-Uaaaaaah…
Kareth se levantó de la cama con un gran bostezo.
-…las siete…
Observó el despertador. Éste le avisaba de que un nuevo día
de estudio le aguardaba.
-Bueno… quizás cinco minutos más…
Decidió volver a la cama mientras la luz del Sol comenzaba a
iluminar su habitación...
Tras haber decidido seguir durmiendo después de que la alarma
sonara, le tocó recorrer velozmente los pocos metros que separaban la clase de
su propia habitación.
“Maldita sea, siempre me pasa igual…”
La gran escuela Yohei Gakko, un lugar de enseñanza de un
tamaño parecido al de una ciudad. Restaurantes, tiendas… esta escuela tenía
todo lo necesario para que los propios estudiantes pudieran desenvolverse y
vivir sin problemas. Sin embargo, las enseñanzas que se impartían allí no eran
las habituales, ya que ese lugar se caracterizaba por ser una escuela dedicada
al manejo de armas…
-¡He llegado! -gritó al irrumpir en la que era su clase.
-No te preocupes, esta vez has llegado a tiempo -contestó uno
de sus compañeros.
-Puff… -el chico suspiró aliviado- Ya creía que iba a ser
castigado.
Se encaminó hacia su sitio, dejándose caer en una silla
cercana al chico que acababa de hablarle.
-Oye, Remi…
-¿Sí?
-¿Me dejas los deberes para hoy?
-¡Piérdete!
-Venga… sólo por hoy…
-¡Si me los pediste ayer también!
-Pero hoy es especial…
-¡También dijiste lo mismo ayer!
Remi era una de las personas que Kareth mejor conocía en
Yohei Gakko, además de uno de sus compañeros de clase. Éste solía mostrarse
como un chico sencillo, seguro de sí mismo y confiable. Además, tenía buenas
habilidades tanto para la teoría como para la práctica.
En ese momento el profesor interrumpió su conversación
cerrando la puerta de clase tras él.
-Se acabó el parloteo. Comencemos con la clase.
Remi apoyó el codo en la mesa.
-Otra aburrida clase de geografía…
En Yohei Gakko se impartían clases de manejo de armas, sin
embargo también existían ciertas asignaturas de cultura general. Éstas eran
matemáticas, geografía e idiomas, además de algunas más especializadas dentro
de la rama teórica, como psicología y anatomía del ser humano o teoría de las
armas. Y es que aquí los alumnos eran, por decirlo de alguna forma, preparados
para la guerra.
-Bueno, como todos sabéis, en este mundo se está
desarrollando la Guerra Eterna. Pues…
El joven se sabía de sobra aquel relato. Hace muchos años, un
científico llamado Emil Greenard descubrió un nuevo elemento llamado Radiar.
Tras varios procesos de investigación, se llegó a la conclusión de que aquel
elemento podía mejorar las capacidades de los seres vivos. Como se puede
imaginar, las grandes potencias del mundo comenzaron a interesarse por dicho
elemento y los intereses por lograr su monopolio desembocaron en lo que pasaría
a llamarse la Guerra Eterna, una guerra que lleva en pie durante aproximadamente
quinientos años.
-…y así son las cosas, ¿lo habéis entendido?
-¡Sí! - contestaron todos con tono cansado.
Kareth miró a sus compañeros. Hace años que se formó una
organización “pacifista” que pasó a ser llamada Comhairle. Ésta, de cara a la
sociedad, se mostraba como una organización no beligerante, utilizando
únicamente medios diplomáticos para llevar a cabo sus fines. Sin embargo, con
la pretensión de detener la guerra, Comhairle fundó clandestinamente las tres
escuelas existentes en el mundo que se encargan del entrenamiento de guerreros
preparados para detener el conflicto.
La diplomacia no servía para resolver el problema y estas
tres escuelas enseñaban distintas artes (manejo de las armas, manejos de los
poderes espirituales y manejo del medio).
