lunes, 23 de octubre de 2017

Capítulo 38: El valor de una vida

Dicen que una de las secuelas que puede dejar la maldición de un demonio o un ángel es que pierdas los recuerdos sobre lo que te ha sucedido antes de morir. En el caso de Asari, ella había sido consciente de que algo le había ocurrido, tomando la creencia de que estaba muerta. Y, al cabo de un tiempo, todo lo acontecido hasta el momento de su “muerte” llegó a ella de repente, incluido el motivo por que el que había vagado en soledad durante tantos días: el abandono de sus padres, quienes, al no poder mantenerla la habían dejado a su suerte en un lugar apartado a fin de que no pudiese volver hasta ellos.
-Así que para ellos era como un perro. En cuanto vieron que no podían cuidarme me abandonaron... –fue lo que dijo poco después de recuperar la memoria.

Por suerte para ella, Baal se había convertido en el sustituto de sus padres, y no necesitaba a nadie más a su lado. Los años que llevaba con él habían sido los mejores de su vida, sin falta de comida, agua o cariño. Para nada le importaba el hecho de que, fuese un demonio o de que estuviese buscado por los humanos.
-¿Para qué te buscan?
-Para matarme –contestó Baal una vez Asari le preguntó.
-¿Es que has hecho algo malo?
-Supongo que, desde su punto de vista, sí. Digamos que ser un demonio es algo que ellos consideran malo.
-¿Por qué?
-La verdad es que no sabría contestarte a esa pregunta. En cualquier caso, es lo de menos, lo importante es que aquí estamos seguros y no tenemos que preocuparnos de ellos.
Aun así, ella no podía evitar sentirse preocupada cada vez que el demonio salía de casa, pensando que quizás le descubriesen pese a que siempre iba cubierto y utilizaba su poder para pasar desapercibido.

La joven nunca había llegado a saber que había debajo de la vestimenta que apenas dejaba ver su cuerpo. No podía evitar sentir cierta curiosidad pero había decidido no invadir su privacidad.

En cualquier caso, lo que probablemente más la perturbaba, eran sus propios sentimientos hacia Baal. Entrada en la adolescencia, había comenzado a verlo como algo más que un padre: como un salvador. Habiendo conocido únicamente el amor por algunos libros que le había traído el demonio, y que tocaban el tema de manera superficial, se sentía confusa, además de verse agravadas sus preocupaciones por la seguridad de su padre.

Un día, la joven se hallaba practicando con su rifle sobre dianas que ella misma había fabricado. Aunque Baal había intentado enseñarle teletransportación, aprovechando el poder adquirido al estar maldita, sólo había conseguido utilizarlo sobre sí misma, pudiendo desplazarse unos pocos metros. Esto habría deprimido a Asari de no ser porque también había conseguido hacer aparecer un rifle francotirador, en cuyo manejo había centrado su entrenamiento.

Ese día, su padre apareció por la puerta de la casa en la que vivían, atravesando el jardín y dirigiéndose hacia el lugar en el que entrenaba.
-He de irme a hacer unos recados.
-¿Cuándo vas a dejar que me encargue yo? –preguntó Asari, deteniéndose en sus quehaceres.
-Ya te dije que cuando cumplas los dieciocho. Falta poco para ello, así que se una buena chica y espera hasta entonces. Además, primero empezarás acompañándome a mí antes de que empieces tú sola.
-Pero... yo soy humana... hay menos posibilidades de que vayan a por mí, ¿no?
-Al estar maldita, tienes Setten corriendo por tu cuerpo. Si no sabes cómo ocultarlo, los humanos te encontrarán y te matarán independientemente de que seas humana o no.
-He estado entrenando para ocultar mi Setten. Estoy segura de que puedo pasar desapercibida.
-Hasta que yo no sea capaz de detectarte no te dejaré vagar sola fuera del bosque.
-Te preocupas demasiado...
-Por supuesto que lo hago –el demonio se acercó y la abrazó-. Eres mi hija, Izu.

Izu. Ni siquiera tenía recuerdos de sus verdaderos padres llamándola de esa manera. Cada vez que lo hacía se sentía reconfortada.
-No creas que te vas a salir con la tuya por llamarme así –respondió ella.
-Siempre me salgo con la mía –comentó él, separándose de Asari y disponiéndose a marcharse-. Volveré al mediodía.
-¡Más te vale! ¡O no habrá plato para ti en la mesa! –exclamó, justo antes de verle desaparecer.

Exhalando un largo suspiro, decidió continuar disparando a las dianas. Si bien era cierto que deseaba empezar a salir del bosque, no pretendía desobedecer las órdenes que se le habían dado. Al fin y al cabo, si durante los, aproximadamente, seis años que llevaba allí, no había pasado nada, lo mejor era no hacer algo que pudiese alterar la paz de la que disfrutaban.

