Kareth se encontraba en la villa de los Rebeldes, frente a las lápidas de los allí enterrados. Pensativo.
Había pasado un año desde que consiguiesen desbaratar los
planes del proyecto Gaia y acabar con
Tras lograr la rendición del ejército imperial y "Comhairle", todos sus miembros fueros arrestados, gracias en parte a la ayuda de la facción y la unión, y llevados de vuelta a sus territorios, donde el equipo de Sdren y Jaryl los esperaba, triunfante tras haber conquistado la residencia del emperador. Esto dio sentencia a cualquier oposición, y puso en marcha una transición gubernamental así como un cambio social.
En cuanto a "Comhairle", se decidió ejecutar a todos aquellos que hubiesen prestado apoyo directo a la causa de Detz. Medida drástica, aunque necesaria, para evitar un nuevo levantamiento de armas.
Así, la organización fue desbandada. Lo que dejó a los estudiantes de Yohei Gakko, quienes habían perdido tanto el poder del Radiar como su único objetivo en la vida, perdidos y sin saber qué hacer o adónde ir.
No obstante, Razer no quiso dejarles en la estacada, y encontró un nuevo trabajo para ellos, volcándolos en la restauración de ciudades y tierras por todo el mundo, incluidas las del imperio. Su reinserción no fue una tarea sencilla, pero gracias al símbolo de paz que suponía Kareth y a la alianza creada bajo éste, la mayoría los recibió con los brazos abiertos.
Por supuesto, también se tuvo que lidiar con los problemas de la unión, debido, principalmente, al bajo mundo, cuya influencia se había incrementado tras el golpe de estado, y que continuaba apoyando la guerra, ya que suponía su principal fuente de ingresos.
Sin embargo, la vuelta de Yorus, que contaba con el respaldo de la facción y de los Rebeldes, y la desaparición del Radiar, provocaron su rápida decaída, quedando mayormente afectados los "Spheres", que suponían un porcentaje importante de la clandestinidad. Por consiguiente, quedó totalmente bajo el control del gobierno.
Por otro lado, se estableció una organización llamada OOM (Organización del Orden Mundial) constituida por los líderes del mundo, entre los que estaban Razer, quien la lideraba; Yorus, por parte de la unión; Ceron, por parte de la facción; y Donell, como gobernador provisional en los territorios del imperio, hasta que se decidiese alguien que presentase los ideales y convicciones necesarias para sustituirle. Esto facilitó la comunicación entre los distintos territorios, mejorándose el comercio entre ellos, la reconstrucción de sus territorios y la información que compartían.
A esta organización, puesto que se había formado a iniciativa suya, también pertenecía Kareth.
La imagen del joven se había convertido en la del salvador del mundo. Un estandarte bajo el que la gente había unido sus fuerzas en pos de recuperar el planeta. Pese a todo, esto no evitaba el surgimiento de grupos revolucionarios en contra, así como pequeños conflictos bélicos. Algo con lo que tendrían que seguir lidiando durante un tiempo hasta poder establecer un verdadero orden. Por suerte, eran bastante pocos y, por lo general, fáciles de controlar.
En ese nuevo mundo, el chico observaba los nombres de las tumbas que tenía delante. Allí estaban escritos, entre otros, los de Quattuor, Kai, Miruru y Normand.
De la muerte de este último se había enterado recientemente. Al parecer, acabó contrayendo una enfermedad que fue empeorando con el tiempo hasta que su cuerpo, ya envejecido, no pudo soportarlo. Sin embargo, dicen que no sufrió. Puede que el hecho de poder ver un mundo encaminándose hacia la paz, le aportase lo necesario para descansar tranquilo.
Sin querer, una sonrisa se dibujó en su rostro. No sabía por qué, pero allí se sentía en calma. Después de todo el trabajo que había tenido durante ese año, y el que le quedaba en los venideros, estar allí, en silencio, le permitía desconectar.
