sábado, 22 de octubre de 2016

Capítulo 31: Orgullo herido



-Chaos, ¿tienes un momento? –mientras Chaos y Luci se encontraban en mitad de su entrenamiento, un ángel se acercó a ellos.

Éste vestía una tela de color negro que formaba tirantes sobre sus hombros y unos pantalones del mismo color, sujetos a la cintura mediante un cinturón rojo. Tenía el pelo castaño y corto y ojos azul claro, junto a los cuales se observaba maquillaje de un rojo más claro que el del cinturón, y que les daba un aspecto más fino y alargado.
-Gabriel, ¿qué te trae por aquí?
-Me gustaría hablar contigo en privado...
-Claro... –contestó Chaos, poniendo expresión de preocupación-. Luci, espérame aquí. Vuelvo enseguida.

El demonio asintió, dejando que ambos se alejaran hasta un lugar en el que consideraron que no les escuchaba nadie. Entonces, llevado por la curiosidad, el joven demonio les siguió, escondiéndose detrás de los troncos de unos árboles.
-¿Varios ángeles han desaparecido?
-Así es. Además, de una manera muy extraña. En algunos casos, sus familiares los veían irse a dormir y, a la mañana siguiente, no había ni rastro de ellos. Es más, nadie los ha visto salir de la casa o caminar por las calles. Era como si hubiesen desaparecido en el sitio.
-¿Qué extraño? ¿Antes de eso habían visto algún cambio en ellos?
-Todos me han dicho que en las últimas horas antes de su desaparición se mostraban apáticos y deprimidos. Como si les faltase energía.
-¿Y no saben de algún lugar al que pudiesen haber ido o alguien con quien hubiesen tenido contacto?
-Nada. Todos coinciden en que algo habrá tenido que ver pero no saben nada al respecto.
-De acuerdo, investigaré sobre ello. Si descubres algo más, avísame –sentenció Chaos, despidiéndose del ángel mediante un gesto con la cabeza y volviendo con Luci.
En ese instante, se dio cuenta de la presencia del demonio.
-No eres muy bueno escondiéndote, Luci.
El aludido reaccionó con un pequeño salto, saliendo de su escondite con la mirada desviada hacia otro lado por la culpabilidad.
-No deberías escuchar a los demás a escondidas –le riñó Chaos.
-Lo siento...
-Bueno, ahora ya no importa. En cualquier caso, será mejor que acabemos el entrenamiento por hoy. Iré al territorio de los ángeles, a ver si encuentro algo relevante.
-Te acompaño.
-No, tú vuelve a casa. No quiero que te inmiscuyas en esto. Al menos por el momento.
-Pero...
-Sin peros.
-...vale...
Sintiéndose rechazado, Luci se dispuso a marcharse.
-¡Ah, Luci! Ni una palabra de esto a nadie.

-Me pregunto si todavía no soy lo suficientemente fuerte... –se dijo a sí mismo Luci mientras caminaba sobre las llanuras en dirección a las casas de los demonios.
-¡Oh! ¡Luci! ¡Cuánto tiempo sin verte! –exclamó una voz cerca de él que resultó ser la de Chronos. El creador de los humanos tenía una sonrisa afable en su rostro pero, desde el punto de vista de Eri, ésta era de lo más falsa. Por desgracia, el Lucifer del pasado no parecía haberlo notado.
-¡Chronos! Es verdad. Hacía tiempo que no te veía. ¿Por qué no te has pasado por la casa de Chaos?
-He estado ocupado con los humanos. Ya sabes, ser un buen líder cuesta lo suyo –rió Chronos-. ¿Y tú? ¿Qué tal estás?
-Ah, pues vengo de entrenar con Chaos.
-¿Entrenar? No me digas que mi hermano te está enseñando al fin cómo defenderte de esos matones.
-¿Qué? ¡No! Es sólo que...bueno...creo que me puede ser útil en el futuro.
-¿En el futuro? ¿Y qué hay del presente? No puedes dejar que hagan lo que quieran contigo. Tienes que responder. Y a veces, un buen castigo es la mejor respuesta.
-Pero Chaos siempre dice que...
-Mi hermano es un blando –dijo Chronos desplazando el brazo de izquierda a derecha como para dejar claras sus palabras-. Si sigues haciéndole caso no solucionarás nada.
-Bueno, hace poco hablé con ellos y...
-¿Y qué? ¿Han dejado de hacerlo?
-Bueno, no exactamente, pero parece que ya no lo hacen tanto...
-Eso no suena muy convincente. En fin, haz lo que quieras. No voy a obligarte. Pero mi consejo es éste: la próxima que vuelvan a meterse contigo, enséñales quién manda. Te aseguro que te dejarán en paz.
-Ya...
-Me voy a seguir con lo que estaba haciendo. Un placer verte de nuevo.
-Lo mismo digo...
Confuso por aquella conversación, Lucifer continuó con su camino.

La escena cambió de nuevo a una en la que se veía a Bel salir de una habitación cuya puerta estaba cerrada. En el exterior de ésta, expectantes, se encontraban Chaos, Luci, Mammon y Zebub, este último lo suficientemente recuperado como para salir al exterior.
-¿Qué tal ha ido todo? –preguntó Chaos, nervioso.
-Ha nacido sin contratiempos. Enhorabuena, Chaos –dijo Bel con orgullo, algo que no solía ser propio de ella.

Tras recibir un abrazo del padre, Belphegor y los demás presentes entraron en la habitación, encontrándose a Biblia acostada en una gran cama, con varias sábanas encima y abrazada a un bulto cubierto por una manta.
-¿Cómo estás, Biblia? –preguntó Luci mientras la rodeaban. Chaos era el que más cerca se situaba de ella, mirando con curiosidad lo que había en el interior de la manta.
-Perfectamente. Bel ha sido una gran comadrona –indicó, sonriéndole a la joven.
-¡Genial! ¡A partir de ahora tendré un nuevo sirviente en mi séquito! –exclamó Mammon.
-Sirvienta –corrigió Biblia.
-¿Huh?
-Es una niña.
Destapando un poco a la recién nacida, los demás pudieron ver a un bebé con los ojos cerrados y dos pequeñísimos bultos en la cabeza.
-Entonces, ¿es una demonio? –preguntó Zebub.
-Eso parece –declaró Chaos, acariciando sus mejillas suavemente.
-¿Y cómo pensáis llamarla? –habló, esta vez, Luci.
Su madre la miró tiernamente.
-Eve.

En ese momento, Eri observó cómo Lilith se tapaba la boca con ambas manos. Algo cuyo porqué no tardó en entender. Lo que su amiga acababa de presenciar era el nacimiento de su propia madre, a la que todavía seguía buscando. Ese momento debía de haber revivido recuerdos del tiempo que pasó con ella, incluido el de su separación. Ella entendía muy bien ese sentimiento, porque lo mismo había ocurrido con sus padres. Así pues, intentando tranquilizarla, la abrazó, dejando que Lilith se desahogara sobre su hombro.

