-Puede que esto sea un problema -dijo Kai mientras se rascaba
la nuca.
-Lo siento, ésta es la única habitación que tengo libre así
que tendréis que compartirla –se disculpó Roland
-Bueno, mientras tengamos un lugar donde dormir...
-Voy a sentirme un poco incómoda –replicó Miruru
-¡¿No te importa dormir al raso pero si conmigo?!
-¡E-es que no estoy acostumbrada!
Mientras tanto, el tendero los miraba con
preocupación, sintiéndose un poco culpable.
-En fin. Si nos da unos minutos, nos
instalaremos –sentenció Kai.
-Claro. Estáis en vuestra casa –dicho esto,
se marchó de la habitación, dejándoles solos.
Tras esto, el nigromante observó la
habitación. Era sencilla, sin decoraciones ostentosas, y constaba de dos camas
separadas en el centro y un gran armario de madera en una de las esquinas.
-No está mal. Incluso tenemos un sitio donde
guardar nuestras cosas –comentó, señalando el mueble.
-Tampoco es que tenga algo que guardar
–dijo Miruru.
-Entonces para mí –declaró Kai,
acercándose a él. Entonces, se dio cuenta de que la chica se había quedado
callada- ¿Qué te ocurre?
-Cuando estaba en Yohei Gakko, estábamos
separados los unos de los otros. La llamábamos habitación, pero lo cierto daba
una sensación más parecida a la de una celda de aislamiento, sólo que con muchas
comodidades.
Nos llevábamos bien entre nosotros, pero
no se puede decir que tuviésemos una relación estrecha. Quizás por eso, compartir
habitación con alguien, es algo nuevo para mí.
-No le des más vueltas. Verás como te
acostumbras. Al final, hasta será divertido -dijo Kai alegremente-. En
cualquier caso, creo que no vendría mal darnos un baño. Ve tú primero. Yo me
encargaré de pedirle a Roland algo de ropa. No conviene que tengamos este
aspecto todo el tiempo.
Ella asintió y acto seguido se marchó.
-Roland –dijo Kai, una vez hubo terminado
de guardar sus cosas en la habitación.
-Dime –respondió el dueño, deteniéndose un
momento en su tarea de barrer.
-Me preguntaba si nos podrías prestar algo
de ropa.
-¿Ropa? Bueno, en tu caso no creo que haya
problema, pero no sé si tendré algo de la talla de Miruru.
-Siento las molestias.
-¡No importa! ¡Ven! ¡Acompáñame a ver qué
tengo!
De esa forma, el hombre lo guió hasta otra
habitación que, por lo que dedujo, se trataba de la suya.
Ésta no se diferenciaba mucho de la que
compartían Miruru y él, sólo que, en lugar de haber dos camas, sólo había una
de matrimonio.
-Ah, así que vives con tu mujer –observó
Kai.
-Vivía. Falleció hace un par de años.
-Oh... lo siento.
-Tranquilo. No lo sabías. Además, tuvo
suerte. Murió en paz en tiempos de guerra. No podría pedir más.
A la vez que hablaba, se puso a rebuscar
en un viejo armario, ligeramente roído.
-Creo que todavía tengo algo de ropa que
ella solía usar. No se si le vendrán pero se puede hacer algún apaño.
Después de un rato buscando en el interior
del mueble, sacó varias telas de tamaño un poco más grande de lo que medía la
semidiosa.
-Sí, tendré que hacerles un arreglo.
-¡De verdad, no hace falta! ¡No quisiera
molestarte! Bueno, no más de lo necesario. Ya me entiendes.
-¡Jajaja! ¡Ya te he dicho que no pasa nada!
Estoy seguro de que a mi mujer no le hubiese importado.
-Miruru. Soy Kai. Vengo a traerte la ropa
–dijo el joven al llegar frente a la puerta del cuarto de baño. Sin embargo, no
escuchó respuesta, tan sólo el sonido de gotas salpicando.
-¿Miruru? –repitió, dando un par de golpes
en la puerta, continuando sin obtener respuesta.
-¿Estás bien? –preocupado, volvió a
golpear la puerta.
“¿Y si le ha pasado algo? No. Es poco
probable. Seguramente no me haya escuchado.”, pensó.
-¡Miruru! –gritó el nombre de la chica por
tercera vez, aporreando la puerta de una forma que creyó que la iba a echar
abajo.
“Creo haber gritado lo suficientemente
fuerte como para que me oiga.”
-¡V-voy a entrar! –avisó mientras abría la
puerta.
Una vez dentro, distinguió entre los
vapores del agua caliente el cuerpo de la joven, durmiendo plácidamente en la
bañera.
-Está durmiendo, ¿verdad? –se preguntó el
chico, preocupado. Acercándose un poco más para estar seguro- ¡Eh! ¡Eh! Será
mejor que despiertes o te va a dar algo –continuó, probando esta vez a tocarle
el hombro.
