sábado, 28 de abril de 2012

The demigoddess and the necromancer: Capítulo 9

Kai se encontraba en su habitación cuando tocaron a la puerta. Se trataba de May.
-Hola –saludó la chica.
-Pasa, pasa. ¿Quieres algo? –ofreció el chico, alcanzando un par de botellas.
-Claro.

Sentados sobre la cama, los dos amigos estuvieron hablando animadamente.
-Ya ha pasado mes y medio desde que vino First –dijo Kai
-¡Es verdad! ¡Dios mío, creía que había sido menos!
-Eso es porque se te ha hecho corto –bromeó Kai- En fin, ¿qué querías?
-Verás. Hay algo que me gustaría contarte.
-¿De qué se trata?
-First me ha dicho que tiene que volver a su escuela.
-¡¿Qué?! –se sorprendió Kai, pese a que ya sabía que ese momento llegaría algún día.
-Ya sabes que sólo estaba aquí por trabajo –le recordó May.
-Sí, pero aun así... –no consiguió terminar la frase. Era doloroso tener que separarse de alguien que había cobrado tanto significado para ambos en tan poco tiempo.
-Por tu cara, deduzco que no es lo único que has venido a decirme –dijo Kai. La conocía desde hacía mucho, por lo que le resultaba fácil saber cuándo escondía algo.
-Verás... -empezó a decir, poniéndose algo nerviosa- Me ha propuesto irme con él.

Tras aquella revelación, ambos se mantuvieron en silencio hasta que el chico fue capaz de continuar la conversación.
-Y, ¿qué le has contestado?
-Nada, de momento. Le he dicho que tenía que pensármelo. Yo... me resultaría muy duro tener que abandonar este sitio. Aquí he vivido muy buenos momentos contigo, desde que éramos pequeños. Fue también aquí donde me enamoré de él y, donde pensé, o quise pensar, que viviríamos juntos.

De repente, Kai se levantó de la cama y le dio la espalda por unos instantes, cavilando sobre algo mientras golpeaba nerviosamente el suelo con su pie.
-Deberías ir –dijo, decidido, dándose la vuelta y encarándose a ella.
-¡¿Qué?! ¡Pero, no puedo dejarte aquí sólo! Además, todavía no he terminado los estudios aquí y...
-May, si no lo hicieses te arrepentirías el resto de tu vida. Y si es por tus estudios, seguro que habrá alguna forma. Podrías solicitar un intercambio entre escuelas o pedir terminar antes de tiempo. Con tus calificaciones no creo que haya problema. Incluso podría servir como una estancia de prácticas o algo así. Lo que quiero decir es que no hay ninguna norma que lo prohíba.
-Pero, ¿qué hay de ti?
-Ahora soy más fuerte que antes. Ya no hace falta que te preocupes por mí. Además, me sentiría fatal si tuvieses que quedarte por mí.
-Kai... –intentó decir ella, a punto de romper a llorar.
-Tu felicidad está con él. Por eso, deberías ir. Además esto no tiene por qué ser un adiós. Estoy seguro de que volveremos a vernos.
-Gracias, Kai –dijo ella, abrazándolo- Eres como un hermano para mí.
-¡Para! ¡May, me estás haciendo daño! –se quejó el joven, pese a la sonrisa que se dibujaba en su rostro.
-L-lo siento –respondió May, apartándose de él y secándose las lágrimas con las mangas de su propia camiseta- ¡Ya sé! –exclamó, de repente, mientras buscaba algo en sus bolsillos.
-¿Qué?
-Toma, quiero que te lo quedes. Como recuerdo.
-Esto es...

Lo que la joven le acababa de dar era una pequeña pelota con la que solían jugar cuando eran pequeños.
- La cuidaré como un tesoro –dijo Kai, apretándola contra sí mismo- Vamos, vete. No hagas esperar a First.

Tras ver cómo se marchaba, guardó la pelota en una pequeña cajita.

Aquella misma noche, cuando se disponía a acostarse, escuchó una llamada en su aparato comunicador, lo que le pareció extraño, por las horas que eran.

Al descolgar, escuchó la voz de May
-K-a-i, ayú-dame, por favor.

Aquellas palabras le dejaron de piedra, a punto de dejar caer el aparato. Sin embargo, logró mantener la compostura.
-¡¿May?! ¡May! ¡¿Qué pasa?! –preguntó, nervioso. Por lo que escuchaba, apenas podía hablar.
-K-a-i, rá-pido, ant-es de qu-e ven-ga.

En ese instante, se cortó la transmisión.
“¿Qué ha sido eso? Tiene que ser una broma, ¿no? ¡¿Qué está pasando?!”, pensó mientras intentaba tomar una decisión sobre qué hacer.

-¡Mierda! –maldijo. No entendía nada, pero no podía arriesgarse a dejar las cosas como estaban. Debía buscar ayuda.

Así pues, lo primero que se le pasó por la cabeza fue avisar a First. Si alguien sabría qué hacer, ése era él.

Lo más rápido que pudo, se dirigió hacia donde se hospedaba su amigo. Recorrió las calles de Yohei Gakko, sin detenerse ante las miradas curiosas de la gente y alguna que otra queja por tener que apartarse para abrirle paso.

Finalmente, se situó ante la puerta de su apartamento. En un bloque situado cerca del centro de la zona de ocio. Nada lujoso, pero bastante bien equipado.
-¡First! ¡First! –gritó el chico, disponiéndose a golpear la puerta- ¡Algo le ha ocurrido a May! ¡Rápido, tenemos que...!

Nada más tomar contacto con la puerta, ésta  se abrió de golpe, sonando un fuerte ruido al chocarse el pomo contra la pared.
-¿Por qué está abierta? –se preguntó en voz alta mientras una sensación de miedo y angustia le subían por la garganta, intensificándose cunado descubrió que el suelo estaba lleno de sangre.
-¡First! –sin pensárselo dos veces, irrumpió en el apartamento, corriendo por los pasillos mientras gritaba su nombre.

Entonces, al abrir la puerta de la habitación situada al final, se topó con una intensa oscuridad, impidiéndole ver lo que había al fondo.
-K-a-i... –la voz de May se escuchó a varios metros frente a él.
-¡May! ¡¿Dónde estás?! ¡¿Qué está pasando?!

Después de un par de pasos temerosos, tanteó la pared situada a su derecha hasta dar con el interruptor que iluminase la sala. Sin embargo, prefirió no haberlo hecho.