Como el salvador de la humanidad, tenía que ir de un sitio a otro dando charlas de apoyo a sus habitantes y ayudar como mano de obra en reconstrucciones. Asimismo, participaba junto con Razer en todos los actos diplomáticos, ya fuesen tratados comerciales o de otro tipo. Pero a pesar de todo, no se arrepentía, era el camino que había elegido, incluso si, por culpa de ello, no veía a su mujer desde que acabase la guerra y ni siquiera había llegado a conocer a su hijo.
En ese momento, una chica de pelo azul se acercó a él.
-Esto me trae recuerdos.
-Sarah… -se sorprendió el chico al ver a su hermana, quien le devolvió el gesto con expresión sonriente.
-Hacía tiempo que no te veía, Kareth. Podrías haber dicho que estabas aquí.
-No voy a quedarme mucho. Tengo que dar una conferencia que
se emitirá en todo el planeta. Ya sabes, por lo del aniversario del fin de
-Ya veo. Es una pena.
-¿Qué tal todo?
-Nada nuevo. Desde que vinimos de Genese he estado viviendo aquí. Necesitaba un cambio de aires. Relajarme y olvidar. Alejada de todo. Tomando una decisión sobre mi futuro.
-¿Y bien?
-Creo que ya lo he hecho. Voy a viajar. Quiero contar historias, Kareth. Historias sobre Quattuor, sobre Miruru, Kai y todas aquellas personas que lucharon por hacer esto realidad. Quiero que sean recordados. Sé que puede sonar a que he sido incapaz de olvidarlos. Pero, en realidad, es todo lo contrario. El pasado también es necesario para seguir adelante. Ésta será mi pequeña aportación.
-Je je je…
-¿De qué te ríes? -se quejó ella, algo molesta.
-De nada. Es una gran idea. ¿Sabes algo de los demás? A algunos, como Ivel o Remi, los veo a menudo, ya que también son miembros de la OOM, pero hay otros de quienes no sé nada.
-Mm… Veamos. Drake y Seph también viven aquí. Hace poco escuché que ella se había quedado embarazada.
-¿En serio? Pensaba que no…
-Pues al final decidió que sí -respondió la chica encogiéndose de hombros.
-Me alegro por ellos.
-Yo también. Aunque Drake parece un poco nervioso con el tema.
-¿Y Jaryl? ¿Qué tal está?
-Bueno, la muerte de Will le afectó bastante, pero va mejorando. Actualmente, sustituye a Ivel como guía de los nómadas cuando ella está ocupada con otros asuntos.
-Ya veo. Estoy seguro de que es lo que Will hubiese querido.
-¿Y por tu parte? ¿Cómo están Remi e Ivel? Me sorprendió que ambos se ofreciesen a formar parte del gobierno.
-De hecho, de Ivel lo puedo entender. Gracias a ello ha conseguido que los nómadas tengan más facilidades para comerciar o hacer trueques, así como de acceder a las ciudades. A cambio, el estilo de vida de su gente se ha convertido en un factor bastante importante para el gobierno desde el punto de vista del transporte y la comunicación. En el caso de Remi... supongo que no se podía estar quieto y quería echarme una mano -rió Kareth- También he podido ver a otros como Sdren y los hermanos.
-¿Qué ha sido de ellos?
-Están ayudando a Donell en el imperio.
-De alguna manera, me lo imaginaba. No les pegaba estar en la organización mundial -bromeó la chica peliazul, antes de cambiar a un tono más serio-. Hace algunos días que se marcharon.
-¿Te refieres a Nara y a mi hijo? No me digas que… -dijo él con preocupación.
Ella asintió. Hasta entonces, la joven y el pequeño habían estado viviendo junto con Sarah en la villa de los Rebeldes.
-Sí, se han marchado para poder verte.
-No debería haberlo hecho. Aquí están bien. Además, sólo hará las cosas más difíciles.
-Lo sé, pero, aun así, permitíoslo aunque sea sólo una vez. Por los tres -tras esto, se acercó y lo abrazó-. Espero que volvamos a vernos pronto, hermano.
-¿Te marchas ya? -preguntó él.
-No tengo tiempo que perder -respondió Sarah.
-Entiendo. Yo también espero que nos volvamos a ver.