En ese momento, Miruru fue abriendo los
ojos poco a poco. Medio adormilada, desplazó la vista hacia Kai.
-¿K-Kai? –preguntó con voz monótona,
sobresaltándose poco después- ¡¿Q-qu-qué haces aquí?! –tartamudeó.
-Te habías quedado dormida y me he visto
obligado a...
-¡Fuera!
-Pero si yo sólo...
-¡He dicho fuera!
Entre los gritos de la semidiosa, y
sabiendo lo peligroso que podía ser enfrentarse a ella, Kai escapó de allí.
-Qué humos –se quejó.
A la mañana siguiente, los dos se
reunieron con Roland en la tienda.
-Bien, lo que haremos será simple.
Vosotros os dedicaréis a atraer a los clientes y yo me encargaré de las ventas
–explicó el hombre, a lo que ellos asintieron.
-Por cierto, veo que te han quedado bien
–comentó Roland al observar la ropa de Miruru-. Tenía miedo de que no te
viniese, pero parece que sigo teniendo buena mano para estas cosas –rió
-Gracias –dijo ella.
-No hay de qué.
-Pongámonos manos a la obra –sentenció Kai,
recibiendo una mirada asesina por parte de su compañera, quien seguía enfadada
por lo ocurrido en el baño.
El chico todavía recordaba cuando entró en
el dormitorio sin siquiera dirigirle la palabra.
-Te aseguro que no pretendía ver nada
-explicó Kai.
-Eso ya no importa. Empecemos a trabajar.
¡Vamos!
Tras un suspiro, el nigromante asintió.
-Cuarto espíritu: Lein –dijo, creando
varias bolas de metal.
Entonces, las lanzó hacia arriba, quedando
éstas suspendidas en el aire gracias al poder de Miruru.
Posteriormente, la chica hizo que se
desplazasen una detrás de la otra, bailoteando y formando dibujos y patrones.
Lo mismo hacia que se cruzasen unas con otras que chocasen entre ellas o formase figuras
geométricas.
Aquel curioso espectáculo atrajo la atención
de varios transeúntes, quienes se detuvieron a contemplarlo.
Antes de que se diesen cuenta, ya había
una multitud frente a ellos, dejando a Roland impresionado por el impacto que
habían tenido las habilidades de los jóvenes.
Por su parte, el equipo había decidido
cambiar su actuación: ahora Kai se encargaba de hacer malabares con las bolas
mientras Miruru las hacía estallar en el aire.
La gente aplaudía y se acercaba al puesto a
preguntar por lo que vendían, aunque muchos también preguntaban por el dúo de
intérpretes.
Una vez se hubo calmado un poco el
ambiente, Roland se acercó a ellos.
-Parece que ha funcionado –dijo-. Es
increíble, ¿cómo sois capaces de hacer eso?
-Llamémoslo experiencia –contestó Kai.
-¡Jaja! Me habéis dejado impresionado. Más
incluso que la primera vez –declaró el tendero, poco antes de continuar con su
trabajo.
-Lo hemos conseguido. Buen trabajo –dijo
el nigromante, a lo que Miruru se limitó a asentir.
-¿Sigues enfadada?
-Ya te he dicho que no importa.
-Oye, lo siento, en serio.
-No te preocupes más por ello.
Durante unos segundos, ambos mantuvieron
un silencio incómodo que fue roto por Kai.
-Oye, hay algo que me he estado
preguntando- ¿En qué consiste tu poder exactamente?
-¿Mi poder?
-Si no quieres contestar no hace falta –explicó
Kai, quien, en ese momento, no quería hacer algo que la pudiese enfadar.
-No me molesta. Mm... es un poco más
complejo de lo que puede parecer a simple vista
-¿Eh?
-Para que me entiendas. Es como si lo que
tuviese frente de mí se convirtiese en una especie de dibujo.
-¿Dibujo?
-Así es. Todo lo que hay delante de mí
puede ser desplazado a voluntad, modificado de la forma en la que yo desee.
-Cambiar el medio a voluntad.
-Así es. Eso incluye cualquier
modificación física: compresión, expansión, destrucción...
-Vaya. Parece una habilidad temible.
-No creas. Si conoces a los que son como
yo, sabrás que no es un poder que pueda ser usado a la ligera.
-Entiendo. Debe de ser una gran carga.
-Para conseguir algo hay que pagar un
precio. Supongo que éste ha sido el mío –dijo ella, desviando la mirada hacia
un lado, lo que provocó que el chico se preocupase, sobre todo al observar cómo
ella apretaba con fuerza su propia muñeca.
-En fin, no merece la pena preocuparse por
ello a estas alturas. Adquirimos nuestros poderes por un gran objetivo. No hay
que sentirse mal por ello.
