sábado, 28 de junio de 2014

The three global powers: Capítulo 3

-¿Qué deberíamos hacer? –preguntó Kareth, reunidos todos de nuevo.

-Creo que lo mejor sería dejar de lado vuestro entrenamiento y dirigirnos a los territorios de la facción antes de que sea demasiado tarde –sugirió Donell.

-Espera. En realidad, creo que podemos aprovecharnos de la situación –intervino Quattuor.

-¿A qué te refieres? –preguntó Razer.

-Es una suposición, y no negaré que nos arriesgaremos si la seguimos, pero creo que lo que quieren es presionar a la facción y a la unión para que forjen una alianza entre ellas.

-¿Una alianza? ¿Por qué harían algo así? ¿No son enemigos?

-Sí, pero, si aparece un enemigo mayor, puede que dejen atrás sus diferencias para luchar contra él.

-¿Y qué provecho sacaría el proyecto Gaia de esto?

-Ellos buscan es un choque entre las fuerzas de todos los bandos. Si logran reducir el número de bandos a sólo dos...

-...será mucho más fácil que en una batalla participen todos, y así, recoger toda la energía necesaria para invocar a Gaia –sentenció Sarah.

-Así es. Y puesto que en cada una de las potencias hay un descendiente, éstos se encargarán de influir a los líderes para que tomen ese camino –continuó Quattuor.

-Pero, volviendo a lo primero, ¿por qué dices que podemos aprovecharnos de ello? –preguntó, de nuevo, Razer.

-Piénsalo. Las alianzas requieren un acuerdo entre ambos líderes, por lo que, si se produce, ambos se reunirán en algún punto. Y si interferimos justo entonces...

-...podremos hablar con ambos líderes y matar dos pájaros de un tiro.

-Parece que te ha dado por terminar todas mis frases, peliazul.

-Será que me estoy acostumbrando a ti –replicó la chica, con una sonrisa maliciosa.

-Entonces sólo necesitamos enterarnos de dónde y cuándo tendrá lugar dicha alianza, ¿no es así? –dijo Razer.

-Correcto –respondió Quattuor.

-Donell envía más espías a ambos territorios y avisa a los que ya se encuentran allí. Necesitaremos cualquier información relacionada con esa posible alianza. No hace falta que se infiltren en las residencias de los gobernadores. Bastará con cualquier rumor que surja entre los civiles o incluso entre soldados o relacionados.

-De acuerdo.

-En cuanto tenga algo, os lo diré a los demás –aclaró Razer, refiriéndose a todos los allí reunidos.

 

-Esto cada vez se está liando más –comentó Miruru, una vez fuera.

-Por ahora, lo único que podemos hacer es seguir entrenando –dijo Kai.

-Sobre eso, ya he pensado en algo –señaló Quattuor.

-Estás en todo, ¿eh? –se sorprendió Kareth.

-Por alguna razón, no me ha sonado muy bien eso de “ya he pensado en algo” –dijo Sarah.

-Dije que os entrenaría según las capacidades de cada uno, y creo saber lo que os hace falta. Más o menos.

 

Sarah frunció el ceño, no muy convencida con las palabras del hombre.

-En cualquier caso, ¿no deberíamos cambiar de estrategia? –preguntó Kai- Teniendo en cuenta que ahora puede que nos enfrentemos a dos bandos a la vez, quizás necesitemos replanteárnosla.

-No te preocupes. Seguiremos igual. Aunque haya más soldados, el camino seguirá siendo el mismo. Quitárnoslos de en medio –aclaró Quattuor

-Entiendo... –respondió el nigromante.

 

Al poco de volver al terreno donde se habían enfrentado a Quattuor, éste se situó enfrente de ellos y se dispuso a contarles sus planes.

-A ver, vosotros tres, conmigo –dijo señalando a Kareth, Sarah y Nara-. Vosotros dos iréis por vuestra cuenta –añadió, refiriéndose a Miruru y Kai.

-¡¿Eso es todo?! –exclamaron todos al unísono.

-Ah, es verdad. Debería explicaros por qué. Que aburrimiento –dijo el hombre.

-¡Un día pienso enterrarte con mis propias manos! –gritó Sarah, irritada.

-Fuiste tú la que me metiste en esto, así que no te quejes.

-¡Ugh! –golpeada por su propio error, la chica se quedó en silencio.