Fue en ese momento cuando escuchó un sonido entre los árboles que la alteró, provocando que apuntase hacia el foco del sonido con el cañón de su rifle. A primera vista no divisó nada, pese a ello, recordó lo que le habían explicado en caso de que un desconocido llegase hasta la casa: correr a refugiarse y apuntar desde allí con su arma. Así pues, dirigiéndose hacia el estrecho camino del jardín, llegó hasta la puerta y la abrió, apostándose en la entrada de cuclillas mientras mantenía su punto de mira sobre los árboles.

Debió de pasar como un minuto entero, con la respiración agitada, hasta que observó otro movimiento detrás de uno de los troncos. Mostrándose el cuerpo de una niña que avanzó dos pasos hacia el claro antes de caer al suelo como un peso muerto, sin mostrar signos de volver a levantarse.

Sorprendida, Asari, apartó la vista de la mirilla de su rifle, expandiendo su campo de visión e intentando vislumbrar a algún otro ser vivo que pudiese estar acompañándola, no obstante, nada más hizo acto de presencia.

De esa forma, decidió levantarse y comenzar a andar muy despacio hacia la pequeña, siempre vigilando sus alrededores. Cuando llegó hasta allí, se dio cuenta de que debía de tener más o menos la misma edad que ella cuando la encontró Baal, puede que incluso menos. Su vestimenta, no obstante, estaba en mejor estado, consistiendo ésta en una camiseta de color rojo y una falda blanca machada por la tierra. Tenía el pelo de color negro, llegándole hasta los hombros y no alcanzaba a verle la cara ya que la mayor parte de ella se encontraba hundida en la hierba.

Con cuidado, se agachó para mirar si tenía pulso, comprobando que tan sólo estaba inconsciente. También pudo notar una delgadez considerable en sus brazos y piernas, así como en la parte visible de la cara.

La pregunta era: ¿cómo había conseguido llegar hasta allí? Toda la zona estaba llena de trampas y alarmas conectadas al Setten de Baal de forma que, si cualquier humano se acercaba demasiado a la casa, el demonio sabría de su existencia, teletransportándose enseguida, de ser necesario. Sin embargo, no se había dado el caso, ya que habían pasado varios minutos y seguía sin aparecer.

En ese instante, Asari, quien cacheaba a la niña para comprobar la existencia de cualquier anormalidad u objeto extraño, palpó un pequeño saliente en el centro de su cabeza. Al apartar el cabello, se dio cuenta de que se trataba de un cuerno. Aquella niña era una demonio.
-Por eso las trampas no la han detectado, ¿eh? Sólo se pusieron para humanos ya que ni siquiera pensó en la idea de que un demonio significase una amenaza. ¿Qué debería hacer? Parece deshidratada y mal nutrida... –se preguntó a sí misma levantando la mirada hacia el bosque y desplazándola de nuevo hacia la pequeña. Aunque no tenía claro si sería buena idea llevarla al interior de la casa sin el permiso de su padre, Asari no podía dejarla allí. Además, teniendo en cuenta que se trataba de una demonio, dudaba que existiese algún peligro, por no decir que era una niña.
-¡Agh! –profiriendo un grito de rabia por su propia indecisión, zanjó la situación cogiéndola con uno de sus brazos y encaminándose hacia su hogar.

Una vez hubo vuelto Baal, sujetando una caja de cartón de mediano tamaño, con tapadera de color rosa y cuerpo cian, adornado con líneas del mismo color que ésta; abrió la puerta y se encontró a Asari en el pasillo, quien iba en dirección al dormitorio llevando un plato con comida.
-¿Huh? ¿Tienes planeado comer hoy en el dormitorio? –preguntó el demonio, extrañado.
Mirando el plato con cara de circunstancias, la chica bajó la cabeza.
-¿Me prometes que no te vas a enfadar? –preguntó tímidamente.

Así pues, lo llevó hasta la habitación, donde, sobre la cama, descansaba la niña. Cerca había dos recipientes de cerámica, uno más pequeño, utilizado para beber, y otro más grande, que servía para llenar el primero. La demonio tenía los ojos cerrados pese a que ya había recuperado la consciencia, no obstante, los abrió una vez se acercaron los otros dos inquilinos de la casa.

