jueves, 26 de enero de 2012

War College: Capítulo 11

Acostada sobre el frío y oxidado banco, en aquella sucia celda, Sarah intentaba descansar pese a que la culpa y el arrepentimiento la seguían torturando.

Incapaz de relajarse, decidió quedarse sentada. No podía pensar en nada más, en su mente sólo había voces que la hacían sentirse la peor escoria de la raza humana, obligándola a recordar, una y otra vez, cómo su espada atravesaba el corazón de la persona a quien había considerado como un padre.

Mientras seguía dándole vueltas, sus dedos acariciaron un pequeño anillo con una pluma incrustada en él. Se trataba de un recuerdo anterior a la inyección de Radiar. Sin embargo, al igual que cualquier otro usuario, era incapaz de recordar por qué lo tenía o de dónde lo había sacado, pero tenía la sensación de que era algo importante que debía conservar y que, por suerte, le habían permitido conservar.

Se preguntaba cómo estaría la situación en el exterior. Si Kareth se habría marchado de Yohei Gakko para realizar alguna misión o si sus habitantes habrían llorado la muerte de Yami.

Perdida en aquel mar de tristeza, se sorprendió un poco cuando escuchó el ruido de pasos acercándose a su celda, pero no tardó en sospechar que se trataba de sus ejecutores.

Poco después, aparecieron ante ella cuatro personas pertenecientes a Karma, junto con su líder.
-Llegó la hora. Por la presente autoridad que le corresponde a Karma, seremos los encargados de llevarte hasta el lugar en el que se producirá la ejecución. Levántate, por favor.

“Qué formal”, pensó ella, asintiendo y obedeciendo sus órdenes. Pese a su finalidad, se consideraba una especie de evento. Supuso que de ahí venía ese lenguaje, en lugar de tratarla con insultos y gritos. Puede que eso llegase más tarde.

Entonces, esperó a que abriesen la puerta y le pusiesen las esposas y grilletes, siendo llevada de los brazos al exterior.

Mientras tanto, Kareth observaba la prisión desde uno de los puntos más altos que conocía en Yohei Gakko. Pese al poco tiempo para prepararlo, ya tenía un plan a seguir. Desde allí, divisó a la multitud presente en el lugar de la ejecución. Dada la cantidad, no podía evitar pensar que se había convertido en alguna clase de espectáculo, aunque se alegraba de que los niños no pudiesen verlo. De cualquier forma, él mismo iba a encargarse de evitar que pasase. Con ello en mente, desvió la mirada hacia la zona en la que se encontraba Remi, dispuesto a cubrir su retaguardia.

Así pues, llegó el momento en que Sarah salió de prisión. La acompañaban cuatro escoltas además de Lethos, quien iba a la cabeza. No tardaron en situarse frente a la multitud, donde también esperaba Rokudo, para dar comienzo a la ejecución.

En un lateral se erigía la justicia de Yohei Gakko. Los grandes mandatarios que habían decidido el día en el que se iba a dar muerte a la chica. Una serie de personas capacitadas (o al menos así se las consideraba) que conocían bien las leyes y el modo de hacerlas cumplir. Aunque, a ojos de Kareth, esta vez se habían equivocado completamente.

-Bienvenidos –dijo Rokudo, con voz calmada y acallando a la multitud- Como ya sabéis, hoy nos encontramos aquí con el fin de ejecutar a la asesina de uno de los miembros de alto rango de Comhairle, Yaminari Darker, a quien le fue arrebatada su vida hace aproximadamente dos días, siendo atravesado su corazón por una espada. En base a los hechos, la justicia de Yohei Gakko ha decidido que su sentencia sea la pena de muerte, para lo que utilizará la misma espada con la que ella asesinó a la víctima. Si nadie tiene algo más que añadir, procederemos.

“Maldito seas, matarla con esa espada, ¿es que quiere hacerla sufrir más de lo que ya lo ha hecho?”, pensó Kareth, apretando los dientes.