Delante de él estaba su amiga, cubierta de sangre, numerosos cortes y cardenales por todo su cuerpo e, incrustado en su vientre, lo que parecía una joya color esmeralda.
-May... –murmuró Kai, con piernas temblorosas que no lograron mantener el equilibrio, cayendo de rodillas al suelo.
-Oh, qué alegría. Si tenemos un invitado –dijo otra voz que le hizo desviar la mirada hacia un lateral de la habitación.
-¡¿Quién eres?! –preguntó el chico, levantándose y poniéndose en guardia.
-Dímelo tú –respondió la otra persona, dejándose ver.
-¿First? –sorprendido, no hizo ningún movimiento mientras su amigo caminaba cerca de él hasta situarse al lado de May.
-First. Qué nombre tan curioso, ¿no te parece? –dijo con aire divertido.
-¿Qué ha ocurrido? ¿Quién le ha hecho eso?
-Esta chica es inservible. No era la que buscábamos.
-¿De qué estás hablando?

Ignorando la pregunta de Kai, First acarició la barbilla de May de una forma que por poco vomita ahí mismo.
-No entiendo nada –continuó el chico, tratando de recuperar la compostura-. Lo único que sé es que hay que llevar a May para que la traten y...

De repente, First levantó una mano hacia Kai, pidiéndole que no se acercase.
-Veo que no te das cuenta. O no quieres darte cuenta. Quien le ha hecho esto soy yo.

Desde que le había visto aparecer, aquella posibilidad se le había pasado por la cabeza, pero una parte de él había sido incapaz de aceptarlo. Porque, para él, ese escenario no tenía sentido.
-Tú no eres First, ¿verdad?
-¿Quién sabe? ¿Lo soy? –se burló First.
-Tú no puedes ser él. Él no le habría hecho daño May ¡¡Sería incapaz de hacerle daño a alguien!!
-¡Jajaja! –continuando con su juego, aquel individuo rió de forma desagradable, consiguiendo aumentar la ira e impotencia que sentía el chico- En fin, lo que pienses ya no importa. Me has visto, y eso es algo que no puedo permitir. Así que no tendré más remedio que matarte.

Entonces, se abalanzó contra Kai, golpeándole en el estómago de un puñetazo y lanzándolo por los aires hasta chocarse de espaldas contra la pared de la habitación, llegando a agrietarla de la dureza del impacto.
-Eres débil –se burló First.
-D-é-j-a-l-o –susurró May, con un hilo de voz, apenas perceptible.
-Lo siento, querida, pero no puedo oírte –señaló el que una vez fue su enamorado, quien, en décimas de segundo, se acercó a Kai y le cogió del cuello.
-Siendo tan débil no podrás protegerla –le espetó, lanzándolo, esta vez, hacia el lado contrario, y colocándose en su trayectoria, instantáneamente, mientras su víctima seguía en el aire, golpeándole entonces con el codo en la espina dorsal y rompiéndole algunas costilla, lo que provocó que el chico terminase en el suelo, escupiendo sangre- Ya he tenido bastante –dijo mientras lo levantaba-. No eres nada divertido.

Entonces, cuando se disponía a darle el golpe de gracia, otro individuo entró en la sala, abriendo un boquete en la pared
-¿Eh? –se sorprendió First, dirigiendo la vista hacia el recién llegado- ¿Y tú quién eres?
-Debes venir conmigo. Son órdenes –respondió, sin andarse con rodeos.
-Oh, tú debes de ser... –empezó a decir First, mientras observaba, primero a Kai y luego el otro hombre- Entiendo.

Sin entender nada, el joven nigromante fue liberado, cayendo al suelo. Desde ahí, pudo observar a su agresor seguir caminar detrás de, aparentemente, su nuevo compañero. Éste último desapareció por donde había venido. Sin embargo, antes de que First hiciese lo mismo se giró hacia él.
-Como ya dije, no quiero dejar testigos. Así que espero que disfrutéis de una “calurosa” muerte –se despidió mientras sacaba un pequeño mechero de su bolsillo- Adiós, amigos.

Como por arte de magia, una llamarada se extendió por el apartamento, llenando todas y cada una de las habitaciones.

-May... tengo que salvar a May... –dijo Kai, arrastrándose entre el poco espacio dejado por el fuego, mientras éste lo iba devorando todo a su paso.
-K-a-i.
-No te preocupes. Yo te salvaré.
-K-a-i...

Era imposible superar la velocidad a la que el fuego se propagaba. Sólo la imagen de la chica frente a él, todavía en la misma posición que al entrar en la sala, le impedía rendirse.

Entonces, May cerró los ojos.
-Prim-er es-píritu: K-aga-mi.

Las llamas que se dirigían hacia Kai se dispersaron.
-No... espera... por favor –suplicó el chico, viéndose venir sus intenciones.

Al levantar la cabeza, pudo ver su rostro. Al mismo tiempo, el fuego empezaba a consumirla a ella.
-Yo te pr-o-teg-eré –alcanzó a decir antes de que los sentidos de él se apagasen por completo.
-May... –llegó a decir con su último aliento.

Al día siguiente, Kai despertó en una cama. Había sido salvado de entre las llamas por Karma y traído al centro de control, donde le habían atendido.
-De alguna forma, consiguió sobrevivir al incendio. Había alguien más allí, pero apenas quedó algo. Ni siquiera sabemos si era hombre o mujer. Que muerte tan horrible...
-¡Ah! ¡Mira! ¡Ha despertado!
-¡Hola, ¿me ves bien?! -preguntó un hombre con gafas, quien, seguramente, era uno de los científicos de Yohei Gakko.

Éstos podían actuar también como médicos para los alumnos.

Respondiendo a su pregunta, el chico asintió.
-Ha sido un milagro que hayas sobrevivido a ese incendio. Será mejor que reposes durante unos días. Entonces te haremos otro chequeo y decidiremos si darte el alta o no.

Haciendo caso omiso a sus advertencias, Kai intentó levantarse.
-Oye, ¿me has escuchado? –preguntó el científico, con ademán de intentar detenerlo.
-May. ¿Dónde está May?
-¿May? –el hombre miró a su compañera, quien se encogió de hombros.
-¡Había una chica en ese apartamento, ¿verdad?! ¡Está muy grave! ¡Tenéis que ayudarla!
-N-no había nadie más además de ti. Al menos, no con vida –afirmó el científico, lo que supuso un jarro de agua fría para Kai.
-Pero... –intentó decir el joven.
-Lo siento pero, salvo tú, todo el apartamento fue consumido por las llamas. No encontraron a nadie más.