Su primera reacción al ver a Baal fue la de echarse hacia atrás asustada, pese a que la cabecera de la cama no se lo permitía.
-Tranquila –dijo Asari, con voz amable y mientras le presentaba el plato de comida-. Él es un demonio al igual que tú. No te hará daño.
Por su parte, Baal le echó un vistazo rápido, como queriendo confirmar las palabras de su hija.
-La vi salir de entre los árboles. Estaba deshidratada y tenía hambre, así que decidí ayudarla. Sé que es una desconocida pero... pensé que, siendo una demonio, no habría nada de malo... –explicó mientras intentaba analizar la reacción de Baal, guiándose por sus movimientos más que por otra cosa.
Entonces, él levantó una de sus manos y la posó sobre la cabeza de la chica.
-No... no pasa nada... aunque después me gustaría hablar contigo, Izu –dijo antes de marcharse de la habitación, dejando a Asari sin estar segura de si realmente se lo había tomado bien o mal.

Después de que la niña demonio terminase la comida y se quedase dormida, la adolescente se encaminó hacia la cocina con el plato vacío. Allí, la esperaba su padre.
-¿Qué querías decirme?
-Antes de nada, déjame decir que no estoy molesto o enfadado porque la hayas traído aquí. Es más, creo que hiciste lo que debías. Sin embargo, no creo que podamos mantenerla durante mucho tiempo.
-¿Por qué? Es sólo una niña.
-Lo sé, pero no sabemos de donde procede. Quizás haya tenido contacto con humanos y la hayan seguido hasta aquí.
-Lo mismo podrías haber pensado de mí cuando me recogiste, ¿verdad?
-Eso... es diferente...
-¿Por qué?
-...
-¿Es por qué tú no estabas ahí? ¿Porque no pudiste asegurarte de que no hubiese enemigos que la siguiesen? Baal, por favor, confía más en mí. Sé que todavía soy inexperta pero ya soy capaz de luchar y de defender este lugar.
-Tienes razón, Izu, pero no sabes de lo que son capaces los humanos.
-Incluso así... dejarla a su suerte... me parece demasiado cruel...
Ambos se quedaron en silencio durante unos segundos, sin tener claro hacia donde llevar la situación.
-De acuerdo –dijo Baal-. Hagamos una cosa. Te encargarás de cuidar de ella y vigilarla. Si al cabo de una semana eres capaz de asegurarme que no va a pasar nada, entonces podrá quedarse.
-¿Lo dices en serio?
-Por supuesto. Confío en ti, Izu.
-Gracias –contestó la joven, alegremente.
-Y recuerda lo que siempre te digo...
-“Conserva la vida que se te ha dado”. Lo sé. Si has dicho que confías en mí, demuéstralo un poco más –replicó
-Lo siento...

Al día siguiente, Asari se encontraba junto a la pequeña demonio, enseñándole el jardín. Puesto que estaba mejor, pensó que sería bueno que le diese el aire y ejercitase las piernas a fin de no perder movilidad. Algo tranquilo como un paseo por el claro funcionaría.

Baal había vuelto a salir ya que necesitaban más alimentos antes de que llegase el invierno, más si iban a tener otra boca que alimentar.

Por su parte, la niña no era muy habladora. De hecho, no decía nada pese a los esfuerzos de la chica por intentar entablar una conversación con ella.
-¿Te gustan las flores? –preguntó señalando las que había en el jardín, a lo que ella contestó observándolas con cierta indiferencia.
Asari pensó que quizás necesitase algo de tiempo para adaptarse tanto al entorno como a ellos. De todos modos, no tenía muy claro que hacer para facilitar el proceso.

De repente, se dio cuenta de que la pequeña miraba al bosque con curiosidad. No parecía haber nada en él, aun así, no apartaba la vista de los árboles.
-¿Te apetece que vayamos al bosque? Aunque tienes que saber que tengo prohibido salir de él. ¿Te parece bien?
La demonio asintió, dándole algo de tranquilidad al ver que, por lo menos, reaccionaba a lo que decía.

Así pues, las dos se adentraron en el bosque, y llegaron hasta el río.
-Aquí la corriente no es muy fuerte. Mm... ¿te apetece bañarte? –preguntó de manera casual, a lo que recibió un segundo asentimiento.
-¡Bien!
Acto seguido, la joven se desnudó, ayudando a la pequeña a hacer lo mismo. Al quitarle la camiseta observó que tenía varias cicatrices en el torso y una en el cuello.
-¿Cómo te hiciste esto? –preguntó, acariciándolas suavemente con expresión de preocupación.
Al sentir el contacto, ella apartó, rechazando a Asari y cubriéndose con ambos brazos.
-¡Ah! ¡Lo siento! Si es algo de lo que no quieres hablar no te obligaré a hacerlo.

