Tras lo ocurrido, Kai fue corriendo a su habitación, donde Miruru seguía durmiendo.
-¡Levántate! ¡Tenemos que irnos! –exclamó mientras se disponía a recoger sus pertenencias.
-¡¿Qu-qué?! –preguntó la chica, saltando de la cama, con el pelo alborotado y casi tropezando al intentar incorporarse.
-¡Tenemos que irnos! –repitió Kai.
-¡¿P-por qué?! ¡¿Qué pasa?!
-“Comhairle” ha entrado en guerra.
-¡¿Eh?! –medio dormida como estaba, la semidiosa no llegó a entender bien lo que le estaba diciendo, pero, por el tono, determinó que se trataba de algo grave- ¡¿”Comhairle”?! ¡¿En guerra?! ¡No entiendo nada!
-¡Te lo explicaré por el camino! ¡Date prisa! –contestó el joven, marchándose del dormitorio.
-Gracias por todo –le agradeció Kai a Roland.
-No hay de qué. Aunque soy yo quien debe agradeceros el empujón que le habéis dado a mi negocio –respondió Roland- Me hubiese gustado que os quedaseis un poco más. ¿Por qué tanta prisa en marcharos?
-Ya sé dónde está quien busco, y he de darme prisa si quiero encontrarlo. Por eso, no podemos quedarnos más tiempo.
-Entiendo. Si es así, os deseo suerte. Ha sido un placer teneros aquí. Me ha hecho sentirme acompañado.
-Espero que la tienda continúe bien sin nosotros.
-Claro, me ocuparé de ello. No te preocupes.
Minutos después, apareció Miruru, reuniéndose con ellos dos.
-¡Ah! ¡Por cierto! –dijo Roland, de repente- He preparado esto. Os hará falta para el viaje.
En ese momento, le entregó un saco a Kai. En él había alimentos, algo de ropa y otros útiles.
-No me ha dado tiempo a más, pero espero que os sirva.
-No tenías por qué hacerlo –dijo Miruru.
-Claro que sí. Usadlo bien.
Tras un abrazo, ambos jóvenes se marcharon, no sin antes echar un último vistazo atrás, donde Roland les despidió con un movimiento de su mano y una sonrisa.
Mientras se dirigían adonde Kai había ocultado su moto, éste le explicó la situación a su compañera.
-¿Entonces First es el líder de las fuerzas militares de “Comhairle” y ha declarado la guerra a las tres potencias? –preguntó, incrédula, ella.
-Exacto.
-Con razón dijo Anna que era alguien importante. Aun así, ¿por qué tanta prisa? No creo que se vaya a mover de ahí.
-¿Recuerdas cuando entramos en los territorios del norte?
-Sí, supongo –contestó la chica, sin saber bien adónde quería llegar.
-Cuando di nuestra identificación, nos hice pasar por mensajeros de “Comhairle”. Ahora que le ha declarado la guerra a la Unión, las autoridades no tardarán en venir a por nosotros.
-¡Ah! –exclamó la chica al entender a qué se refería.
-Por eso tenemos que irnos cuanto antes –continuó el chico-. Dejé la moto bien escondida y me he informado de una zona por la que nos será más fácil escapar. Aunque no puedo asegurar el no meternos en líos.
-¡No te preocupes! ¡Si eso pasa, te cubriré! –respondió Miruru, chocándose los puños.
Así pues, finalmente llegaron a un pequeño patio situado entre dos edificios, a su vez conectados por escaleras. Dicho patio estaba cercado por vallas metálicas, y en ellas había una puerta cerrada con un sistema de candados. Probablemente, se usaba como salida de emergencia para los residentes de ambos edificios.
Al llegar a ella, Kai la forzó y abrió como ya había hecho la primera vez, al esconder la moto allí.
Después de entrar, se acercaron a un bulto cubierto por una especia de manta o lona, justo debajo de un pequeño techado perteneciente a uno de los edificios.
Al quitarla, se descubrió el vehículo, igual que como lo dejó.
-Vigila que no venga nadie –le indicó a Miruru, mientras comenzaba a moverla, a lo que ella asintió, adelantándose fuera del patio. Entonces, tras echar un vistazo a un lado y a otro, le hizo una señal para que saliese.
-Imagino que primero tendrán que confirmar nuestras identificaciones antes de denunciarnos. Eso nos dará bastante ventaja –dijo el nigromante mientras subían al vehículo y arrancaba el motor.
Entonces, justo delante de ellos, apareció un escuadrón de las autoridades, quienes ocuparon el ancho de la calle, frenando así su avance.
-¡Alto! ¡Vosotros dos! ¡Hemos recibido información de que sois mensajeros de “Comhairle”! ¡Será mejor que vengáis con nosotros por las buenas! –gritó el que parecía liderarlos mientras les apuntaba con un rifle.
-¡¿No decías que tendríamos ventaja?! –se sorprendió Miruru.
“¡Es imposible! ¿Cómo ha podido darles tiempo? ¡No me digas que...!”, pensó Kai.
-Creo que alguien les ha chivado la información antes –le susurró a su compañera.