Una vez se separaron, la chica dio media vuelta y echó a andar. Entonces se detuvo a los pocos pasos, como si acabase de recordar algo.
-Oye, Kar, ¿recuerdas lo que nos dijo Eigar poco antes de que nos marchásemos del oasis?
Él se mostró dubitativo durante unos instantes. Tras esto, entendió a qué se refería.
-Sí… -contestó.
"-¿Para qué nos
querías? -preguntó Kareth una vez él y su hermana entraron en la habitación.
-Es sobre vuestros
nombres.
-¿Nuestros nombres?
-los dos se miraron, confusos.
-Me refiero a vuestros
verdaderos nombres. ¿Queréis saber cuáles son?
Aquello los pilló
desprevenidos. Lo cierto era que ni se lo habían planteado.
-¿Qué ocurre? -preguntó
Eigar.
-No sé. Es sólo que…
esperaba más interés por mi parte. Es mi verdadero nombre. El nombre que me
pusieron mis padres. Aun así, ahora mismo no siento que sea importante –declaró
el joven.
-A mí me pasa igual
–coincidió su hermana.
-Vuestros padres
seguirán siendo vuestros padres. No importa cómo os llaméis. Ellos os querían
entonces y os seguirán queriendo en el más allá. No tenéis que sentiros mal por
algo así. Ya sé, debería haber algo por aquí -dijo, abriendo el único cajón de
la mesita de noche y sacando material para escribir y un pequeño trozo de papel
arrugado-. Esto servirá.
Acto seguido, anotó
algo en él y lo dobló, entregándoselo a Kareth.
-Si alguna vez sentís la necesidad de saberlos, los encontraréis aquí. De esta forma, siempre tendréis esa opción."
-¿Al final leíste el papel? –preguntó el chico.
-No. Sigue guardado. ¿Qué te parece si la próxima vez que nos veamos la leemos juntos?
-Suena genial.
Una vez la vio desaparecer en el horizonte, el chico miró al cielo.
-Este mundo también es por vosotros. Mamá, papá.
La conferencia se celebraba en Genese. Que, si bien era cierto que todavía quedaba por hacer para que volviese a estar como antes, por no hablar de las reformas que se estaban llevando a cabo para mejorar su estructura, era perfectamente habitable y capaz de permitir un evento de esa envergadura. Al fin y al cabo, qué mejor lugar para conmemorar el final de la guerra.
Tras bajar del avión que lo había traído, Kareth se encontró con muchas personas insistentes en hablar con él, escucharle o, algunos, simplemente tocarle. Al final del camino hasta el edificio desde cuya terraza iba a dirigirse al público, lo esperaban Remi, Ivel y Razer, junto con otras caras menos conocidas.
-¿Qué tal ha ido la visita? –preguntó Razer, adaptándose a su paso- ¿Has tenido tiempo de hablar con los demás?
-Sólo con Sarah. Por suerte, ella me ha puesto al día.
-Deberías haberte entretenido un poco más…
-El orden no descansa. Y yo tampoco debo hacerlo.
-A eso nos comprometimos. Lo entiendo. Me sorprendió que hace un año me pidieses algo así. Un orden gubernamental utilizándote como símbolo de paz. Arriesgado, además de requerir un proceso muy largo, pero, sin duda, una idea maravillosa.
-Por mi parte, sabía que tendrías la capacidad de ponerla en práctica.
-Hago lo que puedo –rió el ahora líder de la OOM-. Pero, hablo en serio, no creo que pase nada porque te relajes alguna vez.
-Hablas igual que Sarah, pero se lo prometí a Gaia.
-Seguro que a ella tampoco le importará que descanses de tu misión aunque sea un sólo día. Además, nosotros dos no somos los únicos que te lo pedimos –señaló con la cabeza a sus otros acompañantes.
-Puedes jurarlo –interrumpió Remi al escuchar su conversación.
-A mí me preocupas más tú –replicó Kareth. Desde que Normand muriese, no había nadie que pudiese atender completamente las necesidades del cuerpo mecánico de Remi. Si acaso, él mismo. Sin embargo, sus conocimientos no eran ni de lejos los del difunto científico.