Tras un incómodo silencio, la demonio volvió a permitir que continuase desvistiéndola. Una vez hecho, ambas se introdujeron en el agua poco a poco.
-¡Está fría! –exclamó Asari, quien levantó el pie por la sorpresa antes de volver a meterlo en el agua.
Al contrario que a ella, a su compañera no parecía importunarle la temperatura del río. De hecho, se la veía muy relajada, provocando que Asari se preguntase si ya estaba acostumbrada a ese tipo de cosas.
-Si es así, es posible que esto le ayude a ganar más confianza y decida hablar conmigo –murmuró, contenta.

Durante aproximadamente una hora, disfrutaron del baño al aire libre. Sin embargo, en cierto momento hubo algo que la desconcertó.
La niña se había detenido en un punto concreto del río, mirando las piedras y sedimentos bajos sus pies. Entonces se agachó y alargó la mano como si pretendiese coger algo, llegando a zambullirse para poder tocar el suelo. Posteriormente, volvió a su posición original y continuó nadando como si nada hubiese sucedido.
-¿Algún tipo de juego? –le preguntó Asari, a lo que ella contestó afirmativamente mediante gestos, señalando con el dedo a su espalda. Cuando se giró, la joven observó un movimiento entre los árboles que la hizo levantarse e invocar su rifle, apuntando al frente. Sin embargo, quien apareció no fue un enemigo, sino su padre.
-¡Ah! ¡Estabais aquí! ¡Os estaba buscando!
-¿Baal?
-Os estáis dando un baño, ¿eh?

En ese momento, se dio cuenta de que estaba completamente desnuda, respondiendo mediante una lluvia de disparos hacia el demonio mientras su cara se enrojecía por la vergüenza.
-¡Fuera de aquí!
-¡Pero, ¿qué pasa?!
-¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fueraaaaaa!

Tiempo más tarde, los tres se encontraban junto a la mesa de la cocina. Baal, con una sonrisa irónica en su rostro; Asari, molesta; y la niña, ausente, con la mente, aparentemente, puesta en otra cosa.
-Vamos, vamos, no ha sido para tanto. Cuando eras más pequeña no le dabas importancia a que te viese desnuda.
-¡Tú lo has dicho! ¡Cuando era pequeña! ¡Ahora es diferente!
-Ya veo. Debe de ser lo que llaman “la edad del pavo”...
-¡Que no es eso! –gritó la joven, alzándose de la silla y golpeando la mesa con las dos manos.
-¡Vale! ¡Vale! ¡Lo siento! ¡Culpa mía! –respondió el otro, levantando las manos en señal de rendición.

Después de que su hija volviese a sentarse, Baal exhaló un profundo suspiro, aliviado de que las cosas se hubiesen calmado un poco.
-Dime... Baal... ¿Qué... piensas de mí? –dijo Asari, desviando la mirada hacia un lado.
-¿Que qué pienso de ti? Bueno, pues que eres una chica obediente, trabajadora, responsable...
-No me refiero a eso...
-¿Entonces?
-Verás... –conforme avanzaba la conversación, se ponía más nerviosa- ¿Qué... opinas de mí... como... m-m...?
-¿M...?
-¡¿Qué opinas de mí como mujer?! –soltó de golpe, cerrando los ojos cono si pretendiese esconderse de su mirada.
-Ah... –confuso por no entender el porqué de la pregunta, aunque comprendiendo su significado, el demonio tamborileó con los dedos en la mesa- Yo... nunca me había planteado algo así... quiero decir, sólo te veo como a una hija así que...
-Ya veo... –dijo la joven, bajando los hombros-. Verás... es que...
Quería decirle que ella sí que sentía algo, pese a no estar segura de sus sentimientos, sabía que estos iban más allá del amor familiar. Si era así, sólo se le ocurría una respuesta pero no se atrevía a decírsela. Puede que porque sabía que no serviría para nada, o por no tener claro ni lo que ella misma quería. En cualquier caso, no podía expresarlo.
-Me voy al dormitorio.
-¿Izu?
Sin decir nada más al respecto, se marchó junto a la niña. Desde ese día, la relación entre ambos fue más distante de lo que jamás había sido durante sus años juntos.

A lo largo de la semana, Asari continuó dando pequeños paseos por el bosque con la pequeña demonio. Le daba la sensación de que, poco a poco, no sólo estaba consiguiendo animarla sino también que se abriese más a ella. Incluso si seguía sin mediar palabra, mostraba interés en que le hablase más sobre el lugar en el que vivía. No obstante, a veces creía ver en ella una tristeza que no alcanzaba a comprender.

