Kareth se acercó a la chica.
-Sí, gracias. Y perdona las molestias -comentó mientras se
rascaba la nuca.
-No te preocupes -respondió ella.
-No, no, deberíamos haber tenido más cuidado. ¡Pedidle
disculpas vosotros también, niños!
-¡Lo sentimos! – exclamaron a coro los pequeños.
-No pasa nada, en serio…
-En cualquier caso, ha sido impresionante. Tienes muy buenos
reflejos -indicó el Viejo.
-Gracias.
-Oye, ya sé, ¿te gustaría jugar con nosotros? -propuso uno de
los niños.
-Vamos, vamos, no molestéis a la señorita, seguro que tiene
cosas que hacer -dijo Kareth.
-Oh, ahora te comportas como todo un caballero, Kar –se burló
otro de los pequeños.
-¡¿Qué insinúas?! ¡¿Qué nunca me comporto como tal?!
Todos excepto Kar y aquella chica rieron la gracia. El
primero porque se encontraba algo avergonzado y la segunda porque parecía no
comprender la situación.
-¿A qué estáis jugando? -preguntó la joven, mostrando
curiosidad.
-¿No sabes lo que es Onerariam? –preguntó Kareth, algo
sorprendido.
-Nunca he jugado.
-Qué raro, normalmente todos los que viven aquí lo conocen
–se extrañó el chico-. Da igual, si no sabes jugar yo te enseñare. Me llamo
Kareth, un placer –tras esto, extendió su mano. La chica la observó dubitativa,
devolviéndole el gesto con precaución.
-Yo soy Sarah.
Tras explicarle las reglas del juego, las cuales pareció
entender sin problema, Kareth decidió hacer una prueba jugando una partida
contra ella.
-Puesto que es la primera vez no iré en serio -declaró el
joven.
Por su parte, ella asintió, descubriendo poco después que, a
su alrededor, los niños los observaban con gran atención.
-Admiran a sus mayores. Por eso suelen emocionarse con este
tipo de partidas –explicó el chico al notar cómo desviaba la mirada-. Es
agradable, ¿verdad?
La chica no contestó.
-Bueno, para esta partida yo haré de árbitro -se ofreció el
Viejo.
-Empecemos pues -dicho esto, Kareth lanzó la pelota al aire y
saltó detrás de ésta, girando numerosas veces sobre su propio eje, y golpeando
finalmente la pelota con el codo.
En un principio, dio la sensación de que la chica no iba a
responder a su acción, sin embargo, elevándose con gracilidad, golpeó la pelota
con la rodilla a fin de elevarla aún más y, girando su cuerpo hacia atrás,
consiguió cogerla con los dos pies. Posteriormente, y todavía en el aire,
realizó varia volteretas en la misma dirección hasta casi tocar suelo, logrando
llevar la pelota a su mano derecha y golpearla fuertemente hacia Kareth, quien
se había sorprendido tanto por su habilidad que fue incapaz de continuar con la
partida, perdiendo al instante.
-¡Ganadora, Sarah! -exclamó el Viejo.
Los niños gritaron y animaron a la vencedora.
-Increíble, esto me pasa por arrogante -sonrió Kareth.
Sarah se acercó al chico y le tendió la mano igual que había
hecho antes.
-Bien jugado –le correspondió Kareth.
Mientras los niños seguían jugando, Sarah y Kareth se
sentaron en una parte del parque.
-Eres muy buena, existen pocas personas que me hayan ganado,
pero tú, que jugabas por primera vez, lo has hecho sin despeinarte –la halagó
Kareth.
-La suerte del principiante
-Eso no ha sido suerte. Tienes grandes habilidades para esto.
Esta vez, Sarah decidió mantenerse en silencio.
-Por cierto, no eres de por aquí, ¿verdad? –preguntó, notando
como ella reaccionaba con sorpresa- Alguien a quien no le suene este juego
significa que procede del exterior. Al menos suele ser así.
-He llegado aquí esta mañana –confesó.
-¿Eres nueva en la escuela?
-No. Bueno. No exactamente…
-¿Entonces?
Aquella serie de cuestiones comenzaron a incomodarla.
-¡Ah! Perdona. Me ha podido la curiosidad.
-No importa. Puede que hayas escuchado algo. Hoy venían a la
escuela algunos de los guardaespaldas de un miembro de Comhairle.
-Ah, sí. Algo he oído –de repente, Kareth pareció caer en la
cuenta de algo- ¡Espera! ¡No me digas que eres una de esos guardaespaldas!
