guardián.
-Debe de ser duro –dijo John, con una sonrisa irónica.

Mientras tanto, en otra sala algo más alejada de allí, se encontraba un grupo de personas de distintos orígenes y etnias, todos convocados para el mismo propósito: convertirse en los guardaespaldas de Hana y Thyra, una demonio y un ángel femenino que pretendían conseguir la paz entre demonios y humanos. Al menos, eso era lo que Reima había llegado a escuchar en palabras de otras personas a su paso por la enfermería.
-¿Qué tal tu hombro? –le preguntó Cain, sentado a su lado y señalando con la cabeza el entablillado que llevaba.
-Mejor. Me han dicho que en unos días podré volver a moverlo con normalidad.
-Espero que no sea una pega para que entres en la guardia. Sería una pena perder a alguien con tu habilidad.

El joven japonés miró a su alrededor, debían de haber como unas veinte personas. Orientales, caucásicos, africanos e incluso algunos cuya procedencia no podía determinar. Todos ellos tenían aspecto de ser buenos luchadores.
-¿Por qué nos habrán elegido a nosotros? –preguntó el chico.
-¿No ha sido por nuestra fuerza? –dijo Cain.
-Deberían de haber soldados en este lugar igual o más fuertes que nosotros. Aun así, se han tomado la molestia de traer a gente de otras partes del mundo.
-No sé qué decir. Quizás haya problemas dentro del imperio.
Justo entonces, entraron Hana, Thyra y John en la sala, silenciándola. Reima dirigió la mirada hacia la demonio quien le saludó alegremente con la mano.

Poco antes de que el papa comenzase a hablar, éste le hizo una señal a Thyra, quien asintió y cerró los ojos, situando su vara frente a ella. Entonces, una luz blanca surgió en su extremo, estallando en una onda expansiva que atravesó, sin producir ningún impacto, los cuerpos de todos los presentes.

Los guerreros observaron sus propios cuerpos, buscando algún cambio o efecto que pudiese haberse producido. Sin embargo, éste no se hizo presente hasta que el líder de la Inquisición habló.
-Hola a todos. Como habéis podido comprobar, ahora todos entendéis mi lengua. Es un proceso parecido al que utilizamos cuando os ofrecimos venir aquí. Dicho esto, soy John X, algunos ya me conoceréis como el líder de la Inquisición y Sumo Sacerdote del cristianismo y la Iglesia. Otros, será vuestro primero contacto conmigo, sea porque no sois adeptos o procedéis de otras culturas y/o tierras. En cualquier caso, os doy la bienvenida.
Muchos os preguntaréis qué es lo que ocurre y qué significa la existencia de demonios y ángeles. Hoy he venido con dos jóvenes: Hana, diplomática por parte de los demonios y una de sus gobernantes en esta zona; y Thyra, una de los tres arcángeles, los ángeles más poderosos del mundo, además de la mediadora entre demonios y humanos, esta última, representada por mí. Entre los tres, procuraremos explicaros la situación y resolveros todas las dudas que os surjan.

