jueves, 26 de enero de 2012

War College: Capítulo 16

Seigari abrió los ojos al escuchar un fuerte choque metálico. Había llegado a desmayarse debido al dolor. Una vez su visión se volvió más clara, el rostro de su sobrina apareció frente a él. Ella lo sostenía entre sus brazos mientras le llamaba.
-¡Tío! ¡Tío! ¡Menos mal que te has despertado! ¡Estaba muy preocupada!

Desviando la vista hacia su brazo dolorido, descubrió que éste se encontraba inmóvil e incluso vendado. Una barra de metal había sido puesta a modo de férula, probablemente temiendo que además de la dislocación se hubiese fracturado algún hueso. Dolía. Dolía terriblemente.
-¿Q-qué ocurre? –preguntó, un poco aturdido.
-Kar y Lethos están luchando –respondió ella.

Muy cerca de allí, Lethos y Kareth se enfrentaban en un duelo a muerte. Fue el primero de ellos quien prosiguió el combate, golpeando al segundo en el estómago, logrando empujarlo hacia atrás y tratando después de clavarle su cuchillo. Por suerte, Kareth consiguió desviarlo con una de sus espadas, poniendo algo de distancia entre ambos, para contraatacar con un corte vertical que finalizó en un nuevo choque de armas.
-Lástima. Creía que ya te tenía –dijo Lethos.
-¿Y qué más? –respondió Kareth.

Tras aquel pequeño intercambio de palabras, Lethos volvió a la carga, rompiendo el bloqueo y buscando el costado de Kareth, quien interpuso una de sus espadas entre el filo del cuchillo y su piel. Para su desgracia, ese era el objetivo del líder de Karma, quien cambió la dirección de su arma hacia la pierna de su adversario, infligiéndole un corte en la rodilla.
-¡Agh! –se quejó Kareth, saltando hacia atrás. Fue entonces cuando se dio cuenta de que su herida no se estaba regenerando
-No se regenerará –dijo Lethos, para sorpresa de su adversario- Es un arma especial que me ha dado el señor Rokudo.
-¿Un arma especial? ¿De qué…?
- El señor Rokudo me lo contó todo. Acerca de tu “inmortalidad”.

Una sensación de miedo y agobio se apoderó de Kareth. ¿Cómo sabía Rokudo lo de su regeneración?
-Por lo que me explicó, este cuchillo anula las habilidades que proporciona el Radiar por lo que esa herida no se regenerará. De la misma forma, si te corto la cabeza, morirás –sentenció Lethos, dibujándose una malvada sonrisa en su rostro.

Viéndose en problemas, Kareth apretó los dientes.
-¿Cómo sabe él lo de mi regeneración?
-Eso no es de tu incumbencia. Tampoco de la mía.
-¡Estás siendo irracional!
-¡¿Acaso tú eres mejor?! ¡Pensaba que confiabas en mí, Kareth! ¿¡Cómo quieres que te crea si no eres capaz de contarme algo así!? He actuado bien, de haberte hecho caso, habría sido engañado.
-¡Lethos, por favor, recapacita de una vez!
-Se acabó. Voy a matarte aquí y ahora. Cumpliré con mi deber. Tengo permiso para ello. Así que no me lo pongas más difícil y al menos ten el honor de aceptar tu muerte.

Dicho esto, se lanzó de frente contra Kareth, quien esquivó el filo del cuchillo, dirigido hacia su corazón.
-¡Espera!
-¡Cállate!

Kareth continuó evadiendo los ataques de su contrincante, que no le dejaba ni un segundo para respirar. Entre la multitud de ataques, hubo uno que no consiguió ser bloqueado, dirigiéndose directamente hacia su esternón.
-¡Kar! –gritó Nara.

Fue en ese momento cuando una bala golpeó el filo del cuchillo, evitando una herida fatal.
-¡Remi! –exclamó Kareth con alivio.
Desde la distancia, su amigo se encontraba con una pistola en sus manos, haciendo alarde de su puntería.
-¡Cobarde! ¡Tener que depender de los demás! –se quejó Lethos.
-¡Como si fueses quién para hablar! –replicó Remi.

Aprovechando aquel pequeño lapso de tiempo, Kareth respiró profundamente.
-¡No importa! ¡Puedo con todos vosotros!
-Tranquilo, Remi no volverá a interferir –dijo Kareth, tranquilamente, mientras dirigía la vista hacia su amigo. Éste comprendió el mensaje y decidió dejar su arma a un lado.

Por otro lado, Sarah, aprovechando el tiempo que le había proporcionado el combate entre Kareth y Lethos, buscó, junto a las naves, el panel de control necesario para activarlas y escapar de allí.
-¡Remi! –exclamó, intentando que sólo la escuchase el joven- ¡Ven! ¡Creo que lo he encontrado!