Así pues, pasaron los días y llegó el cumpleaños de Asari. Al igual que otras veces, los tres se encontraban comiendo en la cocina, en silencio, sin siquiera hacer referencia a la importancia del día.
-Oye, Izu... –dijo Baal, dando el primer paso para cambiar aquella incómoda situación- ¿Estás enfadada conmigo?
-No...
Y era la verdad. No es que estuviese molesta con el demonio, sino que tenía miedo de que sus sentimientos fuesen a más y llegasen a ser descubiertos.
-Entonces, ¿por qué estás así?
-Eso es algo que no puedo decirte –levantándose de la mesa, Asari se dispuso a marcharse de la habitación-. No tengo más hambre –indicó dirigiéndose hacia el exterior de la casa, habiendo dejado parte de su comida encima de la mesa.
-¡Izu! –exclamó Baal. Sin moverse de su sitio, el demonio giró la vista hacia el lado. Descansando sobre el suelo, estaba la caja rosa y cian.

Asari, pateó la hierba, irritada. ¿Realmente era eso lo que quería hacer? Fue lo que se preguntó justo cuando varias figuras se adentraron en el claro, sorprendiéndola.
Al momento, hizo aparecer su rifle y apuntó a uno de ellos, no obstante, una especie de red se le echó encima, no sólo haciendo desaparecer su arma sino ajustándose a su cuerpo de manera que impidió cualquier movimiento por su parte, haciéndola caer a tierra.

Los individuos se acercaron entonces a ella. Debían de ser unos cinco o seis pero llevaban consigo artilugios que no había visto nunca. Por su aspecto, diría que se trataba de humanos.
-¡Comprobad la presa! –gritó uno de ellos, mientras otros dos la forzaban a levantarse y la miraban de arriba abajo como si fuese un monumento.
-Es la humana de la que nos habló.
-¡Mierda! Bueno, no hay mal que por bien no venga, quizás la podamos usar como rehén para atraer al demonio –tras esto, hizo una señal para que avanzasen hacia la casa, situándose enfrente, a una distancia prudente. Asari intentó por todos los medios volver a invocar su rifle, sin embargo no lo conseguía, como si hubiese perdido esa capacidad.
-Ni lo intentes, guapa. Esta red está hecha para evitar que pueda utilizar Setten, así que tus poderes demoniacos no sirven para nada –le explicó otro de ellos.
-¡Demonio! ¡Tenemos a la humana! ¡Sal de tu guarida y te prometo que no le haremos daño!