Dicho esto, hizo una pausa para ver si alguien tenía algo que añadir. Entonces, prosiguió.
-Bien. Empecemos por el principio. Los demonios y los ángeles son dos especies que fueron creadas al mismo tiempo que los humanos. Los primeros surgieron gracias al poder de Satán, quien odiaba a los humanos e inició una guerra contra ellos. Ésta finalizó con la derrota de los demonios, gracias en parte al poder de los “Dying Walkers”, armas biotecnológicas con un poder equivalente al de los demonios y que todavía guarda la Inquisición; y a los doce apóstoles, héroes a los que Dios brindó parte de su poder para poder enfrentarse a los siete pecados capitales.
Muchos demonios fueron asesinados y sometidos, reduciéndose considerablemente su número así como el de ángeles, quienes habían tomado parte en la batalla, algunos de ellos uniéndose al bando de los humanos y otros al de los demonios.
-¿No habría sido más conveniente para los ángeles dejar que las otras dos especies se mataran entre ellas? –preguntó Cain.
-Los ángeles somos criaturas de naturaleza solidaria –respondió Thyra-. Con ello no quiero decir que todos sean así, pero es normal en nosotros sentir la necesidad de ayudar a otros según los ideales que tengamos.
-Yo tengo otra pregunta –dijo Reima, levantando el brazo- Se ha hablado sobre el origen de los demonios pero ¿cuál es el de los ángeles?
-Lo cierto es que no se sabe con claridad. Por lo que está escrito en la Biblia, el libro en el que se recoge la historia de los humanos, demonios y ángeles; hay varias teorías, pero las más extendidas son: una que dice que fueron creados por Dios y que aquellos que se pasaron al bando de los demonios se consideraron “Ángeles caídos”, y otra que dice que fueron creados por Satán pero que la mayoría cambió de bando.
-Entiendo –asintió el espadachín a la explicación del ángel. Aunque había algo de lo que había dicho que no le terminaba de convencer.
-A partir de entonces –continuó John-, algunos de los demonios fueron exiliados de sus tierras y otros pasaron a ser esclavos de los humanos. En cualquiera de los dos casos, sufrieron una fuerte discriminación que a día de hoy todavía continúa pese a que ha conseguido reducirse. Al mismo tiempo, los ángeles se declararon neutrales, negándose a intervenir, salvo excepciones, en los actos de los humanos para con los demonios.
En este trasfondo, hace seis años, poco después de que fuese nombrado papa, Hana y Thyra vinieron a mí y me propusieron un plan para conseguir la paz entre humanos y demonios, contándome sus ventajas y el proceso para llevarlo a cabo. Al principio me sorprendí. Observar a una demonio y un ángel llevarse tan bien y ser capaces de coordinarse así es increíble, mucho más si te proponen algo de tal envergadura, pero lograron convencerme y, desde entonces, hemos realizado bastantes progresos.
-Tanto aquí como en otras partes del mundo, existen miembros de las tres especies que nos apoyan, incluso, unos pocos de ellos, han empezado a establecer relaciones comerciales y laborales –dijo Hana-. No obstante, aún queda mucho por hacer y, por eso, hemos decidido dar el siguiente paso: la inserción de demonios entre los mandatarios de la Inquisición y una guardia, formada únicamente por humanos, encargada de mi seguridad y la de Thyra.
-Todavía existen aquéllos que consideran que la paz no debería establecerse o que desconfían de que tenga lugar. Algunos son bastante radicales al respecto –comentó Thyra-. De ahí la necesidad de una guardia. A su vez, la presencia de demonios entre los dirigentes de la Inquisición pretende cambiar la opinión de los más adeptos a Dios e incluso lograr mejorar su estructuración.
-¿Por qué nosotros? –preguntó otro hombre de pelo plateado y parche en su ojo derecho.
-Todos los presentes habéis alcanzado cierto grado de renombre por vuestras hazañas en batalla, sin embargo, no sólo estáis aquí por ello. También buscábamos personas cuyo conocimiento sobre los demonios fuese escaso o nulo. De esa forma, no sólo se evitarán disputas, sino que, además, podremos enseñaros desde cero una buena relación entre las tres especies.
-En el caso de los demonios también se ha sido específico. Nos hemos asegurado de que sólo aquellos dispuestos a contribuir con la paz y que tengan buenos conocimientos sobre la cultura humana, pasen a formar parte de la Inquisición –añadió Hana.

Hubo otra pausa durante la explicación. La mayoría de los luchadores se mostraron sorprendidos.
-Bueno, a mí realmente me da igual las circunstancias siempre y cuando se me pague –dijo Cain, descaradamente.
-Por supuesto, recibiréis un pago a cambio de vuestros servicios. No obstante, no toleraré actitudes perezosas y/o arrogantes. Quien no cumpla con las normas, será castigado. Y yo, personalmente, me encargaré de ello –indicó el ángel mientras golpeaba el suelo con su vara.