-Kareth, eres bueno con las armas, pero aún estás muy verde para enfrentarte a un descendiente. Ahora que no tienes núcleo, morirás al primer intento. Sin embargo, me llamó la atención la transformación del otro día. Si aprendes a controlarla, podría serte útil.

 

Puesto que, de los presentes, eran los únicos que no la habían visto; Miruru, Nara y Kai se mostraron intrigados al escuchar sobre aquella transformación.

-Pero si ni siquiera sé qué pasó –se excusó Kareth.

-No tenemos muchas más opciones en este momento. Tendremos que intentarlo –replicó Quattuor pese a la desconfianza del joven- En cuanto a ti, peliazul. Me interesa esa técnica que has hecho antes. Podríamos intentar darle un nuevo enfoque –continuó, recibiendo el silencio de ella como respuesta- Por otro lado –dijo, girando la cabeza hacia Nara-, tú te encargaras de curarlos a ambos. Ese “poder” tuyo es bastante conveniente. Así que cuanto antes te acostumbres a usarlo, mejor.

 

Aliviada de que no pretendiese usarla para alguna clase de tortura como la de la última vez, Nara suspiró profundamente con una mano en el pecho.

-En cuanto a vosotros dos –siguió el hombre, esta vez, dirigiéndose a Miruru y Kai-. Os coordináis bastante bien, así que me gustaría que centraseis vuestro entrenamiento en el trabajo en equipo. Conoceros mejor os ayudará a crecer. Además, creo que seréis buenos oponentes. Lo mismo os digo a los demás, por cierto. Esa es otra de las razones por las que os he dividido en estos grupos. ¿Alguna pregunta?

 

Pese a que ninguno parecía tenerlo claro, todos asintieron.

-Pues comenzaremos mañana. Descansad bien. Os va a hacer falta.

 

-Así que conocernos mejor –murmuró Miruru, sentada en el suelo de su habitación después de que Quattuor hubiese terminado de hablar con ellos. De repente alguien tocó a la puerta.

-¿Miruru? –era la voz de Kai.

-¡¿Qué?! ¡¿Qué pasa?! –sorprendida, se levantó deprisa, tropezándose con su cola y cayendo de frente contra el suelo- ¡Agh!

-¡Oye! ¡¿Estás bien?! ¡Voy a entrar! –preocupado, el joven abrió la puerta- ¿Qué estás haciendo? –preguntó, con una sonrisa irónica en su rostro.

-Na-nada... –respondió ella, roja de la vergüenza.

 

Con ojos llorosos, debido al golpe, la chica permitió a Kai poner un paño con agua fría en la frente para bajar la inflamación.

-Tienes que tener más cuidado –dijo Kai

-¡Ay! ¡Eso duele! –se quejó ella.

-Lo siento. Sería mejor si tuviese algo de hielo.

 

Mientras la joven se acariciaba la frente, él se fijó en el movimiento de su cola.

-¿No te molesta? –preguntó Kai.

-¿Eh? ¡Ah! Estoy bastante acostumbrada. Aunque hay veces en que desearía no tenerla. Como aquella en el torneo, cuando la pisaron.

-Ah, sí. Lo recuerdo. Te enfadaste muchísimo.

-¡¿Sabes lo que duele?!

-Nunca he tenido cola, así que no sabría decirte –se disculpó el chico, levantando las manos.

-Además, es parte de mi cuerpo, no me guste que se toque así sin más. Mucho menos pisarla.

-Lo entiendo –respondió Kai, tras lo que sucedió un corto silencio.

-Aunque... puede que no me importase si fueses tú... –murmuró la chica.

-¿Has dicho algo?

-¡N-no! ¡Nada! ¡Olvídalo! –exclamó, apurada, mientras desviaba la mirada.

“¡¿Por qué habré dicho eso?! ¡¿Se puede saber qué me pasa?!”, pensó para sus adentros.

-Dime, ¿qué edad tienes, Miruru? –preguntó Kai.

-¿Eh? ¿A qué viene esa pregunta de repente? –se sorprendió Miruru.

-Quattuor dijo que conocernos mejor nos haría crecer. Y me he dado cuenta de que todavía hay cosas que no sabemos el uno del otro. Yo tengo veinticinco, ¿y tú? –preguntó Kai, presentándole su mano para cederle la palabra, recibiendo silencio como respuesta- ¿Miruru?

