La prueba había terminado. Los participantes continuaron
llegando uno tras otro a la meta y tomaron la misma posición desde la que
habían partido.
Poco después, aparecieron frente a ellos el director y el
mandamás de Comhairle.
-Buen trabajo a todos. Dentro de poco saldrán los resultados.
Tened en cuenta, aquellos que no hayáis conseguido una llave, que vuestras
habilidades serán valoradas mediante las cámaras que os han grabado durante
todo el evento, dándoos la posibilidad de aprobar. Asimismo, aunque rara vez ha
sucedido, aquellos que hayáis conseguido llaves podréis ser degradados si las
grabaciones demuestran que las conseguisteis de maneras poco adecuadas o sin
demostrar ninguna capacidad –advirtió el director.
Se produjo un murmullo entre los estudiantes. Algunos
mostrándose molestos.
-Descansad un rato hasta entonces.
-Parece que incluso habiendo conseguido las llaves podríamos
ser eliminados -comentó Remi, sentado en el suelo de la plataforma desde la que
habían comenzado la prueba.
-Hombre, yo creo que lo hemos hecho bastante bien, ¿no? Tengo
confianza en mis habilidades –declaró Kareth.
-Yo también. Pero, ya sabes, seguramente hayan grabado lo
ocurrido en aquella clase. Dejarse atrapar de manera tan simple podría suponer
el suspenso.
-No le des más vueltas. Al final, hemos dado con la solución.
Y por nuestros propios medios. Además, hemos demostrado que, pese quedar
atrapados, podemos apañárnoslas para escapar.
-Mm… Supongo que tienes razón.
No pasó mucho tiempo hasta que llegaron los instructores de
su sector, acompañados del director, el mandamás de Comhairle y sus
guardaespaldas. Kareth pudo ver a Sarah situada a su derecha.
-Muy bien -quien se disponía a dar los resultados era el
mandamás-. Los aprobados han sido treinta y cinco personas.
“Menos de cuarenta. Eso significa que ha habido bajas entre
aquellos que han conseguido llaves”, pensó Kareth, observando al director.
“Menos mal que era algo inusual”, el chico sonrió irónicamente.
-Los nombres de los aprobados son los siguientes…
Conforme fueron nombrando a los alumnos, estos dieron saltos
de alegría, mostraron signos de alivio, o levantaron el brazo en señal de
victoria. Kareth y Remi todavía seguían expectantes, ya que todavía no habían
dicho sus nombres.
-Mierda, ¿a que al final suspendemos?
-¡Remi! ¡No seas gafe que te la ganas! –exclamó Kareth.
-…nº 63 Merkah, nº
14 Lana, nº 19 Kareth, nº 32 Remiem…
-¡Sí! -exclamaron Kareth y Remi.
Al escuchar sus gritos, los alumnos más cercanos se giraron
hacia ellos.
-Ah, lo siento -se disculpó Kareth, agachando ligeramente la
cabeza.
-…nº 70 Weird, nº 44 Tara…
-¡Oh! Parece que ellos dos también lo han conseguido. Puede
que su capacidad para el espionaje también haya sido tenida en cuenta –comentó
Remi
-Tampoco sabemos lo que han hecho antes de seguirnos. Pero
bueno, de Tara no me extraña. Es bastante buena -sentenció Kareth.
Una vez se hubo terminado de leer la lista, se pudo observar
el contraste de la alegría de aquellos que habían aprobado con la pena y
frustración de los que habían suspendido.
-Enhorabuena a los aprobados. A partir de mañana se os podrá
empezarán a encomendar misiones, pero esta noche, espero que disfrutéis de la
fiesta de graduación. Espero veros por allí –dijo el director.
Así pues, llegó la noche. Kareth, Remi y otros muchos estudiantes,
se encontraban en el recinto en el que se celebraba la fiesta de graduación,
que no era otro que el establecimiento donde trabajaba Nara. Los dos jóvenes se
hallaban sentados junto a una de las mesas, al fondo. En ese momento, un chico
se acercó y se sentó junto a ellos.
-Y aquí está el tío de la garra -se mofó Remi.
-Vamos, vamos, no estaréis cabreados, ¿verdad? –dijo Weird.
