Kareth llegó adonde lo esperaba su compañero.
-No está mal. Esta vez has sido puntual -le dijo Remi.
-Lo dices como si siempre llegase tarde -se quejó el chico.
-Siempre no, pero gran parte de las veces...
Tras aquella pequeña charla, entraron en el centro de trabajo
y se acercaron a la misma mesa que aquella mañana, preguntando por la misión
que les había tocado. Entonces, la administrativa realizó una serie de
gestiones en su ordenador.
-En este caso, podréis realizar la misión en conjunto.
Consistirá en infiltraros en una de las avanzadillas de usuarios de Radiar del
Imperio Salve y actuar como uno de ellos. Una vez allí estéis en sus
territorios, uno de nuestros informantes os dará el resto de detalles.
-Buff… esto nos va a llevar bastante tiempo –dijo Remi.
-Partiréis dentro de tres días –ignorando su comentario, la
mujer continuó.
-Tendremos que pedirle a Nara que nos ayude con los
preparativos -sentenció Kareth– En cualquier caso, voy a echarla de menos...
-Sí, yo también.
Una vez fuera, decidieron dar otro paseo.
-Tengo la sensación de que nuestro primer trabajo va a ser
difícil -comentó Remi.
-¿En serio? Yo creo que no. La infiltración no lleva mucho
trabajo. Sólo habrá que conocer bien el protocolo que sigan sus tropas e
imitarlo –replicó Kareth.
-Oh, entonces supongo que me enseñarás cómo se hace cuando
llegue el momento –Remi levantó una ceja
-Por supuesto.
Una sonrisa de complicidad se dibujó en sus rostros hasta que
Kareth se detuvo en seco, observando una pantalla gran tamaño sujeta a la fachada
de uno de los edificios.
-¿Qué ocurre, Kar? -preguntó Remi cayendo en la cuenta de que
su compañero se había quedado atrás.
Éste no respondió, parecía haberse quedado mudo por el
asombro. Con los ojos como platos, observaba el discurso en pantalla del director
de Yohei Gakko
-Dime una cosa, Remi.
-¿Sí?
-¿Conoces a ese hombre?
Desviando la vista hacia la pantalla, los ojos del joven se
detuvieron en la persona referenciada por su amigo. Tras unos instantes, Remi
negó con la cabeza.
-La verdad es que no tengo ni idea, pero debe de ser alguien
importante si está con el director.
Al lado del director, se situaba ni más ni menos que quien
Kareth había visto en el mismo hotel en el que se había hospedado Yami. No era
muy difícil de reconocer, sobre todo por sus gafas de sol y esa sonrisa tan
desagradable.
-Bien. Pues sin más que añadir, dejo las presentaciones al
sucesor del Señor Darker –terminó el director.
¡¿Sucesor?!
Aquel hombre ocupó el lugar frente al micrófono y, tras
levantar las manos, con expresión arrogante, para calmar los aplausos, comenzó
a hablar.
-Buenas tardes a todos, queridos ciudadanos de Yohei Gakko.
Como todos sabréis, el señor Darker ha sido asesinado esta madrugada por una de
sus guardaespaldas. Es una pena que un hombre como él nos haya dejado. Pero la
guerra no descansa y, por tanto, Comhairle tampoco puede hacerlo. Habiendo sido
su discípulo más destacado durante estos últimos años, él me encomendó la tarea
de sucederle si algo horrible llegaba a pasarle, y tened por seguro, que me encargaré
de cumplir con sus expectativas...
“Qué extraño”, pensó Kareth.
-Mis ideales son y siempre serán los mismos que los suyos y
que, pese al gran pesar que me supone su pérdida, es todo un orgullo ocupar su
lugar con el fin de hacer de este mundo uno mejor.
Se escucharon de nuevo aplausos y vítores por parte de los
espectadores.
-Parece que cae bien a las masas –comentó Remi.
-No me gusta... –declaró Kareth.
-¿Qué?
-Ese tío… tiene algo que no me gusta…
Tal y como había planeado, por la noche, Kareth volvió al
hotel. Esta vez se había asegurado de quedarse con el número de la habitación
en la que se había hospedado Yami. La tarea no le había resultado muy difícil,
puesto que su muerte y su posterior sucesión eran la comidilla de Yohei Gakko,
no era de extrañar que se filtrase por algún lado.
“Os aseguro que la asesina tendrá su merecido. Yo mismo me
encargaré de hablar con la justicia de Yohei Gakko para que la sentencia sea la
más acorde…”
El chico recordó una y otra vez sus palabras. Probablemente,
la pena le sería impuesta al cabo de dos días como máximo. Y teniendo en cuenta
la importancia de aquel caso, no tardarían más de veinticuatro horas en
llevarla a cabo. Hasta él llegaría a presenciar su muerte antes de marcharse,
pues dudaba que la condena fuese otra.
