Acostada sobre el frío y oxidado banco, en aquella sucia
celda, Sarah intentaba descansar pese a que la culpa y el arrepentimiento la
seguían torturando.
Incapaz de relajarse, decidió quedarse sentada. No podía
pensar en nada más, en su mente sólo había voces que la hacían sentirse la peor
escoria de la raza humana, obligándola a recordar, una y otra vez, cómo su
espada atravesaba el corazón de la persona a quien había considerado como un
padre.
Mientras seguía dándole vueltas, sus dedos acariciaron un pequeño
anillo con una pluma incrustada en él. Se trataba de un recuerdo anterior a la
inyección de Radiar. Sin embargo, al igual que cualquier otro usuario, era
incapaz de recordar por qué lo tenía o de dónde lo había sacado, pero tenía la
sensación de que era algo importante que debía conservar y que, por suerte, le
habían permitido conservar.
Se preguntaba cómo estaría la situación en el exterior. Si
Kareth se habría marchado de Yohei Gakko para realizar alguna misión o si sus
habitantes habrían llorado la muerte de Yami.
Perdida en aquel mar de tristeza, se sorprendió un poco
cuando escuchó el ruido de pasos acercándose a su celda, pero no tardó en
sospechar que se trataba de sus ejecutores.
Poco después, aparecieron ante ella cuatro personas
pertenecientes a Karma, junto con su líder.
-Llegó la hora. Por la presente autoridad que le corresponde
a Karma, seremos los encargados de llevarte hasta el lugar en el que se
producirá la ejecución. Levántate, por favor.
“Qué formal”, pensó ella, asintiendo y obedeciendo sus
órdenes. Pese a su finalidad, se consideraba una especie de evento. Supuso que
de ahí venía ese lenguaje, en lugar de tratarla con insultos y gritos. Puede
que eso llegase más tarde.
Entonces, esperó a que abriesen la puerta y le pusiesen las
esposas y grilletes, siendo llevada de los brazos al exterior.
Mientras tanto, Kareth observaba la prisión desde uno de los
puntos más altos que conocía en Yohei Gakko. Pese al poco tiempo para
prepararlo, ya tenía un plan a seguir. Desde allí, divisó a la multitud
presente en el lugar de la ejecución. Dada la cantidad, no podía evitar pensar
que se había convertido en alguna clase de espectáculo, aunque se alegraba de
que los niños no pudiesen verlo. De cualquier forma, él mismo iba a encargarse
de evitar que pasase. Con ello en mente, desvió la mirada hacia la zona en la
que se encontraba Remi, dispuesto a cubrir su retaguardia.
Así pues, llegó el momento en que Sarah salió de prisión. La
acompañaban cuatro escoltas además de Lethos, quien iba a la cabeza. No
tardaron en situarse frente a la multitud, donde también esperaba Rokudo, para
dar comienzo a la ejecución.
En un lateral se erigía la justicia de Yohei Gakko. Los
grandes mandatarios que habían decidido el día en el que se iba a dar muerte a
la chica. Una serie de personas capacitadas (o al menos así se las consideraba)
que conocían bien las leyes y el modo de hacerlas cumplir. Aunque, a ojos de
Kareth, esta vez se habían equivocado completamente.
-Bienvenidos –dijo Rokudo, con voz calmada y acallando a la
multitud- Como ya sabéis, hoy nos encontramos aquí con el fin de ejecutar a la
asesina de uno de los miembros de alto rango de Comhairle, Yaminari Darker, a
quien le fue arrebatada su vida hace aproximadamente dos días, siendo
atravesado su corazón por una espada. En base a los hechos, la justicia de
Yohei Gakko ha decidido que su sentencia sea la pena de muerte, para lo que
utilizará la misma espada con la que ella asesinó a la víctima. Si nadie tiene
algo más que añadir, procederemos.
“Maldito seas, matarla con esa espada, ¿es que quiere hacerla
sufrir más de lo que ya lo ha hecho?”, pensó Kareth, apretando los dientes.
Nada más finalizar aquel pequeño discurso, Rokudo dio paso al
verdugo que se encargaría de hacer el trabajo. No era el típico individuo
corpulento, que se tapaba la cabeza con un saco y blandía una gran hacha como
si fuese un palo, tal y como se rumoreaba que se hacía en otras épocas mucho
más anteriores. Era una persona bastante normal salvo por el hecho de llevar
puesta la máscara de un demonio y vestir con ropajes oscuros ya que, incluso en
la cultura actual, el color negro seguía simbolizando la muerte.