Al escuchar aquella noticia, Kai se quedó en silencio “¿Por qué?” Fue la única pregunta que envolvió su mente por completo.

Tras unos días, por fin se le permitió salir del hospital, pero nada era como antes.

Se sentía como si el mundo hubiese perdido el sentido, continuando con su rutina, cual marioneta.

Iba a clase, volvía de clase, comía y, en los ratos libres, se sentaba, ausente, sobre una silla en su habitación, mirando la nada, hasta que llegaba la hora de cenar e irse a la cama.

Seguía con su vida, como un robot, sin nada que esperar de ella, con total y absoluto indiferencia. En su cabeza, la imagen de ella, sacrificándose por él, recordada constantemente por su asiento vacío en clase.

Un día uno de los maestros se acercó a él.
-Kai... –comenzó, interrumpiéndose a sí mismo ante la falta de reacción por parte del chico, quien ni siquiera le dirigió la mirada- Me han dado la llave de su habitación. Pensé que, ya que tú eras el más cercano a ella, podrías encargarte de llevarte sus cosas. Al fin y al cabo, alguien tendrá que ocuparla.

No contestó, por lo que el profesor dejó la llave encima de su mesa y se marchó.

Tras un ligero vistazo a la llave, y varios minutos de apatía, decidió cogerla.

Así pues, abrió la puerta de aquel cuarto, donde le inundaron sentimientos de abandono y soledad.

Sin pensárselo mucho, entró y encendió la luz.

Estaba lleno de recuerdos de ella. Hecho que le producía gran pesar y una punzada en su corazón a cada paso que daba.

Entonces, algo llamó su atención.

Encima de una mesa había una foto en la que se podía observar a tres personas posando con caras sonrientes.

Al cogerla y mirarla con más detenimiento, descubrió algo escrito justo detrás:
“Que estos días nunca terminen”

Al leerlo, su vista se volvió borrosa, mientras lágrimas brotaban de sus ojos y humedecía el papel.
-Maldita sea... maldita... sea...

Tras secarse con la manga de su camiseta, se fijó en que había otra foto al lado de la primera. En ella, sólo salía First.

Odio. Fue lo primero que sintió con aquella imagen. Odio y confusión.

No entendía lo que le había llevado a asesinarla.
-Proteger a los demás –murmuró.

Y en ese momento, tomó una decisión.

Se guardó la foto y recogió las pertenencias de May, vaciando el cuarto. Posteriormente, cerró la puerta y devolvió las llaves al profesor.

Horas más tarde, las llevó a un lugar apartado, donde no pudiese ser visto, y las quemó. Quemó todas sus cosas. Todas excepto aquellas dos fotos y la pelota que le regaló.
-Me iré de aquí y lo buscaré. Día tras día. Sin descanso. Cuando lo encuentre, le preguntaré por qué lo hizo, y según su respuesta, decidiré si vive o muere. Hasta entonces, espero que sigas protegiéndome, May.

Con aquellas palabras, el nigromante le dio la espalda a las llamas y se marchó.

Al terminar su historia, descubrió que Miruru estaba llorando.
-Es muy triste... –dijo ella, intentando secarse las lágrimas.
-Será mejor que durmamos. Mañana nos encontraremos mejor –dijo el chico, intentando quitarle importancia.

Durante la noche, no pudo dormir, dedicándose a observar el techo, perdido en sus pensamientos. A su lado, sentado, se hallaba el fantasma de una joven.
-Éste es mi castigo por no haberte protegido, May. Todo lo que puedo hacer es seguir avanzando.

En silencio, el fantasma lo abrazó. Un abrazo que jamás podría volver a sentir.

Yo te pr-o-teg-eré

domingo, 15 de abril de 2012

Dannwond Fighter

Esta historia la hice dedícándosela a un amigo, por lo que la coña y paridas están presentes en todo momento. Espero que les guste a aquellos que se atrevan a leerlo xD.


Antes de leer:
- Esta historia no ha sido escrita con el ánimo de herir a nadie, excepto posiblemente a una paloma mensajera y al Papa.
- La historia trata sobre uno de los superhéroes que pueblan nuestras calles. Calles llenas de crueldad y locura. ¡La Máscara de la Muerte!
- Las posibles incoherencias y demás fueron hechas a propósito. Niños, no hagáis esto en casa.
- Por último, dar las gracias, a la compañía cebollera Gómez Murillo, a mi perro Fran y a los personajes que salen en esta historia quienes se ofrecieron a recibir hostias por parte de nuestro superhéroe. Por supuesto, gracias a él también.
Sin más dilación, les dejamos con la película…

DANNWOND FIGHTER

Primera Historia

Era una mañana caliente, de esas que te pega el Sol en la frente, era el verano de 97 y…y bueno, y había un tío llamado…digamos…señor X, el cual trabajaba como abogado defensor. Uno de los mejores de su época, todo sea dicho. Tenía ciertos problemas familiares, su mujer le había dejado porque un día se le ocurrió freír las patatas en vez de cocerlas, eso despertó sensaciones en su bebé, el cual hizo sonar su sonajero, alterando al perro que se golpeó contra la puerta, la cual se cerró estrepitosamente golpeando una pelota, la pelota fue a parar bajo la mesa y el gato se puso a jugar con ella, y la mujer, al ver al gato jugar, pues se cabreó con el marido, a quien consideraba el culpable de todo.
En cualquier caso, él intentaba superarlo aferrándose a su trabajo, el cual le gustaba mucho. Sin embargo, aquel día era diferente. El señor X llevaba sintiendo la presencia de alguien que le seguía, no por menos cuando miraba a su alrededor observaba la cara de un tipo con gafas y sonrisa en la boca que, educadamente, le devolvía la mirada desde una esquina. Esto sucedió varias veces hasta que por fin llegó a su lugar de trabajo. Su santuario. Allí no notó la presencia de aquel tipo, por lo que pensó que lo había despistado.
“Maldito acosador”
Sin embargo, la pesadilla no había hecho más que comenzar. Cuando llegó a la planta en la que trabajaba con otras cinco personas además de él, observó que no había nadie. Papeles desperdigados por el suelo, sillas encima de la mesa (sí, como en el colegio), y un cartel en el que ponía claramente “Compro oro” pegado en la pared cerca de una de las ventanas. El señor X estaba muy asustado, no sabía a qué se debía todo esto. Entonces, de repente la ventana se rompió, dando paso al personaje que le había estado observando durante todo su trayecto hasta la oficina.
- ¿Pero qué?-dijo en voz alta.
El tipejo aquel llevaba una especie de batín rojo a modo de capa y sonreía constantemente posando sus dos brazos sobre la cintura. Al instante, señaló al señor X y exclamó:
- ¡Lucha contra mí!
El señor X no sabía que hacer, estaba confuso. El tipejo volvió a decir.
- ¡Lucha contra mí!-se acercó hasta nuestro protagonista y le lanzó contra una de las mesas, provocando que se golpeara en la espalda.
- ¡Qué dolor de muelas!-exclamó el señor X.
- Soy Dannwond Fighter, ¡lucha contra mí!
Acto seguido se subió a una de las mesas, señaló a una cucaracha y le gritó:
- ¡Lucha contra mí!
Y volvió a señalar al señor X para decirle:
- ¡Tú mataste a mi tejón!
A lo que el señor X respondió.
- Pero si no tienes tejón.
- ¡Lucha contra mí!-volvió a decir Dannwond Fighter golpeándole varias veces en el cogote con la mano abierta-No tienes derecho a preparar galletas.
El señor X no sabía qué hacer. Su salvación podría ser lo primero que pillara con la mano. Entonces cogió ácido sulfúrico (sí, en toda oficina de abogados hay ácido sulfúrico) y se lo lanzó a Dannwond Fighter, el cual lo cogió en el aire y, con ojos desorbitados, observó su peor pesadilla.
- ¡Noooooo! ¡Pone Frudesa! ¡Aaaaah!
Habiendo visto eso, Dannwond Fighter se lanzó por la ventana y desapareció de la vista del señor X.

