“Kai se encontraba en
su habitación cuando tocaron a la puerta. Se trataba de May.
-Hola –saludó la chica.
-Pasa, pasa. ¿Quieres
algo? –ofreció el chico, alcanzando un par de botellas.
-Claro.
Sentados sobre la cama,
los dos amigos estuvieron hablando animadamente.
-Ya ha pasado mes y
medio desde que vino First –dijo Kai
-¡Es verdad! ¡Dios mío,
creía que había sido menos!
-Eso es porque se te ha
hecho corto –bromeó Kai- En fin, ¿qué querías?
-Verás. Hay algo que me
gustaría contarte.
-¿De qué se trata?
-First me ha dicho que
tiene que volver a su escuela.
-¡¿Qué?! –se sorprendió
Kai, pese a que ya sabía que ese momento llegaría algún día.
-Ya sabes que sólo
estaba aquí por trabajo –le recordó May.
-Sí, pero aun así...
–no consiguió terminar la frase. Era doloroso tener que separarse de alguien
que había cobrado tanto significado para ambos en tan poco tiempo.
-Por tu cara, deduzco
que no es lo único que has venido a decirme –dijo Kai. La conocía desde hacía
mucho, por lo que le resultaba fácil saber cuándo escondía algo.
-Verás... -empezó a
decir, poniéndose algo nerviosa- Me ha propuesto irme con él.
Tras aquella
revelación, ambos se mantuvieron en silencio hasta que el chico fue capaz de
continuar la conversación.
-Y, ¿qué le has
contestado?
-Nada, de momento. Le
he dicho que tenía que pensármelo. Yo... me resultaría muy duro tener que
abandonar este sitio. Aquí he vivido muy buenos momentos contigo, desde que
éramos pequeños. Fue también aquí donde me enamoré de él y, donde pensé, o
quise pensar, que viviríamos juntos.
De repente, Kai se
levantó de la cama y le dio la espalda por unos instantes, cavilando sobre algo
mientras golpeaba nerviosamente el suelo con su pie.
-Deberías ir –dijo,
decidido, dándose la vuelta y encarándose a ella.
-¡¿Qué?! ¡Pero, no
puedo dejarte aquí sólo! Además, todavía no he terminado los estudios aquí y...
-May, si no lo hicieses
te arrepentirías el resto de tu vida. Y si es por tus estudios, seguro que
habrá alguna forma. Podrías solicitar un intercambio entre escuelas o pedir terminar
antes de tiempo. Con tus calificaciones no creo que haya problema. Incluso
podría servir como una estancia de prácticas o algo así. Lo que quiero decir es
que no hay ninguna norma que lo prohíba.
-Pero, ¿qué hay de ti?
-Ahora soy más fuerte
que antes. Ya no hace falta que te preocupes por mí. Además, me sentiría fatal
si tuvieses que quedarte por mí.
-Kai... –intentó decir
ella, a punto de romper a llorar.
-Tu felicidad está con
él. Por eso, deberías ir. Además esto no tiene por qué ser un adiós. Estoy
seguro de que volveremos a vernos.
-Gracias, Kai –dijo
ella, abrazándolo- Eres como un hermano para mí.
-¡Para! ¡May, me estás
haciendo daño! –se quejó el joven, pese a la sonrisa que se dibujaba en su
rostro.
-L-lo siento –respondió
May, apartándose de él y secándose las lágrimas con las mangas de su propia
camiseta- ¡Ya sé! –exclamó, de repente, mientras buscaba algo en sus bolsillos.
-¿Qué?
-Toma, quiero que te lo
quedes. Como recuerdo.
-Esto es...
Lo que la joven le
acababa de dar era una pequeña pelota con la que solían jugar cuando eran
pequeños.
- La cuidaré como un
tesoro –dijo Kai, apretándola contra sí mismo- Vamos, vete. No hagas esperar a
First.
Tras ver cómo se
marchaba, guardó la pelota en una pequeña cajita.
Aquella misma noche,
cuando se disponía a acostarse, escuchó una llamada en su aparato comunicador,
lo que le pareció extraño, por las horas que eran.
Al descolgar, escuchó
la voz de May
-K-a-i, ayú-dame, por
favor.
Aquellas palabras le
dejaron de piedra, a punto de dejar caer el aparato. Sin embargo, logró
mantener la compostura.