Debido a esto, el joven, que ya de por sí no contemplaba una larga esperanza de vida, la había visto bastante reducida. Pese a ello, no parecía importarle.
-Ambos deberíais preocuparos por vosotros mismos –añadió Ivel, quien últimamente se había hecho más cercana al tirador. De hecho, de no ser por la situación en la que se encontraban, habrían hecho una buena pareja.
-Como sea –sentenció Kareth-. Me ha dicho mi hermana que ella ha venido…
-¡Ah! Así que te has enterado –respondió Razer.
-¿Acaso querías darme una sorpresa?
-No ha sido idea mía, si es a eso a lo que te refieres.
-Ella sabe que no estoy de acuerdo con esto…
-Y tú sabes que si se le mete algo en la cabeza no te va a hacer ni caso.
Finalmente, llegaron a la terraza. Una zona rectangular, al aire libre, con un pequeño escalón de madera cerca de la barandilla que daba a la plaza central de la ciudad, repleta en ese momento de gente.
Encima del escalón podía observarse un micrófono y un par de cámaras a los lados. Asimismo, había varios altavoces dispuestos en sitios estratégicos de aquella plaza para permitir escucharse mejor.
Entre la gente que los esperaba, situados en línea como una comitiva de bienvenida, estaban los distintos líderes gubernamentales, a los que saludaron de uno en uno.
-Me alegro de verte, Ceron –dijo Kareth.
Aun en tiempos de paz, la vestimenta del gobernador seguía siendo la armadura que tanto lo caracterizaba. Quizás ése fuese precisamente el motivo por el que la había mantenido. Aun así, su personalidad se había vuelto mucho más afable. Centrado en sus ciudadanos y no en liderar una guerra.
-Yo también, chico. Espero que esta sea una buena conferencia.
El siguiente era Yorus, conocido por su escasa etiqueta incluso en actos diplomáticos de gran importancia. Algo que tampoco extrañaba a nadie dado que, aunque el papel de dirigente no se le daba mal, no se sentía a gusto con ello, si no que, más bien, lo tomaba como una herencia de quien fue su amigo y protegido. No obstante, ponía todo su empeño en sacar adelante a la unión y velar por la seguridad de sus ciudadanos.
-Te veo bien, Yorus –se sorprendió al observar que, esta vez, sí había decidido venir arreglado.
-Bueno, es una ocasión especial. Al fin y al cabo, hoy conmemoramos a todos los que murieron durante la guerra. Incluido él.
Finalmente, ahí estaba Donell, quien se limitó a saludarle con un gesto respetuoso de cabeza. Como siempre, era un hombre serio y estricto con el deber. Entendía por qué Razer confiaba tanto en él.
Entonces, se dio cuenta de que había alguien más esperándole, ligeramente más alejada del resto y sentada sobre una silla, a pocos centímetros del escalón. Era ella.
Apenas había cambiado desde la última vez que la viese. Ni siquiera había podido desprenderse de la joya incrustada en su frente. Algo con lo que tendría que convivir durante el resto de su vida.
Como si le leyese el pensamiento, la chica sonrió, mezcla de orgullo y felicidad, y pequeñas lágrimas brotaron de sus ojos, fruto de la nostalgia y el tiempo que llevaban separados.
No pudo evitar sentir el deseo de abrazarla, pero se contuvo al darse cuenta de la pequeña criatura que llevaba en sus brazos. Un bebé de pocos meses que dormía plácidamente, entrecruzando sus diminutos dedos como si estuviese rezando.
-Él es… -logró articular Kareth.
-Sí, es tu hijo.
Era la primera vez que contemplaba su rostro, el cual no pudo evitar acariciar suavemente, deslizando su mano hasta el pequeño gorrito blanco que cubría su cabeza.
-¿Creías que te íbamos a dejar solo en un momento así? –preguntó la chica.
-Deberíais de haberos… quedado en la villa… -respondió él, cuya voz temblaba de la emoción.