-Supongo que tienes razón.
-Por cierto, esta tarde daré una vuelta
por la ciudad.
-¿Por?
-¿Recuerdas que te dije que estaba
buscando a una persona? -ella asintió, recibiendo una foto con la imagen de
dicha persona- Tengo que seguir preguntando hasta dar con él.
-¿Quién es? –preguntó Miruru.
-Una persona muy querida para mí. O al
menos, lo era.
-¿Ahora ya no?
-La verdad es que no lo sé. Por eso le
estoy buscando.
La joven observó detenidamente la foto. Se
trataba de un joven de aspecto amable e inteligente, pero, por alguna razón, no
le causó una buena impresión.
-Te ayudaré a
buscarlo.
-¿En serio?
-Sólo tengo que preguntar si alguien lo
conoce, ¿no? No parece complicado –dijo sonriente.
-Gracias. Seguro que entre los dos vamos
más rápido.
-¿Os vais? –preguntó Roland, una vez hubo
terminado su trabajo.
-Hay algo que debemos hacer en la ciudad.
-Ah, claro. Si puedo ayudaros en algo...
Entonces, Kai sacó la foto y se la enseñó
a Roland.
-¿Le suena de algo? –preguntó.
Roland la observó detenidamente.
-Es curioso –dijo, a lo que el nigromante
frunció el ceño.
-¿El qué es curioso?
-Recuerdo haberle visto, pero creo que fue
hace bastante tiempo.
-¡¿Dónde?! – preguntó Kai, esperanzado.
-Mm... juraría que vino a esta tienda.
Estuvo preguntando por algunos productos, compró algo y se marchó en aquella
dirección –indicó, señalando la calle situada a espaldas de los jóvenes-.
Siento no ser de más ayuda.
-Al contrario. Por fin tengo una pista.
Gracias.
-No hay de qué. Id con cuidado.
Tras esto, emprendieron camino.
-Inspeccionaremos un poco la calle y
preguntaremos. Puede que haya más gente que le sepa algo
En respuesta, Miruru asintió mientras su
cola se balanceaba de un lado a otro.
-Mm...
-¿Qué? –preguntó la chica, al darse cuenta
de que la estaba observando.
-¿No sería mejor ocultarla? –propuso Kai,
haciendo que la chica girase la cabeza.
-¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!
-La gente puede verlo raro. De hecho, me
parece extraño que todavía no haya llamado la atención.
-Le das demasiada importancia. La gente
está acostumbrada a estas cosas.
-Yo no estoy tan convencido.
-Además, cuanto más llamemos la atención
mejor, así más gente se acercará a nosotros.
-De eso tampoco estoy muy convencido.
Así pues, estuvieron preguntando a varias
personas, recorriendo enteramente la calle, que, por cierto, debía ser
importante, por la amplitud de la misma y la cantidad de gente que la
transitaba. Por desgracia, las respuestas que obtuvieron no les sirvieron de
mucho.
-Algunos dicen que le vieron por aquí hace
años y otros, que no sabe nada –comentó Kai, algo desanimado.
-Sigamos buscando –sugirió Miruru.
Pese a su insistencia, siguieron sin
encontrar nada destacable.
-Ya es de noche, será mejor que volvamos
–desistió el nigromante.
-Me han dicho que estáis buscando a
alguien –dijo de repente una voz detrás de ellos- ¿Estoy en lo cierto?
Al darse la vuelta, descubrieron a una
mujer de pelo color castaño y largo. Su vestimenta no dejaba mucho a la
imaginación, lo suficientemente apretada para resaltar sus curvas y con un
escote bastante pronunciado. Su mirada era arrogante y seductora, con un fuerte
aire de seguridad en sí misma, como queriéndoles decir que era superior a
ellos.
-¿Quién eres? –preguntó Kai, con
desconfianza.
-Soy lo que se conoce como una informante.
-¿Informante?
-Así es. Doy información a cambio de un
pago. Quizás pueda ayudaros. ¿Me prestas esa foto un momento? –preguntó.
Sin estar muy convencido, el chico se la
entregó.
-Oh. Conozco a esta persona –dijo, sin
cambiar la expresión.
-¿Hablas en serio? –se extrañó Kai.
-Claro.
-Si es así, dinos lo que sepas de él, por
favor.
-Sin problema, pero, como acabo de decir,
no será gratis.
-¿Puedo fiarme de ti?
-Por supuesto. Tengo mis principios y soy
seria con mi trabajo, pero probablemente, incluso así, te cueste creerme
–entonces, del interior del bolsillo de su ajustada ropa, sacó una
tarjeta- Por si quieres pensártelo. Mi
nombre es Anna –dijo entregándosela junto a la foto- Nos vemos.
Tras esto, se marchó, dejándolos a solas
bajo la luz de las farolas.
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