-No exactamente... –Remi lo miró fijamente.
-¡¿Qué quieres decir con eso?!
-Tranquilo, Weird. No estamos enfadados. En la guerra todo
vale, y vuestra estrategia fue bastante ingeniosa. No conseguimos darnos cuenta
de que nos seguíais.
-Ahora no te pongas a halagarlo –se quejó Remi.
-A estas alturas, no es como que importe mucho. Al fin y al
cabo, todos hemos superado la prueba –dijo Kareth.
-Supongo que tienes razón –contestó Remi.
-Por cierto, ¿dónde está Tara? -preguntó Kareth.
-Pues no lo sé. No es que seamos demasiado cercanos. Se unió
a mí porque estaba interesada en enfrentarse a ti.
-Ya veo -entonces Kareth observó a una chica alejada de la
multitud, cruzada de brazos y apoyada en la pared de la cafetería. En sus
manos, sostenía un vaso lleno de algún tipo de refresco-. Si me disculpáis
-Kareth se levantó de su asiento.
-¿Vas al baño? -preguntó Remi.
-No, me apetece hablar con viejos rivales.
Tras esto, se dirigió hacia donde se encontraba aquella
chica.
-¿Qué hay, Tara? –preguntó, alzando la mano en señal de
saludo.
-Ah, eres tú -parecía un poco molesta.
-Cualquiera diría que no estás disfrutando mucho de la
fiesta, pese a haber conseguido pasar la prueba.
-Mm, ¿a ti qué te importa?
-¿Es porque te he vencido?
La chica desvió la mirada. Claramente, era por eso.
-Era obvio que no lo conseguirías –al escucharle, la chica lo
miró con ira contenida-. Está bastante claro que yo soy más fuerte. Rapidez,
destreza... te gano en todo. Era imposible que me vencieses.
-¡¿Pero quien te has creído que eres?! –saltó de repente
Tara- ¡Prepárate! ¡La próxima que nos veamos te derrotaré y te cerraré la
bocaza!
Poniéndose roja, Tara se marchó. Mientras tanto, Kareth la
estuvo observando hasta perderla de vista.
-Lo estaré esperando. Siempre es un placer pelear contra ti
–murmuró.
Cuando se disponía a volver con Remi, se encontró con otra
persona conocida.
-K-Kar.
-¡Oh! ¡N-Nara! Eres tú.
En ese momento, no estaba trabajando, ya que se había tomado
el día libre, por lo que, en lugar del uniforme de camarera que solía llevar,
iba vestida mucho más formal para la ocasión.
-Te queda bastante bien -sonrió el chico.
-G-gracias -ella se ruborizó.
-¿Te invito a algo? -preguntó Kareth.
-¿Eh? ¿Qué?
El chico suspiró. Conocía a Nara desde hacía el mismo tiempo
que Remi. Siempre había sido una chica un poco tímida y torpe. Aunque, sobre
todo, delante de él.
-Vamos, ven –dijo el chico mientras le pedía que se acercase
con un gesto de la mano.
Tras comprar un par de bebidas, ambos salieron a un pequeño
patio que había en la parte de atrás. Era una de las cosas que el chico
apreciaba de esa cafetería, y es que había de todo.
Así pues, se sentaron alrededor de una pequeña mesa. Desde
ahí, las estrellas podían verse bastante bien.
-¡Uah! –se sorprendió la chica al observar el cielo.
-Increíble, ¿eh? –dijo Kareth.
-No recuerdo haber visto un cielo así en Yohei Gakko.
-¿Y antes de venir aquí?
-Mm… lo cierto es que recuerdo muy poco de lo que ocurrió
antes de que me mudara con mi tío –comentó, pensativa-. Pero sí. Tengo uno de
cuando vivía con mis padres. Y es el más preciado de todos los que tengo con
ellos.
Una noche, después de cenar, mi madre dijo que tenía que
enseñarme algo. Cogida de su mano, subimos las escaleras hasta llegar a una
pequeña trampilla que llevaba a la terraza. Un pequeño rincón construido por mi
padre. No era gran cosa, pero lo recuerdo como un lugar que me relajaba mucho
Aquel día, el cielo era como el de esta noche. Algo de
ensueño. Sentada sobre sus piernas, mi madre me enseñó cada una de las
constelaciones. Luego, mi padre se unió a nosotras, y empezó a contarnos
maravillosas historias de lejanos planetas y estrellas perdidas. Aquello me encantaba.
