-Si
no sabes por qué, es evidente que tampoco sabes quién es ella en realidad –le
respondió Mammon a Reima con tono lloroso mientras seguía con la cara hundida
en Kumoni.
-Quién
soy en realidad... –se sorprendió Eri al escuchar sus palabras.
-Ya
lo entenderás cuando vengan el resto de pecados –dijo el pecado de la avaricia.
-Ah,
sí, claro... –Eri dejó escapar un resoplido, ¿hasta cuando tendría que esperar
para que le contasen qué estaba pasando?- En cualquier caso, ¿no podrías al
menos volver mi casa a la normalidad?
-Me
temo que eso no va a ser posible –quien contestó esta vez fue Reima-. La
habilidad de Mammon se basa en la transformación y la telequinesia. Y, en
concreto, sus poderes de transformación están basados en un cambio de la
realidad a otra alternativa.
-¿Qué
quieres decir? –la chica se mostró confusa.
-Que
ahora mismo toda la ciudad ha sido modificada para ser un espacio en el que
sólo pueden permanecer aquéllos que tienen un Setten o Retten elevado.
-¿La
ciudad? –Mammon levantó la cabeza de su oso y miró con enfado a Reima- Eso es
un insulto bastante grave. La realidad se ha modificado en todo el país.
-¿En
todo el país? –el profesor frunció el ceño- ¿No crees que te has pasado un
poco?
-Toda
precaución es poca, “Darkblade”.
-Pero
entonces, ¿qué ha ocurrido con el resto de humanos? –preguntó la súcubo.
-Nada.
Siguen viviendo sus vidas como si nada hubiese pasado. La realidad ha sido
únicamente modificada para aquellos con un poder fuera de lo común. De esta
forma, las personas normales, así como los edificios, están protegidos de
cualquier daño que pudiesen sufrir durante nuestra batalla. Sin embargo como
precio a pagar, no podré luchar a vuestro lado. Necesito concentrarme en
mantener la transformación hasta que acabe todo.
-E-entiendo...
–dijo Eri.
-Otra
cosa, mientras estéis dentro de esta casa no tendréis que preocuparos de
vuestra propia seguridad. He usado gran parte de mi poder para hacer de este
lugar uno al que no puedan acceder los apóstoles. Necesitarán de un poder más
grande que el mío si quieren entrar.
-Entonces
los que están fuera... –empezó a decir Eri con preocupación.
-Si
te refieres a tus amigos, no te preocupes por ellos. Los demás pecados estarán
al caer. No permitirán que le pase nada a cualquiera que esté en nuestro bando
o no tenga nada que ver en esta batalla.
Pese
a las palabras de la niña, Eri, quien había vivido en primera persona el poder
de la modificación que habían recibido los “Dying Walkers”, y no quería ni
imaginarse cómo de fuertes serían los apóstoles, no pudo evitar desplazar su
mirada hacia las ventanas de la habitación, preguntándose por el estado de los
demás.
-¿Sabes
cuántos apóstoles hay en esta ciudad, Mammon? –preguntó Reima.
-Cuando
he activado la transformación he detectado tres presencias que coinciden con
ellos pero, segundos después, han desaparecido. Supongo que han tomado medidas
para camuflarse en mi realidad.
-Así
que tres, ¿eh? Bien, saldré para ayudar a refugiar a los que hayan quedado
dentro de esta realidad. Serah, tú me acompañarás. Ahren, quédate como
guardaespaldas.
Ambos
asintieron a las órdenes de su padre.
-¡Yo
también quiero ir! –exclamó Eri.
-Lo
siento, pero eso es algo que no puedo permitir –declaró Mammon-. Vosotras dos
sois demasiado importantes como para poneros en peligro –continuó, refiriéndose
a Lilith y a la propia Eri.
-¡¿Por
qué sigues diciendo que soy alguien importante?! ¡¿A qué te refieres?! –gritó
Eri, empezando a perder la paciencia con tanto secretismo.