 

Por su parte, ella se giró, de forma que el chico no le viese la cara.

“¡¿Ha dicho veinticinco?!”, pensó, escandalizada

-¿Te encuentras bien?

-¡Sí! C-creo que sí.

-¿Y bien?

Ante la presión de él, Miruru se mostró vacilante.

-Vamos, ¿no te acuerdas o es que eres de esas personas a las que les da vergüenza decir su edad? –bromeó.

-Qu... –intentó decir ella.

-¿Qu...?

-Quince... –murmuró Miruru.

-¿Qué?

-¡Quince! ¡Quince años! –gritó, cubriéndose poco después la boca con las manos, como si hubiese dicho algo que no debía.

 

Por su parte, Kai se quedó de piedra, logrando que el ambiente se volviese más tenso.

-¡¿En serio?! ¡Y-yo te habría echado veinte o así! –dijo el joven.

-¡Me he desarrollado rápido, ¿vale?! ¡¿Acaso importa?! ¡S-suele ser común en los semidioses!

“¡Agh! ¡¿Por qué me importa tanto que lo sepa?!”, pensó Miruru.

-¡No es que importe! ¡Sólo estoy sorprendido! ¡Me resulta raro sacarte diez años! –se explicó Kai.

-¡No digas eso, viejo estúpido!

-¡¿Pero por qué te enfadas tanto?! ¡Y yo no te he insultado!

-¡Sí lo has hecho!

-¡¿Qué?! ¡Oye, te estás comportando como una niñata!

-¡Es así como me ves, ¿verdad?!

-¡Pues ahora mismo sí, niñata!

-¡Viejo!

-¡¡Niñata!!

-¡¡Viejo!!

 

Conforme aumentaban sus gritos, también lo hacía la cercanía de sus rostros, como si de esa forma quisiesen resultar más amenazantes. Llegó un momento en que la situación se había vuelto tan ridícula que, de repente, los gritos se transformaron en carcajadas, acabando literalmente por los suelos, sujetándose el vientre por la risa que les había causado sus propias expresiones.

 

Limpiándose las lágrimas, ambos volvieron a sentarse.

-Qué situación tan estúpida –dijo Kai, tosiendo, con la garganta irritada de tanto reír.

-Tienes razón. Siento haberme puesto así –se disculpó Miruru, una vez más relajada.

-Olvídalo. Ni lo he tenido en cuenta. ¿Sabes? Creo que Quattuor tenía razón.

-¿En qué?

-En lo de que nos compenetramos bien –señaló el chico-. Estamos en esto juntos, compañera. Cuento contigo –tras esto alargó su mano.

-¡Por supuesto! –contestó ella, estrechándola. Su expresión iluminada por la emoción y la alegría al escucharle.

 

A la mañana siguiente, volvieron a reunirse, dividiéndose en los grupos predispuestos por Quattuor.

-Toma –dijo Quattuor, lanzándole algo a Sarah.

-¿Huh? ¿Un arco? –preguntó ella, confusa, levantando el arma y observándola de arriba abajo, como intentando descubrir si tenía truco- ¿Por qué un arco?

-Vas a practicar con él.

-Mm... No es como que no tenga práctica con ellos. De hecho, recuerdo que se me daban bastante bien, pero, siempre he sido más de armas blancas.

-Este arco es un poco diferente a los demás. Tanto él como sus flechas han sido imbuidos con Radiar.

-Ahora que me acuerdo, Lethos utilizó algo parecido cuando luchó contra mí. Fue lo único que pudo hacerme daño pese a tener el Núcleo de Jade –intervino Kareth.

-Sólo estas armas podrían matar a un descendiente que tenga núcleo. El Radiar es capaz de interaccionar entre sí, provocando una especie de resonancia y alterando así la regeneración. Sin embargo, dudo que ese tal Lethos sacase todo el potencial del arma.

-¿Qué quieres decir? –preguntó Kareth.

-Este tipo de armas requiere que el usuario sepa utilizar el principio de resonancia. Y para ello, debe entender cómo concentrar la energía de su propio Radiar en un punto concreto.

 

A modo de demostración, Quattuor se acercó a un par de rocas que había traído. Entonces, cogió una de ellas y la lanzó al aire. Al golpearla, la hizo trocitos.

-Esto es lo que ocurriría en un caso normal –explicó.

