-Aquí es –indicó Chris, mirando la hoja donde el joven Adam
había escrito la dirección. El sitio parecía un edificio residencial de seis
plantas, un poco desgastado, probablemente ideado para personas con bajos
recursos económicos. De hecho, ambos ya habían estado allí por ciertos rumores
sobre trapicheos con drogas.
La mujer desvió la mirada hacia su compañero, quien se
encontraba pensativo. Con la mirada en la acera y su mano derecha sobre la
barbilla.
-¿Sigues dándole vueltas a lo de esa chica? Leenah se suicidó
después de matar a su familia y compañeros de clase. El hecho de que se llame
igual que ella es mera coincidencia.
-Lo sé, pero, no sé, tuve una extraña sensación, ¿sabes? Como
si ya la hubiese visto antes...
-No le des más vueltas y sigamos a lo nuestro.
-Sí, será lo mejor –asintiendo, el inspector reemprendió su
camino, seguido de cerca por Chris.
El piso que buscaban era el nº 3 de la quinta planta. No
había ascensor, por lo que tuvieron que subir por las escaleras.
-Que todavía existan edificios sin ascensor... ¿es que
quieren matar a sus visitantes? –se quejó Harris.
-La gente que vive aquí no tiene mucho dinero. Supongo que
prefieren ejercitar un poco las piernas en lugar de pagar más por un ascensor.
Además, no creo que esto te venga mal. Últimamente estás engordando.
-¡Oh, venga! ¡¿Hablas en serio?!
-Desayunar bollería industrial no es lo más indicado para
mantener la línea.
-¡No como tanta!
-Díselo a tu barriga.
-¡Calla!
Finalmente, llegaron hasta el piso que buscaban. Frente a
ellos, se encontraba una puerta de madera maciza con múltiples ralladuras y,
justo encima, una placa de hierro oxidado que formaba el número tres.
Harris pegó la oreja a la entrada, acostumbrado como estaba a
entrar en pisos cuyos inquilinos no le recibían agradablemente. Tras asegurarse
de no escuchar nada extraño, dio un par de golpes con los nudillos.
Pasó como medio minuto sin que hubiese respuesta alguna.
-¿Crees que habrá salido? –preguntó su compañera, a lo que el
hombre respondió golpeando la puerta de nuevo, esta vez, un poco más fuerte.
Posteriormente, se oyeron pasos rápidos acercándose, seguidos
de un tenue chirrido metálico correspondiente al mecanismo de la mirilla. Pocos
segundos después, alguien abrió, dejando una rendija de varios centímetros, debido
a que el pestillo estaba echado.
-¿Qu-quien... es? –preguntó tímidamente una voz pausada y de
tono bajo.
-Venimos de parte de Adam. Estamos interesados en saber más
sobre los templos que había en esta ciudad durante el siglo XIX. Aquellos
relacionados con la adoración a Kral. Él nos dijo que tú nos darías más
información sobre dónde se ubicaban.
La persona al otro lado se mantuvo en silencio durante un
rato. Luego cerró la puerta, quitó el pestillo y les abrió. Se trataba de un
hombre de unos treinta o treinta y pocos, barba de varios días, pelo cano y
hasta el cuello, desordenado, con expresión triste y poco cuidado en su higiene
personal. Además, vestía una especie de bata de laboratorio y unas zapatillas
de andar por casa. Sin embargo, eso no fue lo que sorprendió a Harris.
-¿Bryan? –dijo, de repente, provocando que su compañera
frunciese el ceño, como si acabase de escuchar la mayor tontería de su vida-.
¿Cómo es posible? Tú... moriste...
-No... no sé... de lo que... me habla –se asustó el hombre,
dando un paso hacia atrás que le hizo tropezarse y caer al suelo.
-Harris, ¿qué estás diciendo? –preguntó Chris, poniendo una
mano sobre el hombro del inspector.
-Él... él es Bryan. Es mi hijo.
--¿De qué estás hablando? –Chris observó el rostro del
susodicho, quien había gateado hasta refugiarse detrás de una mesa- Harris,
mírale bien, él no es Bryan. Ni siquiera se le parece.
-No... es él. ¡Sé que es él! ¡¿Cómo es posible?! ¡Dime, ¿cómo
es que sigues vivo?! –al mismo tiempo que le interrogaba, se acercó rápidamente
a él, a lo que el hombre respondió emitiendo un grito de desesperación y
desplazándose de nuevo, esta vez detrás de un sofá.
