viernes, 5 de abril de 2013

Gaia Project: Capítulo 5

Sobre aquellas tierras yermas, se podía observar a numerosos indras arrastrando carros comida, telas y otras pertenencias de los nómadas. Tras haber dejado el campamento, se dirigían a su siguiente parada: Genese.

 

Mientras algunos llevaban a las monturas, otros caminaban a los lados de la caravana, defendiéndola. En ese momento, la tierra empezó a temblar.

-¡Cuidado! ¡Nos atacan! –gritó uno de los cazadores.

 

Nada más recibir el aviso, el resto de nómadas aceleró el paso mientras animales muy similares a la bestia derrotada por Ivel días atrás, sólo que de menor tamaño, salían a la superficie, buscando tenderles una emboscada.

-¡Rápido! –apremiaron algunos nómadas a los más rezagados, poco antes de que se escuchase un disparo y se formase un agujero en el cuerpo de uno de aquellos monstruos, matándolo en el acto.

-¡Seguid disparando! –gritó una voz femenina.

 

Tras aquella señal, multitud de balas surcaron el aire en dirección al resto de criaturas, exterminando a la mayoría de ellas, a excepción de dos que, tratando de escabullirse hacia los carros, acabaron seccionados en dos por sendos cazadores.

-Buen trabajo –dijo Ivel, aterrizando de un salto junto a dichos cazadores.

-Es nuestro deber –respondió Kareth con tono jocoso y esbozando una sonrisa.

-Suerte que hemos llegado a tiempo. Un poco más y se hacen con nuestras provisiones –comentó Jaryl.

-¡Cuidado! –chilló otra voz.

 

Detrás de ellos, otra bestia hizo su aparición en la superficie, justo al lado de uno de los carros.

-¡Mierda! ¡Se había escondido mientras los demás hacían de cebo! –se quejó Kareth, alterado.

Entonces justo cuando la criatura se disponía a devorar el vehículo, así como los nómadas más cercanos a éste, fue fulminada mediante un tiro en la cabeza.

-Buff... –suspiró Kareth, visiblemente aliviado, pues, a cierta distancia del monstruo, se encontraba Sarah con un rifle de los cazadores en mano.

-¡Bien hecho, Sarah! ¡Los demás, investigad la zona! ¡Hay que evitar más ataques como éste! ¡Deprisa! –ordenó Ivel.

-¡Sí! –contestaron los demás, poniéndose en movimiento.

 

-¡Qué oportuna! –dijo alegremente Kareth al reunirse con su compañera.

-Me lo tomaré como un cumplido. Gracias –respondió Sarah con una media sonrisa.

-Por cierto, quería decirte que he hablado antes con Argo. Dice que debe de quedar un par de días hasta Genese. Al menos si seguimos a este ritmo –explicó el chico.

-Vale –la expresión de Sarah se volvió algo melancólica.

-No pareces muy contenta.

-No es eso. Es que, teniendo en cuenta el tiempo que llevamos con ellos... No sé. Supongo que no me hago a la idea de acabar separados.

-Te has encariñado de ellos, ¿eh?

Mostrando algo de timidez, la chica asintió.

-Es normal, yo me siento de la misma forma –dijo Kareth- Se han portado muy bien con nosotros y son como una gran familia.

-¡Sarah!

Viéndose interrumpidos, se giraron para ver a tres niños corriendo hacia ellos y abalanzarse sobre la joven, quien tuvo que agacharse para ponerse a su altura y cogerlos.

 

Kareth identificó a una de ellos como la niña que vio tras despertarse por primera vez en el campamento.

-¡Hina! ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar junto a tus padres? Y vosotros también –les regañó Sarah.

-¡Mamá ha dicho que no pasaba nada mientras estuviésemos contigo! ¡Ha dicho que así se siente más segura!

 

Al escucharles, el chico sonrió. Pese a que ambos se habían integrado bastante bien en aquella pequeña sociedad, quizás su compañera fuese quien más aceptación había tenido. Sin duda, sería genial permanecer junto a ellos, pero precisamente por su seguridad, no podían quedarse mucho más tiempo.

-Ahora mismo estoy trabajando, y dentro de poco acamparemos y tendremos que asegurar la zona libre de monstruos malos –explicó la joven, viendo como los pequeños bajaban la cabeza, desanimados- Está bien, hagamos una cosa –continuó tras meditarlo unos segundos-. Una vez haya terminado, iré a jugar con vosotros, ¿qué os parece?