-Ya
te he dicho que lo sabrás cuando vengan el resto de pecados.
-¡Creo
que ya he esperado bastante! ¡¿Por qué no puedes decírmelo ahora?!
-Porque
si sacase los recuerdos de tu interior a la superficie sería incapaz de
controlar yo sola que pudiese suceder.
Aquella
contestación dejó a Eri sin saber qué decir. ¿Sus recuerdos? ¿Acaso había algo
dentro de ella que desconocía completamente?
Impotente,
la chica apretó los dientes y bajó la cabeza. Por su parte, Lilith observó a su
amiga con expresión triste, sintiéndose igual de inútil ante la nueva
situación.
En
otro lugar más apartado, Akira caminaba por los pasillos de su casa, buscando a
sus padres adoptivos, quienes habían desaparecido de la casa sin dejar rastro.
Notando
algo extraño en el ambiente, el chico había salido de su habitación,
encontrándose con que la casa estaba ligeramente cambiada, presentando mayor
tamaño que antes e incluso aspectos decorativos que no tenía. Para colmo, sus
familiares no estaban en ninguna de las habitaciones o pasillos de la casa,
como si se hubiesen esfumado.
Visto
esto, el medio demonio decidió dirigirse de nuevo a su habitación y cogió el
móvil que se encontraba encima de la mesa. Tras esto, buscó el número de Kaoru
y pulsó la pantalla para dar lugar a la marcación automática, situando el
aparato en su oreja.
La
llamada fue descolgada al primer tono, sonando la voz de su amigo al otro lado.
-¿Akira?
-Supongo
que sabes algo de lo que está pasando, ¿no? Mis padres han desaparecido y a no
ser que hayan hecho reformas mientras estaba en mi habitación, la casa ha
sufrido algunos cambios la mar de extraños.
-Ha
sido obra de Mammon-san.
-¿Mammon?
¿Te refieres al pecado de la avaricia?
-¿Acaso
conoces a otro que se llame por ese nombre?
-Ahórrate
los sarcasmos. Entonces, ¿qué les ha pasado a mis padres?
-Tranquilo.
Están bien. Simplemente han sido aislados de la batalla contra los apóstoles.
-Los
apóstoles... ¡Espera! ¡¿Y Eri?! ¡¿Está bien?!
-Preguntado
por tu novia, ¿eh?
-¡¿D-de
qué está hablando?! ¡E-es amiga mía, así que es normal que me preocupe por
ella, ¿no crees?!
-Bien
que no has preguntado por otros primero...
-¡C-cállate
y contesta!
-De
ella es de quien probablemente menos te tengas que preocupar ahora mismo. Estoy
seguro de que Mammon-san está con ella.
-Y-ya
veo... –suspiró aliviado el medio demonio.
-Amiga,
¿eh? –se burló Kaoru.
-¡Que
te calles!
-Como
sea. Será mejor que salgas cuanto antes de allí y te dirijas a su casa. Yo
tengo que ocuparme de otros asuntos por el momento. ¿Crees que podrás ir solo?
-¡¿Qué
te piensas que soy?! ¡¿Un crío?!
-No
lo digo por eso. Dudo mucho que los apóstoles vayan a quedarse quietos sin
mover un dedo...
Justo
en ese instante la pared de la habitación de Akira se rompió, dando paso a un
ser de aspecto parecido al de los “Dying Walkers” pero más altos, con tornillos
en su torso y con una especie de ala mecánica a la espalda.
-Luego
te llamo –dijo Akira mientras colgaba.
El
“Dying Walker” se acercó a él, mostrándose amenazante, y extendió su brazo,
concentrando energía en su mano y lanzándola poco después en dirección a Akira,
quien lo esquivó saltando hacia un lado.
-Oh,
así que ésas tenemos, ¿eh? –dijo el chico-. Si es así, yo tampoco me andaré con
chiquitas.
