Demonios.
Alejada del área donde se estaba desarrollando la batalla entre Akira y Ryouta,
Shiina se mantenía junto a Mai, observando aquella extraña tormenta. Hacía poco
que Eri se había marchado diciendo que debía ayudar a Akira.
Demonios.
Después de tanto tiempo, acababa de enterarse de que su amiga era un ser que
sólo conocía de los mitos y leyendas de la cristiandad, y, además de ello, uno
que solía asociarse con el mal. ¿Por qué no se lo había contado? Incluso si le
contaba algo así ella la habría aceptado... ¿lo habría hecho? Hace un momento,
al enterarse de que la niña que la acompañaba era igual que Eri su mente tuvo
dudas sobre lo que debía hacer. ¿Realmente podía asegurar que no hubiese pasado
nada? Es más, ¿cómo se sentía en esos instantes?
La
cabeza de Shiina seguía dando vueltas debido a la confusión...
-Aquel
día también hice otra promesa...
“Una niña se encontraba sentada en el arenero
de un parque. Con desgana, removía la arena con una pequeña pala de plástico.
Pese a que no era la única en el parque, ninguno de los otros niños y niñas
parecía estar interesada en acercarse a ella.
A su lado se situó una mujer. Tenía el pelo
del mismo color que la pequeña, así como sus ojos.
-Eri-chan –empezó la mujer con tono amable-
¿Por qué no quieres jugar con los demás niños? Éste es un sitio genial para
hacer nuevos amigos...
Eri levantó la cabeza de sus quehaceres.
-Dicen que soy muy rara y que doy miedo. Así
que estoy mejor aquí sola.
-¿De verdad dicen eso?
La mujer, quien se había puesto de cuclillas
para poder hablar mejor con ella, se levantó y dirigió la vista hacia los otros
niños que jugaban animadamente.
-¡Eh! ¡Vosotros! ¡¿Cómo diablos os atrevéis
a decir que es rara?! ¡Al próximo que diga algo malo sobre mi hija le voy a dar
azotes en el culo hasta que se quede del mismo color que mi pelo! ¡¿Me oís?!
Haciendo ademán de ir a por los niños, éstos
corrieron asustados junto a sus padres.
-No creo que así vayas a ayudarla mucho a
que haga amigos.
Un hombre de pelo largo hasta el cuello y
perilla hizo su entrada. Tenía las manos introducidas en el interior de los
bolsillos de un traje, probablemente el que usaba para trabajar.
-Oh, cállate. No puedo creer que tan
pequeños y ya puedan ser tan crueles.
-Tranquila, los niños no entienden el daño
que pueden hacer sus palabras.
-Pues deberían –comentó ella refunfuñando.
-En fin, no hagas caso a tu madre.
-Pero tiene razón –dijo la pequeña.
-Oh, vamos, pon un poco de tu parte.
-¡Esa es mi niña! –exclamó la mujer chocando
la mano de su hija quien rió en respuesta.
-Si sigues insistiendo en jugar con ellos ya
verás como al final aparecerá alguien a quien no le importen esas cosas.
-¿Tu crees? –preguntó Eri tímidamente.
-Por supuesto, y tu madre opina lo mismo por
mucho que no lo diga. No debes rendirte, pequeña.
Ella asintió.
Por otra parte, a cierta distancia de ellos,
otra niña los observaba.
Al día siguiente, Eri decidió acercarse a un
grupo de niños y niñas que jugaban junto a uno de los árboles del parque.
-Esto...hola... –saludó.
-¿Qué es lo que quieres, bicho raro?
-Yo sólo...quería preguntar si me dejaríais
jugar con vosotros...
-No queremos con nosotros a un bicho raro
como tú.
-Sí, lárgate de aquí.
Tras un largo resoplido, la niña se dispuso
a marcharse de vuelta al arenero.
-Es inútil, papá... –murmuró tristemente
para sí misma.
-¡Oye! ¿No crees que deberías disculparte
por eso?
Al escuchar aquella voz, Eri se giró.
Encarándose al grupo había una niña de su misma edad, pelo negro y ojos pardos.
Su figura transmitía seguridad en sí misma, erigiéndose altiva y orgullosa, sin
miedo a lo que pudiesen decirle.
-¿Qué es lo que haces Shiina?
-Sí, ¿por qué te pones de su parte?
-¿Por qué os ponéis vosotros en su contra? Y
no me vengáis con tonterías como que es su color de pelo o algo parecido. Eso
es una estupidez propia de un manga.