-¡¿Qué?! ¡Pero, ¿quién?! –preguntó ella.
-No tengo ni idea.
-¡Lo volveré a repetir! ¡Hemos recibido información de que sois mensajeros de “Comhairle”! ¡Será mejor que vengáis con nosotros por las buenas!
-¡¿Qué hacemos?! –presionó Miruru con nerviosismo.
-¡Agárrate fuerte!
Acelerando al máximo, la moto fue de frente contra el escuadrón, quienes tuvieron que hacerse a un lado para esquivarlos.
-¡Seguidlos! –ordenó el hombre que había hablado antes.
Pocos segundos después, varias motocicletas, montadas por las autoridades, les pisaban los talones.
-¡Nos persiguen! –informó Miruru, agarrándose con fuerza al torso de Kai.
-¡Ya lo veo! –respondió éste.
Tras girar hacia la izquierda en una bifurcación, comenzaron a dispararles.
-¡No están disparando mientras conducen!
-¡Eso también lo veo! ¡Primer espíritu: Kagami! –exclamó el joven, logrando que parte de las balas fuesen desviadas- ¡Voy a intentar algo! –continuó al divisar delante otra bifurcación- ¡Cuarto espíritu: Lein!
Momentos después, mientras una copia de ellos fue por uno de los caminos, los verdaderos fueron por el otro, lo que provocó que sus perseguidores, ante la indecisión sobre cuál era el verdadero, se dividiesen en dos grupos.
-¡Miruru! ¡¿Puedes darles desde aquí?! –preguntó Kai.
-¡Nunca he probado a tanta velocidad pero haré lo que pueda!
Mientras uno de sus brazos seguía sujeto a su compañero, alargó la otra hacia el enemigo. En ese instante, uno de los más adelantados fue lanzado hacia un lado hasta chocar contra su compañero, logrando que ambos cayesen de la moto mientras sus vehículos se tambaleaban peligrosamente.
-¡Buena puntería!
-¡Gracias!
Continuando con su ataque, la semidiosa consiguió deshacerse de dos más. Por desgracia, algo impactó contra el eje de la rueda de atrás de su vehículo, por lo que éste se desestabilizó y ambos salieron despedidos.
Cuando Kai logró levantarse, vio a su compañera a pocos metros de él, sin moverse, en el suelo.
-¡Miruru! –exclamó, corriendo hacia ella y descubriendo al llegar que estaba inconsciente, con un hilo de sangre bajando desde su frente.
Poco después, las autoridades desmontaron y les apuntaron de nuevo con sus rifles.
-¡Ni se os ocurra volver a escapar!
Impotente, Kai apretó sus dientes. Su brazo le dolía. Puede que se hubiese fracturado un hueso. Pese a todo, no pretendía rendirse. Así que, poniéndose en pie, les hizo frente.
Entonces, algo aterrizó desde arriba, justo entre los dos compañeros y el escuadrón, golpeando fuertemente el suelo y levantando parte del asfalto, lo que dio lugar a que la mayoría de los agentes fuese lanzados por los aires o perdiesen el equilibrio por la repentina inclinación del terreno.
-¡Por aquí! –gritó otra persona mientras cogía a Kai de la muñeca y se introducía junto con él por un pequeño agujero hecho en el suelo.
Una vez sus ojos se hubieron acostumbrado a la oscuridad, consiguió discernir algunas siluetas humanas. Estaban hablando pero no lograba entender de qué, ya que se encontraba un poco aturdido.
-¡¿Q-quienes sois?! –preguntó, amenazante.
Cuando pensaba que iban a responderle, la llegada de otro miembro más del grupo les interrumpió. Éste llevaba a alguien sobre uno de sus hombros.
-Perdona, daré algo de luz –dijo una voz femenina.
Al iluminarse su alrededor, el repentino contraste lo cegó. Sin embargo, poco después, pudo vislumbrar a cuatro personas. Una de ellas con Miruru descansando sobre su hombro.
-¡Miruru! –gritó mientras corría hacia ella.
-¡Eh! ¡Eh! ¡Eh! ¡Tranquilo! –dijo el hombre que la llevaba a cuestas, empujándolo hacia atrás con tal fuerza que logró sentarlo. Aunque no parecía que le hubiese supuesto mucho esfuerzo- Si quieres pelea, estaré encantado de ser tu oponente, pero ahora mismo estás hecho un asco.
-¡Quattuor, ¿tienes que ser tan grosero?! –le recriminó una chica de pelo azul a su lado.
-¡Mira, peliazul! ¡Yo tengo mi manera de hacer las cosas, y me importa poco lo que piense una marimandona como tú!
-¡Imbécil!
-¡Oh! ¡¿Quieres jugar!?
-¿P-podéis calmaros u-un poco? –pidió otra chica de aspecto más tímido, a quien Kai identificó como la que había iluminado la sala.
-¡¿Eh?! –dijo el hombre llamado Quattuor, mirándola desafiante.
-¡Ah! –asustada, la chica corrió a refugiarse detrás de otro chico de aspecto más joven, quien se echó una mano a la frente ante el espectáculo que estaban montando sus compañeros.