-¡Harris! ¡Cálmate! ¡Le estás asustando! ¡Y si queremos
información, así no la vamos a conseguir!
-¡Pero...!
-¡Harris! ¡Por favor!
El hombre se quedó en silencio.
-Te prometo que también resolveremos esto –prosiguió Chris,
con voz más relajada-, pero, por ahora, centrémonos en encontrar la ubicación
del resto de templos.
Tras un tiempo, Harris asintió, respirando hondo y dejando
que la mujer se encargase de hablar.
-Dime, ¿cómo te llamas?
Al principio, el interrogado escondió la cabeza detrás del
mueble, pero, al percatarse de que no le estaban presionando, se atrevió a
ponerse en pie. Pese a ello, era incapaz de mirar a Chris a los ojos.
-M-m-me lla-llamo... Bryan... p-pero... n-n-no t-t-tengo...
p-pa-padres... yo...
-Tranquilo, Bryan. Mi compañero lo ha pasado mal durante
estos últimos diez años. Perdona que te haya asustado.
-N-no... p-pa-pasa... –comenzó a decir, aceptando las
disculpas, pero sin ser capaz de acabar la frase.
-Verás. Como hemos dicho antes, estamos buscando la ubicación
de unos templos que fueron quemados hace muchos años. En ellos se adoraba a un
demonio denominado Kral. Adam nos dijo que quizás tú pudieses ayudarnos.
Cabizbajo, el hombre jugueteó con los dedos de sus manos. De
repente, respondió.
-S-sí-sígue-sígueme...
Acto seguido, se encaminó, a paso ligero, hacia una puerta
situada en el lado contrario de aquella por la que habían accedido al piso.
Los tres llegaron a un dormitorio bastante desordenado, con
montones de folios dispersos por el suelo y sobre un pequeño escritorio; una
estantería llena de libros, algunos de ellos medio rotos o sin cubierta; y
varios bolígrafos, lápices de colores y rotuladores esparcidos sin ningún tipo
de control, algunos de ellos sin capucha, dejando pequeñas manchas sobre
papeles y suelo.
No obstante, lo que más sorprendió a los oficiales no fue
aquel desastre. Sobre una de las paredes de aquella habitación, con un trazo
realizado con pintura negra, se hallaba dibujada una chica. Llevaba un vestido
negro y una melena del mismo color, la cual cubría su rostro. La tonalidad de
sus brazos era de un extraño color verdoso y tanto éstos como sus piernas se
doblaban de forma anormal.
Ni Harris ni Chris dijeron nada al respecto, pese a que
supusieron a qué hacía referencia aquel dibujo. Por su parte, Bryan inspeccionó
los montones de folios que había en el suelo hasta dar con lo que parecía un
mapa de la ciudad. En él se podían observar algunas marcas y anotaciones.
Tras cogerlo, se dirigió hacia el escritorio y llamó la
atención de sus acompañantes. Entonces, señaló cuatro círculos, todos ellos
rodeando un área concreta. Dichos círculos estaban conectados por una línea
que, a su vez, también se conectaba con el templo que ya conocían, dibujándose
así un polígono.
-¿Qué significa esto? –preguntó Chris.
-¿No lo recuerdas? Ya lo vimos una vez, hace diez años. Es el
símbolo que llevaban tatuado los sectarios a los que capturamos.
-¿Y por qué está dibujado en este mapa? –volvió a preguntar
la mujer.
-C-ca-cada... área... ha-ha-hay un t-t-tem-templo...
-¿Dices que en las zonas rodeadas por los círculos hay un
templo?
-C-c-cre-creo. E-estas d-d-dos s-se sa-sa-sabían... –dijo,
señalando los dos círculos más alejados del único templo activo.
-A ver si lo he entendido bien... Los templos se construyeron
siguiendo el símbolo de la secta, y la ubicación de cada uno de ellos se cree
que corresponde a los vértices del polígono. Por desgracia, no es seguro que
así sea, por lo que los círculos definen el área en la que deben de estar. Las
dos áreas que nos has señalado ya se conocían anteriormente, sin embargo, las
otras dos restantes son suposiciones tuyas siguiendo el trazado del símbolo.
¿Voy bien encaminado? –explicó Harris.