Creía en esas historias, e imaginaba que estaba en cada una mientras observaba
el cielo. Jamás podré olvidar ese día… -de repente, su voz se quebró.
-Fue entonces cuando ocurrió todo, ¿verdad? –preguntó Kareth.
Ella asintió.
-El recuerdo más feliz con mis padres. Y también el más
triste –dijo Nara, continuando con su historia-. Me había quedado dormida sobre
el regazo de mi madre cuando me despertó el ruido de una explosión.
Abrí los ojos y pude ver el rostro de ella, aterrorizada.
Sentí como me abrazaba con fuerza. Entonces, mi padre le hizo un gesto que no
llegué a entender en ese momento: quería que mi madre y yo huyésemos, dejándole
atrás. Ella se negó.
No recuerdo exactamente que pasó después. Lo siguiente que me
viene a la cabeza es haber dejado mi casa junto a mi madre. Mi hogar estaba en
llamas, y ella lloraba. Probablemente, mi padre había muerto entre las llamas.
Miré al cielo. Ya no estaba estrellado, sino que había sido
totalmente cubierto por el humo de muchas casas ardiendo, un humo que llevaba
consigo gritos de muerte y miseria, formando nubes negras a través de las que
pude ver aviones de combate y hombres a los que les habían inyectado Radiar.
Tantísimas personas pelando entre sí.
Los civiles no importaban. Sólo su ambición por conseguir el
elemento que les haría más poderosos.
Mientras corríamos, se produjo otra explosión muy cerca de
nosotras. Las dos salimos despedidas por los aires, pero ella me protegió. Me
abrazó y cubrió con su cuerpo, golpeándose fuertemente su espalda contra una
pared y casi perdiendo la consciencia. Yo la llamaba desesperadamente, pero
estaba como desorientada, y daba la sensación de que apenas me oía.
Entonces, me miró fijamente a los ojos, puso su mano sobre mi
mejilla y me dijo, casi susurrando, que debía sobrevivir, que escapase de allí
yo sola.
Grité. Quería quedarme junto a ella. No quería abandonarla,
por mucho que me insistiese en que no lo hiciese.
Poco después, apareció mi tío. Al principió, intentó
reanimarla, pero se dio cuenta de que una tropa de soldados se acercaba a
nosotros, por lo que, sin muchas más opciones, intentó cargar con ella. Sin
embargo, mi madre se negó. Pese a que mi tío la regañó, ella siguió insistiendo
en que la dejase atrás. Y cuando él se disponía a desobedecerla, dijo algo que
le hizo callar.
Cuando quise darme cuenta, mi tío me había cogido en brazos y
se alejaba rápidamente de ella. Llorando, alargué la mano hacia mi madre,
mientras aquel grupo de soldados la rodeaba, sin dejarme volver a verla....
Kareth escuchó su historia atentamente. Era increíble que la
guerra hubiese durado tantísimo tiempo.
Destruyó y seguía destruyendo muchos hogares, pequeños
pueblos y todo lo que se ponía por medio. Debido a ello, muchas personas
intentaban buscar lugares seguros donde empezar de nuevo, generalmente en los
que los recursos todavía no se hubiesen utilizado para la batalla y pudiesen
aprovecharse. Algunos afortunados conseguían encontrar refugio en Yohei Gakko,
pero otros con menos suerte, acababan siendo capturados por uno de los bandos
que luchaban en la guerra, probablemente siendo utilizados para trabajos
forzados en pos de su causa, o como experimentos con el Radiar.
Actualmente, había tres bandos, también llamados las tres
potencias mundiales: la Unión Imber, que ocupaba las tierras del norte. Era el
más discreto y estratégico de los tres bandos aunque con el poder militar más
bajo. Presentaba batalla en momentos puntuales y basaba la mayor parte de su
fuerza en defenderse de asedios y robar el Radiar a los otros bandos.
Probablemente el espionaje también era uno de sus puntos fuertes.