-¡¿De verdad?! –preguntaron, un ligero brillo en sus ojos por la emoción.

-Claro –respondió ella, asintiendo con la cabeza.

-¿Tú también vendrás, Kar? –preguntó Hina.

-¡Por supuesto! ¡No me lo perdería por nada del mundo! –contestó el guerrero, levantando el pulgar. Pese a que no pudo ver sus expresiones, escondidas bajo sus capuchas, supo que aquello les había hecho muy felices, lo que a él mismo le lleno de orgullo.

 

Así pues, contentos y sin rechistar, volvieron con sus padres.

-Me alegro de haber viajado junto a ellos, Kareth –dijo Sarah mientras los veía alejarse.

-Yo también –comentó él- Vamos, tenemos trabajo que hacer.

-Sí.

 

Cuando terminaron de acampar, ya se había hecho de noche. Sentado alrededor de una hoguera, junto a otros cazadores, Kareth observó a Sarah jugar con los pequeños.

-Parecen estar pasándoselo bien –dijo Jaryl.

-Muy divertido –repitió Will.

-Después de lo que ocurrió en Yohei Gakko, se merecía algo así –declaró Kareth.

-¿De verdad vais a marcharos en cuanto lleguemos a Genese? –preguntó Jaryl.

-Sabes que no tenemos otra opción. Somos fugitivos y no sabemos que podría pasar si nos relacionasen con vosotros.

-Lo sé pero... –Jaryl se quedó a mitad de frase, pues no pudo recurrir a ningún argumento que le pareciese razonable.

-En cualquier caso, ese fue el trato que hicimos con Argo. Ya sabes que la decisión no depende sólo de nosotros.

-Estaréis bien, ¿verdad? –preguntó Jaryl.

-Por supuesto, ya sabes lo fuertes que somos.

 

Alejada de los demás y sentada con un vaso metálico en las manos, del que bebía de vez en cuando, Ivel cavilaba con la mirada en el suelo.

-¿Te ocurre algo?

-Padre.

 

Al levantar la cabeza, observó la figura del hombre, de pie frente a ella.

-No, no es nada –respondió, desplazando la vista una vez más hacia abajo.

-Vamos Ivel, te conozco demasiado bien como para creerme algo así. Tengo mis años, pero todavía conservo la cabeza –rió Argo, a lo que su hija contestó manteniéndose en silencio.

-Es sobre Kareth y Sarah, ¿verdad?

-¡¿Qu-qué?! ¡N-no! ¡No es eso! –nerviosa, la chica se alegró de que la oscuridad ocultara el rubor en sus mejillas.

-Deberías ser más honesta contigo misma –le reprochó su padre, tras lo que dejó escapar un suspiro- Ya sabes lo peligroso que es que se queden con nosotros. A mí tampoco me gusta mucho la idea. Son buenos chicos, y han sido de gran ayuda, pero debemos pensar en nuestra seguridad.

-Son buenos cazadores, padre. ¿No crees que perderlos sería peor para nuestras defensas?

-Si juzgamos los pros y los contras, incluso si se marchan, los nómadas te seguirán teniendo a ti y al resto de cazadores, pero, si se quedan, podríamos ganar más enemigos de los que ya tenemos. Es un riesgo que no debemos correr, ¿lo entiendes?

 

Aunque asintiendo a los argumentos de su padre, y sabiendo que éste tenía razón, un sentimiento dentro de ella le llevaba a pensar que no era lo correcto.

-Será mejor que te acostumbre a estas decisiones, hija mía. Con el tiempo, deberás ser tú quien las tome –indicó Argo.

-Lo sé.

 

Así pues, sin nada más que decir, y tras una leve caricia en la cabeza de la joven, el hombre se marchó de allí. Sin embargo, en la oscuridad de la noche, mientras nadie podía verle, echó un último vistazo con su ojo sano a Kareth y Sarah, antes de desaparecer en el interior de su tienda.

 

A la mañana siguiente, el viaje continuó como siempre hasta que, finalmente, llegaron a Genese.

 

Al ser una ciudad situada en mitad de los yermos, Kareth y Sarah habían esperado un lugar abandonado o prácticamente inhabitado, sin embargo no era una exageración por qué la consideraban un centro de comercio.