Bryan asintió nerviosamente. Una sonrisa se dibujó en su
rostro, como si acabase de obtener un gran logro.
-Ya veo, entonces nuestro objetivo está claro. Tenemos que ir
a estos dos –el inspector señaló los dos vértices indicados anteriormente por
Bryan-. El que se conociese antes la zona en la que están quizás signifique que
se les ha dado mayor importancia.
-No pretenderás que vayamos solos –dijo Chris.
-No nos queda más remedio. Actualmente estamos suspendidos.
Además, incluso si no lo estuviésemos, tendríamos que convencer a los de arriba
de nuestras sospechas. Y eso nos va a llevar tiempo, si es que, para empezar,
lo conseguimos.
-Dirás tus sospechas...
-Chris. Tú misma lo estás viendo. Es mucha coincidencia que
se llame como mi hijo y esté relacionado con aquello por lo que el murió. Y ese
color de pelo... esa chica, Leenah, y Adam... lo tienen del mismo color. Por no
hablar de lo sucedido con Roger. Están pasando demasiadas cosas extrañas y
quiero llegar de una vez al fondo de todo este asunto. De lo que está
ocurriendo ahora y de lo que ocurrió hace diez años. Quién sabe lo que podría
pasar si no lo hacemos...
Su compañera le observó si saber qué decir. Ella también
sospechaba que algo raro estaba pasando, pero le estaba pidiendo meterse en la
boca del lobo. Introducirse en un lugar desconocido donde podía haber más de
esos asesinos sectarios escondidos.
-Si no me acompañas, lo entenderé. No voy a exponerte a este
peligro –dijo Harris, leyendo sus pensamientos- No obstante, yo voy a
hacerlo... es lo único que me queda...
-Tengo un mal presentimiento...
-Entonces, lo mejor es que te mantengas al margen –dijo el
inspector al ver su expresión-. Me llevo esto, Bryan –acto seguido, y pese al
nerviosismo de su dueño, cogió el mapa y se marcho de allí.
Así pues, siguiendo las indicaciones en el papel, Harris se
plantó frente a un edificio abandonado de unos dos pisos aproximadamente. Se
encontraba ligeramente apartado de los demás, rodeados, tanto éste como el
descampado a su alrededor, por una valla metálica sobre la que podía observarse
un cartel que indicaba la casi inminente realización de obras.
Desde el punto de vista del hombre, aquello decía
“sospechoso” a gritos. No obstante, era de esperar, teniendo en cuenta que, si
hubiese sido en un lugar habitado, habría resultado mucho más difícil
esconderlo.
Tras mirar la fachada del edificio de arriba abajo, saltó la
valla como mejor pudo y se adentró en él por la puerta principal, algo que
resultó mucho más fácil, ya que carecía de puerta.
Llevaba una pistola encima. En la práctica, le habían quitado
la que él utilizaba como policía, sin embargo, siempre guardaba una en su casa,
la cual había llevado escondida durante todo el trayecto.
Ya dentro, buscó algo que le pudiese guiar hacia un sótano o
zona subterránea. Ni se había molestado en plantearse la idea de que pudiese
haber algo relacionado con el templo en el segundo piso. Las losas que cubrían
el suelo estaban medio rotas, así como los azulejos de las paredes y los cristales
de las ventanas. Tampoco había rastro de muebles, al menos en la primera sala a
la que entró, quizás utilizada anteriormente para recibir a los visitantes.
Continuando con su investigación, pistola en mano, se adentró
en un pasillo situado a la izquierda. Éste giraba a la derecha hacia otro más
largo donde, a uno de los laterales, podían observarse varias habitaciones, tan
vacías como la primera, y una puerta en el extremo, la única que había visto en
lo que llevaba de recorrido.
Tomándoselo como una señal, avanzó hasta ella, vigilando a
cada lado y a su espalda, pendiente de cualquier peligro. Entonces, posó su
mano sobre el pomo y contó hasta tres, abriendo de golpe y apuntando con su
arma al frente.
Por desgracia, sus expectativas se vieron reducidas cuando
descubrió otra sala vacía. Lo único que la diferenciaba de las demás era su
menor tamaño y su forma totalmente cuadrada. Pese a que la inspeccionó
detenidamente, no encontró nada destacable. Por ello, se dispuso a dar media
vuelta y buscar por otro lado.