Poco después, Baal abrió la puerta. Llevaba en sus manos la caja y a su lado se situaba la pequeña demonio.
-Así me gusta. Que seas rápido.
-¿Cómo habéis conseguido entrar? –preguntó Baal.
-Pregunta que como hemos conseguido entrar –dijo el que estaba manteniendo la conversación con él, mientras se giraba hacia sus compañeros, quienes rieron socarronamente-. ¡Esa niña que está a tu lado sabrá contestarte, ¿verdad?!
Asari fijó su mirada en ella, quien, con expresión triste, habló por primera vez desde que la conocía.
-Yo fui quien les reveló vuestra posición y quien desactivó las trampas que impedían el paso a los humanos.
-¿Quien desactivó las trampas? –murmuró Asari, mientras recordaba el momento en que la vio agacharse en el río- Así que por eso querías ir al bosque...
-¿Por qué lo hiciste? –preguntó Baal.
-Ellos... tienen presa a mi familia... amenazaron con vender sus órganos si no les conseguía algo mejor. Después de vagar sin rumbo fijo conseguí llegar a este claro y os encontré. Les avisé entonces de que estabais aquí pero no podían adentrarse en el bosque debido a tus trampas...
-Así que las desactivaste para ellos. Sí, me hago una idea. Ya que son trampas para humanos, sólo otro demonio sería capaz de hacerlo. Aun así, tienes que ser muy hábil para conseguirlo.
-Lo siento.
-No te culpo. ¡De acuerdo! ¡Vosotros soltáis a la chica y yo me voy con vosotros! ¡Si eso es lo que queréis, no tendré problemas en cumplirlo!
-¡¿De qué estás hablando, Baal?! ¡¿Crees que voy a dejarte hacer algo así?! –gritó Asari.
-¡No tenemos otra opción! ¡¿O acaso puedes hacer algo al respecto, Izu?!
Tenía razón. En la posición en que se encontraba, sólo conseguiría empeorar las cosas si intentaba hacer algo sospechoso. Pero no podía dejar que se lo llevasen.
-Antes de nada, necesitamos saber en qué consisten tus habilidades. Al fin y al cabo, el trato era que le devolveríamos a su familia si resultabas ser de mayor utilidad que ellos. Esa cría, por ejemplo, la dejamos vivir porque podía absorber el Setten de otros demonios. Eso fue lo que le permitió desactivar tus trampas. ¿Qué puedes ofrecernos tú?
-Mis habilidades se basan en la teletransportación, tanto mía como de otros seres u objetos. Asimismo, y como ya habéis podido ver, soy capaz de dejar mi Setten en un punto concreto y utilizarlo para establecer una trampa cuya duración se corresponde con mi propia vida.
-¡Oh! ¡Eso es interesante! Demuéstranos lo del teletransporte ¡Ya sé! Teletransporta a esa cría hasta ahí -dijo señalando un punto más alejado.
-¿Estás conforme con ello? –le preguntó Baal a la demonio.
-Sí. Adelante.
Instantes después, Baal hizo que la pequeña desapareciese, volviendo a aparecer en el lugar que había señalado el humano.
-¡Genial! ¡Esto sí que es interesante!
-Entonces, ¿liberaréis a mi familia? –preguntó la demonio, esperanzada.
-No –conforme decía esto, la niña explotó, convirtiéndose en una bola de fuego y humo que hizo que los presentes se cubriesen instintivamente con los brazos.
-¿Q-qué... diablos ha pasado...? –consiguió preguntar Asari. Donde había estado la demonio, ahora sólo quedaban partes de su cuerpo quemadas y esparcidas por zonas cercanas..
-¡Uf! ¡No esperaba que tuviese tanta potencia! Deberíamos haberle implantado más bombas, habría sido divertido verla desintegrarse –soltó uno de ellos entre risotadas, acompañado por los demás.
-¿Le... implantasteis una bomba...? –la joven recordó las cicatrices que tenía cuando la desnudó.
-No sólo eso. También le implantamos un microchip para saber donde estaba a todas horas. Así supimos su posición una vez nos avisó sobre vosotros.
-Es horrible... –dijo Asari con lágrimas en sus ojos- ¡Maldita escoria! ¡Deberíais morir todos!
-Tranquila, gatita. Ya no nos servía. No necesitaremos desactivar trampas si tenemos a tu amiguito para teletransportarnos a un sitio donde no las haya, ¿no crees?
-Entiendo. Así que no planeabais dejar en paz a Izu si me iba con vosotros, ¿verdad? –dijo Baal.
-La vamos a necesitar para mantenerte bajo control. Además, teniendo en cuenta sus poderes, hasta podría sernos útil de alguna forma. De todos modos, tampoco nos importa mucho si te niegas y la acabamos matando. Aunque sea una pena, ya conseguiremos otro demonio que podamos vender o utilizar.
-¿Ves de lo que hablaba, Izu? Cuando te dije que no sabías de lo que eran capaces los humanos, me refería a esto. Lo único bueno que puedo decir al respecto, es que ellos tampoco saben de lo que somos capaces nosotros.

De repente, los dos que tenían cogido a Asari desaparecieron, dejando desconcertados a los demás.
-¡Disparad! –ordenó el portavoz mientras apuntaban a la adolescente con extrañas varas. No obstante, nada más salir una especie de bola eléctrica de sus extremos, ésta desapareció, apareciendo seguidamente a su espalda e impactando contra ésta, logrando lanzarlos contra el suelo.
-Ese traje no os protegerá de todo... –dijo Baal.
Entonces, se teletransportó detrás de uno de ellos, cogiéndole de la cabeza y rompiéndole el cuello. Tras esto, apareció frente a otro que se estaba levantando, golpeándole con la rodilla en la nariz y dibujando con la mano un símbolo sobre su cabeza. Volviendo a teletransportarse detrás de otro que ya había conseguido levantarse, lo empujó contra el anterior, momento en el que el símbolo en su cabeza brilló con intensidad y ambos se vieron envueltos en una columna de fuego que los incineró.

Quedando sólo uno en pie, éste apuntó con su vara al demonio, pero justo cuando estaba a punto de disparar, los dos que habían desaparecido, cayeron desde el cielo justo encima de él, estampándose contra el suelo con un sonoro crujido de huesos.

Finalmente, Baal se acercó a Asari y la liberó de la red. Ella le abrazó, en una mezcla de alegría, miedo y tristeza.
-Gracias –dijo entre sollozos.
-¿Estás bien? –preguntó el demonio.
-No mucho pero me alegra ver que por lo menos tú sí lo estás.
Ambos miraron el lugar en el que antes había estado la niña.
-Será mejor que me deshaga de los cuerpos. Tú entra en casa.
-¡No! Te ayudaré...
-¿Estás segura? –preguntó Baal sin estar convencido del estado mental de ella.
-Sí, lo estoy.
Asintiendo, el demonio se encaminó hacia uno de los cuerpos cuando vio en el suelo la caja que había llevado consigo. Cogiéndola, la observó dubitativo. Fue entonces cuando, sin previo aviso, uno de los humanos le disparó por la espalda, atravesándole el lado izquierdo del pecho.
-¡Baal! –exclamó Asari, haciendo aparecer su rifle y disparando a la cabeza del atacante, eliminándolo en el acto. Posteriormente, se acercó a su padre, sujetando su cuerpo con las manos.
-Bill, ¿habéis terminado ya con el trabajo? ¡Os estamos esperando!
Exaltada por el repentino sonido, se giró hacia otro de los humanos.
-¡No puede ser! ¡¿Un comunicador?! –dijo ella.
-¡Bill! ¡Contesta!
Sin saber qué hacer, la joven cogió a Baal y se lo echó a la espalda como mejor pudo.
-Vamos a salir de ésta. Ya lo verás –dijo, echando a andar hacia el bosque.
-¡Bill! ¡Parece que le ha pasado algo! ¡Vamos a entrar! –fue lo último que se escuchó.