Por lo que parecía, para crear soldados que pudiesen luchar
contra la guerra se necesitaba algo que convirtiera a los alumnos de las
escuelas en lo más parecido a soldados de élite. Ni que decir que eso que
convertía a los alumnos en seres por encima de lo normal no era otra cosa que
el famoso Radiar. De hecho, según como reaccionase en el cuerpo humano en el
cual era inyectado, se era destinado a una escuela u a otra.
El timbre lo despertó de su ensoñación.
-¿Pero qué...?
-Se han acabado las clases teóricas, Kareth. Ahora tendremos
un pequeño descanso y por la tarde tocarán las prácticas.
-Ah, de acuerdo… -el chico se levantó de su asiento, fue
entonces cuando se dio cuenta de algo.
-Oh, no…
-¿Qué ocurre? -preguntó Remi.
-He olvidado pillar algo para comer…
Remi se echó las manos a la cabeza.
-Iré un momento a mi habitación, enseguida vuelvo.
El joven bajó las escaleras que llevaban al patio y se
dirigió a su dormitorio. Al llegar allí, cogió una pequeña bolsa que había
preparado el día anterior y se dispuso a marcharse.
-Oh, casi lo olvido.
Se acercó a la mesilla donde anteriormente estaba la bolsita.
Allí, también se encontraba un colgante dorado que sujetaba una especie de
anillo con una pluma incrustada. Pese a que sabía que aquello era importante,
no recordaba por qué.
Al aplicarse el Radiar a personas, se descubrieron dos
efectos secundarios: el primero era que borraba los recuerdos anteriores a la
inyección del Radiar, motivo por el cual el joven no sabía nada de su pasado; y
el segundo era que este elemento destruía las neuronas poco a poco, causado por
la constante emisión de energía que permitía la liberación de las capacidades,
por lo que la esperanza de vida del usuario se reducía considerablemente. Pocos
superaban los treinta y cinco años de edad. Generalmente, los factores también
podían variar según las reacciones que se produjesen.
La mayor parte de los usuarios eran huérfanos de la guerra.
Personas que no tenían nada que perder y que querían, ante todo, acabar con
aquello que les había arrebatado lo que tenían. Kareth se preguntaba si él
mismo había sido de uno de ellos…
Tras salir del dormitorio, el chico se desplazó hacia un gran
patio con una fuente en el centro y una barandilla al final desde la que se
podía ver los otros sectores de la escuela, pues la zona en la que se
encontraba no era la única en la que se impartían clases.
Yohei Gakko estaba dividida en dos áreas: una de ellas era
llamada el sector de ocio, donde se situaban las tiendas, parques, etc. y la
otra se llamaba sector de enseñanza, que a su vez se dividía en otras cinco
zonas, las cuales se hicieron con intención de imponer cierto orden según la
edad de los estudiantes.
Cada zona constituía una especie de institución propia, y
cada una de ellas tenía sus respectivas clases. Algo así como una escuela muy
grande dividida en cinco escuelas más pequeñas.
Estas áreas se hallaban conectadas entre sí por pequeños
puentes que la gente llamaba Lidhes. Además, el sector de enseñanza estaba
construido sobre un gran lago, y un puente de mayor tamaño unía un sector con
otro.
Mientras Kareth observaba el paisaje, una voz lo llevó fuera
de su ensimismamiento.
-Hola, Kareth, ¿qué haces por aquí? ¿No vas a comer nada?
-Ah, hola, Weird.
Éste era otro de sus compañeros de clase, más activo y
animado, aunque en más de una ocasión, muy hablador.
-Oye, ¿has visto la nueva arma que han traído hoy? Dicen que
es una alabarda de propulsión y doble K.
-¿Doble K? Veo que el desarrollo armamentístico sigue su
curso.
-Teniendo en cuenta que tenemos que ser entrenados para
manejar cualquier tipo de arma, cuanto más tecnológicas sean éstas mucho mejor.