Fue al girarse cuando escuchó un extraño sonido procedente de
una de las habitaciones que había visto antes. Con la pistola al frente, camino
a rápido pero silencioso hacia la más cercana. Entonces, irrumpió en ella,
encontrándosela tan vacía como la primera vez.
Al volver atrás, se dio de bruces contra un encapuchado,
quien le noqueó, dando lugar a la oscuridad absoluta.
“¿Qué ha pasado?”, pensó Harris mientras seguía sin ver nada
pese a haber recuperado la consciencia. “Estaba en aquella habitación y
entonces... Maldita sea. He sido descuidado.”
-Puedes quitarle la venda –dijo una voz que ya había
escuchado antes.
Al recuperar la vista, lo primero que se encontró fue una
sala, en apariencia bastante grande, similar a la que había en la planta baja
del templo de las afueras, incluido el altar de mármol blanco, sólo que en este
caso no existía segundo piso.
Sus manos y sus pies estaban atados, y a pocos metros frente
a él, situado a un lado del altar, se encontraba Adam, el chico que les había
dado la ubicación de Bryan.
Éste no estaba sólo, dos encapuchados, quienes le sacaban un
par de cabezas al chico, también participaban. Uno de ellos también se
encontraba junto al altar, mientras que el otro se mantenía cerca del
inspector, vigilando que no hiciese ningún movimiento extraño pese a sus
dificultades para ello. Además, también había una chica acostada encima del
mármol blanco, durmiendo plácidamente. Se trataba de Leenah.
-Bienvenido, señor Shepherd, aunque sé bien que ése no es su
verdadero apellido, inspector. ¿No ha venido su secuaz con usted?
-Le he dado el día libre.
-¿En serio? Pues ha tenido suerte...
-¡¿Qué es lo que pretendes?!
-Cumplir con sus deseos, inspector.
-¡¿Sus deseos?! ¡¿Te refieres al Kral?!
-Mejor... Permítame que le ilustre.
En ese momento, Harris empezó a sentirse mareado, el mundo a
su alrededor se volvió borroso y, cuando quiso darse cuenta, se encontraba en
la misma sala, rodeado de gente encapuchada, dispuesta en varias filas y
arrodillada frente al altar, junto al que se encontraban una mujer y una joven,
la primera con los brazos alzados, hablándole al resto.
-¡Hoy es un gran día, hermanos! ¡Pues mi querida hija,
Janeth, ha cumplido la edad necesaria para emprender “el proceso de unión”!
-¡Oh! –aclamaron todos, algunos abrazándose a sí mismos y
llorando.
-¡Los preparativos están casi terminados! ¡Mañana, la boca de
mi pequeña será cosida, y su cuerpo atado y encerrado en este altar hasta que
su alma sea una sola con Kral, dando lugar al nacimiento del ser que traerá la
destrucción a este mundo!
-¡Alabado sea! –gritaron todos.
-¡Todos los sacrificios que hemos realizado! ¡Todo por lo que
hemos luchado! ¡Por fin se cumplirá! ¡Ahora, volved a casa, descansad, y bañaos
en sangre! ¡Pues sólo aquellos que lo hagan podrán presenciar el proceso!
“Mi madre perdió a mi
padre durante la guerra”. Harris escuchó una voz en su cabeza. Parecía la
de una chica joven.
“Después de aquello, su
rencor y sus ansias de venganza la llevaron a unirse a la secta. No le
importaba nada ni nadie más. Ni siquiera su propia hija. Lo único que hacía era
aferrarse a la idea de que el demonio se lo llevaría todo por delante.”
“La fe que demostró fue
admirable, y llegó a ganarse el respeto de los sectarios, ascendiendo
posiciones. Finalmente, llegó a ofrecerme a mí para unir mi alma con la del
demonio.”
“Yo sabía que lo que
hacíamos estaba mal, pero quería hacerla feliz.”
Mientras le contaba aquella historia, ante él aparecieron la
mujer y su hija en una habitación, a solas.
-¡Bien hecho, hija mía! ¡Con esto, por fin se cumplirá
nuestro deseo y todos pagarán por lo que le hicieron a tu padre! –exclamó a la
vez que la abrazaba. Su expresión era eufórica, dejando entrever matices de
locura.
-Sí, mamá... –Janeth le devolvió el abrazo, sin embargo su
expresión era todo lo contrario. Como si guardara en su interior una pesada
carga que estaba a punto de alcanzar su límite.