La vista de Kareth le permitió ver la expresión de Sarah.
Tenía los ojos cerrados, como si no quisiese enfrentarse a la muchedumbre
enfurecida. Ni siquiera debían de quedarle lágrimas con las que llorar su
propia muerte, puesto que se habrían secado al lamentar la de Darker. Si a eso
le sumaba el hecho de que ella misma se consideraba culpable, era comprensible
que no tuviese fuerzas para sentir pena por ella misma. Aquello le resultaba
molesto. ¿De verdad tenía que rendirse tan pronto? Kareth estaba seguro de que
la chica no quería morir. Estaba seguro de que, en el fondo, esperaba que todo
se solucionase. Quería convencerse de ello.
Había llegado el momento de actuar. Echando un último vistazo
al lugar de la ejecución, a fin de calcular bien la distancia que debía saltar,
se situó en el borde del edificio y encogió las piernas. Acto seguido, sacó
algo de su teletransportador y le hizo una señal a Remi, quien preparó su arma.
Por otro lado, en la zona de ejecución, dos miembros de Karma
obligaron a Sarah a ponerse de rodillas. A su vez, el verdugo alzó la espada,
disponiéndose a cumplir con su trabajo. Fue entonces cuando Rokudo preguntó,
como era costumbre en estos actos, por la última voluntad de la joven.
- No tengo nada que decir. Acabad con esto de una vez –afirmó
mientras su voz se quebraba.
-Como desees -dijo Rokudo, alejándose de allí.
La gente estaba expectante. De repente, todo había quedado en
silencio. Ni abucheos, ni gritos, ni insultos. Puede que verla aceptar su
propia sentencia les hubiese dejado sin palabras. Que fuese la primera vez que
observaban un caso como ése. O que, simplemente, la tensión acumulada por lo
que estaba a punto de suceder, les hubiese enmudecido.
En ese momento, una explosión rompió el silencio, dando lugar
a una intensa humareda que lo cubrió todo. Acto seguido, una figura vestida con
capa apareció desde arriba y penetró entre el humo, saliendo segundos después a
una velocidad pasmosa.
Aquella situación provocó el pánico entre la multitud, de
manera que la mayoría de los que estaban allí corrieron a buscar refugio para
evitar un mal mayor.
Cuando por fin se hubo disipado el humo, se pudo observar
tanto a los guardias, así como al resto de personas junto a la acusada, en el
suelo y tosiendo.
-¡¿Qué ha pasado?! -preguntó Lethos, alterado y confuso.
-¡La chica ha desaparecido! –exclamó uno de los guardias.
-¡¿Qué?! ¡¿Cómo es posible que haya desaparecido delante de
nosotros?!
-Me temo que alguien la ha ayudado.
-¡Señor Rokudo! –exclamó Lethos al escuchar las palabras del
sucesor de Darker.
Levantándose del suelo, Rokudo se espolsó el polvo de la
ropa. Su expresión transmitía tranquilidad, como indiferente a lo que acababa
de pasar.
-¿Está bien? -preguntó Lethos.
-Sí. Más importante, será mejor que empecéis a buscarla
cuanto antes.
-¡S-sí, señor!
Dicho esto, Lethos empezó a dar órdenes para que Karma se
movilizase. Algunos de sus miembros se encargaron de tranquilizar a los civiles
mientras otros se organizaban en patrullas de búsqueda. Rokudo desplazó la
vista hacia el edificio en el que anteriormente había estado Kareth. Tras esto,
sonrió.
Sarah todavía tenía los ojos cerrados. Entre el humo y la
confusión, no había tenido tiempo de abrirlos. Sentía que alguien la sujetaba
por la cintura y la levantaba por el aire entre salto y salto. Una vez hubo
reunido la suficiente, decidió echar un vistazo.
La persona que cargaba con ella se había ocultado bajo una
capa. Se movía de edificio en edificio, rápidamente.
-¿Q-quien eres? –preguntó.
-Un amigo de la justicia –contestó con simpleza.
-¿A-amigo de la justicia?