Reima recordó la suerte que había tenido al caer en el lago tras el golpe de Thyra.
-Bien, ahora procederemos a separaros en grupos. Cada grupo requerirá de un líder. Para ello, se realizará un pequeño combate entre sus miembros, con armas de madera. Las reglas son sencillas: lucharéis todos contra todos. Un miembro quedará eliminado al recibir un único golpe en el cuerpo con el arma. No se permitirán golpes ni estrategias que no impliquen un ataque directo con vuestra arma. Sólo se podrá golpear torso y extremidades. ¿Estáis de acuerdo?
Ninguno se opuso, por lo que comenzaron a dividirlos en cuatro grupos de cinco.
-Bien, seguidnos. Os llevaremos al campo de entrenamiento donde os darán las armas e iréis luchando un grupo tras otro. Tengo entendido que uno de vosotros tiene un brazo entablillado –el papa buscó con la mirada a la persona aludida, llegando hasta Reima-. Retrasaremos el combate de tu grupo hasta que estés recuperado por completo.
-No será necesario –replicó el joven-. Puedo luchar con un sólo brazo.
-Siento discrepar, pero insisto en que se lleve a cabo cuando estés recuperado por completo. No sólo por tu seguridad sino también porque a todos nos gustaría ver tus capacidades en su totalidad.
-Entiendo lo que me quiere decir. Sin embargo, sé como luchar de manera que mis habilidades no se vean disminuidas.
John miró a las dos chicas. Hana parecía mostrar curiosidad. Por otro lado, el ángel no parecía tan conforme.
-Bien, hagamos una cosa. Te dejaremos luchar, pero en el momento en que te veamos forzarte demasiado, no sólo te detendremos, sino que perderás tu derecho a obtener el liderazgo. Además, has de tener en cuenta que quizás tus compañeros no tengan reparos en ignorar tu estado
-Mejor así.
-Como desees.

Así pues, caminaron hasta llegar a una espaciosa área circular con la superficie de arena, rodeada por un alto muro de unos siete metros de altura. Junto a la entrada a dicho lugar, había un par de soldados apostados, los cuales llevaban una caja en cuyo interior se podían observar distintos tipos de armas: lanzas, espadas, hachas... todas ellas de madera bastante bien tallada.
-Que cada miembro del primer grupo coja el arma que más le guste y entre –dijo John.

Tras hacer caso a las indicaciones del pontífice, cinco de ellos se situaron en el centro del campo de entrenamiento.
-¿Estás loco, Reima? Vamos a comerte vivo ahí fuera –dijo Cain, quien, junto con su hermano, Abel, estaba en el mismo grupo que el espadachín.
-En una batalla, uno no debe depender únicamente de su fuerza. A veces, saber cuándo escapar y cuándo atacar te puede convertir en el ganador.
-Lo que tú digas... –Cain se encogió de hombros- ¿Y bien?
-¿Y bien qué?
-¿Hay alguien por quien apuestes como ganador de ese grupo? Yo me decanto por el rubio de ahí.
Entonces señaló a un joven apuesto, de pelo claro y corto, y ojos azules. Era muy alto, de hecho el más alto de todos los presentes. Pese a ello, su complexión no distaba mucho de la de Reima. Hasta antes de entrar en el campo de entrenamiento, había estado vistiendo una armadura grisácea con tela azul en los costados. Suponía que se lo habría quitado para ir más ligero durante la competición. Su arma era una espada larga a dos manos.
-No. Él no va a vencer –declaró firmemente el japonés.
-¿Ah, sí? Tú me dirás entonces
-Yo estoy entre uno de esos dos.

Cain siguió la mirada de Reima hasta encontrarse con un hombre y una chica. El primero era de piel oscura y ojos verdes. Rapado casi al cero a excepción de una línea justo en el centro de la cabeza que se extendía formando una trenza, la cual llegaba hasta la cintura. Sus brazos eran largos y delgados, al igual que sus piernas. De hecho, mantenía una posición de combate en la que encorvaba la espalda hasta tocar el suelo con una de sus manos mientras, con la otra, sujetaba una lanza.