-Eve...es un bonito nombre –continuó Luci- Qué raro que Levi no haya venido. Estoy seguro de que a ella le habría gustado conocerla.
El rostro de Chaos se ensombreció, probablemente rememorando lo que ocurrió con la joven.
-Bueno, será mejor que os dejemos solos –sugirió Beelzebub, quien pareció percatarse de aquella expresión.
-¡¿Eh?! ¡¿Por qué?! –se quejó Mammon.
-No seas pesada. Vamos –dijo Bel encaminándose hacia la puerta.
-¡Eh! ¡¿A quién estás llamado pesada, maldita perezosa?! –exclamó Mammon, siguiéndola.

Al salir de allí, la imagen se oscureció de nuevo, mostrando poco después a Luci en soledad junto al río.

Se le observaba pensativo, lanzando de vez en cuando una piedra al agua y viéndola ser llevada por la corriente.
-Enfrentarme a ellos...me pregunto que pensaría él de mí si lo hiciese...pero, ¿tan malo sería?
-¡Miradlo! ¡Ahí está! –dijo una voz situada detrás de él.
Al darse la vuelta, se encontró con los mismos cinco que le lanzaron al río la otra vez.
-Pensábamos que estarías acompañado pero parece que estamos de suerte.
-¿Qu-qué queréis?
-¡Ya sabes lo que queremos, demonio sin poderes! –dijo uno de ellos, poniendo una sonrisa arrogante.
-¡Hoy he tenido un mal día y me apetecía desahogarme un poco! –le siguió otro.
De repente, dos se abalanzaron sobre él y le cogieron de los brazos.
-¡Soltadme!
-¿Qué podríamos hacer con él para divertirnos esta vez?
-Mm...
-¡Eh! ¡Se me ocurre una idea! ¡¿Y si lo desnudamos y lo dejamos tirado en la plaza?! ¡La cara de la gente cuando lo vea va a ser divertidísima!
-¡¿Qué estáis diciendo?! –gritó Luci.
-¡Sí! ¡Es una buena idea!
-¡¿Es que acaso nada de lo que os dije tuvo sentido?! –preguntó el joven demonio.
-¿Aquella tontería sobre que era mejor hablar las cosas?
-¿Eres idiota?
-¡Eso sólo lo haría alguien débil como tú! ¡Debilucho! –contestó otro de ellos mientras se disponía a quitarle la ropa.
-Ya veo...entonces Chronos tenía razón...sólo se os puede hacer ver las cosas mediante la violencia... –murmuró Luci.
-¡¿Qué estás murmu...?!

Una patada golpeó la barbilla de aquel que se disponía a desvestir al demonio, haciéndole sangrar por el labio y noqueándolo en el acto.

El resto se quedó sin habla, observando a su compañero como si hubiesen visto una ilusión.
-¡¿Có-cómo te atreves a...?! –intentó responderle uno de los que lo tenía agarrado. Sin embargo, fue interrumpido por un fuerte pisotón, el cual provocó que lo soltase, momento que aprovechó Luci para cogerle de la cabeza y propinarle un rodillazo en la nariz, dejándolo en el suelo, sangrando.

Acto seguido, esquivó un puñetazo del de al lado, devolviéndoselo en dirección al estómago y luego propinándole otro en la mejilla.
-¡Ya sólo quedan dos!

Corriendo rápidamente hacia los restantes, Luci lanzó una patada hacia la rodilla del que estaba más cerca, haciéndole perder el equilibrio y estampándole la cabeza contra tierra usando su mano izquierda.
-¡Ah! ¡Aah! –gritó el que quedaba, disponiéndose a huir, no obstante, no fue lo suficientemente rápido, siendo embestido por el joven demonio, quien lo obligó a ponerse boca arriba y comenzó a lanzarle a la cara un puñetazo tras otro.
-¡No! ¡Lo siento! ¡Lo siento! –el demonio intentaba protegerse frente a los golpes de Luci pero éste era más fuerte que él, apartando sus dos brazos a base de fuerza bruta y continuando con la paliza.
-¡Vamos! ¡Sigue pidiendo perdón! ¡Suplícame que pare! –dijo mientras una sonrisa comenzaba a dibujarse en su rostro.
-¡Por favor! ¡Perdóname! ¡Te lo suplico!
-¡Más alto! ¡Más alto!
Su contrincante estaba perdiendo la consciencia y hasta los nudillos de Luci se estaban manchando de su sangre.

Fue entonces cuando una mano detuvo los golpes.
-¿Qué estás haciendo?
Era la voz de Chaos. Provocando que el aludido volviese en sí y contemplase la gravedad de sus actos.

El rostro del otro muchacho estaba hinchado y lleno de sangre y moratones. Casi irreconocible. Si hubiese seguido así, podría haber llegado a matarlo.
-¿Por qué...? –se preguntó Luci a sí mismo mientras se apartaba lentamente de su adversario-. Yo...
De repente, la rabia tomó control sobre él, enfrentándose a Chaos.
-¡Yo sólo he hecho lo que tenía que hacer! ¡Ellos pretendían continuar abusando de mí! ¡No tenía más remedio que demostrarle quien es el más fuerte!
-Eso no soluciona las cosas, Luci.
-¡¿Y las palabras sí?! ¡Intenté hablar con ellos y no ha servido para nada!
-¿Y matarlo si hubiese servido?
-Yo...no quería...
-La violencia sólo genera más violencia, Luci. Y a la larga, eso sólo provoca sufrimiento y muerte.
-Te equivocas. Ahora ellos no se atreverán a ponerme la mano encima. Porque ahora saben que soy mejor que ellos. ¡Ahora soy fuerte! ¡El más fuerte! ¡Deberías halagarme!
-Luci...
-...
Sin decir nada más, Luci se marchó corriendo de allí.

-¡Eh! ¡Eh! ¿Adónde vas con tanta prisa?
Habiéndose alejado considerablemente de Chaos, el joven demonio se encontró a Chronos, a quien le llamó la atención la actitud del muchacho.
-No es nada...
-¡Oh, vamos! He visto muchas expresiones como la tuya y puedo asegurarte que siempre pasa algo.
-...
-Veamos que pruebe. ¿Te has peleado con Chaos?
Tras unos segundos de silencio, el demonio asintió.
-Me lo imaginaba. Oye, ¿qué te parece si te invito a algo y me lo cuentas?
-Vale...

-Ya veo. Sabía que mi hermano te diría algo así. Si no hubieses hecho lo que has hecho esos matones seguirían con lo suyo.
-Algo así le dije yo pero...él no lo entiende...
-No te preocupes. Yo estoy contigo.
-Gracias.