Al día siguiente, en la tele de su hogar, el señor X vio la siguiente noticia:
“Todo el mundo le ha visto la cara, pero nadie sabe de su existencia. Todo el mundo sabe su nombre pero desconocen cómo se llama, sí, señores, ¡él es Dannwond Fighter!”
El señor X apagó la tele.
- El mundo está loco…-comentó sorprendido.

Fin

Segunda Historia

El señor Y caminaba por el parque tranquilamente. Era un día precioso, caía lluvia ácida, el cielo estaba embozado por la contaminación, cientos de rayos destruían todo a su paso y muchas personas caían fulminadas por ellos. Sí, sin duda un día precioso, de no ser porque era rico y tenía novia, todo habría sido aún más perfecto. Pero bueno, dejando eso a parte, el señor Y seguía una vieja ruta marcada en su mapa del tesoro, un viejo mapa dado por el típico vendedor de helados de la esquina del cine, aquel que todos conocemos pero no nos atrevemos a preguntarle el nombre no vaya a ser que nos mire. En cualquier caso, algo llamó la atención de nuestro protagonista, sentía una clara presencia desde hacía algún tiempo. Sentía como que alguien le estaba observando, pero, ¿de quién podría tratarse?
Para relajarse, decidió acercarse al lago y observar su imagen sobre el agua, llena de peces muertos y que no reflejaba nada, pero él quería verse a sí mismo no le vayamos a fastidiar. El caso es que al llegar frente al pozo, salió una niña de…ups, perdón, ejem, al llegar frente al lago y agacharse para observar su rostro en la gran podredumbre, se fijó en que había algo allí que no se correspondía con él. Se extrañó, y, puesto que quería observarlo más de cerca, decidió aproximarse al agua. De repente lo vio, una cara con gafas y sonriente se encontraba en el lugar en el cual debería estar su cara. Dos manos salieron al instante y le introdujeron en el lago, volviéndole a sacar y volviéndole a meter, así tres veces con incisos de veinte minutos para descansar y tomar algo.
Durante este tiempo en el que reposaba de tan terrible castigo, se dispuso a hablar con aquel que le estaba torturando, el cual no era otro que Dannwond Fighter, del que todo el mundo estaba hablando en las noticias.
-¿Quién eres?-preguntó el señor Y.
Dannwond Fighter tomó un sorbo de la piedra que tenía en las manos, a modo de alimento, y, tras esto, respondió:
- Lucha contra mí.
El señor Y se sorprendió por la incoherencia de sus palabras. Era lo que menos sentido tenía en todo el día.
- Yo…no lucharé…
De repente Dannwond Fighter reaccionó y escupió gravilla por la boca cual café se tratase.
- ¿Qué no quieres luchar contra mí?-preguntó-¡Eso sí que no tiene sentido! ¡Aaaaaah!
A grito pelado y con la furia de un tritón, Dannwond Fighter agarró a su enemigo y lo lanzó contra un árbol, el cual se partió por la mitad al recibir el impacto.
- ¡Maldito!-gritó Dannwond Fighter-¡Ese era mi sillón de terciopelo! ¡Lucha contra mí!
Y se lanzó en horizontal imitando a un personaje que había visto en algún videojuego, uno de estos que le llevó a convertirse en superhéroe. Sin embargo, la técnica le salió mal, y en lugar de apuntar hacia el enemigo se fue volando del lugar, esfumándose, no sin antes dejar clara su insignia:
- ¡The Dannwond! ¡The Dannwond! ¡The Dannwond!
De aquella curiosa manera despareció sin dejar ni gota.

Al día siguiente, mientras el señor Y paseaba por el parque con un chichón en la cabeza y otro en el culo (búsquese en Wikipedia el motivo de esto), observó una estrella fugaz a lo lejos y pensó:
“Qué belleza”
Lo que no sabía es que aquella estrella era Dannwond Fighter, quien, todavía con energía, gritaba a los cuatro vientos:
- ¡¡¡¡THE DANNWOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOND!!!!