-E-es sólo que no nos cae bien...
-¿Ah sí? ¿Acaso sabéis cuando es su
cumpleaños? ¿Qué comida le gusta? ¿Si tiene perro?
-No...
-Entonces, si no la conocéis, ¿cómo es
posible que ya os caiga mal? ¿Habéis intentado siquiera mantener una
conversación con ella?
Los niños cada vez se sentían más
presionados por las palabras de ella, quien no cesaba en su lógica, propia de
una persona más madura.
-¿Y bien? ¿Vais a disculparos?
-L-lo sentimos...
-¡No he oído nada!
-¡Lo sentimos!
-Eso está mejor –contestó asintiendo con la
cabeza- Y la próxima vez quiero que le deis una oportunidad para unirse a
vosotros, ¿queda claro?
-S-sí... –respondieron siguiendo las órdenes
de la pequeña.
Tras esto, Shiina se dio la vuelta y se
alejó de allí seguida de cerca por Eri.
-¿Huh? ¿Por qué me estás siguiendo?
-¡Ah! S-sólo quería darte las gracias. Me ha
alegrado mucho el que me hayas defendido, aunque también estoy un poco
sorprendida. No esperaba que alguien lo hiciera.
-Bueno, os escuché a tus padres y a ti ayer.
Esos niños no son malos pero a veces necesitan un buen escarmiento. Por cierto,
me llamo Ibuka Shiina.
-Kasaiga Eri –dijo la pequeña mientras
estrechaba su mano.
-Un placer. Nos vemos –Shiina se dispuso a
marcharse.
-¡Espera! Me preguntaba si...querías jugar
conmigo...
-Ahora mismo me tengo que ir y no puedo
quedarme...
-Ah...entiendo... –Eri bajó la cabeza
apenada.
-...pero mañana vendré otra vez y entonces
podremos jugar.
-¿De verdad?
-Sí. Yo me encargaré de avisar a más gente.
Cuantos más seamos, mejor.
La demonio se mostró algo disconforme con
las palabras de Shiina.
-No te preocupes. Ya verás como no pasará
nada, yo estaré a tu lado.
-¿Me lo prometes?
-Claro. Si alguien se vuelve a meter contigo
por lo que sea, yo estaré ahí para ayudarte. Es una promesa....”
Una
gran masa de humo impedía ver a la chica lo que acababa de ocurrir. El rayo le
había hecho apartar la mirada del cuerpo de su amigo, dejándola a la espera.
Cuando
el humo se hubo disipado, pudo observar la enorme figura de Ryouta quien, sin girar
la vista hacia el cuerpo inerte y calcinado de su hijo, caminó lentamente hacia
ella.
-¿Por
qué...? –preguntó Eri mientras trataba de contener las lágrimas.
-No
preguntes cosas de las que ya sabes la respuesta. Y ahora, dime dónde está esa
niña.
La demonio
se mantuvo en silencio, impotente, por mucho que escuchaba las palabras de
Ryouta era como si no consiguiesen llegar hasta su cerebro.
-Veo
que insistes en serme una molestia. Bien, tú también eres una demonio al fin y
al cabo, me servirás al igual que ella.
-De...ten...te...
La
voz de Akira logró llegar hasta los oídos de ambos. Incrédulo, Ryouta se giró
hacia su hijo.
-¡¿Cómo
es que sigues vivo?!
-Yo...no...pienso...morir...sin...haberte...derrotado...
–haciendo un esfuerzo enorme, el chico levantó la mitad de su cuerpo, sin
embargo no tardó en perder esa fuerza, apoyándose sobre sus codos para evitar
darse contra el suelo.
-La
misma palabrería de siempre. ¡Mírate! ¡Ni siquiera puedes tenerte en pie!
-¡Akira-kun!
–exclamó Eri, mostrándose aliviada.
-En
cualquier caso, da igual, mataré a esta chica y obtendré el poder que necesito.
-No...lo...hagas...
–mientras decía esto, el chico, todavía transformado, intentó avanzar hacia su
padre pero esta vez se dio contra el suelo, incapaz de moverse.
Por
su parte, Ryouta apuntó con uno de sus dedos índice al corazón de la joven.
-¡No!
–gritó Akira en vano.
Un
rayo irregular de color azul atravesó el aire impactando contra el pecho de
alguien, quien resultó no ser Eri.
-¿Shii...na...?
Siendo
empujada por su amiga, la demonio pronunció aquellas palabras mientras era
Shiina la que recibía el ataque, siendo atravesado su pecho...
“-Eri...
