domingo, 29 de enero de 2012

Por qué luchar...

El hombre caminaba hacia un bosque que había cerca de la ciudad. Llevaba un ramo de flores con él, flores rojas...
Detrás de él iban dos niños pequeños, preguntándose cómo sería el lugar al que iban.
- Es un lugar muy especial – les dijo. Ellos sonrieron al escuchar tal respuesta.

Tras llegar al bosque, encontraron un pequeño claro al poco tiempo de internarse en él. Allí se podía observar un majestuoso espectáculo de flores silvestres, un lugar perfecto para descansar un poco después de la caminata.

Los tres se situaron justo en medio de aquel claro. El hombre cerró los ojos y respiró profundamente. La cálida brisa del atardecer adormecía su cuerpo. Se sentía tan bien...
- Oye, papá – de repente uno de los niños le habló.
- ¿Sí?
- ¿Por qué no nos cuentas una historia?
- ¿Una historia?
- ¡Sí! Cuéntanos una historia que conozcas.
- Mmm...se me ocurre una.
- ¿Sí? ¿De qué trata?
- Trata sobre una persona que nunca se rindió...una persona que luchó por ayudar a todo aquel que lo necesitaba...
- ¿Una persona que nunca se rindió?
- Sí, la historia de alguien increíble...

Un chico caminaba por la ciudad con las manos en los bolsillos. No buscaba un lugar en especial al que ir, simplemente quería relajarse y pensar.
Aquel chico llevaba un moratón en el ojo derecho, probablemente debido a alguna pelea, sin embargo no parecía importarle mucho lo que pensara la gente que pasaba a su lado y lo miraba como si fuese un espécimen.

Sin vigilar hacia donde lo dirigían sus propios pasos, el chico se terminó internando en un bosque que había cerca de la zona. Nunca había estado allí así que no tardó en darse cuenta de que acababa de perderse.
- Mierda...me pregunto cómo me las arreglaré para volver a casa ahora...

Continuando hacia delante, el chico llegó a un lugar donde los árboles permitían que la luz del Sol atravesara sus hojas, dejando ver un pequeño claro.
En un principio el chico no percibió nada que llamase su atención hasta que pudo distinguir la figura de alguien conocido en el centro.
- ¿Qué haces aquí? – preguntó el chico.
La otra persona giró lentamente su cabeza hasta que sus ojos tomaron contacto con los de él. Tras esto se levantó y se quitó la suciedad de sus ropas. Se trataba de una chica de pelo castaño y que llevaba una pequeña flor encima de la cabeza, la cual actuaba de adorno.
- Me gusta este lugar, siempre vengo aquí cuando me siento mal. Enseguida mejora mi ánimo. ¿Y tú?
El chico desvió la mirada, avergonzado.
- M-me he perdido.
Ella sonrió.
- Jajaja...
- ¡N-no te rías!
- Nunca has tenido buen sentido de la orientación, ¿verdad?
De repente, la chica se fijó en su ojo.
- ¡Ah! ¡¿Qué diablos ha pasado?! – sin ningún reparo se acercó a él y le acarició la mejilla. Parecía preocupada.
- N-no es nada – respondió el joven apartando la mano de ella.
- ¡¿Cómo puedes decir que no es nada?! Volvamos a casa, te curaré eso.
- En serio...no es nada...
- ¡¿Qué te acabo de decir?!
- D-de acuerdo...
Sin más quejas, el chico la siguió para que lo llevara fuera del bosque y volviesen a su hogar.