 

Acto seguido, cogió la otra roca e hizo lo mismo, sin embargo, esta vez acabó convertida en polvo, siendo llevado por el viento.

-Y esto es en caso de que el Radiar haya sido concentrado en un punto. En concreto, mi puño –continuó mientras se acercaba a Sarah-. Esa técnica tuya, el Sword Target o como la llames, requiere de esa concentración, siendo tus dedos el punto de concentración, lo que, a su vez, permite que se transmita a armas imbuidas en Radiar, siguiendo el principio de resonancia.

-Creía que el Radiar sólo desbloqueaba las limitaciones del cuerpo y la mente, mejorando las capacidades físicas y psíquicas del ser humano –dijo Sarah.

-El Radiar llega, por sangre, al sistema nervioso, trasladándose, junto con los neurotransmisores, durante el envío de información. De esa forma,  es capaz de permitir el acceso a zonas a las que los primeros, de por sí, no podrían.

-Y es por eso que puede concentrarse en puntos específicos al enviar una orden a ciertas partes del cuerpo –continuó la chica.

-Así es, pero no es la única forma. La energía residual que se produce con el uso del Radiar, también puede usarse para resonar con artefactos con las mismas características que este arco, incluso sin estar en contacto con ellas. Esto es mucho más fácil para aquellos con capacidades psíquicas como los nigromantes o los semidioses, y puede verse, por ejemplo, en vehículos que no necesitan combustible para poder funcionar.

-Entiendo –dijo Kareth-, pero entonces, ¿por qué no se han usado más este tipo de armas durante la guerra?

-Porque concentrar el Radiar en tu puño es una cosa, pero transmitirlo hacia un arma es más complicado. Requiere mayor concentración y experiencia –explicó Quattuor, dirigiéndose, acto seguido, a Sarah-. Si aprendes el principio de resonancia con armas a distancia podrías llevar el Sword Target al siguiente nivel.

 

-Me parece bien –contestó la joven, mirando su arco y sonriendo.

-Ahora sólo faltas tú –dijo el hombre, refiriéndose a Kareth.

-Ya te dije que no sé cómo me transformé. Ni siquiera tengo recuerdos de lo que pasó.

-¿Ni siquiera cual fue el motivo que lo desencadenó? –preguntó Quattuor, ante la mirada del joven, quien meditó sobre ello durante unos segundos.

-Recuerdo que quería poder para poder salvarlos a todos –dijo finalmente.

-Salvarlos a todos –repitió el hombre, quedándose ambos en silencio hasta que éste fue interrumpido por Kareth.

-¡Espera! ¡No estarás pensando en...!

-¡¿Qué estás haciendo?! –se quejó, de repente, Nara, quien acababa de ser agarrada por el cuello- ¡Suéltame!

-¡¿Quattuor?! –exclamó Sarah, perpleja ante la actuación del descendiente.

-¡No serás capaz! –exclamó Kareth.

-¿Tú crees? –respondió el hombre, con una sonrisa maliciosa, atravesando con rapidez el abdomen de la chica con su brazo, de manera que ella acabó escupiendo sangre por la boca. Al mismo tiempo, brazos dejaron de forcejear, cayendo inertes.

 

Dejándola sobre la arena, Quattuor se dirigió a Sarah, cuyos ojos, en shock por lo que acababa de ocurrir, se llenaron de lágrimas. En ese instante, era incapaz de mover un solo músculo.

 

Por otro lado, las rodillas de Kareth le fallaron, cayendo al suelo mientras observaba el cuerpo sin vida de Nara.

-Si no te das prisa, otra persona va a morir –dijo Quattuor mientras se disponía a hacer lo mismo con Sarah.

 

Entonces, el joven sintió cómo algo se movía en su interior.

“Tengo que hacer algo. Tengo que moverme.”, fueron las palabras que repitió en su cabeza mientras su palidecía y aumentaba de tamaño, adquiriendo garras afiladas y un hocico alargado.

 

Después de transformarse, la bestia, que anteriormente había sido un joven de unos dieciocho años, alzó la mirada y emitió un horrible gemido, escuchándose por todo su alrededor.

-Parece que, después de todo, si que has podido transformarte –dijo Quattuor, encarándose a él, quien bajó la cabeza y volvió a gruñir, mostrando una profunda ira hacia el hombre-. Veamos de lo que eres capaz ahora.

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