-Lo sé…
Dado que estaban en guerra, la tecnología en relación al
armamento se había desarrollado notablemente, una alabarda de propulsión
suponía un arma cuya fuerza de ataque podía incrementarse con el uso de la
presión del aire. K hacía referencia al tipo de motor interno de la alabarda
que permitía este proceso, uno de los mejores por cierto, y el que tuviera dos
aún lo hacía más temible. Los motores podían ser Z, R o K, ordenados de menor a
mayor según su potencia. Era difícil poder ver un arma que poseyera un motor K,
ya que generalmente los alumnos, si usaban algún arma con esta maquinaria,
solían llevarlas con R.
-Bueno, será mejor que aproveche el tiempo, de lo contrario
no voy a estar en forma para las clases prácticas.
-Ya nos veremos –se despidió Weird.
Así pues, se encaminó a otra parte del patio, sentándose
sobre un humilde banco donde decidió comerse lo que había preparado.
Abrió lentamente la bolsita y con un tenedor, también
previamente dispuesto, se puso a ello. Estaba un poco frío, no era de extrañar
teniendo en cuenta que había sido preparado el día anterior, sin embargo, sabía
bien.
-Bueno, realmente he comido cosas más frías.
-Seguramente…
-Oh, Remi, estás aquí.
Su amigo apareció frente a él y se sentó a su lado.
-Hoy hace un buen día, ¿verdad? –comentó Remi.
Kareth miró al cielo, éste se encontraba soleado. Con menos
nubes de lo normal.
-Quizás sea una buena señal.
-Es posible. Oye, ¿crees que tocará combate en las prácticas?
-¡Lo espero! ¡Suele ser lo más entretenido!
-Y lo más peligroso también… -sonrió Remi.
-No es algo a lo que no estemos acostumbrados, y en cualquier
caso, será lo más útil para cuando salgamos de aquí.
-Tienes razón. Bueno, será mejor que nos vayamos.
Tras terminar la comida, los dos compañeros se dirigieron a
la pista de entrenamiento. Ésta se situaba cerca del patio y también se trataba
de una zona al aire libre. En la parte lateral, se podía observar un almacén en
el que se encontraban clasificadas las armas que se utilizaban en los
entrenamientos y donde se iban acumulando también las nuevas que iban llegando.
Una cantidad considerable de alumnos se había reunido en aquella pista, pues
era el único momento en el que las clases de esa zona compartían enseñanza.
-Oh, esto está repleto, como siempre -comentó Kareth.
-Me pregunto si habrá algún nuevo juguete que probar – dijo
Remi.
-Weird me ha hablado de un nuevo tipo de alabarda.
-Ese chico, escucha más rumores que un gato mueve las orejas.
-Pero igual es cierto…
-Habrá que comprobarlo.
Al poco de acabar la frase, apareció la entrenadora, una
chica joven pero a la vez estricta y de lengua bastante afilada.
-¡Bien, idiotas! ¡Parece que habéis venido preparados para
sufrir dolores inimaginables!
-Ya empieza otra vez… -murmuró Remi-, ¿y qué es eso de
inimaginables? Ni que fuese la primera vez que lo hacemos…
-¡No quiero ningún flojucho de tres al cuarto entre vosotros,
¿me habéis escuchado?, así que dejaos de tonterías y a trabajar!
Los dos chicos suspiraron.
-¡Hoy tengo un nuevo juguete que quizás os guste!
Acto seguido, un arma fue teletransportada frente a ella. No
es que fuera una técnica especial, simplemente se trataba de un tipo de
tecnología de guerra usada por los estudiantes de aquella escuela para
teletransportar armas en medio de la batalla. Un objeto bastante útil.
-Se trata de una nueva alabarda que nos ha llegado. Es de
propulsión y doble K, seguro que ya sabéis a lo que me refiero.
Muchos comenzaron a cuchichear entre ellos.
-¿Ves? No ha mentido.
-Ya, bueno, olvidémoslo…
La maestra continuó con su explicación.
-Bien, a continuación os pondréis por parejas y se os
repartirá las alabardas. Habrá un tiempo estipulado y ganará quien venza a su
contrincante.