Al cabo de un rato llegaron hasta una pequeña casucha en la que vivían los dos. Huérfanos desde hacía varios años, ambos se las habían apañado para sobrevivir desde entonces.
- Oh, vaya, parece que la luz ha sido cortada de nuevo. Supongo que tendré que hacer horas extras para poder pagar los recibos...
- Podrías dejarme trabajar y así podría ayudarte a pagar los gastos de la casa...
- ¿Estás de broma? No pienso dejar que mi hermano haga este tipo de cosas. Tú debes estudiar y así llegar más lejos que nadie.
- Estudiar no es lo mío...además odio a esa gente...todos se burlan de mí por cómo vivimos.
- A palabras necias, oídos sordos. No debes dejar que esas cosas hagan que te sientas  mal.
La chica buscaba algo dentro de un armario de madera roído.
- Mmm...quizás debería de comprar un nuevo armario también...pero entonces deberíamos recortar gastos por otro sitio...
- ¿Lo ves? Deberías dejarme trabajar, te lo he dicho...
- Y yo te he dicho que no permitiré que lo hagas. ¡Ah! ¡Aquí está el botiquín! ¡Oh! Quizás debería comprar algunos medicamentos también...eso es más importante...
El chico suspiró.

- Has vuelto a pelearte con tus compañeros de instituto, ¿verdad? – preguntó la joven mientras pasaba un algodón por la zona amoratada.
- ¡Ay! – se quejó el chico.
- L-lo siento...
- No importa...y te agradecería que los dejaras de llamar compañeros. Gente como ella no la puedo considerar así...
- Sabes que peleando no solucionas nada.
- Sí...pero hablar con ellos no sirve...además...si me hubiesen insultado a mí habría pasado, pero no pude permitir que te insultaran a ti...
- Pese a ello sigo diciendo que no deberías pelear. Un día podrías acabar en el hospital...
- Tranquila son tan débiles que dudo que lo consigan. Esto sólo fue un golpe de suerte – él intentó hacerse el valiente.
- No suenas muy convincente...
- ¡Lo digo en serio!
- Ya, ya, pero estate quieto.
- ¡Ay!
- ¿Lo ves?

- Ah, desde luego. ¿Por qué diablos tiene que ser así?
El chico caminaba por la calle de nuevo mientras recordaba las palabras de su hermana.
- ...si pudiese ayudar con los gastos todo sería mejor...
- Quizás pueda ayudarte.
Sorprendido por la repentina voz que acababa de hablarle, el chico giró su cabeza hasta dar con una persona sentada sobre un banco. Éste llevaba una boina en la cabeza y lo observaba con ojos astutos.
- ¿A qué te refieres?
- Si quieres trabajo puedo dártelo.
- ...lo siento pero no te conozco así que prefiero pasar...
- ¿No quieres ayudar a tu hermana?
El chico se paró de repente.
- ¿Cómo es que...?
- No soy el único en la ciudad que conoce vuestra situación...
- ...
- Puedo darte trabajo si es lo que deseas. No es nada raro. Sólo tienes que transportar un par de cosas hasta cierto lugar.
El chico no parecía muy convencido por la propuesta, sin embargo, necesitaba el dinero...
“Bueno, supongo que por una vez no creo que pase nada. Será mejor que no se lo diga a ella.”
- Bien, dime donde tengo que ir...

Era de noche, sin que su hermana se diese cuenta, el joven dejó la casa haciendo el mínimo ruido posible. En el lugar que había acordado con el chico de la boina había dos maletines y una nota. En ella se hallaba escrito el sitio al que tenía que llevar dichos maletines. Además de ello había un fajo de billetes: el pago por sus servicios...

Cogiendo los dos maletines, se dirigió hacia una pequeña casa en las afueras de la ciudad. Esta era una diez veces más grande que la suya, cosa que le impresionó muchísimo teniendo en cuenta el estado de su propio hogar. En cualquier caso, debía finalizar el trabajo y salir de allí.