Shiina y Luka se acercaron a la joven,
sentada en un banco cercano al parque en el que solían jugar cuando eran
pequeñas. Luka se sentó a su lado y la rodeó con los brazos. La expresión de
ambas daba a entender que la situación no era muy alegre.
-¿Estás bien? –preguntó Shiina sentándose al
otro lado.
-Se han ido, Shiina. Sólo me han dejado una
nota de despedida pero no me han contado por qué ni dónde...
-Eri, seguro que si lo han hecho era por una
buena razón. Tus padres te querían demasiado como para hacer algo así sin
pensárselo.
-No lo sé...ahora mismo no sé nada... Me he
quedado sola, Shiina.
-Eso no es verdad –dijo Luka.
-Luka tiene razón. Nosotras estamos a tu
lado. Y no te vamos a abandonar nunca.
-... –Eri no dijo nada, limitándose a
desviar la mirada.
-¿Recuerdas la promesa que nos hicimos?
-Sí...
-Me obligasteis a hacerla a mí también.
Estabais tan serias las dos que casi entro en pánico
-No exageres, Luka.
-¡Pero es verdad!
-En todo caso, el pánico lo sufríamos
nosotras. Lidiar contigo era como intentar controlar a un loco recién sacado
del manicomio.
-¡¿Quién está exagerando ahora?!
De repente, Eri comenzó a reírse. Tras la
sorpresa inicial, sus dos amigas la acompañaron.
-Gracias.
-Ya te lo dije una vez. Yo estaré ahí para
ayudarte. No...mejor dicho...nosotras estaremos ahí para ayudarte...así que,
pídenos lo que necesites...
-No. Esto es lo que necesito.”
El
cuerpo de la joven chocó contra el suelo mientras la sangre comenzaba a salir
de su pecho. La escena quedó en silencio durante unos segundos, sin que nadie,
ni siquiera Ryouta, moviese un músculo.
-Shii...na...
Eri,
a gatas, se acercó lentamente a su amiga. Pese a que ésta todavía seguía con
vida, la inminencia de su muerte estaba clara.
-Te...lo...dije...
Las
manos de la demonio acariciaron temblorosamente las mejillas de ella.
-Shii...na...
–con un hilo de voz que apenas sí conseguía salir por su boca, no pudo contener
esta vez las lágrimas, repitiendo una y otra vez su nombre- Shii...na...
-Estaré...contigo...siem...
Sin
poder terminar la frase, Shiina profirió su último suspiro. Como si alguien
hubiese accionado algún botón, Eri rompió en sollozos, acercando su frente a la
de su amiga, sin poder evitar que su llanto dejase pequeñas gotas en el rostro
de ella.
Akira
apretó los dientes con fuerza mientras cerraba los ojos por el dolor,
sintiéndose inútil tal y como se encontraba.
-Una
humana defendiendo a un demonio...
El
acto realizado por la chica lo había pillado desprevenido. De repente, todo
aquello que había odiado durante tanto tiempo, todas sus creencias, se habían
visto contrariadas.
-Esa
chica...
En
ese momento, un gran vendaval lo empujó con fuerza hacia atrás, obligándole a
enterrar sus dedos en tierra para evitar salir volando. Delante de él, Eri
flotaba en el aire mientras dos alas y una cola aparecían a su espalda,
aumentando también el tamaño de sus cuernos.
-¡Maldita
sea! –exclamó Ryouta.
La
súcubo se lanzó contra su estómago utilizando sus alas para tomar impulso. El
golpe provocó que el demonio saliese despedido, chocándose contra varios
árboles de la zona.
Akira
consiguió levantar la cabeza para ver a Eri, quien se mostraba indiferente pese
a que su rostro continuaba rojo por haber estado llorando.
-Eri...
Levantando
las dos manos como si tratara de imitar a una balanza, hizo que de sus palmas
apareciesen dos llamas que comenzaron a hacerse cada vez más y más grandes.
Ryouta
terminó de incorporarse del ataque.
-He
sido descuidado. No pensé que tendría esta clase de poder.
Un
nuevo rayo cayó sobre él y, en décimas de segundo, logró situarse frente a
ella, pretendiendo aplastarla con una de sus manos. No obstante, cuando tocó a
la joven, ésta se deshizo en polvo, el cual rodeó a su contrincante e hizo
presión sobre su cuerpo, dejándolo atrapado. Entonces apareció detrás, todavía
sosteniendo dos llamas en sus manos. Éstas, sin embargo, sufrieron una
implosión reduciéndose al tamaño de dos canicas, las cuales fueron lanzadas
hacia la espalda del demonio.