Pese a su intentó por moverse rápido, le costaba mucho hacerlo con un peso extra. Incluso si conocía mejor el bosque que ellos, no tardarían en ganarle terreno si continuaba a ese ritmo.
-¡Vamos! ¡Vamos! –se oyó a lo lejos.
-Si al menos supiese cómo teletransportarme a mayor distancia, podríamos salir de aquí enseguida. ¡Uah! –tropezando, cayó al suelo en una bajada, rodando tanto ella como Baal hasta chocarse contra el tronco de un árbol.

Quejándose por el dolor, la chica se levantó como mejor pudo, buscando a su padre con la mirada. Tras divisarlo a pocos metros de distancia corrió hacia él, agachándose para levantarlo.
-Baal, dime que sigues conmigo, por favor –dijo la chica, alterada.
-Izu...
-Menos mal. Venga, sólo tienes que aguantar un poco más. Una vez salgamos de aquí, encontraré una manera de curarte.
-Izu...
-Necesito una manera de detener la hemorragia. ¡Maldita sea! ¡¿Por qué no se me ha ocurrido antes?! ¡Ya sé! ¡Utilizaré mi camiseta! ¡Sé que no servirá de mucho pero, al menos, hasta que...!
-Izu, por favor... déjalo...
Deteniéndose, observó la mano de Baal que se posaba sobre su brazo.
-¿Qué... quieres decir...?
-No voy a salir de ésta...
-¿Qué estás diciendo? Va-vamos, seguro que si lo intentamos...
-No... lo mejor es que me dejes aquí y te salves tú...
-¡No puedes pedirme eso! ¡¿Cómo quieres que me marche y te deje morir aquí?! –la desesperación empezaba a notársele en el tono de voz. Le temblaban las manos.
-Entonces no te lo pediré... déjame aquí y vete... es una orden.
-¡¿Qué te da derecho a darme órdenes?!
-Ser tu padre...
-¡Eso no es justo!
-Nada tiene por qué serlo... no estaríamos así si la justicia existiese... pero no nos queda otro remedio que aceptarlo y seguir adelante. ¿Puedes acercarme la caja? Creo que se me ha caído.

Cerca de allí se encontraba el objeto rosa y cian, el cual cogió y situó cerca de su padre.
-¿Has cargado con esto durante todo el camino? –preguntó ella.
-Ábrela...

Al hacerlo, observó una pequeña placa dorada en la que había algo escrito: “Permiso para misiones de reconocimiento fuera del bosque. Asari Izumi, mi pequeña Izu”.

No pudo evitar sonreír y llorar al mismo tiempo.
-¿Qué... te parece...?
-Es muy cursi... –dijo intentando limpiarse las lágrimas con la manga de la camiseta.
-Lo sabía... debería haber puesto otra cosa...
-No. Es perfecta.
-Eso... me alegra... –el demonio acercó su mano a la mejilla de la chica-. Feliz cumpleaños.
-No es muy feliz, por desgracia...
-Sí... y lo siento... ahora, márchate, por favor. Cumple el último deseo de este viejo demonio.
-Yo... no puedo... Baal... no puedo...
-Izu... por favor...
La chica le miró. Todavía llevaba la capucha puesta pero sabía de sobra que él también lo estaba haciendo.