Tras
esto, el chico tomó forma demoníaca, volviéndose un ser de gran tamaño y piel
roja que apoyaba unos fuertes y largos brazos en el suelo. Acto seguido, se
lanzó hacia el “Dying Walker”, placándolo y saliendo fuera de la casa junto con
él.
Aterrizando
en la calle, justo encima de su enemigo, el joven le agarró de la cabeza y lo
lanzó hacia su derecha, provocando que rodase varios metros hasta detenerse.
Después
de levantarse, el “Dying Walker” se encaró de nuevo con él y concentró energía
utilizando ambas manos, disparando un rayo de mayor envergadura.
-Es
momento de usar lo aprendido durante todo este tiempo –indicó el chico mientras
se erguía sobre sus dos extremidades traseras y situaba las delanteras a modo
de cuña, rodeando el espacio hacia el que se dirigía la energía.
De
esa forma, cuando el ataque de la biomáquina se encontraba a aproximadamente
medio metro de su pecho, el medio demonio hizo presión hacia el centro con
ambas manos, como si quisiese aplastar algo entre éstas, comprimiendo así la
energía, la cual desapareció en el aire una vez unidas ambas extremidades.
-¡Charge!
–dijo el chico mientras su cuerpo era rodeado por energía eléctrica a partir de
la que le había robado a su adversario-. ¡Ahora es mi turno!
Realizando
un movimiento hacia delante con su brazo derecho, el chico lanzó una descarga
hacia el “Dying Walker”, que lo recibió de lleno en el estómago, saliendo
despedido hasta quedar tumbado sobre el duro hormigón. En ese momento, Akira
saltó hacia él juntando ambas manos, en las que concentró electricidad, y
aplastándolo contra el suelo, dando lugar a una pequeña explosión.
Cuando
levantó sus dos brazos, el cuerpo del “Dying Walker” estaba completamente
destruido.
Sin
embargo, la batalla no terminó en ese punto. Otros cinco más le rodearon al
instante, dispuestos a acabar con él.
Así
pues, concentrando electricidad en sus piernas, el joven aceleró a velocidad
vertiginosa y se lanzó contra uno de sus atacantes, atravesándolo por el pecho
y destruyéndolo al instante.
Los
demás reaccionaron lentamente, lanzando rayos de energía justo cuando Akira se
desplazaba hacia otro de ellos y lo golpeaba en la cabeza, estampándolo contra
el suelo. Momentos después, y antes de que los restantes volviesen a fijar su
objetivo, el medio demonio lanzó varias descargas a los demás “Dying Walkers”,
dejándolos inmóviles.
Finalmente,
la energía que absorbida se disipó, desapareciendo al mismo tiempo la
electricidad que rodeaba su cuerpo. No obstante, mientras tomaba un pequeño
respiro tras el combate, una fuerza lo golpeó, arrastrándolo hacia atrás. Por
suerte, logró cubrirse del impacto, interponiendo ambos brazos entre el ataque
y él.
Dirigiendo
la atención hacia su atacante, descubrió a un gran tigre de color negro cuyos
colmillos sobresalían de su hocico. El animal lo observaba calmado y atento a
sus acciones.
-¿Y
éste de donde ha salido? –pregunto Akira, confuso antes lo que aparentaba ser
un nuevo enemigo.
Sin
darle más tiempo para reaccionar, el tigre se lanzó sobre él, intentando
golpearle con las patas delanteras. Akira consiguió esquivar el primer ataque
moviéndose hacia atrás pero, nada más aterrizar, el animal se impulsó de nuevo
hacia él, hincándole los dos colmillos en el brazo izquierdo.
-¡Aaah!
–se quejó el chico, recibiendo un intenso dolor por la mordedura e intentando
sin éxito quitarse al tigre de encima, que había hecho presa sobre su miembro y
no tenía intención de soltarse.