“Más de una vez pensé
en quitarme la vida. Pero no pude hacerlo. Sentía que si lo hacía, estaría
huyendo. Por desgracia, tampoco tenía el valor para detenerla.”
De nuevo, volvió a encontrarse rodeado de gente. Esta vez,
dos personas ayudaban a la madre de Janeth a atar a su hija mediante alambres
de pinchos. Uno alrededor de ambas muñecas, otro alrededor de ambos tobillos, y
un tercero que giraba en torno a todo su cuerpo, siguiendo una espiral. Además,
llevaba la boca cosida, mostrando una expresión de desesperación y dejando
escapar lágrimas de dolor. Tanto a partir de sus labios como de sus
extremidades caían gotas de sangre.
Entre los dos sectarios la cogieron mientras su madre
destapaba el altar, dejando ver un hueco en su interior. Allí la depositaron y
volvió a poner la tapa.
“En ese momento, sentí
odio hacia ellos, hacia mi madre, por haberme hecho algo así. Sin embargo,
sabía que en parte era culpa mía.”
-¡Hermanos! ¡Pronto se cumplirá nuestro objetivo! ¡Pronto
llegará el final! ¡Dejemos que la unión se produzca!
El inspector se fijo en que había numerosas velas dispuestas
por toda la sala, además de un barreño lleno de sangre situado cerca del altar.
-¡Verted la sangre! –exclamó la mujer mientras los dos
ayudante dejaban caer el líquido sobre el mármol blanco, tiñéndolo de color
carmesí.
“Me dejaron ahí sola
durante días. Sin comida. Sin bebida. Mientras perdía sangre poco a poco y era
expuesta a infecciones a través de mis heridas.”
“Durante ese tiempo,
escuché una voz. Era grave y maliciosa, pero, por algún motivo, calmó mi
desesperación. Fue entonces cuando lo vi, delante de mí y, a la vez, sólo en mi
imaginación. Era el demonio.”
“Me dio las gracias.
Había conseguido saciar su hambre y ahora quería cumplir con su parte del
trato. Cumplir con mi deseo.”
-¿Tu deseo? –preguntó Harris, sin tener claro si ella podía
escucharle a él- ¿Y cual era tu deseo?
“No lo sé. Pues una
parte de mí quería hacer feliz a mi madre, pero otra quería acabar con todo.”
-Entonces, ¿tenías dos deseos?
“Así es.”
-¿Y cuál se cumplió?
“Escuché una voz fuera
del altar. Pensé que era parte de mi locura, o, simplemente, sonidos del más
allá, en el que creía encontrarme. No obstante, seguía viva. Aunque,
quizás no fuese la palabra adecuada.”
Esta vez, vio cómo un grupo de personas con antorchas en las
manos avanzó por el templo de forma apresurada.
-Debemos quemar este sitio antes de que sigan cometiendo
atrocidades. Dios santo, mirad, está todo lleno de sangre.
-Parece que es de hace varios días.
-No os entretengáis y esparcid el fuego de una vez.
Entonces, algo golpeó la tapa del altar, provocando que ésta
saliese volando hasta romperse en pedazos contra el suelo. Esto alteró a los
presentes, quienes se giraron, poniendo la antorcha por delante.
Acto seguido, del interior del altar aparecieron brazos cuya
piel se hallaba descompuesta, seguidos por una cabeza de larga melena negra que
conjuntaba con un vestido del mismo color, el cual había vestido Janeth antes
de ser depositada dentro. Un grito de horror se produjo en el grupo cuando el
resto del cuerpo hizo acto de presencia, pues el ente que tenían ante ellos se
movía a cuatro patas, con las articulaciones dobladas de forma anormal y la
cadera girada 180º con respecto al torso. Asimismo, las manos estaban vueltas
hacia la cabeza y apoyaba en el suelo la parte de atrás de las rodillas.
Antes de que pudiesen pedir ayuda, el monstruo aceleró el
paso y fue cortando sus cabezas una por una, desgarrando la musculatura de sus
cuellos mientra las sangre brotaba de sus arterias como una fuente de agua.
En poco tiempo, ya no quedaba nadie vivo. Tan sólo ese ser,
engendrado por la unión de la chica con el demonio. Al mismo tiempo, las
antorchas cayeron a tierra y prendieron la madera que constituía buena parte
del templo. Entre el fuego y el calor, Janeth agarró una de las antorchas.