En cuanto a la chica, era de pelo negro y tez pálida, ojos rojos y extremidades fuertes, sobre todo sus piernas, que llevaba al desnudo, con los pies descalzos, y cubierta la pelvis y el torso por una tela color beis sujeta con un cinturón. Su arma era una espada corta a una mano.

-El hombre se llama Sirhan, y la mujer, Tathya –dijo una voz detrás de ellos.
Cuando se dieron la vuelta, se encontraron con Hana y Thyra, la primera de ellas esbozando una sonrisa de oreja a oreja.
-¿Cómo estás, Reima? –preguntó la demonio.
-¿Os conocéis? –añadió Thyra.
-Tuvimos un interesante encuentro en el lago, ¿verdad?
El chico se limitó a mirar el combate, intentando cambiar de tema.
-Entonces, tú debes de ser a quien envié a volar durante la discusión con los demonios. Mis más sinceras disculpas –dijo el ángel mientras agachaba la cabeza- Espero que lo de tu hombro no fuese por mi culpa...
-No te preocupes. Me lo hizo uno de los demonios.
-Menos mal –continuó ella, llevándose una mano al pecho, aliviada-. De todas formas, me gustaría que te retractaras combatir en este torneo. Con el hombro así no estás preparado.
-Ya he dicho que no será necesario. De verdad, no tengo problemas en luchar con un sólo brazo. Me he visto en situaciones similares.
-Insisto.
-No quisiera ser descortés, pero somos nosotros quienes debemos preocuparnos por vuestra seguridad y no al revés.

Esas palabras no le gustaron al ángel, que, pese a ello, no volvió a pronunciarse sobre el tema.
-Vamos, vamos. Seguro que no pasa nada, ¿verdad... esto, Abel? –dijo Hana, intentando calmar el ambiente.
-Tengo sueño... –se quejó Abel.
-¿Eh?
-Ni te molestes en mantener una conversación decente con él en ese estado, señorita –dijo Cain-. Ya es un idiota de por sí, pero ahora mismo con suerte sabe dónde está.
-Ya... ya veo. ¿Estará bien de cara al combate? –preguntó la demonio.
-¡Claro! Se las apañará –sonrió el hombre.

En ese momento, John dio comienzo al combate. El joven rubio realizó el primer ataque, dirigido a otro chico de pelo negro y corto, estatura más bien baja y vestido con una armadura de cuero, quien consiguió detener el golpe con su espada. No obstante, el atacante giró sobre sí mismo, logrando realizar otro ataque que esta vez sí encajo en el costado, eliminando casi instantáneamente a su adversario.
-¡Ja! ¡Y tú decías que no iba a ganar! ¡Ahí va uno! –exclamó Cain, orgulloso.
-Sigue observando... –dijo Reima.

Por su parte, Tathya acababa de chocar armas con su adversaria, una chica de pelo corto y negro, muy parecido al del otro joven; ataviada también con la misma armadura. La guerrera de pies descalzos se movía muy rápido, apenas dando tiempo de reacción. Su rival consiguió detener los primeros golpes, pero no tardó en ser sentenciada por su espada.

Así pues, sólo quedaron Sahir, Tathya y el joven rubio, siendo el hombre de piel oscura el primero en iniciar su ataque, dirigido hacia el chico, quien logró esquivarlo, no sin dificultades. Tras esto, intentó contraatacar con un golpe horizontal hacia el muslo, sin embargo, Sahir se agachó, apoyando sus cuatro extremidades en el suelo, con el pecho casi tocándolo. Entonces, apuntó con su lanza hacia el abdomen de su contrincante, quien perdió el equilibro al retroceder, recuperándolo justo a tiempo para detener con su espada un nuevo ataque, esta vez dirigido al pecho.

En ese momento, entró Tathya en escena, quien acometió contra Sahir, manejando su espada de manera artística, enlazando varios movimientos mientras daba vueltas sobre su propio eje, dejando poco espacio de maniobra al hombre, quien daba pequeños saltos hacia atrás para evitar ser golpeado.