 

El bullicio y la gran cantidad de puestos de venta ambulante y vehículos repletos de mercancía, se extendían a cada lado de sus calles, dificultando el paso. Grandes casas y una amplia vegetación que dejaba atrás la escasez del desierto les transmitió una sensación de esplendor y abundancia has entonces, quizás, sólo vista en Yohei Gakko.

-¡Bienvenidos a Genese! –dijo Jaryl, levantando sus brazos.

-¡Es genial! –se sorprendió Kareth, mirando a todas partes y descubriendo todo tipo de productos, desde alimentación hasta tecnología, cuyos vendedores presentaba a su clientela mientras regateaban sus precios.

-De momento, buscaremos un lugar donde dormir. Una vez asentados, iremos al mercado y buscaremos lo que podamos necesitar.

 

Tras asentir, los dos compañeros siguieron a la caravana, que les llevó hasta un área, cercana a las afueras, con la extensión suficiente para acampar. Justo al lado, había una gran casa que llamó la atención de Kareth.

-Éste es nuestro sitio –declaró Argo, bajándose de su montura y dirigiéndose a Ivel-. Te dejo al mando –dijo poco antes de marcharse.

-De acuerdo –contestó ella para, acto seguido, acercarse a Sarah y Kareth- Antes de que se me olvide. Una vez terminemos con el asentamiento, os enseñaré la ciudad.

-Claro pero, ¿adónde ha ido Argo? –preguntó Sarah, con curiosidad.

-Tiene que hablar con la dueña de la casa –explicó la chica, señalándola.

 

Ambos se fijaron en que todas las viviendas en Genese tenían una estructura muy parecida. Las fachadas, de paredes blancas, daban la sensación de ser antiguas, sin embargo, su estructura parecía sólida. Asimismo, los tejados estaban formados por tejas de cerámica roja, y una pequeña cúpula se alzaba en el centro, dándole un toque exótico.

 

Aquella casa, en concreto, parecía especial. Al verla, Kareth notó cierta atracción por ella, como si lo estuviese llamando.

-Ella nos echa una mano durante los truques –continuó Ivel-. Además, esta zona le pertenece, así que no tenemos más remedio que avisarla siempre que acampamos.

-Entiendo –asintió Sarah-. ¿Y nunca os ha dado problemas?

-Es una buena amiga, así que no tienes por qué preocuparte. Simplemente charlarán durante un buen rato.

 

Una vez terminado el trabajo, los tres, acompañados también de Jaryl y Will, visitaron la ciudad.

-Como habéis visto, hay muchos puestos. Durante sus viajes, mucha gente viene aquí a abastecerse de provisiones, aunque también los hay que buscan productos que les es imposible obtener en otros sitios. Para montar tu propio puesto, primero se necesita el permiso de los gobernantes de Genese. De eso, por ejemplo, se encarga la dueña de la casa –explicó Ivel.

-Así que es ciudad con un gobierno independiente –dijo Kareth.

-Según se dispone en el “Tratado Ánima”, escrito durante la segunda tregua de la Guerra Eterna, Genese se estableció como ciudad independiente de las tres potencias. Se pensó que, de esa manera, no habría problemas para el desarrollo del comercio. Aun con la reanudación de la guerra, esa independencia ha continuado hasta hoy –contó Sarah.

-¿Cómo sabes eso? –preguntó Kareth.

-Me lo enseñó Yami.

-Es tal y como dices. Otra de las cosas que también debemos hacer es informar del material que va a ser vendido o intercambiado –añadió la nómada.

-Lo que me parece más impresionante es que este sitio conserve tanta vegetación –se sorprendió Kareth.

-Se ha convertido en un lugar bastante próspero, lo que le ha dado influencia y poder para crecer. Imagino que antes de que todo esto, estaba hecha un desastre. Al fin y al cabo, fue donde empezó todo –comentó Ivel.

 

Al pasar al lado de uno de los puestos, la mirada de Kareth se detuvo en la ropa que allí se vendía. Sintiéndose nostálgico, no pudo evitar esbozar una sonrisa melancólica.

-¿Pasa algo? –preguntó su compañera.

-No, nada –dijo antes de continuar.

 

Finalmente, llegaron a un edificio que sobresalía frente a los demás, debido a su tamaño, ya que en su apariencia no distaba mucho del resto.