“Mi cuerpo se movió
solo. No quería dejar que esa gente quemase el templo al que mi madre se había
aferrado. E, irónicamente, fue por mi culpa que acabase devorado por las
llamas. Supongo que eso también formaba parte de mi otro deseo.”
Su madre entró en el templo y observó horrorizada cómo el
fuego se extendía por toda la construcción. Acto seguido, sus ojos se posaron
sobre su hija, pero no se mostró para nada asustada, sino más bien al
contrario. Su expresión rebosaba júbilo.
-¡Alabado sea! ¡La unión se ha completado! ¡Kral está con
nosotros! ¡No! ¡Ahora ése no es tu nombre, ¿verdad?! ¡Ahora eres KoRrAL! ¡El
nacimiento a partir del pecado y la carne!
El monstruo se acercó lentamente a ella. A pocos pasos de la
mujer, alargó la mano que no sostenía la antorcha y acarició sus mejillas
suavemente mientras lágrimas caían desde sus ojos.
-Ahora, por favor, deja que se haga tu voluntad –continuó la
mujer-. Acaba con este mundo cruel.
Sin embargo, contrariando sus expectativas, el ser se acercó
la antorcha a sí mismo y ardió casi instantáneamente. No hubo gritos de dolor.
-¡No! ¡¿Qué estás haciendo?! –exclamó la madre, buscando algo
con lo que sofocar las llamas.
Fue entonces cuando KoRrAL la acogió entre sus brazos. Un
tierno abrazo a la vez que mortal, pues el fuego también envolvió a la mujer.
No intentó huir y, pese al sufrimiento por las quemaduras,
una extraña y pacífica sonrisa se dibujó en su rostro.
Finalmente el templo fue consumido, al igual que, poco
después, le ocurriría a los demás.
“Creo que mi deseo de
acabar con toda aquella locura fue más fuerte, pero, por desgracia, no significó
el fin.”
“Mi intención de
destruir el mundo continuó en manos del demonio, quien no dudó en aprovecharse
de los restos de la secta para realizarlo. Por suerte, la primera vez
conseguisteis detenerle.”
-¿Detenerle? ¿Cómo?
“Para traer al demonio
se necesitaron sacrificios y una persona con la que unir su alma. Para traer a
la unión entre mi alma y la suya, KoRrAL, se requiere un proceso similar, sólo
que la persona que contenga a dicha entidad debe ser alguien que haya muerto
con la mayor cantidad de sentimientos negativos posibles dentro de su mente. Es
decir, alguien que se haya suicidado. Una vez haya ocurrido esto, dicha persona
volverá a la vida para ser el último sacrificio ofrecido en uno de los altares
del templo.”
-Eso significa que mi hijo...
“Él iba a ser utilizado
como último sacrificio, sin embargo, detuvisteis el proceso antes de que se
hiciesen los suficientes. Ahora, se ha completado. Tan sólo queda matar a
Leenah encima del altar.”
-¿Por qué me cuentas todo esto? ¿No se supone que formas parte
de él?
“No quiero que cumpla
ese deseo. Tengo parte de culpa en su nacimiento, y quiero enmendar mi error.
Por desgracia, ahora mismo es él quien domina. Necesito más tiempo para cambiar
las tornas y hacer que desaparezcamos por completo. No debes dejar que la secta
consiga su objetivo...”
La voz de la joven fue atenuándose cada vez más hasta que
desapareció por completo, dejando al hombre un poco desconcertado. Sin embargo,
no tardó en saber a qué se debía, ya que, tras una breve oscuridad, volvió a tener
delante de él a Adam y la imagen del templo.
-Veo que ya has vuelto de tu viaje, ¿qué te ha parecido?
–preguntó el joven de pelo cano con una sonrisa de superioridad.
-Bastante... revelador... –contestó el inspector, todavía un
poco mareado por la experiencia-. Pero, ¿cómo...?
-¿...he hecho eso? –Adam se metió la mano en el bolsillo y
sacó un pequeño frasco de plástico. Dentro había un líquido transparente- Es un
tipo de droga. Tarda un poco en hacer efecto pero causa un estado de trance a
aquellos a los que se les inyecta. Ella me dijo que quería hablar contigo, así
que te lo administramos antes de que despertases.
-¿Ella te lo dijo?