FIN

Tercera Historia (y última)

Esto era un niño, vamos a llamarle Juan, y el hijo, ya te lo he dicho, decidió meterse en una mansión del terror para creérselo mucho y así demostrarle al payaso de Micolor que también sabía combinar vestimentas. Total, que al internarse en la mansión del terror de la feria de su pueblo, Juan, y el hijo, ya te lo he dicho, observó una momia que se movía hacia él con paso acelerado. En un principio le entraron ganas de cagar, hasta que descubrió que no era papel higiénico lo que llevaba colgando, sino vendas.
La momia, como todo ser vivo en una mansión del terror, pretendió asustar al chaval, pero éste, que se conocía el truco de los seres de las mansiones del terror, se quedó quieto, y como la momia no podía pegarle pues se resignó y pagó prenda. Al quitarse las vendas, murió.
Juan, y el hijo, ya te lo he dicho, se dio cuenta de que aquello no daba miedo, por lo que le resultaría fácil ganar su apuesta con el payaso, sin embargo, él no contaba con la presencia de Dannwond Fighter, quien salió desde una tumba y le gritó al oído.
- ¡Lucha contra mí!
El niño tenía dolor en el oído desde que un sapo le picó cuando era pequeño, por lo que no podía aguantar los ruidos fuertes, así que decidió salir corriendo. No obstante, Dannwond Fighter no le iba a dejar escapar.
El niño se encontró con el típico tío de la motosierra que a todos nos da miedo en nuestra infancia, bueno, a mí no claro está, no se ofenda señor Rodríguez, y está claro que al niño tampoco ya que se aprovecho de la bondad del hombre de la motosierra para pedirle que le dejara pasar, cosa que el ser hizo sin problemas, deseándole buena suerte.
Juan, y el hijo, ya te lo he dicho (dios, que cansino escribir eso, a partir de ahora lo llamaré: JoseJavierVázquezbylittlelivenjagwerandemorningatachthemorningamoregandemorenighthijodelalunapordiosmeestáncomiendolosfideosquienquiereunmartiniqueinvitanlossolespuntocomporfrancia
De apellidos: losetodorodriguezdelafuenteporculojoderquenombremáslargoestoyhaciendoalotontoelqueleaestodirémalditohijodeputapuntonet para abreviar, así que, puesto que me parece corto, lo dejaré en Juan) creyó haber despistado a Dannwond Fighter, pero éste siempre había estado con él, metido en su bolsillo. Dannwond Fighter salió sin reparos de allí:
- ¡Lucha contra mí o no te daré galletas!
El niño gritó, y Dannwond Fighter dijo:
- Vale, te las daré, pero sin galleta.
Tras esto golpeó al niño y lo sacó de la mansión, pero no pudo ir tras él porque los seres de aquella gran casucha intentaron bloquearle el paso. Entonces Dannwond Fighter dijo:
- Siempre quise tener ganado. ¡Luchad contra mí!
Sin embargo, Dannwond Fighter se dio cuenta de que el niño había volado demasiado lejos.
- Oh, no, he de salvarlo.
Utilizando su batín como propulsor, voló hacia el niño. Toda la gente tenía puesta la mirada en los dos, ¿salvaría Dannwond Fighter a su hijo?
Entonces Dannwond consiguió cogerlo en el aire y lo llevó a tierra. La gente le aplaudía, era un héroe, merecedor de una medalla y dos galardones a los Óscar.
Dannwond Fighter sonrió, el niño sonrió, ambos se miraron y entonces Dannwond Fighter cogió al niño y lo lanzó muy lejos.
Cuando la gente le preguntó al superhéroe por qué había lanzado al niño, Dannwond Fighter respondió:
- ¿Era un niño? Es que, como no quería luchar…

FIN

Bueno, espero que hayáis disfrutado de esta historia y que hayáis comprendido que no es bueno rechazar a Dannwond Fighter cuando pide un combate, ya que eso provocará una locura por su parte.
Comprad ositos de caramelo y sed felices.
¡Adiós!

Este espacio ha sido patrocinado por lengüetas “El puño de hierro”, iglesias “La mano del señor, donde la metas la pongo yo”, los programas “Saber morir”, “Sálvale”, “A saber lo que hicisteis”, “El de en medio” y “Buenagente”, y también por David “El arte que nos sale por la nariz”.

Diario de dos vidas


- Tal y como están las cosas me temo que como mucho sólo te podemos dar un mes más de vida.
Cuando el doctor reveló el diagnóstico el mundo de Marth se detuvo en seco. Hacía tres años que combatía su enfermedad recibiendo tratamiento en aquel hospital, sin embargo, parecía que todo había sido inútil. Finalmente su cuerpo no había podido soportarlo más, y había decidido sucumbir poco a poco.
Marth respiró profundamente.
- Lo entiendo – dijo mientras contenía el temblor que recorría su espina dorsal.
- Sentimos no poder hacer más.
Marth negó con la cabeza.
- No. Habéis hecho todo lo que habéis podido...
- Como recomendación, es mejor que te quedes en este hospital hasta que llegue la hora. Los últimos arrebatos de la enfermedad seguramente causen serios dolores en tu cuerpo, por lo que, para evitar cualquier sufrimiento antes de tu muerte, será mejor proceder a una administración de sedantes con el fin de que no haya problemas. Si por el contrario no estás de acuerdo puedes decírnoslo.
- No, tranquilo. No es como si tuviese una última voluntad o algo parecido...
El doctor observaba con seriedad el estado del chico. Era bastante notable el impacto que había sufrido al recibir una noticia de tal calibre.
- Bueno, si no le importa, me marcho – declaró Marth mientras se levantaba de la silla en la que se hallaba sentado.
- Claro, chico. Ven a verme si tienes cualquier problema.
Tras esto, Marth se dirigió hacia la puerta del despacho del doctor y la abrió para, acto seguido, dejar aquel lugar.

- Lo siento – al lado del chico caminaba una enfermera joven, de cabello castaño y largo y ojos que expresaban amabilidad. Ella era la enfermera que lo había estado cuidando durante el transcurso de aquellos tres años. Para Marth era una persona de confianza y una gran amistad dentro de aquel hospital.
- No hace falta que tú también te disculpes – pese a que todavía no conseguía liberar su mente de todo aquello que le había dicho el doctor, el joven se sentía un poco más relajado, casi como si se hubiese quitado un peso de encima -. Creo que de alguna manera me lo veía venir.
- ¿Qué vas a hacer a partir de ahora? ¿No hay nada que quieras cumplir fuera de este hospital?
- Para ser sincero, no. No es que como si tuviese una familia que vaya a esperarme de vuelta o algún lugar mágico que quisiese visitar. Creo que me relajaré más si me quedo en este lugar.
La enfermera desvió la mirada. No podía evitar sentirse melancólica al observar a aquel chico.
- Bueno, creo que iré a comer algo – declaró Marth.
- ¿Cómo es que tienes hambre en un momento así? – preguntó la enfermera un poco confundida.
- Bueno, quizás me sienta mejor después de ello – el joven sonrió con expresión algo irónica.
Ella suspiró.
- Si necesitas algo no dudes en buscarme, ¿de acuerdo?
- Claro.
Con estás palabras, la chica tomó uno de los pasillos en los que se dividía el cruce al que habían llegado y se perdió de vista al girar hacia la derecha.