El guerrero rubio aprovechó la apertura para avanzar hacia ellos, dando un gran paso adelante con su pierna izquierda y ejecutando un mandoble horizontal a la altura del vientre. No obstante, tanto el uno como la otra habían predicho sus movimientos, saltando a la vez para evadirle. Como consecuencia, quedó expuesto, siendo eliminado por la guerrera.

-¡Maldita sea! –se quejó Cain al observar la caída de su predilecto.
Los dos restantes se miraron fijamente mientras se desplazaban en círculos, vigilando cada una de sus acciones. El ambiente estaba tan tenso que podría haberse cortado con una de las armas de madera. Daba la sensación de que, en cualquier momento, se decidiría el resultado.

Impulsándose con su pie derecho, Sarhin atacó, desplegando una serie de golpes frontales con su lanza que fueron detenidos por la espada de Tathya. En mitad de uno de ellos, la chica se agachó, situándose de cuclillas y realizando un ataque horizontal dirigido a la zona de la espinilla. El hombre saltó, apuntando con su arma hacia la superficie de arena, dibujando una línea diagonal que falló su objetivo, quien, mediante una voltereta hacia atrás, volvió a ponerse en pie, impulsándose con sus manos. Acto seguido, se lanzó hacia delante, en un ataque frontal por arriba que su adversario se dispuso a impedir. El combate estaba sentenciado. El arma del hombre tenía mayor alcance, y la chica, poca movilidad en el aire. Sin embargo, contrariando las expectativas de todos, desvió el lanzazo mediante un ligero movimiento de su espada, lo justo para que pasase a escasos centímetros de su pecho, y aterrizó en el suelo, tocando con el costado izquierdo de su contrincante.

-He de admitir que eso ha sido la hostia –declaró Cain-. Tenías razón, ha ganado la chica.
-Por supuesto –contestó Reima.
-¿Cómo sabías que uno de los dos sería el ganador? –preguntó Hana.
-Por su manera de coger el arma, su posición de combate y su mirada. Ambos permanecían firmes y serios, como si estuviesen acostumbrados a enfrentarse a peligros día sí día también. Era posible equivocarme, pero sabía que su habilidad era más que sobresaliente.

-Que pase el grupo siguiente –dijo John mientras daba la enhorabuena a la vencedora, quien simplemente asintió respetuosamente y se sentó en un lugar algo apartado del resto, con la espalda apoyada sobre la piedra que formaba el muro.

Reima la observó brevemente a la vez que avanzaba para coger un arma, ya que era su turno.
Se decantó por una espada larga a una mano, de mayor longitud que la utilizada por Tathya pero menos pesada que la elegida por el chico rubio. Su forma le recordaba a su propia arma. Entonces, se encaminó al centro del campo de entrenamiento junto con Abel y Cain. Poco después se unieron los dos miembros restantes del que iba a ser su grupo: una chica, en apariencia mayor que él, de pelo largo, cobrizo y rizado; que vestía una túnica negra cuyas mangas llegaban hasta el antebrazo y blandía una alabarda. Cerca de ella, el hombre de pelo plateado y parche en el ojo. Su constitución era similar a la de Cain, sólo que ligeramente más alto y con algo de barba, del mismo color que su cabello. Pese a que su arma era una pequeña daga, Reima tenía la sensación de que escondía algo.

Así pues, el papa dio la señal de comienzo. Momento en que Cain se lanzó contra Reima.
-Así que has decidido ir a por mí, ¿eh? –dijo el joven japonés.
-¡Ya te dije que no suelo ser honorable! –respondió el mercenario, realizando un ataque diagonal con su hacha, que fue esquivado por su rival, quien, tras esto, apoyó únicamente el metatarso de ambos pies y dibujó en el suelo un semicírculo hacia atrás con el derecho, a la vez que se agachaba para evitar un segundo golpe. Llevando el mismo pie hasta formar un ángulo de 270º, recogió el izquierdo, desplazándolo de forma semejante y girando sobre sí, a la vez que se movía lateralmente.
-¡¿Pero qué...?! –exclamó Cain, quien vio cómo su adversario se situaba a su espalda tras repetir la misma técnica un par de veces más para, acto seguido, atacar con su espada desde su cintura hacia el costado del mercenario.