Agarrando la placa fuertemente, se dispuso a marcharse.
-Recuerda... Izu... Conserva la vida que se te ha dado...
Apretando los dientes, le dio la espalda a su padre.
-Te quiero, papá –dijo antes de empezar a correr.
Finalmente, su cuerpo se esfumó entre los troncos, y no mucho después un grupo de humanos rodearon a Baal.
-¡Vaya! ¡Pero mira lo que tenemos aquí! ¡Tú debes de ser el demonio! ¡¿Qué has hecho con los demás?!
-Les he regalado un ticket al infierno...
-¡Los tienes bien puestos, engendro! ¡No te preocupes! ¡Incluso si mueres haremos buen uso de tus órganos! –mientras decía esto se acercó a él y le quitó la capucha. Debajo de ella se pudo observar la cara del demonio. Pelo castaño y corto, orejas puntiagudas, ojos verdes y un rostro muy parecido al de un humano. En su frente un dibujo en el que se podía observar a un demonio atravesándole el pecho a un hombre.
-Esa marca... eres un asesino de humanos... –se sorprendió
-Los humanos sois crueles... estúpidos... y matáis indiscriminadamente... Por venganza, uno es capaz de convertirse en un monstruo...
-Ja, ya veo. No eres mejor que nosotros entonces. Me pregunto a cuántos hombres, mujeres y niños inocentes habrás asesinado. Cogedlo, chicos. Nos divertiremos diseccionando viva a esta escoria.
De repente, Baal chasqueó los dedos, de manera que el dibujo empezó a brillar.
-Soy experto en trampas... ¿quién te dijo que no las usaría en mí mismo?
-¡Maldita sea! ¡Al suelo!
-Esta marca... era lo único que no podía permitirte ver... Izu... –tras esto, se produjo una gran explosión a partir de su cuerpo, llevándose por delante al grupo de humanos.

Días después, Asari caminaba por las calles de una ciudad. Con la mirada perdida y sin saber dónde dirigirse, había sobrevivido durante ese tiempo con la única motivación de seguir viva.

Así pues, llegó hasta un callejón y se sentó junto a un montón de basura, pretendiendo descansar. Sus manos todavía se aferraban a la placa que le regaló Baal.
-Vaya, vaya. Mira qué tenemos aquí.
Un par de jóvenes, con más ego que edad, se acercaron a la chica.
-¿Te gustaría venir con nosotros?  -preguntó uno de ellos.
-¿Vas en serio, tío? ¡Huele fatal!
-No te preocupes. Que se duche en mi casa. Estoy seguro que, después de eso, nos lo pasaremos muy bien, ¿eh? ¿Qué te parece?
Asari ni siquiera se movió. No merecía la pena perder el tiempo con los humanos. Todos eran iguales. Todos eran lo peor.
-Chicos, si no os importa, ¿podríais dejarla en paz? –pidió una voz perteneciente a otro hombre.
-¿Eh? ¿De qué vas? ¡Nos lo estamos pasando bien! ¡No nos cortes el rollo!
-Creo que los únicos que os lo estáis pasando bien sois vosotros.
-¡Mira, si no te marchas de aquí, vas a acabar mal, amigo! ¡Ugh! –uno de los jóvenes fue lanzado al suelo.
-No creo que sea buena idea amenazarme –se escuchó el sonido de una espada siendo desenvainada.
-¡Tío, que tiene un arma! ¡Corre!
Levantándose del suelo, el joven corrió detrás de su amigo, quien ya le llevaba la delantera.
-¿Estás bien?
Cuando Asari levantó la vista, vio a otro chico joven, con un ojo de cada color y que presentaba una cicatriz que recorría su mejilla izquierda hasta llegar a la frente. Éste le tendía la mano amigablemente.
-¿Quién eres? –preguntó ella, con desconfianza.
-Me llamo Hioni Reima. Eres una maldita, ¿verdad?
-¿Huh? ¿Cómo...?
-Yo también lo estoy –indicó, señalándose con el pulgar y, aparentemente, orgulloso de hacerlo.
-Ah... bien por ti... -respondió ella, con desinterés.
-No creo que éste sea un buen lugar para acomodarse. ¿Por qué no vienes conmigo? Sé de un buen sitio donde podrás dormir en caliente y comer algo.
-No confío en humanos.
-Comprendo.... Bueno, no voy a obligarte. Aquí tienes una dirección, por si cambias de opinión. Una vez llegues sólo tienes que decir las palabras adecuadas y alguien vendrá a por ti. Mi grupo y yo nos encargamos de ayudar a los demonios pero otros en necesidad también son bienvenidos –explicó dejando una tarjeta sobre la joven- Ahí también está escrito lo que tienes que decir. ¡Ah! Una cosa más. No eches tu vida a perder. No creo que quien te maldijese, quisiese algo así.
-¡¿Qué...?! –cuando se dispuso a contestarle, el chico ya había desaparecido. Volviendo la vista hacia la tarjeta, la cogió y observó lo que había escrito en ella-. Hioni Reima...

La lanza de Simon se clavó en el suelo, levantando una gran polvareda. Sin embargo, cuando ésta se hubo disipado, el cuerpo de Asari no fue encontrado debajo del arma. A su lado, un rifle le apuntó a la cabeza.

-No pienso morir. Todavía no...

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