Ella asintió.
-¡Increíble! Una chica tan joven y con un cargo tan
importante.
Al decir esto, creyó entrever cierta confusión en su
expresión, aunque no estaba seguro de si era impresión suya.
-Mmm, ya sé –reaccionó Kareth.
-¿Eh?
-Si aún no conoces este sitio, ¿qué te parecería si te lo
enseño yo mismo?
-Pero…
-Tómalo como una compensación por cuando han estado a punto
de darte con la pelota.
-Ya te dije que no te preocupases
- Bueno, pues entonces como un premio al ganador.
Sarah no supo que decir.
-No tienes nada que perder –intentó convencerla el chico.
Tras mirarlo fijamente durante un buen rato, todavía
reflejando en su rostro los mismos gestos que al conocerla, suspiró
-Está bien –accedió.
De esa forma, los dos emprendieron camino por la zona de
ocio.
-Lo primero que debo preguntarte es: ¿Cuánto has visto de
esta zona?
-Únicamente el parque donde acabamos de estar y el lugar en
el que me alojo.
-¿El lugar en el que te alojas?
-Ahí.
Señaló uno de los edificios que más resaltaban de la ciudad,
uno de los hoteles en los que descansaban aquéllos que venían de fuera de Yohei
Gakko, puesto que los alumnos tenían sus dormitorios dentro de la zona escolar
y otros residentes sus propias casas en la zona de ocio. En cualquier caso, el
hotel señalado por Sarah era uno de los más caros del allí, por no hablar de
que la entrada al recinto estaba adornada y dispuesta para dar una gran
bienvenida. Era por este motivo que también se podía observar una gran cantidad
de gente acumulada alrededor de numerosos vehículos de carrocería y colores
similares, o algunos guardaespaldas apoyados en la entrada.
-Ya veo… -suspiró Kareth- Menudo lujo. Bueno, entonces te
llevaré a algunos sitios que conozco.
Después de eso, continuaron con su paseo hasta llegar a una
pequeña cafetería.
-Buen sitio, ¿eh? Ideal para descansar. Además, hacen un
pastel especial que está para chuparse los dedos. Venga, que te invito a algo.
Nada más entrar, se sentaron en una pequeña mesa vacía que se
encontraba en una de las esquinas del local, un poco apartada del resto de
clientes. Enseguida vino una camarera a atenderles.
-¿Qué desean? ¡Oh! ¡Kar!
-¿Qué hay, Nara?
Al ver a su acompañante, la joven llamada Nara, se mostró
ligeramente alterada.
-¡¿Eh?! ¡Ah! ¡B-bien! ¡Todo bien! ¡Uy! - reaccionando con
nerviosismo se le cayó la libreta en la que apuntaba las peticiones.
-¡L-lo siento! Um, ¿q-quieres lo de siempre?
-Sí –afirmó el chico animadamente.
-De acuerdo –ahora, sus mejillas habían adoptado un ligero
tono rojizo- P-por cierto, ¿quién es? –comentó refiriéndose a Sarah.
-Oh, cierto. No os he presentado. Se llama Sarah, una chica
que acabo de conocer hace poco y a la que le estoy enseñando Yohei Gakko.
Sarah, ella es Nara, una buena amiga mía.
-E-encantada -saludó Nara.
-Lo mismo digo -respondió Sarah.
-Bueno, a ella la invito yo, así que ponle lo que pida -dijo
Kareth.
-Vale, ¿qué te pongo entonces?
-A ver...
Sin pensárselo dos veces, señaló una página entera de la
carta. Nara y Kareth se llevaron una mano a la frente mientras la joven
peliazul los miraba confusa.
-¿N-no sería mejor que eligieses sólo una cosa? –sugirió
Nara.
-Da igual. Pónselo.
-¿E-estás seguro? –Nara no tenía muy claro la afirmación de
su amigo.
- Sí. Eso creo…
Tras despedirse de Nara y salir de la cafetería, Kareth
observó con tristeza su cartera casi vacía.
-L-lo siento -se disculpó Sarah.
-N-ni lo menciones, al fin y al cabo, he sido yo quien ha
aceptado.
Hecha la primera parada, Kareth continuó haciendo de guía.
Pasaron por varios restaurantes, centros de entretenimiento,
pequeñas tiendas y otros lugares en los que pasar el rato, como parques e
incluso polideportivos. Finalmente, ambos llegaron a un edificio situado en el
centro de aquel sector.
-¿Y esto? -preguntó Sarah.
-¿Eh?