Al
recibir el impacto de las bolas, las llamas comenzaron a perforar lentamente
piel y músculo. En mitad de su travesía por el músculo de Ryouta, lo que ya le
causaba un gran dolor, la chica chasqueó los dedos. Fue entonces cuando las
llamas fueron liberadas, volviendo a tener el mismo tamaño que antes y quemando
desde dentro al demonio.
-¡¡Aaaaaaaah!!
–el grito desgarrador hizo eco en la noche, dejando al demonio en el suelo
medio muerto y casi calcinado. De no haberse tratado de él, habría muerto con
total seguridad.
Eri
se dispuso a rematarlo lanzándole otra bola de fuego, sin embargo alguien la
embistió, estampándola contra la superficie e intentando sujetarla de los
brazos pese a que la fuerza de la chica en esos momentos era muy superior a la
suya.
-¡Eri!
¡Soy yo! –exclamó Akira haciendo acopió de toda su voluntad, la cual flaqueaba
conforme más forcejeaba con ella- ¡Por favor! ¡Detente! ¡Sé lo furiosa que
estás! ¡No puedo ni imaginar la tristeza que sentirás en este momento! ¡Pero
incluso si lo matas, eso no cambiará el hecho de que Shiina haya muerto! ¡No
cambiará nada, ¿me oyes?! ¡Por favor! ¡Tú no eres así!
El
chico la abrazó haciendo un último intento por detenerla.
-¡Ella
no querría haberte visto de esta forma!
La
fuerza de la chica fue disminuyendo conforme sus rasgos físicos como súcubo
desaparecían. Al final sólo quedaba la joven de pelo soleado de siempre, quien
comenzó a llorar mientras intentaba ocultarse tras uno de sus brazos...
Por
otra parte, y aprovechando la ocasión que se le había presentado. Ryouta se
había alejado del lugar de la pelea. Lo más lejos que le había permitido su
estado.
-Ha
sido una suerte el que haya sido capaz de resistir esas llamas...
El
demonio observó sus manos como si no las hubiese visto en mucho tiempo.
-Aquellas
humana no dudó en defenderla incluso si eso le costaba la vida... –dijo
mientras dejaba caer su espalda sobre la hierba de cara a la oscuridad de la
noche- ¿Por qué no les hice caso? ¿Qué es lo que he estado haciendo hasta
ahora?
Dicho
esto cerró el puño y golpeo el suelo.
-¿Cómo
he podido estar tan ciego?
-Vaya,
vaya...no me digas que ahora te arrepientes -Judas, el hombre que lo había
sacado de “Cerberos” apareció a su lado jugueteando con una pistola-. Creía que
tu odio a los humanos era tan alto como el mío...
-Odio...sí...eso
es lo que me ha llevado a esta locura...
-¿Locura?
Vamos. Los humanos son los que están locos. Ellos fueron los que te destrozaron
la vida. Fueron los que te vendieron. Tu propia mujer te traicionó. ¿Me vas a
decir que has olvidado eso?
-Cuando
vi a esa chica saltar delante de mí. Recordé algo que había permanecido en el
lugar más recóndito de mi mente. Un día en el que ayudaba a “Darkblade” en la
captura de unos humanos que habían atentado contra demonios, algunos de esos
demonios y yo quedamos malheridos. En ese momento, recuerdo...lo preocupada que
estaba ella... No sólo hizo lo posible por curarme a mí, veló por el estado de
todos ellos. Se quedó tantas noches despierta cuidándonos que temí por su vida.
No hay momento en el que me diera más cuenta de cuánto la amaba que ése. Su
belleza, su amabilidad, el cariño que profesaba tanto a humanos como a
demonios...
-Oh,
por dios, ¿vas a seguir así mucho rato?
-No
sé qué es lo que la hizo cambiar pero...sé que ella creía en que los humanos y
demonios podría convivir juntos algún día...
-Ya
veo...
-¿Qué
es lo que ves?
Judas
se levantó de su sitio y apuntó con el arma al demonio.
-Pues
que parece que has dejado de servirme.
-¿Qué?
-Veo
que no eres muy perspicaz...pero permíteme alumbrarte en tu día de hoy. Mi
nombre es Judas Iscariote, y en realidad odio a los demonios más que a nada en
este mundo. Pensé que si te convencía de que mataras demonios con el fin de
destruir a los humanos conseguiría algo pero parece que he sido demasiado
iluso. Una pena. Aunque no todo es en vano ya que he conseguido reunir algo de
información interesante.