Marth continuaba su andadura por los pasillos del hospital de camino a la cafetería del hospital. Pese a que generalmente se alimentaba de la comida que le traía su enfermera, siempre le dejaban tomar algo en aquella cafetería. Para Marth aquello era una bendición, teniendo en cuenta lo sosos que eran los platos que le servían.
Situándose frente a la barra, no tardó en ser atendido por un hombre ya entrado en los cuarenta y con cara de aburrido. El chico llegaba a preguntarse en ocasiones si los trabajadores de aquella cafetería odiaban con tanto ahínco sus quehaceres.
- ¿Qué es lo que quieres? – preguntó denotando cierto mal humor.
- Ponme un café y media tostada con aceite.
El hombre asintió y desapareció de la vista de Marth, quien decidió buscar una mesa para sentarse.
No tardó mucho en encontrar una mesa vacía donde decidió esperar por su comida. Al lado de su mesa había otra en la que se sentaba una chica. Ésta se hallaba escribiendo algo sobre lo que parecía un cuaderno. Por lo que pudo comprobar Marth, parecía tratarse de alguien de su edad. Llevaba el pelo largo y negro con una pequeña horquilla enganchada cerca del flequillo, sus ojos eran pequeños y de color verde y su cuerpo parecía frágil, cubierto con un camisón para protegerla del frío.
La chica parecía ensimismada con su escritura, y sonreía alegremente sin darse cuenta de que Marth la estaba observando.
Fue entonces cuando pareció sentir los ojos del chico puestos en ella, girando la cabeza hacia él.
- Ah, lo siento, yo, sólo estaba... – intentó excusarse Marth, algo nervioso por temor a que ella pudiese sentirse acosada o algo parecido.
La chica parecía un poco extrañada por su repentino nerviosismo, y ladeó un poco la cabeza algo confusa.
- ¿Qué ocurre? – preguntó inocentemente.
- ¿Eh? No, nada, nada – respondió él todavía nervioso.
Ella rió.
- Eres una persona curiosa.
- B-bueno, puede que un poco...
- ¿Cómo te llamas?
- Marth.
- Mi nombre es Karen.
- Encantado, Karen.
-Lo mismo digo, Marth.
Durante unos instantes los dos se mantuvieron en silencio. Ella continuaba con su escritura mientras que el chico intentaba recuperarse del repentino ataque de nervios que le había entrado.
- ¿Puedo preguntarte una cosa?
- ¿Eh? – la chica levantó la cabeza para dirigirse de nuevo a él.
- ¿Qué es lo que escribes?
Karen volvió a mirar hacia su cuaderno. Parecía estar dudando de algo.
- Si no quieres decírmelo no hace falta que lo hagas.
- No, tranquilo, no me importa. Escribo todos mis recuerdos en este cuaderno.
- ¿Tus recuerdos?
- Así es. Me gustaría dejar constancia de todo aquello que he vivido. Aunque, lo cierto es que he pasado la mayor parte del tiempo encerrada en este hospital. Por lo que una buena parte de ellos habla sobre mi estancia aquí – indicó Karen mostrando una sonrisa en su rostro.
- Entonces, ¿es una especie de diario?
- Algo así.
- ¿Y por qué lo escribes en este momento? Quiero decir, normalmente una persona escribe en su diario a lo largo de su vida.
Ella volvió a sonreírle.
- Verás, la verdad es que no me queda mucho tiempo. Pensé que escribiendo mis recuerdos en este cuaderno, una parte de mí misma podría permanecer aquí, y sentir que aunque muera, mi vida continúa. No es como que haya tenido muchos recuerdos felices, o que haya hecho cosas impresionantes a lo largo de mi vida, pero me gustaría tener la sensación de que sigo adelante para poder volar más allá de este hospital.
Marth no tardó en darse cuenta de que aquella chica llevaba allí más tiempo que él, probablemente muchísimo tiempo. Y no dejaba de admirarla por la voluntad que mostraba. El querer mantenerse viva y luchar contra aquella muerte inevitable.
- ¿No has salido de este lugar?
Ella negó.
- Hace mucho que no voy más allá de los terrenos del hospital. En mi estado, eso sería imposible...
Marth se quedó un rato pensativo. Fue entonces cuando tomó una decisión.
- Bien, entonces te mostraré aquellas cosas que quieras ver.
- ¿Qué? ¿A qué te refieres? – Karen parecía confusa por las palabras del joven.
- Si tú no puedes moverte para alcanzar todas esas cosas que no has podido experimentar, yo me encargaré de traerlas para ti.
- Pero, ¿cómo?
- Tú déjame a mí, yo me encargaré de ello.

Después de aquella conversación el chico se dirigió al despacho del doctor para pedirle que le dejara salir del hospital. Había decidido que tenía algo que hacer.
Durante los siguientes días, el chico se encargó de traer una gran cantidad de cosas de toda clase: libros, marionetas, dibujos, fotografías, etc. Cada día visitaba la habitación de la chica y le contaba diversas historias, cada cual más impresionante que la anterior. Había veces que se las ingeniaba para realizar actuaciones para la chica o divertirla contándole chistes, e incluso tocando música. Ella por su parte reía con sus chistes, disfrutaba con sus historias y escuchaba la música que el traía o tocaba.

- Dime, ¿por qué haces esto? – preguntó Karen uno de los días en los que Marth vino a visitarla.
El chico se mantuvo pensativo durante unos instantes. A decir verdad, cuando tomó la decisión de hacer lo que hacía, se dejó guiar por su instinto. De alguno forma, sintió que debía ayudarla, sintió que quería hacer que en ese cuaderno pudiese escribir algo que pudiese ser recordado, pero no de cualquier manera. Recuerdos felices, recuerdos que permitieran que ella se sintiese viva, más allá de lo que cualquiera pudiese imaginar, y que si en algún instante alguien llegaba a leer aquel cuaderno que siempre llevaba consigo, pudiese sonreír con su historia.
Durante todo ese tiempo que llevaba junto a ella se había dado cuenta de la belleza de su sonrisa, de cómo escuchaba atentamente sus historias y de cómo, a su vez, ella contaba las suyas propias. Se había dado cuenta de cómo lloraba por aquellas cosas que le resultaban tristes y como se emocionaba al experimentar pequeñas simplezas.
- No sabría expresar exactamente por qué lo hago. Supongo que es algo diferente de aquello por lo que en un principio lo decidí. Pero sí puedo decirte que me gustaría que fueses feliz hasta el final...
La mirada de Karen era tierna y tranquilizadora en ese instante.
- ¿Y tú, Marth? ¿Eres feliz?
El chico abrió mucho los ojos al darse cuenta del significado más allá de sus palabras. Por supuesto que lo era. Era muy feliz. El hecho de por qué seguía haciéndolo era que pasar el resto de sus días con ella lo hacían inmensamente feliz. Sin darse cuenta, había comenzado a sentir algo por Karen, un sentimiento muy profundo.
La joven alargó la mano y agarró fuertemente la de Marth. Se podía distinguir el ligero rubor en las mejillas de ella.
- Para mí estos momentos han sido los recuerdos más increíbles de mi vida – dijo Karen sin expresar ningún tipo de duda.
Entonces Marth se acercó a su rostro y la rozó con sus labios, transformándose en un eterno beso que pareció durar hasta finalizar el atardecer.