-Ese edificio de allí. Me llamó la atención al llegar.
-Ah, ¿te refieres a ése? Es el centro de control e
investigación de la escuela. Es aquí donde se almacenan los datos de los
estudiantes, se procesan las armas y el dinero que llega desde Comhairle, se
investigan los progresos del Radiar en estudiantes, etc. En resumidas cuentas,
es el lugar donde se administra todo lo relacionado con el sector de la
escuela, y lo que hace que se mantenga el propósito de la escuela así como su
funcionamiento
-Es gigantesco -comentó la chica estirando el cuello, de una
forma un tanto graciosa, para tratar de ver la parte más alta.
Al cabo de un rato llegaron hasta un puesto de helados.
-Si quieres esta vez invito yo -propuso Sarah.
-¿Tienes dinero?
-Me dieron esto al llegar aquí -la chica le enseñó un sobre
donde había un montón de dinero. A Kareth comenzaron a caerle lágrimas de los
ojos.
-¿Ocurre algo? -preguntó la joven, inocentemente.
-No, tranquila...
Acto seguido, se acercaron al puesto y se plantaron frente al
vendedor.
-¿Puedo ayudaros? -preguntó amablemente.
-Yo, nunca he comido uno de estos -confesó la chica, de
repente.
-¡¿Qué?! ¡¿Y lo dices ahora?! -exclamó Kareth. Tras un largo
suspiro, fue él quien pidió por ella- Uno de éstos, por favor, y lo mismo para
mí –dijo mientras señalaba el producto en el cartel que había expuesto junto a
la heladería.
Una vez tuvieron sendos helados, se sentaron en un banco
perteneciente a una pequeña plaza. Desde allí se podían observar varios
vehículos desplazarse, no muy numerosos y la mayoría consistiendo en
transportes públicos.
-¿Qué te ha parecido la visita? –preguntó Kareth antes de
darle un lamido a su helado.
-Es bonito.
-¿Bonito? –el joven no esperaba ese adjetivo.
-Sí. En tiempos de guerra es difícil ver un sitio así.
Parques, tiendas, niños jugando, personas hablando unas con otras, tan
plácidamente y sin ningún miedo a lo que pueda estar sucediendo fuera…
-¿Has estado en el exterior?
Ella asintió.
-Yo sólo he oído historias o testimonios. Espero que dentro
de poco tenga mi primera misión fuera de Yohei Gakko.
-No es un mundo en el que desearías estar…
-Me imagino, pero tomé la decisión de ser uno de los soldados
que acabaría con esta guerra, así que lo considero mi deber. Por cierto, ¿cómo
es que llegaste a ser guardaespaldas de Comhairle?
-No lo recuerdo.
-Ya veo, Radiar, ¿me equivoco?
Volvió a asentir.
-En fin, es mejor no hablar más sobre te…
En ese momento, apareció frente a ellos un pequeño animal de
aspecto similar al de un gato, sólo que más grande y con un pequeño cuerno
puntiagudo en la cabeza.
-¡Oh! ¡Un fenrir! -exclamó Kareth.
-¿Un fenrir?
-Sí, se podrían considerar uno de los efectos secundarios de
la guerra, mutaciones a partir de los seres llamados gatos que surgieron
durante el desarrollo de estos quinientos años. Ahora son considerados una
especie distinta.
-Nunca había visto uno.
De hecho se supone que
son difíciles de ver ya que prefieren no mantener mucho contacto con el ser
humano ¿Qué hace uno aquí?
Sarah acercó el helado al animal, el cual, tras olisquearlo
un poco, se alejó.
-No creo que eso le guste mucho.
Pese a sus consejos, ella continuó con sus vanos intentos de
llamar la atención del animal.
-Y ha optado por ignorarme... –dijo Kareth, llevando su mano
hacia el teletransportador en su muñeca y, tras configurarlo, hizo que ante él
apareciese una especie de pescado, el cual cogió y acercó al fenrir, que huía
de su perseguidora. Cuando el félido observó el alimento, se acercó a éste,
tras olerlo, igual que como había hecho con el helado, le dio un pequeño
mordisco.
-¿Qué le has dado?
-Pescado. Parece que le gusta más pese a haber sido
teletransportado.
-¿Eh?
-Cuando teletransportas comida, ésta suele perder
características. Por eso no se recomienda hacerlo. ¿Quieres probar a darle de
comer? –preguntó Kareth.
Después de echar un vistazo a cómo el animal devoraba el
pescado, Sarah accedió a alimentarle, recibiendo del chico algunos trozos
carentes de espinas.