Las tierras del oeste estaban ocupadas por la Facción Nix,
cuyo poder militar era impresionante, basado en
maquinaria pesada y tecnología avanzada. Probablemente, su tecnología
militar era similar a la de Yohei Gakko del manejo de las armas, sin embargo,
necesitaban una gran cantidad de recursos, teniendo que recurrir a sus propios
inventos para lograrlos, tras haber gastado gran parte de los más accesibles en
su territorio.
Por último, el Imperio Salve, que dominaba el este y el sur.
El bando que, por el momento, llevaba la ventaja, ya que poseía una gran
cantidad de Radiar, y mayor numero de personas que incluir en las filas de su
ejército. Aparte de estos tres bandos, estaba Comhairle, en el que se
encontraba él…
-¿Kareth? ¿Estás bien? -preguntó Nara, algo preocupada al
verlo tan callado.
-¿Eh? S-sí, sólo estaba algo distraído ¿Cómo estás tú? Quiero
decir. Recordar todo eso debe de haber sido duro –indicó.
Ella sonrió.
-No te preocupes. Ocurrió hace ya mucho tiempo.
Su reacción despertó en el joven un sentimiento de tristeza
que se hizo visible en su expresión.
-Ahora vivo con vosotros. Con Remi y contigo. Y tengo a mi
tío, quien ha cuidado siempre de mí.
-Nara…
-¿Eh? –se extrañó la chica al escuchar la voz ligeramente
apagada de su amigo.
-Te prometo que acabaré con esta guerra y crearé un nuevo
futuro. Un nuevo mundo –expresó con decisión- Te lo prometo.
Se hizo el silencio. Momento en el que Nara cerró los ojos y
asintió, poniendo sus manos junto a las de él.
-Confío en ti –dijo sonriente-. Estoy segura de que lo
conseguirás, Kar.
-¡Veo que os lo estáis pasando bien sin mí!
Ambos se alteraron al escuchar aquella voz, alejándose
instintivamente el uno del otro. Desviando la vista hacia el foco, descubrieron
a Remi viniendo hacia ellos.
-Ah, Eres tú - dijo Kareth.
-Pareces decepcionado –su amigo frunció el ceño.
-No, es sólo que me has sorprendido.
-Pues te aconsejo que no desvíes la mirada mientras lo dices.
Suena a mentirijillas. -contestó Remi rascándose la nuca-. En fin, no importa.
Os invito a algo, ¿venís?
-Claro -aceptó Nara-. ¿Kar?
-Ahora iré –dijo, fijando la vista en el tejado de la
cafetería.
-De acuerdo, te esperamos dentro. Si tardas mucho me beberé
lo tuyo –bromeó Remi.
-¡Ni se te ocurra!
-Eso dependerá de ti.
Entre risas, sus dos amigos se marcharon del patio, dejándole
solo.
-No tengas miedo. Son buenas personas -indicó tras asegurarse
de que no había nadie además de él.
Aterrizando en el suelo del patio, la figura de alguien se
situó frente a él.
-No quería molestar.
-No lo hubieses hecho.
-Cualquiera lo diría viéndoos a esa chica y a ti.
Kareth se ruborizó un poco. En ese momento, Sarah caminó
hacia él y se sentó en la silla que anteriormente había sido ocupada por Nara.
-Buen trabajo –le felicitó ella.
-¿Lo dices por la prueba?
La joven asintió.
-Bah, fue fácil.
-He visto las grabaciones. No me pareció que lo vieses así.
-¡Ugh! ¡Mierda! Yo que quería quedar bien.
-En cualquier caso, tú y tu amigo lo hicisteis bastante bien.
Yami parecía interesado en vosotros.
-¿Yami?
-Oh, cierto, es aquel al que vosotros llamáis “mandamás de
Comhairle”, o algo parecido.
-Ya veo. Ahora que lo pienso es cierto, nunca pregunté por su
nombre. ¿En serio le hemos causado buena impresión?
-Eso parece.
-Qué interesante. Oye, por cierto, ¿qué te trae por aquí?
-Nada, sólo quería felicitarte. Debo volver enseguida con
Yami.