Actualmente se encontraban en territorio humano, concretamente en una extraña casa con ventanales en forma de arco y una cruz en la entrada. En su interior se observaba una única sala en la que había varias filas de bancos y que estaba presidida por un altar con una gran cantidad de flores a ambos lados.
-¿Qué es este lugar? –preguntó Luci con curiosidad.
-Se llama iglesia.
-¿Iglesia? ¿Algún tipo de casa?
-Algo así. Digamos que aquí todos vienen a visitar al ser más poderoso que existe.
-¿El ser más poderoso? ¿Y quien es?
-¿Quién sabe? Quizás podrías ser tú –dijo Chronos, guiñándole un ojo y haciendo que el demonio se sonrojara.
-Qué va. No soy para tanto.
-¿Cómo que no? Ahora mismo eres alguien muy fuerte. Recuerdo que antes te llamabas inútil a ti mismo y sin embargo, mírate ahora. Eres capaz de vencer a esos demonios como si nada. No debes dejar que la confianza que has ganado al derrotarles se desvanezca. Esa es la clave principal para ser fuerte, confianza en uno mismo.
-Confianza en uno mismo...
-Eso es. ¡Ah! ¡Tengo una idea!
-¿Huh? –se sorprendió Luci ante la repentina reacción de Chronos.
-El problema que ha habido con Chaos es que te has descontrolado al pelearte con ese grupito, ¿verdad?
-Bueno...más bien ha sido el hecho de pelearme...
-¿Y si le demuestras que eres capaz de controlar tu fuerza?
-¿Qué quieres decir?
-Aquellos que son fuertes de verdad son capaces de controlar su fuerza a la perfección. Además de saber cuándo utilizarla y cuándo no. Por tanto, si te considera preparado para manejar ese tipo de situaciones, entenderá tus razones y recuperarás su confianza. De hecho, hasta harás que ésta aumente.
-¿Y cómo puedo hacer algo así?
-¿Qué te parece si te enfrentas a él?
-¡¿Qué?! –exclamó Luci, a punto de saltar del banco en que se encontraba sentado.
-Chaos es alguien con mucha fuerza. Si le demuestras que puedes ser capaz vencerle, te considerará merecedor de su reconocimiento.
-¡Pero es imposible que lo venza! Además, no creo que Chaos acepte un combate conmigo bajo esas circunstancias.
-No tienes por qué vencerle. Con que le enseñes de qué material estás hecho es más que suficiente. Tomáoslo como un combate de entrenamiento.
-Mm...incluso así...el combate no durará ni dos segundos...
Durante un momento reinó el silencio en la sala.
-Puede que...si hubiese algo que te diese ventaja... –comentó Chronos.
-¿Algo? ¿Cómo qué?
-Ya sabes...como un traje o una armadura...algo así...

De repente, a Luci pareció encendérsele una bombilla.
-¡La hay! –sin embargo, nada más decir esto, perdió casi totalmente su brillo.
-¿Qué ocurre? –preguntó Chronos al darse cuenta de este cambio.
-Si me pongo esa armadura no podré quitármela hasta que muera. Además no sé si sería lo correcto usarla para esto.
-Dime, Luci, ¿quieres que Chaos vuelva a confiar en ti?
-Sí...
-¿Quieres convencerle de que has madurado por ti mismo y de que tu juicio es el correcto?
-Sí...
-Entonces confía en mí. Merece la pena intentarlo.

Al escuchar aquellas motivadoras palabras, el joven miró fijamente a Chronos, quien le sonrió amablemente, como si de verdad creyese en sus posibilidades de hacer frente a su hermano.
-De acuerdo...lo haré...

jueves, 13 de octubre de 2016

The Legacy of Emil Greenard: Capítulo 14

-Dime, Miruru, ¿qué tal te llevas con tus compañeros?

-Mm... –la chica se mantuvo pensativa durante un tiempo mientras el científico observaba su cerebro en la pantalla del ordenador-. Bien, supongo. Quiero decir, hablamos, comemos juntos, hacemos ese tipo de cosas que hacen los amigos.

-No pareces muy convencida –dijo, girándose hacia ella y acariciando al lobo que se sentaba a su lado.

-Cómo decirlo. Me siento como si fuese algo superficial. Fugaz. Puede que sea porque los semidioses solemos tener una esperanza muy corta –respondió ella, acostada sobre una camilla que, al mismo tiempo, se situaba dentro de un aparato con forma cilíndrica y de color blanco.

-Ya veo. Aun así, deberías atesorarlos todo lo que puedas.

-¿Tú crees?

-¡Por supuesto! Nunca sabemos cuándo vamos a morir. Por eso debemos atesorar cada momento que vivamos y cada persona que conozcamos. De esa forma, no nos arrepentiremos.

-Supongo que tienes razón...

-¿Y qué? ¿Hay alguien que te guste?

-¡¿Eh?! ¡¿A qué viene esa pregunta?!

-¡Vamos! ¡Estás en la edad! ¡¿Seguro que nadie te ha llamado la atención?! –bromeó el científico.

-¡Pues, para tu información, no! ¡Y tampoco me importa!

-Ja ja ja, tampoco es para ponerse así.

-¡C-cállate!

-Ah... –suspiró el científico-. Haces bien. No es bueno tener prisa –sentenció, quedándose en silencio y pensativo.

-Oye... –continuó Miruru- ¿crees que algún día alguien se enamorará de mí? Ya sabes, aunque tenga este poder...

 

Ante aquella pregunta, el científico la miró sorprendido, pero, tras unos instantes, sonrió, aunque en sus ojos podía distinguirse cierta tristeza.

-Claro que sí. Y estoy seguro de que esa persona te querrá tanto como tú a ella.

-Mm...

-Bueno, ya hemos terminado –afirmó mientras activaba el mecanismo que expulsaba la camilla, permitiéndole a la chica incorporarse. Acto seguido, ella se acercó a la única ventana de la sala y echó un vistazo al exterior. Desde allí, podían divisarse los edificios de la Yohei Gakko del manejo del medio.

 

Ambas chicas corrían todo lo rápido que le permitían sus piernas, alejándose de la villa.

-¡¿Adónde vamos?! –preguntó Nara, haciendo esfuerzos por no tropezarse al ser arrastrada por su amiga.

-¡No lo sé! ¡Lejos! ¡Lo suficiente para que no nos encuentre! –exclamó Miruru.

 

Justo entonces, algo cayó a pocos metros, levantando tierra y obligándolas a taparse los ojos.

 

En el suelo, vieron el cuerpo de Remi, bastante malparado pero todavía consciente, y sujetando firmemente una pistola con la mano que aún conservaba.

-¡Remi! –gritó Nara, soltándose de la semidiosa y yendo a socorrer al chico.

-Si él está aquí... –conjeturó Miruru, al mismo tiempo que una ráfaga de pequeños objetos de metal se abalanzaba sobre ella, quien, a pesar de evitar la mayoría gracias a su poder, algunos atravesaron una de sus piernas-. ¡Ugh! –se quejó de dolor, cayendo de rodillas al suelo.

-Bueno, creo que ya hemos tenido bastante “pilla pilla” por hoy –comentó Unum, aterrizando suavemente cerca de ellos con la ayuda de dos placas de hierro que hacía volar con su habilidad.

-Siento no haber sido de ayuda –se disculpó Remi, apretando los dientes por la impotencia.