-Vamos a calmarnos un poco, ¿vale? Ahora mismo tenemos cosas más importantes de las que ocuparnos –dijo.
Por su parte, Kai empezaba a dudar de si estar con ellos era una opción segura.
-Perdona a Quattuor, es un poco... bueno, como es... pero en el fondo es un buen tipo. En el fondo... –intentó aclarar la chica de pelo azul.
-¡Tú lo que quieres es tocarme las narices, ¿no?! –replicó Quattuor, un hombre que debía de medir unos dos metros y, pese a que no era complexión fuerte, imponía bastante.
-¿Quiénes sois? –preguntó Kai.
-Somos amigos. Eso te lo aseguro. Lo primero será llevaros a un lugar tranquilo donde podamos tratar vuestras heridas. Una vez allí, ya habrá tiempo para las presentaciones.
Pese a que todavía desconfiaba, no tenía mejores opciones, por lo que, por el momento, decidió ir con ellos.
Por lo que había podido observar, se encontraban en un túnel de alcantarillado, aunque, por su aspecto, parecía haber sido abandonado hace tiempo.
Finalmente, llegaron frente a una puerta en cuyo interior había una habitación algo vieja, pero que había sido utilizada hacía relativamente poco.
-Acércate –le pidió el chico joven del grupo mientras Quattuor depositaba el cuerpo de Miruru sobre un colchón roído- Al parecer, alguien utilizó esta habitación como su hogar durante un tiempo. No sé si se trataría de alguien que trabajaba en las alcantarillas o no –explicó, como tratando de justificar que ocupasen la habitación.
-Siéntate aquí, por favor –dijo esta vez la chica asustadiza, indicándole un sitio junto al colchón.
Kai siguió su consejo, agachándose con algo de dificultad debido al dolor de su brazo. Entonces, la joven se arrodilló a su lado.
-¿Tienes alguna herida? –preguntó.
-Mi brazo. Creo que me lo he roto –informó el nigromante.
-Déjame ver.
Levantando su brazo, con cuidado para no hacerle daño, lo observó con detenimiento. Éste presentaba una inflamación en la zona situada por encima del codo, lugar que la chica comenzó a masajear.
Aunque al principio sintió dolor, poco después notó cómo éste desaparecía, reduciéndose la inflamación como por arte de magia.
-¿Cómo has hecho eso? –se sorprendió Kai. Era como si el hueso se estuviese reparando por sí solo. Al volver la vista hacia ella, se dio cuenta de que tenía una joya color esmeralda incrustada en la frente.
“¿Dónde he visto eso antes?”, pensó mientras la imagen de May cruzó su mente.
-Dijiste que os presentaríais una vez aquí. Contestadme entonces, ¿quiénes sois? –preguntó sin miramientos.
-De acuerdo, de acuerdo –el chico joven levantó las manos en señal de calma-. El hombre que ha llevado a tu compañera todo el rato es Quattuor. También ha sido él quien os ha salvado de las autoridades.
En ese momento, Kai recordó el golpe que había levantado el asfalto.
-De nada –dijo Quattuor con arrogancia.
-¡Quattuor! –se quejó la joven peliazul, lo que llevó a un resoplido por parte del hombre.
-La chica de pelo azul se llama Sarah –continuó el joven.
-Encantada –contestó ella, educadamente.
-Lo mismo digo.
Tras esto, se fijó en que llevaba una espada sujeta a su espalda, lo que le hizo pensar que debía de tratarse de una guerrera.
-La chica que te está tratando es Nara.
-E-encantada –respondió ella con timidez, a lo que el nigromante asintió a modo de saludo.
-¿Y tú? –preguntó Kai, girándose hacia el que había estado haciendo las presentaciones.
-¡¿Yo?! Soy Kareth, aunque puedes llamarme Kar. Y bueno, supongo que se podría decir que los cuatro formamos parte de los Rebeldes.
-¿Rebeldes?
-Sí. Aunque nuestro objetivo es detener el verdadero origen de la guerra.
Después de observar uno por uno a los integrantes del grupo, volvió la mirada hacia Kareth.
-Así que Kar, ¿eh? –dijo.
-Eso es.
-Un placer.
Por otro lado, en lo alto de uno de los edificios de la Unión, una chica observaba la calle destrozada por Quattuor.
-Vaya, vaya. Así que consiguió escapar, ¿eh? Esto se complica cada vez más.
De repente, se escuchó un sonido procedente de su bolsillo, sacando de éste un aparato, el cual se acercó a la oreja.
-Sí. Lo sé. ¡¿Van los dos juntos?! ¡Maldita sea! ¿Quieres que los busque? –preguntó, esperando la respuesta de la otra parte- De acuerdo. Me quedaré aquí por ahora. Sí. Ha ido todo bien aunque he tenido algunos problemillas. Pero tranquilo, no tienes de qué preocuparte. Dentro de poco, el bajo mundo estará bajo mi control. Sí, nos mantendremos en contacto. Hasta la próxima, Detz.
Finalizada la conversación, devolvió el aparato a su bolsillo.
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