-No me digas que te has escaqueado del trabajo sólo para
venir hasta aquí.
-Tranquilo, lo tengo todo controlado, soy una profesional.
Además, no creo que me digan nada.
Kareth resopló.
-En fin -la chica se levantó de la silla-. Me alegro de
verte. Quizás volvamos a hacerlo pronto. Ya sabes, puede que coincidamos en
alguna misión.
-Lo esperaré con ganas.
Ella sonrió y saltó hacia el tejado, perdiéndose de vista.
La fiesta terminó y sólo quedaron los tres amigos. Remi y
Kareth estaban ayudando a Nara a limpiar la cafetería.
-No sé porque tenemos que hacer esto -se quejó Remi.
-Porque estamos ayudando a Nara -contestó Kareth con simpleza,
recogiendo algunos vasos de encima de la mesa.
-¿Y ella por qué está trabajando si libra hoy?
-Eso mismo me pregunto yo –esta vez coincidió con su amigo.
-No puedo dejar la cafetería así -intentó defenderse Nara.
-Y nos arrastras a nosotros contigo, ¿eh? -volvió a quejarse
Remi.
-L-lo siento… -la joven se tapó la cara con las manos,
sollozando.
-¡Debería darte vergüenza! ¡La has hecho llorar! –le regañó
Kareth.
-¡No! ¡Espera! ¡Yo no pretendía...! ¡Limpiaré tanto como
pueda! –de repente empezó a trabajar más rápido.
-¡Gracias! –quitándose las manos de la cara, la chica mostró
un rostro libre de lágrimas. Lo que dejó descolocado a Remi.
-Hay que ver. Tantos años y todavía te dejas engañar por ella
–se burló Kareth.
-¡Serás…!
Remi corrió detrás de la chica mientras ella escapaba, riendo
y sacándole la lengua para cabrearle aún más. Por su parte, Kareth los
observaba con una mano en el estómago, del dolor que le producían sus propias
carcajadas.
-Bueno. Ya está -el tío de Nara, dueño de la cafetería, cerró
el establecimiento-. Gracias por vuestra ayuda, chicos.
-No hay de qué -contestaron los tres amigos al unísono.
-Y Nara. No tenías por qué quedarte a limpiar. Hoy que tenías
el día libre para aprovecharlo… -el tío desvió ligeramente la mirada hacia Kareth.
Ella pareció entender a lo que se refería, pues, avergonzada,
bajó la cabeza y jugueteó con su ropa.
-En fin. Es tarde y tenemos que volver a los dormitorios. Nos
vemos mañana, Nara. Hasta la próxima,
Seigari.
-Nos vemos, chicos -contestó el hombre.
Nara hizo una reverencia y un gesto con la mano a modo de
despedida. Parecía contenta.
-Bueno. Otro día que termina -dijo Remi mientras los dos
amigos caminaban rumbo al puente mayor que separaba la zona de ocio de la
escuela.
-¿Te das cuenta de que puede que esta sea de las últimas
veces que podamos disfrutar de este tipo de paseos? –preguntó Kareth.
-Sí. Pero, la verdad, no estoy nada nervioso con esto de
salir al exterior.
-Bueno, técnicamente nosotros ya hemos visto el exterior,
¿no?
-Otra cosa es que nos acordemos…
-Sea lo que sea a lo que nos enfrentemos, debemos seguir
adelante, Kar.
-Lo sé. Puedes estar tranquilo, no dejaré que me maten.
-Hombre, para eso me tendrás a mí. Para cubrirte las
espaldas.
-Es posible que nos envíen a misiones diferentes. ¿Qué te
hace estar tan seguro de que nos tocará juntos?
-Llámalo corazonada. Donde vaya el uno irá el otro. Eso, y
que se pueden formar grupos para las misiones -Remi rió.
-Idiota… -sin embargo, lo que dijo le reconfortó.
-Bueno, ¿qué más da ahora eso? Será mejor que estemos
preparados para lo que está por llegar.
Kareth observó el cielo estrellado.
Sabía que su vida iba a cambiar y que los días que había vivido hasta ahora
quedarían en el recuerdo, pero, en ese instante, no tenía ni idea de lo que el
futuro había reservado para él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario