El sótano que utilizaron para esconderse era un lugar
bastante amplio. En él se podían observar todo tipo de alimentos no perecederos
almacenados en cajas y un frigorífico con aquellos que necesitaban conservarse
en frío. Además, también se podían encontrar utensilios de cocina y otros
objetos. Todo ello destinado a reponer aquello que se consumiese o rompiese.
-Este lugar es perfecto como escondite -comentó Remi-. Además
de que conecta con vuestra casa –dijo esta vez, refiriéndose a Seigari y Nara.
Mientras hablaba, el joven abrió una pequeña compuerta en el
techo, apareciendo tras ella un salón.
-Puede venir bien como vía de escape. No les será fácil
cubrir ambas salidas.
-Parece que se haya hecho con esa intención –se sorprendió
Sarah.
-Seigari siempre ha sido algo pícaro, así que no sería de
extrañar. Además, imagino que le servirá en caso de evacuación.
Finalmente, y con un largo suspiro, el chico se relajó en uno
de los sofás que había en el salón.
-Adelante, ponte cómoda. Aquí estaremos seguros. Cuando
llegue Kareth decidiremos qué hacer –propuso Remi, señalando uno de los cojines
que conformaban el mueble.
-Sois unas personas extrañas.
-Yo no me considero así. Puede que los demás sean los
extraños. Ya sabes, ¡justicieros!
Sarah rió.
-¿Acaso sois niños?
-En parte, diría que sí. Al fin y al cabo, probablemente
seamos más inocentes que quienes viven fuera de Yohei Gakko.
En otra parte de la ciudad, Kareth se mantenía oculto de
Karma moviéndose entre los callejones. Sus perseguidores parecían haberse multiplicado,
y según su experiencia combatiendo contra ellos, eso no quería decir nada
bueno. Pese a ello, seguía sin tener intención de echarse atrás. Tenía que
reunirse con los demás lo antes posible.
Así pues, continuó su camino hasta llegar una calle más ancha
y larga, por la que si bien las probabilidades de ser visto eran mayores, no
tenía más opción que arriesgarse a pasar si quería llegar hasta su destino.
Teniendo eso en cuenta, primero echó un rápido vistazo para
comprobar que no había nadie. Tras ello, se atrevió a salir, llegando sin
problemas al otro lado de la calle. ¿Cuántas veces más hacer esto? Kareth
suspiró, intentando liberar algo de estrés.
Después de un largo rato de silencio entre Sarah, Nara y su
tío entraron por la puerta principal de su casa.
-Creía que ibais a tardar más -dijo Remi-. ¿Por qué habéis
usado la puerta principal?
-Porque el sótano es para casos de emergencia. Mientras no
los haya para nosotros, podemos entrar perfectamente por la puerta principal
-contestó Seigari.
Por alguna razón, el tío de Nara parecía disfrutar con todo
aquello.
-¿Qué te parece la casa, Sarah? No es gran cosa, pero imagino
que es más acogedora que la celda en la que estabas –dijo Nara con una sonrisa
triste.
La chica asintió.
-Gracias -respondió ella, mostrándose inusualmente tímida.
-No tienes por qué ser tan formal -se quejó Seigari.
-Lo siento. Es que después de lo que ha pasado, me resulta
extraño recibir buen trato.
El hombre se sintió algo molesto por su actitud, pero decidió
dejarlo estar, entendiéndolo como algo normal dada la situación.
-En fin, ¿queréis comer algo? –preguntó.
-Sí, por favor, estoy muerto de hambre, ¿te queda algo de esa
salsa tan rica? -preguntó Remi alegremente.
-¡Ah! Creo que no queda, pero podrías hacer un poco, tío, Así
Sarah podría probarla. De hecho, cuando la conocí, demostró tener un gran
apetito.
-Bueno, siempre me ha gustado probar cosas nuevas –respondió
ella con cierto nerviosismo.
-Aunque ahora pareces estar más nerviosa -indicó Nara,
recibiendo el silencio de Sarah como contestación- Nunca hay que rendirse ante
la muerte. –dijo de repente.
-¿Qué? –se sorprendió Sarah.
-Nunca te rindas ante la muerte. Estoy segura de que no es lo
que mereces.
Finalmente llegó la noche de aquel ajetreado día. Kareth
todavía no había vuelto, sin embargo la única que parecía preocupada por ello
era Sarah. Los demás confiaban plenamente en que aparecería por la trampilla en
cualquier momento. Tardase lo que tardase.
-Oye, Seigari, ¿te has asegurado de dejarle la cafetería
abierta para que pueda entrar? –preguntó Remi.
-No te preocupes, la puerta de atrás está a su disposición
–contestó el hombre.
-Entonces bien.
-¿La puerta de atrás? - preguntó Sarah.
-Está bien escondida. A veces la hemos utilizado para entrar
sin que nos vean. Ya sabes, en caso de gastásemos alguna broma pesada o
simplemente para no molestar al resto de clientes –explicó el joven.
-¡¿Pero cuántas maneras de esconderse hay en este sitio?!
-Y las que quedan por ver –rió Remi.
Sarah no daba crédito. Había ido a parar a una guarida
secreta con aspecto de casa normal y corriente.
-Oye, Sarah -dijo Nara-. Ahora mismo me iba a meter en el
baño. ¿Quieres acompañarme?
-¿Eh? Sí, claro ¿Si no te importa?
-¡Por supuesto que no! -respondió la chica animadamente.
-Oh, eso suena interesante. ¿Puedo unirme? –bromeó Remi
-¡Remi! –se quejó Nara.
-Tranquila, era broma. Bueno –meditó durante unos segundos,
mesándose la barbilla-, o quizás no -sonrió maliciosamente una vez se hubieron
marchado.
-Hijo, si intentaras algo que no debes, no saldrías vivo de
esta casa -indicó Seigari, levantando el cuchillo que estaba utilizando para
preparar la cena.
-Eh. Lo he captado –sentenció Remi, con las manos levantadas
y cara de preocupación.
Una vez en el baño, Sarah pudo sentirse algo más relajada.
Hundió la cabeza en el agua para intentar despejarse, sin embargo los recuerdos
del momento del asesinato no dejaban de perseguirla.
Con ojos tristes, observó sus manos, sintiendo que ya no le
pertenecían.
Fue ella quien le mató. Con aquellas manos. Una parte de ella
seguía diciéndole que lo mejor era morir y, aun así, otra no quería ¿Acaso
tenía miedo? ¿Las palabras de Kareth le habían dado esperanza? Él creía en
ella, ¿era lo correcto corresponderle y seguir viviendo?
Una vez su cabeza emergió a la superficie, una ola de agua
mojó su rostro.
-¡Ah! -gritó la chica, ya que estaba fría.
-Pensé que te ayudaría a dejar de pensar -dijo Nara
divertida.
Mientras Sarah se encontraba en la bañera, ella se estaba
lavando con el agua de la ducha. Poco después, se unió a ella.
-Era alguien muy importante para ti, ¿verdad?
-Sí.
-Lo entiendo. Si algo así le ocurriese a mi tío yo también me
sentiría igual. Debe de ser horrible.
Sarah levantó la cabeza y la miró fijamente.
-¿Tú sabes lo que ocurrió? –le preguntó.
-No con mucho detalle. Pero Kar me dijo que tú se lo contaste
y que no le parecías en absoluto una persona que pudiese asesinar a alguien.
-Yo...
-Sólo una persona desalmada sería capaz de hacerlo. Y,
personalmente, soy incapaz de verte de esa manera -dicho esto la chica la cogió
de los hombros-. Mírate en tu interior. Piensa en cómo eres y en lo que puedes
hacer. ¿De verdad crees que la única solución es aceptar que tú eres quien lo
mató?
-Pero…
-¡Da igual las situación que se diera! ¡No importa que sólo
estuvieses tú! ¡Las cosas no siempre son lo que parecen y lo que creemos tan
real no es más que una simple ilusión! ¡Aunque tu cuerpo actuase como lo hizo,
tu mente no te dio esa orden, ¿verdad?! ¡Entonces, ¿cómo puedes afirmar tan
fácilmente que eres la asesina!¡Deja de tomar el camino fácil! ¡Deja de
perseguir ilusiones y medita sobre qué es real!
Todo se quedó en silencio a excepción del sonido que
producían las gotas al salpicar.
-Perdónate a ti misma –dijo finalmente Nara, bajando los
brazos y destensando su cuerpo, el cual sintió cómo se debilitaba de repente.
Sarah desvió la mirada durante unos instantes. Era como si
hubiesen abierto una puerta que no sabía que existiese, o que, aunque lo
supiese, no había querido ver. Si en ese momento seguía mirándola, tenía la
sensación de que la iba a deslumbrar.
-Tienes razón. Creo que, al menos, debo intentarlo.
-¡Así se habla! -sonrió Nara-. Seguro todo saldrá bien. No te
preocupes.
Sarah asintió. Aquella chica había conseguido que se sintiese
un poco más liberada.
-Bueno, será mejor que salgamos –dijo Nara
Tan pronto como la chica se levantó la puerta del baño se
abrió, entrando Kareth en él.
-Ah… -frente a él, su amiga se encontraba completamente
desnuda, provocando una situación increíblemente incómoda en la que ninguno se
atrevió a moverse o hablar.
-M-mejor me voy. -dijo Kareth, fingiendo una sonrisa y
cerrando la puerta tras de sí.
La joven continuó de pie en la misma posición, como una
estatua.
-¿E-estás bien? –preguntó Sarah.
Como si toda fuerza hubiese abandonado su cuerpo, sus piernas
le fallaron y cayó de rodillas obre la superficie de la bañera, sumergiéndose
completamente bajo el agua. Desde arriba, Sarah pudo ver el intenso rubor que
coloreaba las mejillas de su amiga.
“¿Por qué él?”, dijo Nara debajo del agua, transformándose
sus palabras en pequeñas burbujas que estallaron en la superficie, mientras
ella se hacía cada vez más pequeña. Contemplando aquella escena, Sarah,
suspiró.
-¡¿Se puede saber por qué no me has dicho que el baño está
ocupado, idiota descerebrado?! -le gritó Kareth a Remi, el primero igual de
colorado que su amiga.
-¡Cálmate! ¡Ha sido un descuido! –intentó defenderse Remi,
quien se estaba quedando sin espacio para retroceder.
-¡¿Un descuido?!
-¡Lo siento! ¡Por favor, aparta esas espadas que estoy
empezando a asustarme! ¡Y no las acerques tanto a mi entrepierna!
-¡Callaos los dos! -interrumpió Seigari, separándolos y
evitando así que Remi perdiese algo bastante importante-. Ha sido un accidente,
así que dejadlo ya.
Tras la intervención del hombre, Kareth bajó sus armas y poco
a poco se fue tranquilizando.
-En cualquier caso, no me digas que las vistas no han sido
buenas -indicó Remi.
-¡Ese no es el tema! –respondieron Seigari y Kareth al
unísono.
Ya entrada la noche, Seigari y Kareth eran los únicos que
quedaban en el salón.
-Siento haberos metido en esto –se disculpó de repente el
joven.
-No tienes por qué hacerlo. Tanto ella como vosotros dos sois
bienvenidos aquí, y ten por seguro que te ayudaremos siempre que lo necesites.
Además, esa chica, Sarah, parece haber hecho buenas migas con mi sobrina.
-¿Tú crees?
Seigari asintió.
-Me preocupaba que Karma pudiera seguirnos hasta aquí. No me
perdonaría que, por mi culpa, os encarcelasen u os hiriesen.
-De todas formas, ya no hay vuelta atrás –dijo Seigari.
-Eso no me hace sentir mejor -replicó Kareth, bajando la
cabeza.
-¡No, no! No quiero decir que nos incomode. Ya te he dicho
que no te preocupes. Además, ya sabes que a este viejo siempre le viene bien
algo de juerga para no desgastarse.
-No eres tan mayor –sonrió el chico.
-Oh, yo me hago viejo a una velocidad asombrosa, chico.
Ambos rieron.
-Gracias por todo -dijo Kareth.
-Vete a descansar, mañana, cuando todos estemos en mejor
forma, decidiremos qué hacer. Por el momento, estaremos seguros aquí.
-Sí, será lo mejor.
Kareth se dirigió a un pequeño dormitorio libre en el que
Remi y él habían dormido otras veces. Allí ya le esperaba su compañero,
durmiendo profundamente. No parecía nada preocupado por cómo iban a salir todo.
Entonces, antes de abrir la puerta, alguien apareció a su lado.
-Ah, eres tú, Kareth -dijo Sarah, quien vestía un camisón,
propiedad de Nara.
-Te queda bien –comentó el chico señalando la vestimenta.
-Gracias –un poco sorprendida por el cumplido, se miró sí
misma, ruborizándose ligeramente.
-Bueno, si me disculpas. Estoy agotado y me convendría
descansar para mañana.
-¡Espera!
-¿Mm?
-Quería agradecerte… -intentó continuar, pero se detuvo a
mitad de frase, dubitativa. Tras un segundo de meditación, prosiguió con lo que
iba a decir- Quería agradecerte que me hayas salvado. Creía que estaba
preparada. Que cuando fuesen a ejecutarme lo aceptaría, sin miedo ni
remordimientos.
-Nadie debería rendirse ante la muerte.
-¿Eh?
-¿Qué? –Kareth se extrañó por su reacción.
-No, no es nada. Es sólo que... Nara me dijo algo parecido.
-¿Ah, sí?
-Sí, de hecho se podría decir que ella ha sido la que me ha
conseguido que... –se detuvo un momento para pensar en la expresión adecuada-
...cambie de parecer.
Kareth sonrió.
-Esa chica es increíble. En cualquier caso, me alegro de que
ahora pienses así. No te preocupes, todo va a salir bien. Conseguiremos
escapar.
Tras aquella conversación, Sarah se sintió un poco más
aliviada. Fue en ese momento, cuando Kareth cayó en la cuenta de lo que había
en uno de sus dedos.
-¿Qué es eso? -preguntó el chico señalando su mano.
Ella la levantó y observó el anillo que brillaba en uno de
sus dedos.
-¿Esto? Supongo que una especie de recuerdo. Aunque no se de
donde procede. Ya lo tenía después de recuperarme de la inyección de Radiar.
-Un anillo con una pluma incrustada –murmuró Kareth,
temblando por su descubrimiento.
-¿Es extraño? -pregunta Sarah, un poco confusa.
El chico negó con la cabeza y acto seguido sacó algo de su
bolsillo. Se trataba de un colgante cuya cadena se introducía por un anillo
igual que el que tenía ella.
Los ojos de la joven se abrieron como platos y ambos se
miraron, sin saber qué hacer.
-¿Q-qué quiere decir esto? –preguntó Sarah.
-No lo sé, pero yo también tengo este anillo desde que me
recuperé de la inyección.
-S-son idénticos.
-B-bueno, no nos alarmemos. A lo mejor sólo es una
coincidencia –dijo él.
-S-sí, seguramente sólo sea eso...
Ambos forzaron una sonrisa, pero ninguno de los dos se mostró
muy convencido por sus palabras.
-En fin. Buenas noches, Sarah.
-B-buenas noches.
Aquella noche, Kareth no pudo dormir. Estaba muy cansado,
pero el último acontecimiento del día le había quitado el sueño. Así pues,
incapaz de permanecer acostado por más tiempo, se levantó y se dispuso a salir
de la habitación a fin de despejarse un poco.
Durante el trayecto, intentó no despertar a Remi, aunque tal
y como roncaba, dudaba de que lo hiciese. Aun libre de preocupaciones, se
preguntaba si hubiese conciliado el sueño con aquel ruido.
Tras atravesar el pasillo, llegó hasta el salón. Seigari ya
no se encontraba allí, por lo que estaba solo.
“Mejor. Mucho más tranquilo”, pensó mientras se sentaba en
uno de los sofás.
Estuvo un buen rato observando su anillo mientras recordaba
el momento en que había descubierto el de Sarah. Coincidencia, ¿eh? Aquello era
sólo una forma de engañarse a ellos mismos, pero no era momento de tratar ese
tema. Quizás lo mejor fuese esperar a que escapasen.
-Qué desastre –dijo mientras se llevaba una mano a la cabeza.
-¿El qué es un desastre?
Por un acto reflejo, el chico escondió el colgante en su
bolsillo.
-¿Eh?
-¿El qué es un desastre? -repitió Nara, acercándose a él y
sentándose a su lado.
-N-nada. Estaba pensando en voz alta. ¿Qué haces aquí? Me has
asustado -debido a lo ocurrido en el baño se sentía un poco nervioso al estar a
su lado. Además, el camisón que llevaba puesto no ayudaba mucho a limar
tensiones.
-No podía dormir -respondió ella, poniéndose igual de tensa
de repente. Probablemente, acababa de acordarse de lo mismo-. Pensé que podría
despejarme un poco si venía aquí.
Kareth también había pensado en lo mismo hasta que la chica
irrumpió en la habitación.
-Lo siento- se disculpó él.
Nara se mostró sorprendida.
-Siento lo que… -continuó el joven, sin poder mirarle a la
cara- ...lo que ha ocurrido antes.
-¡¿Ah?! ¡¿Eh?! ¡N-n-no debes preocuparte p-p-por eso! Eh…
-nerviosa, ella se sonrojó.
-¿Te encuentras bien? –preguntó Kareth.
-¡S-sí! ¡Uaah! -intentando alejarse, la chica cayó del
mueble.
-¡Cuidado!
Se escuchó un fuerte ruido contra el suelo. Instantes
después, tanto Kareth como Nara se encontraban uno encima del otro. Sus miradas
se encontraron y el tiempo se detuvo, sin que ninguno diese el primer paso para
alejarse.
-K-K…Kar… -la chica rodeó su cuello y entornó los ojos ligeramente-...Y-yo...
Él se quedó sin habla. La temperatura de la habitación y de
su cuerpo no dejaba de subir, y su mente no respondía, quedándose allí tendido
mientras el rostro de Nara se acercaba cada vez más al suyo.
Pudo sentir su respiración e incluso los latidos de su
corazón, tan cerca como se encontraba de ella. Era como si una parte de sí
mismo no quisiese separarse mientras observaba sus rosados labios rozar
levemente los suyos, todavía sin llegar a besarle. Una sensación que no deseaba
rechazar.
Entonces, cuando finalmente estaban a punto de fundirse en
uno solo, alguien les interrumpió, provocando una separación rápida.
Los dos se llevaron la mano al pecho, donde podían sentir su
acelerado corazón.
-Oh, estás aquí. Me he despertado y no te he visto. Me habías
preocupado –dijo Remi, rascándose los ojos-. Parece que Nara también está aquí.
-¡S-sí…que cosas! ¡Jajajaja! -Nara rió nerviosamente. Tanto
ella como Kareth estaban agitados, ruborizados y, aunque lo escondían bastante
bien, decepcionados.
-N-no te preocupes, ahora iré –dijo Kareth.
-Ya, ya. Tómate tu tiempo –contestó Remi, guiñándole un ojo.
“Idiota”, pensó Kareth, respirando profundamente.
-B-bueno, será mejor que me vaya -dijo el chico.
-S-sí. Yo también –contestó ella.
Tras despedirse, Kareth se fue directamente a su habitación.
-Menudo día... –murmuró mientras abría la puerta del
dormitorio.
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