-Al menos por hoy, yo decidiré donde quedarme.
Sin poder aguantar más, Kareth rompió a llorar, abrazándolos tiernamente a ambos. Ya le parecía un milagro que, después de todo lo ocurrido, ese niño estuviese allí junto a él. Y aunque quizás jamás volviese a verlo, quiso guardar aquella imagen para siempre.
-Me alegro tanto de veros…
-Nosotros también.
-Te quiero.
-Y yo a ti.
Tras unos minutos, se separó de ellos, se enjugó rápidamente las lágrimas y, respirando hondo, procedió a realizar su discurso.
-Todavía no hemos decidido su nombre –lo interrumpió Nara.
-Un nombre… -contestó, deteniéndose un instante, pensativo. Entonces hubo uno que recordó haberle estado dando vueltas.
-¿Qué te parece Mír?
-¿Mír?
-Significa “paz” en una lengua pasada. Viéndole, no puedo pensar en un nombre más adecuado.
-Me parece genial. Mír…
Los vítores en su honor, y en el resto de miembros de
-Queridos habitantes de este mundo. Sois muchos los que me conocéis como el salvador de la humanidad. Sin embargo, ésta no fue una tarea nada sencilla. Hace un año, muchos luchamos contra un gran monstruo. Uno que nos conquistó, nos hizo volvernos crueles, ambiciosos… y que nos fue destruyendo poco a poco. Todo por poder. Un poder que se nos dio para ser mejores personas, pero que nosotros utilizamos de forma estúpida para sacar lo peor del ser humano.
>>Hoy recordamos la guerra que durante quinientos años acechó este mundo. Porque nunca debemos olvidar nuestros errores. No para sentirnos mal por ellos, sino para no volver a cometerlos.
>>Pero, más que recordar ese error, sobre todo, quiero que recordemos a todos aquellos que perdimos por culpa de éste. Todos aquéllos que durante tantos años dieron sus vidas, por unas razones u otras, defendiendo lo que creían.
>>Aquellos amigos que nos apoyaron, aquellos familiares que nos protegieron o aquellos amores a los que no pudimos salvar. Porque incluso yo, quien puso final a esa pesadilla, nunca estuve solo.
>>Hubo personas que me enseñaron a luchar, que me levantaron cuando no podía tenerme en pie, que me salvaron la vida e incluso me dieron la oportunidad de encontrar una solución. Sí, jamás estuve solo, y por eso, quiero recordarles… -mientras hablaba, el chico miró hacia el fondo de la plaza. Allí creyó ver los fantasmas de todos: de Miruru, de Kai, de Quattuor, Normand, Will, Seigari, Darker e incluso los de sus padres, cuyas figuras ya había olvidado. Todos le devolvían la mirada con la misma expresión de orgullo que Nara había puesto segundos antes, sabiendo que no habían muerto en vano y que habían conseguido darle la oportunidad de crear un nuevo futuro.
No sabía cuánto más viviría. Al fin y al cabo, los efectos tóxicos del Radiar probablemente permanecerían en los cuerpos de sus usuarios incluso después de haber desaparecido. Aun así, seguiría adelante, hasta que no pudiese más, para que su hijo tuviese un lugar donde jugar sin nada que temer.
-No les olvidéis. Porque gracias a ellos, podremos seguir avanzando, cambiar y cumplir nuestros sueños y metas. Todos juntos, caminando hacia un nuevo mundo libre…
Mientras la gente aplaudía, recordó las palabras que le dijo una vez a su hermana, cuando ella le preguntó si alguien podía considerarse libre en un mundo en guerra: “¿Quién sabe? No es algo que podamos definir a la ligera. Incluso aunque esta guerra acabase, seguiríamos sin poder tener una definición clara, sin contradicciones. Pero, quiero pensar que habrá un momento y un lugar en los que todos nos sentiremos de esa forma. No habrá necesidad de entrenar para detener una guerra o sufrir por la pérdida de un ser querido. Algún día, todos podremos sentarnos en un banco como éste, disfrutar de la brisa y sentir algo a lo que llamaremos “libertad” ”.
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