-¡¿May?! ¡May! ¡¿Qué
pasa?! –preguntó, nervioso. Por lo que escuchaba, apenas podía hablar.
-K-a-i, rá-pido, ant-es
de qu-e ven-ga.
En ese instante, se
cortó la transmisión.
“¿Qué ha sido eso?
Tiene que ser una broma, ¿no? ¡¿Qué está pasando?!”, pensó mientras intentaba
tomar una decisión sobre qué hacer.
-¡Mierda! –maldijo. No
entendía nada, pero no podía arriesgarse a dejar las cosas como estaban. Debía
buscar ayuda.
Así pues, lo primero
que se le pasó por la cabeza fue avisar a First. Si alguien sabría qué hacer,
ése era él.
Lo más rápido que pudo,
se dirigió hacia donde se hospedaba su amigo. Recorrió las calles de Yohei
Gakko, sin detenerse ante las miradas curiosas de la gente y alguna que otra queja
por tener que apartarse para abrirle paso.
Finalmente, se situó
ante la puerta de su apartamento. En un bloque situado cerca del centro de la
zona de ocio. Nada lujoso, pero bastante bien equipado.
-¡First! ¡First! –gritó
el chico, disponiéndose a golpear la puerta- ¡Algo le ha ocurrido a May!
¡Rápido, tenemos que...!
Nada más tomar contacto
con la puerta, ésta se abrió de golpe,
sonando un fuerte ruido al chocarse el pomo contra la pared.
-¿Por qué está abierta?
–se preguntó en voz alta mientras una sensación de miedo y angustia le subían
por la garganta, intensificándose cunado descubrió que el suelo estaba lleno de
sangre.
-¡First! –sin
pensárselo dos veces, irrumpió en el apartamento, corriendo por los pasillos
mientras gritaba su nombre.
Entonces, al abrir la
puerta de la habitación situada al final, se topó con una intensa oscuridad,
impidiéndole ver lo que había al fondo.
-K-a-i... –la voz de May se escuchó a varios
metros frente a él.
-¡May! ¡¿Dónde estás?! ¡¿Qué está
pasando?!
Después de un par de
pasos temerosos, tanteó la pared situada a su derecha hasta dar con el
interruptor que iluminase la sala. Sin embargo, prefirió no haberlo hecho.
Delante de él estaba su
amiga, cubierta de sangre, numerosos cortes y cardenales por todo su cuerpo e,
incrustado en su vientre, lo que parecía una joya color esmeralda.
-May... –murmuró Kai,
con piernas temblorosas que no lograron mantener el equilibrio, cayendo de
rodillas al suelo.
-Oh, qué alegría. Si
tenemos un invitado –dijo otra voz que le hizo desviar la mirada hacia un
lateral de la habitación.
-¡¿Quién eres?!
–preguntó el chico, levantándose y poniéndose en guardia.
-Dímelo tú –respondió
la otra persona, dejándose ver.
-¿First? –sorprendido,
no hizo ningún movimiento mientras su amigo caminaba cerca de él hasta situarse
al lado de May.
-First. Qué nombre tan
curioso, ¿no te parece? –dijo con aire divertido.
-¿Qué ha ocurrido?
¿Quién le ha hecho eso?
-Esta chica es
inservible. No era la que buscábamos.
-¿De qué estás
hablando?
Ignorando la pregunta
de Kai, First acarició la barbilla de May de una forma que por poco vomita ahí
mismo.
-No entiendo nada
–continuó el chico, tratando de recuperar la compostura-. Lo único que sé es
que hay que llevar a May para que la traten y...
De repente, First levantó
una mano hacia Kai, pidiéndole que no se acercase.
-Veo que no te das
cuenta. O no quieres darte cuenta. Quien le ha hecho esto soy yo.
Desde que le había
visto aparecer, aquella posibilidad se le había pasado por la cabeza, pero una
parte de él había sido incapaz de aceptarlo. Porque, para él, ese escenario no
tenía sentido.
-Tú no eres First,
¿verdad?
-¿Quién sabe? ¿Lo soy?
–se burló First.
-Tú no puedes ser él.
Él no le habría hecho daño May ¡¡Sería incapaz de hacerle daño a alguien!!
-¡Jajaja! –continuando
con su juego, aquel individuo rió de forma desagradable, consiguiendo aumentar
la ira e impotencia que sentía el chico- En fin, lo que pienses ya no importa.