Los alumnos hicieron lo propio y se pusieron por parejas.
Remi y Kareth se quedaron donde estaban. Poco después, cada uno de los miembros
de la pareja ya tenía una de las alabardas en la mano.
-Estoooo, Kaya… -dijo Kareth, llamando la atención de la
maestra.
-¿Qué quieres, estúpido Kar?
-Uno de nosotros no tiene alabarda. ¿Acaso debemos utilizar
un arma diferente? -obviamente, de los dos, Kareth se había quedado sin nada.
Kaya sonrió.
-Es cierto, se me había olvidado comentaros algo. Me temo que
no vas a poder coger ningún arma. ¡Ya estáis ajustando vuestros
teletransportadores de manera que no vea nada por aquí que no sea estas
alabardas!
-¿Quiere decir eso que lucharemos con las manos desnudas?
-Veo que eres rápido pillando las cosas, estúpido Kar.
-Mierda…
La maestra se alejó de la zona de combate y se sentó en una
pequeña silla junto al almacén de armas.
-Empezamos en quince segundos…
Kareth miró fijamente a Remi.
-Qué suerte has tenido. Te ha tocado lo mejor -la cara del
chico daba lástima.
-Nunca se te dio mal el cuerpo a cuerpo, así que no te quejes
tanto.
-3… 2… 1… ¡Empezad!
Remi atacó de frente a Kareth. Se pedía a los alumnos que
combatieran como si estuvieran en medio de una guerra, por lo que el
enfrentamiento debía ser lo más cercano a un combate a vida o muerte. Los
golpes estaban limitados únicamente a casos como el de cercenar algún miembro
del cuerpo, ya que el Radiar no permitía la recuperación de extremidades o
cabeza. Tampoco se permitía atravesar de parte a parte zonas vitales, aunque
estas sí podían ser dañadas.
Pese a la rapidez del movimiento de Remi, éste no consiguió
acertar el golpe, ya que Kareth lo esquivó fácilmente haciéndose a un lado, y
golpeó a Remi con una patada en el estómago que provocó que fuese lanzado
varios metros atrás.
-¡Vamos, Remi! ¡Demuéstrame que puedes hacerlo mejor!
El chico se levantó del suelo.
-Ahora verás.
Con una velocidad impresionante, y activando el motor de la
alabarda, Remi realizó un ataque frontal casi imparable. Kareth no pudo más que
poner sus manos frente a él e intentar desviar el golpe. Por suerte o por
desgracia, lo único que pudo lograr fue que no acertase ningún punto vital,
siendo atravesado su estómago de parte a parte y derramándose sangre por todos
lados. Acto seguido, golpeó con el pie a Kareth lanzándolo hacia atrás y
devolviéndole así la jugada.
-¿Qué te ha parecido Kareth?
-¡Eh, vosotros! ¡Qué luego hay que limpiar,
imbéciles!-exclamó Kaya, refiriéndose a ellos.
Kareth se levantó del suelo, chorreando sangre.
-No ha estado mal. Pero esto se acaba aquí -contestó.
Crujiéndose las manos, el chico observó cómo su compañero se
preparaba con el arma.
-De poco va a servir chulearte.
Kareth, apoyó su pierna derecha y se impulsó de frente hacia
su oponente. La sangre había dejado de caer. Por su parte, Remi realizó un
corte circular con el fin de tener más posibilidades de acertarle. Sin embargo,
Kareth consiguió agacharse a tiempo, y golpear con la pierna la muñeca de su
contrincante, consiguiendo que el arma saliese despedida. Tras esto, combinó
con una serie de golpes al cuerpo de su adversario, tirándole contra el suelo
mediante una zancadilla. Entonces agarró la alabarda y activó la propulsión
para finalizar su ataque.
Remi cerró los ojos al ver venir el golpe, pero Kareth
decidió fallar a propósito, haciendo que la alabarda quedase clavada en el
suelo.