-Aquí es donde trabajan los que gobiernan Genese, y donde vendremos mañana para dar parte de de nuestras actividades –comentó Ivel.

 

En ese momento, Kareth se fijó en un grupo de personas, de aspecto siniestro, saliendo del edificio. Nada más abandonarlo, fueron a una zona un poco más apartada y se mantuvieron quietos allí mismo, como esperando a que alguien viniese a hablar con ellos. Vestían ropajes oscuros y discretos y llevaban armas atadas a su cintura.

-Ivel, ¿sabes quiénes son? –preguntó el chico, señalando con la cabeza para disimular.

-Será mejor que no te acerques a ellos –respondió la nómada-. Los llaman “Geads”. Son algo así como cazarrecompensas. Van detrás de fugitivos y compran información sobre ellos. Por supuesto, siempre por un precio menor que sus presas.

-¿Y eso está permitido aquí? –preguntó Sarah.

-No hacen nada en contra de la ley, así que no se consideran fuera de ella. Eso sí, al igual que los mercaderes, también necesitan identificación para ellos y permiso para lo que hacen. Teniendo en cuenta vuestra situación, no os conviene tener contacto con ellos.

 

Justo antes de marcharse, el joven inmortal les echó un último vistazo, tratando de grabar bien en su cabeza la forma de sus figuras.

 

Tiempo después, un individuo, vestido de forma que permaneciese oculto ante la multitud, se acercó a los “Geads”, quienes, tras una pequeña charla, le acompañaron hasta un lugar más recóndito.

-Aquí nadie nos verá –dijo el individuo.

-Dinos, ¿qué es lo que quieres? –preguntó uno de los “Geads”.

-Tengo información que ofreceros sobre unos fugitivos por los que quizás podáis ganar una buena recompensa.

-¿Quizás? Eso no me suena muy bien –replicó el “Gead”- Si la recompensa no está asegurada, no nos interesa.

-Es cierto que no sabría deciros la cantidad que os pueden dar por ellos, pero sí que uno de ellos es una asesina.

-¿Una asesina? –se sorprendió uno del grupo, murmurando, instantes después, algo con sus compañeros- Continúa –dijo otro, una vez terminaron.

-Os diré quienes son y donde están. A cambio, quiero un buen pago por la información.

-Lo último que has dicho ya nos suena más interesante, pero, al no tener clara la recompensa, no podemos pagarte por adelantado –aclaró el “Gead” que había hablado al principio- Sin embargo, te propongo un trato. ¿Qué te parecería darte un porcentaje de lo que obtengamos por ellos?

-Mm... –el informante se mantuvo pensativo durante unos segundos- Me parece justo, aunque me gustaría tener algún tipo de fianza. Supongo que lo entenderéis.

-No te preocupes. La tendrás.

-Si es así, trato hecho.

 

Tras haber visitado la ciudad, el grupo de jóvenes volvió al campamento, donde les esperaba Argo junto a una niña de pelo rubio, expresión alegre, complexión delgada y baja estatura.

-¡Ya habéis vuelto! ¡¿Dónde te habías metido, Ivel?! –la regañó Argo.

-Estaba enseñándoles la ciudad. Pensé que podría servirles para cuando se separen de nosotros –explicó Ivel.

-¡Ah! ¡Me parece una gran idea! –sonrió el hombre, para luego dirigirse a su acompañante-. Estos son los nuevos integrantes de los que te he hablado. Están con nosotros temporalmente, así que, en cuanto terminemos aquí, tomaremos caminos diferentes.

 

Al desviar la vista hacia ella, Kareth no pudo evitar extrañarse por el trato que le daba Argo, como si no correspondiese a la edad que aparentaba.

-La chica es Sarah y él se llama Kareth –continuó el nómada tuerto.

-Mucho gusto –dijeron a la vez los dos, poniéndose nerviosos de repente.

-Ja ja, parece que has reclutado a unas personas muy educadas, Argo –declaró la niña-. Lo mismo digo, chicos. Y os agradezco que no me tratéis como a una niña. Por mi aspecto, más de uno lo ha hecho.

 

Quizás fuese por su expresividad, pero sus palabras infundieron optimismo tanto a Kareth como a Sarah, algo que les hizo sentirse más relajados.

-Me llamo Tribus –continuó la chica.

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