-No digas eso. Sin ti no habríamos llegado tan lejos –contestó Nara mientras curaba sus heridas. Aunque, por desgracia, no podía hacer nada con las partes mecánicas.

-Qué conmovedor –se jactó Unum, observando poco después cómo Miruru levantaba su brazo para intentar alejarlo de allí- ¡Eh! ¡Quietecita! –le contestó, propinándole una patada en la mejilla- Ya me encargaré de ti más tarde -entonces, cubrió la distancia que le separaba de los otros dos y se situó al lado de Nara- Esa expresión... Sí. Puedo sentir tu angustia y tu miedo. El miedo a perder a tus seres queridos –prosiguió, apuntando a Remi con el dedo-. Las niñas malas que se escapan de casa reciben su merecido.

 

En ese momento, Nara cogió la pistola su amigo y se apuntó a la cabeza.

-¡Aléjate de él o juro que disparo! –exclamó.

-¡Oh! ¡Esto sí que no me lo esperaba! –dijo Unum, deteniéndose- ¿De verdad tienes lo que hay que tener?

Pese a unos instantes de duda, durante los cuales puso su mano sobre su vientre, miró con decisión al descendiente.

-Si es por el bien de todos, estoy dispuesta a lo que sea.

-Siempre podemos encontrar una sustituta.

-Lo sé, pero también sé que soy el único experimento con el que habéis tenido éxito. A saber cuándo volveréis a tener la misma suerte. Para entonces, Kareth y los demás os habrán vencido.

-Qué optimista –concluyó Unum, levantando las manos en señal de rendición-. Pero has cometido dos errores. Primero, dudo que tus amigos lo consigan, y segundo, me has subestimado.

 

Sin que nadie pudiese detenerlos, dos pequeños objetos de metal salieron disparados hacia el arma que sujetaba la joven, quitándosela de las manos. Instantes después, el descendiente la noqueó con un golpe seco en el cuello.

-Y así termina tu momento de gloria –rió, cada vez más fuerte, hasta que sus carcajadas se asemejaron a las de un maníaco.

-Nara... –murmuró Remi, arrastrándose como pudo hasta el arma pero recibiendo un pisotón como respuesta.

-¡¿Dónde crees que vas?! Ya sé. Puede que tres extremidades no hayan sido suficientes. En ese caso... –dijo, al mismo tiempo que una masa líquida se formaba sobre la palma de su mano- ...acabaré con la que te queda –dictaminó, congelando su brazo con dicho líquido hasta la zona del codo, para después partírselo en dos.

-¡Aaaaaaaaaaah! –gritó Remi, al sentir un intenso dolor.

-¡Oye! ¡No te quejes tanto! ¡Deberías agradecerme de que no vaya a haber hemorragia! –se burló Unum- Además, el show aún no ha terminado –declaró mientras sacaba un Sonar del interior de su chaqueta. Éste tenía una estructura más compleja que el que ya vieron en los territorios del oeste. Al mismo tiempo, Miruru intentó levantarse-. Gracias a esto, hemos sido capaces de controlar las mentes de esos monstruos, pero debido a que responden a frecuencias distintas de los humanos, sólo puede usarse en ellos. Una pena. En cualquier caso, hay al menos unos diez Erasers en las afueras, esperando a que les dé la orden de atacar. ¿Habéis visto alguna vez los rayos de energía que lanzan esas bestias?

-¿Bestias? –preguntó Miruru, confusa, desplazando la vista hacia sus siluetas en la lejanía, recordando el momento en que Kareth se transformó en uno de ellos durante su entrenamiento con Quattuor- ¡No puede ser!

-Vaya, te has recuperado más rápido de lo que esperaba –indicó-. La respuesta es simple. Un rayo de energía de esos seres, a máxima potencia, tiene la capacidad de destruir varios edificios enteros. Imagínate diez de ellos. Sin duda, la villa de los Rebeldes será totalmente borrada del mapa. Incluidos vuestros estúpidos refugios.

-¡No! ¡¿Por qué?!

-¿Por qué? Sois vosotros los que os habéis entrometido en nuestros planes. Os habría eliminado antes si no fuese porque necesito a la chica viva. Pero ahora que la tengo en mis manos, no hay nada que me detenga.

 

Con un suave movimiento, pulsó uno de los botones del artilugio, haciendo que los Erasers levantasen la cabeza, como marionetas al inicio de la función, y comenzasen a concentrar energía en el interior de su boca.

-Espero que lo disfrutéis.

 

Mientras tanto, Quattuor seguía luchando contra Sextus y Quinque escudándose de sus ataques lo mejor que podía.

 

Pese a faltarle una pierna, todavía era capaz de defenderse e incluso esquivar alguno de sus golpes, concretamente, los que más en peligro ponían su vida, como las distorsiones de Sextus. Aun así, la presión era grandísima, pues un mal movimiento podía suponer su total aniquilación.

 

Por otro lado, Kai y Duobus habían quedado prácticamente fuera de juego, sirviendo de poco apoyo. El primero debido a que sus poderes se habían debilitado, y la descendiente porque todavía no se había recuperado del último ataque del nigromante, optando por delegar la responsabilidad de asesinar a Quattuor en sus compañeros.

 

La situación no pintaba nada bien para Razer y Kareth, quienes, aunque mantenían a raya a Detz y Naithan, nada les aseguraba que el combate no diese un giro en su contra. Además, el cansancio les empezaba a hacer mella, y el tiempo que les habían dado para protegerles de los soldados del imperio estaba llegando a su fin.

 

En ese punto, lo único que se le ocurría a Quattuor era escapar, pero, para ello, necesitaba crear una distracción. Quizás, destruir aquella sala serviría, pero era demasiado arriesgado, y aunque lograsen huir, todo aquello no habría servido de nada. Sólo para ver morir a Alder...

 

En ese momento, Sextus y Quinque, cansados de aquel intercambio de golpes que no llevaba a ninguna parte, decidieron ser más impulsivos, siendo el chico de pelo extravagante quien dio inicio a su estrategia al generar numerosas distorsiones en gran parte de la zona donde luchaban.

 

Su distribución fue aleatoria, de manera que hasta ellos mismos se vieron envueltos, dejando como única salida saltar, cosa que hicieron los tres.

 

Mientras estaban en el aire, el chico utilizó de nuevo su poder, pero esta vez para crear un objeto metálico, justo delante de su mano, sobre el que se apoyó Quinque, abalanzándose a toda velocidad sobre Quattuor, quien, incapaz de defenderse la recibió en su estómago. Incluso así, la dureza de su musculatura abdominal le permitió unos segundos para contraatacar.

-¡No me subestiméis! –exclamó mientras, de un puñetazo con su mano derecha, golpeaba la mejilla de la chica, enviándola contra su compañero y haciendo que ambos chocasen de forma ridícula, acabando en el suelo uno encima del otro.

 

Por desgracia, aquello no evitó que el hombre colisionase contra la pared y terminase sentado, con la espalda apoyada sobre ella.

-Ugh... –se quejó, observando a sus enemigos levantarse lentamente.