-Tú...me
has engañado...
-¡Bingo!
¡Has dado en el clavo! Y como premio para el caballero te confesaré algo que te
encantará escuchar. A quien sirvo no le gusta mucho eso de que humanos y
demonios se lleven bien, ¿sabes? Hace algún tiempo se escuchaba algo sobre una
pareja compuesta por una humana y un demonio que habían tenido un hijo medio
demonio. Ese tipo de aberraciones que uno imagina pero prefiere que no pasen.
Así que, ya que tenía que ayudar a mi señor, decidí actuar...
-No...no
puedes estar hablando en serio... –la voz de Ryouta temblaba.
-Es
increíble lo fáciles de engañar que son los humanos. Mucho más que los
demonios. Lo cierto es que si soy sincero los humanos tampoco me caen muy bien.
Incluso aunque yo sea uno.
-Ah...
-Las
ilusiones son mi especialidad. Puedo hacer que incluso que la persona a la que
amas se vuelva un ser despreciable. Ella intentó resistirse a verte como un
monstruo. Tuve que esforzarme un mínimo.
-Yo...todo
este odio...todo lo que he hecho...
-Exacto.
Has caído en mi trampa dos veces.
-Maldito
seas...
Judas
le apuntó con el arma a la cabeza.
-Todo...ha
sido una mentira...todo lo que le hice a ella...a mi hijo...yo...
-Tu
patetismo es algo que podrás llevarte contigo a la tumba.
-Lo
siento...Akira...Yuna...he sido un completo fracaso...
Tras
esto, se escuchó el ruido de un disparo.
-Bueno,
supongo que tendré que buscar otro medio para divertirme –caminando por las
afueras de la ciudad, Judas limpiaba su arma-. Aunque creo que alguien ya ha
venido a dármela.
Dos
figuras aparecieron frente a él. Una llevaba un rifle francotirador, y la otra
dos ballestas ajustadas a cada brazo además de un par de alas como las de un
ángel saliendo de su espalda.
-¿Os
puedo ayudar en algo?
-Por
supuesto, siempre y cuando nos hagas el favor de morir.
Nada
más decir esto quien llevaba el rifle francotirador realizó un disparo del que
salió una cantidad anormal de balas que impactaron de lleno contra Judas,
elevándolo en el aire.
-¡Agh!
–gritó éste al recibir la inmensa cantidad de golpes.
Por
su parte, la figura alada comenzó a concentrar Setten en las ballestas dando
lugar a flechas de luz de enorme tamaño con las que apuntó a su adversario.
-¡¿Creéis
que os lo voy a poner tan fácil?! –sonriente, Judas se dispuso a emplear su
arma, sin embargo un misil apareció de la nada explotando al tomar contacto con
él.
Habiendo
perdido su pistola, el hombre quedó flotando en el aire durante unos segundos,
suficiente como para que la otra persona disparase su flechas.
-Espero
que te pudras allá donde te lleve la muerte.
Las
flechas salieron despedidas hacia el cuerpo de Judas quien se desintegró entre
gritos de dolor.
-¿Ha
muerto? –preguntó Asari.
-No.
Sólo era una más de sus ilusiones. Se ha burlado de nosotros al igual que se
burló de Ryouta.
-Judas
Iscariote. ¿Qué significa esto? –declaró Asari.
-No
lo sé pero me temo que esto es sólo el comienzo...–contestó la otra figura.
Acostada
sobre el regazo de Eri, quien había conseguido dejar de llorar, descansaba el
cadáver de Shiina. Eri había cerrado los párpados de su amiga, y ahora
acariciaba suavemente su larga melena negra sin apartar la vista de su rostro.
Akira
por su parte se encargaba de consolar a Mai, quien a su edad había sentido la
tristeza de perder a un ser querido.
-Ella
era tan increíble...tan genial...era como si pudiese hacerlo todo...
-Lo
sé...
-¿Qué
voy a hacer ahora, Akira-kun? ¿Cómo voy a decírselo a sus padres? ¿Y a Luka? ¿Y
al resto de la clase? Todos la queríamos...
-Lo
sé...
-Es
posible que todavía tengas una oportunidad de salvarla, chica.
Sin
previo aviso, Derain hizo acto de presencia.
-¡Derain!
¡¿Dónde has estado todo este tiempo?!
-¡Espera,
Akira-kun! ¿Qué es lo que acabas de decir?
-He
dicho que todavía existe una manera de salvarla...
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