Lo primero que hizo al llegar, fue observar la puerta
principal. Todavía se había miembros de Karma haciendo guardia junto a ella.
Estaba claro que no iban a dejar pasar a nadie.
No es que como que le hubiese costado trabajo encargarse de
los guardias, pero prefería no llamar la atención. Además, así podría
demostrarle a Remi lo bien que se le daba la infiltración.
Tras escabullirse por el mismo callejón que por la mañana,
Kareth se situó debajo de la hilera vertical de ventanas que daban a las
habitaciones del hotel.
Realizando un cálculo aproximado de cuánto debería saltar
para llegar hasta la que buscaba, el chico encogió las rodillas y se alzó en el
aire hasta colgarse de una de las cornisas.
“Bien, creo que he dado justo en el clavo”, pensó Kareth
mientras miraba hacia abajo para comprobar la altura a la que estaba. Estaba
oscuro, pese a la iluminación del resto de calles. De todas formas, la
oscuridad no suponía problema para su desarrollada visión.
Sin entretenerse más de lo debido, se dispuso a abrir la
ventana, sin embargo se encontró conque ésta estaba cerrada a cal y canto,
haciéndose imposible abrirla por el método tradicional.
Utilizando el teletransportador, Kareth lo configuró para
poder obtener uno de los objetos que había dentro de su memoria, y esta no
resultó ser otra que una especie de ganzúa/palanca. Entonces, introduciendo el
objeto por una de las rendijas laterales de la ventana, le dio un pequeño giro,
logrando que la ventana tomara una especie de impulso hacia el lado contrario y
consiguiendo abrirla de esa forma.
-Bien, vamos -susurró para sí mismo.
La habitación estaba tan oscura como el callejón. Podía ver
que todo estaba bastante ordenado: la cama hecha, adornos situados sobre mesas
y estanterías, como si nadie los hubiese movido... todo estaba muy tranquilo
pese a tratarse de la escena de un crimen.
¿Se había vuelto a equivocar? Se preguntó.
Mirando a cada lado, recorrió el cuarto,
sin encontrar nada destacable. Habría esperado sangre en el suelo o cualquier
otra cosa relacionada con el asesinato, aunque se preguntaba si ello le daría
respuestas sobre la inocencia de Sarah.
Por otro lado, escuchando hablar esa mañana
al “sucesor” (no se lo terminaba de creer) de Yami, había pronunciado la
palabra “asesinato”, y algo de que él se encargaría de todo… ¿Y si había sido
él...? No, no tenía sentido. Todo el mundo había visto cómo Sarah lo había
hecho y, aun así, la chica aseguraba que no había sido por propia voluntad.
¿Acaso la habían drogado?
Fue en ese momento cuando Kareth se fijó en
algo. Un pequeño cofrecito situado sobre una mesita justo frente a la cama. Sin
pensárselo mucho, el chico lo abrió, pero en el interior de éste no había nada.
Estaba completamente vacío.
“Mierda. Creía haber encontrado alguna pista,
supongo que fui demasiado optimista”, pensó, disponiéndose a cerrarlo y dejarlo
de nuevo en su sitio. Sin embargo, algo volvió a llamar su atención. Desde el
fondo del pequeño objeto, parecía sobresalir algo de color blanco. El joven
probó a agarrarlo, con sumo cuidado, pues no sabía que podía pasar. Entonces,
descubrió un segundo fondo debajo del primero, y en él, un pequeño papel medio
roto y doblado, que era lo que tenía entre sus dedos índice y pulgar.
Lentamente, y ligeramente sorprendido, el
chico desdobló el papel. En su interior había sido escrito una especie de
mensaje, pero la mayor parte del texto había desaparecido debido a lo
estropeado que estaba, dejándose ver únicamente algunas frases que no parecían
decir nada:
“Todo volverá a su cauce. La extinción es
el nuevo paso hacia el futuro.”
Pese a que Kareth intentaba verle la lógica
a aquello, era evidente que no lo tenía. Sin embargo, aquello había
incrementado su curiosidad.
“De todas formas, no parece que exista
ninguna prueba clave. Quizás sea mejor que me vaya, o puede que alguien termine
entrando y me descubra.”
Tras echar un último vistazo a la
habitación, decidió volver sobre sus pasos. Por si acaso, había decidido
guardarse aquella nota. Quizás Sarah supiese algo.
Después de cerrar la ventana, Kareth bajó
de allí y se marchó.
Mientras tanto, en la habitación en la que
acababa de estar, una figura sonreía, oculta en la oscuridad.
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