Sin más preámbulos, tocó el timbre de aquella gran casa. La puerta principal se abrió como por arte de magia, seguramente debido a algún tipo de tecnología. Todo aquello le parecía tan...moderno...
Atravesó el jardín y llegó hasta la entrada, donde lo recibió un mayordomo.
- ¿Eres tú quien viene a traernos la mercancía? – preguntó amablemente el hombre.
- Sí – el chico enseñó los maletines -, aquí tien...
Sin esperar a que terminara la frase el mayordomo cogió al chico y, aplicándole una llave de defensa personal, lo dejó tumbado en el suelo.
- ¿Qué? ¿Qué diablos significa esto?
- Soy policía, quedas detenido por contrabando de drogas.
- ¿De qué diablos estás hablando?
- ¿Por qué no lo compruebas tú mismo?
Dos policías más, saliendo desde detrás del mayordomo que acababa de tumbarlo, cogieron los maletines, dejados en el suelo tras el agarre, y los abrieron, mostrando numerosos saquitos llenos de algún tipo de polvo color verdoso.
- Te llevaremos a comisaría y allí te interrogaremos.

A la mañana siguiente el chico se encontraba entre rejas. Sentado en el suelo mientras esperaba la sentencia policial.
- ¡Eh! ¡Chico! Tienes visita.
Levantando la cabeza pudo ver la figura de su hermana al otro lado de los barrotes.
- Me he enterado de lo ocurrido. ¿Por qué hiciste algo así?
- ¡¿Acaso no es obvio?! No podía dejar que cargaras con todo tú sola...quería conseguir trabajo, algo de dinero con lo que poder ayudar. Ya que no querías que lo hiciese pensé en guardarlo en secreto y este terminó siendo el resultado. Parece que ese chico de la boina no era más que un contrabandista, y a mí me pillaron en medio de la redada. No me creen cuando les digo que fue un error...
- Te dije que no lo hicieses...
- ¿Pretendías que me quedara quieto sin hacer nada? Me da igual lo que me digas, no pienso aceptar algo así. ¿Por qué diablos tienes que ser tan cabezota?
- Escúchame. Hay veces en las que una persona es capaz de hacer lo que sea por conseguir lo que quiere.
- ¿Lo que quiere?
- Así es. Cuando tienes algo que es importante para ti, más importante que tu propia vida, te das cuenta de que debes hacer lo que sea por ello. Los humanos podemos llegar a ser unos grandes idiotas. Dedicar toda nuestra vida a algo sin saber siquiera si lo conseguiremos, sin saber siquiera si llegaremos hasta nuestro objetivo, sacrificándonos segundo tras segundo...
- Si lo pones así entonces no merece la pena continuar, ¿no es así?
- Precisamente porque somos idiotas podemos ver que merece la pena continuar.
- No entiendo lo que quieres decir.
- Algún día tendrás algo por lo que luchar, entonces entenderás lo que te quiero decir.
La chica se marchó de allí.
- ¿Dónde vas? ¡Hermana!

- Él es inocente. Lo engañaron – la chica hablaba con la policía sobre la situación de su hermano.
- Lo siento, pero si no existen pruebas de lo que dices tal cosa no se puede demostrar.
- ...bien, entonces se las traeré...demostraré que mi hermano es inocente...

De nuevo la noche volvía a alzarse en aquella ciudad. Una chica solitaria se encaminaba hacia el puerto. Había hablado con gente cercana a ese sitio y, gracias a ella, se había enterado de que allí se habían observado actividades sospechosas desde hacía algún tiempo. La policía ya lo había investigado y había tendido una emboscada a los contrabandistas al conocer su siguiente negocio. Ella sabía bien que se habían equivocado con el objetivo...

 Al llegar allí descubrió a un grupo de gente hablando.
Escondiéndose en un lugar seguro, fisgó la conversación, dándose cuenta de que parecía tratarse de negocios.
Entre ellos podía divisar al chico de la boina, quien parecía observar divertido la conversación. Esto confirmaba que ellos eran los contrabandistas, tal y como le había dicho su hermano.

Decidida a solucionar todo aquello, la chica pretendió marcharse de allí, sin embargo sintió un golpe que la noqueó, perdiendo el conocimiento casi al instante.