Habiendo observado la derrota de su hermano, Abel acometió de frente contra él, alzando un martillo con el que golpeó verticalmente. Sin embargo, sus movimientos eran más predecibles y torpes, por lo que no le supuso ninguna dificultad esquivarle y eliminarlo.

Posteriormente, se dispuso a hacer frente a los otros dos luchadores, encontrándose con que tan sólo quedaba el hombre del parche en el ojo.
-Esa técnica con los pies... ahora entiendo por qué decías que podías valerte incluso con un brazo lesionado -parecía relajado, ni siquiera apuntaba hacia él con su daga- Dime, ¿dónde la aprendiste? –preguntó.
-En Japón, me la enseñó mi maestro.
-Qué interesante. He viajado por muchos sitios, y he tenido muchos maestros, pero nunca había visto un movimiento como ése. Espero que tengas tiempo para poder enseñarme.
-No veo por qué no... –contestó Reima, sin bajar la guardia.
-Gracias...

Fue visto y no visto. Apenas supo reaccionar. En un paso, puede que dos, aquel hombre recorrió la distancia que les separaba, situándose en su lateral derecho. Un segundo después, mientras el joven intentaba desplazar su espada, golpeó su costado, derrotándolo.

Reima se quedó sin habla. Jamás había visto una velocidad semejante. Si no hubiese sido por su instinto, ni siquiera habría intentado moverse.

El hombre le dio unos ligeros golpecitos en el hombro.
-Estaré esperando tus enseñanzas –dijo mientras se disponía a salir del campo de entrenamiento.
-¡Espera! ¡¿Puedo saber tu nombre?!
-Alexander –respondió-, pero puedes llamarme Alex.

Posteriormente, tuvieron lugar los siguientes dos combates, de los cuales salieron vencedores un adolescente bajito y delgado, de pelo castaño y en forma de casco, ojos azules y siempre sonriente; y un hombre de piel oscura, bastante grande y musculoso, de cuyo rostro sólo se podían observar sus ojos negros, ya que el resto estaba escondido por una tela de color violeta.

-Bien –dijo Thyra- Con esto hemos terminado por hoy. A continuación, nuestros soldados os llevarán a vuestros aposentos y os tomarán las medidas para hacer vuestros uniformes. Cualquier modificación que queráis hacerles, decídselo. Mañana os daremos información sobre vuestra primera misión, la cual se producirá dentro de una semana. Si tenéis alguna pregunta no dudéis en hacerla.
-¿Tenemos algún nombre? –preguntó el joven adolescente de sonrisa casi permanente.
-¿Un nombre? ¿Te refieres al nombre de la guardia? La verdad es que no había pensado en uno.
-¡Yo! ¡Yo! –exclamó Hana, levantando la mano- Tengo una idea sobre cómo podríais llamaros. Puesto que vuestro objetivo es aseguraros de que exista la paz, ¿qué os pareces si os llamáis “Los Pacificadores”?
-¿Los Pacificadores? –se extrañó Cain.
-No está mal –declaró Alex.
-Los Pacificadores... –repitió Reima.
-Si no hay nadie en contra, entonces que así sea –sentenció Hana, juntando las palmas de sus manos.

-Parece que Behemoth no lo ha conseguido. Tendremos que buscarnos a otro –en un lugar alejado de allí, concretamente en el interior del dormitorio de una gran casa, un demonio estaba hablando con alguien, aunque ese alguien no parecía encontrarse en la habitación-. ¿Atacar a los tres diplomáticos? Me parece demasiado arriesgado... Entiendo. De acuerdo, lo haremos a tu manera. Seguiremos en contacto...

No hay comentarios:

Publicar un comentario