Finalmente,
el felino realizó un movimiento de giro con su cuerpo, desgarrando la piel del
medio demonio gracias a la fuerza centrífuga y saliendo éste disparado hasta
chocar contra una de las paredes que separaban la calle de las viviendas.
-Maldita
sea... –dijo el joven, agarrándose la herida con su extremidad sana a la vez
que veía al animal acercarse a él con intención de rematarle.
Haciendo
gala de una gran fuerza de voluntad, intentó atacar a su adversario con el
brazo bueno pero el golpe no tuvo ningún efecto en él, que posó sus patas
delanteras sobre los hombros de Akira, disponiéndose a clavar los dientes en su
cuello.
Fue
entonces cuando, sintiendo una extraña presencia, el tigre se apartó del joven,
justo en el momento en que algo aterrizaba donde se había situado décimas de
segundo antes.
Cuando
se hubo disipado la polvareda, levantada por el repentino ataque, el joven pudo
distinguir la figura de alguien vestido con una armadura de pies a cabeza, de
colores gris y negro, y en cuyo casco se podían observar dos cuernos cuya base
se encontraba en la parte de arriba del cráneo y que, conforme se elevaba hacia
arriba, tomaban una dirección diagonal hacia el centro y luego se dirigían de
nuevo hacia arriba, finalizando en punta, y formando así una especie de arco.
-¿Estas
bien? –preguntó el individuo de la armadura con voz grave.
-A
medias... –contestó honestamente Akira, con expresión sorprendida.
-Tranquilo,
ahora mismo me ocupo de... –girándose para enfrentarse al tigre, el extraño
personaje se topó con que éste ya se había marchado-. ¡Noooooooo! –exclamó a
continuación-. ¡Esto es un completo deshonor! ¡He de afrontar las
consecuencias! –acto seguido desenfundó una espada que llevaba atada a su
cintura y se la clavó en su propio abdomen ante la absorta mirada del medio
demonio, quien no entendía nada de lo que estaba pasando.
-Véngame...
–le pidió de repente a Akira, mientras caía de rodillas al suelo para después
quedar acostado sobre el mismo.
-Esto...
–el joven no sabía si salir corriendo pese a la sangre que emanaba de su herida
o si quedarse allí hasta que alguien más cuerdo lo ayudase.
-Ah,
cierto, lo primero será llevarte a un lugar donde puedan curar tus heridas
–indicó el individuo de la armadura levantándose como si nada.
-¡Uaah!
–asustado, el medio demonio se alejó de él lo máximo que le permitió la pared a
su espalda.
-¿Qué
pasa? Ni que hubieses visto a un muerto –bromeó el individuo de la armadura.
-¡Es
que es precisamente eso! –exclamó Akira.
-Como
sea. Larguémonos –cogiendo al chico como si fuese un saco de patatas, los dos
se marcharon de allí pese a los gritos y quejas del herido.
-¡Corre,
Shiina! –exclamó Luka cogiendo de la mano a su amiga.
Perseguidas
por varios “Dying Walkers” no modificados, las chicas corrían por las calles de
la ciudad intentando despistarlos.
-¡¿Quiénes
son esos tíos?! ¡¿Por qué nos atacan?! ¡¿Y por qué ha desaparecido todo el
mundo?! –preguntó Luka.
-¡Deben
de ser aquellos de los que nos habló Eri! –intentó aclarar Shiina- ¡Creo que lo
mejor será escondernos por ahora e ir a su casa cuando haya pasado el peligro!
-¡Es
muy fácil decirlo! ¡Parece que tengamos un GPS con el que nos localicen! –se
quejó Luka girando en una esquina e introduciéndose en un largo y estrecho
callejón.
Al
salir de éste, se toparon con más de ellos, quedando rodeadas.
-¡¿No
es injusto?! ¡Nosotras sólo somos dos! ¡Al menos podría igualarnos en número!
-No
creo que eso les importe mucho, Luka.