Asintiendo, y tras vigilar que Lethos no le veía, corrió hasta donde se encontraba la chica. Sin embargo, el líder de Karma, superó sus expectativas.
-¡Como si fuese a dejaros! –exclamó Lethos, pretendiendo ir tras ellos.
-¡Tu contrincante soy yo! –declaró Kareth, deteniendo su avance.
-Buen trabajo –comentó Remi una vez junto a la máquina, investigándolo de arriba abajo.
-¿Sabes como funciona? –preguntó Sarah.
-Ni idea. ¿Y tú?
-Lo siento –contestó ella, negando con la cabeza.
-No tenemos tiempo. En cualquier momento podrían llegar refuerzos. Tendremos que probar al azar.
-Espera, chico.
La voz de Seigari se escuchó a sus espaldas.
-¡¿Qué haces aquí?! ¡No deberías moverte! –le regañó Remi.
-Creo que sé cómo funciona –interrumpió el hombre, quien caminaba con la ayuda de su sobrina.
-¿Cómo?
-Hace tiempo, antes de venir aquí, vi unos controles parecidos. Dejadme echarle un vistazo.

Apartándose a un lado, le dejaron ponerse frente a los numerosos botones y medidores que componían el aparato.

El hombre se mantuvo pensativo durante un buen rato, como si estuviese jugando al ajedrez o resolviendo un complicado puzzle.
-Creo que no me será muy complicado, sin embargo, alguien tendrá que quedarse junto al panel de control. Al parecer, no existe ningún tipo de cierre automático una vez introducidos en la nave.
-¿Qué insinúas? –preguntó Remi, aunque, por el sudor frió que descendía por sus mejillas, ya conocía la respuesta.
-Que uno de nosotros tendrá que quedarse aquí.

Aquello fue como una jarra de agua fría. Un golpe bajo que dejó a los allí presentes sin palabras.
-No os preocupéis. Yo lo haré –declaró el hombre.
-¡¿Qué?! ¡¿Bromeas?! ¡No puedes quedarte aquí! ¡Te matarán! –replicó Remi.
-Soy el más viejo del grupo. Me parece lo más correcto. Además, sabré apañármelas.
-¡Deja de fingir! ¡Tienes un brazo dislocado! ¡Puede que fracturado! ¡No te quedan cargas en el revólver! ¡¿Cómo piensas salir de esta?! ¡Además, ¿qué hay de Nara?! ¡¿Vas a dejarla sola?!
-Mientras Nara esté con vosotros, todo irá bien. Además, ella ya no me necesita para cuidar de sí misma.
-Tío…

Al ver aquella discusión, Sarah no pudo evitar morderse el labio inferior.
-Debería hacerlo yo. No puedo dejar que muráis –propuso ella.
-¡Entonces no tendrá sentido haberte salvado la vida! ¡No! ¡Debe de haber alguna forma de que todos salgamos de ésta! –declaró Remi.
-Pero, ¿cuál? –preguntó Nara.
-Quizás pueda activar el cierre desde lejos.
-No estarás hablando de utilizar tu pistola, ¿verdad?
-¿Alguna idea mejor? –replicó Remi, sintiéndose algo presionado.
-Mm… es posible funcione -dijo de repente Sarah-, pero es muy arriesgado, tenemos que contar con que la máquina no se rompa con el disparo y responda como nosotros queremos. Además, el que dispare tendrá muy poco tiempo para entrar en la nave.

En ese momento, Remi levantó su arma y sonrió.
-¡O salimos todos o morimos todos! ¡Déjame intentarlo, trabajo mejor bajo presión!
-De acuerdo. Intentémoslo –dijo Seigari, tras un largo suspiro. Tras esto, comenzó a pulsar botones sirviéndose de su brazo sano.

Mientras tanto, el combate entre Lethos y Kareth permanecía igualado. Tal y como le había ocurrido con Tara, el guerrero era incapaz de asestar el golpe de gracia. No. De hecho era peor, ya que no disponía de la ventaja que su capacidad regenerativa le había otorgado contra ella.

En uno de sus intercambios de golpes, Lethos consiguió alcanzar su abdomen.
-¡Agh! –gritó Kareth, a la vez que un golpe en la zona de los tobillos le hacía caer al suelo.
-¡Se acabó! –exclamó Lethos, disponiéndose a acabar con él.

En un último intento de salvar su vida, Kareth interpuso sus espadas entre el cuchillo y su cabeza, convirtiéndose el combate en un forcejeo en el que tenía todas las de perder.

La presión que ejercía Lethos, ayudado del peso de su propio cuerpo, por no hablar de la incesante pérdida de sangre de Kareth, a partir de la herida de su abdomen, provocaba el avance lento pero seguro del arma del líder de Karma.
-Siempre te guardaré en mi memoria como un buen amigo, Kar. Pese a tu traición y todas tus mentiras –dijo Lethos, acercando cada vez más su rostro al de su enemigo.
Casi sin fuerzas para seguir aguantando, Kareth observó de reojo el ventanal situado detrás de él.
-Adiós.
-Sí, Lethos. Adiós.
-¡¿Qué?!