Nada más finalizar aquel pequeño discurso, Rokudo dio paso al verdugo que se encargaría de hacer el trabajo. No era el típico individuo corpulento, que se tapaba la cabeza con un saco y blandía una gran hacha como si fuese un palo, tal y como se rumoreaba que se hacía en otras épocas mucho más anteriores. Era una persona bastante normal salvo por el hecho de llevar puesta la máscara de un demonio y vestir con ropajes oscuros ya que, incluso en la cultura actual, el color negro seguía simbolizando la muerte.

La vista de Kareth le permitió ver la expresión de Sarah. Tenía los ojos cerrados, como si no quisiese enfrentarse a la muchedumbre enfurecida. Ni siquiera debían de quedarle lágrimas con las que llorar su propia muerte, puesto que se habrían secado al lamentar la de Darker. Si a eso le sumaba el hecho de que ella misma se consideraba culpable, era comprensible que no tuviese fuerzas para sentir pena por ella misma. Aquello le resultaba molesto. ¿De verdad tenía que rendirse tan pronto? Kareth estaba seguro de que la chica no quería morir. Estaba seguro de que, en el fondo, esperaba que todo se solucionase. Quería convencerse de ello.

Había llegado el momento de actuar. Echando un último vistazo al lugar de la ejecución, a fin de calcular bien la distancia que debía saltar, se situó en el borde del edificio y encogió las piernas. Acto seguido, sacó algo de su teletransportador y le hizo una señal a Remi, quien preparó su arma.

Por otro lado, en la zona de ejecución, dos miembros de Karma obligaron a Sarah a ponerse de rodillas. A su vez, el verdugo alzó la espada, disponiéndose a cumplir con su trabajo. Fue entonces cuando Rokudo preguntó, como era costumbre en estos actos, por la última voluntad de la joven.
- No tengo nada que decir. Acabad con esto de una vez –afirmó mientras su voz se quebraba.
-Como desees -dijo Rokudo, alejándose de allí.

La gente estaba expectante. De repente, todo había quedado en silencio. Ni abucheos, ni gritos, ni insultos. Puede que verla aceptar su propia sentencia les hubiese dejado sin palabras. Que fuese la primera vez que observaban un caso como ése. O que, simplemente, la tensión acumulada por lo que estaba a punto de suceder, les hubiese enmudecido.

En ese momento, una explosión rompió el silencio, dando lugar a una intensa humareda que lo cubrió todo. Acto seguido, una figura vestida con capa apareció desde arriba y penetró entre el humo, saliendo segundos después a una velocidad pasmosa.

Aquella situación provocó el pánico entre la multitud, de manera que la mayoría de los que estaban allí corrieron a buscar refugio para evitar un mal mayor.

Cuando por fin se hubo disipado el humo, se pudo observar tanto a los guardias, así como al resto de personas junto a la acusada, en el suelo y tosiendo.
-¡¿Qué ha pasado?! -preguntó Lethos, alterado y confuso.
-¡La chica ha desaparecido! –exclamó uno de los guardias.
-¡¿Qué?! ¡¿Cómo es posible que haya desaparecido delante de nosotros?!
-Me temo que alguien la ha ayudado.
-¡Señor Rokudo! –exclamó Lethos al escuchar las palabras del sucesor de Darker.

Levantándose del suelo, Rokudo se espolsó el polvo de la ropa. Su expresión transmitía tranquilidad, como indiferente a lo que acababa de pasar.
-¿Está bien? -preguntó Lethos.
-Sí. Más importante, será mejor que empecéis a buscarla cuanto antes.
-¡S-sí, señor!

Dicho esto, Lethos empezó a dar órdenes para que Karma se movilizase. Algunos de sus miembros se encargaron de tranquilizar a los civiles mientras otros se organizaban en patrullas de búsqueda. Rokudo desplazó la vista hacia el edificio en el que anteriormente había estado Kareth. Tras esto, sonrió.

Sarah todavía tenía los ojos cerrados. Entre el humo y la confusión, no había tenido tiempo de abrirlos. Sentía que alguien la sujetaba por la cintura y la levantaba por el aire entre salto y salto. Una vez hubo reunido la suficiente, decidió echar un vistazo.