-¡Tiempo, malditos idiotas! ¡Dejadlo ya!
-Mierda, he perdido… -se quejó Remi.
-¡Buen trabajo! ¡Nos vemos mañana! ¡Ahora largaos de mi
vista!
Los alumnos se fueron de allí contentos de haber terminado
otra jornada de trabajo. Ahora llegaba el momento en el que la mayoría cruzaría
el gran puente para dirigirse a la zona de ocio y relajarse.
-¡Kareth! ¡Remi! ¡Ayudadme a llevar esto! -exclamó Kaya,
señalando numerosas cajas.
Ambos resoplaron.
-¡Venga, mujer! ¡Queremos tomar un descan…!
-¡Si no me ayudáis no tendréis ningún descanso en vuestras
miserables vidas!
-¡Sí, señora! -exclamaron los dos al unísono.
Tras ayudarla, Remi y Kareth se dispusieron a marcharse.
-¡Eh, esperad!
-¡Más no, por favor! -se quejó Remi.
-¡Que no, idiota! Quería agradeceros la ayuda. Tomad, no creo
que vaya a usarlos… -dijo entregándoles dos vales.
-¡Oh! ¡Vales para una cena gratis! ¡¿En serio nos los das?!
-No os acostumbréis…
Ambos sonrieron agradecidos y se marcharon al dormitorio a
cambiarse.
Tiempo después se encontraban en el otro sector, más allá del
gran puente.
-Aaaah… Qué relajante… -comentó Remi desperezándose.
La zona de ocio replicaba con bastante fidelidad los lugares
y centros que habría en una ciudad normal y corriente. Las personas que
regentaban algunos de los centros eran refugiados de la guerra que habían sido
aceptados como trabajadores, pues habían optado a ello en vez de someterse al
Radiar, ya fuera por su avanzada edad o por la poca disponibilidad a ofrecerse
voluntarios. Al fin y al cabo, los que eran expuestos al Radiar solían ser muy
jóvenes.
-Bueno, yo me voy por aquí -dijo Remi señalando hacia la
izquierda, a una pequeña calle que se introducía en una zona de
entretenimientos variados.
-De acuerdo, ya te veré más tarde.
Tras un choque de manos, los dos amigos se despidieron.
Con aire ausente, las manos sobre la nuca y caminar pausado,
Kareth llegó hasta un parque en el que unos niños jugaban con la pelota.
Aquella vista, junto con la brisa que mecía levemente su pelo, lograron
reanimarle.
Entonces, se fijó en el juego al que estaban jugando los
pequeños, quienes, por sus movimientos rápidos y demasiados ágiles para un
humano corriente, estaba claro que pertenecían a la escuela.
Se trataba de un juego al que llamaban Onerariam. Básicamente
consistía en pasarse la pelota de unos a otros pero ésta tenía que ser golpeada
siempre en el aire y de manera acrobática, quien la pateara en el suelo quedaba
eliminado, y normalmente existía uno que hacía de árbitro para decidir quien
ganaba según la acrobacia que realizaba para golpear la pelota. Podías usar
cualquier parte del cuerpo para hacerlo.
Kareth se acercó a los niños. Uno de ellos se dio cuenta de
que venía y avisó a los demás para que dejaran de jugar.
-¡Kar! -exclamaron varios de ellos. El más cercano se lanzó a
la cintura del joven.
-¡Eh! ¡Chicos! ¡¿Cómo estáis?!
-Estábamos jugando a Onerariam.
-Ya veo, ya. ¿Qué tal os ha ido hoy en la escuela?
Uno de los chavales parecía molesto.
-El profesor me ha dicho que todavía soy demasiado pequeño
para usar un teletransportador.
-Ja ja, eso es verdad, te dan un teletransportador al superar
los doce.
-Yo quiero tener uno como el que tienes tú, Kar.
-No puedes. Tendrás que esperar a tener la edad suficiente
-replicó Kar con una sonrisa melancólica.