El tiempo continuó su curso y finalmente llegó el momento en el que las enfermedades de ambos comenzaron a mostrar sus efectos.
No les quedaba mucho. Ambos sabían que sus días ya tocaban a su fin.
- ¿Puedo pedirte un favor? – preguntó Marth a la enfermera desde la camilla de su habitación.
- Por supuesto.
- Quisiera estar a su lado.

Haciendo caso al pedido del chico, decidieron poner las dos camillas una al lado de la otra.
- He terminado el cuaderno – dijo la chica enseñándoselo.
Él se acercó como pudo y se situó a su lado.
- Mira, aquí es cuando hiciste aquel chiste tan malo, ¿te acuerdas?
- Sí, tú fuiste la única que se rió. Ni a la enfermera ni al doctor pareció hacerles mucha gracia.
- Es que era bastante penoso.
- Pues bien que te reíste.
- M-me pillaste en un mal momento.
Ambos se miraron y estallaron en carcajadas tras esto.
- Todos los momentos maravillosos que he vivido contigo están aquí.
- Puedo decir que también son los míos – señaló Marth.

Finalmente llegó el día. Ambos unieron sus manos mientras los médicos hacían su trabajo. Parecía obra del destino. Los dos habían decidido dejar aquel mundo al mismo tiempo, como presos de algún tipo de magia que lo permitiera. Y en medio de los dos, el cuaderno en el se habían escrito los días que pasaron juntos en aquel hospital.
- Marth.
- ¿Sí?
- Gracias por todo. Hasta hoy he seguido escribiendo página tras página ese cuaderno. Quería ser recordada, sentirme viva. Pero realmente, el momento en el que más viva me he sentido es estando a tu lado – Karen lloraba -. Me hubiese gustado compartir más momentos contigo. Haber podido envejecer juntos y vivir una gran vida donde forjar más recuerdos de los dos.
- Lo sé.
- Te quiero, Marth
- Y yo a ti.
Sin nada más que decir, sus ojos comenzaron a cerrarse...

-¡¿Qué ha ocurrido?! ¡Es imposible!
Sorprendido, el doctor discutía con sus enfermeros sobre lo acontecido. De alguna manera los dos habían sobrevivido.
- Es casi como un milagro. Seguramente la voluntad de vivir de ambos ha podido con sus enfermedades.
- Pero eso es...
- Hay cosas que no lograremos entender doctor, creo que el amor que sentían el uno por el otro, el saber que siempre se recordarían pasase lo que pasase y que siempre estarían juntos, les dio esa voluntad para que ocurriese lo inexplicable – dijo la enfermera.
- Pero...
- Doctor, ahora ellos tienen toda una vida por delante. Y esa es la mejor conclusión que podríamos sacar...

Marth y Karen se encontraban en las afueras del hospital, sentados sobre un pequeño banco.
- ¿Qué te ocurre? – preguntó el chico.
- Nada – contestó ella cerrando los ojos lentamente -. Es sólo que hacía mucho que no salía del hospital.
La chica sacó aquel cuaderno.
- ¿Crees que debería seguir escribiendo?
- Por supuesto – respondió Marth -. Porque ahora podremos reunir muchísimos más recuerdos felices. Tantos como desees. Y entonces llegará el momento en el que nuestras vidas serán inolvidables.
Ella sonrió y apoyó la cabeza en el hombro del joven. Acto seguido abrió el cuaderno por donde se había quedado la última vez y escribió en él las siguientes palabras:
“Hoy comienza nuestra nueva vida...”

The nonsense


- ¿Por qué...? – se preguntó aquel hombre mientras mataba uno tras otro los soldados que venían a por él.
Ya no distinguía amigos de enemigos. Tan sólo hombres disparándose entre ellos.
Aquello es lo que simbolizaba una guerra, no había nada que hacer al respecto. Las personas se mataban por un motivo que ellos mismos podrían incluso haber olvidado, por un motivo tan ridículo, tan estúpido, que si se usara el sentido común sería fácil darse cuenta de lo poco que servían todas esas muertes.

Continuando su camino llegó hasta una pequeña casa con el fin de refugiarse de las balas perdidas. Con un poco de suerte podría descansar aunque fuese un poco. Intentar recuperarse lo suficiente como para seguir corriendo y corriendo hacia el enemigo.
Aquel hombre echó un vistazo a la munición que le quedaba.
Suspiró profundamente al observar que ésta escaseaba. Seguramente, sí seguía batallando un poco más no tardaría en quedarse sin balas y, por tanto, estaría a disposición del enemigo.
Intentó divisar el terreno para comprobar si había soldados enemigos fuera. Como era de esperar, allí estaban, y para colmo de males, se estaban acercando hacia su posición.
“Parece que no me darán un respiro”, pensó. Fue entonces cuando, al darse la vuelta, se topó con algo que no esperaba. Delante de él habían aparecido varias personas. Civiles. Gente que se había visto envuelta en aquella guerra sin sentido y que, sin esperanzas, probablemente esperaban una muerte horrible. Aquello era demasiado cruel. Vestían harapos y lo miraban con miedo. Y no era por menos, debido al arma que el hombre sujetaba con ambas manos. Por lo que pudo contar, parecían ser unas cinco personas: un hombre adulto, una  mujer y tres niños pequeños, uno de los cuales ni siquiera había dado sus primeros pasos. ¿Era para esto para lo que lo luchaban? ¿Para provocar el miedo y la desesperación en aquella gente? ¿Por qué diablos estaba allí?