-Si no está recomendado, ¿por qué has teletransportado uno?
–preguntó Sarah, mientras probaba a acercarle uno de los trozos al fenrir.
-Nunca se sabe cuando puedes necesitar comida, así que lo
guardé en la memoria del teletransportador –contestó él con normalidad.
Al salir de la plaza, continuaron un poco más con la
travesía, deteniéndose finalmente cerca del hotel en el que ella se alojaba.
-Muchas gracias por esta visita –declaró la joven.
-No hay de qué. Espero volver a verte pronto.
-Yo también. Ha sido divertido, Kareth.
-Jaja, me alegro. Buenas noches.
-Buenas noches -dicho esto, se introdujo en él hotel, mostrando
en la entrada la prueba que la identificaba como guardaespaldas.
-Una chica interesante. ¡Oh! ¡Ahora que me acuerdo! ¡Había
quedado con Remi para vernos más tarde! ¡Si se me hace tarde, no podré comer
gratis en ese restaurante!
Lo más rápido que pudo, corrió hacia el establecimiento.
-¡Mierda! ¡Llegaré tarde si no cojo un atajo!
Dicho y hecho, se introdujo en un estrecho callejón de
aspecto tétrico y en el que, entre que era de noche y que la luz artificial
apenas lo iluminaba, le costaba distinguir el camino.
Tras un buen rato corriendo, llegó a un espacio un poco más
abierto dentro del mismo callejón, sin embargo tuvo que detenerse cuando su
instinto le alertó de un peligro cerca de su posición.
-Vaya, vaya.
-Tenemos aquí a alguien que quiere darnos su dinero.
-O quizás ser nuestro subordinado.
Un grupo de jóvenes salió de entre la oscuridad y le cortó el
paso. Otro grupo apareció segundos más tarde detrás de él, impidiéndole la
retirada. Por su aspecto de delincuente, y por lo que decían, estaba claro que
no tenían muy buenas intenciones.
-Ah… -suspiró Kareth.
-¿Qué te pasa? ¿Te has cagado de miedo? –le preguntó uno de
los delincuentes.
Lo más bajo de Yohei Gakko. Personas que habían dejado atrás
sus ideales y utilizaban las habilidades obtenidas mediante el Radiar para
extorsionar o abusar de su poder. No eran muy numerosos, pero los pocos que
había solían estar bien organizados.
-No exactamente. -respondió Kareth- Suspiró porque no os
conviene meteros conmigo.
-Oh, ¿de verdad crees que puedes contra todos nosotros?
A primera vista debían de ser unos cinco o seis.
Probablemente, todos ellos usuarios de Radiar.
-No lo creo. Lo sé –declaró Kareth.
En ese momento, uno de ellos, dejándose llevar por la
provocación, le atacó por la espalda, cortándole la cabeza con una espada.
Tras un corto silencio, que para los delincuentes se hizo
eterno, la ansiedad y el nerviosismo comenzaron a reflejarse en sus caras.
-¡¿Pero qué has hecho, pedazo de imbécil?! ¡Si lo matamos nos
meteremos en problemas!
-¡L-lo he hecho sin pensar!
-¡¿Ya sé que lo has hecho sin pensar?! ¡¿Tú sabes en que lío
nos has metido?!
-Tranquilos, tranquilos, no pasa nada…
El cuerpo de Kareth se levantó del suelo para sorpresa y
horror de todos, pues éste continuaba sin cabeza, sin embargo, a partir de la
musculatura del cuello, comenzaron a regenerarse huesos, músculos y piel, hasta
dar forma a una nueva cabeza.
-Agh, que poco me gusta que ocurra esto. Menos mal que no es
a menudo.
-¡¡¿Qu-qu-qué diablos eres tú?!!
-Oh, disculpadme -la cabeza que había sido cortada, había
desaparecido del suelo dejando sólo manchas de sangre-. Es una suposición, pero
ya sabéis que el Radiar puede reaccionar de varias formas en cada individuo. De
hecho, es así como se distingue si alguien debe ir a la escuela de manejo de
armas, de manejo de poder espiritual o de manejo del medio. Sin embargo,
también pueden darse casos extraordinarios. Digamos que en el mío, ha provocado
una regeneración sumamente rápida, lo que me permite recuperar sin problemas
cualquier miembro perdido. Y eso incluye la cabeza.
-Pero, eso significa…
-Sí, significa que soy inmortal
–Kareth se crujió los huesos de las manos-. Y ahora, vais a olvidar lo que
habéis visto…
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