Me has visto, y eso es algo que no puedo permitir. Así que no tendré más
remedio que matarte.
Entonces, se abalanzó
contra Kai, golpeándole en el estómago de un puñetazo y lanzándolo por los
aires hasta chocarse de espaldas contra la pared de la habitación, llegando a
agrietarla de la dureza del impacto.
-Eres débil –se burló
First.
-D-é-j-a-l-o –susurró
May, con un hilo de voz, apenas perceptible.
-Lo siento, querida,
pero no puedo oírte –señaló el que una vez fue su enamorado, quien, en décimas
de segundo, se acercó a Kai y le cogió del cuello.
-Siendo tan débil no
podrás protegerla –le espetó, lanzándolo, esta vez, hacia el lado contrario, y
colocándose en su trayectoria, instantáneamente, mientras su víctima seguía en
el aire, golpeándole entonces con el codo en la espina dorsal y rompiéndole
algunas costilla, lo que provocó que el chico terminase en el suelo, escupiendo
sangre- Ya he tenido bastante –dijo mientras lo levantaba-. No eres nada
divertido.
Entonces, cuando se
disponía a darle el golpe de gracia, otro individuo entró en la sala, abriendo
un boquete en la pared
-¿Eh? –se sorprendió
First, dirigiendo la vista hacia el recién llegado- ¿Y tú quién eres?
-Debes venir conmigo.
Son órdenes –respondió, sin andarse con rodeos.
-Oh, tú debes de ser...
–empezó a decir First, mientras observaba, primero a Kai y luego el otro
hombre- Entiendo.
Sin entender nada, el
joven nigromante fue liberado, cayendo al suelo. Desde ahí, pudo observar a su
agresor seguir caminar detrás de, aparentemente, su nuevo compañero. Éste
último desapareció por donde había venido. Sin embargo, antes de que First hiciese
lo mismo se giró hacia él.
-Como ya dije, no
quiero dejar testigos. Así que espero que disfrutéis de una “calurosa” muerte
–se despidió mientras sacaba un pequeño mechero de su bolsillo- Adiós, amigos.
Como por arte de magia,
una llamarada se extendió por el apartamento, llenando todas y cada una de las
habitaciones.
-May... tengo que
salvar a May... –dijo Kai, arrastrándose entre el poco espacio dejado por el
fuego, mientras éste lo iba devorando todo a su paso.
-K-a-i.
-No te preocupes. Yo te
salvaré.
-K-a-i...
Era imposible superar
la velocidad a la que el fuego se propagaba. Sólo la imagen de la chica frente
a él, todavía en la misma posición que al entrar en la sala, le impedía
rendirse.
Entonces, May cerró los
ojos.
-Prim-er es-píritu:
K-aga-mi.
Las llamas que se
dirigían hacia Kai se dispersaron.
-No... espera... por
favor –suplicó el chico, viéndose venir sus intenciones.
Al levantar la cabeza,
pudo ver su rostro. Al mismo tiempo, el fuego empezaba a consumirla a ella.
-Yo te pr-o-teg-eré –alcanzó
a decir antes de que los sentidos de él se apagasen por completo.
-May... –llegó a decir
con su último aliento.
Al día siguiente, Kai
despertó en una cama. Había sido salvado de entre las llamas por Karma y traído
al centro de control, donde le habían atendido.
-De alguna forma,
consiguió sobrevivir al incendio. Había alguien más allí, pero apenas quedó
algo. Ni siquiera sabemos si era hombre o mujer. Que muerte tan horrible...
-¡Ah! ¡Mira! ¡Ha
despertado!
-¡Hola, ¿me ves bien?!
-preguntó un hombre con gafas, quien, seguramente, era uno de los científicos
de Yohei Gakko.
Éstos podían actuar
también como médicos para los alumnos.
Respondiendo a su
pregunta, el chico asintió.
-Ha sido un milagro que
hayas sobrevivido a ese incendio. Será mejor que reposes durante unos días.
Entonces te haremos otro chequeo y decidiremos si darte el alta o no.
Haciendo caso omiso a
sus advertencias, Kai intentó levantarse.
-Oye, ¿me has
escuchado? –preguntó el científico, con ademán de intentar detenerlo.
-May. ¿Dónde está May?