Poniendo toda la fuerza que le quedaba en sus piernas, Kareth dio una voltereta hacia atrás, lleva a su contrincante hacia delante, y aprovechando el giro para apoyar las plantas de sus pies sobre el estómago de Lethos, empujándolo con todas sus fuerza hacia el cristal.

Éste se rompió en múltiples pedazos por el impacto, precipitándose al vacío el cuerpo de Lethos. El ruido de sus gritos fue lo último que se escuchó de él.

Por otro lado, el resto del grupo consiguió abrir una de las naves.
-¡Kareth! –exclamó Nara, corriendo hacia su amigo, quien continuaba sangrando, sin poder mover ni un músculo- ¡Dios mío!
-N-no te preocupes –dijo con un hilo de voz-, sigo vivo ¿Acaso crees qu-que te dejaría sola? Eso no fue lo que t-te prometí…
Ella lo abrazó mientras lágrimas caían sobre el pecho de él.
-Idiota.

Al apartarse de él, posó una mano sobre su mejilla.
-Kareth, yo… -intentó decir.
-No hace falta que digas nada –interrumpió él.

La joven desvió la mirada. Sabía que sus sentimientos eran como un libro abierto, así que no se sorprendió de que Kareth ya lo supiese.
-Pero no creo que funcione. Ya sabes que nuestra esperanza de vida es más pequeña que la de las personas normales. Si estamos juntos, sólo te traeré sufrimiento. Es por eso que...
-¡¿De qué estás hablando?! –le interrumpió Nara, sorprendiendo al joven- ¿¡Eres idiota!? ¡¿Crees que con eso estás siendo considerado?!
-Pero...
-¡¿Crees que no conozco los riesgo?! ¡Por supuesto que sí! ¡Es sólo que no me importan! ¡Incluso si sólo vives un par de años, sé que serán los mejores de mi vida! ¡Entérate! ¡Te quiero! ¡Quiero estar a tu lado cuanto tiempo puedas darme! ¡Pero no vuelvas a decidir por ti mismo lo que es mejor para mí! –habiéndose quedado sin aliento, se detuvo unos segundos para coger aire- ¡Eso es... tan egoísta...!
-Nara… -Kareth no supo qué decir ante aquella declaración. Siempre había pensado que estaba haciendo lo mejor para ella, pero ahora se daba cuenta de lo estúpido que había sido al dar por hecho sus sentimientos.

Tras unos instantes durante los cuales se estuvieron mirando el uno al otro, Kareth sonrió.
-Parece que soy un completo insensible. Lo siento.
Ella negó con la cabeza.
-Estás vivo. Ahora mismo es lo único que importa.
-Últimamente. Creo que te he hecho muchas promesas, pero una más no creo que haga daño –bromeó el chico- Cuando salgamos de aquí, permíteme corresponderte como es debido. Prometo estar a tu lado hasta que la muerte nos separe.
-No vale echarse atrás... -respondió ella.
-Y así fue como nació una nueva historia de amor –dijo Remi alegremente, rodeando a ambos con sus brazos.
-Remi... tú...
-No tienes buen aspecto amigo.
-Saldré de ésta. Por la cuenta que me trae –dijo mientras miraba a Nara.
-¡Eh! ¡Eso no tiene gracia! –se quejó ella.
-En cualquier caso, será mejor que nos vayamos. No es que tengamos todo el tiempo del mundo, ¿sabéis? –apremió Remi a la vez que ayudaba a su amiga a levantar a Kareth.

Una vez junto a la nave, Kareth fue el primero en ser introducido.
-Bien. Uno menos. Id entrando los demás, yo seré el último –dijo Remi.
-¿Estás bien? –le preguntó Sarah al entrar dentro de la nave.
-Más o menos –respondió Kareth- ¿Por qué Remi tiene que ser el último?
-Oh, no te preocupes, lo hace para poder activar el cierre y sacarnos de aquí. Parece que tiene bastante confianza en sí mismo.
-Jejeje. Sí, siempre ha sido esa clase de persona –rió Kareth.
Seigari se acercó a Remi.
-¿Seguro que podrás hacerlo, chico? –preguntó Seigari.
-Me duele que lo preguntes.
-Je. A partir de aquí dependemos de ti.

Ayudado por Nara, Seigari se disponía a entrar en la nave cuando, de repente, algo golpeó el panel de control, cerrándose la puerta al instante, con únicamente Kareth y Sarah en el interior de la nave.
-¡¿Qué?! –exclamó Remi, giran la cabeza hacia el panel.
-Parece que he llegado a tiempo para la función.

Ante la atónita mirada de algunos y el miedo de otros, Rokudo hizo acto de presencia.

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