Cuando despertó, se dio cuenta de que estaba atada de pies y manos. Sentada de rodillas sobre el suelo de algún tipo de habitación. En el centro de esta había una pequeña lamparita que iluminaba tenuemente la sala, dejando ver varias cajas, probablemente mercancía.
- Así que ya te has despertado.
Delante de ella se encontraba el chico del que le había hablado su hermano. A su lado había varios hombres. Probablemente subordinados.
- Dale las gracias a tu hermano de mi parte. Debido a él conseguimos librarnos de una buena.
El resto de sus colegas rieron la gracia mientras la ira de la chica aumentaba.

Aquella era la peor situación. Seguramente harían lo que quisieran con ella y después la matarían. Moriría sin haber podido demostrar que su hermano no era el culpable.
- Bueno, mis chicos están algo “entregados” esta noche así que lamento no poder evitar proporcionarles algo de diversión. Espero que lo entiendas.
Dicho esto se dirigió a sus secuaces.
- Acabad rápido. Tenemos que seguir con el trabajo.
Dicho esto se marchó de allí, dejando a la chica sola con aquellos bastardos, quienes se acercaban cada vez más a ella.
“Tengo que hacer algo...pero, ¿qué?”
De repente le vino la imagen de aquél a quien quería salvar. Desde que sus padres murieron se había esforzado por que él pudiese tener el futuro que deseara. Quería que pudiese vivir de una manera mucho mejor que aquella y que algún día encontrara el camino que quisiese seguir. Por él, ella tendría la voluntad de hacer todo lo que estuviese en su mano...

Haciendo un esfuerzo casi inhumano se lanzó contra la lámpara de aquella habitación. Ésta cayó al suelo rompiéndose y sumiendo la sala en la oscuridad absoluta, lo que confundió a aquellos hombres.
- ¿Pero qué coño haces?
- ¿Dónde diablos está?
- No puede andar muy lejos. Está atada de pies y manos.
Se escuchó un ruido procedente de la puerta, al parecer alguien había salido. Aquellos hombres no sabían que la chica ya estaba bastante acostumbrada a valerse en la oscuridad por lo que le fue fácil memorizar la salida y conseguir escapar de la habitación.

Valiéndose de pequeños saltos para moverse consiguió esconderse en otra de las habitaciones de aquel lugar, logrando despistar a sus perseguidores. Observando a su alrededor, un poco más iluminado debido a la luz de la Luna que entraba por una de las ventanas, descubrió unas tijeras encima de una pequeña mesa, probablemente usadas para desempaquetar o empaquetar las mercancías.
La joven se acercó a ellas y, cogiéndolas como pudo, consiguió introducirlas entre el nudo de la cuerda que ataba sus dos manos, disminuyendo la fuerza de éste y liberándose. Acto seguido desató el nudo de la cuerda que ataba sus pies y se levantó.
- Bien, ahora ya puedo moverme como es debido...
Dicho esto observó la habitación más detenidamente.
- Necesito informar a la policía sobre este edificio. Imagino que esa será prueba suficiente para que lo liberen.