La persona que cargaba con ella se había ocultado bajo una capa. Se movía de edificio en edificio, rápidamente.
-¿Q-quien eres? –preguntó.
-Un amigo de la justicia –contestó con simpleza.
-¿A-amigo de la justicia?
-No te preocupes, cuando lleguemos a un lugar seguro te explicaremos todo.
-¿Explicaremos? –aquella conversación sólo estaba consiguiendo confundirlas aún más.
-¡Por aquí! –exclamaron las voces de miembros de Karma que habían logrado dar con ellos.
-¡Mierda! ¡Son mejores de lo que pensaba! Es bueno saber que la seguridad de Yohei Gakko no está llevada por unos debiluchos. Lástima que ahora mismo eso no nos convenga.
En ese instante, un disparo de procedencia desconocida impactó sobre los guardias, quienes salieron despedidos hacia atrás, perdiéndose de vista por el momento.

Aprovechando la ocasión, el encapuchado bajó del edificio en que se encontraba y se introdujo por un callejón. Allí lo esperaba otro encapuchado que le hizo señales para que le siguiese.

Abriendo una pequeña puerta, los tres entraron en una especie de almacén.

-No creo que podamos permanecer mucho tiempo aquí, pero será suficiente para que se despeje un poco el área -informó uno de los encapuchados, cerrando la puerta, no sin antes comprobar que nadie les seguía.

El segundo de ellos, quien llevaba a la chica en brazos, la soltó, permitiéndola caminar con sus propios pies.
-¿Quienes sois? -volvió a preguntar, empezando a tomar una actitud desafiante.
Al escuchar su tono, Kareth y Remi se quitaron la capucha.
-Amigos de la justicia -repitió Kareth.
-¡¿K-Kareth?! ¡¿Qué diablos estás haciendo?!
-¿No es obvio? Salvarte la vida.
-Pero, ¡¿os dais cuenta del lío en el que os habéis metido?! ¡Os van a matar!
-Ya conocemos las consecuencias. Llevamos siendo estudiantes aquí desde hace tiempo. Así que conocemos sus leyes.
-¡Pero…!
-No nos importa.

Viéndose interrumpida, la chica se quedó en silencio, calmándose un poco.
-Hemos decidido hacer esto por voluntad propia. Así que te sacaremos de aquí e iremos a un lugar donde no puedan alcanzarnos –dijo Kareth.
-Lo primero será buscar un escondrijo mejor que éste –propuso Remi.
-Lo sé, pero ¿dónde?
-¿La cafetería Seigari?
-¡¿Estás loco?! –se enfadó Kareth.
-Sé que es arriesgado, pero allí tienen un sótano donde podemos escondernos, y su casa está bien resguardada. Estaríamos seguros mientras pensamos en una forma de escapar –explicó Remi.
-¡Agh! ¡Maldito seas tú y tus argumentos! –se quejó Kareth mientras se debatía entre hacer caso a su amigo y buscar otras opciones.
-¡Buscad por aquí! -fuera del almacén podía escucharse la voz de los guardias de Karma.
-¡Ya están aquí! -avisó Remi, acercándose a la puerta con su arma alzada.
-No tenéis por qué hacer esto –dijo Sarah.
-A estas alturas ya no hay vuelta atrás. Laméntate cuando salgamos de aquí. ¡Remi!
-¡Dime!
-Cuida de ella. Todavía no saben que somos dos, así que saldré yo primero y los distraeré. Mientras tanto lleva a Sarah hasta la cafetería.
-Entendido.
-¡¿Vas a salir tú solo?! –replicó ella.
-No te preocupes por él. Cuando quiere, sabe apañárselas. Demasiado bien, diría yo –bromeó Remi ante la incredulidad de la joven.
-Estaré bien. No tardaré en reunirme con vosotros.

Tras despedirse, Kareth se puso la capucha de su capa sobre la cabeza y salió a la vista de sus perseguidores. Después de un rato, y asegurándose de que la zona estaba despejada, llegó el turno de salir para Sarah y Remi.

Corriendo por el sector de ocio, Kareth se dio cuenta de que apenas había civiles o estudiantes, ya que la mayor parte había asistido a la ejecución. Por suerte, aquello evitaba distracciones y facilitaba su movimiento.

Puesto que mantenía la vista al frente, no pudo contar bien a sus perseguidores, pero, con un rápido vistazo, llegó a distinguir a cuatro de ellos, aunque quizás hubiese más escondidos. Al fin y al cabo, habían sido entrenados en el mismo sitio que él. No podía bajar la guardia.