Uno
de los “Dying Walkers” se lanzó al ataque, disponiéndose a embestir a Luka,
quien estaba más avanzada. No obstante, consiguiendo predecir su movimiento, la
chica lo evadió y, acto seguido, generó una bola de fuego con la que incineró a
su adversario.
-¡Uah!
¡¿Has visto eso?! ¡El primer enemigo al que mato!
-Me
sorprende que lo hayas hecho sin dudar un solo momento.
-Ahora
que lo dices...
-En
cualquier caso, me temo que seguimos estando en problemas –declaró Shiina al
ver cómo el resto de las biomáquinas se acercaba a ellas.
-¡Por
aquí!
Consiguiendo
ver un hueco por el que escapar, Luka lideró a su amiga hasta él, continuándose
la persecución.
Sin
embargo, perdiendo la dirección hacia la que corrían, llegaron a un callejón
sin salida.
-¡¿En
serio?! ¡¿Hemos caído en algo tan cliché?!
Al
darse la vuelta, las dos se dieron de bruces contra sus enemigos.
-No
nos va a quedar más remedio que pelear –indicó Shiina.
-¡Estoy
lista! –gritó su amiga con una sonrisa en el rostro al mismo tiempo que el
número 666 aparecía en su frente.
Tras
esto, Luka, con su brazo rodeado por fuego, atacó a uno de los “Dying Walkers”,
atravesándole el pecho y quemándolo después, sin embargo, otro de ellos
contraatacó, golpeándola por el costado y lanzándola contra la pared.
-¡Luka!
–gritó Shiina.
Algunos
de aquellos seres comenzaron a avanzar hacia Shiina, quien dio un paso atrás y
desplazó la vista de nuevo hacia su amiga, que acababa de ser cogida del cuello
por uno de sus adversarios.
“Tengo
que hacer algo”, pensó la chica. Pero por más que quería, sus piernas no le
hacían caso. Tenía miedo, pero no miedo a enfrentarse a aquellos seres sino a
que, por su culpa, Eri sufriese las consecuencias. No podía atacar dejándose
llevar como Luka.
-¡Gah!
–Luka fue levantada en el aire, asfixiándose por la fuerza con la que la
biomáquina comprimía su tráquea al mismo tiempo que concentraba energía en la
mano que tenía libre.
-¡Luka!
–volvió a gritar Shiina.
“¡Muévete!
¡Haz algo!”, se dijo a sí misma en décimas de segundo que se hicieron eternas.
Fue
entonces cuando una flecha alcanzó la cabeza del “Dying Walker”,
desintegrándose en el acto.
-¿Qué
ha...? –intentó decir Shiina.
Una
lluvia de flechas cayó sobre el resto de biomáquinas, que fueron rodeadas por
una extraña luz blanca que provocó la desaparición de sus cuerpos.
Sorprendida
por lo ocurrido, Shiina reaccionó al ver a su amiga en el suelo tosiendo, por
lo que corrió a socorrerla.
-¿Te
encuentras bien?
-Un...poco...mareada...pero
se me pasará...
-No
tenemos mucho tiempo. Debemos dirigirnos cuanto antes a casa de Eri –sugirió
una voz situada al lado de ellas.
Al
girarse hacia la persona de la que procedía dicha voz, las dos observaron a un
chico de pelo castaño y alborotado, con expresión apenas alterable.
-¿Fujita-kun?
–se sorprendieron las dos.
En
otro lugar de la ciudad, Derain se encontraba frente a un hombre de piel
morena, musculoso, con semblante serio y peinado militar. Pese a su aspecto,
vestía una túnica blanca que distaba de cubrir por completo su gran cuerpo.
-Es
una suerte que me haya encontrado yo con uno de vosotros.
-¡Mi
nombre es Andrew, uno de los doce apóstoles! ¡Derain “Dreambuster”, he venido a
matarte! –exclamó el apóstol como si fuese un soldado.
-Aaah...
–suspiró el imp mientras encendía uno de sus puros-. Espero que al menos me
entretengas...
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