-¿May? –el hombre miró
a su compañera, quien se encogió de hombros.
-¡Había una chica en
ese apartamento, ¿verdad?! ¡Está muy grave! ¡Tenéis que ayudarla!
-N-no había nadie más
además de ti. Al menos, no con vida –afirmó el científico, lo que supuso un
jarro de agua fría para Kai.
-Pero... –intentó decir
el joven.
-Lo siento pero, salvo
tú, todo el apartamento fue consumido por las llamas. No encontraron a nadie
más.
Al escuchar aquella
noticia, Kai se quedó en silencio “¿Por qué?” Fue la única pregunta que
envolvió su mente por completo.
Tras unos días, por fin
se le permitió salir del hospital, pero nada era como antes.
Se sentía como si el
mundo hubiese perdido el sentido, continuando con su rutina, cual marioneta.
Iba a clase, volvía de
clase, comía y, en los ratos libres, se sentaba, ausente, sobre una silla en su
habitación, mirando la nada, hasta que llegaba la hora de cenar e irse a la
cama.
Seguía con su vida,
como un robot, sin nada que esperar de ella, con total y absoluto indiferencia.
En su cabeza, la imagen de ella, sacrificándose por él, recordada
constantemente por su asiento vacío en clase.
Un día uno de los
maestros se acercó a él.
-Kai... –comenzó,
interrumpiéndose a sí mismo ante la falta de reacción por parte del chico, quien
ni siquiera le dirigió la mirada- Me han dado la llave de su habitación. Pensé
que, ya que tú eras el más cercano a ella, podrías encargarte de llevarte sus
cosas. Al fin y al cabo, alguien tendrá que ocuparla.
No contestó, por lo que
el profesor dejó la llave encima de su mesa y se marchó.
Tras un ligero vistazo
a la llave, y varios minutos de apatía, decidió cogerla.
Así pues, abrió la
puerta de aquel cuarto, donde le inundaron sentimientos de abandono y soledad.
Sin pensárselo mucho,
entró y encendió la luz.
Estaba lleno de
recuerdos de ella. Hecho que le producía gran pesar y una punzada en su corazón
a cada paso que daba.
Entonces, algo llamó su
atención.
Encima de una mesa
había una foto en la que se podía observar a tres personas posando con caras
sonrientes.
Al cogerla y mirarla
con más detenimiento, descubrió algo escrito justo detrás:
“Que estos días nunca
terminen”
Al leerlo, su vista se
volvió borrosa, mientras lágrimas brotaban de sus ojos y humedecía el papel.
-Maldita sea... maldita...
sea...
Tras secarse con la
manga de su camiseta, se fijó en que había otra foto al lado de la primera. En
ella, sólo salía First.
Odio. Fue lo primero
que sintió con aquella imagen. Odio y confusión.
No entendía lo que le
había llevado a asesinarla.
-Proteger a los demás
–murmuró.
Y en ese momento, tomó
una decisión.
Se guardó la foto y
recogió las pertenencias de May, vaciando el cuarto. Posteriormente, cerró la
puerta y devolvió las llaves al profesor.
Horas más tarde, las
llevó a un lugar apartado, donde no pudiese ser visto, y las quemó. Quemó todas
sus cosas. Todas excepto aquellas dos fotos y la pelota que le regaló.
-Me iré de aquí y lo
buscaré. Día tras día. Sin descanso. Cuando lo encuentre, le preguntaré por qué
lo hizo, y según su respuesta, decidiré si vive o muere. Hasta entonces, espero
que sigas protegiéndome, May.
Con aquellas palabras,
el nigromante le dio la espalda a las llamas y se marchó.”
Al terminar su historia, descubrió que Miruru estaba
llorando.
-Es muy triste... –dijo ella, intentando secarse las
lágrimas.
-Será mejor que durmamos. Mañana nos encontraremos mejor
–dijo el chico, intentando quitarle importancia.
Durante la noche, no pudo dormir, dedicándose a observar el
techo, perdido en sus pensamientos. A su lado, sentado, se hallaba el fantasma
de una joven.
-Éste es mi castigo por no haberte protegido, May. Todo lo
que puedo hacer es seguir avanzando.
En silencio, el fantasma lo abrazó. Un abrazo que jamás
podría volver a sentir.
“Yo te pr-o-teg-eré”