-No te preocupes, cuando lleguemos a un lugar seguro te
explicaremos todo.
-¿Explicaremos? –aquella conversación sólo estaba
consiguiendo confundirlas aún más.
-¡Por aquí! –exclamaron las voces de miembros de Karma que
habían logrado dar con ellos.
-¡Mierda! ¡Son mejores de lo que pensaba! Es bueno saber que
la seguridad de Yohei Gakko no está llevada por unos debiluchos. Lástima que
ahora mismo eso no nos convenga.
En ese instante, un disparo de procedencia desconocida
impactó sobre los guardias, quienes salieron despedidos hacia atrás,
perdiéndose de vista por el momento.
Aprovechando la ocasión, el encapuchado bajó del edificio en
que se encontraba y se introdujo por un callejón. Allí lo esperaba otro
encapuchado que le hizo señales para que le siguiese.
Abriendo una pequeña puerta, los tres entraron en una especie
de almacén.
-No creo que podamos permanecer mucho tiempo aquí, pero será
suficiente para que se despeje un poco el área -informó uno de los
encapuchados, cerrando la puerta, no sin antes comprobar que nadie les seguía.
El segundo de ellos, quien llevaba a la chica en brazos, la soltó,
permitiéndola caminar con sus propios pies.
-¿Quienes sois? -volvió a preguntar, empezando a tomar una
actitud desafiante.
Al escuchar su tono, Kareth y Remi se quitaron la capucha.
-Amigos de la justicia -repitió Kareth.
-¡¿K-Kareth?! ¡¿Qué diablos estás haciendo?!
-¿No es obvio? Salvarte la vida.
-Pero, ¡¿os dais cuenta del lío en el que os habéis metido?!
¡Os van a matar!
-Ya conocemos las consecuencias. Llevamos siendo estudiantes
aquí desde hace tiempo. Así que conocemos sus leyes.
-¡Pero…!
-No nos importa.
Viéndose interrumpida, la chica se quedó en silencio,
calmándose un poco.
-Hemos decidido hacer esto por voluntad propia. Así que te
sacaremos de aquí e iremos a un lugar donde no puedan alcanzarnos –dijo Kareth.
-Lo primero será buscar un escondrijo mejor que éste –propuso
Remi.
-Lo sé, pero ¿dónde?
-¿La cafetería Seigari?
-¡¿Estás loco?! –se enfadó Kareth.
-Sé que es arriesgado, pero allí tienen un sótano donde
podemos escondernos, y su casa está bien resguardada. Estaríamos seguros
mientras pensamos en una forma de escapar –explicó Remi.
-¡Agh! ¡Maldito seas tú y tus argumentos! –se quejó Kareth
mientras se debatía entre hacer caso a su amigo y buscar otras opciones.
-¡Buscad por aquí! -fuera del almacén podía escucharse la voz
de los guardias de Karma.
-¡Ya están aquí! -avisó Remi, acercándose a la puerta con su
arma alzada.
-No tenéis por qué hacer esto –dijo Sarah.
-A estas alturas ya no hay vuelta atrás. Laméntate cuando
salgamos de aquí. ¡Remi!
-¡Dime!
-Cuida de ella. Todavía no saben que somos dos, así que
saldré yo primero y los distraeré. Mientras tanto lleva a Sarah hasta la
cafetería.
-Entendido.
-¡¿Vas a salir tú solo?! –replicó ella.
-No te preocupes por él. Cuando quiere, sabe apañárselas.
Demasiado bien, diría yo –bromeó Remi ante la incredulidad de la joven.
-Estaré bien. No tardaré en reunirme con vosotros.
Tras despedirse, Kareth se puso la capucha de su capa sobre
la cabeza y salió a la vista de sus perseguidores. Después de un rato, y
asegurándose de que la zona estaba despejada, llegó el turno de salir para
Sarah y Remi.
Corriendo por el sector de ocio, Kareth se dio cuenta de que
apenas había civiles o estudiantes, ya que la mayor parte había asistido a la
ejecución. Por suerte, aquello evitaba distracciones y facilitaba su
movimiento.
Puesto que mantenía la vista al frente, no pudo contar bien a
sus perseguidores, pero, con un rápido vistazo, llegó a distinguir a cuatro de
ellos, aunque quizás hubiese más escondidos. Al fin y al cabo, habían sido
entrenados en el mismo sitio que él. No podía bajar la guardia.