 

El recuerdo del día en que se convirtió en descendiente le vino a la cabeza. Aquel momento en que, en mitad de la tierra yerma, miró al horizonte, sintiendo que lo había perdido todo y, al mismo tiempo, olvidando ese pensamiento para ser sustituido por una voz que le pedía ayuda.

 

Finalmente, su identidad se esfumó. Y pese a mantener sus recuerdos, dejó de verlos como suyos propios. Como si perteneciesen a otro yo.

 

Inmerso en una total incertidumbre, vio aparecer a esa mujer, quien le dio explicaciones sobre su objetivo, el mismo que le había sido encomendado a él, pidiéndole su participación.

 

Le extendió su mano y sonrió, y cuando quiso darse cuenta, se había unido al proyecto Gaia.

 

Él fue el primer descendiente en despertar. Aquél que durante más tiempo observó el desarrollo de sus planes. El encargado de guiar a la mayoría de los restantes.

 

“Echando la vista atrás, me pregunto si realmente fui feliz durante aquella época o si sólo cumplí órdenes y nada más”, pensó Quattuor mientras se incorporaba, “Mi vida no ha sido más que un montón de desgracias tanto para mí como para los que me rodean. Y aun así...”, miró el colgante que rodeaba su cuello, el que le había dado Sarah antes de irse, “...siempre hay algo por lo que merece la pena luchar”

-¡Kai! –exclamó, arrancándoselo y lanzándoselo al joven, que lo recibió con sorpresa, y a punto estuvo de que se le cayese.

-¡¿Por qué me das esto?! –preguntó, confuso.

“Al menos, me los llevaré conmigo”, pensó para sí mismo.

-¡Dile a Kareth que cuide bien de su hermana!

 

“¿Qué puedo hacer?”, se preguntó Miruru mientras los Erasers seguían concentrando energía, “Aunque destruya ese aparato, es demasiado tarde. ¡¿Qué puedo hacer?! ¡Si disparan, toda la villa será destruida! La villa donde...”, la chica bajó la cabeza hasta depositar la mirada sobre el anillo que había en su dedo, aquel que simbolizaba su unión con Kai.

 

Entonces recordó la nota que le escribió Runya, y que leyó antes de abandonar los territorios de la unión: Miruru, me considero alguien de pocas palabras, y, probablemente, tampoco buenas, pero quería darte las gracias por darme fuerzas para volver a confiar en los demás. Por eso, tengo que darte un consejo, aunque más que eso, es un recordatorio. Por favor, cuando utilices tu poder, no te arrepientas. Tú misma sabes los riesgos que conlleva para nosotros y que nunca hay que usarlo a la ligera. Por eso, si tomases esa decisión, quiero que al menos sea para proteger lo que realmente te importa. Lo que amas más que cualquier otra cosa en el mundo, y que sabes que haría lo mismo por ti. Tenlo muy en cuenta. Espero que volvamos a vernos. Runya.

 

-Lo que más me importa... –murmuró la semidiosa, esbozando una sonrisa y mirando en dirección al lugar donde comenzó su relación con la persona que quería. Donde se casó con ella- ¡Y qué mejor que esto! –exclamó alegremente.

 

-¡Fuego! –ordenó Unum, casi eufórico, a lo que las bestias respondieron dejando salir la energía de sus fauces, deteniéndose poco después, a mitad de trayecto, como si hubiesen chocado contra una pared invisible.

-¡¿Qué?! –se extrañó el descendiente, girándose para descubrir a Miruru, que de pie y con la mayor parte de su peso apoyado sobre su pierna sana, se hallaba con los brazos levantados y apuntando con decisión a los Erasers- ¡Maldita...!

 

Antes de que pudiese terminar su insulto, el hombre fue elevado en el aire, quedando inmovilizado por el poder de ella. Al mismo tiempo, el suelo tembló y las nubes en el cielo empezaron a moverse siguiendo un extraño patrón, como si estuviesen siendo atraídas por la superficie.

 

De repente, delante de Sarah, la tierra se dividió, haciéndolo únicamente alrededor de la bestia que había estado a punto de matarla, y cuyo movimiento también había sido detenido.

 

Pero aquello no era lo más extraño. El territorio que rodeaba la villa, así como aquel en el que estaban el resto de Erasers, se elevó hacia el cielo, o mejor dicho, fue intercambiado por éste.

 

Desafiando toda física, era como si alguien le hubiese dado la vuelta al paisaje. Así pues, todos los monstruos que habían atacado la villa se encontraban al borde de caer en aquel infinito mar de nubes.

-¿Qué es esto? –se preguntó la peliazul sin poder apartar la vista- Es increíble...

 

-Así que este es el poder de un semidios... –admiró Remi.

-¡¿Estás loca?! –exclamó Unum, intentando deshacerse de sus ataduras.

-¡Por supuesto que sí! –respondió ella, haciendo que grandes bloques de tierra siguiesen ascendiendo uno tras otro, dejando intacta la parte de detrás de ella-. ¡No voy a permitir que destruyas este sitio!

 

Nada más acabar la frase, los brazos y piernas de Unum empezaron a fracturarse por varios sitios. La velocidad de su regeneración era incapaz de competir con la habilidad desatada de la semidiosa, poniéndolo entre la espada y la pared.

-¡Gaah! ¡Maldita seas! –gritó.

-¡Vas a morir!

 

Entonces, Miruru cayó al suelo. Sus piernas habían dejado de reaccionar, perdiendo toda sensibilidad de cintura para abajo. Pero mientras sus brazos le respondiesen, seguiría adelante. Hasta que su cuerpo no lo soportase más.

-¡Aaaaaaah! –gritó, poco después de dar forma a aquel mundo al revés en el que los Erasers se precipitaron al vacío- ¡Mientras siga viva! ¡Mientras pueda moverme! ¡No dejaré que les pongáis un dedo encima!

 

Uno de sus brazos también dejó de funcionar y pequeños hilos de sangre descendieron de sus ojos y oídos. Pero su fuerza de voluntad era más grande. Esta vez se aseguraría de que todos sus enemigos fuesen eliminados. Incluida la persona que tanto daño le había hecho a Kai y a sus amigos.

-¡No pienso desaparecer! –exclamó Unum, utilizando toda su fuerza para mover uno de sus dedos, con el que desplazó uno de sus mecheros hacia el punto ciego de la chica, atravesando su corazón como una bala.

-¡Gah!

 

Notando como le fallaban los sentidos, finalmente, Miruru dejó caer el brazo con el que mantenía activada su habilidad, de manera que, como por arte de magia, todo volviese a la normalidad, encajando cada pieza en su lugar.

 

Habiendo sido liberado, Unum cayó al suelo. Había evitado por los pelos ser enterrado vivo, e incluso ahora que su regeneración había vuelto a funcionar como es debido, el daño infligido en su cuerpo tardaría días en recuperarse.

-¡Será mejor que me largue de aquí! –dijo.

 

-¡¿Qué te pasa, Quattuor?! –se burló Quinque, al ver a su excompañero de pie y con los ojos cerrados- ¡¿Por fin te has resignado a morir?!