Como si hubiesen leído sus pensamientos, uno de ellos apareció delante de él. Se trataba de Lethos, quien avanzó rápidamente hacia él y lanzó un ataque directo a su cuello mediante un fino cuchillo. Iba a matar.
Por suerte, Kareth consiguió esquivarlo a tiempo agachándose y realizando una voltereta una voltereta hacia delante para controlar la inercia de su carrera. Sin embargo, aquel movimiento le quitó la capucha, descubriéndolo.
-¡¿Kar?! -se extraño Lethos, dándose la vuelta para encarar al joven.
-Eso me temo -contestó Kareth, con una rodilla apoyada en el suelo.
-¡Así que has sido tú quien ha secuestrado a la asesina!
-Preferiría que lo llamases “salvarle la vida”.
-¡Eso no importa! ¡¿Se puede saber en qué diablos estás pensando?!
-¿No es obvio?
-¡No te creía tan loco como para hacer algo así!
-¿Sabes? Me estoy empezando a cansar de que la gente me considere uno -respondió el chico, levantándose.
-¡No hay otro nombre para alguien que pretende enfrentarse a una ciudad entera por una asesina!
-No, Lethos. Ella no es la asesina.
-¡El señor Rokudo dijo que aquellas pruebas eran falsas! ¡Deja de engañarte, Kar!
-Me pregunto quién es el que está siendo engañado.
-¡¿Qué dices?!
-¡Ese tipo es un farsante, Lethos! ¡Os está mintiendo a todos!
-¡¿Cómo puedes decir algo así?!
-¡¿No te das cuenta?! Siendo el sucesor de Yami, a él era a quien más le convenía su muerte. De hecho, ¿qué motivos iba a tener la asesina para matarlo?
-¡Kareth, ella fue…!
-¡Sé de sobra lo que ocurrió! ¡Y no tengo explicación de cómo llegó a suceder! Al menos, no todavía. Pero, ¿no te das cuenta de que hay algo que no encaja en todo esto?
-Kar...
-Lethos, por favor, escuch…
-¡Ya es suficiente, Kar!
-Pero…
-¡He dicho que es suficiente! –exclamó el líder de Karma, apretando fuertemente la empuñadura de su cuchillo- Los hechos son los hechos. Los motivos que tuviese no me importan. Dime, ¿acaso puedes probar que fue el señor Rokudo quien mató al señor Darker?
Por desgracia, Lethos tenía razón, no podía demostrar nada.
-Lo suponía. Kareth, voy a darte una oportunidad. Si te entregas y me dices ahora mismo dónde está la chica, puedo asegurarte que me ocuparé personalmente de que no se te considere cómplice. De lo contrario, no tendré más remedio que testificar en tu contra. Y ya conoces la pena que impondrán.

Ambos se miraron fijamente. Mientras hablaban, el resto de miembros se habían dispuesto a su alrededor, bloqueándole la retirada.

Kareth suspiró.
-No pienso pelear contra ti –declaró.
-Gracias por entenderlo, entrégate y…
-¡No me malinterpretes! –interrumpió-. He dicho que no voy a pelear contra ti, pero mi objetivo sigue siendo el mismo. No me voy a detener, Lethos. Ni tú tampoco.

Lethos guardó silencio durante unos instantes, mostrándose dubitativo con respecto a lo que acababa de oír.
-Ya veo. Entonces serás capturado y ejecutado al igual que ella –dijo, poniéndose en guardia.
-Siento repetirme, pero no me vas a detener –le desafió Kareth.
-¡A por él! -exclamó el líder de Karma.

Dos de los guardias se abalanzaron sobre Kareth, quien se agachó a tiempo para evitar ambos ataques. Acto seguido, apoyó sus dos manos sobre el suelo, y golpeó sus mentones con la planta de los pies. Percibiendo que sus compañeros no se iban a quedar quietos, apretó su teletransportador, haciendo aparecer, delante de él, el arma que ya había usado en la prueba final.

Entonces, cogió la cadena que unía las espadas e hizo que girasen a su alrededor como un molino de viento, realizando varios cortes al resto de guardias.
-¡Conmigo no te resultará tan fácil! -gritó Lethos, quien había sacado un segundo cuchillo y avanzaba hasta él dispuesto a acabar con él.