Resultaba triste comprobar cómo aquellos niños habían elegido
someterse a la inyección de Radiar. Kareth podía observar el nivel al que había
llegado una guerra como la que se estaba llevando a cabo fuera.
-¿Quieres jugar, Kar? -propuso una niña.
-Cl-claro, ¿por qué no? -contestó volviendo de sus
pensamientos- Yo haré de árbitro.
La tarde se desarrolló entre partida y partida. Kareth
siempre disfrutaba jugando con aquellos niños. Eso le ayudaba a distraerse de
las prácticas y otros estudios. Lo hacía sentirse partícipe de algo más
“cotidiano”. Algo que podría haber hecho cualquier persona normal en el pasado.
-¡Oh, Kar!
Al escuchar una voz familiar a su espalda, Kar se giró.
-¡Viejo!
Un hombre de unos cuarenta años se acercó a él. Nadie conocía
su nombre, tan sólo se sabía que era uno de los pocos guerreros sometidos al
Radiar que habían conseguido llegar más allá de los treinta y cinco. Pese a
ello, ya se notaban algunas consecuencias en su avanzada edad, como por ejemplo
el hecho de que era incapaz de caminar, moviéndose gracias a la ayuda de una
silla de ruedas.
-Veo que en este parque hay un gran contraste entre edades
–bromeó Kareth.
-No te rías de este pobre viejo.
-Eso de viejo es muy relativo, ¿sabes? Sólo tienes cuarenta
años.
-Para nosotros eso es mucho...
-Lo sé.
-Por cierto, ¿te has enterado?
-¿Enterarme? ¿De qué? -dijo Kareth mientras de vez en cuando
echaba un vistazo al juego de los pequeños.
-Mañana hará acto de presencia uno de los mandamases de Comhairle.
Kareth se quedó con la boca abierta.
-¿En serio? ¿Un jefazo? Eso es bastante raro, no suelen
asomar sus cabezas por aquí muy a menudo. Normalmente llaman a sus renombrados
guardaespaldas a revisar el funcionamiento de las escuelas.
-Lo sé, es un gran acontecimiento. Parece que uno de ellos ha
decidido ver dicho funcionamiento en persona.
-Qué curioso. Será la primera vez que vea a un miembro de
Comhairle tan de cerca.
Los miembros de Comhairle tenían un gran poder dentro de la
sociedad regida por la guerra. Hasta el punto de tener ciertas inmunidades y
ser respetados, sobre todo por los alumnos y habitantes de las escuelas. En el
caso de Kareth, pese a lo poco común de la situación, y que él también era un
estudiante de Yohei Gakko, aquello únicamente le producía sorpresa.
-De todos modos algunos guardaespaldas se han ido adelantando
y hoy varios de ellos ya se encuentran en la escuela.
-Guardaespaldas, ¿eh?
Mientras cavilaba sobre esto, Kareth pudo ver cómo la pelota
con la que jugaban los niños salía fuertemente despedida hacia una parte del
parque donde se encontraba una chica. La pelota iba directamente hacia su cara.
-¡Cuidado! -gritó Kareth.
Sin embargo, no hizo falta. La chica levantó su brazo
izquierdo y, con un movimiento simple, cogió la pelota.
-¡Oh! -exclamaron los niños al verlo.
Poco después, se acercó a ellos, y en ese momento, Kareth
pudo verla más definidamente: se trataba de una joven, en apariencia de la
misma edad que él, de pelo largo y azulado que le llegaba hasta la cintura, y
rasgos bellos en su rostro pese a la seriedad de sus gestos. Vestía un ropaje
sencillo. Desde el punto de vista de un guerrero, se vería como una ropa cómoda
y que permitía una gran movilidad.
-Vaya, una belleza por aquí. No es algo que mis ojos estén
acostumbrados a ver -comentó el Viejo.
La chica apartó su melena de la cara con un movimiento de la
mano y señaló el objeto.
-¿Esta pelota es vuestra? -preguntó
con voz que denotaba cierta indiferencia.
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