-¡Ja ja ja!

-No creo que estés en situación de reírte –dijo Sextus, a quien se le podía ver cansado por el uso excesivo de su poder.

-Decidme. ¿Alguna vez habéis conocido el miedo?

-¡¿Qué?! –se extraño Quinque.

 

Inclinando su rodilla, el hombre tensó la musculatura de su pierna de apoyo.

-Yo os lo enseñaré –dijo, antes de impulsarse con ella, extendiendo ambos brazos hacia delante, en un ataque tan potente y veloz que ninguno de sus adversarios pudo detener.

 

Lo que se abalanzó sobre ellos, había dejado de ser humano. Su expresión vaticinaba muerte. Sus manos, grandes y fuertes, amenazaban con hacerlos desaparecer, impidiéndoles pensar con claridad. Una entidad invencible que les hizo darse cuenta de lo diminutos que eran comparados con él.

 

Y así, se quedaron paralizados y temblorosos mientras el pecho de ambos era atravesado por sus feroces extremidades, que acabaron, inevitablemente, con sus vidas.

 

Pero su recorrido no acababa ahí. Había un tercer objetivo. Una última presa que, al ver como se precipitaba hacia ella, hizo uso de todo el poder del que disponía, en una defensa a la desesperada mediante la que hizo aparecer espadas en el aire que se hundieron una tras otra en su cuerpo.

 

Aun así, la bestia no cedió. Imparable. Con sus últimas víctimas todavía inertes en sus brazos, una terrorífica sonrisa y ojos sedientos de sangre.

 

“No he hecho más que vivir para nada...”, pensó Quattuor mientras Duobus seguía arrojando un arma tras otra, “...es hora de morir por algo.”

 

Finalmente, se produjo un fuerte golpe contra la pared, levantando una gran cantidad de polvo y escombros, resultado del puño de Quattuor atravesando la piedra.

 

El rostro de Duobus, a escasos centímetros de su mano, reflejaba, por primera vez desde que la conocía, verdadero pavor.

-Oh... –murmuró Quattuor, con el cuerpo cubierto de sangre- Así que tú también puedes poner esa expresión, ¿eh? No sabes cuánto me alegro...

“Lo siento, Sarah. Me hubiese gustado estar más tiempo contigo. Lo siento mucho.”

 

Con esas últimas palabras, Quattuor murió. De pie y sonriendo. Demostrando hasta el final aquella tenacidad y arrogancia que lo habían caracterizado.

-Quattuor... –dijo Kareth, inmóvil por el shock. Debido a la reciente serie de acontecimientos, todos los demás combates se habían detenido.

 

En ese momento, la puerta se abrió, dando paso a los soldados del imperio. A través del estrecho hueco que habían dejado en la entrada, podían verse los cadáveres del equipo contrario, esparcidos por el suelo.

 

Al mismo tiempo, a partir del punto que había sido golpeado por Quattuor, el muro empezó a agrietarse, desestabilizando la estructura.

 

Entonces, Kai, apretando los dientes, corrió hacia la barandilla.

-¡Razer! ¡Kareth! -exclamó

-¡Duobus! –reaccionó Naithan, a destiempo, quedándose desprotegido lo suficiente como para permitir que Razer lo apartase de su camino.

-¡Joder! –se quejó Kareth, siendo el último en huir, pues cerca de ser abatido por Detz, tuvo la gran suerte de que parte del suelo se quebró justo debajo del científico, evitando que le persiguiese.

 

Al parecer, la rotura de la pared había conectado con otras producidas durante el resto de combates, logrando destruir el balcón.

 

Así pues, Kareth recogió a Ceron y se lanzó por el precipicio junto con sus otros dos compañeros, escapando de allí.

-¡Tenemos que irnos, Excelencia! ¡Este sitio se está viniendo abajo! –exclamó uno de los soldados al emperador.

-¡Idiotas! ¡Atended a Duobus! ¡Yo puedo arreglármelas solo! –contestó él, levantándose del suelo.

-¡S-sí!

-¡Maldita sea! ¡Al final se han escapado!

-No pasa nada, Naithan –lo tranquilizó Detz, caminando hacia la salida-. Ya hemos ganado.

 

-¡Espero que alguien haya pensado en algo para evitar matarnos! –gritó Kareth al ver el suelo cada vez más cerca.

-¡Agarraos! –dijo Razer, a la vez que, a pocos metros de la superficie, disparaba el gancho de su pistola, deteniendo la caída, sin poder evitar salir despedidos por la inercia, por lo que acabaron en el suelo igualmente, aunque mucho mejor parados.

 

Tras esto, siguieron corriendo hasta llegar a uno de los vehículos en los que habían venido. Por suerte, los soldados del emperador no los habían destruido. Puede que en un acto de arrogancia, al pensar que ninguno saldría vivo. En cualquier caso, eso les permitiría escapar.

-¡Rápido! –poniéndose Kai al volante, el resto se introdujo como pudo.

-¡Acelera! –apremió Razer viendo al enemigo acercarse.

 

Finalmente, pudieron arrancar el vehículo, alejándose de allí.

 

A las afueras de la villa, Miruru observaba el cielo con la poca visión que le quedaba. Todo estaba borroso, y era incapaz de mover la mayor parte de su cuerpo, el cual notaba cada vez más y más frío.

 

Unum había conseguido recuperarse lo suficiente para usar sus plataformas y huir con Nara.

 

Al final, no había podido protegerlos a todos.

 

Reuniendo las pocas fuerzas que le quedaban, se giró hasta mirar de nuevo el dedo en el que tenía el anillo.

“A pesar de todo, no me arrepiento, Runya. Hice todo lo que pude. Espero que a partir de ahora, los habitantes de esta villa puedan vivir en paz. Quiero creer en ello”, grabando en su memoria aquella improvisada sortija, cerró los ojos, “Me hubiese gustado verte una vez más, Kai”. Y de esa forma, derramando lágrimas que se mezclaron con la sangre que manchaba sus mejillas, Miruru abandonó aquel mundo, habiendo salvado la vida de muchos otros.

 

Durante el viaje de vuelta, ni Razer, ni Kai, ni Kareth dijeron nada. Quizás porque ninguno quería reconocerlo o porque tenían miedo de hacerlo. Ese día, habían perdido la batalla.

martes, 4 de octubre de 2016

Capítulo 30: Cambios



-¿Y bien? ¿Para qué nos has reunido? –preguntó Mammon con el ceño fruncido.
-¿No ha venido As? –dijo Chaos en lugar de responder a su pregunta.
-Parece ser que no estaba interesado en venir... –declaró Luci.
-Ya veo –el creador de ángeles y demonios sonrió-. Entonces encargaos vosotros de decírselo.