Vigilando que no hubiese nadie en el pasillo la chica salió de allí y se dirigió a la parte de fuera.
- Parece que no hay nadie...
- Vaya, vaya.
Al escuchar una voz cerca de ella se asustó. Allí estaba el chico de la boina.
- Tú debes de ser el líder, ¿me equivoco?
- Líder no sería la palabra que me definiría exactamente pero se podría decir que soy el cerebro que se encarga del contrabando en esta zona.
- ...
- Está claro que mis hombres son bastante descuidados como para haberte dejado escapar estando como estabas. Supongo que entonces tendré que encargarme yo mismo de este asunto.
Sacando una pistola desde su cintura, apuntó a la joven.
- ... – la respiración de ella se volvió algo más rápida al ver el arma.
- Bien, si quieres dedicar unas últimas palabras, estaré encantado de dártelas.
Ella todavía llevaba las tijeras en la mano, cosa de la que el chico parecía no haberse dado cuenta.
- No aquí... – murmuró.
- ¿Qué?
- Que no te daré el placer de morir aquí.
Lanzando el objeto hacia el chico éste se clavó en su hombro, momento que aprovechó para salir corriendo de allí.
- ¡Voy a matarte! ¡¿Te enteras?! ¡Voy a matarte!
La chica corrió todo lo que sus pies le permitían. Escuchaba pasos a su espalda pero no le importaba en absoluto. Debía llegar a la comisaría y terminar con todo aquello. Sólo de esa manera todo volvería a la normalidad y podría estar de nuevo conviviendo con su hermano. Aquello sólo se quedaría en un mal sueño...
Un disparo alcanzó la pierna de la joven, provocando que cayera al suelo.
- ¡Aaah! – gritaba de dolor pues esta había atravesado su tobillo.
Los pasos que la perseguían se situaron a su lado. Aquel chico, ahora con una expresión de ira en su cara apuntó al pecho de la chica.
- Se acabó para ti.
Acto seguido apretó el gatillo, incrustándose una bala en el cuerpo de la joven.
- Tsk...mierda, será mejor que me largue cuanto antes...
Dejándola moribunda, se marchó de allí sin que nadie pudiese dar cuenta de su presencia.

La sangre fluía a partir del orificio provocado por la bala. Su vista comenzaba a emborronarse y cada vez sentía más y más frío, no obstante, en su mente, ella se seguía diciendo a sí misma que no debía rendirse...
Levantándose con sus últimas fuerzas, y haciendo uso de la pared como método para apoyarse, la chica comenzó a caminar de nuevo.

¿Adonde había ido? ¿Por qué estaba tan preocupado? El chico daba vueltas sin parar en aquella celda. Tenía un mal presentimiento de todo aquello. Intentando calmarse se sentó sobre uno de los bancos. Por la ventana de aquella celda también entraba la luz de la Luna...

Al cabo de un tiempo la policía liberó al chico. Le contaron que gracias a la ayuda de su hermana habían conseguido atrapar a los contrabandistas y habían encontrado pruebas que demostraban que él no estaba relacionado con ellos, sin embargo, cuando él preguntó por el paradero de su hermana, los guardias desviaron la mirada tristemente. Cuentan que antes de morir les dio las gracias por todo y les pidió que le dijeran una sola cosa: “Vive, vive con fuerza y encuentra aquello por lo que quieras vivir...”


El hombre terminó de contar la historia. Fue entonces cuando se dio cuenta de que ambos niños se habían dormido. Sonriendo, cogió el ramo y se levantó. Volvió a internarse en el bosque hasta que llegó a otro claro situado un poco más adelante. Allí se podía observar la lápida de alguien que había muerto hacía mucho tiempo.
- Hola – empezó el hombre -. Te he traído algo. Sé que te gustaban las flores, así que pensé que este sería el mejor lugar para ti, junto a ellas.
He tenido otro hijo. Mi mujer dice que no le importaría otro más y bueno, la verdad es que a mí tampoco. Me gustaría que los vieses. Han crecido tanto...el mayor siempre está protegiendo al pequeño, siempre cuida de él, debe de ser la herencia familiar. Seguro que te sentirías orgullosa al verlos...
Hizo una pequeña pausa antes de continuar.
- Quiero darte las gracias otra vez. Porque me enseñaras el valor de lo que queremos y estuvieses a mi lado en todo momento. Recuerdo que en aquel momento no entendí lo que querías decirme con tener algo por lo que luchar... – el chico echó un vistazo hacia atrás -. Supongo que ahora lo entiendo...en verdad el ser humano es idiota...pero me alegro de que fueses alguien así...
Tras esto se dio la vuelta y se marchó de allí.
- Gracias por todo, hermana...

El viento hizo que los pétalos se meciesen como suaves olas, dejando entrever el nombre de la mujer enterrada allí...

- Decidme, ¿cómo murió? – preguntó el chico.
- Estaba sonriendo...era como si supiera que a partir de entonces todo iría bien....

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