El hombre dejó el arma en el suelo y levantó las manos. Su pretensión era la de demostrarles que no se trataba de ningún enemigo, que no quería hacerles daño. Pese a que entendían sus gestos, no se fiaban de él.
Apenado, el hombre lo intentó otra vez, mostrando las mejores intenciones, pero aquella familia no iba a dejarse convencer tan fácilmente.
Lo entendía, lo entendía perfectamente, pero no podía dejarlos allí, tenía que intentar al menos buscarles un escondite hasta que pasase la tormenta.

De repente un soldado irrumpió en la casucha. Era un soldado enemigo.
Rápidamente, el hombre cogió su arma y apuntó hacia su contrincante, quien hizo lo mismo. Los dos estaban frente a frente mientras la familia observaba la escena. El más pequeño de los niños lloraba.
- Quizás deberíamos ir a otro lugar. Este no es sitio para...
- ¿Sientes pena por ellos? Esto es una guerra. Pena es algo que no puedes tener. Los que pueden sobrevivir y tienen un arma seguirán adelante. El resto, morirán.
- ... – así es como eran las cosas. Los más fuertes sobreviven y los más débiles mueren. La ley de la jungla. No obstante, él no compartía la misma opinión que su enemigo.
- Si es así. El ser más rápido también es importante.
Dicho esto disparó al soldado, atravesando su cráneo limpiamente. La madre de la familia gritó.
- Si os quedáis aquí no tardarán en venir más como él, ¿lo comprendéis?
Lentamente, ambos padres asintieron.
- Por favor, escondeos en algún lugar seguro y esperad hasta que todo haya pasado.
- No existe un lugar seguro aquí. No hay forma de que podamos escondernos de ellos – explicó el padre.
Entonces sólo quedaba una opción. Era la más complicada y ponía en riesgo la vida de todos, pero al fin y al cabo con el simple hecho de estar allí ya se encontraban en peligro.
- Seguidme. Seguidme y no os separéis en ningún momento. Puede que entonces logréis sobrevivir.

Tras esto, el hombre volvió a divisar el terreno. Otros tres soldados venían a comprobar que le había ocurrido al anterior.
El hombre salió de su escondite y disparó en la cabeza a uno de ellos. Acto seguido hizo un gesto a la familia para que lo siguiesen.
Cuando ellos salieron, los otros dos soldados intentaron abrir fuego, sin embargo, gracias a los disparos del hombre, estos tuvieron que refugiarse detrás de las paredes de la misma casa que acababan de abandonar. Antes de perderse entre un cúmulo de árboles, el hombre escuchó como el enemigo informaba de lo que acababa de ocurrir. No tardarían en venir refuerzos.

Atravesando el bosque, se encontraron con más soldados enemigos apostados en los troncos.
- Maldita sea – una de las balas del enemigo había alcanzado su hombro derecho lo que no le impidió realizar un disparo de vuelta, consiguiendo dar muerte al objetivo.
De nuevo, hizo señales a la familia para que continuaran avanzando agachados y escondiéndose entre la maleza. Él corría tras ellos, cubriéndolos de los soldados que aparecían a la vez que les indicaba el mejor camino para evitar un mayor número de enemigos. Su hombro continuaba sangrando...

Ahora se encontraban en campo abierto. Un nuevo número de tropas se acercaban hacia ellos. Fue entonces cuando el hombre recurrió a la artillería pesada. Sacó la última granada que le quedaba y le quitó la anilla. Posteriormente a esto la lanzó contra las tropas de soldados, quienes tuvieron que apartarse lo más lejos que pudieron del foco de la explosión para salvar su vida.
Con ello habían conseguido ganar algo de tiempo, pero venían más, muchos más.
- ¡Corred! ¡Tanto como podáis!

Numerosas balas llegaron desde detrás. El hombre respondía como podía. Siempre situado detrás de la familia para cubrir sus espaldas.
Cada vez era más complicado ya que sus protegidos corrían lo mejor que podían, no obstante se hacían lentos y pesados para moverse en terreno de guerra.
Dos balas alcanzaron de nuevo al soldado: una de ellas se incrustó en uno de los gemelos, y a otra, en el costado. En ese momento distinguió el mar a varios metros de distancia.
- Corred, seguid hacia delante. Cuando lleguéis a la orilla encontraréis una lancha con una persona esperando. Iba a ser mi método de retirada pero yo me encargaré de entretenerlos.
- ¿Por qué...?
- ¡No hay tiempo para preguntas estúpidas! ¡Corred!
Quedándose atrás mientras la familia seguía corriendo, el hombre finalmente se paró en seco y dio media vuelta, encarándose con los soldados que venían hacia él. Hecho esto comenzó a disparar, moviéndose pese a la gran cantidad de sangre que iba perdiendo.
Sus balas eliminaban a su adversario, uno tras otro, como habían hecho tantísimas otras veces.

Su cuerpo no aguantaba más y sus enemigos lo superaban en número, por lo que no tardó en recibir más balazos. En el pecho, en las rodillas, tobillos, estómago...y, pese a esto, seguía en pie, matando, impidiendo que los soldados enemigos avanzaran más allá de su posición. Hasta que se quedó sin munición, como él había previsto, y entonces cayó de rodillas, dejando que un grupo de soldados lo rodeara y apuntara hacia su cabeza. Otro de ellos, de aspecto más importante, se situó enfrente de él.
- Así que tú eras quien había estado causando problemas a mis soldados. No me extraña. Os habéis topado con uno de los mayores veteranos que existen...
“¿Por qué?”
- ...ha estado en muchísimas guerras y matado a miles de personas...
“¿Por qué motivo existen las guerras?”
- ...conoce miles de tácticas militares, y es bueno tanto en combate cuerpo a cuerpo como en el manejo de armas..
“¿Por qué motivo luchamos entre nosotros?”
- ...es una suerte que haya caído en nuestras manos, seguramente nos den una buena recompensa por su cabeza...
“Llevo tanto tiempo luchando que ya no lo sé...”
El hombre ya no podía escuchar la voz de aquel soldado ni tampoco de los demás.
“...o quizás en algún momento de mi vida...quise olvidarlo...”
Poco a poco, su cuerpo le iba resultando cada vez más pesado.
“Sólo espero que por una vez...ese motivo tan estúpido por el que he matado...haya servido...”
Acostado en el suelo, fue cerrando sus ojos lentamente mientras de estos surgían lágrimas. Lo soldados se dispusieron a rematarlo.
- Lo siento... – susurró el hombre con su último aliento de vida.
Entonces, fue acribillado a balazos.

- General.
- ¿Sí?
- He visto una lancha salir de la orilla. ¿Cuáles son sus órdenes?
- Derribadla...