Todos los pecados habían sido convocados en casa de Beelzebub, ya que éste seguía débil y no podía salir de su habitación. El único que faltaba era Asmodeus. Los demás observaban a Chaos con miradas de confusión, cuchicheando suposiciones entre ellos de vez en cuando.
-Contestando a tu pregunta, Mammon, el motivo por el que estáis aquí es para pediros una tarea muy importante.
-¿Algún recado? –preguntó Levi.
-No. De hecho, es probablemente una gran responsabilidad pero confío plenamente en vosotros para que la llevéis a cabo.
-¡Suéltalo! ¡No tenemos todo el día! –se quejó Mammon.
-Quiero que seáis mis guardaespaldas.

Se produjo un momento de silencio en el cual los pecados se miraron entre ellos.
-¿Perdón? –preguntó Luci.
-Lo que habéis oído. Quiero que me protejáis así como que guiéis a los demonios en caso de que yo falte.
-¡¿Estás en tus cabales?! –exclamó Mammon.
-Lo estoy. Creía que querías ser alguien más importante, Mammon –bromeó Chaos.
-¡S-sé lo que dije pero esto es...!
-¿Cómo se supone que vamos a hacer algo así? Nosotros somos... –Levi miró al resto como con cierto miedo a pronunciar las siguientes palabras, sin embargo, ellos, prediciendo lo que ella quería decir, asintieron-. Nosotros somos unos buenos para nada. Somos aquellos que hemos nacido diferentes entre los demonios, y que no encajan en su sociedad. No creo que estemos cualificados para una tarea así.
-Además... –continuó Bel- ...dentro de unos meses tendrás a un sucesor, ¿no es así? Estoy segura de que se encargará mejor que nosotros de ese trabajo.

Chaos miró uno por uno a los jóvenes y luego suspiró.
-Veréis. Durante todo este tiempo he hablado y me he relacionado con muchos ángeles y demonios. Y en ningún momento he encontrado quienes tengan más potencial que vosotros. Me habéis dicho que sois diferentes entre los demonios. Que no encajáis en la sociedad. Y ése es precisamente uno de los motivos por lo que sois ideales para esta tarea. Porque marcáis la diferencia. Este mundo cambiará, y los demonios se tendrán que ir adaptando a él conforme lo haga. Los únicos que podrán enseñarles cosas que desconocen sois vosotros, porque sois los únicos que vivís diferente a los demás, que sabéis lo que los demás no saben, aquellos que son distintos. Y una cosa más. Decís que sois buenos para nada pero dudo mucho que alguien que no encaja en la sociedad y, pese a ello, sigue viviendo y enfrentándose a ella, sea un bueno para nada. ¿O acaso alguno de vosotros ha huido de los otros demonios pese a ser tratado de otra manera?
Aquella charla les dejó sin palabras, dando lugar a expresiones melancólicas.
-No os subestiméis. Es posible que todavía os falte experiencia pero lo esencial ya forma parte de vosotros. En cuanto a mi sucesor, es posible que algún día esté sea capaz de dirigir a demonios y ángeles pero eso será cuando crezca lo suficiente. Y durante su crecimiento, espero que estéis ahí para apoyarle en todo lo que necesite –tras esto, Chaos se levantó de su sitio- Pensaos vuestra respuesta y decídmela cuando consideréis más oportuno. Al fin y al cabo es una petición, no una orden, por lo que la decisión es vuestra. Eso sí, os encomendaré este trabajo sólo si aceptáis todos. Ahora, podéis marcharos.

-Luci, ¿puedes venir un momento conmigo? –dijo Chaos tras abandonar la casa de Zebub.
-Supongo...
-Hay algo que me gustaría enseñarte.

Dicho esto, Chaos comenzó a caminar hacia las afueras seguido de cerca por el pecado, cuya cara mostraba preocupación.

Finalmente, no muy alejada del conjunto de casas que acababan de abandonar, se encontraba otra de pequeño tamaño y que destacaba por la presencia de una larga chimenea en el tejado de la que salía un humo gris continuamente.

Sin pensárselo dos veces, Chaos entró, descubriéndose un almacén con varias mesas de madera, paredes de piedra en la que se hallaban colgadas numerosas herramientas, y la parte inferior de la chimenea, frente a la que se encontraba un demonio de aspecto desgastado, espalda curvada y dos cuernos, de los cuales uno estaba partido.
-¿Cómo estás, Mephisto? –preguntó Chaos, mientras observaba tranquilamente las herramientas de la pared.
-Como siempre. Trabajando pese a que mi cuerpo ya no es lo que era.
-¿Quién es? –preguntó Luci-. No me suena haberle visto por el territorio de los demonios.
-Eso es porque apenas salgo de este lugar, chico –respondió Mephisto sin girar la cabeza, mientras golpeaba con sus manos un objeto alargado que tenía un color rojo intenso.
-Su nombre es Mephisto, y es uno de los primeros demonios en nacer. Decidió dedicarse a la construcción y la forja de objetos, y lleva muchísimos años trabajando en ello. El mejor artesano del mundo.
-No sabría decirte si por habilidad o por falta de competencia –bromeó Mephisto.
-¿Dónde la tienes? –preguntó Chaos, sin más preámbulos.
-Está en la habitación de al lado.

Los dos avanzaron hacia una puerta adyacente a la chimenea en la que Luci no se había fijado al principio. Entrando por ésta, encontraron otra sala más pequeña que la anterior donde se encontraban acumulados ordenadamente más utensilios y herramientas. Sin embargo, uno en concreto llamó la atención del demonio: una armadura de cuerpo entero, de colores gris y negro, con dos cuernos sobre el casco.
-¿Una armadura? –se le escapó a Luci.
-Esto es precisamente lo que te quería enseñar.
El joven se acercó y deslizó sus dedos por ella. El material estaba frío y liso.
-¿Por qué?
-Verás, esta armadura es especial. Mejora considerablemente las capacidades defensivas y regenerativas de aquel que la lleva. Además se adapta perfectamente a su cuerpo. Sólo hay un problema, y es que esa adaptación impide que el usuario pueda quitársela hasta que éste muera.
-Entiendo...
-En cuanto a por qué te la enseño a ti. La respuesta es simple: llegado el momento, me gustaría que la llevases.
-¿Llegado el momento? ¿A qué te refieres? ¿Tiene que ver con lo que nos has propuesto antes?
-Este mundo cambiará, Luci. Y ni siquiera yo mismo sé de qué manera. Si decidís guiar a los demonios, también necesitaréis más poder. Aunque, debo decirte que ponerse esta armadura requiere también cierta resistencia física.
-Pero yo... –el demonio hizo una pausa-. Yo soy débil...
-Te equivocas, Luci. De todos, tú eres precisamente el que más potencial tienes. Es por eso que tú eres el único que puede llevar esta armadura. Pero, por supuesto, esa decisión, al igual que la otra, es tuya.
-¿Potencial?
Chaos asintió.
-Quizás todavía no lo veas pero llegará un día en el que te darás cuenta de ello –tras esto, el creador de los demonios se dispuso a irse-. Volvamos.
-Oye, Chaos.
-Dime.
-Todo esto...es como si hubieses predicho que algo malo va a pasar...y te estés preparando para ello...
-No, Luci. Precisamente porque no sé lo que ocurrirá en el futuro, he de estar preparado.