De nuevo, Kareth logró evadir su ataque a tiempo, aprovechando el escaso tiempo que había conseguido para cambiar su arma por dos bombas de humo, que utilizó al instante para cegar a sus oponentes.
-¡¿Qué...?! –se quejó Lethos, tapándose los ojos con el brazo y poniéndose a toser por el humo- ¡Otra vez!
-Ya te lo he dicho, no pienso pelear contra ti.
-¡Me da igual dónde te escondas! ¡Te atraparé!
-En ese caso, te estaré esperando –mientras contestaba, la voz de Kareth fue atenuándose más y más hasta desaparecer.
Cuando se hubo disipado el humo, ya no quedaba rastro de él.

Por otro lado, Remi y Sarah llegaron al lugar acordado, vigilando que nadie les siguiese.

Ni Nara ni su tío habían ido a la ejecución, por lo que ambos se encontraban en la cafetería. Esto, en cierto modo, facilitaría un poco las explicaciones.

También era de agradecer que no hubiese clientes ese día.
-¡Perdón! ¡Sentimos interrumpir! –dijo Remi, irrumpiendo con fuerza en el local.
-¡Uaaah! –gritó Nara, asustándose por la repentina entrada de los fugitivos y tropezándose con una de las tantas sillas del establecimiento, cayendo al suelo de rodillas.
-¡¿Remi?! ¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Y quién es esa chica?! -el dueño de la cafetería y estaba detrás de la barra, al parecer, limpiando algunos vasos-. ¡Espera! ¡¿No es ésa la asesina?! ¡¿Qué hace ella en mi cafetería?!
-Em… esto… bueno… Kareth y yo… -intentó explicar el joven, trabándose por las prisas.
-Tranquilo, chico. ¿Quieres tomar algo mientras me lo explicas?
-¡¿Tío?! -preguntó Nara, incrédula.
-Sí… gracias… ¡No, espera! ¡No es momento para esto! –respondió Remi-. Metámonos en la cocina. Allí estaremos más seguros.

Tras una rápida explicación, tanto Nara como Seigari fueron informados de la situación.
-Así que la habéis secuestrado y salvado su vida –dijo Seigari.
-Sí, aunque...
-Y ahora os están persiguiendo –interrumpió el hombre.
-Sí…
-Y vosotros creéis en su inocencia.
-S-sí…

Remi se sentía algo incómodo por la mirada que le dirigía el dueño de la cafetería.
-Ya sabéis dónde está el sótano. Usadlo para esconderos –dijo Seigari
-¿Qué? –sorpresa fue la reacción que tuvieron los demás.
-¿Hablas en serio? -esta vez fue Remi quien preguntó.
-Tan en serio como que soy el dueño de este sitio. Confío en vosotros, así que ¿por qué iba a negarme a ayudarla yo también? -Seigari desplazó la vista hacia la chica peliazul-. Sarah, ¿verdad? -ella asintió-. ¿Quieres tomar algo? -preguntó con completa normalidad mientras volvía a lo que estaba haciendo.
-¿Por qué?
Todos la miraron.
-¡¿Por qué hacéis esto?! ¡¿No os dais cuenta de que irán a por vosotros?! ¡Soy una asesina! ¡Yo misma acepté mi culpa! ¡Deberíais entregarme y alejaros de mí! –gritó ella, agarrándose el pecho como si le doliese y mostrando cara de desesperación.
-Dudo que sirva de algo insistir -dijo Nara, con cierta nostalgia en su voz-. Conozco a Kar desde hace mucho tiempo. En el momento en que toma una decisión no va a dar su brazo a torcer. Además, si lo hace estoy segura de que es por una buena razón. Si te apetece cualquier cosa, no dudes en pedírnoslo –sentenció, sonriendo.

Sarah intentó replicar, pero no le salieron las palabras. Era incapaz de creer que existiese gente como ellos, lo que le hizo que el recuerdo de Yami volviese a su mente.
-Vamos al sótano. Estoy seguro de que Kar llegará enseguida -sentenció Remi.

No hay comentarios:

Publicar un comentario