-Tengo la “habilidad” de hablar con KoRrAL. Es lo que me ha
permitido ascender a lo más alto en los restos de la secta. Gracias a ello he
comprendido su gracia y su poder, siguiendo sus órdenes como su humilde siervo,
sin hacer preguntas. Y ahora, me dispongo a realizar su última tarea –dijo
mientras el sectario que tenía más cerca le entregaba un puñal-. Mataré a
Leenah y haré lo que mis antecesores no pudieron.
-¡No! –exclamó Harris mientras el joven agarraba con ambas
manos la empuñadura y se disponía a hundirla en el pecho de la chica.
-¡Alto! –gritó otra voz situada detrás de él. Se trataba de
Chris, quien apuntaba con una pistola a la espalda de Adam, haciendo que girase
la cabeza lentamente.
-¡¿Chris?! –preguntó el inspector, sorprendido-. ¡¿Qué haces
aquí?!
-¡¿Tú qué crees?! ¡Salvarte el culo, imbécil!
-¡Pero, ¿cómo has encontrado este sitio?!
-Le pedí a Bryan que me llevase hasta aquí. Te sorprendería
lo participativo que puede ser si lo tratas amablemente.
-Tsk, ese imbécil –murmuró Adam-. No pensé que tuviese el
valor de salir de su “cueva”. Mucho menos para guiarla a esa mujer.
-¡Deja de cuchichear y suelta el arma!
-Jaja... Lo siento, pero ahora que estoy a un paso de
conseguir mi objetivo. ¡No voy a permitir que me lo impidas! –dicho esto, hizo
descender su arma, no obstante, el disparo de Chris fue más rápido y certero,
penetrando en su hombro derecho, de manera que soltase el puñal y acabase en el
suelo.
Entonces, el sectario situado al lado de Harris sacó otra
pistola, aquella que había pertenecido al inspector, y apuntó a la mujer.
-¡Cuidado! –gritó el hombre, rodando por el suelo hasta
chocar contra una de las piernas del sectario, logrando que este perdiese el
equilibrio y cayese al suelo.
Mientras tanto, su compañero agarró el puñal e intentó
penetrar el corazón de Leenah, recibiendo, por parte de Chris, un disparo
cercano a su posición, lo que le obligó a refugiarse detrás del altar.
Al mismo tiempo, la mujer avanzó hacia el que estaba junto a
Harris, propinándole una patada en la cabeza y desatando a su compañero.
-¡No sé cuántas te debo ya! –agradeció el inspector mientras
corría hacia el sectario en posesión del puñal, lanzándose sobre él y logrando
que éste acabase otra vez en el suelo.
Por su parte, el sectario de la pistola incorporó la parte
superior de su cuerpo y levantó el arma hacia Chris, quien le disparó a la
cabeza sin andarse con rodeos. Por desgracia, antes de eso, recibió un balazo
en el vientre, dejándola incapacitada.
Mientras Harris forcejeaba con su adversario, Adam recogió el
arma blanca y se levantó, utilizando el altar como apoyo.
-Se... acabó, inspector.
-¡Mierda!
Sacando fuerzas de donde pudo, Harris empujó a un lado al
sectario y se lanzó a por Leenah apartándola en el último momento y recibiendo
él una puñalada en la espalda.
-¡Agh! –gritó de dolor a la vez que Adam, preso de la ira, se
disponía a apuñalarle por segunda vez.
Lo único que recordó haber escuchado en ese momento fue el
sonido de un disparo, pues su mirada se volvió borrosa y su cuerpo empezó a
debilitarse. Cuando quiso darse cuenta, quedó inconsciente.
Al despertar, lo primero que observó fue una habitación de
paredes blancas y una cama, con sábanas del mismo color, sobre la que se
hallaba acostado. Tenía una mascarilla de oxígeno puesta y estaba conectado a
varias máquinas y vías.
Una enfermera, al verle, salió de la habitación. Acto
seguido, Harris volvió a cerrar los ojos.
-Has tenido suerte –dijo su superior después de volver en sí
por segunda vez-. Tanto tú como Christina habéis recibido heridas graves, pero
sobreviviréis –declaró.
-¿Qué... ha... sido de... la chica? –preguntó el inspector.
Le costaba bastante hablar.
-Si te refieres a Leenah, está bien. Christina llamó a la
policía antes de entrar a rescatarte, mintió sobre los sucesos para hacer la
situación más creíble, aunque ello os costase el puesto.