La escena volvió a cambiar a una en la que se veía a Bel y Biblia leyendo un libro y tomando apuntes en un papel de aspecto alargado y ancho.
-Mm... –de repente, Biblia se detuvo- No estoy segura entender esto.
-Creo que se refiere a que puede usarse como antibiótico en caso de pequeñas úlceras en el ojo.
-Ah, ya veo. Entonces estos son los que se mezclarían en caso de que haya necesidad de reducir una inflamación.
-Así es...
-Uah, gracias, Bel. Se te da muy bien esto.
-No hay de qué...

Las dos volvieron a centrarse en su estudio, sin embargo, Belphegor desviaba la vista de vez en cuando hacia Biblia.
-Esto...Biblia...
-¿Sí?
-¿Cómo va tu embarazo?
-¡Ah! ¡Me alegra que me lo preguntes! –exclamó alegremente apartándose de la mesa sobre la que estudiaban para dejar que la joven viese su vientre.
-Ha crecido mucho desde la última vez...
-¡¿Verdad?! ¡Espero que eso signifique que va a nacer sano!
-Hay algo que me gustaría preguntarte...aunque puede que resulte algo...incómodo...
-No pasa nada. Pregunta lo que quieras.
-Bueno, ¿cómo es que puedes tener hijos? Quiero decir, en teoría no eres ni humana, ni demonio, ni ángel. Los más parecidos a ti serían Chronos y Chaos, ¿no?
-Mm...si te soy sincera es algo que ni yo misma sé. Es como si me preguntases por qué me pusieron sexo cuando me crearon, si fue simple casualidad o hubo algún motivo en ello. Además, ¿nuestro hijo será de sexo masculino o femenino? ¿Será ángel o demonio? Hay muchas preguntas que no sé resolver pero me conformo con que nazca bien y crezca sano y feliz.
-...
-Siento no haber sido de mucha ayuda –se disculpó Biblia sonriendo tímidamente.
-Para nada, sólo era curiosidad. A mí también me gustaría que naciese sin problemas. De hecho...bueno...me gustaría ayudarte...durante el parto...si no te importa...
-¡Claro que no me importa! ¡Me encantará que estés conmigo! –exclamó mientras abrazaba a la demonio-. ¡Así también practicarás para matrona! ¡Son todo ventajas!

Mientras tanto, fuera de la casa, Luci golpeaba fuertemente el antebrazo de Chaos con una de sus patadas.
-¡Así! ¡Muy bien! ¡Continúa!

El demonio siguió con una combinación de puñetazos y patadas a velocidad constante y marcando el golpe en las extremidades del que actuaba como su entrenador. Algo más alejada de allí, Levi les observaba con una expresión mezcla de preocupación y tristeza.

-¡Suficiente por hoy! ¡Buen trabajo, Luci!
-Gracias...
-Has mejorado mucho durante estos meses. Estoy seguro de que dentro de un par de años será capaz de superarme hasta a mí.
-No digas tonterías, Chaos. Además, tampoco pretendo llegar tan lejos. Con estar mejor preparado para el futuro, me conformo. No quiero superarte o llegar a ponerme esa armadura. Lo entiendes, ¿verdad?
-Por supuesto. Ya dije que era decisión tuya.
-Bien. Nos vemos mañana.

Tras esto, Chaos se encaminó hacia la casa, pasando por el lado de Levi.
-Creía que no te ibas a implicar en la evolución de ninguno de los demonios –dijo Levi, sentada con los brazos cruzados sobre sus rodillas.
-Je, eres dura con mis propias palabras, ¿eh? –respondió él con una sonrisa irónica- Él mismo tomó la decisión de entrenarse en combate conmigo como compañero. Quiero pensar que no fue por influencia mía.
-¿Lo dices por lo que nos pediste el otro día?
-Es posible...
-Odio esa parte de ti. Da la sensación que lo sabes todo, pero en ocasiones no te das cuenta de nada...
-Hay muchas cosas que incluso yo desconozco. Si os pedí ayuda y todavía os la sigo pidiendo es precisamente por eso.
-...
-Tú también eres importante en esto, Leviathan. Fuiste la primera de vosotros en nacer, y has cuidado de los demás como si fuesen tus hermanos. Juntos seréis grandes guías pero tú eres la mejor para guiarles a ellos.
-¡Déjate de cumplidos! –gritó la joven, levantándose de golpe-. ¡No digas cosas que al final no significan nada!
-¿Levi?
La joven tenía las manos apretadas fuertemente, tanto que las uñas llegaban a clavársele, formando pequeñas heridas.
-Lo siento, tengo que irme...
Dándole la espalda, la demonio se marchó de allí, dejando a Chaos confuso y sin saber qué decir.

Lo siguiente que se vio fue a Asmodeus, en su forma femenina, caminando por territorio humano, sin embargo, esta vez se mostraba más vigilante e insegura que la última vez.
-Ugh, esto no me gusta un pelo. Desde que llevé a Aalis a territorio de los demonios, el entrar en el de los humanos se ha acabado convirtiendo en una prohibición. Para más colmo, no la he vuelto a ver desde entonces. Espero que no le haya pasado nada... ¡Ah! Si no fuese por esta forma sería incapaz de dar un simple paso. Y pese a ello tengo que estar con ojo avizor por lo que pueda pasar. Y luego está lo de Chaos, ¿ser sus guardaespaldas y guiar a los demonios? Ni en broma me metería en algo tan aburrido como eso.

Mientras se quejaba en voz alta de todos sus problemas, de repente, se topó con una pequeña construcción. Ésta tenía el mismo tamaño que una de las casas de los demonios, presentaba paredes blancas y un tejado con forma triangular. No obstante, había algunas diferencias con respecto a las que ella había visto, como los grandes ventanales con forma de arco que la decoraban, y una extraña cruz justo encima de la puerta de entrada.
-¿Qué significará esa cruz? –se preguntó.

En ese momento, la puerta se abrió, asustando a Asmodeus y provocando que se escondiese detrás de dos árboles solitarios y a unos metros de la extraña “casa”. Desde allí, continuó observando.
-¿Son...ángeles...?

Dos ángeles, ataviados con una túnica blanca y cuyas alas se encontraba recogidas sobre su espalda, se desplazaban andando a un ritmo muy lento. Iban como atontados, con una expresión monótona en sus caras, como si hubiesen perdido toda motivación.
-¿Qué es lo que les pasa? Es como si les hubiesen chupado la energía. ¿Será por haber entrado en ese sitio?

La joven continuó mirando cómo se alejaban hasta que fueron perdidos de vista colina abajo.
-¿Qué era eso? –cavilando durante unos momentos sobre lo ocurrido, finalmente se encogió de hombros-. Bueno, no importa, tengo mejores cosas que hacer. Además, prefiero  no meterme donde no me llaman –así pues, decidió abandonar aquella zona mientras, detrás de ella, la puerta de aquella “casa” se cerraba.