Como si hubiesen leído sus pensamientos, uno de ellos
apareció delante de él. Se trataba de Lethos, quien avanzó rápidamente hacia él
y lanzó un ataque directo a su cuello mediante un fino cuchillo. Iba a matar.
Por suerte, Kareth consiguió esquivarlo a tiempo agachándose
y realizando una voltereta una voltereta hacia delante para controlar la
inercia de su carrera. Sin embargo, aquel movimiento le quitó la capucha,
descubriéndolo.
-¡¿Kar?! -se extraño Lethos, dándose la vuelta para encarar
al joven.
-Eso me temo -contestó Kareth, con una rodilla apoyada en el
suelo.
-¡Así que has sido tú quien ha secuestrado a la asesina!
-Preferiría que lo llamases “salvarle la vida”.
-¡Eso no importa! ¡¿Se puede saber en qué diablos estás
pensando?!
-¿No es obvio?
-¡No te creía tan loco como para hacer algo así!
-¿Sabes? Me estoy empezando a cansar de que la gente me
considere uno -respondió el chico, levantándose.
-¡No hay otro nombre para alguien que pretende enfrentarse a
una ciudad entera por una asesina!
-No, Lethos. Ella no es la asesina.
-¡El señor Rokudo dijo que aquellas pruebas eran falsas!
¡Deja de engañarte, Kar!
-Me pregunto quién es el que está siendo engañado.
-¡¿Qué dices?!
-¡Ese tipo es un farsante, Lethos! ¡Os está mintiendo a
todos!
-¡¿Cómo puedes decir algo así?!
-¡¿No te das cuenta?! Siendo el sucesor de Yami, a él era a
quien más le convenía su muerte. De hecho, ¿qué motivos iba a tener la asesina
para matarlo?
-¡Kareth, ella fue…!
-¡Sé de sobra lo que ocurrió! ¡Y no tengo explicación de cómo
llegó a suceder! Al menos, no todavía. Pero, ¿no te das cuenta de que hay algo
que no encaja en todo esto?
-Kar...
-Lethos, por favor, escuch…
-¡Ya es suficiente, Kar!
-Pero…
-¡He dicho que es suficiente! –exclamó el líder de Karma,
apretando fuertemente la empuñadura de su cuchillo- Los hechos son los hechos.
Los motivos que tuviese no me importan. Dime, ¿acaso puedes probar que fue el
señor Rokudo quien mató al señor Darker?
Por desgracia, Lethos tenía razón, no podía demostrar nada.
-Lo suponía. Kareth, voy a darte una oportunidad. Si te
entregas y me dices ahora mismo dónde está la chica, puedo asegurarte que me
ocuparé personalmente de que no se te considere cómplice. De lo contrario, no
tendré más remedio que testificar en tu contra. Y ya conoces la pena que
impondrán.
Ambos se miraron fijamente. Mientras hablaban, el resto de
miembros se habían dispuesto a su alrededor, bloqueándole la retirada.
Kareth suspiró.
-No pienso pelear contra ti –declaró.
-Gracias por entenderlo, entrégate y…
-¡No me malinterpretes! –interrumpió-. He dicho que no voy a
pelear contra ti, pero mi objetivo sigue siendo el mismo. No me voy a detener,
Lethos. Ni tú tampoco.
Lethos guardó silencio durante unos instantes, mostrándose
dubitativo con respecto a lo que acababa de oír.
-Ya veo. Entonces serás capturado y ejecutado al igual que
ella –dijo, poniéndose en guardia.
-Siento repetirme, pero no me vas a detener –le desafió
Kareth.
-¡A por él! -exclamó el líder de Karma.
Dos de los guardias se abalanzaron sobre Kareth, quien se
agachó a tiempo para evitar ambos ataques. Acto seguido, apoyó sus dos manos
sobre el suelo, y golpeó sus mentones con la planta de los pies. Percibiendo
que sus compañeros no se iban a quedar quietos, apretó su teletransportador,
haciendo aparecer, delante de él, el arma que ya había usado en la prueba
final.
Entonces, cogió la cadena que unía las espadas e hizo que
girasen a su alrededor como un molino de viento, realizando varios cortes al
resto de guardias.