Harris miró por la única ventana que había en la habitación.
A esas alturas, no le importaban las consecuencias. Si eso significaba haber
acabado con lo que empezó hacía más de un siglo y vengar la muerte de su hijo,
estaba conforme.
-Un... momento... –comenzó a decir Harris, al darse cuenta de
algo-. ¿Dónde... está... ese... chico... Bryan...?
-¿Bryan? –su superior levantó levemente la cabeza, haciendo
memoria-. ¡Ah, sí! De momento lo tenemos bajo arresto provisional, queremos que
testifique para el caso. Lo mismo va para ti y Christina. Los dos testificaréis
una vez os hayáis recuperado.
-... –no había nada más que decir. Al final, todo se había
solucionado y el caso se había reabierto. Con el tiempo, investigarían los
templos y buscarían a los sectarios restantes. Si es que quedaban más. Todo
había salido bien.
-Ahora descanse, Harris –dijo el superior, marchándose de
allí.
-Eso... haré...
Tras diez largos años, por fin podría descansar...
Después de la recuperación y la testificación en el caso,
Nathan Harris recibió una prejubilación forzada. Era una manera de despedirle,
pero manteniendo su imagen, ya que, al fin y al cabo, había contribuido en la
resolución del caso.
Por otro lado, Christina Campbell, gracias a las
declaraciones de Harris a su favor, sólo recibió una prolongación de su
suspensión.
Leenah y Bryan, recibieron atención psiquiátrica, viviendo
ambos en un centro especializado. Ambos habían estado al cuidado de la secta,
por lo que vivir por sí mismos dentro de la sociedad, dado su estado, era algo
que iba a requerir tiempo.
Harris iba a visitarlos todos los días, ahora que tenía
tiempo. Hablaba con Bryan, intentando que le recordase. Tanto a él como a su
mujer. A sus padres. Sin embargo, como le dijo Janeth, Bryan murió, o al menos,
el Bryan que él conocía.
Tanto Adam como los sectarios, perecieron aquel día en el
templo. Se realizaron investigaciones y se encontraron los templos que
quedaban, encarcelando a otros sectarios refugiados en ellos. Más tarde, se
realizó un informe para decidir qué hacer posteriormente con esos lugares pero,
mientras se tomaba una decisión, se mantendrían bajo vigilancia y cerrados al
público.
-Gracias por todo –dijo Harris antes de salir del centro
psiquiátrico y encaminarse hacia su casa. Todavía se movía con cierta
dificultad, por lo que llevaba un bastón que le ayudaba en el proceso.
El hombre no se había rendido con su hijo. Sabía que,
probablemente, nunca le recordase, pero, aun así, quería empezar una nueva
relación. Empezar desde el principio. Para él, verle vivo y mejorando poco a
poco, era lo más importante. Se preguntaba si su exmujer le creería o si
simplemente pensaría que estaba loco, pero quería pensar que algún día, las
cosas se estabilizarían. De alguna manera, todo volvería a la normalidad.
Perdido en sus pensamientos, cuando quiso darse cuenta, se
encontraba en mitad de una calle vacía. Era totalmente recta, sin bifurcaciones
ni curvas. Los edificios, cuya fachada era de color gris oscuro, parecían
abandonados, y no se observaba ningún negocio abierto. Las farolas que la
iluminaban tenían la bombilla rota y la luz se encendía y apagaba con
frecuencia, y pese a que todo estaba en silencio, a veces podía escucharse el
susurro del viento, seguido del movimiento de papeles o bolsas de plástico.
-¿Dónde estoy? –preguntó el hombre.
Fue entonces cuando sintió sobre sus hombros un par de manos,
agarrándole con suavidad. Al mismo tiempo, una cabeza apareció por su lado
derecho, dando lugar a que girase el cuello lentamente, temblando y respirando
con agitación.
En ese instante, la vio. A escasos centímetros de su cara. Un
monstruo con la boca cosida y las cuencas de sus ojos vacías. Su piel era
escasa y putrefacta, y su melena, larga y negra, caía sobre ambas mejillas.
-¿Janeth...? –logró preguntar el inspector, pese a que el
horror y la sorpresa se reflejaban en su rostro.
-Esto no ha acabado... –respondió el ente, con voz grave,
poco antes de que su boca se abriese ante los gritos del hombre.
Al día siguiente, se anunció la desaparición de Nathan
Harris...
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