-¡Conmigo no te resultará tan fácil! -gritó Lethos, quien
había sacado un segundo cuchillo y avanzaba hasta él dispuesto a acabar con él.
De nuevo, Kareth logró evadir su ataque a tiempo,
aprovechando el escaso tiempo que había conseguido para cambiar su arma por dos
bombas de humo, que utilizó al instante para cegar a sus oponentes.
-¡¿Qué...?! –se quejó Lethos, tapándose los ojos con el brazo
y poniéndose a toser por el humo- ¡Otra vez!
-Ya te lo he dicho, no pienso pelear contra ti.
-¡Me da igual dónde te escondas! ¡Te atraparé!
-En ese caso, te estaré esperando –mientras contestaba, la
voz de Kareth fue atenuándose más y más hasta desaparecer.
Cuando se hubo disipado el humo, ya no quedaba rastro de él.
Por otro lado, Remi y Sarah llegaron al lugar acordado, vigilando
que nadie les siguiese.
Ni Nara ni su tío habían ido a la ejecución, por lo que ambos
se encontraban en la cafetería. Esto, en cierto modo, facilitaría un poco las
explicaciones.
También era de agradecer que no hubiese clientes ese día.
-¡Perdón! ¡Sentimos interrumpir! –dijo Remi, irrumpiendo con
fuerza en el local.
-¡Uaaah! –gritó Nara, asustándose por la repentina entrada de
los fugitivos y tropezándose con una de las tantas sillas del establecimiento,
cayendo al suelo de rodillas.
-¡¿Remi?! ¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Y quién es esa chica?! -el
dueño de la cafetería y estaba detrás de la barra, al parecer, limpiando
algunos vasos-. ¡Espera! ¡¿No es ésa la asesina?! ¡¿Qué hace ella en mi
cafetería?!
-Em… esto… bueno… Kareth y yo… -intentó explicar el joven,
trabándose por las prisas.
-Tranquilo, chico. ¿Quieres tomar algo mientras me lo
explicas?
-¡¿Tío?! -preguntó Nara, incrédula.
-Sí… gracias… ¡No, espera! ¡No es momento para esto!
–respondió Remi-. Metámonos en la cocina. Allí estaremos más seguros.
Tras una rápida explicación, tanto Nara como Seigari fueron
informados de la situación.
-Así que la habéis secuestrado y salvado su vida –dijo
Seigari.
-Sí, aunque...
-Y ahora os están persiguiendo –interrumpió el hombre.
-Sí…
-Y vosotros creéis en su inocencia.
-S-sí…
Remi se sentía algo incómodo por la mirada que le dirigía el
dueño de la cafetería.
-Ya sabéis dónde está el sótano. Usadlo para esconderos –dijo
Seigari
-¿Qué? –sorpresa fue la reacción que tuvieron los demás.
-¿Hablas en serio? -esta vez fue Remi quien preguntó.
-Tan en serio como que soy el dueño de este sitio. Confío en
vosotros, así que ¿por qué iba a negarme a ayudarla yo también? -Seigari
desplazó la vista hacia la chica peliazul-. Sarah, ¿verdad? -ella asintió-.
¿Quieres tomar algo? -preguntó con completa normalidad mientras volvía a lo que
estaba haciendo.
-¿Por qué?
Todos la miraron.
-¡¿Por qué hacéis esto?! ¡¿No os dais cuenta de que irán a
por vosotros?! ¡Soy una asesina! ¡Yo misma acepté mi culpa! ¡Deberíais
entregarme y alejaros de mí! –gritó ella, agarrándose el pecho como si le
doliese y mostrando cara de desesperación.
-Dudo que sirva de algo insistir -dijo Nara, con cierta
nostalgia en su voz-. Conozco a Kar desde hace mucho tiempo. En el momento en
que toma una decisión no va a dar su brazo a torcer. Además, si lo hace estoy
segura de que es por una buena razón. Si te apetece cualquier cosa, no dudes en
pedírnoslo –sentenció, sonriendo.
Sarah intentó replicar, pero no le salieron las palabras. Era
incapaz de creer que existiese gente como ellos, lo que le hizo que el recuerdo
de Yami volviese a su mente.
-Vamos al sótano. Estoy seguro de
que Kar llegará enseguida -sentenció Remi.
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